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INTRODUCCIÓN
I. HIMNO:
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II. JACULATORIAS:
IV. SALVE
V. ORACIÓN FINAL:
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Día 1: LA INMACULADA CONCEPCIÓN
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Día 2: EL NACIMIENTO DE LA VIRGEN MARÍA
El nacimiento de
María, hay que
contemplarlo en el
contexto del pecado
original. En el
Génesis Dios
prometió la llegada
de una Mujer que
haría cara a la
serpiente tentadora:
“Pongo hostilidad “Nacimiento de la Virgen María” de Murillo
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Parecéis, Señora, más al alba, porque así como al alba cae el rocío
en los campos, se queda húmeda la tierra, se templa el calor y se
conservan las hierbas en su frescor, así en vos, Señora, llovió y cayó
aquel bienaventurado Rocío, que con su gracia humedece nuestras
sequedades, y hace fructificar nuestras ánimas” (San Juan de Ávila,
sermón 61).
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Día 3: LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN EN EL TEMPLO
Además, María, en este día, ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo
que puede hacer, y todo lo que es; en una palabra, se da a Él sin
reserva. ¿Tú le das a Dios un poco de tu corazón y el resto lo
reservas para el mundo y para ti mismo o se lo das del todo a Él?
Que como María digamos a Dios: “os ofrezco mi cuerpo y mi alma,
todo lo que tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy”. Y para
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consagrarnos a Dios digamos a María: “Virgen Santa, preséntame a
tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida”.
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Día 4: LOS DESPOSORIOS DE MARÍA CON SAN JOSÉ
“El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.” (Lc 1,
26-27)
Cuando la familia de
María llegó a un acuerdo
con José, se celebrarían
los esponsales, que en la
Ley mosaica tenían la
misma fuerza que el
matrimonio. Pasado algún
tiempo, el esposo debía
conducir a la novia a su
propia casa. Durante ese “Los desposorios de María con san José”
periodo de tiempo tuvo lugar la Anunciación.
María sólo sabe que el Señor ha querido desposarla con José, varón
justo. San José sólo sabe que el Señor desea que sea custodio de la
Virgen María. Nadie en su entorno conoce cuáles son los designios
de Dios sobre estos esposos, pero Dios se complace en ellos y los
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ángeles se admiran. Imitemos a San José en su vida de silencio y
humildad, en su trato familiar e íntimo con la Virgen María y Jesús.
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Día 5: LA ANUNCIACIÓN
“EL ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Jesús.” María contestó: “He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.” (Lc 1, 30. 38)
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Hoy, en María, podemos observar tres aspectos de su vida, que le
acompañaron siempre y que sobresalieron de forma extraordinaria:
la entrega, la confianza y el servicio. Entrega porque se convierte en
la esclava del Señor y toda su vida estuvo a su servicio; confianza
porque con su “hágase” dio su vida y nos trajo a la Vida; y servicio
porque tras aceptar se puso en camino para llevar la salvación y la
ayuda a todo el mundo. Y estas disposiciones las tiene también hoy
con nosotros.
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Día 6: JOSÉ ACOGE A MARÍA
“Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo
de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que
hay en ella viene del Espíritu Santo”. (Mt 1, 20)
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Finalmente el ángel del Señor llenó de fortaleza el corazón del justo
José cuando le reveló el sublime misterio de la Encarnación y su
misión como custodio del Mesías prometido. Se le pide ¡nada
menos! no separarse de Jesús ni de María.
Como San José, en las dificultades, las dudas, en los miedos, incluso
en nuestros pecados, no nos apartemos de María y de Jesús. No
olvidemos que, como nos dice el Papa Francisco, “el Señor
nos primerea, nos está esperando. Pecas, y te está esperando para
perdonarte. Él nos espera para acogernos, darnos su amor y así va
creciendo la fe”.
Madre, enséñanos a esperar, y a dejar que Dios, que nos ama sin
límites, nos lleve siempre la delantera.
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Día 7: LA VISITACIÓN
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a nosotros mismos y experimentar que “hay más alegría en dar que
en recibir”. (Hch 20,35)
Realizar una visita a alguna persona que viva sola o esté triste y
hablarle de la Virgen será la flor que hoy le presente.
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Día 8: EL CAMINO A BELÉN Y LA POSADA
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nadie quería mancharse en este sentido. ¡Pobres necios! Si supieran
quién era la que llamaba a su puerta y a quién iba a dar luz…
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Día 9: EL NACIMIENTO DEL SEÑOR EN BELÉN
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no le expresas el amor a Dios, porque no le abres el corazón. Cuando
nace un niño, toda la casa se llena de alegría, es el gran
acontecimiento esperado. ¿Qué es descubrir a Dios? Llenarse de la
inmensa alegría de su presencia, es abrazarlo y llenarse, como María,
de su amor y su felicidad.
Ser amable con todas las personas con las que hoy me encuentre es
la flor que le ofrezco a María en este día.
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Día 10: LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA
Contemplamos a la Virgen
María como Madre de Dios.
Éste es el gran privilegio de
María, el ser Madre del Hijo,
de la Palabra hecha carne que
es Dios. El título de Madre de
Dios junto a su virginidad,
constituye el fundamento de
todas las demás advocaciones
que se le pueden otorgar a
María, porque el centro en
torno al cual gira toda su vida
es precisamente el hecho de
que, permaneciendo Virgen e
Inmaculada, fuera la Madre
del Hijo unigénito del Padre. “La Virgen María con el niño Jesús”
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También nosotros podemos convertirnos en luz para nuestros
contemporáneos al acoger, a ejemplo de María, a Cristo en nuestra
vida. Cuando vivimos tan unidos a Dios que todo nuestro ser emana
la fragancia de Cristo, es cuando, aún sin percatarnos, nos
convertimos en luz para los demás. Y esto es posible para todos
nosotros, para el niño, el joven, el adulto, el enfermo o anciano, cada
uno desde su condición y desde la vocación a la que ha sido llamado.
Todos, si permanecemos en el amor de Dios, y deseamos
intensamente acoger con fidelidad su palabra y su voluntad, a pesar
de nuestra fragilidad nos convertiremos en discípulos de Cristo, en
testigos suyos ante el mundo, tan necesitado de ejemplos auténticos
de entrega, fe, amor… que son los que hacen presente a Dios. Y así
engendraremos en el Espíritu nuevos hijos de Dios e hijos de María.
Esto es posible cuando Dios es lo primero en nuestra vida, cuando
vivimos según nos decía el Santo Cura de Ars: “todo por Dios, todo
con Dios, todo por satisfacer a Dios. ¡Oh qué bello es vivir así!
Unámonos al Señor en todo por medio de la Virgen, cuidemos
nuestro trato con Él, en los sacramentos, en la oración perseverante e
íntima, en ofrecerle todos nuestros trabajos y circunstancias. Así Él
nos irá transformando en imagen suya que transmita al mundo, como
María, la paz y la luz que proceden de Dios.
"La mirada de María es una mirada de fe. Ella sabe que todo
acontecimiento es mensajero de la Voluntad de Dios, permitidos y
guiados por su amor providente. Por eso nunca oímos en el
Evangelio una queja de María. Su mirada sobrenatural ayuda a
prolongar el "Fiat" de la Anunciación en cada momento de su vida
peregrina" (D. Miguel Conesa)
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Día 11: LA VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA
La flor de hoy será poner los medios necesarios en mi vida para estar
siempre en gracia de Dios, no dando lugar a que el demonio pueda
entrar en ella.
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Día 12: LA ADORACIÓN AL NIÑO
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fe y abrir los ojos a aquello que Dios nos pone en nuestro camino
para santificarnos, convertirnos y vivir en la verdad y en la
misericordia de Dios.
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Día 13: LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
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Jesús era el verdadero Cordero que redimiría a los hombres de sus
pecados y la Virgen, como Madre, de un modo que quizás a veces no
alcanzaría a comprender, estará unida a la misión de su Hijo.
“Sin María no hay Jesús, por Ella nos ha venido la verdadera Salud
y la verdadera Salvación, Jesucristo Nuestro Señor. Pidamos a
María que aumente nuestra fe y nos haga amar a Jesús y al hermano
como Ella lo hizo.” (D. Miguel Conesa)
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Día 14: LA HUÍDA A EGIPTO
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Día 15: EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
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todo imprevisto no esperado. Como consecuencia de esta paz, María
no exteriorizaba con la queja los imprevistos que surgieran, sino que
todo lo guardaba y lo meditaba en su interior, con la certeza de saber
que Dios todo lo hace bien. Por eso el dolor y la tristeza por perder al
Hijo pronto cambiará en alegría porque no hay felicidad como la de
estar con Jesús. ¿Y dónde estaba el Niño? Estaba en el templo. Jesús
esperaba que sus padres le buscaran allí, como también hoy espera
de nosotros que vayamos a la Iglesia, le encontremos en su Palabra,
nos alimentemos con la Eucaristía y nos unamos a Él por el amor en
el sacramento de la confesión. Si tenemos tristeza es porque nos
apartamos de Dios. Si queremos ser felices, muy felices, ya sabemos
el camino: estar con Jesús. María, como madre nuestra que es,
también nos busca y nos espera, está intranquila hasta que volvamos
a Ella y por Ella a su Hijo para que así podamos estar siempre con
los Tres: con Jesús, con María y con José.
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Día 16: EL REGRESO A NAZARET
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Como cristianos, tenemos la obligación de imitar en todo a
Jesucristo, lo que incluye imitar a Jesús como hijo de María.
Pensemos en el amor que profesaría Jesús Niño a su Madre, cómo la
trataría, con qué cuidado y atención, con cuánta ternura. Lo propio
de la devoción mariana es amar a María con el Corazón de Cristo,
hasta que podamos llegar a decir: “Ya no soy yo quien ama a María,
sino que es Cristo en mí.” Por eso pidamos a Jesús cada día: “Jesús,
quiero amar a tu Madre con tu mismo Corazón. María, Madre mía,
concédeme amarte con el Corazón de tu Hijo.”
La flor para este día será hacerlo todo lo que he de hacer poniendo
mucho amor y pensando ¿Cómo haría esto la Virgen María? Para yo
hacerlo igual que Ella.
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Día 17: MARÍA EN LAS BODAS DE CANÁ
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Día 18: EL HALAGO DE JESÚS A MARÍA
Por tanto, hay que saber fomentar el silencio interior para descubrir
la voz de Dios en los acontecimientos de la vida y en el prójimo. El
secreto está en saber escuchar. Quien hace esto, ha triunfado en la
vida. La práctica de la voluntad de Dios exige sobre todo coherencia.
Es fácil saber qué es lo que Dios quiere de nosotros o descubrir su
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voluntad, pero nos cuesta seguirla. Es por eso que nos es necesaria la
autenticidad y la fidelidad. Aprendamos de la Virgen María a acoger
la Palabra de Dios en nuestro corazón con docilidad y a llevarla a la
práctica con esmero. Así seremos verdaderamente dichosos.
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Día 19: ¿QUIÉNES SON MI MADRE Y MIS HERMANOS?
“La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus
hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que
estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis
hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi
hermana y mi madre».” (Mc 3, 32-35)
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Para lograrlo necesitamos seguir las inspiraciones del Espíritu Santo,
consultarle a Él lo que conviene hacer y a la misma vez dejarse
ayudar por el confesor. Esto supone la renuncia, el abandonarse en
Dios, para que Él disponga de nosotros como Él quiera. Es necesario
día a día cumplir su voluntad en los pequeños detalles como la
Virgen María: en el deber bien cumplido, en el servicio a los
demás… Sólo lo lograremos si Cristo es verdaderamente el centro de
nuestra vida. Que vivamos como María siempre unidos a su Hijo.
Así experimentaremos, en medio del olvido personal, una alegría
creciente, pues estaremos gozando de la amistad con Cristo. Cumplir
la voluntad de Dios es poseer ya la felicidad, porque donde se
cumple la voluntad de Dios se vive en el Cielo.
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Día 20: MARÍA SUFRE LA PASIÓN JUNTO A SU HIJO
“He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.” (Hb 10,7)
En la Pasión se realiza la
consagración de María como Madre
de la nueva humanidad. Durante toda
su Pasión Cristo contó con la
presencia de María, que
discretamente le seguía
compartiendo su ofrenda al Padre.
Parémonos a considerar el cruce de
miradas entre María y Jesús,
introduzcámonos en esta sintonía de
corazones; “he aquí que vengo para
hacer tu voluntad” dice Jesús al
Padre. “he aquí la esclava del
Señor”, pronunciaría María en el
interior de su Corazón.
“La Dolorosa” de Salzillo
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de la Inmaculada, en su ser de Inmaculada, para ser Madre del
Redentor, colaboradora con Él.” (P. Luis Mª Mendizábal, S.I.)
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Día 21: ENCUENTRO EN LA CALLE DE LA AMARGURA
“Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor
como el dolor que me atormenta”. (Lam 1,12)
“La Santísima Virgen sería uno de los pocos consuelos que Cristo
halló en su Pasión. Pensemos en la mirada de la Madre y el Hijo en
la calle de la Amargura, y al pie de la Cruz ¡Qué mirada tan
hermosa la de Cristo, humilde hasta el extremo, a su Madre, la
mujer fiel, valiente al pie de la Cruz!” (D. Miguel Conesa)
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Día 22: MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
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Día 23: JESÚS MUERTO EN LOS BRAZOS DE MARÍA
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por Ella. Acordaos, Señora, la alegría que sintió vuestro corazón
cuando el ángel os dijo que habíais de dar a luz al Hijo de Dios, que
venía a remediar el mundo perdido, que habíais de ser Madre de
Dios, quedando Virgen para que no desmaye vuestro corazón con lo
que ahora tenéis delante de vuestros ojos benditos. Alzad, Señora,
los ojos al Eterno Padre y conformaros con su voluntad, para sufrir
estas angustias y paciencia... ¡Oh, Señora! bendita seáis Vos, que
aún tenéis el sonido de las palabras de vuestro Hijo: ¡perdónalos!".
(San Juan de Ávila)
Sufre el que ama y ama el que sufre ¡y cuanto más si se trata del
amor de una madre hacia su hijo! Así experimentó la Virgen el
sufrimiento y así amó a Jesús. Por eso María nos comprende en esos
momentos de tristeza, de soledad, de abandono, de fracasos…
porque Ella ya ha pasado por ahí y así nos puede auxiliar, consolar,
animar y hacer que nuestra vida no se hunda, porque el amor es lo
que sostiene la Esperanza y la Fe. En esos momentos unámonos a
María en su dolor, acompañémosla. No tengamos miedo, acudamos
siempre, en todo momento y circunstancia a nuestra Madre, que
siempre nos dirá aquella palabra oportuna que necesitamos escuchar.
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Día 24: LA SOLEDAD DE MARÍA TRAS ENTERRAR
A SU HIJO
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Dios no defrauda a nadie, porque es el Dios del amor, el Dios del
perdón, el Dios de la Vida.
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Día 25: EL ENCUENTRO CON SU HIJO RESUCITADO
Contemplemos el encuentro de
la Madre con su Hijo
Resucitado. Pensemos que “El encuentro con su Hijo Resucitado” de Raúl Berzosa
Ella entendió el mensaje de la Pascua antes que nadie, que para tener
vida primero hay que darla, que hay que morir para dar fruto y por
eso Cristo le regaló antes que a nadie su presencia gloriosa. ¿Cómo
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habrá sido ese encuentro? Quizás hubo un abrazo cargado de amor,
de entrega infinita y de más amor aún. Imagina sus rostros. ¿María
habrá tenido lágrimas de alegría y una sonrisa iluminando su cara?
¿Jesús estaba feliz, dichoso por volver a verla? Él dejó en claro que
el Amor todo lo puede y por eso su Madre fue la primera en
encontrarse con el Resucitado, porque no se dejó llevar por el
aparente fracaso ni por la desesperanza sino que permaneció amando
y por eso renació con su Hijo y se dejó transformar.
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Día 26: MARÍA Y LOS APÓSTOLES EN PENTECOSTÉS
Pero sin duda, la mejor cucharilla para mover ese azúcar del Santo
Espíritu, es acudir a la Virgen María. Ella ha sido la primera en
llevar el Espíritu Santo dentro de sí, es templo de Dios. Cuando el
Arcángel San Gabriel le anuncia a María que va a concebir un hijo,
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Ella, aunque había sido preservada de pecado, Purísima desde su
concepción, aún no tenía el Espíritu Santo, y por eso siente dudas y
pregunta: “¿cómo será eso, puesto que no conozco a varón?” (Lc
1,34). La respuesta del ángel no se deja esperar “el Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”
(Lc 1,35). María es cubierta por la sombra del Espíritu, y el Verbo se
encarnó en su seno virginal. Al venir pues el Espíritu Santo sobre
Ella, su vida cambió, y ya la respuesta a Dios a lo largo de toda su
vida no pudo ser otra que su: “he aquí la esclava del Señor; hágase
en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), no sólo en el momento de la
Encarnación, sino siempre, hasta la Cruz donde permaneció fiel
junto a su Hijo Redentor.
Necesitamos ese Espíritu Divino que nos haga decir cada día con
ilusión, como María, Sí a Dios. Sólo si nos ponemos a la sombra del
manto de quien ha sido cubierta con la fuerza del Espíritu del
Altísimo, podremos dejar hueco en nuestro corazón para que el
Espíritu Santo sea nuestro consolador, nuestra esperanza y nuestra
fortaleza.
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Día 27: MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA
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Día 28: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN AL CIELO
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La Iglesia pide a Dios, al mismo que ha elevado en cuerpo y alma a
los cielos a la Inmaculada Virgen María, Madre de su Hijo, que nos
conceda, aspirando siempre a las realidades divinas, poder llegar a
participar con María de su misma gloria en el cielo. María toda su
vida estuvo contemplando el cielo, es la Madre de Dios y Madre de
toda la Iglesia, entregada por Cristo en la Cruz a todos los hombres.
Ella es elevada al cielo, como primicia y modelo de la Iglesia.
Como flor para este día pensaré con alegría en el cielo, sin miedo ni
temor a la muerte, quizá repentina, pues sé que un día estaré allí con
María.
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Día 29: LA CORONACIÓN DE MARÍA
“Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la
luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
(Ap 12,1)
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medio de María, para que seamos escuchados con más agrado por
nuestro Señor.
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Día 30: MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS
La flor que pongo hoy a los pies de mi Madre es hacer una oración
por todas las personas que me piden que rece por ellas y por todos
los necesitados, encomendándoselo todo a la Virgen.
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Día 31: EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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BREVE BIOGRAFÍA DE D. MIGUEL CONESA ANDÚGAR
Sacerdote diocesano de Cartagena. 1978-2014.
Decía la carmelita descalza Santa María de Jesús
Crucificado: “si hubiera un solo sacerdote completamente olvidado
de sí mismo, que solo buscase la gloria de Dios, ese sacerdote haría
prodigios.” Con esta frase podríamos resumir lo que ha supuesto
para la Iglesia y para el mundo el don de la vocación de Miguel
Conesa Andúgar, sacerdote de la Diócesis de Cartagena fallecido el
9 de noviembre de 2014. De él podemos destacar su gran amor por el
Corazón de Jesús presente en el Santísimo Sacramento, su ardiente y
apasionada devoción mariana, su amor y obediencia a la Iglesia y su
gran celo por la salvación de las almas. Todo esto se traducía en una
vida de pura entrega sacerdotal desgastándose y amando hasta el
extremo a ejemplo de Nuestro Señor. Poco antes de su muerte
comentaba: “No puedo ni quiero vivir de otra manera, el Corazón de
Jesús arde en el Sagrario y el mundo está ardiendo en el pecado, ¿y
yo me puedo dormir en los laureles? Si no me entrego cuántos no se
salvarán, que la Virgen acepte esta pobre ofrenda.”
Don Miguel, nació el 15 de abril de 1978 en Espinardo
(Murcia). El 11 de junio de aquel mismo año, sus padres Salvador y
Aurora, le llevaron a bautizar a la Parroquia de San Pedro Apóstol de
su pueblo natal. De pequeño ingresó en el colegio de las Hijas de la
Caridad de Espinardo. Contaba que una de ellas mientras estaban
dando clase entraba para llevárselo a la Capilla a visitar a la Virgen
de la Medalla Milagrosa. En este periodo comenzó a fraguarse en el
corazón de aquel niño el amor a la Santísima Virgen María, a la que
graciosamente llamaba “la niña de sus ojos”, devoción que es uno de
los principales rasgos distintivos de su espiritualidad que durante su
sacerdocio procuró inculcar a todas las almas confiadas a su cuidado.
En su Parroquia de Espinardo, comenzó desde muy niño a ser
monaguillo y servir el Altar durante la celebración de la Santa Misa.
“Desde que tenía uso de razón tenía el deseo de ser sacerdote”, decía
siempre que contaba el testimonio de su vocación. En el patio de su
casa jugaba a decir misa, con una túnica blanca y una sábana azul
que le rompió a su abuela para hacerse una casulla del color de la
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Inmaculada. Su fe infantil fue madurando en el colegio de los Padres
Salesianos de Cabezo de Torres, principalmente gracias al Padre
José Miguel, al que consideraba como su primer director espiritual.
Junto a él pasaba todos los recreos en la capilla en compañía de Jesús
Sacramentado, por lo que incluso fue reprendido por alguno de los
profesores. Esta etapa fue decisiva para su fe, conoció la vida del
aventajado alumno de Don Bosco, Santo Domingo Savio, del que
tomó su lema: “Antes morir que pecar.” Quedó muy impresionado
por su ejemplo y en una ocasión escribió, detrás de una estampa
suya: “Domingo Savio seré como tú.” Así comenzó en su alma a
forjarse el ideal de su vida: alcanzar la santidad e inculcar este deseo
en todas las almas. A ejemplo de San Juan Bosco, una vez ordenado
sacerdote, durante la consagración pedía al Señor aquello de: “Da
mihi animas coetera tolle”, (dame almas llévate lo demás).
En 1996, a la edad de 19 años, entró D. Miguel en el
Seminario Mayor San Fulgencio de Murcia. En ese mismo año
conoció al que fue su director espiritual por excelencia, Don Dámaso
Eslava Alarcón, que falleció en 2003. Este venerable sacerdote, que
había sido director espiritual del Seminario durante muchos años,
marcó profundamente su vocación, siendo para él un padre y maestro
espiritual al que se refería con mucha frecuencia. De su mano
conoció la espiritualidad sacerdotal de San Juan de Ávila, patrono
del clero secular español, modo de vida que encarnó celosamente y
que inculcó posteriormente en tantos sacerdotes, seminaristas y fieles
laicos que se confiaron a su dirección espiritual.
Tras finalizar los estudios eclesiásticos, el 13 de julio de 2003
recibió el orden sacerdotal, tomando como lema “Para mí la vida es
Cristo.” (Flp 1,21). Celebró su primera Misa el día 16 de julio,
queriendo ofrecer las primicias de su ministerio a la Virgen del
Carmen. “¡Qué bien se está en María! Ella me ha elegido como
instrumento y actúa a través de mí. Mi sacerdocio está en tus
purísimas manos, Totus tuus. Contigo quiero salvar almas, llevarlas
a Cristo. María tú eres mi Amor, tú eres mi alegría, tú eres la Estrella
de mi sacerdocio.”
Inició su ministerio sacerdotal como coadjutor en la
Parroquia de San Miguel Arcángel de Murcia, y desde sus
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comienzos se distinguió por su celo por la salvación de las almas,
como comentaría poco antes de morir: “Si fuese preciso por un alma,
bajaría hasta el infierno para salvarla.” Durante el periodo
comprendido entre los años 2004-2006 fue párroco de tres pequeños
pueblos: La Pinilla, Las Palas y Tallante, que siempre recordaría con
muchísimo cariño. Desde el año 2006 hasta 2011 fue nombrado
coadjutor de la Parroquia de San Bartolomé-Santa María de Murcia.
Es de destacar su promoción e interés en la inauguración de la
Capilla de Adoración Perpetua de Murcia, de la que sería
Consiliario, así como su entrega en el confesionario y en la dirección
espiritual, al servicio del Párroco Don Juan Sánchez, que sería su
confesor y director espiritual. En 2011 fue destinado a la Parroquia
de Ntra. Sra. de la Esperanza de Cartagena, donde impulsó una
importante labor caritativa y pastoral, atendiendo a familias
necesitadas de su entorno. Dejó una huella imborrable en el alma de
todos aquellos que fueron sus feligreses. Siempre que paseaba por
las calles del barrio, saludaba a todo el mundo, bendecía a los niños,
escuchaba atentamente y aconsejaba, siempre con una sonrisa,
haciendo lo que él llamaba “el apostolado de la sonrisa”, porque
quería que todo el que se acercase a él pudiese conocer a Jesucristo.
Su entrega era incansable. Sus jornadas comenzaban muy
temprano con la oración larga y sosegada donde caldeaba su corazón
y sacaba fuerzas para su jornada. La Santa Misa constituía el centro
de su vida, celebrada siempre con piedad y devoción. Es de destacar
el momento de la Consagración, que vivía con profunda fe y
reverencia. Siempre que tenía un hueco libre iba a postrarse a los
pies del Sagrario donde oraba con mucho recogimiento, sin olvidar
el rezo pausado de la liturgia de las horas y del Rosario, al cual tenía
un especial cariño. El resto del día lo ocupaba en la atención a los
asuntos parroquiales, Cáritas, catequesis, el confesionario… no había
descanso. A pesar de sus numerosas responsabilidades atendía a todo
el que se lo pedía, en especial a través de la dirección espiritual. Su
capacidad de escucha era un bálsamo para las almas, su consejo
acertado era siempre un consuelo; a todos exhortaba a vivir en
santidad y radicalidad la vocación a la que cada uno había sido
llamado, llevando una vida cristiana coherente cimentada en la
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oración. Incluso había ocasiones en las que tenía que confesar de pie
durante la hora de la siesta para evitar quedarse dormido. Podemos
decir que su vida era plenamente sacerdotal, una vida casta, célibe,
pobre, orante, humilde, obediente, penitente y siempre alegre. Es de
destacar la alegría que siempre transmitía, y a pesar de atravesar
momentos de gran cruz y sufrimiento, vivía confiado en la voluntad
de Dios, y esta era su paz y su dicha. Su entrega comenzó a dar
frutos que pudo recoger ya en vida, como el ingreso de varios
jóvenes en el Seminario movidos por su ejemplo y apoyo, la entrega
a Dios de varias jóvenes a través de la vida consagrada tanto activa
como contemplativa, o el matrimonio de varios jóvenes de los
grupos que él celosamente cuidaba y dirigía.
En junio de 2014 fue destinado como párroco a la Parroquia
de Ntra. Sra. del Rosario de Bullas, tomando posesión el 8 de
septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora. En el corto
periodo como párroco de Bullas, los feligreses pudieron empezar a
apreciar el buen olor de Cristo que desprendía D. Miguel. Falleció la
madrugada del 9 de noviembre de 2014, entregando su vida junto a
13 feligreses en un accidente de tráfico cuando venían de visitar el
sepulcro de Santa Maravillas de Jesús en el Carmelo de La
Aldehuela (Getafe). El propio Obispo de la Diócesis de Cartagena
destacó en la homilía de su funeral: “Don Miguel ha sido un joven
sacerdote de 36 años sencillo, directo, entregado, amable, atento,
servicial, sacrificado… sólo Dios sabe lo que esta criatura llevaba
por delante y el bien que estaba haciendo a tantísimas personas de
una manera callada.” El féretro abandonó
la Parroquia de su pueblo natal, abarrotada
de fieles y sacerdotes, entre aplausos y
gritos de: “¡Santo, santo!”. A su sepulcro,
en el Cementerio del Santísimo Cristo de
la Salud de Espinardo, donde espera la
resurrección de la carne, se acercan
numerosos feligreses de sus antiguas
Parroquias, sacerdotes, dirigidos, paisanos
y amigos en general para solicitar su ayuda
e implorar su intercesión.
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