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Según Carl Schmitt, la diferencia entre revolución y reforma está determinada por la noción
de Poder constituyente. Si se activa el Poder constituyente originario, ya sea del pueblo
(Constitución americana de 1787, Constitución soviética de 1918, Constitución de Weimar
de 1919), ya sea de un monarca, dictador o caudillo (la Charte de Luis XVIII en 1814; el
Decreto de Apoderamiento para Hitler del 24 de marzo, 1933; el Decreto de Unificación de
Franco del 19 de abril, 1937), estaríamos frente a una revolución o una contra-revolución.
Si lo que se activa es el Poder constituyente derivado, y no hay apelación al originario, se
trataría de un momento constitucional reformista.
Reformistas en Chile podrían ser los momentos constitucionales de 1833 y 1925. Esos
momentos generan constituciones que explícitamente se definen a sí mismas como
reformas de las constituciones que las anteceden. Son puramente reformistas porque operan
bajo el alero del Poder constituyente del pueblo y no buscan derogarlo o destruirlo. El
Poder constituyente originario del pueblo se manifiesta por primera vez en nuestra
Independencia y permanece vigente hasta septiembre de 1973.
6. ¿Es posible identificar un momento constitucional con ocasión de los plebiscitos de 1988
y 1989?
Esto es algo que solo se pueda determinar post factum. Si un proceso constitucional se
inicia formalmente y se completa en un determinado plazo, entonces se podrá decir si
efectivamente vivimos un momento constitucional. Por ahora solo puede decirse que hay
signos claros de que estaría gestándose un momento constitucional.
No restaurarla dejaría sin reparar la alevosa sedición que violó sus Arts. N°3 y N°4, y
destruyó nuestra tradición constitucional que se extendía hasta los albores de nuestra
República. El temor a que se hicieran efectivos esos artículos podría explicar la furia
vandálica que condujo al bombardeo de La Moneda y la destrucción de nuestra
Constitución republicana.