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Universidad Nacional de Las Artes

Departamento de Artes Visuales


SEMIÓTICA

EL SIGNO

Por Fernando Barrena, Martin Barrios, Florencia Mendoza

«La cultura, los ritos, las instituciones, las relaciones


sociales, las costumbres, etcétera, no son otra cosa que
formas simbólicas […] en las que el hombre encierra su
experiencia para hacerla intercambiable; se instaura
humanidad cuando se instaura sociedad, pero se instaura
sociedad cuando hay comercio de signos.»
Umberto Eco (1976)

Como mencionábamos en un apunte anterior, la semiótica, como disciplina, se


desarrolló para intentar dar una explicación al proceso por el cual le otorgamos
sentido a las cosas. Esa facultad cognitiva que poseemos los seres humanos
para producir sentido nos es, al igual que la respiración, tan propia y necesaria
como inconsciente. ¿Cómo y por qué le otorgamos un valor y no otro a cada
aspecto de lo que consideramos nuestra existencia?

Filósofos, lógicos, matemáticos, filólogos, lingüistas y otros pensadores se han


preocupado, a lo largo de los siglos, por reflexionar sobre este proceso para
tratar de explicarlo. El concepto de signo —o los diferentes sentidos asociados a
este término— ha formado parte durante mucho tiempo de esas reflexiones,
aunque recién a finales del siglo XIX, al abordarse desde una perspectiva
científica, comenzó a tomar el cariz con el que lo reconocemos hoy.

Fueron dos los pensadores que, casi en simultáneo, elaboraron teorías que
postularon al signo como el componente fundamental en el proceso de
semiosis, es decir, en la producción de sentido. Por un lado, Ferdinand de
Saussure (1857-1913), quien se transformará durante la primera mitad del
siglo XX en uno de los principales referentes de las ciencias sociales y fundará
toda una tradición europea en los estudios del lenguaje; por el otro, Charles
Sanders Peirce (1839-1914), quien, al producir su obra en los Estados Unidos y
al centrarse en diversas áreas del conocimiento, será descubierto tardíamente.

Si bien Saussure y Peirce fueron contemporáneos, al vivir uno en Europa y el


otro en América, no tuvieron aparentemente ningún contacto. No obstante, sus
modelos coinciden en varios aspectos importantes. Entre ellos, ambos

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consideran al signo como un elemento puramente mental, es decir, que no
pertenece al mundo natural; además, piensan al signo como una
representación, es decir, como un elemento que sustituye o que está en lugar
de otro; y ambos plantean la necesidad de una disciplina que aborde el estudio
de la producción de sentido en todos los aspectos de la vida social.

Con respecto a este último objetivo, Saussure llamará a esa disciplina


«semiología», en tanto que Peirce la denominará «semiótica». Por esa razón, la
adopción de uno o de otro nombre implica la adhesión a una de estas
perspectivas en el estudio del signo, aunque los dos enfoques comenzaron a
encontrarse a mediados del siglo XX. Si bien Saussure construyó un modelo
teórico minucioso del funcionamiento del signo lingüístico —que influenció a
pensadores, como Sigmund Freud, Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes,
Jacques Lacan, entre otros—, sus discípulos tuvieron dificultades para poder
integrar ese modelo al análisis de los lenguajes no verbales.

En cambio, Peirce enfocó el problema desde otro ángulo. Se propuso construir


una teoría unificada del signo, la semiótica, y pensó un modelo teórico que
diera cuenta de cómo somos capaces de conocer, de interpretar y de darle
sentido a lo existente a través de procesos sígnicos.

Por ese motivo, fue el único de estos pensadores que intentó desarrollar una
clasificación del signo global, integradora. En ese sentido, su modelo es el que
mejor se adapta al análisis de las artes visuales, razón por la cual será el que
profundizaremos a continuación.

EL MODELO DEL SIGNO DE PEIRCE

Para Peirce, el signo es una representación metal que nos permite conocer la
realidad, es decir, que solo accedemos al sentido de lo real a través de la
mediación de un sistema de signos. Esto implica afirmar que no existe nada por
fuera del signo o, en otros términos, que todo aquello que vemos lo vemos
porque significa. Por eso el autor sostiene que todo es signo.

Para comprender cabalmente su visión sería necesario desarrollar la perspectiva


filosófica sobre la que la fundamenta, ya que Peirce elaboró una compleja serie
de categorías gnoseológicas (Zecchetto, 2012). No obstante, en esta primera
aproximación, solo intentaremos esbozar su definición de signo.

Peirce concibe al signo como una tríada, es decir, piensa un modelo de signo
conformado por tres componentes: el representamen, el objeto y el
interpretante. Estos componentes se relacionan entre sí de forma dinámica, son

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instancias en el proceso semiótico —que es un acontecer temporal—. Se los
suele representar a través del siguiente esquema:

REPRESENTAMEN INTERPRETANTE
(posibilidad) (ley/pensamiento)
SIGNO

OBJETO
(existencia)

Veamos cómo Peirce (1974) define el funcionamiento de la tríada:

Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se


refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es,
crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un
signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el
interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto.
Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con
referencia a una suerte de idea (p. 22).

Así, podríamos sintetizar que para Peirce un signo es alguna cosa


(representamen), que está en lugar de otra (objeto), para alguien, desde algún
punto de vista (interpretante).

En otras palabras, el representamen sería el signo en sí mismo, la


representación que está en lugar de otra cosa. En ese sentido, como primer
estímulo, tendría la cualidad de la posibilidad. Por su parte, el objeto es aquello
aludido por el representamen, sería un aspecto parcial de la realidad, ya que,
según Peirce, el signo no representa un objeto completo, sino que lo representa
desde una determinada perspectiva. En cuanto porción de la realidad, el objeto
posee la cualidad de la existencia.

El interpretante es quizás el componente más innovador en la propuesta de


Peirce. Es importante señalar que no se trata de un intérprete en el sentido
individualizado del término, sino de la actualización de una función social. El
interpretante se relaciona con los conocimientos y los saberes comunes de una
cultura determinada, por eso ejerce una función mediadora en la relación del
representamen con el objeto (en virtud de la cual posee la cualidad de la ley).
Se trata del efecto o de la repercusión del representamen en la mente de la
persona. Esto se refiere, en primera instancia, al significado del signo; pero, en
segunda instancia, supone la producción de un nuevo signo. De este modo, el

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interpretante de un signo es otro signo, que tendrá como efecto otro signo y así
sucesivamente.

Tratemos de pensar un ejemplo. Si alguien pronuncia la palabra «mate», todos


escucharemos un estímulo sonoro (representamen), que hace alusión a un
objeto (objeto), de acuerdo a alguna idea, para nosotros, en nuestra
comunidad (interpretante). El interpretante inmediato será el significado de lo
que reconocemos como una palabra (ʻinfusión hecha con hojas de yerba
mate…ʼ), pero también implicará la producción en nuestras mentes de un nuevo
signo, ya que no todos imaginaremos el mismo «mate» e incluso, de acuerdo al
contexto, podremos interpretar la palabra como un pedido, como una
indicación, etcétera. De este modo, se abre una cadena de nuevos signos
(representamen), que harán alusión a algún nuevo aspecto del objeto y que
tendrán como efecto nuevos interpretantes.

En este proceso radica el aspecto dinámico del modelo de signo propuesto por
Peirce. El interpretante se transforma en otro signo, que traduce el primer
signo, y así sucesivamente. De aquí también se desprende el concepto de
semiosis infinita o ilimitada, una continua sucesión de producción de signos, ya
que «el significado de una representación no puede ser más que otra
representación» (Peirce en Eco, 1976, p. 164). En esa cadena de mediaciones,
de representaciones, de signos, se organizan los sentidos que configuran
nuestra cultura.

REFERENCIAS

Eco, U. (1976). Signo. Barcelona, España: Labor.

Mendoza, M. F. (2014). La clasificación de signos según Peirce. Un breve


recorrido (Apunte de cátedra). Semiótica, Departamento de Artes Visuales,
Universidad Nacional de las Artes, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina.

Peirce, C. [1894] (1999). ¿Qué es un signo? Recuperado de


https://www.unav.es/gep/Signo.html

Peirce, C. (1974). La Ciencia de la Semiótica. Ciudad Autónoma de Buenos


Aires, Argentina: Nueva Visión.

Verón, E. (2002). Signo. En C. Altamirano (Dir.). Términos críticos de la


sociología de la cultura (pp. 213-218). Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina: Paidós.

Zecchetto, V. (2012). La teoría semiótica. En V. Zecchetto (Coord.), Seis


semiólogos en busca del lector (pp. 47-78). Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina: La Crujía.

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