Está en la página 1de 2

S e nos narra en el capítulo segundo del libro de Josué que cuando envió exploradores a la tierra de Jericó,

estos se encontraron con una mujer que jugó un papel determinante en la misión de los elegidos, ya que
cuando éstos fueron descubiertos y perseguidos, ella, no sólo los escondió en su casa, sino que también
desvió a los perseguidores de su curso, posibilitando de esta manera que los expedicionarios salvaran sus
vidas y llevasen a buen término la misión encomendada. Ellos por su parte correspondieron a dicha
hospitalidad dándole una señal de salvación, consistente en un cordón escarlata que debía ser colgado en la
ventana.
El nombre de la mujer era Rajab, nombre que por lo demás no ha quedado en el olvido gracias a la
audacia de su fe, la cual le permitió adelantarse a sus compatriotas en orden a la salvación de su familia y la
suya propia.

Es importante destacar que no es fortuito el orden expuesto sobre la intercesión de Rajab, es decir, que en
ella exista más una preocupación por los suyos que por ella misma. Por consiguiente, al hablar primero de la
salvación de su familia y luego de la de ella, nos ubicamos en el misterio que porta esta mujer, para Rajab
no cabe duda, primero están los suyos, luego y sólo luego, mira por su vida, hasta el punto de poder
decir que en ella era habitual entender la razón de su existencia a partir de dar o mantener la vida de
otros, desvelando de esta manera la increíble generosidad que albergaba en su corazón; generosidad que,
igualmente, y por falta de la debida instrucción (en cuanto a lo que se refiere a los límites de lo que es
bueno, como también al principio o comienzo de lo que es malo) no siempre supo ejercerla de modo
correcto, es así como en aras de salir al paso de la necesidad de su familia, había dado lugar a la situación de
pecado denunciada en el relato bíblico: La prostitución.

No obstante, tal y como afirma la Escritura, que donde abundó el pecado sobreabundó mucho más la gracia.
Dios, que sobrepasa toda apariencia y penetra los corazones, se sirvió de esa misma generosidad para
iluminarle interiormente y salir en ayuda de los emisarios de Josué; de esta manera, Rajab es movida
sagazmente por la gracia a la experiencia de una vida nueva marcada por la luz sobrenatural de la Fe,
adentrándose de este modo en el sendero maravilloso de la Felicidad eterna. Rajab nos reafirma con su
vida la sentencia del Señor «hay más alegría en dar que en recibir», como también nos deja claro que la vida
eterna supone el riesgo de obedecer a Dios antes que a los hombres y que no se puede alcanzar la tan
anhelada felicidad prescindiendo del camino estrecho de la negación de sí.

Para el creyente que se adentra en el estudio de las Sagradas Escrituras, la vida de esta heroica mujer no
queda indiferente; sobre todo cuando se tiene presente el dato de su actividad como meretriz. Ahora bien,
que Rajab sea una meretriz, no sólo llama la atención, sino que nos recuerda como cristianos que las
palabras del Señor se han cumplido, se cumplen y se cumplirán ayer como hoy y para siempre,
palabras de consuelo para muchos y de escándalo para otros: los publicanos y las prostitutas os precederán
en el reino de los cielos.

Sin embargo, cabe aclarar que no está en el pecado la fuerza de la salvación, es decir, Dios no aprueba el
mal, ni los pecadores son premiados, cabe decir más bien que Dios bendice al que sabe reconocer el bien y
cambia de camino para seguirlo, aunque con ello se juegue la vida. Todo mentiroso que reconoce su
mentira ha dado testimonio de la verdad, todo el que ve con buenos ojos el bien, aun cuando este le
denuncie su maldad, ha cambiado de senda, ¿no es esto acaso lo que vemos en el llamado buen ladrón en
su momento de agonía? Por esta razón, nuestro personaje de hoy no es resaltado por el hecho de la
prostitución, sino por la Fe que la hizo descubrir la cercanía de Dios y aceptar el aviso. La Prudencia la hizo
una verdadera sabia, pues el principio de su sabiduría radicaba en el deseo de bien por aquellos que amaba,
lo cual es propio del temor de Dios; es decir, todo el que desea el bien de su prójimo más que el suyo propio
está participando del amor divino que se nos reveló en la entrega de la propia vida para que todos tengamos
vida y Vida abundante.

Muchas enseñanzas se extractan de esta maravillosa historia de fe y de salvación, y como toda historia de
Dios con los hombres, esta, es una historia llena de contradicciones donde Dios sabe hacer de nuestro barro
algo grandioso y perdurable.
Es indudable que a partir de este relato Bíblico, Dios nos abre un horizonte nuevo y antiguo, nuevo para
todo aquel que como Rajab se disponga a captar la cercanía de Dios a través de los signos que cada día su
misericordia pone ante nuestros ojos; antiguo, porque Dios es siempre el mismo, sólo Él tiene la última
palabra sobre el mal, porque ante Él, simplemente, el mal no existe. este último sólo cobra fuerza en aquel
que rechaza la mansedumbre y humildad con las que Dios nos suele visitar, en definitiva el mal persiste sólo
en aquellos que no aceptan el amor de contradicción.

Dejarse, pues, conquistar por Dios, implica el despojo de todo aquello en lo que creemos afirmar nuestra
existencia, incluso el pecado. Rajab es la actualización del grito de Dios a nuestra generación: “Quien quiera
seguirme niéguese a sí mismo cargue con su cruz y sígame”. (Mt 16, 24)
Con Rajab reforzamos nuestra convicción sobre la misteriosa fuerza del bien sobre el mal. Gracias a su
ejemplo, nadie, por muy pecador que se sienta, ha de desesperar de su situación, ya que Dios sabe hacer
sobreabundar el bien donde el mal pululaba con pomposa publicidad.

El Amor eterno de esta manera quiere ayudarnos a comprender la verdadera razón de su venida, Dios
también ha mandado exploradores a tu casa; a tu corazón, y tú, como esta mujer, puedes hospedarlo en tu
casa y apostar por esa vida que el mundo desprecia. Sólo bajo la Fe podemos asumir el riesgo de amar a
Dios sobre todas las cosas guardando y llevando a la práctica sus enseñanzas, es claro que no será fácil,
pero la recompensa está más que clara, para quienes no se avergüencen del Señor y de sus palabras: La vida
eterna.

«Donde abundó el pecado sobreabundó mucho más


la gracia» Romanos 5, 20

También podría gustarte