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La vergüenza es la creencia dolorosa en una deficiencia de uno mismo. Cuando alguien hace
algo malo, se siente culpable. Entonces, aquel que tiene vergüenza dice: «No hice algo
malo, sino soy malo; soy culpable». Eso es la vergüenza.
La vergüenza no es hacer algo, sino sentir que somos inadecuados. Es pensar que
somos defectuosos y que los demás nos van a abandonar por ello. Por eso, cuando tenés
vergüenza, inmediatamente la ocultás. A nadie le gusta pasar vergüenza; uno quiere que
nadie se dé cuenta.
Recordá eso que quisiste hacer y porque alguien se burló, lo dejaste de hacer. Hay gente
que empezó a cantar, a hacer un negocio o inició una tarea y como alguien se burló, se rió o
lo humilló, inmediatamente pospuso la tarea y frenó ese proyecto.
La persona que tiene vergüenza y frena su potencial, dice: «Me quedé quieto, no pude
hacer nada». Son personas que tienen muchos deseos, pero por vergüenzas sufridas no los
pueden retomar; se aislan, tienen ganas de escaparse.
Por ejemplo, ¿te da vergüenza hablar en público? Si tu respuesta es sí, seguramente en ese
momento querés huir, escaparte, hacerte chiquitito. Los demás se te hacen grandes y la
mirada del otro parece que te toca. Cuando tenés vergüenza sentis un dolor en todo tu ser,
sentís humillación, sentís que tu estima se desintegró por completo. La vergüenza siempre
es negativa.
¿Por qué hay gente que avergüenza? ¿Por qué hay gente que tiene la necesidad ocasional o
permanente de humillar en público, de burlarse; tal vez de nuestra fe, de nuestro color, de
nuestro peso, de nuestra forma de cantar, de nuestra manera de vestir, de pensar, de llevar
la Biblia, de que somos cristianos? Porque las personas que avergüenzan necesitan
diferenciarse. Cuando una persona se burla de otra, está diciendo: «Esto te pasó a vos, no
me pasó a mí; yo soy mejor que vos».
Aquellos que avergüenzan son inseguros y necesita humillar, descalificar al otro para
sentirse mejor. Por eso, cuando una persona tiene la autoestima sana y tiene seguridad
interior, nunca va a recurrir a humillar o a avergonzar a nadie. La persona que avergüenza a
otros es tan insegura que necesita exagerar tu error para sentirse mejor.
La Biblia dice que hay una maldición que cae a todos los que nos
avergüenzan. Todos los que nos avergonzaron, caerán en el juicio de Dios.
Salmo 6:10: «Todos mis enemigos quedarán avergonzados y confundidos; ¡su repentina
vergüenza los hará retroceder!»
Salmo 25:3: «Quien en ti pone su esperanza jamás será avergonzado; pero quedarán en
vergüenza los que traicionan sin razón».
Salmo 40:14: «Sean confundidos y avergonzados todos los que tratan de matarme; huyan
derrotados todos los que procuran mi mal».
Para que nadie pueda avergonzarte, tenés que deshacer la voz interior que te avergüenza.
La vergüenza es una voz interior que se va a activar inmediatamente cuando alguien se ría o
te quiera humillar. Esa voz interna puede ser deshecha, si tenés la actitud bíblica correcta
frente a los errores. En otras palabras, cuando aprendas a tratar tus errores de manera
bíblica, es decir, por revelación; la voz que avergüenza será deshecha.
¿Cuántos nos hemos tropezado caminando? ¿Y qué dijimos? «¡Qué estúpido que soy! ¡Soy
un inútil!» De esta manera, estamos confundiendo cometer un error con ser un error. Por
eso nunca te auto maldigas, no digas: «Soy un tonto, soy un desgraciado».
Todos nos equivocamos, pero el error no es tu identidad. Vos sos un hijo del Rey, un
príncipe de Dios, no sos un error. Sos hijo poderoso del Señor que dejará herencia en la
tierra. Tus padres o quién te humilló, te dijeron: «Sos una tarado o sos un estúpido», y no
sos eso.
Aprendé a reírte de tus errores, porque la Biblia dice que «El gozo del Señor es tu
fortaleza». El gozo de Dios es una fuerza divina que hace retroceder al enemigo y nunca
podrá atacarte si te encuentra con gozo.
3. Tengo que Reconocer Mis Errores.
Hay gente que vive dando examen, conoce a alguien y da examen; va al trabajo y está
dando examen. Son personas que se ponen en alumnos y no pueden disfrutar de lo que
Dios les da, de las cosas de la vida; porque ponen a otros en autoridad y se someten a
su evaluación.
Decile a Dios: «Gracias te doy por los grandes errores que cometí». ¿Sabés qué hizo
el grave error que cometiste? Pulverizó tu orgullo, hizo nacer la compasión divina, porque
antes eras de los que condenaban y, después que pasaste por el error, te nació la
compasión por los demás. Dale gracias a Dios por lo malo que te pasó, porque algo bueno
de eso nació: la misericordia que hoy le tenés por la gente.
Existe gente que vive de las apariencias, de la imagen; que lo único que le interesa es
quedar bien delante de los demás. Dios no te creó para agradar a la gente sino para
agradarle a Él, porque a Él le vas a dar cuenta de todas las cosas, y si sólo le agradás a El,
vas a andar feliz por toda la tierra.
«Pero si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence» (1 Pedro 4:16). Si alguno se
te ríe al evangelizarlo, no te avergüences jamás; porque el que hoy se ríe de vos, a la
primera crisis va a venir arrastrado, llorando, pidiéndote oración y recibiendo a Cristo
también.
Pablo decía: «No me avergüenzo del evangelio». No te avergüences de compartir que
sos cristiano, no que sos evangélico, sino que sos del reino de Dios, que amás al
Señor; que caminar con el Señor es la cosa más maravillosa que podemos experimentar.
Aunque se burlen de vos… tranquilo… porque la Biblia dice: «No me avergüenzo, porque el
evangelio en el que creo no es un sistema humano; es el poder de Dios que cambia las
vidas».
Jesús dice: «Venga tu reino». Eso quiere decir: «Todo reino, todo gobierno humano que no
tenga tu gobierno, que se caiga». Es una oración de golpe de estado, todo gobierno que
no sea tu gobierno que se caiga, que se rompa, que se pudra.
Después dice: «El pan nuestro de cada día». O sea, el pan de cada día de mi vida dámelo
hoy; así no te tengo que pedir más pan. Cuando Jesús termina toda esta oración, les dice:
«Les voy a mostrar algo, les voy a enseñar el espíritu de esta oración». Dice: «Esto es como
un hombre que le llega un amigo a la casa y no tiene nada para comer y a media noche va a
la casa de su amigo a pedirle panes». En la antigüedad la gente dormía en el piso, el padre
contra la pared, al lado la esposa y cada uno de sus hijos a continuación. Después estaba la
puerta. De noche el padre, para abrir la puerta, tenía que pasar por encima de los cuerpos
de cada miembro de su familia. Por eso nadie iba de noche a las casas.
En este relato de Lucas 11:5-10 dice que el hombre le grita: «¡Es de noche! ¿Qué venís
ahora, que estamos acostados y mis hijos conmigo?» Y el visitante dice: «Soy tu amigo,
dame tres panes». «Y viendo su importunidad» en el original es viendo que era un sin
vergüenza (literalmente es sinvergüenza); le dio el pan. La enseñanza de esta historia es
que tenés que ser un sinvergüenza; un desvergonzado perseverante.
El hombre dijo: «De acá no me voy hasta que no me des lo que vine a buscar, voy a ser tu
mosca; de acá no me voy». A Dios le encanta la gente sinvergüenza. A Dios le encanta la
gente que ha recibido una promesa y la declara, la declara: «Llamo a la prosperidad,
llamo a la prosperidad, llamo a la prosperidad».
Jesús dice: «Sé que van a terminar haciendo una fórmula, pero les voy a dar el espíritu de
la oración; el espíritu de la gente que pide y recibe, que llama y se le abre. La gente que
golpea y recibe es la gente desvergonzada, la gente que ha abrazado una promesa y dice:
«Yo voy a perseverar, me voy a mantener firme, no me voy a mover de mi lugar. Voy a
estar sobre la Palabra porque Dios me lo dijo y soy un sinvergüenza perseverante.
Y todo lo que se perdió, volverá a mi vida»