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justicia a las relaciones objetales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con obj etos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa.
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis-
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu-
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co-
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue-
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
llegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el obj eto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estad io en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el objeto biológico adecuado. A tra-
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela-
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente con la madre, y madurando hacia un sistema muy corn-
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela-
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente, desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi-
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
146 W. RONALD D. FAIRBAIRN
justicia a las relaciones obj etales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con objetos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa-
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis-
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu-
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más dir iaido hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co-
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue-
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
IJegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el objeto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estadio en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el obj eto biológico adecuado. A tra-
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela-
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente eon la madre, y madurando hacia un sistema muy com-
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela-
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente. desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi-
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 147
noso. Esta teoría, basada como está en la teoría de Freud de las zonas
erógenas, postula una serie evolutiva de fases libidinales, caracterizada
cada una por la predominancia de una zona específica. Sería injusto para
con Abraham decir que él es indiferente a las relaciones objetales; ya que
cada una de sus fases tiene el objetivo de representar no sólo un estadio
de la organización libidinosa, sino también un estadio en el desarrollo
del amor objetal. Sin embargo, sus fases son descritas no en función de
objetos adecuados, sino en función de zonas erógenas. Así, en vez de ha-
blar de una fase del "pecho", habla de una fase "oral". Otro rasgo de
la teoría de Abraham es, por supuesto, que atribuye cada una de las
psicosis y psiconeurosis clásicas a la fijación a una fase específica. Estos
dos rasgos fueron criticados por mí en el artículo a que me he referido.
Al tiempo me aventuré a presentar otras ideas. En lugar de la teoría de
Abraham del desarrollo libidinoso, formulé una teoría basada sobre la
naturaleza de la dependencia de los objetos; y esbocé un proceso de
desarrollo en función del cual un estado original de dependencia infantil
da lugar a un estado final de dependencia madura, durante el curso de un
estadio intermedio de transición. También formulé la idea de que, con las
dos excepciones de la esquizofrenia y la depresión, los diversos estados
psicopatológicos clásicos representaban, no fij aciones a fases libidinales
específicas, sino técnicas específicas para regular las relaciones con obj e·
tos internos; y describí estas técnicas como originándose durante el esta-
dio evolutivo de transición desde la dependencia infantil a la dependencia
adulta, para el propósito de defender la personalidad en crecimiento con-
tra los efectos de los conflictos involucrados en las primeras relaciones
objetales. Por otra parte, interpreté la esquizofrenia y la represión como
representando la emergencia de estados psicológicos que estas técnicas te-
nían el propósito de evitar, y cuyo origen etiológico adjudiqué al estadio
primario de dependencia infantil.
La psicología instintiva que Freud adoptó originalmente y que nun-
ca abandonó, constituye otro rasgo de pensamiento psicoanalítico persis-
tente que Melanie Klein ha permitido permanecer sin cuestionarlo, pero
que yo he llegado a considerar un anacronismo a la luz de sus investiga.
ciones. Mirando retrospectivamente es fácil ver que el primer paso en mi
renunciamiento a la psicología de impulsos fue tomado cuando reformu-
lé la teoría de la libido en términos de búsqueda de obj etos, pero tomé
un paso más evidente en esta dirección cuando, en un artículo publicado
en 1943 3 , proseguí considerando las implicaciones de esta revisión de
la teoría de la libido sobre la teoría clásica de la represión. Al hacerlo,
tomé como texto el enunciado de Freud: "El superyó es, sin embargo, no
meramente un depósito dejado por las primeras elecciones de objeto del
ello, sino que representa también una enérgica formación reactiva contra
estas elecciones". Ahora bien, en tanto que al describir al superyó como