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Política interna
Al asumir el poder presidencial, Miguel de la Madrid anunció la puesta en marcha del Programa
Inmediato de Reordenación Económica (PIRE), que contenía los 10 puntos siguientes: reducción del
gasto público; protección al empleo; continuidad de la mayoría de los programas de inversión
productiva; honestidad y eficiencia dentro del sector público; protección y estímulos para los
programas que proveyeran de productos básicos al sector popular; reformas fiscales para
incrementar los ingresos gubernamentales; canalización del crédito hacia el desarrollo nacional y
operación eficiente de los bancos nacionalizados; política cambiaria “realista”; reestructuración del
sector burocrático para volverlo más eficiente, y reformas constitucionales para reafirmar la rectoría
del Estado dentro de la economía mixta.
Para el cumplimiento del PIRE, Miguel de la Madrid delineó una serie de estrategias que sintetizaban
las pautas a seguir para atacar los puntos más vulnerables del ambiente sociopolítico: renovación
moral; planeación sistemática y explícita de la acción gubernamental, enriquecida con la
participación de la sociedad; sanción jurídica de la rectoría económica del Estado; fortalecimiento
del federalismo; democratización, y descentralización.
Renovación moral
Este plan señalaba cuatro objetivos principales: fortalecer las instituciones democráticas; vencer la
crisis; recuperar la capacidad de crecimiento económico, e iniciar los cambios cualitativos
necesarios en las estructuras políticas, económicas y sociales de la nación. Entre esos cambios se
planeaba el ingreso de México al GATT (siglas en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles y
Comercio), el “adelgazamiento” del Estado (privatización de algunas empresas públicas) y el
programa de reconversión industrial. Para dar fundamento legal a la rectoría económica del Estado
de la Madrid promovió reformas a los artículos 25, 26, 27 y 28 de la Constitución, mediante las
cuales se estableció un sistema de planeación del desarrollo, se definió la economía mixta como
base del desarrollo, y se precisaron las áreas estratégicas reservadas exclusivamente al Estado.
Descentralización y democratización
En diciembre de 1982 se hicieron reformas al artículo 115 constitucional con el fin de restituir a los
municipios las atribuciones básicas de su función administrativa, para lo cual se crearon varias
instituciones. En enero de 1985 se puso en marcha el Programa de Descentralización de la
Administración Pública Federal, en tres tipos de acciones generales: de transferencia de entidades
paraestatales a los gobiernos estatales; de coordinación, para pasar a los gobiernos de los estados
la responsabilidad de llevar a la práctica los programas, y de desconcentración de funciones
administrativas.
Administración pública
El gobierno de Miguel de la Madrid realizó algunos cambios en las secretarías del gobierno federal
y no fueron creadas entidades paraestatales de importancia, excepto la Renovación Habitacional
Popular para dar solución a los problemas de vivienda originados por los sismos de septiembre de
1985. Sin embargo, se establecieron algunas áreas estratégicas de la economía reservadas al control
exclusivo del Estado, tales como petróleo e hidrocarburos, petroquímica básica, minerales
radioactivos y generación de energía nuclear, ferrocarriles, correos y telégrafos, etc.
Los procesos electorales, federales y locales, celebrados en el país entre 1983 y 1985 constituyeron
un termómetro de la inconformidad del electorado hacia el partido en el poder. En las elecciones
celebradas en 1983, el PRI triunfó en las gubernaturas y diputaciones, así como en la gran mayoría
de los municipios; sin embargo, sus derrotas fueron significativas, pues perdió en dos ciudades
capitales de estado: en San Luis Potosí, donde ganó la alcaldía el candidato del Frente Cívico
Potosino, y en Guanajuato, donde obtuvo el triunfo una coalición PAN-PDM. En el estado de
Chihuahua el PRI sufrió la derrota más espectacular de su historia, al perder frente al PAN siete
alcaldías de importancia, entre ellas la de la capital y la de Ciudad Juárez. Entre 1983 y 1984, el PAN
logró algunas victorias electorales, principalmente en el norte del país, e impugnó varios triunfos al
PRI bajo la acusación de fraude. En virtud de ese avance de la oposición, las elecciones de 1985 eran
cruciales para el gobierno por el hecho de que llevarían a la renovación del poder legislativo; muchas
personas consideraban que esos comicios serían un parteaguas en la historia política de la nación.
Los resultados de las elecciones aumentaron el número de derrotas para el PRI, y al mismo tiempo
muchas de sus victorias fueron cuestionadas, levantándose el tono de las voces que clamaban
contra el fraude electoral. Si los comicios de 1985 no constituyeron el parteaguas previsto, sí
demostraron la existencia de un nuevo impulso en la vida democrática del país.
Reforma electoral
Presiones internas
Desde los primeros momentos del sexenio se manifestó la inconformidad de algunos sectores de la
población mediante críticas a la política económica para manejar la crisis, y mediante demandas
urgentes para solucionarla. Esos sectores eran el obrero y el campesino, las organizaciones y
partidos de izquierda, y las organizaciones y partidos de derecha. Estos dos últimos exigían además
la democratización del sistema político
A partir de la instrumentación del PIRE en diciembre de 1982, las organizaciones obreras del país
(tanto las independientes como las oficiales) manifestaron su inconformidad hacia la política
económica del gobierno, cuyo costo social había sido reconocido por algunos funcionarios
gubernamentales. Esa inconformidad se debía principalmente a la política salarial, el aumento de
precios y tarifas de los servicios públicos, la reducción y eliminación de subsidios, y la liberación de
controles de precios de algunos productos de consumo general. Las demandas campesinas, además
de ir en contra del alza de precios, se referían a los rezagos en la dotación y restitución de tierras, y
la represión en el campo.
los partidos de izquierda mantuvieron una crítica permanente hacia la política de austeridad del
gobierno, y ejercieron presiones constantes mediante manifestaciones, mítines, bloqueos de
carreteras, pero sobre todo a través de las campañas electorales, principalmente municipales. De
manera general, sus demandas se basaban en el argumento de que ese tipo de política económica
había implicado siempre que las clases trabajadoras soportaran todo el peso de la crisis, al empeorar
tanto la situación del empleo como la distribución del ingreso, y los que resultaban favorecidos eran
los grandes monopolios y oligopolios.
Con el apoyo de buena parte del sector empresarial, y de grupos conservadores de la jerarquía de
la Iglesia católica, el PAN pudo canalizar a su favor el reclamo ciudadano por una democracia
electoral más transparente en las regiones urbanas del norte y centro del país. El auge del PAN,
manifiesto sobre todo a partir de las elecciones de 1985, provocó que dentro de su organización
interna surgiera un grupo de personas que propusieron a su partido ofrecer una participación más
activa en los procesos electorales, frente a la tradicional pasividad de los panistas de larga militancia.
En principio, el “neopanismo” tuvo algunas fricciones con ese grupo, pero al fin logró el apoyo de la
mayoría de los militantes de su partido. En noviembre de 1987, durante la convención nacional para
designar candidato presidencial, Manuel J. Clouthier venció en la primera votación por una
considerable mayoría a sus dos oponentes, Jesús González Schmall y Salvador Rosas Magallón, en
un hecho sin precedentes en la historia del PAN. Clouthier era un empresario originario de Sinaloa
cuya carrera política dentro del PAN fue impulsada en 1986 al conquistar la nominación como
candidato a la gubernatura de Sinaloa. El rápido ascenso de Clouthier en las filas del PAN se debió
en buena parte a su carisma personal y al dinamismo que imprimía a sus acciones políticas. Durante
su campaña electoral por la presidencia de la República dio muestra de ese dinamismo y dio a su
partido una imagen de participación activa que no había tenido a lo largo de su historia.
Dentro del PRI se manifestó también la división, pero en este caso sí condujo a la escisión partidista,
y fue uno de los hechos políticos más sobresalientes de la sucesión presidencial en 1988. A mediados
de 1986 se formó un grupo de priístas del ala izquierda que integraron el Movimiento de Renovación
Democrática, encabezados por Porfirio Muñoz Ledo, ex presidente del PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano, ex gobernador de Michoacán e hijo del presidente Lázaro Cárdenas. Los integrantes de
este movimiento, llamado luego Corriente Democrática, aseguraban no pretender separarse del PRI,
pero criticaban la manera en que el partido realizaba la selección interna de sus candidatos para las
contiendas electorales, y proponían que la selección del candidato presidencial se hiciera en forma
competitiva. Consideraban que el PRI debía eliminar el tapadismo por anacrónico, sustituyéndolo
por un calendario preestablecido para que los aspirantes se registraran como precandidatos, y en
caso de tener cargos públicos, renunciaran a ellos. El 4 de octubre de 1987, el presidente del PRI dio
a conocer el nombre de la persona elegida como candidato a la presidencia, Carlos Salinas de
Gortari, secretario de Programación y Presupuesto y uno de los tres aspirantes a quienes la prensa
nacional se refería con mayor insistencia (los otros dos eran Manuel Bartlett y Alfredo del Mazo).
Pero aquella selección no fue satisfactoria para los miembros de la Corriente Democrática, quienes
abandonaron el PRI y eligieron a su propio candidato, Cuauhtémoc Cárdenas.
A diferencia de la oposición de derecha representada sólo por dos partidos políticos (PAN y PDM)
claramente diferenciados entre sí y con respecto al PRI, la oposición de izquierda se caracterizó por
su falta de unidad, con movimientos de acercamiento y de distanciamiento entre unos grupos y
otros, y con respecto a las dos corrientes del PRI, la tradicional y la democrática. Al acercarse las
elecciones, los dirigentes de los partidos de izquierda consideraron que necesitaban unirse, sobre
todo en vista de los avances electorales de la derecha en 1985 y 1986. Sin embargo, esos proyectos
unitarios no llegaron a hacerse efectivos en la medida deseada, y sólo pudieron formarse dos
grandes tendencias, una alrededor del Partido Mexicano Socialista (PMS), creado en mayo de 1987,
y otra en torno al PRT. El PPS, el PARM y el PST no estuvieron de acuerdo con la selección del
candidato priísta, por lo que decidieron aliarse y postular a Cuauhtémoc Cárdenas; así se formó el
Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN).
El 6 de julio los medios de comunicación anunciaron que en casi todas las casillas electorales se
siguieron los pasos marcados por la ley y que la votación dio comienzo a las 8:00 horas de la mañana,
y a esa hora se instaló la Comisión Federal Electoral (CFE) en sesión permanente, como responsable
de la vigilancia del proceso. Pero desde las 10:00 horas empezaron a circular informaciones sobre
dificultades en algunas casillas, y a lo largo del día fueron creciendo las protestas de los partidos de
oposición que argumentaban irregularidades y fraudes. En las oficinas del PFCRN se informó que
Cuauhtémoc Cárdenas daría una conferencia de prensa a las 18:00 horas para anunciar las acciones
que se habrían de seguir ante el fraude electoral, y también se esperaban las declaraciones de
Manuel J. Clouthier
Avanzada la tarde, los candidatos de oposición se reunieron para planear una estrategia de protesta
y acordaron presentarse juntos ante la Secretaría de Gobernación (a pesar de que la jornada
electoral no había terminado y aún se seguía votando en muchas casillas) pues juzgaban que había
suficientes elementos para denunciar las irregularidades. Alrededor de las seis de la tarde, el
Registro Nacional de Electores hizo un anuncio sorpresivo: el centro de cómputo de los votos se
había caído, por lo que la Comisión Federal Electoral entró en receso
Cuando los candidatos de oposición fueron informados de lo que estaba ocurriendo, decidieron
manifestar su inconformidad ante las autoridades electorales. Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel
Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra se presentaron ante la CFE seguidos de una multitud que instaló
un “plantón” a las puertas de la Secretaría de Gobernación. El propósito de los candidatos era
entregar un documento que titularon “Llamado a la legalidad”
Esos resultados fueron anunciados el 13 de julio, después de un cómputo que se realizó en todo el
país a partir del día 10; los correspondientes a la presidencia de la República fueron los siguientes:
Carlos Salinas de Gortari obtuvo 50.36 % de los votos; Cuauhtémoc Cárdenas 31.12 %; Manuel J.
Clouthier 17.06 %; Gumersindo Magaña 1.04 %, y Rosario Ibarra de Piedra 0.42 %
Esos resultados fueron sorpresivos por varias razones; en primer lugar por el alto nivel de
abstencionismo, que registró el 49.72 %, sobre todo tras la gran movilización política que se había
dado durante las campañas y que prometía una copiosa votación. En segundo lugar, llamó la
atención la popularidad alcanzada por Cuauhtémoc Cárdenas, cuya votación casi dobló la de Manuel
J. Clouthier, desplazando al PAN como segunda fuerza electoral al menos en lo relativo a la
candidatura presidencial, pues en los comicios para la legislatura, el PAN obtuvo el mayor número
de diputados de mayoría relativa. En tercer lugar, el resultado más impresionante fue la pérdida de
votos del PRI en todos los niveles, pues después de haber obtenido 70.99 & de los votos para la
presidencia de la República en 1982, en 1988 solamente alcanzó el 50.36 &%
El “Llamado a la legalidad”
La jornada electoral que acaba de concluir ha representado un despertar cívico del pueblo de
México. Ha sido evidente la voluntad ciudadana para establecer un régimen democrático y abolir el
autoritarismo imperante. La respuesta del gobierno y de los agentes del partido oficial ha sido
contraria a esta abrumadora demanda ciudadana. Además de las numerosas violaciones a la
legalidad constitucional, algunas sumamente graves que se habían venido cometiendo y
denunciando a lo largo del proceso electoral, hoy se ha puesto en evidencia la determinación del
grupo gobernante de consumar una imposición a despecho de la voluntad popular. Numerosas
violaciones cometidas hasta ahora en perjuicio de todas nuestras organizaciones y partidos
políticos, como la ausencia deliberada de autoridades electorales, la eliminación selectiva de
ciudadanos del padrón electoral, la privación masiva de credenciales a servidores públicos,
sindicalistas, y a concesionarios de mercados, las brigadas de votantes, colonos, empleados civiles
y militares, el acarreo de campesinos, la inexistencia o ineficacia de la tinta indeleble, los intentos
de voto múltiples por un solo sector electoral, la admisión de votantes en proporción superior al
diez por ciento para efectos de anulación, el relleno de ánforas y otras muchas irregularidades que
afectan gravemente la limpieza de los comicios del día de hoy y podrían determinar su nulidad, en
caso de no ser satisfactoriamente reparadas. El anuncio anticipado de una supuesta victoria del
partido oficial bajo estas condiciones, mucho antes de que haya culminado el proceso de cómputo
y el de calificación, reafirma nuestras sospechas de que se está configurando un fraude de grandes
proporciones que desvirtuaría el sentido de la voluntad ciudadana expresada en las urnas. En caso
de que no se restablezca de modo inequívoco la legalidad del proceso electoral, los candidatos a la
Presidencia de la República que suscribimos este documento, no aceptaríamos los resultados ni
reconoceríamos las autoridades que provinieran de hechos fraudulentos, por lo que procederíamos
a defender los derechos del pueblo mexicano con todas las armas que la Constitución nos otorga.
Formulamos un apremiante llamado al Gobierno de la República para que repare de inmediato estas
desviaciones y haga respetar la voluntad ciudadana.
Política exterior
Los Gobiernos de Colombia, Panamá y Venezuela atendieron al llamado, e integraron con México el
Grupo de Contadora; posteriormente, hicieron un llamado urgente a los países centroamericanos
para que redujeran las tensiones a través del diálogo, y expresaron su preocupación por la
intromisión de intereses externos. A principios de enero de 1984, el Grupo de Contadora consiguió
que los países centroamericanos aprobaran un documento en el que se especificaban los
mecanismos para el logro de la paz. Sin embargo, fue hasta 1988 cuando el gobierno sandinista
accedió a negociar directamente con la oposición armada en busca de una solución pacífica; poco
tiempo después, Nicaragua llevó a cabo elecciones democráticas.
Durante el primer año del sexenio las relaciones entre México y Estados Unidos no sólo
transcurrieron sin dificultades, sino que incluso el Gobierno estadounidense favoreció la
reestructuración de la deuda externa mexicana, que se empezó a gestionar en agosto de 1983. Pero
al año siguiente empezaron a manifestarse algunos desacuerdos entre los dos países, relacionados
principalmente con los puntos de vista diferentes acerca de los conflictos políticos en
Centroamérica, y con los obstáculos que ponía el proteccionismo estadounidense a los productos
mexicanos. Un asunto grave ocurrió en febrero de 1985, cuando fue asesinado en México Enri que
Camarena Salazar, un miembro de la agencia contra las drogas (DEA) de Estados Unidos mientras
cumplía su labor de investigación. El Gobierno estadounidense acusó a México de estar involucrado
en el tráfico ilegal de drogas e incluso hizo referencia a una “corrupción gubernamental”, por lo que
ordenó un estricto sistema de revisión en las aduanas fronterizas que obstaculizó el tránsito entre
ambos países. El asesinato del agente estadounidense provocó el aumento de reportajes de prensa
en el país vecino en los que se difundía una imagen negativa de México, a pesar de que en abril de
ese mismo año fue aprehendido Rafael Caro Quintero, un poderoso narcotraficante al que se
acusaba de ser el autor intelectual del asesinato de Camarena
Economía
En los primeros meses, el gobierno trató de corregir el rumbo de la economía, mediante el Programa
Inmediato de Reordenación Económica, y se dedicó a restablecer la confianza del sector
empresarial. En su discurso de toma de posesión anunció la reprivatización del 34 % del capital de
los bancos nacionalizados, y durante el transcurso de su primer año de gobierno comenzó a poner
en práctica un plan de indemnización para los afectados, así como la reprivatización de empresas
propiedad de los bancos, otorgando preferencias a los ex banqueros para adquirirlas. Con ello,
Miguel de la Madrid logró la colaboración de los empresarios para su programa económico, a pesar
de las medidas de austeridad contenidas en éste. Para corregir el desequilibrio fiscal, los precios de
los servicios prestados por el Estado se incrementaron significativamente en diciembre de 1982, y
se aprobó la Ley de Ingresos para 1983, mediante la cual se aumentó el Impuesto al Valor Agregado
(IVA) de 10 a 15 %, con excepción de algunos productos básicos de consumo que quedaron exentos.
En política monetaria, se estableció un sistema múltiple de control de cambios que consistió en un
tipo de mercado libre a 150 pesos por dólar; un tipo controlado flotante que comenzó en 95.10
pesos por dólar, dedicado principalmente a importaciones prioritarias y a la amortización de la
deuda externa, y un tipo “especial” también flotante, para la conversión de los “mexdólares”. En el
sector externo, el programa correctivo del gobierno tuvo mejores resultados que los que esperaba
el FMI, pues a fines de 1983 se alcanzó un superávit significativo en la cuenta corriente, y la reserva
de divisas llegó casi a triplicar la registrada en diciembre de 1982. Esto impresionó favorablemente
a la banca internacional y pudo iniciarse la primera fase de la reestructuración de la deuda externa
mexicana. Sin embargo, el pago de los intereses por concepto de la deuda acumulada fue en
aumento, no sólo porque las tasas eran altas sino porque las continuas devaluaciones elevaban
significativamente el monto de dichos intereses El gobierno de Miguel de la Madrid, continuó la
política de su antecesor en el sentido de dar prioridad a la autosuficiencia alimentaria, con base en
el Programa Nacional de Desarrollo Rural Integral en el que se definieron las estrategias para dar
una atención constante, dentro de los límites marcados por la crisis, a la producción de alimentos
básicos. A dos años de iniciado el sexenio, la economía nacional parecía alcanzar la estabilidad, como
lo mostraban los indicadores macroeconómicos; la inflación había descendido progresivamente
desde 1983 cuando llegó a los niveles más altos registrados hasta entonces (117.2 % anualizado),
para alcanzar en junio de 1985 la cifra de 53.%. El mercado cambiario también se había controlado;
la devaluación persistía, pero ahora ocurría de una manera regular y previsible.
Política industrial
Ingreso al GATT
Para solucionar el déficit público, el gobierno recurrió al crédito interno, volvió a aplicar medidas
restrictivas en el gasto público y disminuyó el financiamiento a las empresas; la inversión pública se
redujo en momentos en que los sectores productivos requerían de más crédito, y la escasez de éste
provocó que subieran las tasas de interés. Otra medida consistió en aumentar los instrumentos de
ahorro no bancarios, como los Certificados de la Tesorería de la Federación (CETES), petrobonos,
etc, para captar recursos y financiar sus gastos. Por otra parte, la cantidad de divisas (moneda
extranjera fuerte) se reducía, con lo que crecían seriamente las presiones sobre la moneda nacional,
que de nuevo sufrió devaluaciones drásticas; el dólar en el mercado libre subió de 248.27 pesos a
340 pesos, es decir, registró un aumento de 36.9 %, superior a la devaluación de todo el año 1984,
con el agravante de que incluso a ese precio había dificultades para adquirir la divisa extranjera. En
el segundo semestre de 1985, a esa situación de por sí difícil se sumaron los sismos ocurridos en el
mes de septiembre, los cuales, además de la gran pérdida de vidas humanas sobre todo en la capital
del país en el aspecto estrictamente económico, tuvieron efectos directos sobre la balanza de pagos
debido a la baja del turismo extranjero, la reducción de las exportaciones y mayores importaciones
por motivo de la reconstrucción, la cual obviamente implicó mayores gastos del sector público. Por
otra parte, ocurrió una nueva caída de los precios internacionales del petróleo que el presidente de
la Madrid calificó como un “terremoto económico”, el cual provocó un severo impacto en la
economía mexicana, que todavía dependía de dicho energético a pesar del aumento de las
exportaciones no petroleras. En medio de los graves estragos sociales dejados por los temblores, un
nuevo des plome de la economía golpeó con fuerza a la sociedad mexicana. Precisamente ese mes
de septiembre, la inflación se aceleró bruscamente hasta alcanzar la cifra de 135.2 %, con fuertes
pronósticos de continuar en rápido ascenso; a fines de año, el dólar libre llegó a cotizarse a 450
pesos a la venta, y el controlado a 372.20 pesos. Los datos de la producción y el empleo eran también
desalentadores. Al desplomarse los índices bursátiles de Nueva York, la debilitada bolsa mexicana
no pudo resistir y sobrevino la caída incontrolable el 19 de octubre de 1987, dejando como secuela
la inmediata fuga de capitales y una nueva devaluación drástica que elevó el dólar a 2,200 pesos; de
nuevo aumentaron las presiones sobre los precios de los productos de consumo, lo que llevó al
Congreso del Trabajo a demandar una revisión de los salarios; todo esto ocurría en plena fase inicial
de las campañas electorales de los candidatos a la presidencia de la República.
El 15 de diciembre de 1987 se firmó el Pacto de Solidaridad Económica, por el que los tres sectores
sociales (empresarial, obrero y campesino) se comprometían a solida rizarse con el gobierno para
instrumentar un acuerdo que, entre otras medidas, incluía el aumento de los salarios mínimos y
contractuales en 15 % a partir del 16 de diciembre, 20 % más a partir del 1 de enero de 1988, y una
modificación mensual a partir del 1 de marzo de ese mismo año, de acuerdo con la evolución
previsible del índice de precios de la canasta básica. Asimismo, se acordaban ajustes al sistema
tributario y un ajuste (en realidad un aumento) de los precios y tarifas del sector público, también a
partir del 16 de diciembre, de 85 % a los precios de gasolina, gas doméstico, teléfonos y electricidad,
con el compromiso de no aumentar los precios y tarifas del sector público durante los meses de
enero y febrero, y hacerlo a partir de marzo en un porcentaje igual al de la inflación prevista para
cada mes
Para observar la operatividad del Pacto y evaluar su eficacia, se creó una comisión de seguimiento
y evaluación en la que, además del gobierno, participaron representantes de los sectores privado,
obrero y campesino, y se inició un amplio programa de difusión y apoyo publicitario a fin de
convencer a la población de que el éxito del Pacto era indispensable para asegurar la buena marcha
de la economía. El Pacto permitió que Miguel de la Madrid entregara el poder a su sucesor en
condiciones menos desalentadoras que aquellas en las que él mismo lo recibiera, pues logró cumplir
su promesa de evitar que, por tercera ocasión consecutiva, México cayera en una crisis financiera
de graves proporciones al final del periodo presidencial.