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TEMA
“LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA”
INTRODUCCIÓN
Interpretar consiste en determinar o asignar un sentido a ciertos signos, expresiones
o palabras, a fin de hacerlos “comprender” dentro de un determinado objeto.
No puede existir ningún orden jurídico sin función interpretativa, porque las normas
están destinadas a ser cumplidas y, en su caso, aplicadas. Ahora bien, las normas
generales, Constitución, Leyes, Reglamentos, hablan del único modo que pueden
hablar: en términos relativamente generales y abstractos. En cambio, en la vida
humana, en las realidades sociales en las cuales se debe cumplir y, en su caso,
aplicar las leyes, son siempre particulares y concretas. Por consiguiente, para
cumplir o aplicar una ley o un reglamento es ineludiblemente necesario convertir la
regla general en una norma individualizada, transformar los términos abstractos en
preceptos concretos. Y esto es precisamente lo que se llama interpretación".
CAPÍTULO I
LA OBRA SOBRE INTERPRETACIÓN DE FERNANDO TRAZEGNIES
En primer lugar, es importante dar a conocer la concepción que tiene este autor
sobre el derecho, Trazegnies Granda concibe el derecho como una forma de
organizar la sociedad de los hombres. Desde esa perspectiva, señala que la
interpretación parece constituir un modelo medular porque es el acto a través del
cual el derecho se hace carne, toma la forma de comportamiento efectivo,
autorizado o prohibido.
Cabe mencionar que el autor, no se refiere en exclusividad a la interpretación
profesional realizada por el juez o el abogado sino a la que es realizada por todo el
que usa el derecho, por todo el que cumple o incumple una norma, por todo el que
se aprovecha de sus posibilidades, sea juez o no, sea abogado o no.
Por consiguiente, refiere que la interpretación es la inserción del derecho en la vida,
el paso de un derecho nominal a un verdadero derecho actuante dentro de la
sociedad, el camino por el que una afirmación prospectiva, es decir la ley, se
convierte en una conducta efectiva. El autor manifiesta que colocarnos en la
interpretación significa situarnos en un puente que une lo ideal y lo real.
Interpretación y norma, el autor señala que toda norma tiene que ser interpretada,
porque toda norma tiene que ser aplicada dentro de un contexto, tiene que ser
corporizada con las circunstancias. Señala que hay quienes creen que la
interpretación no es sino un recurso excepcional que se requiere como un mal
necesario solo en determinados casos, debido a un defecto de la ley; si la norma
hubiera sido concebida y redactada con la claridad deseable, se dice, no habría
nada que interpretar.
Sobre la claridad refiere que puede ser un obstáculo del conocimiento. Lo claro es
solo una primera impresión que nos detiene porque nos hace creer que todo está
ahí bajo nuestros ojos y que ya no queda nada por descubrir o por inventar. Pero si
nos adentráramos más en esa aparente claridad, veríamos que nada es sencillo,
simple, nada se encuentra perfectamente ordenado, sino que cada norma como, en
el fondo, cada parte de la realidad se abre al infinito y nos ofrece un sinnúmero de
mundos de significados que se multiplican, se juntan nuevamente, se desorganizan
y se reorganizan. Cita a Gastón Bachelard quien decía “lo que cree saberse
claramente, ofusca lo que debiera saberse”, porque la claridad no es un
conocimiento perfecto sino un obstáculo epistemológico.
Tradicionalmente, se ha considerado que interpretar no es otra cosa que entender
lo que el derecho establece para una situación concreta y determinada o para un
conjunto de situaciones posibles, es decir, hacer explícito lo que estaba implícito en
el texto legal.
Respecto al intérprete, el autor refiere que previa a su interpretación, existe un
derecho ya hecho, una verdad jurídica contenida en la ley, que expresa un ideal
colectivo y que tiene que ser simplemente puesta de manifiesto.
Empero, señala que no podemos cegarnos a una realidad inobjetable: el derecho
es bastante más que la ley; paralelamente a ella, la sociedad se expresa a través
de principios, valores, convicciones de distinto orden, que no tienen una formulación
precisa y que no están contenidos en las normas. Y la ley misma admite siempre
múltiples significados y muy diversas utilizaciones. Refiere que eso lo sabe muy
bien el auténtico positivismo, lo sabe muy bien Kelsen.
Se destruye el planteamiento de que la ley tenía una y sólo una interpretación
posible y de que ello dependía la seguridad jurídica. Se deduce que toda ley puede
ser interpretada de diferentes maneras. Por tanto, la interpretación no es una mera
aplicación mecánica de la ley, en la que nada se agrega y significa también que el
derecho es más que la ley.
El autor llega a la conclusión de que el intérprete no tiene una verdad que descubrir
detrás del texto: tiene un texto que puede decir muchas cosas. Desde esta
perspectiva, el intérprete no es un ser pasivo, sometido a la hipotética voluntad de
un hipotético legislador, como si fuera posible portavoz; el intérprete es en realidad,
un coinventor del derecho, tiene la libertad de agregarle a la norma nuevos sentidos
ajenos a la intención del legislador.
¿Entonces, quiere decir esto que la interpretación no tiene límites ni barreras y que
podemos hacer decir a la ley cualquier cosa? obviamente no. Los textos pueden
ser muy abiertos, pero su forma misma impone una semiosis limitada a los marcos
textuales.
Según Kelsen, la ciencia del derecho no es capaz de seguir el proceso interpretativo
hasta encontrar una sola interpretación válida; encontrará varias. Pero, en todo
caso, en el camino descarta también muchas interpretaciones como inválidas.
Esto significa que no hay una libertad creativa irrestricta y que, por consiguiente, no
todas las interpretaciones seran correctas, aunque no exista solamente una y sólo
una correcta: aun siendo varias o muchas las interpretaciones válidas, habrá ciertas
interpretaciones que manifiestamente no lo son porque se oponen frontalmente al
texto mismo de la ley o porque no pueden ser extraídas de ella por ningún
procedimiento racionalmente aceptable.
En consecuencia, según el autor, lo que prima es el texto, aun contra la intención
del legislador; pero la fuerza obligatoria de ese texto, aún contra la intención del
legislador; pero la fuerza obligatoria de ese texto no puede ser desconocida, porque
sería interpretar contra legem, lo que no es admisible lógicamente ya que ello
quitaría todo sentido a la ley y la convertiría simplemente en una propuesta.
Nos lleva a plantearnos que el derecho como tal no existe: no hay algo ahí afuera,
frente a nosotros ya hecho que se llame Derecho. Hay leyes, hay doctrinas, hay
jurisprudencia; pero todo ello no es todavía Derecho sino elementos para construir
el Derecho, entendido éste como una concepción siempre nueva, constantemente
en proceso de renovación, cada vez como una invención para el caso específico.
Estamos siempre, ante un derecho por hacerse. Y esto obliga al jurista a innovar:
el buen jurista no se acoge a dogmas sino trata siempre de encontrar una solución
original, una solución creativa, que se adapte más adecuadamente a la peculiaridad
de cada situación. El jurista tiene que intentar y tiene que tentar.
Quizá debiéramos ser más radicales en el planteamiento: si el derecho no existe ya
hecho, no podemos hablar de interpretación poque no hay nada qué interpretar.
Tenemos que hablar de construcción: el juez, el abogado, no interpretan las leyes,
sino que las usan para organizar soluciones; no hay simplemente intelección sino
creación. El jurista no persigue conocer a un supra orden –que pudiera encontrarse
en la mente del legislador o en la naturaleza o en la mente de Dios- sino organizar
adecuadamente los poderes dentro de una sociedad para que no inutilicen unos a
otros: tiene que convertir un conflicto destructivo en un conflicto productivo.
Si aceptamos la teoría dinámica del derecho, las normas tienen interés solamente
en tanto punto de partida; pero no podemos limitar el estudio únicamente a ellas
porque se nos habría escapado el derecho como proceso vivo, dialéctico.
Paradójicamente, en un cierto sentido las normas positivas han dejado de ser
derecho porque no son sino el resultado ya formalizado de un conflicto que se
soluciona con la promulgación de la regla; y, en otro sentido, no son todavía derecho
mientras no se pongan en operación, mientras no seas utilizadas por los hombres.
Ahora bien, si la aplicación del derecho no es tanto una disciplina que descubre o
que entiende, sino un obrar que crea y que transforma, el derecho no es una ciencia:
es un arte. Como la guerra. Claro está que decir que el derecho no es una ciencia
no significa negar la utilidad del conocimiento científico para el jurista. No cabe duda
de que las armas deben ser conocidas de manera rigurosa y completa por los
combatientes; pero ese conocimiento no es todavía la práctica de la guerra, como
el conocimiento científico de la normatividad no es todavía el ejercicio del derecho.
Pero el derecho propiamente nace cuando ese conocimiento colabora en la
organización práctica de la vida social. El jurista requiere de un conocimiento
profundo de las leyes. Pero no será jurista mientras no invente, mientras no cree
soluciones siempre nuevas con esas leyes; de la misma forma que un químico
experto en colores no es un pintor si no pinta un cuadro.
CAPITULO II
2.1. TEORÍAS SOBRE INTERPRETACIÓN JURÍDICA ESBOZADAS POR
RICARDO GUASTINI
2.2. CARACTERÍSTICAS
El autor diferencia, muy a menudo, tres planos o niveles distintos de análisis del
fenómeno jurídico que corresponden, además, a tres funciones del lenguaje
diferentes. De esta manera, distingue entre meta teoría, teoría y doctrina de la
interpretación del derecho. Una meta teoría, según Riccardo Guastini, corresponde
a todo discurso que se refiera a lo afirmado en una teoría. Constituye un
metalenguaje y sus enunciados pueden ser descriptivos, si se limitan a constatar lo
expresado por el teórico, o normativos, si también indican lo que una teoría debería
o no debería haber expresado.
Una teoría de la interpretación, por su parte, se encargaría de responder al
interrogante básico ¿qué es interpretar? apelando a un discurso descriptivo, esto
es, mediante enunciados susceptibles de ser verdaderos o falsos. Por último, una
doctrina respondería a la pregunta ¿cómo se debería interpretar, qué métodos
debería el intérprete usar y cuál debería ser la finalidad de la interpretación? La
doctrina utiliza un discurso directivo, se mueve en el ámbito del deber ser y emite
enunciados normativos. Cuando Guastini habla en este contexto de doctrina, no
emplea el término en su significado de estudio dogmático acerca del derecho, sino
para hacer referencia a un estilo o método peculiar de análisis de la interpretación
jurídica. El autor afirma que una teoría de la interpretación jurídica no es otra cosa
que el análisis lógico del discurso de los intérpretes. De esta forma, dicha teoría no
queda caracterizada únicamente por el estilo descriptivo de su discurso. Junto a
este requisito aparecen otros dos elementos: el método que emplea, el análisis
lógico, y el objeto sobre el que recae, el discurso de los juristas cuando interpretan.
El requisito metodológico exige que una teoría de la interpretación del derecho
efectúe una serie de distinciones dentro de los discursos interpretativos. Se deben
diferenciar los enunciados analíticos de los enunciados sintéticos', los problemas
empíricos de los problemas conceptuales, los enunciados descriptivos de los
enunciados prescriptivos o valorativos s y las controversias relativas a hechos de
las controversias relativas a valores. Por otro lado, analizar los discursos implica
determinar el significado de expresiones lingüísticas a través de una serie de
operaciones típicas como: poner de manifiesto y registrar los usos lingüísticos
efectivos de la expresión, poner de manifiesto y registrar la ambigüedad y la
indeterminación (sintáctica, semántica, pragmática) de la misma, desvelar las
connotaciones valorativas encubiertas que puedan poseer. Por último, hacer
análisis del lenguaje, requiere el empleo de un metalenguaje riguroso, esto es, de
un lenguaje en el cual todos los términos sean definidos y usados conforme a ciertas
definiciones explícitas.
Según Guastini una teoría de la interpretación jurídica adopta como objeto de
estudio los discursos interpretativos. Sin embargo, no todo discurso donde se habla
de interpretación se puede calificar como interpretativo. A juicio del autor, hay que
diferenciar dos tipos de discursos: los discursos emitidos por los intérpretes donde
estos asignan significado a un texto jurídico, y los discursos donde alguien describe
la interpretación efectuada por un intérprete ". Adscribir un significado o describir el
significado que otro ha atribuido a un texto son actos lingüísticos diferentes. Por
ejemplo, si un abogado, ante la consulta de un cliente, afirma La corte suprema ha
sostenido que la disposición normativa X significa Y, está limitándose a describir e
informar sobre el significado que un órgano ha dado a una cierta disposición. Por el
contrario, si este abogado, en la defensa de un caso determinado, sostiene La
disposición X significa Y no está describiendo ninguna interpretación previamente
efectuada por otros, sino que está proponiendo al órgano que juzga el caso que
interprete el texto jurídico tal y corno él lo hace. En este caso el abogado está
adscribiendo a un texto un determinado significado en lugar de otro. Sólo los
discursos que adscriben, atribuyen o confieren significado a un texto se pueden
considerar discursos interpretativos en sentido estricto porque, según Guastini entre
los dos tipos de discursos existe la misma diferencia que distingue las definiciones
lexicales de las estipulativas. Sobre la base de la analogía con las definiciones
estipulativas, el autor sostiene que, quien adscribe un significado a un texto
normativo interpreta en sentido estricto, quien describe el o los significados que el
texto expresa no hace más que referirse en el ámbito de metalenguaje a las
interpretaciones de otros.
El profesor Manuel Atienza sostiene que el estudio de la interpretación del derecho
debe enfrentar los siguientes problemas: De menor a mayor densidad,1. ¿Qué es
un enunciado interpretativo?; 2. ¿Cuándo y quiénes interpretan?; 3. ¿Cómo, de qué
manera, ha de proceder o procede de hecho el intérprete, esto es, ¿qué técnicas o
métodos interpretativos utiliza?; 4. ¿En qué se fundamentan tales métodos?, esto
es, ¿qué teoría de la interpretación que ofrezca una respuesta al qué es, por qué y
para qué interpretar debe asumirse?; 5. ¿Hasta dónde llega la interpretación?, esto
es, ¿cuáles son sus límites?, ¿en qué punto se deja de interpretar y se pasa a crear
o inventar algo?, ¿Se puede identificar el Derecho sin interpretarlo?; y 6. ¿De qué
criterios disponemos para juzgar la corrección de una interpretación?, ¿Qué es una
buena interpretación? A su juicio, cada uno de estos interrogantes se resuelve de
forma diferente según sea la teoría de la interpretación de la que se parte. Manuel
Atienza diferencia entre teorías formalistas y teorías realistas, por un lado, y entre
teorías objetivas y subjetivas por otro. El autor sostiene que las preguntas tres y
cuatro, por qué y para qué interpretar, sólo han sido respondidas de forma
apropiada por las teorías de Marmor, Raz y Nino.
Las preguntas desarrolladas por el profesor Atienza merecerían una serie de
precisiones pues, tal y como están expuestas, podrían dar lugar a equívocos
suscitados tanto por la superposición de niveles de lenguaje, como por la forma en
que se encuentran ordenadas y formuladas. Teniendo en cuenta las distinciones
establecidas por Guastini, que he desarrollado anteriormente, voy a clasificar dichas
preguntas en: a) preguntas a contestar por una teoría de la interpretación jurídica,
b) preguntas a contestar por una doctrina de la interpretación jurídica y c) preguntas
a contestar por una meta teoría. Las preguntas de este último grupo, dado el
objetivo de nuestro trabajo, sólo serán identificadas, pero no serán objeto de un
estudio detallado.
La primera de las preguntas planteadas por Atienza es: ¿qué es un enunciado
interpretativo? Lo primero que llama la atención es la ubicación de este interrogante,
y ello porque la pregunta se formula independientemente del interrogante más
general ¿qué es interpretar?, cuestión que el profesor español incorpora en la
pregunta cuarta. Sin embargo, contestar qué es un enunciado interpretativo
significa en parte dar respuesta a qué es la interpretación. El término interpretar
tiene dos acepciones tal y como Guastini y el propio Atienza afirman.
En virtud de la primera, interpretar es una actividad; en virtud de la segunda, es el
producto de tal actividad “. Cuando Atienza sostiene que una teoría de la
interpretación debe responder la cuestión ¿qué es un enunciado interpretativo?
parece referirse a la interpretación entendida como producto, y cuando plantea en
el apartado cuarto la cuestión ¿qué es interpretar? parece referirse la interpretación
entendida como actividad. Sugiero que ambas preguntas, a partir de ahora, sean
incluidas en una sola: ¿qué es interpretar? Teniendo en cuenta la doble acepción
que este término puede tener. Con independencia de esta aclaración, la pregunta
se responde utilizando un lenguaje descriptivo, con lo que pertenecería a una teoría
de la interpretación.
La segunda de las cuestiones que Atienza plantea, engloba dos interrogantes
diferentes: ¿cuándo se interpreta? y ¿quién interpreta? El primero de ellos puede
querer decir al menos dos cosas diversas. Por un lado, cuando nos preguntamos
cuándo se interpreta nos podemos querer referir a la cuestión de si el derecho
necesita interpretarse siempre, esto es, si la interpretación es necesaria cada vez
que aplicamos el derecho. Por otro lado, cuando formulamos la pregunta podemos
referirnos a ¿cuáles son los problemas que originan la necesidad de interpretar?
Para referirnos a la primera cuestión formularemos la pregunta ¿cuándo se
interpreta? Y para referirnos a la segunda cuestión formularemos la pregunta ¿por
qué se interpreta? Con independencia de estas aclaraciones, las tres preguntas
¿cuándo?, ¿por qué? y ¿quién? No requieren una contestación normativa y por lo
tanto se responderían por un estudio teórico.
Guastini plantea esta cuestión expresamente como la pregunta a la que debe dar
respuesta un estudio teórico sobre el tema. Afirma que, si lo que queremos es
someter a la interpretación a un análisis lógico, la misma sólo puede ser
considerada como el discurso del intérprete Todo discurso interpretativo, está
formado por dos tipos de enunciados, por un lado, estaría el llamado enunciado
interpretativo y por otro los enunciados argumentativos. El primero consiste en un
enunciado... según el cual un cierto texto jurídico (una formulación normativa) debe
ser entendida en un cierto sentido. Los enunciados pertenecientes al segundo grupo
aportan los argumentos que sirven de apoyo al enunciado interpretativo y son la
base justificativa del sentido que se ha dado al texto.
A partir de aquí, el autor italiano examina cada uno de los tipos de enunciados que
componen este tipo de discurso, con el objetivo de determinar qué es la
interpretación jurídica. El hecho de incluir dentro del objeto de la interpretación, los
enunciados argumentativos no significan que el autor identifique interpretación y
argumentación. Así, Guastini diferencia, por ejemplo, dentro de las decisiones
constitucionales, entre justificación interna y justificación externa siendo esta última
el procedimiento argumentativo a través del cual se motiva la elección de las
premisas mismas. No obstante, y pese a que no las identifica, el autor afirma que
para explicar la justificación externa se puede usar la teoría general de la
interpretación. A pesar de poder diferenciarse claramente la actividad
argumentativa de la interpretativa, en la teoría de Guastini existe una íntima relación
entre ellas en cuanto, tal y como veremos posteriormente, toda interpretación debe
llevar aparejada siempre y en cualquier caso, una argumentación.
Con respecto al enunciado interpretativo, el autor lo define, tal y como ya hemos
visto, como aquel que asigna significado a un texto jurídico o a una formulación
normativa. Guastini diferencia entre disposición normativa y norma. La primera es
el objeto de la interpretación, mientras que la segunda es el contenido de sentido
de la disposición o el significado de la misma, es decir, la norma es el producto de
la interpretación. El autor sostiene que la actividad interpretativa en el ámbito
jurídico y por ende el enunciado interpretativo del derecho, vierte sobre
disposiciones normativas y no sobre normas. Por otro lado, cuando Guastini se
refiere a la interpretación de textos jurídicos parece referirse exclusivamente a los
textos de las fuentes-actos del derecho. Queda fuera de la interpretación jurídica la
interpretación de la costumbre. También queda fuera la interpretación de textos que
formen parte de otros documentos que no sean la ley, entendido este término en
sentido amplio. Por otra parte, Guastini afirma que los enunciados interpretativos
son análogos a los enunciados producto de las definiciones y que pueden ser
subdivididos en virtud de dos perspectivas diferentes: sobre la base de su estatuto
lógico, o sobre la base de su forma lingüística. Atendiendo al primer punto de vista,
esto es al estatuto lógico, según Guastini, en un discurso interpretativo, el
enunciado que da significado al texto jurídico que se interpreta, es siempre un
enunciado valorativo o preceptivo. A sensu contrario, se puede sostener que nunca
este enunciado interpretativo será descriptivo. Las razones que arguye el autor para
afirmar que interpretar una disposición normativa no es describir significados, sino
que, en todo caso, requiere de un proceso valorativo y de decisión, se apoyan, por
un lado, en la analogía que el autor establece entre enunciado interpretativo y
definición, y, por otro lado, en virtud de la teoría de significado que el autor
presupone en su obra. Según Guastini, un enunciado interpretativo descriptivo es
lo mismo que una definición lexical. Se denomina lexical a una definición cuando
con la misma se «describen el modo u algunos de los modos, si (como a menudo
sucede) son más de uno- con los que el vocablo o el sintagma definido son
efectivamente usados por alguien. Los enunciados interpretativos de un texto
jurídico, de la misma forma que las definiciones lexicales, son aquellos que
describen el significado que el texto jurídico expresa. La relación que el autor
establece entre definición lexical y enunciado interpretativo descriptivo, nos permite
apreciar el concepto de significado del que parte y ello porque, si definición lexical
es la que describe los usos (o sea, los comportamientos) lingüísticos de alguien, los
enunciados interpretativos descriptivos, al ser análogos a las definiciones lexicales,
también describen los usos lingüísticos del texto jurídico. Describir el significado de
un texto jurídico implica describir los usos, o sea, los comportamientos lingüísticos
que alguien, en este caso los intérpretes, han empleado. El significado de un
enunciado normativo está determinado por el uso o los usos lingüísticos. Por esta
razón, el autor afirma que los enunciados descriptivos son susceptibles de ser
verdaderos o falsos en cuanto que, igual que las definiciones lexicales vierten sobre
hechos (comportamientos), son enunciados factuales.
Sin embargo, en sede de interpretación jurídica, y debido en parte al propio carácter
de lenguaje con el que se expresa las disposiciones normativas, ningún texto
normativo, según Guastini, ya sea legislativo, constitucional etc. tiene, un
significado unívoco, sino que, al contrario, todo texto es equívoco y está sujeto a
controversias. Por esta razón los enunciados interpretativos descriptivos del
significado de un texto jurídico sólo pueden adoptar la forma de una lista o catálogo
de los diversos significados que el texto interpretado puede expresar: «El texto "T"
significa SI, S2, S3, o SN» 1 °. Cuando el autor define la definición lexical afirma
que es la que describe los modos en que una locución o vocablo, es efectivamente
usado por alguien. Si el enunciado interpretativo descriptivo es análogo a la
definición lexical, debería describir los modos en que el texto jurídico es
efectivamente usado por alguien, (en este caso los intérpretes del mismo). Esto
origina un concepto de uso lingüístico directamente relacionado con el
comportamiento efectivo de alguien. En el caso de la interpretación jurídica, se
entiende que nos estamos refiriendo al comportamiento efectivo de los intérpretes.
Sin embargo, Guastini no entiende uso lingüístico sólo en este sentido, en cuanto
que, según el autor, un enunciado interpretativo descriptivo, puede querer expresar,
cuatro cosas diversas, así con el mismo se puede querer:
1. Describir de qué formas, normalmente son más de una, puede ser entendida
una expresión usada por el legislador, según las reglas lingüísticas vigentes
2. Conjeturar de qué forma tal expresión ha sido entendida por la misma autoridad
legislativa,
3. Describir de qué modo tal expresión ha sido efectivamente interpretada por
juristas y por los jueces
4. Conjeturar de qué modo tal expresión será probablemente interpretada por los
tribunales y/o juristas.
No obstante, cuando el enunciado expresa las posibilidades 1, 3 y 4, no constituiría
realmente un discurso interpretativo del derecho. Así, cuando el enunciado
interpretativo expresa la posibilidad 1, no forma parte de un discurso interpretativo
porque este tipo de enunciado no implica ninguna valoración o decisión y, según la
teoría del autor el discurso interpretativo se caracteriza porque en él, el intérprete,
decide un significado entre los otros posibles que puede expresar el texto jurídico
interpretado. Cuando el enunciado expresa la posibilidad 3, tampoco forma parte
de un discurso interpretativo, puesto que sería parte de un discurso descriptivo de
interpretaciones previas. Lo mismo podemos afirmar cuando el enunciado
interpretativo expresa la posibilidad 4, en cuanto que, este enunciado se refiere a
las posibles interpretaciones que es posible que los intérpretes hagan. Un
enunciado de este tipo, no formaría parte del discurso interpretativo en cuanto que,
con él, el emisor no decide un significado en lugar de otro, sino que «hipotiza» sobre
la actividad interpretativa de otras personas u órganos. Para Guastini, tal y como ya
expusimos el discurso interpretativo tiene como objeto el discurso del legislador, y
no de otros intérpretes.
Sólo en el supuesto 2, o sea, cuando el enunciado conjetura de qué forma una
disposición normativa ha sido entendida por la autoridad legislativa, se puede
afirmar que el enunciado es un enunciado interpretativo en sentido estricto, y, por
lo tanto, forma parte del discurso del intérprete. Y ello porque emitir este enunciado
implica, por un lado, una valoración y decisión, en cuanto que se decide el
significado que, entre otros posibles, ha dado la autoridad legislativa al texto, y, por
otra parte, el emisor de este enunciado interpretativo tiene como objeto el discurso
del legislador y, por lo tanto, este tipo de enunciado no se refiere a previas
interpretaciones efectuadas por otros sujetos intérpretes.
Según Guastini, el enunciado interpretativo del discurso del intérprete es siempre
un enunciado adscriptivo y no descriptivo, lo que supone que siempre propone o
decide adscribir un significado determinado a una cierta expresión lingüística. Este
enunciado es, a juicio del autor, análogo a una definición estipulativa. Una definición
es estipulativa cuando propone usar un cierto vocablo o sintagma de un modo
determinado a preferencia de otro. Por lo tanto, un enunciado interpretativo es aquel
que propone un significado (y por lo tanto un uso lingüístico determinado) de una
disposición normativa". Igual que las definiciones estipulativas estos enunciados
tienen naturaleza directiva, por lo tanto, no son ni verdaderos ni falsos.
No obstante, Guastini diferencia varios tipos de definiciones estipulativas y, por
ende, hay varios tipos de enunciados interpretativos adscriptivos de significado a
un texto jurídico. El autor concretamente, diferencia entre las llamadas
estipulaciones en sentido estricto y las redefiniciones. Las primeras son definidas
como «toda decisión relativa al significado de un vocablo o de un sintagma. Las
redefiniciones, consisten en «precisar el significado de un vocablo o sintagma,
eliminando (al menos en parte) la ambigüedad y la vaguedad que son propias de
su uso común». Dada la analogía que el autor establece entre enunciado
interpretativo y definición estipulativa, en la obra de Guastini se afirma que la
interpretación-decisión, consiste en decidir o proponer, el significado del enunciado
interpretado. Esta decisión puede ser de dos tipos, en cuanto que el intérprete
puede decidir adscribir a la formulación normativa uno de sus significados que
efectivamente tiene o, por el contrario, los intérpretes, en especial los jueces,
pueden decidir adscribir a la formulación normativa en cuestión un significado
diverso, por ejemplo, E4- que no se encuentra entre sus significados efectivos.
Cuando Guastini habla de interpretación, decisión entre los significados posibles se
está refiriendo a interpretar el texto jurídico redefiniéndolo. Luego la interpretación
decisión es, o una redefinición, o la asignación de un significado distinto de los
posibles. En este último caso, el autor afirma:
La interpretación (en el supuesto de que esta palabra sea ahora apropiada) no
consiste ni en describir ni en adscribir significado: consiste ante todo en crear un
nuevo significado para el texto en cuestión. En estos casos, los enunciados
interpretativos no son otra cosa que enunciados prescriptivos (esto es normas) en
forma disimulada. Esta doble clase de decisión le lleva al autor como veremos
después de afirmar que la actividad interpretativa es una actividad altamente
discrecional.
Por último, el autor sostiene que la definición estipulativa es la definición por
antonomasia, y, de igual forma, en la teoría de la interpretación jurídica de Guastini,
sólo los enunciados interpretativos adscriptivos de significado son los enunciados
interpretativos en sentido estricto. Quedan fuera de este concepto, los enunciados
descriptivos, que no asignan significado alguno al texto jurídico.
Por otra parte, el estatuto lógico de los enunciados interpretativos depende, según
Guastini, de factores pragmáticos, como puede ser, por ejemplo, el contexto
lingüístico, las circunstancias de la enunciación, la identidad del sujeto que lo emite.
Así, por ejemplo, un mismo enunciado interpretativo tendrá un estatuto lógico
distinto dependiendo de si es emitido por el juez, por un abogado, por un jurista,
etc…Teniendo en cuenta el estatuto lógico de los enunciados interpretativos que
forman parte del discurso del intérprete, se puede afirmar que interpretar el derecho
es una actividad consistente en decidir o proponer el significado de una formulación
normativa. Esto se puede hacer de tres formas diferentes: conjeturando un
significado, decidiendo o proponiendo un significado o creando un significado.
Según Guastini se interpreta cuando:
Guastini (1990) afirma que el derecho se interpreta siempre que se quiere asignar
a un texto jurídico un significado. Esta labor es siempre previa y necesaria a la
aplicación del derecho. Y ello porque, cuando se aplica el derecho no se aplican
textos sino normas. La explicación de esta respuesta se basa en cuatro ideas
fundamentales que el autor desarrolla en su pensamiento jurídico.
La primera se refiere al concepto de derecho, del que parte su teoría, o sea, de
textos escritos. El autor no comparte el concepto de derecho dado desde el
normativismo, teoría que identifica derecho con conjunto de normas. Según
Guastini hay que diferenciar disposición normativa de norma. La primera es, el
enunciado legislativo, el cual expresa siempre varios significados. La segunda, esto
es la norma, es la disposición normativa ya interpretada, o sea, es el significado que
se ha adscrito a la misma. Entre disposición y norma no hay correspondencia
univoca. No existe tal correspondencia, entre otras razones, porque cada
disposición, tiene un significado parcialmente indeterminado, y como tal admite más
de una interpretación; o porque muchas disposiciones (si no todas) expresan
conjuntamente una pluralidad de normas, o porque existen normas que están
expresadas en una pluralidad de disposiciones, o a contrario sensu, existen
disposiciones que expresan no una norma entera, sino sólo partes, segmentos o
fragmentos de normas.
La segunda se refiere al propio concepto de interpretación que sostiene. La
actividad interpretativa es una actividad con un fuerte componente volitivo o
decisorio por parte de los operadores doctrinales y jurisprudenciales. Interpretar es
decidir el significado de las disposiciones normativas. La diferenciación entre
disposición y norma adquiere una especial relevancia en la interpretación jurídica
en cuanto que, según el autor, la actividad interpretativa tiene siempre como objeto
disposiciones normativas y nunca normas.
La tercera idea clave para explicar la respuesta de Guastini a esta cuestión está en
relación con la filosofía del lenguaje y la teoría del significado que presupone a lo
largo de su obra. Según el autor, siempre que se interpreta el derecho se decide,
porque las palabras no tienen nunca un solo significado, sino que el lenguaje común
y el lenguaje jurídico, en particular, son siempre vagos y ambiguos. Por esta razón,
las palabras de un enunciado legislativo, no solo expresan significados múltiples,
sino que también su ámbito de referencia esta indeterminado. Por ello, las
formulaciones normativas, los textos jurídicos, no expresan nunca un solo
significado, sino que son susceptibles de expresar normas diversas. Al no tener las
palabras un significado propio, su significado es el que les atribuye los que las usan
y quienes las interpretan, el significado es cambiante y cada decisión interpretativa
es siempre, en cualquier posición variable, arbitraria.
La cuarta y ultima de las ideas que explican cuando se debe interpretar, consiste
en la diferenciación que Gauastini establece entre la actividad de interpretar y la
actividad de aplicar el derecho. esta distinción, está íntimamente relacionada con la
diferenciación entre disposición y norma. Según la teoría del autor, cuando se aplica
el derecho se aplican normas, cuando se interpreta se interpretan disposiciones.
Siempre que se usa una disposición normativa, se usa uno de sus significados
posible, o sea, una de las normas que puede expresar. Para ello se debe
previamente elegir cuál es el significado en cuestión. Y elegir el significado es
interpretar. Esta labor se requiere siempre que se resuelva un caso concreto, es
decir siempre que el Juez debe subsumir un supuesto de hecho en una norma. La
tarea interpretativa es siempre previa a la aplicación, independientemente de que
el supuesto de hecho concreto sea un caso claro o difícil, e independientemente de
que el texto a interpretar sea un texto fácil o difícil. Gauastini ni es partidario de un
concepto lato de interpretación jurídica, lo que significa negar que se pueda hablar
de casos fáciles o casos difíciles, de la misma forma que no cabria hablar de textos
claros o textos oscuros. Ello porque Gauastini afirma que la misma distinción entre
textos claros y oscuros es discutible. Ya que claridad y oscuridad no son cualidades
intrínsecas de un texto, sino que ellas mismas son fruto de interpretación, entendida
en sentido amplio como adscripción de significado a un texto. Y son susceptibles
de interpretación por dos razones: porque sólo después de haber interpretado un
texto se puede decir si es claro u oscuro, y sobre todo, porque la misma claridad y
oscuridad de un texto puede ser controvertida. El autor afirma que se puede decir
que un texto es claro cuando los intérpretes están de acuerdo sobre significado pero
que, en todo caso la claridad no es una propiedad del texto sino el fruto de una
decisión interpretativa (consensuada). Como el juez interpreta en todo caso, es por
lo que debe argumentar sus decisiones, o sea, debe, en todo caso, argumentar a
favor de la interpretación hecha y del significado elegido.
Según Guastini se debe interpretar porque:
Cuando el intérprete se enfrenta a un texto normativo y quiere asignarle un
significado se encuentra, según Gauastini (1997), con dos clases de problemas que
en la práctica son difíciles de distinguir netamente. Por un lado, surgen problemas
que nacen de los defectos intrínsecos que tiene el lenguaje natural con el que se
expresan las fuentes del derecho. por otro, surgen los problemas que nacen de la
superposición de los anteriores, de (más o menos artificiosas) construcciones
dogmáticas de los intérpretes. Estos últimos aparecen porque los dogmáticos
persiguen otros fines con la interpretación, que el de asignar un significado al texto.
Estos otros fines pueden ser responder a preguntas en torno a la naturaleza de la
constitución, o a la naturaleza del poder de revisión constitucional. También la
interpretación es usada para responder a exigencias individuales de sistematización
de la disciplina de las fuentes, o a elaborar construcciones dogmáticas relativas a
la noción de fuente del derecho, a la jerarquía de fuentes y a las funciones de
legitimidad constitucional, etc.
No son problemas interpretativos, a juicio del autor, los derivados de las antinomias
o lagunas legislativas en cuanto que la aparición de estos problemas jurídicos es
posterior o vienen originados con la propia interpretación. La resolución de los
mismos requiere una actividad diferente a la interpretativa como es la llamada
integración del derecho. en la teoría de Guastini se diferencia entre evitar una
laguna y resolver la laguna ya existente. La interpretación sirve para evitar lagunas,
o para crearlas, mientras que la intergracion es la actividad cuyo objetivo es resolver
el problema. Por otro lado, las técnicas usadas por el Juez para la resolución de
estos conflictos jurídicos son diversas a las técnicas interpretativas. El autor afirma
que la expresión integración del derecho designa la elaboración de normas
implícitas, para colmar lagunas, mientras que como ya hemos visto la interpretación
es la redefinición de un texto jurídico, en virtud de la cual se le adscribe un
significado, lo que origina la aparición de una norma. No obstante, y pese a estas
consideraciones, Guastini afirma que en la practica no es posible separar
netamente la elaboración de normas nuevas de la interpretación de disposiciones
preexistentes.
Según Guastini el lenguaje natural es intrínsecamente un lenguaje ambiguo y vago.
Por esta razón los problemas fundamentales de toda interpretación textual nacen
de la vaguedad y de la ambigüedad de los textos sujetos a la interpretación. La
vaguedad afecta al significado y por lo tanto a la semántica de los vocablos y de los
sintagmas, mientras que la ambigüedad puede depender del significado de los
vocablos o de los sintagmas (ambigüedad semántica), de la sintaxis de los
enunciados (ambigüedad sintáctica) o del contexto de uso de los enunciados
(ambigüedad pragmática). Un enunciado normativo es vago en cuanto que su
predicado posee una referencia indeterminada, o sea, posee una textura abierta o
lo que es lo mismo, está sin determinar la clase de todos los individuos que poseen
el atributo por él designado. Un enunciado normativo es ambiguo semánticamente
cuando puede referirse a varios significados a la vez de tal forma que
descontextualizado no se sabe qué es lo que se entiende por dicho enunciado. La
ambigüedad sintáctica depende no del significado de los términos o sintagmas sino
de la estructura lógica de los enunciados; o sea, del modo en el que están
conectadas. Por último, un enunciado es pragmáticamente ambiguo siempre que
puede ser usado para cumplir diferentes actos de lenguaje el contexto no aclara
qué acto lingüístico se ha emitido.
Por lo tanto, para el auto si bien los problemas de interpretación del derecho atañen
a la dimensión semántica de las formulaciones normativas (es decir de la vaguedad
o la ambigüedad semántica de las expresiones usadas), sin embargo, afirma
también que los problemas de interpretación no están de hecho confinados al
dominio de la semántica. Problemas interpretativos e interpretaciones divergentes
pueden surgir también en relación a las dimensiones sintácticas y pragmáticas de
las formulaciones normativas. A decir verdad, en la práctica es difícil trazar una neta
línea de separación entre estas tres dimensiones.
A la hora de responder a este interrogante, en la obra del autor parece distinguirse,
por un lado, las razones por las cuales de hecho los juristas interpretan, y, por otro,
las razones por las que, según Guastini se debería interpretar. De acuerdo con el
autor, los únicos motivos que deben originar una interpretación jurídica son los
problemas mas derivados del lenguaje natural porque son los únicos problemas que
hay que solventar para asignar significado a un texto jurídico. No debería
interpretarse para conseguir los otros objetivos señalados ya que se trata de
razones que no tienen como finalidad conseguir el objetivo en que la actividad
interpretativa consiste.
SEGÚN GUASTINI LOS QUE INTERPRETAN SON:
Para el autor, son interpretes tanto la doctrina como los jueces. Pero éste realiza
una diferenciación entre la labor interpretativa de uno y otro. Se diferencia la
interpretación judicial de la doctrinal en virtud de dos perspectivas diferentes: por la
fuerza de cada una y por la forma en la que cada uno de estos dos agentes se
enfrenta a la tarea interpretativa, es decir, en virtud de su posicionamiento o su
acercamiento a dicha actividad.
Según Guastini, la interpretación doctrinal de una cierta disposición en realidad
puede ser entendida como recomendaciones, dirigidas a los jueces, para atribuir a
aquella disposición un cierto significado. en los sistemas jurídicos modernos los
juristas no están jurídicamente habilitados para “decidir” el significado de los textos
normativos: pueden sólo sugerir o proponer. Sus propuestas interpretativas pueden,
de hecho, ejercer influencia sobre las orientaciones jurisprudenciales de la corte
(como también no ejercerla de hecho), pero están privadas de efectos jurídicos. Y
por esta razón que, según un cierto modo de ver, los juristas deberían limitarse a
hacer un elenco de los posibles significados de los textos normativos, sin escoger
o preferir alguno.
La interpretación judicial de una cierta disposición, por el contrario, puede ser
entendida como “decisión” en torno al significado de esa disposición. Las decisiones
interpretativas de los jueces son obviamente productivas de efectos jurídicos, es
más en nuestro sistema jurídico circunscritas de reglas al caso que deciden. En
segundo lugar, el acercamiento a la interpretación que es propio de los juristas es
diverso de aquel propio de los jueces. La interpretación doctrinal puede ser
caracterizada como una interpretación orientada a los textos. Con esto quiero decir
que normalmente los juristas se interrogan o al menos así se supone sobre el
significado de los textos normativos en abstracto, esto es, sin preocuparse de la
solución de una especifica controversia. La interpretación judicial, por el contrario,
puede ser caracterizada como una interpretación orientada a los hechos, en el
sentido que el punto de partida de la interpretación judicial no es tanto el texto
normativo cuento un particular supuesto de hecho o controversia, que hay que
solucionar. Los jueces, en realidad, no se preguntan cual es el significado de un
texto normativo en abstracto, sino se preguntan si un supuesto de hecho recae o
no dentro del campo de aplicación de una cierta norma.
Según Guastini se puede interpretar:
En la obra de Guastini afirma que se puede interpretar de forma literal, extensiva,
restrictiva, lógica, sistemática y adecuadora. Posteriormente afirma que solo existen
dos formas de interpretar un texto normativo. Estas dos formas de interpretación
son mutuamente exclusivas y conjuntamente exhaustivas: la primera consiste en
interpretar el derecho literalmente, el segundo consiste en interpretarlo en
interpretarlo correctivamente.
Se interpreta literalmente cuando se atribuye a una disposición su significado
“literal”, esto es aquel mas inmediato, el significado sugerido por el uso común de
las palabras y de las conexiones sintácticas. Cuando se interpreta literalmente el
derecho se adscribe el significado el significado literal de la disposición interpretada.
La interpretación literal para el autor es diferente a la interpretación declarativa. En
esta ultima se adscribe el significado que según el interprete manifestó el legislador
a través de la letra de la disposición. Guastini afirma que no se debe interpretar un
texto buscando el significado de lo que quiso el legislador, y ello porque es lo que
mismo interpretar un texto que el comportamiento o las intenciones de quien escribe
ese texto. Por otro lado, la interpretación correctiva es cualquier interpretación que
atribuye a un texto normativo otro significado que no sea el literal, es decir que no
sea el inmediato. Eso puede suceder o bien porque se otorgue un significado mas
restrictivo o mas amplio que el literal. El autor afirma que los jueces y demás
interpretes utilizan ambos tipos de interpretaciones. No obstante, Guatini da
preferencia a la interpretación literal sobre la correctiva.
CAPITULO III
3.1. IMPORTANCIA DE LA INTERPRETACIÓN COMO NUEVO CONCEPTO DEL
DERECHO
El hecho jurídico constituye, algo así como el elemento último de la vida jurídica, es
decir, el elemento más simple en que se puede descomponer la materia que el
Derecho regula. Es todo hecho, acontecimiento o conducta que tiene significación
jurídica (o que produce efectos jurídicos), de tal modo que origina, transforma o
pone fin a alguna relación o situación jurídica (en sentido amplio del concepto). En
su sentido estricto o más propio, los “hechos” jurídicos, en cuanto contrapuestos a
los “actos” jurídicos, son fenómenos o acontecimientos naturales cuya presencia en
la trama de las relaciones jurídicas no se origina en una decisión voluntaria de los
sujetos que intervienen en ella. En cuanto “hechos” son meros sucesos, simples
aconteceres que "suceden” u “ocurren”.
Pero llegan a ser jurídicos en la medida en que están incorporados a algún esquema
o estructura de normatividad jurídica, cuando no lo están, siguen siendo hechos
estrictamente naturales.
Hay un rasgo que no puede faltar nunca en ningún hecho jurídico, so pena de que
se convierta en “acto” jurídico: la ausencia de intervención de la decisión libre y
voluntaria de un sujeto. Los simples actos del hombre (inconscientes, mecánicos,
al margen de su voluntad) han de ser calificados como meros hechos jurídicos.
La relación jurídica no es más que la propia relación social cuyo desarrollo ha sido
oportunamente reglamentado por el Derecho. Savigni la definió como “relación de
persona apersona, determinada por una regla jurídica, la cual asigna a cada
individuo un dominio en donde su voluntad reina independientemente de toda
voluntad extraña” Precisó que, toda relación de derecho se compone de 2
elementos: 1º la relación misma, elemento material de la relación, como un simple
hecho; 2º, la idea de derecho que regula esa relación, el elemento plástico, el que
ennoblece el hecho y le impone la forma del derecho.
Hay dos requisitos necesarios para que se dé una relación jurídica: 1º, una relación
intersubjetiva, un vínculo entre dos o más personas; 2º, una regulación jurídica de
ese vínculo, de tal suerte que éste dé lugar a determinados efectos o consecuencias
jurídicas.
El Derecho sólo se ocupa de aquellas relaciones que tienen relevancia para el buen
funcionamiento de la sociedad. Para el profesor Legaz Macambra, la relación
jurídica es “vínculo entre sujetos de Derecho, nacido de un determinado hecho q ha
sido definido por las normas jurídicas como condición de existencia de unas
posiciones jurídicas correlativas que incluyen facultades y deberes cuyo objeto son
ciertas prestaciones garantizadas por la aplicación de una consecuencia coactiva”
BIBLIOGRAFÍA
CICLO : Noveno
TACNA - PERÚ
2022
INDICE
I. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................... 45
II. LA TEORÍA DEL DERECHO Y LA INTERPRETACIÓN ............................................. 46
1. Generalidades 46
2. Aproximación al problema de la cientificidad del derecho 50
III. LA TEORIA DE RONALD DWORKIN ........................................................................ 52
1. Un modelo constructivo de la interpretación 53
2. La interpretación del derecho 54
IV. TEORÍAS SOBRE LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA ESBOZADAS POR L.H.
HART.: 57
V. IMPORTANCIA DE LA INTERPRETACIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN ACTUAL
CONCEPTUAL DEL DERECHO ................................................................................................. 75
VI. CONCLUSIONES .......................................................................................................... 79
VII. REFERENCIAS .............................................................................................................. 80
INTRODUCCIÓN
Generalidades
Si dejamos de lado el objetivo de los dos textos, podemos afirmar que, en sentido
estricto, en ambos sucede algo muy similar, aunque Hart mismo no es partidario
del conductismo tipo Ryle (heredero de la sociobiología y el conductismo social
de principios de siglo). El supuesto metodológico supone la validez de la tesis de
la filosofía analítica: los análisis del lenguaje clarifican los problemas, o, como lo
expresa Páramo:
Tenemos entonces dos usos del lenguaje: (i) el uso 'corriente', esto es, el que
cualquier hablante de una lengua adjudica en sus interacciones lingüísticas a los
términos del lenguaje que emplea usualmente, y, por otra, tenemos lo que
llamaremos un (ii) "uso corriente pero técnico", que consiste en la carga
semántica compartida por una comunidad específica (en este caso, la
comunidad de los operadores jurídicos). La tesis de Hart es que el análisis del
uso (ii) conduce a la clarificación de los problemas del derecho (en este sentido
está más emparentado con Austin y con las teorías institucionales de los actos
de habla que con el mismo Ryle).
Esto es, sin embargo, problemático por la siguiente razón: en el análisis de los
posibles discursos acerca del derecho, los interlocutores válidos son todos los
agentes del sistema e incluso los agentes extrasistémicos (aquellos que tienen
lo que Hart ha denominado el "punto de vista externo"). Ya Llewelyn había
indicado una teoría de los "puntos de vista" sobre el derecho, en la que introducía
como agentes de actos de habla acerca de lo jurídico a A-los jueces, B-los
legisladores, C-los abogados en ejercicio, D-los estudiantes de derecho, E-los
profesores de derecho, F-los teóricos del derecho y G-los sujetos 'pasivos', esto
es, todos los ciudadanos cuyas acciones caen dentro del ámbito de lo jurídico.
Por lo tanto, al no estar cubiertos por la teoría, debería intentarse bien sea (i) una
teoría de actos de habla no mediada institucionalmente, que requiera la
clarificación por medio del consejo profesional, o (ii) una teoría hegemónica del
uso del lenguaje con consecuencias perversas para la aplicación del derecho
(del tipo "la ignorancia de la ley no es excusa", en cuanto enunciados de este
tipo, con sus pretensiones universalistas, cumplen con funciones de
'normalización' en sentido general, que en sentido singular devienen ejercicios
de control y de poder incontrolados).
La tesis en este primer punto es, por lo tanto, que el análisis del lenguaje se
refiere a su empleo por parte de la comunidad de los expertos, y que, en
consecuencia, la teoría del derecho resultante en Hart está contextualmente
mediada.
Esta tesis tiene una consecuencia para el establecimiento conceptual del campo
lógico de aplicación del concepto de sistema jurídico. La decisión metodológica
de Hart determina de antemano la concepción y la solución final del problema.
Si observamos el funcionamiento estructural del texto de Hart, podemos notar la
plausibilidad de la tesis. El texto puede ser dividido en las siguientes partes:
Introducción metodológica. Ésta presenta tanto el diseño del texto como una
presentación (deficiente) de la noción de análisis que va a ser aplicada (capítulo
1 del texto).
En un sistema jurídico moderno, las funciones punitivas del derecho (en las que
se reconocía su única relevancia práctica en la tradición paleopositivista) son
remoldeadas en el nivel social merced al establecimiento de los nuevos
contenidos del concepto (ahora central) de obligación, cuyas características son:
importancia, seriedad de la presión social y beneficio social -incluso a costas del
beneficio individual-. Surgen analíticamente dos versiones de la regla: su
aspecto 'interno' (enunciados sobre lo jurídico emitidos por un hablante del
lenguaje "corriente técnico" que es un miembro del sistema) y su aspecto
'externo' (la clase de los enunciados emitidos por un sujeto que observa el
sistema sin estar cobijado por él): "lo que no puede reproducir el punto de vista
externo, que se limita a las regularidades observables de conducta, es la manera
en que las reglas funcionan como tales en la vida de quienes normalmente
constituyen la mayoría de la sociedad".
El elemento central ahora es el de la "regla de reconocimiento", que se constituye
en la garantía de sistematicidad de los sistemas jurídicos y en su piedra de toque.
Su existencia es una quaestio facti, una "regla para la identificación
incontrovertible de las reglas primarias de obligación"7 -caso de sistemas
simples, en los que puede ser identificada con la Constitución o con un corpus
escrito-. En los sistemas complejos, las reglas de reconocimiento identifican a
las demás reglas "por referencia a alguna característica general poseída por las
reglas primarias", y son el lugar de determinación de la diferencia entre validez y
eficacia del derecho.
Capítulos VIII a X. Aunque parecería que con las anotaciones ya hechas (tan
sólo en parte reconstruidas) Hart podría haber finalizado el texto, acomete el
análisis de las relaciones entre derecho y moral, deslinda su postura con
respecto al iusnaturalismo (mediante el expediente aparentemente irónico del
"contenido mínimo del derecho natural", que consiste en una reducción del
iusnaturalismo a las condiciones pragmáticas mínimas resultantes de la
posesión de un cuerpo débil) y estudia el caso atípico del derecho internacional.
Visto así, esta parte parece un mero agregado al cuerpo mismo del texto, que
gravitaría en torno al punto estructural c, en el que se encuentra la teoría del
sistema jurídico en Hart. Sin embargo (ésta es la tesis que desarrollaré en la
parte siguiente de este escrito), una posible estrategia de lectura es la que
pretende encontrar en las relaciones entre derecho y moral el fundamento
discursivo del problema, sobre el cual giraría -ahora como una simple estrategia
de tratamiento- el análisis del lenguaje jurídico. Esta tesis ciertamente es herética
si suponemos (con los comentaristas autorizados) que los viejos problemas de
derecho y moral son tocados sólo de contera y que su función no es
fundamentadora. Se intenta, no obstante, defender este punto de vista.
En este sentido existen dos tipos de teorías: (i) las que suponen que los sistemas
jurídicos son completos, esto es, que frente a cualquier tipo de problema hay una
solución intrajurídica, que bien puede concebirse incluso como un acto creador
de derecho por parte del juez. Ésta es la creencia de base de los positivismos de
todo tipo. (ii) Las que suponen que, en ciertos ámbitos de las tomas de decisión,
el campo del derecho se agota en sus posibilidades interpretativas internas y
entonces debe acceder a un campo -generalmente previo- en el que los
principios extrajurídicos, que originan los jurídicos, son las piedras de toque de
la solución final, última y acertada al problema planteado. Éste es el fundamento
de los iusnaturalismos, que encuentran que el derecho es un aspecto, parte o
momento de los sistemas morales (aquí son el continente del cual los sistemas
jurídicos son el contenido).
La postura (ii) plantea que hay lugares extrajurídicos de resolución de problemas
jurídicos. Aquí el problema central es determinar los actos de habla que
corresponden a esa esfera abstracta y escondida que reposa detrás del derecho.
En términos de Dworkin: hay dos tipos de locuciones a las que vinculamos el
origen de los actos de habla jurídicos: los principios y las directrices políticas.
Estos dos tipos de locuciones se corresponden con dos formas de argumentar:
los argumentos políticos (que prueban el favorecimiento a la comunidad, en
virtud de la persecución de una meta) y los argumentos de principio (en virtud de
los cuales se defienden derechos individuales). La tesis Dworkin es que en
ámbitos legislativos los dos argumentos son plausibles. Además:
En fin, estos dos modelos ilustran tanto acerca de los dos modelos diferentes de
control social y de toma de decisiones últimas como acerca del poder
autolegitimador de los actos de habla de los dos tipos de jueces. En mi opinión,
estas dos formas mutuamente divergentes manifiestan dos modelos y dos
convicciones distintas en cuanto al sistema jurídico, de la ley, su contenido y las
condiciones de su aplicación. Si, en efecto, el modelo analógico es el fútbol, el
árbitro podrá, en los casos difíciles, crear un nuevo derecho, en virtud de su
interpretación de alguna norma previa, adaptada al caso reciente (se reiniciarán
las acciones, luego de las confusiones previas, con un lanzamiento del balón al
piso). En el caso del béisbol, siempre será el juez quien tomará la decisión final,
que será -por equivocada que parezca a los miembros de los equipos en pugna-
final y definitiva (somos conscientes de que este ejemplo deja de lado las
precisiones de Dworkin en Cómo el derecho se parece a la literatura, sin
embargo, las diferencias de contexto señalan la plausibilidad de nuestra
interpretación).
Las reglas pueden ser las mismas, incluso las tradiciones nacionales; lo que se
modifica es el punto de vista desde el que se leen (modelos de sociedad en los
que el funcionamiento de las normas es tan sólo similar en la superficie) y las
consecuencias que esto trae para una teoría de la concepción del derecho como
sistema. En últimas, si los actos de habla son socialmente constativos o
normativo-fundamentadores, estaremos en presencia de alguno de los dos
modelos.
Si el lugar de conflicto entre las dos versiones extremas del derecho viene dado
por la relación que se establece entre derecho y moral, entonces la solución de
Hart es minimalista e intenta reconducir el debate a sus lugares evidentes (se
trata de los capítulos 8 y 9 de El concepto del derecho). La solución de Dworkin
es maximalista: en uno de los dos lugares (en los principios, que son morales)
se encuentra la piedra de toque de la plausibilidad de la decisión judicial como
decisión última. Se reconstruirán, en sus líneas más evidentes, las dos posturas
y se indicará que en la toma de posición con respecto a esta difícil relación se
encuentra el núcleo fundamentador de las dos teorías (en una lectura de éstas
que, descuidando los aspectos 'técnicos', ofrece una clave posible de
interpretación desde el punto de vista externo de la descripción).
En Hart hay una versión del asunto que reduce el contenido del derecho natural
a una lista de "verdades evidentes" acerca de los seres humanos; a la luz de
ésta, los grandes temas del iusnaturalismo tradicional se vuelven a describir en
términos relativamente irónicos (por ejemplo, de la constatación empírica de la
debilidad de nuestros cuerpos, surge la necesidad de evitar las agresiones, con
la concomitante norma del respeto a la vida). Lo que hay en Hart es un
desplazamiento en la estrategia de justificación: en una lista de mínimos
pragmáticos de conservación de la vida y de aseguramiento de convivencia se
puede resumir el gran metarrelato de los derechos naturales. Sin embargo, este
establecimiento de mínimos morales ha sido revisado por el propio Hart en "El
positivismo y la independencia entre el derecho y la moral"; en este contexto, los
presupuestos del derecho natural, liberados de su carga retórica, son redescritos
en términos internos al derecho, como procedimientos que -por el lado social-,
aseguran la convivencia de individuos con propósitos disímiles, mediante la
asignación previa de normas generales:
Algo hay en la noción de que el Derecho consiste en reglas generales que
nos impide tratar de él como si fuera un tema moralmente neutral, sin
ninguna conexión necesaria con principios morales. La justicia procesal
natural está, en consecuencia, constituida por los principios de objetividad
e imparcialidad en la administración de justicia, que verifican
precisamente este aspecto del Derecho y que se hallan destinados a
asegurar que se apliquen las normas solamente a los supuestos
específicos en ellas contemplados o que, al menos, se minimicen los
riesgos de desigualdad en tal sentido.
Una vuelta sobre la relación de dependencia es, por otra parte, rastreable en
Dworkin. En efecto, si la solución a los casos difíciles depende de la escogencia
del principio moral adecuado (escogencia de un juez ficticio que reconoce
siempre cuál es el principio correcto que se va a aplicar), el 'misterio' nuevamente
se enseñorea de la concepción de los sistemas jurídicos. No solamente es el
razonamiento judicial, en cuanto razonamiento práctico, un momento de los
razonamientos morales, sino que la fuente y la finalidad de las acciones judiciales
se encuentran enmarcadas en el logro de metas disfuncionales, finalísticamente
organizadas por una estructura profunda que guarda la llave de su propia
racionalidad. En este caso el recurso a principios morales últimos se encuentra
demasiado cercano a supuestos metafísicos de viejo cuño que, indudablemente,
han sido suficientemente castigados y desnudados en sus falencias por teorías
de todo tipo a lo largo de más de un siglo.
Sin embargo, la creencia de base en Dworkin supone que los sistemas jurídicos
descansan sobre determinadas teorías morales. Por ejemplo, el sistema
constitucional estadounidense supone la teoría moral según la cual "los hombres
tienen derechos morales en contra del Estado". Este punto de vista origina una
serie de problemas que el autor se ve obligado a enfrentar (uno de ellos es por
qué los jueces no son elegidos democráticamente) y que plantea la dificultad que
encuentra la teoría para poder legitimar que las decisiones judiciales, en últimas,
reposan sobre cuestiones de moralidad política. Este descentramiento del
discurso oscurece formas técnicamente coherentes de resolución de los
problemas y desplaza el centro de la cuestión hacia la metafilosofía.
Los supuestos comunes a toda teoría acerca de los sistemas jurídicos (sea
maximalista o minimalista) permiten describir el terreno de la discusión en
términos más comprensivos y racionalmente mejor justificados. Si esto es cierto,
una teoría del razonamiento judicial que haga suyas las discusiones presentadas
y que pueda resolverlas mediante la descripción de modelos de razonamiento
divergentes pero compatibles en el empleo de un número mínimo de reglas,
resuelve el problema de la 'respuesta' correcta, al tiempo que redes-cribe el
vínculo fundacional o de dependencia entre el derecho y la moral, determinando,
en consecuencia, las ideas básicas que orientan a los sistemas jurídicos.
Una teoría de este tipo parte del "derecho en acción" y supone que las normas
son reales en los contextos aplicatorios y que la vida del derecho consiste en el
entrecruzamiento de discursos disímiles en el medio del lenguaje, que refleja de
alguna manera una racionalidad constitutiva de base, la de la teoría de la
argumentación. Ahora: la teoría de la argumentación -considerada
individualmente, como teoría descriptiva- tan sólo pretende indicar cómo
funcionan los argumentos en contextos específicos, pero no intenta justificar el
relato acerca del funcionamiento en una teoría de racionalidad que esté en su
base (o, haciéndolo de manera incompleta, como en el caso de las teorías del
tipo Manuel Atienza). Sin embargo, una tendencia en las teorías de la
argumentación supone una teoría de la racionalidad en la que se funda: la de S.
Toulmin (que comparte fuertes rasgos de familia con Alexy, Aarnio y
Gianformaggio en lo jurídico y con Alexy y Habermas en la teoría de la
racionalidad).
Hart es fiel creyente de que no todas las normas tienen un rango imperativo o
prohibitivo, señala que existe otro tipo de normas además de las que son
imperativas o prohibitivas como nuestras las que plantea en sus reglas con ello
pues precisando una de ella sería la regla primaria ya que prescriben que las
personas haga u omitan ciertas acciones y con ella imponen deberes y las
prohibiciones encontramos en nuestro código Penal esta no establece una
obligación ni una prohibición sino que establece que el que se comporta de tal
forma será sancionado y las normas que confieren potestades como las que
establecen las formas en que se originan las situaciones jurídicas.
IMPORTANCIA DE LA INTERPRETACIÓN EN LA
CONSTRUCCIÓN ACTUAL CONCEPTUAL DEL
DERECHO
1. LA INTERPRETACIÓN
Resulta importante destacar que “el derecho es como el arte que típicamente
está hecho para ser interpretado” es decir la interpretación jurídica es una
actividad inherente a la existencia del derecho.
Ahora bien ¿Cuáles son las razones que motivan la necesidad de interpretar el
derecho? Hay 4 factores decisivos para la interpretación jurídica porque
contribuyen a la definición de porqué y como interpretar el derecho
2. ¿QUIÉN INTERPRETA?
Con respecto a los sujetos que llevan a cabo la actividad interpretativa suele
haber un consenso más o menos general en la clasificación. Por
interpretación auténtica se entiende la realizada por el autor mismo del
documento interpretado. La interpretación oficial es aquella realizada por un
órgano del Estado en ejercicio de sus funciones. La judicial se conoce como la
que llevan a cabo los órganos jurisdiccionales, más fuertes y concretos que la
doctrinal, realizados por juristas y profesores de derecho en obras académicas.
Adelantemos aquí que para Kelsen la interpretación auténtica no es la realizada
por el mismo órgano creador, sino por cualquier órgano de aplicación; como él
mismo dice: "De la interpretación efectuada por un órgano de aplicación del
derecho, se distingue aquella otra interpretación que no es auténtica, es decir,
que no crea ningún derecho". Baste añadir que para este autor, es igualmente
auténtica la interpretación que crea derecho para un caso concreto y la que trata
de una ley o tratado internacional con carácter general.
1. ORIGEN Y DESARROLLO
El derecho es probablemente una de las ciencias que mayor dificultad han tenido
sus estudiosos para conceptualizar o definir, lo cual ha producido como una
lógica consecuencia de ello, que aquellos que han esbozado algún concepto han
sido discrepantes entre sí. Esto a su vez ha sido producto de distintas tendencias
que han seguido sus autores, que dieron origen a diversas posturas doctrinarias.
El Dr. Hart, uno de los máximo exponentes de la ciencia jurídica de todos los
tiempos, comienza una de su obras máximas (El Concepto de Derecho) de la
siguiente forma: “Pocas preguntas referentes a la sociedad humana han sido
formuladas con tanta persistencia y respondidas por pensadores serios de
maneras tan diversas, extrañas, y aún paradójicas, como la pregunta ¿qué es
derecho?...No hay una vasta literatura consagrada a contestar las preguntas
¿qué es química? o ¿qué es medicina?, como la hay para responder a la
pregunta ¿qué es derecho? Como primera medida, debemos tener presente que
el derecho está presente en todos lados y en todo momento, resulta imposible
imaginar una sociedad sin su presencia. Así, muchos actos que a priori parecen
irrelevantes se encuentran en pleno contacto con el derecho, por ser una
conducta regulada por el mismo o por estar celebrando un contrato, por ejemplo:
el hecho de no salir desnudos a un lugar público, es una conducta obligatoria
que trasciende nuestra moral, ya que su respeto atenta contra la moralidad
pública que se encuentra regulada por diversas ordenanzas; el no molestar a los
vecinos con ruidos molestos especialmente en determinadas horas del día, es
una conducta que se encuentra también reglamentada por ordenanzas de tipo
municipal; la constante celebración de diversos contratos (compra-venta) para
proveernos de bienes y servicios, tales como compra de alimentos, vestimentas,
cigarrillos, periódicos, etc.; (transporte) tomar un colectivo o un taxi para
dirigirnos diariamente al trabajo, escuela, universidad; (locación de obra) llevar
la ropa a la tintorería, arreglar un calzado; (donación) cuando se regala un
obsequio a alguna persona por algún evento social, tal como cumpleaños,
casamiento, etc.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3796/17.pdf
https://www.unilibre.edu.co/cartagena/pdf/investigacion/libros/derecho/IN
TERPRETACIONDERECHO.pdf