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Facultad de ciencias sociales

Psicología

Introducción a la clínica psicoanalítica con niños, niñas y adolescentes

Caso Andrés:
una lectura desde la escuela inglesa.

Integrantes:
Sofía Aguayo León.
Paula Zúñiga Irigoin.
Mariela González Luengo.

Ayudante:
Eduardo Guajardo.

Fecha: 11 de Diciembre de 2020.


Antecedentes del caso
En el presente ensayo se trabajará el caso de Andrés, presentado por Volnovich (2000)
en su libro Claves de la infancia, ética y género en la clínica psicoanalítica con niños. Para
llevar a cabo el trabajo que aquí se presentará, se seleccionó material del caso, para luego
pensarlo desde la línea del psicoanálisis infanto juvenil proveniente de la escuela inglesa. En
primer lugar se presentará el caso, luego se reflexiona sobre el espacio terapéutico y
finalmente se piensa qué aparece de la escuela inglesa en el caso.
En Argentina, durante y posterior a la dictadura cívico-militar de fines de la década del
70, Andrés tenía menos de 2 años cuando lo encontraron vestido y acurrucado en la bañera. La
puerta del departamento fue derribada por militares que allanaron la casa, llevándose a sus
padres para siempre. La ausencia definitiva de los padres detenidos desaparecidos de Andrés,
hizo que él se trasladara a vivir con su abuela, exiliados ambos a París. A los 9 años, en 1985,
retorna con su abuela a Argentina, ya en democracia. Ese año comienza su análisis, y su único
síntoma (en ese momento), una otitis crónica con perforación del tímpano.
Andrés extraña París, “Si perdí a mi perrito, entonces, es que siempre voy a perder las
cosas que quiero”. Andrés cuenta que tiene un amigo, Federico, que ahora es dueño de su
perrito y también es exiliado. Es entonces cuando pregunta, “Vos también estuviste exiliado,
¿no?”. A lo que el psicoanalista torpemente podría disimular su impresión: “no sé cómo hablar
ni cómo callar” (p. 135). Funcionó como clave y contraseña para comenzar la relación
terapéutica con Andrés, debido a que él sintió que podía a partir de esto confiar en él, más que
como psicoanalista, como exiliado. Fue a partir de este encuentro dado por la incomodidad del
silencio del terapeuta en la primera sesión y en la segunda previo a la pregunta de Andrés, que
permitió a él mismo que las palabras y los dibujos comenzarán a fluir.
En 1985 Andrés comienza a coleccionar calcomanías, aquellas con la banderita
argentina que dicen R.A. Con ellas intenta opacar el vidrio de su ventana hasta que la
habitación queda prácticamente oscura. Junta, colecciona y acumula calcomanías y lamenta no
conseguir “de las de antes”. Con esas pistas se inaugura el análisis, y se da espacio a la palabra
alusiva, en la que se asoma lo inconsciente, y que “ocupe el lugar del decir indeterminado de
los síntomas” (p. 136).
Por primera vez en muchos años, Andrés está cerrado y su oído sano. Dibuja aviones
de despegue vertical y comenta de fondo, el juicio a los militares que hicieron desaparecer a
sus padres y que finalmente termina en impunidad: “rajadura de una ley fallida” (p. 137).
Raúl Alfonsín, presidente de ese entonces, es conocido por ser un promotor de los
derechos humanos internacionalmente, pero también por implementar leyes de impunidad
para impedir el enjuiciamiento de crímenes de lesa humanidad (Burkart, 2020). Andrés está
defraudado del presidente, ‘se le cae’, dolido despega las calcomanías y el vidrio se hace
transparente y vacío. Aparecen los miedos.
Tiene miedo a la ventana abierta y al balcón, cierra todo: postigos y cortinas. Es
invierno y no importa, pero cuando llega diciembre y hace calor, Andrés prefiere soportarlo
antes que abrir la ventana. Está doblemente aterrado, por la ventana abierta y por
irracionalidad de “eso” que le pasa.
Andrés le cuenta un chiste ¿A qué no sabes en qué se parecen Olmedo, Monzón y
Alfonsín? Pues en que cada vez que salen al balcón, hacen cagadas. Y entonces, Andrés abre
sin miedo la ventana y sale al balcón como quien inaugura el espacio o debuta en el viento.
Hasta aquí, tres años han pasado desde su primer encuentro. El psicoanalista
manifiesta que hubo encuentro, que hubo un lugar donde Andrés pudo decirse y él escucharlo.
Un lugar donde pudo decirse la historia.
Que su padre y su madre desaparecidos, sin enterrar, y como rugido silbante,
intentarán entrar por la ventana abierta. La ventana cerrada protege contra la violencia exterior
que derribó la puerta años atrás, y del viento rumoroso. Pero el miedo al viento como objeto,
es más, es miedo a ser objeto del viento. Es el temor, a estar eternamente condenado a un
dilema de hierro: o traicionar la causa de su padre y su madre para poder salvarse, o tener que
inmolarse como ellos (y por ellos), para saldar su falla. Destino de sobreviviente después de la
masacre, ir para donde lo lleve el viento engañado en su ilusión de volar.
Andrés tiene que hacer un dibujo conmemorativo del primero de mayo, y sabe de los
mártires de Chicago, pero elige otra escena, de un policía con su “bastón de abolir ideologías”
sobre la cabeza de un “laburante”.
El psicoanalista propone que, si hace todo este recorrido por la sintomatología
elemental de Andrés, la otitis, la fobia a la ventana, el miedo al viento, todo se anuda. Todo
confluye y se hace inútil la pretensión abarcativa de “comprender psicoanalíticamente (o sólo
psicoanalíticamente) el síntoma y su destino” (p. 140).
Además, agrega que sería simplista establecer una continuidad entre el fantasma y lo
social. En la historia de Andrés hay una escena que también interpela e incluye al psicoanalista
debido a que ambos se encuentran en esta historia. “Ese trazo histórico, ese latigazo
encarnado, ese sujeto hecho síntoma es, claro, núcleo de verdad histórica” (p. 140).
Finalmente, manifiesta que el “material” del paciente podría llenar hojas y hojas en
querellas de escuelas psicoanalíticas, pero más que pensar los contenidos pertrechados por su
doctrina, importa decir que hubo encuentro, que hubo un lugar donde Andrés pudo jugarse y
decirse, y donde el psicoanalista pudo escucharlo.

Análisis.
Volnovich (2000) piensa en el caso que elabora sobre la noción de síntoma. Freud
(1910) dice que “donde existe un síntoma, se encuentra también una amnesia, una laguna del
recuerdo” (p.16). Además, Fendrik (1989) afirma que “si hablamos de fantasma, hablamos de
síntoma, es decir, de la razón necesaria de lo no dicho, de lo no sabido, que no cesa de
producir efectos de puesta en escena” (p. 15). A su vez, Volnovich (2000) plantea la siguiente
idea: “psicoanalizar a un niño es una empresa fascinante, desconcertante y difícil: es,
fundamentalmente, exponerse al desafío del sufrimiento y el dolor del síntoma” (p. 131).
Además, se afirma que el espacio del síntoma es “escenario de una historia social que impone
su presencia y torna estéril cualquier intento por silenciarla” (Ídem).
Resulta interesante pensar cómo enfrentarse al caso de Andrés, su sintomatología, y
desde dónde se mirará aquello. En primer lugar, desde el psicoanálisis se podría decir que los
síntomas de Andrés van a estar retornando algo de una historia vivida por el niño, y que
probablemente se relacione con el contexto de violencia política de su infancia temprana, el
exilio, el abandono de sus padres, y la sociedad que habitó y habita al momento de la terapia.
El mito familiar que encarna Andrés, lo ubica, por una parte, como fantasma, lo que
significa que, según Rodulfo & Rodulfo (1986), “el niño es negado en su diferencia, en su
particularidad como sujeto” (p. 141). Aunque también se podría pensar que aparece como
síntoma, porque la sintomatología que presenta Andrés se puede pensar como “retorno de lo
reprimido que hace a un conflicto de los padres” (p. 141).
Sin embargo, son muchas historias que confluyen en el caso, hay muchas situaciones
que el niño vivió tempranamente, por ende cabe la pregunta por ¿a qué historia remite el
síntoma? y en ese sentido, también cobra relevancia entonces el origen del malestar de
Andrés, ¿qué es lo que va a gatillar los síntomas que presenta? ¿cada síntoma remite a una
historia distinta? ¿o son todos por la misma historia particular?
Si se toma el caso clínico de Andrés, junto con los acontecimientos que van ocurriendo
a medida que avanza la terapia, y se analiza desde la Escuela psicoanalítica inglesa, se hace
fundamental centrar el análisis, por un lado, en el periodo específico en que este comienza, y
por otro, en la interpretación del juego y de la transferencia, como herramientas principales.
Respecto al periodo en que se inaugura el análisis de Andrés, este corresponde al
periodo de latencia. En esta etapa ya hay una poderosa tendencia a la represión (Klein, 2008),
característica en la edad de Andrés (9 años). Las dificultades de llevar a cabo el análisis en
esta etapa tienen relación con que los pacientes de esta edad no juegan como niñas/os
pequeñas/os, ni proporcionan asociaciones verbales como los adultos, de este modo el o la
analista no encuentra un camino de acceso franco, por lo que debe encontrar una manera de
establecer un puente con el inconsciente del niño/a, y así, gradualmente, “ganar también la
cooperación de su yo” (Klein, 2008, p. 77).
Lo que ocurrió en este caso fue que el puente no lo logra trazar el analista propiamente
tal, sino que es Andrés con la pregunta clave que da comienzo a la situación analítica, a través
de la palabra “exiliado” y la estupefacción del analista que se abre la posibilidad de acceso al
inconsciente, disminuye la desconfianza, y las palabras y dibujos comienzan a fluir.
Por otra parte, desde una perspectiva kleiniana, una de las principales funciones del
juego infantil es proporcionarle al niño una descarga de sus fantasías y brindarle un medio de
representación como forma de realización de sus deseos (Klein, 1955). Por lo tanto, la
concepción del simbolismo detrás del juego, estaría estrechamente relacionado con la idea de
representación, es decir, el carácter simbólico del juego sería aquello que tiende un puente
entre las representaciones fantaseadas y los objetos reales.
En el caso de Andrés, el coleccionar calcomanías y pegarlas en la ventana hasta taparla
completamente, podría interpretarse desde la base del simbolismo detrás de ese juego, el cual,
al igual que la interpretación de los sueños, se debe desentrañar el significado simbólico por
partes separadas del juego, sin perder de vista la relación de cada factor con la situación total
del caso (Klein, 1955). Así, la acción de coleccionarlas, es visto por el analista, como una
representación del deseo del niño de recuperar, guardar y atesorar de algún modo su infancia
perdida, con todo lo que ésta contuvo: el secuestro de sus padres, el exilio y el retorno. Por
otro lado, el acto de pegarlas en el vidrio, hasta sellarla completamente, y lo que va relatando
respecto a aquello- “se me pierden si no las pego en la ventana, nunca encuentro lo que
guardo” (Volnovich, 2000, p. 136 ) - , se vincula con una descarga verbal de síntomas nuevos
de Andrés: la pérdida y el olvido. En relación a esto, el analista se pregunta si existe algo no
recordado en Andrés, que se repite como supuración por el agujero en el tímpano (su síntoma
inicial), pus que al escurrirse intenta encontrar una salida, que no encuentra, al no saber la
verdadera razón que lo causa. Por lo cual, el carácter simbólico de tapar la ventana con
calcomanías, hasta que no quede ningún agujero, podría relacionarse con el deseo del niño de
que culmine tal proceso, vale decir, cuando toda la ventana queda cubierta a fuerza de
calcomanías, cesa la supuración y cicatriza la herida, tanto física, como psíquica.
Otra herramienta analítica central a utilizar desde la perspectiva inglesa, es la
interpretación de la transferencia, y el vínculo que se genera en la relación terapéutica. La
importancia y los efectos de dicha interpretación, en base a la teoría de Melanie Klein, son a
menudo rápidos, aún cuando a veces no parecen haberse hecho conscientes. Tales efectos, se
manifiestan, por una visible reducción de la ansiedad inicial del niño, lo cual además genera
que la relación y el vínculo analítico se afiance considerablemente (Klein, 1926).
Este último punto, es de suma relevancia en el caso de Andrés, ya que como se relató
en la presentación del caso, al comienzo del análisis, el niño se encontraba inhibido, tímido e
incómodo en la consulta. No obstante, cuando Andrés, turbado y ruborizado, comienza a
hablar de su exilio en París, termina dirigiéndose al analista con la frase; “vos también
estuviste exiliado, ¿no?” (Volnovich, 2000, p. 135), en ese momento, el analista al igual que
Andrés, se inhibe e incomoda. Mas esa fue la clave para que ambos comenzaran a
desenvolverse mejor durante la terapia, y el niño confiar en el analista. Por lo tanto, la historia
en común de ambos, y la articulación del exilio, generó un vínculo analítico más fuerte. De
esta manera, las interpretaciones que luego el analista da de dicha transferencia, versaron
sobre cómo la pérdida y el dolor llevan a sentimientos de vergüenza, sentimiento que ambos
sintieron al referirse al exilio; y la vergüenza es una dificultad muy grande, es difícil de
expresar y de callar (Volnovich, 2000), y con esa dificultad se encontraban ambos. Por lo cual,
los efectos de tal interpretación se manifestaron en un fuerte afianzamiento de la transferencia,
y del vínculo entre Andrés y el analista, lo cual permitió un análisis más fluido.
Con respecto a lo descrito anteriormente, Donald Meltzer, tomando la teoría de Klein,
estudia el proceso analítico, en el que mediante la actividad interpretativa, los fenómenos
transferenciales van recolectándose y concentrándose en el vínculo entre paciente y analista 1,
pudiéndose reconocer al comienzo de dicho proceso, la presencia y la acción de la
identificación proyectiva. Así pues, el paciente, como el lactante, externaliza una situación
interna, una parte del self que está angustiada, mediante tal mecanismo de identificación. Esta
parte es luego experimentada como devuelta, desprovista del dolor a través del proceso de la
comprensión por parte del analista, gatillando en la posibilidad de terminación del proceso o
"destete" y transformación del análisis en autoanálisis (Meltzer, 1978).
Tomando lo anterior, en el caso de Andrés, es posible ver cómo en el vínculo analítico
se manifiestan estas funciones inconscientes de la mente de ambos, dada la historia común de
exilio, lo cual se manifiesta en la siguiente cita: “Andrés y yo estuvimos juntos en este

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El vínculo, es, por supuesto, la transferencia y la contratransferencia, las funciones inconscientes e
infantiles de las mentes del paciente y el analista (Hinshelwood & Etcheverry, 1992)
proceso terapéutico, donde nos unió la violencia y el exilio, que nos arrastró la turbulencia, el
torbellino (...) Nos une o nos separa un mismo latigazo, nos une o nos separa una misma
fobia” (Volnovich, 2000, p. 141). Y por lo tanto, por este vínculo, de alguna manera se genera
este mecanismo descrito de identificación por parte del niño hacia el analista. Donde,
finalmente, producto de la comprensión del analista, y esa devuelta que le entrega al niño, se
produce metafóricamente hablando un “destete”, donde la función del analista se caracterizó
en fortalecer el yo del niño y acercarlo de mejor manera a la realidad.
Sobre la escuela inglesa
La influencia de Melanie Klein y sus planteamientos sobre el juego y el dibujo son
centrales, ya que dan espacio a la reflexión por el papel que cumplen estas dos herramientas
del trabajo psicoanalítico con niños, niñas y adolescentes. En el caso de Andrés hay elementos
que siguen esa línea: pensar el significado de las calcomanías en la ventana, los dibujos que
realiza en los distintos momentos de la terapia: al principio un seleccionado argentino
desolado, y con la terapia más avanzada aviones de despegue vertical y globos aerostáticos.
A su vez, hay que pensar las intervenciones que hace el terapeuta, y qué de la escuela
inglesa aparece allí. Desde esta corriente, las interpretaciones terapéuticas se hacen directa y
explícitamente y se conversan con el niño, es una interacción marcadamente directa. Respecto
de ello, hay un momento particularmente llamativo en lo que a esto refiere: cuando el analista
le dice a Andrés que seguramente le duele haber visto a Alfonsín haciendo el ridículo, que él
(Andrés) querría hacerse valer, volar y tener valor para salir al balcón sin temores.
Además del juego y el dibujo, ha sido importante pensar el lugar que tiene la
transferencia y el vínculo terapéutico. De allí la relevancia que cobra el lugar del exilio en la
relación que se generó entre terapeuta y Andrés, y cómo desde allí se fue conjugando también
el proceso terapéutico llevado a cabo.
Son esos elementos los que son significativos según la escuela inglesa, y que
permitirían comprender y trabajar los síntomas que presenta Andrés. Sin embargo, la reflexión
de fondo que presenta Volnovich (2000), por la situación que se presenta a través de Andrés,
es que los “niños son testigos-testimonio de un proyecto genocida; y en cada síntoma (...)
hablan el espanto y la tragedia que amenaza repetirse a cada paso” (p. 142). Así, es que por
medio de Andrés, la historia de una dictadura y todo lo que ella implicó, estaría siendo
hablada; Y es a través del juego y el dibujo que se puede ver cómo “se hace espacio para que
la palabra alusiva (...) ocupe el lugar del decir indeterminado de los síntomas” (p. 136).
Referencias

Burkart, M. (2020). Contra la impunidad y el olvido: HUM y Pasquim ante las leyes de
amnistía de las dictaduras militares de Argentina y Brasil. INTUS-LEGERE
HISTORIA, 14 (1), 58-86.
Fendrik, S. (1989). Psicoanálisis para niños. Ficción de sus orígenes. Amorrortu Editores.
(Cap 1 y 2)
Freud, S. (1910). Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Obras completas, 11.Amorrortu
Editores.
Hinshelwood, R. D., & Etcheverry, J. L. (1992). Diccionario del pensamiento kleiniano.
Amorrortu Editores.
Klein, M. (1926). Principios psicológicos del análisis infantil. Obras completas, 1, 137-147.
Klein, M. (1955). La técnica psicoanalítica del juego: su historia y significado. Obras
completas, 3, 129-146.
Klein, M. (2008). El psicoanálisis de niños. Obras completas. Editorial Paidós. Meltzer, D.
(1978) "El desarrollo kleiniano de la metapsicología de Freud". Trad. del Inst. J. Psych.
LX1I, 81.
Rodulfo, R. y Rodulfo, M. (1986). Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes.. Cap. El
bricoleur de sí mismo.
Volnovich, J. C. (2000). Claves de infancia: ética y género en la clínica psicoanalítica con
niños. Homosapiens.

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