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HOMILÍA DEL OBISPO DE LEÓN

Nuestra Señora de El Trono, Patrona de Nicaragua

CON MOTIVO
DE LA EUCARISTÍA CELEBRADA
EN EL SANTUARIO NACIONAL BASÍLICA DE
LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

En la Lavada de la Plata,
en las celebraciones con motivo del 450º Aniversario de la
venida de esta venerada imagen de la Virgen María a
Nicaragua
El Viejo, Chinandega, 6 de diciembre de 2012

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HOMILÍA DEL OBISPO DE LEÓN
EN EL VIEJO, CHINANDEGA
EL 06 DE DICIEMBRE 2012

Queridos hermanos y hermanas: mientras el tiempo de Adviento


nos hace un fuerte llamado a velar en oración para disponernos a
vivir en la próxima Navidad una especial experiencia de unión
con Jesucristo, nuestro Redentor, el "año de la fe" proclamado
por el Papa Benedicto XVI, nos da la ocasión de agradecer a
Dios el regalo que hace casi quinientos años hizo a Nicaragua al
llamarla a formar parte de la Iglesia Católica. Este don divino
de la fe, garantía de la presencia y de la acción del Espíritu
Santo, ha signado a Nicaragua como país cristiano amante de
Jesús Sacramentado y devoto de la Purísima Virgen María.

Nuestra presencia aquí, en esta casa en la que la Virgen


Inmaculada tiene su trono como Reina y Patrona de nuestra
Patria, quiere ser una Acción de Gracias a nuestro Buen Padre
Dios, por mediación de Jesucristo su Hijo, bajo la acción
santificadora del Espíritu de Amor en presencia de la Madre de
Dios y Madre nuestra misericordiosa, por tanto amor derramado
sobre nuestra nación, amor que, a pesar de nuestros pecados,
aún nos sigue concediendo.

Señora y Madre nuestra: queremos venerar tu Santa Imagen que


nos ayuda a acrecentar nuestra confianza filial y te pedimos, que
nos permitas sumar nuestro amor al de todas las generaciones
que te han bendecido a través de la historia en cumplimiento de
tu profecía: “Me llamaran Bienaventurada todas las
generaciones". Queremos ofrecerte este homenaje de los
hombres y mujeres de Nicaragua que hoy estamos contentos de
que hace 450 años pusieras tu Trono en este lugar para reinar
sobre todos los hombres y mujeres nicaragüenses.

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Señor Jesucristo: ¡Qué dicha la nuestra de ser tan amados por ti
que no sólo nos haces estar en tu Casa junto a la Virgen, sino
que nos has colocado bajo el manto de tu Santísima Madre y
Protectora nuestra!.

Juntemos, dice el Santo Cura de Ars, en un solo amor, el amor


que todas la madres tienen a sus hijos; ciertamente que ese sería
un amor inconmensurable y sin embargo, ese amor inmenso
sería como un trozo de hielo en comparación del amor que la
Virgen nos tiene a cada uno de nosotros.

La razón de todo esto es por una parte la unión existente entre


Cristo y su Madre, entre el Nuevo Adán y la nueva Eva, que
coloca a la Virgen en la cumbre de la santidad solamente detrás
de su Hijo, y por otra parte el oficio o ministerio que por
voluntad divina se le ha dado a la Virgen de ser Abogada y
Medianera maternal y Corredentora nuestra cerca de Jesús y en
perfecta obediencia al Redentor y esto hace que ella sea la
creatura más cercana a Él y la más cercana a nosotros
pecadores.

I.- LA NUEVA EVA

Bien podemos decir hoy: ¡Bendito sea Dios, Padre de Nuestro


Señor Jesucristo que nos eligió antes de la creación del mundo
por Cristo para hacernos santos!. A la luz de esta verdad
impresionante el apóstol San Pablo nos ayuda a reflexionar en el
acontecimiento que nos ha proclamado el Libro del Génesis, es
decir, en el momento en el que el cataclismo del pecado
cometido por Adán y Eva, ensucia el Plan de Dios de hacer
felices a los seres humanos creados a su imagen y semejanza.
El anuncio divino del Redentor y de la Mujer que le dará a luz y
la promesa de la victoria sobre el demonio que obtendría el
Nuevo Adán que nacería de Mujer en la plenitud de los tiempos,
enciende un rayo de esperanza que brilla en la oscuridad por la
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que transitará el género humano hasta que dé a luz la Doncella,
la Mujer Virgen, que será signo de que ha llegado la hora en que
se realizara la liberación del hombre y de la mujer. Si por un
hombre -Adán- vino la muerte, por otro Hombre -Cristo- viene
la vida; y si una mujer colaboró en la ruina –Eva- otra Mujer -
María- colaborará en la Salvación dándonos al Salvador.

Esto que he dicho lo enseñan los Santos Padres de la Iglesia


Justino, Efrén, Agustín, Jerónimo, etc., comentando esta página
del Antiguo Testamento. Resumiendo esta Doctrina, afirma el
Concilio Vaticano II, que la Nueva Eva (que es la Virgen María)
"no fue un instrumento pasivo en las manos de Dios, sino que
colaboró con Cristo a la salvación humana por la libre fe y
obediencia al Plan de Dios. Podemos decir pues, que la muerte
-el pecado- "vino por Eva, y la Vida –Jesús- vino por María
Santísima" (LG. 5 6).

Si la Virgen María fue predestinada por Dios para una misión


tan especial como es la cooperación para la salvación del género
humano, hay que decir que a Ella en primer lugar, le valieron
los méritos infinitos de su Hijo para preservarla de todo pecado.
De ese modo La Inmaculada fue colaboradora en la obra de la
liberación del mundo.

La Virgen, limpia de culpa y llena de gracia, ejerce su


maternidad sobre todos los redimidos por Cristo uniendo sus
méritos a los méritos infinitos de Cristo; méritos de la Madre
que el Hijo graciosamente acepta no porque sean incompletos
los suyos, sino para darle a la redención de los hombres y
mujeres la Salvación con rostro y ternura maternos, es decir: con
la calidez y poder intercesor de su propia Madre. Pensemos,
hermanos y hermanas, que si a la Santísima Virgen se le dio
junto al don de la Maternidad Divina la capacidad de amar
dignamente al Verbo Encarnado en Ella, se le dio también la
capacidad de amar a todos los que fuimos redimidos por Cristo,
a quienes siendo discípulos quiso Jesús tener como hermanos, a
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quienes -para que nadie pudiera dudarlo- dijo: “Ahí tienes a tu
Madre".

II.- LA LLENA DE GRACIA

El Evangelio de San Lucas que se nos ha proclamado y que nos


da a conocer la Anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen
María, es una Palabra verdaderamente deslumbradora si la
oímos con oídos de discípulos fieles. Esta palabra es de Dios,
toda dulzura y amor. Nuestra fe se enciende ante esta narración
que nos conduce a cerrar nuestros ojos y a ver precisamente con
ojos de la fe a la Virgen desde el lado de Dios que se dirige a
Ella por medio de su enviado.

Dios la ve totalmente bella, como un espejo sin mancha que


refleja su propia santidad, completamente pura y, por lo tanto,
agradabilísima a su mirada divina, humildísima hasta identificar
la libertad y voluntad de Ella con Su Voluntad Santísima;
pequeña y sencilla hasta desaparecer en el Fuego del Espíritu
Santo que la envuelve de tal manera que sería más fácil separar
la luz del sol que a la Virgen de Dios. Todo esto y más ve el
Ángel, que, ante tan gran santidad de la Virgen de Nazaret, le
dice: "alégrate llena de gracia. El Señor está contigo".

Para ustedes y para mí contemplar largamente a la Madre de


Dios de esa manera nos haría tener una experiencia con sabor a
cielo. Pero, es bueno y útil que también veamos a la Virgen en
estos momentos, con nuestros ojos de carne y desde este valle
de lágrimas.

En la Virgen todo es tan especial que, mirándola en toda su


grandeza y purísima belleza, no nos sentimos cohibidos o
atemorizados en su presencia. Toda su realeza es en beneficio
de nosotros sus hijos, toda su belleza no nos humilla cuando nos

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postramos ante Ella, ya que sabemos que Ella es, como decía
Teresita del Nino Jesús, más Madre que Reina.

Por eso yo les invito a todos ustedes, hermanos y hermanas, a


aprovechar estos momentos en los que estamos reunidos ante el
Altar del Sacrificio y de la Cena del Señor, motivándonos con la
meditación de la Palabra de Dios para recibirlo con las mejores
disposiciones en la Eucaristía, a que, llenos de fe y amor,
permanezcamos espiritualmente juntos todos con la Madre de
Jesús para aprender de Ella a estar con Dios. Estar con la
Virgen Purísima, sobre todo en la Celebración Eucarística es
estar en el mejor lugar y en las mejores condiciones para agradar
a Dios, para comulgar a Cristo y para ser llenados por el Espíritu
Santo.

III.- CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍ


ALEGRÍA

La contemplación de la Virgen María en profunda oración y


totalmente a disposición de Dios, nos lleva a bendecir a Jesús
que es rico en piedad, que está siempre dispuesto a usar de
misericordia con nosotros, a Jesús que es el Hijo de la Virgen
María, y a bendecir a Nuestra Señora llena de gracia: ¡Bendita
tú, Madre de Jesucristo, porque con tu invicta fe nos alientas en
el camino de nuestra existencia terrena! ¡Gracias, Bendita
Madre, que con tu ardiente caridad nos animas a perseverar en
el amor a Jesús en los tiempos de serenidad y en las situaciones
borrascosas, en la calma y en la tentación, en la alegría y en el
dolor! ¡Te saludamos, Purísima Señora e imploramos tu
intercesión poderosa para que afiances nuestra esperanza de
alcanzar los dones y frutos del Espíritu y las promesas de perdón
y de vida eterna de Cristo Señor Nuestro!

Que no se angustie nuestro corazón, que no nos aprisione el


miedo ni nos desesperen los problemas y enfermedades, la

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Madre, cumpliendo la voluntad de Cristo, vela por nosotros
ahora y siempre.

Si queremos que el presente sea mejor que el pasado, y que el


futuro nos afiance en Dios que es Padre Misericordioso,
vayamos al Trono de la Gracia, que es la Virgen María, según
canta la Iglesia en su liturgia, para conseguir sin falta el auxilio
de Cristo en todo tiempo.

En el Corazón de la Virgen María vive Jesús, la voluntad de la


Inmaculada está identificada, sin fisura alguna, con la Voluntad
del Redentor, y es misión de la Madre de la Iglesia presentarnos
a Jesús y unirse a nosotros en su adoración y gloria.

Vemos, pues, cómo la oración de la Iglesia nos lleva a confiar


en la Madre de Dios y a esperar que por su mediación maternal
logremos hacer realidad la voluntad de Dios sobre nosotros: que
seamos santos, inmaculados en su presencia. Les digo que esto
es posible si acogemos a la Virgen como lo hizo San Juan al pie
de la cruz y si perseveramos unidos con Ella en una dulce
intimidad que sea continuación de la que tuvo y tiene Jesús con
Ella.

Querida Madre: hemos atendido tu invitación a venir a verte en


tu Trono que tienes en El Viejo, ahora estamos en tu casa, que,
por ser tuya, es también nuestra casa, nuestro hogar espiritual en
el que nos sentimos a gusto. Queremos, Purísima María,
participar en algo de la experiencia de San José, de los pastores,
de los magos, de los apóstoles y discípulos del Señor, de los
santos y santas de todos los tiempos. Nos referimos a la
experiencia de encontramos con Jesús en tu presencia, mejor
todavía: de la experiencia de poder recibir a Jesús y de
escucharle por tu medio, y con tu ejemplo y compañía.

Consíguenos, Madre, el gozo que han tenido quienes con tu


auxilio encontraron al Salvador y se vieron liberados por Él de
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la esclavitud del pecado, y, sobre todo, alcánzanos la gracia de
amar a Jesucristo de tal manera que no podamos vivir sin Él.

Fortalécenos, pues, para que no pongamos obstáculos a la


acción del Espíritu Santo que quiere conducimos al perdón y a
la reconciliación verdadera.

Refugio de pecadores y Espejo de Santidad, vuelve a nosotros


tus ojos misericordiosos, que son también los ojos de Cristo,
ojos de Cristo en los que se nos refleja, a su vez, el rostro del
Padre.

IV.- ABOGADA NUESTRA

Hermanos y hermanas, tengo que decirles que esta atmósfera de


presencia divina en la que estamos y que nos eleva el espíritu a
las realidades invisibles de nuestra fe, es algo así como un estar
en el monte alto en el que Jesús se transfiguró o ser testigos de
la visión bellísima de ver subir a Jesús a lo alto en su Ascensión.
Nosotros hoy podemos decir: ¡qué bien se está aquí! . Y esto es
verdad, porque en ningún lugar y en ningún tiempo podemos
estar mejor que con Jesucristo y su Madre.

No obstante, es la voluntad de Dios que, de la mano de la


Purísima, continuemos caminando en esta tierra, trabajando por
mejorarla y cuidarla, y, principalmente, y con la ayuda divina,
que nunca falta, trabajando para que las relaciones en la familia
y en la sociedad se hagan más acorde con nuestra fe. Fe que nos
lleva a esperar contra toda esperanza que no faltara la
intervención divina si nosotros hacemos lo que como cristianos
tenemos que hacer: vivir el amor, construir la paz, perdonarnos
unos a otros y vencer el mal con el bien.

Constatamos que el poder del mundo se logra con las riquezas


acumuladas egoístamente y con los honores que dan los cargos
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importantes. Pero si tenemos limpio el corazón y hablamos con
Dios en la oración, veremos muy claro que ese poder, esas
riquezas y esos honores son quebradizos e inseguros. La Virgen
Santísima ayuda de verdad a tener esta mirada de fe. Por
supuesto que ésta es una gracia muy especial que Dios quiere
concedernos a todos, ya que Él quiere la salvación de todos.
Nuestros pecados -orgullo, soberbia, egoísmo, libertinaje,
violencia, odios y rivalidades- son los que ponen obstáculos a la
misericordia divina. Es aquí donde la presencia de la madre del
Señor nos es indispensable. No olvidemos que, como enseña
San Alfonso María de Ligorio, "En Cana de Galilea quedó
establecida una Ley de Dios: que se haga misericordia a favor
de aquellos por quienes intercede la Virgen María.

V.- LA PURÍ
PURÍSIMA

Para quienes hemos nacido en Nicaragua, es motivo de alegría


ser herederos de los tesoros espirituales que la familia eclesial
ha acumulado hasta hoy bajo la acción del Espíritu Santo. Entre
estos bienes regalados por Dios no es el menor la piedad filial a
la Inmaculada Virgen María, nuestra Purísima Madre.

El gozo de los hombres y mujeres de Nicaragua que somos


miembros de la Iglesia Católica se acrecienta al verificar que las
raíces de esta devoción mariana están en el Evangelio. Es la
Biblia la que afirma que la Virgen María es la Madre de Jesús,
nuestro Dios y Señor. Santa María es señalada en las Santas
Escrituras como "llena de gracia", "Bendita entre todas las
mujeres", "Bienaventurada porque creyó”, “Mujer que medita la
palabra y que la pone en práctica", identificada con la divina
voluntad de tal modo como la esclava lo está a su señor, etc.
Sin olvidar que quienes cumplimos a cabalidad la profecía de
llamar bendita a la Virgen María, somos nosotros los católicos.

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Pero no debemos dormirnos sobre los laureles: sabemos que es
terriblemente fácil que nosotros nos convirtamos en esclavos, no
de Dios como la Virgen, sino del demonio a causa de nuestros
pecados -alcohol, drogas, juegos de azar, codicia, sensualidad
etc.- y que es sumamente difícil -imposib1e sin la gracia-
romper las cadenas de vicios, enfermedades morales, etc.
Pensemos que estas situaciones nos están diciendo que es hora
de acudir a la vencedora del fiero dragón y de cantar victoria
sobre el mal para gloria de Cristo nuestro Señor.

VI.- CONCLUSIÓN

Al llegar a este punto yo preguntaría: ¿Cómo es posible que


alguien tenga tanta confusión en su mente y tal ceguera
espiritual que se esfuerce y trabaje para arrebatar el amor y la
piedad a la Virgen María del Pueblo Católico con el pretexto o
excusa de salvaguardar el honor y la gloria de Jesucristo? Me
atrevo a decir que quienes esto hacen no sólo no honran al Señor
Jesús, sino más bien se dan a conocer como verdaderos
anticristos, ya que no tienen ni quieren tener los sentimientos de
amor de Jesús a su Madre.

Además, ¡Qué vacío, qué inseguridad y qué temores y


escrúpulos hay en la persona que conscientemente se cierra al
influjo materno de Santa María!. En cambio, ¡Qué gozo, qué
seguridad, qué serenidad y paz hay en quienes viven su vida
cristiana apoyados en el calor de la piedad mariana!.

Quiera Dios que jamás falten en nuestra patria personas que le


den a Jesús la satisfacción de vivir muy unidos a su Madre
Santísima.

Roguemos, pues, a la Purísima Madre y Patrona nuestra que


cubra con su manto a todos y cada uno de sus hijos e hijas
nicaragüenses, sea que vivan en territorio patrio, sea que estén
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viviendo fuera del país. Que el poder mediador de la Madre de
Dios se manifieste para gloria del Señor otorgando salud a los
enfermos, libertad a los oprimido, alegría a los tristes, esperanza
a los desesperados, perdón a los pecadores y a todos el don de la
paz con Dios y con el prójimo.

Que Nuestra Señora del Trono proteja a la Iglesia en Nicaragua


que se dispone a celebrar el Primer Centenario de la Creación de
la Provincia Eclesiástica. Que se renueven las bendiciones que
hace 30 años, cuando Nicaragua se consagró solemnemente al
Inmaculado Corazón de María, descendieron sobre la Patria.
Hagamos una plegaria especial por nuestros familiares y por los
miembros de cada familia que urgen de ayuda divina; que esta
gracia se les conceda por los méritos y el socorro maternal de la
Madre de nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos y Hermanas Nicaragüenses: yo les digo que es tan


grande y especial el amor de Dios a nosotros manifestado en el
amor a la Virgen Inmaculada, que necesitaremos la eternidad
para agradecerlo como se debe. Sin embargo, en la Celebración
Eucarística la eternidad se hace tiempo o el tiempo se introduce
en la eternidad. Por eso, esta Eucaristía es comenzar la acción
de gracias que no culmina si no en el cielo donde junto con la
Purísima, con los Santos y Santas y con nuestros seres queridos,
entonaremos un Magnificat que no finalizará.

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INMACULADA CONCEPCION DE MARÍA,
NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL TRONO,
PATRONA DE NICARAGUA

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Mons. Bosco Vivas Robelo
50º Obispo de León

La Diócesis de León, en Nicaragua, fue erigida por el Papa Cle-


mente VII en el Consistorio del 26 de febrero de 1531 (ese
mismo año Santa María de Guadalupe se aparecerá en México,
en el Tepeyac), pero no se expidieron las Bulas. La erección de
la Diócesis fue confirmada por la Bula “AEquum Reputamus”
de Su Santidad Pablo III, el 3 de noviembre de 1534. Es la
Diócesis Primada y Madre de las Iglesias de Nicaragua, de
Costa Rica, y de otros territorios. Actualmente comprende los
Departamentos de León y de Chinandega y el Municipio de San
Nicolás, del Departamento de Estelí. Mons. Bosco Vivas
Robelo, actual Obispo, tomó posesión de su cargo el día 25 de
mayo del Año del Señor 1991.

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