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MONICION DEL DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO

MONICION ENTRADA

Bienvenidos hermanos, a esta eucaristía que quiere ser encuentro con la


Palabra y con la persona de Jesús Resucitado. Cambiar nuestra forma de vida
siempre es posible. Para ello la vida nos pide que tengamos coraje. Un coraje
que nos lleva a esa convicción que nos hará defender con firmeza la verdad.
De pie y con alegría entonemos el canto de entrada.

MONICION PRIMERA (Éxodo 17, 8-13)

El camino de Israel hacia la tierra prometida contiene dificultades y conflictos


de todo tipo. La ruta se presenta llena de adversidades porque Israel es una
amenaza política y militar para los pueblos que ya ocupan la tierra.
Escuchemos atentos

MONICION SEGUNDA (2Timoteo 3, 14 – 4, 2)

La segunda carta a Timoteo es esencialmente un conjunto de reflexiones


basadas en la propia experiencia de Pablo y ofrecida como ejemplo.
Escuchemos atentos

MONICION EVANGELIO (Lucas 18, 1-8)

Penetrar la riqueza de los evangelios buscando en ellos el alimento de la vida


interior y la fuerza dinamizadora del seguimiento de Jesús en nuestro contexto
histórico, ha sido un ejercicio arduo pero reconfortante. De pie entonemos el
canto del aleluya

MONICIÓN DE OFRENDAS

Te presentamos Señor ante tu altar, los dones del Pan y Vino, que por acción
de tu espíritu se convertirán en tu Cuerpo y en tu Sangre alimento espiritual
que nos anima y fortalece, para afrontar con esperanza nuestra lucha diaria.
MONICIÓN DE COMUNIÓN

Hermanos, el Señor nos invita a su mesa, a participar del Banquete


Eucarístico, donde El mismo se ofrece como alimento que reconforta el
espíritu, debidamente reconciliados, acerquémonos a recibirlo.

MONICIÓN DE DESPEDIDA

Hermanos, el seguimiento a Jesús nos exige renuncias y sacrificios, ellos son


nuestra Cruz; pero cuando uno se fía de Dios, estos no son impedimento para
la fidelidad, sino, más bien, camino normal de seguimiento.

ORACIÓN PARA COMULGAR ESPIRITUALMENTE

Jesús mío, creo que Tú estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas
las cosas y deseo recibirte ahora dentro de mi alma; ya que no te puedo recibir
sacramentalmente, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón.

Señor, no soy digno ni merezco que entres en mi pobre morada, pero di una
sola palabra y mi alma será sana, salva y perdonada. El Cuerpo, la Sangre, el
Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, guarden mi alma para la
vida eterna. Amén.

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