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Sociología e ideología
Hablamos de ideología cuando una idea o conjunto de ideas determinadas
interpretadoras de lo real son consideradas como verdaderas y son
ampliamente compartidas conscientemente por un grupo social en una
sociedad determinada.
Tales ideas se convierten en un rasgo fuertemente identitario, de forma similar
a la religión, la nación, la clase social, el sexo, partido político, club social, etc.
y se forman tanto en grupos pequeños y cerrados como las sectas o grupos
mayores y abiertos como partidarios de un equipo de fútbol...
Exteriormente se ha asociado con mayor fuerza a la política, donde el
clientelismo de los partidos impone unos intereses estrechos y cerrados. En su
desarrollo lleva a que el comportamiento individual pueda derivar en una
continuada falsa creencia, en un falso pensamiento y de ahí a una falsa práctica
social. Además interiormente, los miembros del grupo ideológico admiten o no
que determinado individuo pertenezca al grupo según comparta o no ciertos
presupuestos comunes de pensamientos básicos.
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La ideología interviene y justifica dirigiendo los actos personales o colectivos
de los grupos o clases sociales, a cuyos intereses sirve. Pretende explicar la
realidad de una forma asumible y tranquilizadora, pero sin crítica, funcionando
solo por consignas y lemas.
Ahora bien lo que ocasiona son falsas creencias que mantienen la
interpretación o justificación previa tal como estaba en el imaginario individual
y colectivo, independientemente de las circunstancias reales. Por ello suelen
acabar produciendo una separación entre las ideas y su práctica en la realidad,
difícilmente asumible.
Del estudio de la ideología se encarga la sociología del conocimiento, cuyo
presupuesto básico es la tendencia humana a falsear la realidad en función del
interés. Sigue el interés propio en las maneras de ver el mundo en el grupo
social al que se pertenece; maneras que varían socialmente de un grupo
humano a otro y dentro de sectores diferentes de la misma sociedad.
Interviene sobre el interés personal y cohesiona el grupo donde se asienta,
porque construye una identidad ficticia como forma de vivir y valorar una
realidad construida al margen de ella misma. De ahí que en la mayoría de los
casos lleve a una superposición de discursos según el grado de realidad y a la
construcción de utopías.
En el terreno político, y en casos extremos, acarrea la mentira repetida, la
mendacidad. En general se observa que fácilmente se pasa por un interés
desmedido, centrado en la falsa conciencia, hacia la imagen o forma de la idea
de la vida interpretada solamente en función de esas ideas, en definitiva, hacia
una ideología que tiende al totalitarismo.
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necesidad en el «yo interior», interpretado de diversas formas (psicologismo y
psico fisiologismo). El sujeto se opone a lo exterior, que se da como suceso,
puesto que requiere la reflexión individual. Estos filósofos franceses pretendían
estructurar una teoría sobre el materialismo primitivo de las sensaciones y de
ahí su derivación en emociones, pasiones y sentimientos. De manera que del
hecho, del suceso o del acontecimiento exteriores se pasa psicológicamente a la
manera interior de captar las cosas y apreciar estas categorías de la psicología
personal.
Más tarde el compromiso político de filósofos sociales (socialistas utópicos,
Saint-Simon, Fourier, Proudhon) situó el interés en las necesidades de la vida
social. El vuelco que protagonizó al extenderse al ámbito de la sociedad fue
considerable. Del interés del individuo se pasó al interés del grupo. Esto
provocó que se acuñase el calificativo de «doctrinarios» para referirse a los
«ideólogos» en su enfrentamiento con el poder, lo que confirió a la palabra un
sentido peyorativo que a día de hoy no ha perdido.
Después del psicologismo de los franceses, se pasó, primeramente, a las
formas filosóficas propias y, posteriormente, a las relaciones económicas. El
sentido más elaborado de ideología, en el primer sentido, es el de Hegel y, en el
segundo, de Marx.
Se consideró la ideología como una «escisión de la conciencia», que produce
la alienación, bien sea esta considerada como meramente dialéctica del
pensamiento, en el idealismo de Hegel o dialéctica material en el materialismo
de Marx.
En el siglo XX, la ideología es considerada como problema de comunicación
social. Para los frankfurtianos, de manera especial para Habermas, la ideología
expresa la violencia de la dominación que distorsiona la comunicación. Este
habla de la relación entre el conocimiento y el interés. Esto produce una
distorsión que es consecuencia de una razón instrumental, como conocimiento
interesado, y que es la responsable de la ciencia y la tecnología falsas como
ejes de la dominación social. Es pues necesaria una hermenéutica de la
emancipación y liberación. De la misma forma, Marcuse subraya este hecho
en el seno de las clases sociales, en particular políticamente dentro de los
partidos y sindicatos.
Karl Mannheim y Max Scheler enmarcan la ideología en el marco de la
sociología del saber. El saber enmarcado dentro de la dominación política
genera tal cúmulo de intereses que configura la cosmovisión de los grupos
sociales. No hay posibilidad de escapar a una ideología bien construida.
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Todo gira a su alrededor. Mannheim distingue entre ideología parcial, de tipo
psicológico, e ideología total, de tipo social.
Sartre, por su parte, introduce una idea de «ideología» completamente
diferente. Para Sartre la ideología es fruto de un pensador «creador», capaz de
generar un modo de ver la realidad.3
Por otro lado, Willard van Orman Quine trata la relación entre los objetos
exteriores, de ahí fuera, y los sujetos interiores, de ahí dentro. En otros
términos, liga la ideología a un modo razonado de considerar la ontología.4
A finales del siglo XX, sin embargo, se entra en una época de infravaloración
de lo ideológico, de la mano de las ideologías conservadoras, de forma que
algunos han proclamado el ocaso de los ídolos, como "El fin de las
ideologías"5 , incluso proclamando el triunfo del pensamiento único y el "fin de
la historia" o el "choque de civilizaciones".6
La ideología como falsa creencia debe estudiarse en términos de su lógica
degradada, más que en la filosofía de la que se deriva. Sin embargo, es difícil
comprender cuándo y en qué términos una filosofía pasa a ser ideología. Max
Weber afirma que las filosofías se seleccionan primero para ser ideologías
después, pero no explica, cuándo, cómo ni por qué. Lo que sí puede asegurarse
es que existe una relación dialéctica, es decir, de discurso, entre ideas y
necesidades sociales, y que ambas son indispensables para configurar una
ideología. Así nace el interés y las necesidades sentidas por el cuerpo social (o
un grupo de este); no obstante pueden fracasar por no tener ideas claras que lo
sustenten. Al igual que hay ideas que pueden pasar inadvertidas por no ser
relevantes para las necesidades sociales, se requiere una falsa creencia
aparentemente útil para que sea ideología.
Marx, en su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, señala lo siguiente:
...Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas,
que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero
también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de
las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y
demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace
radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre,
es el hombre mismo...
Marx. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Anales
franco alemanes. 1970. Barcelona. Ed. Martínez-Roca, p 103
Karl Marx plantea que la ideología dominante de una sociedad es parte integral
de su superestructura.
Friedrich Engels define la ideología como "un proceso que se opera por el
llamado pensador" pero "con una conciencia falsa."7
Tal como el materialismo histórico define el concepto, la ideología forma parte
de la superestructura, junto con el sistema político, la religión, el arte y el
campo jurídico. Según la interpretación clásica, está determinada por las
condiciones materiales de las relaciones de producción o estructura económica
y social. Para Karl Marx, las ideologías son cuerpos de ideas que aspiran a la
universalidad y a la verdad más lata y abstracta que representan los intereses
históricos de una clase social, que en su mayoría son hipótesis idealistas.
Desde esta perspectiva, son formas de "falsa conciencia", porque solo reflejan
los intereses económicos y preferencias de la "clase dominante".89 Marx pone
el ejemplo de la división de poderes como idea dominante, proclamada
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ahora como «ley eterna» en la época en la que se disputan el poder en un país
la corona, la aristocracia y la burguesía.10
El concepto marxista de ideología se suele datar en las obras La sagrada
familia y La ideología alemana como crítica de la filosofía idealista alemana
posterior a Hegel. Esta crítica llegó a la economía política burguesa en La
miseria de la filosofía y más tarde El capital. aunque ya se aprecia en Crítica
de la filosofía del derecho de Hegel con la hipótesis de la "negación de la
filosofía como filosofía".9
La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material
dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual,
lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas
de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las
ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones
materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes
concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada
clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. [...]
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Pese a que comúnmente suele hablarse de una teoría de la ideología
homogénea en el marxismo, ligada al esquema base-superestructura, existen
numerosas variaciones teóricas que tratan este tema. Algunos analistas de la
teoría de la ideología marxista, por ejemplo Terry Eagleton, han afirmado que
en los escritos del propio Marx existen teorías diferentes sobre este tema.
Durante la etapa estalinista de la URSS, el marxismo quedó reducido al
materialismo dialéctico (o diamat) y a la concepción materialista de la
historia. Dichas doctrinas, codificadas y poco cuestionables, eran enseñadas
académicamente, con una sección incluso en la Academia de Ciencias. Para los
marxistas occidentales, y especialmente para los historiadores de orientación
no ortodoxa, que suele llamarse marxiana, sobre todo en Francia e Inglaterra
(más o menos ligados a la renovación historiográfica de mediados del siglo
XX que supuso la Escuela de los Annales), es imposible explicar la historia de
un modo tan determinista. Desde ese punto de vista, suelen encontrarse en la
historiografía interpretaciones de la ideología en el sentido de que la
inadecuación de la ideología dominante a nuevas condiciones o el surgimiento
de ideologías alternativas que entran en competencia con ella, produce una
crisis ideológica. Así suele admitirse que, aunque desde un punto de vista
marxista clásico suene herético, cuando una ideología dominante no cumple
eficazmente su función hace aumentar la tensión social (lucha de clases) que
contribuye a la crisis de un modo de producción y su transición al siguiente.
La ideología como crítica totalitaria
El contemporáneo filósofo político australiano Kenneth Minogue se dedicó a
observar la noción marxista de ideología en su obra La teoría pura de la
ideología.
Para el autor,
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tecnológicamente por la particular relación social
del individuo con su ubicación en la división del
trabajo, cuya forma no sería modificable ni elegible,
esto es: sus fines serían necesarios en vez de libres.
• Estos intereses tienen la característica de no ser
comunes (salvo con miembros de la misma clase) y
contrarios con las otras clases en forma intrínseca,
ya que su naturaleza es la de participar en una
relación orgánica dual de opresores-oprimidos.14
Minogue plantea inmediatamente una versión inversa a esta poniendo de
cabeza sus premisas básicas:
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En el periodo de entreguerras las ideologías políticas enfrentadas son
fascismo y comunismo fundamentalmente, aunque del siglo XIX hayan
sobrevivido el liberalismo en su versión democrática (frente al que ambos se
definen), el conservadurismo, el socialismo democrático, el anarquismo y los
nacionalismos. feminismo, pacifismo, ecologismo y los movimientos por la
igualdad racial y el reconocimiento de la identidad sexual son ideologías no
estrictamente políticas, con fuerte vocación transformadora de la sociedad.17 El
mundo religioso parece estar ausente de la mayor parte de las nuevas visiones
del mundo (en alemán Weltanschauung) hasta el final del siglo XX, cuando
André Malraux profetizó poco antes de morir (1976): el siglo XXI será
religioso o no será.18 Es pronto para confirmarlo, pero desde entonces el
cristianismo integrista, tanto católico como protestante, y el fundamentalismo
islámico se han renovado (personalizados en Juan Pablo II, Ronald Reagan y
el Ayatolá Jomeini) y han encontrado acomodo en la justificación ideológica
de todo tipo de intereses, tanto en los países desarrollados (donde va más allá
del interclasismo de la democracia cristiana de posguerra) como en los
subdesarrollados (donde sustituye al tercermundismo dominante en el periodo
de la descolonización o a la teología de la liberación de los años 1970). Lo
mismo ocurre con el nacionalismo hindú.19 El europeísmo o movimiento
europeo ha entrado en una clara crisis ideológica de la que es síntoma la
incapacidad de definición de los valores y las fronteras continentales en los
debates reformistas que rodean el Tratado de Lisboa dentro de la Unión
Europea.
El pensamiento débil
Por otra parte, desde las décadas de 1980 y 1990, el concepto de ideología
sufre una devaluación por su inadecuación a nuevos paradigmas intelectuales
emergentes, como el deconstructivismo (Jacques Derrida), o lo más
genéricamente llamado postmodernidad, que proponen un pensamiento débil
(Gianni Vattimo), en cierto modo una ideología flexible y acomodable a las
situaciones de cambio desconcertante que ocurren en el periodo de final de
siglo y milenio (especialmente la caída del muro de Berlín). En ese contexto
cultural se entiende la formulación del concepto de la tercera vía (Anthony
Giddens), una adaptación a la globalización y el liberalismo económico
triunfante desde posiciones socialdemócratas (el laborismo británico de Tony
Blair o incluso la presidencia de Bill Clinton) que en la práctica es una
aproximación a muchas concepciones del conservadurismo.
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En ocasiones se usa el concepto ideología para desprestigiar o descalificar a
un sistema de pensamiento, concepción del mundo o autor, señalando que está
ideologizado. En principio, una ideología es una postura fundamentada que
propone un punto de vista superior y programa de acción propositivo ante una
situación social. Sin embargo, una ideología en manos de un grupo dominante
corrompido opera como un sistema de creencias y racionalizaciones que
refuerza su propia posición de privilegio. El uso despectivo del término
entiende a la ideología como un discurso de control social que:
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ideas de los demás como posible fuente de soluciones a los problemas que se
plantean en el día a día, siendo ella la explicación total y última; lo que algunos
llaman explicación feroz.
En casos extremos, una ideología puede llevar a negar la posibilidad de
disentir, dando por verdad irrefutable sus postulados. Llegados a considerar la
ideología como verdad irrefutable, se abre el camino al totalitarismo, ya sea
político o religioso, también llamado teocracia. Cualquiera que disienta pasa a
ser un problema para el grupo dominante, pues va contra la verdad dogmática
que proclama la ideología. Tal es el problema que plantean disidentes,
facciones21 y sectas.
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