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Trate a las personas como si fueran lo que deberían ser y las ayudará a convertirse en lo que son

capaces de ser. Goethe

Todo ello hace que el principio de autoridad esté en crisis, como otros valores fundamentales para
poder educar de forma eficiente.

Ser firmes es: dirigir, mandar y guiar a las personas que están bajo la responsabilidad de uno. En
esta definición se incluyen tres aspectos que nos amplían sustanciosamente el concepto.

Primeramente, dirigir significa llevar rectamente a alguien hacia un objetivo. El que dirige sabe
dónde hay que ir y sabe el camino que conduce al objetivo. En otras palabras el que dirige tiene la
capacidad de llevar a otras personas a conseguir un objetivo que ellas no pueden hacer por sí
mismas. El término mandar hace referencia a imponer un mandato o norma y prevenir para que
se lleve a cabo. Esto tiene que ver con los límites: para poder avanzar en una dirección hay que
limitar la posibilidad de moverse en otras.

Finalmente, guiar es ir delante mostrando el camino. Es fácil para el que sigue no perderse si el
que va delante va en la dirección adecuada.

En el niño existen potencialmente todas las posibilidades.

Padres ambivalentes. Quizás el grupo más numeroso de padres se encuentra en este modelo. La
característica más sobresaliente es la alternancia entre la permisividad y el autoritarismo. Los
padres comienzan consintiendo en las desobediencias, caprichos y faltas de respeto (en algunas
ocasiones les puede parecer, hasta gracioso). Cuando los niños van creciéndose en su obstinación
y conductas negativas, los padres comienzan a perder la paciencia y el control; entonces cambian
radicalmente volviéndose autoritarios, ejerciendo si cabe algún tipo de violencia con los hijos

Cualquier cosa será discutible. Cuando el mismo derecho de los padres se otorga a los hijos el
resultado es el caos y la confusión. La unidad y armonía familiar se encuentran constantemente
comprometidas. Sin darse cuenta, estos padres parten de una concepción errónea: padres e hijos
no pueden tener la misma autoridad porque no tienen la misma responsabilidad. Los hijos no
tienen las mismas necesidades, capacidades, ni experiencia que los padres. Ellos están en un
proceso de formación y su visión y valoración de las cosas es instintiva y hedonista más que
racional y con perspectiva de futuro.

Padres educativos. Este modelo supera los puntos débiles de los autoritarios, permisivos,
ambivalentes y democráticos. Su atención fundamental está puesta en la educación. Su
concepción básica es que la autoridad de los padres está al servicio del aprendizaje de los hijos. Se
utiliza para ayudarlos a desarrollar sus capacidades y valores morales. El objetivo final del ejercicio
de la autoridad de los padres es la consecución de la plena autonomía de los hijos.

El amiguista busca la aprobación del hijo para evitarse problemas y cae en la permisividad que se
opone al bien del hijo.

CUANDO Y COMO SE PIERDE LA AUTORIDAD

Los principales responsables de perder la autoridad sobre los hijos son, evidentemente los padres.
Cuesta verlo y admitirlo, pero en condiciones normales (cuando los padres cuidan de los hijos),
sería engañarnos si buscásemos otros responsables de la pérdida de autoridad. Veamos algunos
de los factores que son determinantes en el menoscabo de la autoridad del padre y la madre
sobre los hijos.

Falta Unidad De Criterio En Los Padres

Esta es de las causas más importantes que provoca la incoherencia educativa. Los padres no
comparten la misma visión sobre la educación de los hijos y no han conseguido ponerse de
acuerdo. En ocasiones difieren sólo en el cómo, pero otras también en el qué, y esto es aún más
grave.

Discusiones en presencia de los hijos. Estas discusiones pueden venir motivadas por diferencias en
la relación matrimonial o por el trato que uno de los padres da a los hijos. En cualquier caso es
perjudicial para los hijos y les genera emociones negativas hacia los dos o contra el progenitor con
el que se identifican menos. Por otra parte, la incapacidad que muestran los padres para resolver
sus problemas de forma pacífica y educada, los desacredita totalmente ante los hijos.

Alianzas entre el hijo y uno de los padres. Entran en un juego de confidencias y concesiones que el
otro cónyuge ignora y el hijo saca partido de esta situación acrecentando su egoísmo. “...Pero no
se lo digas a papá”.

Indultos encubiertos. Un padre desautoriza al otro modificando una orden que éste ha dado,
otorgando una petición negada o levantando un castigo impuesto. El hijo actuará con astucia no
respetando a ninguno de los dos. “Cómpratelo, pero que no te vea mamá”.

Un padre utiliza al otro para ejercer autoridad sobre el hijo. Esta estrategia suele tomar forma de
amenaza cuando uno de los padres ha perdido su autoridad natural sobre el hijo y se vale del
temor que puede infundirle al hijo la reacción del otro padre cuando el primero le pase la
información. El hijo acabará resentido contra los dos. “Si no lo haces, ya puedes empezar a
temblar, porque cuando venga tu padre se lo contaré todo”

No Predicar Con El Ejemplo


Los padres no respetan las normas generales: Si alguno de los padres no las respeta (tanto las
generales como las específicas), el hijo se siente injustamente tratado, pierde la confianza en el
padre y deduce que no es importante respetarlas. “Tú ves la tele cuando quieres y a mí sólo me
dejas un poco por la tarde”

Las licencias. Hay padres que tratan de que sus hijos asimilen unos principios morales; pero ellos
se toman licencias: no hacen lo que dicen que hay que hacer. Por ejemplo: exigen respeto, pero no
respetan y justifican la falta de control cargando la culpa en la conducta de su hijo. “Te grito
porque soy tu madre y porque me pones muy nerviosa”.

Falta de veracidad. Los padres se desacreditan ante el hijo porque incurren frecuentemente en
una serie de declaraciones que no se corresponden con la realidad: Promesas que no se cumplen,
advertencias y amenazas que no se llevan a cabo. Mentiras para salir de diferentes apuros y
exageraciones para sacar algún tipo de beneficio. “Esta mentira no le hace daño a nadie”.

Permitir Las Estrategias De Los Hijos

Los hijos, por instinto natural, crean luchas de poder con los padres contra su principio de
autoridad. Su posición de inferioridad les lleva a desarrollar diferentes maneras de no aceptar la
autoridad, unas de forma activa, y otras más pasiva. El objetivo es hacerse con el control y van
probando cuál de las estrategias empleadas les da mejor resultado. Cuando la encuentran la
establecerán como hábito. En el caso de que los padres caigan en el juego de los hijos pueden
pasar desde el desespero a la aceptación. Algunas de estas estrategias son las siguientes:

El niño se niega abiertamente a realizar la petición de los padres: “No quiero hacerlo”.

El niño se queja y protesta desviando la realización de la petición: “Siempre me toca a mí, que lo
haga otro”.

El niño retrasa la ejecución de la petición: “Ahora voy....”, “Ya te he dicho que ahora voy”.

El niño ignora la petición, como si no la hubiera escuchado: ....

El niño realiza la petición de mala gana: “Ya estoy harto de hacer siempre lo mismo”

El niño realiza la petición cuando él quiere: “Ya lo haré mañana”

El niño realiza la petición sin interés ni responsabilidad: “Me da lo mismo que se caiga”.

LA EFICIENCIA EN LA EDUCACIÓN

La madre espera que el hijo cambie para delegarle confianza; el hijo no tiene ningún interés en
cambiar porque le es cómodo tal como vive. Es evidente que la única posibilidad de cambio en
esta situación se encuentra en el lado de la madre.
En el caso que este niño tuviera que vivir durante un tiempo en otro ambiente (un campamento
de verano), donde le delegaran la responsabilidad de sus cosas personales y tuviera que depender
de sí mismo para su cuidado, su conducta cambiaría totalmente, mostrándose como un niño
responsable

Debemos revisar las creencias que tenemos sobre nuestros hijos y ver en qué medida son positivas
y facilitan los objetivos que deseamos que se cumplan en ellos. Cuando esperamos lo mejor de
nuestros hijos, porque creemos en sus capacidades, los trataremos de forma coherente con la
imagen mental que de ellos tenemos y entonces potenciaremos su desarrollo positivo.

APLICACIÓN DE LA AUTORIDAD EDUCATIVA

La autoridad debe darse en una relación de amor.

Es muy difícil que el principio de autoridad cumpla el propósito educativo cuando el hijo no tiene
la absoluta seguridad de que sus padres le aman. La niña o el niño que no se siente amado no
puede recibir de buen grado ni las enseñanzas ni las disposiciones de sus padres. “Mamá, yo sé
que no me dejas ir porque me quieres mucho...” La buena relación hace que el niño perciba una
intencionalidad positiva en la autoridad de sus padres.

Una cuestión fundamental es que la autoridad de los padres debe ejercerse desde el inicio de la
vida de los niños.

Hay que establecer normas claras y concretas.

Hay familias que no tienen normas específicas para regir su funcionamiento

Los hijos se sienten mejor cuando hay unos límites claros, los niños tienen una necesidad natural
de significado que requiere un sentido del orden.

Diálogo

“Sé que no lo ves igual que nosotros, por eso nos gustaría que nos ayudaras a ver tu punto de
vista”. Una autoridad dialogante por parte de los padres acepta que el hijo tenga razón cuando
efectivamente la tiene. El diálogo favorece el ejercicio de una autoridad con honestidad; los
padres deben reconocer sus errores y aceptar en su caso, con naturalidad, las excepciones de la
regla, que siempre las habrá.

Firmeza

En muchas ocasiones los padres tendrán que decir: “No”. Entonces será muy normal que el hijo
siga insistiendo. Si la negativa de los padres tiene una razón de ser (buscar el bien del hijo), deben
mantenerse firmes hasta su aceptación. Esto es positivo para él, le hace entender que hay valores
que son lo suficientemente importantes como para defenderlos. Y también, que no tiene unos
padres débiles en quienes no puede confiar. - “Llevo varias semanas pidiéndoos que me dejéis
volver a la madrugada y no consentís”. - “Tendrás que asumirlo por tres años más”. El hijo puede
insistir para satisfacer un capricho, o por algún tipo de influencia. Más pronto o más tarde se dará
cuenta de que los padres tenían razón y se lo agradecerá.
Flexibilidad

Firmeza no quiere decir rigidez, la diferencia estriba en la flexibilidad. La flexibilidad en la


autoridad está relacionada con la empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Esta actitud viene del amor y de la sabiduría. En cambio, la rigidez procede de una mente estrecha
y egoísta. “Los sábados por la noche veremos la televisión juntos y podrás acostarte a la misma
hora que nosotros”. La autoridad debe ser ejercida tanto a los dos años como a los doce, pero
lógicamente no de la misma forma. El padre educativo sabe adaptar los principios y normas a la
madurez del hijo; según su desarrollo concederá un margen de maniobra y de confianza que
redundará en respuestas cada vez más positivas por parte del hijo.

Controlando las invasiones. Como se ha expresado anteriormente, la autoridad de los padres no


puede situarse por debajo de toda la influencia que los hijos reciben del ambiente. Una madre
vino a pedir ayuda para su hija; cuando analizamos las conductas negativas, la madre me dijo: “Si
la regaño, me dice que todas sus amigas hacen lo mismo y que sus madres no les dicen nada.” La
conclusión salta a la vista: O los padres controlan, o serán controlados.

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O los padres controlan, o serán controlados.

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Trate a sus hijos como le gustaría que les tratasen los demás

empatía

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