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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA ESPECIAL DE PRIMERA INSTANCIA

ARIEL AUGUSTO TORRES ROJAS


Magistrado Ponente

AEP 00012 – 2021


Radicación N° 00300
Aprobado mediante Acta No. 07

Bogotá D.C., cinco (5) de febrero de dos mil veintiuno


(2021)

VISTOS

La Sala decide la solicitud de control de medida de


aseguramiento presentada por el defensor del procesado
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA, contra la decisión de
veintiséis de noviembre de dos mil veinte, proferida por la Sala
Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia,
mediante la cual le impuso medida de aseguramiento de
detención preventiva por el concurso homogéneo y sucesivo de
delitos de tráfico de influencias previsto en el artículo 411 de la
Ley 599 de 2000.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

HECHOS

Así fueron precisados en la providencia por cuyo medio


la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de
Justicia definió la situación jurídica del doctor EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA:

“En la actuación consta que el 22 de noviembre de 1973, ante la


Notaría 2ª del Círculo de Barranquilla y mediante la escritura pública
1887, Gabriel Acosta Bendeck protocolizó los siguientes documentos: (i)
acta no. 2 del 15 de noviembre de la anualidad referida, de la fundación
Acosta Bendeck, por medio de la cual se le confirieron facultades para
“crear junto con otras personas, una entidad educativa que llevará el
nombre de ‘Corporación Metropolitana para la Educación Superior’, con
sede en Barranquilla; (ii) los Estatutos de la Corporación Metropolitana
para la Educación Superior y (ii) el acta de constitución de dicha
institución.

El órgano de dirección de esa Corporación -en adelante


Universidad Metropolitana-, de conformidad con los estatutos
ratificados por el Ministerio de Educación Nacional a través de la
Resolución 4610 del 5 de octubre de 1995, era el Consejo Directivo
integrado por 6 miembros principales con sus respectivos suplentes
personales, así: (i) un miembro en representación de los gremios
económicos y financieros del municipio de Barranquilla; (ii) un miembro
designado por el Arzobispo de Barranquilla; (iii) tres miembros provistos
por el representante legal de la Fundación Acosta Bendeck. De igual
manera, estaba contemplado que concurrían a la conformación el rector
y el vicerector, empero sin voto.

En sesión del 5 de septiembre de 2014, fecha para la cual Carlos


Jaller Raad era el rector de la Universidad y cuyas incidencias están
recogidas en el Acta 101, ante las renuncias de algunos de los miembros
del Consejo Directivo, tal órgano quedó integrado de la siguiente
manera: (i) por designación del representante legal de la Fundación
Acosta Bendeck: Ivonne Acosta Acero, elegida presidenta, con suplencia
de Cristina Isabel Jaller Acosta; Gina Eugenia Díaz Buelvas, con
suplencia de Alberto Enrique Acosta Pérez y, Luis Fernando Acosta
Osío, con suplencia de Miguel Ángel Acosta Osío; (ii) Luis Eduardo
Vargas Ripoll, designado por la Arquidiócesis de Barranquilla, con
suplencia del sacerdote Claudio Martín Blanco Malabet; (iii) Jorge Luis
Hernández Cassis, postulado y elegido por unanimidad en esa misma
ocasión, en representación de los gremios de la ciudad y, según fue
consignado, por tratarse de un prestigioso empresario y gerente de
empresas multinacionales, con suplencia de Manuel Raad Berrío.

Esa conformación se mantuvo hasta el 27 de junio de 2016, fecha


en la cual Ivonne Acosta Acero, en la condición de representante legal de
la Fundación Acosta Bendeck, de manera unilateral removió a Luis
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Fernando Acosta Osío y a Gina Eugenia Díaz Buelvas. Lo anterior,


conforme fue explicado en estas diligencias, porque aquellos pretendían
modificar los estatutos de la Universidad con el propósito de asumir su
control.

No obstante, quienes arguyeron la condición de miembros


fundadores de la Universidad Metropolitana, el 1º de julio de esa
anualidad, se reunieron por derecho propio al amparo del artículo 22 de
los estatutos1. Lo anterior, con la asistencia además de quienes se
asentó constancia que correspondían a miembros designados para el
Consejo Directivo por la Fundación Acosta Bendeck, esto es, Luis
Fernando Acosta Osío, Gina Eugenia Díaz Buelvas y María Cecilia
Acosta Moreno, así como de Alfonso Acosta Bendeck, con poder que le
otorgó Luis Eduardo Vargas Ripoll, designado este último por la
Arquidiócesis de Barranquilla.

En esa sesión fue declarada la vacancia de la representación de


los gremios económicos ejercida hasta entonces, como quedó asentado,
por Jorge Luis Hernández Cassis, de quien se expuso había sido
seleccionado de manera irregular. Así mismo, se escogió a Luis
Fernando Acosta Osío en la condición de presidente del Consejo y, a
continuación, con la afirmación de que Carlos Jaller Raad no fue elegido
rector en la reunión del 1º de septiembre de 2014 con satisfacción a
cabalidad de los requisitos estatutarios, se le removió y el reemplazo se
proveyó con Alberto Enrique Acosta Pérez, “hijo del doctor Gabriel Acosta
Bendeck, quien fuera miembro fundador de la Universidad
Metropolitana”.

El 5 de julio siguiente, la Subdirección de Inspección y Vigilancia


del Ministerio de Educación Nacional efectuó la inscripción de Acosta
Pérez en la condición de representante legal de la Universidad. Este
último, a quien el Consejo Directivo en el Acta 116 del 1º de septiembre
de 2016 le aprobó la propuesta de reforma estatuaria que fue sometida
seguidamente a la ratificación de la dependencia pública aludida atrás,
finamente obtenida mediante la Resolución 01099 del 31 de enero de
2017, luego de acogidas las observaciones que en un inicio fueron
formuladas.

Posteriormente, el Consejo Directivo paralelo de la Universidad


Metropolitana, presidido por Ivonne Acosta Acero, con fundamento en el
Acta 001 y el Acuerdo 001 del 11 de noviembre de 2016, solicitó la
inscripción en la condición de representante legal de Jorge Luis
Hernández Cassis. Empero, la Subdirección de Inspección y Vigilancia
del Ministerio de Educación la denegó con el argumento de haberse
cumplido con anterioridad la solicitada respecto de Alberto Enrique
Acosta Pérez, sin embargo, si accedió a la reclamada respecto de Juan
José Acosta Osío, inscrito en la condición aludida el 11 de enero de
2017.

1
“Artículo 22. Las reuniones ordinarias y extraordinarias -del Consejo Directivo, se
aclara-, se efectuarán en la fecha y hora que las convoque el Presidente del Consejo o el
Rector o la mayoría de sus miembros, cuando así lo dispongan para tratar asuntos de
vital importancia para la entidad”.
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En este último contexto, de disputa entre primos por el control de


la Universidad Metropolitana, en el cual cada uno de los sectores
enfrentados pretendió el registro de una persona distinta en la calidad
de rector de la institución, pues se reclamó tanto para Jorge Luis
Hernández Cassis, como para Alberto Enrique Acosta Pérez, se habría
producido el primero de los tráficos de influencias imputado al senador
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA.

Ello, conforme lo narró el propio congresista en los audios que


dieron origen a las presentes diligencias, al interceder en la Presidencia
de la República y ante la Ministra de Educación de la época para que se
efectuara la inscripción de uno de los nombrados en precedencia. En
concreto, en los términos de aquél, para que se “pusiera un tipo que”
había “estado antes en la universidad, que es sobrino del viejo Gabriel
Acosta”.

La mediación indebida, conforme lo expuso también el aforado en


dichos audios, estuvo determinada por la amistad con un grupo de los
involucrados. Así mismo, porque ante la proximidad de las elecciones
legislativas de 2018, aguardaba recibir de los directivos de la
Universidad “platica” y becas en apoyo a sus aspiraciones electorales.

Adicionalmente, la “ayuda” del senador PULGAR DAZA para esa


específica gestión, resulta pertinente añadir, la admitió con tal
calificativo Luis Fernando Acosta Osío, quien fue elegido presidente del
Consejo Directivo en la reseñada reunión por derecho propio en la cual
se destituyó a Carlos Jaller Raad y se designó a Acosta Pérez para
relevarlo. Lo anterior, no en el testimonio ante la Corte, sino en la
conversación contenida en otra de las grabaciones incorporadas a la
presente instrucción.

Por otra parte, en las diligencias fue esclarecido que la disputa


aludida trascendió al ámbito penal a través de denuncias recíprocas,
una de ellas, formulada por Carlos Jaller Raad y en ese entonces bajo la
dirección de la Fiscalía 51 Seccional de Barranquilla, adscrita a la
unidad de delitos contra el patrimonio económico. De igual modo, que
mediante correo electrónico del 17 de mayo de 2017, el abogado
Francisco Antonio Márquez Astralarga, en representación del antes
mencionado, entre otros, de quien se arguyó la condición de víctima en
dicha indagación, presentó en el Juzgado Primero Promiscuo Municipal
de Usiacurí, Atlántico, la solicitud de una audiencia de control de
garantías.

Esa diligencia preliminar fue asumida y radicada al número


08849408900120170009600, además, tenía por propósito el
restablecimiento del derecho y la suspensión de actos o registros
obtenidos fraudulentamente. En fin, revertir las decisiones de diciembre
6 de 2016 del Consejo Directivo de la Universidad Metropolitana,
mediante las cuales fue consolidada la remoción de Carlos Jaller Raad
de la rectoría de la institución y elegido Juan José Acosta Osío.

La audiencia se programó para el 25 de mayo de 2017, a partir de


las 10 de la mañana; fecha en la cual se instaló, pero sin que se
avanzara en su objeto en cumplimiento de la orden impartida en sede de
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tutela por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Sabanalarga. Esa


acción pública fue impetrada, según fue discernido en esta
investigación, por Luis Fernando Acosta Osío y resuelta el 8 de junio de
2017 en primera instancia mediante pronunciamiento en el cual se
declaró la improcedencia del amparo deprecado.

Esa determinación en sede constitucional permitió fijar de nuevo


la fecha para reanudar la diligencia, pero sin que en últimas fuera
posible agotarla. En específico, pues además de la nulidad y de la
recusación propuestas por los apoderados de los posibles indiciados,
uno de ellos Luis Fernando Acosta Osío, la Sala Penal del Tribunal
Superior de Barranquilla en providencia del 14 de julio de la anualidad
referida ordenó suspenderla y examinar los factores que,
excepcionalmente, según los criterios jurisprudenciales imperantes,
fijan el ámbito de la competencia territorial de los jueces de control de
garantías, por razón de los cuales la actuación fue remitida a los
despachos de tal función con sede en Barranquilla.

Empero, entre la fecha de radicación de la solicitud de la


audiencia, del 17 de mayo de 2017 y el fallo de tutela de segunda
instancia, fechado el 14 de julio siguiente, el senador PULGAR DAZA por
intermedio de Ronald Emil Padilla Acuña, otrora alcalde de Usiacurí,
elegido también con el aval del Partido de la Unidad Nacional -de la U- y
apoyado por aquél en sus aspiraciones electorales, logró que Andrés
Fernando Rodríguez Caez, titular del Juzgado Primero Promiscuo
Municipal de dicha población, accediera a visitarlo en el apartamento
del congresista en la ciudad de Barranquilla con el aducido propósito de
presentarse a su “jefe político”.

En ese encuentro, el aforado PULGAR DAZA luego de ambientar al


entonces funcionario judicial sobre el conflicto familiar existente por el
control de la Universidad Metropolitana y subyacente al asunto a cargo
de aquel, esto es, en la audiencia preliminar de restablecimiento del
derecho, así como de revelarle la gestión que a título personal había
realizado ante la Presidencia y el Ministerio de Educación Nacional,
determinado por los votos que le “pone” la Universidad con votos,
puestos y “billetico”, de forma explícita e inequívoca le solicitó “ayuda”.

Es más, le precisó a Rodríguez Caez que ello era “un negocio” al


que estaba dispuestos “los manes (…) si hay que ir hasta allá”, ante la
preocupación que les asistía a esos terceros en torno a la situación. Lo
anterior, a tal punto, según expuso, que si les indicaba “a los manes ey
doc esta vaina vale 200 barras, me dicen a qué horas y donde”.

El congresista investigado, en lo que afianza la formulación de


una propuesta ilícita, adujo incluso en sus propios términos: “ya si pa
hablar claro yo les digo a ustedes la verdad aquí hay un negocio”. Ello,
sin desistir en momento alguno de todos modos de la influencia
indebida que había desplegado, pues ante el rechazo de la oferta
proveniente del antes nombrado Rodríguez Caez, en los apartes finales
del diálogo le manifestó al funcionario que si tenía “la posibilidad de
hacer algo (…) lo agradecería en el alma”.

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Por último, resulta pertinente reseñar, que de esos hechos se tuvo


conocimiento con ocasión de la crónica del 12 de julio pasado publicada
en el portal web “Los dos Danieles”. En esa oportunidad el periodista
Daniel Coronell divulgó dos fragmentos de las grabaciones referidas a
esos sucesos y correspondientes a sendas reuniones, una de ellas, la
ocurrida en la residencia del senador PULGAR DAZA con las incidencias
relatadas en los acápites anteriores; la segunda, en la oficina de David
Name Terán, en la que Luis Fernando Acosta Osío, en presencia de
Rodríguez Caez, alude a la mediación del congresista ante las
autoridades nacionales.

ANTECEDENTES

1.- Atendiendo las previsiones del artículo 27 de la Ley


600 de 2000 en lo que atañe a la posibilidad de iniciar
oficiosamente la investigación por conductas punibles que por
cualquier medio lleguen a conocimiento del servidor público
que cuente con competencia para ello, en consideración a la
nota periodística del señor Daniel Coronell aparecida en un
medio de comunicación social el 12 de julio de 2020, dando
cuenta del presunto ofrecimiento de dinero por parte del
Senador Eduardo Enrique Pulgar Daza a un Juez de la
República para que en un proceso de su conocimiento
favoreciera a unos amigos suyos, un Magistrado de la Sala
Especial de Instrucción, a quien por reparto correspondió el
conocimiento del asunto, mediante proveído del día 13
siguiente dispuso el adelantamiento de investigación previa 2.

Posteriormente, el 6 de agosto de ese mismo año, la Sala


Especial de Instrucción decretó la formal apertura de
instrucción contra el Senador de la República EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA, lo tuvo por vinculado
procesalmente ante la negativa de contestar las preguntas
sobre los hechos que en la indagatoria se le formularon, en
2
Fls. 20 y ss. cno. 1
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diligencia que para dicho propósito tuvo lugar el 26 de


octubre de 2020, y mediante providencia de 26 de noviembre
de 2020 le definió la situación jurídica con medida de
aseguramiento consistente en detención preventiva “como
presunto autor del delito de tráfico de influencias previsto en el
artículo 411 de la Ley 599 de 2000, cometido en concurso
homogéneo” y dispuso librar de inmediato orden de captura
para su cumplimiento en establecimiento especial de
reclusión.

2.- En firme esta determinación al no haber sido


recurrida por ninguno de los sujetos procesales, el defensor
solicitó el control de juridicidad de la misma, razón por la cual
el Magistrado Sustanciador de la Sala Especial de Instrucción
de la Corte dispuso remitir copias de la actuación a esta Sala,
para que se adopte la decisión que corresponda

FUNDAMENTOS DE LA MEDIDA DE ASEGURAMIENTO

En la providencia por cuyo medio la Sala Especial de


Instrucción de la Corte define la situación jurídica del
implicado, se comienza por aludir a las pruebas
documentales, testimoniales e informes que obran en la
actuación, declarar su competencia para conocer del asunto y
mencionar la necesidad de resolver la situación jurídica, así
como los presupuestos sustanciales y procesales que la rigen.

Seguidamente expone la argumentación que sustenta la


negativa de atender el pedido de la defensa, en punto a la
necesidad de posponer dicha determinación hasta tanto se
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resuelvan las objeciones por error grave formuladas a la


prueba pericial practicada en el proceso en relación con la
evidencia digital aportada a la actuación por el testigo Andrés
Fernando Rodríguez Caez, después de lo cual “la Sala afirma que
resulta evidente e incontrastable la improcedencia de invocar la
afectación de la garantía a la defensa material en el presente asunto. Es
específico y, esencialmente, porque se vincula, sin sentido ni razón, al
ejercicio del derecho que le asistía al procesado de abstenerse de rendir
la indagatoria; además, ante la posibilidad de la cual se sustrajo aquél,
de acceder en forma parcial a rendir los descargos por propia voluntad y
con la manifestación inequívoca, ante las advertencias legales que le
fueron efectuadas, de obrar con sujeción a la asesoría recibida”.

Afirmó que, “en síntesis, descartada la configuración de


cualquier error, tanto de estructura, como de garantía, tanto en la decisión
de no posponer la indagatoria, como en la de no acceder a abstenerse de
definir la situación jurídica hasta tanto se decide la objeción por error
grave, ningún óbice existe entonces para proceder a emitir el
pronunciamiento correspondiente”.

En punto a la legalidad de la evidencia allegada, precisó


la Sala que “en ese propósito se tiene, en primer término y, con esa
orientación, que no se tratan de interceptaciones de comunicaciones, ni de
grabaciones magnetofónicas realizadas por terceros ajenos a las
reuniones fijadas en dichos audios, esto es, que no intervinieron en los
diálogos. En consecuencia, las consideraciones que son propias de ese
tipo de evidencias no se abordarán en esta providencia, pues sin remisión
a duda carecen de interés para la decisión” para concluir resolviendo
denegar “la exclusión de tal medio suasorio deprecada por la defensa,
como también, de las pruebas derivadas de aquel; así mismo y,
consecuentemente, el pedido de preclusión extraordinaria que la
representación judicial del congresista PULGAR DAZA supeditó a dicha
pretensión. Ello, pues los demás reparos formulados para sustentar la
solicitud principal carecen por igual de vocación de prosperidad”.

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La Sala asimismo descartó la presunta violación del


domicilio con ocasión de la obtención de las grabaciones
magnetofónicas tras considerar que el funcionario judicial que
las realizó “fue invitado a la residencia del congresista, esto es, fue éste
quien, sin irrupción arbitraria, engañosa o clandestina de aquel, le
permitió acceder a ese espacio físico que tenía destinado al libre ejercicio
de la vida privada”, de suerte que “al proceder PULGAR DAZA en tales
circunstancias y, aunque lo hiciera en el domicilio, mal puede reclamar
del receptor de la propuesta, esto es, del sujeto pasivo y víctima de la
posible infracción penal, la protección para la inviolabilidad del domicilio
impediente de registrar el momento del actuar criminal; menos aún,
plantearse por la defensa que una intelección distinta implicaría la
permisión para cometer el delito definido en el artículo 189 del Código
Penal”.

Y, en punto al derecho a la no autoincriminación, indicó


la Sala instructora que las manifestaciones realizadas por el
procesado “aunque no reúnan todas las formalidades de un acto
procesal, como lo es la confesión, no pierden su importancia y el acontecer
de aquellas se puede acreditar a través de cualquier elemento de
convicción, uno de ellos, el testimonio del receptor de la manifestación.
Además, tampoco por el hecho de que en juicio o en la investigación se
haga referencia a las mismas, se conculcan las garantías del procesado,
entre otras, al privilegio de la no autoincriminación, pues no es la
inducción de un funcionario la que causa la admisión de la
responsabilidad penal, sino la voluntad propia del sujeto activo que confía
su relato sobre el acaecer delictivo a un particular”.

De otra parte, en torno a la autenticidad de la evidencia


digital incorporada a la actuación, señaló la Sala Especial de
Instrucción que “las acotaciones que destaca la defensa, alusivas en
verdad a tiempos diferentes, no infirman ni menguan el inequívoco
reconocimiento que efectuó Rodríguez Caez de haber sido el autor de las
grabaciones, ni el de corresponder los audios incorporados a la presente

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actuación, a los que recaudó en esas dos conversaciones en las cuales


fue partícipe, esto es, en las que intervino”.

Con base en estas y otras consideraciones, frente al


valor probatorio de las grabaciones aportadas, la Sala de
Instrucción concluyó que se trata de documentos privados
aptos para ser apreciados judicialmente.

Respecto del delito de tráfico de influencias atribuido al


procesado, se sostiene por la Sala Especial de Instrucción que
el senador Pulgar con abuso del cargo y de la función, realizó
gestiones ante el Ministerio de Educación Nacional y respecto
del titular del Juzgado Primero Promiscuo Municipal de
Usiacurí, Atlántico, con fines distintos a la satisfacción de las
necesidades colectivas, ya que actuó con el inequívoco
propósito de favorecer a una de las partes involucradas en la
disputa, “pues en últimas le reportaría un provecho en las elecciones
para integración del Congreso de la República que se celebrarían nueve
meses después de la conversación con Rodríguez Caez, esto es, en el

2018”, según se extrae de las grabaciones allegadas para

indicar seguidamente que:

“En todo caso y, en forma adicional a esas grabaciones, se tiene


que cada uno de dichos apartes fue corroborado, en su realidad, así como
en sus circunstancias, mediante el testimonio de Rodríguez Cáez; prueba
que contrario al entendimiento de la disidencia de la Sala, puede generar
reparos en algunos de sus pormenores, sin que ello implique que deba
descartarse su credibilidad.

Así las cosas, con independencia de que el relato de Rodríguez


Caez genere reparos en algunos aspectos marginales, tales como los
atinentes a la adquisición de la grabadora y su destrucción, al igual que
en punto a los referidos a la imposibilidad de brindar mayores (datos)
sobre la identidad del técnico al que contactó para la extracción de la
imagen forense, resulta cierto e incontrastable que se mantuvo unívoco,
consistente y creíble en lo medular para la reconstrucción del episodio

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delictivo referido.

En concreto, tratándose del motivo por el cual accedió a acudir a la


reunión y en la expectativa de un posible actuar criminoso que lo
determinó a la adquisición de la grabadora y la posterior fijación
magnetofónica de la conversación. Así mismo y, primordialmente,
tratándose de las circunstancias en las cuales se realizó el encuentro y
las manifestaciones que durante ella efectuaron, tanto el aforado, como
su mediador Padilla Acuña; todo ello, soportado en un conocimiento
personal y directo que sin motivo de sospecha refirió en estas diligencias,
en fin, en condiciones por las cuales, en apego al artículo 277 de la Ley
600 de 2000, se le concede credibilidad.

En resumen, la prueba analizada en precedencia permite sostener


que respecto de ese episodio se configura, se anuncia desde ahora, en
concurso homogéneo ante los hechos restantes y satisfacción del
estándar probatorio exigido para la medida de aseguramiento, el delito de
tráfico de influencias contemplado se reitera, en el artículo 411 de la Ley
599 de 2000. Ello, además, en concurso heterogéneo con el punible de
cohecho por dar u ofrecer”

Agrega que el segundo episodio a que alude la grabación


magnetofónica aportada en el curso del testimonio rendido
por Andrés Fernando Rodríguez Cáez, en donde se da cuenta
de la reunión efectuada en el apartamento del Congresista
PULGAR DAZA en el apartamento de Barranquilla en el que
intervinieron el procesado, Ronald Emil Padilla, el Alcalde de
Usiacurí y Rodríguez Caez.

Señala el pronunciamiento que en “En dicho encuentro el


aforado efectuó manifestaciones que se discernió atrás no conculcaron las
garantías fundamentales a la intimidad, la inviolabilidad del domicilio, ni
al privilegio a la no autoincriminación. En concreto, reconoció de forma
espontánea que, con utilización indebida de las influencias derivadas del
ejercicio del cargo, gestionó ante funcionarios del orden nacional un
trámite que le representaba un beneficio directo, se reitera, a una de las
partes en disputa por el control de la Universidad Metropolitana”.

Añade que “Los medios probatorios reseñados, coincidentes y


unívocos en lo atinente a la gestión del congresista investigado, ajena con
evidencia al bien colectivo, en cuanto consolidó el interés de un sector de
los directivos de la Universidad de remover a la persona que hasta
entonces tenía la representación legal, por consiguiente, desplegada con
abuso de la función y del cargo, permiten excluir la credibilidad de los

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testimonios de descargo por la cual propugna sin éxito la defensa del


aforado. Esas declaraciones corresponden a las obtenidas de Yaneth
Giha Tovar, otrora ministra de educación nacional, así como de las
funcionarias dependientes de aquella, Luz Karime Abadía Alvarado y
Ema Cecilia Coronel Fuentes”.

Precisa asimismo que la prueba de cargo encuentra


corroboración en el hecho de que la intervención del
Ministerio no es meramente formal sino que le compete
verificar que el consejo directivo esté adecuadamente
conformado, que se escoja a alguien siguiendo los estatutos
de la Universidad y que el acta se suscriba debidamente,
según relato efectuado por la ministra de la época Giha Tovar.

Además, en la prueba documental y testimonial


incorporada a la actuación que da cuenta de la existencia de
controversia en la elección del representante legal de la
Universidad, por lo tanto, respecto de su inscripción.

En cuanto hace al delito de cohecho por dar u ofrecer,


señala el pronunciamiento que dicha acción fue realizada por
el sindicado PULGAR DAZA en el encuentro al que convocó a
Rodríguez Cáez en su propia residencia, conforme aparece en
los diálogos recogidos en las grabaciones y fue atestiguado
por éste al referir el ofrecimiento de 200 millones de pesos a
cambio de que Juez les colaborase a las personas en cuyo
favor intercedía.

Y en cuanto tiene que ver con las finalidades de la


medida de aseguramiento, estimó la Sala de Instrucción que
los delitos objeto de investigación evidencian suma gravedad:

“Es precisamente, entonces, por los hechos particulares del


presente caso que encuentra la Sala reforzada la gravedad de los delitos
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objeto de investigación y, por ese mismo motivo, el peligro para la


comunidad que implicaría abstenerse de imponer una medida de
aseguramiento al aforado. Ello, porque de las acciones analizadas se
refleja un patrón de conducta por parte del encausado a través de la cual
se atenta de manera sensible contra bienes jurídicos colectivos, por lo que
en caso de que éste permanezca en libertad, se configura un riesgo de
que esto se continúe presentando.

En efecto, puede discernirse de los hechos objeto de investigación,


al menos hasta este momento de la actuación, que el aforado PULGAR
DAZA ha utilizado su influencia como Senador de la República para la
consecución de sus finalidades de manera ilícita. Además, que para ese
mismo propósito ha realizado actividades irregulares y que son
sancionadas en apego a la legislación penal.

Pero la gravedad de lo anterior se incrementa si se tiene en cuenta


la naturaleza específica de la entidad en beneficio de la cual influyó sobre
servidores públicos el investigado. Esto es, la Universidad Metropolitana,
de la cual aspiraba derivar, como lo adujo, por lo menos y, aunque ese
designio no se hubiese materializado, beneficios y prebendas que le
garantizaran el mantenimiento de la posición de poder, esto es, la
reelección en los comicios para el Congreso de la República que se
efectuarían en el 2018.

Ese modo de operar, de utilizar su influencia para beneficiar su


carrera política y conseguir objetivos personales sin importar los servicios,
principios y derechos que sean transgredidos, lo habría repetido el
investigado, pero en un contexto diferente.

En específico y, según ha sido ya ampliamente comentado en esta


providencia, a través del ofrecimiento de dinero que se efectuó al otrora
juez Andrés Fernando Rodríguez Caez para que éste beneficiara a un
tercero en la audiencia preliminar de restablecimiento del derecho y
suspensión de actos o registros obtenidos fraudulentamente,
correspondiente a la radicación 08849408900120170009600.

De esa manera puede evidenciarse que con sus acciones el senador


PULGAR DAZA ha vulnerado distintos principios, con abuso del cargo y,
de contera, de la especial posición social que le otorga aquel, que
desempeña en la corporación pública a la cual pertenecía y pertenece, lo
que ha configurado, en adición, la afectación de varios bienes jurídicos.

Lo anterior constituye entonces un parámetro de conducta que


refleja la manera en la que el aforado utiliza su poder político, con lo que
se han configurado delitos de significativa gravedad, no sólo desde una
perspectiva general y abstracta por el impacto social que causan, sino por
las especificidades que se observan en el caso concreto; comportamiento
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frente al cual no se excluye su futura reiteración, en fin, el potencial


peligro para la comunidad de permitírsele mantener en esa posición de
poder que ha utilizado indebida y delictivamente de forma repetida.

Es ese mismo modo de actuar el que implica el cumplimiento otra


finalidad constitucional, en concreto, evitar la obstrucción a la justicia. En
efecto, de lo hasta ahora indicado puede colegir la Sala que, de no
imponerse la medida en comento, existe una importante probabilidad de
que el Congresista utilizará el influjo de su autoridad congresual para
intentar distorsionar algunos medios suasorios que restan obtener en la
actuación; lo anterior, no sólo por la pretensión acreditada en este asunto
de desviar el correcto ejercicio funcional en el asunto a cargo del entonces
juez Rodríguez Caez, sino también por la marcada influencia de éste, al
menos a nivel regional, según el testimonio de aquel.

Ciertamente, como en precedencia se indicó, en las grabaciones


aportadas al proceso, así como mediante el testimonio de Rodríguez Caez,
se acreditó la ostentación que de ello hace sin ningún recato el
Congresista.

Ello no solo se sustenta en el manejo indirecto que dijo tener el


investigado sobre la Universidad Metropolitana de Barranquilla, al menos
para sus fines electorales, sino en otros elementos reconocidos
espontáneamente por el nombrado cuando fue grabado y relatados por el
funcionario judicial mencionado que efectuó la grabación.

Es así que, según aquel deponente, el alcalde de Usiacurí Ronald


Padilla se refiere al procesado como su “jefe político”. El aforado, además,
sugirió tener contactos en la presidencia y en el Ministerio de Educación
y, al menos de forma indirecta, en la Rama Judicial.

Lo anterior, específicamente, cuando habló de los jueces de


Sabanalarga, en lo que indicó, en concreto, haber sido compañero de una
funcionaria judicial; además, dado que esta influencia también la tendría
con respecto a magistrados del Tribunal Superior de Barranquilla, contra
quienes también se ha iniciado una investigación por parte de la Fiscalía
General de la Nación en hechos de corrupción referido también, se
destaca a la Universidad Metropolitana que, incluso, refiere la defensa en
sus alegaciones.

Empero, es claro que la sola capacidad de influencia de una


persona no es suficiente para colegir que ésta efectivamente utilizará
dicho poder con propósitos ilícitos. Sin embargo, suficiente se ha indicado
en esta providencia que precisamente ello es lo que realizaba PULGAR
DAZA al intentar abusar del rol social que le otorgaba su cargo en el
Congreso de la República para manejar asuntos de entidades y, en
cuanto interesa enfatizar para el punto que ahora se discute, intentar
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

ejercer control en procesos que se adelantaban ante las autoridades


judiciales¨.

Señaló además, que el riesgo de obstrucción a la justicia


surge de las manifestaciones del deponente Rodríguez Caez,
relacionadas con el temor que sentía dado el peligro que
representaba para su vida declarar en las presentes
diligencias por estar involucrado en el proceso el senador
PULGAR DAZA a punto tal que debió ser vinculado al
esquema de protección de testigos, del cual renunció para
trasladarse al exterior.

“En ese sentido, colige la Sala que esa misma coerción podría ser
ejercida o sentida por otros sujetos cuyo testimonio resulte pertinente y
necesario en el proceso, máxime porque, valga destacar, aun no se han
recolectado todos los medios suasorios en la investigación. Ciertamente,
en este sentido, acotado sea por vía ejemplificativa, resta acopiar la
documentación en el Ministerio de Educación, así como las declaraciones
de quienes estuvieron vinculados a él esto es, en la entidad del orden
nacional en la cual, está acreditado que el aforado puede ejercer sus
influencias indebidas, que, además ya ejerció en el episodio objeto de la
investigación.

Consideró entonces plausible “colegir que es tal la influencia


que tiene el investigado, aunado a la manera en la que éste la ha
ejercido, que solo a través de su permanencia en un centro de reclusión
podrá asegurarse una adecuada protección para la comunidad, además
de una recolección de medios suasorios desprovista de coerciones o
manipulaciones indebidas. Ello, máxime que una decisión contraria
implicará la permanencia del mencionado en la región y, por tanto, la
posibilidad de que afecte negativamente la investigación. Por todos los
anteriores motivos impondrá la Sala medida de aseguramiento al senador
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA de privación de la libertad en
establecimiento carcelario; ello, desde luego, con sujeción a las
previsiones contenidas en el artículo 29 de la Ley 65 de 1993”.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

De igual modo, estimó viable señalar la improcedencia


de sustituir la detención preventiva por la detención
domiciliaria, pues dicha posibilidad se excluye en los casos de
delitos dolosos atentatorios de la administración pública como
de tal categoría es el tráfico de influencias, después de lo cual
concluyó innecesario requerir la suspensión previa del
aforado para hacer efectiva la medida.

FUNDAMENTOS DE LA SOLICITUD DE CONTROL DE


JURIDICIDAD

1.- Según el defensor del Senador de la República


EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA, la solicitud de control
de legalidad se funda en sostener que la Sala Especial de
Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, al imponerle
medida de aseguramiento consistente en detención
preventiva, “dejó de valorar las pruebas que indicaban que dos
registros magnetofónicos entregados en un cd por el testigo Andrés

Rodríguez Cáez, no son auténticos” (resalto original).

Agrega que a través del mecanismo de objeción al


dictamen pericial presentada el 9 de noviembre de 2020, la
defensa allegó los siguientes documentos “Informe de ANÁLISIS
DE EVIDENCIA DIGITAL rendido por el experto JOHN JAIRO
ECHEVERRY ARISTIZABAL en 78 folios; II) Informe pericial de
REFUTACIÓN rendido por el perito JOHN JAIRO ECHEVERRY
ARISTIZÁBAL en 58 folios. No obstante y a pesar de que la defensa se los
solicitó por todos los medios posibles y de forma reiterada, la Sala no
tramitó la objeción al dictamen, ni valoró al resolver la situación jurídica
los planteamientos técnicos y jurídicos de la defensa al respecto”.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Advierte, asimismo, que su pretensión es acreditar “que


estos audios y la ratificación que hace al testigo de los mismos son la
ÚNICA PRUEBA con la que cuenta la Sala de Instrucción en contra de mi
Procurado, porque cerca de 20 pruebas testimoniales que el Magistrado
decretó de oficio y practicó, desacreditan el contenido de los audios. De
manera que reconocido este error, la medida de aseguramiento no tendrá
cómo sostenerse”.

Anota, además, que la Sala Especial de Instrucción


“distorsionó el alcance del dictamen pericial rendido por la Dirección
Nacional de Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de la
Nación – obrante a folio 280 y siguientes- para entender que los audios
entregados por Rodríguez Caez eran auténticos a pesar de que eso no lo
dice el referido informe y tampoco es cierto”.

Advierte igualmente, que en la decisión censurada la


Sala de Instrucción “supuso en unos apartes y distorsionó en otros el
testimonio de Andrés Rodríguez Caez para poder indicar que las
grabaciones eran lícitas. Le otorgó al mencionado testigo la calidad de
víctima para poder tener como lícitas las grabaciones que éste dijo haber
efectuado, a pesar de que confesó haber destruido la grabadora, no poder
decir quién hizo la copia y no poder explicar qué lo motivó a grabar”.

Finalmente añade que en la providencia definitoria de la


situación jurídica de su asistido, “la Sala también supuso las
pruebas a través de las cuales tuvo por acreditado el peligro para la
comunidad y el riesgo de obstrucción. Los razonamientos a través de los
cuales la Sala concluyó tales riesgos, fueron llamados por el Magistrado
disidente relaciones consecuenciales especulativas” (resalto original).

Seguidamente, después de aludir a la imputación fáctica


y jurídica formulada en la diligencia de indagatoria, el libelista
dedica espacio en su escrito para realizar un “resumen de la
prueba testimonial” recaudada en el curso de la investigación, no sin

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antes advertir que las notas sobre las manifestaciones de cada uno de
los testigos que trae a colación “se realizan de manera libre y con apego

al postulado de la buena fe”.

En esa medida menciona las declaraciones rendidas por


Andrés Fernando Rodríguez Cáez, Luis Fernando Acosta
Osio, Ronald Emil Padilla, Yaneth Yiha Tovar, Luz Karime
Abadía Alvarado, Ema Cecilia Coronel Fuentes, Magda Josefa
Méndez, Franklin Luján Bosa, Dayana Vizcaíno Romero, Juan
José Acosta, Alberto Acosta Pérez, Fernando Rodríguez
Bernier, Héctor Esmeral Lafaurie, Jesús Montero, Jorge
Hernández Casis, Francisco Antonio Márquez Astrálaga, Yudi
Zamira Henao, Boris Fabricio Rodríguez Martínez, Yesid
Pulgar Daza y Santander Gómez Medrano, de las cuales
destaca los apartes que estima relevantes.

Seguidamente el peticionario alude a los fundamentos


normativos de la figura de control de legalidad de la medida
de aseguramiento que invoca, para insistir en señalar que la
Sala de Instrucción omitió pruebas que acreditaban la no
autenticidad de los audios, distorsionó el contenido de un
dictamen pericial para poder suponerlos auténticos, otorgó a
Rodríguez Caez una calidad de víctima que ni siquiera él
mismo se atribuye “y construyó argumentativamente los fines de la
medida de aseguramiento brillando por su ausencia cualquier medio de
conocimiento referido al tema, por lo que también supuso pruebas

inexistentes” (negrillas originales).

1.- En el capítulo que el libelista destina a la


acreditación de lo que denomina omisión de valoración de la
prueba de la defensa y distorsión de la prueba de cargo sobre

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la autenticidad de los registros magnetofónicos, menciona que


la única prueba con que contaba la Sala de Instrucción eran
los archivos de audio entregados por el ex juez Rodríguez
Caez a la Corte, respecto de los cuales el testigo reconoció que
los había conservado durante aproximadamente 3 años, que
había destruido el contenedor original por miedo y que había
contratado a un experto para que hiciera una copia espejo
antes de su destrucción.

En esas condiciones, la Sala aceptó a Rodríguez Caez


como testigo de corroboración de su única prueba y un
dictamen de la Procuraduría que concluye que la copia espejo
es auténtica como prueba de que las grabaciones también lo
son, por lo cual el debate se contrajo a la licitud y
autenticidad de los audios entregados por Rodríguez Caez.

Adicional a ello, se sabe que existen múltiples pruebas


técnicas con las cuales se podría acreditar que los audios son
auténticos y que las voces que en ellas aparecen
corresponden a personas que lo niegan, que para este caso
son todos los supuestos interlocutores.

Pese a lo anterior, dice, ni la objeción al dictamen


pericial fue practicada ni ninguna de esas pruebas técnicas
fue decretada ni practicada por la Sala. “Esto, por sí solo, no
representaría una irregularidad, pero visto en conjunto y tomado como
fundamento único de la imposición de una detención intramural, conlleva
a abusos inadmisibles y a un exceso antidemocrático al imponer medidas
de aseguramiento irrazonables al no contar con prueba mínima que
justifique su uso”.

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Anota que si bien en algunos eventos podría no ser


necesario esperar la contradicción del dictamen o practicar
análisis técnicos adicionales para acreditar la autenticidad y
contenido de la prueba documental digital, en este caso, dice,
“todo el acopio probatorio contradijo la autenticidad y contenido de los
audios sospechosa e irregularmente producidos, conservados y

entregados por Rodríguez Caez a la Sala”.

Seguidamente trae a colación la postura asumida por el


magistrado disidente en el salvamento de voto a la decisión
mayoritariamente adoptada, para sostener que esta violación
de garantías fundamentales no ha sido avalada por la
defensa, que por el contrario ha tratado por todos los medios
de agotar su derecho de contradicción respecto a la prueba
única antes de que se viera afectada la libertad de su
patrocinado, cuyas actuaciones a continuación se dedica a
recordar, incluida la petición de aplazamiento de la
indagatoria que finalmente se realizó el 26 de octubre de
2020, en cuya diligencia el procesado sólo contestó el
interrogatorio sobre sus generales de ley, pues se acogió al
derecho de no autoincriminación.

Sostiene que si bien es cierto la actividad investigativa


no puede quedar librada al capricho de las partes, también lo
es que los más de 20 testimonios decretados por la Sala de
Instrucción contradicen el contenido de las grabaciones, pues
los presuntos interlocutores no reconocen su voz ni el
contenido de las supuestas reuniones, y pese a la existencia
de pruebas para acreditar la autenticidad de los audios y de
las voces, no fueron decretadas ni practicadas.

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En este orden considera que la privación de la libertad


de su patrocinado no puede entenderse sino como la violación
del derecho al debido proceso, a la defensa y a la libertad, por
lo que en su criterio, “la consecuencia de tales violaciones debe ser la
declaratoria de ilegalidad de la medida de aseguramiento por vía de este
control de legalidad y no una nulidad procesal en tanto que aún se está a
tiempo de garantizar en algo el derecho de contradicción que ha tratado
de ejercer la defensa y se le ha vulnerado”.

Con respecto a las grabaciones aportadas por el Juez


Rodríguez Caez, insiste en señalar que “existen serias dudas que
impiden que se tengan como una evidencia digital (documento digital)

auténtica”, y agrega que no obstante haberse ordenado su

verificación, ello jamás se hizo. Anota, además, que el informe


pericial rendido por la Dirección Nacional de Investigaciones
Especiales de la Procuraduría General de la Nación, fue
objetado por error grave pero su trámite se inició luego de
haberse detenido a su patrocinado, por lo cual no puede ser
tenido en cuenta como prueba de la autenticidad de los
audios en comento.

Adicional a lo expuesto, aduce, en la actuación se hallan


incorporadas evidencias que dan cuenta de la falta de
autenticidad de las grabaciones magnetofónicas, pues, según
dice, el testigo que las aporta afirma haber destruido el
contenedor original por miedo, no saber nada de la grabadora
ni de quién aseguró los archivos, tampoco sabe cuántos
archivos tenía su grabadora ni reconoce las voces que debía
reconocer, y ni el audio ni los archivos son técnicamente
perfectos como para sostener que son auténticos sin
necesidad de un testigo que los acredite, sino que se requiere
prueba técnica confiable sometida a contradicción.
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Añade que como fundamento de la objeción al dictamen


pericial de la Procuraduría, la defensa aportó dos pruebas
periciales para acreditar que los peritos de la Procuraduría se
equivocaron al insinuar en sus conclusiones la autenticidad
de los audios, los cuales no fueron valorados en la
providencia cuyo control demanda.

Menciona que los técnicos de la Dirección Nacional de


Investigaciones Especiales omitieron que al menos uno de los
archivos de audio no fue creado en el contenedor original, de
suerte que las conclusiones a que llegaron se extraen de un
documento editable elaborado por un tercero desconocido,
como también dejaron de concluir que no podían
pronunciarse sobre la autenticidad de los audios porque la
evidencia que analizaron y las herramientas con las que
contaron no se los permiten, no precisaron la fecha de
creación de los archivos de audio y confunden la
autenticación de la copia espejo con la de los archivos que
contiene la misma.

2.- En la pretensión de dar desarrollo al capítulo que el


libelista destina a la suposición y distorsión de pruebas para
otorgar a Rodríguez Caez la calidad de víctima y a los audios
la calidad de lícitos, estima “evidente la absoluta ilicitud de los
audios” contenidos en el disco compacto recibido en la
Procuraduría Regional de Barranquilla, así como cualquier
copia de dicho contenedor, pese a las consideraciones en
sentido contrario realizadas por la Sala Instructora algunas
de las cuales reproduce con el fin de formular
cuestionamientos.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

En tal sentido advierte que a la Sala de Instrucción no le


resultan relevantes los fines por los cuales el Juez Rodríguez
Caez realizó estas grabaciones, ni si las aportó en algún
proceso o se presentó denuncia por esos hechos, llegando al
punto de indicar que el testigo adujo que iba a aportar esos
documentos en un proceso en el que es investigado y no
víctima, siéndole indiferente si era o no titular del bien
jurídico administración pública.

Con apoyo en jurisprudencia tanto de la Corte


Constitucional como de la Sala de Casación Penal de la Corte,
manifiesta que las grabaciones magnetofónicas realizadas sin
autorización son ilícitas y que excepcionalmente son lícitas si
las realiza la víctima de un delito o para preconstituir prueba
de éste y proceder a denunciarlo.

Estima asimismo que en los delitos contra la


administración pública los llamados al proceso en calidad de
víctimas, son las personas jurídicas de derecho público
perjudicadas. Claramente sin desconocer que en caso de que
otra persona sufra un daño cierto, real y concreto como
consecuencia de un delito contra la administración pública
ostentaría igualmente esa calidad.

Sostiene que “si se realizara el estudio de los hechos que para


la Sala de Instrucción tipifican los delitos de tráfico de influencias en
concurso heterogéneo con el delito de cohecho por dar u ofrecer, los cuales
supuestamente consisten en el ofrecimiento de una dádiva al Juez
Rodríguez, acompañada de influencias indebidas para que tomara una
decisión dentro de una audiencia preliminar, podemos concluir que en

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esta acción supuestamente típica se realizó la conducta sin que de


manera efectiva se lesionara bien jurídico alguno”.

Agrega que “la conducta se agotó con el ofrecimiento y en la


utilización indebida de unas influencias, pero no se obtuvo ningún
resultado. Tan incólume resultó el testigo en estos hechos, que según él y
su audio, se negó a tomar la decisión que se le solicitó sin que sufriera
una consecuencia adversa”.

En la misma línea sostiene que los audios no fueron


entregados voluntariamente por el testigo sino después de
conservarlos por tres años y sin explicar las razones para
haber realizado las grabaciones.

Concluye sosteniendo que “para la defensa no existe duda


respecto de la ilicitud de las grabaciones contenidas en el disco
compacto” allegado por el juez Andrés Fernando Rodríguez Cáez, así
como de cualquier copia de dicho contenedor, por lo cual “una vez
demostrado que estas pruebas fueron incorporadas al expediente sin que
se cumpliera con sus requisitos de validez, debemos indicar
categóricamente que, excluidas estas pruebas ilícitas, no existen en el
sumario elementos que permitan soportar el estadio de conocimiento
necesario para privar de la libertad al aforado constitucional EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA”.

3.- Considera entonces que reconocidos los errores, debe


proceder el control de legalidad, porque no obra prueba
adicional que sustente la medida, toda vez que los audios no
tienen ninguna corroboración a pesar de que la Sala de
Instrucción trató de encontrarla.

Señala que en unos casos por acogerse a la garantía de


no autoincriminación y en otros por considerar que no eran

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auténticos, ninguno de los señores David Name, Luis


Fernando Acosta, Boris Rodríguez David Padilla y el
procesado en este caso, reconocen el contenido de las dos
grabaciones ni la narración con la que Rodríguez pretende
explicar los mismos.

De la prueba decretada por el instructor, el peticionario


concluye que el contenido de los audios es falso en tanto
nadie lo corrobora, para lo cual reproduce apartes de los
testimonios rendidos por Luis Fernando Acosta, Franklin
Luján Bosa, Dayana Vizcaíno Romero, Udi Zamira Henao,
Francisco Márquez Astrálaga, Jesús Montero Carmani, Héctor
Emeral Lafurie, Fernando Rodríguez Bernier, Yaneth Gilha
Tovar, Luz Karime Abadía Alvarado, Magda Josefa Méndez,
Arturo González, Santander Gómez, Juan Jopé Acosta y
Alberto Acosta, a partir de los cuales extrae particulares
conclusiones.

Indica de igual modo, que la Sala de Instrucción supuso


la prueba de los fines constitucionales para ordenar la
privación de la libertad de su asistido, el senador EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA, después de lo cual reproduce
apartes de algunas decisiones de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos y de la Corte Constitucional en
relación con la privación preventiva de la libertad, y además
acude a lo normado por el Código de Procedimiento Penal de
2000 en relación con los fines que se deben cumplir al
imponer tal clase de medidas cautelares.

Con base en esto, dice no entender ni compartir la


postura mayoritaria de la Sala de Instrucción, al punto de
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censurar que “haya llenado con elucubraciones los fines de la medida


de aseguramiento, que haya usado los delitos que investiga y de los
cuales mi representado es inocente para afirmar que la sociedad corre
peligro si lo deja en libertad, que haya inventado poderes en mi
representado y miedos en los testigos sin respaldo probatorio alguno”,

todo ello, según dice, reflejado en el salvamento de voto de la


decisión que cuestiona, algunos de cuyos apartes transcribe.

Después de considerar incorrecto acudir el concepto de


integración normativa que prescribe la Ley 600 de 2000 para
acudir a los criterios establecidos para la imposición de la
medida de aseguramiento previstos en la ley 906 de 2004,
cuando de lo que se trata es de aplicar el principio de
favorabilidad, en apoyo de su postura cita fragmentos de un
pronunciamiento de la Corte Constitucional en relación con la
necesidad de proteger la comunidad con la imposición de una
medida de aseguramiento.

Sostiene que de acuerdo con lo dispuesto por el artículo


310 de la Ley 906 de 2004, “si el instructor sólo fundamenta su
decisión en la gravedad y modalidad de la conducta no se configuraría el
deprecado fin constitucional”.

De esta suerte, dice, pese a la taxatividad y


excepcionalidad de la imposición de una medida de
aseguramiento, la Sala Especial de Instrucción evalúa la
gravedad y modalidad de las conductas endilgadas a su
representado, pero deja de hacer un análisis de alguno de los
criterios adicionales previstos en la citada disposición.

Según el libelista, para la Sala de Instrucción basta sólo


la apreciación de la gravedad en abstracto y en concreto de
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las conductas que fueron comunicadas en la diligencia de


indagatoria, y predicar la peligrosidad de una persona, no de
cara a la imposición de una pena sino de una medida de
seguridad.

En su criterio, pretender que la peligrosidad de su


asistido provenga de una investigación en la que ni siquiera
ha sido llamado a juicio, constituye una grave afrenta a sus
derechos como ciudadano. Asimismo, dice, el hecho de que
ostente la condición de Senador de la República donde se
elaboran las normas que combaten la corrupción, no implica
necesariamente que su conducta sea merecedora de una
medida de aseguramiento.

Con respecto a la posibilidad de obstrucción de la


justicia, menciona que para la Sala de Instrucción el modo de
actuar de su asistido indica el cumplimiento de este fin
constitucional, justamente por su poder e influencia política a
nivel regional, constituyéndose en una petición de principio.

Estima que el órgano de instrucción, sin prueba alguna,


pretende mostrar este peligro como algo concreto, al indicar
que el procesado PULGAR DAZA de alguna manera infundió
temor en el Juez Rodríguez Caez, lo que podría acaecer con
futuros testigos, y que puede desplegar su influencia en el
Ministerio de Educación para evitar la adecuada recolección
del material probatorio que allí pretende obtener, sin
considerar que los motivos a que alude el artículo 309 de la
Ley 906 de 2004, deben ser graves y fundados, no meras
especulaciones o conjeturas, como en tal sentido se precisa
en el parágrafo primero del artículo 308 ejusdem, al
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establecer que la calificación jurídica provisional contra el


procesado no será, en sí misma, determinante para inferir el
riesgo de obstrucción a la justicia, en cuya transgresión,
según dice el libelista, justamente incurre la Sala de
Instrucción.

Es del criterio que no se puede afirmar el cumplimiento


de este fin constitucional de su condición de senador y de las
influencias que se derivan de su cargo, porque las mismas
son elementos constitutivos del tráfico de influencias por el
que se está adelantando esta investigación.

Tampoco se puede derivar de una supuesta propuesta


remuneratoria hecha a un funcionario judicial para que
ejecute un acto contrario a sus funciones o para que realice
uno que deba ejecutar, pues nuevamente se está acudiendo a
la conducta investigada para prejuzgar e imponer la medida
de aseguramiento, todo al mismo tiempo.

Menciona, de igual modo, que con respecto al riesgo de


obstrucción, la Sala de Instrucción acude a una flagrante
suposición, pues le da validez a los miedos infundados del
testigo de cargo y sin más se los adjudica a su procurado,
pues ni siquiera se sustenta en una denuncia interpuesta por
el afectado o en su testimonio que dé cuenta de presiones o
inducción a que falte a la verdad. “La base de este razonamiento
es nuevamente la suposición que como senador ostenta mi prohijado y la
impresión del todo subjetiva del Juez Rodríguez Caez”.

En opinión del libelista, no se le puede imponer una


medida de aseguramiento a su prohijado por un hecho que

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escapa a su órbita funcional, ciudadana y de servidor público,


como son los sentimientos o temores, intereses o proyectos
que subjetivamente pueda tener una persona que, como en
este caso, ha declarado libremente y con un exceso de
protección, no sólo en su vida e integridad física, sino también
jurídica, por parte del Magistrado Instructor.

Considera entonces que habiendo demostrado que la


Sala supuso pruebas para tener por acreditados los fines
constitucionales por los que se encuentra privado de la
libertad EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA, solicita que
esta decisión sea revocada y se ordene la libertad inmediata
del aforado.

4.- Con apoyo en jurisprudencia de la Corte


Constitucional sobre el control judicial de legalidad de la
medida de aseguramiento, según la cual al Juez le compete
verificar si se reúnen los requisitos probatorios y de necesidad
y proporcionalidad para la adopción de la medida, estima que
sin la existencia de un fin constitucional legítimo como aquí
sucede, sería imposible acometer un test de proporcionalidad.

Sostiene que todas las medidas posibles, la Sala escogió


la que más aflicción causaba a su representado y su familia,
desconociendo incluso lo previsto por el parágrafo segundo
del artículo 307 de la Ley 906 de 2004, según el cual las
medidas de aseguramiento privativas de la libertad sólo se
pueden imponer si se acredita que las no privativas de la
libertad resultan insuficientes para garantizar el
cumplimiento de los fines de la medida de aseguramiento.

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Pero en este caso, dice, la Sala instructora agotó el test


de proporcionalidad en la sola consideración que resulta
imprescindible imponer la medida de aseguramiento privativa
de la libertad porque las no privativas no son suficientes para
garantizar el cumplimiento de las finalidades constitucionales
anteriormente referidas.

Estima que si lo que la Sala instructora quería era evitar


el peligro para la comunidad, bastaba con acudir a lo
normado en los numerales 6 y 7 del literal B del artículo 307,
prohibiéndole a su representado acudir a reuniones en el
Ministerio de Educación Nacional, el Municipio de Usiacurí y
la Universidad Metropolitana, además de abstenerse de
sostener cualquier conversación o comunicación con
cualquier testigo que hubiere declarado o de potencial interés
para la investigación o cuyo nombre figure ya en el sumario.

Precisa que en un caso similar, la Sala sustentó que la


detención en el lugar de residencia cumpliría idénticos fines
que los que se propone cumplir con la posición mayoritaria de
la Sala de Instrucción.

Con fundamento en lo expuesto, solicita se ordene la


libertad inmediata de su procurado, o subsidiariamente
imponerle una medida no privativa de la libertad como las
que vienen de ser mencionadas.

2.- En escrito presentado posteriormente, el defensor


presenta un escrito en el cual manifiesta su intención de
“ratificar y complementar la objeción al dictamen pericial
rendido por la Dirección Nacional de Investigaciones
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Especiales de la Procuraduría General de la Nación”, por lo


cual solicita “anexar también a dicho trámite estas breves
consideraciones y el dictamen aportado mediante este memorial, a
efectos de que sean tenidos en cuenta” al momento de resolver.

TRASLADO A LOS DEMÁS SUJETOS PROCESALES

Durante el término de traslado a los demás sujetos


procesales, hizo de este derecho la representante del
Ministerio público.

La Procuradora Tercera Delegada para la Investigación y


Juzgamiento Penal (E), solicita desestimar la pretensión de la
defensa y, en ese sentido, mantener la medida de
aseguramiento consistente en detención preventiva del
ciudadano EDUARDO PULGAR DAZA.

A ese respecto menciona que conforme a la normativa


aplicable al caso, la medida de aseguramiento procede cuando
aparezcan por lo menos dos indicios graves de
responsabilidad con base en pruebas legalmente producidas
dentro de proceso.

En la providencia objeto de censura, la Sala de


Instrucción tuvo en cuenta los audios aportados por el testigo
Andrés Rodríguez Cáez, su declaración y el informe pericial de
la Dirección Nacional de Investigaciones Especiales de la
Procuraduría General de la Nación, como pruebas
constitutivas de los motivos fundados dirigidos a satisfacer el
estándar mínimo para asegurar exigido por la norma. Estas
pruebas, a su vez, fueron analizadas a la luz de la copiosa

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prueba documental relativa al proceso de elección del rector


de la Universidad Corporación Metropolitana para la
Educación Superior con sede en Barranquilla y de los
procesos judiciales subsiguientes, uno de ellos conocido por el
Juez Andrés Rodríguez Caez quien además figura como
testigo directo de los hechos materia de investigación.

Esto evidencia que la Sala de Instrucción no sólo


cumplió con el estándar probatorio mínimo que la norma
exige para imponer una medida de aseguramiento, sino que
además efectuó un ejercicio de contraste con las otras
pruebas allegadas a la investigación que le permitieron tener
un conocimiento suficiente para considerar no sólo la
gravedad de las conductas endilgadas al procesado sino la
capacidad de tales pruebas para atribuirle responsabilidad.

Precisa que el peso de las pruebas aportadas fue


suficientemente significativo, en cuando se allegaron por un
testigo directo de los hechos, existe coherencia entre la
información contenida en los audios y la declaración de quien
los aporta, quien suministra explicaciones razonables sobre
las circunstancias en que fueron recolectados y existe forma
de corroborar de manera objetiva el contexto que rodeó las
conversaciones, a tal punto que algunas de ellas reconocen
dichos encuentros o decidieron guardar silencio frente al
punto en aras de no autoincriminarse.

Si bien la Sala de Instrucción no se refirió a la totalidad


de la prueba recaudada como lo considera la defensa, se trata
de una opción jurídicamente válida porque no evidenció que
todos los elementos tuvieran un grado probatorio significativo
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para derruir lo hallado en las pruebas que soportaron la


imposición de la medida de detención preventiva.

La defensa cuestiona la autenticidad de los audios


porque no se garantizó la cadena de custodia lo cual
corresponde a una interpretación equivocada del artículo 288
de la Ley 600 de 2000, pues el deber de garantizar la cadena
de custodia no corresponde a cualquier particular sino sólo a
aquellos que por razón de su trabajo tengan contacto con las
pruebas.

Considera, además, que la cadena de custodia no es el


único mecanismo con el que se cuenta para determinar la
autenticidad del medio de prueba, pues la declaración del ex
juez Rodríguez Caez constituye una forma válida de verificar
la autenticidad de los audios que él mismo aportó. Los
cuestionamientos de la defensa relacionados con una posible
alteración o modificación de la prueba tienen la vocación de
incidir en el mérito que la magistratura le otorgue a la prueba
pero no en su legalidad.

Frente a los cuestionamientos de la defensa al


alcance dado por la Sala de Instrucción al dictamen pericial
rendido por la Dirección Nacional de Investigaciones
Especiales de la Procuraduría General de la Nación para
entender que los audios entregados por Rodríguez Caez son
auténticos pese a que el informe no lo dice, la Procuradora
Delegada considera que se cumplieron los protocolos
establecidos para el tratamiento y análisis de evidencia digital
establecidos en el sistema de gestión de calidad de la
Procuraduría.
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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Considera que el hecho de que el referido informe no


haya seguido las guías de buenas prácticas indicadas por la
defensa, no indica que se haya dejado de aplicar un
procedimiento válido para garantizar la cadena de custodia de
la imagen forense allegada a la actuación y mucho menos
para justificar su ilegalidad.

Frente a los cuestionamientos formulados a la licitud de


las grabaciones, la Procuradora Delegada menciona que la
Sala Especial de Instrucción se ocupó de atenderlos con
suficiencia en el auto que decretó la medida de
aseguramiento. La licitud no dependió de haberse
considerado víctima a Rodríguez Caez, sino del hecho de
haber tomado un registro de audio de una conversación en la
que él participó siendo testigo directo de los hechos. “Como se
trata de una grabación propia, no se afectaron derechos fundamentales
de terceros, máxime cuando quien la trajo al proceso lo hizo con el
propósito de esclarecer un accionar delictivo y sin que sea necesaria una
orden judicial”.

Frente al último argumento de la defensa, en relación


con la suposición de prueba para verificar el cumplimiento de
los fines de la medida, la Procuradora Delegada es del criterio
que en el análisis del cumplimiento de dichos fines
constitucionales, no se supusieron las pruebas que los
soportaron, ni tampoco se emitieron razonamientos ajenos a
la evidencia. Además de la gravedad de las conductas penales
atribuidas, y la importancia social de los bienes jurídicos
afectados, se tuvo en cuenta el patrón de conducta seguido
por el encausado, pues en al menos dos oportunidades utilizó
su cargo y su influencia y reconocimiento social, para
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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

beneficiar a terceros, evento que hace necesario impedir la


continuidad de actividades delictivas de esta naturaleza.

Está claro, dice que el testigo Andrés Rodríguez Caez,


acudió al sistema de protección de testigos, lo que indica que
quienes acudan a declarar en tal calidad se pondrían en una
situación de riesgo similar, máxime que desde el principio
aquél adujo temor tras conocer el poder e influencia del
senador, por lo cual la finalidad de evitar la obstrucción a la
justicia, está debidamente acreditada.

Finalmente, la Delegada considera que no está


demostrado ningún error ostensible en la legalidad material
de la prueba mínima para asegurar, y más que yerros
ostensibles, la defensa encuentra una oportunidad para
proponer tesis sobre la valoración de los medios suasorios que
soportaron la medida de aseguramiento, propósito que se
aleja de la finalidad del control de legalidad, a la luz de la
jurisprudencia de la Corte.

CONSIDERACIONES DE LA SALA

1.- De la competencia.

Como quiera que las conductas materia de investigación


se atribuyen a un Senador de la República, la Sala es
competente para decidir sobre la solicitud de control de
medida de aseguramiento presentada por la defensa, en tanto
le corresponde conocer de la fase de juzgamiento de este tipo
de procesos, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 3º del
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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Acto Legislativo No. 001 de 2018, modificatorio del artículo


235-4 de la Constitución Política y los artículos 75.10 y 392
de la Ley 600 de 2000.

Y si bien en este caso la medida de aseguramiento


consistente en detención preventiva del senador EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA fue proferida por la Sala Especial de
Instrucción de la Corte Suprema de Justicia y no por la
Fiscalía General de la Nación o por los Fiscales Delegados
ante la Corte, como se menciona por el artículo 75.10 del
Código de Procedimiento Penal de 2000, es de precisar que
dicha disposición fue expedida con anterioridad al Acto
Legislativo 001 de 2018, que estableció no sólo el principio de
la doble instancia para los juicios que se adelantan contra los
miembros del Congreso de la República, sino la separación
jurídica y funcional entre las fases de instrucción y
juzgamiento, atribuyéndola, no a una, como antes acontecía,
sino a dos Salas Especializadas, que si bien hacen parte de la
Corte Suprema de Justicia como máximo tribunal de la
jurisdicción ordinaria, son totalmente autónomas e
independientes en el cumplimiento de las funciones que
constitucionalmente le han sido atribuidas.

De esta suerte, la Sala no abriga duda alguna que los


artículos 75.10 y 392 de la Ley 600 de 2000 han de ser
interpretados armónicamente con las disposiciones
constitucionales, para acompasarlos a las nuevas realidades
jurídicas en relación con las investigaciones y juicios que se
adelanten contra los miembros del Congreso de la República,
surgidas con ocasión de la entrada en vigencia del Acto
Legislativo 001 de 2018 máxime si tanto antes como ahora,
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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

su trámite se adelanta por los cauces del procedimiento


previsto en la Ley 600 de 2000 conforme fue dispuesto en el
artículo 533 de la Ley 906 de 2004 pese a que respecto de las
actuaciones penales que se sigan respecto de senadores y
representantes a la cámara, ni la Constitución ni la ley
hubieren previsto intervención de la Fiscalía General de la
Nación.

Lo expuesto para denotar, como parece apenas obvio,


que el procedimiento a seguir en las investigaciones y juicios
seguidos contra miembros del Congreso y otros aforados
constitucionales, no se halla recogido en un solo Código de
Procedimiento sino que su trámite y desarrollo debe
acompasarse a las previsiones constitucionales, estatutarias y
legales, a fin de dotarlo de sentido y coherencia
indispensables para su adecuado adelantamiento sin
perjuicio de los derechos y garantías establecidas en favor de
las partes e intervinientes.

En ese sentido es claro, que en las investigaciones y


juicios contra miembros del Congreso, no se rigen por el
sistema acusatorio, en el que el ejercicio de la acción penal se
halla radicado en cabeza de la Fiscalía, respecto de ellos no
interviene el juez de garantías, la privación de la libertad se
rige por normas constitucionales especiales en cuanto sólo
pueden ser aprehendidos cuando se les sorprenda en
situación de flagrante delito, debiendo en tal supuesto ser
puestos a disposición de la Sala Especial de Instrucción de la
Corte, pues acorde con lo previsto por el artículo 186 de la
Carta Política, el Máximo Tribunal de la Jurisdicción

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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Ordinaria es la única autoridad que puede ordenar su


detención.

Sucede además, tampoco la Fiscalía instruye los


procesos penales contra los miembros del Congreso, sino que
tal actuación constitucionalmente se halla reservada a la Sala
Especial de la Corte Suprema de Justicia, que para dichos
efectos puede entenderse que cumple similares funciones a
las de aquélla, en cuanto hace a las etapas procesales de
investigación previa, instrucción, vinculación de los autores o
partícipes, definición de la situación jurídica y calificación del
mérito sumarial con cuya ejecutoria culmina su competencia
en relación con dichos aforados constitucionales.

Y como quiera que la pretensión del legislador al


establecer la figura del control de legalidad a la medida de
aseguramiento, dada la extrema gravedad que implica una
privación de la libertad, fue permitir que un funcionario
judicial distinto de quien adopta dicho tipo de decisiones, la
revise tanto formal como materialmente a efectos de
establecer si en verdad los fines constitucionalmente
establecidos, tuvieron cabal cumplimiento y aparecen
respaldados tanto fáctica como jurídicamente, siendo esta la
razón por cual esta Sala, en condición de juez de
conocimiento en los juicios seguidos contra los miembros del
Congreso de la República, se entiende facultada para proceder
en consecuencia.

Es de aclarar que con esta interpretación que realiza la


Sala, no se contradice lo decidido en el caso de que trata el
pronunciamiento identificado como AEP 132-2020 proferido el

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

7 de diciembre de 2020 dentro del radicado 00094, por


cuanto en él fue la misma Sala de Juzgamiento la que impuso
la medida de aseguramiento contra el aforado constitucional
en proceso en que la instrucción la adelantó la Comisión
Legal de Investigación y Acusaciones de la Cámara de
Representantes, en cuyo trámite, por expresa previsión del
artículo 431 de la Ley 600 de 2000, rige el principio de
libertad del procesado, esta situación varía cuando el asunto
pasa a conocimiento de Corte para adelantar el juicio, ya que
la legislación la faculta para imponer la medida de
aseguramiento conforme lo dispone el artículo 468 de la Ley
600 de 2000, y sería un contrasentido que se facultara a la
propia Sala como juez de conocimiento para ejercer control de
legalidad sobre sus propias decisiones “pues la característica
de tal figura es la de ser un control externo al recaer en
funcionario distinto al que profirió la medida cautelar”, como
allí se dijo.

Esta posibilidad de que la Sala Especial de Primera


Instancia conozca del control de legalidad de las medidas de
aseguramiento que contra los miembros del Congreso de la
República profiera la Sala Especial de Instrucción, asimismo
fue advertida por la Sala de Casación Penal (CSJ SCP AP320-
2018, En. 24 de 2018. Rad. 39765) al indicar:

“1.- De acuerdo con el artículo 392 de la Ley 600 de 2000, “la


medida de aseguramiento y las decisiones que afecten a la propiedad,
posesión, tenencia o custodia de bienes muebles o inmuebles, proferidas
por el Fiscal General de la Nación o su delegado podrán ser revisadas en
su legalidad formal y material por el correspondiente juez de
conocimiento, previa petición motivada del interesado, de su defensor o
del Ministerio Público”.

Se trata, en lo que refiere al asunto que acá se debate, de un


instituto procesal legalmente previsto para que el funcionario judicial al
cual corresponde el conocimiento de la actuación ejerza control –formal y
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PRIMERA INSTANCIA. RAD. No. 00300
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

material – sobre la decisión de afectar con medida de aseguramiento a la


persona investigada. Ello implica, de una parte, el examen del estándar
probatorio legalmente exigido para asegurar al indiciado y, de otra, la
apreciación sobre la real configuración de una o más de las finalidades
constitucionales de la medida de aseguramiento.

Conforme lo discernió la Sala en decisión que es aludida por el


peticionario, tal mecanismo de control no es aplicable a los procesos que
en única instancia se tramitan ante la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia contra los miembros del Congreso. Esa posición se
explica por la razón evidente de concurrir en la Corte la doble condición
de instructor y Juez, con lo cual, de admitirse lo contrario, se vería
compelida a revisar la legalidad de su propia decisión.

2.- No obstante lo anterior, y según lo aduce el defensor, el


Congreso de la República aprobó y promulgó el Acto Legislativo 1 de 18
de enero de 2018, que modificó la Constitución y dispuso que:

“Corresponderá a la Sala Especial de Instrucción de la Sala Penal de la Corte


Suprema de Justicia investigar y acusar ante la Sala especial de Primera Instancia de
la misma Sala Penal a los miembros del Congreso por los delitos cometidos” .

De ahí que, en razón del novedoso mandato constitucional, una vez


implementados los nuevos organismos, la competencia para instruir las
investigaciones adelantadas contra los miembros y ex miembros del
Congreso de la República, y para acusarlos, corresponde a la Sala de
Instrucción, que habrá de conformarse por seis Magistrados. A su vez, la
facultad para juzgarlos, en primera instancia, quedará radicada en la
denominada Sala Especial de Primera Instancia, que se integrará por tres
Magistrados y que, entonces, se constituirá en el juez natural de aquellos.

Sólo cuando esa implementación se cumpla, será posible, en


los casos seguidos contra Congresistas, la aplicación del control
de legalidad de la medida de aseguramiento” (se destaca).

Cabe precisar, de igual modo, que de conformidad con el


parágrafo del citado precepto 235 constitucional, la garantía
del fuero especial de juzgamiento se mantendrá únicamente
para las conductas punibles relacionadas con las funciones
ejercidas cuando dichos funcionarios hayan cesado en el
ejercicio de su cargo.

En efecto, el fuero de juzgamiento es una garantía que


obliga a un procesamiento especial radicado en la Sala
Especial de Primera Instancia de la Corte Suprema de
Justicia, y de la cual se goza desde la asunción del cargo, y se
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

prolonga en el tiempo siempre que las conductas materia de


investigación o juzgamiento tengan relación con las funciones
desempeñadas.

En lo que respecta al doctor EDUARDO ENRIQUE


PULGAR DAZA, se acreditó que en la actualidad y por la
época de ocurrencia de los hechos (años 2016-2018), se
desempeñaba como senador de la República para cuyo cargo
fue elegido en los períodos constitucionales 2014-2018 y
2018-2022, conforme se establece de la certificación expedida
por el Secretario General del Senado de la República 3 y,
además, que las conductas que por parte de la Sala Especial
de la Corte se le atribuyen, guardan relación con las
funciones desempeñadas.

La Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de


Justicia, con fundamento en lo dispuesto por los artículos
186, 234 y 235 de la Carta Política, modificados por el Acto
Legislativo 001 de 2018 y lo previsto por el artículo 75.7 de la
Ley 600 de 2000, cuyo régimen procesal resulta aplicable a la
investigación y juzgamiento de los miembros del Congreso de
la República conforme lo establece el artículo 533 de la Ley
906 de 2004, que le asignan competencia para investigar y
acusar a los miembros del Congreso de la República por los
delitos que se les imputen aplicando el procedimiento
establecido en el Código de Procedimiento Penal de 2000,
abrió investigación, declaró legalmente vinculado mediante
indagatoria y a través de resolución de 26 de noviembre de
2020 definió la situación jurídica del Senador de la República
EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA, imponiéndole medida

3
Fl. 732 Cno. Original No. 3
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

de aseguramiento consistente en detención preventiva, como


presunto autor del concurso homogéneo de delitos de tráfico
de influencias previsto en el artículo 411 de la Ley 599 de
2000.

Una vez cobrado ejecutoria tras guardar silencio en


torno a la posibilidad de interponer recurso de reposición,
único que resultaba procedente, contra esta determinación la
defensa solicita el control de legalidad que compete definir a
la Sala.

Es de precisar, que el artículo 392 de la Ley 600 de


2000, establece que las medidas de aseguramiento proferidas
por el Fiscal General de la Nación o su Delegado y en este
caso por la Sala Especial de Instrucción, podrán ser revisadas
en su legalidad formal y material por el correspondiente juez
de conocimiento, incluida por su puesto la Sala Especial de
Primera Instancia de la Corte Suprema de Justicia en los
asuntos de su competencia.

2.- La medida de aseguramiento de detención.


Naturaleza y fines.

A tenor de lo dispuesto por el artículo 354 de la ley 600


de 2000, con posterioridad a la vinculación jurídica del
sindicado, resulta imperativo definir su situación jurídica en
aquellos eventos en que sea procedente la imposición de
medida de aseguramiento de detención preventiva, única
prevista en el referido estatuto para imputables acorde con lo
dispuesto por el artículo 356 ejusdem, siempre y cuando las

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

pruebas válidamente recaudadas evidencien la existencia de


por lo menos dos indicios graves de responsabilidad.

Los eventos normativamente previstos por el artículo


357 de la Ley 600 de 2000 en los cuales procede imponer la
medida de aseguramiento consistente en la detención
preventiva, corresponden a (i) cuando el delito atribuido al
sindicado tiene prevista pena de prisión cuyo mínimo sea o
exceda de 4 años; (ii) cuando el delito se halla incluido en la
lista de que trata el ordinal 2º de dicha disposición y; (iii)
cuando en contra sindicado se halle vigente sentencia
condenatoria en firme por delito doloso o preterintencional
que tenga prevista pena de prisión, independientemente de la
pena impuesta, o si su ejecución se halla o no
condicionalmente suspendida.

Conforme ha sido repetidamente precisado tanto por la


Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia 4
como por ésta Corporación5, atendiendo lo normado por el
artículo 250.1 de la Carta Política (modificado por el artículo
2º del A.L. 03 de 2002), y los artículos 3º, inciso segundo, y
355 de la Ley 600 de 2000, la medida de aseguramiento de
detención preventiva tiene por finalidades garantizar la
comparecencia del sindicado al proceso, la ejecución de la
pena privativa de la libertad en caso de ser condenado o
impedir su fuga o la continuación de la actividad delictiva,
preservar la integridad de los medios de prueba impidiendo
que realice labores para ocultar, destruir o deformar la
prueba o entorpecer la actividad probatoria mientras dura la

4
Cfr. CSJ SCP AP2398-2017, Abr. 18 de 2017, Rad. 48965; CSJ SCP AP 5391-2017,
Ag. 23 de 2017. Rad. 49592, entre otras.
5
Cfr. CSJ SEP AEP077-2020, Jul. 15 de 2020, Rad. 00294.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

investigación y el juzgamiento, y la protección de la


comunidad y de las víctimas precaviendo la continuación de
la actividad delictiva.

En ese sentido la Sala de Casación Penal 6, de antiguo


tiene precisado:

Reza el artículo 28 de la Constitución Política que nadie puede ser


detenido, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial
competente, con las formalidades legales y por motivo previamente
definido en la ley.

En desarrollo de esta preceptiva, el artículo 3º de la ley 600 de


2000 elevó a la categoría de principio rector de carácter obligatorio y
prevalente el derecho fundamental a la libertad, señalando como su
legítima limitación la detención preventiva dispuesta en los términos
regulados en esa ley y “sujeta a la necesidad de asegurar la
comparecencia al proceso del sindicado, la preservación de la prueba y la
protección de la comunidad”.

El artículo 355 ejusdem, al establecer los fines y objetivos de la


detención preventiva, precisó que la imposición de la medida de
aseguramiento procederá para “garantizar la comparecencia del
sindicado al proceso, la ejecución de la pena privativa de la libertad o
impedir su fuga o la continuación de su actividad delictual o las labores
que emprendía para ocultar, destruir o deformar elementos probatorios
importantes para la instrucción, o entorpecer la actividad probatoria”.

La Corte Constitucional, al pronunciarse sobre la constitucionalidad


de las preceptivas del nuevo código de procedimiento penal relacionadas
con los institutos de la detención preventiva y domiciliaria, en sentencia
C-774 de julio 25 de 2001 condicionó su exequibilidad, específicamente
del artículo 357 del estatuto procesal, bajo el entendido de que, la
procedencia general de la detención preventiva, está sujeta a que en cada
caso concreto se valore la necesidad de la misma en atención a los fines
que le son propios, de acuerdo con la constitución y la ley.

De esta manera, la detención no se vincula tan sólo con el


cumplimiento de los requisitos formales y materiales exigidos por el
ordenamiento jurídico, sino también con los fines establecidos para ella,
debiendo el juzgador en cada caso verificar la necesidad de imponerla de
conformidad con los propósitos de asegurar la comparecencia del
sindicado al proceso, preservar la prueba y proteger a la comunidad.

3.- Naturaleza y objeto del control de legalidad

6
Cfr. CSJ SCP Sentencia Oct. 2 de 2003. Rad. 18056.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

3.1.- Conforme ha sido indicado por la Sala, el artículo


392 de la Ley 600 de 2000, que regula el control de legalidad
de la medida de aseguramiento, a cuyo amparo se profirió la
medida de aseguramiento objeto de control jurisdiccional en
este caso, en cuanto a lo que aquí interesa destacar, establece
lo siguiente:

Del control de la medida de aseguramiento y de decisiones


relativas a la propiedad, tenencia o custodia de bienes. La medida de
aseguramiento y las decisiones que afecten a la propiedad, posesión,
tenencia o custodia de bienes muebles o inmuebles, proferidas por el
Fiscal General de la Nación o su delegado podrán ser revisadas en su
legalidad formal y material por el correspondiente juez de conocimiento,
previa petición motivada del interesado, de su defensor o del Ministerio
Público.

Cuando se cuestione la legalidad material de la prueba mínima


para asegurar procederá el amparo en los siguientes eventos:

Cuando se supone o se deja de valorar una o más pruebas.

Cuando aparezca clara y ostensiblemente demostrado que se


distorsionó su contenido o la inferencia lógica en la construcción del
indicio, o se desconocieron las reglas de la sana crítica.

Cuando es practicada o aportada al proceso con desconocimiento


de algún requisito condicionante de su validez.

Quien solicite el control de legalidad, con fundamento en las


anteriores causales, debe señalar claramente los hechos en que se funda
y demostrar que objetivamente se incurrió en ella.

Reconocido el error sólo procederá el control cuando desaparezca la


prueba mínima para asegurar.

La presentación de la solicitud y su trámite, no suspenden el


cumplimiento de la providencia ni el curso de la actuación procesal.

3.2.- Importa precisar, que con ocasión del control de


constitucionalidad ejercido por la Corte Constitucional 7, no
sólo se determinó su alcance, sino que condicionó la
conformidad de la referida disposición con la Carta Política,
7
Corte Constitucional. Sentencia C-805 de1 de octubre de 2002.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

en el entendido que también el Ministerio Público o la parte


civil pueden acudir a este mecanismo de control, cuando el
Fiscal se abstenga de imponer la medida de aseguramiento.

En el referido pronunciamiento, el Tribunal


Constitucional llegó a las siguientes conclusiones:

35. El control de legalidad de las medidas de aseguramiento,


constituye una garantía para la protección de dos derechos
fundamentales: la libertad personal y el debido proceso. Por ende, si se
trata de un instrumento tendiente a salvaguardar un derecho
constitucional, los titulares del mismo, o quienes estén llamados a su
defensa, no pueden ser excluidos cuando se encuentren en situación de
igualdad con respecto a quienes están legitimados legalmente para invocar
la especial protección.

36. Cuando se examina la legalidad formal, el juez debe evaluar si se


observó el debido proceso en lo que concierne a los presupuestos
constitucionales y legales de la detención preventiva. Es decir: i) orden
escrita de autoridad judicial competente, ii) adopción de la medida con
base en las formalidades legales y iii) motivos previamente fundados en la
ley. De acuerdo con la Carta, la detención preventiva sólo procede en los
casos taxativamente señalados en la Constitución, el bloque de
constitucionalidad y la ley. Por ende, la inobservancia del debido proceso
en lo que respecta a la restricción de la libertad personal, quebranta la
Carta Política y da lugar al control de legalidad de las medidas de
aseguramiento.

37. Cuando se examina la legalidad material, el juez debe evaluar si


se reúnen los requisitos probatorios y de necesidad y proporcionalidad
para la adopción de la medida. Las hipótesis referentes a los falsos juicios
de existencia, a los falsos juicios de identidad y a los errores jurídicos
relativos a la aducción y valoración de la prueba, no son taxativos. En
consecuencia, bien puede el juez realizar el control de legalidad, cuando se
encuentre frente a errores ostensibles de otra naturaleza. No puede
sacrificarse la justicia material, ante la evidencia de errores protuberantes
en la restricción de un derecho fundamental como la libertad.

38. El control procede con respecto a tres actuaciones de la fiscalía: i)


la medida de aseguramiento, ii) la decisión mediante la cual se abstiene de
adoptarla y iii) con respecto al no pronunciamiento sobre la situación
jurídica del imputado, en los casos en que la medida a imponer sea la
detención preventiva.

39. Están legitimados para solicitar el control de legalidad, los


siguientes sujetos procesales: i) la parte defendida, integrada por el
imputado y su defensor, ii) el Ministerio Público, cuando lo considere
necesario en defensa de los derechos fundamentales amparados y iii) la

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

parte civil, como protección del derecho a la reparación, la verdad y la


justicia8.

40. En ejercicio del control, el juez puede adoptar cuatro clases de


medidas, a saber: i) De anulación, cuando se quebrantan las normas del
debido proceso en lo que respecta a los presupuestos formales para que
proceda la detención preventiva. En esta situación, el juez declara la
nulidad de la actuación adelantada con violación de las estructuras
básicas del proceso. ii) De revocatoria de la detención, en aquellos eventos
en que existe un error ostensible en la valoración de los medios probatorios
que tuvo en cuenta la fiscalía para dictar la medida de aseguramiento. iii)
De sustitución, hipótesis que se presenta cuando la fiscalía se abstiene de
proferir la detención y en forma evidente aparece que se reúnen los
requisitos para dictarla. En este caso, frente a un error protuberante, el
juez puede dictar la medida de detención correspondiente. Competencia
que surge como consecuencia de la revocatoria de la medida de abstención
y de los amplios poderes que el ordenamiento jurídico otorga a quien se
encomienda la tutela de un derecho fundamental 9. Esta facultad no
desconoce el art. 250-1 de la Constitución, según el cual corresponde a la
Fiscalía “adoptar las medidas de aseguramiento”, pues el juez sólo puede
pronunciarse ante la negativa de la Fiscalía. La atribución del juez, es la
consecuencia necesaria del control de legalidad sobre la afectación de un
derecho fundamental: el debido proceso. iv) Por último, un mandato de
actuación, consistente en ordenar a la Fiscalía que se pronuncie
expresamente acerca de si adopta o no la medida de aseguramiento de
detención. Esta facultad surge, cuando hay una dilación injustificada en
emitir el pronunciamiento y tal dilación afecta el debido proceso.

2.3.- Sobre este tema, la Sala de Casación Penal de la


Corte Suprema de Justicia10, a su turno, se ha pronunciado
de la manera siguiente:

De otra parte, tanto en vigencia del artículo 14 A del Decreto 2700


de 1991, como por ocasión de la expedición de la Ley 600 de 2000 y la
forma ampliada de entender el mecanismo de control de legalidad, la
jurisprudencia uniforme de esta Corporación ha sostenido que no es una
tercera instancia en la cual se faculte la controversia argumental propia
del recurso de apelación o busque anteponer el afectado con la decisión,
su particular criterio interpretativo de la prueba, al del funcionario que
emitió la decisión.

Y ello es apenas natural, pues, no buscó el legislador con la


instauración de esa forma de control externo de las decisiones del fiscal,
establecer una forma paralela o residual de contradicción del auto que
resuelve la situación jurídica del procesado, sino permitir que la

8
La Corte señala, que en la sentencia sólo se ha hecho un análisis relativo al control de
legalidad sobre las medidas de aseguramiento. Nada se dice sobre el control acerca de bienes,
pues esta parte no fue demandada y la Corte debe limitarse a la concreta impugnación.
9
Por ejemplo, los que se otorgan al juez de tutela para que en cada caso module los efectos de
la sentencia y tome las medidas adecuadas de protección al derecho fundamental en peligro.
10
CSJ SP, 28 de julio de 2008. Rad. 30164.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

judicatura verifique, como lo dice la norma, la legalidad formal y material


de esa providencia, dentro de los parámetros que allí se ofrecen.

Entre los muchos pronunciamientos efectuados por la Corte, se


destaca cómo reiteradamente ha sostenido11:

“Como lo ha señalado la jurisprudencia de la Corte Constitucional y


la de esta Sala, este mecanismo de control no constituye una tercera
instancia ni un recurso adicional en el que se pueda controvertir la
valoración probatoria efectuada por el funcionario instructor al deducir los
requisitos sustanciales exigidos en el art. 388 del C. de P.P. para proferir
medida de aseguramiento, como equivocadamente lo entendió la Juez
Penal del Circuito Especializado al cuestionar la forma como el fiscal
instructor apreció los dictámenes periciales.

El objeto de este instrumento de control es específico y lo constituye


la medida de aseguramiento, cuya legalidad se deduce genéricamente de
la garantía universal del debido proceso, consagrada en el art. 29 de la
Constitución Nacional. El juzgador deberá constatar si tal decisión ha
sido adoptada por un hecho que revista carácter delictivo, si la profirió el
“juez natural” o funcionario competente, si la decisión respeta las formas
propias del juicio, el derecho de defensa, y la legalidad de la prueba.”

Y ya en ocasión anterior había sostenido12:

“La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia ha dicho que el


control de legalidad de la medida de aseguramiento "tiene como finalidad
la garantía de los derechos del sindicado... y con ello dar nitidez a la
actuación cumplida por el ente acusador" (19 de noviembre de 1999, M. P.
Carlos E. Mejía Escobar); "es un instrumento que teleológicamente apunta
a la garantía de los derechos fundamentales del procesado", y que "la
participación del juez verifica la legalidad de la actuación que desemboca
en la medida de aseguramiento y, si es del caso, reintegra al acusado al
estado de libertad" (8 de marzo del 2000, M. P. Carlos E. Mejía Escobar);
es uno de los principales instrumentos para avalar o infirmar la
legitimidad de las decisiones que sobre la libertad del procesado adopte
el ente investigador (28 de agosto de 1996, M. P. Fernando Arboleda
Ripoll); no es un instrumento que permita la revisión integral del proceso
para corregir todos los defectos que en su momento se hayan presentado
(9 de agosto de 1995, M. P. Dídimo Páez Velandia); que el juzgador debe
constatar si la medida de aseguramiento ha sido adoptada por un hecho
que primigeniamente revista carácter delictivo -típico- (28 de agosto de
1996, M. P. Fernando Arboleda Ripoll); el control no puede ser ejercido
oficiosamente sino en virtud de solicitud debidamente motivada (ibídem, y
19 de noviembre de 1999, M. P. Carlos Eduardo Mejía Escobar); la
legalidad de la medida de aseguramiento se deduce genéricamente de la
garantía universal del debido proceso o del derecho de defensa,
consagrados en el artículo 29 de la Carta (28 de agosto de 1996, M. P.
Fernando Arboleda Ripoll, y 17 de agosto de 1999, M. P. Carlos A. Gálvez
Argote); el control de legalidad no constituye una tercera instancia, ni un
recurso adicional para controvertir la prueba (28 de agosto de 1996, M. P.
Fernando Arboleda Ripoll); y que está orientado a que el funcionario
11
Sentencia 14.752, del 2 de mayo de 2003, radicado 20652
12
Sentencia del 27 de septiembre de 2002, radicado 17680
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

revisor decida sobre las irregularidades y vicios del trámite y de la


medida de aseguramiento proferida por el fiscal, es decir, ejerza un
control mediante el cual se garantice los derechos del procesado (11 de
noviembre de 1997, M. P. Carlos E. Mejía Escobar).”

4.- Oportuno se ofrece reiterar, que la verificación formal


de la legalidad de la medida por parte del juzgador que da
lugar a su invalidación, implica reconocer que fue adoptada
con transgresión del debido proceso, el derecho de defensa o
por funcionario sin competencia para el efecto, en tanto que el
análisis de legalidad material se apoya en la existencia de la
prueba mínima para la imposición de la medida o el
cumplimiento de los fines constitucional y legalmente
previstos.

Como el control judicial de la medida no es oficioso, sino


que opera a petición de parte que cuente con legitimidad e
interés para formularla, el ordenamiento tiene previsto que
compete al libelista enunciar el motivo o motivos en que se
funda, y presentar una argumentación coherente orientada a
su objetiva demostración, pues el ejercicio del instrumento no
ha sido diseñado para anteponer el particular criterio que se
tenga sobre los hechos o las pruebas recaudadas al sentado
por el funcionario instructor en orden a sacar avante su tesis
por fuera del escenario natural del proceso, sino de patentizar
que el funcionario no era competente, que se presentó la
violación del debido proceso o el derecho de defensa, que se
hallan ausentes los requisitos sustanciales para imponer la
medida, o que se incumplen los fines constitucionalmente
establecidos.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

En relación con los errores de apreciación probatoria en


que puede incurrir el instructor al imponer la medida de
aseguramiento, pueden consistir en falso juicio de existencia
cuando omite apreciar una prueba válidamente recaudada y
que materialmente obra en el proceso, o porque la supone
existente sin realmente estarlo; en falso juicio de identidad,
cuando al apreciar la prueba, pese a considerarla legal y
oportunamente recaudada al fijar su contenido la distorsiona,
cercena o adiciona en su expresión fáctica, haciéndole
producir efectos que objetivamente no se establecen de ella;
en falso raciocinio cuando sin cometer ninguno de los
anteriores desaciertos, pese a existir la prueba y ser apreciada
en su exacta dimensión fáctica, al asignarle mérito persuasivo
transgrede los postulados de la lógica, las leyes de la ciencia o
las reglas de experiencia, es decir, los principios de la sana
crítica como método de valoración probatoria.

En esta dirección, plausible resulta precisar que cuando


la petición se funda en falso juicio de existencia por
suposición de prueba, compete al libelista indicarle al
juzgador la parte correspondiente de la decisión censurada
donde por parte del instructor se menciona la prueba que
materialmente no obra en el proceso y que sirvió de
fundamento a la imposición de la medida; y si lo es por
omisión de ponderar alguna prueba que material y
válidamente obra en la actuación, es deber del peticionario
concretar la parte del expediente donde se ubica ésta,
demostrar que fue válidamente recaudada, indicar qué
objetivamente se establece del referido medio, cuál es el
mérito que le corresponde siguiendo los postulados de la sana
crítica, y cómo su estimación conjunta con el arsenal
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

probatorio que integra la actuación, da lugar a variar la


conclusiones de instructor, y, por tanto, a revocar o anular la
medida de aseguramiento.

Ahora, si lo pretendido es denunciar que el funcionario


de instrucción incurrió en errores de hecho por falsos juicios
de identidad en la apreciación probatoria, el peticionario debe
indicar de manera precisa que específicamente dice el medio
probatorio, qué exactamente dijo de él el instructor, cómo se
le tergiversó, cercenó o adicionó en su expresión fáctica
haciéndole producir efectos que objetivamente no se
establecen de él y, lo más importante, la repercusión
definitiva que un tal desacierto pudo tener en la adopción de
la medida de aseguramiento cuya revocación o anulación se
demanda.

Y si lo que se pretende poner de presente es la


configuración de un falso raciocinio por desconocimiento de
los postulados de la sana crítica, el peticionario debe indicar
qué dice de manera objetiva el medio, qué infirió de él el
juzgador, cuál fue el mérito persuasivo otorgado, señalar el
postulado de la lógica, la ley de la ciencia o la máxima de
experiencia que fueron desconocidas, así como el aporte
científico correcto, la regla de la lógica apropiada, la máxima
de experiencia que debió tomarse en consideración y cómo;
finalmente, demostrar la trascendencia del error indicando
cuál debe ser la apreciación correcta de la prueba o pruebas
que cuestiona, y que habría dado lugar a proferir una
decisión sustancialmente distinta y opuesta a la que se
cuestiona.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Los errores de derecho, entrañan, por su parte, la


apreciación material de la prueba por el instructor, quien la
acepta no obstante haber sido aportada al proceso con
violación de las formalidades legales para su aducción, o la
rechaza porque a pesar de estar reunidas considera que no
las cumple (falso juicio de legalidad); también, aunque de
restringida aplicación por haber desaparecido del sistema
procesal la tarifa legal, se incurre en esta especie de error
cuando el instructor desconoce el valor prefijado a la prueba
en la ley, o la eficacia que ésta le asigna (falso juicio de
convicción), correspondiendo al peticionario, en todo caso,
indicar las normas procesales que reglan los medios de
prueba sobre los que predica el yerro, y acreditar cómo se
produjo su transgresión.

Como cada una de estas especies de error, obedece a


momentos lógicamente distintos en la apreciación probatoria
no resulta coherente que frente a la misma prueba, se
mezclen argumentos referidos a desaciertos probatorios de
naturaleza distinta.

Debido a ello, en aras de la claridad y precisión que el


artículo 392 de la Ley 600 de 2000 establece, en la petición se
hace necesario concretar el tipo de yerro probatorio en que se
funda, individualizar el medio o medios de prueba sobre los
que predica el desacierto, e indicar de manera objetiva su
contenido, el mérito atribuido por el instructor, la incidencia
de éste en las conclusiones para imponer la medida y
acreditar cómo, de no haber ocurrido el yerro, el sentido de la
decisión habría sido sustancialmente distinto y opuesto al
contenido en la resolución objeto de cuestionamiento.
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Tal cual ha sido anteriormente precisado por esta


Corporación en el pronunciamiento que en esta ocasión se
reitera, la Sala no pierde de vista que pese a que los errores
de apreciación probatoria sustento de la solicitud de control
de legalidad han sido tomados del recurso extraordinario de
casación, esto en manera alguna significa que la solicitud se
halle cobijada por su mismo rigor lógico y conceptual, lo
pretendido es dotar de herramientas al peticionario para
facilitar la postulación de este tipo de solicitudes, así como su
definición por el juez de conocimiento, pues mientras más
claro y preciso sea el reclamo se facilita su identificación y
trascendencia en la resolución del pedido. Tal sentido ha sido
reconocido por la Sala de Casación Penal de la Corte:

Es imprescindible aclarar, que lo expuesto no puede conducir a una


rígida y cerrada concepción en punto de la presentación formal de la
solicitud de control de legalidad, dado que no se han postulado fórmulas
o palabras sacramentales taxativas que de no ser anunciadas excluyan
el acceso a este mecanismo de control externo, en cuanto lo que pretende
la Sala dentro de su función unificadora y pedagógica es fijar los
alcances de la figura y hacer más expedita tanto su propuesta por los
interesados y legitimados, como su respuesta por parte de los
funcionarios judiciales a quienes corresponde efectuar al referido
control.”13

Lo anterior resulta aún más claro, si se considera que la


solicitud de control de legalidad también es procedente
cuando se acredite algún otro error que al valorar la prueba
conduzca a la desaparición del mínimo requerido para
asegurar.

5.- El caso concreto

13
Cfr. CSJ SCP. Dic. 3 de 2003. Rad. 21.583
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

5.1.- Habiendo dejado sentado que la Sala es


competente para pronunciarse en relación con el control de
juridicidad solicitado por el defensor del procesado EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA, de conformidad con el artículo
75.10 de la Ley 600 de 2000, cabe advertir, de antemano, que
en el escrito sustento de la solicitud presentada por el
libelista, pese a que a primera vista pareciera ofrecer
razonabilidad u coherencia en la formulación de los reparos,
cuando la Sala se adentra en el estudio minucioso de todos y
cada uno de los planteamientos que formula, sin dificultad
descubre la pretensión por destacar el particular mérito
persuasivo que en su criterio merecen los medios recaudados
para anteponerlos al del órgano instructor, lo cual resulta
inadmisible en esta sede.

Aun si esto no fuere suficientemente ilustrativo del


particular concepto sobre la forma de intervenir ante los
estrados judiciales para postular la defensa de los intereses
que se representan, entonces se acude al expediente de
mencionar presuntas transgresiones al debido proceso y el
derecho de defensa, aduciendo que la evidencia documental
recaudada y que se relaciona con registros digitales de
conversaciones en las que al parecer intervinieron varias
personas, incluido el procesado, es ilícita por transgredir los
derechos a la intimidad y a la no autoincriminación, sin
percatarse que dichos derechos no son genéricos ni referidos
a sujetos anónimos, sino a alguien perfectamente
determinado o determinable que lo invoque como propio y
siendo titular denuncie su transgresión por parte de alguien

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

en particular y en situaciones perfectamente determinadas,


queja en este caso ni siquiera se señala.

En ese orden mal puede invocarse la violación del


domicilio propio, si previamente no se admite que alguien
debidamente identificado ingresó a dicho lugar en una fecha y
hora determinada. Igual repugna a la lógica sostener que una
grabación magnetofónica o videográfica, incluso una
fotografía fueron ilegalmente obtenidas y por lo tanto deben
ser excluidas del proceso por transgredir el derecho a la
intimidad, si previamente no se demuestra la titularidad del
bien que se estima conculcado, esto es, que quien aparece en
ese video, esa grabación, o esa fotografía, evidentemente es
determinada persona, siendo ésta la titular del derecho que
alega lesionado y que por haber sido registrada sin su
consentimiento, sin orden de autoridad competente, dado que
las circunstancias de su recaudo no están cobijadas dentro de
las excepciones normativa o jurisprudencialmente previstas
como legítimas, la evidencia así recogida debe ser excluida.

Una alegación sobre alguno de dichos aspectos por


fuera del límite que el derecho invocado impone, por supuesto
no comporta la elevación de un reclamo constitucionalmente
admisible, pues ni los derechos son ilimitados y absolutos, ni
sus titulares son ambiguos o difusos de manera que no
puedan ser identificados o llegar a identificarse.

Lo anteriormente mencionado por la Sala tiene como


propósito tan sólo hacer evidente que la discusión que el
libelista propone en torno a la inexistencia de la prueba
mínima para asegurar, en realidad se dirige a aspectos
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

irrelevantes o intrascendentes, esto es, que no fueron los


fundamentales por el instructor para adoptar la decisión que
ahora se cuestiona, y por lo mismo no logran patentizar la
formulación de un reclamo serio para cuestionar la legalidad
de la decisión cuya remoción pretende.

En ese orden, tampoco escapa a la Sala, la comodidad


de la defensa al dar en sugerir que el órgano instructor omitió
considerar pruebas válidamente recaudadas antes de la
definición de la situación jurídica del senador EDUARDO
ENRIQUE PULGAR DAZA, las cuales dejaban sin piso el
fundamento de la misma.

Para esta Corporación resulta claro que un tal


planteamiento no corresponde a la seriedad que el instituto
extraordinario exige. Nótese cómo las evidencias que antepone
a la decisión del instructor, no fueron oficialmente decretadas
en la actuación, sino particularmente obtenidas para fundar
en ellas la presentación de la objeción a un dictamen pericial
cuyo trámite incidental, aún de haberse iniciado antes de
dictarse la providencia objeto de reparo, carecía de
potencialidad de frenar, impedir o condicionar el sentido de la
definición de la situación jurídica del sindicado, por demás
renuente a contribuir en el descubrimiento de los hechos
materia de investigación, pero legalmente vinculado con base
en las pruebas oportunamente recaudadas que sirvieron de
fundamento a la providencia materia de cuestionamiento.

De esta suerte pretender demostrar que el órgano


instructor se equivocó por dejar de apreciar pruebas que
válidamente no formaban parte del arsenal que sirvió de
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

soporte a su decisión, no deja de ser otra muestra de la falta


de razón en la formulación de la protesta, pues aducir ante el
juez de conocimiento una evidencia que el investigador no
decretó, practicó ni valoró en la providencia censurada, no
deja de ser un despropósito.

Esto si se tiene en cuenta que el instituto del control de


legalidad de la medida de aseguramiento no es instrumento
que prevea la posibilidad de practicar pruebas, o apreciar
medios de convicción distintos de los que sirvieron de
fundamento a la decisión cuestionada, sino que su objeto,
trámite y fines se hallan clara y precisamente definidos por la
ley y la jurisprudencia, como ha sido visto. Lo demás, son tan
sólo recursos de último momento sin respaldo fáctico o
jurídico alguno, que se utilizan a manera de tabla de
salvación a ver si logran sacar avante el beneficio perseguido
a través del silencio y el entorpecimiento del curso ordinario
del trámite.

En razón de ello, con tino el órgano instructor sopesó la


situación planteada por la defensa y recordó “que las decisiones
en el curso de la actuación penal, de carácter progresivo en punto de sus
exigencias sustanciales, deben tener fundamento en la prueba legal,
regular y oportunamente acopiada o incorporada hasta el respectivo
estadio procesal. No así, la expectativa frente a eventuales resultados de
aquellas que los sujetos procesales consideren conducentes, pertinentes y
útiles de pendiente decreto o práctica, menos aún, los de su contradicción,
máxime que de prosperar ésta, en la apreciación conjunta impuesta en el
artículo 238 de la Ley 600 de 2000, simplemente determina su exclusión
o la mengua de su mérito suasorio, según el caso”.

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

Lo cierto del caso es que la conducta de que trata el


artículo 411 de la Ley 599 de 2000 por la cual finalmente se
definió a situación jurídica en relación con el ex juez y
algunos funcionarios del Ministerio de Educación Nacional, al
tener fijada una pena privativa de la libertad, en su mínimo
superior a 4 años, hacía inexorable el deber de definir la
situación jurídica e imponer medida de aseguramiento de
detención preventiva siempre y cuando se encontraran
satisfechos los presupuestos constitucionales y legales para
dicho efecto.

Así las cosas desde el punto de vista formal, no abriga


duda alguna la Sala que con respecto al presunto tráfico de
influencias endilgado al sindicado, el carácter múltiple de la
prueba indiciaria, su gravedad y convergencia para
comprometer la responsabilidad penal del acusado en la
pluralidad de conductas punibles atribuidas, se mantienen.

Esto si se da en considerar que independientemente del


mérito suasorio que pudieren merecer las grabaciones de las
conversaciones presuntamente sostenidas por el implicado
con Rodríguez Caez en donde se da cuenta del ofrecimiento
ilícito de dinero a cambio de obtener una decisión favorable a
los intereses particulares del senador PULGAR DAZA y
asimismo se ponen en evidencia las circunstancias en que
pudo haberse dado la influencia indebida ante el Ministerio de
Educación Nacional en defensa de intereses particulares, es lo
cierto que su originalidad viene respaldada por el testimonio
rendido bajo la gravedad del juramento por quien hizo el
recaudo, de tal suerte que no es la evidencia la que es
corroborada por el testimonio, como al parecer erradamente y
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

de manera reiterada es entendido por la defensa, sino


precisamente al contrario, como acertadamente fue dilucidado
por el instructor y que la defensa se empeña en dejar de
considerar, como si la misma no hubiera sido plasmada en el
pronunciamiento que dice censurar:

“Esa consecuencia, anticipa la Corte, se excluye en el presente


asunto. Lo anterior, porque en la actuación obra el testimonio del antes
citado Rodríguez Caez, funcionario sobre el cual recayeron la influencia
indebida y la propuesta ilícita además, ante quien se hicieron los
reconocimientos de un anterior tráfico también de influencias, tanto por el
senador PULGAR DAZA, como por Luis Fernando Acosta Osio elemento de
persuasión que, conforme será después argumentado, no es siquiera
insular o único.

En este orden de ideas, si alguna prueba puede


calificarse de fundamental es la declaración rendida bajo
juramento por el antes mencionado, presencial de los
acontecimientos y quien los reconstruyó en sus relatos con base en
esas propias percepciones. No así los audios que en este contexto
probatorio tienen incidencia en cuanto corroboran o ratifican lo
expuesto por aquél, en fin, que le brindan respaldo a su dicho (se
destaca).

Lo anterior, tanto es así que, ante la ausencia de dicha


evidencia digital, constitutiva de prueba documental, se tendría
de todos modos el recuento del otrora servidor público Rodríguez
Caez; testimonio que aún de revestir la connotación de insular o único
podría fundamentar el convencimiento del funcionario judicial, desde
luego, se destaca, una vez escrutado al tamiz de los parámetros
contemplados en el artículo 277 de la Ley 600 de 2000 (negrillas no
originales).

En cambio, en aspecto que confirma el carácter fundamental de ese


testimonio, no de los audios se tiene que ante la situación contraria, esto
es, de haberse obtenido estos últimos y no la declaración de Rodríguez
Caez, la decisión judicial en principio sería diferente. En concreto, porque
habiendo sido aquél el autor de esas grabaciones propias, el resultado en
el caso específico sería que no se habrían obtenido en su integridad, pues
fue quien las entregó, sino también que no existiría forma de autenticar el
origen de dichos documentos, ni obviamente tampoco, su contenido”.

Evidencia esto el desatino del reclamo, toda vez que el


libelista dirige todo su arsenal defensivo a contrarrestar la
autenticidad, validez y mérito de la evidencia digital aportada
por el testigo para respaldar sus asertos, y no la declaración
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

de éste que junto con otras pruebas finalmente soportó la


decisión de instructor.

Esto en razón a que la providencia objeto de


cuestionamiento la Sala Especial de Instrucción, después de
dejar por sentada la licitud, validez, autenticidad y mérito de
la evidencia digital que servía de corroboración al testimonio
del juez Rodríguez Caez, dejó en claro que su dicho merecía
entero crédito al precisar que se mantuvo unívoco y
consistente en lo medular de su relato, soportado en un
conocimiento personal y directo de lo acontecido.

Esta conclusión del instructor, la hizo extensiva al


episodio delictivo relacionado con el presunto tráfico de
influencias acaecido ante funcionarios del Ministerio de
Educación Nacional, pero que asimismo apoyó en adicionales
medios de convicción cuya validez y mérito persuasivo el
libelista ni siquiera ensaya controvertir, ya que centra su
atención en la evidencia digital aportada, el dictamen pericial,
las pruebas de refutación y la objeción formulada.

A este respecto plausible se ofrece traer a colación lo


indicado por la Sala de Instrucción sobre dicho particular:

“Por otra parte, la prueba de cargo encontró respaldo en otras dos


y significativas circunstancias. La primera, que la actuación del
Ministerio en el registro del representante legal de las universidades
privadas no se restringe, como lo atestó el mencionado Luis Fernando
Acosta Osío para excluir la posibilidad de cualquier influencia del
senador PULGAR DAZA, a un mero acto de inscripción desprovisto de
toda posibilidad de escrutinio o control, esto es, puramente formal.

Por el contrario, la deponente y ministra de la época Giha Tovar,


se reitera, atestiguó que a la entidad le corresponde verificar, en tales
eventos, que el consejo directivo esté adecuadamente conformado. Así

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

mismo, que se escoja a alguien de acuerdo con los estatutos de la


universidad, como también la debida suscripción del acta; declaración
que, en este punto encuentra soporte en las previsiones contenidas en el
artículo 2.5.5.4.3 del Decreto 1075 de 2015; trámite administrativo que,
según explicó la deponente, de acuerdo con las particularidades, puede
tardar de una a dos semanas, incluso, o incluso, un tiempo mayor, de
requerirse información adicional (a partir del registro 24:30).

La segunda circunstancia anunciada en precedencia radica en la


comprobación soportada en la prueba documental incorporada a la
actuación, de que existió controversia sobre la elección del
representante legal de la Universidad, por lo tanto, respecto de su
inscripción”.

Esta, a juicio de la Sala, necesaria reseña del proveído


demeritado por el libelista, para denotar tan sólo que la
decisión del órgano instructivo, no se fundó única y
exclusivamente en la evidencia digital, ni siquiera en el
dictamen pericial que por fuera del procedimiento
normativamente establecido pretende cuestionar, sino en el
testimonio de quien tuvo conocimiento directo de las
manifestaciones realizadas por el autor de la conducta, la
evidencia que le sirvió de respaldo, los documentos obtenidos
en la instituciones y en el poco mérito persuasivo que le
merecieron los testimonios de descargo, dado el interés que
tenían en no verse involucrados en al menos una omisión de
denuncia, ninguna de cuyas situaciones el libelista aborda
con la seriedad que el instrumento a que acude reclama, para
en su lugar tomar apartes de las declaraciones de los
protagonistas y asignarles particular mérito persuasivo, lo
cual repugna a la seriedad requerida así como la fidelidad a la
objetividad que la actuación ofrece.

Entonces, como los errores planteados por el defensor no


fueron demostrados, es claro que la prueba mínima para
soportar la medida de aseguramiento contra el Senador

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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA permanece incólume,


por lo cual entiende la Sala que la exigencia de al menos dos
indicios graves de responsabilidad se encuentra satisfecha.

5.2.- Ahora bien, el libelista reclama que el instructor


omitió considerar la posibilidad de sustituir la detención
preventiva impuesta a su asistido por una medida no
privativa de la libertad de las previstas en el artículo 307 de la
Ley 906 de 2004, que estima aplicable por principio de
favorabilidad.

Esto eventualmente podría ser cierto, toda vez que si


bien aludió a la posibilidad de dar aplicación favorable a las
disposiciones de la ley 906 de 204 no mencionó expresamente
la figura cuya aplicación el defensor reclama, aunque sí lo
hizo respecto de la imposibilidad de sustituir la detención
preventiva por la detención domicliaria, atendiendo el
carárcter del delito atribuido, en cuanto corresponde a uno
atentatorio contra el bien jurídico administración pública,
cuestión que el libelista apenas menciona pero cuya
aplicación al caso ni siquiera intenta desvirtuar.

Sobre la temática que el libelista propone, cabe señalar


que, conforme ha sido repetidamente precisado por la
jurisprudencia de la Sala de Casación Penal, la inexistencia
de medidas de aseguramiento no privativas de la libertad en
la Ley 600 de 2000 (art. 356 inc. 1º) no impide la aplicación
de los preceptos sobre el particular establecidos en la Ley 906
de 2004. Al respecto, la Sala de Casación Penal de la Corte
tiene definido que, en virtud del principio de favorabilidad, es
dable aplicar las medidas de aseguramiento previstas en el
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

art. 307 lit. b) de la Ley 906 de 2004 a procesados


investigados o juzgados bajo los ritos procesales de la Ley 600
de 2000 (cfr. entre otras CSJ AP 10 oct. 2012, rad. 29.726).

Así entonces, en aras de establecer la procedencia o


improcedencia de la pretensión que el defensor del sindicado
presenta, no puede perderse de vista lo indicado en el
precepto 310 de la Ley 906 de 2004, aplicable por
favorabilidad al presente caso, tal como lo ha indicado la
jurisprudencia de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia14, en atención a que además de la
gravedad y modalidad de la conducta punible y la pena
imponible, deben igualmente considerarse las circunstancias
indicadas en la mencionada norma.

En ese orden de ideas, resulta importante recordar las


consideraciones tenidas en cuenta por la Sala Especial de
Instrucción al indicar que si bien “la sola capacidad de influencia
de una persona no es suficiente para colegir que ésta efectivamente

utilizará dicho poder con propósitos ilícitos”, es lo cierto que a partir

de la condición de Senador de la República y las


circunstancis en que las conductas atribuidas tuvieron
realización, infirió la posibilidad de obstruir la justicia.

No desconoció el órgano instructor que el juez Rodríguez


Caez en ningún momento dijo haber sido constreñido o
amenazado con ocasión de lo que pudiere referir en este
proceso; tampoco, que se encuentra bajo el programa de
protección de testigos y residiendo en el exterior, pero sí
consideró la posibilidad del procesado de afectar la actividad

14
CSJ. SCP. AP1879-2016. Abr. 6 de 2016. Rad. 44655..
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EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA

probatoria, dada la naturaleza y modalidades de realización


de las conductas atribuidas, determinantes de su especial
gravedad, así como la condición funcional del aforado que le
facilitaría la realización de similares comportamientos y la
interferencia en las labores investigativas.

Recuérdese que la Sala de Instrucción en cuanto hace a


las finalidades de la medida de aseguramiento, respecto del
peligro para la comunidad mencionó la necesidad de
ponderar, con apego a lo dispuesto por el artículo 310 de la
Ley 906 de 2004, en armonía con lo previsto por las leyes
1453 de 2011 y 1760 de 2015, la gravedad y modalidad de la
conducta punible, al igual que, el número de delitos que se le
imputan y su específica naturaleza, entre otros factores:

“Esa gravedad abstracta de las infracciones en relación con las


cuales se coligió la satisfacción de los presupuestos probatorios
habilitantes de la medida de aseguramiento se afianza, en concreto,
desde la óptica de los parámetros enunciados en precedencia, de
imperativa valoración conjunta de acuerdo con la preceptiva en
comento. Efectivamente, la Sala arriba a dicha concusión, en primer
término, por cuanto las diligencias dan cuenta de la probable comisión
de pluralidad de ilicitudes, en específico, del punible de tráfico de
influencias en concurso homogéneo, como también, heterogéneo con el
punible de cohecho por dar u ofrecer, del cual mal puede prescindirse
en este análisis, aunque en relación con él no deba resolverse la
situación jurídica.

De igual modo, ponderadas sus modalidades específicas de


ejecución; derrotero con norte en el cual es susceptible de consideración
que todas fueron perpetradas en el grado de consumadas. Así mismo,
que se habrían realizado en la época en la cual el investigado ostentaba
ya la condición de senador de la República, que aún mantiene, esto es,
en un cargo de elección popular en la Rama Legislativa del Poder
Público.

(…)

Es precisamente, entonces, por los hechos particulares del


presente caso que encuentra la Sala reforzada la gravedad de los delitos
objeto de investigación y, por ese mismo motivo, el peligro para la
comunidad que implicaría abstenerse de imponer una medida de

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aseguramiento al aforado. Ello, porque de las acciones analizadas se


refleja un patrón de conducta por parte del encausado a través de la
cual se atenta de manera sensible contra bienes jurídicos colectivos, por
lo que en caso de que éste permanezca en libertad, se configura un
riesgo de que esto se continúe presentando.

En efecto, puede discernirse de los hechos objeto de investigación,


al menos hasta este momento de la actuación, que el aforado PULGAR
DAZA ha utilizado su influencia como senador de la República para la
consecución de sus finalidades de manera ilícita. Además, que para ese
mismo propósito ha realizado actividades irregulares y que son
sancionadas en apego a la legislación penal.

Pero a la gravedad de lo anterior se incrementa si se tiene en


cuenta la naturaleza específica de la entidad en beneficio de la cual
influyó sobre servidores públicos el investigado. Esto es, la Universidad
Metropolitana, de la cual aspiraba derivar, como lo adujo, por lo menos
y, aunque ese designio no se hubiese materializado, beneficios y
prebendas que le garantizaran el mantenimiento de la posición de poder,
esto es, la reelección en los comicios para el Congreso de la República
que se efectuarían en el 2018.

Ese modo de operar, de utilizar su influencia para beneficiar su


carrera política y conseguir objetivos personales sin importar los
servicios, principios y derechos que sean transgredidos, lo habría
repetido el investigado, pero en un contexto diferente.

(…)

De esa manera puede evidenciarse que con sus acciones el


senador PULGAR DAZA ha vulnerado distintos principios, con abuso del
cargo y, de contera, de la especial posición social que le otorga aquel,
que desempeña en la corporación pública a la cual pertenecía y
pertenece, lo que ha configurado, en adición, la afectación de varios
bienes jurídicos.

Lo anterior constituye entonces un parámetro de conducta que


refleja la manera en la que el aforado utiliza su poder político, con lo que
se han configurado delitos de significativa gravedad, no sólo desde una
perspectiva general y abstracta por el impacto social que causan, sino
por las especificidades que se observan en el caso concreto;
comportamiento frente al cual no se excluye su futura reiteración, en
fin, el potencial peligro para la comunidad de permitírsele mantener en
esa posición de poder que ha utilizado indebida y delictivamente de
forma repetida.

Es ese mismo modo de actuar el que implica el cumplimiento otra


finalidad constitucional, en concreto, evitar la obstrucción a la justicia.
En efecto, de lo hasta ahora indicado puede colegir la Sala que, de no
imponerse la medida en comento, existe una importante probabilidad de
que el Congresista utilizará el influjo de su autoridad congresual para
intentar distorsionar algunos medios suasorios que restan obtener en la
actuación; lo anterior, no sólo por la pretensión acreditada en este
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asunto de desviar el correcto ejercicio funcional en el asunto a cargo del


entonces juez Rodríguez Caez, sino también por la marcada influencia
de éste, al menos a nivel regional, según el testimonio de aquel.

5.3.- La Sala ha de dejar sentado que los delitos


atribuidos al Senador PULGAR DAZA, tanto en número como
en especie, y con base en los cuales la Sala Especial de
Instrucción lo afecta con medida de aseguramiento
consistente en detención preventiva, con sustento en la
necesidad de evitar el entorpecimiento de la investigación
adelantada en su contra y la protección de la comunidad, son
de tal gravedad, atendiendo las circunstancias específicas en
que supuestamente fueron ejecutados; que la pena a imponer
en caso de ser hallado responsable sería superior a cuatro
años de prisión; que además, lleva a la Sala a avalar la
legalidad del pronóstico efectuado por el órgano instructor
que de disfrutar de la libertad podría continuar con la
actividad delictiva y obstruir a la justicia, teniendo en cuenta
los criterios señalados en los artículos 310 numerales 1 y 2, y
309 del Código de Procedimiento Penal de 2004. En efecto:

Tras revisar con detenimiento el sentido de la decisión y


la argumentación que la soporta, la Sala encuentra legales y
debidamente sustentados dichos motivos, pues para este
momento procesal, como se dijo, además de haberse
acreditado el cumplimiento del estándar probatorio mínimo
para la adopción de esta clase de medidas, así como los
conductas por las cuales procede, en orden a establecer el
peligro que representa para la comunidad de disponerse su
libertad, válidamente se ha sostenido la hipótesis de que la
gravedad y modalidades de las conductas punibles, las penas
que correspondería aplicar y el número de delitos atribuidos y

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su naturaleza, permiten entender necesario, en un plano


racional, mantenerlo privado de la libertad, toda vez que el
riesgo de realizar conductas del tipo que se le atribuyen, se
ofrece manifiesto.

En este sentido la Sala no puede dejar de resaltar que el


número y gravedad de delitos atribuidos al Senador PULGAR
DAZA, así como la naturaleza funcional de los mismos por
presuntamente haber sido llevados a cabo durante el ejercicio
del mismo cargo que ahora desempeña, reafirman la
necesidad de la medida de aseguramiento impuesta por la
Sala Especial de Instrucción, aspectos que por su objetividad
no ofrecen discusión debiendo necesariamente ser objeto de
consideración, conforme a lo dispuesto por el numeral 2º del
artículo 310 de la Ley 906 de 2004, aplicable a los casos
regidos por la Ley 600 de 2000 conforme ha sido precisado
por la Corte Constitucional en la sentencia C-469 de 2016 y
ratificado la jurisprudencia de la Sala de Casación Penal de la
Corte (CSJ AP3515-2017 y AP1879, abr. 6 de 2016, rad.
44655, entre otros).

Esto resulta aún más evidente, si una lectura


desprevenida, aunque íntegra del pronunciamiento que la
defensa cuestiona, pone de presente que al sindicado se le
atribuye haber ejercido influencia indebida en un servidor de
la Rama Judicial y ofrecerle dinero a fin de obtener decisión
favorable a sus intereses, y de igual modo haber incidido ante
el Ministerio de Educación Nacional con igual finalidad, todo
ello con el supuesto propósito de seguir contando con el
apoyo económico de los directivos de la Corporación

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Educativa en la financiación de sus aspiraciones electorales al


Senado de la República.

Si esto es lo que la decisión cuestionada objetivamente


trasmite, obvio resulta inferir que si nuevamente hoy el
Senador PULGAR DAZA se encuentra ostentando el cargo de
Senador de la República, la privación efectiva de su libertad
se ofrece manifiestamente necesaria mientras termina el
proceso en procura de precaver la comisión de otros delitos,
toda vez que tras, supuestamente, haber ofrecido dinero a un
servidor judicial para obtener decisión favorable a sus
intereses y haber incidido con igual propósito ante
funcionarios del Ministerio de Educación Nacional, con una
alta probabilidad podría utilizar estos mismos mecanismos a
fin de preservar la financiación requerida con miras a
perpetuarse en el cargo.

Además, no constituye especulación alguna inferir el


riesgo que para las pesquisas podría tener que el senador se
encuentre en libertad, toda vez que si bien es cierto se ha
recaudado abundante material probatorio, aún falta por
acopiar la documentación que reposa en el Ministerio de
Educación Nacional, precisamente donde dice ejercer gran
influencia, así como las declaraciones de quienes se hallaban
vinculados a él para el trámite de los asuntos relacionados
con la Corporación Universitaria, sin dejar de mencionar que
aún resta por transitar lo que falta de la instrucción y el
eventual juicio.

De ahí que la Sala no encuentre configurados los errores


de apreciación probatoria que el libelista pone de presente,
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toda vez que, de una parte, no corresponde a la objetividad


que la actuación ofrece, el sostener que la Sala de Instrucción
no evaluó rigurosamente el cumplimiento de los fines
constitucionales de la detención preventiva. Tan claro es esto
que dedicó un capítulo de su pronunciamiento
exclusivamente a dicha temática, sin dejar de expresar la
necesidad de tomar en consideración los criterios establecidos
en el Ley 906 de 2004.

Concluyó no obstante que se configura el peligro para la


comunidad pues a partir de lo hasta ahora establecido se
puede concluir que ha utilizado su influencia como Senador
de la República para la consecución de sus finalidades de
manera ilícita, riesgo de reiteración de la conducta, derivado
del modus operandi aplicado para la realización de las
conductas materia de investigación y por las cuales se
encuentra detenido, del hecho de ostentar nuevamente la
condición de senador, contando con las mismas posibilidades
de entonces y de las manifestaciones realizadas a sus
interlocutores en el sentido que ejercer influencias en la
Presidencia de la República, el Ministerio de Educación y la
Rama Judicial, siendo este precisamente el medio utilizado
para intervenir a favor de sus particulares intereses, que
derivaron en la realización de las conductas delictivas por las
cuales se vincula al senador PULGAR DAZA.

Además, se reitera, el pronóstico de interferencia en la


actividad probatoria del proceso en curso, deriva
precisamente de considerar la manera cómo al parecer
pretendió incidir de manera indebida en un asunto judicial
ajeno, para que se resolviera acorde con sus particulares
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intereses, y que, por lo mismo, encontrándose éste en


libertad, podría tener incidencia directa o indirecta en tales
actuaciones con el propósito de obtener beneficio de las
pruebas que puedan llegar a recogerse.

Es por esto que, al compartir íntegramente el


pensamiento expresado por la Delegada del Ministerio
Público, la Sala encuentra válidos los fundamentos expuestos
por la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de
Justicia para imponer la medida de aseguramiento de
detención preventiva, debiendo resaltar que es una medida
proporcional, idónea y necesaria en el cometido propuesto de
proteger a la comunidad e impedir al tiempo la interferencia
en los medios de prueba.

En cuanto tiene que ver con la argumentación de la


defensa en el sentido que el procesado carece de
antecedentes, es de decirse que dicho aspecto por sí mismo
no invalida aquellos en que la medida aflictiva de la libertad
fue soportada, pues nada dicen frente a la necesidad de
precaver la eventual realización de nuevos comportamientos
reprochables y punibles o proteger la integridad de los medios
de prueba, ya que con su imposición no se pretende tan sólo
evitar su fuga o el efectivo cumplimiento de la pena que
pudiere llegar a imponérsele de ser encontrado penalmente
responsable de los delitos endilgados, sino el cumplimiento de
los fines que conforme a la Carta Política justifican la
afectación de la libertad individual.

Cabe señalar, asimismo, que a lo largo de su discurso el


libelista insiste en que la actuación no evidencia la
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responsabilidad penal de su asistido, incluso que no se ha


cometido delito alguno, pero es claro, como ya ha sido visto,
que unos tales argumentos resultan inanes frente al objetivo
de verificar el cumplimiento de los requisitos legales y
constitucionales para que la libertad pueda ser afectada por
orden judicial y cuando no se trata de proferir un fallo de
fondo, pues el proceso no sólo no ha culminado sino que se
halla aún en fase de instrucción con todas las posibilidades
procesales y probatorias para presentar este tipo de debates,
que por ahora se ofrecen completamente impertinentes,
máxime si hasta el momento con base en la evidencia
recaudada se mantiene válida la hipótesis de la Sala Especial
de Instrucción de la Corte en cuanto hace a la realización de
la conducta punible y la posible participación del sindicado.

Lo dicho, por supuesto, no implica en manera alguna


desconocer la vigencia del principio de presunción de
inocencia, pues la misma resulta protegida en razón a que la
medida de aseguramiento carece de la connotación de sanción
anticipada, sino que opera como medio de prevención
respecto de las finalidades de precaver peligros de huida,
obstaculización de la justicia y de lesión o daño a bienes
jurídicos, amparadas por la Constitución y la ley.

En consecuencia, estima la Corte acertado el análisis


probatorio efectuado por la Sala Especial de Instrucción
respecto a la necesidad de aplicar la medida de
aseguramiento en disfavor del procesado pues se reúnen los
presupuestos legales y constitucionales para el efecto.

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Satisfecha de esta manera, la legalidad formal y material


de la prueba de la cual se valió el órgano instructor para
soportar la medida de aseguramiento, determinada suficiente
para cubrir los presupuestos contemplados en el artículo 356
del C. de P.P., y habiendo advertido de que ésta cumple
finalidades constitucional y legal válidas, a la Sala apenas le
resta significar que denegará el control de legalidad propuesto
por el defensor del procesado.

En consecuencia, desvirtuadas las razones en que se


fundamenta la solicitud de control de juridicidad que el
defensor presenta, no queda más alternativa que avalar la
legalidad de la medida de detención preventiva proferida por
la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema d
Justicia, en contra de EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA.

6.- De la aplicación de medida de aseguramiento no


privativa de la libertad.

El defensor plantea a la Sala, que la Sala Especial de


Instrucción no evaluó la posibilidad de aplicar una medida de
aseguramiento no privativa de la libertad, conforme lo prevé el
artículo 307.B de la Ley 906 de 2004, que estima aplicable
por principio de favorabilidad.

Sobre esta temática cabe señalar que conforme ha sido


repetidamente precisado por la jurisprudencia de la Sala de
Casación Penal, la inexistencia de medidas de aseguramiento
no privativas de la libertad en la Ley 600 de 2000 (art. 356
inc. 1º) no impide la aplicación de los preceptos sobre el
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particular establecidos en la Ley 906 de 2004. Al respecto,


tiene definido que, en virtud del principio de favorabilidad, es
dable aplicar las medidas de aseguramiento previstas en el
art. 307 lit. b) de la Ley 906 de 2004 a procesados
investigados o juzgados bajo los ritos procesales de la Ley 600
de 2000 (cfr. entre otras CSJ AP 10 oct. 2012, rad. 29.726).

En este punto es de precisar, no obstante, que la misma


jurisprudencia de la Sala de Casación Penal de la Corte 15,
también tiene establecido que la aplicación de uno u otro
ordenamiento en torno al referido instituto, debe hacerse de
manera integral, y no tomando apartes de una y de otra
legislación para formar un tercer cuerpo normativo.

Así entonces, en aras de establecer la procedencia o


improcedencia de la pretensión que el defensor del sindicado
presenta, no puede perderse de vista lo indicado en el
precepto 310 de la Ley 906 de 2004, aplicable por
favorabilidad al presente caso, 16 en atención a que además de
la gravedad y modalidad de la conducta punible y la pena
imponible, deben igualmente considerarse las circunstancias
indicadas en la mencionada disposición legal.

En ese orden de ideas, resulta importante recordar las


consideraciones tenidas en cuenta por la Sala Especial de
Instrucción en su momento, cuando decidió imponer la
medida de aseguramiento que hoy se pretende sea invalidada,
una vez hizo referencia a la naturaleza de los
comportamientos al margen de la ley, que presuntamente
había realizado el hoy procesado PULGAR DAZA, en los que

15
CSJ SCP. May. 11 de 2011. Rad. 35900
16
CSJ. SCP. AP1879-2016. Abr. 6 de 2016. Rad. 44655..
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encontró que la sola capacidad de influencia no es suficiente


para colegir que ésta efectivamente utilizará dicho poder con
propósitos ilícitos.

Advirtió, sin embargo, de otra parte la gravedad de los


comportamientos endilgados y la pena que habría de
corresponderle para el caso de ser hallado responsable de los
mismos, para mencionar que si bien los hechos endilgados
acaecieron durante su desempeño como senador en su
anterior período, no puede dejarse de considerar que en la
actualidad ocupa el mismo cargo, lo que aunado a la
conducta al parecer llevada a cabo frente al Juez Promiscuo
Municipal de Usiacurí, a quien le sugirió mantener contactos
con la Presidencia de la República, el Ministerio de Educación
Nacional y la Rama Judicial, todo ello con el propósito de
reforzar la intensidad de la influencia para lograr decisiones
favorables a sus intereses, de lo cual es claro que surge el
denominado riesgo de reiteración que se pretende precaver
con la efectividad de la medida de aseguramiento.

Para la Sala estas mismas consideraciones son las que


impiden aplicar una medida no privativa de la libertad que el
defensor demanda, pues con cualquiera de las causales
previstas en la norma cuya aplicación reclama, el riesgo de
lesión o daño para la comunidad y la justicia se mantiene, de
ahí la impertinencia de la queja, máxime si se tomó en
consideración que en la actualidad el sindicado ostenta el
mismo cargo que tenía en aquella época en que
presuntamente se realizaron las conductas materia de
investigación y por las cuales se profiere la medida.

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Sobre el particular, no solamente habrán de


considerarse los fines previstos en el artículo 355 de la Ley
600 de 2000, sino igualmente, lo consagrado en el artículo
310 de la Ley 906 de 2004, porque como se indicó con
anterioridad, es la jurisprudencia de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia quien ha posibilitado
tal proceder.

Precisamente, esa misma condición que tenía para el


momento de la comisión de las conductas, y que ahora el
procesado igualmente ostenta, se reitera, es la que
incrementa el riesgo de continuación de la actividad que la
Sala Especial le reprocha, pues tratándose de un Senador de
la República cuyas evidencias hasta ahora recaudadas ponen
de presente la posibilidad de no contar con freno alguno que
lo inhiba para tratar de influenciar y corromper a
funcionarios de la administración nacional y la Rama Judicial
en procura de sus particulares intereses, la posibilidad de
reiteración de la conducta se ofrece manifiesta.

Ha de precisar entonces la Sala, que acorde con lo


dispuesto por el artículo 310 de la Ley 906 de 2004, para
evaluar si una medida no restrictiva de la libertad del
sindicado se ofrece peligrosa para la seguridad de la
comunidad o de la integridad de la prueba o el proceso,
resulta imperativo evaluar todas las posibilidades establecidas
en la mencionada disposición.

Así entonces, sopesadas las circunstancias que rodearon


la supuesta realización del concurso de delitos atribuido al
Senador PULGAR DAZA, encuentra la Sala acreditada la

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necesidad de imponerle la medida de aseguramiento que el


defensor censura, como instrumento idóneo para proteger a
la comunidad de la posible continuación de la actividad
delictiva por parte del sindicado, conforme fue considerado
por la Sala Especial de Instrucción de la Corte que la impuso.

A este respecto no puede desconocerse que en reiteradas


ocasiones la Sala de Casación Penal de la Corte ha sostenido
que para definir la concurrencia de esta finalidad es preciso
analizar la gravedad de la conducta punible, atendiendo para
el efecto las particularidades de su ejecución.

“…para ser consecuente con las definiciones de un Derecho Penal


orientado a sus consecuencias, diseñado sobre la idea de protección de
bienes jurídicos fundamentales, el artículo 310 de la Ley 906 de 2004
dispone que es esencial el análisis de la gravedad de la conducta para
verificar el peligro sobre la comunidad, además de la gravedad intrínseca
del comportamiento que se refleja en la respuesta punitiva en abstracto y
en concreto17.

Significa lo anterior, que encontrándose evidenciadas


esas circunstancias referidas en los numerales 1 y 2 del
precepto que se viene de mencionar, resulta inmodificable la
necesidad de que el procesado afronte el proceso en detención
preventiva, por lo que no resulta posible acceder a las
pretensiones del defensor.

Es preciso reiterar, por último, que en criterio de esta


Corporación la medida de aseguramiento de detención
preventiva impuesta por la Sala Especial de Instrucción de la
Corte Suprema de Justicia en contra del Senador de la
República EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA reúne los
requisitos de proporcionalidad, pues se ofrece idónea para
lograr la finalidad protectora de la actividad probatoria y
17
CSJ SCP Feb. 18 de 2013. Rad. 34017.
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evitar la realización de nuevos comportamientos delictivos por


parte del procesado; es absolutamente necesaria, ante la
ausencia de otras medidas menos restrictivas de derechos
fundamentales, que permitan alcanzar los fines constitucional
y legalmente establecidos y; es proporcional en sentido
estricto, pues ante el hecho de ostentar en la actualidad el
mismo cargo en cuyo desempeño, al parecer, sirvió de excusa
para llevar a cabo las conductas por cuya realización es
investigado, se ofrece urgente la necesidad de salvaguardar
los intereses constitucionales mencionados.

De lo anotado puede concluirse que, en la resolución


cuyo control de legalidad se demanda, el libelista no logró
demostrar la configuración de haber incurrido la Sala
Especial de Instrucción de la Corte en manifiesto error de
hecho o de derecho en la apreciación probatoria, por omitir la
valoración de pruebas válidas y oportunamente allegadas, o
que hubiere distorsionado su expresión fáctica, o las hubiere
ponderado con transgresión de las reglas de la sana critica, o
les hubiere conferido mérito persuasivo a pesar de haber sido
incorporadas sin las formalidades legalmente establecidas
para su aducción o trámite, entre otras posibilidades de
desacierto.

Las consideraciones que la Sala viene de realizar,


conducen necesariamente a declarar la improsperidad del
control de juridicidad solicitado por el defensor del senador de
la república EDUARDO ENRIQUE PULGAR DAZA y, por tanto,
a no acceder a ninguna de las pretensiones que eleva.

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Resta advertir, finalmente, que contra esta


determinación no proceden recursos18.

Por lo expuesto, LA SALA ESPECIAL DE PRIMERA


INSTANCIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,

RESUELVE

PRIMERO. Declarar impróspera la solicitud de control


de medida de aseguramiento presentada por el defensor del
Senador de la República EDUARDO ENRIQUE PULGAR
DAZA.

SEGUNDO. Devolver las diligencias a la Sala Especial de


Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, que conoce de la
instrucción del presente proceso.

Contra esta providencia no proceden recursos.

Notifíquese y cúmplase

JORGE EMILIO CALDAS VERA


Magistrado

BLANCA NÉLIDA BARRETO ARDILA


Magistrada
18
Art. 393 de la ley 600 de 2000, según el cual, las decisiones que tome el juez en desarrollo
del control de medida de aseguramiento, no admiten ningún recurso.
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ARIEL AUGUSTO TORRES ROJAS


Magistrado

RODRIGO ERNESTO ORTEGA SÁNCHEZ


Secretario

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