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Por Haroldo Shetemul
El procurador de Derechos Humanos reaccionó hasta tres días después con un comunicado
sin sentido. Esta tragedia recuerda la ocurrida hace 26 años en el entonces estadio Mateo
Flores, cuando murieron 83 personas y 200 más quedaron heridas antes de que se celebrara
un partido entre las selecciones de futbol de Costa Rica y Guatemala. En aquella
oportunidad, la venta excesiva de boletos llevó a que miles de aficionados intentaran
ingresar cuando las localidades ya estaban abarrotadas, lo que llevó a que decenas de
personas murieran asfixiadas contra la malla que separa los graderíos del campo. Al igual
que en aquella ocasión, en Quetzaltenango se sabe que la cantidad de personas que
ingresaron al concierto superó con creces el aforo permitido. La Dirección de Espectáculos,
del Ministerio de Cultura y Deportes, había permitido el ingreso de 15 mil personas, pero
esa cantidad se duplicó sin que los organizadores tomaran medidas para evitar la saturación.
La Cervecería Centroamericana, promotora del evento, guardó un hermético silencio en las
horas siguientes al suceso, como si no le importara la pérdida de vidas humanas. Fue hasta
que los medios de comunicación comenzaron a cuestionar la falta de responsabilidad de los
organizadores cuando esa empresa emitió un escueto comunicado en redes sociales, el 16
de septiembre, o sea dos días después de la tragedia. Otra muestra de indolencia la dio el
alcalde de Quetzaltenango, Juan Fernando López, quien llegó a decir que el concierto era
privado y que las personas asistieron por su cuenta y riesgo, por lo que, dijo, no tuvo
ninguna responsabilidad en el hecho. Tan poco le importó la muerte de sus conciudadanos
que no declaró luto en la ciudad altense para no afectar el desfile del 15 de septiembre.
Estas muestras de indiferencia dejan mucho que desear tanto de algunas empresas como de
las autoridades a quienes parece que les tiene sin cuidado la pérdida de vidas humanas.