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MIEMBROS LOS UNOS DE LOS OTROS

PROYECTO DE LITERATURA IGLESIA


CRISTIANA GRACIA Y AMOR
(A.P.L.I.C.A.)

Calle 97 No 49-96
Barrio: La Alborada
Teléfono 613-1524 672-4365
Apartado Aéreo 100.063 Zona 10
Bogotá D.C. – Colombia
INTRODUCCIÓN
Debe ser obvio que, siendo esta obra una obra evangélica, esté enteramente sujeta a la autoridad de las
Santas Escrituras. Nuestro punto de vista es el de creer que lo que las Escrituras mandan sobre la
iglesia, esto debe ser llevado a cabo en la iglesia. Y que lo único esencial es lo que las Escrituras
mandan.

Sin embargo no vamos a hacer de las Escrituras nuestro punto de partida. Tal modo de proceder es un
proceso laborioso y demorado. Porque es un hecho el que el Nuevo Testamento no nos da en un
determinado libro o sección de cierto libro, toda su enseñanza en cuanto a la membresía en una iglesia.
¡Qué bueno que así fuera! Pero por otro lado, haberlo hecho Dios así, habría sido volver el Nuevo
Testamento un libro seco de referencia y no un libro de historia.

Otra manera es la de principiar con la iglesia local como la encontramos, y después, ciertas preguntas
que, por la naturaleza del caso, se sugieren. Tales como:

¿Es necesaria la membresía formal en la iglesia?


¿Cuáles son los requisitos para ser miembros?
¿De qué forma son recibidos los miembros?
Estas y otras al estilo son las que un grupo de personas tiene que estudiar cuando piensa en constituirse
iglesia. Esta manera de proceder no es en nada deshonesta por dos razones: No es como si estuviéramos
inventando algo nuevo. La iglesia local es una obra de Dios acerca de la cual, El ha hablado en su
Palabra. Por lo tanto, podemos legítimamente empezar con esta iglesia y proceder mediante un examen
de sus necesidades y la manera adecuada para satisfacerlas. Es lo mismo que hacemos en cuanto a
nuestra vida cristiana personal. Al convertirnos, toda clase de circunstancias nuevas se presentan. Pero
no esperamos hasta haber dominado la enseñanza bíblica entera para empezar a vivir la vida cristiana.
Lo que hacemos es ir constantemente a la Biblia y en ella buscar respuestas a los problemas y los
medios para enfrentar las situaciones que se levantan diariamente. Segundo, esta manera de proceder en
la investigación del tema es legítima porque si bien empezamos con la iglesia local, vamos en seguida a
las Escrituras para buscar las respuestas a las preguntas que se sugieren. No hacemos nada puramente
según el juicio o los sentimientos privados

Buscamos en la Palabra de Dios la manera de tratar la vida en la iglesia.

Posiblemente no hallemos respuestas directas en cierto versículo o pasaje. ¿Tenemos el derecho de usar
nuestra propia discreción? No, de ninguna manera. Tenemos que buscar, más bien, los principios
generales que en todas partes de la Biblia surgen y luego aplicarlos a la situación. Si hay alguna
afirmación eficaz sobre el problema, tenemos que regirnos por ella. Pero donde falta la misma, nos
entregamos a ser dirigidos por la enseñanza general de las Escrituras. No podemos aislar el asunto de la
membresía en la iglesia o algún otro aspecto de la doctrina de la iglesia, del mensaje íntegro de toda la
Biblia. La vida eclesiástica tiene que ser consecuente con el evangelio, con la naturaleza de Dios, con la
ley moral, con el carácter de los redimidos, etc. El conocimiento en cuanto a una verdad nos va a
ayudar a entender las demás.

He aquí nuestra manera de acercarnos a nuestro tema. Sí, nuestro interés es en cuanto a la iglesia local
y por lo tanto, en cuanto a su membresía formal y registrada. Pero en ningún sentido vamos a aislar esta
cuestión de la naturaleza de la iglesia como cuerpo espiritual o místico de Cristo. Si bien empezamos
con la situación en que nos hallamos como grupos de creyentes reuniéndose, después buscaremos
gobernar y determinar el desarrollo de nuestra situación por medio de una investigación honesta y
minuciosa de las Sagradas Escrituras.
CAPITULO UNO

¿QUE ES MEMBRESÍA EN LA IGLESIA?

Las palabras que se usan en conexión con iglesia y membresía, son términos muchas veces ambiguos.
Polémicas, malas interpretaciones, desacuerdos, y conflictos se pueden evitar si dedicamos algunos
minutos en definir los conceptos de iglesia y membresía.

IGLESIA

Aun en las Escrituras la palabra "iglesia" es usada en más de un sentido. Por ejemplo, cuando el apóstol
Pablo escribió: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a si mismo por ella" (Efesios 5:25), El claramente
se refería, no solamente a la comunidad cristiana organizada en Efeso, sino a todo el pueblo escogido
por Dios; todos por los cuales Cristo murió; en realidad, a todos los santos de cada época, los santos del
Antiguo Testamento y los de los últimos tiempos hasta la venida de Jesucristo. Sin embargo, cuando
Pablo escribió, "Pablo... a la iglesia de Dios que está en Corinto" (1 Corintios 1 :12), él indudablemente
tenía en su mente un grupo más limitado. Se refería a un grupo particular de cristianos. La única
diferencia entre estos y cualquier otro grupo de cristianos era exclusivamente geográfica -- aquellas
personas que vivían en la ciudad de Corinto cuando el evangelio les llegó en palabra y poder. Estos
cristianos juntos formaron una "iglesia" o mejor "la iglesia de Corinto". Es importante notar que no se
utiliza diferente palabra para describir a los cristianos de un lugar particular, de la usada para describir
a todos los cristianos.

En el Antiguo Testamento el asunto es un poco diferente. En el Antiguo Testamento tenemos dos


palabras: "asamblea" y "congregación (Ver Exodo 16:1-10 y Números 20:1-13). La palabra "asamblea"
es usada para indicar un grupo de gente de Dios reunida en un lugar determinado y a una misma hora.
La palabra "congregación" sin embargo, es más general y denota a todos los que son pueblo de Dios y
que por lo tanto, tienen derecho de reunirse en "asamblea".

Hablando estrictamente, la palabra griega equivalente a "asamblea" es "iglesia" y la de "congregación"


es "sinagoga", Sin embargo, la última palabra solamente se utiliza dos veces en el Nuevo Testamento
por iglesia. (En Mateo 18:20 se usa como verbo, y en Santiago 2:2.) Es así como la palabra "iglesia"
tiene que tomar dos significados: "asamblea" y "congregación". Esto significa que el término "iglesia"
es aplicado en el Nuevo Testamento tanto para todos los cristianos en cualquier parte como también
para la asamblea local de cristianos. Ambos, la totalidad de los elegidos por Dios en el cielo y en la
tierra, y un grupo particular de ellos reunidos en la tierra son "iglesia".

Esto no quiere decir que no se debe hacer una diferencia entre los dos sentidos en que se usa la palabra.
Es muy importante que mantengamos con claridad la diferencia. Esto lo podemos hacer refiriéndonos a
la iglesia en determinado lugar. El Nuevo Testamento dice "la iglesia en" o "a la iglesia de".
EL SENTIDO QUE SE DARÁ A LA PALABRA IGLESIA
En este escrito, es para un grupo particular del pueblo de Dios que se reúne en cierto sitio en el nombre
de Jesucristo. Sin embargo, debemos recordar siempre el otro sentido de la palabra "iglesia" que hay
una vasta multitud a través del tiempo y espacio que son iglesia.

MEMBRESIA
Ahora, en cuanto al sentido que se da al término membresía, este dependerá directamente del sentido
que demos a la palabra iglesia. Si nosotros utilizamos la palabra iglesia en un sentido general,
refiriéndonos a todos por los cuales Jesucristo murió, entonces, el uso de la palabra membresía será
exclusivamente espiritual. Nosotros afirmamos que todos los que están unidos a Jesucristo, por la fe
que proviene del nacimiento espiritual, son miembros de Jesucristo y por consiguiente, de su iglesia
(Romanos 12:4-5). Esta membresía es de gracia por medio de la fe y no se necesita nada más para
participar de ella.

Sin embargo, esta fe no hace a una persona miembro de la iglesia en su segundo sentido, el local. La
membresía en la iglesia local en el nivel más elemental, requiere la presencia física con el cuerpo. Una
persona puede llegar a ser miembro de la iglesia en el sentido espiritual, pero, no lo es de la iglesia
local, hasta tanto la persona no se una físicamente a la iglesia visible. Es en este segundo sentido de
membresía que nos referimos aquí, del compromiso de la persona que es cristiana con la comunidad de
cristianos. Nuestra membresía espiritual en la iglesia invisible no nos exime de la necesidad de la
membresía física en la iglesia visible. Al contrario, esta nos obliga, porque ¿quién puede ser miembro
de la iglesia visible? Tan sólo aquellos que son miembros de. la iglesia invisible. Los únicos que
pueden estar unidos al cuerpo de Cristo son los que están unidos a Cristo. Bíblicamente, no hay dos
clases de iglesias, una para los espirituales y otra para los carnales. Como tampoco hay dos clases de
cristianos, los interesados en la iglesia invisible y los preocupados por la iglesia visible.

Preguntas:

1. ¿Que es la Iglesia?
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2. ¿Que es membresía?
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3. ¿Como puede una persona ser miembro espiritual de la Iglesia y no ser miembro de una Iglesia
local? ¿Puedo prescindir de alguno de los dos?
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CAPITULO DOS

¿ES ESENCIAL LA MEMBRESÍA EN LA IGLESIA?

Usamos la frase "membresía en la iglesia" en esta obra en su sentido visible y práctico. Queremos
decir, aquellos pasos por los cuales la persona cristiana se une con un cierto grupo del pueblo de Dios,
en cierto lugar, mediante la inclusión de su nombre en la lista de los miembros ya que el pertenecer
espiritualmente al pueblo de Dios ya se ha estudiado bajo los temas nuevo nacimiento y redención en
materiales anteriores. Enfocamos el tema contestando ciertas preguntas que surgen de la situación de
nuestras iglesias locales, tal como las hallamos actualmente. Para contestar estas preguntas, vamos a
apelar a textos de las Sagradas Escrituras, y donde no hay textos específicos, apelaremos a los
principios generales bíblicos.

1. La primera pregunta que tenemos que tratar, es en cuanto a la necesidad de una lista de miembros.
Principiamos con esta pregunta por dos razones, una práctica y otra doctrinal.

La razón práctica es la siguiente. Es en este punto que muchos cristianos tropiezan. No ven la
necesidad de la membresía en la iglesia y así nunca entran en ella. Para ellos, el asunto de requisito;
deberes, disciplina, etc., no les ocurre, sencillamente no creen en una membresía formal. Muchas de
estas personas se integran en cierta congregación local y son quizás entre sus asistentes más fieles y
piadosos. Una persona desde afuera sería incapaz de distinguirlas de los miembros inscritos, pero,
nunca han buscado colocarse juntamente con los demás en la lista de la misma forma como se colocan
juntamente con los demás en las bancas. No han querido hacer frente a la necesidad de la membresía en
la iglesia. Como resultado, en casi todas las iglesias hay dos clases de cristianos- los miembros y los no
miembros. Tal situación es cuando menos algo incómodo para el pastor y los otros oficiales de la
iglesia. La única manera para corregir esta anormalidad, es la de convencer a tales creyentes de la
necesidad de la membresía en la iglesia.

La otra razón porqué enfatizar este asunto de la necesidad de la membresía, es por razón doctrinal.
Para contestar doctrinalmente esta pregunta, nos toca entrar a discutir sobre la naturaleza de la iglesia.
Por supuesto, no podemos hacerlo aquí de forma completa. Pero, por lo menos, podemos tocar algunos
puntos sobresalientes y hacerlo de tal forma que veamos que la membresía, sí, es una necesidad
indispensable y es este aspecto que provee la respuesta a la situación anormal que vimos al tratar la
parte práctica. Porque es la falta de un razonamiento claro y doctrinal entre los cristianos, lo que
ocasiona este tropiezo en cuanto a la necesidad de la membresía en la iglesia.

Contestando la pregunta: ¿Es esencial la membresía en la iglesia?, debemos explicar qué queremos
decir con la palabra "esencial". ¿Esencial para qué? Hagamos una comparación. Preguntamos: ¿Es
esencial el jabón? Podríamos contestar que como el jabón no sirve para comer, por lo tanto no es
esencial. Pero al contestar así, sólo hemos comprobado que el jabón no es esencial para alimentación y
que no es esencial para la vida. Pero si enunciamos más exactamente la pregunta: ¿es esencial el jabón
para lavarse?, la respuesta es muy clara: Sí. Y podemos probar que la limpieza es imposible sin el
jabón.

Algunos cristianos rechazan la membresía en la iglesia porque están convencidos de que no es esencial
para vida espiritual o para salvación. Y de esto no hay duda. Que seamos muy claros. La membresía en
la iglesia no es esencial para la salvación. Para ser salvo, el nombre de una persona tiene que estar
escrito en el libro de la vida del Cordero, no en la lista de alguna iglesia local. La persona tiene que
estar unida a Jesucristo, no a cierto grupo de creyentes. Es salvo por la fe en Cristo solamente y no por
obras relacionadas con la iglesia.

Pero la salvación no es la única cosa esencial en cuanto a las cosas de Dios. La iglesia también es
esencial. Si no fuera así, Jesucristo no se hubiera entregado por la iglesia (Efesios 5:25). No la habría
edificado sobre esta roca (Mateo 16:18) como una fortaleza impregnable. Si no fuera esencial, no
habría tanto material sobre ella en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Y hace mucho
habría dejado de existir. Mirando el asunto desde este punto de vista, la membresía en la iglesia es
esencial. El cumplimiento de los propósitos de Dios para su iglesia, tal como los hallamos expresados
en ciertas ordenanzas en las Escrituras, sería imposible sin la membresía en ella, como vamos a mostrar
ya pronto.

El problema parece ser hoy día que los cristianos han llegado a ser demasiado individualistas --
podríamos aun decir egoístas. Parece que han cogido el espíritu muy común en nuestro ambiente que si
el asunto no me afecta a mí personalmente, luego no es importante. Pero si me afecta a mí, luego, sí, es
o escandaloso o maravilloso según el caso y muchos cristianos piensan que como son salvos sin
membresía en la iglesia, y que como la membresía en la iglesia no les hará más seguros de la salvación,
luego no les toca preocuparse por ella. Es un modo egoísta de pensar. El propósito de la membresía
en la iglesia tiene que ver con la iglesia, no con el individuo. Hay ciertos aspectos de la iglesia que
no tienen significado si no hay membresía. A la vez, la membresía es sin lugar a dudas de mucha ayuda
espiritual para el creyente en su vida cristiana (como veremos en un capítulo más adelante). Pero, este
provecho personal es un sub-producto y no el fin principal. Hay, pues, ciertos aspectos de la vida de la
iglesia que indican la necesidad indispensable de la membresía. Mencionamos tres:

El Orden en la Iglesia Local

A veces la Biblia compara la iglesia con un cuerpo, a veces, con una familia, u hogar, a veces, con un
reino o un ejército. Para que funcionen correctamente tales organismos, hay que tener alguna clase de
orden. Lo mismo en la iglesia. La iglesia no es solamente una colección casual de individuos. Es más
bien una estructura con las partes estrechamente entretejidas como es el caso de un cuerpo y sus
miembros (Efesios 4:16), y por lo tanto, debe ser acertadamente organizada. Para tal orden, la iglesia
tiene que saber quiénes pertenecen a ella. Una familia sin saber quiénes tienen derecho a comer, o si se
puede echar seguro a la puerta de la casa de noche sin saber quiénes deben estar adentro y quiénes no,
sería algo muy raro. Un comandante del ejército que no sabe con cuántos soldados cuenta, estaría
pronto en el peor caos. Si la iglesia va a ser una familia verdadera o un ejército eficaz, tiene que saber
con quiénes exactamente cuenta. Es así particularmente el caso cuando pensamos en ciertas funciones
importantes de la iglesia:

La disciplina en la Iglesia. Haremos más adelante una investigación más completa sobre el
tema de la disciplina, el trato con el miembro rebelde. Pero ahora, usamos el término en
el sentido del bienestar general o la instrucción general del pueblo de Dios. 'La palabra
"disciplina" tiene que ver estrictamente con el discipulado o la capacitación. Bajo esta
idea de disciplina incluimos la asistencia regular a las reuniones, la instrucción en la fe,
el cuidado pastoral, y la administración de los sacramentos. Un momento de reflexión
hará aparente que el descargo adecuado de estos asuntos exige alguna clase de lista de
miembros. La iglesia tiene que saber a quiénes esperar en sus reuniones. El ministro
tiene que conocer a quienes dar instrucción, lo que éstos ya saben y lo que aún no saben.
Tiene que saber exactamente quienes son sus ovejas para cuidarlas adecuadamente y no
exponerse a la posible acusación de estar robando ovejas de otro pastor. De hecho, sin
una lista de miembros, el pastor no tendría ninguna garantía de asistencia a ninguna
reunión.

Las buenas obras. La vida de la iglesia no consta exclusivamente de los cultos. Tiene
deberes de caridad tanto a sus propios miembros necesitados como a las personas de
afuera. Tiene que evangelizar a las personas del vecindario. Debe estar lista para llevar a
cabo obras de caridad y misericordia a cualquiera que esté con necesidad. y puede, si
hay oportunidad, recoger a niños y a jóvenes para hacer la tarea que los padres de
familia no están haciendo --enseñarlos en la piedad y en el camino de la salvación -
¿Cómo puede una iglesia cumplir con estas tareas a no ser que sepa con exactitud a
quiénes puede solicitar su colaboración? Claro, se puede hacer una invitación en los
cultos para que las personas con alguna inclinación a estas tareas se ofrezcan a hacerlas
bajo la dirección de la iglesia. Por decir lo menos, esta manera de proceder es arriesgada
y no concuerda con el Nuevo Testamento en cuanto a que la práctica general de la
iglesia fue llamar a ciertos miembros específicos adecuadamente capacitados para
cumplir las tareas que se presentaban (Véase por ejemplo Hechos 13:1-3).

La elección de los oficiales. El Nuevo Testamento indica claramente que hay ciertos
oficiales en la iglesia, tales como: ancianos, pastores y diáconos. También dice que el
nombramiento de estos oficiales es la responsabilidad de toda la iglesia. En Hechos 6:3
los apóstoles dijeron a toda la congregación: "Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros
a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría a quienes
encarguemos de este trabajo." Había, como vemos, una colaboración entre los apóstoles
y el pueblo en la elección de estos siete hermanos a la tarea de servir en las mesas. En
Hechos 14:23, leemos que Pablo y sus compañeros "constituyeron ancianos en cada
iglesia". Esto podría parecer como si el nombramiento fuera unilateral por los apóstoles,
pero la palabra traducida "constituyeron", quiere decir literalmente, "votar al extender la
mano", sugiriendo que usaron un modo de proceder semejante a aquel que usaron en
Hechos 6.

Bien, si la elección de los oficiales es la responsabilidad de la iglesia como un todo, es


esencial alguna lista de los votantes. Nadie tiene derecho al voto en una elección
nacional a no ser que su nombre aparezca en el registro electoral. Tal cosa y las razones
por qué son obvias a todos. ¿Por qué la iglesia va a estar menos ordenada que el estado?
¿Cómo se puede llevar a cabo la elección de oficiales de manera adecuada sin saber
quiénes tienen derecho al voto? ¿Quiénes, sino solamente los miembros deben tener ese
derecho?

Vemos, pues, que el hecho sencillo de tener una lista de aquellas personas dispuestas a
entregarse a la vida de cierto grupo de cristianos puede hacer una gran diferencia en
cuanto al gobierno de la iglesia. Sin esta lista, la máquina funciona pesadamente, o de
pronto no funciona. Con ella, se puede hacer mucho y hacerlo de manera más eficiente.
El Compañerismo de la Iglesia

La idea popular de "compañerismo" entre cristianos tiene que ver con lo que los cristianos hacen
juntos, cosas como los cultos, las reuniones para estudio y diálogo, y las salidas para testificar. Algunas
personas van más lejos y hablan de la necesidad del amor fraternal como esencial para el
compañerismo. Bien, todo esto es cierto y bueno, pero quizás no adecuado porque no va al corazón de
la naturaleza de la iglesia. La iglesia es el pueblo del pacto de Dios. Es decir, es un pueblo que
solemnemente y de todo corazón se ha comprometido en lealtad a Dios, venga lo que venga, y esto
precisamente por que El se ha entregado a ellos mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. El
compañerismo de la iglesia con Dios es uno de pacto, no uno casual. Es un compañerismo
prometido abiertamente y por eso de obligación permanente muy semejante al matrimonio. El pacto
entre Dios y su pueblo es reconocido públicamente en el bautismo y es renovado con frecuencia en la
cena del Señor.

Siendo así la naturaleza de la comunión entre Dios y su pueblo, seguramente debe ser el modelo de
comunión entre los miembros del pueblo de Dios. Abiertamente deben comprometerse los unos a los
otros, procurando ser fieles unos a otros, amarse y servirse, y apoyarse siempre. Es este elemento que a
menudo hace falta entre cristianos hoy día. Con frecuencia testifican de ratos agradables de
compañerismo, pero, la idea de comprometerse abiertamente unos a otros y de ser fieles hasta que la
muerte los separe es algo que muy poco les ocurre. Resulta, pues, que al presentarse alguna diferencia
de opinión, en lugar de permanecer fieles unos a otros, van al extremo de desprestigiarse los unos a los
otros. Todo muestra una falta de pensar a la luz del pacto bíblico.

Bien, si una iglesia va a disfrutar de esta comunión de pacto, se hace esencial una forma propia y un
método adecuado de construir la membresía. Ninguna persona cuerda duda de la necesidad de una
ceremonia de matrimonio. Tales ceremonias han sido la práctica desde hace tiempos remotos. La idea
de la cohabitación de hombre y mujer sin haber celebrado alguna forma de contrato público es
repulsiva aun todavía, para la mayor parte de la gente. Además, muchas veces, es esta promesa de
fidelidad la que sirve en tiempos de discordia para mantener el matrimonio estable. Pueden presentarse
diferencias, pero el hecho de haber intercambiado votos solemnes, les presiona a rectificar los asuntos.
Así también, la iglesia, si va a tener una comunión estable tiene que encontrar un mecanismo por el
cual los cristianos se unan con la iglesia en forma abierta, formal y solemne, comprometiéndose al
amor mutuo y perpetuo.

La Naturaleza de la Iglesia

El Nuevo Testamento usa la palabra "iglesia", en dos sentidos: Primero, al hablar de todos los que son
de Cristo por medio de la fe en su persona y obra, y, segundo, al hablar de algún grupo particular de
tales creyentes congregados en cierto sitio. A veces decimos que el primer sentido tiene que ver con la
iglesia "invisible", y el segundo con la "visible". Puesto que se usa la palabra iglesia para las dos ideas,
parece lógico concluir que es el deber de los cristianos hacer el esfuerzo para que los límites de la
iglesia invisible coincidan, en lo posible, con los límites de la iglesia visible. En otras palabras,
debemos evitar una norma doble en cuanto a la membresía de la iglesia. No debemos tener por
miembros de la iglesia visible a aquellos que no son miembros de la invisible debido a la obra divina de
la regeneración.
Este concepto tiene dos consecuencias prácticas en cuanto a la membresía de la iglesia. Uno: en lo
posible, ninguno sin regeneración, debe ser recibido a la membresía en la iglesia visible. Y dos, que
todos los regenerados deben ser puestos en la lista de miembros de la iglesia visible. Hay iglesias que
buscan cumplir el primer requisito de estos dos y buscan examinar a todo los candidatos para la
membresía para conocer los frutos de la gracia salvadora en la vida de la persona. Pero, en cuanto al
segundo, sin embargo, la práctica es mucho menos consecuente. Es aceptada la situación donde un
buen grupo de los que se congregan nunca entran a formar parte de membresía. Hay muchas iglesias
donde la asistencia es bastante más que la membresía. Las personas que no se hacen miembros,
declaran que ellos no son cristianos. Si de hecho no son cristianos, luego es correcto permanecer fuera
de la membresía. Pero, si han experimentado la salvación y creen que se hallan en un estado de gracia
igual como los demás miembros, luego niegan por sus hechos (o falta de hechos) lo que creen en sus
corazones. Si lo que hemos dicho hasta aquí en cuanto a la naturaleza de la iglesia es correcto, la
membresía formal para todos los cristianos verdaderos en cierta congregación se hace una necesidad.
Porque permanecer fuera de la membresía es sugerir que la persona prefiere estar fuera de la iglesia y
aun fuera de Cristo. La persona que busca la membresía en la iglesia no hace sino declararse cristiano.
El que sigue afuera, virtualmente está diciendo que no es cristiano.

Por estas razones, abogamos por la membresía como esencial a la vida verdadera y el funcionamiento
adecuado de la iglesia y el disfrute de su compañerismo. Si estos asuntos - orden, compañerismo, y la
naturaleza de la iglesia - son importantes, luego lo es también la membresía en la iglesia. Que cada
cristiano examine las Escrituras por su cuenta para ver el valor que Cristo y los apóstoles dieron a la
iglesia. Y que se pregunte si su actitud en cuanto a su iglesia y su membresía en la misma, refleja
adecuadamente la estima en que la tiene la Palabra de Dios.

Preguntas:

1. ¿Cuál es la razón practica y la razón doctrinal de la necesidad de la membresía?


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2. ¿Cuáles son los tres aspectos de la vida de la iglesia que indican la necesidad indispensable de la
membresía?
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3. En cuanto al orden de la Iglesia local ¿Cuáles son ciertas funciones importantes de la iglesia que
requieren membresía en la Iglesia?
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4. ¿Qué clase de compañerismo se expresa en la Iglesia de Cristo y por lo cual entre sus miembros?
¿Con que es comparado?
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5. ¿Cuáles son los dos sentidos en que la Biblia habla de la palabra Iglesia?
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6. ¿Diga las dos consecuencias practicas en cuanto a la membresía de la Iglesia?


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CAPITULO TRES

LOS REQUISITOS PARA MEMBRESÍA EN LA IGLESIA

¿Quiénes son los que pueden ser admitidos a la membresía de una iglesia particular? Ya debe estar
claro que la membresía formal es tanto necesaria como bíblica. El creyente debe tener su nombre en la
lista de alguna iglesia.

Todos estarán de acuerdo que para recibir a una persona como miembro, debe haber primero alguna
investigación. Imposible que presionemos a cualquier persona que aparezca en un culto a que se haga
miembro en seguida. Nuestro conocimiento de las Escrituras nos ha enseñado que la iglesia es la
compañía de los elegidos de Dios de la raza humana que quisieran unirse a ella.

Si es así y si exigimos más que solamente el deseo de hacerse miembro, luego hay que tratar el asunto
de los requisitos. No es el asunto más fácil de nuestro tema. Las controversias del pasado y las
numerosísimas denominaciones que ahora existen, testifican de la dificultad, porque en el centro de las
divisiones entre las denominaciones cristianas están las diferencias sobre qué constituye el derecho de
membresía. Estas diferencias están estrechamente ligadas con distintos enfoques sobre la teología de la
iglesia y de Dios y son reflejadas en buena medida en la forma del bautismo que practican. No obstante
las dificultades que se presentan sobre el tema, creemos que con el Nuevo Testamento dirigiéndonos,
podemos intentar una respuesta práctica y bíblica a la pregunta sobre quiénes reúnen los requisitos para
hacerse miembros.

EL REQUISITO BÁSICO: UNA CONFESIÓN GENUINA DE FE EN CRISTO


La membresía en la iglesia visible es abierta a todos los que son miembros de la invisible. La razón es
que la membresía en el cuerpo invisible de Cristo es una obra de la gracia de Dios mediante la fe de
aquellos que El llama a la comunión con su Hijo amado. Si la membresía en una iglesia local es
colocada sobre cualquier otra base que la gracia de Dios en la regeneración, luego vamos siendo
inconsecuentes con el evangelio de la gracia de Dios y el principio de la justificación por la sola fe.
Agregar algún otro requisito como absolutamente necesario, es hacer de la membresía en la iglesia un
asunto de obras y no de gracia. No siempre la iglesia ha evitado este peligro. Y por no hacerlo, el
resultado ha sido siempre lo mismo divisiones y falta de vida. La única manera para preservar la unidad
de la iglesia y mantener su vida, es la de mantener la base de la membresía únicamente sobre el
evangelio de la gracia de Dios.

En el Nuevo Testamento, la primera vez que leemos de la membresía en la iglesia, es el día de


Pentecostés cuando por primera vez el evangelio del Cristo resucitado y ascendido fue predicado.
Busque en su Biblia Hechos capítulo 2. En el versículo 14, Pedro se puso de pie para explicar lo que
había sucedido cuando los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo. Declaró que esto fue el
cumplimiento de la profecía indicando que la edad mesiánica, largamente esperada, había llegado
cuando "todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo." Luego anunció que Jesucristo de
Nazaret, de quien todos habían oído, era este Mesías prometido. Acusó a sus oyentes de haber
colaborado en la muerte cruel del Cristo, porque no querían reconocer la Palabra de Cristo al ser
resucitado de entre los muertos tal como David había anunciado de antemano. Ahora Dios había puesto
a Cristo a su diestra como también David había profetizado en el Salmo 110.

Estas declaraciones de lo que había pasado, hirieron de tal forma la conciencia de los oyentes que
querían saber qué podían hacer para remover la mancha de su crimen y hallar misericordia delante de
Dios (ver el versículo 37). Sin vacilar, Pedro respondió que si se arrepintieran de su enemistad contra
Dios y contra su Hijo, y, si recibieran el bautismo que Cristo había instituido como señal de su fe en el
Padre, en el Hijo, y en el Espíritu Santo, luego serían librados del castigo divino, y además, recibirían
ellos mismos su Espíritu tal como los apóstoles lo habían recibido (versículo 38).

Pedro hizo esa invitación con bastante presión y explicación (versículos 39,40). Cuando Pedro terminó,
había como 3.000 personas que creyeron lo que él había enseñado y que mostraron su fe públicamente
sometiéndose al bautismo (versículo 41). En cuanto a estos, se dice sencillamente en el texto que
fueron "añadidos". Al mirar el versículo 47, entendemos que fueron añadidos a la iglesia. Recibidos así
a la membresía de la iglesia de Jerusalén, esta iglesia fue formalmente constituida llegando a ser la
primera de los tiempos del Nuevo Testamento. Sabemos que así fue porque hallamos a estas personas
ejerciendo todas las funciones de una iglesia local, se reunían, recibían enseñanza, oraban, recibían la
santa cena, e hicieron ofrendas (versículos 42-46).

De todo esto, resulta sumamente claro que la conversión genuina da derecho a la comunión con la
iglesia y que la conversión genuina consta del arrepentimiento (versículo 38) y la fe (la que es igual a
recibir la Palabra, versículo 41), confesada abiertamente en el bautismo. Los creyentes, el día de
pentecostés, no tuvieron que cumplir otro requisito más. No les tocó alcanzar cierto nivel de
cristianismo, ni les tocó esperar cierto tiempo. Enseguida se hicieron miembros de la iglesia de
Jerusalén.

Y este punto de vista no depende solamente de este ejemplo histórico. El mismo principio, una verdad
teológica, hallamos en 2 Corintios 12:13; "Porque por un mismo Espíritu fuimos todos bautizados en
un cuerpo, sean Judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu. " Aquí no vamos a tocar el tema del bautismo del Espíritu. Más bien, lo seguro de este
versículo, es que por el Espíritu Santo una persona es hecha miembro de la iglesia. Y esto tiene que ver
con todos los creyentes. Como resultado de la obra regeneradora del Espíritu, los creyentes se hallan en
un solo cuerpo. La idea explícita tiene que ver con la membresía espiritual invisible de la iglesia. Pero,
es claro, tomando en cuenta el versículo, el capítulo y todo el libro de 1 Corintios, que esta membresía
espiritual daba derecho a la persona a tener su nombre en la lista. Pablo escribía a todos los de Corinto
bautizados por el Espíritu en un solo cuerpo, y obviamente, él los tenía como miembros de la iglesia de
Corinto.

Esto vemos confirmado en los primeros versículos de la carta. Pablo declara que está escribiendo "a la
iglesia de Dios que está en Corinto", y luego explica de quiénes habla cuando agrega estas palabras: “...
A los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos" (1 Corintios 1:2). Además, los pone a estos en
el mismo nivel "con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre del Señor Jesucristo, Señor de
ellos y nuestro." Las frases que usa en este versículo son frases que indican la salvación. "Santificados"
en este contexto es sinónimo con "justificados", "llamados" tiene que ver con el llamamiento eficaz a la
gracia de Dios, e "invocan el nombre de nuestro Señor", es la frase que Pedro usó citando Joel en
Hechos 2:21: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. "

Con esto hemos dicho lo suficiente. No hay duda. La conversión genuina fue el único requisito esencial
para membresía en la iglesia. Si desea más pruebas el lector, puede consultar otras de las cartas
apostólicas, sobre todo en sus primeros versículos como por ejemplo, Romanos 1:7; 2 Corintios 1:1;
Gálatas 1:1-4; Efesios 1:1; Colosenses 1:2; 1 Tesalonicenses 1:1. Aunque la palabra "iglesia" no
aparece en cada pasaje de estos, obviamente pensaba el apóstol en ella. ¡Escribía a la iglesia, no a la
ciudad!

LAS SEÑALES DE LA CONVERSIÓN GENUINA


Ya hemos declarado la esencia del tema de este capítulo, pero no hemos dicho todo. Tenemos que
agregar que solamente los verdaderos creyentes en Cristo tienen el derecho de membresía. El problema
es cómo discernir si una persona es verdadero creyente o no. Algunas iglesias reciben a todos los que
hacen una declaración de fe en Cristo, y no hacen más intento de guardar la iglesia "pura". Apelan a la
parábola del trigo y la cizaña para mostrar que Cristo mismo nunca buscaba una iglesia pura. Pero
tratando de esta parábola, debemos tener en cuenta no sólo que el "campo" es el mundo 'y no la iglesia,
y especialmente no la iglesia local, sino también que el asunto con que vamos tratando no es asunto de
arrancar cizaña, sino de impedir que la cizaña sea sembrada. ¿No estamos todos de acuerdo en que todo
intento de impedir que Satanás introduzca sus hijos entre los hijos de Dios es un intento válido?
Además, el Nuevo Testamento enseña claramente sobre con quiénes los cristianos pueden y deben
tener comunión (2 Corintios 6:14-18). Esta comunión es con otros creyentes. Por eso, el Nuevo
Testamento nos presenta ciertas marcas o señales por las cuales podemos ver la diferencia entre
creyentes genuinos y los aparentes. Las cartas de Juan tienen este propósito, cartas escritas teniendo en
cuenta los engañadores que andaban esparciendo error en el nombre de Cristo. Juan propone ciertas
pruebas para distinguir entre lo verdadero y lo falso.

Aquí algunos lectores quizás presentarán una objeción. Si hay que probar a los que se declaran ser
cristianos, ¿por qué no fueron probados los que creyeron el día de pentecostés (Hechos 2) y en otras
ocasiones cuando los apóstoles predicaron el evangelio? Una respuesta es que en aquellos días, los
primeros de la iglesia, la obra del Espíritu Santo fue mucho más evidente de lo que ha sido después. El
Espíritu Santo daba señales visibles de sus operaciones en los corazones de los creyentes. Esto sucedió
no sólo en Jerusalén, sino también en Samaria, en Galacia, y en las ciudades de Macedonia, tales como
Corinto y Tesalónica. Como dijo Pedro en la casa de Cornelio en Cesarea: "Si Dios, pues, les concedió
también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que
pudiese estorbar a Dios?" (Hechos 11:17). No había más necesidad de pruebas. Hoy en día, sin
embargo, predicamos la Palabra sin señales visibles en los oyentes. Esto no quiere decir que la gente no
se convierta hoy, pero nos toca buscar evidencias por otro lado.

Otra respuesta a la pregunta tiene que ver con la impopularidad del cristianismo en sus primeros días.
Una persona entonces que se hacía cristiana corría el riesgo de ser desechada, de perder su empleo, y de
ser el objeto de persecuciones violentas. Los judíos y los romanos igualmente aborrecían al
cristianismo. Por eso no era fácil que una persona se declarara cristiana a no ser que hubiera
experimentado alguna fuerza transformadora en su alma que le obligara a nombrar el nombre de
Jesucristo. El único caso de una persona en el libro de los Hechos que decía ser cristiano sin serlo, fue
el de Simón el Mago (Hechos 8:9-24). Pero, vemos el motivo de su profesión de fe en el versículo 13:'.
"y viendo las señales y grandes milagros que se hacían... ". Lo que parecía ser un poder mágico en el
evangelista Felipe, fue lo qué llamó la atención. Veía que este poder era más grande que el suyo. Esto
salió a la luz cuando los apóstoles visitaron Samaria para dar el don del Espíritu sobre los creyentes.
Simón, viendo esto, ofreció dinero para comprar el poder para hacer lo mismo. Pedro lo denunció por
ser persona cuyo corazón no era recto delante de Dios. Obviamente, Simón se equivocó en cuanto al
mensaje y el espíritu del cristianismo y lo confundió con sus propias artes ocultas.
Por estas razones, no era necesario probar a los convertidos en el principio del cristianismo. Con el
paso del tiempo, sin embargo, falsos hermanos empezaron a meterse en la iglesia, y fue un problema ya
en los tiempos de Juan, apóstol, cuando escribió sus cartas. Quizás si el libro de los Hechos incluyera
también la fecha cuando Juan escribió, habría tratado la historia de Hechos 2 de manera diferente, y
habría introducido unas pruebas antes de dar el bautismo. Este tiempo de prueba llegó a ser la
costumbre en la iglesia después de la edad de los apóstoles. Al desaparecer los hombres con
discernimiento sobrenatural (los apóstoles) y cuando no fueron reemplazados por otros, había
necesidad ya de algún medio para distinguir entre el trigo y el tamo.

Si hemos de usar pruebas con los que quieren unirse a la iglesia, ¿cuáles son?

Una Confesión Abierta de Cristo. Esto parece ser necesario para la salvación según Romanos
10:9,10 y Mateo 10:32. En el principio, esta confesión abierta acompañaba el bautismo. Es la
manera bíblica para profesar conversión a Cristo, pues, la Biblia no sabe nada de otras formas
como actualmente son populares. Los que creen que han sido salvados en verdad deben "pasar
adelante", pero para el bautismo. Por lo tanto, la persona que quiere hacerse miembro, debe
estar dispuesta a recibir el bautismo.

Doctrina Sana. En la iglesia primitiva, la única prueba doctrinal era la creencia en la deidad de
Cristo o la declaración que El era el Mesías. Por ejemplo, el eunuco etíope confesó: "Creo que
Jesucristo, es el Hijo de Dios" (Hechos 8:37). Pero, aun durante el tiempo del Nuevo
Testamento, esta confesión fue ampliada, porque Juan, apóstol, habló de la necesidad de creer
que "Jesucristo. ha venido en carne" (1 Juan 4:2). Es decir, la persona tenía qué declarar que
creía en la verdadera encarnación de Cristo. Esto era porque se presentó la enseñanza falsa que
decía que Jesús nació sólo hombre y que llegó a ser el Hijo de Dios en el momento de su
bautismo. Esto nos muestra que hasta cierto punto los requisitos doctrinales para membresía en
la iglesia se desarrollaron en relación con las herejías de la época. Una persona en verdad
convertida tendrá claridad de su fe para poder desechar las perversiones doctrinales de su día.
Veremos cuáles son estas en el próximo capítulo.

Frutos Espirituales. Juan, apóstol, propuso la prueba de una conducta justa que se manifestara en
obediencia a la ley de Dios y de Cristo (1 Juan 2:29). En otro lugar, Gálatas 5:22,23, hallamos
la misma idea titulada "el fruto del Espíritu". Una persona nacida de Dios necesariamente va a
mostrar ciertas cualidades de la vida divina, cualidades que no exhibía y que no podía exhibir
antes. Aunque antes era una persona amable, no era a semejanza de Dios. La fe sin obras es
muerta. Tiene que haber un cambio. Donde no hay buen fruto, no hay vida espiritual.

Comunión Cristiana. Un cristiano es conocido por su amor por otros cristianos. Juan hace de ésta
también, una de las pruebas principales del cristianismo. Este amor se muestra no solamente al
reunirse con otros cristianos sino también en servirles mutuamente según las necesidades
físicas y espirituales (1 Juan 3:16-18).

Que sea claramente entendido que al proponer estas pruebas de conversión, no agregamos nada
contrario al principio básico en cuanto al único requisito para membresía en la iglesia: la gracia
salvadora de Dios. No hacemos nada en esto sino proponer la manera cómo saber quiénes han recibido
esta gracia. Actualmente todo el mundo se llama “cristiano". Ya la palabra ha perdido su significado.
La gente quiere hacerse miembro de la iglesia por toda clase de motivo. No queremos ir al extremo de
investigaciones minuciosas en cuanto a todos los detalles del peregrinaje espiritual de una persona,
pero, sí, parece ser importante demorar un poquito para discernir si un solicitante es cristiano verdadero
tal como dice ser.

Preguntas:
1. ¿Cuál es el requisito básico para que una persona sea aceptada en la membresía de la Iglesia local?
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2. ¿Por medio de qué persona, un individuo es hecho miembro de la Iglesia de Cristo?


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3. Nombre las cuatro pruebas más sobresalientes que una persona es verdaderamente nacida de nuevo.
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4. ¿Qué significa haber hecho una ‘confesión abierta de Cristo’?


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5. ¿Qué quiere decir que una persona deba tener ‘Sana doctrina’ como prueba de ser cristiano
verdadero?
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6. ¿Qué evidencia debe tener en su conducta el verdadero hijo de Dios?


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7. ¿Cómo demuestra un verdadero convertido a Cristo el amor en la Iglesia?


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CAPITULO CUATRO

PAUTAS PARA LA MEMBRESÍA EN LA IGLESIA

¿Necesita la iglesia principios escritos para los que desean inscribirse como miembros de la iglesia
local? Si es necesario, ¿cuáles principios deben ser incluidos y cuáles deben ser omitidos? Estos son
los interrogantes que tratamos a continuación.

LA NECESIDAD DE LAS PAUTAS

A partir de la Reforma, las iglesias protestantes optaron por tener los requerimientos por escrito. Si
miramos el Nuevo Testamento como guía en este asunto, nos encontramos con que no tiene nada que
ofrecernos; parece que no conocieron de tales cosas. Todo lo que ellos exigieron fue una confesión de
fe verbal en Jesucristo - "yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios" (Hechos 8:37); "Si confesares con
tu boca que Jesús es el Señor" (Romanos 10:9). Para ellos, esto concluía el asunto, porque ningún
hombre "puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" (1 Corintios 12:3). Si un hombre
declaraba la deidad y señorío de Jesucristo, él tenía que haber recibido al Espíritu Santo. Era la manera
de reconocer su conversión. Inclusive hasta los tiempos de los escritos de Juan la posición seguía muy
similar aunque con una declaración más exacta: "todo aquel que confiesa que Jesucristo ha venido en
carne, es de Dios" (1 Juan 5:1; 4:2). Pero requerimientos por escrito con cinco, diez o más puntos, esto
parece que no se conocía.

Sin lugar a dudas, para algunos, esto concluirá el caso. Dirán que debemos terminar con la tradición
eclesiástica y volver a la Biblia. Requerimientos tales como: solicitud de membresía, confesión de fe,
aceptación de los estatutos, y demás, es legalismo. Volvamos a la simple Palabra de Dios.
Compartimos este sentir. Sin embargo, una reflexión cuidadosa muestra el peligro de simplificar
demasiado el asunto. Para ser consistentes con esta posición, tendríamos que deshacernos de todos los
libros cristianos incluyendo los comentarios, los diccionarios bíblicos y las concordancias.
Probablemente tendríamos que dejar de escuchar sermones, porque si bien están basados en la Biblia,
en ellos la Biblia ha pasado a través de la mente humana.

Desafortunadamente el asunto no es tan simple. La frase "la Palabra de Dios" no se puede confinar tan
sólo a las Sagradas Escrituras; esta se aplica también a la exposición y aplicación que se hace de ella
por hombres de Dios dirigidos por su Espíritu Santo. Si utilizamos este principio en relación con
escritos sagrados y la predicación, ¿por qué no se puede aplicar con relación a la membresía de la
iglesia?

Existe otra razón para afirmar que no estamos restringidos tan sólo a los principios de admisión
practicados en la iglesia apostólica. Esto es la gran diferencia que existe entre nuestra situación y la de
los apóstoles. Nuestra situación difiere de manera muy particular debido al deterioro y la adulteración
que ha venido sufriendo el cristianismo. Cuando los primeros cristianos usaban las palabras "Jesús",
"Dios", "arrepentimiento", "fe", "confesión", no había duda en cuanto a lo que querían decir. Estas
palabras significaban lo que en realidad implicaban y contenían. De manera especial era bastante claro
lo que significaba el nombre "cristiano". Los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en
Antioquía (Hechos 11:26). Estos hombres se habían vuelto discípulos de Jesucristo, lo cual quiere decir
que aceptaron su enseñanza y sus prácticas y su extraordinaria ética y, por esto, fueron llamados
"hombres de Cristo". Ellos a la vez dejaron de aceptar las enseñanzas y prácticas idólatras y
abandonaron la antigua forma de vida que llevaban. Esto es lo que un cristiano era. Hoy en día se le
llama cristiano, desde una persona que es religiosa ocasionalmente, hasta uno que hace campañas
contra la pobreza o a favor de la paz. Hoy en día Jesucristo es presentado solamente como un niño
Dios, o un hombre ético, como un líder social, o una persona capaz de solucionar problemas, como el
gran revolucionario. Estas cosas deben tenerse en cuenta cuando una persona habla de Jesucristo, a cuál
Cristo se refiere y, si profesa ser cristiano, evaluar cuidadosamente su argumento.

Hay dos aspectos que afrontamos hoy día los cuáles no eran sobresalientes en la iglesia apostólica:
La profesión cristiana sin la práctica y
La confusión doctrinal.
Existen hoy en día personas que profesan ser cristianas porque el cristianismo es la religión tradicional
de la familia o del país, o porque asisten a la iglesia o simplemente porque, además de otras creencias,
también creen en el Cristo tradicional. Pero bíblicamente, no podríamos describir a esas personas como
cristianas. ¿Por qué no? ¿Qué les falta? El solo hecho de estas preguntas nos indica que se necesita de
una definición de lo que es el cristiano en términos de su vida y conducta. En la iglesia neo-
testamentaria existía una clara distinción entre los que profesaban el cristianismo y los que no,
principalmente porque sus vidas habían sido transformadas. No existía tal cosa de profesar el
cristianismo sin la práctica del mismo.

La otra diferencia marcada en nuestros días es la confusión doctrinal. No decimos que no había herejía
en la iglesia primitiva.

Esta apareció pronto, y casi todas las epístolas hacen referencia a ella. Pero la diferencia de entonces y
ahora es que, antes era excepcional y ahora es muy común. El número de cristianos que realmente
creen lo que los apóstoles enseñaron de la manera como ellos lo entendieron es muy reducido en
proporción con la gran cantidad de personas que profesan ser cristianas pero que se han apartado del
cristianismo apostólico. La posición y enseñanza que se da en cuanto a las Sagradas Escrituras, la
persona de Jesucristo, los atributos de Dios, la salvación y la manera cómo se participa de ella, son
dogmas fundamentales que hoy en día difieren gravemente de la posición que les daba la iglesia
apostólica. A esto se agregan las desviaciones y adiciones que cada denominación asume como los
Testigos de Jehová, los Mormones, los católicos, y otros. Todo esto demanda y requiere que se
establezcan pautas claras para la membresía en la iglesia local.

CONTENIDO DE LAS PAUTAS

Las pautas de la membresía de la iglesia local deben en lo posible establecer una distinción clara entre
el verdadero creyente y el creyente nominal por un lado, y entre los que comprenden las doctrinas de la
salvación y los que tan sólo tienen una idea ambigua o vaga por el otro. En otras palabras, las pautas
tienen que ver con la conducta y creencia cristiana.

No hay persona o iglesia que pueda establecer todas las pautas de membresía para todas las iglesias. No
es así porque la vida cristiana o la fe varíe de un lugar a otro; hay un solo evangelio y una sola norma
de vida cristiana para los cristianos de todas las iglesias. Pero las circunstancias sí varían de una parte a
otra, como también el trasfondo y la idiosincrasia de los miembros de la congregación. Esto hace que
se enfaticen diferentes puntos o se expresen de diversas maneras entre iglesias e iglesias. Por estos
motivos, es importante revisar las pautas cuando cambian las circunstancias. A continuación se
expresan unas pautas de carácter general que deben ser consideradas para la membresía de la iglesia
local.

Conducta. Al comienzo de la iglesia los cristianos fueron conocidos, no por su manera distintiva
de vestir o una terminología particular al hablar, sino por la clase de vida que vivían y lo que
hacían. Estos son algunos de los rasgos que caracterizaban al cristianismo del Nuevo
Testamento.

El Bautismo. Todos los creyentes comenzaron su vida cristiana bautizándose en agua, en el


nombre de la Trinidad como el mismo Jesucristo enseñó (Mateo 28:19; Hechos 2:38;
Romanos 6:3).
El Compañerismo. Los cristianos estaban reunidos para adoración, oración e instrucción en
la Palabra de Dios y la participación de la cena del Señor (Hechos 2:42).
La Santidad. Se esforzaban por apartarse del pecado y conformar sus vidas de acuerdo a la
ley de Dios (1 Corintios 6:9-11).
Amor. Los cristianos eran conocidos por el amor e interés que tenían unos por los otros
(Juan 13:35, Hechos 4:32).
Generosidad. Ellos compartían sus pertenencias para un fondo común, para ayudar a los
necesitados entre ellos y para promover la causa del Señor (Hechos 2:44, 4:32 1
Corintios 16:1-2).
Testimonio. Su tarea fue la de informar a otros acerca del Señor Jesucristo (Hechos 4:33;
8:4, 11, 19; 1 Tesalonicenses 1 :8).
Su Devoción Personal. Ellos oraban y leían la Palabra de Dios, no solamente en las
reuniones de la iglesia, sino con sus familias y en privado (Mateo 6:6; Hechos 10;
Timoteo 3:15).
Disciplina. Se sujetaban a la autoridad de los apóstoles y los ancianos en asuntos pertinentes
a la iglesia y el cristianismo (2 Corintios 2:9; Hebreos 13:17).

Estas son las pautas importantes para la membresía en cuanto a la conducta, y se deben tener en cuenta
por dos razones. Primero, porque una evidencia clara de todas ellas debe existir en cada verdadero
cristiano. No será muy avanzado o perfecto, pero se percibirá en su vida el deseo y el esfuerzo por
hacer de estas pautas su forma de vida. Es en base al examen de estas pautas que la iglesia podrá saber
si el solicitante es digno de la membresía o no. La segunda razón es, para que los solicitantes
encuentren en estas pautas sus metas. El desarrollo y crecimiento cristiano demandan que comprendan
la realidad del largo camino por andar y la altura de la cumbre por alcanzar. Estas son las pautas
básicas en cuanto a la conducta cristiana.

La Creencia. No es posible ni tampoco necesario pormenorizar todos los aspectos de la fe cristiana


como requisito de membresía. Tan sólo aquellas doctrinas que están directamente relacionadas
con el evangelio de la gracia como son:
Las Sagradas Escrituras. De ellas debe proceder la predicación del evangelio que contiene el
testimonio de Jesucristo y su salvación que es la Palabra de Dios.
La Trinidad. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, cada uno es divino pero un sólo Dios.
Cristo. Jesús de Nazaret fue el Mesías prometido, el Hijo eterno del Dios verdadero, que
murió en lugar de los pecadores, resucitó, ascendió a los cielos, y volverá nuevamente al
final del mundo para juzgar a los vivos y a los muertos.
El Hombre. Todos nosotros somos descendientes de Adán y caímos en él; por lo tanto,
nacemos espiritualmente muertos, sin Dios y bajo condenación.
La Salvación. Jesucristo vino a pagar el castigo de todos los pecadores que creen en El, los
cuáles son salvos de la condenación y tienen vida eterna. La aplicación de la obra de
Jesucristo a la persona es tarea del Espíritu Santo y completamente por la gracia de
Dios.

Podríamos agregar más verdades a estas, las cuales son parte del evangelio, pero la persona que ha
podido comprender estas verdades y cree de todo corazón en ellas, indudablemente es salva. Esto no
significa que la persona no pueda tener dificultad para entenderlas perfectamente, o para explicarlas a
otros satisfactoriamente. Sin embargo, sí, debe hacer de estas verdades básicas su única esperanza
frente a Dios para su peregrinaje en esta vida y su muerte.

Indudablemente, las pautas escritas para la membresía no son garantías de que algunas personas no
sean aceptadas hipócritamente en la membresía de la iglesia. Pero contribuyen en general a promover la
vitalidad y la salud de la misma.

Preguntas:

1. ¿Por qué es necesario tener pautas para aceptar en la membresía a un individuo?


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2. Hay dos aspectos que afrontamos hoy día los cuáles no eran sobresalientes en la iglesia apostólica
¿Cuáles son?
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3. ¿Qué significa cada una?


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4. ¿Qué deben establecer - en lo posible - las pautas de la membresía de la iglesia local?


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5. Hay dos pautas generales que deben ser consideradas para la membresía en la Iglesia local ¿Cuáles
son?
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6. Nombre las ocho características de ‘Conducta’ que caracterizan al cristiano y que son pautas para la
membresía en la Iglesia.
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7. Nombre las cinco características de ‘Creencia’ que caracterizan al cristiano y que son pautas para la
membresía en la Iglesia.
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CAPITULO CINCO

ADMISION A LA MEMBRESIA DE LA IGLESIA

Ahora, trataremos con el proceso que debemos seguir al recibir formalmente a una persona como
miembro de la iglesia local. Este asunto no es de la misma importancia que otros que ya hemos tratado,
pero, merece nuestra atención. Por supuesto, ninguna persona tiene el derecho de inscribir su propio
nombre en la lista. Como existen ciertos requisitos para hacerle miembro, hay también necesidad de
asegurar, en lo posible, que solamente las personas aptas entren, y que al entrar, tengan una
comprensión clara de su compromiso. Es decir, en esto como en todo, queremos proceder de acuerdo
con el carácter de la iglesia misma. Como el Nuevo Testamento no nos da detalles en esto, tenemos que
regirnos por principios generales que en él encontramos. Así vamos a encontrar que habrán pequeñas
variaciones de iglesia en iglesia, pero todas tendrán que tener cuidado de no salirse de los límites que
imponen las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la naturaleza de la iglesia.

Para entrar en lo práctico, vamos a considerar dos aspectos del asunto de la admisión a la membresía.

PRIMERO. Cómo los creyentes han de llegar a comprender que deben hacerse formalmente
miembros. Este asunto no existía en la iglesia primitiva donde el cristiano era tan nuevo y los cristianos
eran obviamente una gente diferente del mundo. Pero ahora, puede presentarse el caso de una persona
que está asistiendo a una iglesia sin jamás darse de cuenta de la importancia de asociarse formalmente.
Quizás desea hacerse miembro, pero como nadie le dice nada, llega a concluir que la membresía es
solamente mediante invitación por parte del pastor o los ancianos. Esta falta de comunicación es
corregida en parte por los sermones y la enseñanza que oye desde el púlpito, y en parte por los anuncios
que citan a los miembros a la reunión de la iglesia o a otras actividades en que solamente ellos pueden
tener parte. Pero, esto puede resultar deficiente. Podemos además sacar copias impresas dando en
detalle la norma de la membresía, los requisitos, y la manera de solicitar la membresía. Copias de este
documento deben estar disponibles para quienes deseen tenerlas. Incluso, se puede colocar, si es breve,
en la cartelera u otro lugar visible. Los estatutos de la iglesia también deben estar a disposición de
quien desee. No hay por qué tenerlos escondidos. Así, todo el mundo puede saber cómo la iglesia se
gobierna, los deberes de los oficiales. etc .

Volvamos a mencionar la parte de la enseñanza desde el púlpito sobre la importancia de hacerse


miembro. Para las personas nuevas y los recién convertidos, es de mucho valor que reciban instrucción
en esto. Todo pastor que exponga las Escrituras llegará de vez en cuando a pasajes que hablan en algún
sentido sobre la iglesia y las iglesias. Son hallados en muchos lugares en la Biblia. El pastor debe
aprovechar para mostrar que la membresía espiritual en el cuerpo de Cristo ha de llevar al creyente a
buscar membresía formal en alguna iglesia local. Solamente al convencerse mediante la enseñanza
bíblica sobre la iglesia, el creyente va a buscar conscientemente y hacerse miembro con entusiasmo.

Aun así, puede haber casos de todo en que algunas personas todavía no se presenten para unirse con la
iglesia. Donde esto sigue durante cierto tiempo, hay necesidad de alguna iniciativa más por parte de los
oficiales de la iglesia. No, no queremos presionar a la persona para que firme una solicitud, pero, sí, el
pastor podría escribirle una carta o mejor, en una visita pastoral, tocar el tema preguntando si hay
alguna dificultad y buscando dar toda la aclaración que el caso exige. Nada de presiones más allá de las
generales que la Biblia misma presenta hablando de los deberes de todo creyente en relación con la
iglesia. Pero, a menudo son muy triviales las cosas que impiden la plena actuación de un creyente en su
servicio a Dios y al pueblo de Dios. Una charla personal puede quitar estos obstáculos. De todas
maneras, el pastor y los oficiales deben anunciar que están disponibles para charlar con quien sea sobre
el asunto de la membresía, sin que haya obligación ni por un lado ni por el otro. No hay virtud alguna
en mantener secretos estos asuntos.

SEGUNDO. Siguiendo el tema de este capítulo, el segundo aspecto de la entrada a la membresía es el


procedimiento a seguir.

La solicitud. Puede ser verbal donde la persona charla con los pastores y otro oficial o puede ser en forma
escrita donde firma un formulario indicando su deseo de unirse con la iglesia, y acuerdo con los
estatutos y las creencias de la iglesia, cuales, por supuesto habrá leído antes.
La entrevista. Si la persona solicitante es bien conocida ya, puede ser que la solicitud y una charla breve
con un oficial sean suficiente. Puede ser que es conocida como persona convertida, pero si es recién
llegada, o una persona reservada y así desconocida, es aconsejable un examen más extenso sobre su
condición espiritual. Lo importante es que antes de presentar la solicitud a la iglesia, los oficiales estén
convencidos sobre los siguientes puntos:

Que la persona haya confesado abiertamente a Jesucristo como Salvador y Señor. Quizás ya lo
haya hecho cuando fue bautizada o quizás ya haya charlado con alguno sobre su fe. Si tal es el
caso, no hay necesidad de hacer otra confesión, es decir, declaración de su fe. Pero si nadie ha
escuchado de boca de la persona misma sobre su conversión, luego hay necesidad de
preguntarle sobre por qué se considera cristiano. No hay necesidad de pedirle una multitud de
detalles sobre su peregrinaje espiritual. Demasiado énfasis sobre las experiencias espirituales
en el alma tiene el peligro de destacar más a la persona que a Dios, y no hay realmente
necesidad de tal énfasis porque hay otras señales que comprueban la conversión y no
solamente las experiencias subjetivas.

Que la persona solicitante tenga creencias sanas en los puntos principales de la doctrina. Esta parte
no es fácil porque mientras algunas personas, sí, creen correctamente pero no son capaces de
recordar y explicar verbalmente, otras personas fácilmente dan todas las respuestas
correctamente, sin en realidad comprender su significado y práctica. Es posible notar las
creencias de la persona de otra manera. La oración sin duda está estrechamente relacionada con
la doctrina. Cuando una persona en sus oraciones habla de la gracia de Dios, la obra expiatoria
de Cristo y del Espíritu Santo, es probable que lo haga porque cree correctamente sobre estas
doctrinas. A tal persona no hay por qué investigar detalladamente su doctrina. También, en
charlas informales se hace evidente lo que una persona cree. Pero, en los casos cuando el
conocimiento de la mente de una persona depende de una entrevista, es aconsejable pedir que
explique en sus propias palabras lo que cree sobre doctrinas principales y lo que estas
enseñanzas implican para ella.

Que el solicitante tenga en alguna medida el anhelo por "la leche espiritual no adulterada" de la
Palabra de Dios, que ame y utilice los medios de la gracia y comunión con los otros creyentes.
Una persona que asista con regularidad a la iglesia revela muy pronto su actitud respecto a
estos privilegios. El único punto que necesita de investigación es su comunión personal con el
Señor, es decir, si la persona tiene sus ratos de oración y su sistema de lectura y estudio
bíblico.
Que naturalmente el solicitante manifieste evidencia de la obra sobrenatural de gracia en su
corazón. Para determinar acertadamente si tal es el caso, los oficiales deben observar su
carácter y conducta para intentar discernir si existen en él los frutos del Espíritu Santo o no.
Pero, en la entrevista misma puede hacerle preguntas sobre la vida cristiana y preguntarle al
candidato sobre qué clase de persona anhela llegar a ser.

Tenemos que reconocer que no hay cierto proceso para seguir o un tipo concreto de exámenes que
hay que hacer para poder determinar si un candidato debe ser recibido o no, es decir, si tiene las
marcas del cristiano genuino o no. Sin embargo, además de lo mencionado ya en la entrevista, en
cada caso los oficiales deben decir cuáles son los deberes uno por uno de un miembro de la iglesia
para observar la reacción del candidato a cada uno. Si llega a ser miembro:

¿Asistirá fielmente a las reuniones de la iglesia y hará uso pleno de los medios públicos de
gracia, especialmente la predicación de la Palabra de Dios y la cena de Señor?
¿Practicará además la oración y el estudio de la Palabra de Dios en privado?
¿Buscará echar de su vida todo pecado y gobernar su vida según la ley de Dios?
¿Buscará crecer en su amor hacia otros creyentes y mostrarlo de manera práctica?
¿Dará una parte digna de sus entradas y ganancias a la obra de Dios?
¿Buscará oportunidades para testificar de su fe ante los no creyentes?
¿Aceptará la disciplina de la iglesia y se someterá bajo la autoridad de los oficiales nombrados
por Dios y la iglesia?

Estos temas necesitan de trato adecuado y si descubren inquietudes en alguno, deben ser aclaradas
durante la entrevista. Que la persona sepa en qué se compromete, antes de entregarse a ser
miembro de la iglesia de Cristo.

La reunión de la iglesia. Hasta ahora, hemos tratado el proceso que hay que seguir cuando una persona
quiere hacerse miembro. Hemos hablado de la solicitud que la persona hace y de la entrevista de la
persona con los oficiales. A veces son los ancianos solamente los que deciden si aceptan o rechazan la
solicitud. Otras veces, es la iglesia entera que decide. En tales casos, hay que dar un informe de la
entrevista con la persona. Después, debe haber oportunidad para preguntas o para comentarios si es que
hay algunos miembros que conocen personalmente al candidato y pueden informar sobre puntos
importantes. Debe haber el derecho a solicitar datos adicionales si hay duda. El voto de los miembros
debe ser por voto secreto y el conteo de los votos también hecho en secreto. El informe de los votos
debe ser sencillo "si" o "no" sin decir cuántos a favor y cuántos en contra.

La recepción de la persona a la membresía. Tal recepción es muy indicada para el domingo de santa
cena. Muestra así que la iglesia fue comprada con la sangre de Cristo. Es muy útil hacerle algunas
preguntas al candidato, preguntas que pueda responder con una sola palabra no más, si se trata de una
persona tímida. Así, puede afirmar públicamente ante la iglesia su compromiso con ella. Las preguntas
podrían ser las siguientes o semejantes:

¿Has reflexionado con oración delante del Señor sobre la solemnidad del paso que das al solicitar
ser recibido como miembro de su iglesia?

¿Crees sinceramente que fuisteis escogido y amado de Dios desde antes de la fundación del
mundo, que Jesucristo murió por tus pecados y que el " Espíritu Santo mora en ti?
¿Das asentimiento: de corazón a las doctrinas de la fe cristiana tal como son explicadas en la
declaración de fe de esta iglesia? ¿Te comprometes para buscar diariamente la ayuda del poder
cumplir los deberes de cristiano, tal como son en la Biblia y en nuestros estatutos?

¿Te comprometes a hacer lo posible para asistir a las reuniones de la iglesia, especialmente la
cena del Señor, los cultos públicos de adoración y predicación, los cultos de oración, y las
reuniones de negocios, y tener estas en estricta confianza donde la prudencia cristiana así lo
exija?

¿Amas de corazón a todos los hijos de Dios y buscas mostrar este amor mediante actos prácticos
de benevolencia?

Con esta recepción pública, el nuevo miembro recibirá una impresión indeleble en su memoria y
tendrá la ocasión como un hito en su carrera espiritual. Para los demás miembros, servirá como un
recuerdo de su propia recepción como miembro para que juntamente con el nuevo, se comprometan
nuevamente en lealtad a Cristo y a los otros miembros de su iglesia.

Preguntas:

1. Hay dos aspectos de la admisión de la membresía. En el primero ¿que debe llegar a comprender el
creyente?
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2. En el segundo aspecto ¿Cuáles son los cuatro pasos a seguir?


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3. ¿En la entrevista que cuatro puntos se busca establecer?


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4. ¿Qué se establece en la recepción de la persona en la membresía?


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CAPITULO SEIS

LAS RESPONSABILIDADES DE SER MIEMBRO DE LA IGLESIA

Al ser recibido como miembro de la Iglesia, ¿cuáles deberes asume el cristiano? La enseñanza del
Nuevo Testamento señala para ellos sus responsabilidades el uno para con el otro, o sea dentro de la
comunión de la iglesia. Recordemos que casi todas las epístolas del Nuevo Testamento fueron escritas
a iglesias, y aun dentro de las que se escribieron a individuos, hay tres (1, 2 Timoteo y Tito) que tratan
con asuntos de la iglesia. A pesar de esto, hoy en día hay quienes hablan como si todo lo que importara
fuera ser pescadores de hombres, convirtiendo así a la iglesia en una mera canoa, la cual, sólo sirve
para mientras echan las redes. La idea que encontramos en el Nuevo Testamento es muy contraria,
pues, presenta a la iglesia, no como un objeto, sino como un cuerpo vivo que, siempre y cuando esté
sano, producirá hijos espirituales (ver Hechos 2:47).

De modo, pues, que lo que los apóstoles intentaban hacer con sus cartas a los cristianos, era edificarlos
en sus iglesias mediante la instrucción doctrinal y la exhortación a que cumplieran con los deberes que
a cada uno les correspondía dentro de la iglesia. Lea otra vez Romanos 12:1-16, 1 Corintios 12-14,
Efesios 4-5, Filipenses, y cualquier otra de las cartas pastorales, y vea por sí mismo que sí, en realidad
esta era las intención. Cuidado con ser como los judíos de Tesalónica quienes rechazaron ligeramente
el mensaje de Pablo guiados más que todo por sus prejuicios. Seamos más bien como los de Berea que
escudriñaban las Escrituras primero, y después decidían si aceptar o no las enseñanzas que se les había
dado (Hechos 17:11). El resultado de esto para ellos, leemos, fue que hubo muchos creyentes, y puede
ser que si lee las epístolas de nuevo, con una mente abierta, llegará a "creer" la importancia que tienen
las responsabilidades del cristiano en su iglesia. Si no se encuentra convencido, haga la prueba ahora
mismo, antes de seguir con esta lectura.

Ya que sería imposible resumir en un solo capítulo todas las responsabilidades del cristiano en la
iglesia, seleccionaremos, más bien, algunos de los puntos a que recurren con frecuencia en las epístolas
y que son tan importantes para la vida de la iglesia moderna como lo eran en aquella época. Miremos
entonces, algunos de esos puntos.

En primer lugar destacaremos el asunto de la asistencia a las reuniones de la iglesia como una de
las responsabilidades más importantes del cristiano. Desde luego, esto no quiere decir que sólo
por el hecho de asistir a los cultos una persona necesariamente esté en buena salud espiritual. La
asistencia puede volverse nada más que una costumbre e inclusive hasta llegar a ser una forma de
superstición. Para algunos es motivo de orgullo. Tal actitud es contraria al evangelio de la
salvación por gracia.

Que nadie piense, pues, que la asistencia a la iglesia constituye la gran suma y resumen de la
responsabilidad cristiana. Por otro lado, que no minimicemos su importancia. Aparentemente para
el tiempo que se escribió la epístola a los Hebreos, la condición espiritual de los cristianos en
Jerusalén había deteriorado y vemos como síntomas de este deterioro, el desdén con que trataban a
la iglesia y sus reuniones. Por esto, el autor fue movido a escribir (ver Hebreos 10:24-25).

Cuando la iglesia se reúne sin uno de sus miembros, es como si fuera un cuerpo sin nariz, una
familia con un puesto vacío a la mesa, o un rebaño donde una de las ovejas todavía anda dando
vueltas por el monte. Faltará en la oración la contribución distintiva de cada uno. En el canto no
habrá el volumen que podría haber. Quienes no están, perderán la bendición que los otros reciben
de la predicación de la Palabra de Dios. Si se trata de algún trabajo que hay que hacer, el que no
aparece hace que la carga de los demás sea más pesada.

Que ningún cristiano menosprecie la importancia de congregarse. Desafortunadamente la poca


importancia que muchos hoy en día dan a la iglesia, se ve reflejada en su asistencia esporádica.
Aprovechan cualquier pretexto para faltar a los cultos. Si la excusa es que hay demasiadas
reuniones y que el tiempo no alcanza para todas, o que quitan desmedidamente del tiempo familiar,
entonces, tal vez, lo que hace falta es consolidar las reuniones de manera que hayan pocas, pero con
buen contenido, y con el apoyo sólido de la presencia de todos los miembros. Si algo quiere
decirnos la doctrina de la iglesia, sin duda es esto: que cuando la iglesia se congrega, cada cristiano
dentro de su alcance debe estar ahí.

Otra gran responsabilidad que corresponde a los miembros de la iglesia es la de ser leales a la
verdad. Al ser recibidos como miembros, hicieron profesión de fe en ciertas doctrinas básicas del
evangelio de Cristo, y ahora tienen la responsabilidad de ser fieles a esa profesión. ¿Cómo se
demuestra esta fidelidad o lealtad? La manera más obvia es sencillamente no cambiar ni abandonar
la creencia original. Pero, hay otras maneras también. Por ejemplo, la lealtad a la verdad se
demuestra en un deseo de oírla y leerla. También se ve en la determinación de enfrentarse el error
donde quiera que se presente.

En tercer lugar, está la responsabilidad del ministerio unos a otros (ver 1 Tesalonicenses 5:11,14).
Nótese que estos dos versículos encierran un pasaje que trata de la actitud del cristiano para con los
ancianos de su iglesia, versículo 12-13, mostrando que el ministerio de cristianos unos para con
otros debe servir de complemento a la obra de los ancianos en el contexto de la iglesia local (ver 1
Pedro 4:8-10). Los cristianos de la iglesia primitiva eran instruidos a no dejar todo el trabajo a los
pastores. Donde les fuera posible, debían instruir, reprender, advertir y restaurarse los unos a los
otros. Hoy vemos muy poco de eso --más bien existe la tendencia de los miembros a dividirse en
sus grupos de amigos y dejar por fuera a los demás con sus problemas y su soledad. Si como
resultado de este tratamiento, algunos se apartan de la iglesia, la culpa generalmente se la echan a
los pastores, pero la verdad es que la culpa la tenemos todos. Pablo dice que Cristo dio a su iglesia
ministros para que equiparan a los santos para la obra del ministerio. La responsabilidad es de todos
(Efesios 4:13).

Desde luego en esto del ministerio mutuo hay que tener mucho cuidado, especialmente cuando se
trata de personas del sexo opuesto o de mayor edad que la de uno mismo, buscando siempre evitar
traer deshonra al nombre de Dios y actuando en espíritu de humildad. Recordemos también que este
ministerio no trata exclusivamente de dar consejos en cuanto a la vida espiritual, si no de dar una
mano en la manera más práctica según las necesidades diarias de cada uno.

Además de este ministerio general, tenemos también lo que podríamos llamar la responsabilidad
de ejercer nuestros dones particulares para bien de todos. Este no es el sitio indicado para
entrar en una polémica en cuanto a los dones de profecía, sanidades, hablar en lenguas, etc., que
solemos denominar dones carismáticos (Cuestiones que se desarrollaran con alguna amplitud mas
adelante). Aparte de estos, hay todavía muchos otros que debemos estar descubriendo y poniendo a
la disposición de la iglesia. Cada miembro tendrá algo quedar --algunos tendrían el don de
compasión, de servicio, de hospitalidad, o talentos de carpintería, electricidad, de contabilidad, y
mil cosas más. Quienes tengan dones aparentemente pequeños, deben ejercerlos al igual que los
demás en vez de no hacer nada, lo cual no haría sino aumentar la carga de los otros (véase el relato
de la construcción del tabernáculo en Exodo 25 y 31, con respecto al uso de los dones).

Otra responsabilidad que Dios ha dado a los miembros de la iglesia, es la de proveer


económicamente para lo siguiente: el cuidado del lugar de adoración (Hageo 1:4); el
sostenimiento de los ministros de la Palabra (Gálatas 6:6, 1 Timoteo 5:17-18); ayuda a miembros
de la congregación que tengan necesidades y carezcan de familiares que los apoyen (1 Timoteo
5:3-8); ayuda a los santos necesitados en otros lugares (Hechos 11 :27-30, Gálatas 2:10); el
mantenimiento de misioneros (Filipenses 4:10-16). En vista de la multiplicidad de las demandas,
encontramos en 1 Corintios 16:2 que los cristianos son exhortados a apartar de una vez al puro
principio de la semana, alguna proporción de sus ingresos para Dios. El Nuevo Testamento no
especifica una cifra, pero, si aun bajo la ley (que requería la décima parte) la gente daba más allá de
la cuenta, sería difícil entender que bajo la gracia, teniendo aun más que agradecerle a Dios,
diéramos menos o con menos voluntad.

La exhortación para nosotros es la de dar según nuestra prosperidad, no una suma fija. Entre más
ganamos, más debemos dar. Sin embargo, en última instancia, el porcentaje que damos debe ser
determinado por nuestro corazón. Dios quiere que demos no para cumplir un requisito, sino como
resultado inevitable de corazones llenos de amor y gratitud por todo lo que ha hecho por nosotros.

Debemos incluir en esta lista la responsabilidad del miembro para con sus pastores. Según vemos
en el Nuevo Testamento esto incluye:

Procurar que estén libres de otras actividades en la iglesia para que tengan el tiempo necesario
para dedicarse a la Palabra y la oración (Hechos 6:1-4).
Promover para sus necesidades materiales, dejándoles libres para cuidar de la iglesia (Gálatas
6:6).
Ser sumisos a su dirección, teniendo en cuenta que han sido puestos para cuidar nuestras almas
(Hebreos 13:17).
Darles el honor, aprecio, y respeto debidos a su posición y su trabajo (1 Tesalonicenses 5:12-13;
1 Timoteo 5:17). Esto quiere decir que los miembros deben orar por ellos y buscar la
manera de animarles y hacerles saber que el trabajo que están haciendo no está pasando
desapercibido.

Para concluir, es importante mencionar una última responsabilidad del cristiano, esta vez, su
responsabilidad para con el mundo. Ya hemos señalado que debe desempeñarla, no como un
individuo sólo, sino más bien en función de su posición- como miembro de un cuerpo, el cuerpo de
ese mismo Cristo de quien da testimonio.

Esto lo puede hacer de dos maneras, la primera siendo la de buscar la oportunidad de hablar con
otros de la esperanza que tiene en Cristo. La segunda es más indirecta y se trata de sostener a los
misioneros. No todos son llamados a ir a otras naciones, pero cada cristiano sí tiene la
responsabilidad de apoyar a los que han ido ya, sea en oración ferviente o en ofrendar para su
sostenimiento, ojala dé ambas maneras.

Hemos tocado siete áreas diferentes y aún queda mucho tema por explorar. Esto no constituye un
manual sobre la membresía en una iglesia sino solamente una breve introducción al asunto. Que cada
cristiano se escudriñe a sí mismo y, a la luz del Nuevo Testamento, mirar qué otras responsabilidades
hay que pudieran ser añadidas a la lista. No obstante, si únicamente hubieran estas siete, y todas las
siete fueran cuidadosamente adoptadas por quienes son miembros de la iglesia, ¡qué avivamiento
tendríamos en el cuerpo de Cristo en todo el mundo!

Preguntas:
1. ¿Cuál es la primera responsabilidad de ser miembro de la Iglesia según las Escrituras?
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2. ¿Cuál es el segundo deber de pertenecer a la Iglesia según la Biblia?


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3. ¿Cuál es el tercer compromiso de unirse a la membresía de la Iglesia según la Palabra de Dios?


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4. ¿Cuál es la cuarta obligación de ser miembro de la Iglesia según las Escrituras?


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5. ¿Cuál es la quinta responsabilidad de la membresía a la Iglesia según la Biblia?


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6. ¿Cuáles son los tres deberes de ser miembro de la Iglesia según la Palabra de Dios para con sus
pastores?
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7. ¿Cuál es el séptimo compromiso de pertenecer a la Iglesia según las Escrituras?


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CAPITULO SIETE

PRIVILEGIOS Y VENTAJAS DE SER MIEMBROS DE UNA IGLESIA

Ya algunos estarán empezando a pensar que ser miembro de una iglesia no es más que una tarea
dispendiosa. Es hora de que empecemos a mirar el asunto desde otro ángulo, o sea, desde el punto de
vista de los privilegios que da al creyente y las ventajas que le ofrece.

La raíz de todo el asunto podemos encontrarlo en nuestro entendimiento de la gracia de Dios. Como
cristianos, todo aquello a lo cual somos llamados proviene de la gracia de Dios, incluyendo nuestras
responsabilidades en la iglesia. La ley misma es parte de la gracia. Tenemos que empezar, entonces,
por darnos cuenta de que el solo hecho de ser miembros de la iglesia es, en sí, un privilegio. Todas las
cosas que hacemos en función de nuestra posición como miembros son de igual manera, no
obligaciones fastidiosas, sino privilegios. Nadie en el mundo tiene el privilegio de ser llamado a vivir
una vida santa, a participar en el sufrimiento de Cristo, a testificar de El y apoyar a los que lo predican;
podríamos seguir con la lista, pero es suficiente para mostrar que hay una abundancia de riquezas
reservadas exclusivamente para los que forman parte de su cuerpo.

Habiendo acordado que todo lo involucrado en la vida de un miembro de la iglesia ha de ser


considerado como un privilegio, hay una distinción que podemos hacer entre diferentes clases de
privilegios. Nos hemos estado refiriendo a algunos como responsabilidades. A estos podríamos
denominar más bien, privilegios indirectos, ya que la bendición que recibimos a través de ellos nos
llega solamente a medida que vayamos cumpliendo con lo ordenado. Los privilegios que vamos a
considerar ahora podríamos llamarlos privilegios directos, pues estos vienen directa e inmediatamente a
nuestras almas. No es que no vayan acompañados de demandas, pero las demandas entran en rigor, no
como pre-requisito, sino como consecuencia de los privilegios. Son parte de las riquezas de la gracia de
Dios que heredamos cuando El nos llama a sí mismo en su iglesia.

Primero Cristo entre estos encontramos el sacramento de la santa cena. instituyó para su
iglesia un recordatorio de su muerte y una señal de la remisión de pecados que mediante
ella logró a su favor. En el acto de recibir los símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo,
encontramos una de las maneras más profundamente significativas que Dios nos ha dado para
que entremos en comunión con El. Al tomar la cena somos asegurados de que El vive en
nosotros y nosotros en El. Hay por lo tanto, una intimidad en la santa cena entre Cristo y su
iglesia, que difícilmente se encuentra por otro lado. Los que tienen derecho a entrar en dicha
intimidad no son otros que los que han hecho profesión pública de su fe en Cristo, y han sido
recibidos por los demás creyentes como miembros legítimos del cuerpo de Cristo.

¿Quiere decir esto, que los que no son miembros de la iglesia no tienen derecho a participar en
la santa cena? Esta es una pregunta de esas que se ha discutido por siglos, y no tenemos aquí
espacio adecuado como para entrar en una exposición de todos los argumentos pertinentes. La
mejor manera de mirar la cosa teniendo en cuenta nuestro propósito, que es el de entender mejor
los privilegios que acompañan la membresía en una iglesia, sería verla en forma de analogía.
Digamos que un hombre y una mujer se enamoran. Resuelven que quieren vivir juntos para
compartir la plenitud de la vida el uno con el otro, pero quieren hacerlo sin pasar por la
formalidad de ceremonia, ni registro, ni nada que contribuya a su amor, que ya se encuentra
lleno y completo. No hay ninguna bendición que hombre, iglesia, o pastor pueda dar a su
matrimonio que no tengan ya. Dios los ha juntado, y ante sus ojos están tan casados como
cualquier otra pareja. Es más, no tienen ninguna intención de entrar en esta relación en plan de
prueba; están plenamente comprometidos a ser fieles el uno al otro hasta el día que mueran.

¿Cómo hemos de mirar a tales personas? No podemos acusarlos de inmoralidad porque están en
fidelidad el uno al otro. Tampoco podemos decir que su relación constituye un pecado contra
Dios porque, después de todo, Dios lo que hizo fue prohibir el adulterio, no instituir una
ceremonia matrimonial. Sin embargo, a pesar de todo su amor y fidelidad, tendríamos que
condenarlos rotundamente por su conducta desordenada y su completa falta de responsabilidad.
No están pensando en la sociedad de la cual forman parte, sino solamente en ellos mismos. Pese
a lo que los individuos quieren decir al contrario, el matrimonio es un asunto público; los otros
miembros de la comunidad tienen derecho a saber quién pertenece a quién. Si todos los
miembros de la sociedad actuaran de la misma manera que esta pareja, no tendríamos sino caos.
¡Es más, esta actitud hace que queden excluidos de ciertos beneficios que el estado concede a la
gente casada!.

Apliquemos esta analogía al cristiano en relación a lo de la santa cena. Un cristiano podría


argüir de la misma manera que la pareja. Si por la sola fe ya es de su amado Cristo, ¿qué hay
que impida la entrega libre a toda la intimidad de dicha relación mediante el partimiento del pan
y la distribución de la copa? ¿Acaso su membresía en una iglesia aumenta su amor por Cristo, o
el de Cristo por él?

Ni por un momento se nos ocurriría dudar del amor de tal cristiano por su Señor. Mucho menos
negamos que es la sola fe que le da derecho a tener un lugar alrededor de la mesa, pero, al igual
que hicimos con la pareja, tendríamos que condenarlo por su conducta desordenada y su
comportamiento irresponsable. ¿No tiene la iglesia de Cristo el derecho de saber cuando se le
han agregado nuevos miembros? ¿Cómo pueden cuidar de ellos los ancianos si no se quieren
dar a conocer? ¿Es suficiente que una persona llegue a un acuerdo personal con Dios sin que lo
haga saber a su pueblo de la manera ordenada? Quien actúa así, no entiende que el cristiano no
es un individuo independiente, sino un componente de una unidad, y por su conducta quita de la
comunión de todos. Es una vergüenza no aprovechar de este privilegio con sus bendiciones
acompañantes sólo por no querer aceptar los deberes que corresponden a quienes son miembros.

Otro gran privilegio de ser miembro de una iglesia es que da derecho al cuidado pastoral. Una
oveja que se agrega al rebaño automáticamente pasa a estar bajo el cuidado del pastor. De la
misma manera, los que se hacen miembros de la iglesia tienen el derecho a que sus pastores
cuiden de sus necesidades en todo lo posible. Pueden esperar recibir del púlpito, alimento
espiritual completo y nutritivo, adecuado para sus necesidades. También tendrán derecho a
pedir y recibir consejo y dirección en situaciones difíciles que se les presenten.

Además de esto, pueden esperar que su pastor se les adelante a veces, anticipando problemas
que pudieran llevarlos al precipicio de la caída, y advirtiéndoles de antemano del peligro de su
camino. Saber esto debe ser de gran consuelo para el miembro de la iglesia; no tiene que
enfrentarse solo al mundo y al diablo, pues, tiene alguien que está velando por él. Uno que no es
miembro no tiene tal derecho a la atención del pastor, aunque es de esperar que el pastor, si
puede, se preocupará también por él. Sin embargo, siempre serán los miembros quienes tendrán
prioridad.
Otro privilegio del miembro es el de poder gozar del amor y el servicio de los demás
miembros. Nunca debemos olvidar que cuando un individuo se une a la iglesia, no sólo se
compromete con ella, sino que también adquiere de la iglesia un compromiso hacia él. Sin duda
es en el contexto de la iglesia local que se cumple la promesa del Señor Jesús en Marcos
10:29,30. La amistad entre Cristianos es la más estrecha que hay (ver Proverbios 18:24). Al
unirse a la iglesia, una persona adquiere el derecho de recibir de todos los otros miembros este
tipo de amistad. ¡Qué privilegio para el creyente saber que tiene hermanos, hermanas, padres y
madres en el Señor que pueden ayudarle, amarle, y orar por él! Desafortunadamente, este
comportamiento es un ideal que no siempre vemos realizado en la vida real. La falta de amor
entre cristianos puede causar mucho desaliento. Para el que tal vez se encuentra rechazado,
existe el consuelo de saber que al excluirlo de su comunión, lo que los otros miembros están
haciendo realmente no es rechazarlo a él sino a Cristo.

Finalmente, tenemos el asunto de los negocios de la iglesia. Ser miembro de la iglesia quiere
decir tener el derecho de dar un voto en casos como, por ejemplo, las finanzas--¿cómo debe ser
administrado el dinero? También, podrá votar en la elección de los oficiales (ancianos y
diáconos), o de nuevos miembros, o influir en las actividades que la iglesia escoge llevar a
cabo. Además, de dar su voto, podrá traer a consideración de los demás miembros, planes o
problemas que ve como importantes para la vida y crecimiento del cuerpo. Si hay áreas de
descontento, este es el sitio para tratarlas, no en quejas y chismes.

Para los que tienen la mente en las cosas espirituales, algunas de las cosas que se tratan en la
reunión de negocios pueden parecer demasiado mundanas, pero, es necesario que el pueblo de
Dios aprenda a serle fiel aun en lo más insignificante. Tenemos que hacer todas las cosas para
su gloria, no solamente las que sean de naturaleza espiritual.

En resumen, el miembro de la iglesia puede y debe considerar que la iglesia y todo lo que incluye, le
pertenece (1 Corintios 3:2123). Su privilegio no es menos que este. No hay duda de que el grado de
entendimiento que tenemos de nuestros privilegios afecta mucho la manera en que ejercemos nuestras
responsabilidades. Es importante, por lo tanto, si queremos reavivar entre los cristianos un sentido de
responsabilidad, que procuremos entre nosotros mismos volver a captar la realidad de los privilegios y
las ventajas que son nuestros como miembros de la iglesia.

Preguntas:
1. ¿Por qué participar de la cena del Señor es un privilegio de los miembros de la Iglesia?
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2. ¿De que forma el cuidado pastoral es un privilegio de quien se une a la membresía?


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3. ¿Qué tan importante es al amor mutuo para un miembro de la Iglesia?


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4. ¿Es beneficioso que el miembro de la Iglesia se involucre en los negocios de ella?


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CAPITULO OCHO

TERMINACIÓN DE LA MEMBRESÍA

El Nuevo Testamento es muy estricto en cuanto al asunto de la comunión entre cristianos miembros de
la iglesia. Pablo llega al grano cuando, al escribir a los corintios, declara que no hay tal cosa de
comunión entre creyente e incrédulo y que, por lo tanto, los cristianos no deben insistir en buscarla (2
Corintios 6:14-18).

Ahora, no vayamos a creer que con esto el Nuevo Testamento esté enseñando que los cristianos deben
ser antisociales, monásticos o anarquistas. Nuestros deberes para con los incrédulos en la comunidad,
en el trabajo, en la sociedad, están claramente delineados. En ningún momento podemos pensar en
"salir del mundo" (1 Corintios 5:10), para poder ejercer nuestro cristianismo. Un empleado cristiano
puede servir a un patrón no cristiano (1 Timoteo 6:1), lo mismo que una mujer creyente en Cristo debe
seguir viviendo con su marido incrédulo (1 Pedro 3:1-2). Lo que Pablo trata en 2 Corintios 6, no es
interacción social, sino comunión espiritual. Tener cualquier tipo de compañerismo religioso con otros
que no dan a Dios la adoración que El merece y quiere, constituye idolatría (1 Corintios 10:14-22).

DISCIPLINA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Ahora, entramos a ver otra complicación. La Biblia revela que no todos los que dicen ser cristianos en
verdad lo son. Hay quienes a pesar de su profesión; niegan eso mismo que profesan, ya sea por sus
creencias, su comportamiento, o sus enseñanzas erróneas o divisorias, contradiciendo así el evangelio y
negando la doctrina de Cristo. Los tales son "falsos hermanos" (Gálatas 2:4), con quienes no hay
posibilidad de compañerismo. Las palabras que se usan para transmitir esta enseñanza son fuertes:
"apartar" (Romanos 16:17); "no Juntar" (1 Corintios 5: 11; 2 Tesalonicenses 3: 14); "desechar" (Tito 3:
10). El Señor mismo usó un lenguaje aun más fuerte cuando dijo: "Tenle por gentil y publicano"
(Mateo 18:17), y el apóstol Pablo va hasta el extremo de mandar que "el tal sea entregado a Satanás" (1
Corintios 5: 5; 1 Ti moteo 1: 20)

Habiendo leído estas citas, podemos captar la seriedad del tema de la disciplina e imaginar que las
consecuencias para una iglesia que ignora semejantes exhortaciones serían graves. Hoy día, sin
embargo, iglesias que de verdad practican la disciplina de los miembros casi no se encuentran, y en
esta ausencia de disciplina encontramos una de las razones principales de la pobreza espiritual aun de
iglesias en las cuales se predica la verdad. Al reformador Juan Calvino lo expulsaron de Ginebra por su
insistencia en la implementación de la disciplina en la iglesia, sólo para más tarde tener que pedirle que
regresara cuando se enteraron de que tenía razón. ¿Y nosotros? ¿Reconocemos que es necesaria?

Si aceptamos la necesidad de la disciplina, debemos entonces aceptar también que es un asunto en el


cual podemos proceder con suma cautela y responsabilidad. La disciplina debe ser nuestro último
recurso, el remedio al cual recurrimos cuando todo lo demás falla. Cuando el Nuevo Testamento habla
de la disciplina en la iglesia, se está refiriendo a mucho más que el solo hecho de quitar un nombre de
la lista de miembros. Disciplinar abarca todo el proceso de buscar que el miembro que ha ofendido sea
restaurado en su fidelidad a la verdad. Siendo tan amplio este tema, y a la vez importante, es
imprescindible que conozcamos bien lo que las Escrituras nos enseñan al respecto.

También tenemos que tener mucho cuidado de que nuestros motivos al disciplinar sean bíblicos y que
no usemos la disciplina sólo como un medio para quitar de la lista aquellos nombres que por
"cualquier" razón, consideremos que constituyen una vergüenza para la iglesia. Disciplinar es cuestión
de comunión, de compañerismo espiritual. Debemos preguntarnos: "¿Es necesario quitarle a una
persona la comunión de hermanos?" En vez de quitar a la persona de en medio del compañerismo,
nuestro enfoque debe ser más bien el retirar el compañerismo que antes había sido extendido a esa
persona. La preocupación primordial del Nuevo Testamento es la de mantener la pureza de la
comunión en la iglesia, aunque desde luego, sí, busca que el ofensor a través de la disciplina sea
llevado al arrepentimiento. Tal es el argumento de Pablo en 1 Corintios 5:6,7: "No es buena vuestra
jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja
levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya
fue sacrificada por nosotros." No es hasta después, en 2 Corintios 2:6-8, que habla también del
arrepentimiento como propósito de la disciplina.

Debemos mencionar aquí el argumento de algunos Protestantes, quienes manifiestan estar en


desacuerdo con esta enseñanza, manteniendo que nunca, ni en la iglesia primitiva siquiera, se ha visto
que una iglesia haya sido pura. En vista de la evidencia presentada en el Nuevo Testamento, sería una
imbecilidad negar dicha afirmación. Sin embargo, hace falta que estos hermanos se enteren, de que
cada mención de corrupción moral o doctrina falsa, viene juntamente con amonestaciones a los que
siguen en la verdad, viviendo santamente, instruyéndoles en cuanto a cómo deben reaccionar. A los
que son miembros solamente, deben retirarles su compañerismo, mientras que a los que están en
autoridad, corresponde el deber de tomar pasos que lleven a los ofensores al arrepentimiento. La idea
de pureza en la iglesia no se refiere a la perfección, sino al ideal por qué debemos luchar en comunión
los unos con los otros.

Preguntas:
1. ¿Es necesaria la disciplina en la Iglesia de Cristo?
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2. ¿En que consiste?


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RETIRADA VOLUNTARIA
Parece que hay tres situaciones a las cuales debemos dar nuestra atención con respecto a retirarse
voluntariamente de una iglesia:

El empezar a asistir a otra iglesia debido a un cambio de residencia.


Inhabilidad para cumplir con las condiciones acordadas al hacerse miembro.
Estar en desacuerdo con las doctrinas o prácticas de la iglesia.

En cada caso, la manera de retirarse es diferente y es rara la ocasión por la cuál sería correcto renunciar
a la membresía. A mi juicio, hay solamente una situación en la cual se vería indicada la renuncia. En
otros casos, es mejor implementar alguna forma más moderada para retiro. Miremos los tres casos
mencionados.

El miembro que empieza a asistir a otra iglesia. Esto sucede más que todo, cuando un miembro se
encuentra demasiado lejos de su congregación, debido a algún traslado. Una palabra de
advertencia aquí: Mucho, mucho cuidado con trasladarse por razones puramente materiales,
como por ejemplo, mejor casa, barrio más tranquilo, salario más alto, etc., sin dar consideración
al aspecto espiritual. ¿Hay en la nueva localidad una iglesia verdadera que podrá proveer ese
alimento tan esencial para la salud de nuestras almas? Asumiendo que en la nueva localidad
existe una iglesia similar a aquella a la cual ha venido perteneciendo, y que la persona no tiene
intención de seguir asistiendo a esa iglesia ya que le queda demasiado lejos, lo correcto sería
buscar una transferencia de membresía. Ser miembro de una iglesia a la cuál no se asiste no tiene
mucho sentido, pero renunciar tampoco es correcto porque da la impresión de que quiere romper
todo vínculo de compañerismo. Lo mejor es solicitar una carta de recomendación de la. iglesia
original a la nueva. Debido a diferencias entre denominaciones, las cartas de recomendación no
siempre serán aceptadas, pero, traigan o no traigan el resultado deseado, son sin embargo, la
mejor manera de proceder cuando se busca transferir la membresía.

Como ejemplos bíblicos de esto, tenemos en Romanos 16:1-2 la recomendación de Pablo a favor
de Febe y en Hechos 18:2-7 el relato de cómo los hermanaos de Acaya escribieron
recomendando a Apolos.

En el caso de que la iglesia a la cual el miembro se quiera pasar se encuentra muy cerca a la
original, sólo podría dar una recomendación si los motivos por el cambio fueran buenos, como
por ejemplo, si una señorita se casara con un hombre miembro de otra congregación. En este
caso, lo correcto sería que ella se hiciera miembro de la iglesia de su esposo.

Por otro lado, si los motivos no son buenos (si la persona tuvo un malentendido con el pastor, o
algún disgusto con otro miembro), no hay bases para una recomendación. Quien se retira de una
iglesia por cosas así, está actuando fuera del Espíritu de Dios y no debe ser recibido por ninguna
otra congregación, ya que no serviría sino para pleitos y problemas.

A veces se da la situación en que un miembro tiene que estar ausente temporalmente. Bajo estas
circunstancias, no hay necesidad que la persona se retire, pero, a la vez que mantiene su
membresía original, sería bueno que buscara ser miembro asociado de alguna iglesia en su nueva
localidad. Es durante períodos de transición como estos, que más hace falta la estabilidad de
tener vínculos con el cuerpo de Cristo.
La persona que ve que no puede cumplir con las responsabilidades de un miembro. Hay casos en
los cuales una persona que a la hora de vincularse a la iglesia, tenía todas las muestras de ser un
verdadero cristiano. Pero descubre después que su profesión era superficial e incompleta y
empieza a sentir que los deberes que atañen a su membresía, en vez de ser un privilegio gozoso,
se han convertido en una carga insoportable. La mejor solución en este caso sería que la persona
misma pidiera a la iglesia ser absuelta de sus responsabilidades como miembro. Luego, podría
seguir asistiendo, recibiendo la Palabra como cualquier otro que busca la verdadera salvación.
Meramente renunciar daría la impresión de que la iglesia había tenido la culpa de algo. Seguir
como miembro también sería perjudicial, pues, traería el riesgo por un lado, de que la persona se
amargara contra la iglesia por los requisitos que ésta seguiría imponiéndole, y, por el otro lado,
de que por una razón u otra el nombre de Cristo en la iglesia sea deshonrado por esta persona no
cristiana.

Si los demás miembros de la iglesia son como deberían ser, lejos de despreciar o desechar a
alguien así, más bien sentirán respeto por su honestidad y lo apoyarán en todo lo posible, orando
para que pueda hallar la verdadera vida. Seguirá siendo bienvenido a la iglesia, aunque no a la
mesa del Señor.

3. La persona que se encuentra en desacuerdo con las doctrinas fundamentales de la iglesia.


Sucede a veces que una iglesia misma se desvía de sus creencias fundamentales. En estos casos,
corresponde a cada miembro analizar su propia posición frente a los cambios, y, desde luego,
hacer lo posible para llamar la atención de otros en la congregación e impulsar un cambio. Si no
logra que otros se interesen por corregir el error, entonces este es un caso por que el miembro
tiene, no sólo el derecho, sino el deber de renunciar. Algunos arguyen que el Nuevo Testamento
en vez de justificar dicha renuncia, lo que hace más bien es llamar lo a buscar llevar a cabo una
reforma desde adentro. Dicen que el mandato a los fieles en las siete iglesias en Asia era que se
arrepintieran y no que se retirasen. Sin embargo, Apocalipsis no nos cuenta el final de la historia
de esas iglesias. No se nos dice qué deberían hacer en el - caso de que el llamado al
arrepentimiento no se acatara, pero, sí, se nos dice lo que Cristo haría --quitaría su candelero de
su lugar. ¿Hemos de pensar que Cristo desearía que a los creyentes verdaderos permanecieran en
una iglesia bajo semejante juicio? Habiendo visto que la iglesia debe retirar su comunión de
aquellos miembros que quebrantan sus estatutos, ¿no sería lógico concluir que de la misma
manera los miembros deben retirar su comunión de la iglesia que cae en el error?

Aceptando este razonamiento, sin embargo, tengamos mucho cuidado de no tomarlo como
licencia para abandonar la iglesia por asuntos que no son básicos a la verdad del evangelio.
Recordemos la triste historia de las denominaciones. No vemos sino división tras división, y las
personas individuales son tan capaces de causar división como lo son las denominaciones.

Preguntas:
3. Nombre los tres motivos válidos para retirar la membresía en una Iglesia local
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4. ¿En que consiste cada uno?


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EL EJERCICIO DE LA DISCIPLINA

Tan grave es este asunto que tenemos que estar más seguros que nunca de exponerlo a la luz de la
Palabra de Dios. Dadas las múltiples referencias que encontramos en el Nuevo Testamento acerca de
las disciplinas, no será difícil hacerlo. Podemos clasificar estas referencias bajo cuatro títulos, cuatro
razones por las cuales se podría despedir a un miembro de una iglesia.

1. Pecado de parte de un miembro contra otro. Este fue la situación que Cristo mismo habló en
Mateo 18:15-17: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te
oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca
de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano." Lejos de ser una ofensa trivial, es algo que la Biblia considera
pecaminoso, y que requiere la disciplina de la iglesia.

2. El formar partidos dentro de la iglesia. Romanos 16:17 dice: "Mas os ruego, hermanos, que os
fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos. " Los que enseñan doctrinas falsas crean dentro de la iglesia
un espíritu partidista que lleva a las divisiones, cosa muy seria ya que la iglesia es el cuerpo de
Cristo (1 Corintios 1 :10-13). No debemos ignorar a estas personas, sino más bien apartarnos de
ellas, pues, muy fácilmente convencerán a los débiles, siendo instrumentos de Satanás. "Porque
tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves
palabras y lisonjas engañan a los corazones de los ingenuos. Y el Dios de paz aplastará en breve a
Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros."
(Romanos 16: 18,20). Ejercer la disciplina, entonces, representa lograr una victoria sobre el diablo.
Solamente así habrá paz en la iglesia.

3. Conducta desordenada de parte de los miembros. 1 Corintios 5:7, 11 y 2 Tesalonicenses


3:6,14. Si los ponemos lado a lado, estos dos pasajes nos iluminan bastante. Mientras que el
primero nos habla de un caso de inmoralidad escandaloso, en el segundo, Pablo trata el tema de
personas que, pensando que el Señor estaba por volver en cualquier momento, se la pasaban
esperando ociosamente. En ambos casos, la amonestación del apóstol es la misma, dándonos a
entender que toda clase de conducta no bíblica requiere disciplina.

4. Creencias erróneas. Especialmente de parte de quienes se consideran maestros. Vemos en 1


Timoteo 1:19-20; 6:3-6; Tito 3:10; 2 Juan 10, referencias a herejes, personas que enseñan otro
evangelio --no a las que están confundidas en cuanto al verdadero evangelio o mantienen una
interpretación diferente en algún asunto secundario. Pablo está preocupado por aquellos que con
sus enseñanzas socavaban el evangelio de la gracia.

Habiendo definido esto ¿qué más podemos sacar de los pasajes? ¿Encontramos en ellos un resumen de
las únicas cuatro situaciones en las cuales una iglesia debe administrar la disciplina? Algunos dirían
que sí, pero, el autor opina más bien que lo que se nos da en estos cuatro pasajes no son casos
exclusivos, sino casos ejemplares. Señalan áreas generales que requieren disciplina y no solamente
instancias específicas. Si alguien protesta que esto es interpretar las Escrituras de una manera forzada,
que considere las siguientes observaciones:

Los cuatro pasajes bajo consideración, tratan cuatro grandes áreas de la revelación bíblica. El primero
tiene que ver con la relación entre dos cristianos. El segundo trata de la naturaleza de la iglesia
local como cuerpo de Cristo que no debe ser dividido. En tercer lugar, tenemos un pasaje en
cuanto a la ley de Dios, componente integral de toda la Biblia, y en cuarto lugar, tenemos una
palabra tocante a la doctrina, la Palabra de Dios misma. Entre los cuatro abarcan la mayor parte
de la enseñanza que se nos ha dado en la Biblia ¿No nos da esto base suficiente como para
afirmar que todo lo que caiga dentro de las áreas delineadas (y no sólo el caso específico
mencionado), puede legítimamente ser disciplinado por la iglesia?

En segundo lugar, consideremos que quienes cometen estos pecados que requieren la disciplina de la
iglesia, quebrantan cuatro principios muy fundamentales para la vida piadosa --el del amor, el de
la unidad, el de la ley, y el de la verdad. Siendo que estos principios son tan básico, ¿no es
razonable afirmar que quienes persisten en quebrantarlos, sea de la manera que sea, deben
incurrir en la disciplina de la iglesia?

Consideremos en tercer lugar, los términos tan amplios e indefinidos que encontramos en los cuatro
pasajes. 1 Timoteo 1:19 menciona "la fe", o sea, todo el resumen de doctrina, no un punto en
particular. Tito 3: 10 habla del "hombre que cause divisiones", pero, no nos dice a qué se debe el
que las haya causado, y así sucesivamente. Esta generalidad nos obliga a concluir que cualquier
cosa que quepa dentro de estas cuatro categorías merece la disciplina de la iglesia.

Preguntas:
5. Diga las cuatro razones generales por la cual un miembro puede ser retirado de la Iglesia
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6. Explique brevemente cada una


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PROCEDIMIENTO

Habiendo visto lo que abarca la disciplina en la iglesia, es hora de pensar la manera de implementar
esta disciplina. ¿Cuál debe ser nuestro proceder?

Primero que todo, en cada caso hay que investigar. 1 Timoteo 5:19 ordena que un anciano no debe
ser tenido por culpable sin que haya dos o tres testigos, y lo más probable es que esto tenga
aplicación de igual manera a todos los miembros.

Segundo, hay que hacer todo lo posible para llevar al culpable al arrepentimiento y restaurarlo a
los caminos de la verdad o de la justicia, según el caso. El Señor mismo habló de esto, y en
Gálatas 6:1 encontramos otra amonestación por el estilo.
En última instancia, habiendo fracasado todos los intentos anteriores, la iglesia debe quitar de la
lista a la persona y dejar de darle la bienvenida a su comunión. Este es un acto triste, de gran
solemnidad, pero no debe provocar desesperación. Por un lado, es para gloria de Dios que la
iglesia mantenga su pureza, y, por otro, a veces es esta medida radical la que logra que lo que
nada ni nadie más pudo lograr --que el ofensor se arrepienta. Tal fue el caso en Corinto."

COLABORACIÓN ENTRE IGLESIAS

Como último punto a considerar, está la cuestión de la colaboración entre iglesias respecto a la
importancia que ésta tiene para la eficacia de las medidas disciplinarias. Si no hay entre ellas un
acuerdo generalizado de lo que se requiere para pertenecer a una iglesia, entonces el que se encuentra
excluido de una congregación, no tendrá por qué pensar su situación dos veces. Sin mayor esfuerzo
podrá buscarse otra y unirse a ella, sin tener que darle importancia alguna a las razones por las cuales
fue excluido de la primera. Esto es perjudicial para él y también para la salud de la iglesia. Por lo cual,
conviene que haya más acuerdo y unidad entre ellas en sus requisitos para membresía.

Preguntas:
7. Diga el procedimiento que se sigue en un caso disciplinario
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8. ¿Es correcto que una persona que sale en disciplina de una Iglesia sea recibida ‘sin ningún problema’
en otra?
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CAPITULO 9
RASGOS DE LA IGLESIA
BAUTISTA REFORMADA

A continuación, Ud. encontrará algunos apuntes que tienen como fin ayudarle a conocer más la
Iglesia Bautista Reformada Gracia Soberana. Sabemos que algunos de los puntos relacionados se
pueden prestar para debate. Los ofrecemos en forma humilde, pero creyendo que es este es el espíritu
Bíblico que debe regir a la Iglesia de Cristo. Al ser concientes de la proliferación de muchas
comunidades religiosas en la actualidad, nos vemos en la necesidad de relacionar algunos de nuestros
puntos fundamentales que nos hacen distinguirnos como una Iglesia Bautista Reformada y por lo cual,
un tanto aparte de estas comunidades actuales.

En ningún momento decimos que somos la única iglesia; hay muchas otras. Tampoco decimos que
somos la mejor iglesia. Tristemente, en muchas cosas aún pecamos. Muchas veces y en muchas cosas,
no vivimos a la altura de la fe cristiana que profesamos. Nuestro anhelo es mejorar. Creemos, sin
embargo, que nuestra posición doctrinal, sí, va más de acuerdo con la Biblia que la de muchas otras
iglesias, y que si en el poder de Dios logramos vivir de acuerdo con lo que creemos doctrinalmente,
seremos cristianos que agraden a Dios.

Somos una Iglesia Bíblica, Trinitaria, donde principalmente anunciamos el Evangelio, es decir, las
buenas noticias de la obra de Dios en Cristo, para la salvación de hombres pecadores y su obra
santificadora por el Espíritu Santo. La Palabra de Dios es el testimonio fiel de Dios de esta obra, la cual
ha sido revelada al hombre y escrita en las Sagradas Escrituras. Buscamos dar a Dios toda la gloria en
todas las cosas, pues reconocemos que este es el fin último del hombre. Enseñamos la soberanía de
Dios y la responsabilidad del hombre delante de Dios de obedecer al evangelio y acogerse al plan de
salvación. Invitamos pues a mirar a Cristo y a no confiar en alguna obra humana o merito propio, para
alcanzar la salvación.

¿POR QUE BAUTISTAS – REFORMADOS?

En pocas palabras, podemos explicar este nombre en razón a que adoptamos total y absolutamente las
palabras del Antiguo y Nuevo Testamento como la Palabra de Dios que a su vez se encuentra escrita en
la Biblia. Esta enseñanza divina, la entendemos tal y como la concibieron; el pueblo de Israel del
Antiguo Testamento y luego los apóstoles y como históricamente la ha preservado la Iglesia de Cristo
a través de los siglos, en una correcta interpretación, que finalmente desembocó en la formulacion de
un conjunto de doctrinas que dieron lugar al suceso eclesiástico denominado la Reforma protestante del
Siglo XVI. Con dicho compendio doctrinal nos identificamos.

También nos autodenominamos “bautistas”, por causa de la práctica bíblica del bautismo de creyentes,
los cuales poseen capacidad espiritual e intelectual para confesar y dar razón de su fe evangélica. Las
enseñanzas Bíblicas, históricas, Reformadas, las aceptamos tal y como están interpretadas en la
Confesión Bautista de Fe que se terminó de redactar en Londres en 1689. Esto no significa que
consideremos a la Confesión de fe, al mismo nivel de inspiración y autoridad de las Sagradas
Escrituras. Sin embargo concebimos la Confesión de Fe como una magna y fiel interpretación de las
verdades Bíblicas, que elaborada en el seno de la Iglesia, ha sido probada por las iglesias a través de los
siglos, sirviendo como sano parámetro de legitimidad, que identifica aquellas Iglesias que se confiesan
como Bautistas Reformadas. Entre estos postulados se encuentran:

I. CENTRALIDAD DE LA PALABRA DE DIOS


Buscamos sobre todas las cosas entender y aplicar la Sagrada Biblia a todos los asuntos de nuestra vida,
es decir, en creencias y en conducta. Debido al espíritu pragmático de esta época (que pone su énfasis
en lo que funciona mas que en lo correcto), creemos que las creencias, experiencias y la conducta
cristiana, deben tener un sólido cimiento doctrinal que lo sustente. Cimiento que proporciona la
Inspirada Palabra de Dios, no las sensaciones subjetivas del individuo.

Tenemos a La Biblia como guía infalible, como nuestra ultima autoridad, como Palabra de Dios y por
lo tanto no buscamos más revelaciones o profecías, para entender, conocer, o aplicar la voluntad de
Dios, expresamente dada en la Biblia. No compartimos algunas enseñanzas Pentecostales o
Carismáticas cuya interpretación vemos equivocada. El ‘bautismo del Espíritu Santo’ es lo que todo
creyente en Cristo experimenta en el momento de ser regenerado y creer en Cristo, no una segunda y
posterior obra de gracia después de ser salvo, mucho menos que exista una señal de “lenguas” como
evidencia de tal bautismo. No creemos en nuevas revelaciones ahora, ni sueños como medio de
revelaciones nuevas, ni visiones. No hay profetas ahora, sino sólo en el sentido de los que predican la
Palabra de Dios ya dada por inspiración del Espíritu Santo en las Escrituras.

Esto en ningún sentido quiere decir que ahora no recibimos Palabra de Dios, pues la Biblia es la voz de
Dios, y como tal, nos es iluminada por el Espíritu Santo para que podamos entenderla, sentirla, y
vivirla. Por eso nos esmeramos en interpretar de una forma cuidadosa y correcta las Sagradas Escrituras
de modo que estemos seguros de creer y practicar lo que Dios nos manda a través de su Palabra.

Creemos que los dones de sanidad, de lenguas fueron para los tiempos apostólicos, como señales
confirmatorias de los apóstoles, voceros de revelación directa de Dios para su pueblo. Claro que Dios
sana todavía, y a veces, puede que lo haga instantáneamente, pero a través de las oraciones de su
pueblo y responde según su voluntad y según lo que sea mejor para su pueblo. Es por eso que no
buscamos señales de la presencia de Dios o guía divina como milagros físicos, nuevas profecías,
experiencias sensacionalistas, visiones, presentimientos y ruidos extraños, ajenos al espíritu de la
Escritura. Creemos más bien que por medio del Espíritu Santo, Dios habita en cada creyente y lo
capacita, por medio de las Sagradas Escrituras, para vivir correctamente, agradándole en todo y con
todo gozo.

Creemos en la centralidad de la Escritura y que la fiel Predicación de la misma, es el medio por el cual,
Dios llama al pecador al arrepentimiento y la fe y que es el medio usado por el Espíritu Santo, para la
edificación de su Iglesia. Por eso, todo asunto que concierne a Dios, a la Iglesia, al culto, a la conducta,
ética, al hombre, al pasado, presente, futuro, lo físico y lo espiritual, debe ser evaluado en conformidad
a la Escritura y no fuera de ella, para evitar la superstición.

Por eso motivamos a todo creyente a orar y promover los ministerios de Predicación verdaderamente
Bíblica, insistimos que se ore para que el Señor otorgue obreros a su Iglesia que tracen bien la Palabra
de verdad, que nos de un espíritu diligente para escudriñar su Palabra y que quienes enseñan o
predican, sean preparados en esta labor. Aunque un claro y amplio testimonio de nuestras creencias se
encuentra en la Confesión Bautista de Fe de 1689, relacionaremos un resumen de ellas:
1. La Biblia, única Palabra de Dios.
2. El hombre caído (pecado original), sin libre albedrío.
3. La predestinación.
4. La redención limitada.
5. La gracia irresistible.
6. La perseverancia de los santos.
7. La Trinidad.
8. Jesucristo, dos naturalezas, una persona, nacimiento virginal; Profeta, Sacerdote, Rey.
9. La justificación por la sola fe.
10. La santificación por la fe, Mediante esta unión con Cristo, y por el don del Espíritu en la vida del
creyente. (Este ya se esfuerza por agradar a Dios valiéndose de todos los medios que Dios ha
ordenado. La santificación es completa pero a la ves progresiva. No aceptamos lo que comúnmente
llaman la teoría del "cristiano carnal". Es decir, creemos que todo creyente será también santo en
alguna medida obvia y visible, y que si bien nunca perfecto, mostrará una constante preocupación y
esfuerzo a favor de la santidad. No creemos en la necesidad de una "segunda bendición" después de la
conversión, sino en muchas y constantes bendiciones de Dios para crecimiento espiritual).
11. La ley moral de Dios, regla de conducta para el creyente.
12. El reino de Dios, ahora y venidero. (Presente y futuro)
13. Las cosas venideras:
- El milenio es ahora
- Israel, lugar especial en el provenir, pero con la iglesia.
- Segunda venida de Cristo, personal y gloriosa. (Nadie sabe ni el día ni la hora de la venida de Cristo)
- Resurrección del cuerpo (no reencarnación)
- Rapto de los santos
- Juicio
- Cielos nuevos y tierra nueva
- Castigo eterno en el infierno

II. LA IGLESIA
Los últimos siglos, han sido testigos del crecimiento de ideas como “experiencias personales con
Cristo”, “Un estilo de vida” “Una relación personal”, apartando al creyente de la realidad de su ingreso
al Cuerpo espiritual de Cristo que es su iglesia. Por ello, asuntos como la membresía, la comunión, la
asistencia regular a la Iglesia, la misión, han sido reemplazadas por lamentables sustitutos que más bien
se conforman al espíritu individualista y fragmentado de este siglo.

La Iglesia, es concebida como el conjunto de los creyentes en Cristo. Cada comunidad local, es fiel
expresión de la Iglesia de Cristo, la Plenitud de Cristo, Columna y baluarte de la verdad, a quien se le
ha confiado el depósito del evangelio y quien debe moverse hacia la edificación del cuerpo de Cristo y
la proclamación del Evangelio en todo el mundo.

1. Gobierno
La Iglesia, en conformidad con las Escrituras, tiene a Cristo, como su cabeza y es dirigida por ancianos
o pastores, según el Espíritu los otorgue a la iglesia, quienes tienen a su cargo el gobierno de ella. Los
pastores son responsables directamente a Cristo y no a la congregación. Sin embargo ellos deben dirigir
en los límites de la Escritura, sin añadir o exigir más de lo que ella lo hace, en uso legítimo de su
autoridad y en humildad. No concebimos como fiel a la Escritura, aquellas congregaciones cuyo pastor
obtiene una autoridad ilegitima demandando toda obediencia sin cuestionamientos, en ostentación,
siendo el pináculo de su propia iglesia y sometidos solamente a la voz engañosa de su propio corazón,
engañando a muchos y ocultando la verdadera interpretación de las Escrituras, tras los espectáculos
públicos y sensacionalistas que ofrecen.

Los únicos oficiales en la iglesia son ancianos y diáconos. Entre los ancianos, a veces hay algunos que
tienen el don especial de la enseñanza. Estos tienen a veces el título adicional de "maestros" o de
"pastores". Sin embargo, todos los ancianos en algún sentido son también maestros y pastores. Todos
los ancianos tienen igualmente a su cargo la supervisión y administración de la congregación. No hay
jerarquía entre ellos, sino solamente diferencias de dones. Los diáconos son los ministros de
misericordia de la congregación. Cuidan especialmente de las necesidades físicas de los miembros de la
Iglesia, coordinando ciertos recursos eclesiásticos para benevolencia de los necesitados. Este servicio
busca mitigar en algo la escasez que muchos puedan pasar, siempre obrando dentro de los principios de
las Escrituras. Los diáconos son reconocidos por la congregación bajo la supervisión de los ancianos.

2. Miembros
Creemos que sólo los convertidos deben ser bautizados. Así es que no bautizamos a los niños que no
tenga uso de la razón o que no pueden entender o discernir aún qué cosa es creer. Esto no quiere decir
que nunca bautizamos a niños si el caso es tal (hogar fiel y cuidadoso para instruir en la fe cristiana y
asentimiento de los ancianos) que da apoyo al testimonio del niño. Bautizamos por inmersión
únicamente, creyendo que es la manera bíblica. Aquellos que se bautizan sin distinción, son contados
como miembros de la iglesia sin más rito o reconocimiento.

El creyente bautizado debe recibir la Cena del Señor bajo los símbolos establecidos en la Escritura
como son el vino y el pan. Además, para recibir la Cena del Señor, la persona debe estar en buena
relación con la iglesia y con todos los hermanos de ella y no debe omitir livianamente la participación
en la mesa del Señor.

3. La Mujer
No nombramos a mujeres como ancianos o diáconos. Creemos que ellas no deben ejercer autoridad en
la iglesia sobre el varón. Esto no tiene nada que ver con una supuesta inferioridad o incompetencia de
la mujer frente al varón. Tiene que ver netamente con el orden que Dios mismo estableció según
su sabiduría en la creación, manifestado en las Escrituras. La mujer creyente tiene mucho que hacer en
la vida y ministerio de la iglesia. Puede ser maestra de los niños y de las mujeres. Si bien no es
diaconiza "oficial", sí, la puede ser en las muchas formas de servicio que ella hace a favor de todos.
Hay diversos detalles que dependen del toque y el consejo femeninos para su perfecta realización.

La mujer no debe actuar en la dirección del culto, sino sólo como parte de la congregación. Por lo
regular, no pedimos que dirija la oración o que actué como ujier. En los cultos menos formales, el de
oración, el de Domingo por la tarde, permitimos que la mujer haga preguntas, comentarios y peticiones.
En los "días de oración", también permitimos que ella dirija la oración, aun en grupo mixto. También
permitimos que ella cante como parte del coro de la iglesia.

III. EL CULTO PÚBLICO


Buscamos en nuestros cultos o reuniones, centrarnos solamente en Dios y en su Palabra. Creemos que
la predicación, la enseñanza, y la exhortación ocupan el centro del culto, sin excluir o subestimar el
canto, la oración, la lectura, y las ofrendas como parte importante de la liturgia. Escuchar la lectura de
la Palabra de Dios y su exposición es también adoración a Dios ya que así estamos escuchando
su voz con reverencia y sumisión.
Por eso evitamos en el culto las cosas que tienden a fijar la atención en el hombre y en las pasiones
mundanas. Queremos adorar a Dios según su voluntad, con inteligencia y no sólo con emociones.
Concebimos el culto como un servicio, un santo ofrecimiento a Dios, donde sacrificamos alabanzas a
Dios conjuntamente y donde Dios nos habla por su Palabra.

Buscamos que la música sea seria sin un énfasis en el ritmo, de tal manera que la persona sea distraída
de la letra. Buscamos que los ritmos y melodías sean según la reverencia que Dios merece, evitando en
lo posible música del mundo que hace pensar principalmente en lo sensual. Hacemos uso de ciertos
instrumentos en el culto para acompañar los himnos y durante la ofrenda o la distribución de la Santa
Cena. Pero, buscamos que estos sean tocados con reverencia y sin hacer de ellos un fin en si mismos o
focos de distracción. La música en el culto es principalmente el canto de la congregación como un
todo. De vez en cuando podríamos presentar música especial, como por ejemplo, la del coro, o la de
personas con talentos especiales, pero observando este principio.

Desanimamos el uso de las palmas con los cánticos, los aplausos, y el uso muy frecuente de "Aleluya"
o "Amén". Creemos que por lo general, estas prácticas distraen y causan confusión. La oración debe ser
por voz de una sola persona a la vez. Las demás no deben orar en voz alta, sino mentalmente y en
silencio. La oración se confirma con el "Amén" u otra palabra similar, pero no como una rutina que ya
se vuelve una confusión de voces o una mera tradición.

Nos apartamos de las corrientes modernas de adoración, que ponen su énfasis más bien en el adorador,
que en el objeto de la adoración, a saber, Dios mismo. Aquellas comunidades que han incorporado a su
servicio cantos vacíos, ritmos sensuales, espectáculos públicos de música y baile, no son fieles a la
Escritura, ni al sentido de la adoración pública así como Dios la instituyó, engañándose a si mismos,
pensando que el fervor de las emociones es prueba de ofrenda aceptable

Creemos que Dios convoca a su pueblo para la adoración publica, y esta debe ser realizada tal y como
El mismo lo estipula, sin agregarle formas atrayentes, mas bien para la carne, que al sencillo y
profundo precepto para el adorador, en el cual Dios nos llama al verdadero gozo ofreciendo sacrificios
de alabanza y sirviéndole a El como esta escrito en su Palabra: en espíritu y verdad. Todos y cada uno
de los elementos del culto público, son los que la Escritura autoriza y los que en consonancia con el
espíritu de las Escrituras, tengan como fin la gloria de Dios.

Para hacer todo “decentemente y con orden”, la dirección del culto está bajo el consejo de los ancianos
pero con la ayuda sólo de los varones bautizados. Recibimos las ofrendas durante el culto como
expresión de adoración a Dios de quien recibimos todo. Celebramos la Santa Cena como parte del culto
público como testimonio para todos de la gracia de Dios en Cristo.

Todos los miembros regulares deben asistir a todas las reuniones regulares de la iglesia a menos que se
encuentren providencialmente impedidos por causa de enfermedad, accidente, inusuales condiciones de
trabajo u otras circunstancias similares. Las reuniones regulares de la iglesia son todos los servicios en
el Día del Señor (los cultos de la mañana y la tarde y la Santa Cena del Señor), las reuniones de oración
y las clases bíblicas durante la semana, las reuniones de negocios de la congregación y cualquier
reunión especial que los ancianos ocasionalmente consideren necesario convocar. Al apartar un día
entre siete, el Señor quiso que su iglesia perseverara en esta práctica, por eso es censurable el que algún
miembro se ausente deliberada o descuidadamente del día del Señor en sus cultos de mañana y tarde.

IV. LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA


Buscamos dar a Dios, toda la gloria en la Salvación del pecador. Creemos que El salva a los pecadores
por su voluntad y que Dios no espera el permiso del hombre para salvarlo. Creemos que el hombre es
tan malo que no puede buscar a Dios, ni lo buscaría, si no fuera por el Padre quien los encamina a
Cristo. Pero también creemos que Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, obro todo lo necesario para la
salvación eterna de todos aquellos que creen y se arrepienten de sus pecados y que son los mismos que
el Padre escogió desde antes de la fundación del mundo, para luego ser adoptados como sus hijos, por
medio de la maravillosa obra del Espíritu Santo, dándoles fe para creer, evidenciándoles sus pecados y
llevándolos a obedecer los mandamientos de Dios.

Sin embargo, predicamos la responsabilidad del hombre delante de Dios de obedecer al llamado del
evangelio, de acogerse al plan de salvación. Su respuesta al evangelio, será la base de su futuro eterno,
sea vida o separación eterna de Dios. Invitamos pues a mirar a Cristo y a no confiar en alguna obra
humana o merito propio, para alcanzar la salvación. Con base en esto, podemos afirmar que nuestra fe
la podemos sintetizar en cinco enunciados principales:

1. Sola Escritura:
La Santa Biblia es nuestra única autoridad absoluta. Ella es la Palabra infalible del único Dios. Con tal
autoridad, no tenemos necesidad de buscar ni creer en otras revelaciones. Tan perfecta es la Biblia que
calificamos como inferiores y no operativos actualmente los dones carismáticos como lenguas,
profecías, etc. La Palabra de Dios, aplicada al corazón por el Espíritu Santo es lo que nos orienta y nos
mueve, no las experiencias ni las emociones independientes de la Escritura. Buscamos interpretar la
Escritura con el sentido normal del lenguaje y con la Biblia misma, de acuerdo a la interpretación
armoniosa de ella.

2. Sola gracia:
La gracia es aquel favor inmerecido que Dios muestra para con los pecadores culpables y dignos de
condenación y muerte, por haber desobedecido sus mandamientos. Dios, de acuerdo a su plan eterno,
salva a muchos de estos condenados a muerte y sin vida espiritual en Cristo. Obviamente, Dios no da
la vida espiritual y eterna en Cristo a todo el mundo, sino a quien quiere dársela, no por los meritos de
la criatura o porque haya algo en ella digno del favor de Dios, sino por Su libre voluntad.

3. Sola fe:
El pecador no puede ni buscar ni recibir el favor de Dios, a menos que Dios mismo le otorgue fe para
creer, ya que ésta es don de Dios. Esta fe que viene de Dios al individuo, lo capacita para creer en la
obra y los méritos de Cristo en la cruz a su favor, de tal manera que le son aplicados al individuo, las
incalculables riquezas de la vida eterna y la justicia Divina de modo que ya no es condenado, ni lo será.
Esta fe es el elemento por el cual el individuo se apropia de la salvación en Cristo, por lo cual, la
salvación no es por obras para que nadie se gloríe.

4. Solo Cristo:
No existe otro salvador sino Cristo. No hay otro mediador entre Dios y los hombres, no hace falta otro
mediador o la ayuda de otro pues la obra de Cristo en la cruz es perfecta y suficiente. En Cristo el
creyente tiene todas las riquezas de la gloria espiritual de Dios. La salvación, vida y meta del creyente
es solo El Señor Jesucristo, quien es enviado por el Padre para nuestra salvación y es a quien el Espíritu
Santo glorifica siempre.

5. Solo a Dios la Gloria:


Todas las cosas son hechas de El, por El y para El, a El sea la Gloria por siempre. Todo el plan de
salvación y plan de vida del creyente debe hacer que el hombre reconozca y de gloria solo al único
Dios y no al hombre mismo. No debemos buscar primero nuestra comodidad o nuestra felicidad,
debemos buscar primero el hacer la voluntad de Dios y su gloria; fruto de ello tenemos el verdadero
gozo. Claro que nos gozamos en la gloria de Dios, pero con temor y temblor ya que El tiene la primera
y ultima palabra de todo. El principio de la sabiduría es el temor de Dios.

VI. EL EVANGELISMO
No encontramos ninguna contrariedad en la doctrina de la elección y el mandato del evangelismo.
Creemos en ambas como ciertísimas. Actuamos entonces en obediencia a las Escrituras, al presentar
delante de todo hombre el evangelio gratuito de Dios, en insistir, promover y cooperar para que el
evangelio sea proclamado a todo hombre, por medios legítimos y velando por que los métodos de
evangelismo, no resten fidelidad ni diminuyan en algo el mensaje de Cristo.

Creemos que el evangelismo debe ser la actividad constante de todas las personas de la iglesia., no
solamente de los que predican y enseñan. Todo creyente debe estar dispuesto a llevar el evangelio
principalmente mediante las palabras y el ejemplo que damos como fiel expresión de la obra de Cristo
en nosotros mismos. Además en todo sermón o estudio, evangelizamos, ya que toda la Biblia habla de
Cristo, el Redentor.

Creemos que la gloria de Dios es el fin ultimo del evangelismo, que la salvación del hombre no es un
fin en si mismo, como si lo es la Gloria de Dios. Nos apartamos también de lo que hoy, en general, es
llamado evangelismo, pues creemos que mucho de lo que hoy se predica es una predicación ‘sin
Cristo’, ‘sin arrepentimiento’, una predicación ‘sin justicia de Dios’, ‘sin sacrificio expiatorio’. Vemos
como multitudes son llevadas a “hacer una decisión”, haciéndoles creer que por eso serán salvos o lo
que vemos como lo peor y es la distorsión, de predicar “un evangelio” de la sanidad física, la
prosperidad, la liberación etc., ajenos en todo sentido al evangelio Bíblico, proclamado por Cristo y los
apóstoles.

Por eso evitamos las técnicas sicológicas muy comunes actualmente para logar que las personas tome
una decisión a favor de Cristo. En el culto, no hacemos las invitaciones para levantar la mano y pasar
adelante para recibir a Cristo. Consideramos que la manera correcta para mostrar que uno es creyente
es mediante el bautismo después de recibir consejo de la iglesia. Otras maneras no mandadas por Dios
tienden a llevar a la persona a confiar en algo que hace y no exclusivamente en Cristo.

Nuestro interés por el Evangelismo, no significa que cooperaremos con cualquier programa llamado de
evangelismo, o que sin discernimiento nos involucraremos en visiones ajenas y extrañas a lo que
consideramos Bíblico. Oramos para que muchas Iglesias sean fundadas con los principios Bíblicos,
para gloria de Dios

VII. VIDA CRISTIANA


La Palabra de Dios es la máxima regla infalible en todo asunto de creencia y conducta. Por ello somos
escrupulosos en señalar todo aquello que Dios aprueba y censuramos lo que no esta de acuerdo al
carácter de Dios ni sus mandamientos expresados en la Biblia.

La iglesia espera que sus miembros hagan uso de los demás medios de gracia de que disponen, como
son la lectura diaria de la Biblia, las oraciones regulares, tanto privadas como familiares y en la Iglesia,
así como una reverencia correcta al guardar el Día del Señor. El día domingo es el día de reposo en
lugar del día sábado en los tiempos del AT, en cumplimiento del cuarto mandamiento. El creyente debe
estar en los cultos regulares de la iglesia este día. Debe dejar los negocios y las diversiones comunes
para otros días, menos lo que tiene que ver con emergencias, misericordia, y necesidad. Debe ser
también día de familia. Los niños y jóvenes, claro, pueden tener sus diversiones según sus edades en
este día, pero deben ser dentro de ciertos límites y de cierto carácter.
1. Sumisión.
Todo miembro de la Iglesia debe someterse a los servidores de Dios a la vez que necesitan imitar sus
gracias, fe y principios cristianos rectos, así como ellos también imitan a Cristo; recibiendo sus
enseñanzas con toda la disposición mental y de espíritu, pero siempre con completo apego a la Palabra
de Dios; aceptando con humildad las amonestaciones y advertencias según las Escrituras, de aquellos
designados para velar por las almas de sus ovejas y comprometidos para trabajar con el objetivo de
presentarlas completas y maduras en Cristo. El miembro debe buscar y considerar cuidadosamente su
consejo como el de los escogidos por el Señor; y alegremente aceptando y sometiéndose a las
decisiones relacionadas con la política corporativa de la casa de Dios, que es Su iglesia, sin
comentarios negativos o murmuraciones aun cuando, personalmente difieran de su juicio.

2. Soporte financiero.
Dado que se enseña claramente en las Escrituras que los cristianos deben mantener económicamente la
obra del Señor por ofrendas sistemáticas y proporcionales hechas a través de la iglesia local, se espera
que todos los miembros de esta iglesia se conformen a esta regla de la Escritura. El diezmo (la décima
parte de los ingresos) no se impone al pueblo de Dios como una carga, pero se insiste en el, como una
expresión de adoración a Dios y como la norma bíblica básica, a la cual se añadirán las ofrendas y
dádivas de acuerdo con las posibilidades y la disposición del corazón de cada uno.

El único medio de levantar fondos en la iglesia es el de las ofrendas regulares. Podemos poner a
intereses dineros que no queremos gastar en el momento, pero el punto es que no queremos que la
iglesia esté en negocios seculares. No hacemos bazares, rifas, etc. Los fondos de la iglesia son
administrados en lo posible por toda la iglesia bajo el consejo de les ancianos en las reuniones de
negocios. Los ancianos, por lo regular, no se meten en asuntos de tesorería, sino con su consejo y
sugerencia como cualquier miembro de la iglesia.

3. Vida familiar.
La iglesia espera que sus miembros obedezcan las enseñanzas de las Escrituras con respecto a la
familia y el gobierno. Como cabeza de la familia señalada por Dios, el esposo debe gobernar la casa
con gentileza y amor, pero con sabiduría, disciplina y firmeza. La esposa debe estar en sujeción a su
esposo en todas las cosas de acuerdo a la regla bíblica; dándoles a los hijos un buen ejemplo,
instruyéndolos consistentemente en las Escrituras y con sabia y firme disciplina, incluyendo el castigo
corporal cuando sea necesario. Además señalamos hacia la virtud de la permanencia en el hogar de la
mujer casada y con hijos si es posible, mirando su importancia en el programa de Dios para el bien de
la sociedad y de la iglesia y de los individuos mismos. En casos de necesidad, la madre puede trabajar
afuera, pero con el esfuerzo especial de hacer lo posible a favor de los hijos. Si no hay necesidad, sin
embargo, no es prudente que la madre trabaje fuera de su hogar. Criar hijos es asunto de atención y
presencia casi constantes.

Creemos que la esposa debe estar sujeta a su esposo en todo, y que el esposo debe amar a su esposa
como Cristo a la Iglesia. No es permitido la separación de cónyuges sino por causa de la infidelidad
sexual, y entonces sólo con el divorcio. No es aceptable que el cónyuge se vaya del hogar por cualquier
motivo, a no ser que sea por un tiempo para evitar violencia física. Pero, claro, en tales casos, el
cónyuge afectado tampoco debe colaborar ni ocultar en su pecado y vicio al agresor o inmoral.
Creemos que el matrimonio es perpetuo menos en el caso de la infidelidad de alguno de los dos
cónyuges. En el caso de infidelidad, si la persona ofendida no ve justa causa porqué perdonar al
ofensor, luego debe proceder al divorcio. Después del divorcio, es libre para casarse otra vez, pero si es
creyente, lógicamente solamente con otro creyente.
4. Promoción de la paz.
Puesto que la iglesia está representada en la Escritura como un cuerpo formado de muchos miembros,
cada uno con su función particular y velando por la salud y protección de todos, esta iglesia espera que
cada uno de sus miembros luche por el bien de todo el cuerpo. Los miembros deben tratar activamente
de familiarizarse con los demás, de manera que puedan orar mejor los unos por los otros; amarse,
confortarse y animarse unos a otros y ayudarse materialmente si fuere necesario. En adición, y siempre
con la debida prudencia los miembros deben fielmente amonestarse unos a otros y estimularse unos a
otros. Los miembros deben abstenerse de hablar mal unos de otros y mantener en estricta confidencia
todos los asuntos privados que solo conciernen a la iglesia y no discutirlos con personas que no
pertenezcan a la congregación. Los cristianos deben arreglar los problemas, en cuanto sea posible entre
ellos, sin recurrir a los tribunales civiles. Como ayuda, tienen a la iglesia, el consejo pastoral y la
oración comunitaria.

5. Separación del Mundo.


Nunca ha sido la intención de Dios que la bendición gloriosa de la libertad cristiana, la cual Su pueblo
goza se convierta en una excusa para ser utilizada y cubrir su mundanalidad. Por el contrario, los
cristianos han sido librados de la esclavitud de sus pecados pasados para que sean un pueblo distinto
del mundo perverso, y colocados aparte para Dios. En consecuencia, las disciplinas de Cristo ordenan
no amar al mundo, a apartarse de las actitudes y acciones pecaminosas y a resistir la influencia
pecaminosa de una sociedad atea.

Por tanto, se espera que todos los miembros de esta iglesia se aparten de todas las actitudes, prácticas e
influencias insanas del mundo. Específicamente, se espera que los miembros resistan el materialismo
del mundo, el cual considera que las cosas de esta vida son de importancia primaria. Se espera que los
miembros no caigan en los vicios del mundo como alcoholismo, uso de drogas, gula, ver material
pornográfico, fornicación (Sexo antes del matrimonio), homosexualidad y otros pecados similares,
rechazando la eutanasia y el aborto y cualquier otra práctica aberrante, inmoral o de mal reputación.

Se espera que los miembros deben evitar envolverse en relaciones con impíos, tales como intimidad,
compañía frecuente con ellos, búsqueda de interés romántico con ellos, y contraer matrimonio. No
deben existir los noviazgos mixtos (Entre un creyente y un no creyente). No aprobamos matrimonios
mixtos. Si un miembro de la iglesia se casa con un no creyente, es justa causa de censura y disciplina
eclesiástica. Sí, es bueno y normal el casamiento de dos personas no creyentes. En ciertos casos,
incluso, podríamos hacer una ceremonia en la iglesia a favor de los tales ya que el matrimonio, en el
plan de Dios, es para todo el mundo, no sólo para los creyentes.

No nos parece correcto que los creyentes estén en las misas de matrimonio y de entierro del rito
Católico Romano. Esto decimos a la luz de lo que es la misa, una ceremonia en la cual, según la dogma
romana, Jesucristo es sacrificado de nuevo para pagar el pecado. Creemos que Cristo pagó el pecado de
su pueblo con un solo sacrificio, el de la cruz del Calvario.

Por lo regular, no recomendamos que los creyentes tengan recurso a la psicología moderna. Creemos
que los principios de ella en sus fundamentos generales, son contrarios a la verdad bíblica, y que en
lugar de ayudar, hacen que la persona mire su problema de manera deficiente y que busque ayuda en sí
mismo. Creemos que por las Escrituras y por el Espíritu de Dios, mediante Jesucristo, la persona con
problemas emocionales o mentales puede ser ayudada. Toda la comunidad de creyentes y
especialmente los pastores o ancianos son los asesores nombrados por Dios para aconsejar respecto a
todos los problemas de la vida. La Biblia es el consejo de Dios para todo. No creemos correcto hablar
de estos problemas como "enfermedad mental" a no ser que median daños fisiológicos.
Los cristianos pueden y deben (según sus dones, tiempo, y vocación) tomar parte en los procesos
políticos, sin comprometer su testimonio cristiano. La iglesia como tal, sin embargo, no debe actuar en
la política. Más bien, ella enseña los principios que la Biblia da con el fin de orientar al pueblo cristiano
en el cumplimiento de sus deberes. Asimismo, se espera que los miembros cuidadosamente busquen
discernir y resistir por cualquier medio, toda influencia pecaminosa de esta sociedad impía, sobre sus
almas y familia, en otras áreas que no nombramos aquí.

6. Diversiones.
Las diversiones y pasatiempos deben ser seleccionados con sumo cuidado para evitar prácticas contra
la moralidad y prácticas que podrían distraer de lo básico de las realidades de este mundo y el venidero.
También, debemos evitar lo que causa innecesariamente que otras personas sean ofendidas y caigan en
el pecado. Permitimos que el creyente dentro de su libertad cristiana haga uso diversiones legítimas,
pero dentro de todo el rigor de la ley de Dios, considerando cuánto daño en general han causado
muchas formas de diversión. Lo mismo diríamos en el uso del TV. Los deportes y otras artes, que en sí
mismos son inofensivos, pero usados correctamente. No vemos ningún bien en ningún vicio o
dependencia. Toda cosa que lo esclavice a uno, debe ser dejada. El baile, sobre todo en sus formas
modernas, presenta problemas especiales contra la moralidad y la pureza y la integridad del
matrimonio. No aprobamos la participación en loterías y rifas por considerar que promueven actitudes
contrarias a la honestidad e industriosidad.

CONCLUSION
En los puntos anteriores, no hemos tocado todo lo relacionado con la doctrina y conducta cristiana que
se profesa en las Iglesias Bautistas Reformadas. Sólo hemos mirado algunos de los puntos más
predominantes y que se prestan para dudas o para daños. En todas estas cosas y otras, debemos vivir
inteligentemente bajo la guía general de la Palabra de Dios, tomando decisiones a la luz de las
circunstancias de cada caso. No queremos depender de una lista larga de reglamentos, sino de un
espíritu cristiano que razona cuidadosamente a la luz del conocimiento de todas las Escrituras. Sin
embargo al tratar de reglamentar la conducta podemos caer en el error de confiar en lo que hacemos o
no hacemos, para tener méritos ante Dios (legalismo), en lugar de confiar totalmente en Cristo y sus
méritos para la justificación delante de Dios.

Lo que anhelamos es vivir santamente con todo cuidado para la gloria de Dios según el Espíritu de
Cristo y a la luz de las Escrituras. Pero al ser especialmente miembros de la Iglesia debemos saber que
la naturaleza misma de la iglesia demanda que ella debe mantener disciplina en todo sentido, en
doctrina y práctica y todo esto para la Gloria de Dios. Así que todo lo que propenda en esta dirección, y
si esta bajo los limites y principios Bíblicos, serán considerados legítimos.
CAPITULO 10
VOTOS DE COMPROMISO FRENTE A LA IGLESIA LOCAL
IGLESIA BAUTISTA GRACIA SOBERANA

Introducción
Ya hemos profundizado en el estudio del carácter cristiano que repercute directamente en el concepto y
participación del creyente en la Iglesia ¿Qué importancia le doy a la iglesia? Es la pregunta práctica
que estamos buscando responder a través de este escrito. Vamos a emplear para esta parte un
compromiso, un pacto como punto de partida para dar una exposición bíblica sobre la importancia de la
iglesia según las Escritura.

La iglesia es el fruto de la gracia soberana de Dios y por esto afirmamos que “Dios en Su Soberana
Gracia nos ha concedido el arrepentimiento de nuestros pecados y la fe en nuestro Señor y Salvador
Jesucristo.” También debemos afirmar que la iglesia es el fruto de la gracia soberana de Dios en el
contexto de la salvación por y a través de Cristo lo cual implica una afirmación clara de nuestra alianza
a Cristo tanto, públicamente declarando nuestra alianza total a Él como nuestro Profeta, Sacerdote y
Rey, pues ya hemos hecho esta alianza interiormente. También con gozo sublime debemos hacer este
pacto como iglesia para adorarle y andar en amor Cristiano para la gloria de Cristo, la Cabeza de Su
Cuerpo, la Iglesia.

En el anterior escrito vimos más de cerca el compromiso que asume cada cristiano en el
momento de su conversión, por ello y como compromiso final deseamos que el lector considere
brevemente siete cosas que juramos ante Dios para la manifestación de Su gloria en la iglesia:

“Nuestro pacto es que (1) mantendremos la adoración pública de Dios de acuerdo a Su Santa Palabra,
(2) no dejando de congregarnos, (3) honrando la predicación de la Palabra, (4) sometiéndonos a las
ordenanzas de Cristo, el Bautismo y la Cena del Señor, (5) dándonos a nosotros mismos en las
reuniones de oración, (6) en la adoración privada y familiar en nuestros hogares, (7) instruyendo
diligentemente aquellos bajo nuestro cuidado en la doctrina y conducta Bíblica.”

1. Mantendremos la adoración pública de Dios de acuerdo a Su Santa Palabra.


Este enunciando es bastante claro por sí mismo, sólo deseamos enfatizar su significado práctico y
después afirmar como es que se manifiesta la gloria de la iglesia por medio de él.
Decimos “mantendremos” y el compromiso es congregacional – cada uno de nosotros y todos
unánimes. Quizá alguna vez alguno de nosotros no esté de acuerdo con cierto aspecto de nuestra
adoración pública, pero si la Palabra ha sido predicada claramente y la iglesia en conjunto recibe tal
instrucción, nuestro compromiso no es buscar que “mi opinión sea tomada en cuenta” sino en buscar
humildemente ser de una misma mente y corazón.

La frase se centra en esto: Dios y solo Dios nos dice como adorarle, y esto lo hace en Su Palabra no por
tradición, ni confesiones, ni experiencias, ni sueños, ni visiones ni preferencias personales. Pero, ¿en
qué sentido esto manifiesta la gloria de la iglesia? Si recordamos que la gloria de la iglesia no es propia
sino reflejada, la gloria es de Dios en Cristo y dada a la iglesia para que la reflejemos, entonces
podemos ver de Efesios 3:20, 21

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos
o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por
todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”

Al final de su oración Pablo pide que Dios manifieste Su gloria - ¿Dónde? ¡En la iglesia! Es en la
iglesia donde se manifiesta la gloria de Dios – y reflejándose en ella se vuelve la gloria de la iglesia.
La iglesia continúa existiendo aunque no estemos congregados, pero el hecho es que son los servicios
de la iglesia en el día del Señor – cuando la iglesia se congrega para adorar públicamente a Dios según
Su Palabra y Dios es glorificado.

2. No dejaremos de congregarnos.
Este es el número dos porque tiene que serlo pues si mantendremos la adoración pública de Dios de
acuerdo a Su Santa Palabra entonces no dejaremos de congregarnos. En este punto creo que
necesitamos recalcar dos cosas: primera, es parte de nuestro compromiso como iglesia pues la
naturaleza misma de la iglesia habla de una congregación de creyentes no de un número de creyentes
que cese de congregarse. La segunda cosa es que debemos evitar abusar de ocasiones providenciales en
las cuales seamos estorbados de venir. Debe ser más raro cada vez que como cristianos no sintamos
ganas de venir, y debe ser igualmente más raro cada vez que sintamos mayor inclinación a ir a otra
parte que venir a los cultos de adoración.

Esta frase obviamente procede de Heb 10:25, pero creo que es necesario escuchar todo el pasaje donde
la frase se encuentra:

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran
sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos
unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
(vs. 19-25).

¡Cuando nos congregamos entramos al Lugar Santísimo! ¿Podemos ver la gloria de la iglesia?

3. Honraremos la predicación de la Palabra.


Aquí usamos la palabra “honrar” en el sentido en que atendemos a la predicación de la Palabra, tanto al
oírla como al obedecerla. Podemos ir a Santiago 1:22
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”

Pero realmente creo que necesitamos considerar las palabras de Pablo en 1 Tes 2:13, nuestra versión
aquí no nos ayuda mucho, porque Pablo usó dos verbos diferentes (casi sinónimos) pero la RV60 los ha
traducido ambos con el verbo “recibir”. Noten el cambio en LBA:

“Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis de nosotros la
palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis no como la palabra de hombres, sino como lo que
realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en vosotros los que creéis.”

Así como RVA:

“Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la
palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como
lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis.”

Es la recepción de la Palabra predicada aceptándola como es en verdad la Palabra de Dios. El


primer verbo (“recibir”) habla de la transmisión con autoridad del evangelio. No tenemos tiempo de ver
las otras veces que Pablo usa el mismo verbo pero les aquí estan las referencias: 1 Co. 11:23; 15:1, 3,
Gal. 1:9, 12, Fil. 4:9, 1 Tes. 2:13, 4:1 (LBA), 2 Tes. 3:6. El segundo verbo (“aceptar”) habla de la fe
con la que se escucha el evangelio predicado. De manera que nuestra promesa tiene que ver con la
recepción de la Palabra predicada aceptándola con fe porque es la Palabra de Dios.

4. Nos someteremos a las ordenanzas de Cristo, el Bautismo y la Cena del Señor.


Aquí seremos breves, pues damos por sentado que ya hemos estudiado bastante sobre las ordenanzas de
Cristo para Su Iglesia. Sólo deseo enfatizar un par de cosas. Primera, esta sumisión a las ordenanzas
sigue a la sumisión de la Palabra de Dios donde se nos manda ser bautizados y guardar la Mesa del
Señor. Segunda, la gloria de la iglesia con respecto a las ordenanzas es que estas fueron dadas a ella –
solo aquellos que pertenecen al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, pueden ser bautizados y pueden participar
de la Cena. Además, es en esas demostraciones visibles que la gloria de la iglesia se refleja pues en el
bautismo nuestra unión con Cristo es simbolizada (Rom 6:3, 4) y en la Cena recordamos y
proclamamos Su muerte y también tenemos comunión con Él: “La copa de bendición que bendecimos,
¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo?” (1 Cor 10:16).

5. Nos entregaremos a nosotros mismos en las reuniones de oración.


Habiendo prometido ser fieles con respecto a las ordenanzas, no podemos más que prometer
igualmente ser fieles con respecto a la oración. En breve, la tesis es esta: el ministerio de la Iglesia y
por lo tanto la vida de la Iglesia como congregación y como miembros individuales tiene un énfasis, y
este énfasis es en la Palabra y en la oración. Nuestro ministerio y nuestros servicios deben ser
consagrados a estas dos actividades principales. Por eso tenemos la prioridad de la predicación, a la
cual debemos añadir la prioridad de la oración. En nuestros servicios del día del Señor procuramos
tener tiempos de oración y no permitir que el modelo contemporáneo de un énfasis en la supuesta
“alabanza” nos robe de ese énfasis bíblico.

Al mismo tiempo, como iglesia hemos puesto aparte una hora en medio de la semana – no porque la
Biblia nos mande a que nos reunamos los miércoles a las 7 p.m. a orar, sino porque vemos que orar
juntos es una privilegiada obligación de la iglesia – tanto por los mandatos explícitos como por los
ejemplos bíblicos. Así que, si hemos prometido cumplir con este aspecto de nuestra vida
congregacional, hagamos un sincero esfuerzo ante Dios de cumplir nuestra palabra a Él. Para ver algo
de la gloria de la iglesia en sus reuniones de oración leamos estas palabras Hechos 4:23-31.

6. Apoyar con sus dones (tanto físicos como espirituales) la extensión de la obra de Dios en este
lugar.
Hemos de tener en claro la responsabilidad del ministerio unos a otros (ver 1 Tesalonicenses 5:11,14).
Nótese que estos dos versículos encierran un pasaje que trata de la actitud del cristiano para con los
ancianos de su iglesia, versículo 12-13, mostrando que el ministerio de cristianos unos para con otros
debe servir de complemento a la obra de los ancianos en el contexto de la iglesia local (ver 1 Pedro 4:8-
10).

Además de este ministerio general, tenemos también lo que podríamos llamar la responsabilidad de
ejercer nuestros dones particulares para bien de todos. Cada miembro tendrá algo quedar --algunos
tendrían el don de compasión, de servicio, de hospitalidad, o talentos de carpintería, electricidad, de
contabilidad, y mil cosas más. Quienes tengan dones aparentemente pequeños, deben ejercerlos al igual
que los demás en vez de no hacer nada, lo cual no haría sino aumentar la carga de los otros.

Otra responsabilidad que Dios ha dado a los miembros de la iglesia, es la de proveer económicamente
para lo siguiente: el cuidado del lugar de adoración (Hageo 1:4); el sostenimiento de los ministros de la
Palabra (Gálatas 6:6, 1 Timoteo 5:17-18); ayuda a miembros de la congregación que tengan
necesidades y carezcan de familiares que los apoyen (1 Timoteo 5:3-8); ayuda a los santos necesitados
en otros lugares (Hechos 11 :27-30, Gálatas 2:10); el mantenimiento de misioneros (Filipenses 4:10-
16). El Nuevo Testamento no especifica una cifra, pero, si aun bajo la ley (que requería la décima
parte) la gente daba más allá de la cuenta, sería difícil entender que bajo la gracia, teniendo aun más
que agradecerle a Dios, diéramos menos o con menos voluntad.

7. Nos daremos a nosotros mismos en la adoración privada y familiar en nuestros hogares


Igual que la iglesia no cesa de existir cuando se despide de la congregación en el día del Señor o en los
servicios de oración, la vida cristiana de la iglesia tampoco cesa de existir una vez que entramos en la
esfera familiar o individual. Muchas veces tenemos la falsa idea que los principios bíblicos sólo se
aplican a la iglesia congregada y que nuestro andar cristiano sólo es importante cuando estamos en
iglesia. Otras veces, protegemos tanto nuestra “privacidad” que nos molesta si alguien nos quiere
instruir sobre la adoración privada y familiar.

Pero, ¿acaso no es éste un aspecto vital de nuestra vida cristiana? ¿Acaso no es un instrumento de
gracia para nuestra salvación y la de nuestra familia? ¿De qué serviría la instrucción del domingo si la
borramos de lunes a sábado? La gloria de la iglesia en el área familiar e individual continúa pues es en
tu vida como miembro del Cuerpo de Cristo, la iglesia, que se manifiesta la gloria de Dios:

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se
enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que
están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mat 5:14-16).

Ha sido una de nuestras convicciones, comprobada una y otra vez, que la fortaleza de la iglesia está
directamente relacionada con la fortaleza de sus familias, y esta con la fortaleza de la cabeza de ella.
Este punto de nuestra promesa a Dios es, por lo tanto, de suma importancia. Uno de los pasajes más
importantes de la Escritura precede a este aspecto de la vida devocional familiar:

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al
acostarte, y cuando te levantes.” (Deut 6:4-7).

8. Instruiremos diligentemente aquellos bajo nuestro cuidado en la doctrina y conducta Bíblica.


Finalmente, la séptima cosa que juramos es una ampliación de la sexta, donde se enfatiza la diligencia
requerida en nuestra vida familiar cristiana, el reconocimiento del encargo divino en las personas de
nuestros familiares, y los dos aspectos fundamentales de la crianza de nuestros hijos: doctrina y
conducta bíblica.

Pero a manera de conclusión, al final, cada una de estas siete cosas requiere de nosotros esas tres que
les acabo de listar: diligencia, reconocimiento del encargo divino y el fundamento de doctrina y
conducta. Esas tres, si guardadas, reflejaran la gloria de la iglesia en su vida práctica, como
congregación, como familias y como individuos miembros de ella.

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