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Pacto Davídico

Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable
eternamente.” 2 Samuel 7:16

El Pacto Davídico (vv. 8-17) sobre el cual se fundaría el futuro reino de Cristo, “del linaje de
David según la carne” (Ro. 13), proveía para David:

(1) la promesa de posteridad en la casa de David;


(2) un trono simbólico de autoridad real;
(3) un reino o gobierno sobre la tierra;
y (4) la certeza del cumplimiento, porque las promesas a David hablaban de un trono que será
“estable perpetuamente”.

Salomón, cuyo nacimiento predijo Dios (v. 12), no recibió la promesa de descendencia
perpetua, pero sólo la seguridad de que
(1) edificaría casa al nombre de Jehová (v. 13);
(2) su reino será establecido (v. 12);
(3) su trono — su autoridad de rey— será perpetuo;
y (4) si Salomón pecaba, sería castigado peY será afirmada tu casa y tu reino para
siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.” 2 Samuel 7:16
El Pacto Davídico (vv. 8-17) sobre el cual se fundaría el futuro reino de Cristo,
“del linaje de David según la carne” (Ro. 13), proveía para David:

(1) la promesa de posteridad en la casa de David;


(2) un trono simbólico de autoridad real;
(3) un reino o gobierno sobre la tierra;
y (4) la certeza del cumplimiento, porque las promesas a David hablaban de un
trono que será “estable perpetuamente”.
Salomón, cuyo nacimiento predijo Dios (v. 12), no recibió la promesa de
descendencia perpetua, pero sólo la seguridad de que
(1) edificaría casa al nombre de Jehová (v. 13);
(2) su reino será establecido (v. 12);
(3) su trono — su autoridad de rey— será perpetuo;
y (4) si Salomón pecaba, sería castigado pero no depuesto.
La continuación del trono de Salomón, pero no así de su descendencia,
demuestra la exactitud de la predicción. Israel tuvo nueve dinastías; Judá tuvo
una.

Cristo nació de María, que no era del linaje de Salomón (Jer. 22:28-30); El fue
descendiente de Natán, otro hijo de David (comp,  Lc. 3:23-31; y Lc. 3:23).
José, el esposo de María, era descendiente de Salomón y a través de él el
trono legalmente pasa a Cristo (comp. Mt 1:6,16). De esta manera el trono,
pero no la simiente, provino a través de Salomón, lo cual constituye el
cumplimiento preciso de la promesa de Jehová a David.
En contraste con la irrevocable promesa de cumplimiento perpetuo que recibió
David, Salomón ilustra el carácter condicional del Pacto Davídico al ser
aplicado a los reyes que siguieron. La desobediencia por parte de los
descendientes de David daría como resultado castigo, pero no la anulación del
pacto (2 S. 7:15; Sal. 89:20-37; Is. 54:3,8,10), Así fue como cayó el castigo,
primero con la división del reino con Roboam, y finalmente con las cautividades
(2 R. 25:1-21). Desde ese momento sólo un rey de la familia de David ha sido
coronado en Jerusalén, y coronado con espinas. Pero el Pacto Davídico, realizado
con David por juramento de Jehová y confirmado a María por el ángel Gabriel,
es un pacto inmutable (Sal 89:20-37); y Jehová aún habrá de darle “el trono de
David su padre” a Aquel que fue coronado con espinas (Lc. 1:31 -33; Hch.
2:29-32; 15:14-17). Tanto David como Salomón entendieron que la promesa se
refería a un reino terrenal (2 S. 7:18-29; 2 Cr. 6:14-16).
ro no depuesto.

La continuación del trono de Salomón, pero no así de su descendencia, demuestra la exactitud


de la predicción. Israel tuvo nueve dinastías; Judá tuvo una.

Cristo nació de María, que no era del linaje de Salomón (Jer. 22:28-30); El fue descendiente de
Natán, otro hijo de David (comp,  Lc. 3:23-31; y Lc. 3:23). José, el esposo de María, era
descendiente de Salomón y a través de él el trono legalmente pasa a Cristo (comp. Mt 1:6,16).
De esta manera el trono, pero no la simiente, provino a través de Salomón, lo cual constituye
el cumplimiento preciso de la promesa de Jehová a David.

En contraste con la irrevocable promesa de cumplimiento perpetuo que recibió David,


Salomón ilustra el carácter condicional del Pacto Davídico al ser aplicado a los reyes que
siguieron. La desobediencia por parte de los descendientes de David daría como resultado
castigo, pero no la anulación del pacto (2 S. 7:15; Sal. 89:20-37; Is. 54:3,8,10), Así fue como
cayó el castigo, primero con la división del reino con Roboam, y finalmente con las
cautividades (2 R. 25:1-21). Desde ese momento sólo un rey de la familia de David ha sido
coronado en Jerusalén, y coronado con espinas. Pero el Pacto Davídico, realizado con David
por juramento de Jehová y confirmado a María por el ángel Gabriel, es un pacto inmutable (Sal
89:20-37); y Jehová aún habrá de darle “el trono de David su padre” a Aquel que fue coronado
con espinas (Lc. 1:31 -33; Hch. 2:29-32; 15:14-17). Tanto David como Salomón entendieron que
la promesa se refería a un reino terrenal (2 S. 7:18-29; 2 Cr. 6:14-16).

El pacto davídico se refiere a las promesas de Dios a David por medio del profeta
Natán, y se encuentran en 2 Samuel 7 y posteriormente se resume en 1 Crónicas
17:11-14 y 2 Crónicas 6:16. Este es un pacto incondicional entre Dios y David, a
través del cual Dios promete a David y a Israel que el mesías (Jesucristo) saldría del
linaje de David y de la tribu de Judá, y establecería un reino que permanecería para
siempre. El pacto davídico es incondicional porque Dios no impone ninguna condición
de obediencia para su cumplimiento. La garantía de las promesas hechas, se basa
únicamente en la fidelidad de Dios y no depende en absoluto de David o de la
obediencia de Israel.
Nuevo Pacto

Hebreos 12:24 es el único pasaje en que se utiliza una palabra


griega diferente, neos , para decir “nuevo” en la expresión
“nuevo pacto”. Neos “significa nuevo con respecto al tiempo,
lo que es reciente ; se usa de los jóvenes, y así se traduce,
especialmente en el grado comparativo, neoteros , ‘más
joven’, ‘menor’; así, lo que es neos puede ser una
reproducción de lo viejo en cualidad o carácter” ( ibídem ).

Ninguna de estas palabras griegas traducidas como “nuevo”


sugiere que se reemplazó todo aspecto del antiguo pacto, el
pacto del Sinaí. Lo que cada una da a entender es que el
pacto más reciente ha realzado y mejorado la calidad del
pacto original.

Indiscutiblemente el nuevo pacto permite tener una mejor


relación con Dios que la relación que sólo simbólicamente se
representaba en el antiguo pacto. Para asegurar esta mejor
relación, se han agregado algunos aspectos nuevos al “nuevo”
(es decir, cualitativamente mejorado) pacto, y algunas cosas
obsoletas se han reemplazado. Pero hay características que
son comunes a ambos pactos y permanecen inalteradas.

Esta nueva relación sólo está disponible por medio de


Jesucristo, nuestro nuevo Sumo Sacerdote, y el verdadero
sacrificio por los pecados. La muerte de Cristo, al pagar por
los pecados de la humanidad, ha abierto una puerta para
que todos aquellos que voluntariamente se arrepientan y
reciban el Espíritu Santo sean aceptados por Dios como sus
hijos e hijas. Como nuestro Sumo Sacerdote permanente,
Jesús ha reemplazado al antiguo sumo sacerdote, que era tan
sólo un descendiente físico de Aarón, el hermano de Moisés.

El “nuevo” pacto de Dios también ofrece promesas


enormemente mejores

. Significa “nuevo en cuanto a forma o cualidad, de diferente


naturaleza de aquello con lo que se contrasta como viejo”
El “nuevo” pacto de Dios también ofrece promesas
enormemente mejores. Sin embargo, no abandona ninguno
de los principios espirituales que reflejan eternamente la
mente y el carácter de Dios. Estos principios están explicados
correcta y adecuadamente en el Antiguo Testamento. Jesús y
todos sus discípulos, incluso Pablo, utilizaban estas Escrituras
como su autoridad para las verdaderas enseñanzas de Dios
(Mateo 4:4; Hechos de los Apóstoles 17:2; Romanos 1:1-
2; 2 Timoteo

Para comprender el significado del nuevo pacto, primero tenemos
que entender el propósito del antiguo, es decir, del pacto de la Ley.
Este brindaría muchas ventajas a la nación que esperaba la
Descendencia prometida, quien sería el medio por el cual se
bendecirían infinidad de personas (Gén. 22:17, 18). Al aceptar el
pacto de la Ley, los israelitas se convirtieron en “propiedad especial”
de Dios. Bajo sus términos, la tribu de Leví proporcionaría los
sacerdotes. Cuando Jehová selló el pacto nacional con Israel en el
monte Sinaí, mencionó “un reino de sacerdotes y una nación santa”,
pero no definió cuándo ni por qué medios llegaría a existir (Éxo.
19:5-8). Mientras tanto, aquel pacto dejó claro que los israelitas
no podían obedecer todos los aspectos de la Ley, o sea, puso de
manifiesto sus pecados. Por lo tanto, tenían que ofrecer sacrificios
periódicos para obtener el perdón. Era obvio, pues, que se
necesitaba algo mejor: un sacrificio perfecto que no tuviera que
repetirse. Era preciso que el perdón de pecados fuera duradero
(Gál. 3:19-22).

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