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Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje

Número 26, La transformación


julio-diciembre de 2002,cultural posmoderna
pp. 37-50 en debate 37

La transformación cultural posmoderna en


debate: el caso de Guatemala1
Beatriz Barrantes-Martín

Latinoamérica es un complejo en-


Latin America is a complex net-
tramado donde se dan cita
work where different tendencies,
diferen- tes tendencias,
phenomena and circumstances
fenómenos y cir- cunstancias que
meet that make it an object which
hacen de ella un objeto
is difficult to classify in modern/
difícilmente encasillable en
postmodern terms. Besides, each
términos de modernidad/posmo-
Latin American country has diffe-
dernidad. Cada país latinoameri-
rent rhythms that determine a va-
cano presenta, además, diferentes
riety of socio-cultural processes.
ritmos que determinan variados
This article centers on the case of
procesos socio-culturales. Este ar-
Guatemala and its complicated
tículo se centra en el caso guate-
in- terethnic situation. In this
malteco y su complicada
sense, a recent study by Mario
situación interétnica. En este
Roberto Morales examines such a
sentido, un re- ciente estudio de
reality from an indigenous point
Mario Roberto Morales analiza
of view and proposes an
dicha realidad desde el punto de
intercultural, democratic
vista del indíge- na y propone un
crossbreeding whose core lies in
mestizaje intercul- tural
the articulation of eth- nical and
democrático cuyo eje se asien- ta
cultural differences.
en la articulación de las dife-
rencias étnico-culturales.

LA POLÉMICA MODERNIDAD LATINOAMERICANA


¿Es Latinoamérica una región ya/todavía/no completamente
“mo- derna” o ha pasado, sin solución de continuidad, a la
posmodernidad?
¿Ha seguido, en ese proceso de modernización, las pautas
dictadas por Occidente o, por el contrario, ha avanzado por
senderos pro- pios? Estas y otras cuestiones similares son las que
manejan cons- tantemente los estudiosos de la situación
económica, social y cultu- ral de Latinoamérica. Es recurrente,
asimismo, la idea de que el

1 A propósito del trabajo de Mario Roberto Morales, La Articulación de las


Diferencias o el Síndrome de Maximón. Guatemala: FLACSO, 1998.
3 Beatriz Barrantes-

“problema” radica en el hecho de que esta región nunca sustituyó


lo tradicional y antiguo por las nuevas formas; de ahí que su
acceso a la modernidad fuera siempre una compleja y conflictiva
relación de contrarios que desembocó en lo que García Canclini
llama “he- terogeneidad multitemporal”(García, 1990, 72),
multitemporalidad que Larraín matiza al añadir, como factor
determinante, la persis- tencia de ciertas formas tradicionales
inherentes a la idiosincrasia latinoamericana –autoritarismo,
clientelismo, etc.–.
Ese choque brutal provocó, por ejemplo, la coexistencia de un
desbordante analfabetismo y una extranjerización alienante por
parte de las capas más cultas, cuyas consecuencias llegan hasta el
día de hoy. La modernidad, de esta forma, avanzó a dos tiempos:
por un lado, los intelectuales absorbían las ideas occidentales,
pero, por otro, la precaria situación económica no permitía la
aplicación de las mismas (y, además, favorecía la continuación
de las formas antiguas).
Para intelectuales como José Joaquín Brunner o Jesús Martín
Barbero, la modernidad latinoamericana sólo llega a partir de
1950, cuando la cultura, gracias a sus nuevos modos de
organización, se vuelve autónoma. Por ello, Brunner está
convencido de que:
la cultura latinoamericana de conformación moderna no es hija de
ideologías, aunque liberales, positivistas y socialistas la buscaran,
sino del despliegue de la escolarización universal, de los medios
de comunicación electrónicos y de la conformación de una cultura
de masas de base industrial. (Brunner, 1996, 313)
Martín Barbero lo expone de forma más extensa y elaborada:
La modernidad en América Latina se realiza en el descentramiento
de las fuentes de producción de la cultura desde la comunidad a los
“apa- ratos” especializados, en la sustitución de las formas de vida
elabora- das y transmitidas tradicionalmente por estilos de vida
conformados en el consumo, en la secularización e internalización
de los mundos simbólicos, en la fragmentación de las comunidades
y su conversión en públicos segmentados por el mercado. (Martín,
1996, 285)
Nos hemos permitido ofrecer estos fragmentos un poco más am-
plios porque nos parecen significativos de esa dificultad crítica a
la
La transformación cultural posmoderna en 3

hora de situar a Latinoamérica dentro de un periodo cerrado:


¿mo- dernidad?, ¿posmodernidad? Como podemos observar, al
definir el proceso modernizador de la región, los autores de las
citas acuden a términos propios de la “jerga” posmodernista, a
saber: “medios de comunicación electrónicos”, “cultura de masas
de base indus- trial”, “consumo”, “fragmentación de las
comunidades”, “merca- do”, etc. Es decir, el vocabulario aquí
utilizado delata el solapamiento de tendencias, procesos,
transformaciones y contradicciones que sufre Latinoamérica –y,
por ende, sus analistas– durante el siglo
XX. En otras palabras, Latinoamérica encara su proceso
modernizador con la rémora de algunas de sus condiciones
premodernas y sin poder frenar ciertas intromisiones de carácter
posmoderno. De ahí la dificultad de un acercamiento serio al
estu- dio de la modernización latinoamericana.
Lo que plantea Mario Roberto Morales en La articulación de
las diferencias es un claro ejemplo de este solapamiento entre
modernidad y posmodernidad. ¿En qué sentido es posmoderno
un indígena que, de una u otra forma, sigue practicando sus
costum- bres y ritos ancestrales? ¿Quizá porque tiene acceso a la
televisión por vía digital? En este caso, la modernidad se ha
“saltado” todos los pasos previos y ha llegado a Latinoamérica, a
Guatemala en nuestro caso, en forma de “asalto”
mercadotécnico.
En esta nueva etapa moderna/posmoderna la cultura ya no
pue- de entenderse al margen de las leyes del mercado. La
producción cultural mantiene una relación de amor-odio con la
modernidad, pues se convierte en “carnaza” para las masas, pero,
al mismo tiempo, debe su expansión a dicho proceso
modernizador. Ese mer- cado despiadado afecta, en un
movimiento centrífugo, a todos los países latinoamericanos,
aunque también hay ciertas tendencias centrípetas que hacen que
cada país mantenga un ritmo propio en el camino hacia la
modernidad; de ahí que una de las característi- cas de la región
latinoamericana sea el desajuste entre la moderni- dad –vista en
su perspectiva surcontinental– y los diferentes pro- yectos
nacionales.
Uno de esos proyectos nacionales (todavía irresuelto, como
tantos otros en Latinoamérica) es el que nos presenta Mario
4 Beatriz Barrantes-

Roberto Morales en el libro que analizaremos con más detalle a


continuación.

EL PROYECTO INTERÉTNICO EN GUATEMALA


Las cuestiones étnicas siempre son espinosas, ya que llevan
implí- citos factores que afectan a lo más sensible del ser
humano: cos- tumbres, lengua, idiosincrasia, etc. Mucho más
peliagudo es aso- marse al choque de dos culturas.
Inevitablemente se está poniendo el dedo en la llaga pues, aunque
se intente huir de la parcialidad, finalmente es necesario
decantarse por una determinada postura. Morales, en La
articulación de las diferencias, tampoco pue-
de “zafarse” de su condición guatemalteca y, además de exponer
y estudiar un fenómeno desde presupuestos académicos (la
situación interétnica actual en Guatemala), también propone una
solución cultural-ideológica (el mestizaje intercultural
democrático).
El debate sobre la cuestión étnica eclosionó en la década de
los setenta y, con el correr de los años, ha ido tiñéndose de
ciertos tonos, en ocasiones demasiado extremistas. Morales
intenta en este libro desenmascarar los maniqueísmos que se
ocultan bajo másca- ras “intelectualoides”, y que contraponen la
falaz amalgama pueblo versus cultura popular versus resistencia
al concepto, no menos simplificado, de burguesía. Ante esto,
sugiere una “glocalidad”2 que conjugue el optimismo de quien
desea un cambio y la obligada vi- sión escéptica que impone la
realidad.
La tesis que vertebra La articulación de las diferencias con-
siste en el planteamiento de la necesidad de un mestizaje
intercultural para Guatemala. Pero la dificultad de la empresa
requiere un aná- lisis sosegado del pasado reciente de Guatemala
que ilumine las causas y los procesos que han dado lugar a la
situación actual. De ello se ocupa Morales cuando recuerda, por
ejemplo, la utilización de la población indígena por parte de la
guerrilla en su lucha arma-

2 Morales entiende el término “glocalidad” como la transformación local de


los fenómenos globales y viceversa. Por ejemplo, las tradiciones locales del
pueblo de San Lucas pasan a ser parte de la globalidad al ser difundidas en los
La transformación cultural posmoderna en
medios de comunicación.
4
4 Beatriz Barrantes-

da y cómo ese cariz político se va transformando en cultural. Lo


que en principio es una especie de “revolución” campesina da
paso a la creación de todo un aparato ideológico que termina en
la cons- trucción de un discurso “mayista”, concebido por
intelectuales y apoyado por organismos internacionales3. Ese
“constructo mayista” parte de una postura antiladina y,
paradójicamente, anti-posmoderna, pues la nación posmoderna
niega a los indígenas como raza pura. El éxito de la ideología
“mayista” se asienta, en buena parte, en la utilización de la fácil
empatía que el supuesto indígena “puro” pro- voca en el público.
Uno de los aciertos de Morales, precisamente, es el rechazo de
esta concepción romántica del indígena que impi- de ver su
galopante occidentalización.
En ese sentido, Morales insiste en que Guatemala es un país
mestizo y critica el pretendido purismo del constructo ‘maya’
(se- gún él, tanto el indio como el ladino son mestizos). Para ello
se basa en argumentos históricos, según los cuales la parte maya,
aunque siempre estuvo en desventaja, logró hacerse un hueco en
el pano- rama étnico guatemalteco. De esta forma, el binarismo
ladino/maya que intentan imponer los mayistas, en virtud del
cual el maya sería el pueblo originario de América y, por tanto,
propietario del territo- rio, quedaría invalidado. Para Morales,
esos extremismos residen en simples posturas idealistas; la
realidad es mucho más compleja debido a circunstancias
transversales: un ladino pobre, por ejemplo, es más fácilmente
equiparable a un indígena pobre que a un ladino rico4.

3 Para estas cuestiones, ver el artículo de Montejo. Este antropólogo maya


señala, por ejemplo, la apropiación de Rigoberta Menchú, por parte de los
intelec- tuales, como única voz representante de la izquierda política y
académica, lo cual distorsiona el discurso maya, mucho más variado y
polifónico.
4 La propia Rigoberta Menchú se plantea la duda sobre la topicidad de la
“maldad” de los ladinos, pero finalmente su conclusión es rotunda en su
testimo- nio Me llamo Rigoberta Menchú: “...Y los indígenas me decían: los
ricos son los malos. No todos los ladinos son malos. Así fue cuando yo comencé
a pensar: ¿será que no todos los ladinos son malos? Para mí eran todos malos. Y
ellos decían es que con nosotros viven ladinos pobres [...] Los ladinos ricos son
los que nos explotan. Los ladinos pobres también son explotados [...] En la
finca había ladinos pobres. Trabajaban lo mismo. Sus hijos eran hinchaditos
como mis hermanos. Entonces yo decía, es cierto, pues, que no todos los ladinos
son malos. Yo empecé a tratar con
La transformación cultural posmoderna en 4
Morales cuestiona, por tanto, si el discurso “mayista” es válido
–apunta que la etnia maya ya había desaparecido como tal antes
de la llegada de los españoles–, o si, por el contrario, se asienta
simple- mente en intereses propagandísticos donde la
“turistización” de lo indígena cumple un papel esencial.
¿Realmente los indígenas re- chazan la nación burguesa o, más
bien, reclaman su ingreso en ella? En este sentido, Morales va
analizando, a partir de las ideas de Jameson –capitalismo como
catástrofe y progreso–, la “contradic- ción posmoderna” del
“mercadeo”, aplicada a la cultura indígena. Durante la fase más
aguda de la guerra contrainsurgente (1980- 1984) muchos
indígenas huyen a las ciudades y entran a formar parte del
intercambio comercial. Los indios venden su producto –el
cultural, sobre todo– a Occidente y, a su vez, compran bienes
“mo- dernos”. Gracias al comercio se da la hibridación. De ahí
que, para Morales, el “mayismo” no sea más que una estrategia de
mercado y que la adopción de una identidad sólo se articule en
función de las
necesidades –monetarias, ante todo– del momento.
Morales repasa tres casos significativos al respecto: el pueblo
de San Lucas, la representación precolombina del drama titulado
Rabinal Achí, y Santiago de Atitlán con su Maximón. En el
prime- ro demuestra la contradicción posmoderna de la que
hablábamos más arriba: se preservan las tradiciones de San
Lucas a través de su difusión cultural en los mass-media; el
segundo representa la necesidad de adaptación de las tradiciones,
el Rabinal Achí des- aparece por enfrentamientos internos y falta
de presupuesto5; por

los ladinos. En ese tiempo intentaba yo, más o menos, hablar el español.
Entonces, yo trataba de juntarme con los ladinos. Y yo le dije a un ladino
pobre: ¿usted es ladino pobre, verdad? Y el ladino casi me iba a dar una manada
pues [...] Entonces yo me decía: ¿Pero cómo es posible que yo diga que los
ladinos pobres son iguales que nosotros, si este me está rechazando, pues? [...] Yo
seguía con mi idea que son malos los ladinos. Después de eso, una vez que estaba
con las monjas, fuimos a una aldea [...] Entonces la monja preguntó a un niñito
que si eran pobres. Entonces el niño dijo: somos pobres pero no somos indios.
Y yo me quedé con eso [...] Es una barrera muy grande la que nos han
sembrado, la barrera indio y ladino. (204)
5 Aunque, curiosamente, los indígenas aceptarían representar este baile
preco- lombino si obtuvieran financiamientos externos; es decir, para ellos la
occidentalización de sus costumbres no plantea mayor problema, son los
intelec- tuales quienes la “problematizan”.
4 Beatriz Barrantes-
último, lo que Morales llama “síndrome de Maximón” responde a
la negociación cultural que se está dando en toda Guatemala, una
negociación que se siente a la vez como traición: Maximón
repre- senta la ambigüedad ante la aceptación del opresor
(negación fren- te a asunción, orgullo frente a vergüenza).
Morales lo señala de este modo:
[...] proponiendo así al santo mismo como una expresión de la
autopercepción conflictuada del indígena oprimido (y seducido)
por la colonización y la ladinización, pero ampliada también a la
autopercepción del ladino como alguien cuya constitución
identitaria se articula a partir de un núcleo cultural indígena
asumido con difi- cultad. (Morales, 2002, 332)
La ficción literaria como eje canalizador de las identidades
mes- tizas es otro de los núcleos de este libro. Morales legitima
el papel de la literatura como vehículo de la voz mestiza y
argumenta su postura a partir de Leyendas de Guatemala, obra de
Asturias donde el punto de vista hegemónico se apropia de lo
subalterno para ex- presar la identidad ladina. Morales va
analizando algunas de las superposiciones que se dan allí, a
saber, la articulación de los ele- mentos maya, indígena, europeo,
español y mestizo, o la coexisten- cia de la ciudad letrada y la
ciudad oral. Para Morales, el acierto de Asturias es haber sido
capaz de dar la voz al mestizo para que hable, no por el
subalterno, sino como el subalterno, y ello gracias a una feliz
conjunción de imágenes vanguardistas.
Morales, a partir de su hipótesis de la validez de la literatura
como medio de expresión del subalterno, se pregunta cuál sería
la voz más adecuada para hablar como el indio. A veces son los
mis- mos indígenas los que hablan, pero indefectiblemente, ya que
ellos no tienen palabra escrita comprensible por la comunidad a la
que se dirigen, deben utilizar el arma del “enemigo”: el español;
es decir, automáticamente se están “auto-mestizando”. En ese
caso, la al- ternativa se debate entre el silencio del indígena o su
palabra transculturizada. Los purismos, recalca Morales, son
intrínsecamente imposibles. De esta forma, el indio sería el
elemento puro –aunque ya desaparecido– y el maya, la creación
mestiza, en tanto que arti- ficio occidental e interesado.
La transformación cultural posmoderna en 4

En cuanto al supuesto racismo de Asturias, Morales lo


justifica como influencia de las corrientes positivistas de la
época. Es más, piensa que Asturias, gracias a su posterior
evolución ideológica parisina, fue un adelantado al proponer un
mestizaje intercultural que incluyera a los indígenas en la
sociedad guatemalteca.
Por otra parte, Morales plantea su desacuerdo con ciertas teo-
rías, como la de Beverley, que desautorizan la literatura como
canal de expresión de lo popular y propugnan el testimonio como
más genuino. Un caso claro es el del testimonio de Menchú, cuya
pre- sunta “autenticidad”, según Morales, queda diluida en la re-
elabo- ración “occidentalizada” de Burgos –capítulos, citas,
estructuración, en general–. Morales parte del hecho de que no
existen identidades puras, y de ahí que ambas manifestaciones –
literatura y testimo- nio– deban plegarse al mismo imperativo del
mestizaje. De esta forma va delineando una serie de paralelismos
entre las obras de Asturias y Menchú, y caracteriza ambas como
creaciones ficcionales, pues las dos se sirven de la palabra, una
palabra que aparentemente no poseen los sujetos subalternos que
se intentan construir (ver Spivak). Según Morales, en este caso,
tanto la litera- tura como la oralidad se apropian de la ficción para
conseguir un fin político: la primera, a través de la vanguardia; la
segunda, utilizando un tono exagerado y metonímico.
Sin embargo, ¿hasta qué punto las obras de Asturias y
Menchú son equiparables? En nuestra opinión, Morales no
distingue clara- mente entre la producción y la recepción de
ambos textos. Él afir- ma que el testimonio de Menchú sería
expresión del mestizaje, pues es “resemantizado por la crítica
euronorteamericana posmoderna en las claves del feminismo, los
estudios subalternos y culturales, la antropología cultural y los
estudios latinoamericanos y de crítica posestructuralista”
(Morales, 2002, 167). Si atendemos a la recep- ción del texto
esto sería adecuado, pero, ¿realmente la intención de Menchú fue
producir un texto “mestizo”? En este sentido, Morales no explica
con claridad si considera Me llamo Rigoberta Menchú una
expresión de la voz mestiza porque, en su intento de represen- tar
al subalterno utiliza los formatos mestizos –escritura, español,
prólogo y capítulos– o bien porque la propia Rigoberta concibe
el
4 Beatriz Barrantes-

texto como una construcción intrínsecamente representativa de la


realidad mestiza. Es decir, mientras que el mestizaje de Asturias
es consciente, no ocurre lo mismo con el de Menchú, porque ella
es- cribe desde una postura conscientemente indigenista (aunque
a posteriori se pueda argumentar que ella también recrea y se
crea su propia identidad indígena)6. De esta forma, el supuesto
mestiza- je que se le atribuye sería una construcción posterior de
Burgos, pero aquí nos toparíamos con el problema de la autoría
del testimo- nio: ¿es Burgos la autora y, por tanto, estamos ante
una obra mes- tiza o, por el contrario, es Menchú y, entonces, es
expresión de lo indígena? Avanzando más en el libro de Morales
observamos, no obstante, que matiza su planteamiento y afirma:
La ambivalencia de su discurso [el de Menchú] oscila de un polo
en el que propugna por el mestizaje intercultural, a otro en el que
reivin- dica esencialistamente la cultura “maya”. Las necesidades
de com- placer a un consumidor o a otro determinan el
travestismo de su discurso. (Morales, 2002, 364)
Morales se acerca también a la cuestión política del problema
maya y analiza el planteamiento del esencialista Cojti. Cree que
su defen- sa de una “solución federal” es demasiado radical.
Aunque sintoni- za con él cuando suaviza su postura en aras de un
estado autonómi- co, Morales plantea la dificultad de encontrar
soluciones a la crea- ción de autonomías étnicas (que, según él,
podrían acabar camuflando una situación de apartheids) y a la
oficialización de las numerosas lenguas indígenas. Morales cree
necesario, ante todo, un acuerdo democrático que haga posible la
inclusión de Guatemala en la posmodernidad y propugna una
“ampliación democrática del sujeto subalterno [...] Así, el
subalterno no solamente podrá hablar y es- cribir sino que dejará
de ser subalterno”(Morales, 2002, 277).
Morales no olvida tampoco el análisis de la circunstancia
ladina, puesta sobre el tapete a raíz del auge del movimiento
“mayista”. El intelectual “mayista” asienta las bases de su crítica
al ladino en la denuncia, por un lado, de su racismo y, por otro,
de su artificialidad,
6 Ya se ha demostrado sobradamente que Rigoberta Menchú no es ninguna
indígena “pura”, sino que pasó por todo el ciclo cultural mestizo.
La transformación cultural posmoderna en 4

una artificialidad entendida en el sentido de que el ladino crea su


identidad a partir de la negación del indígena –el ladino es todo
aquél que no es indio–.
Morales analiza las ideas de Böckler y Herbert, quienes consi-
deran que el matiz negativo del concepto ladino viene dado por
su falta de valores propios. Para evitar esto, en 1997 surge el
intento de construcción de una identidad ladina en oposición a la
“maya”. Sin embargo, Morales considera que los cimientos de
esta preten- sión se tambalean desde el momento en que se apoya
en el binaris- mo simplista ladino versus indígena, y propone la
creación de una “identidad pan-ladina” que contemple la crítica
del poder ladino y que asegure la igualdad entre ladinos e
indígenas.

LA ARTICULACIÓN DE LAS DIFERENCIAS


Ya el título del libro alude a la tesis de Morales. Allí aparecen las
dos palabras clave que vertebran su discurso y su propuesta: arti-
culación y diferencias. La solución al problema, según Morales,
pasa por la asunción de la realidad: no hay que eliminar las
diferen- cias, sino articularlas.
Como señalábamos al principio, en Morales convergen el
inte- lectual y el guatemalteco, así como el entramado cultural e
ideoló- gico que surge como resultado de esa simbiosis permea
todo su libro. Por un lado, escribe desde una posición crítica de
izquierda7; por otro, desde el discurso posmodernista académico.
Además, in- tenta conciliar todo ello con su ladinidad. Esa
postura izquierdista es atacada por Beverley, quien piensa que “a
new form of the left that could become hegemonic cannot be
founded on a notion of ‘hybridation’ of differences”(Beverley,
2001, 231). Nosotros, no obstante, creemos que Morales entiende
el mestizaje intercultural más como una articulación que como
una fusión, por lo que dichas diferencias se mantendrían dentro
de un consenso dialogador. En

7 Morales, a este respecto, explica: “No me considero un ‘former leftist’


sino alguien que desde una posición de izquierda critica a la izquierda
representada por la URNG y que propone la creación de ‘otra’ izquierda que
ponga en práctica un proyecto nacional-popular protagonizado por un sujeto
popular interétnico.” (Morales, 2002, 90)
4 Beatriz Barrantes-

un mundo diverso como el actual, es imposible mantener la


rígida postura marxista de Beverley en tanto que las sociedades
no se estructuran en compartimentos estancos cuyas peculiaridades
sean posibles de preservar inmaculadas. La realidad vigente –
tengamos en cuenta el proceso de globalización– impone la
interconexión de las etnias y las clases sociales, y la izquierda
(como las demás op- ciones políticas) no puede quedar al margen
de dichas “restriccio- nes” a sus programas políticos.
El mestizaje es la nota característica, también, del libro de
Mo- rales, quien compagina los planteamientos teóricos con
descripcio- nes de su acercamiento al entorno indígena (fiestas,
rituales). Ade- más utiliza, a lo largo de sus cuatrocientas
páginas, numerosas va- riables en pos de un concierto intelectual
y político, y de la presen- tación de un cuadro lo más rico posible
del problema étnico guate- malteco. Variables como las
siguientes: argumentos y discursos his- tóricos; complejidad
religiosa, en cuanto a la fusión y readaptación de protestantismo,
catolicismo y creencias indígenas; oposiciones políticas entre
indígenas/guerrilla versus gobierno; variables eco- nómicas que
anulan los binarismos simplistas pues introducen fac- tores
transversales (la dualidad indígena/ladino se ve trastocada por
factores pecuniarios); sin olvidar las manifestaciones literarias
que ponen en tela de juicio el dueto literatura/ladinidad frente a
oralidad/indigenismo.
Esa riqueza de miras refleja fielmente la diversidad
guatemalteca e inserta el problema étnico-cultural en el discurso
posmodernista. A nuestro entender, el acierto de Morales en La
articulación de las diferencias radica en la asimilación de la
complejidad de Gua- temala a un concepto amplio de cultura,
donde las manifestaciones populares cobran un importante peso
específico. El indígena se convierte en la bisagra que articula
este libro, es el centro del que irradian todos los demás elementos
que configuran la realidad de Guatemala. En ese sentido, el
asistir al acercamiento de un ladino
–Morales– a la problemática que origina en su país la cuestión
indí- gena se convierte casi en una curiosidad intelectual.
Creemos que el texto de Morales merece una mayor atención
de la que se le ha prestado, pues presenta una sutil y
desradicalizada postura ante la situación guatemalteca. Sólo John
Beverley –desde
La transformación cultural posmoderna en 4

un punto de vista bastante crítico– se ha acercado a La articula-


ción de las diferencias.
En su artículo señala que el principal logro de Morales
consiste en haber rebasado los límites de la cultura elitista y
haberse ocupa- do, también, de productos de la cultura popular,
de tal forma que La articulación resulta “a heterotopic or mixed
space”(Beverley, 2001, 229). Por otro lado, Beverley, además de
su oposición a la visión izquierdista de Morales, también critica
el hecho de que, en su opi- nión, Morales mantenga y utilice el
concepto de “transculturaliza- ción” desarrollado por Ángel
Rama, lo que significaría la anulación de las diferencias –
necesarias siempre para un proyecto de izquierdas–.
Consideramos, sin embargo, que la lectura de Beverley no al-
canza a discernir claramente el propósito de Morales en su libro,
quien, antes que pretender un mestizaje aniquilador de las partes
del “cóctel”, insiste en la necesidad de respetar las diferencias y
articularlas en un proceso negociador dialogado. El resultado que
busca Morales no es una amalgama de los diferentes integrantes
étnicos de Guatemala, sino una conjunción enriquecedora de los
mismos.
En fin, a pesar de los “peros” que se puedan encontrar en la
obra de Morales, se le puede conceder el mérito de intentar supe-
rar ese “macondismo”, el cual ha tenido a una parte de la
intelectualidad latinoamericana cegada con explicaciones “real-
mágicas” que no son más que un intento de justificación de las
“fallas” del proceso modernizador en el centro y sur del
continente americano8. Se le puede conceder, asimismo, el mérito
de entender la posmodernidad no como un periodo bien
clasificado y delimitado, sino en el productivo y más abierto
sentido en el que lo plantea García Canclini:
No como una etapa o tendencia que reemplazaría al mundo
moderno, sino como una manera de problematizar los vínculos
equívocos que éste armó con las tradiciones que quiso excluir o
superar para cons- tituirse. (García, 1990, 32)

8
Para un análisis más detallado del “macondismo” ver el artículo de Brunner.
5 Beatriz Barrantes-

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La transformación cultural posmoderna en 5

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en la perife- ria: América Latina responde. (Un
enfoque cultural interdisciplinario).

PALABRAS CLAVE DEL ARTÍCULO Y DATOS DEL AUTOR

posmodernidad - Guatemala - mestizaje


Beatriz Barrantes-Martín
Arizona State University
College of Liberal Arts and Sciences
Department of Languages and
Literatures PO Box 870202
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