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TEMA 5.

- LOS VALORES COMO PRINCIPIOS UNIVERSALES E INSPIRADORES DE


LOS DERECHOS HUMANOS

Asignatura de Derechos Humanos y Educación

Prof. María José Albert

Grado Educación Social

Índice

5.1.- Los valores como guía de los derechos humanos.

5.2.- Los valores de una vida digna

Dignidad humana
Derecho a la vida
Libertad
Autonomía y responsabilidad personal.
Igualdad y diferencia personal.
Autoestima
Integridad

5.3.- Los valores en el ámbito social

Respeto y tolerancia
Justicia
Solidaridad
Paz
Coraje cívico

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5.1.- LOS VALORES COMO GUÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Hablar de los valores como guía de los derechos humanos, es en parte, volver a plantearse la
fundamentación de los mismos, pero esta vez desde un punto común, el de los valores como
elementos fundamentales para todos los hombres.

Decimos que los valores son la guía de los derechos humanos, pero

¿Qué entendemos por valores?

Los valores han sido estudiados desde distintos enfoques desde la filosofía, desde la ética, desde la
sociología desde la educación, desde un enfoque subjetivista, objetivista, desde el relativismo o
desde el absolutismo, se habla de valores económicos, políticos, religiosos, morales, etc. no sería
adecuado dar una definición basándonos en uno de estos enfoque o aspectos y obviando el resto. No
vamos a hacer un análisis de este tema tan apasionante ya que no es el motivo de nuestro estudio,
pero si presentaremos algunos conceptos o enfoques que nos parecen adecuadas al tema de los
derechos humanos.

Desde tiempos inmemoriales y antes de que los valores hayan sido objeto de estudio desde ciencias
como la filosofía o la ética, los hombres han establecido criterios para calificar los actos humanos
de acuerdo con las expresiones y costumbres, que varían de acuerdo al tiempo, el espacio
geográfico o las circunstancias en que estos se desarrollen.

El conjunto de normas que rigen nuestras vidas ha sido muy importante a lo largo de la historia de
la humanidad y en el desarrollo de las culturas indistintamente de los lugares de asentamiento
humano y de las concepciones del bien o del mal que se ha tenido en este camino evolutivo. Desde
este enfoque los valores serían los parámetros que nos permiten juzgar si un acto es moralmente
bueno o malo, conforme a los acuerdos implícitos o explícitos que ha denotado una sociedad. Son el
fundamento por el que hacemos o dejamos de hacer una cosa en un determinado momento, dicho de
otra manera los valores son creencias perceptivas o, si se prefiere, principios normativos y
duraderos que nos sugieren que una determinada conducta o un estado final de existencia es
personal y socialmente preferible a otros que consideramos opuestos o contradictorios. (Carrera y
otros: 2006:14).

En sentido humanista, se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería
la humanidad o parte de ella. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección.

Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes o pautas que
orientan el comportamiento humano. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y al
comportamiento de cada individuo y de cada grupo social.

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La visión subjetivista considera que los valores no son reales, no valen en sí mismos, sino que son
las personas quienes les otorgan un determinado valor, dependiendo del agrado o desagrado que
producen. Desde esta perspectiva, los valores son subjetivos, dependen de la impresión personal del
ser humano.

Como podemos observar la variedad está servida, pero cuando en el desarrollo de este apartado
hablemos de valores como guía nos referiremos a una mezcla de estos enfoques, primeramente el
enfoque humanista y después el socioeducativo sin despreciar el subjetivista.

Son muchos los autores que ven a los valores como la guía de los Derechos humanos, para algunos
serán los valores morales la guía de esos derechos humanos y para otros serán unos valores
superiores, producto del proceso histórico-social.

Veamos algunos de ellos:

Eusebio Fernández (en De Castro Cid, 2004:149) nos explica como la primera pretensión de
justificar a los valores como la guía de los derechos humanos en lo que el llama los derechos
morales sosteniendo que el fundamento es previo a lo jurídico y que debe ser buscado ese
fundamento en los valores morales que los justifican y sirven para reivindicarlos. Los derechos
morales nacerían como respuesta a las necesidades humanas más importantes, necesidades que son
básicas y que se configuran o desarrollan históricamente.

Francisco Laporta explica esta importancia de los valores sosteniendo la existencia de un tipo de
enunciados morales concernientes a los seres humanos, que es bueno que se den y que son bienes
constitutivos del ser humano como agente moral cuya protección y realización exige la adscripción
de deberes y obligaciones morales que configuran o expresan lo que pueden llamarse derechos
morales básicos (De Castro Cid 2004: 149).

Por su parte Andrés Ollero en la misma línea afirma que existe un fundamento, intuitivamente
captable, que permite privilegiar determinadas exigencias éticas hasta hacerlas merecedoras de
relevancia jurídica (De Castro Cid, 2004:149).

Estos autores como podemos observar prestan su atención sobre los valores morales como base o
guía de los derechos humanos.

En otra línea Peces Barba mantiene la existencia de unos valores superiores, producto del proceso
histórico-social configurados en el transito de la modernidad, que actuarían como guía y límite para
el desarrollo del ordenamiento jurídico. (Peces Barba, 1984).

En una posición intermedia Benito de Castro, afirma que los derechos humanos, en sentido propio,
no son ni los principios o criterios éticos determinantes de la concreta ordenación jurídica ni las
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exigencias o aspiraciones del ser humano que se constituyen en contenido de reconocimiento o
protección. La afirmación y defensa crítica de los derechos humanos ha de apoyarse en unos
principios que la discusión racional establezca como puntos de apoyo y referencias últimas para la
ordenación de la vida social. La argumentación racional exige la aceptación de una serie de
principios o presupuestos fundamentales que tengan carácter axiomático comúnmente aceptados y
que queden fuera de la propia discusión (De Castro Cid 2004:149).

El problema de todo esto podría estar justo en la propia expresión de principios fundamentales de
carácter axiomático comúnmente aceptados, esto nos lleva a preguntarnos si hay unos valores
universales, consensuables a nivel mundial que pudieran servir de fundamento que sirvan de base a
su vez y promuevan el respeto activo de los Derechos Humanos.

Bien es verdad que la sociedad actual en la que vivimos en lo que se refiere a creencias morales se
dan una mezcla de doctrinas, ideas y teorías que provienen de culturas y épocas distintas que tal vez
fuese muy difícil de fundamentar, pero también es verdad que los principios axiológicos parecen
avanzar progresivamente hacia el reconocimiento universal alcanzando para una importante parte
de la humanidad un autentico valor de paradigmas morales.

Independientemente de que en un mundo plural como el nuestro, en el que no existe un modelo


ideal de sociedad, ni un modelo de educación aceptado y compartido, si parece que a partir de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, aunque no se puede hablar de un consenso
universal de la Declaración ya que existían discrepancias entre los países occidentales y los
socialistas, como ya hemos dicho en otras ocasiones, para los países occidentales con una tradición
cultural iusnaturlalista, el hombre tiene una dignidad innata en los seres humanos y unos derechos
iguales e imprescindibles y los países socialistas con una tradición de carácter comunitaria y social
que parte del concepto de hombre que no vive aislado en un universo sino en un determinado medio
social que determina o condiciona su vida, sí contamos con un núcleo de valores universalmente
consensuables que pueden servir de criterio y base de los derechos humanos. Valores que interesan
a todos los seres humanos como tales y no sólo como miembros de una determinada nacionalidad,
religión profesión etc. y que serían una condición previa al desarrollo de vidas humanas plenas.

Es verdad que hemos dicho que vivimos en una sociedad y en un mundo axiológico plural pero esto
no puede impedir reconocer que todos los seres humanos deben de tener unos valores comunes
porque de lo contrario dejarían de ser humanos, es verdad también que pueden poner objeciones
sobre ese consenso sobre valores que fundamenten los derechos humanos considerándolo un
consenso de mínimos, y que, tal vez se trate únicamente de unos principios “éticos de mínimos”,
una “ética mínima” pero no es menos verdad ha habido en todo este proceso una carácter

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transformación de la propia sociedad que avanza no sólo en ese consenso sino en el contenido del
mismo.

Desde el punto de vista educativo hay una gran vinculación de los valores y los derechos humanos,
ya que los valores que tratan de fundamentar y extender los derechos humanos son hoy los valores
insertos en el proyecto de humanización en el que aspira la educación. Desde esta vertiente
educativa los Derechos humanos representan la expresión de una moral civil, con el contenido de
una ética mínima, para una sociedad pluralista, democrática, cualquiera que se la cosmovisión
social, religiosa, ideológica o política. Moral civil que supone la existencia de un consenso acerca
de lo que mínimamente debe ser la perfección de la vida en convivencia, cualquiera que sean las
estimaciones o preferencias valorales de los grupos sociales. (Cortina, A 1994)

También es verdad que los valores que inspiran los derechos humanos son valores abstractos y
formales; que es difícil conseguir resultados tangibles partiendo de conceptos sin aparente
univocidad y sentido, pero en su significación y alcance moral no son tan abstractos y formales que
no puedan considerarse como pautas de referencia de las normativas jurídico-políticas (Medina
Rubio en López Barajas y Ruiz Corbella coord. 2000:35) Tales valores aunque entrañan exigencias
constantes y permanentes, por ser intrínsecas a la propia personalidad humana precisan
especificarse y ampliarse en los sucesivos avatares de la cultura y de la historia. (Pérez Luño, A.E.
(1989)

En la construcción de ese consenso, teórico y social sobre los valores que sirven como punto de
anclaje de los Derechos Humanos estarían
en un primer término los valores que podrían considerarse constitutivos o esenciales de una vida
digna, así serían:
la dignidad humana;
la libertad;
la autonomía y la responsabilidad personal;
la igualdad y el derecho a la diferencia;
la autoestima y la integridad.

Por otro lado estarían aquellos que cualifican lo que el profesor Medina Rubio llama “Ethos
democrático” en la vida humana que serían:
justicia;
solidaridad;
paz,
coraje cívico;
el diálogo,

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la confianza
y la participación.
5.2.- VALORES DE UNA VIDA DIGNA

Cuando hablamos de valores de una vida digna nos podemos preguntar, ¿qué son los valores de una
vida digna? ¿Cuáles son esos valores? A la primera pregunta podemos responder diciendo que son
un conjunto de valores imprescindibles e iguales para todos los hombres que les permitan un
desarrollo integral. Valores, que como indicamos, son iguales para todos sin ninguna distinción.
Sobre este aspecto la propia Declaración Universal dice en el artículo 2:

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Para responder a la segunda pregunta y a pesar de que, los valores de una vida digna no son algo
fácil de reducir o acotar, la propia Declaración parece considerar como valores mínimos en este
sentido: la dignidad humana, el derecho a la vida; la libertad; la igualdad y diferencia personal; la
autoestima y la integridad.

La dignidad humana.
Hablar hoy de dignidad humana es algo común y frecuente entendiéndolo como el fundamento
último del orden social moral y jurídico. Se le puede considerar como el fundamento más
indispensable de toda construcción moral o política, se trata de un principio axiomático que no
necesita definición ni delimitación conceptual. Hablar del hombre y reconocer al hombre, supone
reconocer la existencia de la dignidad. La dignidad es consustancial con la propia naturaleza del
hombre y le hace diferente del resto de los seres vivos.

La dignidad humana es el valor básico e intrínseco es un referente principal de las necesidades que
la persona tiene en la esfera moral y jurídica, esa dignidad es el principio que legitima o avala y es
el origen inmediato de los derechos humanos. Así la Declaración Universal sostiene en su
preámbulo que:

La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la


dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana.

En este sentido se pronuncia prácticamente todos los documentos internacionales sobre derechos
humanos como las Constituciones de los países occidentales. Por ejemplo la Constitución Española
en su artículo 10.1 sostiene que la “dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son

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inherentes… Son fundamento del orden político y de la paz social”. La Constitución Alemana
otorga a la idea de dignidad humana un lugar fundamental en su articulo 1 mantiene que “la
dignidad del hombre es inviolable”. En igual sentido se manifiestan las constituciones de Italia o
Portugal.

Pero la dignidad humana no se trata de algo nuevo o atribuible al mundo contemporáneo, tiene sus
orígenes en el estoicismo y en el cristianismo (Sperman, R 1988). Sus precedentes están en el
pensamiento griego, sobre todo en el estoicismo medio. Diversos autores como Cicerón hacen
referencia a la existencia de una cierta igualdad esencial entre todos los seres humanos. Estos
tienen una naturaleza común, que en virtud de sus caracteres propios es radicalmente valiosa. Por
ello, tiene un carácter normativo, generando demandas y deberes frente a los demás e, incluso,
frente a uno mismo. En este sentido afirmaba Cicerón:

“El interés de cada uno y el de todos es una misma cosa. Luego todos deben proponerse una sola
cosa: que el bien particular de cada uno debe ser el mismo que el de todos. Si cada uno trata de
llevárselo para sí, quedará destruida la sociedad humana y si la naturaleza prescribe también que
el hombre mire por el hombre, cualquiera que sea su condición, por ser precisamente hombre, es
necesario, según la misma naturaleza que sea común la utilidad de todos. Y, siendo esto así todos
estamos contentos por la misma y única ley natural, y en este caso ciertamente se nos prohíbe por
la ley natural causar daño a otro”. (En Megias Quirós, 2006:166).

El Cristianismo desarrollo y universalizó la idea del hombre a imagen y semejanza de Dios y


reconoció así, a todo ser humano una naturaleza distinta a la del resto de la creación. Naturaleza
cuya principal cualidad es la dignidad humana. La persona entendida como imagen de Dios, ha sido
siempre considerada un ser trascendente a la sociedad. Ello impide reducir su valor a factores como
su pertenencia a un Estado, su posición social, su eficacia, su raza. Se respeta el espíritu individual
personal explicando una dimensión radical de su ser. Con el cristianismo empieza a desarrollarse
una clara conciencia de la dignidad inherente a cada ser humano por su condición de persona.

En términos generales, el concepto de dignidad humana remite a la idea de superioridad ontológica,


al valor intrínseco, de todo ser humano con respecto a lo creado. No expresa en ningún caso
superioridad de un hombre sobre otro, sino de todo ser humano sobre el resto de los seres que
carecen de razón. Implica el reconocimiento de una excelencia o eminencia en el ser, que no sólo lo
hace superior a los otros seres, sino que lo sitúa en otro orden del ser. Por ello el ser humano no es
sólo un animal de una especie superior, sino que pertenece a otro orden, más eminente o excelente,
en razón de lo cual merece ser considerado persona. Se trata de un término que se aplica al ser
humano para señalar una peculiar calidad del ser, para expresar que es persona y no sólo individuo

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y nunca puede ser cosificado o utilizado como un mero instrumento al servicio de bienes ajenos. Se
trata de la distinción clásica entre sujeto y objeto, entre persona y cosa. (Megías Quirós
2006:164,171)

Kant subraya el valor de la persona humana como un fin en sí, para el ser persona implica un valor
intrínseco al que llamamos dignidad. Para Kant personalidad y dignidad es lo mismo, la humanidad
es una dignidad porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre, ni por otro ni siquiera
por sí mismo como un simple medio sino siempre como un fin y en eso reside su dignidad. (Barrio,
J.M. 2004: 128).

Kant distingue entre persona y cosa, para ello nos explica como el ser humano como poseedor de
esta dignidad ontológica, tiene un valor inconmensurable, así “aquello que tiene precio puede ser
sustituido por algo equivalente, en cambio lo que se halla por encima de todo precio, y por tanto no
admite nada equivalente, eso tiene dignidad”.

Kant 1983:92). Las cosas tienen un valor de cambio y pueden ser sustituidas por otras. Las personas
son insustituibles y nunca deben verse reducidas a las condiciones de objeto.

Como hemos dicho la dignidad humana es un presupuesto axiomático, que como tal, no necesita
definición ni delimitación conceptual. Hablar del hombre, reconocer al hombre, supone reconocer la
existencia de la dignidad. La dignidad es consustancial a la propia naturaleza del hombre, y debe
reconocerse con independencia de cualquier circunstancia o elemento accidental como podría ser la
conducta, el cargo que ocupa, la posición que tenga en la sociedad, su raza, su sexo, grado de
desarrollo, estado de salud etc. (Millán Puelles, 1976: 98).

Esto presupone el reconocimiento de una igualdad ontológica entre los seres humanos, de tal forma
que, aunque las personas seamos diferentes en múltiples aspectos como puede ser el sexo, aptitudes,
inteligencia, raza, y cada individuo posea unas características individuales que los diferencia de los
demás, existe una igualdad esencial y esa igualdad es la naturaleza en la que se asienta la dignidad.

Esa igualdad y a la vez esa diferencia de la naturaleza humana en la que se basa la dignidad, nos
lleva a presentar dos dimensiones, por un lado la individualidad y por otro la universalidad, es decir
lo particular y lo universal. Desde lo universal es el derecho a ser tratado como persona al que
tienen derecho todos los hombres al ser todos iguales. El derecho a ser hombre es un criterio moral
universal porque abarca a todos los hombres en lo que tienen de común: su inacabamiento. Por otra
parte es un criterio moral particular porque el derecho a ser hombre (la tarea de hacernos) es una
empresa en la que somos insustituibles: se concreta en voluntades individuales que expresan con
mayor o menor empeño su capacidad de valorar, de reinterpretar la herencia recibida según los
intereses y necesidades personales. El sentido universalista y particular del derecho a ser hombre
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permite descubrir así un ideal común de humanidad en tensión dialéctica con un ideal del yo
particular. Quien es consciente de esta tensión, también lo será de la responsabilidad individual de
mantener un ideal del yo sin esperar a la intervención del Estado, de las instituciones o de los
grupos sociales. Quien es consciente de esta tensión también lo será de la responsabilidad común
con otros individuos de saber valorar el empeño de otros ideales del yo distintos y hasta opuestos al
propio, por su colaboración en elaborar nuevos ideales de humanidad. (Bárcena Gil y Jover, 1999
43-70).

Los textos internacionales de reconocimiento de derechos, desde el punto de partida de la


Declaración Universal, van explicando el concepto de dignidad a través distintos conceptos como el
derecho a la vida, a la dignidad, a la igualdad, a la libertad…

El derecho a la vida
La dignidad de una persona pasa primeramente por el respeto a su vida y la integridad tanto física
como psíquica. Respeto a la vida que se plasma directamente en lo que universalmente se conoce
como derecho a la vida.

El derecho a la vida ha de ser entendido como una facultad o atributo que tienen los individuos de
no ser privado de la vida que poseen es pues un derecho a conservar o mantener la vida, no un
derecho a tenerla. Se trata un derecho de los seres vivos sobre su propia vida. Se trata de un derecho
primario y radical, por cuanto es el camino que permite acceder al disfrute de todos los demás
derechos humanos. Si no se respeta la vida, todos los otros derechos del hombre incluidos los
derechos de libertad y de igualdad, serían perfectamente superfluos.

En base a lo anteriormente dicho el derecho a la vida es el que tiene cualquier ser humano por el
simple hecho de existir y estar vivo; se considera un derecho fundamental de la persona. Pero
cuando hablamos de respeto a la vida, del derecho que tienen todos los hombres a esa vida como
uno de los valores o componentes de la dignidad humana, no nos podemos referir solamente a la
sobrevivencia física según la cual persona tiene derecho a que se respete su vida en general, a partir
del momento de la concepción y donde nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente, sino que
además hay que abordarlo desde otros aspectos, como pueden ser los psíquicos; los sociales o vida
social de las personas por medio de la cual estas realizan obras en común y la vida de la naturaleza
que relaciona a los seres humanos con las demás especies vivientes. Estos tres aspectos juntos,
mejor dicho el correcto cumplimiento de estos tres puntos dentro de lo que representa el respeto por
este derecho hacen que el ser humano no sólo sobreviva y que tenga funciones vitales, sino que viva
plenamente con integridad y dignidad.

La libertad
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Es un valor supuesto o derivado del derecho a la vida y vinculado con el reconocimiento de la
dignidad humana. La dignidad humana implica ser libre; sólo la persona consciente de su dignidad
se ve instada a valorar y defender su libertad; de ahí su carácter fundamental e indispensable en la
vida. La libertad es aquello en virtud de lo cual la persona destaca sobre los demás seres no
personales.

En la medida que el hombre es racional también es libre, de modo que puede afirmarse que la
libertad es un concepto integrado en la misma vida humana, ya que resulta del todo imposible
definir una vida como humana sin incluir la definición del principio de libertad.

El término libertad tiene una pluralidad de significaciones o enfoques. Podemos hablar de libertad
desde un enfoque moral, psicológico, social jurídico… Podemos igualmente al hablar de libertad
preguntándonos: ¿libertad ante qué cosas?, ¿libertad para qué? , y ¿libertad con respecto a quién?
Podemos estudiar la libertad desde distintas teorías como la Kantiana, desde distintos movimientos
como el liberalismo clásico o la tradición comunitarista, desde el pensamiento anarquista, etc. pero
este no es el motivo de nuestro estudio. En este momento queremos estudiar la libertad como valor
integrante de la dignidad de la persona humana, como algo inherente y especifico del ser humano,
como algo trascendental que le corresponde al ser humano, a su persona como soporte importante
de los derechos humanos. Así nos centraremos en lo que se ha llamado la libertad interior y la
libertad exterior o social.

Todo hombre por el hecho de ser persona ha de ser libre de tomar sus propias decisiones, y estas
decisiones y han de ser el resultado de una libertad interior donde el hombre hace lo que quiere y
porque quiere sin estar sometido a determinación alguna. Así tenemos la libertad física o derecho a
no ser sometido a esclavitud, libertad de pensamiento, discusión y acción moral, libertad de religión
y de culto, libertad de autodeterminación, libertad de autonomía, libertad de expresión.

La libertad exterior estaría ligada en el marco de las relaciones sociales del ser humano individual
con los restantes miembros del grupo social. Así Locke identifica la libertad como la ausencia de
coacción y de obstáculos de los restantes miembros del grupo social o del Estado. El hombre
transformado en ciudadano mantiene un ámbito de libertad personal que no puede ser violado. Así
tenemos libertad de movimiento, derecho a un orden social en el que las libertades puedan
realizarse plenamente, elección libre de residencia, no ser privado de libertad salvo con las garantías
debidas, libertad como desarrollo de la persona en el marco social y libertad de reunión,
participación en los asuntos públicos a través de la libre elección de los representantes, libertad de
creación de centros educativos y libertad de asociación y sindicación, fundación y afiliación.

Pero la vertiente individual de la libertad y la social no han de estar separadas, ya que detrás de un
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hombre libre hay una sociedad libre y a su vez no puede existir la libertad individual si un marco de
libertades colectivas. La libertad no es la negación de la solidaridad sino su desarrollo, su modo de
humanización. Para el hombre la vida al margen de toda sociedad y de todas las influencias
humanas, el aislamiento absoluto, supone la muerte intelectual, moral y material.

La libertad se construye en un proceso interactivo, un proceso social continuo donde la libertad


individual se ve favorecida por la social y viceversa, así la libertad individual se ve fortalecida
cuando las personas que forman el grupo social son igualmente libres y cuanto más extensa sea esa
libertad social, más fuerte será la libertad individual (De Castro Cid, 2004:155).

La vida de los hombres consiste en la constante realización de las propias posibilidades creadoras
conforme a una original determinación y sin tener que someterse ciegamente a cauces
preestablecidos, aunque esa realización se desarrolle siempre dentro de las concretas circunstancias
sociales en las que cada individuo actualiza su vida. La libertad humana es un principio unitario y
único que no admite la división en parcelas diferenciadas, hasta el punto que cualquiera de sus
manifestaciones concretas será incompleta hasta que no venga acompañada por el reconocimiento
de todos los demás tipos o manifestaciones de esa libertad radical.

Tanto desde una perspectiva interna o individual como externa o social o cualquier otro tipo de
manifestación el hombre es libre cuando se libera de influencias o presiones externas y elige en
función de las exigencias y de los valores que deben orientar su vida. Es esencial en el ejercicio de
la libertad optar entre diversas posibilidades que permitan realizar un ideal de vida humana
personal. El ejercicio de la libertad supone igualmente el reconocimiento de otros valores como el
juicio crítico y la autonomía y responsabilidad personal. (Medina Rubio en López Barajas y Ruiz
Corbella, 2000:37).

La autonomía y responsabilidad personal


La autonomía está muy relacionada con la libertad y puede concebirse desde esta perspectiva de una
forma dual, por un lado lo que anteriormente hemos llamado la libertad interior y por otro la
libertad exterior. Se trata de un valor relacional ya que la autonomía supone saber tomar las riendas
del propio destino y la responsabilidad supone una vinculación comprometida, una respuesta
positiva, a un esquema de valores conocidos que incitan a ser asumidos y a responder a las
consecuencias de esa asunción. Autonomía y responsabilidad personal implican participación activa
y libre en la realización de los valores, sin sumisión a fuerzas externas.

En general el ser poseedor de los derechos humanos, cada uno de ellos en sus contenidos, confiere
al hombre un sentido de autonomía general, una autonomía que le da una soberanía en sus
creencias, en la expresión de sus ideas, en su intimidad, en sus decisiones de tal forma que presenta
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una inmunidad del individuo frente a la acción de cualquier otro sujeto que pudiera obstaculizar su
libre ejercicio. La autonomía tiene que ver con la independencia para pensar, decidir y actuar; con
moverse en la existencia de acuerdo con las propias creencias, criterios convicciones, en vez de
cómo seguimiento del ritmo de quienes nos rodean. No se puede vivir para complacer expectativas
de amigos, parientes o ideologías prestadas, mientras algo dentro de nosotros grita su desacuerdo y
pide un cambio de dirección.

A través de esta autonomía el individuo es el que conforma su personalidad creyendo lo que quiera,
expresando sus ideas si lo desea, reservando distintas esferas de su vida en definitiva le constituye
como un hombre independiente frente a los demás y frente al poder sin mediaciones ni
condicionamientos a la hora de expresar cuales son sus atributos inherentes a su dignidad.

Un factor importante para la autonomía es la seguridad, un hombre se siente autónomo y libre en la


medida que se siente seguro, de nada serviría la autonomía si a la hora de tomar una decisiones ve
coaccionado por la falta de seguridad personal. El hombre a la hora de configurar su sistema
axiológico necesita sentirse seguro ya que sino pudiera tomar decisiones que le afectasen más a su
sistema vital. De poco le sirve al hombre que se le reconozca al hombre formalmente su autonomía
personal si no puede sentirse seguro tanto personal como jurídicamente.

Por su parte, la responsabilidad


es la capacidad de sentirse obligado a dar una respuesta o cumplir un trabajo sin pretensión externa.
Tiene dos vertientes. Por un lado la individual entendida como la capacidad que tiene una persona
de conocer y aceptar las consecuencias de sus actos libres y conscientes y la colectiva entendida
como la capacidad de influir en lo posible en las decisiones de una colectividad, al mismo tiempo
que respondemos de las decisiones que se toman como grupo social en donde estamos incluidos.
(Carrera y Otros, 2006: 69)

Tanto en su vertiente individual como colectiva la responsabilidad es un valor que en la conciencia


de la persona, le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos.
Responsable es aquel que conscientemente es la causa directa o indirecta de un hecho y que, por lo
tanto, es imputable por las consecuencias de ese hecho. Es una virtud por excelencia de los seres
humanos libres.

En la tradición kantiana, la responsabilidad es la virtud individual de concebir libre y


conscientemente las máximas universalizables de nuestra conducta. Para Hans Jonas, en cambio, la
responsabilidad es una virtud social que se configura bajo la forma de un imperativo que, siguiendo
formalmente al imperativo categórico kantiano, ordena: “obra de tal modo que los efectos de tu
acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”. Dicho
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imperativo se conoce como el "principio de responsabilidad". (Wikipedia)

En definitiva la responsabilidad supone ser consciente de una serie de derechos pero también de
deberes y obligaciones, la libertad de decisión, de movimiento, de expresión en general nuestra
autonomía y libertad tiene un límite que es la libertad del otro. Soy libre y tengo autonomía personal
simple que el ejercicio de esta no menoscabe la autonomía y libertad del otro. La responsabilidad
supone ser juicioso y reflexivo y obediencia a unos valores, así como una elección de los mismos
para configurar un ideal de vida. En definitiva ser autónomo y responsable, es tato como prestar
atención a cuanto es valioso e insta a ser asumido y realizado. (Medina Rubio en López Barajas y
Ruiz Corbella, 2000:37).

La igualdad y diferencia personal


Los derechos humanos representan exigencias inherentes a la propia naturaleza humana y siendo
esta común a todos los hombres, es lógico que los derechos se reconozcan a todos por igual, es decir
estén basados en la igualdad. Pero esto no excluye la diferencia personal, de tal forma que la
igualdad ha de ser para todos independientemente de la diversidad de posiciones que pueden ocupar
los distintos individuos en el grupo social fruto de su propia elección personal. Lo que la igualdad
proporciona, asegura y garantiza, es que todos puedan cuando menos acceder en igualdad de
condiciones al disfrute de las oportunidades vitales a la propia titularidad de los derechos.

La Declaración Universal de los derechos humanos dice que todos los hombres nacen libres e
iguales en dignidad y derechos, igualdad básica en derechos y oportunidades. Esta igualdad se ha de
manifestar en todas las esferas o facetas de la vida, en lo educativo, en lo social, en lo sanitario, en
lo laboral, en lo cultural... pero también en el reconocimiento, junto a unos derechos universales, de
las diferencias o identidades culturales o de la propia individualidad.

Es necesario distinguir dos tipos de igualdad, por un lado la igualdad social y la política. La
igualdad social defiende que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades en la vida. Es
una situación según la cual las personas tienen las mismas oportunidades o derechos en algún
aspecto como: Igualdad entre personas de diferente sexo; Igualdad entre personas de distintas razas;
Igualdad entre los individuos de otras especies; Igualdad entre personas discriminadas o de distintos
países con respecto a las oportunidades de empleo; Igualdad de diferentes razas respecto a derechos
de tránsito, igualdad en el ámbito educativo, sanitario, cultural. Estas igualdades son necesarias ya
que sin un nivel educativo adecuado, sin una vivienda digna que habitar, sin la debida asistencia
sanitaria, sin un trabajo suficientemente remunerado es difícil pensar en los derechos clásicos de
libertad porque el individuo tiene sin cubrir las necesidades básicas. La igualdad social debe
permitir y promover situaciones de equilibrio social y económico.

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Por su parte la igualdad política se refiere a las normas de distribución de los valores sociales. No se
refiere a la igualdad de las características personales, sino, por ejemplo, a la igualdad de
tratamiento, dos personas son tratadas iguales no si ambos reciben igual asignación sino si a ambos
se les aplica la misma norma de distribución en forma imparcial. Políticamente hay dos igualdades
que tienen especial importancia: la igualdad ante la ley, que es la negación de fueros y privilegios y
la compensación de quien no tiene recursos para afrontar su juicio, y la igualdad de oportunidades.

La igualdad política es necesaria ya que la realización personal de los individuos ha de tener lugar
en un determinado marco político-jurídico representativo de los intereses y perspectivas de los
diferentes miembros del grupo social. (De Castro Cid (2004:179).

La autoestima
es la opinión emocional profunda que las personas tienen de sí mismas, y que sobrepasa en sus
causas la racionalización y la lógica de dicho individuo. También se puede expresar como el amor
que tenemos hacia nosotros mismos. Es la forma de amar y quererse a uno mismo, sintiendo aprecio
por las demás personas. Significa saber que eres valioso, digno y afirmarlo. Implica respetarse a sí
mismo y enseñar a los demás a hacerlo.

Se puede considerar a la autoestima como el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra


manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y
espirituales que configuran nuestra personalidad, es la percepción personal que tiene un individuo
sobre sus propios méritos y actitudes, se construye a partir de las personas que nos rodean, de las
experiencias, vivencias y sentimientos que se producen durante todas las etapas de la vida, se
aprende, cambia y la podemos mejorar ya que una autoestima adecuada, vinculada a un concepto
positivo de mí mismo, potenciará la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y
aumentará el nivel de seguridad personal afrontando cualquier reto que se le presente, mientras que
una autoestima baja enfocará a la persona hacia la derrota y el fracaso.

La autoestima es un valor importante para una vida digna ya que la vida humana es un transcurrir de
experiencias y eventos que nos obligan a permanentes readaptaciones En ciertas circunstancias,
nuestro sentido de valor personal y de confianza en las propias capacidades pueden verse afectados
y hacernos creer que vivimos a merced de las contingencias. En esos momentos la confusión, la
impotencia y la frustración producidas por el no logro, nos lleva a dudar de nuestro poder creador,
de la capacidad natural de restablecernos, y es entonces cuando optamos por crear y a veces
sostener conductas autodestructivas, lejanas al bienestar generado por la Autoestima y la confianza
en uno mismo.

Una vida digna precisa de autoestima ya que la falta de ella lleva al hombre a funcionar
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automáticamente dependiendo de las eventualidades y contingencias ignorando sus motivaciones,
creencias, criterios y los valores que le hacen funcionar. Una persona con autoestima baja no confía
en sí mismo, teme enfrentar las situaciones de la vida y se siente incapaz de abordar exitosamente
los retos cotidianos; se percibe incompleto y vacío; carece de control sobre su vida, en definitiva no
se siente libre ya que necesita consultar sus decisiones con otros porque no escucha ni confía en sus
mensajes interiores, en su intuición, en lo que el cuerpo o su verdad profunda le gritan. Y asume
como propios los deseos de los demás

Hemos hablado de la responsabilidad personal, en el apartado anterior, como un valor importante


para una vida digna, pues bien una persona con autoestima baja tiene generalmente una falta de
responsabilidad ya que niega o evade sus dificultades, problemas o conflictos. Culpa a los demás
por lo que sucede y opta por no ver, oír o entender todo aquello que le conduzca hacia su
responsabilidad, no asume desde la consciencia adulta las consecuencias de sus actos, de su
interacción con el mundo.

Una autoestima baja no es compatible con una vida digna es necesario desde los derechos humanos
potenciar esta autoestima en el hombre ya que cuando la vida se vive desde una autoestima positiva
todo es diferente ya que nos conectamos con nosotros mismos y con el mundo desde una
perspectiva más amplia equilibrada consciente y productiva que nos permite un desarrollo integral.

La integridad
Como cualidad personal, la integridad, se refiere a la total o amplia gama de actitudes poseídas.
Desde un punto de vista jurídico, la integridad personal se relaciona al derecho a no ser objeto de
vulneraciones en la persona física, como lesiones, tortura o muerte. Desde el punto de vista ético,
sería la manera de manejarse coherentemente con los valores personales y compartidos con la
comunidad a la que se pertenece. Desde el punto de vista de los derechos humanos es aquel derecho
fundamental y absoluto que tiene su origen en el respeto debido a la vida y sano desarrollo de ésta.
Es el derecho al resguardo de la persona, en toda su extensión, bien sea en su aspecto físico, mental
y moral.

El ser humano por el hecho de ser tal tiene derecho a mantener y conservar su integridad física,
psíquica y moral. La Integridad física implica la preservación de todas las partes y tejidos del
cuerpo, lo que conlleva al estado de salud de las personas. La integridad psíquica es la conservación
de todas las habilidades motrices, emocionales e intelectuales. La integridad moral hace referencia
al derecho de cada ser humano a desarrollar su vida de acuerdo a sus convicciones. El
reconocimiento de este derecho implica, que nadie puede ser lesionado o agredido físicamente, ni
ser víctima de daños mentales o morales que le impidan conservar su estabilidad psicológica.

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5.3.- LOS VALORES EN EL ÁMBITO SOCIAL

En este apartado trataremos algunos de los valores que pueden servir como fundamento de los
derechos humanos desde un enfoque social, sin desvincularnos del enfoque individual ya que en la
mayoría de estos valores presentan las dos vertientes, cosa que es lógica ya que el hombre como
persona y como ser es un ente tanto individual como social. Estas dos vertientes se dan en el
hombre como las dos caras de una misma moneda, de tal forma que una sin la otra no existirían. No
pretendemos hacer un estudio profundo y minucioso sobre estos valores, simplemente presentar una
aproximación conceptual a cada uno de ellos y su aporte a los derechos humanos como una base
sobre la que se han de apoyar los derechos humanos.

Respeto y tolerancia
Son dos valores muy importantes que van unidos y necesarios para el fundamento de los derechos
humanos. El respeto es la consideración, atención, deferencia o miramiento que se debe a una
persona. Es el sentimiento que lleva a reconocer los derechos y la dignidad del otro. Este valor se
fundamenta en la dignidad de la persona dignidad de igual a igual compartida con todos. Cuando
hablamos del respeto como valor lo hemos de hacer en tres dimensiones, por un lado la individual o
respeto a uno mismo, el respeto a los demás y el respeto a lo que nos rodea. El respeto sobre una
mismo se basa en el respeto que se profesa al otro como persona ya que nuestra dignidad como
persona se sitúa entre el respeto a uno mismo y el respeto a los demás. Por su parte el respeto a los
demás es la base para una auténtica convivencia pacífica y el respeto a lo que nos rodea pasa por
valorar nuestro entorno, plantas, naturaleza, animales, etc. (Carrera y otros, 2006:199).

Esta vinculación entre los dos valores la podemos apreciar también a la hora de definir lo que es

La tolerancia según la Real Academia Española la tolerancia es el "Respeto y consideración hacia


las opiniones y prácticas de los demás, aunque discrepen de las nuestras. En ocasiones se puede
pensar en la tolerancia como sinónimo de indiferencia, permisividad indiferente o pasividad, pero
todo lo contrario, de la definición expuesta se denota una disposición decidida a prestar atención
activa con nuestro pensamiento o acciones a las diferentes opiniones, creencias, valores y conductas
concretas que difieren de las nuestras desde la consideración que aquellos puedan tener una parte de
verdad o que las nuestras no contienen toda la verdad, así podemos decir que la tolerancia se opone
al autoritarismo y dogmatismo.

La tolerancia, es un valor que nace de una educación para la convivencia proclamando el derecho a
una libertad de conciencia para el hombre como requisito ineludible para un desarrollo personal y
social, necesario para vivir en una sociedad plural como la actual donde debe primar el consenso, el
dialogo y la colaboración.
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La tolerancia debe ser un paso a la práctica de las virtudes sociales, (relaciones familiares,
camaradería, cooperación, transigencia, etc.) que haga del hombre un ciudadano y una persona más
aptos para una vida bañada de halos de libertad y respeto entre los hombres. La difícil tarea de
convivir es un reto cada vez más exigente en una civilización como la nuestra caracterizada por la
complejidad y la conflictividad de las relaciones sociales, una sociedad que cada vez es más
tecnificada e institucionalizada, y donde las relaciones son cada vez más despersonalizadas y las
comunicaciones personales en cuanto a vínculo social peligran, es necesario una educación social
con una opción moral donde reine la tolerancia. (Albert Gómez en López Barajas, coord., 1996:131)

La tolerancia entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a
admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia o como una actitud de
aceptación del legítimo pluralismo, es sin duda un valor de enorme importancia (Aguilo, 1995),
pero la tolerancia tiene su justa medida, puesto que promover la tolerancia no es tolerarlo todo,
porque todo no se puede permitir. Imaginar un colectivo humano en el que todo debiese ser
tolerado, sería un caos completo.

La tolerancia ha de tener unos límites porque sino se destruiría a ella misma, el problema está en
cuales deben ser los criterios que nos marquen la diferencia entre lo tolerable y lo intolerable.
Camps, 1994 afirma que esos criterios se encuentran en los valores universales y en los derechos
humanos proclamados universalmente (respeto a la dignidad, respeto a la vida, etc.) la violación de
esos valores y derechos humanos serían los criterios en los que basarse.

Desde otro punto de vista y si considerásemos la tolerancia como un continuo bipolar, tendríamos
dos límites uno la intolerancia y el otro la indiferencia.

Se pueden dar distintas razones para la intolerancia entre otras podemos destacar las producidas por
las diferencias entre las personas, diferencias de creencias y opiniones, económico sociales, y
físicas.

Hoy en el siglo XXI y en los países desarrollados nadie se atreve a justificar una discriminación por
ninguna de las diferencias anotadas anteriormente, porque sabemos que todos los seres humanos
somos iguales, pero también es verdad que sabemos disimularlo. Sabemos de sobra que no hay
razones objetivas para excluir a nadie de la categoría de ser humano, pero las exclusiones están ahí
y hay cínicas justificaciones para ellas." No rechazamos al otro, simplemente pretendemos
preservar puro y limpio lo que es nuestro" o rechazamos al otro porque "la presencia u opiniones de
otros afectan desfavorablemente las formas de vida o las costumbres de aspectos importantes".En
definitiva aún a sabiendo que no es lícita, en nuestra sociedad se da bastante la intolerancia
(Camps, 1994).
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Por otro lado hablábamos de la indiferencia. Si predicamos que hay que tolerar cualquier opinión o
forma de vida, podríamos pensar e incluso llegar a caer en un relativismo a ultranza, y hace uso de
lo que MILL, llama tolerancia negativa, instalándose en la ausencia de principios, ideas y opiniones
por comodidad. Es fácil abandonarse al relativismo cultural que se niega a juzgar nada porque
cualquier punto de vista es igualmente válido. Esta postura produce una parálisis de entendimiento
que acaba con la idea y con la voluntad de discernimiento que se considera como una característica
de la inteligencia humana.

Ser tolerante no implica la abdicación de lo que uno cree o piensa, sino que cuenta con la validez
relativa de las propias creencias pero defendiéndolas sin titubeos, esto es lo que distingue al hombre
civilizado del bárbaro. (Isaiah Berlin en Camps 1994:99).

La tolerancia supone una serie de valores en los que se apoya como pueden ser la apertura al otro
con una actitud de apertura y escucha. El sentido de la generosidad o de estima y respeto por las
ideas y actitudes de los demás. El encuentro con el otro sustentado en la veracidad, la fidelidad, la
paciencia y la tenacidad, y la disponibilidad de asumir las ideas y los valores ajenos. (Medina Rubio
en López Barajas y Ruiz Corbella, 2000:38).

Podemos concluir diciendo que la tolerancia es sin duda, un valor indiscutible de la democracia. El
principio que proclama la igualdad de todos los hombres tiene como una de sus barreras el rechazo
y la intolerancia hacia los que nos incomodan. Esa intolerancia nace del prejuicio o de la convicción
de que sólo las propias ideas son válidas. Pese a que vivimos en unos tiempos de exaltación de las
diferencias, estas, en la práctica se toleran mal. La diferencia es buena cuando es la propia, pero
deja de serlo cuando es la del otro. La tolerancia es el respeto a esa diferencia, diferencia de
opiniones, de creencias, de ideologías, culturales, físicas, fisiológicas. Es la comprensión que
merece la libertad de los demás, es renunciar a imponer los criterios personales a los demás y
aceptar a estos.

Justicia
Todos los valores que hemos estudiado anteriormente como base de los derechos humanos, y sobre
todo los se origen social, se centran en la justicia, en cuanto a virtud general que dirige y pone en
ejercicio todas las demás virtudes ya que la justicia incluye de alguna manera, como ingredientes
esenciales, a todos los valores anteriormente citados. La justicia es el eje central significa libertad, e
igualdad pero también tolerancia, paz reconocimiento de la dignidad. Promueve la felicidad tanto
individual como la colectiva.

Se puede definir la justicia como “Actitud moral o voluntad decidida a dar a cada uno lo suyo”. Es
un valor que supone siempre, al menos, otra persona a quien debe respetarse. Es la virtud de la
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equidad, la medida, la igualdad, el orden. Conocer este valor es fundamental porque es la base, tal y
como hemos dicho de otros valores, sin justicia es falsa la actitud de paz, cooperación, tolerancia
etc. Se necesita la justicia para soportar el resto de los valores y su vinculación con los derechos
humanos.

Los tres principios básicos de la justicia son: (Rawls 988:16)

 Libertad igual para todos. La justicia subraya como responsabilidad suya exigir una
igualdad para todos

 Igualdad de oportunidades para todos. Todos deben tener las mismas posibilidades sin
ningún tipo de distinción

 Reconocimiento del principio de identidad o de la diferencia personal con el fin de


favorecer a quien más lo necesita. Cada persona necesita unas determinadas posibilidades
para realizar su proyecto personal y ser justo significa que cada uno tenga lo que necesite
para ello.

Solidaridad
Supone la vinculación de varias personas por unos mismos valores que se comprometen y sacrifican
activamente, en común, cuando esos valores están amenazados. Consiste en un sentimiento y
actitud participativos compensadores de las insuficiencias de la justicia, que se concretan en la
disposición a compartir la corresponsabilidad en las necesidades ajenas. (Medina Rubio en López
Barajas y Ruiz Corbella, 2000:39).

La solidaridad es el sentimiento de comunidad que complementa a la justicia, hace ciudadanos a los


individuos, estos no pierden su individualidad sino que asumen sus deberes ciudadanos. Desde este
punto de vista social la solidaridad se refiere al sentimiento de unidad basado en metas o intereses
comunes. Asimismo, se refiere a los lazos sociales que unen a los miembros de una sociedad entre
sí.

Durkeim señala dos tipos de solidaridad por un lado la que llama orgánica y por otro la mecánica.
Afirma que la fuerte especialización de cada individuo origina una gran interdependencia, base de
la cohesión y solidaridad grupal, de las personas con su sociedad. A esta clase la llama "solidaridad
orgánica". Así, cada miembro posee una parte de los conocimientos generales y sus recursos, por lo
que todos dependen de todos. Este tipo de solidaridad se suele presentar en las sociedades
desarrolladas.

Emerge a raíz de la diferenciación de funciones y de la división del trabajo. En la medida en que los
individuos especializan sus funciones requieren de otros individuos para sobrevivir. Por ejemplo, la

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familia. La familia primitiva era autosuficiente. La familia moderna requiere de otros, es decir, es
dependiente del resto de los individuos de la sociedad. En las formas de solidaridad orgánica los
individuos se desmarcan del grupo, formando una esfera propia de acción, pero al mismo tiempo la
división del trabajo y la separación de funciones es la fuente o condición de equilibrio social.

Por otro lado una sociedad regida por la "solidaridad mecánica" se caracteriza por una total
competencia de cada individuo en la mayoría de los trabajos, surgiendo una mínima diferenciación
debida a la edad y sexo. Cada individuo posee los recursos de su sociedad, tanto económicos como
intelectuales, por lo que la sociedad no está especializada; en ella todos saben lo que tienen que
hacer para sobrevivir. Este tipo de sociedad se da en los países no desarrollados y permite la
subsistencia de grupos menores y alejados del resto de pueblos.
(htt://es.wikipedia.org/wiki/Solidaridad).

Coraje cívico
Se entiende como la tenacidad, fortaleza de ánimo en la fidelidad a las propias convicciones, es el
valor o virtud moral necesarios para actuar en consonancia con la perspectiva obtenida en el ámbito
de las ideas o del pensamiento. Es pues la fortaleza necesaria para que exista coherencia entre lo
que se piensa se manifiesta y se hace.

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