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CAPÍTULO V

RELACIONES OBJETALES y ESTRUCTURA


DINÁMICA 1
(1946)

EL PROPÓSITO de la contribución presente es dar una expOSlClOn general


del punto de vista especial que he adoptado ahora, y que fue desarrollado
en una serie de artículos publicados duranLe el curso de la guerra de
1939-45. Estos artículos no representan tanto la elaboración de un punto
de vista definitivamente establecido, como el desarrollo progresivo de
una línea de pensamiento. Sin embargo, el principio primero del que de-
rivan todas mis ideas especiales puede ser formulado en la proposición
general de que la libido no es primariamente búsqueda de placer. sino
búsqueda de objetos. El material clínico en que se basa esta proposición
puede resumirse en la protesta de una paciente. que fue más o menos
así: "Usted está siempre hablando de que yo quiero tener satisfecho tal
o cual deseo, pero lo que yo realmente quiero es un padre". Fue la re-
flexión sobre las implicaciones de fenómenos como éste lo que constituyó
el verdadero punto de partida de mi presente línea de pensamiento. Su-
pongo que hay actualmente muy pocos analistas que no se sentirían indig-
nados si se los criticara sobre la base de que minimizan en la práctica la
importancia de las relaciones objetales. Pero no es fácil encontrar un
analista cuyo reconocimiento de la importancia de las relaciones ob jetales
haya influido en su adhesión al principio teórico en que se basa la teoría
clásica de la libido, o sea que la libido es primariamente búsqueda de
placer. Por supuesto, al lector se le ocurrirá inmediatamente que lo que se
quiere decir por "buscar placer" en la teoría clásica es realmente "alivio
de tensión libidinosa", pero lo que me propongo decir es que tal tensión
es intrínsecamente la tensión de las necesidades de búsqueda de objetos.
La afirmación de que la búsqueda de placer es inherente al estado de
tensión mismo me parece un argumento basado en el principio de que
post hoc necesariamente significa propter hoc. Al mismo tiempo, se puede
ver que esta afirmación se reduce al mero enunciado de que la tensión

1 Leído ante la Sociedad Psicoanalítica Británica el 5 de junio de 1916. y publi-


cado después en The l nternational [ournal of Psycho-Analv sis, Vol. XXVII, I'b. ] Y 2.
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140 W. RONALD D. FAIRBAIRN

es la tensión, ya que la tensión naturalmente busca descarga, y la descarga


naturalmente trae alivio, y este enunciado dej a completamente sin respues-
ta a la cuestión de la naturaleza de las fuerzas bajo tensión, y la dirección
o fin de estas fuerzas. También deja sin explicar la cuestión de hasta
dónde el alivio de la tensión por sí misma implica la realización del fin
libidinoso. Freud habló, por supuesto, de fines libidinosos y los definió
en función de zonaserógenas, como fines orales, fines anales, etc. Pero lo
que describió de este modo, no son realmente fines; sino formas de tratar
con los objetos; y las zonas en cuestión deben considerarse adecuadamente,
no como dictadores de los fines, sino como sirvientes de los fines-órganos
corporales que sirven como canales por los que pueden realizarse los fines
personales. El verdadero fin libidinoso es establecer relaciones satisfacto-
rias con objetos; y de acuerdo con esto, es el objeto lo que constituye la
verdadera meta libidinosa. Al mismo tiempo, la forma que asume el acer-
camiento libidinoso está determinada por la naturaleza del objeto. Por lo
tanto, eS debido a la naturaleza del pecho que la tendencia incorporativa
innata en el bebé asume la forma de succionar con la boca. Por supuesto,
hablando estrictamente, el pecho de la madre y la dotación oral instintiva
del bebé han evolucionado en adaptación mutua; pero este hecho en sí
mismo implica que los fines libidinosos están intrínsecamente ligados a las
relaciones objetales. En verdad, algunas de las actividades a las que han
sido atribuidos los así llamados fines lihidinosos son actividades que yo
dudaría en describir como primariamente libidinosas; por ejemplo, las
actividades anales y urinarias; porque el fin inherente a estas actividades,
en común con el de vomitar, no es establecer una relación objetal, sino
rechazar objetos que, desde el punto de vista del organismo, constituyen
cuerpos extraños. Por supuesto que esto no impide que esas actividades
constituyan una fuente de placer, ya que el placer no tiene ninguna cone-
xión especial con la libido, sino que es un acompañante natural del alivio
de tensión, con independencia de la naturaleza de las fuerzas cuya tensión
es aliviada. La concepción de zonas erógenas suscita otras consideraciones
críticas, y a algunas de ellas debo referirme ahora 2.
El concepto de zonas erógenas está basado en una concepción ato-
mista y molecular del organismo: la concepción de que el organismo es
inicialmente un conglomerado de entidades separadas, que sólo pueden
llegar a relacionarse e integrarse como resultado de un proceso de des-
arrollo. Dentro de la esfera funcional, un atomismo correspondiente ha
originado la tendencia a describir procesos dinámicos en términos de im-
pulsos e instintos aislados. Ha llevado a la práctica común de hipostasiar
la "libido" dotándola con el artículo definido y describiéndola como "la
libido". Me parece que suhyace un atomismo similar a la "Teoría del
proceso" de Marjorie Brierley 3, como también a la epistemología adopta-
2 Véanse los tres artículos anteriores en este mismo volumen.
3 Marjorie Brierley, "Notes on Metapsychology as Procesa Theory", The lnter-
national [ournal 01 Psycho;Analysis, Vol. XXVI, Pts. 1 y 2 (1945).
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD

da por Adrian Stephen 4- en su "Nota sobre la ambivalencia", donde eligió


mis ideas como texto para una consideración crítica de la concepción de
"objetos buenos y malos". Este atomismo me parece un legado del pasado
bastante ajeno a las concepciones biológicas modernas, en las que se
considera que el organismo funciona como un todo desde el principio.
Cuando el organismo está funcionando normalmente, es sólo desde el arti-
ficial punto de vista del análisis científico que puede ser considerado como
constituido por partes que funcionan separadamente, y en casos en que las
partes realmente están funcionando separadamente, esto sólo sucede como
resultado de un proceso patológico. Igualmente es imposible lograr una
concepción adecuada de la naturaleza de un organismo individual si se lo
considera aparte de sus relaciones con sus objetos naturales: ya que es
sólo en sus relaciones con estos objetos que se manifiesta su verdadera
naturaleza. Fue el descuido de este factor lo que vició los experimentos de
los conductistas sobre niños aislados en habitaciones de cristal; ya que un
niño, aislado de su madre y en una habitación de cristal, ha dej ado de ser
un niño humano que funciona normalmente. desde el momento en que está
privado de su objeto natural. Muchos experimentos pavlovianos parecen
haber estado viciados en forma similar.
En segundo lugar. la concepción de zonas erógenas no hace justicia
a la capacidad del individuo para pasarse sin la satisfacción placentera.
Según las teorías clásicas esta capacidad debe ser atribuida a) a la re-
presión, o b) a la sustitución del principio de placer por el principio de
realidad. En lo que respecta a la represión. por supuesto que no puede
haber dudas de la influencia de esta técnica para capacitar al individuo
a pasarse sin el placer, y en realidad para promover el renunciamiento
al placer. Por otra parte, desde el punto de vista de la psicología de la
relación objetal, la búsqueda explicita de placer representa una deteriora-
ción de la conducta. Hablo aqui de una "deterioración" antes que de una
"regresión" de la conducta. porque si la búsqueda de objeto es primaria,
la búsqueda de placer difícilmente puede considerarse como regresiva; y
se la describe más adecuadamente como participando del carácter de dete-
rioración. La búsqueda explícita de placer tiene su fin esencial en aliviar
la tensión de la necesidad libidinosa por el mero hecho de aliviar esta
tensión. Este proceso, naturalmente, sucede con bastante frecuencia, pero
como la necesidad libidinosa es necesidad de objeto, el simple alivio de la
tensión implica alguna falla en las relaciones objelales. El hecho es que
el simple alivio de tensión es realmente un proceso de válvula de seguri-
dad. No es pues un medio de lograr fines libidinosos, sino un medio de
mitigar el fracaso de estos fines.
Como ya fue mencionado, la capacidad de pasarse sin satisfacción
placentera puede deberse, según la teoría clásica. no sólo a la represión,

4 Adrian Stephen, "A Note un Ambivalcncc", The l ntern ationul l ourn al o]


Psycho-Analvsis, Vol. XXVJ, Pts. 1 y 2 (945).
142 W. RONALD D. FAffiBAIRN

sino también a la sustitución del' principio de placer por el principio de


realidad. Sin embargo, si la libido es primariamente buscadora de obje-
tos, se sigue que la conducta debe estar orientada hacia la realidad externa,
y así determinada desde el comienzo por el principio de realidad. Si esto
no es evidente en el caso del bebé humano, se debe en gran parte a que
en el hombre, en contraste con los animales, las pautas de conducta
instintiva no son rígidas, sino que sólo están trazadas en un esquema
amplio. Así, los impulsos instintivos del hombre pueden asumir la forma
de tendencias generales; y éstas sólo adquieren una pauta más rígida y
diferenciada como resultado de la experiencia. Lo que al niño le falta
sobre todo es experiencia de la realidad, y es esto, más que cualquier
falta de orientación hacia la realidad, lo que da al observador adulto la
impresión de que la conducta del niño está primariamente determinada por
el principio de placer. Debe reconocerse, por supuesto, que la inexperiencia
del niño se acompaña de una tendencia a ser más emotivo e impulsivo, o
sea menos controlado que el adulto; y esto, combinado con el monto de
frustración con que tropieza, lo lleva a estar más predispuesto que el adulo
to a recurrir a la conducta de alivio de tensión. Pero en mi opinión, es
erróneo sacar la eonclusión de que su conducta está determinada prima.
riamente por el principio de placer, que debe ser luego reemplazado por
el principio de realidad. No puede trazarse esa distinción entre principios
de conducta para el caso de animales, cuya conducta instintiva sigue pautas
rígidas relativamente independientes de la experiencia, y para los que la
búsqueda de objetos representa entonces poca dificultad. El niño humano
husca sus objetos con no menos insistencia que el animal, pero en su caso
el camino hacia el objeto sólo está bosquejado a grandes rasgos, y por lo
tanto puede perderse. En este punto, el ejemplo de la polilla que busca
la llama, se puene citar como caso crítico. Puede parecer a primera vista
un caso desafortunado para citar, ya que puede decirse que, al buscar la
llama, la polilla revela una falta notable de sentido de realidad. Por otra
parte, difícilmente puede decirse que la polilla es conducida hacia la llama
por el placer. Por el contrario, su conducta es esencialmente buscadora de
objeto. Así, no está movilizada por el principio de placer, sino por un
sentido de realidad seriamente limitado, ya que no puede diferenciar entre
una fuente de luz y otra. El hecho es que el principio de realidad es
esencialmente una cuestión de grado. Es característico que el sentido de
realidad del niño sea de grado bajo comparado con el del adulto, pero no
por eso el niño dej a de movilizarse por el sentido de realidad desde el prin-
cipio, incluso aunque esté demasiado predispuesto, ante la frustración, a
desviarse hacia el alivio de tensión.
Surge otra reflexión con respecto a la concepción de las zonas eró-
genas y a la concepción asociada, de que la libido es primariamente bús-
queda de placer. Y es que estas concepciones hacen escasa justicia a la
especificidad de la búsqueda instintiva de objetos, que se observa mejor en
los animales, pero que en ningún sentido está comprometida, aunque puede
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estar oscurecida, en la adaptabilidad humana. Los hábitos de construc-


ción del nido entre los páj aros pueden citarse en relación con esto. Los
objetos que los pájaros colectan como material para sus nidos son nota-
blemente específicos. Así una especie puede recolectar maderas, palitos;
otra paja y otra barro. En forma similar, los nidos terminados tienen una
estructura característica en el caso de cada especie. Y aquí debe recordarse
que un nido no deja de ser un objeto para un pájaro, así como una casa
no deja de ser un objeto para un hombre, porque sea un objeto que hay
que construir. Es un objeto buscado, incluso si para encontrarlo, tiene
primero que hacerlo. Por supuesto, las casas de los hombres despliegan
mucha mayor libertad de diseño y mucha mayor diversidad de material
que los nidos de cualquier especie de animales. Sin embargo, una casa e"
siempre una casa; y la variedad de casas humanas debe ser interpretada
como un signo de la adaptabilidad, que es la contraparte de la ausencia
de pautas rígidas en la dotación instintiva del hombre. La adaptabilidad
implica, naturalmente, la capacidad de aprender con la experiencia, esto
es, de mejorar el sentido de realidad inherente, en el interés de la búsque-
da de objetos. También pone a disposición de la búsqueda de objetos con-
siderable libertad de técnicas. Estas ventajas tienen sus peligros inevita-
bles. ya que implican un riesgo mayor de desviaciones de la normalidad;
pero no debe permitirse que esto oscurezca el principio de búsqueda de
objetos. En este morm-uto recuerdo a un hombre de cuya atención médica
fui responsable. y cuyos miembros estaban completamente paralizados a
consecuencia de una fractura de la espina cervical. Este hombre era un
asiduo lector cuyo acceso al mundo de la literatura dependía de la técnica
de volver las páginas del libro con la lengua. Esta conducta de su parte,
por supuesto, no se presta a ser explicada en función de una intensa
fijación oral o de la abrumadora predominancia de componentes orales
en su carácter. Usaba su boca para volver las páginas porque este órgano
era el único vehículo orgánico de que disponía para este propósito. Por un
principio en cierto modo similar. el niño usa su boca para buscar el pecho,
porque es el único órgano de que dispone para lograr este propósito. Está,
por supuesto, más dispuesto a hacer esto porque como resultado de un
largo proceso evolutivo su boca ha quedado especialmente adaptada para
servir a este mismo propósito a instancias de fines de búsqueda de ob-
jetos. Pari passu, por medio del mismo proceso evolutivo, el uso de su
boca para los propósitos de búsqueda del pecho ha quedado estahlecido
como una pauta dentro de su dotación instintiva. Pero, si a causa de esto
debe ser descrito como oral. debe reconocerse que es sólo oral porque está
buscando el pecho. y no uiceuersa, I.a situación general parecería entonces
ser que para la realización de sus fines libidinosos, esto es, para el estable-
cimiento de la deseada relación con sus objetos. el individuo emplea órgano5
corporales cuya elección está determinada por los siguientes principios, pUl'
orden de prioridad: (l) que el órgano sea apropiado al fin. \ prefer ihlemr-nte
uno que haya sido especialmente adaptado para la consecución del fin en el
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curso del proceso evolutivo; b) que el órgano esté disponible (y cuando


digo "disponible", quiero decir, por supuesto) "tanto psicológica como bio-
lógicamente disponible"; c) que el órgano haya recibido la sanción de la
experiencia, y no menos si esa experiencia ha sido traumática. La forma
general de funcionamiento de estos principios puede ser ilustrado como
sigue: en lo que respecta al adulto, el órgano de elección para una relación
sexual con el objeto es el órgano genital; y normalmente el órgano genital
proporcionará la principal vía libidinosa en la relación. Pero, si por razones
psicológicas el órgano genital no está disponible, la libido tenderá a dirigirse
hacia otra vía o vías disponibles. Puede ser desviada, por ejemplo, a la boca,
que fue en la infancia el órgano de elección, y que recibió entonces la
sanción de la experiencia. O puede ser desviada al ano, que, aunque nunca
fue una vía de la elección, puede, sin embargo, haber recibido la sanción
de la experiencia en la infancia; quizás en forma traumática, como resul-
tado de la administración de enemas. Aquí puede quizá señalarse que, así
como la libido puede desviarse del genital a la boca en el adulto, así en
la infancia puede desviarse prematuramente de la boca al genital, si la
disponibilidad de la boca está comprometida por situaciones de frustra-
ción. Esta desviación particular se asocia con la masturbación infantil:
y parecería un rasgo importante de la psicopatología histérica.
, He tratado ahora de dar cierta explicación del motivo de mi insatis-
facción ante ciertos rasgos de la teoría clásica de la libido. He tratado
también de dar algunas indicaciones del sentido en que creo que la teoría
necesita ser modificada. El cambio principal por el que abogo es la adop-
ción del principio de que la libido es primariamente buscadora de obje-
tos; y todos los otros cambios se siguen directamente de éste. Se compren-
derá fácilmente que estos diversos cambios implican un punto de vista in-
compatible con la teoría de Abraham sobre el desarrollo libidinoso, basada
como está en la concepción de zonas erógenas, No me propongo en esta
ocasión entrar en una crítica detallada del esquema de Abraham, tal como
apareció en mi artículo: "Revisión de la Psicopatología de las Psicosis y
Psiconeurosis"; pero es evidente que si hay algo equivocado en la concep-
ción de zonas erógenas, habrá también algo equivocado en un esquema del
desarrollo basado en esta concepción. Esto no quiere decir que Abraham
fuera indiferente a la importancia de las relaciones objetales; pues el
reconocimiento de su importancia es evidente en sus escritos. Pero, en mi
opinión, cometió el error general de conferir el status de fases libidinosas
a lo que son realmente técnicas empleadas por el individuo en sus relacio-
nes objetales; y esto se debió principalmente a su aceptación sin crítica
-de la concepción de zonas erógenas. Aquí debe recordarse que, aunque
estaba lejos de ser indiferente a la importancia de las relaciones objetales,
sufrió una gran desventaja; porque había formulado su teoría antes de que,
gracias a la obra de Melanie Klein, se despertara la atención por la supre·
ma importancia de los objetos internalizados. A la luz de la obra de
Melanie Klein y de los desarrollos que la siguieron, es imposible hacer
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justicia a las relaciones objetales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con obj etos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa.
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis-
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu-
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co-
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue-
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
llegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el obj eto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estad io en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el objeto biológico adecuado. A tra-
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela-
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente con la madre, y madurando hacia un sistema muy corn-
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela-
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente, desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi-
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
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diversos estadios. Además, su importancia es tal que reclama cierto reco-


nocimiento en la nomenclatura. En el primer estadio, la actitud del niño
hacia el pecho admite ser descrita como oral, pero es sólo oral
es incorporativa y el órgano de incorporación es la boca. El rasgo sobre-
saliente de la relación personal del niño con su madre es, sin embargo, la
extrema dependencia; y esta dependencia se refleja en U11 proceso patológico
de identifícación primaria ií por la cual al separarse de sus objetos se con-
vierte para el niño en la mayor fuente de angustia (al igual que, en mi
experiencia en psiquiatría de guerra, resultó ser la mayor fuente de angus-
tia para el soldado neurótico). A la luz de estas diversas consideraciones,
parece muy adecuado describir el primer estadio como uno de Dependen-
cia Infantil, sin prejuicio para con el hecho de que esta dependencia se
manifiesta principalmente en una actitud de incorporación oral para con
el objeto, y en una actitud de identificación emocional primaria con éL
En contraste, el estadio final parece mejor descrito como un estadio de
Dependencia Madura: "dependencia madura" más que "independencia"
ya que la capacidad de relación necesariamente implica dependencia de
cierto tipo. Lo que distingue a la dependencia madura de la dependencia
infantil es que no está caracterizada ni por una actitud unilateral de
incorporación ni por una actitud de identificación emocional primaria. Por
el contrario, se caracteriza por la capacidad por parte del individuo dife-
renciado, de relaciones cooperativas con objetos diferenciados. En lo que
respecta al objeto biológico adecuado, la relación es, por supuesto, genital;
pero es una relación que involucra equivalencia en el dar y recibir entre
dos individuos diferenciados que son mutuamente dependientes, y entre los
cuales no hay disparidad de dependencia. Además, la relación está earac-
terizada por ausencia de identificación primaria y ausencia de incorpora-
ción. Por lo menos, éste es el cuadro ideal, pero por supuesto nunca se
realiza completamente en la práctica, ya que no hay nadie cuyo desarrollo
libidinoso prosiga sin un tropiezo. El estadio intermedio ya ha sido
descrito como de Transición, y parece mejor denominarlo así, ya que es
un estadio de vicisitudes, que surgen de las dificultades y conflictos de
la transición. Por consiguiente, como podría esperarse, no es sólo carac-
terísticamente el estadio del conflicto, sino también característicamente el
estadio de las técnicas defensivas. Entre estas técnicas, sobresalen del resto
cuatro técnicas clásicas :la paranoide, la obsesiva, la histérica y la fóbica.
Pero, tal como yo lo veo, estas cuatro técnicas no corresponden a ninguna
fase libidinosa reconocible, sino. que son cuatro métodos alternativos de

5 Empleo aquí el término "identificación primaria" para significar la catexia


de un objeto que no ha sido aún diferenciado (o sólo ha sido diferenciado en parte)
de él mismo, por el sujeto del que parte la catexia. Este proceso difiere, por su-
puesto, del proceso comúnmente descrito como "identificación", o sea una tendencia
emocionalmente determinada a tratar un objeto diferenciado (o en parte diferenciado)
como si no fuera diferenciado, cuando está catectizado. El último proceso debe des-
cribirse adecuadamente como "identificación secundaria".
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 145

justicia a las relaciones obj etales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con objetos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa-
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis-
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu-
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más dir iaido hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co-
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue-
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
IJegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el objeto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estadio en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el obj eto biológico adecuado. A tra-
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela-
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente eon la madre, y madurando hacia un sistema muy com-
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela-
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente. desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi-
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
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tratar de enfrentarse con las dificultades del estadio de transición. En


este punto es necesario que recordemos la importancia de la parte que
juega la actitud incorporativa en el estadio a partir del que se intenta
hacer una transición. Esta actitud incorporativa se manifiesta, no sólo en
la ingestión de leche, sino también en la internalización psicológica de
objetos externos diferenciados, sino también llegar a un acuerdo con los ob-
jetos que ya han sido internalizados. La situación se complica por el
hecho de que la tarea del estadio de transición incluye también el renuncia-
miento a las relaciones establecidas durante el primer estadio. Se complica
aun más por el previo establecimiento de la ambivalencia V la disociación del
objeto, en objeto bueno y malo. Consecuentemente, los intentos de desem-
barazarse de objetos se "tornan un rasgo marcado del estadio de transición,
y esto se aplica no sólo a los objetos externos, sino también a los internos.
y es por esta razón, y no a causa de la emergencia de ningún estadio anal
innato, que las técnicas basadas en Jos expulsivos,
llegan a ser tan libremente empleadas, especIalmente durante la pnmera fase
del período de transición. cuando el intento de desembarazarse de objetos
tempranos juega naturalmente un papel preeminente en la fase posterior.
Pero lo que debe subrayarse es que las diversas técnicas que forman la base
de desarrollos psicopatológicos durante el estadio de transición, representan
métodos variados y alternativos de tratar con los objetos iaternalizados ; mé-
todos, en realidad, de tratar de desembarazarse de objetos tempranos, que
han sido internalizados, sin perderlos.

Es imposible en la presente ocasIOn examinar los rasgos característi-


cos de las diversas técnicas transicionales, y por consiguiente debo con-
tentarme con la mera afirmación de que es en sus variados modos de
tratar con los objetos internos donde yace su diferencia esencial. Tampoco
es posible examinar en extensión los procesos que forman la base de los
desarrollos psicopatológicos durante el estadio de dependencia infantil.
Debe bastar que llame la atención sobre la suprema importancia que
atribuyo a los primeros desarrollos que tienen lugar durante este primer
estadio y que, en mi opinión, incluyen la siguiente serie de procesos:
1. La disociación del objeto malo internalizado en a) un objeto
excitante y b) repelente.
2. La represión de ambos objetos por el yo.
3. La disociación y represión de partes del yo que permanecen
apegadas a los objetos reprimidos y que, por así decirlo, lo siguen en la
represión, y que yo describo, respectivamente, como el yo libidinoso y el
saboteador interno.
4. Una situación resultante, que llamo la Situación Endopsíquica
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Básica y en la que encuentro un Yo Central que emplea la agreslOn en


el ej ercicio de la Represión Directa: a) sobre el Yo Libidinoso, apegado
a un Objeto Excitante, y b) sobre el Saboteador Interno, apegado a un
Objeto Repelente.
5. La operación de un proceso que describo como Represión In-
directa, y que consiste en el ejercicio de la agresión por parte del sabotea-
dor interno, alineado con el objeto repelente, contra el yo libidinoso,
alineado con el objeto excitante.

El rasgo sobresaliente de la situación endopsíquica básica, a la que


me he referido tan brevemente, es que está producida por medio de una di-
sociación del yo, y por consiguiente implica el establecimiento de una
Posición Esquizoide. Esta posición se establece en la primera parte del
primer estadio y antecede a la posición depresiva que ha sido tan ca-
balmente descrita por Melanie Klein, y que sólo puede surgir luego de
que el yo unitario original ha sido disociado y se ha establecido la
posición esquizoide. En este punto se hace necesario explicar lo que no
he encontrado oportunidad de explicar antes, que considero que el primer
estadio cae dentro de dos fases, la última de las cuales se diferencia' de
la primera por la emergencia de una tendencia a morder lado a lado
con la tendencia original de succionar. Esta diferenciación de fases corres-
ponde, por supuesto, a la diferenciación de Abraham en fases orales pri-
mera y segunda. Es sólo durante la última de estas dos fases que puede
surgir la posición depresiva, esto es, cuando el niño se vuelve capaz de
concebir situaciones que surgen de mordeduras destructivas tanto como
situaciones que surgen de succión incorporativa. Lo que me siento dis-
puesto a sostener, empero, es que la posición esquizoide, tal corno está
representada en la situación endopsíquica básica, forma la base última de
todo desarrollo psicopatológico que pueda tener lugar posteriormente. Ya
que es sólo después de que tal posición se ha establecido que puede haber
una diferenciación de estructuras endopsíquicas tal como la que Freud
trató de formular en términos del yo, el superyó, y el ello.
Se verá que la concepción de estructura endopsíquica a la que he
llegado, difiere considerablemente de la que formulara Freud. Difiere
llamativamente, por supuesto, en que está basada en última instancia en
la represión de objetos internalizados. Pero si la represión de esos objetos
no se tiene en cuenta, es evidente que hay una correspondencia general.
Así el yo central se corresponde con el "yo" de Freud, el yo libidinoso
con el "ello" de Freud, y el saboteador interno con el "supervó" de
Freud. Sin embargo, subyacente a esta correspondencia hay una pro-
funda diferencia de concepción, ya que las estructuras yoicas que yo
concibo (esto es, el yo central y los dos yos subsidiarios) son concebidas
todas como estructuras intrínsecamente dinámicas, resultantes de la diso-
ciación de una estructura yoica dinámica, original y única, presente en
el comienzo. En contraste, las tres partes del aparato mental, tal como
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 149

las describe Freud, no son todas estructuras intrínsecamente dinámicas.


Porque el "yo" se concibe como una estructura sin energía por derecho
propio, y el "ello" se concibe como una fuente de energía sin estructura.
En lo que respecta al "superyó", su conducta es decrita, por cierto, en
términos que implican que es una estructura dinámica; pero ya que se
considera a toda la energía de la psique como proveniendo en última ins-
tancia del "ello", se vuelve obvio que el "superyó", como el "ello", es
realmente una estructura sin energía que extrae su energía de una fuente
externa. Un rasgo más de la teoría de Freud sobre el aparato mental es
que el "yo" no es una estructura matriz indiferenciada del "ello", de
la que continúa extrayendo su energía en la forma de los así llamados
"impulsos". En contraste, según mi teoría, todas las estructuras yoicas
se conciben como intrínsecamente dinámicas, y el yo central representa la
porción central de una estructura yoica dinámica, original y unitaria,
de la que siguientemente llegan a disociarse los yos subsidiarios. Así,
en tanto que Freud considera el "yo" como un derivado del "ello" ines-
tructurado, yo considero al yo libidinoso (que corresponde al "ello")
como una porción disociada del yo dinámíco original. El "superyó" fue
considerado siempre por Freud, por supuesto, como en cierto sentido un
derivado del "yo", de modo que en este aspecto no difiere de su vis-a-vis
saboteador interno, excepto, naturalmente, en la medida en que su energía
es derivada. Sin embargo, Freud también describe al superyó como un
objeto internalizado, y en este aspecto juega un papel algo similar al que
éste juega lo que yo describo como el objeto repelente (al que está ape-
gado el saboteador interno). Al mismo tiempo, yo no considero el con-
cepto del "superyó" Como englobado por los conceptos de saboteador
interno y objeto repelente; y en realidad yo introduciría el término "su-
peryó" en mi esquema para designar un objeto internalizado que perma-
nece catectizado y aceptado como "bueno" por el yo central, cuando re-
chaza y reprime los objetos excitante y repelente.
He llamado la atención sobre los diversos puntos de diferencia, algu-
nos más generales y otros más particulares, en mi propia teoría de la
estructura endopsíquica y la teoría de Freud del aparato mental. Pero
la diferencia fundamental es la que deriva del hecho de que en tanto
que yo por supuesto, empleo el método psicoanalítico de Freud de enfo-
que de los fenómenos en cuestión, he llegado a adoptar principios cientí-
ficos subyacentes que difieren de los de él. Es la conjunción de esta
similitud de método con una diferencia en los principios subyacentes lo
que explica el hecho de que mis ideas correspondan y difieran al mismo
tiempo de las suyas. La situación real parecería ser entonces que mis ideas
consisten en gran parte en una reinterpretación de las ideas de Freud so-
bre la base de un conjunto diferente de principios científicos subyacentes.
Los puntos centrales de diferencia son dos:
1. Aunque el entero sistema de pensamiento de Freud se ocupaba
con las relaciones obj etales, él se adhería teóricamente al principio de
150 W. RüNALD D. FAIRBAIRN

que la libido está primariamente interesada en la búsqueda de placer.


esto es, en el alivio de su propia tensión. Esto significa que para él la
libido teóricamente no tiene dirección, aunque algunos de sus enunciados
implican indudablemente lo contrario. En contraste, yo me adhiero al
principio de que la libido es primariamente búsqueda de objeto y que la
tensión que pide ser aliviada es la tensión de las tendencias de búsqueda
de objeto. Esto quiere decir que para mí la libido tiene dirección.
2. Freud encaró los problemas psicológicos desde el punto de vista
a priori de que la energía psíquica es esencialmente distinta de la estruc-
tura psíquica. Por otra parte, yo he llegado a adoptar el principio de
la estructura dinámica, en función del cual tanto la estructura separada
de la energía como la energía separada de la estructura son conceptos sin
sentido.
De los dos puntos centrales de diferencia, el último es el más funda-
mental, ya que el primero parecería depender del último. Así la idea de
Freud de que la libido es primariamente búsqueda de placer se sigue
directamente de su separación entre energía y estructura, ya que cuando
se separa la energía de la estructura, el único cambio psíquico que puede
considerarse corno otra cosa que perturbador es el que busca el estable-
cimiento de un equilibrio de fuerzas, esto es, un cambio sin dirección.
Pero si concebimos la energía como inseparable de la estructura, los úni-
cos cambios inteligibles son los cambios en relaciones estructurales y en
relaciones entre estructuras, y tales cambios son intrínsecamente direccio-
nales. Reflexionando se vuelve obvio, por supuesto, que la separación de
Freud entre energía y estructura representa una limitación impuesta a su
pensamiento por la atmósfera científica general de su tiempo. Es un
rasgo curioso de los tiempos modernos que la atmósfera científica de un
período parece estar siempre dominada por las concepciones corrientes
de la física. Sea como fuere la atmósfera científica de los tiempos de
Freud, estaba en gran parte dominada por la concepción helrnholtziana
de que el universo consistía en un conglomerado de partículas inertes,
inmutables e indivisibles a las que se les era impartido movimiento por
una cantidad fija de energía separada de estas partículas. Sin embargo,
la moderna física atómica ha cambiado todo eso, y si la psicología no
ha logrado aún abrir la marcha para la física, quizá no sea demasiado
esperar que por lo menos la psicología trate de mantenerse al ritmo de la
física. En lo que respecta al psicoanálisis, uno de los desafortunados re-
.sultados de la separación entre energía y estructura es que, en sus aspec-
tos dinámicos, la teoría psicoanalítica ha estado indebidamente permeada
con concepciones de hipotéticos "impulsos" e "instintos" que bombardean
estructuras pasivas, como si estuviera en marcha una invasión aérea. Así,
por tomar un ejemplo al azar, encontramos que Marjoríe Bierley i op,
cit.) habla del "instinto como el estímulo de la actividad psíquica". Pero
desde el punto de vista de la estructura dinámica, el "instinto" no es el
estímulo de' la actividad psíquica, sino que él mismo consiste en una
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 151

actividad caracteristica por parte de una estructura psiquica. En forma


similar, el "impulso" no es, por así decirlo, un puntapié caído del cielo
a un yo sorprendido, y quizás algo dolorido, sino una estructura psiquica
en acción; una estructura psíquica que hace algo a algo o a alguien. En
realidad, desde el punto de vista de la estructura dinámica, los términos
"instinto" e "impulso", como tantos otros términos usados en psicología,
son engañosas hipótesis que sólo sirven para confundir el asunto. Aún
más engañosas son las formas plurales "instintos" e "impulsos". El hecho
es que esos términos sólo sirven a un propósito útil cuando se los emplea
en forma adjetivada, cuando hablamos de "una tendencia instintiva" o de
"conducta impulsiva"; ya que es sólo entonces cuando implican referen-
cia a una estructura psíquica por una parte, y a una relación objetal
por la otra.
He tratado ahora de dar cuenta de las más fundamentales entre
las diversas conclusiones teóricas a las que he llegado durante los años
de la guerra de 1939-45, en circunstancias en las que encontré una opor-
tunidad especial de considerar problemas clásicos con un nuevo enfoque.
El enfoque que llegué a adoptar, deliberadamente, fue el de una psicolo-
gía explícita de relaciones obj etales; aunque, considerándolo retrospecti-
vamente, puedo ver que en este punto de vista ya tenía precursores en
algunos de mis primeros artículos. Pero sucedió que los resultados obte-
nidos mediante este enfoque suscitaron cuestiones que requerían otro cam-
bio de enfoque, lo que llevó a la adopción explícita de una psicología de
estructura dinámica. Sólo puedo esperar que el informe precedente pro-
porcionará cierta indicación, no sólo de mis conclusiones principales, sino
también del proceso por el que se desarrolló una psicología de estructura
dinámica a partir de una psicología de relaciones objetales.
CAPÍTULO VI

ESTADIOS EN EL DESARROLLO DE UNA TEORÍA


DE RELACIONES OBJETALES DE LA PERSONALIDAD 1
(949)

EN MI PRIMERA INTRODUCCIÓN al estudio académico de la psicología en


1909, me intrigó inmediatamente la perspectiva de adquirir cierto insight
en los fundamentos de la conducta humana; pero no me llevó mucho
tiempo observar algunas omisiones llamativas en la explicación de la vida
mental. En especial, advertí una falta casi completa de referencia a dos
importantes grupos de problemas que, incluso en esa época, me parecía
difícil creer que cualquier explicación de la vida mental podría ignorar.
Me refiero a los fenómenos respectivos del sexo y la conciencia. En los
años siguientes descubrí en Freud un psicólogo que difícilmente podría
ser acusado de tan llamativas omisiones; y posteriormente fue hacia el
camino abierto por sus investigaciones que mi interés psicológico se diri-
gió predominantemente; y más aún porque el campo de la psicopatología,
en donde se llevaron a cabo sus investigaciones, había llegado en el entre-
tanto a ocupar mi atención especial. Pero había un rasgo importante de
las teorías de F reud que siempre me resultó muy difícil aceptar: su
hedonismo psicológico. Esto era, en parte por lo menos, porque en el curo
so de un aprendizaje filosófico, yo me había familiarizado con el dilema
que enfrentaba la teoría del hedonismo tal como fue originalmente pro-
pugnada por J ohn Stuart Mill, y había observado el inconsistente pero
inevitable proceso de transición del pensamiento del autor desde el prin-
cipio psicológico de búsqueda de placer al principio ético de "la mayor
felicidad para el mayor número". Fue, por supuesto, en consideración
a los hechos inexorables de la vida social que fue efectuada esta transi-
ción; y su necesidad revela la dificultad de dar cualquier explicación
satisfactoria de las relaciones objetales en función del principio de bús-
queda de placer. En el desarrollo del pensamiento de Freud puede obser-

1 Conferencia dada en el Duodécimo Congreso Internacional de Psicología en


Edimburgo el 26 de julio de 1948, y publicada después en The British Journal o/
Medical Psychology, Vol. XXII, Pts. 1 y 2.
153
154 W. RONALD D. FAIRBAIRN

varse una transición similar, una transición desde la teoría de la libido,


en la que la libido se concibe primariamente como búsqueda de placer, a
la teoría del superyó, que tiene el objeto de explicar cómo la búsqueda
de placer se subordina a un principio moral bajo la presión de relaciones
objetales. Aquí otra vez fue la inexorabilidad de los hechos de la vida
diaria lo que reveló lo inadecuado de la teoría de la búsqueda de placer;
y fue sólo después de su formulación de la teoría del superyó que Freud
fue capaz de embarcarse en un intento sistemático de explicar los fenó-
menos de la vida de grupo en Psicología de las Masas y Análisis del Yo.
En esta obra explicó la cohesión del grupo social en función de la lealtad
común a un líder, concebido como funcionando de representante externo
del superyó del individuo. El líder del grupo era, naturalmente, conce-
bido también como una figura paterna; y éste es un reflej o del hecho de
que Freud ya consideraba al superyó como un representante endopsíqui-
co de figuras paternas internalizadas durante la infancia a instancias de
una necesidad interna, para el control de la situación edípica. Se obser-
vará que la situación edípica misma implica la existencia de relaciones
objetales y la existencia de la familia como grupo social. Al mismo tiem-
po el superyó es obviamente un producto de las relaciones objetales del
niño tanto como un medio de controlarlas; y por supuesto es él mismo
un objeto interno. Debe notarse, además, que la teoría de Freud del yo
está ligada con su teoría del superyó como instigador de la represión: ya
que fue sobre el estudio del agente de la represión que se basó su teoría
del yo. Se ve entonces que el progreso del pensamiento de Freud lleva
desde su teoría original de que la conducta está determinada por la bús-
queda de placer, a una teoría de la personalidad concebida en función de
relaciones entre el yo y objetos tanto externos como internos. Según esta
última teoría, la naturaleza de la personalidad está determinada por la
internalización de un objeto externo, y la naturaleza de las relaciones gru-
pales está a su vez determinada por la externalización o proyección de un
obj eto interno. Entonces, en este desarrollo detectamos el germen de una
teoría de "relaciones objetales" de la personalidad; teoría basada sobre
la concepción de que existen relaciones objetales dentro de la personali-
dad, tanto como entre la personalidad y los objetos externos.
Este desarrollo fue impulsado un paso más allá por Melanie Klein,
cuyas investigaciones analíticas la llevaron a adjudicar importancia cada
vez mayor a la influencia de los objetos internos en el desarrollo de la
personalidad. En la teoría de Freud el único objeto interno que se reco-
nocía era el superyó; y el papel atribuido a esta estructura era el de un
padre interno ejerciendo la función de una conciencia. Melanie Klein,
por supuesto, acepta el concepto de superyó; pero también encara la
presencia de una multiplicidad de otros objetos introyectados: objetos
buenos y objetos malos, objetos benignos y objetos persecutorios, obje-
tos totales y objetos parciales. Considera la introyección de estos diversos
objetos como resultado de fantasías de incorporación oral, que aparecen
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA 15S

pnmera y característicamente durante la fase oral de la infancia. Esta


concepcion ha originado controversias en las que no entraré; pero, a
mi parecer, Melanie Klein nunca ha explicado satisfactoriamente cómo
las fantasías de incorporar objetos oralmente pueden dar lugar al esta-
blecimiento de objetos internos como estructuras endopsíquicas ; y, a me-
nos que éstos sean tales estructuras, no puede hablarse apropiadamente
de ellas como de objetos internos, ya que de otro modo seguirán siendo
meras ficciones de la fantasía. Sea como fuere, Melanie Klein continúa
atribuyendo la bondad y la maldad de los objetos internos a componentes
de las propias actividades orales del niño. Su bondad es relacionada con
un factor libidinoso y su maldad con un factor agresivo, en conformidad
con la teoría dualista de Freud del instinto. Al mismo tiempo, mientras
desarrolla y amplía la concepción de objetos internos, Melanie Klein des-
arrolla y amplía también la concepción de la introyección y la proyec-
ción, en forma tal que representa la vida mental del niño en función de
un interjuego constante entre la introyección de objetos externos y la
proyección de objetos internalizados. Así la forma que asume el des-
arrollo de la personalidad del niño se explica en gran parte en función
de relaciones obj etales.
En general, me parecía en un principio que las ideas de Melanie
Klein representaban un progreso importante en el desarrollo de la teoría
psicoanalítica de la personalidad. Pero a su debido tiempo se me ocurrió,
con convicción creciente, que en ciertos aspectos importantes no había
llegado a conducir a sus ideas a las conclusiones lógicas. Primero y prin-
cipalmente, continuaba adhiriéndose sin críticas a la teoría hedonística
de Freud de la libido. Esto me parecía una inconsistencia: ya que si la
introyección de objetos y la perpetuación de estos objetos en el mundo
interno son tan importantes como lo implican sus ideas, es difícil quedar
satisfechos con atribuir esto simplemente a la presencia de impulsos ora-
les en el niño o la compulsión de la búsqueda de placer libidinoso. Por
el contrario, parece apuntar inevitablemente a la conclusión de que la
libido no es primariamente búsqueda de placer, sino búsqueda de objeto.
Esta es una conclusión que registré en un artículo publicado en 1941 2, Y
a la que me he adherido desde entonces. Es una conclusión que involucra
una modificación de la concepción de Freud de zonas erógenas; una mo-
dificación al efecto de que estas zonas no pueden ser consideradas apro-
piadamente ellas mismas como fuentes de los fines de búsqueda de placer
en el interés de las cuales los objetos son utilizados más o menos acci-
dentalmente, sino que constituyen más bien canales adaptados para la
realización de fines libidinosos que tienen su fuente en el yo, y que están
dirigidos hacia el establecimiento de relaciones satisfactorias con objetos.
Una segunda concepción que Melanie Klein ha retenido - a mi en-
tender inconsistentemente- es la teoría de Abraham del desarrollo libidi-

2 Incluido en el presente volumen.


156 W. RONALD D. FAIRBAIRN

noso. Esta teoría, basada como está en la teoría de Freud de las zonas
erógenas, postula una serie evolutiva de fases libidinales, caracterizada
cada una por la predominancia de una zona específica. Sería injusto para
con Abraham decir que él es indiferente a las relaciones objetales; ya que
cada una de sus fases tiene el objetivo de representar no sólo un estadio
de la organización libidinosa, sino también un estadio en el desarrollo
del amor objetal. Sin embargo, sus fases son descritas no en función de
objetos adecuados, sino en función de zonas erógenas. Así, en vez de ha-
blar de una fase del "pecho", habla de una fase "oral". Otro rasgo de
la teoría de Abraham es, por supuesto, que atribuye cada una de las
psicosis y psiconeurosis clásicas a la fijación a una fase específica. Estos
dos rasgos fueron criticados por mí en el artículo a que me he referido.
Al tiempo me aventuré a presentar otras ideas. En lugar de la teoría de
Abraham del desarrollo libidinoso, formulé una teoría basada sobre la
naturaleza de la dependencia de los objetos; y esbocé un proceso de
desarrollo en función del cual un estado original de dependencia infantil
da lugar a un estado final de dependencia madura, durante el curso de un
estadio intermedio de transición. También formulé la idea de que, con las
dos excepciones de la esquizofrenia y la depresión, los diversos estados
psicopatológicos clásicos representaban, no fij aciones a fases libidinales
específicas, sino técnicas específicas para regular las relaciones con obj e·
tos internos; y describí estas técnicas como originándose durante el esta-
dio evolutivo de transición desde la dependencia infantil a la dependencia
adulta, para el propósito de defender la personalidad en crecimiento con-
tra los efectos de los conflictos involucrados en las primeras relaciones
objetales. Por otra parte, interpreté la esquizofrenia y la represión como
representando la emergencia de estados psicológicos que estas técnicas te-
nían el propósito de evitar, y cuyo origen etiológico adjudiqué al estadio
primario de dependencia infantil.
La psicología instintiva que Freud adoptó originalmente y que nun-
ca abandonó, constituye otro rasgo de pensamiento psicoanalítico persis-
tente que Melanie Klein ha permitido permanecer sin cuestionarlo, pero
que yo he llegado a considerar un anacronismo a la luz de sus investiga.
ciones. Mirando retrospectivamente es fácil ver que el primer paso en mi
renunciamiento a la psicología de impulsos fue tomado cuando reformu-
lé la teoría de la libido en términos de búsqueda de obj etos, pero tomé
un paso más evidente en esta dirección cuando, en un artículo publicado
en 1943 3 , proseguí considerando las implicaciones de esta revisión de
la teoría de la libido sobre la teoría clásica de la represión. Al hacerlo,
tomé como texto el enunciado de Freud: "El superyó es, sin embargo, no
meramente un depósito dejado por las primeras elecciones de objeto del
ello, sino que representa también una enérgica formación reactiva contra
estas elecciones". Ahora bien, en tanto que al describir al superyó como

3 Incluido en el presente volumen.


ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 157

un depósito de elecciones objetales, Freud lo está describiendo como un


objeto interno, al describirlo como una formación reactiva contra eleccio-
nes objetales ro está describiendo, por supuesto, como el instigador de la
represión. Por consiguiente me pareció obvio que si la represión involu-
craba una reacción contra elecciones obj etales, debía estar dirigida contra
objetos-objetos que, como el superyó, eran internos, pero que, a diferen-
cia del superyó, eran rechazados por el yo. De acuerdo con esto proseguí
a dar una formulación explícita de esa idea, que me pareció una conclu-
sión más lógica de las premisas de Freud que su propia idea de que la
represión estaba dirigida contra impulsos culpables. Desde esta perspec-
tiva, la culpa, o la sensación de maldad moral personal, se volvían secun-
darias a la sensación de maldad del objeto, y parecía representar un pro-
ducto de la tensión proveniente de un conflicto entre la relación del yo
con el superyó como un objeto interno aceptado como bueno, y sus
relaciones con otros objetos internos considerados, pari passu, como ma-
los. La culpa se disolvía así en una defensa contra relaciones con objetos
malos. A la luz de estas conclusiones se volvía importante determinar
por qué el niño incorporaba objetos que se le presentaban como malos, y
la respuesta a esta pregunta me pareció ser que el niño internalizaba
obj etos malos en parte con el propósito de controlarlos (una motivación
agresiva), pero principalmente porque experimentaba una necesidad libi-
dinosa de ellos. De acuerdo con esto, dirigí la atención al papel repre-
sentado por apegos libidinosos positivos a objetos internos malos en el
fenómeno de la resistencia que se encuentra en psicoterapia, y al hacerlo,
por supuesto, me aparté del principio de Freud de que la resistencia es
exclusivamente una manifestación de la represión.
El tema de la represión es un tema al que volví en un artículo pu-
blicado en 1944 4 • En este artículo dirigí una atención más específica a
las debilidades de la psicología de los impulsos, adoptando el punto de
vista general de que es imposible aislar los así llamados "impulsos" de las
estructuras endopsíquicas que ellos activan, y de las relaciones que ellos
permiten a estas estructuras establecer con los objetos. Sugerí además
que se aplican consideraciones similares a los así llamados "instintos". En
conformidad con esta línea de pensamiento, enfoqué el reemplazo de una
anticuada psicología de impulsos, que una vez adoptada, Freud nunca
había abandonado, por una nueva psicología de estructura dinámica. Este
paso involucraba un examen crítico de la descripción de Freud de la
estructura mental en términos de ello, yo y superyó, Tal examen revela
desde el principio una incompatibilidad innata entre una psicología de
estructura dinámica y la concepción de Freud del ello como reservorio
de impulsos instintivos, y del yo como una estructura que se desarrolla en
la superficie del ello para la regulación de los impulsos del ello en rela-
ción con la realidad externa. Es evidente que el principio de estructura

4 Incluido en el presente volumen.


158 w. RONALD D. FAIRBAIRN

dinámica sólo puede ser mantenido si es abolida la distinción entre el ello


y el yo, y se considera al yo como una estructura original que es ella
misma la fuente de tensión impulsiva. Al mismo tiempo la tensión del
impulso en el yo debe ser considerada como orientada en forma innata
hacia la realidad externa, y así determinada inicialmente por el principio
de realidad. Desde este punto de vista, las inadecuaciones en la capaci-
dad del niño para la adaptación se explicarán como debidas en gran parte
a falta de experiencia, combinada con el hecho de que la dotación .instin-
tiva de la humanidad asume meramente la forma de tendencias generales,
que necesitan de la experiencia para adquirir una pauta más diferenciada
y rígida. La inexperiencia del niño se acompaña de una tendencia de su
parte a ser más emotivo e impulsivo, y menos tolerante a las muchas
frustraciones con las que se encuentra. Todos estos factores distintos de-
ben ser tenidos en cuenta, y es sólo en la medida en que las condiciones
de la adaptación se hacen demasiado difíciles para el niño, que el princi-
pio de realidad da lugar al principio de placer como un principio secun-
dario, y deteriorado (en contraposición a regresivo) de la conducta, dis-
puesto a aliviar la tensión y proveer de satisfacciones compensatorias.
Aquí podría agregar quizá que, en forma algo similar, he llegado a consi-
derar la agresión como secundaria a la libido, apartándome así de Freud,
que la consideraba como un factor primario independiente (es decir, como
un "instinto" separado).
La revisión de la concepción del yo que surge en este pUlUO implica
una reconsideración de la teoría de la represión. Según Freud, por su-
puesto, la represión estaba dirigida contra impulsos; pero para explicar
el agente de represión, se sintió obligado a postular la existencia de
una estructura (el superyó) capaz de instigar la represión. Fue sólo tomar
otro 'paso en la misma dirección, por consiguiente, el que yo postulara
la existencia de estructuras que están reprimidas, como hice al registrar la
conclusión de que los que están primariamente· reprimidos son objetos
internos malos. En la época en que di este paso yo consideraba que los
impulsos también se volvían sujetos a represión en un sentido secundario.
Luego de mi adopción de una psicología de estructura dinámica, sin em-
bargo) ya no podía mantener este punto de vista, y lo sustituí por el
punto de vista de que lo que se volvía sujeto a represión secundaria era
esa parte del yo que estaba más estrechamente involucrada en una rela-
ción con objetos' reprimidos. Esta concepción se nos presenta con el
fenómeno de una disociación en el yo caracterizado por la represión de
una parte dinámica del yo por otra parte dinámica, pero más central,
del yo. .
Aquí es conveniente observar que en tanto que las primeras inves-
tigaciones de Freud sobre la naturaleza de lo reprimido, estaban basadas
en el estudio de la histeria, sus últimas investigaciones sobre la naturale-
za del agente de la represión estaban basadas en el estudio de la melanco-
lía. En tanto que sería presuntuoso sugerir que este cambio de campo
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 159

ha resultado un error histórico, parece una lástima que Freud no haya


podido proseguir su estudio del agente de la represión en el mismo cam-
po de su estudio de lo reprimido, y hacer de este modo de los fenómenos
de la histeria la base de su teoría de la estructura mental. Éste es un
pesar que registré en el slogan "Vueltas a la Histeria" en mi artículo de
1944. A mi entender, lo que llevó a Freud a cambiar su campo fue un
impasse creado por el hedonismo psicológico y la psicología de los impul-
sos asociada, a los que se adhería, y que le impidieron encarar la presen-
cia de un proceso como la disociación del yo en la histeria. La disociación
del yo es, por supuesto, un fenómeno típicamente asociado con la es-
quizofrenia. Debe decirse que, en tanto que la concepción de Freud de la
represión estaba basada sobre lo que Melanie Klein describió después
como "la posición depresiva", mi concepción está basada sobre lo que
puede describirse como "la posición esquizoide". Por consiguiente, mi
concepción puede ser considerada como teniendo una base más funda-
mental que la de Freud, en la medida en que la esquizofrenia es un
estado más primario que la melancolía; y, al mismo tiempo, una teoría
de la personalidad basada sobre la concepción de la disociación del yo,
parecería más fundamental que una basada sobre la concepción de Freud,
de la represión de impulsos por un yo no disociado. La teoría que ahora
encaro está, por supuesto, evidentemente adaptada para explicar manifes-
taciones tan extremas como las que se encuentran en casos de múltiple
personalidad; pero, como ha señalado Janet, estas manifestaciones extre-
mas son sólo ejemplos exagerados de los fenómenos de disociación carac-
terísticos de la histeria. Así, con el slogan "Vuelta a la Histeria", nos
enfrentamos con el mismo fenómeno de disociación sobre el que se basa
mi teoría de la represión.
En este punto se hace esencial también advertir que, según Freud, el
superyó como instigador de la represión no es menos inconsciente que lo
reprimido mismo. Por qué el superyó debe ser inconsciente es un proble-
ma al que Freud nunca dio una respuesta realmente satisfactoria; y surge
·ahora la cuestión de si el superyó mismo está reprimido. Que una estruc-
tura correspondiente al "superyó" de Freud está realmente reprimida fue
otra de las conclusiones a las que llegué en mi artículo de 1944. La situa-
ción que enfoqué estaba basada sobre una disociación en el objeto malo
internalizado. Ya he explicado como llegué a la conclusión de que la
represión de un objeto malo internalizado conducía a la represión de esa
parte del yo que estaba más estrechamente ligada con vínculos libidinosos
al objeto en cuestión; pero, s-i el objeto es disociado, se sigue que dos
partes del yo serán también disociadas del yo central, apegadas cada una
a los objetos parciales. Según mi concepción, el objeto malo internaliza-
do tiene dos aspectos: un aspecto excitante y un aspecto repelente; y
esta dualidad de aspectos forma la base de una disociación- del objeto en
un objeto excitante y un objeto repelente. La represión del objeto exci-
tante se acompaña con la disociación y represión de una parte del yo
160 w. RONALD D. FAIRBAIRN

original, que he descrito como el "yo libidinoso"; y la repreSlOn del


objeto repelente se acompaña por la disociación y represión de otra parte
del yo original que he descrito como el "saboteador interno". La con-
cepción del saboteador interno no es de ningún modo idéntica a la del su-
peryó 5, pero, estando vinculada con el objeto repelente, esta parte del
yo tiene fines contrarios a los del yo libidinoso, que así se vuelve sujeto
a su hostilidad. Esta hostilidad del saboteador interno al yo libidinoso
actúa en la misma dirección que la represión ejercida sobre el yo libidi-
noso por el yo central; y consecuentemente lo he descrito como un pro-
ceso de "represión indirecta". Esta represión indirecta parecería ser el
aspecto de la represión sobre el que Freud se concentraba principalmente
y sobre el que ·basó su teoría de la represión en general.
La situación interna resultante de los procesos que acabo de esbozar
es la que he descrito como "la situación endopsíquica básica". Las tres
estructuras yoicas involucradas (el yo central y los dos yos subsidiarios)
se corresponden groseramente al yo, ello y superyó de Freud; pero están
todas concebidas como estructuras yoicas intrínsecamente dinámicas que
asumen una pauta dinámica en su relación mutua, y donde el ello es
concebido como una fuente de energía sin estructura, y el yo y el superyó
como estructuras sin energía, excepto la que extraen de segunda mano del
ello. El superyó es, por supuesto, concebido por Freud como un objeto
internalizado que logra un status casi como el del yo; pero, como el ello
primario no es concebido como fundamentalmente buscador de objetos, es
difícil ver cómo la internalización del superyó puede ser explicada con-
sistentemente por Freud sobre bases teóricas. Sin embargo, según la con-
cepción que yo he formulado, la internalización de objetos es la expresión
directa de las necesidades libidinosas de un yo original buscador de obje-
tos ante las vicisitudes de sus primeras relaciones objetales. La diferen-
ciación interna de estructuras dentro de la personalidad, a través de la
disociación del yo, se explica también en términos de relaciones con obje-
tos que han sido internalizados; y se considera que estas relaciones dan
lugar a relaciones entre las diversas partes en las que el yo original se ha
disociado. De acuerdo con esto, se apreciará cuán apropiado es que la
teoría cuya génesis y desarrollo he estado esbozando sea descrita como
"una teoría de las relaciones objetales de la personalidad".
Una palabra final sobre la situación endopsíquica básica a la que
acabo de referirme. Aunque, una vez que ha sido establecido, esta situa-
ción parecería ser relativamente inmutable desde una perspectiva topo-

5 Retengo el término "superyó" para describir un objeto. interno que está


catectízado y aceptado como "bueno" por el yo central, y que parece funcionar como
un ideal del yo en un nivel de organización establecido siguientemente al nivel
básico ahora bajo consideración. Considero la catexia de este objeto por el yo central
como una defensa contra la catexia de objetos malos internos por yos subsidiarios,
y como proveedor de la base para el establecimiento de valores morales en el mundo
interno.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 161

gráfica, desde una perspectiva económica parecería admitir una consi-


derable variedad de pautas dinámicas; y puede suponerse que las más
características de esas pautas corresponderán a las diversas condiciones
piscopatológicas descritas en textos de psiquiatría. Sin embargo, los de-
talles de estas pautas y su relación con la sintomatología sólo podrían
ser establecidos luego de considerable investigación. En el entretanto, es
en el caso de la histeria donde la configuración dinámica está más clara.
Sea como fuere, el relato general que yo he dado debe bastar para indicar
lo que se quiere decir con "una teoría de las relaciones objetales de la
personalidad"; y la forma histórica en que este relato ha sido presentado
justificará, espero, su finalidad, que es indicar la raison d' etre de una
teoría de este tipo, al describir las diversas consideraciones que han de-
terminado los pasos en su desarrollo progresivo.

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