15 de octubre de 2007.
Paradigmas que paralizan
Por Juan Carlos Eichholz
¡Qué distinto sería nuestro comportamien-
to si asumiésemos que las autoridades no
son sabelotodos!
¿En qué estaríamos si Cristóbal Colón no se
hubiese atrevido a desafiar el paradigma
de que la Tierra era plana? ¿Cuánta gente
más seguiría viviendo en la miseria si
Muhamed Yunus no hubiese desafiado el
paradigma de que los pobres no eran suje-
tos de crédito? ¿Dónde estaría Chile si en
los ’70 no se hubiese desafiado el paradig-
ma de que la apertura de la economía des-
truía la industria nacional?
Los paradigmas son cosas que damos por
ciertas en nuestras cabezas, pero que no
necesariamente lo son. Y vale la pena cues-
tionarlos, porque, de no ser verdad, se nos
abren múltiples posibilidades que el para-
digma no nos deja ver. Sólo que no es fácil
desafiarlos, porque nos da seguridad tener-
los.
Esa idea de que equivocarse es algo malo,
que se nos inculca desde niños, es un para-
digma que deberíamos desterrar si quere-
mos que este país progrese. La innovación
y el emprendimiento, de los que tanto
hablamos, exigen experimentación, y ésta,
a su vez, supone la existencia de errores. Si
castigamos el error, nadie se atreve, y eso,
sin embargo, es precisamente lo que
hacemos, entro otros, con aquellos a los
que les va mal en un nuevo negocio, al
tratarlos –social y legalmente– de fracasa-
dos, de parias sociales.
Otro paradigma que nos paraliza es pensar
que las autoridades tienen las respuestas
para todo. ¿Qué efecto produce eso, que lo
vemos día a día? Simple: quejas perma-
nentes en contra de las autoridades y ciu-
dadanos o empleados que se hacen de-
pendientes de ellas, sin asumir su parte de
responsabilidad en la solución de los pro-
blemas. ¡Qué distinto sería nuestro com-
portamiento si asumiésemos en nuestra
cabeza algo que es obvio: las autoridades
no son sabelotodos ni tampoco omnipo-
tentes!
Y otro paradigma más: el disenso es malo.
Por el contrario, el disenso es fuente de
progreso, y en lugar de acallar a quienes
piensan distinto, como típicamente hace-
mos, deberíamos asegurarnos de que
hablen. En esta misma lógica, tendríamos
que agregar que el conflicto es positivo, y
el desafío es saber orquestarlo adecuada-
mente.
Y podemos seguir: el ganado engorda bajo
la mirada del amo, los problemas públicos
deben ser resueltos por el Estado, para
obtener resultados hay que trabajar más,
entre otros. Además, en el último tiempo
hemos estado construyendo un par de
paradigmas que nos pueden costar caro en
el largo plazo: “Hay que ser tonto para
confiar en otro” y “Los políticos son corrup-
tos e ineptos”.
Si nos atrevemos a desafiar estos para-
digmas y a pensar distinto, daremos un
gran salto hacia delante, y quizás lo prime-
ro que tenemos que sacarnos de la cabeza
es eso de que “así somos y no podemos
cambiar”.