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La angustia existencial.

La angustia es el estado psicológico en que una persona genera un sentimiento de

incontrolable intranquilidad frente a una situación específica. Esta se presenta por medio

de pensamientos invasivos pesimistas, creando efectos colaterales físicos los cuales

varían de acuerdo con las condiciones de salud de quien la padece. Este es un fenómeno

muy común que no a todos les ocurre por medio de las mismas circunstancias; sin

embargo, tienen la similitud de ser “situaciones que atentan o generan una amenaza a la

integridad del sujeto”. (Sociedad Chilena de Psicología Clínica, 2005)

Se puede decir que, de manera parcial, la angustia hace parte de un conjunto de

factores producto de un constructo social, el cual ha sido inculcado en cada individuo

por medio de unos principios que incluyen situaciones económicas, sociales, familiares

o políticas, que, desde un punto de vista objetivo, no son un riesgo físico directo en

contra de la integridad de nadie. No obstante, sí generan efectos secundarios en cada

uno y ocasionan el sentimiento de angustia, por objetos externos que no son

directamente el cuerpo, pero que sí generan algún tipo de comodidad o beneficio a este.

Teniendo esto en cuenta, existe una faceta de la angustia considerada trascendental

ya que implica el estado psicológico de manera directa y el estado físico por medio de

los pensamientos. Se trata de la angustia existencial, la cual se basa en cómo, por medio

de las dudas y la curiosidad sobre el ser y todo lo que rodea a este, se genera un estado

de inquietud mental, en el cual se enfrenta a una constante amenaza, la validez y

realidad de la existencia. Este es un paradigma, que lleva inquietando la mente humana

desde los inicios de su existencia. La constante necesidad de justificar esta misma es un

motor hacia la angustia humana. De esta, divergen 2 desviaciones, la minoritaria y la

mayoritaria.
La minoritaria, es aquella que implica la toma de decisiones y el efecto de ellas

dentro de los criterios establecidos en el macroorganismo que llamamos sociedad. Es

decir, esa intranquilidad provocada por alguna decisión personal que podría afectarnos a

nosotros en contraposición a nuestro entorno; verbigracia, cuando una persona tiene una

incertidumbre acerca de si consiguió o no el trabajo por el que aplicó. En oposición, la

angustia mayoritaria es aquella generada por el cuestionamiento de la existencia propia

y personal, que a su vez se ve relacionada directamente a la del ser general. A la cual

llamamos angustia existencial. La cual se puede presentar como la oposición e incluso

el producto directo de la libertad.

Tomemos de ejemplo a una persona que se realiza preguntas fundamentales que

ponen en duda desde un inicio la base de la existencia. Esto podría verse reflejado en un

individuo que se pregunta quién es, o cuál es el sentido de la vida. Esta angustia, por su

parte, es consecuencia de la misma libertad que posee el hombre para construirse a sí

mismo. Dicho esto, la libertad es el conducto para que se presente la angustia del

hombre, debido a que se realiza una diferenciación en los tipos de esta, ya que viene

ligada a un postulado Heideggeriano, en el libro “Ser y tiempo” (Heidegger, 1927); en

este, el autor, propone que la sociedad como la conocemos hoy en día es una gran

maquinaria que ha tenido como resultado la pérdida del ser auténtico. En consecuencia,

la desviación minoritaria perpetúa esa pérdida mientras que, por el contrario, la

mayoritaria que está basada en la propia condición de la existencia, busca unificar a las

personas con su ser y permitir que sean “ellos mismos” en todo el término en que la

palabra libertad significa.

Siguiendo la tesis recién planteada, este es un fenómeno cuyo concepto y

descripción es enteramente abstracto, pues, la percepción de él puede variar

completamente de acuerdo con las vivencias y principios de cada persona, empero, hay
un hecho indiscutible acerca de la libertad, y es el hecho de que ella es la que nos

provee la autonomía y capacidad de tomar decisiones fuera de los marcos sociales sobre

lo que es bueno o malo, simplemente sobrepasando la ética y moral propia. Esto, Kant,

un filósofo y científico Prusiano, lo categorizó como “El imperativo categórico”, el cual

implica un mandato moral interno en el individuo, en otros términos, el dejar el impulso

humano sobre salir, de manera que esta conducta, sea considerada una ley universal.

Para la disyuntiva de la angustia existencial, se presenta una solución concisa por

parte de una de las grandes mentes que ha tenido la historia, la cual es la de Albert

Camus. Camus presenta el absurdismo, una corriente filosófica la cual plantea -valga la

redundancia- lo absurdo del cuestionamiento existencialista. En el mito de Sísifo, él,

presenta la idea de que todo hombre realiza acciones absurdas al enfrentarse a dudas

existenciales que no se podrán responder con un sí o con un no; pues no en todas las

ocasiones algo es negro o blanco, en algunos casos puede ser verde. No obstante,

incluso él se cuestiona en su propia filosofía como parte de ella: “Grito que no creo en

nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer

en mi protesta.” (Camus, El hombre rebelde, 1951, pág. 15)

Camus asegura que un hombre jamás llegará a saber si la vida vale la pena o no, y

esta incertidumbre lo conducirá a la angustia y la angustia a la “locura”. En cambio,

todo hombre debe apoderarse del sinsentido de la vida y elaborar sobre esa hoja en

blanco su propio camino. Nunca sabremos si la vida tiene o no sentido, pero

precisamente por tener libertad, podemos nosotros establecer nuestro propio sentido y

con base en este, avanzar.

Ya hacía este filósofo, una simbología bastante grande en su obra “La peste”

(Camus, La peste, 1958) cuando transmite al lector que, la peste, son las preocupaciones
y todas aquellas cosas que nos agobian y que, al nosotros renunciar a lo personal, el

brillo y el sentimiento, es decir, la angustia, estamos siguiendo a la peste.

Frente a todo este dilema sólo cabe decir que la forma de enfrentar a la libertad

recae en cada persona y su “ser” en el “tiempo”; es decir, cada persona estará en una

etapa distinta desde la que experimentará, sentirá y vivirá la angustia. El cómo actúa y

el cómo se va desarrollando, recae únicamente en la capacidad y autonomía que este

asuma para enfrentarse a las libertades que el ser posee, para así, evitar que sea esta la

que provea los motivos para generar la siempre presente angustia existencial.
Bibliografía

Camus, A. (1951). El hombre rebelde. En A. Camus, El hombre rebelde (pág. 15).


Alianza Editorial.
Camus, A. (1958). La peste. Francia: Gallimard.
Heidegger, M. (1927). Ser y tiempo. Editorial Trotta.
Iudin, M. R. (1939). Diccionario Marxista. Ediciones Pueblos Unidos. Obtenido de
https://www.filosofia.org/urss/dfm1946.htm
Sociedad Chilena de Psicología Clínica. (2 de Diciembre de 2005). Obtenido de La
Búsqueda de Sostén. Análisis Existencial de la Angustia.:
https://www.redalyc.org/pdf/785/78523206.pdf

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