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INTRODUCCIÓN AL TALLER LA EVANGELIZACIÓN EN LA CALLE


(Artículo publicado en la revista Nuevo Pentecostés, nº 150, enero/febrero de 2014)

Evangelizar en la calle es una gracia que el Señor nos ha regalado. Estamos


viviéndola desde hace casi cinco años y queremos compartirla con vosotros durante
los próximos números.

Kerygma es un grupo de evangelización de primer anuncio de la diócesis de


Alcalá de Henares. Surge, como un fruto de la Renovación Carismática, un Sábado
Santo en la celebración de una Pascua de jóvenes de Zona Centro en Sigüenza, en
2009.

Es providencial que un Sábado Santo- el día en que Jesucristo desciende a los


infiernos para rescatarnos y abrirnos las puertas del Cielo-tenga lugar esta llamada,
con un entendimiento muy fuerte en el corazón de que Dios deseaba que saliésemos a
las calles a evangelizar. También nosotros somos invitados a “rescatar” a muchas
personas y llevarlas a Jesucristo.

Desde entonces, la misión está siendo un regalo para nuestra vida. Vemos que
es algo que el Señor desea, pues quiere que todos los hombres se salven y le
conozcan de corazón. Él ha venido a prender fuego en el mundo y, ¡cómo quisiera que
ya estuviera ardiendo! (cf. Lc 12, 49), y cuenta con nosotros para que se haga
realidad.

El taller es una propuesta muy sencilla de evangelización que puede hacerse


adaptándolo a cada circunstancia: las vigilias de evangelización. Se trata de un modo
que el Espíritu Santo está suscitando por toda la Iglesia, que a Dios le agrada mucho y
que está bendiciendo.

¿En qué consiste? Se elige un día para realizar la Vigilia de evangelización,


que puede ser entre semana, el mismo día del grupo de oración u otro. Nosotros
solemos hacerlo el viernes o el sábado, porque la gente está más libre de ocupaciones
y, quizás, más tranquila y dispuesta a escuchar. También salimos a evangelizar el
sábado por la mañana, pero realmente, cualquier momento es bueno para anunciar el
amor de Dios y toda persona es digna de ser evangelizada.

Se ambienta la Iglesia de un modo hermoso, porque la belleza acerca a Dios,


como ya explicaremos. Todo gira en torno a la Eucaristía: con Jesucristo expuesto en
la custodia, vamos siendo enviados de dos en dos a las calles. Se anuncia el amor de
Dios a las personas con las que nos encontramos y se les invita a entrar en la iglesia,
acercándose a Jesús, llevando una vela, escribiendo una intención, cogiendo una
frase de la Escritura de una cesta colocada a los pies del altar… Oramos con ellos, les
explicamos que creemos que Dios está allí, intercedemos por ellos…El Señor nos
envía, va siempre con nosotros, y a Él volvemos, con las almas que nos hemos
encontrado.

Como decíamos, este modo de evangelizar, tan sencillo y pobre, lo está


bendiciendo mucho el Señor. Nosotros tenemos experiencia de personas que se han
acercado a pedir el Bautismo, a confesarse, que han experimentado el amor del
Señor…porque están muy necesitados de Dios y, si nadie se lo anuncia, ¿cómo van a
creer? (cf. Rm 10, 14 ss.).

La Iglesia, que es Madre, nos está llamando a la Nueva Evangelización. El


Beato Juan Pablo II iluminó de un modo maravilloso y profético la verdad sobre la
misión en la Iglesia:

“He repetido muchas veces en estos años la “llamada” a la nueva evangelización. La


reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los
orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de
Pentecostés” (Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte, 40).

Una mirada a la Iglesia de los orígenes, por tanto, nos da la clave para
entender la misión: redescubrir, comprender, asimilar y vivir la vida en el Espíritu Santo
de los primeros cristianos, con ese fuego, ese ardor en el corazón que mueve a
llenarse del amor de Dios y desbordarlo, porque nos va la vida en que los hombres
sean de Dios. Se vive, pues, misioneramente, mendigando el Espíritu Santo, creyendo
en su presencia y actuación salvadoras aquí y ahora: Sólo Dios salva, pero quiere
servirse de nosotros, que somos sus testigos. Nosotros nada podemos, pero Él desea
expresarse, manifestarse en nosotros: “Te he puesto como la luz de los gentiles, para
que tú seas la salvación hasta el fin de la tierra” (Hch 13, 47). Y esto es así porque,
desde el Bautismo, somos Cristo, partícipes de su misión. Por tanto, no se trata tanto
de ver, en la Nueva Evangelización, qué cosas podemos hacer (que habrá que
hacerlas), cuanto de vivir la misión como lo hicieron los primeros cristianos.

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María y de todos los santos,


esta gracia para ser instrumentos dóciles en sus manos y renovar su Iglesia.

En los próximos talleres indicaremos cómo preparar previamente una misión,


cómo ambientar la iglesia, los materiales que pueden ayudar, cómo evangelizar en la
calle, cómo hablar de Dios en diferentes situaciones, otros ámbitos de evangelización,
el testimonio, qué actitudes interiores debemos procurar y pedir, cómo vivir la misión,
cómo acoger a la gente…Cosas muy prácticas. En el siguiente número expondremos
la ambientación de la iglesia y los materiales.

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