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SALA CONSTITUCIONAL Magistrado-Ponente: J.E.C.R.

El 27 de abril de 2001, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, admitió la
acción de amparo constitucional interpuesta por la abogada M.R., inscrita en el
Inpreabogado bajo el N° 28.655, actuando en su carácter de defensora del ciudadano
R.A.V.N., titular de la cédula de identidad N°. 2.995.849, en contra de la decisión dictada por
el Tribunal Segundo de Reenvío en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, a cargo de la doctora Yvelys Durán, de 13 de septiembre de
1999, mediante el cual solicitó le otorgaran a su defendido mandamiento de habeas corpus.

Practicadas las notificaciones, por auto del 23 de mayo de 2001, se fijó la oportunidad para
celebrar la audiencia oral de las partes, la cual se llevó a cabo el 07 de junio de 2001, a la
que comparecieron: la apoderada actora, abogada M.R.; la presidenta de la Sala Primera
Accidental de Reenvío de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, Dra.
C.M.T., acompañada de otros miembros de la misma Sala Accidental. Igualmente, se dejó
constancia de la comparecencia de la representante del Ministerio Público, abogada E.M..
En la audiencia constitucional, las partes presentes, luego de intervenir oralmente,
presentaron escritos contentivos de sus respectivas opiniones.

Efectuada la lectura del expediente, pasa la Sala a decidir, previas las siguientes
consideraciones.

DE LA ACCIÓN DE AMPARO

El presente amparo se inicia cuando la abogada M.R. ejerció dicha acción ante la Sala de
Casación Penal de la extinta Corte Suprema de Justicia, contra la decisión del Tribunal
Segundo de Reenvío en lo Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas, en virtud de que la misma –en su opinión- era violatoria de derechos y garantías
constitucionales como son el derecho a la defensa, el debido proceso y el principio de la
cosa juzgada.

En primer lugar, la apoderada actora denunció que a su defendido le habían dictado auto
de detención en primera instancia, el cual fue revocado por la decisión del Juzgado
Superior; sin embargo, cuando el Juez Segundo de Reenvío en lo Penal volvió a dictar el
auto de detención, aplicó un procedimiento penal derogado; es decir, el procedimiento
establecido en la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, en lugar de
fundamentar su decisión en el procedimiento establecido en el vigente Código Orgánico
Procesal Penal. Por lo tanto, en su opinión, la decisión tomada por la juez de reenvío fue
arbitraria y violó la garantía constitucional prevista en el artículo 60 de la Constitución de la
República de Venezuela de 1961, vigente para ese momento (actual artículo 49 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).

En segundo lugar, manifestó que “el auto de detención dictado en contra de mi


representado R.A., no era procedente por cuanto se encontraba prescrita la acción penal (la
acción que extingue el delito)”, puesto que el artículo 108, ordinal 4 del Código Penal,
establece que los delitos de prisión que merezcan pena mayor de tres (3) años prescriben a
los cinco (5) años, y la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas
establece, en su artículo 69, que la prescripción aplicable a los delitos allí tipificados es la
ordinaria. En consecuencia, expresó que, habiéndose cometido presuntamente el delito el
30 de septiembre de 1993 (fecha en que se inició el proceso), había transcurrido, para la
fecha en que se dictó el auto de detención, cinco (5) años, nueve (9) meses y doce (12) días,
por lo que, de conformidad con lo expresado anteriormente, el delito había prescrito,
concluyendo que no podía dictarse ninguna detención en contra de su defendido.
En tercer lugar, la apoderada actora denunció la violación de la cosa juzgada que existía a
favor de su defendido, pues en el fallo dictado por el Juzgado Superior el 12 de agosto de
1997, se revocó la decisión dictada por el extinto Tribunal Segundo de Primera Instancia en
lo Penal de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, donde se le
imputaba al ciudadano R.A.V.N. el delito de legitimación de capitales, y dicha decisión
quedó firme, en beneficio del mencionado ciudadano por no haberse intentado contra la
misma el recurso de nulidad, ni por parte del Ministerio Público ni por parte de su
defendido. En consecuencia, al dictar el Juzgado Segundo de Reenvío citado un fallo con
efectos para todos los indiciados, dictó una decisión violatoria de la cosa juzgada que
favorecía a su defendido, por lo que, la detención ordenada –en opinión de la apoderada
actora- es violatoria de derechos y garantías constitucionales.

Finalmente, manifestó que, por todo lo anteriormente expuesto, la detención ordenada por
el Juzgado Segundo de Reenvío en lo Penal en contra de su defendido es violatoria de
garantías constitucionales, por lo tanto, ante el peligro de que la detención se haga efectiva
(ya que la juez libró las boletas pertinentes a las autoridades competentes), solicitó se
expidiera a favor de su defendido un mandamiento de habeas corpus, de conformidad con
el artículo 39 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales.

En el escrito que fue consignado después de realizada la audiencia constitucional, la


apoderada actora ratifica las denuncias realizadas en el escrito principal contentivo de la
acción.

Del escrito presentado por la Presidenta de la Sala Primera de Reenvío para el Régimen
Procesal Transitorio de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área
Metropolitana de Caracas

Señala la representante del órgano jurisdiccional que el Juzgado Segundo de Reenvío


sentenció en base a la decisión de la Corte Suprema de Justicia del 25 de marzo de 1998, la
cual había anulado la decisión del Juzgado Tercero de Reenvío. Esta decisión -la de la
extinta Corte Suprema de Justicia- es la que facultó –a su decir- al Juzgado Segundo de
Reenvío para dictar nueva sentencia, “...quien a consecuencia de lo anotado debía, y así lo
hizo, actuar como Segunda Instancia de la decisión pronunciada por el Juzgado Segundo
de Primera Instancia Penal ...omissis... quien había decretado la detención judicial del
quejoso R.A., y respecto a cuya determinación éste había ejercido recurso de apelación, la
que tenía que resolver como Alzada la Dra. Yvelys Durán (Segundo de Reenvío), toda vez
que todo lo demás actuado a partir del pronunciamiento del Juzgado de Primera Instancia
citado, era inexistente dadas las distintas nulidades legales operadas...”.

Es por lo anterior que, la representante del organismo jurisdiccional, consideró que la titular
del Juzgado Segundo de Reenvío no violó la cosa juzgada, y por tanto su decisión estuvo
ajustada a derecho.

Respecto a la prescripción de la acción penal, alegada por la apoderada actora, señala la


representante del organismo jurisdiccional que: “...para la fecha de la decisión atacada, 13
de septiembre de 1999, estaba ya en vigencia el Código Orgánico Procesal Penal y su
artículo 501 derogó entre otros, el procedimiento penal contemplado en la LOSSEP, y aún
más, a criterio de esta Sala Primera de Reenvío y acogiendo lo establecido en el artículo
29 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su último aparte,
considera que los delitos establecidos en materia de drogas (LOSSEP) por ser delitos de
lesa humanidad son imprescriptibles”.

Opinión del Ministerio Público


Considera la representante del Ministerio Público, que el Tribunal Segundo de Reenvío
cumplió con lo ordenado por la Sala de Casación Penal de la extinta Corte Suprema de
Justicia, efectuando un análisis, valoración y comparación de todos los elementos
probatorios cursantes en el expediente, actuando así no sólo dentro de su competencia,
“...sino que además hizo uso debido de ese poder, al dictar un pronunciamiento acatando
tanto el ordenamiento jurídico que rige la materia, como lo ordenado por el Supremo
Tribunal de la República, mediante una fundamentación lógica, sin extralimitarse en sus
funciones y sin abusar de su poder”.

Igualmente, respecto al alegato relativo a la prescripción de la acción penal, señala la


representante del Ministerio Público, que:
...conforme lo contenido en el artículo 110 del Código Penal, referido a las causas de interrupción
de la prescripción de la acción penal, la prescripción ordinaria de la misma, se interrumpirá, entre
otras causas, por el auto de detención o de citación para rendir indagatoria y las diligencias
procesales que les sigan, lo cual significa, sin lugar a dudas, que para el caso que nos ocupa, la
prescripción de la acción fue interrumpida, no sólo por las declaraciones indagatorias rendidas por
los procesados, sino además por las diligencias procesales posteriores, como fueron los distintos
pronunciamientos emitidos por la extinta Corte Suprema de Justicia, en su Sala de Casación Penal
y por los Tribunales de Reenvío en lo Penal en su oportunidad, lo cual nos revela indiscutiblemente
la imposibilidad de que se encontrara prescrita la acción penal para el momento en que fue
confirmado el auto de detención

Con relación al alegato de la apoderada actora, respecto a que la decisión impugnada


violentó el principio de la cosa juzgada, indica:
Ahora bien, el artículo 352 del derogado Código de Enjuiciamiento Criminal, vigente para la fecha
en la cual el extinto Juzgado Tercero de Reenvío...omissis... dictada esa decisión, establecía:
‘...fuera de los casos previstos en el primer aparte del artículo 346, todo lo que en el fallo del
Tribunal de Reenvío se resuelva contrariando la decisión de la sentencia de Casación, será nula, y
así lo decidirá ésta de oficio o a petición de parte...’. De allí que conforme a la norma en comento,
los fallos dictados por los Tribunales de Reenvío, estaban sometidos a la conformidad de la
Casación, y ello a los fines de que la Sala de Casación Penal determinara si la sentencia dictada
había acatado su doctrina. En el caso de marras, la Sala Penal en decisión del 25 de marzo de 1998
declaró perecido los recursos de nulidad interpuestos por varios de los coprocesados, y entró a
conocer de oficio sobre la conformidad de la decisión proferida por el prenombrado Juzgado
Tercero de Reenvío en lo Penal, y expresó que el fallo emitido por el tantas veces mencionado
Juzgado Tercero de Reenvío era nulo por haberse apartado de la doctrina del Supremo Tribunal y
que esa nulidad alcanzaba la totalidad de la decisión, por lo que mal podía haber quedado dicha
decisión firme a favor de R.A., y menos aún operar la cosa juzgada señalada

Es por los razonamientos anteriores que la representación del Ministerio Público considera
que la presente acción de amparo debe ser declarada sin lugar.

Consideraciones para Decidir

Vista las actas del expediente y oídas las exposiciones de quienes comparecieron a la
audiencia constitucional, la Sala observa:

Primero, que la Sala de Casación Penal de la extinta Corte Suprema de Justicia, en decisión
del 25 de marzo de 1998 casó de oficio la decisión emanada del Tribunal Tercero de
Reenvío en lo Penal, anulando totalmente dicho fallo, por lo que la revocatoria del auto de
detención dictado al accionante el 12 de agosto de 1997, quedó sin efecto alguno,
habiendo ordenado el fallo de la Sala de Casación Penal, al nuevo tribunal de reenvío, que
se pronunciara sobre la responsabilidad de los indiciados. En consecuencia, cuando el fallo
impugnado del 13 de septiembre de 1999, emanado del Juzgado Segundo de Reenvío en
lo Penal dicta el auto de detención al impugnante, no está infringiendo cosa juzgada
alguna a favor de R.A.V.N. y, por lo tanto, la denuncia de violación de la cosa juzgada no es
procedente, y así se declara.

Segundo, la decisión del 13 de septiembre de 1999 se limitó a aplicar un tipo penal previsto
en la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefaciente y Psicotrópicas, ley que no se encuentra
derogada y, por lo tanto, no es cierta la denuncia que se haya aplicado para al auto de
detención un procedimiento distinto al que correspondía al régimen de transición penal
vigente para el año 1999. Por lo tanto, en cumplimiento de la orden de la Sala de Casación
Penal, la juez de reenvío no podía aplicar las disposiciones del Código Orgánico Procesal
Penal, en base al artículo 502 eiusdem, ya que las normas de dicho Código se aplican en
relación a los procesos que se inicien con la vigencia del Código, y el proceso donde se
dictó la decisión del 13 de septiembre de 1999 existía con anterioridad a la vigencia del
Código Orgánico Procesal Penal.

Tercero, con respecto a la denuncia del quejoso de que su juez natural era una Corte de
Apelaciones y no un Tribunal de Reenvío, la Sala acota que, por mandato del fallo de Sala
de Casación Penal del 25 de marzo de 1998, el proceso tenía que ser resuelto por un
tribunal de reenvío como en efecto sucedió, por lo que no existió infracción constitucional
de ningún tipo en tal designación, y así se declara.

Cuarto, con relación al alegato de que el delito imputado a R.A.V.N., estaba prescrito por
haber transcurrido siete (7) años y ocho (8) meses desde la fecha en que comenzó el
proceso (30/09/93), es criterio de esta Sala que, mientras un proceso se encuentra activo, la
prescripción se ve sucesivamente interrumpida, a menos que se de el supuesto del artículo
110 del Código Penal, que no es el de una prescripción.

En respecto a la prescripción extintiva, debe la Sala acotar lo siguiente:

La mayoría de los derechos son susceptibles de perderse por la inacción de sus titulares
durante el plazo fijado por la ley y, aunque el artículo 1952 del Código Civil, al definirla, se
refiere a la liberación de obligaciones, otras normas se remiten a derechos (artículo 1979,
por ejemplo), y otras a acciones (artículo 108 del Código Penal, por ejemplo), por lo que
una figura netamente procesal, como la acción, puede perderse por su falta de ejercicio
dentro del plazo fijado por la ley.

La prescripción es una institución distinta a la caducidad (aunque ambas persiguen


mantener la certidumbre y la seguridad en las relaciones jurídicas) y se caracteriza por tres
elementos:

1. La existencia de un derecho o una acción que se pueda ejercitar;

2. El transcurso del plazo fijado por la ley para ejercer el derecho a la acción;

3. El no ejercicio (inacción) del derecho, o la acción por parte del titular, al omitir los actos
que caracterizan tal ejercicio.

En los tres elementos señalados coinciden la prescripción y la caducidad, pero ambas


difieren en que la prescripción puede interrumpirse, comenzando de nuevo a correr el
término de la prescripción extintiva desde el acto interruptivo, mientras que la
caducidad no es susceptible de interrupción, sino de impedimento; por lo que el plazo
de caducidad es fatal, la actividad impeditiva tiene que realizarse dentro de él y,
agotado dicho término, el mismo no se reabre como en la prescripción. También
difieren en que la prescripción es renunciable (artículo 1.917 del Código Civil) y la
caducidad no lo es, lo que motiva que la caducidad pueda ser declarada de oficio,
mientras que la prescripción no puede suplirse por el juez si no ha sido opuesta
(artículo 1.956 del Código Civil).

En lo relativo a la acción, la única manera de impedir la caducidad es ejerciéndola en el


tiempo para ello, situación diferente a la prescripción, que puede ser interrumpida
natural o civilmente (artículo 1.967 del Código Civil), por diferentes causas, hasta por
actos extrajudiciales en ciertos casos, como ocurre con la prescripción de créditos
(artículo 1.969 del Código Civil). La prescripción, como plazo que produce efectos sobre
la acción, corre separada de la caducidad, motivo por el cual el hecho de impedir la
caducidad puede no interrumpir la prescripción, como sucede con la de la ejecutoria de
la sentencia (artículo 1.977 del Código Civil).

La fatalidad del lapso (sin prórrogas), unida a la necesidad de incoar la acción dentro de
él, es característica de la caducidad, y cuando ese es el planteamiento legal, así la
norma se refiera a la prescripción de la acción, en realidad se está ante una caducidad.

Judicialmente se interrumpe la prescripción:

1) En virtud de demanda judicial, admitida, aunque se haga ante un juez incompetente,


bastando para ello registrar copia certificada del libelo con la orden de comparecencia
del demandado dictada por el juez (auto de admisión de la demanda), antes que expire
el lapso de prescripción;

2) Mediante la citación válida del demandado; o,

3) Por un decreto o acto de embargo notificado a la persona respecto de la cual se


quiere impedir el curso de la prescripción (artículo 1.969 del Código Civil).

Cuando la prescripción se interrumpe por vía judicial (demanda judicial), una vez que el
proceso marcha, ella queda indefinidamente suspendida, y mientras el proceso está
vivo y no se ha declarado su extinción, la prescripción está interrumpida, hasta que sea
sentenciado.

El legislador previno que la demanda judicial con su desarrollo subsiguiente, o sea, que
el proceso, se convertirá en una unidad interruptiva de la prescripción extintiva, y ello
se colige claramente del artículo 1.972 del Código Civil, el que reza que la citación
judicial interruptiva de la prescripción pierde sus efectos:

1. Si el acreedor desiste de la demanda (acto de autocomposición procesal que equivale a


sentencia pasada con autoridad de cosa juzgada y que pone fin al juicio);

2. Si se extingue (perime) la instancia;

3. Si el demandado fuere absuelto en la demanda, por lo que el proceso llegó a su fin en


la fase de conocimiento.
Si ocurre una de estas circunstancias, se considera no hecha la citación judicial
interruptiva, y por tanto se consumió el lapso de prescripción, ya que se tiene como no
interrumpida por la citación en tiempo útil.

El artículo 1.972 del Código Civil, en cuanto al desistimiento de la acción y la absolución


del demandado, y a pesar de la letra de la ley, no puede entenderse específicamente
como pérdida de los efectos de la citación interruptiva de la prescripción, ya que
estamos ante sentencias que ponen fin al juicio. La pérdida de los efectos interruptivos
de la citación, realmente existen en el caso de perención de la instancia, o de nulidad
de la citación, la cual no la trató el artículo 1.972 citado, tal vez por ser obvio el
resultado de esa nulidad.

El que mientras dure el proceso, sin sentencia que absuelva al demandado, la


prescripción se encuentra interrumpida, se evidencia del artículo 1.970 del Código Civil,
ya que si se realizaran los actos primarios de registro, citación o medida preventiva,
notificada al demandado, la prescripción queda interrumpida, así el proceso quede en
suspenso por una condición o plazo pendiente, tal como lo expresa el citado artículo
1.970.

Lo que sí es cierto es que, mientras dure el proceso, existe un acto continuo y sucesivo
de interrupción de la prescripción sobre la acción o los derechos que allí se ventilan,
pero si el proceso se acaba por perención de la instancia (ya que si fuere por sentencia
de fondo ningún problema real puede surgir con relación a la prescripción, sobre todo
si pierde el actor, ya que desaparece su derecho) quedan sin efecto todos los actos que
formaban el proceso, y por lo tanto el efecto interruptivo continuo debe cesar,
retrotrayéndose al principio, por lo que, en este caso queda sin efecto la citación; pero
el auto de admisión junto con el libelo registrado, que como decisión sigue surtiendo
efectos conforme al artículo 270 del Código de Procedimiento Civil, mantiene su valor
interruptivo reabriendo un nuevo plazo, motivo por el cual el mencionado artículo
1.270 del Código Civil, no lo privó de dichos efectos, en sus tres causales, las cuales solo
atacan a la citación del demandado.

Por otra parte, se interrumpe la prescripción del crédito por un cobro extrajudicial al
deudor, o un acto que lo constituya en mora, o una notificación de un acto interruptivo.
Al contrario de la caducidad, que cuando se impide solo surte efectos contra quienes
fueron demandados, la prescripción interruptiva surte efectos contra personas ajenas al
proceso o al acto interruptivo, tales como al fiador (artículo 1.974 del Código Civil); al
no demandado, si se demandó a un tercero para que se declarare la existencia del
derecho (artículo 1.970 eiusdem); o a los solidarios que no son parte de los juicios
(artículo 1.228 eiusdem) y a los litis consortes del proceso penal (artículo 119 del
Código Penal).

Esta variedad de posibilidades de interrumpir la prescripción, resalta aún más su


diferencia con la caducidad, ya que si extraprocesalmente se interrumpe la prescripción,
y luego se demanda, se cita al demandado y surge una perención de la instancia, los
efectos interruptivos de la citación se pierden, más no los extrajudiciales
cronológicamente anteriores, y como la perención no extingue la acción, si partiendo
de la interrupción extraprocesal aun no se ha consumado la prescripción extintiva, y no
se consumirá en los próximos tres meses a partir de la sentencia firme de perención, el
demandante, podrá volver a incoar su acción, pasado el lapso de tres meses del artículo
271 del Código de Procedimiento Civil, sin que puedan oponerle la prescripción, ya que
ella aún no ha ocurrido.

La situación expuesta resalta, además, efectos distintos que produce la perención de la


instancia con respecto a la acción sujeta a caducidad y con la sujeta a prescripción.

La Sala ha querido mencionar los conceptos anteriores, ya que el Código Penal en su


artículo 108, contempla la prescripción de la acción penal.

Comienzan a correr estos lapsos de prescripción desde el día de la perpetración de los


hechos punibles; en las infracciones intentadas o procesadas, desde el día en que se
realizó el último acto de ejecución; y, para las infracciones continuadas o permanentes
desde el día en que cesó la continuación o permanencia del hecho.

El artículo 110 del Código Penal señala las causas de interrupción de la prescripción.

1) La primera de ellas es la sentencia condenatoria, que claro está al llegar al fin el


proceso mediante sentencia, mal puede correr prescripción alguna, ya que la acción
quedó satisfecha.

2) Si el reo se fuga antes o durante el juicio, mediante la requisitoria librada contra el


imputado;

3) El auto de detención o de citación para rendir indagatoria, figuras que actualmente


no existen en el Código Orgánico Procesal Penal, y las diligencias procesales que les
sigan.

Dado que el Código Orgánico Procesal Penal señala que el proceso penal comienza en
la fase investigativa, la citación del imputado o su declaración como tal en dicha fase,
que es equivalente a la citación para rendir declaración, se convierte en actos
interruptivos de la prescripción.

4) El desarrollo del proceso, que corresponde a las diligencias procesales que le siguen
a la citación para rendir declaración, como se señaló antes. Por lo que mientras el
proceso se encuentre vivo, la prescripción se va interrumpiendo, en forma sucesiva.

Todos estos actos interruptores hacen que comience a correr de nuevo la prescripción
desde el día de dichos actos.

El comentado artículo 110 del Código Penal, y debido a que el proceso penal, en caso
de fallo condenatorio restringe la libertad, garantiza al reo la extinción del proceso, si
éste se prolongase por un tiempo igual al de la prescripción de la acción, más la mitad
del mismo, y siempre que la dilación judicial ocurra sin culpa del reo. A esta extinción la
llama el artículo 110, prescripción.

En realidad, la figura del artículo 110 comentado, no se trata de una prescripción, ya


que la prescripción es interruptible, y este término no puede interrumpirse. Más bien se
trata de una forma de extinción de la acción derivada de la dilación judicial. La fórmula
también se aplica cuando la ley establece un término de prescripción menor de un año,
y si desde el día en que comenzó a correr la prescripción no se dicta sentencia
condenatoria en el término de un año, se tendrá por “prescrita” (extinguida) la acción
penal.

A juicio de esta Sala no se trata realmente de prescripciones, sino de extinciones de las


acciones, por decaimiento de las mismos, debido a la falta de impulso pleno del
proceso, hasta el punto que transcurre el tiempo y no se dictan sentencias definitivas.

Se trata de la prolongación del proceso por causas imputables al órgano jurisdiccional,


ya que si la dilación es atribuible al reo, el lapso extintivo no corre. Pero, a juicio de esta
Sala, la prolongación puede resultar del proceso que se paraliza, y por ello se prolonga
sin culpa del reo, a quien no se le sentencia, lo que puede causar la extinción de la
acción.

En el proceso penal no existe la figura de la perención de la instancia. No puede


pensarse en una causa penal que se paralice (aunque podría suceder), y menos con el
sistema del Código Orgánico Procesal Penal, así el proceso penal comience en la fase
investigativa, como lo señala el artículo 292 del Código Orgánico Procesal Penal.

Es más, la disposición del artículo 110 del Código Penal bajo comentario, abarca
procesos en pleno desarrollo.

Estamos ante una figura que viene a proteger al reo de un proceso interminable, cuya
dilación no sea imputable a él por mal ejercicio o ejercicio abusivo de su derecho de
defensa, por lo que realmente no se trata ni de una prescripción, ni de una perención,
sino de una fórmula diferente de extinción de la acción, que opera ajena a la
prescripción, ya que mientras el proceso se ha estado desenvolviendo, la prescripción
se ha ido interrumpiendo.

Ante tal figura extintiva de la acción, la cual como todas las pérdidas de la acción, es
causal de sobreseimiento de la causa (numeral 3 del artículo 325 del Código Orgánico
Procesal Penal), quien la invoca no sólo debe alegar el transcurso del tiempo, sino
aportar las pruebas que permitan al juez ponderar si la dilación extraordinaria es o no
culpa del reo, o de quienes con él conforman un litis consorcio.

Durante la vigencia del Código de Enjuiciamiento Criminal, y al igual que hoy, los
extremos señalados se controlaban con el estudio del expediente y de la actitud
procesal del o de los imputados, para determinar en cuanto ellos habían concurrido a la
dilación.

Si el meollo de la especial “prescripción”, extinción de la acción, se planteara ante un


juez que no tiene el expediente, como ocurre en el presente caso, el accionante tiene
que aportar las pruebas que demuestren que en la excesiva duración del juicio no ha
intervenido la culpa del reo, y si ello no se hace, el juez no puede resolver la señalada
extinción de la acción.

Por otra parte, la prescripción es renunciable y por ello nunca opera de oficio, sino que
debe ser alegada por la parte. A pesar que técnicamente la Sala considera que la
extinción de la acción bajo comentario no es una prescripción, ella tampoco opera de
oficio, y no consta en autos que en la causa donde pudo tener lugar, se haya solicitado
la extinción de la acción con base al artículo 110 del Código Penal.
En el caso de autos, lo que consta a esta Sala es que el proceso se encuentra vivo, y le
es imposible juzgar si en el transcurso excesivo del mismo hay culpa de los reos, por lo
que para esta Sala, en el presente caso, no puede observar si en el juicio en pleno
desarrollo, se ha consumado la extinción de la acción a que se refiere el artículo 110 del
Código Penal, y así se declara.

Debe advertir la Sala, que la prescripción de la pena, contemplada en el artículo 111 del
Código Penal, tampoco es aplicable en la presente causa, ya que no se trata de un
condenado que es sometido a nuevo juicio, cual es el supuesto del artículo 112
eiusdem.

Todo esto, sin considerar que en la vigente Constitución (artículo 271) se declaran


imprescriptibles las causas dirigidas a sancionar el tráfico de estupefacientes, y que la
acción es un concepto procesal.

Quinto, con relación al alegato de que R.A.V.N., no fue juzgado por su juez natural
cuando lo hizo el Juez Segundo de Primera Instancia en lo Penal de la Circunscripción
Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, esta Sala advierte que el auto de
detención dictado por dicho juez fue revocado, siendo el auto de detención dictado el
13 de septiembre de 1999, el objeto de la presente acción de amparo, por lo que tal
presunta violación por parte del ya referido Juzgado, no es objeto de esta causa y
cualquier responsabilidad tendría que ser ventilado en otro juicio.

Sexto, por último acota la Sala que la decisión del 16 de noviembre de 1999 emanada
de la Sala de Casación Penal de la extinta Corte Suprema de Justicia, que conoce esta
Sala por notoriedad judicial juzgó los mismo hechos de que trata este amparo y declaró
sin lugar la nulidad interpuesta por el hoy recurrente contra el fallo del 13 de
septiembre de 1999 antes identificado. Es más, en dicha decisión se dijo que los nuevos
vicios o faltas en que pudieran haber incurrido la decisión de reenvío podía ser motivo
de recurso de casación, el cual, en conocimiento de esta Sala, nunca se intentó, lo que
significa que el querrellante se conformó con la situación, centrando sus defensas en
los recursos de nulidad declarados sin lugar por la Sala de Casación Penal en el
señalado fallo.

Decisión

Por los razonamientos expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala


Constitucional, administrando justicia, en nombre de la República y por autoridad de la
Ley, declara Sin Lugar la acción de amparo constitucional interpuesta por la abogada
M.R. defensora del ciudadano R.A.V.N., en contra de la decisión dictada por el Tribunal
Segundo de Reenvío en lo Penal del Área Metropolitana de Caracas, el 13 de
septiembre de 1999.

Publíquese y regístrese. Archívese el expediente. Cúmplase lo ordenado.

Dada, firmada y sellada, en el Salón de Audiencias del Tribunal Supremo de Justicia, en


Sala Constitucional, en Caracas, a los 25 días del mes de JUNIO de dos mil uno. Años:
191º de la Independencia y 142º de la Federación.

El Presidente de la Sala,

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