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Imagen portada Santa María Reina de los Corazones “La Señora” en


el Seminario Conciliar San Fulgencio de Murcia

Imagen contraportada Sagrada Familia en la Parroquia San Miguel


de Murcia.

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INTRODUCCIÓN

Un nuevo mes de mayo llega, y como siempre, queremos honrar a nuestra


Madre la Santísima Virgen proporcionando este nuevo trabajo para que
podamos aprender de Ella a vivir nuestra vida cristiana con autenticidad y
sencillez. Imitar a María es la manera más fácil y segura de encontrarnos
con Cristo y poder darlo a conocer en el mundo de hoy. De María todo lo
que digamos es poco, y su vida es fuente de gracia para nosotros: “La
Virgen María, que al anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su
alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo, es reconocida y venerada
como verdadera Madre de Dios y del Redentor. Redimida de modo
eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un
vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y
dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre
y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria
aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas. Pero
a la vez está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que
necesitan de la salvación; y no sólo eso, «sino que es verdadera madre de
los miembros (de Cristo)… por haber cooperado con su amor a que
naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza».
Por ese motivo es también proclamada como miembro excelentísimo y
enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de
la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia católica, instruida
por el Espíritu Santo, venera, como a madre amantísima, con afecto de
piedad filial.” (LG 53)

Así lo descubrió nuestro querido Don Miguel Conesa Andúgar,


sacerdote diocesano de la Iglesia de Cartagena, que hace ya casi siete
años partía a la Casa del Padre. Él vivía por María, en María y con
María, ganando muchas almas para Cristo. Siguiendo sus pasos nos
unimos en la oración a través de Santísima Virgen, presentando cada
día una flor a nuestra Madre con la esperanza de un día poder
encontrarnos juntos en el cielo.
Andrés Ibáñez Vicente, Pbro. Carlos Casero Pérez, Pbro.
Asensio Morales Caravaca, Pbro. Pablo Romero Santa, Pbro.
Joaquín Conesa Zamora, Pbro. Ramiro Ginés Ciller Alemán, Pbro. 3
ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

I. HIMNO:

Virgen Hermosa, Dulce consuelo


Madre a quién amo con frenesí.
Llévame Madre, llévame al cielo
que estar no puedo lejos de Tí.

Aunque las olas suban al cielo


aunque furiosa ruja la mar,
si Tú diriges mis derroteros,
no tengo miedo de naufragar.
Y si en la lucha, mi alma vacila,
y languidece mi ardiente Fe
Madre, no me abandones
que si me dejas, me perderé.
Vuelve a mí Tú mirada
que si me amparas, me salvaré.

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II. JACULATORIAS:

Virgen Madre de Dios, Purísima María, el que no cabe en todo el


orbe se encerró hecho hombre en tus entrañas. Después del parto
quedaste Virgen. Madre de Dios intercede por nosotros. Ave María

Virgen Inmaculada, concebida sin pecado, imploramos tu favor. El


Señor te vistió con vestido de santidad y te rodeó con el manto de su
gracia, como esposa adornada con sus joyas. Ave María

Bendita eres tú, Virgen Inmaculada, elegida por el Señor Dios


excelso sobre todas las mujeres de la tierra. Tú eres la gloria de
Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú el orgullo de nuestra raza. Ave
María

III. REFLEXIÓN DIARIA

IV. SALVE

V. ORACIÓN FINAL:

Oh Señora mía, Santa María: hoy y todos los días y en la hora de mi


muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular custodia, y
pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi cuerpo; te
recomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y
miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima
intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y
dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.

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Día 1: LA INMACULADA CONCEPCIÓN

“El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de


gracia, el Señor está contigo».” (Lc 1,28)

Inmaculada, sin mancha de pecado,


limpia, pura, llena de Dios y de su
gracia, de su amor y su bondad.
Así es María, así la creó Dios y así
se mantuvo Ella a lo largo de toda
su vida. María es la Hija predilecta
de Dios, la Madre de Dios Hijo en
quien el Padre se complace, porque
puede mirarse en sus ojos. El
Espíritu Santo la hizo su Esposa,
su templo, su morada, su casa y la
llenó de los dones de su amor, que
Ella supo conservar e hizo
“La Purísima Concepción” de Antonio Ricci
fructificar durante toda su vida.

María nos llama a vencer el pecado, el mal y la muerte. Nos enseña a


abandonarnos en las manos de Dios. Ésa es la ruta que nos marca la
Virgen Inmaculada: estar totalmente en Dios. Así también nosotros
imitando a María, y con la ayuda de Dios, podemos salir victoriosos
en nuestras pruebas, porque Él, con su amor y su bondad, fortalece
nuestra debilidad. Razón suficiente para no temer al pecado original,
ni a sus consecuencias, ni a nuestros pecados personales, que muchas
veces pretenden asustarnos y paralizarnos, ya que el Señor nos
quiere limpios, santos e inmaculados.

Para conseguirlo no estamos solos, María nos ayuda. Como es la


“llena de gracia”, cuenta con todos los medios para vencer al
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enemigo ¡es nuestra mejor arma! Satanás nunca pudo ni podrá jamás
nada contra Ella ni contra los que a Ella se acogen. Lo mismo que un
niño se parece a su madre en la manera de andar, de hablar, tanto que
incluso a veces pueden decirle: ¡eres igual que tu madre!, así le
pedimos a Dios parecernos a nuestra Madre del cielo.

“Como me veo débil, me abandono en los brazos de la Toda Pura


para que sea mi fortaleza en la debilidad” (D. Miguel Conesa)

Ofrece hoy a la Virgen la flor de la pureza, revisa tu vida y examina


cómo la estás guardando, tanto de pensamiento, como de obras.
Pídele a la Inmaculada que te conceda mantener tu cuerpo y tu alma
limpia y pura como la suya, poniendo los medios que sean
necesarios para ello.

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Día 2: EL NACIMIENTO DE LA VIRGEN MARÍA

“Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de


corazón” (Sal 97, 11)

El nacimiento de
María, hay que
contemplarlo en el
contexto del pecado
original. En el
Génesis Dios
prometió la llegada
de una Mujer que
haría cara a la
serpiente tentadora:
“Pongo hostilidad “Nacimiento de la Virgen María” de Murillo

entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: él herirá tu cabeza


cuando tú hieras su talón.” (Gen 3,16) Al nacer María, comenzó a
cumplirse esta promesa. Porque Ella es la Virgen Madre que da a luz
un Hijo que será el Salvador del mundo. Porque Ella será la Madre
de Aquel que conseguiría la victoria definitiva sobre la serpiente
infernal. Por eso, María es la nueva Eva, es decir, la Madre de la
Vida y Madre de los vivientes.

San Juan de Ávila compara de muy bella forma el nacimiento de


María con el alba de la mañana. Si Jesucristo es la luz y el sol de
justicia, entonces María es la aurora y la estrella que anuncia el sol,
el preludio y la esperanza de salvación, la puerta virginal a través de
la cual Dios hizo su entrada en la tierra. “Ella fue mensajera de
aquel luciente sol que fue el nacimiento del sol de justicia, Jesucristo
nuestro Redentor. No solamente fue mensajera; más aún, Madre,
por parecer en todo al alba, que se dice ser madre del sol[…]

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Parecéis, Señora, más al alba, porque así como al alba cae el rocío
en los campos, se queda húmeda la tierra, se templa el calor y se
conservan las hierbas en su frescor, así en vos, Señora, llovió y cayó
aquel bienaventurado Rocío, que con su gracia humedece nuestras
sequedades, y hace fructificar nuestras ánimas” (San Juan de Ávila,
sermón 61).

Pero no sólo la creación se alegra con el nacimiento de esta gran


Señora que brilla como el alba, sino que el mismo Dios se regocija
con el nacimiento de María. Allí está la nueva creatura del paraíso, la
nueva Eva tal como Dios la pensaba en su proyecto original de la
creación. Ella es la culminación, la corona de todo lo creado, la obra
maestra del Padre, la Virgen más hermosa y más pura, la Hija más
querida y más anhelada, la Madre más amorosa y más santa.

¡Alegrémonos todos, unidos con Dios y con la creación entera


recordando y agradeciendo el nacimiento de María, Madre de Jesús y
Madre nuestra!

“Dios podría haber hecho un mundo distinto, pero nunca hubiera


podido hacer una criatura más santa, más hermosa y más perfecta
que Santa María de Nazaret, la Llena de Gracia, la Inmaculada.
¡Oh María, revístenos de santidad!” (D. Miguel Conesa)

Como flor de este día haré memoria de la importancia que tiene la


Virgen en mi vida cristiana, aumentando mi devoción y confianza
hacia Ella.

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Día 3: LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN EN EL TEMPLO

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a


Dios, sino en que Él nos amó. Nosotros amemos a Dios, porque Él
nos amó primero.” (1Jn 4, 10. 19)

Desde el momento de nuestra


concepción Dios nos ama, nos infunde
el aliento de vida, el soplo de su
Espíritu y nos capacita para amar.
Somos personas amadas y amantes.
María, desde su más tierna infancia
quiere corresponder al amor de Dios,
que la ha llenado de gracia y la ha
preservado de todo pecado.

La Virgen, con apenas tres años, es


presentada en el Templo de Jerusalén
por sus padres consagrándose desde tan
“Presentación de la Virgen” de Juame
tierna edad al Señor. Sus padres la
ofrecen con gusto a Aquél que se la había concedido. María, aun
siendo niña se pone al servicio de Dios y de sus hermanos. ¿Qué
esperas tú para darte a Dios? Dale todo lo que tengas; nada perderás
en el cambio, porque Él se dará a ti enteramente.

Además, María, en este día, ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo
que puede hacer, y todo lo que es; en una palabra, se da a Él sin
reserva. ¿Tú le das a Dios un poco de tu corazón y el resto lo
reservas para el mundo y para ti mismo o se lo das del todo a Él?
Que como María digamos a Dios: “os ofrezco mi cuerpo y mi alma,
todo lo que tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy”. Y para

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consagrarnos a Dios digamos a María: “Virgen Santa, preséntame a
tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida”.

“Al mirar a María descubrimos el rostro de Dios. San Agustín dice


de Ella: «Rostro sois del mismo Dios». Por eso mirar a María es
mirar todo lo que de Dios cabe en un hombre. Mirar a María es
mirar a Dios, es mirar la grandeza y las maravillas que Dios ha
derramado en su alma y en su persona.” (D. Miguel Conesa)

Consagraré hoy mi vida a Dios por medio de María, ofreciéndole


todo lo que lo tengo, todo lo que hago, todo lo que soy. Esta será la
flor que ponga a los pies de la Virgen.

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Día 4: LOS DESPOSORIOS DE MARÍA CON SAN JOSÉ

“El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.” (Lc 1,
26-27)

Cuando la familia de
María llegó a un acuerdo
con José, se celebrarían
los esponsales, que en la
Ley mosaica tenían la
misma fuerza que el
matrimonio. Pasado algún
tiempo, el esposo debía
conducir a la novia a su
propia casa. Durante ese “Los desposorios de María con san José”
periodo de tiempo tuvo lugar la Anunciación.

El episodio de los desposorios con San José reviste gran importancia


en la vida de la Virgen. José era de la estirpe real de David, en virtud
de su matrimonio con María, conferirá al hijo de la Virgen “Hijo de
Dios” el título legal de hijo de David, cumpliendo así las profecías.
A José, noble de sangre y más noble aún de espíritu, la Iglesia aplica
el elogio que la Sabiduría divina había hecho de Moisés: “fue amado
de Dios y de los hombres y su memoria es bendecida.” (Sir 45, 1)

María sólo sabe que el Señor ha querido desposarla con José, varón
justo. San José sólo sabe que el Señor desea que sea custodio de la
Virgen María. Nadie en su entorno conoce cuáles son los designios
de Dios sobre estos esposos, pero Dios se complace en ellos y los

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ángeles se admiran. Imitemos a San José en su vida de silencio y
humildad, en su trato familiar e íntimo con la Virgen María y Jesús.

“Miremos al Patriarca San José, pidámosle que nos enseñe a amar


a Jesús y a María como él los amó. Nadie ha amado a Jesús y María
con tanta perfección, con tanta entrega y radicalidad como San
José. Que él nos otorgue cada día un amor más perfecto y más puro
a sus dos queridísimas prendas, Jesús y María.” (D. Miguel Conesa)

La flor de hoy será preguntarme en mi oración personal si cumplo lo


que Dios quiere de mí y pediré la gracia de poder hacer aquello que
me pide.

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Día 5: LA ANUNCIACIÓN

“EL ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús.” María contestó: “He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.” (Lc 1, 30. 38)

María, desde su libertad, podía haber


respondido diciendo no al anuncio del
ángel, pero no titubeó y se abandonó
totalmente en las manos del Señor,
aceptando libre y generosamente
aquello que Dios le tenía preparado,
ser la madre de su Hijo, dejándose
inundar del Espíritu Santo. Esto
traería muchas dificultades en su vida,
pero en todo momento dijo “Sí” a los
planes de Dios y aceptó muchas veces
sin comprender, guardando todo en su
corazón. Ella desde este momento se
convierte en la esclava del Señor y a
nosotros nos sirve de modelo para
descubrir como también estamos
llamados a entregarnos al Padre. No
tuvo miedo, confió en Dios y en su
“La Anunciación” de Rafael Roses
Palabra y colaboró en la obra
redentora de Dios con su respuesta y disponibilidad, al engendrar en
sus entrañas al que nos trae la salvación, Jesús, que muriendo en la
cruz y resucitando, venció a la muerte y al pecado y nos abrió las
puertas del cielo.

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Hoy, en María, podemos observar tres aspectos de su vida, que le
acompañaron siempre y que sobresalieron de forma extraordinaria:
la entrega, la confianza y el servicio. Entrega porque se convierte en
la esclava del Señor y toda su vida estuvo a su servicio; confianza
porque con su “hágase” dio su vida y nos trajo a la Vida; y servicio
porque tras aceptar se puso en camino para llevar la salvación y la
ayuda a todo el mundo. Y estas disposiciones las tiene también hoy
con nosotros.

“Nuestra esperanza, unida a la de María, tiene su fin natural en el


logro de la felicidad definitiva y perfecta, que no es otra que vivir
para siempre junto al Señor. Esperanza con nombre propio: María,
la Madre de Jesús. Qué pequeño se ha hecho Dios para que
podamos acercarnos a Él sin temor, hasta que un día, terminada
nuestra peregrinación en la tierra, lleguemos a donde también nos
espera la que un día respondió al mismo Dios: "Hágase en mí según
tu palabra." Y en su hágase vayan siempre los nuestros, para que
María custodie nuestra vocación a la santidad y nos ayude a vivirla
con radicalidad evangélica” (D. Miguel Conesa)

La flor de hoy será imitar la docilidad de la Virgen, obedeciendo a la


primera y no haciendo las cosas a mi manera sino buscando agradar
a los demás.

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Día 6: JOSÉ ACOGE A MARÍA

“Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo
de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que
hay en ella viene del Espíritu Santo”. (Mt 1, 20)

José se sentía verdaderamente


afortunado por haberse
desposado con María, una
mujer que pensaba como él y
tenía a Dios como valor más
importante de su vida. Pero
cuando tuvo noticia del
inesperado embarazo de
María, fue tentado para
repudiarla. La Virgen entre
tanto guardaba silencio. Hubo
una espera silenciosa pero
confiada en María, para dejar
a Dios obrar. Aprendamos de
María a esperar y callar. No
pretendamos llevar siempre “El sueño de San José”

las riendas de nuestra vida y de lo que acontece, pues Dios siempre


sabe más.

En ocasiones no se entiende lo que sucede. ¿Qué hacer entonces?


Mirar a Dios y esperar. Dios es fiel; quien se apoya en Él no quedará
defraudado. ¡Y cuánto supo premiar a la madre de su Unigénito por
su Sí, su confianza, su paciencia en el sufrimiento, su amor contra
toda esperanza!

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Finalmente el ángel del Señor llenó de fortaleza el corazón del justo
José cuando le reveló el sublime misterio de la Encarnación y su
misión como custodio del Mesías prometido. Se le pide ¡nada
menos! no separarse de Jesús ni de María.

Como San José, en las dificultades, las dudas, en los miedos, incluso
en nuestros pecados, no nos apartemos de María y de Jesús. No
olvidemos que, como nos dice el Papa Francisco, “el Señor
nos primerea, nos está esperando. Pecas, y te está esperando para
perdonarte. Él nos espera para acogernos, darnos su amor y así va
creciendo la fe”.

Madre, enséñanos a esperar, y a dejar que Dios, que nos ama sin
límites, nos lleve siempre la delantera.

“Podemos aplicarle a la Virgen aquellas palabras de San Pablo:


«Para mí la vida es Cristo.» María vive para Jesús y por Jesús, vive
para todos. El Corazón de María pertenece sólo a Dios, pero por ser
toda de Dios es toda de todos.” (D. Miguel Conesa)

Como flor de este día haré un buen examen de conciencia y una


buena confesión.

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Día 7: LA VISITACIÓN

“María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a


una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la
criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando
la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de
tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
(Lc 1, 39-42).

María se puso en camino a pesar de


llevar en su seno al Hijo de Dios,
fue aprisa a cuidar de su prima
Isabel avanzada en edad y a punto
de dar a luz, salió de sus planes para
preocuparse del prójimo. María es el
prototipo de grano de trigo que
muere a sí mismo para dar mucho
fruto, pues María no dedicaba
tiempo a sus comodidades, sino que
antes bien, miraba la necesidad del
otro. Nosotros debemos
preguntarnos, ¿nos ponemos en
camino hacia el prójimo, a pesar de
nuestras dificultades? ¿Realmente
nos mueve la Caridad a la hora de
salir de nosotros mismos y ponernos
al servicio del más necesitado?
“La Visitación” de Carl Heinrich

En este tiempo de pandemia, la caridad de Cristo nos urge, debemos


salir de prisa de nuestros esquemas de comodidad y confort, para
anunciar con nuestras obras que la gracia de Cristo nos permite morir

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a nosotros mismos y experimentar que “hay más alegría en dar que
en recibir”. (Hch 20,35)

Y en este camino no estamos solos, Cristo viene con nosotros. María


llevaba a Jesús consigo, en sus entrañas y así tanto Isabel como Juan,
aun en su vientre, se llenaron de alegría por la presencia de Dios en
medio de ellos. Dios también permanece en nosotros, sobre todo
cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión. ¡Seamos portadores
de Dios, como María, para llevar su presencia y su alegría a los
demás!

“Acercarnos a María es acercarnos a un manantial de gracia, a un


manantial de dulzura, a un manantial de santidad. Quien toca a
María se santifica, quien toca a María queda bendecido. Porque
María es portadora del fuego, es portadora del fuego del Espíritu, es
portadora de la mayor de las bendiciones; Cristo Jesús, el fruto
bendito de su vientre.” (D. Miguel Conesa)

Realizar una visita a alguna persona que viva sola o esté triste y
hablarle de la Virgen será la flor que hoy le presente.

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Día 8: EL CAMINO A BELÉN Y LA POSADA

“Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador


Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Y todos
iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser
de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en
Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
empadronarse con su esposa María, que estaba encinta” (cf. Lc 2,
1-5).

El edicto del emperador


Octavio Augusto pidiendo
hacer un censo de todo el
imperio, obligó a José a
ponerse en camino hacia
Belén, ¡con María a punto de
dar a luz! ¡Cuánto tenemos que
aprender de la confianza en la
divina providencia que
manifestaron ambos! Se
pusieron en marcha dejando
todo en manos de Dios,
haciendo un duro camino, y
para más inri, en Belén las
casas y posadas estaban llenas,
no quedaba libre ni un rincón
para que el Niño pudiera nacer. “La Posada”

Cuando veían que José venía acompañado de una muchacha a punto


de dar a luz era cuando decían... “no, no… no hay sitio aquí”. ¿Por
qué? Porque la mujer, según la ley de Moisés, al dar a luz quedaba
impura ella y todo el lugar donde había dado a luz por la sangre, y

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nadie quería mancharse en este sentido. ¡Pobres necios! Si supieran
quién era la que llamaba a su puerta y a quién iba a dar luz…

Pero nada es casualidad, el Padre lo había previsto todo. Hay un


sentido más profundo que está ya apuntando a la Cruz de Cristo. En
ella se entregó por amor a nosotros, desprovisto de todo, y de la
misma manera quiso venir a este mundo. La Virgen le acompañó sin
nada más que dolor al pie de la Cruz, y con pobreza y desamparo
tuvo que traerle también al mundo. Así tenía que ser, por eso, ¿de
qué me extraño yo cuando la cruz aparece en mi vida? A veces Dios
permite que suframos y pasemos necesidad porque ése es el clima
propicio para que Él pueda nacer en nosotros, para poder acogerle y
dejarnos salvar por la fe en Él. Cuando sienta en mi vida la pobreza o
la soledad, diré: «Señor, yo sí te quiero recibir; cuenta conmigo. No
te cierro la posada de mi corazón».

Como María, aceptemos de Dios todo, con confianza en el plan


salvífico de Dios, pues ¡todo tiene una finalidad que no siempre
vemos en el presente!

“Nuestros más pequeños actos de amor, al pasar por la que es


Purísima, se liberan de la herrumbre y lastre del pecado, y llegan
certeros al Corazón de Dios; guiados por la que nunca ha desviado
su mirada purísima hacia otra cosa que no fuera Dios.” (D. Miguel
Conesa)

La flor que en este día presente a la Virgen será encomendarle mis


dificultades, aceptando en todo la voluntad de Dios.

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Día 9: EL NACIMIENTO DEL SEÑOR EN BELÉN

“Y sucedió que mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del


parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la
posada” (Lc 2, 6-7).

Con Jesús recién nacido en


sus brazos, María sintió que
todo su ser era invadido por el
amor tierno y profundo de
Dios, el más grande amor que
existe, y ésto llenó su alma de
gran felicidad, la verdadera
felicidad, la que no se acaba
nunca porque proviene de
Dios; porque Dios mismo es
su origen y también su
horizonte.

Un niño reclama cariño,


ternura, invita a expresarle el
“El Nacimiento” de Rafael Roses
amor porque está necesitado
de todo. Dios se ha hecho niño para explicarnos lo que espera de
nosotros. ¿Sabes lo que espera Dios de ti? Que le ames, que le ames
de verdad como María lo amó como madre, que abras el corazón y le
expreses el amor. Tenemos que pedirle al Señor que nos ayude a
descubrir la preciosidad de la vida cristiana. ¿Qué es vivir la vida
cristiana? Entre otras cosas expresarle el amor a Dios.

Y aquí la gran maestra para nosotros, como siempre, es la Virgen


María. ¿Sabes por qué tu vida cristiana tantas veces es triste? Porque

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no le expresas el amor a Dios, porque no le abres el corazón. Cuando
nace un niño, toda la casa se llena de alegría, es el gran
acontecimiento esperado. ¿Qué es descubrir a Dios? Llenarse de la
inmensa alegría de su presencia, es abrazarlo y llenarse, como María,
de su amor y su felicidad.

“María es madre y maestra espiritual, por eso todos los tiempos


litúrgicos vividos a su sombra alcanzan una dimensión nueva,
profunda, mística que nos capacita para vivir en la tierra con el
corazón en Dios, como ciudadanos de la gloria. La humildad de
Jesús es el cielo, toquemos la humildad de Dios, esa humildad que
viene a nosotros como Pan de Vida, pequeño en Belén, pequeño en
el Sagrario.” (D. Miguel Conesa)

Ser amable con todas las personas con las que hoy me encuentre es
la flor que le ofrezco a María en este día.

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Día 10: LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el


Verbo era Dios. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. (Jn 1,
1.4.14)

Contemplamos a la Virgen
María como Madre de Dios.
Éste es el gran privilegio de
María, el ser Madre del Hijo,
de la Palabra hecha carne que
es Dios. El título de Madre de
Dios junto a su virginidad,
constituye el fundamento de
todas las demás advocaciones
que se le pueden otorgar a
María, porque el centro en
torno al cual gira toda su vida
es precisamente el hecho de
que, permaneciendo Virgen e
Inmaculada, fuera la Madre
del Hijo unigénito del Padre. “La Virgen María con el niño Jesús”

María, por acoger la Palabra de Dios en su vida, especialmente en el


anuncio del Ángel, se ha convertido en Madre de Dios, dando al
mundo la luz que disipa las tinieblas, haciendo a Dios cercano a
nuestra vida. ¡Ella nos ha traído la Vida nueva! Ella supo acoger
como nadie al Niño que nació en Belén, aprendamos de Ella a
recibirle como nuestro único Salvador, como Aquél que nos da una
vida auténtica convirtiéndonos en hijos de Dios por adopción, hijos
en el Hijo, que es Jesucristo al que hemos acogido.

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También nosotros podemos convertirnos en luz para nuestros
contemporáneos al acoger, a ejemplo de María, a Cristo en nuestra
vida. Cuando vivimos tan unidos a Dios que todo nuestro ser emana
la fragancia de Cristo, es cuando, aún sin percatarnos, nos
convertimos en luz para los demás. Y esto es posible para todos
nosotros, para el niño, el joven, el adulto, el enfermo o anciano, cada
uno desde su condición y desde la vocación a la que ha sido llamado.
Todos, si permanecemos en el amor de Dios, y deseamos
intensamente acoger con fidelidad su palabra y su voluntad, a pesar
de nuestra fragilidad nos convertiremos en discípulos de Cristo, en
testigos suyos ante el mundo, tan necesitado de ejemplos auténticos
de entrega, fe, amor… que son los que hacen presente a Dios. Y así
engendraremos en el Espíritu nuevos hijos de Dios e hijos de María.
Esto es posible cuando Dios es lo primero en nuestra vida, cuando
vivimos según nos decía el Santo Cura de Ars: “todo por Dios, todo
con Dios, todo por satisfacer a Dios. ¡Oh qué bello es vivir así!
Unámonos al Señor en todo por medio de la Virgen, cuidemos
nuestro trato con Él, en los sacramentos, en la oración perseverante e
íntima, en ofrecerle todos nuestros trabajos y circunstancias. Así Él
nos irá transformando en imagen suya que transmita al mundo, como
María, la paz y la luz que proceden de Dios.

"La mirada de María es una mirada de fe. Ella sabe que todo
acontecimiento es mensajero de la Voluntad de Dios, permitidos y
guiados por su amor providente. Por eso nunca oímos en el
Evangelio una queja de María. Su mirada sobrenatural ayuda a
prolongar el "Fiat" de la Anunciación en cada momento de su vida
peregrina" (D. Miguel Conesa)

¿Agrado a la Virgen con mis pensamientos, palabras y acciones?


Compara tu vida, con la vida de la Virgen. Cambia todo aquello que
sea necesario. Esta flor alegrará mucho a tu Madre del cielo.

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Día 11: LA VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA

“María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» El


ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra.»” (Lc 1, 34-35)

María tuvo la misión más


sublime que ninguna criatura ha
podido tener en la historia: ser
Madre de Dios. Por ello Dios
quiso que María conservase
intacto el sello de la virginidad
corporal durante toda su vida,
incluso durante el parto, siendo
el alumbramiento de Jesucristo
un parto virginal. San Juan Pablo
II expone a este respecto: “La
concepción virginal de Jesús es
un signo de que verdaderamente
es Hijo de Dios por naturaleza,
de ahí que no tenga un padre
“Virgen del Castillo” de Yecla humano, al mismo tiempo que es
verdadero hombre nacido de mujer (Gal 4,40).” La virginidad
perpetua de María es el signo con el que el Padre nos revela que
Jesús es Hijo de Dios.

María vive en plena donación personal a la voluntad salvífica de


Dios. Esta donación es tan grande que tiene incluso consecuencias
físicas. Era importante que llevase en su mismo cuerpo un motivo de
credibilidad dado por Dios, para fortaleza de su fe en la hora difícil
de la prueba, sobre todo, en el momento decisivo en que estuvo junto
a la cruz de Jesús. María vivió consagrada a Dios en cuerpo y alma
26
durante toda su vida. Su grandeza consistía en estar vacía de sí
misma y llena de Dios, creyendo en la promesa que le había hecho
Dios y confiando plenamente en su cumplimiento. Pidamos a María
que nos conceda vivir íntimamente unidos a Jesucristo, para poder
experimentar el triunfo de la cruz en nuestras vidas.

“La Santísima Virgen no solo vio cómo su Hijo expiraba en la cruz,


sino que además amaba con Él, oraba con Él, perdonaba con Él y
nos acogía a todos en su Corazón de Madre. Los dolores que la
Santísima Virgen no tuvo que pasar en el parto al dar a luz a Jesús,
pues fue un parto virginal, los sufrió al darnos a luz a nosotros al
pie de la cruz. María al pie de la cruz siente cómo su Corazón se
dilata para ser Madre de los creyentes. Desde este momento todos
los bautizados tenemos escrito a fuego nuestro nombre en el
Corazón Inmaculado de María.” (D. Miguel Conesa)

La flor de hoy será poner los medios necesarios en mi vida para estar
siempre en gracia de Dios, no dando lugar a que el demonio pueda
entrar en ella.

27
Día 12: LA ADORACIÓN AL NIÑO

“Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y


cayendo de rodillas lo adoraron” (Mt 2,11)

Hemos de aprender en la escuela


de María a captar con el corazón
lo que los ojos y la mente no
entienden, porque nos
encontramos en ocasiones con
acontecimientos que sólo con la
fe pueden ser acogidos. Así
sucedió en el Portalico de Belén.
¿Qué había allí sino un rincón
harapiento? Los pastores, ¿qué
son sino unos pobres que viven en
los montes vecinos? Los Magos
de Oriente, ¿qué eran sino unos
astrólogos, chiflados para “La Adoración” de Luca Giordano

muchos, que habían dejado todo para embarcarse en la aventura de


buscar la Verdad? Y en medio, estaban aquellas dos almas puras de
San José y de la Virgen, y sobre todo la luz de aquella perla preciosa
del Niño Jesús. Pero el brillo del chiquillo Emmanuel no se ve más
que con ojos de fe. Con los de la carne no se ve otra cosa que la
pobreza reflejada en aquel establo miserable.

¿Cómo reconocer al Dios que viene a nuestro encuentro, no sólo en


los gozos, sino también en el sufrimiento? ¿Cómo adorar sin fe? La
bondad, humildad y gracia de Aquella Doncella que acababa de dar a
luz al Niño Dios, cautivó a todos los que se acercaron al portal, y les
llevó a la adoración, al reconocimiento de Jesús como su Salvador.
¡Qué gran misterio! Quien acude a María, recibe gracia para vivir de

28
fe y abrir los ojos a aquello que Dios nos pone en nuestro camino
para santificarnos, convertirnos y vivir en la verdad y en la
misericordia de Dios.

La alegría que recibieron los que adoraron al Niño, y que les


acompañó toda su vida, procedía de haber encontrado a Jesús. Éste
es el verdadero gozo del hombre que adora a Cristo. No temamos
que siguiendo el camino de la santidad vayamos a vivir una vida de
amargura y oscuridad, porque en esa senda, por medio de María,
encontramos a Jesús y, cuando le encontraremos, se nos convertirán
las espinas en flores. Así sucedió con los pastores y los magos, y así
sucede con nosotros, que a través de María encontramos a Jesús.

“Necesitamos continuamente esa mirada de María, esa mirada que


nos anima a entregarnos del todo al Amor, a no negar nada de lo
que Dios quiera de cada uno de nosotros” (D. Miguel Conesa)

La flor que le presentamos a la Virgen es mirar los acontecimientos


que hoy nos sucedan con mirada de fe, buscando en ellos a Dios.

29
Día 13: LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO

“Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de


Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de
acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito
será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice
la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»”. (Lc 2, 22-24)

La Sagrada Familia cumplió


con la ley judía y presentó al
Niño Jesús en el templo.
Esta presentación no sería
para purificar al Niño, pues
era el mismo Dios, sino más
bien para ofrecer al Padre a
“La presentación de Jesús en el templo” de Rafael Roses la víctima propicia que se
inmolaría por nosotros y restauraría al hombre del pecado. Cristo es
la ofrenda al Padre. Al presentar a Jesús en el templo, podemos ver
como se presenta al mundo la Salvación de Dios, la que ha preparado
para todos los pueblos. Jesús será la luz para iluminar a las naciones
y gloria del pueblo de Israel.

María ofrece el fruto de su vientre a Dios como ofrenda, la ofrenda


de su vida y a su vez se le anuncia como una espada le atravesará el
alma. Ella es partícipe de los sufrimientos de Cristo en toda su vida.
No se hace ajena al dolor de sus hijos, María sufre por nosotros y nos
acompaña en nuestros padecimientos. Ella es una buena madre que
vela por sus hijos. Nos acompaña en el dolor. Ante esto podemos
descubrir cómo no estamos solos, María está a nuestro lado y pese al
sufrimiento se mantiene fiel en todo momento a Dios.

30
Jesús era el verdadero Cordero que redimiría a los hombres de sus
pecados y la Virgen, como Madre, de un modo que quizás a veces no
alcanzaría a comprender, estará unida a la misión de su Hijo.

“Sin María no hay Jesús, por Ella nos ha venido la verdadera Salud
y la verdadera Salvación, Jesucristo Nuestro Señor. Pidamos a
María que aumente nuestra fe y nos haga amar a Jesús y al hermano
como Ella lo hizo.” (D. Miguel Conesa)

Ofrece hoy a la Virgen la flor de la renuncia, quitando de ti algo que


moleste a los demás.

31
Día 14: LA HUÍDA A EGIPTO

“El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:


levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para
matarlo” (Mt 2, 13)

San José obediente a la voz del


ángel coge al Niño Jesús y a
María y se trasladan a Egipto.
Acompañemos a la Sagrada
Familia; durante este viaje, el
camino es áspero, lleno de
peligros, pero José y María
confían en Dios, no reparan en
los inconvenientes, lo único
que les importa es cumplir con
la voluntad de Dios, incluso
poniendo su vida en juego.
Todos los ángeles atentos,
temen por la suerte de la
“La Huida a Egipto”
familia, porque las tinieblas
quieren apagar la Luz del mundo que duerme en el regazo de su
Madre. El único consuelo que tenían José y María era la presencia de
este Niño; la oración les dio la fortaleza que necesitaban para
enfrentarse al rey Herodes. Imitemos la valentía de la Virgen María,
cuando sintamos el peso de la vida o el miedo nos impida seguir
adelante, miremos a Jesús dormido en brazos de María, que aunque
parezca que está dormido, nunca deja de velar por nosotros.

Este acontecimiento de la vida de la Virgen nos muestra cómo María


ha estado unida a la misión redentora de Cristo desde el principio.
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Aun siendo un niño recién nacido Cristo ya es perseguido, María no
rehúye el plan de Dios, sino que se adhiere a él de manera
incondicional, sin dudar. Dios ha querido tener una Madre y
asociarla al misterio de la Redención. María obedece a Dios, movida
por las ansias redentoras del Corazón de Cristo. Y nosotros, ¿aún no
nos hemos dejado abrasar por estas mismas ansias que consumen el
Corazón Inmaculado de María? Pidamos hoy a María que nos haga
partícipes de su mismo amor, desgastándonos en trabajar por la
instauración del reino de su Hijo Jesucristo y la salvación de todas
las almas.

“La fe de María es una fe probada, Ella es una Madre intrépida y


valiente que se mantiene firme hasta llegar al pie de la Cruz. Su fe
está edificada sobre roca. Por eso estar cerca de María es crecer en
la fe, es vivir la alegría de la fe; al estar cerca de María nos
sentirnos contagiados, porque como Ella, creemos en que la
promesa de Dios se cumplirá.” (D. Miguel Conesa)

Prontitud para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza es la


flor que hoy ofrezco a María.

33
Día 15: EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

“Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la


costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se
quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Y sucedió que, a
los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los
maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Al verlo, se
quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has
tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les
contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar
en las cosas de mi Padre?»”.(Cf Lc 2, 42-49)

¡Cuánto dolor y tristeza sentiría el


corazón de María aquellos días!
Tantos desvelos, tantos cuidados,
tantas alegrías…, y ahora no tenía
al Niño. María y José preguntaron
a unos y a otros. Nadie sabía nada.
Tres días que se hacían
larguísimos. A otros este suceso les
dejaba indiferentes, a sus padres
no. Sufrían sobremanera porque
valoraban quién era Jesús: Dios
con nosotros. ¡Qué pena si no nos
dolieran los pecados, pues nos
separan de Dios! Ojalá tengamos
“El Niño perdido y hallado en el templo” de Raúl Berzosa aquellos sentimientos que tuvieron
sus padres para que se nos rompa el corazón de dolor de amor al ver
el pecado en nosotros o en los demás.

María guarda en su corazón lo que no terminaba de comprender.


María sabía guardar la paz del corazón ante los planes de Dios, ante

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todo imprevisto no esperado. Como consecuencia de esta paz, María
no exteriorizaba con la queja los imprevistos que surgieran, sino que
todo lo guardaba y lo meditaba en su interior, con la certeza de saber
que Dios todo lo hace bien. Por eso el dolor y la tristeza por perder al
Hijo pronto cambiará en alegría porque no hay felicidad como la de
estar con Jesús. ¿Y dónde estaba el Niño? Estaba en el templo. Jesús
esperaba que sus padres le buscaran allí, como también hoy espera
de nosotros que vayamos a la Iglesia, le encontremos en su Palabra,
nos alimentemos con la Eucaristía y nos unamos a Él por el amor en
el sacramento de la confesión. Si tenemos tristeza es porque nos
apartamos de Dios. Si queremos ser felices, muy felices, ya sabemos
el camino: estar con Jesús. María, como madre nuestra que es,
también nos busca y nos espera, está intranquila hasta que volvamos
a Ella y por Ella a su Hijo para que así podamos estar siempre con
los Tres: con Jesús, con María y con José.

“La Virgen estará intranquila hasta el fin del mundo buscando


almas, buscando a sus hijos; porque nada le duele tanto a la Virgen
como que sus hijos se puedan condenar. En el Corazón de la Virgen
sólo hay Amor y Misericordia.” (D. Miguel Conesa)

Guardar en el corazón aquello que no comprendamos, aquello que se


salga de nuestros planes es la flor que hoy presentamos para poder
decir como María “fiat”, hágase y así encontrar la paz del corazón.

35
35
Día 16: EL REGRESO A NAZARET

“Regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su


parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la
gracia de Dios estaba con él.” (Lc 2, 39-40)

Contemplar la vida de la Sagrada


Familia de Nazaret nos lleva a
contemplar a María ocupada en sus
tareas domésticas, el cuidado de la casa
y la crianza del Niño Jesús. Se trata de
tareas sencillas y ordinarias, sin
embargo, en María todo es distinto. Ella
vive volcada en el servicio a Dios, su
única preocupación es amar a Jesucristo,
su Hijo y su Dios, este mismo amor es el
que le mueve a vivir pendiente de las
necesidades de los demás. Si San
Francisco de Asís decía que Jesús era
para él su Dios y su todo, ¿Qué dirá
María al contemplar a su Dios hecho
hombre? La vida de María en Nazaret es
una escuela para nosotros que nos
enseña la importancia de la fidelidad
“La Sagrada Familia” de Rafael Roses vivida día a día. Cada día María repite
su “hágase” a la voluntad de Dios, viviendo una vida de caridad, que
consiste, no en sentimientos, sino en obras. Pidamos a María que nos
ayude a realizar cada día nuestros quehaceres cotidianos con
perfección, poniendo amor en cada cosa que hagamos, como si
sirviésemos al mismo Cristo.

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Como cristianos, tenemos la obligación de imitar en todo a
Jesucristo, lo que incluye imitar a Jesús como hijo de María.
Pensemos en el amor que profesaría Jesús Niño a su Madre, cómo la
trataría, con qué cuidado y atención, con cuánta ternura. Lo propio
de la devoción mariana es amar a María con el Corazón de Cristo,
hasta que podamos llegar a decir: “Ya no soy yo quien ama a María,
sino que es Cristo en mí.” Por eso pidamos a Jesús cada día: “Jesús,
quiero amar a tu Madre con tu mismo Corazón. María, Madre mía,
concédeme amarte con el Corazón de tu Hijo.”

“Al contemplar a la Virgen en Nazaret, podemos descubrir en María


a una Madre amable, una Madre que no cesa de acogernos y
enseñarnos a vivir el Evangelio. Mirar a María es aprender a vivir
el Evangelio, porque su vida oculta de Nazaret es para nosotros
fuente de amor; porque lo grande que hacemos no es hacer muchas
cosas, sino el amor en lo que nos toca hacer. En esto es especialista
la Santísima Virgen. ¿Cuál es la vida de la Virgen? Su Jesús.” (D.
Miguel Conesa)

La flor para este día será hacerlo todo lo que he de hacer poniendo
mucho amor y pensando ¿Cómo haría esto la Virgen María? Para yo
hacerlo igual que Ella.

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Día 17: MARÍA EN LAS BODAS DE CANÁ

“A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de


Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a
la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino».
Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha
llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él
os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las
purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les
dice: «Llenad las tinajas de agua».” (Jn 2, 1-7)

María después de hablar con el Señor,


sabe que Jesús no ha dicho que no, y
por eso se dirige a los sirvientes:
“haced lo que Él os diga”. Estas
palabras se quedan grabadas en todos
nosotros. Ante Jesús, María presenta
nuestras necesidades. Ante nosotros
María nos habla al corazón y nos
enseña: “Haced lo que Jesús os diga”
¡Haz lo que Jesús te diga!

María nos enseña a vivir lo que Jesús


nos dice. María traslada a nosotros su
propia vida. Es maestra de vida
interior, de docilidad, de obediencia: el
“hágase en mí según tu palabra”, de
la Anunciación lo sigue pronunciando
desde el cielo. Por eso nos dice: “Las Bodas de Caná” de Rafael Roses
“¡Haced lo que Él os diga! como yo lo he hecho y veréis cómo
cambia vuestra vida, todo cobra sentido, todo tiene un porqué, todo
vale la pena abandonándose a la voluntad de Dios”. Sí, María estaba
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en Caná de Galilea como está junto a nosotros, en nuestro camino,
en nuestra vida.

A las palabras de María, los sirvientes se ponen al servicio de Jesús.


Y Jesús da una triple orden: “llenad las tinajas de agua, sacadlo
ahora, llevadlo al mayordomo.”

Todo un acto de fe, porque aquellos sirvientes no conocían al Señor;


llenar unas tinajas de agua, servirlo y llevárselo al mayordomo,
podía ser caer en el mayor de los ridículos.

Qué fuerza tendría la mirada de María, qué fuerza tendría su palabra


para que aquellos se pusieran enseguida a disposición de Jesús y
obedecieran a sus palabras. Pidamos a María que haga lo mismo en
nuestra vida, que nos hable al corazón para que podamos ponernos
así en un servicio pronto y decidido en manos del Señor.

“Que la Virgen nos ayude a gastar nuestra vida en el servicio del


Señor, prefiriendo la muerte o el martirio antes que el pecado” (D.
Miguel Conesa)

La flor de hoy será fiarme de aquello que me digan sin poner


excusas.

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Día 18: EL HALAGO DE JESÚS A MARÍA

“Una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:


«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra
de Dios y la cumplen»”. (Lc 11,27-28)

Esta expresión de Jesús, aunque no lo


parezca a primera vista, va dirigida
también a su Madre, la Virgen María,
porque Ella siempre escuchó con
atención la Palabra de Dios, la guardó en
su Corazón y la cumplió en su vida. Esas
palabras definen su actitud y su vida. La
Virgen María es dichosa por escuchar y
cumplir la Palabra de Dios. Y Jesús, lo
que más admira de su Madre es
precisamente que sea oyente de esta
Palabra, y considera dichosos a todos los
“La Inmaculada Concepción” de Yuste que como Ella saben escuchar y cumplir.

También nosotros podemos ser dichosos como María si dejamos que


la Palabra de Dios guíe nuestras vidas y vayamos realizando a lo
largo de ella todo lo que Dios nos va pidiendo. Seremos
bienaventurados porque en esa voluntad de Dios para cada uno de
nosotros nacerá y renacerá nuestra alegría y nuestra felicidad.

Por tanto, hay que saber fomentar el silencio interior para descubrir
la voz de Dios en los acontecimientos de la vida y en el prójimo. El
secreto está en saber escuchar. Quien hace esto, ha triunfado en la
vida. La práctica de la voluntad de Dios exige sobre todo coherencia.
Es fácil saber qué es lo que Dios quiere de nosotros o descubrir su
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voluntad, pero nos cuesta seguirla. Es por eso que nos es necesaria la
autenticidad y la fidelidad. Aprendamos de la Virgen María a acoger
la Palabra de Dios en nuestro corazón con docilidad y a llevarla a la
práctica con esmero. Así seremos verdaderamente dichosos.

“Toma la mano de la Virgen, Nuestra Señora, para escuchar y


responder a la sed de la Trinidad, a la total entrega de ti al Señor, y
entiende a tu vez cuál ha de ser la tuya. Nuestra Señora te ayudará
con su presencia, con su oración y con su ejemplo”. (D. Miguel
Conesa)

¿Dedico todos los días un tiempo fijo a la oración personal,


silenciosa para escuchar a Dios? Esta será la flor de hoy, pero una
flor que ha de durar siempre. Que María nos conceda sacar tiempo
para la oración todos los días de nuestra vida.

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Día 19: ¿QUIÉNES SON MI MADRE Y MIS HERMANOS?

“La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus
hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que
estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis
hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi
hermana y mi madre».” (Mc 3, 32-35)

Qué grande es el amor de Dios


que nos considera como sus
hermanos, como a su Madre.
Sólo nos pide hacer lo que hizo
la Virgen María: que le amemos
por encima de todo, que
pongamos su voluntad en primer
lugar. La voluntad de Dios debe
ser lo principal, por encima del
ambiente, de las costumbres del
mundo, de nuestros caprichos…
Hemos de abrazar aquello que
nos ayuda a cumplirla y
rechazar lo que nos estorba para
seguirla. Ese es el camino de la
santidad.
“Ntra.Sra. de la Fuensanta”

Que tengamos como programa de vida, el programa que tuvo la


Virgen María en su vida: no hacer nada por su cuenta, no seguir las
propias ideas, sino ponerse a la escucha para cumplir la voluntad de
Dios, de tal modo que sea Él mismo quien lleve nuestra vida.

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Para lograrlo necesitamos seguir las inspiraciones del Espíritu Santo,
consultarle a Él lo que conviene hacer y a la misma vez dejarse
ayudar por el confesor. Esto supone la renuncia, el abandonarse en
Dios, para que Él disponga de nosotros como Él quiera. Es necesario
día a día cumplir su voluntad en los pequeños detalles como la
Virgen María: en el deber bien cumplido, en el servicio a los
demás… Sólo lo lograremos si Cristo es verdaderamente el centro de
nuestra vida. Que vivamos como María siempre unidos a su Hijo.
Así experimentaremos, en medio del olvido personal, una alegría
creciente, pues estaremos gozando de la amistad con Cristo. Cumplir
la voluntad de Dios es poseer ya la felicidad, porque donde se
cumple la voluntad de Dios se vive en el Cielo.

“Los acontecimientos de la vida de la Virgen son semejantes a los


nuestros, y algunos con gran dolor y sufrimiento. Sin embargo, en
todo María eleva la mirada al Cielo, poniendo en Dios su confianza,
sabiendo que quien confía en Dios jamás queda defraudado.” (D.
Miguel Conesa)

La flor que hoy ofreceré a la Virgen consistirá en desprenderme de


algo en beneficio de otra persona.

43
Día 20: MARÍA SUFRE LA PASIÓN JUNTO A SU HIJO

“He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.” (Hb 10,7)

En la Pasión se realiza la
consagración de María como Madre
de la nueva humanidad. Durante toda
su Pasión Cristo contó con la
presencia de María, que
discretamente le seguía
compartiendo su ofrenda al Padre.
Parémonos a considerar el cruce de
miradas entre María y Jesús,
introduzcámonos en esta sintonía de
corazones; “he aquí que vengo para
hacer tu voluntad” dice Jesús al
Padre. “he aquí la esclava del
Señor”, pronunciaría María en el
interior de su Corazón.
“La Dolorosa” de Salzillo

Contemplar la actitud de María ante el dolor, llevado con amor, nos


ayudará a vivir con paz y conforme en la voluntad de Dios en los
momentos de mayor oscuridad y sufrimiento. “Os invito a que fijéis
vuestra mirada en Ella, que la contempléis reposadamente,
dejándoos mirar por Ella: «Mirar que me mira». Yo quisiera ser
servidor de ese cruce de miradas, en ese intercambio de corazones.
El rostro y la actitud de los brazos abiertos de la Virgen, de la
Inmaculada en su mayor angustia atraen. No es un rostro repelente
del dolor. Acudimos a Ella por su sonrisa en el dolor profundo. Es
un corazón dolorido con los rasgos, aun físicos, que imprime el
océano de amor de la inocencia madurada en el dolor. Es el dolor

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de la Inmaculada, en su ser de Inmaculada, para ser Madre del
Redentor, colaboradora con Él.” (P. Luis Mª Mendizábal, S.I.)

Acudamos a María en los momentos de dificultad, Ella nos ayudará


a permanecer firmes en el dolor, acompañando a Jesús a llevar su
cruz. “¿Qué consuela a Cristo al pie de la Cruz, en medio de tanto
desprecio, tanto salivazo, tanto insulto, tanta blasfemia, tanto dolor?
¿Quién consuela a Jesús? Su consuelo es la mirada de la Virgen.
Cuando rezamos en la Salve: «Vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos»; ¿no eran esos ojos repletos de lágrimas los que
fueron bálsamo y consuelo para el Corazón de Jesús? Necesitamos
continuamente esa mirada de María, esa mirada que nos anima a
entregarnos del todo al Amor, a no negar nada de lo que Dios
quiera de cada uno de nosotros.” (D. Miguel Conesa)

Consolar a una persona enferma, afligida o que esté pasando por


dificultad en estos momentos será la flor que hoy ponga a los pies de
María.

45
Día 21: ENCUENTRO EN LA CALLE DE LA AMARGURA

“Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor
como el dolor que me atormenta”. (Lam 1,12)

María acompañó a Jesús en todo


momento de su vida, no lo
dejaría solo, incluso en su
pasión estaría presente y fue tras
Él hasta llegar al pie de la cruz.
Cuando Jesús cargó con la cruz
camino del Calvario Ella estuvo
allí. Jesús ha aceptado, como
María, los planes de Dios para
poder salvar al ser humano.
María acompañó a Jesús en el
camino de la cruz, camino de
redención. Tras Él hasta el trono
de la gloria. La Virgen en este
encuentro le daría fortalezas
para continuar su misión, para “El encuentro con María su madre” de Raúl Berzosa
cumplir los designios del Padre.

María nos acompaña también a nosotros para que podamos cargar


con las cruces diarias. Ella nos ayuda a hacer nuestra cruz más ligera
y nos invita a continuar hacia delante. Podemos decaer ante el peso
de nuestros pecados, nuestros problemas, nuestras desesperanzas,
nuestras enfermedades…pero María está a nuestro lado animándonos
a continuar. Su misión es guiarnos hacia Cristo, que nos trae la
salvación, y hacerlo con la confianza puesta en el Señor en todo
momento. Aunque pensemos que a veces el peso es superior a
nuestras fuerzas Ella nos empuja, nos alienta, nos da ánimo. María es
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la encargada de impulsarnos al cielo. Es nuestra cirinea. Camina
siempre a nuestro lado.

María es la alentadora de nuestra fe, nos va guiando por el camino


pese a las dificultades. Nos invita a continuar, a no quedarnos
paralizados porque sabe que vamos camino de la resurrección, a la
vida eterna. María busca que todas las almas puedan llegar al cielo y
puedan salvarse. Siendo su mirada consuelo para todos nuestros
padecimientos.

“La Santísima Virgen sería uno de los pocos consuelos que Cristo
halló en su Pasión. Pensemos en la mirada de la Madre y el Hijo en
la calle de la Amargura, y al pie de la Cruz ¡Qué mirada tan
hermosa la de Cristo, humilde hasta el extremo, a su Madre, la
mujer fiel, valiente al pie de la Cruz!” (D. Miguel Conesa)

Ofrece hoy la flor de la perseverancia. Pídele a la Virgen que te


ayude a no decaer en tu ánimo, en tu entrega al Señor, siempre con
espíritu alegre y ferviente, aunque la cruz aparezca en tu vida.
¡Nunca apartes tu mirada de los ojos de María! Ahí está la fuerza
para seguir siempre adelante.

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Día 22: MARÍA AL PIE DE LA CRUZ

“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su


madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a
su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a
tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo
propio”. (Jn 19, 25-27)

“En María, Jesús depositó su mirada


para que Ella viera en nosotros un Jesús
viviente por hacer. La mirada de Jesús a
Juan, el discípulo virgen, singularmente
amado por el Señor, refleja un amor
eterno: “Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo” (Jn 15,9). Juan se
sintió interpelado por la mirada amorosa
de Jesús y buscó compartirla con María,
su madre en la fe: “la recibió como algo
propio”, es decir, en comunión de vida.
La mirada de Jesús conduce a María:
“Ahí tienes a tu madre”. La mirada de
María lleva a Jesús: “haced lo que Él os
diga” (Jn 2,5). Son siempre miradas
nuevas por descubrir y vivir”. (Juan
Ezquerda."El camino del encuentro").

En la cruz y desde la cruz, Jesús nos


“El Calvario” de Rafael Roses revela y desvela el misterio de la
maternidad universal de María. En la Encarnación, María, al
engendrar a Jesús nos engendró también a nosotros. Ella concibe en
su seno y da a luz al Cristo total: Cabeza y miembros: Jesús y
48
nosotros. En María, Jesús crece, ama y sirve. "Ella lo entrega al
mundo".

Nuestra devoción a María, Madre de Dios y Madre nuestra, no es


lujo, ni siquiera una devoción más, ni un privilegio, ni un
sentimentalismo, ni una herencia o tradición más o menos respetable
y noble, ni algo secundario en nuestra vida cristiana. Es una
necesidad vital, es una consecuencia lógica, desde la perspectiva de
la fe en el misterio redentor de Cristo, y una consecuencia como
hijos de tal Madre, engendrados en el dolor y en el amor. (D.
Dámaso Eslava)

“Este es el deseo de María, que aunque hayamos caído, volvamos a


Jesucristo; que, aunque hayamos tropezado, nos levantemos. Ahí
tenemos a Nuestra Madre, a Ella podemos acudir. No tengamos
miedo, la Misericordia de Dios es más grande que nuestra miseria.
Dios nos ha dado a una Madre que continuamente vela por
nosotros. Refugio de pecadores, acógenos a todos.” (D. Miguel
Conesa)

¿Realmente siento a María como algo propio, como a Madre?


¿Tengo confianza con Ella? ¿Le soy agradecido? Tomar a María por
Madre hoy y hasta el final de mi vida será la flor de este día.

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Día 23: JESÚS MUERTO EN LOS BRAZOS DE MARÍA

“Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Éste ha sido puesto


para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un
signo de contradicción -y a ti misma una espada te traspasará el
alma-, para se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos
corazones” (Lc 2,34-35)

“Está cumplido” (Jn 19,30)


son las últimas palabras que el
evangelista Juan pone en labios
de Jesús antes de morir. ¡Todo
está cumplido! Cómo
resonarían en el Corazón de la
Virgen estas palabras. Se
cumple la voluntad del Padre,
se cumplen las antiguas
promesas, se cumple la obra de
la redención, se cumplen las
escrituras. Ahora entendería la
Virgen aquellas palabras del
anciano Simeón que durante
tanto tiempo guardó en su
Corazón, ahora su alma es “Jesús muerto en los brazos de María” de Raúl Berzosa

traspasada por la espada de dolor, ahora que tiene al hijo muerto en


sus brazos.

"¿Quién pondrá tasa y medida a tus dolores? ¿Quién bastará contar


tus penas? ¿Quién contará que tal día como hoy padeciste? Cuán
grande es el amor que ardía en tu corazón, tan grande es el dolor. Si
supieses conocer cuán grande es el amor que esta Virgen
sacratísima tenía a su Hijo, sabríais conocer el dolor que ha pasado

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por Ella. Acordaos, Señora, la alegría que sintió vuestro corazón
cuando el ángel os dijo que habíais de dar a luz al Hijo de Dios, que
venía a remediar el mundo perdido, que habíais de ser Madre de
Dios, quedando Virgen para que no desmaye vuestro corazón con lo
que ahora tenéis delante de vuestros ojos benditos. Alzad, Señora,
los ojos al Eterno Padre y conformaros con su voluntad, para sufrir
estas angustias y paciencia... ¡Oh, Señora! bendita seáis Vos, que
aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡perdónalos!".
(San Juan de Ávila)

Sufre el que ama y ama el que sufre ¡y cuanto más si se trata del
amor de una madre hacia su hijo! Así experimentó la Virgen el
sufrimiento y así amó a Jesús. Por eso María nos comprende en esos
momentos de tristeza, de soledad, de abandono, de fracasos…
porque Ella ya ha pasado por ahí y así nos puede auxiliar, consolar,
animar y hacer que nuestra vida no se hunda, porque el amor es lo
que sostiene la Esperanza y la Fe. En esos momentos unámonos a
María en su dolor, acompañémosla. No tengamos miedo, acudamos
siempre, en todo momento y circunstancia a nuestra Madre, que
siempre nos dirá aquella palabra oportuna que necesitamos escuchar.

"Vivamos la Pasión acompañados de la santísima Virgen María y


escojamos el camino que escogió el Señor para seguirle, el camino
de la Cruz". (D. Miguel Conesa)

La flor de la abnegación presentaré hoy a María. Ofreceré algunas


mortificaciones, aquellas cosas que más me cuestan, por el fruto de
mi apostolado.

5150
Día 24: LA SOLEDAD DE MARÍA TRAS ENTERRAR
A SU HIJO

“Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un


sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como
para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba
cerca, pusieron allí a Jesús.” (Jn 19, 41-42)

Una vez cerrada la tumba y sellada, como


era costumbre, María abandonó el lugar
con su dolor y su soledad. En lo más
profundo de su ser María oraba y en su
oración callada pero ferviente repetía una
y otra vez su “Sí”.

María no comprendía los hechos que


acababa de presenciar, no entendía por
qué Jesús, su Hijo querido, el Hijo de
Dios, había muerto así, dejando a medio
camino su misión de anunciar el Reino; y
tampoco entendía por qué su muerte
había sido tan cruel, tan humillante; la
“María Stma.Dolorosa” de José María Ponsoda y Bravo muerte de un criminal.

María no comprendía, pero sabía, tenía plena certeza de que las


cosas de Dios no son para entenderlas sino para aceptarlas con
humildad, con fe, con esperanza. María callaba, María oraba, María
se entregaba nuevamente, María seguía creyendo a pesar de lo que
había sucedido con Jesús. María seguía amando a pesar de lo que le
habían hecho a Jesús. María seguía esperando a pesar del aparente
fracaso de Jesús; de su profundo dolor de madre, de su inmensa
soledad, del profundo vacío que sentía en su Corazón. Sabía que

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Dios no defrauda a nadie, porque es el Dios del amor, el Dios del
perdón, el Dios de la Vida.

Pidamos "la gracia de despojar el corazón de todo lo que no le


agrade y de todos nuestros apegos, para que la Virgen pueda dejar a
Jesús descansar en él". (D. Miguel Conesa)

Hacer que los que estén conmigo se sientan acogidos, escuchados,


comprendidos será la flor de hoy para María.

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Día 25: EL ENCUENTRO CON SU HIJO RESUCITADO

“Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡Un rumor...! Mi amado


llama: «Ábreme, hermana mía, amada mía, mi paloma sin tacha;
que mi cabeza está cubierta de rocío, mis rizos del relente de la
noche»”. (Cant 5, 2)

San Ignacio de Loyola, en los


Ejercicios Espirituales, propone
contemplar las apariciones del
Señor resucitado y dice que la
primera fue a María, su madre:
“primero: apareció a la Virgen
María, lo cual, aunque no se
diga en la Escritura, se tiene
por dicho, en decir que
apareció a tantos otros; porque
la Escritura supone que
tenemos entendimiento”.

Contemplemos el encuentro de
la Madre con su Hijo
Resucitado. Pensemos que “El encuentro con su Hijo Resucitado” de Raúl Berzosa

María, como toda madre, seguro lloró al ver a su Hijo sufrir su


pasión y morir en la cruz, pero aun así permaneció allí a los pies
de Jesús. Ella no podría más de tristeza, de dolor, su Corazón
desgarrado por la muerte del Hijo de sus entrañas, pero su fe fue más
fuerte.

Ella entendió el mensaje de la Pascua antes que nadie, que para tener
vida primero hay que darla, que hay que morir para dar fruto y por
eso Cristo le regaló antes que a nadie su presencia gloriosa. ¿Cómo

54
habrá sido ese encuentro? Quizás hubo un abrazo cargado de amor,
de entrega infinita y de más amor aún. Imagina sus rostros. ¿María
habrá tenido lágrimas de alegría y una sonrisa iluminando su cara?
¿Jesús estaba feliz, dichoso por volver a verla? Él dejó en claro que
el Amor todo lo puede y por eso su Madre fue la primera en
encontrarse con el Resucitado, porque no se dejó llevar por el
aparente fracaso ni por la desesperanza sino que permaneció amando
y por eso renació con su Hijo y se dejó transformar.

Cristo se le aparece a María, su Madre, igual que se nos aparece a


nosotros hoy, para acompañarnos, consolarnos. Y nos invita a vivir
hondamente ese gozo. Es lo que hace que María no se encierre en la
tristeza, sino que anhela con fe y esperanza a su Hijo amado y deja
abierto el corazón a Dios.

María es el modelo de fe y entrega más cercano y cariñoso que


tenemos para aprender a seguir esos caminos que el Señor va
entretejiendo. Este es el camino de María hacia el Resucitado. Ya lo
conocemos. Pero hay un camino que no está escrito aún, el nuestro.
¿Por qué caminos va hoy nuestro corazón? ¿Se deja encontrar por el
gozo que invadió a María al ver a su Hijo Resucitado?

“¡Gracias oh Madre Inmaculada por estar siempre con nosotros!


Vela siempre sobre el mundo. Danos la alegría de sentirnos amados
por Dios, bendecidos por Él, predestinados a ser sus hijos”. (D.
Miguel Conesa)

Transmite la alegría de la Pascua, de la Resurrección, del encuentro


con Cristo Vivo que camina a nuestro lado con tu forma de hablar,
de obrar. Esta es la flor que hoy ponemos a los pies de María: dar
testimonio de alegría de la Resurrección.

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Día 26: MARÍA Y LOS APÓSTOLES EN PENTECOSTÉS

“Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con


algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos”.
(Hch 1, 4)

Dios no quiso dejar a los apóstoles


solos, por eso el día de Pentecostés
les dio, con la efusión Espíritu Santo,
la fortaleza que necesitaban para
anunciar el Evangelio y vencer sus
temores. También nosotros hemos
recibido ese mismo Espíritu en el
bautismo y la confirmación,
convirtiéndonos así en templos de
Dios. Pero puede que, aunque
hayamos recibido el Espíritu Santo
continuemos viviendo como si no
estuviera. Cuando se vierte azúcar en
el café, ésta va al fondo de la taza y
permanece allí; para que se mezcle y
dé sabor al café es necesario
removerla con la cucharilla. De la
misma forma ese Espíritu que habita
en nosotros, necesita ser removido
para actuar y convertir nuestro
“Pentecostés” de Rafael Roses corazón.

Pero sin duda, la mejor cucharilla para mover ese azúcar del Santo
Espíritu, es acudir a la Virgen María. Ella ha sido la primera en
llevar el Espíritu Santo dentro de sí, es templo de Dios. Cuando el
Arcángel San Gabriel le anuncia a María que va a concebir un hijo,
56
Ella, aunque había sido preservada de pecado, Purísima desde su
concepción, aún no tenía el Espíritu Santo, y por eso siente dudas y
pregunta: “¿cómo será eso, puesto que no conozco a varón?” (Lc
1,34). La respuesta del ángel no se deja esperar “el Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”
(Lc 1,35). María es cubierta por la sombra del Espíritu, y el Verbo se
encarnó en su seno virginal. Al venir pues el Espíritu Santo sobre
Ella, su vida cambió, y ya la respuesta a Dios a lo largo de toda su
vida no pudo ser otra que su: “he aquí la esclava del Señor; hágase
en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), no sólo en el momento de la
Encarnación, sino siempre, hasta la Cruz donde permaneció fiel
junto a su Hijo Redentor.

Necesitamos ese Espíritu Divino que nos haga decir cada día con
ilusión, como María, Sí a Dios. Sólo si nos ponemos a la sombra del
manto de quien ha sido cubierta con la fuerza del Espíritu del
Altísimo, podremos dejar hueco en nuestro corazón para que el
Espíritu Santo sea nuestro consolador, nuestra esperanza y nuestra
fortaleza.

"Virgen Santa aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza,


aviva nuestra caridad. Danos el agua viva que apague nuestra sed.
Contigo quiero Madre, siempre vivir y en un abrazo tuyo morir" (D.
Miguel Conesa)

La flor de la fortaleza pondré hoy en manos de María para descubrir


en qué tengo respetos humanos y vencerlos, ya que muchas veces me
paralizan y no dejan que el Espíritu Santo pueda actuar en mí.

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Día 27: MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá


con su sombra.” (Lc 1,35)

María siempre ha vivido inmersa


en el misterio del Dios hecho
hombre, como su primera y
perfecta discípula, meditando cada
acontecimiento en su Corazón a la
luz del Espíritu Santo, para
entender y poner en práctica la
voluntad de Dios. Como enseña
San Ambrosio: “La Madre de
Dios es una figura de la Iglesia en
el orden de la fe, la caridad y de
la perfecta unión con Cristo.”
“Santa María Madre de la Iglesia” de Vicente Traver

Desde el momento de la Encarnación de Cristo en las entrañas


purísimas de María, al ser Madre de Cristo, cabeza de la Iglesia, se
constituye en Madre de todo el cuerpo, de la Iglesia. Durante su vida
en la tierra podemos contemplar cómo María se desvive por el
prójimo, con una actitud de servicio continuo. Su fe inquebrantable
en el triunfo de Cristo sobre la cruz hizo que la Iglesia se mantuviera
en pie tras la muerte de Jesús, su fidelidad al plan de Dios animó a
los apóstoles a permanecer unidos en la oración a la espera del
Espíritu Santo.

Si nos identificamos con María, si imitamos sus virtudes, podremos


lograr que Cristo nazca, por la gracia, en el alma de aquellos que se
identifiquen con Él por la acción del Espíritu Santo. Si imitamos a
María, de alguna manera participaremos en su maternidad espiritual.
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En silencio, como la Virgen; sin que se note, casi sin palabras, con el
testimonio coherente de una vida cristiana auténtica, con la
generosidad de repetir sin cesar un “fíat” que se renueva como algo
íntimo entre Dios y nosotros. De esta manera embelleceremos el
rostro de nuestra madre, la Iglesia, de la que formamos parte todos
los bautizados.

“Pidamos la fortaleza de María para vivir con espíritu de fe


nuestras cruces y para ser con María «hostia viva» por nuestra
Madre la Iglesia.” (D. Miguel Conesa)

Hoy repasaré mi vida y mi día a día y me preguntaré ¿aprovecho el


tiempo?, ¿hago todo lo que puedo?, ¿o me pueden la comodidad y la
pereza? No dejes que los pecados de omisión entren en tu vida. ¡Date
por entero a Dios y a los hermanos! Aprovechar cada momento del
día será la flor que ofrezca a María.

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Día 28: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN AL CIELO

“Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y


vente». Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han
ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el
arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera
despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan su perfume.
«Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente». (Cant 2, 10-13)

María fue preservada de todo


pecado desde su purísima e
inmaculada concepción. Ella
no experimentó ninguna
corrupción fruto del pecado.
La serpiente no pudo con Ella.
Dios le dio la gracia para
poder mantenerse siempre
intacta. Su vida fue una
continua entrega a la voluntad
de Dios. Es por esto que la
Virgen, Madre de Dios, fuera
llevada al Cielo después del
transcurso de su vida terrena.
Ella es figura y primicia de la
Iglesia que un día será
“La Asunción” de Raúl Berzosa glorificada. Ella es consuelo y
esperanza del pueblo cristiano, del pueblo de Dios todavía peregrino
en la tierra. Dios no quiso que conociera la corrupción del sepulcro
la Mujer que, por obra del Espíritu Santo, concibió en su seno al
autor de la vida.

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La Iglesia pide a Dios, al mismo que ha elevado en cuerpo y alma a
los cielos a la Inmaculada Virgen María, Madre de su Hijo, que nos
conceda, aspirando siempre a las realidades divinas, poder llegar a
participar con María de su misma gloria en el cielo. María toda su
vida estuvo contemplando el cielo, es la Madre de Dios y Madre de
toda la Iglesia, entregada por Cristo en la Cruz a todos los hombres.
Ella es elevada al cielo, como primicia y modelo de la Iglesia.

María tuvo todos los días de su vida presente a Dios y en el


momento final de su vida la ha llamado amando, requiriéndola,
solicitándola y fascinándola. Pero en ningún momento perdió su
libertad. Su respuesta afirmativa será fruto del amor que llama.
Nunca María fue más libre que cuando respondió con amor a la
oferta del Amor. María acogió a Dios y Ella fue acogida en el cielo.
El cielo se nos hace conocido y cercano, pues en él está la Madre. En
el cielo tenemos una madre, la Madre de Dios, la Madre del Hijo y
nuestra Madre. “En el cielo tenemos una madre. El cielo está
abierto; el cielo tiene un corazón.” (Benedicto XVI)

“Podríamos imaginar una escalinata apoyada en la tierra cuya cima


toca el cielo. Esta escalinata la sostiene la Santísima Virgen, Ella es
la Madre de la Iglesia, la Madre de los creyentes, que nos ayuda a
subir los peldaños de la eternidad. La devoción de María al cielo
nos guía.” (D. Miguel Conesa)

Como flor para este día pensaré con alegría en el cielo, sin miedo ni
temor a la muerte, quizá repentina, pues sé que un día estaré allí con
María.

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Día 29: LA CORONACIÓN DE MARÍA

“Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la
luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
(Ap 12,1)

El Catecismo de la Iglesia Católica


dice al respecto: “finalmente, la
Virgen inmaculada, preservada libre
de toda mancha de pecado original,
terminado el curso de su vida en la
tierra, fue llevada a la gloria del cielo
y elevada al trono por el Señor como
Reina del universo, para ser
conformada más plenamente a su
Hijo, Señor de los Señores y vencedor
del pecado y de la muerte” (CIC,
966).

María Inmaculada fue coronada Reina


de cielos y tierra, terminado el curso
de su vida en la tierra, tras su
asunción a los cielos. ¡Qué
inimaginable gloria la de María en el
cielo! ¿Acaso no debemos de
suplicarle a esta Reina nuestra, que
interceda como Reina y Señora de
nuestros corazones ante Cristo en “La Coronación de la Virgen” de Rafael Roses

cualquier adversidad, en las alegrías y las tristezas? De la misma


forma que es más agradable a un Rey que le presente un regalo su
Reina que un siervo, así pues, será más agradable a Dios que
pidamos cualquier gracia, o presentemos cualquier ofrenda por

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medio de María, para que seamos escuchados con más agrado por
nuestro Señor.

Santa María Reina, ahora que ha sido coronada, intercede por


nosotros como la mejor de las madres por cada uno de sus hijos. Por
ello, acudamos a Ella en toda tentación, como decía san Bernardo:
“Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo
de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a
María! Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de
la envidia, mira a la estrella, ¡invoca a María! Si la cólera, la
avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de
tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: ¡invoca a María! Si
ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la
severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la
desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre
de Dios. En medio de tus peligros, de tus angustias, de tus dudas,
piensa en María, ¡invoca a María!”

“María tú eres mi amor, tú eres mi alegría, Tú eres la estrella de mi


vida ¡Protégeme! ¡Confío en ti!” (D. Miguel Conesa)

Rezar el Rosario a la Virgen será la flor de hoy, dándole gracias por


todo lo que me da cada día.

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Día 30: MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

“Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el


Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. (Lc 1,
48-50)

La Virgen María, una vez asunta


en cuerpo y alma al cielo, no se
ha desentendido de nosotros, sus
hijos. Continuamente vela desde
el cielo suplicando a Cristo por
nuestra salvación, por ello la
Iglesia tradicionalmente ha
llamado a María la
“omnipotencia suplicante”.
María, ante el trono de Dios,
intercede por todos los cristianos,
valiéndose del poder que Dios
mismo le ha otorgado al haberla
constituido como Madre suya.
Ella se sitúa en el cielo
únicamente solo por debajo de su
Hijo, Jesucristo, por eso alcanza
“María, la desata nudos”
a los hombres todos los medios
necesarios para su salvación, siempre y cuando se dispongan a
pedirla y no coloquen obstáculos a la gracia.

En el momento del sacrificio de Cristo en la Cruz, Cristo mediador


entre Dios y los hombres nos reconcilia con el Padre, en ese mismo
momento Él hace de su Madre la nuestra cuando en la persona del
discípulo amado nos confió a su protección. Su maternidad la ejerce
64
a través de la intercesión, la gracia, la súplica, el perdón, la
reconciliación y la paz. En palabras del Santo Cura de Ars: “Es
voluntad de Dios que todas las gracias lleguen a la humanidad por
causa de los méritos de Jesucristo desde entonces y hasta el fin de
los tiempos, y que estas nos sean dadas por mano y mediación de
María. El Corazón de esta buena Madre no sólo consiste en amor y
misericordia. Su único deseo es nuestra felicidad. Uno sólo tiene que
volverse hacia ella para que le escuche.”

“¿Qué hace María en el Cielo?, ¿acaso María ha subido al Cielo y


ya feliz eternamente se puede desentender de sus hijos? ¡De ninguna
manera! La Virgen estará intranquila hasta el fin del mundo, porque
María vive siempre atenta a las necesidades de sus hijos, como
buena madre, nada le duele tanto a la Virgen como el que sus hijos
se separen de Dios y se puedan condenar. Por eso la Virgen en sus
distintas apariciones, tanto en Fátima como en Lourdes, pide
oración y penitencia para que no se pierda ninguno de sus hijos. Por
eso María vive atenta desde el Cielo a las necesidades de cada uno
de nosotros.” (D. Miguel Conesa)

La flor que pongo hoy a los pies de mi Madre es hacer una oración
por todas las personas que me piden que rece por ellas y por todos
los necesitados, encomendándoselo todo a la Virgen.

65
Día 31: EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

“Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2, 51)

El corazón, en la Biblia, se refiere


a lo más profundo de la persona,
de donde emanan todos sus
pensamientos, palabras y obras.
¿Qué emana del Corazón de
María? Fe, obediencia, ternura,
disponibilidad, espíritu de
servicio, fortaleza, humildad,
sencillez, agradecimiento, y toda
una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la


encontramos en las palabras de
Jesús: “donde está tu tesoro allí
estará tu corazón” (Mt 6,21). El
tesoro de María es su Hijo, y en “Corazón Inmaculada de María”

Él tiene puesto todo su Corazón; los pensamientos, palabras y obras


de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al
Señor.

Pidamos al Señor luz, con la que Él penetre en nuestro interior y con


esa luz divina tratemos de mirar al Corazón de su Madre y después a
nuestro propio corazón y al ver la diferencia, ¡avergoncémonos! y
pidámosle la gracia para imitarla, para parecernos a Ella, para tener
así un corazón en todo semejante al suyo.

“Yo quisiera proponerte como ideal, como modelo, como proyecto el


Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen. ¿Te imaginas tener un
corazón con los mismos sentimientos, con las mismas disposiciones
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que el Corazón de la Madre celeste? Adentrémonos en ese Corazón
al que Cristo nos confió al pie de la Cruz, donde María nos acogió
por Madre, Corazón que se dilató como las aguas del océano
porque tenía que convertirse en Madre de los creyentes; Corazón
inflamado por el fuego de Pentecostés.

Nos consuelan las palabras de la Virgen en Fátima a los


pastorcitos: “No temáis, mi corazón Inmaculado será vuestro
refugio y el camino que os conducirá a Dios. “Pidamos esta gracia
para los que compartimos un mismo ideal de santidad. Que la Toda
Pura nos lo conceda.” (D. Miguel Conesa)

Piensa en una virtud que te cueste adquirir o que tengas descuidada y


trabájala durante este año aprendiendo de la Virgen. Con esta flor
terminamos el mes de mayo, el mes de María.

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BREVE BIOGRAFÍA DE D. MIGUEL CONESA ANDÚGAR
Sacerdote diocesano de Cartagena. 1978-2014.
Decía la carmelita descalza Santa María de Jesús
Crucificado: “si hubiera un solo sacerdote completamente olvidado
de sí mismo, que solo buscase la gloria de Dios, ese sacerdote haría
prodigios.” Con esta frase podríamos resumir lo que ha supuesto
para la Iglesia y para el mundo el don de la vocación de Miguel
Conesa Andúgar, sacerdote de la Diócesis de Cartagena fallecido el
9 de noviembre de 2014. De él podemos destacar su gran amor por el
Corazón de Jesús presente en el Santísimo Sacramento, su ardiente y
apasionada devoción mariana, su amor y obediencia a la Iglesia y su
gran celo por la salvación de las almas. Todo esto se traducía en una
vida de pura entrega sacerdotal desgastándose y amando hasta el
extremo a ejemplo de Nuestro Señor. Poco antes de su muerte
comentaba: “No puedo ni quiero vivir de otra manera, el Corazón de
Jesús arde en el Sagrario y el mundo está ardiendo en el pecado, ¿y
yo me puedo dormir en los laureles? Si no me entrego cuántos no se
salvarán, que la Virgen acepte esta pobre ofrenda.”
Don Miguel, nació el 15 de abril de 1978 en Espinardo
(Murcia). El 11 de junio de aquel mismo año, sus padres Salvador y
Aurora, le llevaron a bautizar a la Parroquia de San Pedro Apóstol de
su pueblo natal. De pequeño ingresó en el colegio de las Hijas de la
Caridad de Espinardo. Contaba que una de ellas mientras estaban
dando clase entraba para llevárselo a la Capilla a visitar a la Virgen
de la Medalla Milagrosa. En este periodo comenzó a fraguarse en el
corazón de aquel niño el amor a la Santísima Virgen María, a la que
graciosamente llamaba “la niña de sus ojos”, devoción que es uno de
los principales rasgos distintivos de su espiritualidad que durante su
sacerdocio procuró inculcar a todas las almas confiadas a su cuidado.
En su Parroquia de Espinardo, comenzó desde muy niño a ser
monaguillo y servir el Altar durante la celebración de la Santa Misa.
“Desde que tenía uso de razón tenía el deseo de ser sacerdote”, decía
siempre que contaba el testimonio de su vocación. En el patio de su
casa jugaba a decir misa, con una túnica blanca y una sábana azul
que le rompió a su abuela para hacerse una casulla del color de la
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Inmaculada. Su fe infantil fue madurando en el colegio de los Padres
Salesianos de Cabezo de Torres, principalmente gracias al Padre
José Miguel, al que consideraba como su primer director espiritual.
Junto a él pasaba todos los recreos en la capilla en compañía de Jesús
Sacramentado, por lo que incluso fue reprendido por alguno de los
profesores. Esta etapa fue decisiva para su fe, conoció la vida del
aventajado alumno de Don Bosco, Santo Domingo Savio, del que
tomó su lema: “Antes morir que pecar.” Quedó muy impresionado
por su ejemplo y en una ocasión escribió, detrás de una estampa
suya: “Domingo Savio seré como tú.” Así comenzó en su alma a
forjarse el ideal de su vida: alcanzar la santidad e inculcar este deseo
en todas las almas. A ejemplo de San Juan Bosco, una vez ordenado
sacerdote, durante la consagración pedía al Señor aquello de: “Da
mihi animas coetera tolle”, (dame almas llévate lo demás).
En 1996, a la edad de 19 años, entró D. Miguel en el
Seminario Mayor San Fulgencio de Murcia. En ese mismo año
conoció al que fue su director espiritual por excelencia, Don Dámaso
Eslava Alarcón, que falleció en 2003. Este venerable sacerdote, que
había sido director espiritual del Seminario durante muchos años,
marcó profundamente su vocación, siendo para él un padre y maestro
espiritual al que se refería con mucha frecuencia. De su mano
conoció la espiritualidad sacerdotal de San Juan de Ávila, patrono
del clero secular español, modo de vida que encarnó celosamente y
que inculcó posteriormente en tantos sacerdotes, seminaristas y fieles
laicos que se confiaron a su dirección espiritual.
Tras finalizar los estudios eclesiásticos, el 13 de julio de 2003
recibió el orden sacerdotal, tomando como lema “Para mí la vida es
Cristo.” (Flp 1,21). Celebró su primera Misa el día 16 de julio,
queriendo ofrecer las primicias de su ministerio a la Virgen del
Carmen. “¡Qué bien se está en María! Ella me ha elegido como
instrumento y actúa a través de mí. Mi sacerdocio está en tus
purísimas manos, Totus tuus. Contigo quiero salvar almas, llevarlas
a Cristo. María tú eres mi Amor, tú eres mi alegría, tú eres la Estrella
de mi sacerdocio.”
Inició su ministerio sacerdotal como coadjutor en la
Parroquia de San Miguel Arcángel de Murcia, y desde sus
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comienzos se distinguió por su celo por la salvación de las almas,
como comentaría poco antes de morir: “Si fuese preciso por un alma,
bajaría hasta el infierno para salvarla.” Durante el periodo
comprendido entre los años 2004-2006 fue párroco de tres pequeños
pueblos: La Pinilla, Las Palas y Tallante, que siempre recordaría con
muchísimo cariño. Desde el año 2006 hasta 2011 fue nombrado
coadjutor de la Parroquia de San Bartolomé-Santa María de Murcia.
Es de destacar su promoción e interés en la inauguración de la
Capilla de Adoración Perpetua de Murcia, de la que sería
Consiliario, así como su entrega en el confesionario y en la dirección
espiritual, al servicio del Párroco Don Juan Sánchez, que sería su
confesor y director espiritual. En 2011 fue destinado a la Parroquia
de Ntra. Sra. de la Esperanza de Cartagena, donde impulsó una
importante labor caritativa y pastoral, atendiendo a familias
necesitadas de su entorno. Dejó una huella imborrable en el alma de
todos aquellos que fueron sus feligreses. Siempre que paseaba por
las calles del barrio, saludaba a todo el mundo, bendecía a los niños,
escuchaba atentamente y aconsejaba, siempre con una sonrisa,
haciendo lo que él llamaba “el apostolado de la sonrisa”, porque
quería que todo el que se acercase a él pudiese conocer a Jesucristo.
Su entrega era incansable. Sus jornadas comenzaban muy
temprano con la oración larga y sosegada donde caldeaba su corazón
y sacaba fuerzas para su jornada. La Santa Misa constituía el centro
de su vida, celebrada siempre con piedad y devoción. Es de destacar
el momento de la Consagración, que vivía con profunda fe y
reverencia. Siempre que tenía un hueco libre iba a postrarse a los
pies del Sagrario donde oraba con mucho recogimiento, sin olvidar
el rezo pausado de la liturgia de las horas y del Rosario, al cual tenía
un especial cariño. El resto del día lo ocupaba en la atención a los
asuntos parroquiales, Cáritas, catequesis, el confesionario… no había
descanso. A pesar de sus numerosas responsabilidades atendía a todo
el que se lo pedía, en especial a través de la dirección espiritual. Su
capacidad de escucha era un bálsamo para las almas, su consejo
acertado era siempre un consuelo; a todos exhortaba a vivir en
santidad y radicalidad la vocación a la que cada uno había sido
llamado, llevando una vida cristiana coherente cimentada en la
70
oración. Incluso había ocasiones en las que tenía que confesar de pie
durante la hora de la siesta para evitar quedarse dormido. Podemos
decir que su vida era plenamente sacerdotal, una vida casta, célibe,
pobre, orante, humilde, obediente, penitente y siempre alegre. Es de
destacar la alegría que siempre transmitía, y a pesar de atravesar
momentos de gran cruz y sufrimiento, vivía confiado en la voluntad
de Dios, y esta era su paz y su dicha. Su entrega comenzó a dar
frutos que pudo recoger ya en vida, como el ingreso de varios
jóvenes en el Seminario movidos por su ejemplo y apoyo, la entrega
a Dios de varias jóvenes a través de la vida consagrada tanto activa
como contemplativa, o el matrimonio de varios jóvenes de los
grupos que él celosamente cuidaba y dirigía.
En junio de 2014 fue destinado como párroco a la Parroquia
de Ntra. Sra. del Rosario de Bullas, tomando posesión el 8 de
septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora. En el corto
periodo como párroco de Bullas, los feligreses pudieron empezar a
apreciar el buen olor de Cristo que desprendía D. Miguel. Falleció la
madrugada del 9 de noviembre de 2014, entregando su vida junto a
13 feligreses en un accidente de tráfico cuando venían de visitar el
sepulcro de Santa Maravillas de Jesús en el Carmelo de La
Aldehuela (Getafe). El propio Obispo de la Diócesis de Cartagena
destacó en la homilía de su funeral: “Don Miguel ha sido un joven
sacerdote de 36 años sencillo, directo, entregado, amable, atento,
servicial, sacrificado… sólo Dios sabe lo que esta criatura llevaba
por delante y el bien que estaba haciendo a tantísimas personas de
una manera callada.” El féretro abandonó
la Parroquia de su pueblo natal, abarrotada
de fieles y sacerdotes, entre aplausos y
gritos de: “¡Santo, santo!”. A su sepulcro,
en el Cementerio del Santísimo Cristo de
la Salud de Espinardo, donde espera la
resurrección de la carne, se acercan
numerosos feligreses de sus antiguas
Parroquias, sacerdotes, dirigidos, paisanos
y amigos en general para solicitar su ayuda
e implorar su intercesión.
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