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El hecho de que el gobierno revolucionario hubiera resulto defender los intereses de las clases
populares dotaba a las masas de un nuevo sentido de poder. El respaldo de ese sector
permitió impulsar la radicalización que alarmo a las clases económicas y a los EU.
La fuente de legitimación del gobierno revolucionario no era la política que había corrompido y
socavado elecciones y gobiernos constitucionales, sino el pueblo, el ideal de una Cuba libre.
Los cambios que iban a implantar los rebeldes estaban lejos de ser radicales: abogaban por la
reforma agraria [1], la modernización de la industria azucarera, la industrialización sustitutiva
de importaciones y las inversiones de capital nacional y estatal. Sus objetivos eran promover
el pleno empleo, el crecimiento económico como distribuir el ingreso nacional.
Los reformistas nacionalistas no contaban con otro líder que Fidel Castro, otro movimiento que
no fuera el 26 de Julio, ni otro cuerpo armado que no fuera el ejercito rebelde.
Las clases económicas celebraron la revolución, pero no todos los sectores con el mismo
entusiasmo. Los hacendados y los ganaderos en particular recelaban de la promulgación de la
reforma agraria, mientras que el sector importador se oponía al proteccionismo. Los
empresarios apoyaban la industrialización pero no el crecimiento vertiginoso de los salarios:
Los colonos, que estaban de acuerdo con la reforma agraria se mostraban reacios a aceptar
la elevación del salario mínimo de los trabajadores agrícolas. La revolución agudizo las
diferencias que siempre había existido entre las clases económicas.
Estas clases demostraron ser tan incapaces de controlar la revolución como cuando
intentaban defender los intereses nacionales antes de 1959; sin duda alguna, los fracasos de
entonces había debilitado su defensa contra el nacionalismo radical.
La Asociación Nacional de Industriales de Cuba estuvo de acuerdo en formar parte de las filas
revolucionarias, y a pesar de que se quejaba por el aumento de los salarios, apoyaba la
industrialización y sometió su propio programa a la consideración del gobierno revolucionario.
Muchos defensores del reformismo nacionalista apoyaron la revolución, cooperaron con sus
primeras medidas y aceptaron postergar las elecciones.
La oposición a la revolución provino tanto del exterior como del propio país. Los EU
condenaron severamente los juicios revolucionarios. La reforma agraria había alienado al
sector azucarero y al capital norteamericano. Las clases económicas comenzaron a retirar sus
inversiones.
A comienzos de 1959 se produce una avalancha de demandas a favor de salarios más altos y
mejores condiciones de trabajo.
Las clases económicas traban de impedir que la clase trabajadora volviera asumir su actitud
combativa, de manera que los hacendados y los colonos aminoraron el ritmo de la zafra en
1959 y los empresarios se opusieron al incremento inmediato de los salarios y a la
renegociación de los contratos laborales.
Desde el principio, el Ejercito Rebelde apoyo las clases populares. Por primera vez en la
historia de Cuba, las clases económicas carecían de un cuerpo armado que defendiera sus
intereses.
Fidel Castro declaro que las demandas salariales ya no eran legítimas: el desarrollo de la
economía nacional, la solución del problema del desempleo y el bienestar de los humildes
eran más importante.
Fidel pide unidad a los líderes de la CTC. Al igual que los reformistas nacionalistas, los líderes
anticomunistas carecían de apoyo popular propio, por lo que dependían totalmente de él y la
revolución. Este llamado a la unidad servia a los propósitos del gobierno, los sindicales
comunistas poseían una gran experiencia y contacto con la URSS. Se comienza a expulsa a
los sindicalistas que no cooperan con los nuevos propósitos; esto permite que el PSP asuma
el liderazgo de los gremios locales.
Para consolidar su poder a nivel nacional, el Estado debió ejercer un mayor control sobre el
movimiento obrero. Hacia finales de 1960 el estado controlaba los principales medios de
producción: Cuba ya no tenía una economía capitalista. Los trabajadores salvaguardaban sus
centros de trabajo contra el sabotaje y estaban dispuestos a defender al país contra una
agresión de los EU.
La revolución había eliminado rápidamente toda actividad política autónoma: los sindicatos se
sometían ahora a la lógica de la política revolucionaria.
El nuevo gobierno debía promover el empleo, ampliar los servicios de salud pública y de
educación y crear una nueva conciencia política entre las clases populares; hasta entonces,
las elecciones solo frenarían la transformación radical.
El propio Fidel Castro constituía el recurso político más convincente de la revolución. Poseía
una habilidad excepcional ara interpretar y encarar la realidad cubana, y una extraordinaria
capacidad para transmitir a sus seguidores la magnitud de la misión que debían cumplir. Se
empezaba a identificar a la revolución con Sierra Maestra, y al pueblo con el Ejercito Rebelde,
mientras que EU y los cubanos sin dignidad nacional representaban el enemigo.
Durante 1959 los liberales fueron desapareciendo del seno del gobierno revolucionario: Fidel
se convirtió en primer ministro y un nuevo presidente asumió cuando el anterior se opuso a la
creciente radicalización. Uno tras otro iban cayendo los reformistas mientras la revolución, sin
paciencia ni tolerancia, arrasaba con la disidencia y las vacilaciones.
En octubre de 1960 se nacionalizan las industrias y el comercio: la revolución entra en una
nueva etapa: la política cubana iba asumiendo el perfil de un sistema de partido único.
El departamento de Estado informa que no es posible tener relaciones amistosas con Castro y
que es necesario derrocarlo. EL hecho de que los primeros ataques y sabotajes se hubieran
realizado con el apoyo tácito de los EU contribuyo a que aumentara la intransigencia.
En 1960 se cierra un tratado comercial con la URSS en el que Cuba vende azúcar y la URSS
extiende créditos para la adquisición de equipo industrial.
Un barco estalla lleno de armas, se culpa a la CIA; las compañías petroleras norteamericanas
son nacionalizadas ya que se niegan a refinar petróleo de la URSS. La revolución se lanzo a
la búsqueda de nuevos aliados contra la agresión y a mediad que se afianzaba la relación con
la URSS, también lo hacia la posición del PSP en la coalición gobernante.
En 1961 EU rompe relaciones diplomáticas con Cuba. Kennedy envía una brigada invasora
compuesta por exiliados cubanos, pero son rechazados por las fuerzas revolucionarias. La
necesidad de consolidar una revolución nacionalista llevó a Cuaba al socialismo, a una alianza
con la URSS y a la permanente hostilidad por parte de los EU. La intransigencia polarizo a las
clases económicas y suscito el antagonismo con los EU.
La revolución doto a la sociedad cubana de una nueva lógica: ahora el desarrollo nacional
giraba alrededor de los intereses de las clases populares. Sin embargo, la satisfacción de sus
necesidades básicas generó expectativas entre as clases populares que la vida cotidiana
habría de defraudar; el socialismo no había logrado desarrollar la economía en la mediad
necesaria para asegurar la independencia nacional.
Con la revolución Cuba podría lograr su desarrollo potencial; sobre todo a través de la
diversificación que era la clave del crecimiento económico, el aumento del empleo y de la
redistribución de la riqueza.
En principio el socialismo permitió al estado, cuyo objetivo principal era la satisfacción de las
necesidades básicas de las clases populares, poner en práctica una política económica más
racional y a tono con los intereses nacionales; los analistas extranjeros pronosticaban tasas
de crecimiento excepcionales. Sin embargo, la realidad que trajo consigo el desarrollo
socialista dependiente desvaneció los sueños que abrigaron los rebeldes y el pueblo cubano.
El gobierno de EU no aceptaba el derecho de Cuba a la autodeterminación, y a partir de 1962
impone un embargo comercial. El sistema socialista, basado en el desarrollo inclusivo y en sus
estrechos lazos con la URSS, no beneficio a la economía cuaba como se esperaba en el
periodo de auge de la revolución. Y ya después de 1989 la caída del comunísimo mino la
viabilidad del socialismo cubano.
Durante 1959-1960 la economía cubana funcionaba bien, pues el fin de la lucha armada y la
madurez de las inversiones realizadas en la década anterior contribuyen a la recuperación
económica. Se pensaba aumentar al producción de azúcar, pero que caiga del porcentaje en
relación con el total de las exportaciones; la diversificación agrícola permitiría una mayor
autosuficiencia en alimentos, mientras que la industrialización sustituirla la importaciones.
Pero la estrategia de una industrialización rápida fracaso al con considerar plenamente los
costes y los niveles de las exportaciones necesarios para la industrialización sustitutiva de
importaciones. En 1962-1963 la producción de azúcar disminuyo drásticamente, debido, en
parte, a que se había reducido los campos empleados en el cultivo de caña. La diversificación
agrícola, por otro lado no satisfizo la demanda de productos alimentarios ni generó las
exportaciones necesarias para cubrir las perdidas provocadas por la caída de la zafra. El
déficit comercial se vio seriamente deteriorado.
A principio de los 80’ la URSS comenzó modificar sus relaciones especiales con Cuba. Se
puso mayor énfasis en la eficiencia y en los costes al definir los términos de intercambio.
El hecho de que Cuba comerciara con un solo socio ponía de relieve su vulnerabilidad ante el
mercado internacional, pues la dependencia con respecto al azúcar agravaba la balanza
comercial.
La economía cubana seguía caracterizada por un rendimiento desalentador y una
dependencia del azúcar que casi no había sufrido variación. Sin embargo, las cifras ocultaban
el hecho de que el impacto que tuvo en la sociedad cubana la dependencia, primero de los EU
y después de la URSS, era diferente.
Sin la URSS, el socialismo en Cuba se hacia cada vez mas insostenible. Además las leyes
americanas de 1992 y 1996 intensificaron el embargo.
Solucionar el problema del desempleo era el objetivo fundamental del gobierno revolucionario.
Durante la década del 60’ casi todos los cubanos en edad laboral habian encontrado un
puesto de trabajo estable.
Durante la década de los 90’ Cuaba contaba con una fuerza laboral que se encontraba entre
las más preparadas de AL. El gobierno cubano no había vencido el desafió que implicaba
transformar estas impresionantes inversiones en capital humano en un avance sostenido de la
productividad laboral y del crecimiento económico.
En los primeros tiempos de la revolución se debatió acerca del mejor camino para alcanzar los
objetivos socialistas en Cuba; hubo dos puntos de vista:
1. Defendía la interpretación ortodoxa de la relación entre desarrollo material y la conciencia
social. No se podía soslayar la importancia de la ley del valor. Los beneficios aun constituían
el criterio más viable para regir la producción, la acumulación y la distribución.
2. Guevara argumentaba que Cuba no podía permitir que la ley del valor determinara las
inversiones sin renunciar a la posibilidad de salir del subdesarrollo. (los máximos beneficios
guían los procesos de inversión)
Los cambios que implementaría el gobierno rebelde en la nueva Cuba estaban lejos, plantea
la autora de ser radicales: Abogaban por una reforma agraria basada en la Constitución de
1940 (articulo 90); la modernización de la industria azucarera, la industrialización por
sustitución de importaciones y las inversiones de capital nacional y estatal. Sus objetivos era
promover el pleno empleo, el crecimiento económico y la distribución equitativa del ingreso
nacional. Que el control de la economía este en manos de Cuba. Planteaban además la
instauración de un gobierno honesto, de un Estado de derecho y la defensa de los intereses
nacionales. Según la autora este programa inicial del gobierno revolucionario era parecido a
los reformistas de los años `20. Por ejemplo plantea la autora que el impuesto fijo sobre las
importaciones y los controles de divisas que se implementaron no eran más radicales que las
medidas que reclamaba Prebisch para America Latina.
Plantea la autora que los reformista del `569 no contaban con otro líder que Fidel Castro, con
otro movimiento que no fuera el Movimiento 26 de Julio, ni con otro cuerpo armado que no sea
el Ejercito Rebelde, por tanto carecían de recursos propios para encauzar el fervor popular
con que se había acogido la revolución hacia una transformación de carácter reformista, y no
revolucionaria.
Plantea la autora que la revolución había agudizado las diferencias que siempre habían
existido en las clases económicas y que sectores de esta celebraron el triunfo de la
revolución, pero no todos con el mismo entusiasmo, ni que respaldaban el programa
completo: los hacendados y los ganaderos no apoyaban la reforma agraria; el sector
importador se oponía al proteccionismo; los empresarios apoyaban la política de
industrialización, reforma agraria y fiscal, pero no aceptaban el incremento de los salarios; los
colonos que estaban de acuerdo con la reforma agraria no aceptaban el incremento de los
salarios de los trabajadores agrícolas. Plantea la autora que las clase económicas
demostraron ser incapaces de controlar la revolución como cuando intentaron defender los
intereses nacionales antes del `59.
El gobierno revolucionario comenzó en el `59 a implementar el poder regulador del Estado
para favorecer a los pequeños productores. Se identificaba al campesinado, la clase obrera y
la burguesía progresista como los tres pilares de la revolución. Se hacia una distinción entre
los empresarios que habían invertido en la industria y la diversificación de la agricultura, y se
los incluía en la llamada “Unidad Nacional” para la defensa de los intereses nacionales, y se
demonizaba fuertemente a aquellos empresarios que habían apoyado la Enmienda Platt y la
reciprocidad comercial renunciando al control nacional de la economía.
Sin embargo, plantea la autora, las consecuencias del programa revolucionario fueron
profundamente radicales, ya que, entre otras cosas, la sociedad carecía de los medios para
contener el desenvolvimiento del nacionalismo radical. La promulgación de la reforma agraria
renovaba el fervor popular que conmovía al país, mientras que Fidel y el Ejercito Rebelde se
ponían al frente de esa oleada revolucionaria, por eso, plantea la autora, cuando la nueva
dirigencia rechaza la celebración inmediata de elecciones, para evitar que este frene el
procesos revolucionario, pocos cubanos se preocuparon, ya el pasado había dejado en claro
que la politiquería en Cuba podía sabotear procesos electorales y sacrificar así los intereses
de las clases populares, por lo cual la mejor garantía para la democracia era generar una
nueva conciencia popular basada en la conquista de la justicia social y la soberanía nacional.
Los defensores del reformismo nacionalista apoyaron la revolución y cooperaron con sus
primeras medidas, incluso la de postergar las elecciones, ya que estos encontraban parte de
su programa en el programa del nuevo gobierno y por que además carecían de sus propios
lideres, organizaciones e instituciones que les hubieran podido permitir la implementación de
sus reformas. Pero, plantea la autora, que a medida que se definía el carácter del nuevo
gobierno, la oposición a la revolución comenzaba a despertarse tanto en círculos nacionales
como extranjeros. Los EEUU condenan los juicios revolucionarios; la reforma agraria había
alineado al sector azucarero con el capital norteamericano por lo que los hacendados y los
ganaderos comenzaron a oponerse al gobierno revolucionario y las clases económicos
comenzaron a retirar sus inversiones.
Desde el principio el Ejercito Rebelde apoyó fuertemente a las clases populares en los
conflictos laborales a favor de los trabajadores, se marcaba que “por primera vez el ejército no
usaba las armas contra el pueblo”. Por primera vez en la historia de Cuba, plantea la autora,
las clases económicas carecían de un cuerpo armado que defendiera sus intereses. Sin
embargo, plantea, se necesitaba de algo mas que el Ejército Rebelde para dirigir la
combatividad entusiasta de las masas, por esto era imprescindible el control y la unidad
obrera dentro de la CTC, ante el enfrentamiento con las clases económicas y con los EEUU
que cada vez se tornaba más violento.
En este intento de controlar la CTC comenzaron a salir a la superficie, plantea la autora, una
serie de tensiones entre el Movimiento 26 de Julio y los comunistas (Partido Socialista Popular
o PSP). La dirigencia del Movimiento 26 e Julio tenis un perfil altamente anticomunista. El PSP
no había desempeñado un papel relevante en la lucha contra Batista, habían calificado al
ataque al Cuartel Moncada como “puchista” “aventurero” y que iba contra los intereses del
pueblo, los comunistas solo alentaron la rebelión armada cuando ya prácticamente no existía
otra forma de enfrentarse a Batista. Pero el PSP era crucial a la hora de formar una coalición
de gobierno, ya que contaban con una gran organización, un gran número de líderes
capacitados, cuadros experimentados y por sobre todo aliados internacionales. El PSP
comienza a ganar cada vez mas influencia dentro de los órganos de gobierno y la CTC y esto
cada vez generaba más tensiones con el Movimiento 26 de Julio.
Ante este clima de tensiones Fidel Castro pide por la unidad de los líderes de la CTC y declara
que más importante que las demandas “economicistas” de la clase obrera es el compromiso
con los objetivos del desarrollo económico del país, así el Estado comienza a ejercer un
mayor control sobre el movimiento obrero. Los sindicatos se someten ahora a la lógica de la
política revolucionaria del gobierno y rápidamente, plantea la autora, se fue eliminando toda
actividad política autónoma.
Plantea la autora que ni Fidel Castro ni el nuevo liderazgo Cubano dependían su legitimidad
de la restauración de la Constitución de 1940, ni de la celebración de elecciones, que el hecho
de redimir (salvar) a Cuba de un pasado indigno y alcanzar el bienestar de las clases
populares hacia merecedor al gobierno revolucionario de una incuestionable autoridad. Se
estaba creando una Cuba con igualdad, pleno empleo, reforma agraria, salud y educación
pública para todos, el pueblo tenia todas sus esperanzas puestas en el futuro y hasta tanto no
se cree una nueva conciencia entre las clases populares la elecciones solo frenarían la
transformación radical.
La dinámica de la revolución dio lugar a un nuevo orden institucional, por un lado el Ejercito
Rebelde y las asociaciones agrarias supervisaban la transformación en el campo, y por otro
lado el Ministerio de Trabajo y la CTC lo hacían en la cuidad. Plantea además la autora que
nace el concepto de trabajo voluntario, se crea la Asociación de Jóvenes Rebeldes, los
Comités de defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas.
Plantea la autora que la revolución doto a la sociedad cubana de una nueva lógica: ahora el
desarrollo nacional giraba alrededor de los intereses de las clases populares. Sin embargo, la
satisfacción de sus necesidades básicas generó expectativas entre as clases populares que la
vida cotidiana habría de defraudar; el socialismo no había logrado desarrollar la economía en
la mediad necesaria para asegurar la independencia nacional.
El logro socioeconómico de la revolución para la autora fue: la relativa igualdad que se había
alcanzado en una situación de austeridad, pero plantea la autora la isla seguía dependiendo
de la exportación de azúcar y de un solo mercado para la obtención de divisas, reitera que el
socialismo no había logrado desarrollar la economía en la mediad necesaria para asegurar la
independencia nacional.
La diversificación era la clave para el crecimiento económico, el crecimiento del empleo y para
la distribución de la riqueza, sin embrago el pasado, con el monocultivo de azúcar y la
dependencia de los EEUU representaba una carga para el Estado mucho mas pesada de lo
que se había pensado. El sistema socialista basado en el desarrollo inclusivo y en sus
estrechos lazos con la Unión Soviética no beneficiaba a la economía cubana como se
esperaba.
Refiere la autora que durante los años 59/60 la economía cubana funcionaba bien debido al
fin de la lucha ramada y la madurez de la inversiones realizadas durante las décadas
anteriores, así el gobierno revolucionario contó inicialmente con los recursos para ofrecer
beneficios inmediatos a las clases populares, pero la estrategia de industrialización rápida
fracaso al no considerar plenamente los costos y los niveles de las importaciones necesarias
para llevar acabo la industrialización por sustitución de importaciones. Además, la
diversificación agrícola no satisfizo la demanda de productos alimentarios, no genero las
exportaciones necesarias para cubrir las perdidas provocadas por la caída de la zafra debido
a la reducción de los campos empleados en el cultivo de la caña, así es que el déficit
comercial se vio seriamente deteriorado.
Cuenta la autora que la planificación central resulto ser improvisada y caótica y que no logro
resolver los problemas económicos. Además el embargo norteamericano había obstaculizado
la estrategia inicial. La emigración de profesionales y trabajadores cualificados agravo además
la escasez de personal técnico y administrativo
Describe la autora que en los `60 casi todo los cubanos en edad de trabajar contaban con un
empleo estable. La revolución había logrado un proceso de urbanización balanceado, los
niveles de escolaridad mejoraron notablemente, en los `80 la alfabetización era casi universal
y uniforme en toda la isla. Se mejoró también los niveles de la salud pública, se elevo la
esperanza de vida, la distribución del salario fue más equitativa y se redujeron las diferencias
regionales. Pero, plantea la autora, con la crisis de los `90 comenzaron a haber problemas de
salud en la población debido a las deficiencias nutricionales. Para los años `90, plantea la
autora Cuba contaba con una fuerza laboral que se encontraba entre las mas preparadas de
America Latina, por lo cual los problemas de subutilización de estas capacidades se hacían
mucho mas evidentes, el gobierno cubano no había podido vencer el desafío que implicaba
trasformar estas impresionantes inversiones en capital humano en un avance sostenido de la
productividad laboral y el crecimiento económico.