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Historia

Eclesiástica I
Curso de Formación
Ministerial
Por Laura Saá
CURSO DE FORMACIÓN MINISTERIAL

Director Editor General


DAVID WESLEY J. VÍCTOR RIOFRÍO

Coordinador Didáctico
JORGE L. JULCA

Junta Editorial
JERRY RICE, VICERRECTOR ACADÉMICO SENDAS-COSTA RICA
GERALDO NUNES, COORDINADOR EDUCACIÓN TEOLÓGICA,
DISTRITO SURESTE PAULISTA-BRASIL
RAMÓN SIERRA, RECTOR SBN-CHILE
EDGAR BALDEÓN, VICERRECTOR ACADÉMICO STNS-ECUADOR
MACARIO BALCÁZAR, DIRECTOR CENETA-PERÚ
JORGE DURÁN, PROFESOR SNS-ARGENTINA
GERMÁN ESPINOZA, RECTOR SNB-BOLIVIA
CARLOS SÁENZ, DIRECTOR ÁREA HISPANA-CARIBE
SCOTT MEADOR, RECTOR STN-GUATEMALA

El Curso de Formación Ministerial


es un proyecto editorial del Ministerio de Educación Teológica
de la Oficina Regional de la Iglesia del Nazareno en Sudamérica en cooperación con el Ministerio
de Educación Teológica de la región de México, América Central y Panamá

Copyright © 2003 Iglesia del Nazareno


1ra Calle "A" 15-70, Sector B1, Ciudad San Cristobal, Zona 8, Mixco, Guatemala,
Sitio Web: www.nazmac.org E-mail: mac@nazmac.org

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


Todos los derechos reservados

Contribución Editorial
ADRIÁN H. QUIROGA Y V. ARIEL ALMIRÓN

Impreso en Guatemala por Asociación CN-MAC


Km. 8.5 Carretera al Atlántico, Zona 18, Ciudad de Guatemala, Guatemala.
Tel. (502) 2258-5913 E-mail: acngt@nazmac.org
Índice
PRÓLOGO ............................................................................................. 5

INTRODUCCIÓN ................................................................................. 7

PRESENTACIÓN ................................................................................. 9

UNIDAD I: ENCUENTROS Y
DESENCUENTROS EN EL ESTUDIO Y
ORIGEN DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA.................................. 11

La importancia de la historia de la iglesia ............................. 11


El surgimiento del cristianismo ................................................. 21

UNIDAD II: ENCUENTROS Y


DESENCUENTROS EN LA IGLESIA PRIMITIVA ...................... 43

El significado del Pentecostés .................................................... 43


Organización y administración ................................................. 54
El lugar de reunión ...................................................................... 58
Pensamientos filosóficos ............................................................. 58
Personajes destacados ................................................................. 61

UNIDAD III: ENCUENTROS Y


DESENCUENTROS EN LA IGLESIA PATRÍSTICA .................... 63

Los escritos de los Padres de la iglesia ..................................... 64


Extensión del cristianismo y vida de la iglesia ....................... 67
La oposición al cristianismo:
Los apologistas y la persecución ................................................ 68
Movimientos que trataron de reformar la iglesia ................... 77
Controversias doctrinales de este período ............................... 79
Organización y administración ................................................... 83
Personajes destacados de la época ............................................... 83

UNIDAD IV: ENCUENTROS Y


DESENCUENTROS EN LA IGLESIA IMPERIAL ........................ 89

La extensión del cristianismo ..................................................... 92


Desarrollo de la teología: Controversias doctrinales
y movimientos que intentaron restaurar la doctrina ............... 93
Los iconoclastas ............................................................................ 100
La caída del Imperio Romano occidental ................................ 101
El surgimiento del poder papal ............................................... 103
Los monasterios y su desarrollo .............................................. 107
Surgimiento del islam ............................................................... 108
Personajes destacados de este período ................................... 110

UNIDAD V: ENCUENTROS Y
DESENCUENTROS EN LA IGLESIA MEDIEVAL .................... 113

La separación de las iglesias latina y griega .......................... 114


El progreso y la decadencia del poder papal ........................ 116
Las cruzadas ............................................................................... 119
La influencia de los monasterios
en el arte y cultura medieval ................................................... 121
La caída de Constantinopla ...................................................... 123
El principio de la reforma religiosa ........................................ 124
Personajes destacados de este período ................................... 125

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................ 129

NOTAS ............................................................................................... 133


Prólogo

L
a edición de los treinta libros que conforman el Curso de
Formación Ministerial, es el resultado de muchas conver-
saciones mantenidas con personas que trabajan en la tarea
de capacitar a los llamados al ministerio hasta que lleguen a la
ordenación en la Iglesia del Nazareno.

Esta colección de libros es una labor de amor que demandó el


trabajo responsable de parte de todo un equipo de personas; entre
ellas tenemos a: Cada uno de los autores que escribieron los tex-
tos para los estudiantes y las guías para profesores; los revisores;
Jorge L. Julca, quien tuvo a su cargo la coordinación didáctica de
las guías para profesores que acompañan a cada libro de la colec-
ción; y J. Víctor Riofrío, quien fue el Editor General en la segunda
parte de este proyecto. Doy gracias a Dios por el profesionalismo
de estas personas, que velaron por lograr y mantener un equilibrio
entre un trabajo académico serio y a la vez adecuado a las necesi-
dades de los estudiantes con quienes trabajamos.

Agradezco a Harvest Partners (Compañeros en la Cosecha),


que ha respaldado este proyecto con su colaboración financiera y
con una gran disposición para invertir en los hombres y mujeres
a los que Dios ha llamado para ser pastores y líderes de nuestras
iglesias.

Muchas veces los hermanos que estudian y enseñan en lugares


distantes se sienten aislados y solos. Si éste es el caso de algún lector,
aprovecho esta oportunidad para animarlo. Hay personas que oran
cada día por usted. El libro que hoy tiene en sus manos es evidencia
de que hay personas e instituciones que quieren acompañarlo, con-
tribuyendo a su formación ministerial. Y lo más importante es que
Dios está con usted. Si Él lo ha llamado, también lo acompañará.

Gracias por responder al llamado de Dios. La educación no es


algo separado de la formación ministerial, es parte de la misma.
Deseo que Dios lo bendiga ricamente y que estos libros le sirvan
de apoyo para lo que Dios está haciendo y hará en su vida y en su
ministerio.

David Wesley
Director
Introducción

E
s un gran privilegio presentar a los estudiantes de la Región
MAC - México, América Central y Panamá- esta excelente bi-
blioteca de formación ministerial.

Aunque la producción de esta serie de textos fue una iniciativa


de la hermana región de Sudamérica, la región MAC ha partici-
pado activamente en su composición, a través de los educadores
que han escrito parte de la misma, como así también integrando la
Junta Editorial que revisó todos los manuscritos.

Estamos seguros de que este esfuerzo será de gran bendición a


nuestros alumnos teológicos actuales y futuros desde la Baja Cali-
fornia mexicana hasta el Darién panameño; y servirá también como
fuente de actualización para los siervos y las siervas del Señor que
ya han egresado de las aulas.

Dr. Christian Daniel Sarmiento Dr. Rubén Eduardo Fernández


Director Regional MAC Coordinador Regional de Educación Teológica
Iglesia del Nazareno - Región MAC Iglesia del Nazareno - Región MAC
Presentación

E
l Curso de Formación Ministerial es una colección de trein-
ta libros básicos que han sido diseñados de acuerdo a los
parámetros establecidos en la Guía de Desarrollo Ministerial
2003-2007 de la Iglesia del Nazareno para la Región de Sudamérica y
2004-2008 de la Región México y América Central.

Bajo las cuatro dimensiones de preparación ministerial esta-


blecidas por los comités internacionales de educación teológica
(Contenido-Capacidades-Carácter-Contexto), los treinta libros que
componen esta colección constituyen el requisito educativo para la
ordenación del estudiante nazareno al ministerio cristiano.

La Asamblea General de 1997 dispuso que el Sistema de Educa-


ción Nazarena integre estas dimensiones en cada curso. El Manual
de la Iglesia del Nazareno 2001-2005, pp. 182-184 (Art. 424.3), registra
esta disposición de la siguiente manera:

. . . El carácter del instructor, la relación de los estudiantes con


el instructor, el ambiente, y las experiencias previas de los estu-
diantes se ligan al contenido del curso en la creación plena del
currículo. . .
Las diferencias culturales y la variedad de recursos reque-
rirán detalles en las estructuras curriculares. . . Sin embargo,
todos los programas que suplan los fundamentos educativos
para la ordenación al ministerio, . . . deben dar atención
cuidadosa a su CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER
Y CONTEXTO. ESTOS CUATRO ELEMENTOS ESTARÁN
ENVUELTOS, EN MAYOR O MENOR GRADO, EN TODOS
LOS CURSOS. . .
El libro corresponde al curso de Historia Eclesiástica I y com-
prende el estudio del desarrollo de la iglesia cristiana desde su
fundación hasta el período previo a la Reforma Protestante.

Al concluir este curso, el alumno estará en capacidad de:

1. Apreciar la importancia del estudio de la historia de la iglesia y


conocer el contexto en el que surgió el cristianismo.
2. Conocer las características principales del período denominado
de la Iglesia Primitiva.
3. Comprender las peculiaridades del período de la Iglesia Patrística.
4. Entender los aspectos relevantes del período de la Iglesia Imperial.
5. Saber acerca de los cambios decisivos que se dieron en la igle-
sia y sus implicaciones en el período denominado de la Iglesia
Medieval.
Historia Eclesiástica I

Unidad I:

Encuentros y desencuentros
en el estudio y origen de la
historia de la iglesia

Importancia de la
historia de la iglesia
DEFINICIÓN DE HISTORIA DE LA IGLESIA

N
o podemos entrar a estudiar la historia de la iglesia sin
antes comprender qué es lo que significa la palabra “his-
toria”. Una comprensión de ella nos orientará a entender
qué es lo que estudiaremos, cómo lo haremos y qué es lo que lleva-
remos a la práctica. Justo L. González dice lo siguiente con respecto
a lo que significa la palabra historia:

En tiempos de Herodoto, el significado de la palabra “histo-


ria” era aproximadamente lo que hoy entendemos por “inves-
tigación”, es decir, un estudio cuidadoso de los datos para cono-
cer algo. Lo que es más, el verbo que podríamos llamar “histo-
riar” se empleaba comúnmente en el sentido de visitar a alguien
para conocerle mejor. Así lo emplea todavía Pablo en Gálatas 1:18.
Donde la NVI dice “subí a Jerusalén para visitar a Pedro”, el griego
dice “subí a Jerusalén para historiar a Pedro”. Y en Hechos 17:23,
donde Pablo dice que anduvo por Atenas “pasando y mirando
vuestros santuarios”, el Códice Bezae dice “pasando e historiando
vuestros santuarios1.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Cuando hablamos de historia de la iglesia, nos referimos a los


hechos realizados por el Espíritu Santo en la iglesia, en el transcurso
de los siglos, de acuerdo con la intervención de múltiples factores.
Sin embargo, no debemos olvidar que dentro de estos múltiples fac-
tores está el hombre como sujeto histórico y que, por su naturaleza
pecaminosa ha desarrollado aspectos y circunstancias en los que la
iglesia parece haber perdido su fe y su razón de ser.
Habrá períodos en que la iglesia se olvidará del mandamiento
del amor y llegaremos a preguntarnos si esa era una iglesia cris-
tiana. Pero no debemos olvidar que es precisamente, a través de
esos pecadores y de esa iglesia que el evangelio nos ha llegado.
El objetivo de la historia de la iglesia no es otro que reconstruir
el pasado de la fe cristiana, puesto que esto le permitirá al creyen-
te contemporáneo conocer los hechos que ocurrieron, reflexionar
sobre los mismos y valorarlos, ya sea positiva o negativamente. Es
de esa manera que, o bien imita los actos buenos o se esfuerza por
mejorar los tiempos presentes, teniendo en cuenta las experien-
cias del pasado. El ser humano es alguien que desea alcanzar la
perfección, por eso suma lo aprendido, piensa en el pasado y hace
observaciones sobre el hoy, proyectándose al futuro. Por eso, es
necesaria la historia.

CUESTIONES METODOLÓGICAS BÁSICAS


DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

La historia es tanto una obra de arte como una disciplina cien-


tífica. Modernamente, sin embargo, tiende a presentar exclusiva-
mente este último carácter mediante la aplicación de los proce-
dimientos de investigación y de la interpretación que la lógica y
la metodología de las ciencias formulan. Esto ha dado lugar a los
métodos meramente narrativos, pragmáticos y filosóficos en la
historia.

1 González, Justo. La historia también tiene su historia. Buenos Aires: Ediciones


Kairos, 2001, p. 15.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Por otra parte, el trabajo de investigación requiere los siguien-


tes pasos metodológicos:

1) La búsqueda de los datos o antecedentes; es decir, conoci-


mientos heurísticos como la tradición, el testimonio, la histo-
riografía y cuantos medios de transmisión existen para el
conocimiento del pasado.
2) En segundo lugar, produce la crítica la cual puede ser exter-
na o interna.
3) El tercer aspecto en la metodología histórica lo constituye
la exposición puesto que la historia es en este aspecto un
género literario, intermedio entre la oratoria y la didáctica.

Sin embargo, una cosmovisión cristiana y bíblica es fundamen-


tal para un entendimiento apropiado de la historia. La historia es
objetiva y puede ser objetivamente conocida porque es ordenada
por Dios. Los cristianos bíblicos no creen que Dios se recuesta, que
mira el desarrollo de la historia humana y luego ofrece su interpre-
tación particular de ella. Dios no le pone una “cuerda” divina a los
detalles autónomos de la historia. Más bien Dios es el autor de la
historia.
De esta manera los seres humanos pueden conocer la historia
verdaderamente, aunque no podemos conocerla exhaustivamente.
La Escritura también nos da una metodología objetiva de la
historia en el prólogo de Lucas (1:1-4). Escribiendo a Teófilo, Lucas
señala que muchos habían escrito acerca de Jesús. Lucas tenía
la intención de revisar fuentes, entrevistar a testigos oculares, e
investigar cuidadosamente las cosas desde el principio. Su deseo
era escribir un registro cuidadoso y dar la verdad exacta acerca de
la vida de Cristo.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

FUENTES Y CIENCIAS AUXILIARES


DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Fuentes de la historia

Se entiende por fuente de información toda persona u objeto


que disponga u ofrezca datos relevantes respecto al asunto en
investigación. La historia de la iglesia se nutre de diferentes tipos
de fuentes, que dan la oportunidad de conocer distintos aspectos
del pasado. Entre éstas tenemos:

1) Fuentes orales: Son las expresiones que se transmiten oral-


mente, de una generación a otra, como las leyendas, cuen-
tos, canciones y refranes.
2) Fuentes escritas: Son los documentos que fueron escritos
con el fin de transmitir lo vivido, de explicar lo sucedido
con el fin de demostrar algo o para dejar constancia de
algún hecho. Entre éstas se incluyen las crónicas, las autobio-
grafías, las cartas, documentaciones oficiales, entre otros.
3) Fuentes plásticas: Son las constituidas por mapas, cuadras,
monumentos, entre otros. Son expresiones fundamentales
para reconstruir una época, ya que a través de ellas, el hom-
bre se muestra como es.

Las fuentes de la historia también pueden ser clasificadas en


dos categorías básicas: fuentes primarias y fuentes secundarias.
La fuente primaria es aquella que está directamente relaciona-
da en términos de tiempo y espacio con el evento, hecho, suceso
u ocurrencia que se estudia. Puede ser el testimonio de personas
que participaron en, u observaron directamente el hecho; lo cual
conduce a lo que se conoce como testimonio oral; esto se obtiene
mediante una entrevista personal que se registra y transcribe.
Otras fuentes primarias son los documentos elaborados con el pro-
pósito expreso de transmitir información que pueda ser usada en el
futuro. Entre otros se puede mencionar: autobiografías, actas, leyes,

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

constituciones, decisiones de tribunales, informe oficiales, bitácoras,


certificados, licencias, permisos, declaraciones juradas, proclamas,
facturas, prospectos, listas, catálogos, películas, fotografías, videos,
catálogos, discos, transcripciones, periódicos, revistas, informes de
investigación, anuncios, mapas, recetas, cartas.
Un tercer grupo de fuentes primarias son las reliquias o restos.
Son testimonios históricos cuya existencia no tuvo como objeto
deliberado y consciente transmitir información para ser utiliza-
da a futuro. Asociados a una persona, grupo o período, fósiles,
esqueletos, herramientas, armas, alimentos, utensilios, vestidos,
viviendas, muebles, pinturas, cuadros, monedas, objetos de arte,
pueden proporcionar una clara evidencia del pasado revelando
información acerca del modo de vida, contexto sociocultural, eco-
nomía, condiciones higiénicas, etcétera.
La fuente secundaria de datos tiene por lo general un valor
limitado por causa de las distorsiones que sufre la información al
pasar de un emisor a un receptor. Según la teoría de la comunica-
ción, el mensaje que se origina en el emisor tiene que ser codificado
a fin de que corresponda a una forma o medio específico de trans-
misión; dicho mensaje puede ser alterado por elementos que cau-
san “ruido” en el momento de emitir y transferir la información.
Después el receptor tiene que decodificar la información recibida,
lo cual implica en muchos casos interpretar la información, lo que
puede alterar la idea original.
La persona que escribe o provee una información de segunda
mano no se halla en la escena del acontecimiento que se estudia al
momento que acontece; por lo general relata lo que otro, que dice
haber estado allí, dijo o escribió. Los libros de texto, los manuales
de historia, las enciclopedias, noticias de periódicos, crónicas, tra-
bajos de revisión de literatura, son fuentes secundarias cuando se
estudian los temas que ellos contienen, aunque dependiendo del
propósito o asunto de la investigación, pueden ser consideradas
fuentes primarias si lo que se estudia no es su contenido sino la
persona y la forma como se presenta el contenido.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Ciencias auxiliares de la Historia

Para poder reconstruir el pasado con veracidad, la historia uti-


liza un método propio y cuenta con el apoyo de otros campos del
saber humano, entre los más importantes tenemos:

• Geografía (física, económica, humana): Ubica el lugar de


los acontecimientos y sus características, analiza el desa-
rrollo económico de los pueblos y ayuda a entender su evo-
lución política.

• Cronología: Determina el tiempo en que ocurren los sucesos,


aporta a la historia datos sobre la edad de los objetos.

• Arqueología: Analiza objetos prehistóricos e históricos.


Todo lo que el hombre produce: piezas de cerámica, trozos
de tejidos, metas, edificios, templos, entre otros.

• Numismática: Estudia las colecciones de medallas y


monedas, ya que ellas tienen emblemas, retratos, blasones
o leyendas.

• Heráldica: Estudia los blasones y escudos de las armas que


se usaron.

• Genealogía: Estudia linajes y familias, para conocer a los


antecesores de los protagonistas de la historia.

También tenemos la antropología, la paleontología, la paleo-


grafía y la diplomática (textos medievales y modernos escritos
sobre material blando), la sigilografía (estudio de los sellos que
autentifican un documento), la epigrafía (inscripciones sobre pie-
dras y otros materiales duros), etc. En otro aspecto se constituyen
también en ciencias auxiliares: la etnografía, la etnología, la psico-
logía, la sociología, la filosofía, la lingüística, la estadística, la física,
la química y el folclore.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

LOS EVANGÉLICOS LATINOAMERICANOS Y LA


IMPORTANCIA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

La Biblia contiene la historia de Cristo. La iglesia existe para


contar la historia de Cristo. La historia de la iglesia es una conti-
nuación de la historia bíblica.
Para mostrar nuestra relación con el relato bíblico, y creyendo que
todo miembro de la iglesia debiera familiarizarse por lo menos con
los hechos elementales de su historia, damos aquí un breve bosquejo
de sus principales rasgos, eventos y personas. Es imposible compren-
der el estado actual del cristianismo sino a la luz de su historia. La
ignorancia de la historia de la iglesia es aun más común que la igno-
rancia de la Biblia. Uno de los deberes principales de los ministros es
enseñar a su pueblo los hechos de la historia eclesiástica.
La historia del mundo generalmente se divide en tres períodos:

(1) ANTIGUA: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, Roma.


(2) EDAD MEDIA: Desde la caída de Roma hasta el descubri-
miento de América.
(3) MODERNA: Desde el siglo 15 hasta el presente.

La historia de la iglesia generalmente se divide en tres períodos:

(1) PERÍODO DEL IMPERIO ROMANO: Tiempo de persecu-


ciones. Los mártires, los padres de la iglesia, controversias, y la
cristianización del Imperio Romano.
(2) LA EDAD MEDIA: Epoca del surgimiento y poderío del
papado; de la inquisición, del monaquismo, del mahometismo y
de las cruzadas.
(3) PERÍODO MODERNO: Epoca de la Reforma Protestante,
gran crecimiento de la Iglesia Protestante, circulación amplia de la
Biblia abierta, libertad creciente de los gobiernos civiles del poder
eclesiástico y sacerdotal, las misiones mundiales la reforma social
y la fraternidad creciente.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Los grandes eventos de la era cristiana son:

(1) La cristianización del Imperio Romano.


(2) La invasión de los bárbaros y la fusión de las civilizaciones
romana y alemana.
(3) La lucha con el mahometismo.
(4) El surgimiento y predominio del Papado.
(5) La Reforma Protestante.
(6) El movimiento misionero mundial moderno.

Las tres grandes divisiones del cristianismo son:

(1) PROTESTANTE, que predomina en Europa occidental y


América del Norte.

(2) CATÓLICO-ROMANA, que predomina en el sur de Europa


y de las Américas.

(3) CATOLICO-GRIEGA, que predomina en Europa oriental y


sud-oriental.

Estas divisiones son producto de dos grandes cismas en la iglesia:

Una en el siglo noveno, cuando el Oriente se separó del


Occidente debido a la pretensión del Papa de enseñorearse de la
iglesia entera. La otra, en el siglo 16, por la misma causa, dirigida
principalmente por Martín Lutero, el hombre más grande de la his-
toria moderna.

La Iglesia Griega es el cristianismo primitivo más el paganismo


griego y oriental. La católica romana es el cristianismo primitivo
más el paganismo griego y romano. La iglesia protestante es un
esfuerzo para restablecer el cristianismo primitivo libre de todo
paganismo.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

El Imperio Romano

• La Iglesia fue fundada bajo el Imperio Romano.


• Roma fue fundada en el año 753 a.C.
• Subyugó Italia 343-272 a.C.
• Subyugó Cartago 264-146 a.C.
• Subyugó Grecia y Asia Menor 215-146 a.C.
• Subyugó España, Galia, Inglaterra y los teutones 133-31 a.C.
• 46 a.C. - 180 d.C. El cenit de la gloria de Roma. Se extendía
del Atlántico al Eúfrates y desde el Mar del Norte basta el
desierto africano.
• Su población era de unos 120,000,000.

Los doce Césares

• Julio Cesar, 46-44 a.C. Señor del mundo romano.


• Augusto, 31 a.C. - 14 d.C. En su reinado nació Cristo.
• Tiberio, 14-37 d.C. En su reinado Cristo fue crucificado.
• Calígula, 37-41 d.C.
• Claudio, 41-54 d.C.
• Nerón, 54-68 d.C. Persiguió a los cristianos, Ejecutó a Pablo.
• Galba, 68-69 d.C.
• Oto, 69 d.C.
• Vitelio, 69 d.C.
• Vespasiano, 69-79. Destruyó Jerusalén.
• Tito, 79-81.
• Domiciano, 81-96. Persiguió a los cristianos. Desterró a Juan.

Los cinco emperadores buenos

• Nerva, 96-98 d.C.


• Trajano, 98-117 d.C. Uno de los mejores emperadores, pero
persiguió a los cristianos.

19
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

• Adriano, 117-138 d.C. Persiguió a los cristianos.


• Antonio Pío, 138-161 d.C. El más noble de los emperadores,
pero persiguió a los cristianos. La edad de oro de la gloria
de Roma.
• Marco Aurelio, 161-180 d.C. Persiguió a los cristianos.

Desde el 180 a 416 d.C. decayó y luego definitivamente cayó


el Imperio Romano. Entre el 192 y 284 d.C., entraron en escena los
“Emperadores de cuartel”, que fueron nombrados por el ejército.
Fue una época de guerra civil y de grandes calamidades internas.
Los emperadores durante estas épocas fueron:

• Septimio Severo, 193-211 d.C. Persiguió a los cristianos.


• Caracalla, 211-217. Toleró al cristianismo.
• Elagabalo, 218-222. Toleró al cristianismo.
• Alejandro Severo, 222-235. Favorecía al cristianismo.
• Maximino, 235-238. Persiguió a los cristianos.
• Felipe, 244-249. Favorecía grandemente al cristianismo.
• Decio, 249-251. Perseguía ferozmente a los cristianos.
• Valeriano, 253-260. Perseguía a los cristianos.
• Galieno, 260-268. Favorecía a los cristianos.
• Aureliano, 270-275. Persiguió a los cristianos.
• Diocleciano, 284-305. Persiguió enfurecidamente a los cris-
tianos.
• Constantino, 306-337. Se hizo cristiano él mismo.
• Juliano, 361-363, El Apóstata. Intentó restablecer el paganismo.
• Joviano, 363-364. Restableció la fe cristiana.
• Teodosio, 378-395. Hizo al cristianismo religión del Estado.

El recuento panorámico que se ha hecho de los orígenes y


desarrollo temprano de la historia de la iglesia, permite ubicar al
estudioso en el marco que comprende la primera parte de la his-
toria eclesiástica. Este acercamiento se ha venido haciendo desde
diferentes contextos durante la época moderna y contemporánea y
América Latina no ha quedado atrás en su perspectiva histórica.

20
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

En los últimos años se ha registrado un gran crecimiento de la


iglesia evangélica en América Latina. Esta fuerte presencia es una
realidad innegable, debido a que se puede percibir que los protes-
tantes han crecido en presencia y aun numéricamente.
Este crecimiento debe ir acompañado de un estudio concien-
zudo de la historia de la iglesia en Latinoamérica. La razón para
este estudio, es entender la forma que toma la misión de la iglesia
en este contexto. Dicha forma produjo efectos sociales en los países
de América Latina que son evidentes.
Este estudio de la historia de la iglesia en Latinoamérica debe
motivar a la reflexión y a encaminar este crecimiento hacía esa
forma que produjo presencia acompañada de cambios. El histo-
riador Pablo Deirós comenta:

El clima de efervescencia espiritual, crecimiento numérico, inserción


en la sociedad, creciente influencia política, y mayor visibilidad
social que parece caracterizar al protestantismo latinoamericano de
hoy, demandan de estudios como éste para estimular la reflexión y
orientar muchos de estos desarrollos2.

El estudio de la historia de la iglesia latinoamericana debe


ayudar al creyente evangélico a reflexionar en su realidad, desde
el compromiso que ha llevado a cabo con la fe, y asumir esta res-
ponsabilidad frente a un nuevo siglo.

El surgimiento del cristianismo


Tratar de escribir la historia del cristianismo es un asunto
complejo, puesto que muchas veces debemos acudir a las presupo-
siciones, por una parte, mientras que por otra, luchamos por ser
objetivos y contar lo que realmente ocurrió. Es por ese motivo que,
para hacer este estudio se ha considerado necesario empezar por
los contextos en los que se desarrolló el cristianismo, lo que nos

2 Deirós, Pablo. Protestantismo en América Latina. Nashville: Editorial Caribe, 1997, p. 8.

21
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

ayudará a entender la libertad, la verdad y el cambio que éste trajo


a su época.

EL CONTEXTO GRECORROMANO

No ha habido período de la historia que más se adaptara para


recibir al naciente cristianismo que el siglo I d.C. Fue en esa época
en la cual, bajo un imperio literalmente mundial, en que el campo
para la difusión y el entendimiento de la fe, llegó a ser enorme. La
interacción de elementos griegos, romanos y judíos en esta prepa-
ración evangélica es un hecho bien conocido, sin embargo, vale la
pena que los consideremos nuevamente para ubicar nuestro estu-
dio en la debida perspectiva.

La paz romana

El primero y más importante de los senderos en el que se forjó


la iglesia, fue la Pax Romana, sin la cual la expansión del cristia-
nismo habría sido inconcebible. Tal como ocurrieron las cosas, la
nueva fe entró en el mundo en un período de paz sin paralelo en
la historia, pues todo el mundo conocido estaba por primera vez
bajo el efectivo control de una sola potencia: Roma.
Esto habría ocurrido desde casi un siglo antes, luego de la vic-
toriosa conclusión de la Tercera Guerra Púnica.
Mediante la fuerza de las armas y la buena administración
colonial, Roma introdujo una unidad política con la que Alejandro
Magno había podido soñar.
Augusto mantuvo esta paz valiéndose del ejército. Este, en
líneas generales, se hallaba estacionado a lo largo de los límites del
imperio, de modo que, con las fronteras fuertemente custodiadas,
los ciudadanos podían dormir en paz.
El desarrollo del sistema vial marchó rápidamente. Augusto
mostró especial interés en los caminos e hizo del mantenimiento de
las rutas, una responsabilidad imperial administrada por una junta
de senadores veteranos.

22
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

La razón es bastante obvia. No sólo posibilitaba el rápido movi-


miento de tropas para que den apoyo a actividades policiales o de
operaciones militares, sino que además, facilitaba la pronta transmi-
sión de noticias a través del correo oficial establecido por Augusto.
Una verdadera red de caminos irradiaba desde la dorada Pie-
dra Militar de Roma hacia todas partes del Imperio, y se la man-
tenía en un buen estado de conservación. Este sistema vial tenía
otras grandes ventajas, especialmente el estímulo del comercio,
de los viajes y de las relaciones sociales entre las diferentes nacio-
nalidades del Imperio, forjando así una creciente civilización homo-
génea en el mundo del Mediterráneo.

Las vías de comunicaciones romanas

Tanto por tierra como por mar, éstas se extendían desde Inglaterra
hasta China. En todo el mundo del Mediterráneo las carreteras, la
paz, la ley y el orden romanos animaban a la gente a viajar, tanto
por motivos de negocios como por placer, con una libertad y una
comodidad que fue desconocida hasta los tiempos modernos.
Los barcos en este período cruzaban el Mediterráneo desde
Gibraltar hasta Roma en siete días, y desde Roma a Alejandría en
dieciocho. Sin estas comunicaciones los viajes misioneros de Pablo
y otros misioneros hubiesen sido imposibles.

La cultura griega

También Grecia contribuyó significativamente a la divulgación


del cristianismo. Quizá la contribución más importante haya sido
el propio idioma griego. Este se hallaba tan ampliamente difun-
dido a través de la cuenca del Mediterráneo que servía casi como
una lengua universal común. Tanto en el Oriente (a través de las
conquistas de Alejandro Magno) como en el Occidente el griego
era el idioma común.
Los tutores griegos enseñaban en su idioma y los romanos no
sólo toleraban esto sino que lo disfrutaban. Al griego, idioma del

23
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

pueblo cautivo no se lo podía asociar con el imperialismo, además


se trataba de una lengua sensible, versátil, idealmente dotada para
la propagación de un mensaje teológico.
Esto se debía porque durante siglos, el griego se había utili-
zado para expresar las reflexiones de algunos de los más grandes
pensadores, y por tanto, ya constaba de un vocabulario filosófico
y teológico. La ausencia de este vocabulario especializado condujo
a dificultades, unos 250 años más tarde, cuando el latín reemplazó
al griego como idioma común del Imperio de Occidente.

El pensamiento griego

El idioma griego no puede separarse del pensamiento grie-


go. A través de él, la literatura griega se difundió y sirvió como
modelo para los escritores romanos.
Así, “La Eneida” de Virgilio se inspiró tanto en forma como en
contenido en “La Odisea” de Homero y en parte, en “La Iliada”. Los
poetas eran los teólogos de la época, y el pueblo común deducía su
concepto de los dioses y de las actividades de éstos partiendo de
las sagas de Homero.
Indirectamente, esta divulgación de la mitología teológica fue
una preparación real para el evangelio. La gente pensante reflexio-
naba sobre las crueldades, los adulterios, los engaños, las batallas
y las mentiras atribuidos a los dioses y sentía repulsión por todo
ello.
No fueron los cristianos los primeros en lanzar un ataque contra
el crudo politeísmo antropomórfico de las masas. Los filósofos grie-
gos ya lo habían hecho mucho tiempo antes. Nadie había sido más
directo que Platón en exponer las indignas acciones de los dioses
tradicionales y sus ataques fueron divulgados a través de las ense-
ñanzas de los sofistas, que estaban en las principales ciudades del
mundo antiguo.
Los sofistas griegos ejercieron una influencia tan grande sobre
el pueblo común como los predicadores de la Reforma. Su ridiculi-
zación de los dioses tiene que haber preparado en una medida, el
camino para el mensaje cristiano.

24
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Por otra parte, los cristianos usaron las armas de los filósofos
griegos para denunciar a los dioses helenos. Un vistazo a la “Apo-
logía” de Arístides o al “Discurso de los griegos” de Justino nos mos-
trará cómo usaron este método de ataque.
En época tan temprana como la de Jenófanes en el siglo VI a. C.
los pensadores no sólo atacaban las leyendas homéricas, sino que
además intentaban encontrar un camino hacia una deidad única
que gobierna todo el universo mediante el pensamiento.
Tanto Platón como Aristóteles imprimieron este ímpetu a este
movimiento hacia el monoteísmo. El primero presentó como la
más elevada de sus ideas la Idea de Bondad que él identificaba con
Dios, y este Dios era personal. Era el Demiurgo, aquel que imprimía
en el flujo de la materia informe las ideas que hallamos copiadas
en el mundo de la apariencia en el cual vivimos. En el Timeo se
describe el proceso de la creación y, obviamente, se los atribuye a
la bondad de Dios.
También Aristóteles se inclinó hacia el monoteísmo. Los dioses
subsidiarios que pudiera haber son expulsados al espacio inter-
estelar; dentro de nuestra esfera hay un Primer Motor, el cual, aun-
que no creó al mundo (que es eterno), sin embargo le da la forma
mediante el pensamiento. Por sobre el cambio y la decadencia, aquél
está obrando incesantemente aunque en perfecto reposo. Este Dios
es inmaterial; Aristóteles ciertamente lo describió como pensamiento
del pensamiento. Aunque logra evitar exitosamente el antropomor-
fismo de los poetas, Aristóteles priva a su deidad de toda relación
personal con los seres humanos. La deidad que él concibe es una fría
y matemática Causa Final.
El Dios propuesto por estos filósofos griegos carece de una
conciencia intrínseca y de ninguna manera se lo debe confundir
con el Dios personal, creador y redentor, es decir, el Dios de la
tradición judeo-cristiana. En un inicio hubo un rechazo hacia la
cultura pagana, pero ante la realidad de que esta influía en el
mundo antiguo, el cristianismo no cerró los ojos ante ella.
En el Nuevo Testamento encontramos a Pablo y a otros misio-
neros cristianos empleando lo que consideran útil del paganismo.

25
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Lo llamaban “despojar a los egipcios” y lo usaron con acierto


Justino, Arístides, Atenágoras, Teófilo, Clemente y Orígenes.

Los cultos de misterio

Los romanos, con su fría religión oficial y su religión fami-


liar excesivamente limitada, que no proveía ética ni culto, eran
sumamente vulnerables a la influencia de los cultos emocionales
y entusiastas que pretendían ayudar al ser humano en sus proble-
mas cotidianos, y darle inmortalidad y capacitarlo para compartir
la vida con el dios. Estos cultos tenían además, el atractivo de los
círculos esotéricos donde los devotos eran iniciados en los recón-
ditos misterios del universo y cuyos ritos nunca eran permitidos
divulgar.
Por el siglo I d. C. el mundo grecorromano estaba inundado por
esta clase de círculos de misterio, los más destacados eran el culto a
Cibeles o a la Gran Madre (Asia), a Dionisio (Grecia), a Isis, Osiris y
Serapis (Egipto), a Mitra (Persia) y dentro de esta misma categoría
ellos incluían al judaísmo y al cristianismo. Todos estos cultos eran
permitidos por Roma, quien no estaba lista a proscribirlos salvo en
el caso de que sus adherentes demostraran ser culpables de alguna
ofensa contra la moral o el estado.
Para las clases inferiores, el Imperio podría resultar un lugar
solitario y estos cultos atenuaban tal condición al proveer compañe-
rismo, comidas rituales comunitarias en el templo de la deidad
madre, seguidas frecuentemente por la actuación de bailarinas y
por fiestas desenfrenadas. En tales ambientes, un esclavo encontraba
cierto grado de libertad; un liberto, igualdad y un soldado, alivio.
Por otra parte, las mujeres tenían allí plena cabida, y en el culto de
Isis desempeñaban un papel prominente. Por otra parte, estos cultos
prometían a sus seguidores:
• Librarlos del problema de la culpa.
• Darles inmortalidad.
• Darles seguridad ante las fuerzas espirituales (general-
mente malignas) que influían en su vida, es decir, tener
poder sobre el destino.

26
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

EL CONTEXTO JUDÍO

Jesús nació en la época del Imperio Romano. En un momento


de la historia que hasta ahora no ha sido igualado en la época
moderna. Vastos territorios que abarcaban todo lo que el hombre
civilizado podía conocer, estaban bajo un solo tipo de cultura. Para
el romano de ese entonces lo que existía fuera eran tribus salvajes
o semi civilizadas.
Sin embargo, en medio de ese imperio vivían los judíos. Eran
un pueblo que habían desarrollado su religión a lo largo de siglos y
a través de legisladores, sacerdotes y profetas. Los desastres de los
siglos octavo y sexto antes de Cristo, que acabaron con los reinos
de Samaria y de Judá dieron por resultado la purificación de la fe
de la comunidad que sobrevivió al desastre.
Entonces, bajo la tolerancia religiosa de los monarcas persas,
fue edificado en Jerusalén un nuevo templo, que se constituyó en
centro religioso no sólo para la población judía de la región sino
también para los miles de judíos esparcidos por otras partes del
Asia Occidental y de la cuenca mediterránea. El vínculo que tenía
unidos a los judíos fue el religioso y la religión fue el judaísmo.
Debemos conocer que, los judíos se habían diseminado bas-
tante más allá de los límites de Palestina mucho antes del siglo I
y, adondequiera que iban, llevaban consigo su religión. Así, la dis-
persión de los judíos en el Oriente comienza con la caída del reino
del norte de Israel, en el siglo VIII a. C., cuando las diez “tribus
perdidas” fueron deportadas. Este proceso se aceleró durante el
período helenístico con la migración voluntaria de los judíos hacia
las nuevas ciudades del Oriente por motivos comerciales, siendo
Egipto, Siria y Asia Menor sus tres regiones favoritas.
Otro indicio de la expansión del judaísmo aparece en la nómi-
na de Hechos 2, donde se mencionan los lugares remotos y diver-
sos como Creta y Arabia, Media y Egipto, Persia y Panfilia, que
envían a Jerusalén peregrinos representativos para asistir a la fiesta
de Pentecostés.

27
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Josefo nos dice que diez mil judíos fueron sacrificados en un


solo día en Damasco durante el principado de Nerón y que los
hebreos estaban muy esparcidos por todo el mundo especialmente
en Antioquía y Siria.
Los judíos no gozaban de la simpatía popular por sus hábitos
religiosos, pero eran influyentes. Hasta el propio Tácito, que no dice
casi nada bueno de ellos, se declara impresionado por su
monoteísmo. “Los judíos reconocen solamente un Dios, del cual
tienen una concepción puramente espiritual. Creen que es profano
hacer imágenes de dioses de forma humana, a base de materiales
perecederos”.
El judío era consciente de haber hallado al verdadero Dios o
más bien, de haber sido hallado por Él. Dios no había dejado a los
hombres andar a tientas en la oscuridad, sino que se había reve-
lado a Sí mismo en la historia de Israel y en las Escrituras. Estas
Escrituras habían estado a disposición tanto de griegos como de
hebreos para ser leídas. La Septuaginta podía ser leída por cual-
quier persona que buscaba seriamente la verdad.
Junto con la Septuaginta apareció el hábito de la adoración
regular, ya fuese en la sinagoga, en un lugar de reunión o al aire
libre: oración, salmos, canto, lectura de las Escrituras junto con la
exhortación basada sobre ellas. Este tipo de servicio era único en
las religiones antiguas.
Josefo se refiere al gran fervor por el culto judío mostrado a
través de todo el Imperio, a la conversión de muchos griegos, y
a lo cuantioso del tesoro provisto a Jerusalén como resultado del
impuesto de medio siclo que el Templo recaudaba entre los prosé-
litos.
Hubo otro aspecto con el cual los judíos contribuyeron a pre-
parar el camino para el Evangelio. Ellos acostumbraron al mundo
antiguo a la idea del proselitismo, de la conversión a una religión
monoteísta exclusiva. ¿Qué los impulsaba a este esfuerzo misio-
nero? Por paradójico que pudiese parecer, era su exclusivismo.

28
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Cuanto más seriamente se creía que Israel era lo que más le


importaba a Dios (y desde el tiempo de Antíoco Epífanes tal con-
vicción aumentó), mientras que las naciones seguían siendo como
lo expresa el escritor de 2 Esdras, “como un escupitajo”, tanto más
estaba uno obligado a tratar de rescatar del fuego algún tizón.
Tenemos entonces una reacción en cadena.
La persecución llevó a los judíos a la apocalíptica, según la
cual en el reino mesiánico venidero todas las injusticias serían
corregidas, Israel sería vindicado y los impíos gentiles, destruidos.
Esto los llevó al proselitismo, porque no era posible pensar con la
conciencia tranquila cuán pocos eran los salvos y cuán numerosos
los perdidos, y no hacer nada frente a tal situación. De aquí el cre-
ciente interés de ellos por atraer a los gentiles y ponerlos bajo la
protección del pueblo de Dios.
Esta lealtad de los judíos a su religión se hizo más profunda
como consecuencia de la persecución. Antíoco Epífanes, uno de los
reyes Seleucidas que en sucesión de Alejandro el Grande, levantó
el reino de Siria y las tierras vecinas, trató de imponer a los judíos
la cultura y costumbres griegas. Esto encontró oposición encabe-
zada por los Macabeos y fue seguida por el establecimiento de un
pequeño estado en el cual el sumo sacerdote era la figura central.
Además, intensificó en muchos judíos el celo por su fe. Más
tarde, en el primer siglo antes de Cristo, el Estado Judío fue some-
tido al creciente poder de Roma. Herodes, de descendencia no
judía (edomita), pero casado con una princesa de la familia maca-
bea, con el consentimiento de Roma, se estableció sobre el peque-
ño estado y reedificó el templo en Jerusalén. Con esto terminó el
sueño macabeo. Un sueño que preveía el establecimiento de un
Estado, en el cual la voluntad de Dios se expresaba tanto en la ley
como en los profetas judíos y, que debía ser obedecida.
El resultado fue un Estado gobernado por un extranjero, cuya
ambición principal era su propio poder y el establecimiento de
una dinastía. Pero fue durante el reinado de Herodes cuando Jesús

29
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

nació y bajo los descendientes de Herodes cuando el cristianismo


tuvo su principio.
Además, debemos considerar dentro del judaísmo los siguien-
tes aspectos:

Apocalipsis, escatología y mesianismo

En la fe judaica estuvieron presentes los apocalipsis y el mesia-


nismo. Las dos cosas eran a menudo asociadas entre sí, pero no
eran de ningún modo inseparables. Los apocalipsis eran una clase
de literatura que floreció en los círculos judaicos en los primeros
siglos inmediatamente antes y después del tiempo de Cristo. La
palabra quiere decir “destapar o revelar”, y por tanto pretendían
ser una revelación divina del porvenir. Los judíos veían en la vida
mucho que era contrario a lo que ellos concebían ser la voluntad
de Dios.
Los malvados se señoreaban de los justos, había infortunios
como enfermedades, etc., por lo que ellos se preocupaban de
reconciliar estas desagradables verdades con la soberanía de Dios.
Ellos pensaban que la culminación de la historia terminaría con la
victoria de Dios y esto es lo que los apocalipsis pretendían revelar.
Hablan del “siglo o edad venideros”.
El siglo venidero sería introducido por una gran catástrofe con
un juicio después del cual quedarían un cielo nuevo y una tierra
nueva. Trataban temas escatológicos o cosas “finales”, al fin de la his-
toria y más allá, tales como el juicio y la vida en la edad venidera.
Como agente de la victoria de Dios, algunos de los judíos, alen-
taban la esperanza de un Mesías. Se tenían varios conceptos del
Mesías, pero todos estaban de acuerdo en que él era el “ungido”,
un rey que reinaría bajo comisión divina. Se esperaba al Mesías en
períodos de dominación bajo el poder de gobernantes extranjeros,
como el libertador que los rescataría de ese poder y como el que
establecería un reino ideal en el cual la voluntad de Dios se cum-
pliría perfectamente. La palabra griega para traducir “Mesías”, es
aquella de la cual se deriva nuestra palabra “Cristo.”

30
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

La sinagoga

En el tiempo en que nació el cristianismo, el judaísmo había


desarrollado la sinagoga como institución. La sinagoga había naci-
do durante el período de tiempo comprendido entre el avivamien-
to del judaísmo (después de la caída de Samaria y Judá) y el tiempo
de Jesús.
Las sinagogas, por tanto, eran los centros principales del culto
judaico. Hasta su destrucción, el templo de Jerusalén fue el santua-
rio más importante del judaísmo. Sin embargo, tanto en Palestina
como entre los judíos de la “dispersión”, esparcidos por gran parte
del mundo mediterráneo y del Asia Occidental, las sinagogas eran
los lugares donde la mayoría de los judíos rendían culto y eran
enseñados. Tenían formas regulares de servicio y en ellas la Ley y
los Profetas eran leídos y explicados. Por ellas y por la enseñanza
que impartían se perpetuaba el judaísmo. Además, había escuelas
asociadas con las sinagogas y en ellas se enseñaban las Escrituras
y la ley no escrita.

El escriba

Era una clase social que se había desarrollado antes del tiem-
po de Cristo. Estos eran maestros profesionales y eruditos que se
ocupaban de las Escrituras y especialmente en la ley judaica, tanto
en su forma escrita como en su tradición oral. Podían ser también
sacerdotes, pero la mayoría de ellos eran laicos. No eran de ninguna
manera una casta hereditaria, como lo eran los sacerdotes, sino que
cualquier persona, por su competencia, podía entrar en sus filas.

EL CONTEXTO DE LA VIDA DE JESÚS

Para poder entender la influencia que llegó a tener el cristia-


nismo, es necesario conocer la base del mismo, la cual es Jesús. El
ministerio de Jesús, su vida y sus enseñanzas constituyen el inicio
de esta fe que ha traído tanta luz y esperanza a miles de personas a

31
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

través de los siglos. En vista de esto, consideraremos los siguientes


aspectos:

La vida de Jesús

El cristianismo tuvo lo que parecía un comienzo que prometía


poco. Si observamos aquel pequeño grupo de amigos íntimos de
Jesús, muchos no pensarían que cinco siglos después de su naci-
miento, esta fe avanzara en influencia en el mundo romano y que,
luego llegaría a tener una extensión mundial con una influencia
poderosa sobre la humanidad, como no ha sido alcanzada antes por
otra religión.
Jesús fue aquel, en cuyo derredor se formó el cristianismo. Él
fue de origen humilde y en el principio de su carrera rechazó como
una indigna tentación la sugestión de que se tratara de llevar a
cabo sus planes por medios políticos. Hizo muchos milagros, sin
embargo, siempre los obraba para resolver alguna evidente nece-
sidad humana y meticulosamente evitaba toda ostentación de sus
poderes para llamar la atención sobre sí mismo o para probar su
divina comisión, y a veces se esforzaba por tener secretas sus obras
de sanidad.
Jesús eligió como sus amigos íntimos a hombres muy humildes
y tenía pocos amigos entre la gente poderosa. Su carrera pública
fue breve, a lo más como de tres años. No escribió ningún libro ni
tampoco promovió una organización que perpetuara sus enseñan-
zas y su influencia. Sus amigos fueron conocidos como los Doce
Apóstoles y consta que él declaró que a ellos les fueron encomen-
dados grandes poderes, pero no que estos poderes fueran transmi-
tidos por ellos en una sucesión continuadora que tuviese como fin
una institución permanente y visible.
Parece que Jesús no enseñaba sistemáticamente, sino que habla-
ba según lo demandaba la ocasión: en banquetes, a una mujer junto
al pozo, a un extraño que le pedía que interviniera en una disputa
de familia y a los que, en la cumbre de su popularidad quisieron

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

juntarse con él les informó sus difíciles requisitos, que les desani-
maron e hicieron retroceder. Su muerte fue despreciable y pareció
inútil. Los documentos auténticos de su vida y enseñanza son tan
breves que con facilidad podrían imprimirse en una sola edición de
nuestros tratados y en ellos, la mayor parte estaría dedicado a los
últimos días de su vida. No existe ninguna biografía de él hecha de
forma debida.
Sin embargo, aquella vida es la vida más influyente de alguien
en nuestro planeta y esta influencia continúa en aumento.
Nacimiento, niñez y juventud de Jesús: Jesús nació en un
pesebre en Belén, nombre asociado con el nombre de David, el rey
más amado por los judíos, y fue criado en Nazaret. Su familia fue
humilde. Por los nombres de sus hermanos, que han llegado has-
ta nosotros, deducimos que la familia mantenía viva la tradición
macabea y que eran leales a la fe judaica.
La familia era profundamente religiosa y eso puede apreciarse
en algunas evidencias como: el relato de la concepción y naci-
miento de Jesús en el Evangelio según Lucas, mucho de lo cual
debe provenir sólo de la madre, María; el otro relato de su naci-
miento, en el Evangelio según Mateo, el cual se presume viene de
parte de José.
La delicadeza de los relatos, la hermosura y el profundo sen-
timiento religioso de la natividad, parecen reflejar el carácter de
María de quien se dice “guardaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón”; el hecho del parentesco de María con la madre de
Juan el bautista, el cuidadoso cumplimiento de la ley judaica en
la circuncisión y en la ceremonia de consagración de Jesús en el
templo y la costumbre de María y José de ir cada año a Jerusalén a
la fiesta de la Pascua, demuestran su religiosidad.
Por eso, no es de sorprenderse que Jesús formara la costumbre
de frecuentar la sinagoga, que aprendiera a leer, que su lectura
principal fuera en los libros sagrados de su pueblo y que, aun a
la edad de doce años, hubiera meditado profundamente en los
problemas presentados en aquellos libros. Como, después de que
Jesús empezó su carrera pública, no se hace mención de José como

33
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

vivo, presumimos que había muerto y que Jesús había quedado


para ganar el mantenimiento de su madre y sus hermanos más
jóvenes.
Su época fue muy agitada políticamente. El Imperio Romano
había tomado el control de Palestina. Eso lo notamos en el relato de la
Natividad, que Jesús nació en la época del primer emperador roma-
no Augusto César. Cerca de Nazaret se estaba reedificando la ciudad
de Séfora, durante su niñez, después de que los soldados romanos la
habían destruido para dominar uno de los frecuentes motines.
Durante la vida adulta de Jesús, este resentimiento contra Roma
fue aumentando y dentro de una generación después de la cruci-
fixión había de estallar en una furiosa sublevación que terminó en
una enorme matanza y en la destrucción de Jerusalén y de su tem-
plo. La inquietud política se acentuaba y en parte se dirigía hacia las
esperanzas apocalípticas acompañadas de la creencia en la directa
intervención de Dios a favor de los judíos. Con esta esperanza, el
sueño en un Mesías asomaba claramente.

Su carrera pública: Se han hecho muchas especulaciones acer-


ca de qué pasó en los tiempos en que Jesús estuvo silenciosamente
viviendo en Nazaret. Pero podemos decir que, muchas de sus
parábolas reflejan sus observaciones y reflexiones mientras con-
templaba lo que ocurría alrededor suyo: Las fincas de labranza que
recibían la lluvia del cielo, indiferentemente si el dueño era bueno
o malo, que evidenciaban para él del amor imparcial de Dios para
todos los hombres; una mujer que buscaba una moneda perdida,
niños que jugaban en la plaza; un rey que va a un país lejano para
recibir un reino, tal vez un eco del viaje de Herodes a Roma para
pedir una confirmación de sus reclamaciones; un comprador de
perlas, entre otros.
En aquel entonces, también Jesús había adquirido la intimidad
con los libros sagrados de su pueblo.
Jesús inició su ministerio a los 30 años. Por aquel tiempo, un
pariente suyo, Juan el Bautista, había llegado a ser el centro de un
despertamiento religioso que conmovió la región. Siendo él asceta,
denunciaba los pecados de las personas que le rodeaban, hablaba

34
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

de un inminente juicio con recompensas para los justos y destruc-


ción para los malvados, instaba al arrepentimiento y cuando con-
fesaban sus pecados, Juan los bautizaba en el Jordán. Jesús vino a
Juan y fue bautizado por él. Tan conmovedor fue aquel día para
Jesús que se sintió obligado a buscar la soledad para luchar allí con
los problemas que se le presentaban.
La culminación de estas experiencias vino por medio de tres
impulsos, las cuales él reconoció como tentaciones. Él hizo frente a
estos impulsos, los valorizó y los rechazó.
Volviendo a los lugares frecuentados por el público, Jesús
empezó a predicar y a enseñar. Él creía que el reino de Dios estaba
por ser inaugurado y este fue el tema de su mensaje.

Sus enseñanzas: Al tratar las enseñanzas y la obra de Jesús,


debemos reconocer que desde el principio hay un doble evangelio:
el evangelio de Jesús -sus enseñanzas- y un evangelio acerca de
Jesús -la impresión que Él hizo sobre sus discípulos en cuanto a
quién era Él. El punto de partida de su enseñanza fue lo que era la
mejor posesión del judaísmo contemporáneo: el reino de Dios y la
esperanza mesiánica. Estos habían constituido el centro del mensa-
je de Juan el Bautista. Sin embargo, Jesús tenía clara conciencia de
que Él mismo era el Mesías. Él se sabía el mesiánico fundador del
reino de Dios. Pero no de un reino terrenal, macabeo. Su reino era
de otra naturaleza, espiritual.
Al comienzo parece haberlo considerado como algo solamente
para los judíos, pero luego fue incluyendo más, y no sólo enseñó
que “vendrán muchos del oriente y del occidente, del norte y del
medio día”, sino que el reino mismo sería quitado a los judíos
incrédulos. Jesús se proclamaba en forma especial amigo de los
hijos e hijas del reino a quienes el fariseísmo había desheredado,
los parias, los publicanos, las rameras y los pobres. El arrepenti-
miento de los tales era de valor a los ojos de Dios.
Jesús sustituyó una religión externa, de obras de justicia y cere-
monial de los judíos, por la idea de una piedad consistente en el
amor a Dios y al prójimo, manifestado primordialmente en una
actitud del corazón y de la vida interior, cuyo fruto consiste en

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

actos externos. El poder determinante de esa clase de vida es la


sumisión a Él como revelación del Padre, tipo de la humanidad
redimida, Hermano mayor y Rey del reino de Dios.
Con el reino de Dios, Jesús se refería a una sociedad en la cual
la voluntad de Dios prevaleciera. Estaba siendo inaugurado por
medio de Jesús y era una realidad actual como también una espe-
ranza futura. Para Jesús, el reino de Dios era tan importante que los
hombres debían buscarlo “primeramente”, antes que el alimento
o vestido y debían dejarlo todo a fin de poseerlo. Los hombres no
habían empezado a vivir realmente, mientras no hubiesen entrado
en el reino y estar en el reino quería decir tener vida abundante.
Para entrar en el reino, los hombres tenían que “arrepentirse” (cam-
biar de mentes), “nacer de nuevo” y “venir a ser como niños”.
Lo que Jesús llamaba “el mundo” estaba en oposición al reino.
Fue por esta razón que la entrada al reino ocasionaba tan drástica
reorientación, una nueva creación, en los que entraban a él salien-
do del mundo. Los miembros del reino debían esforzarse por ser
ejemplos de la vida que Dios consideraba ideal para los hombres.
Tenían que ser sinceros, puros de corazón, debían estar tan ansio-
sos de justicia, que su anhelo pudiera describirse como hambre y
sed. Además, tenían que ser limpios de pensamiento y tan sinceros
que su palabra debía bastar un “sí” o “no”.
Los que entraban en el reino debían ser misericordiosos, pro-
curando la paz, no buscando desagravios, sino volviendo bien por
mal, amando aun a sus enemigos. Jamás debían buscar el aplauso
de los hombres, sino evitar la publicidad en sus obras de misericor-
dia y en ejercicios religiosos como la oración y el ayuno.
Jesús no tenía nada del ascetismo ni condenaba el cuerpo y la
materia como cosas malas en sí, tampoco tenía ninguna tentativa
a esto, como la filosofía y las religiones en el mundo helenista y el
partido más estricto del judaísmo corriente. Tampoco hablaba de
“librar” al alma de la contaminación con la carne ni cosa parecida.
En contraste con Juan quien era asceta, Jesús y sus discípulos comían
y bebían asistiendo libremente a las comidas gozándose en ellas.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Aunque Jesús tenía mucho que decir acerca del reino de Dios,
con lo que Él enfatizaba las relaciones de los hombres uno con otro,
Él estaba profundamente interesado en los individuos. Para él, no
se debería permitir que el respeto judaico por el sábado impidiera
que se ayudase a los individuos, si esto quería decir sanarlos o ali-
viar su hambre. Él declaró que había “venido a buscar y a salvar lo
que se había perdido” y por esto quería decir al individuo.

Su relación sin igual con Dios: Una de las cuestiones más difí-
ciles y discutidas acerca de Jesús es, qué se consideraba a sí mismo.
¿Se consideraba a sí mismo el Mesías? ¿Por qué a menudo se lla-
maba el Hijo del Hombre? Durante siglos la cuestión de la relación
de Jesús con Dios ha ocupado las mentes más eruditas entre sus
seguidores. Si somos atentos a los documentos evangélicos, Jesús
se consideraba a sí mismo y a su mensaje como inseparables.
Jesús tenía una relación con Dios tan intensa que no ha conocido
jamás otro ser humano. Aunque no tuviésemos las declaraciones
en el Evangelio según Juan, como las que lo describen como el
Logos, y aquellas en las que Jesús declara que Él y el Padre son uno,
tendríamos la asombrosa afirmación de Jesús conservada en Mateo
en la que declara que todas las cosas le han sido entregadas por el
Padre, que nadie conoce al Hijo sino el padre y que nadie conoce
al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo. Esto
fue corroborado por la autoridad consciente con que hablaba Jesús.
Mientras declaraba que no había venido para destruir la Ley y los
Profetas, dijo enfáticamente que vino a cumplirlos.
Asimismo, en contraste con los profetas judíos quienes se consi-
deraban como voceros de Dios y quien con sus palabras expresaban
“así dice el Señor”, Jesús repetidas veces usaba la expresión “yo os
digo”, asumiendo tranquilamente que Él tenía derecho inherente a
hablar así. Esto fue una de las causas de la ira que Él despertó entre
los dirigentes religiosos de los judíos, pues ellos lo consideraban
blasfemo cuando tomaba para sí las funciones de Dios. En más de
una ocasión los enfureció cuando declaró perdonados los pecados
de un individuo.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Tan sin igual era la relación de Jesús con Dios, que aun sus dis-
cípulos no entendieron con facilidad esto. Una muestra es Pedro,
quien después de haber confesado que Jesús era el Hijo del Dios
viviente, no puedo asimilar la cruz y la resurrección y por eso tuvo
que ser reprendido. Luego de estos acontecimientos es que sus
íntimos empezaron a ver lo que era inseparable de su misión y a
comprender quién y qué fue Jesús en realidad.

Su crucifixión, muerte y resurrección: Bajo estas circunstan-


cias no es sorprendente que Jesús fuera arrestado y ejecutado. Él
mismo había estado esperando aquel resultado, porque llevaba
demasiado vivo en su corazón su misión. Es más, Él mismo había
declarado que esto era la esencia de su misión, y que aparte de ello
no podría ser entendida su relación sin igual con Dios. Jesús estaba
seguro de su propósito tanto en la historia como en la legislación
y la profecía judaicas y se encontró frente a las murallas de los
privilegios farisaicos, quienes se creían guardianes de la herencia
judaica y quienes utilizaban su posición, para conseguir para sí
prestigio, poder y riquezas.
Jesús tuvo que protestar ante esto. Su actitud hizo que despierte
el antagonismo de los fariseos tanto en Galilea como en Judea, por
su proceder en el templo, luego incitó a los rivales tradicionales de
aquellos, los saduceos, de modo que se aliasen con ellos y tomaran
la iniciativa en su eliminación. Más tarde, reflexionando sobre los
meses pasados con Él, los discípulos declararon que recordaban
que Jesús había predicho su muerte y su resurrección y la pro-
clamación del evangelio por todo el mundo. Por los documentos,
aunque son fragmentarios parece claro que desde hacía muchos
meses y tal vez desde tiempo más largo, Jesús había sabido que su
carrera tendría que llevarlo a Jerusalén y a la muerte.
Él lo veía como predicho en los escritos sagrados y sabía que
su crucifixión estaba en el plan divino. Jesús fue juzgado por las
autoridades religiosas y por el procurador romano Poncio Pilato.
Las acusaciones que le hicieron fueron totalmente falsas, y así le
parecieron a Pilato. Sin embargo, éste cedió a la conveniencia y
mandó que Jesús fuese crucificado, con la inscripción puesta sobre

38
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

su cabeza que mostraba el desprecio por sus acusadores: “Este es


el rey de los judíos”.
Algunos autores dicen que es irónico el hecho de que Jesús,
habiéndose negado deliberadamente a usar métodos políticos y
que, habiendo rechazado una interpretación de su misión, fuera
condenado y ejecutado bajo la acusación de tramar una subleva-
ción contra el gobierno romano.
En los evangelios podemos ver las dolorosas escenas de la
pasión de Jesús, pero sobre todo la actitud de dignidad y valor
con que Él enfrentó estos hechos. Se compadeció de las mujeres
que lloraban por él camino a la cruz, oró por los que le estaban
crucificando, dio palabra de aliento a uno de los criminales cruci-
ficados con él y encomendó a su madre al cuidado de un discípulo.
Sólo una vez habló de sufrimiento físico y mencionó tener sed. En
lo que debe haber sido un momento especialmente oscuro gritó:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Pero estas son las palabras iniciales de un salmo, en el cual
el salmista manifiesta su intenso sufrimiento a manos de otros.
Tan parecido es su dolor al de Jesús en algunos detalles, que por
muchos es considerado profético y por otros como modelo sobre
el cual los historiadores de la crucifixión formaron su relato. Este
salmo termina en una nota de consolación, triunfo y alabanza y
Jesús puede haber tenido en cuenta el salmo entero y hallaba for-
taleza en él durante las largas horas de dolor.
Con ceguera egoísta, Jesús fue crucificado, pero esta cruz se
levantó en juicio contra todos los hombres que habían tenido algo
que ver con ella, no sólo con los dirigentes judíos que la habían
tramado, sino también contra los discípulos que no habían com-
prendido a Jesús y que lo abandonaron, contra el gobierno que no
impidió semejante acto de injusticia y contra la humanidad que
no puedo salvar a su más noble representante, del rechazo y de la
muerte humillante.

Su resurrección, ascensión, su retorno y presencia en los cris-


tianos: Los cristianos creemos que en la cruz, la fe en Dios fue vin-
dicada, y no es señal de derrota sino de triunfo, pues él ha revelado

39
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

la forma de ejercer su soberanía. Sobre la resurrección, los docu-


mentos que han llegado hasta nosotros no hacen del todo claro
el orden de los acontecimientos de ese día. Es evidente que, los
discípulos no esperaban la resurrección y los tomó completamente
de sorpresa. Los relatos cuentan que el cuerpo de Jesús había sido
puesto en una tumba labrada en la sólida roca y cuidadosamente
cerrada por una enorme piedra, pero éste no fue hallado sino que
la piedra había sido quitada y que las mujeres que habían venido
para ungir el cuerpo hallaron la tumba vacía.
Es indiscutible que, los discípulos estaban profundamente con-
vencidos de que habían visto a Jesús resucitado, de que habían
hablado con Él, de que lo habían visto comer y de que habían exa-
minado las heridas en sus manos y en su costado. Es más, uno de
ellos, Tomás, fue invitado a meter su mano en las heridas a fin de
destruir sus dudas. Los diversos relatos concuerdan que el resuci-
tado Jesús comisionó a sus discípulos a que salieran como sus
testigos y representantes por todo el mundo. Lucas declara que
durante cuarenta días Jesús aparecía a los discípulos que había
escogido, “hablándoles del reino de Dios”, tema que había sido
central en su enseñanza antes de la crucifixión, dándoles instruc-
ciones para su misión y prometiendo darles poder para realizarla.
Después de este tiempo, cuarenta días de permanencia con sus
discípulos, Jesús desapareció de la vista de ellos, de tal manera
que sabían que habían de verlo otra vez en su “segunda venida”.
Esto se constituiría en la continua y gozosa expectativa de ellos.
Años más tarde, Pablo testificaba que Jesús se había manifestado
a él, y los discípulos estaban convencidos de que Jesús había pro-
metido su continuada presencia entre ellos y que haría su morada
en cualquiera que le amase. De esta manera, toda la desesperación
causada por la crucifixión fue transformada por su experiencia del
Jesús resucitado, y vino a ser esencial en la fe de las generaciones
siguientes del cristianismo.

La venida del Espíritu Santo: Los discípulos, no sólo los once


que quedaron, sino todo un grupo grande ganado por Jesús cuan-

40
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

do estaba en la tierra, fueron fortalecidos y habilitados por el cum-


plimiento de la promesa dada por su Señor resucitado.
En el día de Pentecostés, vino sobre el grupo en Jerusalén,
el Espíritu Santo. Aquello se constituyó en el acontecimiento más
importante de la iglesia naciente, pues la presencia permanente
del Espíritu Santo era considerada por los cristianos como un
rasgo esencial de su vida y su fe. Los creyentes con su experiencia
de Jesús y del Espíritu Santo ampliaron y enriquecieron su con-
cepto de Dios. Seguían creyendo en Dios y lo llamaban Padre,
pero también creían en Jesús, que era Dios mismo, que se había
hecho carne.
También estaban convencidos de que, el poder que hallaron
obrando en ellos y dentro de la comunidad cristiana, era Dios. Aun-
que los primitivos cristianos eran de antecedente judío y habían
sido instruidos en la afirmación de un solo Dios, eran constreñidos,
para sorpresa suya, a pensar en Dios como Padre, Hijo y Espíritu
Santo, Tres en Uno. Los problemas intelectuales suscitados por
aquella iluminación habían de ser de interés continuo y vinieron a
ser temas principales del pensamiento cristiano, pero también de
gran controversia.
Los efectos de la resurrección y la venida del Espíritu Santo
sobre los discípulos fueron de gran importancia. De hombres y
mujeres desalentados y desilusionados, llegaron a ser una compañía
de testigos entusiastas de Cristo. Desde ellos, la fe se extendió rápida
y espontáneamente a muchos centros del mundo greco-romano y
aun más allá.
Los discípulos, como hombres y mujeres, cristianos de todos los
siglos, continuaban siendo humanos. Sin embargo, en ellos hubo
un poder, una vida que les vino por medio de Jesús, el cual obraba
una transformación moral y espiritual, que resultó ser contagiosa.
Esta vida de santidad fue consecuencia del bautismo en el Espíritu
Santo y fue también lo que marcó distintivamente a los primeros
cristianos. El relato de la operación de aquel poder y aquella vida
en los siglos siguientes es la historia del cristianismo.

41
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Unidad II:

Encuentros y desencuentros
en la Iglesia Primitiva

T
ratar de escribir la historia del cristianismo es un asunto
complejo, puesto que muchas veces debemos acudir a las
presuposiciones, por una parte, mientras que por otra,
luchamos por ser objetivos y contar lo que realmente ocurrió. En
este sentido, cabe mencionar que lo que se presenta a continuación
no es una simple repetición de hechos que acontecieron, sino una
interpretación histórica.

El significado del Pentecostés


Después de que Jesús ascendió, los discípulos regresaron del
Monte de los Olivos, o del Olivar, a Jerusalén, “camino de un día
de reposo” (Hechos 1:12), o como casi dos kilómetros. En la ciu-
dad se reunieron en un aposento alto, donde los once apóstoles
moraban. Es interesante advertir que también estaban allí varias
mujeres, incluyendo María, la madre de Jesús. También estaban
presentes “sus hermanos”. Anteriormente no habían creído en Él
(Juan 7:5), pero ahora, afortunadamente se habían unido al grupo

43
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

de creyentes que estaban esperando la venida del Espíritu Santo.


Un total de 120 personas esperaban en ese recinto (Hechos 1:15).
¿Qué tanto tiempo esperaron? Tal vez, diez días. Ese lapso lo
derivamos del hecho de que la fiesta de Pentecostés venía 50 días
después de la Pascua. Jesús fue crucificado durante la fiesta de la
Pascua. Hechos 1:3 nos informa que sus apariciones después de
la resurrección continuaron durante 40 días. Si restamos esta can-
tidad de la anterior, concluimos que hubo un período de diez días
de espera en el Aposento Alto. Probablemente sería más exacto
decir “una semana o diez días”, puesto que es difícil precisar la
longitud exacta del tiempo desde la Resurrección (que sucedió
dos o tres días después de la Pascua) hasta la fiesta de Pentecostés.
Además, leemos en Lucas 24:53 que después de la ascensión los
discípulos “estaban siempre en el templo”.
El evento más importante que marcó el inicio de la Iglesia Pri-
mitiva es el Pentecostés. Pentecostés es el nombre del Nuevo Tes-
tamento para lo que en el Antiguo Testamento se llama “Fiesta de
las Semanas”. Es descrita en Levítico 23:15-21 y en Deuteronomio
16:9-12. La fiesta se celebraba 50 días después de ofrecer o mecer
la gavillas, que eran tipo de la resurrección de Jesús, y por ende el
nombre griego, pentecostés, que significa “cincuenta”.
Los rabíes judíos afirmaban que el Pentecostés conmemoraba
la promulgación de la ley en el Sinaí. Esto nos da un indicio para
interpretar las señales que acompañaron al Pentecostés original y
para medir su valor permanente.
Una mirada a la narración de Éxodo 19:16-19 nos mostrará
algunas similaridades sobresalientes en Hechos 2:1-4. En aquel
caso leemos de truenos, relámpagos y sonido de bocina, humo
y un temblor. En Hechos leemos de un viento recio, de lenguas
como de fuego, y de hablar en lenguas.
¿Con qué objeto fue toda esta demostración espectacular? La
respuesta es la misma para ambos casos. Una nueva era estaba
siendo inaugurada, y Dios la introducía con señales extraordi-
narias. El quería que el pueblo se diera cuenta del carácter sagrado
de la ley, de modo que le dio una demostración pirotécnica que

44
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

jamás olvidarían y que había de llenarlos de una reverencia salu-


dable hacia su Ley así como de temor de desobedecerla.
Así fue con el Pentecostés. Tal vez los discípulos estaban algo
somnolientos por sus días de oración. Aunque no fuera así, de pron-
to vieron que algo grande sucedía. Primero vino un ruido tremendo
como un huracán que llenó toda la casa y sacudió a todos los que
estaban allí. Luego, con ojos bien abiertos vieron que lenguas como
de fuego se asentaron sobre la cabeza de cada uno de ellos.
Pero lo esencial fue que “fueron todos llenos del Espíritu San-
to”. Todas las demás cosas eran sencillamente señales que acom-
pañaban este evento, señales de sonido y de visión. Pero esta era
la realidad: ser llenos del Espíritu, el cumplimiento de la promesa
de Jesús (Hechos 1:5).
Inmediatamente empezaron a hablar en otras lenguas (v. 4). Al
leer lo cual, algunos han concluido que todos los que son llenos del
Espíritu Santo hoy han de hablar en lenguas. Pero las Escrituras
no apoyan tal posición. Sólo dos veces más en todo el Libro de los
Hechos leemos de este fenómeno (10:46 y 19:6). Por ejemplo, no se
menciona que los samaritanos hayan hablado en lenguas cuando
fueron llenos del Espíritu Santo (8:17). No se sugiere en ningún
otro lugar de todo el Nuevo Testamento. Fue una de esas señales
que acompañaron la inauguración de la dispensación del Espíritu
Santo. Pero demandarla hoy como una evidencia del bautismo con
el Espíritu es ir más allá de lo que el Nuevo Testamento enseña y
lo que predicó la Iglesia Primitiva 3.
Sin embargo, vale aclarar que el hablar en lenguas, aunque no
es una evidencia del bautismo o llenura con el Espíritu Santo, es
un don más de entre los otros dones que el Espíritu Santo da a los
creyentes; y como tal, solamente algunos pueden tenerlo, el mismo
que debe ser entendido en el marco de la presentación que hace
Pablo de los dones en Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:1-31; 14:1-40
y Efesios 4:11-16.

3 Esta es la posición teológica de varios eruditos de la Iglesia del Nazareno.

45
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

El propósito de hablar en lenguas en el Día de Pentecostés es


indicado en los versículos que siguen a la descripción del fenóme-
no. Quince nacionalidades (integradas por judíos y prosélitos)
estaban reunidas en Jerusalén para la fiesta, y todos ellos escu-
charon la historia del Evangelio en su propio idioma. Esto sencilla-
mente recalcó la universalidad del Evangelio.
La mejor interpretación del versículo 6, “cuando este estruen-
do fue oído”, nos sugiere que fue ese sonido a manera de huracán
lo que hizo que la multitud se reuniera, no las noticias de lo que
estaba pasando en el Aposento Alto.
Lo que hemos mencionado arriba se puede ilustrar a través de
las épocas detalladas en los siguientes paralelos:
Pedro echó mano de la oportunidad que le dio el estruendo para
darle el mensaje del Evangelio a la multitud que se había reunido.
Su sermón nos ofrece un estudio muy interesante. Por vía de
introducción el apóstol rechazó la acusación de que estuviesen
borrachos, y citó las palabras de Joel 2:28-32. “Esto es lo que él
dijo”, declaró Pedro. En su contexto más amplio, “los postreros
días”, significan toda la edad de la iglesia. Es la última era, la dis-
pensación de la gracia y a través de Cristo Jesús.
Después de esta introducción Pedro predicó de Jesús, usando
los siguientes tres puntos principales: (1) su crucifixión (vv. 22-
23); (2) Su resurrección (vv. 24-32; (3) Su exaltación (vv. 33-36).
Su conclusión fue que Jesús, a quien ellos habían crucificado, era
el Mesías. Luego les hizo una invitación a que se arrepintieran y
aceptaran a Cristo como su Salvador. Tres mil personas aceptaron
la invitación y ese día la iglesia de Jesucristo empezó su travesía
en el océano del tiempo.
Los discípulos, no sólo los once que quedaron, sino todo un
grupo grande ganado por Jesús cuando estaba en la tierra, fueron
fortalecidos y habilitados por el cumplimiento de la promesa dada
por su Señor resucitado.
En el día de Pentecostés el Espíritu Santo vino sobre aquel
grupo en Jerusalén. Aquello se constituyó en el acontecimiento
más importante de la iglesia naciente, pues la presencia perma-

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

nente del Espíritu Santo era considerada por los cristianos como
un rasgo esencial de su vida y su fe.
Los creyentes con su experiencia de Jesús y del Espíritu Santo
ampliaron y enriquecieron el concepto de Dios. Seguían creyendo
en Dios y lo llamaban Padre, pero también creían en Jesús, que era
Dios mismo, que se había hecho carne.
También estaban convencidos de que el poder que hallaron
obrando en ellos y dentro de la comunidad cristiana, era Dios.
Aunque los primitivos cristianos eran de antecedente judío y
habían sido instrui dos en la afirmación de un solo Dios, eran cons-
treñidos, para sorpresa suya, a pensar en Dios como Padre, Hijo
y Espíritu Santo, Tres en Uno. Los problemas intelectuales susci-
tados por aquella iluminación habían de ser de interés perpetuo y
vinieron a ser temas principales del pensamiento cristiano, pero
también de gran controversia.
Los efectos de la resurrección y la venida del Espíritu Santo
sobre los discípulos fueron de gran importancia. De hombres y
mujeres desalentados y desilusionados, llegaron a ser una com-
pañía de testigos entusiastas de Cristo. Desde ellos, la fe se exten-
dió rápida y espontáneamente a muchos centros del mundo gre-
coromano y aun más allá.
Los discípulos, como hombres y mujeres, cristianos de todos
los siglos, continuaban siendo humanos. Sin embargo, en ellos
hubo un poder, una vida que les vino por medio de Jesús, el cual
obraba una transformación moral y espiritual, que resultó ser
contagiosa. Esta vida de santidad fue consecuencia del bautismo
en el Espíritu Santo y fue también lo que marcó distintivamente a
los primeros cristianos. El relato de la operación de aquel poder y
aquella vida en los siglos siguientes es la historia del cristianismo.
La comunidad cristiana de Jerusalén tuvo un rápido crecimien-
to. Pronto incluyó a judíos que habían vivido en la dispersión, así
como a nativos de Galilea y Judea y aun a algunos de los sacerdo-
tes hebreos. El conjunto de cristianos adoptó el nombre iglesia que
viene de la Septuaginta, donde se emplea para indicar el conjunto
del pueblo de Israel como una congregación divinamente llamada.

47
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

En cierto sentido, los primeros cristianos se consideraban el verda-


dero pueblo de Dios.
Los primeros cristianos eran fieles en la asistencia al templo y
en la obediencia a la ley judaica, pero también tenían sus servicios
especiales entre ellos, con oración, mutuas exhortaciones y el par-
timiento del pan diariamente en las casas. Éste era un vínculo con
doble propósito: Era un vínculo de unión y un medio de sostén
para los necesitados.

EL PENTECOSTÉS Y LA VIDA SOCIAL

En cuanto a la forma de comportamiento social de los cris-


tianos, encontramos algunas citas bíblicas como Hechos 4:32-35,
Colosenses 3:11, Gálatas 3:28 y 1 Corintios 7:23, 29 en donde se nota
que hay valores de apoyo y de compartir todo lo que ellos poseen.
Es más, Arístides el filósofo cristiano que dirigió al emperador
Adriano la primera apología que conservamos (125 d.C.), resume
el comportamiento social de los cristianos de la siguiente manera:

Proceden con humildad y amabilidad. Entre ellos no se da la


mentira. Se aman mutuamente. No desprecian a las viudas.
Liberan a los huérfanos de quienes los maltratan. Cuando ven a
un forastero, lo llevan a su casa y se alegran con él como un ver-
dadero hermano. Porque no se llaman hermanos según la carne,
sino en el Espíritu y en Dios. Cuando uno de sus hermanos se
despide de este mundo, se encargan, dentro de sus posibilida-
des, de enterrarle. En cuanto oyen que uno de ellos está preso o
en apuros por causa del nombre de Cristo, todos se preocupan
por darle lo necesario y si pueden, liberarlo. Y si hay entre ellos
algún pobre o necesitado, y ellos no tienen ninguna necesidad
superflua, ayunan dos o tres días para cubrir la necesidad del
alimento del necesitado.4

4 Latourette, Kenneth. Historia del cristianismo, T. 1. El Paso: Casa Bautista de Publica-


ciones, 1967., p. 37.

48
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Roma, hacia el año 200 mantenía 1500 desamparados, no como


señal de autoridad, sino como auténtica muestra de solidaridad
de la fe cristiana. Por ejemplo, cuando los bárbaros nómadas des-
bastaron Numidia y secuestraron a muchos cristianos el año 253,
Cipriano, sólo en Cártago, una iglesia tan pequeña, a tal punto
que él podía afirmar que conocía todavía a todos sus miembros,
recaudó espontáneamente 100.000 sextercios para los afectados.
Resultados parecidos en generosidad, incluso para los paganos
se cuentan también en casos de epidemias de peste en Cártago,
Alejandría y otros lugares. Mas aún, cuando el imperio romano
cayó en una especie de crisis en los siglos II y III.
Las pseudoclementinas, tratan de dar una especie de regla
para la iglesia: “Dad a los necesitados la ocasión de adquirir el sus-
tento vital necesario, a los trabajadores expertos dadles trabajo, a
los inhábiles para el trabajo una pensión caritativa”5.
Todavía en el siglo IV, Juliano el Apóstata (361-363) empera-
dor hostil al cristianismo, recuerda a Arsaquio, sumo sacerdote
pagano de Galicia a que los ateos galileos además de alimentar a
los suyos, alimentan también a nuestros pobres, mientras que los
cultos paganos cuya renovación incumbe tanto a los gobernantes
fallan por completo en asistir a los pobres. Así actuaban las igle-
sias cristianas, eliminando la falta de recursos en su comunidad y
hacían sobre los de afuera una labor de captación, ya que, este tipo
de asistencia indiscriminada era extraña al mundo pagano.
En la iglesia de Jerusalén, sin embargo, surgió una queja en el
sentido de que en la distribución de fondos para los pobres, las
familias de los judíos griegos o helenistas eran descuidadas, lo
que originó el primer desencuentro. Los apóstoles convocaron a la
iglesia en asamblea y propusieron que una comisión de siete hom-
bres fuese escogida para este servicio. Este plan fue aceptado y
entre éstos se eligió a Esteban un hombre lleno de fe y del Espíritu
Santo, quien pronto se destacó como predicador.

5 Latourette, Kenneth. Op. Cit., p. 38.

49
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

EL PENTECOSTÉS Y LA PREDICACIÓN LAICA

Las autoridades judías acusaron a Esteban por el contenido de


juicio en su mensaje y lo apresaron. Todo lo cual está narrado en
Hechos 6 y 7. Es evidente que él proclamó a Jesús como Salvador
no solamente para los judíos, sino también para los gentiles de
toda nación. Su testimonio lo llevó al martirio.
Entre aquellos que escucharon a Esteban y que se enojaron por
sus palabras, del todo repugnantes a la mentalidad judía, estaba
Saulo de Tarso. Saulo tomó parte en el asesinato de Esteban y se
constituyó en el jefe de una terrible persecución contra los cristia-
nos. La iglesia de Jerusalén fue disuelta en esta época y sus miem-
bros diseminados por todas partes, sólo quedaron los apóstoles en
la ciudad. Sin embargo, a dondequiera que iban los perseguidos,
sea Samaria, Damasco o lugares tan lejos como Antioquía en Siria,
se constituían en predicadores del evangelio y establecían igle-
sias. Así, por ejemplo, Felipe uno de los siete, encontró refugio
en Samaria, entre personas que eran despreciados por los judíos.
Lo cual nos muestra que éste se había liberado de sus prejuicios
judíos. La iglesia que Felipe fundó fue reconocida por los apósto-
les Pedro y Juan. A más de esto, Felipe predicó y fundó iglesias en
las ciudades de Gaza, Jope y Cesarea. Aquí el evangelio tendría
que entrar en contacto necesariamente con el mundo pagano.

EL PENTECOSTÉS Y LA
IGLESIA EN EL MUNDO GENTIL

Por otra parte, Pedro llegó a Jope, ciudad costera, donde resu-
citó a Dorcas y permaneció por algún tiempo en casa de Simón que
era curtidor. Su estadía con un curtidor demostraría que ya esta-
ba libre de las costumbres judías, pues este hombre por su oficio
sería considerado inmundo. El apóstol tuvo aquí una visión de un
gran lienzo, el cual contenía toda clase de animales una voz habló
a Pedro: “Lo que Dios limpió no lo llames tú inmundo”. Inme-
diatamente, llegaron mensajeros de Cesarea, pidiendo a Pedro

50
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

que fuese instruir a Cornelio, un centurión romano devoto de


Dios. Pedro fue a Cesarea bajo la dirección del Espíritu, predicó el
evangelio a Cornelio y a sus amigos y los bautizó. Mas el Espíritu
Santo testificó su aprobación divina por un derramamiento similar
al Pentecostés. De esta manera, los gentiles ingresaron también a
la iglesia. Y cuando la iglesia de Jerusalén pidió cuentas por este
asunto, Pedro contó todo lo acontecido y entonces, todos dieron
gloria a Dios por lo que él había hecho.
En esta época volvemos a encontrar a Saulo, el perseguidor de
la iglesia. Este personaje va a ser muy importante, ya que, después
de su conversión en el camino a Damasco, pasa a ser el apóstol
Pablo, quien va a llevar el evangelio a todo el mundo conocido
de entonces. Su oposición había sido muy severa en contra de la
doctrina que eliminaba las barreras entre los judíos y los gentiles,
pero cuando se convirtió, Saulo adoptó las ideas de Esteban y
logró mucho más que éste. Pues el movimiento que Saulo inició,
ayudó a perfilar una iglesia cuyas puertas estaban abiertas para
todos los hombres, ya fuesen judíos o gentiles. En toda la historia
del cristianismo, ninguna conversión a Cristo fue tan impactante
como la del apóstol Pablo.
Algo que debemos resaltar es que, durante la persecución ocu-
rrida después de la muerte de Esteban, algunos de los discípulos
predicaron en Antioquía de Siria y establecieron una iglesia que
más tarde se convertiría en la iglesia misionera que envía a Pablo.
Esta iglesia va a tener características propias, pues en ella podían
adorar juntos judíos y gentiles. Cuando las noticias de esta condi-
ción llegaron a Jerusalén, todos en la iglesia madre se asustaron
y decidieron enviar un representante para examinar esta nueva
relación con los gentiles. Afortunadamente, la elección del delega-
do cayó sobre Bernabé, hombre de ideas liberales, gran corazón y
muy generoso. Bernabé fue a Antioquía y en vez de condenar a la
iglesia se regocijó en ella, ajustó el movimiento y permaneció en
Antioquía para ayudar en la iglesia. Pero, este discípulo hizo algo
más, fue al hogar de Saulo en Tarso, le trajo consigo a Antioquía y
le hizo su compañero en la obra del evangelio.

51
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Tal fue el impacto de la iglesia en esa comunidad, que a los


seguidores de Cristo se les llamó “cristianos”. Además, esa iglesia
fue la que envió ayuda a los santos pobres en Judea en tiempo de
hambre y sus dirigentes y maestros llegaron a ser hombres eminen-
tes en la Iglesia Primitiva. Sobre el nombre cristianos, De Sobrino
anota lo siguiente:

El nombre “cristianos” tuvo procedencia externa, pues fueron


los no cristianos quienes comenzaron a usarlo, y entre ellos los
paganos, no los judíos, para quienes llamar a los seguidores
de la nueva secta con el nombre de Cristo o Mesías hubiera
sido injurioso para su fe en el Mesías, ya que ellos negaron
expresamente que Jesús lo fuese. Anteriormente, los cristianos
entre sí habían utilizado otros nombres para denominarse como
santos, hermanos, discípulos, elegidos y aun nazarenos, como
los llamaban los judíos, pero este nombre de cristianos les pro-
porciona una nueva identidad. El nombre de cristianos sirvió
como identificador en tiempos de algunas persecuciones como
afirma Tácito. Pedro en su primera carta, exhorta a los fieles a
glorificarse por los sufrimientos que les puedan venir por tal
nombre (1 Pedro 4:14)6.

Hasta esta época, los miembros gentiles de la iglesia eran sola-


mente aquellos que por sí mismos habían buscado admisión. Sin
embargo, bajo la dirección del Espíritu Santo, y por nombramiento
de los dirigentes más prominentes de la iglesia de Antioquía, Ber-
nabé y Saulo salieron en una misión evangelizadora a otras tierras
buscando tanto a los judíos como a los gentiles. Los dos misioneros
tomaron consigo como ayudante a un hombre más joven, Juan Mar-
cos, quien, por razones poco conocidas, les abandonó a mediados
del viaje. Ellos escogieron como sus principales campos de trabajo
las ciudades grandes, visitando Salamina y Pafos en la isla de
Chipre, Antioquía e Iconio en Pisidia, Listra y Derbe en Licaonia.

6 De Sobrino, José A. Así fue la Iglesia Primitiva. España: Bibloteca de autores cristia-
nos, 1986., p. 122.

52
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Siempre que era posible, empezaban su obra predicando en la


sinagoga, porque allí todo judío tenía derecho de hablar, y espe-
cialmente un rabí acreditado como Pablo, que venía de la famosa
escuela de Gamaliel. Por medio de la sinagoga, los misioneros
anunciaban el evangelio no sólo a judíos devotos sino también a
los gentiles temerosos de Dios. En Derbe, la última ciudad visitada
decidieron volver por el camino que habían recorrido al inicio. De
esta manera visitaron de nuevo las iglesias que habían fundado y
nombraron sobre ellas ancianos según el plan de la sinagoga. En
todos los viajes que hiciera más tarde el apóstol Pablo, vamos a
encontrar que esta metodología de trabajo fue siempre seguida.
Ahora vamos a mirar el mayor desencuentro que se produjo en
la Iglesia Primitiva. Esto se debió a que, en toda sociedad siempre
encontraremos dos grupos: Los conservadores, mirando hacia el
pasado y los progresistas, mirando hacia el futuro. El elemento
conservador judío en la iglesia sostenía que no podía haber salva-
ción fuera de Israel; de aquí que todos los discípulos gentiles
debían recibir la circuncisión y observar las reglas judías. En
cambio, los maestros progresistas liderados por Pablo y Bernabé
declaraban que el evangelio era para los judíos y los gentiles bajo
las mismas bases de fe en Cristo, sin tomar en cuenta la ley judía.
Entre estos grupos surgió una controversia tan fuerte, que amena-
zó con dividir la iglesia.
Finalmente, se celebró un concilio en Jerusalén para considerar
la cuestión del estado de los miembros gentiles y establecer una
regla para toda la iglesia. Algo que debemos mencionar es que, en
este concilio no sólo estuvieron representados los apóstoles sino
también los ancianos y toda la iglesia. Pablo y Bernabé junto a
Pedro y Santiago, el hermano del Señor, tomaron parte en el deba-
te, y luego, se llegó a la conclusión de que la ley ataba únicamente
a los judíos y no a los gentiles creyentes en Cristo. Con esta reso-
lución se completó el período de transición de una iglesia cristiana
judía a una iglesia para toda raza y país. Ahora el Evangelio podía
seguir expandiéndose en el mundo romano.

53
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Organización y administración
Cuando la iglesia comenzó en Jerusalén se gobernaba por un
concilio de apóstoles, quienes la guiaban en el poder y la sabidu-
ría del Espíritu Santo. No había ancianos, diáconos, ni obispos;
no había sínodos, distritos, parroquias, juntas, asambleas. La
estructura de gobierno se desarrolló según se iban presentando
las necesidades. La organización, por lo tanto, era muy simple.
La dirección de la congregación de Jerusalén estaba al principio
en manos de Pedro, y en menor grado de Juan. Compartían con
ellos toda la compañía apostólica como un cuerpo directivo pero
dudosamente organizado como lo intenta presentar Hechos.
Esto es deducible debido a los desencuentros internos que
tenían que enfrentar y que, desde luego fueron resueltos después
de consultas entre ellos. Así por ejemplo, tenemos el primer desen-
cuentro producido porque las viudas de los griegos no eran aten-
didas en la distribución diaria y que es narrado en Hechos 6. Eso
dio como resultado que se nombren los primeros ministros (fuera
de los doce) con una comisión, aunque no está claro si este fue
el inicio del diaconado como lo conocemos en la actualidad. Lo
que conocemos es que este oficio fue desarrollado por hombres y
mujeres.
Acerca del ministerio del diaconado no se sabe cuándo y cómo
se originó. Puede haber surgido por la necesidad que sentían los
“ancianos” de ser ayudados en la administración de los asuntos
materiales de la iglesia. En todo caso se sabe que este cargo no
comenzó con el nombramiento de los siete diáconos menciona-
dos en el capítulo 6 de Hechos. Es cierto que el trabajo que se
les encomendó era una función para diáconos, pero a ellos, sin
embargo no se les llamó diáconos. No hay ninguna indicación de
que continuaran en la ocupación de proveer para los pobres en la
congregación. Dos de ellos, Esteban y Felipe, aparecieron como
figuras importantes en la predicación del evangelio. En Hechos
21:8 a Felipe se lo llama evangelista. Así que, no existen razones
para creer que el cargo de diácono comenzó con los siete.

54
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Conocemos también que, en tiempos de los padres apostóli-


cos, los diáconos ocupaban el tercer lugar luego de los obispos y
ancianos. Ignacio escribe que los diáconos deben obedecer al obis-
po como si fuera la gracia o favor de Dios y a la junta de ancianos
como a la ley de Jesucristo. Aun más tarde, los diáconos servían
especialmente como ayudantes de los obispos.
En un período temprano, aunque algo posterior, aparecen los
presbíteros o ancianos, los cuales permanecen hasta hoy, pero es
imposible determinar si éstos eran solamente los miembros más
ancianos de la iglesia o funcionarios similares a los de la sinagoga
judía.
En la sinagoga, el anciano, que seguía a los gobernadores en
autoridad, ocupaba un lugar prominente. Puede ser también que
los miembros de mayor edad en la comunidad cristiana fueran
automáticamente considerados como líderes y que, luego el cargo
de anciano se estableciera por elección o nombramiento.
Al anciano podría quizá llamárselo el puesto básico en la igle-
sia. Otros cargos o servicios, como por ejemplo el de obispo, se
derivaron, o se desarrollaron, en conexión con el cargo de anciano.
La primera referencia a los ancianos (Hechos 11:31) tiene que ver
con el auxilio enviado a los hermanos necesitados de Jerusalén por
mano de Bernabé y Saulo, el cual fue entregado a los ancianos allí.
En Hechos 14:23 se menciona que Pablo y Bernabé habían nom-
brado ancianos en las iglesias que Pablo estableció en su primer
viaje misionero. Se nota también en el capítulo 15, el cual describe
el concilio de Jerusalén, la presencia de ancianos.
Es con referencia a las iglesias gentiles fuera de Palestina que
leemos de ancianos y diáconos. Al comienzo del siglo II el cargo de
obispo, como veremos, se hizo muy importante. Hasta ese enton-
ces, en el contexto neotestamentario, los ancianos reciben también
el nombre de “obispos” (Tito 1:5-9).
Así, otro término que aparece con relación a la administración
es el de “obispos”. Estos tenían el sentido de superintendentes o
supervisores; sin embargo, se conoce de iglesias que tenían varios
obispos, lo que apoya la idea de que en el principio en algunas y

55
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

tal vez en todas las iglesias, los títulos de ancianos y obispos eran
permutables dentro del mismo puesto oficial.
La primera diferencia entre ancianos y obispos la tenemos
en las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía en Siria, escritas
alrededor del 115 d.C. Hallándose en camino hacia Roma como
prisionero, para morir como resultado de su testimonio y activi-
dad dirigente, escribió cartas a las iglesias de Asia Menor en Efeso,
Magnesia, Tralles y Filadelfia; a Policarpo, obispo de Esmirna y
a la iglesia en Roma. En todas estas cartas, excepto en la enviada
a Roma, donde no había obispo, se exhorta a los creyentes a que
obedezcan y sean leales al obispo local. Ignacio, en estas cartas
deja ver algo de la organización de las iglesias y del concepto que
él tenía sobre la misma. Se evidencia que en varias iglesias había
un solo obispo.
Ignacio ordenaba obediencia al obispo, y hablaba de pres-
bíteros y diáconos como si ellos fueran oficiales reconocidos en la
iglesia y mandó que se les obedeciera a ellos también. Nada había
de hacerse sin el obispo y la Santa Cena había de ser administrada
o por el obispo o por alguna persona a quien el obispo hubiese
encargado esa función.
En esos días el cargo de obispo era el de “anciano líder” en una
congregación o el de líder de todas las iglesias de la ciudad. Esta
última era la posición de Ignacio en Antioquía y de Policarpo en
Esmirna. Esos obispos eran llamados “monárquicos” lo que signi-
fica “gobierno por un solo individuo”.
Las razones por las que elevaron el oficio a obispo en diferen-
cia al cargo de ancianos son las siguientes:
• La administración de la iglesia lo requería.
• La persecución.
• La aparición de herejías.
Es así como surge el obispo metropolitano. Con el tiempo, el
obispo de la iglesia en una ciudad capital de una provincia romana
vino a ser considerado como la cabeza de toda la iglesia en la pro-

56
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

vincia. Se le llamaba el obispo metropolitano (del griego metrópolis


que significa “ciudad” o “madre”). En cinco ciudades del imperio
el obispo metropolitano vino a ser conocido como el patriarca.
Estas ciudades fueron Roma, Alejandría, Constantinopla, Antio-
quía y Jerusalén. El patriarca de Roma era la cabeza en la parte
occidental del imperio y vino a ser conocido como el “Papa”.
Algo que debemos reconocer es que, la uniformidad en la
estructura eclesiástica no se logró de golpe. La primera mención
que se hace acerca de lo que parecen ser oficiales o dirigentes en la
gran iglesia gentil de Antioquía, se refiere a profetas y maestros,
pero de diáconos, ancianos y obispos nada se dice.
En una de sus cartas a la iglesia de Corinto, donde Pablo
parece haber nombrado a los oficiales de la iglesia, él nombra
apóstoles, profetas y maestros. En su epístola a los Romanos se
mencionan profetas, ministros, maestros, exhortadores, dadores y
presidentes, según parece ser el orden que era familiar a Pablo. En
otra epístola la lista es: Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores
y maestros.
Las posiciones o cargos mencionados eran temporarios y
permanentes; pues en la Iglesia Primitiva habían hombres y muje-
res con dones especiales que ejercían influencia en la comunidad
cristiana. Estos líderes generalmente no estaban asociados con una
iglesia en particular, pero como los apóstoles servían en diferentes
congregaciones.
En la primera generación de la iglesia de Jerusalén, Santiago,
hermano de Jesús, era considerado su dirigente, pero sólo más
tarde le fue dado el título de obispo. También es claro que la igle-
sia de Jerusalén tenía ancianos.
Por otra parte, la Didaché daba una lista extensa de reglas para
reconocer y ayudar a los profetas y maestros viajantes. Los cre-
yentes que tenían dones especiales quedaron cada vez más bajo
la autoridad del obispo y realizaban solamente un servicio local.
Los cargos de obispo, anciano y diácono se hicieron permanentes;
cada uno tenía sus propias responsabilidades y autoridad y juntos
formaban el gobierno estable de la iglesia.

57
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

El lugar de reunión7
Durante los dos primeros siglos después de Cristo, los cristia-
nos no tuvieron edificios eclesiásticos, en razón de que no podían
poseer propiedades por no tener una posición legal en el Imperio
Romano. Las congregaciones cristianas se reunían en casas de
familia donde desarrollaban su vida como comunidad de fe.
Tres grandes acontecimientos en la historia del cristianismo neo-
testamentario ocurrieron en una casa de Jerusalén: La última cena de
Jesús con sus discípulos (Marcos 14:12-26); las apariciones del Jesús
resucitado a los apóstoles (Juan 20:14-29) y la venida del Espíritu
Santo (Hechos 2). En el Nuevo Testamento se mencionan muchas
“casas” en las que se reunía la Iglesia Primitiva y se dan los nombres
de sus dueños:
En Filipos fue Lidia (Hechos 16:40); en Corinto, Justo (Hechos
18:7); en Roma, Epeneto, Asíncrito, Flegonte, Hermas, Patrobas,
Hermes, Filólogo, Julia, Nereo y Olimpas (Romanos 16:5,14, 15);
en Efeso, Aquila y Priscila, entre otras. Estas iglesias caseras fue-
ron características del período neotestamentario y hasta el segun-
do siglo. Los primeros cristianos se sentían felices al reunirse en
sus propias casas.
Los paganos tenían templos, los judíos, sinagogas, pero los cris-
tianos eran algo nuevo e ilegal, no tenían reconocimiento oficial y
eran sospechosos. La única propiedad privada de las iglesias fueron
las tumbas, allí se reunían especialmente en tiempos de persecución.
Fueron pues, entonces, estas iglesias caseras las que expandieron el
cristianismo por todo el mundo romano y más allá también.

Pensamientos filosóficos
En esta época debemos considerar las siguientes corrientes filo-
sóficas:

7 Deirós, Pablo A. Historia del cristianismo. El Paso: Casa Bautista de Publicacio nes,
1985., pp. 9-12.

58
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

ESTOICISMO

Esta era la filosofía dominante en el Imperio Romano en el


tiempo de Cristo y de la Iglesia Primitiva. El nombre se deriva
de la palabra griega stoa que significa “galería” o “pórtico”. Era
el nombre que se daba a un corredor o arcada pública cerca del
mercado en Atenas, donde los hombres se reunían para discutir
diferentes asuntos. Aquí Zenón, un nativo de Chipre, enseñó filo-
sofía alrededor del 300 a.C. A su filosofía se la llamó “estoicismo”
por causa del lugar donde se enseñaba. Sus enseñanzas y la de sus
sucesores, deban más importancia a la conducta humana que a la
naturaleza del universo. El y sus sucesores enseñaron que sola-
mente la materia existe.
No hay tal cosa como el espíritu, mente y cuerpo; en realidad
son materiales. Aun Dios es material, el universo es su cuerpo y
él es su alma. El estoicismo, por consiguiente, es una especie de
panteísmo, es decir, todo es Dios. El hombre está relacionado con
él como una gota de agua se relaciona con el océano o como una
chispa con el fuego que la provoca. Dios como alma del mundo,
gobierna todas las cosas, ama a los hombres y desea todo lo
bueno.
Por cuanto el hombre está relacionado con Dios, debería ir
hacia donde la razón divina, llamada el logos, le guía. La verda-
dera sabiduría consiste en descubrir el camino de Dios para los
hombres. La persona verdaderamente humana no resiste la guía
de Dios; se rinde a ella, no importa cuán penoso le resulte, pues
Dios le ama. La virtud es una y es indivisible. Las cuatro cualida-
des más sobresalientes del carácter son la sabiduría, el coraje, la
moderación y la justicia. Si uno carece de estas cualidades, carece
de todas; si realmente tiene una, las tiene todas. Ser libre y feliz
significa conocerse a sí mismo, conocer la voluntad de Dios para
uno y vivir de acuerdo con ese conocimiento.
El estoicismo era tanto una religión como una filosofía. Por su
carácter filosófico era aceptado solamente por la gente culta. Las
masas no podían razonar de la manera que el estoicismo lo reque-

59
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

ría. Uno de los emperadores, Marco Aurelio, seguía estas enseñan-


zas. Había mucho en el estoicismo que los cristianos podían usar
y lo usaban, pero sólo atraían a los más preparados. Sin embargo,
aun estos carecían de poder como para hacer lo que el amor y la
justicia lo requerían. Una de las más crueles persecuciones del
imperio contra los cristianos, la llevó a cabo precisamente Marco
Aurelio.

LOS APORTES DE
FILÓN DE ALEJANDRÍA

Este judío nació alrededor del año 20 a. C. y murió poco des-


pués del 40 d.C.
En algunos aspectos Filón era más griego que judío. Se entregó a
la filosofía de una manera poco común en un judío, hablaba y escri-
bía el griego mejor que el hebreo, pero al mismo tiempo, permane-
ció siempre como un judío verdadero. Consideraba que la más alta
autoridad divina se encontraba no en la filosofía sino en el Antiguo
Testamento, especialmente en el Pentateuco. Sostenía que cualquiera
cosa que fuera cierta en la filosofía de los griegos ya había sido expre-
sada antes en las Escrituras. Él creía que de alguna forma los griegos
habían obtenido sus ideas principales del Antiguo Testamento.
Filón trató de combinar las escrituras del Antiguo Testamento
con la filosofía griega, lo que le trajo un problema con respecto a
la doctrina de la creación. Según la enseñanza bíblica Dios creó al
hombre de la materia, pero los filósofos griegos no podían aceptar
esto pues sostenían que Dios no puede tener contacto con la mate-
ria que es el origen de todo mal.
Por lo tanto, Filón, como los griegos colocó un mediador entre
Dios y el mundo. Este mediador se halla en el logos. Él era conside-
rado como el más grande de los poderes que rodea a Dios. En él vio
Filón un poder divino menor que Dios que estaba entre Dios y el
mundo. A través de él, Dios había creado todas las cosas. Más tarde,
este pensamiento jugó un papel importante en el esfuerzo de los
pensadores cristianos para explicar la relación de Cristo con Dios.

60
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Personajes destacados
La iglesia naciente contaba con hombres de gran personalidad
y fuerza que no tenían temor de manifestar y defender su fe fren-
te a las autoridades de aquel tiempo. Entre estos personajes des-
tacados de la Iglesia Primitiva tenemos a los apóstoles Pedro y
Pablo. Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la iglesia iba
creciendo cada vez más, y estos personajes jugaron un papel muy
importante.

EL APÓSTOL PEDRO

Cuando leemos los seis primeros capítulos del libro de los


Hechos notamos que hay un personaje que sobresale continuamen-
te: El apóstol Pedro.
En cada ocasión Pedro sale al frente como el proyectista, el pre-
dicador, el obrador de milagros y el defensor de la naciente iglesia.
Esto no era porque Pedro fuese Papa o gobernante divinamente
nombrado; sino que era el resultado de su prontitud en decidir,
su facilidad de expresión y su espíritu directivo. Al lado de Pedro
el práctico, también vamos a encontrar a Juan, el contemplativo y
espiritual.

EL APÓSTOL PABLO

Por medio de este hombre, Dios salvó al cristianismo de ser


una secta del judaísmo. Bajo las enseñanzas del apóstol Pablo, el
mundo gentil quedó libre de la ley mosaica en cuanto a todo lo
ritual y ceremonial. Los requisitos para entrar en el cristianismo
fueron el arrepentimiento y la fe para salvación, y en la práctica,
la vida moral y consagrada para Dios.
La obra misionera del apóstol Pablo no tiene paralelo en la
historia del cristianismo, sus actividades evangelísticas comenza-
ron desde su conversión, pero su obra prominente comenzó como

61
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

ayudante de Bernabé en el avivamiento de Antioquía. Luego de


esto, por indicación del Espíritu Santo, esta iglesia autorizó su
ordenación para la obra misionera entre los gentiles. Desde allí,
Bernabé y Saulo (el nombre judío de Pablo) predicaron la Palabra
en Chipre y por la región de Galacia. En el segundo viaje, una dife-
rencia de opiniones motivó la separación de Bernabé y Pablo, por
lo que Bernabé escogió a Marcos, y Pablo a Silas como compañero
de viaje.
Pablo y Silas llegaron hasta Macedonia y Grecia, terminan-
do el viaje en Corinto donde estuvieron año y medio. Durante
el tercer viaje, Pablo estuvo tres años en la ciudad de Efeso en la
provincia de Asia. Pero, al volver a Jerusalén fue acusado por los
judíos y hecho prisionero por los romanos. Después de hacer su
apelación a César fue llevado a Roma.

62
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Unidad III:

Encuentros y desencuentros
en la Iglesia Patrística

E
l cristianismo se iba extendiendo cada vez más e iba desa-
rrollando sus organizaciones y perfeccionando sus pensa-
mientos en cuanto a la fe, al mismo tiempo que surgían
divisiones en sus filas.
En la época patrística o de los padres de la iglesia también se
estaban formulando procesos y normas para el ingreso a la iglesia.
Las formas de culto se estaban desarrollando y elaborando para
alcanzar y conservar los ideales cristianos.
Asimismo, son notables los escritos de los padres de la iglesia,
de los apologistas, el surgimiento de las herejías y controversias
y la ampliación de las persecuciones por parte de las autoridades
romanas 8.
A continuación desarrollamos los encuentros y desencuentros
que marcaron la historia del cristianismo desde esta época hasta el
futuro.

8 Apuntes de clase. Curso de Misiología. Quito: Seminario Teológico Nazareno Sud-


americano, 1999.

63
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Los escritos de los


padres de la iglesia
Hacia fines del primer siglo y durante la primera mitad del
segundo aparecieron en la iglesia varios escritos cristianos muy
importantes. Sus autores se conocen con el nombre de Padres
Apostólicos (padres de la iglesia). Se les dio este nombre porque
la iglesia los consideraba como discípulos de los apóstoles.
Los padres en cuestión son los siguientes: Clemente de Roma
(95 d.C.), Ignacio de Antioquía (110-117 d.C.), Policarpo de Esmir-
na (117-118 d.C.), Bernabé, probablemente de Alejandría (130
d.C.), Hermas de Roma (100 d.C.) y Papías de Hierápolis en Frigia
(140 d.C.).
Entre los escritos de estos padres se encuentra un manual de
instrucción cristiana titulado Las enseñanzas de los doce Apóstoles,
mejor conocido como la Didaché, escrito en Siria alrededor del año
100. Así tenemos las siguientes obras:

LAS CARTAS DE CLEMENTE


Y POLICARPO

La cartas que escribieron estos dos hombres son en cierto


modo similares. Ambas fueron dirigidas a iglesias donde había
dificultades. Un grupo en la iglesia de Corinto se había rebelado
contra los ancianos y los había depuesto. Clemente escribió rogán-
doles que los repusieran en sus cargos y abogando por la unidad
de la iglesia. En Filipos había celos y Policarpo les escribió para
ayudar a establecer la unidad con los hermanos.

LAS CARTAS DE IGNACIO

El tema central de estas cartas es la unidad de la iglesia y la


autoridad del obispo.

64
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

EL PASTOR DE HERMAS

Es el más extenso de los escritos aquí mencionados. Consiste


en visiones, mandamientos celestiales y muchas parábolas de
la vida cristiana. Su tema principal es “el arrepentimiento que
conduce al bautismo”. Según este libro, en el bautismo todos los
pecados pasados son perdonados, después del bautismo es posi-
ble arrepentirse del pecado y ser perdonado sólo una vez más.
Probablemente se refería a los pecados mayores, lo que hoy día
la Iglesia Romana llama “pecado mortal”. En todo el libro hay un
énfasis constante sobre la vida santa.

LA CARTA DE BERNABÉ

Ésta trata sobre lo que él entiende es el Antiguo Testamento.


Lo convierte, en su totalidad, en un libro cristiano al interpretarlo
figurativamente. Por ejemplo, la enseñanza del Antiguo Testamen-
to sobre los animales limpios e inmundos. Bernabé explica que
aquellos que piensan continuamente en la Palabra de Dios y en
cosas santas (es decir “rumian”) y que viven en este mundo, pero
al mismo tiempo miran con expectación hacia la nueva vida (es
decir, las dos partes de la pezuña) agradando a Dios, son limpios.

La Didaché es un manual de enseñanza cristiana que trata sobre


tres asuntos:

• La diferencia entre el camino de la vida y el camino de la


muerte. El camino de la vida es la forma cómo los cristianos
deben vivir. El camino de la muerte se conoce por la mala
conducta de los que andan en él.
• Instrucciones para la adoración cristiana.
• Varias indicaciones para diferenciar un profeta falso de uno
verdadero.

65
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

EVALUACIÓN DE LOS DOCUMENTOS

Todos estos documentos muestran un profundo amor hacia


Cristo y una alta estima por la unidad de la iglesia y su comunión,
así como revelan una firme autodisciplina para mantener la vida
santa y un llamado al espíritu de amor mutuo entre los cristianos,
por lo que se constituyen en una lectura edificante, y nos ayudan
a discernir cuán profundos eran los recursos espirituales de la
Iglesia Primitiva.
Por otro lado, algunas de las enseñanzas son preocupantes,
como las siguientes:

Una ansia morbosa por el martirio

Lo cual es muy evidente en la carta de Ignacio a los romanos.


Esta actitud de buscar el martirio, de glorificar el sufrimiento y lo
que entendían como alcanzar la presencia de Cristo, fue adoptada
durante las persecuciones que vinieron más tarde.

Las enseñanzas de Hermas


en “el pastor” sobre el bautismo

Estas no tienen base bíblica. Como resultado de esta ense-


ñanza, muchos creyentes de la Iglesia Primitiva rehusaban bauti-
zarse hasta muy tarde en la vida o hasta cuando ya estaban en su
lecho de muerte. El ejemplo más notable fue el emperador Cons-
tantino.

El énfasis incorrecto
sobre las buenas obras

A la luz de las enseñanzas de Hermas sobre el bautismo, a


menudo los Padres dan la impresión de que la obra de salvación
se divide en dos partes: Lo que Cristo ha hecho por nosotros lim-
piándonos de los pecados cometidos antes del bautismo, y lo que

66
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

debemos hacer nosotros después del bautismo. Esto difiere de la


enseñanza de Pablo sobre la justificación por fe en la obra salva-
dora de Cristo.

Las alegorías de Bernabé

Él usó una forma de comprender la Biblia que era practicada


tanto por los griegos como por los judíos en su literatura sacra. Se
llama alegorización. El uso apropiado de alegorías sirve para ense-
ñar, pero puede ser mal usada cuando un escritor u orador indica
el significado de cosas escritas o dichas por otro que nunca pensó
dar ese significado a las palabras.

Extensión del cristianismo


y vida de la iglesia
No se conoce mucho de la forma cómo se extendió el cristia-
nismo en esta época, pero es evidente que continuaba creciendo,
pues se hallaban cristianos no solamente en todas las provincias
del Imperio sino también fuera, en Mesopotamia.
En el tercer siglo la expansión es aun más notable. En las gran-
des ciudades de la cuenca mediterránea y de importantes centros
de la cultura helenística, los cristianos llegaron a ser numerosos.
Antioquía y Alejandría eran notables por sus numerosas y fuertes
comunidades cristianas. Ciudades más pequeñas, pero también
importantes como Efeso eran prominentes sitios donde se com-
partía la fe. La mayor parte de los pueblos del oriente que tenían
menos influencia de la vida helénica aceptaron lentamente el
cristianismo.
En Egipto, el cristianismo tardaba en ganar adeptos entre la
población, porque ellos no hablaban el griego; sin embargo, en el
siglo cuarto ya fueron traducidas las Escrituras en más de uno de
los idiomas vernáculos, lo cual ayudó a poner los fundamentos de
una iglesia egipcia.

67
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Las costas septentrionales de África, especialmente en Cártago


y sus alrededores en la moderna Túnez y Argelia, muy pronto
tuvieron iglesias cristianas vigorosas. Aquí se produjo la primera
literatura cristiana de importancia, en latín. La iglesia de Cártago
vino a ser prominente en la fraternidad cristiana. Con ella estaban
asociados los nombres de escritores que pronto llegaron a ser pro-
minentes, como Tertuliano y Cipriano.
Existen pocos detalles de la extensión del cristianismo en Italia,
fuera de Roma, pero para mediados del tercer siglo parece que la
península tenía como cien obispados. Sicilia también tenía cristia-
nos en el segundo y tercer siglos.
En cuanto a la vida de los cristianos de esta época debemos
anotar que, aunque se regían por las Escrituras, también van a ser
influenciados por posiciones filosóficas e ideológicas. Éstas, a la
larga, van a incidir en la introducción de creencias y ceremonias
paganas dentro del cristianismo, especialmente, después del siglo
cuarto.
Todo esto se debió mayormente, a la mala comprensión de los
principios fundamentales del cristianismo. Así, se sustituyen la
espiritualidad por el formalismo y la fe viva por los ritos, surgien-
do posteriormente los cambios de doctrina y práctica.

La oposición al cristianismo:
Los apologistas y la persecución
Algo que debemos indicar como muy significativo en la exten-
sión del cristianismo, fue el hecho de que en sus tres primeros
siglos, éste se halló frente a una persecución tan fuerte y severa,
que llegó a lo máximo en el siglo cuarto. Pese a todas estas circuns-
tancias, el cristianismo crecía más y más.
En el principio, los principales perseguidores eran los que se
aferraban al judaísmo y se contrariaban por la manera en que
sus instituciones eran menoscabadas por los cristianos, a quienes
consideraban una secta. Con la separación del judaísmo y el cristia-
nismo, la mayoría de los convertidos eran gentiles, sin embargo,

68
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

a pesar del antagonismo que existía entre el judaísmo y el cristia-


nismo, la persecución empezó a ser menos frecuente.
A más de esto, los cristianos tuvieron que hacer frente a la
oposición de los paganos que había en su derredor. Los creyentes
tuvieron que sufrir la crítica por los siguientes motivos:

1. Los cristianos no querían compromisos con el paganismo


sino que se retiraban de él, abandonando las costumbres de
aquella corrompida sociedad: Festejos, diversiones públicas
y prácticas paganas. Esto hizo que comenzaran a tildarlos
de ateos.
2. Para evitar la atención de los oficiales del gobierno, los cris-
tianos celebraban sus cultos secretamente. Esta fue la causa
de que se tejieran toda clase de malvadas intrigas sobre
ellos, acusándolos de inmorales o de caníbales. Se llegó a
decir que en la Santa Cena comían carne y bebían sangre
humana.
3. Los cristianos habían dejado el culto a los ídolos paganos.
Por este motivo, muchos paganos afirmaban que el descui-
do de los antiguos dioses que habían dado poderío a Roma,
era causa de los desastres que estaban acosando al mundo
romano.

Aunque eran absurdas y muy mal fundadas, las muchas críti-


cas que recibía el cristianismo, éste seguía trastornando la cultura
existente. Ante éstas, los cristianos contestaban los ataques sobre
su fe, pero no hacían más. Contraatacaban señalando las debili-
dades de las religiones paganas y dando razones positivas de su
fe. Muchos de estos escritos apologistas han llegado a nuestra
época. Así encontramos algunos que fueron escritos en el segundo
y tercer siglos.
Pocos de los apologistas de este tiempo daban atención a los
judíos y el judaísmo. Tampoco prestaban atención a las religiones
basadas en mitos. Ellos atacaban desaprobando al paganismo en
general. Denunciando las inmoralidades atribuidas a los dioses,
condenaban las inconsecuencias del culto politeísta y arrojaban

69
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

escarnio sobre los conceptos e imágenes antropomórficos de los


dioses. También atacaban las filosofías que gozaban de populari-
dad entre las clases altas, señalando las debilidades morales de los
principales filósofos.
Así, Tertuliano de Cártago, quien era abogado antes de ser cris-
tiano, sostenía que la razón, la que constituía la seguridad de
los filósofos, era una guía falsa hacia la verdad. Esta debía hallarse
en la revelación de Dios en Cristo. Para él, el evangelio era desde
el punto de vista de la filosofía, tontería divina, como había dicho
Pablo hacía mucho. De esta manera, los apologistas daban mucha
importancia a Jesús y a la creencia cristiana en Dios.
A pesar de los apologistas, las persecuciones que llevó a cabo
el gobierno romano fueron persistentes. Las iglesias cristianas
eran asociaciones que no estaban legalmente autorizadas y las
autoridades las miraban con recelo. Los cristianos eran citados
ante los tribunales como transgresores de las leyes contra la tradi-
ción, el sacrilegio, la práctica de un culto extraño y la práctica
de la magia. El antagonismo era marcadamente notorio, por una
parte, los cristianos reverenciaban a Cristo como el Kyrios o Señor
de toda la tierra, y miraban al Emperador, para quien se hacía
la misma pretensión como el Anticristo, mientras que, las autori-
dades imperiales eran hostiles a quienes prestaban lealtad a un
rival del Emperador.
De esta manera se dieron las persecuciones, las cuales pode-
mos dividirlas en períodos. Estas fueron en general en todo el
imperio, con decididas intensiones de extirpar el cristianismo
como una amenaza al bien común. Desde el año 65 d.C. hasta el
año 303 d.C., los cristianos sufrieron estas violentas persecuciones
por manos de los siguientes emperadores:

NERÓN (54 AL 68 D.C.)

La persecución iniciada por Nerón en el año 65 d.C., fue la más


famosa de las primeras persecuciones. El informe detallado sobre
ésta viene de los “anales” de Tácito, escritos 50 años después del

70
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

acontecimiento. Él escribió que Nerón para aplacar el repugnante


rumor de que el gran incendio de Roma había sido producido
por órdenes suyas, trató de arrojar la culpa sobre los cristianos, a
quienes acusó de odio a la raza humana. Algunos cristianos, tanto
hombres como mujeres, fueron apresados y cruelmente martiri-
zados. Envueltos en pieles de animales salvajes fueron despedaza-
dos por los perros, otros fueron crucificados y envueltos en llamas
para iluminar un circo que Nerón mandó arreglar en sus propios
jardines para la muchedumbre. La tradición también cuenta que
en esta persecución Pedro y Pablo fueron muertos.

DOMICIANO (81 AL 96 D.C.)

A la muerte de Nerón, las iglesias gozaron de un tiempo de


paz y tranquilidad. Pero al subir Domiciano al trono imperial, la
persecución estalló de nuevo.
Eusebio citó las palabras de un escritor pagano llamado Brut-
tius, afirma que bajo Domiciano muchos cristianos sufrieron el
martirio.
Algunos historiadores hallan la razón de esta persecución en
la negativa de los cristianos de pagar el didracma que el estado
romano exigía que se le pagara. Hay otra razón que tiene más
fundamento histórico, y es la que dice que Domiciano andaba con
pretensiones de ser adorado como un dios identificándolo con la
obligación del culto al emperador. Como los cristianos rehusaron
a este culto se produjo la persecución contra ellos.

TRAJANO (98 AL 117 D.C.)

De este emperador no se puede decir que inició una persecu-


ción, sino más bien confirmó la ley que existía en contra de los cris-
tianos. Como él confirmó esta ley existente muchos gobernadores
romanos exigían su cumplimiento y por esto hubo mártires. Bajo
este emperador fueron martirizados Clemente de Roma, de quién
se dice que fue desterrado; también Ignacio de Antioquía. Lo que

71
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

conocemos de este “padre de la iglesia” es por sus cartas escritas


mientras lo llevaban a Roma para ser martirizado. En ellas cuenta
la manera en la que era torturado así como de sus tormentos que
le amenazaban.

ADRIANO (117 AL 138 D.C.)

Algunas de las persecuciones fueron efectuadas por los empe-


radores más capaces y nobles de Roma, como Adriano, quien
gobernó entre el 117-138 d.C. Este emperador fue un fiel conti-
nuador de la política de Trajano. Insistió en que los inocentes del
cargo de ser cristianos fuesen protegidos pero permitió que toda
acción legal se efectuase contra los verdaderos creyentes.

ANTONINO PÍO (138 AL 161 D.C.)

Los cristianos en Roma también sufrieron en tiempos de Anto-


nino Pío, quien gobernó entre 138-161 d.C. Este siguió la misma
política de benevolencia de Adriano que decía que solamente a
aquellos que se le acusan y prueban sus faltas a las leyes romanas
se le aplicarán el castigo que merezca su delito.

MARCO AURELIO (161 AL 180 D.C.)

Marco Aurelio, uno de los más grandes emperadores, tenía


gran aversión por los cristianos probablemente porque los consi-
deraba como un peligro contra la estructura de la civilización que
él estaba tratando de mantener. Esta persecución tuvo principio
con un levantamiento popular en agosto de 177 d.C. Durante su
reinado hubo persecuciones inclusive en Galia.
Como en los reinados anteriores hubo también mártires y per-
secuciones de cierta importancia. Podemos mencionar el martirio
de Justino, filósofo, hombre eminente entre los apologetas.

72
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

CÓMODO (180 AL 192 D.C.)

Cómodo, indigno hijo de Marco Aurelio, continuó la persecu-


ción terminando así el estado de relativa paz para los cristianos.
Los cristianos encontraron en Marcia, su esposa, una poderosa
intercesora a favor de los cristianos, librando a muchos de ellos de
la condena a trabajos forzados en las minas, los cuales habían sido
condenados por su fe.

SEPTIMIO SEVERO (193 AL 211 D.C.)

Durante la primera parte de su reinado, Septimio Severo (193-


211 d.C.) fue favorable a los cristianos, tenía a algunos de ellos
en su familia oficial e inclusive su hijo Caracala fue confiado al
cuidado de una nodriza cristiana. Sin embargo, en el 202 expidió
un decreto que prohibía las conversiones al judaísmo o al cristianis-
mo e inició una persecución de la cual tenemos abundantes noti-
cias desde África del Norte y Egipto. Aquí pereció el padre de
Orígenes.
Los cristianos siempre eran mirados con sospecha tanto en las
esferas populares como entre los ciudadanos de las esferas altas.
Su peligro se acentuó debido al hecho de que sus posesiones eran
entregadas a sus acusadores que tenían pruebas de su fe. La con-
fiscación de bienes, el encarcelamiento y la tortura podía sobre-
venirles en cualquier momento, seguido por trabajos forzados
en las minas y aun por ejecución. Algunos cristianos buscaban el
martirio. Esto sucedía en parte porque los hacía acreedores a los
honores de parte de sus hermanos y porque creían que el martirio
borraría todos los pecados que habían cometido. También era cau-
sa del fervor religioso que los impulsaba a ambicionar el compartir
la suerte de su Señor. Mas el sentir de la mayoría de los cristianos
era que, aunque reverenciaban a los verdaderos mártires, era
contraria a aquel deseo de buscar innecesariamente el arresto.
Algunas iglesias inclusive, pagaban dinero a los oficiales para
quedar a salvo de la persecución.

73
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

ALEJANDRO SEVERO (222 AL 225 D.C.)

Este fue más benévolo con los cristianos que todos los empe-
radores anteriores. Durante este reinado los cristianos podían pre-
sentarse como una “corporación” legal, y por esto adquirir bienes.
Es así como los cristianos empezaron a levantar sus edificios para
llevar a cabo sus cultos.

MÁXIMO DE TRACIA (235 AL 238 D.C.)

Con este emperador comienza en el imperio un período de


verdadera anarquía militar. Por esta causa los emperadores se
suceden rápidamente y casi todos de muerte violenta en manos de
sus conspiradores.
Desde un principio hizo perseguir a los cristianos por la razón
de que estos habían sido favorecidos por Alejandro Severo a quien
él destronó.

DECIO (249 AL 250 D.C.)

No obstante, la persecución más severa y general que había


sufrido la fe llegó en el año 250 d.C. Esta fue obra del emperador
Decio, quien subió al poder en el año 249 d.C. Se supone que esta
persecución fue desatada porque Decio, quien era aclamado por
sus seguidores como la personificación de las viejas virtudes roma-
nas, tenía la tendencia a encontrar la causa de las calamidades y
la decadencia que palpablemente estaba afectando a la sociedad,
en el abandono de los dioses romanos. Así, él promulgó varios
edictos que implicaron la orden de que todos los ciudadanos del
Imperio ofreciesen sacrificio a los dioses. A los que obedecían, les
daban certificados de que habían cumplido.
Los cristianos no fueron especificados en el decreto, pero los
sacrificios debían ser hechos por todos, sean de cualquier fe. Esto
hizo que los cristianos sufrieran mucho más. Sacrificar era apostasía
y de acuerdo con la creencia cristiana, la apostasía era uno de

74
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

los pecados imperdonables. Muchos cristianos prefirieron perder


su vida física antes que su vida espiritual y fueron encarcelados,
y entre ellos Orígenes, el obispo de Roma y el anciano obispo de
Jerusalén. Otros se retiraron a lugares de relativa seguridad como
Cipriano, el obispo de Cártago.
Felizmente, esta persecución fue de corta duración, ya que
Decio murió en una guerra contra los godos. Bajo su sucesor, Galo
(251-253 d.C.), la persecución no se prolongó por mucho tiempo lo
cual permitió que la iglesia se fortaleciera.

VALERIANO (253 AL 260 D.C.)

Bajo el gobierno de Valeriano, la persecución se desató feroz-


mente. Esta persecución fue dirigida más astutamente que las ante-
riores, ya que, los obispos de las iglesias fueron separados de entre
los fieles y se les pidió que rindiesen homenaje a los viejos dioses,
bajo pena de destierro. Se amenazaba a los cristianos con la muerte
si asistían a alguna reunión o culto de la iglesia o aun si visitaban
algún cementerio cristiano. Parece que el motivo de esta persecu-
ción fue que el estado todavía estaba amenazado por los enemigos
y por la peste, de lo que se culpó a los cristianos. La acción contra
los cementerios cristianos, fue que para tener organizaciones que
estuviesen dentro de la ley, los cristianos se organizaban en asocia-
ciones sepulcrales, grupos que podían recibir reconocimiento legal.
La persecución terminó repentinamente cuando Valeriano en una
guerra contra los persas fue capturado y desapareció de la historia.

GALIANO (260 AL 268 D.C.)

Galiano, hijo de Valeriano, anuló la política de su padre y expi-


dió edictos de tolerancia para el cristianismo. La iglesia emergió
con un nuevo aumento en sus mártires, lo que le aumentó la fe y
el coraje.
Sin embargo, junto con este progreso la iglesia dio paso al
mundanalismo, ya que entraron muchos paganos con sus doctri-

75
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

nas y hábitos de vida que causaron tanta debilidad en el seno de


la iglesia hasta el punto de no sentirse en condiciones de hacer
frente a una persecución implacable, la cual llegó por manos de
Diocleciano.

DIOCLECIANO (284 AL 305 D.C.)

Diocleciano reinó desde el 284-305 d.C., tal vez fue de origen


de esclavos pero se lo elevó al trono por sus proezas militares. Él
sostuvo la religión del estado con fines políticos, persiguiendo
cruelmente a los cristianos. Para esto, promulgó un decreto en el
que obligaba a todos los soldados a sacrificar a los ídolos, debien-
do ser excluídos los que rehusasen obedecer y ejecutados los que
manifestasen celo por el cristianismo.
Además, en todas partes fueron publicados edictos reales que
ordenaban la destrucción de los templos cristianos y la quema de
las Escrituras, se degradaba a aquellos que ocupaban posiciones
honrosas y se privaba de libertad a los que persistían fieles al cris-
tianismo.
Este edicto, conforme indica Eusebio, fue publicado en el 303,
seguido además de otros decretos que ordenaban que todos los
oficiales de las iglesias fuesen encarcelados primero y en seguida
llevados por cualquier pretexto a ofrecer sacrificios a los ídolos. Esta
orden imperial fue ejecutada severamente. Multitudes se apresura-
ron a negar su fe y a entregar las copias de las Escrituras, pero otros
prefirieron soportar las más terribles torturas y rehusaron entregar
lo que poseían o someterse de cualquier modo. Otros, en cambio
usaron medios ilícitos para evadir el cumplimiento de la ley.

CONSTANTINO (312 AL 313 D.C.)

Felizmente, la persecución terminó cuando Constantino subió


al trono. Este emperador se asoció a los buenos propósitos de su
padre Constancio para con el cristianismo, quien como goberna-
dor de Britinia, Galia y España, auxilió y protegió a los cristianos,

76
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

todo lo que le fue posible, sin perjudicar sus conveniencias. Sin


embargo, la persecución era severa en el oriente auspiciada por
Maximiliano. Después de constituirse en el único emperador de
occidente, Constantino atribuyó su victoria al Dios de los cristia-
nos y promulgó el edicto de tolerancia en el año 313 d.C. Este
edicto es conocido como el edicto de Milán que reconoce el final
definitivo de las persecuciones por parte del imperio.
Más tarde, Constantino venció a Majencio, quien gobernaba
en el oriente y se constituyó en el único emperador. Después de
Constantino, el cristianismo fue declarado como la religión legal
para todos aquellos que quisiesen abrazarla. De esta manera, el
cristianismo triunfó en el Imperio Romano, luego de luchar casi
trescientos años.

Movimientos que trataron de


reformar la iglesia
Ante el surgimiento de sectas y controversias doctrinales, se
produjeron varios movimientos que intentaron volver a la iglesia a
sus raíces apostólicas. Entre éstos nombraremos a los montanistas y
novacianos.

LOS MONTANISTAS

Este movimiento se opuso al gnosticismo. Fue fundado en


Frigia entre 135-165 d.C. por Montano, siendo Tertuliano su más
grande defensor. El movimiento, propiamente hablando, fue una
reacción para hacer volver al cristianismo a sus moldes primitivos,
a pesar de haber sido en ciertos puntos muy extremista, como
acontece con la mayor parte de las reacciones.
Los montanistas sostenían en que los que habían negado la
fe por las persecuciones, no habían sido nunca creyentes y para
ser readmitidos en las iglesias debían ser rebautizados. Además,
ellos tenían un espíritu puritano y sostenían las doctrinas básicas

77
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

de las iglesias apostólicas, pero dieron un excesivo valor a los


dones espirituales que afirmaban recibir por la disposición del
Espíritu Santo. Así, tuvieron dos profetisas, Prisca y Maximilia,
cuyos mensajes se consideraron autoridad en el movimiento.
En un primer momento, los montanistas fueron aceptados por
el Obispo de Roma, pero luego cambió cuando se dio cuenta de
que estos se oponían a la jerarquía. Asimismo, defendían el sacer-
docio universal de los creyentes, practicaban una disciplina rigu-
rosa, exigían frecuentes ayunos y exaltaban mucho la virginidad.
Fueron ellos los que hicieron distinción entre el pecado venial y el
mortal, de manera que este último solamente podía ser perdonado
por la iglesia. Como podemos notar, las dos últimas doctrinas que
llevaron a las iglesias a rechazar el montanismo, siglos después
fueron aceptadas como dogmas.
El montanismo se extendió con rapidez por toda el Asia
Menor, Norte de África y ganó muchos adeptos, inclusive en
Roma. Aunque el movimiento fue condenado, continuó por siglos
hasta que fue incorporado a otros movimientos de reforma.

LOS NOVACIANOS

Este movimiento fue en realidad un montanismo modificado


y purificado de ciertas doctrinas, como el hablar lenguas y el don
de profecía. Surgió en una época posterior bajo circunstancias
distintas. Durante la persecución de Decio, muchos cristianos en
todas partes del imperio romano renegaron de su fe. Cuando pasó
la persecución, se levantaron entre las iglesias dos opiniones muy
opuestas: Los liberales, que constituían la mayoría de la iglesia de
Roma, insistían en readmitir sin ceremonias ni exigencias severas
a aquellos que en un momento de flaqueza negaron su fe para sal-
var su vida y, los novacianos, dirigidos por Novacio, quien exigía
un arrepentimiento sincero y rebautismo.
Estos conquistaron las simpatías de las iglesias del Norte de
África y de Asia Menor. Sin embargo, Novaciano y sus adeptos

78
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

fueron excomulgados, pero el movimiento continuó extendiéndo-


se por todo el imperio, dividiendo iglesias y fundando otras que
existieron hasta el siglo sexto.

Controversias doctrinales
de este período
El desvío de la norma apostólica en este período fue originado
por la influencia de cuatro sectas que van a influir en el cristianis-
mo, y van a causar gran daño y confusión a los creyentes. Según
Muirhead9, estas sectas fueron: Los ebionitas, los gnósticos, los
maniqueos y los monarquianos.

LOS EBIONITAS

Los ebionitas o cristianos judíos formaron una secta que se ini-


ció en los días apostólicos, continuando como 250 años. El término
ebionita quiere decir “pobre”, y se aplicaba a los nuevos cristianos,
los cuales de ordinario carecían de bienes.
Durante el primer siglo, los ebionitas permanecieron en comu-
nión con los cristianos. En el segundo siglo, fueron repudiados y
formaron una organización aparte. Sus principales doctrinas eran:
(1) Un Dios verdadero, creador del universo y autor de la ley mosai-
ca; (2) Jesús el Maestro pero no divino; (3) rechazaban a Pablo como
apóstol y por lo tanto como autor inspirado; y, (4) veneraban a San-
tiago y a Pedro. Los primeros ebionitas eran ascetas y exaltaban
con gran entusiasmo la virginidad, por lo que seguían a Santiago.
Los más modernos, en cambio, estaban influenciados por la escuela
filosófica de Alejandría y proclamaban la excelencia del matrimo-
nio sobre la virginidad. Para éstos, Pedro era la figura principal.

9 Muirhead, H. H. Historia del cristianismo Volumen I. El Paso: Casa Bautista de Publi-


caciones, 1953., pp. 84-91.

79
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Los ebionitas dieron al bautismo un valor demasiado elevado,


casi mágico. Esto se debió en parte debido a su creencia de que
Jesús se hizo Cristo, siendo adoptado por el Padre, en el acto del
bautismo. Esta creencia estaba basada en los “Reconocimientos” de
Clemente de Roma en los que se dice que el bautismo es necesario
para la salva ción y para nacer de nuevo.

LOS GNÓSTICOS

Esta herejía con sus diversos sistemas filosóficos, floreció


durante el siglo segundo en Siria, Egipto, Asia Menor y la mayor
parte del Mediterráneo. No se sabe cuándo se originó este sistema
filosófico, pero es seguro que Juan escribe contra éste.
La base filosófica del gnosticismo es el problema del origen del
pecado. Ellos filosofaron: “El mundo está lleno de imperfecciones,
luego el Ser Supremo no pudo haber sido su creador. Y puesto que
el Antiguo Testamento habla de Jehová como creador del mundo,
una obra imperfecta, él a su vez también debe ser imperfecto y por
tanto, la religión de los judíos no puede ser opuesta a la verdadera
religión”. El punto principal del gnosticismo era explicar las cosas
como ellas son en sí mismas, sin comprometer el carácter del Ser
Supremo.
Ellos sostenían que Dios es un espíritu absoluto y causa de
todo el bien, y en cuanto a la materia, esta es completamente
maligna. Afirman que el universo es una mezcla de espíritu y
materia, en parte es divino y en parte es maligno; obra no de un
Dios verdadero, sino de Jehová, el dios de los judíos que trabaja
oponiéndose al verdadero Dios. Además, negaban la realidad del
cuerpo, de los sufrimientos y de la resurrección de Cristo. Tam-
bién, en algunas de sus variedades entraron contribuciones del
dualismo órfico y platónico, de conceptos sirios, del dualismo per-
sa, la astrología mesopotámica y la religión egipcia. Fue altamente
sincretista. Combinado con ciertos elementos sacados del cristia-
nismo, el gnosticismo resultó tan atrayente, que si bien es cierto,

80
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

por un tiempo la mayoría de los que se consideraban cristianos se


adherían a alguna de las muchas formas del gnosticismo.
Puede deducirse que el gnosticismo realizó gradualmente la
mezcla del cristianismo con el paganismo, resultando de eso la
transformación de la religión de Cristo y los apóstoles en el cristia-
nismo de los siglos segundo y tercero que dieron base a muchas
costumbres paganas en la iglesia.

LOS MANIQUEOS

Esta secta fue opuesta al cristianismo y tenía mucho en común


con el gnosticismo. El fundador fue Manes, natural de Mesopo-
tamia, quien hizo un injerto de elementos del budismo y del cris-
tianismo con la vieja religión zoroástrica.
Los maniqueos predicaban un dualismo absoluto y rechaza-
ban el Antiguo Testamento y todo cuanto en el Nuevo Testamento
se refería al judaísmo. Afirmaban que el mundo era una mezcla
de dos elementos: Luz (divinidad) y tinieblas (corrupción), y que
el hombre fue creado por el príncipe de las tinieblas para vencer
al espíritu del sol, príncipe de la luz. El hombre está compuesto
de alma, de la naturaleza del reino de la luz, y del cuerpo, de la
naturaleza del reino de las tinieblas. Así, el serhumano está domi-
nado por dos fuerzas opuestas: La naturaleza más noble, siempre
tentada por la inferior.
Además, agregaban que el propósito del aparente adveni-
miento de Cristo en el mundo (pues no apareció en verdadero
cuerpo) fue auxiliar al hombre para vencer el mal dentro de sí
mismo y de esta manera libertar la luz.
Este sistema tan absurdo y anticristiano se propagó como el úni-
co cristianismo verdadero, atrayendo a sus filas a muchos de los
intelectuales de la época. Se puede decir que junto a otras influen-
cias, los maniqueos estimularon el espíritu ascético en las iglesias
con el desprecio al matrimonio y la exaltación de la virginidad.
Favorecieron la introducción de las ceremonias pomposas en la

81
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

iglesia, así como, la sistematización de la doctrina cristiana para


combatir esta herejía. Asimismo, el desenvolvimiento del sacerdo-
cio y la creencia de que los ministros de la religión, en virtud de
su oficio, son intermediarios entre Dios y los hombres y por tanto,
pueden dar indulgencias.

LOS MONARQUIANOS

Surgen a fines del siglo segundo y luchan con persistencia


para introducirse en las iglesias y ganar el apoyo de ellas. Esta secta
se dividió en dos escuelas: Una dirigida por Teodato y Pablo de
Samosata, a la que los escritores alemanes le dieron el nombre de
“dinamista”; la otra, por Noesto, Práxeas, Sabelio y Berilo, llamada
“modelista”.
La diferencia entre estas dos escuelas consistía en el hecho de
enseñar, la primera, que Jesús recibió poder (atributos) del Padre
y se volvió Cristo en el bautismo por virtud del Espíritu Santo,
bajando sobre él en aquel momento. La segunda, enseñaba que
Dios apareció en diferentes formas, unas veces como Hijo, otras
como Espíritu Santo. Ambas rechazaban el cuarto evangelio y
también el Apocalipsis y las epístolas de Juan.
Uno de los más celosos de estas doctrinas fue Teodato de Bizan-
cio, quien en el año 190 d.C. predicaba en la iglesia de Roma sobre
la teoría de la adopción. Él enseñaba que el nacimiento de Cristo
fue realmente sobrenatural, pero que él fue meramente un hombre
hasta el acto de su bautismo, cuando el Espíritu santo le confirió
los atributos divinos. Esta doctrina fue rechazada por la iglesia de
Roma y por profesarla Pablo de Samosata, obispo de Antioquía,
fue exco mulgado.
Asimismo, las ideas de la segunda escuela fueron combatidas
por Hipólito, Tertuliano y Orígenes.

82
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Organización y administración
Junto con los cambios en la vida cristiana, hubo también cam-
bios en la organización y en la forma de administrar las iglesias.
En los tiempos de Ireneo no había habido distinción entre los
títulos de “presbíteros” y “obispos”, siendo empleados estos como
sinónimos. Más adelante, como consecuencia del crecimiento de
la iglesia, éstos designaron dos funciones distintas. Los obispos se
convirtieron en los presidentes de los cuerpos de presbíteros.
Al finalizar este período encontramos además, una gran canti-
dad de oficiales subalternos, como subdiáconos, lectores, acólitos,
confesores, celadores y exorcistas. Poco a poco las ceremonias sen-
cillas fueron tomando incremento y énfasis, lo mismo que la idea
de la unidad orgánica ocupaba el lugar de la unión espiritual. Así,
resultó que el poder local quedó en las manos de los obispos para
asegurar el orden en la comunidad. También se verificó la centra-
lización del poder supremo en un jefe de la iglesia universal. Si la
iglesia había de ser una unidad externa y orgánica necesitaría de
alguien que interpretase sus leyes y mantuviese el orden entre los
obispos en general.
Desde el tiempo de Cipriano (250 d.C.) en adelante, esa idea
ganó terreno rápidamente. Fue así como se dieron los primeros
pasos para la doctrina de la supremacía de la iglesia de Roma
como centro de una unidad de una iglesia universal.

Personajes destacados
de la época
En esta época se destacaron ciertos hombres dotados de gran
capa cidad intelectual. Estos personajes hicieron grandes contri-
buciones a la iglesia por medio de sus escritos, ayudando así al
desarrollo de la grandes doctrinas cristianas. Entre los personajes
más destacados de la época tenemos a Tertuliano, Clemente de
Alejandría, Justino Mártir, Ireneo, Hipólito y Orígenes.

83
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

TERTULIANO

Nació en Cártago cerca de mediados del siglo segundo. Sus


padres eran ricos pero paganos. Tertuliano era muy instruido en
la filosofía e historia, conocía bien el griego y ejercía la profesión
de abogado en Roma. Se convirtió al cristianismo de edad media-
na y llegó a ser presbítero. Mucho tiempo de su vida lo pasó en su
ciudad natal. Allí escribió muchísimo y fue el primero en emplear
extensamente el latín para desarrollar temas cristianos. Siendo
manifiestamente ortodoxo, compuso un extenso tratado contra
Marción. Cuando ya envejecía se hizo montanista, por lo cual fue
criticado por la mayoría de las iglesias hasta su muerte.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA

No se sabe el lugar del nacimiento de este gran hombre, pero


se piensa que pudo haber sido Atenas. Parece cierto que nació
pagano y que fue criado en la atmósfera de la cultura y filosofía
helenística. Tenía una mente ardiente e investigadora y se confor-
maba muy poco con el temperamento ecléctico del mundo roma-
no. Investigó las escuelas filosóficas, especialmente el platonismo.
Luego de su conversión viajó por todo el imperio, buscando a los
que pudieran decirle lo que habían enseñado los apóstoles.
Abandonó su ciudad natal por el año 203 d.C., por causa de
la persecución que inició Severo. En Jerusalén y en Antioquía le
llamaban “el bendito presbítero” y era alabado por el obispo de
Jerusalén por “haber edificado y fortalecido la iglesia del Señor”.

JUSTINO MÁRTIR

Era samaritano de nacimiento. En su juventud presenció las


persecuciones hechas contra los cristianos y le impresionó la forma
resignada como las sufrían. Versado en filosofía, procuró obtener
en esta ciencia algún consuelo para su alma, pero seguía sintiéndo-
se infeliz, sin encontrar la paz que ansiaba hasta que al convertirse

84
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

al cristianismo obtuvo la tranquilidad espiritual que buscaba. Él


murió martirizado en el 165 d. C. por orden del emperador Marco
Aurelio. Su primera apología la escribió en el año 157 d C. dirigida
al emperador Antonino Pío y a su hijo adoptivo Marco Aurelio.
En esta sostenía que los cristianos no deben ser castigados sin que
antes no se les oigan sus quejas y sus defensas, pues ellos eran
realmente los mejores súbditos que el imperio pudiese tener.

IRENEO

Nació en Asia Menor por los años 130 al 135 d.C., habiendo
siendo discípulo del anciano Policarpo, quien a su vez había sido
discípulo del apóstol Juan.
Fue educado en filosofía, en los clásicos griegos, en las Sagradas
Escrituras y en la literatura eclesiástica de los períodos anteriores.
Era un hombre piadoso, celoso de su fe y de vida sencilla. En un
tiempo de gran persecución asumió el pastorado de la iglesia de
Lyon, donde se portó fiel y valerosamente. Ireneo escribió cinco
libros, exponiendo y refutando las doctrinas de las diversas sectas
gnósticas, explicando cabalmente la doctrina cristiana. Combatió la
enseñanza de los gnósti cos y enseñó la doctrina del libre albedrío
del hombre.

HIPÓLITO

Si consideramos el número y la importancia de los escritos de


este autor, es de extrañar que sepamos tan poco de su vida. Él fue
uno de los más severos instructores, fuerte polemista y uno de los
cuatro teólogos de mayor importancia de su época, siendo de la
misma clase de Tertuliano, Clemente de Alejandría y Orígenes.
Hipólito nació a fines del siglo segundo y fue discípulo de Ire-
neo. Eusebio le llama obispo, pero nada se sabe de su obispado.
En los días de Hipólito se levantaron dos partidos en el seno
de la iglesia de Roma. Uno casi montanista en su disciplina severa,
dirigido por Hipólito, otro que disponía de grandes riquezas y era

85
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

muy liberal dirigido por Ceferino y Calixto. Este segundo partido


permitió toda clase de inmoralidades y sostenía que un obispo no
podía ser depuesto de su cargo pastoral aunque fuese culpable de
pecado mortal.
Hipólito protestó por los desórdenes sobre moral y doctrinas
practicados por el pastor de la iglesia, pero cuando murió Calixto
parece que Hipólito se reconcilió con Roma, pues esta volvió a
gozar de la paz que había sido alterada.

ORÍGENES

Nació en el año 185 d.C. y recibió de sus padres la educación


religiosa más sana posible. Fue un niño precoz y como el mayor de
siete hijos, su padre Leonidas lo instruyó en las Escrituras y en la
filosofía griega. Poseedor de una gran inteligencia, solía confundir
a su padre con preguntas ingeniosas. Su padre fue martirizado
en el 202 d. C., revelando Orígenes en este trance tan doloroso,
una fe digna de mencionar, aconsejándolo a sufrir firme y resigna-
damente hasta el fin.
Como a causa de la persecución, no quedó en Alejandría quien
diera instrucción sobre la fe cristiana, Orígenes tomó esta responsa-
bilidad y a los dieciocho años estaba a cargo de la escuela catequís-
tica, puesto en que fue confirmado por el obispo. Cuando se renovó
la persecución, él visitaba a los encarcelados por su fe y acompañaba
a algunos cuando marchaban hacia la muerte en el patíbulo. Él mis-
mo escapó al cambiar su residencia de casa en casa.
Orígenes vivió en extremo ascetismo, durmiendo poco y dedi-
cándose exclusivamente a la escuela catequística y al estudio de
las Escrituras y de la filosofía griega, inclusive del neoplatonismo.
Para evitar la posibilidad del escándalo por enseñar a mujeres, se
hizo eunuco. Viajó por Roma, Arabia, Grecia y Palestina. En el últi-
mo lugar fue nombrado presbítero por dos obispos amigos, por lo
que el obispo de Alejandría consideró esto como un desprecio a su
jurisdicción e hizo que los sínodos echaran a Orígenes de su dió-

86
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

cesis. Por esta razón, él se quedó a vivir en Cesarea desde donde


enseñaba, escribía y hacía viajes ocasionales.
Durante la persecución que se dio en su tiempo, fue encarcelado
y torturado. Fue libertado pero su salud estaba muy quebrantada,
por lo que poco después murió a la edad de 70 años y fue sepultado
en Tiro.
Como fue un magnífico maestro ejerció una profunda influen-
cia en sus alumnos. De ellos y de los escritos de Orígenes, se tuvo
una gran herencia teológica que había de influir en el cristianismo
durante muchas generaciones.

87
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Unidad IV:

Encuentros y desencuentros
en la Iglesia Imperial

E
ste período comenzó con el triunfo de Constantino ganando
para sí el Imperio Romano. Antes de su famosa batalla con-
tra Majencio, Constantino dijo que había visto en los cielos la
forma de una cruz con la siguiente inscripción: In hoc signo vinces,
esto quiere decir: “En esta señal vencerás”. Y puesto que, en la
mencionada batalla venció, comenzó a beneficiar al cristianismo.
Así, en el año 313 d.C., Licinio y él promulgaron el famoso decreto
de tolerancia religiosa refiriéndose especialmente al cristianismo.
Este decreto es conocido también como el decreto de Milán.
Sin embargo, debemos notar que Constantino no hizo que el
cristianismo fuera la religión establecida del imperio, sino que se
limitó a reconocerla con tolerancia y favores especiales. Después de
Constantino es cuando llegó a ser la religión establecida. En otras
palabras, este gobernante sólo proclamó la libertad de conciencia en
cuestiones religiosas. El mismo se decía convertido al cristianismo.
No debemos culpar a Constantino por lo que hicieron sus sucesores
para establecer el cristianismo como la religión del Estado; pero lo
que no podemos negar es que esta religión favorecida por el empe-
rador y él mismo como cristiano, contribuyeron a la apertura de las

89
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

puertas para que todo el mundo pagano entrara, inclusive con sus
supersticiones.
En el Oriente, por ejemplo, gran número de templos paganos
fueron confiscados y dedicados al servicio de los cristianos. Tam-
bién, como Constantino se diera cuenta de que entre los cristia-
nos se guardaba el primer día de la semana, siendo considerado
santo por causa de la resurrección de Cristo, promulgó un edicto
para que ese día fuera considerado de fiesta religiosa en todo el
imperio. Aquí debemos considerar que, Constantino promulgó el
decreto porque vio que los cristianos guardaban el domingo, recor-
demos que la iglesia era gentil en este tiempo, y que no guardaba
el sábado como los judíos.
Posteriormente, Constantino comenzó a considerarse cabeza
del cristianismo o Sumo Pontífice que era un título del paganismo,
con lo que intervino en la convocación de concilios y cuestiones
religiosas. Todo esto trajo gran confusión dentro del cristianismo,
puesto que, comenzaron a mezclarse costumbres paganas con cos-
tumbres cristianas. Una de estas era dar los nombres de virgen y
de santos a las divinidades de las religiones falsas. El cristianismo
se fue haciendo tan popular que, se fundió íntimamente con el
paganismo entrando en esta época en un verdadero peligro para
el cristianismo.
En el año 330 d.C., Constantino trasladó la sede de su gobier-
no imperial a Bizancio, principalmente por estar disgustado con
el paganismo que aún prevalecía en Roma. La elección de Cons-
tantinopla (la ciudad aún estaba en construcción cuando éste
murió) como la nueva capital, afectó profundamente el curso de
la historia. Uno de los resultados fue un imperio dividido y una
iglesia también dividida, a pesar del esfuerzo de Constantino para
hacer de la sede del nuevo gobierno el verdadero centro del cris-
tianismo. Construyó en la nueva capital del imperio magníficos
templos cristianos, trajo de todas partes del mundo obras de arte
y elevó al obispado de Constantinopla a una posición igual a la del
obispo de Roma.

90
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Al morir Constantino, el imperio se dividió entre sus hijos,


los cuales no se mostraron como hombres hábiles. Por esta razón
a la muerte de ellos, el sobrino de Constantino, conocido como
“Juliano el apóstata” fue proclamado emperador por el ejército.
Juliano se había criado bajo la vigilancia estricta de Constantino
y de sus hijos y lo habían tenido más bien como prisionero, razón
por la cual éste guardaba un odio fanático contra el cristianismo
de sus parientes.
Juliano fue un hombre de excelentes cualidades militares y
civiles, sin embargo, el odio que guardaba contra el cristianismo lo
llevó a maquinar su destrucción. Pretendió restaurar el paganismo
en toda su gloria primitiva en Constantinopla y en todo el imperio,
para lo cual actuó de la siguiente manera:

1. Procuró alentar el cisma y la discordia entre los cristianos.


2. Mandó clausurar las escuelas cristianas; y, como se figura-
ba que no podían existir los dogmas del cristianismo sin
descansar en las bases clásicas, prohibió a los cristianos la
lectura de los autores latinos y griegos.
3. Rehabilitó por completo a los judíos y a fin de probar que
era falsa la profecía de nuestro Señor en Mateo 23:38 y 24:2.
Por esto se propuso edificar el templo de Jerusalén, cuyo
intento se frustró completamente.
4. Mandó a su ejército que asistiera al culto pagano.
5. Privó al clero de sus inmunidades.
6. Dejaba sin castigo a los súbditos paganos que cometían
violencia contra los cristianos.
7. Mandó a castigar a los cristianos por las faltas más triviales.
8. Sostenía el culto pagano e hizo construir templos con dine-
ro del Estado.
9. Publicó una obra llamada “En defensa del gentilismo”, la cual
ya no existe.

Por fin murió el mencionado emperador en una batalla contra


los persas. Se dice que al caer moribundo exclamó: “Venciste al fin,

91
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

oh Galileo”. Después de Juliano, los emperadores favorecieron al


cristianismo y fue considerado como la religión establecida.
A continuación presentamos cuáles son las características más
destacadas en esta época.

La extensión del cristianismo


Durante esta época, el paganismo iba muriendo gradualmente.
Es decir, que según la forma, murió lo antiguo para dar lugar al
nuevo paganismo bajo formas cristianas. Se calcula que al princi-
pio de este período solamente la décima parte de la población del
imperio era cristiana, pero al terminar todos lo eran aunque de
una forma nominal. Muchos de los godos habían ingresado en la
Iglesia Cristiana, de modo que al establecer un reino en el sur de
las Galias, su fe era la cristiana. Con la conversión de Clodoveo,
los francos, burgundios y todas las tribus que tenía bajo su domi-
nio llegaron también a ser cristianos, unos influenciados por el
prestigio de la civilización romana pero otros bajo amenaza de
guerra. Así, los alemanes fueron arrianos y la mayor parte de los
demás se llamaban ortodoxos, pero poco a poco se fueron entre-
gando al papismo.
Fuera del imperio, un bretón, Patricio, llevó el Evangelio a
Irlanda. Pronto toda la isla se convirtió al cristianismo. Esta obra
se hizo sin depender de Roma. En el año 596 d.C., el Papa Gre-
gorio Magno envió a Gales al monje Agustín, y junto con treinta
misioneros empezaron la conversión de los bretones y anglos al
cristianismo, lo cual se realizó con éxito.
Los nestorianos (cristianos de oriente) llevaron el evangelio a
Persia, a la India y aun a la China. Se conoce que en esta forma se
establece el cristianismo en Abisinia. Hacia el fin del período los
alemanes aceptaron la religión de Roma en lugar del arrianismo.
También fue notable en este período La Vulgata Latina. Esta Biblia
fue un gran aporte de San Jerónimo, al mundo católico.

92
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Desarrollo de la teología:
Controversias doctrinales y
movimientos que intentaron
restaurar la doctrina
La persecución y la lucha por la propia existencia del cristianis-
mo durante los tres primeros siglos no permitieron que los cris-
tianos tuviesen tiempo para razonar mucho sobre las doctrinas
fundamentales de sus creencias. Pero una vez que vino la paz,
comenzaron a hacerlo, es así que, se produce la sistematización de
las doctrinas cristianas, ya que, fueron presionados por una parte
por el gnosticismo y por otra, por las disidencias en las filas de los
mismos cristianos.
En este período se desarrollan las doctrinas cristianas bajo
la influencia de la cultura clásica, en especial de la filosofía. Las
fuentes de discusiones fueron las Sagradas Escrituras, inclusive
los libros apócrifos y la tradición, los cuales determinaban el
contenido de la Biblia y la interpretaban. El proceso fue la contro-
versia, provocada principalmente por los orientales, y las reso-
luciones convertidas en fórmulas de doctrinas por los concilios
ecuménicos, los cuales fueron considerados como inspirados y su
aceptación necesaria a los que quisieran salvarse.
Sin embargo, debemos indicar que, algunas veces estos conci-
lios provocaron intrigan y violencia que terminaban en cismas,
pero aún así fueron aceptados como leyes del imperio y en la
mayor parte de los casos fueron apoyados por el poder imperial.
Los concilios reconocidos de esta época fueron los siguientes:

1. Nicea I, 325 d.C.


2. Constantinopla I, 381 d.C.
3. Efeso, 431 d.C.
4. Calcedonia, 451 d.C.
5. Constantinopla II, 553 d.C.
6. Constantinopla III, 680-681 d.C.
7. Nicea II, 787 d.C.

93
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

CONTROVERSIAS DOCTRINALES
DE ESTE PERÍODO

Las principales discusiones teológicas de este período abarca-


ron cuatro aspectos: La administración de la iglesia, la Trinidad,
la cristología y la antropología. Entre las principales controversias
que surgieron en este período tenemos: El arrianismo, el nesto-
rianismo, el monofisismo y el pelagianismo.

El arrianismo

En este tiempo, Alejandría era el centro más grande de la ilus-


tración humana. A más de eso poseía los más profundos y exten-
sos adelantos en las doctrinas cristianas. Arrio era un ministro
de la iglesia de Alejandría. No daba mucho énfasis a la unidad
de la naturaleza divina y no le pareció buena la doctrina de la
Trinidad.
La controversia comenzó por el año 318 d.C. en la misma ciu-
dad de Alejandría. Arrio decía que hubo un tiempo cuando el Hijo
no existió y por lo tanto, no era de la misma naturaleza del Padre.
Que el Hijo fue creación del Padre; este era el primero de toda la
creación, venido a la existencia antes del universo o de los ángeles,
el ser superior de toda la creación, pero no obstante, era criatura
no igual ni de la misma substancia del Padre. Fue degradado del
presbiterado pero la controversia siguió.
El argumento de fuerza en la posición de Arrio, era su vida
irreprochable. El emperador Constantino dio orden de que cesara
la controversia, pero no le obedecieron. Entonces, convocó a un con-
cilio para tratar el asunto. Este fue el concilio Niceno que se reunió
en Nicena de Bitinia el año 325 d.C. Este concilio condenó a Arrio
como hereje y aceptó el credo Niceno. La victoria fue ganada por la
poderosa influencia del emperador y del teólogo Atanasio, quien
dirigió la defensa de la doctrina bíblica con una habilidad muy
extraordinaria. El credo Niceno decía que Cristo era de la misma
substancia del Padre. Esta es la verdadera doctrina de la Trinidad.

94
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Pero Arrio era poderoso políticamente y tenía a su favor a las


clases elevadas, hasta que finalmente Constantino se pasó al lado
de Arrio y en los concilios de Tiro y de Constantinopla Atanasio
fue condenado y desterrado. Cinco veces fue y volvió del destie-
rro, cuando un amigo le dijo: “Atanasio, tienes a todo el mundo
en contra tuya”, él respondió: “Sea así, Atanasio contra el mundo”.
Atanasio murió en paz en Alejandría en el año 373 d.C.
Constancio, el hijo de Constantino, estableció por la fuerza el
arrianismo en todo el imperio. Después de él, los emperadores
favorecieron la doctrina de Atanasio. En el Oriente, por lo general
aceptaron el credo Niceno, pero en Occidente casi todo el cristia-
nismo seguía la doctrina de Arrio. Finalmente y poco a poco, el
credo Niceno fue prevaleciendo. Este credo dice:

Yo creo en el Espíritu Santo, el Dador de la Vida, quien procede


del Padre (“y del Hijo” fue un agregado occidental posterior),
quien con el Padre y el Hijo juntos, es adorado y glorificado, y
quien habló por los profetas. Y yo creo en una Iglesia Católica
y Apostólica. Yo reconozco un bautismo para la remisión de
pecados. Yo espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo venidero 10.

El nestorianismo

Tuvo su centro en Constantinopla cuando Nestorio era el


patriarca de esta ciudad en el año 428 d.C. Por este tiempo ya se
comenzaba a hablar mucho de la virgen María como la “Madre de
Dios”, lo que consideró el mencionado patriarca de malos resul-
tados. De este germen provendría posteriormente toda la mario-
latría.

10Lacy, G. H. Breve historia del cristianismo. El Paso: Casa Bautista de Publicacio


nes, 1962., p. 28.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Nestorio en su afán de defender la idea de que Cristo recibió


de María solamente la carne y nada de divinidad, fue al extremo
negando la verdadera unión de las dos naturalezas. Él dijo que
Jesús era Dios y hombre y no hombre-Dios. Más tarde, este hom-
bre fue condenado por sínodos y concilios y al fin desterrado, por
lo que la expresión “Madre de Dios”, quedó aprobada con todas
sus terribles consecuencias.
Sus discípulos fueron desterrados a Persia, en donde han segui-
do separados tanto de la iglesia romana como de la griega. Los
nestorianos rehúsan dar culto a María o a las imágenes, niegan la
doctrina del purgatorio y la transubstanciación. Su culto es mucho
más sencillo que el romano.

Los monofisistas

En estos tiempos surge otro error liderado por Eutiques. Él ense-


ñaba que Cristo tuvo solamente una naturaleza y una persona.
Nestorio separaba las naturalezas hasta casi decir que tenía
también dos personas. La doctrina bíblica es que tenía dos natura-
lezas sin mezcla y no solamente una persona.

El pelagianismo

Hubo también controversias en cuanto a la antropología o


la naturaleza del hombre. La herejía principal en este punto fue
el pelagianismo. Pelagio era un monje de Inglaterra, quien tenía
pleno dominio sobre sus pasiones y siempre había llevado una
vida modelo. Su controversia fue rebatida por el más grande
teólogo de esa época, Agustín de Hipona, quien por el contrario,
no había tenido una vida intachable, sino más bien su salvación
fue un ejemplo notable de la salvación por gracia, concedida a un
pecador muerto en sus delitos y pecados.

96
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

McGlothlin, mencionado por Lacy11, establece que la contro-


versia se dio en los siguientes aspectos:
El hombre primitivo: Para Pelagio, el hombre era inocente, dota-
do de libre albedrío pero mortal. Para Agustín, era inocente, dotado
de libre albedrío, inclinado al bien y capaz de desterrar la capacidad
de pecar por una obediencia continua y así sería inmortal.
La caída: Para Pelagio, la caída trajo la muerte espiritual para
Adán, pero afectó la posteridad de él solamente como un ejemplo.
Para Agustín, trajo la muerte espiritual y física a Adán y por él a
la raza entera, produciendo la esclavitud de la misma voluntad.
El hombre después de la caída: Para Pelagio, todo hombre entra
en el mundo inocente y limpio como estaba Adán antes de la caída,
y cae en el pecado solamente por el ejemplo. Para Agustín, todo
hombre entra en el mundo con una naturaleza corrompida, una
voluntad esclavizada por el mal, incapaz de verdadera justicia.
La voluntad: Pelagio sostenía que ésta era libre, igualmente
capaz para escoger entre lo bueno y lo malo. Agustín en cambio
sostenía que esta era libre antes de la caída e inclinada a la justicia,
pero con la caída perdió su inclinación y está esclavizada al mal y
solamente puede escoger la justicia civil.
El pecado: Para Pelagio es solamente un acto, que brota de la
voluntad y no de la naturaleza del individuo, por lo tanto, los hombres
no son necesariamente pecadores y algunos han vivido sin pecado.
Para Agustín, el pecado (pecado original) pertenece a la naturaleza
humana y se manifiesta por medio de los actos pecaminosos. Por lo
tanto, todo hombre, menos Cristo, es necesariamente pecador desde
su nacimiento.
La gracia: Para Pelagio, es un don natural del individuo como la
voluntad, el intelecto, etc. Para Agustín, es la operación de la verdad
y del Espíritu de Dios, por la cual la vida espiritual comienza, conti-
núa y se completa. Sin ella, el hombre no puede ni arrepentirse ni

11 Lacy, G. H. Breve historia del cristianismo. EE. UU: Casa Bautista de Publicacio
nes, 1962, pp. 35-36.

97
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

creer. La gracia redentora es irresistible en su operación sobre los


elegidos.
La elección: Par Pelagio no hay tal cosa como la elección
incondicional. Para Agustín, la elección es eterna, absoluta y sin
condiciones.
El bautismo infantil: Para Pelagio es una práctica buena pero no
indispensable para la salvación del infante. Para Agustín, es necesaria
para la salvación de los infantes, puesto que son pecadores. El bau-
tismo es el único medio que la iglesia dispone para la regeneración.
Algunos de estos regenerados en el bautismo caerán, pero no así los
elegidos.
Así se presentaron las cuestiones en la controversia. Pelagio
fue sostenido por algunos sínodos y Papas y condenado por
otros.
Finalmente, las doctrinas de Agustín prevalecieron en una
forma modificada. Sin embargo, la doctrina de la iglesia Católica
actual se inclina más hacia las doctrinas algo modificadas del pela-
gianismo.

MOVIMIENTOS QUE INTENTARON


RESTAURAR LA DOCTRINA

Estas doctrinas se propagaban por todo el mundo cristiano


influyendo en el pueblo y aún en los líderes, lo que provocó que
se levantaran protestas contra estas doctrinas.
De los que protestaban en contra de las innovaciones de Roma
en este período se destacan los siguientes movimientos:

Los donatistas

Este movimiento se originó en la ciudad de Numidia, África


en el año 311 d.C. Con gran facilidad y rapidez se extendieron por
todas partes. Para ellos, su principio fundamental era que la iglesia
debía ser un cuerpo santo. Además, ellos creían lo siguiente:

98
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

a. En cuanto a la pureza de los miembros de la iglesia, afir-


maron que ninguno debía ser admitido si no daba muestras
de ser verdadero creyente y santo.
b. Abogaban por la pureza de la disciplina en la iglesia.
c. Defendían la independencia de la iglesia del Estado.
d. Bautizaban nuevamente a aquellos cuyo bautismo estaba
en duda, por lo que los llamaron rebautizadores o anabap-
tistas.
e. Rechazaban el bautismo infantil.
f. Defendían la libertad de conciencia. Negaban que el Estado
tuviera el derecho de persecución, por ello cuando el empe-
rador envió comisionados a Cártago para entablar nego-
ciaciones con Donato, pastor de aquella iglesia, obtuvo la
siguiente respuesta de éste: “¿Qué hay entre el emperador
y la iglesia?”

Ellos protestaban contra la mundanalidad de la iglesia y desea-


ban una vida disciplinada y más santa. Por esa razón fueron per-
seguidos sin misericordia.

Los jovianistas

Joviano, llamado “el protestante de su tiempo” fue un monje


romano que vivió por largos años en riguroso ascetismo. En el
año 378 d.C. inició sus fuertes ataques contra las enseñanzas de
Jerónimo y sus adeptos. Jerónimo lo acusó de cuatro “herejías” las
cuales serían:

a. Las vírgenes, viudas y mujeres casadas salvadas por Cris-


to, si no difieren en otros puntos, gocen de méritos equiva-
lentes.
b. Que aquellos que han sido bautizados, no pueden ser domi-
nados por el diablo, aclarando que “los que caen en la ten-
tación después de bautizados prueban que recibieron sólo

99
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

el bautismo del agua y no del Espíritu, como en el caso de


Simón el mago”. Con esta afirmación le quitaban el valor
mágico al bautismo.
c. Que no hay diferencia entre los que hacen abstinencia de
alimentos y los que participan de ellos dando gracias.
d. Que para cuantos se hayan preservado en el bautismo
que recibieron, hay una sola recompensa en el reino de
los cielos.

Si nos damos cuenta, lo que Joviano quería hacer era reformar


la iglesia de los errores en los que había caído. Sin embargo en los
tribunales de Roma y Milán se establecieron procesos públicos
contra Joviano, lo cual constituyó una prueba clara de la influencia
producida por su actitud de protesta. A pesar de las persecuciones
contra los jovianistas, éstos no desaparecieron del todo pues bus-
caron refugio en los valles alpinos, conservando allí la llama de
sus enseñanzas hasta el siglo XII.

Los iconoclastas
En el comienzo del siglo VIII, la adoración de imágenes ya
estaba sumamente extendida. Sin embargo los judíos, mahome-
tanos, monofisitas y un pequeño grupo de cristianos de las iglesias
oficiales le hicieron una tenaz oposición. Y mientras duraba esta
larga y sangrienta controversia, en Oriente la reforma se intentó
por medio del emperador León, quien prohibió en el año 726 d.C.
la adoración de las imágenes, ordenando que fuesen retiradas de
las iglesias. Estos decretos fueron ejecutados violentamente con
apoyo del ejército, pero el patriarca de Constantinopla, Germano,
se negó a cumplir las órdenes imperiales por lo cual fue preso y
desterrado.
Igual suerte tuvieron los monjes que persistían adorando imá-
genes, cuando en el año 780 d.C., Irene subió al trono como regen-
te por su hijo Constantino quien entonces era un niño. Pero ella,
convocó el Sínodo de Nicea en el 787 d.C., el cual se declaró a favor

100
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

de las imágenes haciendo una sutil distinción entre el culto a las


imágenes y el ofrecido a Dios (dulía y latría).
Las imágenes fueron puestas de nuevo en las iglesias hasta
que el emperador León V las mandó a retirar nuevamente, prohi-
biendo su adoración. Esta segunda prohibición duró sólo hasta
el 842 d.C., cuando la regente Teodora ordenó la reposición de las
mismas en los templos cristianos y desde allí han sido conservadas
en las iglesias católicas sin la menor oposición.
En el occidente la reforma no resultó, pues el Papa era amigo
decidido de las imágenes habiendo excomulgado en el 731 d.C.
a los iconoclastas. A esta acción, el emperador respondió supri-
miendo las rentas del Vaticano en la Italia meridional y anexando
las iglesias de Iliria a Constantinopla. Con todo esto, el Papa al fin
triunfó, habiendo esta cuestión conmovido a toda Italia, al extre-
mo de que ésta se separó del imperio.
Carlomagno también se mostró hostil al culto de las imágenes,
y en el año 794 d.C. convocó a un concilio de obispos alemanes, el
cual condenó la adoración de las imágenes, pero esto no hizo cesar
esta práctica, sino hasta que se produjo años más tarde la reforma
protestante.
Con la controversia que hemos terminado de revisar, comenzó
la distinción que prevalece hasta hoy entre las iglesias orientales y
la Iglesia Católica Romana respecto a la veneración de imágenes y el
culto a Dios.

La caída del Imperio


Romano occidental
En este período debemos anotar los acontecimientos que ocu-
rrieron entre el 323 y el 600 d.C., los cuales cambiaron todo el pano-
rama de Europa, y que culminan con la caída del imperio romano
occidental.
Durante el reinado de Constantino, el imperio parecía estar
bien protegido e inexpugnable, sin embargo, ya había comenza-
do la decadencia política y moral. Así, las tribus germánicas que

101
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

vivían en los bosques de la parte septentrional del Danubio y en


el lado oriental del Rhin, trataron de entrar en territorio romano.
Por muchos años, a Roma le había resultado difícil conservarlos
tras sus barreras naturales y más de un ejército romano fue com-
pletamente aniquilado ante el valor guerrero de dichas tribus.
Éstos eran semibárbaros. No poseían literatura ni lengua escrita,
se ocupaban del cultivo de la tierra, pero eran valientes y crueles y
habían mirado con ojos codiciosos las tierras que estaban más allá
de las fronteras de sus territorios, los campos fértiles y las ciuda-
des encantadoras del imperio.
El Imperio Romano estaba muy debilitado por las guerras
civiles, llevadas a cabo por espacio de generaciones por distintos
pretendientes al trono, por otra parte, los pesados impuestos
estaban despoblando a los países sometidos a Roma y empobre-
ciendo al pueblo. Por este motivo, el imperio permitió que tribus
germánicas traspasasen sus fronteras y se estableciesen en sus
territorios los “visigodos” en Tracia y Mesia y los “ostrogodos”
en las tierras del norte del mar Negro. Estas tribus a su vez, esta-
ban siendo acosadas por los “hunos”, pueblo bárbaro procedente
de Asia.
Poco a poco, los inmigrantes obtuvieron puestos importantes
en el ejército imperial y en las reparticiones civiles y de este modo,
estaban realizando una invasión pacífica. Por el año 450 d.C., los
terribles “hunos”, bajo el mando de Atila, invadieron Italia y ame-
nazaron no sólo con destruir el Imperio Romano sino también los
reinos establecidos dentro de sus fronteras. Los godos, vándalos y
francos bajo la dirección de Roma se unieron contra los hunos, una
gran batalla se llevó a cabo en Chalons al norte de Francia, donde
los hunos fueron derrotados en medio de una gran matanza y, con
la muerte de Atila el poder de éstos se detuvo.
Por esta y por otras sucesivas invasiones, vasto territorio de
Roma quedó reducido a un pequeño territorio alrededor de la
capital. En el 476 d.C., una tribu de germanos, los hérulos, al
mando de su rey Odoacro, tomó posesión de la ciudad y destronó
al niño emperador Rómulo Augusto. Odoacro asumió el título de

102
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

rey de Italia y desde ese año el Imperio Romano Occidental desa-


pareció, el fruto de la civilización romana quedó completamente
destruido.
Pasado un tiempo, los invasores se desparramaron por todas
partes y crearon sobre las ruinas del gobierno imperial gobiernos
nacionales. Los primeros resultados de esta invasión parecieron
desastrosos, pero los invasores no vacilaron en recibir de los ven-
cidos su civilización y su religión. De esta manera, resultó una
amalgama que produjo una nueva base para la vida de Europa
occidental.

El surgimiento del poder papal


A través de este período la iglesia de Roma estaba ganando
prestigio y poder, aunque durante los tres primeros siglos su
contribución a la teología fue muy poca, principalmente porque
en ella no se produjeron grandes controversias. Sin embargo, el
obispo de Roma, llamado “Papa” reclamaba para sí el derecho de
autoridad sobre todo el mundo cristiano y el ser reconocido como
cabeza de la iglesia en toda Europa. Es interesante notar, por otra
parte, que la autoridad del obispo de Roma no pesaba más ni ejer-
cía mayor poder en los concilios de los primeros siete siglos que la
de los obispos de otras iglesias. Esta autoridad se desarrolla más
bien en la Edad Media.

CAUSAS PARA EL SURGIMIENTO


DEL PODER PAPAL DE ROMA

De acuerdo a Gonzaga12, fueron las siguientes:

1. La destrucción de Jerusalén, que rompió el centro normal


de la cristiandad, y motivó la dispersión del más impor-
tante núcleo de dirigentes cristianos.

12 Gonzaga, Javier. Concilios Tomo I. USA: International Publications, 1965., pp. 33-35.

103
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

2. El carácter cosmopolita de la ciudad de Roma, que prestó


a la Iglesia de la capital del Imperio su carácter representa-
tivo y universal.
3. El martirio de Pedro y Pablo en Roma, que ligó los nombres
de los insignes apóstoles a la iglesia de la capital imperial.
4. El traslado de la capitalidad de Roma a Constantinopla, que
dejó a la iglesia romana en plena libertad de movimientos
para desarrollar su propia hegemonía eclesiástica sobre occi-
dente.
5. El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental.
De ahí que los emperadores residentes en Constantinopla
ensanchasen los poderes jurisdiccionales del obispo de Roma,
para que en nombre de la autoridad imperial, dirigiese la
disciplina eclesiástica en Occidente. El código de Justiniano
vino a legalizar este estatuto especial de la sede romana. Hasta
aquí, los privilegios que gozaba la cristiandad romana tenían
que ver más con su sede que con su obispo; se relacionaban
más con la iglesia de Roma en su conjunto que con los Papas
romanos en particular.
6. Las invasiones bárbaras, que separaron todavía más a Roma
de la cristiandad oriental como del control imperial de
Bizancio.
7. Las donaciones de extensos territorios que los reyes fran-
ceses hicieron a los Papas. Esto inauguró los Estados Pon-
tificios.
8. La proliferación de documentos, como las Decretales Pseudo-
Isidorianas, que apoyaban las pretensiones romanas.
9. La romanización de las liturgias y usos canónicos tradicio-
nales de las otras iglesias de occidente que terminó con la
independencia de éstas.
10. La irrupción del Islam en regiones de larga tradición cris-
tiana, que sirvió para fines del papado.
11. La teología escolástica, que tomó de las Decretales la base
para su doctrina sobre el Papa.

104
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Con esto podemos concluir que, la supremacía de Roma, por


mucho tiempo predicada y defendida, fue prácticamente estable-
cida, a partir del siglo séptimo, aunque no decretada por concilio
alguno y así el obispo de Roma ganó el control de la cristiandad
de aquella época.

MOVIMIENTOS QUE AYUDARON


AL ESTABLECIMIENTO DEL PAPADO

Entre los movimientos que ayudaron al establecimiento del


papado en este período, según Muirhead13, tenemos:

El reinado merovingio (496-752 d.C.)

La conversión de Clodoveo, jefe merovingio, a la fe católica fue


de mucha importancia, ya que consiguió en poco tiempo, gracias
a sus proezas militares, atraer a un gran número de tribus. Más
tarde, se casó con una princesa católica. Observando la influencia
y la fuerza que comenzaba a tener el papado, procuró ganar su
apoyo haciendo profesión de fe en el año 496 d.C.
En su serie de victorias, Clodoveo expandió su reino sobre las
Galias, Borgoña y Bavaria, reuniendo todas estas naciones bajo su
cetro. En esa forma se extendió el poder católico, pues su mayor
preocupación fue el de promover y engrandecer la autoridad
papal, a su vez, los Papas correspondieron a los merovingios tra-
bajando por su engrandecimiento.

Gregorio I, El Grande (590-604 d.C.)

Gregorio subió al papado en medio de plagas y luchas internas


por la fama de su santidad, unida a su cultura le convirtieron en
uno de los mayores y más notables Papas. Gregorio estableció la

13 Muirhead, H. H. Op. Cit. pp. 188-193.

105
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

costumbre de conferir el palio en la consagración de los obispos,


con el fin de hacer necesario el apoyo del papa a la validez de las
ordenanzas del episcopado; de esta manera, fortificaba la relación
del poder civil con el gobierno de la iglesia. A más de esto, insistió
en el celibato, el cual no pudo ser establecido totalmente.
Gregorio continuó con la práctica de extender el prestigio y
la autoridad de la sede romana por medio de empresas misione-
ras y alianzas ventajosas de los gobiernos civiles. Pensó que era
mejor conseguir la unidad católica por medio de la unificación de
la forma de culto, para lo cual estableció el latín. Fue un fuerte
defensor de las órdenes monásticos y en cierta forma, fundó la
teología de la Edad Media a través de sus escritos. Las doctrinas
sobre el purgatorio, las buenas obras, misas y eucaristía se afir-
maron en su período.
Gregorio fue el último de los llamados “padres latinos” de la
Iglesia, el último obispo de Roma y el primer papa medieval.

El reinado Carlovingio

Los francos continuaron ejerciendo su dominio en el continen-


te y su imperio se extendía por Austria, Neustria y Borgoña
constituyendo una sola nación en el 613 d.C. Cada división estaba
bajo la jurisdicción de un gobernador (Prefecto de Palacio), cada
uno de los cuales fue haciéndose más fuerte que los propios reyes.
En el 687 d.C. Pepino de Austria se constituyó en el Prefecto de
todo el imperio. Su hijo Carlos Martel, venció a los nobles fran-
ceses rebeldes, peleó contra los sajones y los frigios y los derrotó,
hizo retroceder a los musulmanes en el 732 d.C. A su muerte, su
hijo “Pepino el Breve” depuso al propio rey y fue coronado con el
consentimiento del papa, iniciándose así el período carlovingio.
Pepino venció además a los lombardos y apoyó el gobierno
del papa. En este tiempo aparece el documento falso de Constan-
tino, en el cual supuestamente, este emperador habría recibido la
absolución del Papa Silvestre I, y a cambio el emperador le había
concedido la absoluta supremacía sobre todas las iglesias de la

106
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

cristiandad, una gran parte de bienes terrenales y un dominio


sobre Roma, Italia y el occidente de Roma.

Carlomagno (768-814 d.C.)

Carlomagno destruyó el imperio de los lombardos en el año


773 d.C. Apoyó y aumentó los estados papales y se declaró rey
de Italia. Después de muchas conquistas, fue coronado empera-
dor por el propio Papa León III, resurgiendo así el viejo Imperio
Romano de occidente. El “Santo Imperio Romano” comprendía
entonces la mayor parte de Francia y casi toda Alemania, Suiza,
Italia y otros estados modernos.
Los misioneros católicos, en este tiempo, contaban con el apoyo
de los poderes civiles en el afán de exterminar la herejía y el paga-
nismo. Los obispos fueron reconocidos como administradores con
igual autoridad que los oficiales y empleados civiles, ejerciendo la
misma jurisdicción y cooperación recíproca. En síntesis, la Iglesia
Católica Romana y el Santo Imperio Romano fueron considerados
como partes homogéneas y la meta de ambas era la conquista y
dominación del mundo entero.

Los monasterios
y su desarrollo
Después de que el cristianismo llegó a dominar el imperio,
la mundanalidad entró en la iglesia y llegó a prevalecer. Muchos
que anhelaban una vida más elevada estaban descontentos con el
mundo que les rodeaba, comenzaron a retirarse del mundo. Ya
fuese solos o en grupo, habitaban en retiro, procurando cultivar la
vida espiritual por medio de la meditación, la oración y los hábitos
ascéticos. Este espíritu monástico empezó en Egipto.
En la Primitiva Iglesia Cristiana no encontramos casos de vida
solitaria, pero podemos considerar a Antonio como su fundador,
pues en el año 320 d.C., llamó la atención con su vida y sirvió
de ejemplos a miles. Vivió solo por espacio de muchos años en

107
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

una cueva en Egipto. Era conocido por todos y se le reverenciaba


por la pureza y sencillez de su carácter, así las cuevas del norte
de Egipto llegaron a estar llenas de sus discípulos a los cuales se
llamó “anacoretas”. Los que formaban comunidades se llamaron
“cenobitas”. En la iglesia oriental, la vida monástica fue adoptada
por hombres y mujeres.
Una forma peculiar de ascetismo fue adoptada por los “santos
de los pilares”, el primero de los cuales fue un monje sirio llama-
do Simón, quien en el 423 d.C. salió de su monasterio y construyó
varios pilares, cada vez más altos, hasta que el último medía casi
dos metros de altura por 1,20 de ancho. Miles siguieron su ejemplo
y Siria llegó a tener muchos santos de los pilares entre los siglos V
y XII. Pero esta forma de vida, nunca llegó a Europa.

Surgimiento del islam


En un momento de la historia en que el cristianismo, ahora
dirigido por el Papa, intentaba conquistar a los pueblos bárbaros,
destruir o asimilar las creencias paganas y preparar el camino para
alcanzar una sólida organización político - eclesiástica, surgió
en Oriente un poder que arrebató provincia tras provincia de los
emperadores griegos en Constantinopla, hasta su extinción final y
que amenazó con la conquista de Europa. Este fue el islamismo.
Islam significa “sumisión”, es decir, obediencia a la voluntad
de Dios y sus seguidores son llamados “musulmanes”. Esta reli-
gión fue fundada por Mahoma (570-632 d.C.), nacido en La Meca,
Arabia. Él empezó su carrera como profeta y reformador en el 610
d.C. a los cuarenta años de edad. Al principio ganó discípulos
lentamente, pero su causa creció lo suficiente como para encontrar
persecución por parte de los sacerdotes, siendo obligado a huir en
el 622 d.C. hacia Medina. Esta huida, la “Hégira”, proporcionó la
fecha por la cual se rige el calendario musulmán. Mahoma con-
tinuó predicando y organizó una gran comunidad, reuniéndose
con él muchos clanes. Medina fue el centro de un gran imperio

108
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

cuya unidad política le vino por la fe. En cuanto a la doctrina de


Mahoma, los puntos principales son:

1. Hay un solo Dios, al que llaman Alá.


2. Todos los eventos malos o buenos han sido preordenados
por Dios y en consecuencia, en cada acto están llevando a
cabo la voluntad de Dios.
3. Hay multitudes de ángeles, buenos y malos, invisibles y
que tratan continuamente con los hombres.
4. Dios ha dado su revelación por el Corán, una serie de men-
sajes dados a Mahoma por medio del ángel Gabriel.
5. Dios ha enviado profetas inspirados a los hombres, de los
cuales los cuatro mayores son: Adán, Moisés, Jesús y el
último y más sobresaliente es Mahoma.
6. No niega la venida de Jesús como Mesías y profeta, pero
repudia su divinidad.
7. Todos los profetas bíblicos, los apóstoles cristianos y los
santos que vivieron antes que Mahoma son reconocidos y
adoptados como suyos.
8. Que en el más allá habrá una resurrección final, el juicio, el
cielo o el infierno para todo hombre.

Al principio, Mahoma dependía de las influencias morales al


predicar su fe, pero pronto cambió sus métodos y se hizo guerre-
ro, conduciendo a sus unidos y feroces árabes a la conquista de
los incrédulos. Presentó a todo país o tribu la alternativa entre el
islamismo, el tributo o la muerte para aquellos que resistían con
las armas. Palestina y Sira cayeron ante este poder en el 639 d.C.,
Egipto en el 641 d.C. y todo el África en el 711 d.C.
Provincia tras provincia, el Imperio Greco-romano fue conquis-
tado y pronto todo lo que quedó de la ciudad de Constantinopla,
de modo que todos los países del cristianismo primitivo fueron
hecho súbditos. Hacia el oriente el imperio de los califas se exten-
dió más allá de Persia hasta la India. Hacia el occidente tomaron
todo el norte de África y la mayor parte de España. Pero su pro-

109
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

greso en la Europa occidental fue contenido al sur de Francia por


Carlos Martel, quien obtuvo sobre ellos la victoria en la batalla de
Tours en el 732 d.C. De no ser por esta batalla, los musulmanes
probablemente hubiesen conquistado Europa y la media luna,
quizá hubiese tomado el lugar de la cruz.

Personajes destacados
de este período
Vamos a continuación a nombrar a algunos de los dirigentes más
destacados de este período; de acuerdo a Hurlbut14, éstos fueron:

ATANASIO (293-373 D.C.)

Él fue el gran defensor de la fe en el principio del período. Se


levantó en contra de la controversia de Arrio y fue el principal
controversista, aunque no tenía voto en el Concilio de Nicea. A
los treinta y cinco años fue nombrado obispo de Alejandría. Cinco
veces fue desterrado, pero siempre luchó por la fe, finalmente,
terminó su vida en paz y honor.

AMBROSIO DE MILÁN (340-397 D.C.)

Fue el primero de los padres latinos, se le eligió obispo mien-


tras todavía era un laico. Tanto los arrianos como los ortodoxos se
unieron en su elección. Fue una figura prominente en la iglesia y
reprendió al emperador Teodosio, por un acto cruel obligándole
a hacer confesión; después fue tratado con mucha estima por el
emperador y lo eligió para que predicase en su funeral. Escribió
muchos libros, pero su mayor honor fue recibir en la iglesia al gran
Agustín de Hipona.

14 Hurlbut, Jesee (et. al.). La historia de la iglesia cristiana. EE. UU.: Editorial Vida,
1989., pp. 87-89.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

JUAN CRISÓSTOMO (345-407 D.C.)

Llamado “la boca de oro”. Fue el mayor predicador del período.


Nació en Antioquía y llegó a ser obispo de Constantinopla.
Predicó a las multitudes en la iglesia de Santa Sofía, distinguién-
dose por su fidelidad, independencia, su celo reformador y valor
lo cual hizo que desagrade a la corte. Fue exiliado y murió en el
exilio, pero después de su muerte fue vindicado y enterrado con
honores.

JERÓNIMO (340-420 D.C.)

Fue el más erudito de los padres latinos. Recibió en Roma una


educación en literatura y oratoria, pero renunció a los honores del
mundo por una vida religiosa cargada de ascetismo. Estableció un
monasterio en Belén y vivió allí por muchos años. Escribió muchos
libros, pero su obra más extensa y conocida es la traducción de la
Biblia a la lengua latina, conocida como La Vulgata.

AGUSTÍN (354-430 D.C.)

Fue el hombre más eminente de todo este período. Nació en el


norte de África y siendo muy joven llegó a ser un brillante erudito,
pero era mundano, ambicioso y amante del placer. A los treinta y
tres años se convirtió al cristianismo por la influencia de su madre
Mónica, las enseñanzas de Ambrosio de Milán y el estudio de las
epístolas de Pablo. Fue nombrado obispo de Hipona en el 395 d.C.
al empezar las invasiones de los bárbaros.
Entre sus muchas obras se destacan “La ciudad de Dios” y “Con-
fesiones” que nos revelan su propio corazón y vida. Por su fama y
la influencia de sus escritos en la teología cristiana, se lo ha consi-
derado el mayor expositor desde tiempos de Pablo.

111
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Unidad V:

Encuentros y desencuentros
en la Iglesia Medieval

E
sta etapa comprende los mil años transcurridos desde la
caída de Roma hasta el principio de la Reforma Protestante.
Debemos destacar que este período constituye una transi-
ción de la civilización grecorromana a la civilización romano- ger-
mánica, la cual ejercerá su dominio en el mundo occidental. Así,
el cristianismo medieval se limitó casi exclusivamente a este sector
del mundo.
Los pueblos teutónicos y latinos se dedicaron a desarrollar
la civilización en lo que correspondió a Italia, España, las Galias,
Gran Bretaña y Alemania, puesto que los dos siglos de destrucción
por parte de los invasores bárbaros habían constituido sólo catás-
trofes para el mundo de aquella época. En el oriente la situación
fue todavía mayor, pues la fuerza de la iglesia estaba debilitada
y la cruz del cristianismo era suplantada por la luna creciente del
islamismo.
Aunque es común considerar la Edad Media como una fase
histórica de estancamiento y retroceso, no debemos olvidar que
en los diez siglos que la constituyen, se desarrolló lentamente un
nuevo vigor que transformaría, siglos después, las instituciones
políticas, sociales y religiosas modificándolas y adaptándolas a la
civilización moderna.

113
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Vamos entonces a considerar los principales eventos y caracte-


rísticas de este período.

La separación de las
iglesias latina y griega
El mayor desencuentro lo constituye este evento. Desde tiempos
atrás habían existido diferencias notables en doctrinas y prácticas
en las iglesias latina y griega. Estas diferencias fueron aumentando
con el curso del tiempo, y con eso dificultando más y más el acer-
camiento entre los dos pueblos. Mientras que el oriente paralizaba
sus fuerzas y circunscribía su campo de actividades, el occidente
continuaba desarrollándose en su esfera secular y eclesiástica. Se
llegó entonces a la conclusión de que las diferencias eran de carác-
ter religioso, rompiéndose definitivamente los lazos fraternales en
el año 867 d.C.
Desde esta fecha en adelante, se trabó una lucha sin tregua
entre oriente y occidente, hasta que en el 1054 d.C., el Papa León
IX y el patriarca Miguel Cerulario, se excomulgaron mutuamente,
junto con sus seguidores, condenándolos a la perdición, pena que
aún no ha sido revocada.
Entre las diferencias de prácticas podemos anotar: La Iglesia
Oriental permite el matrimonio del clero, la Iglesia Occidental
no lo permite; en el occidente los sacerdotes se afeitan, entre los
de oriente se dejan crecer la barba; los de occidente llenan sus
templos de imágenes, los de oriente usan nada más que cuadros
representativos de diversos santos; en oriente se practica la inmer-
sión triple, en occidente se bautiza mayormente por aspersión; las
fechas de la celebración de Navidad son distintas.
Entre las controversias doctrinales tenemos: La controversia
cuar todecimana, la procedencia del Espíritu Santo y la adminis-
tración de la iglesia.
Una de las controversias más largas que sostuvieron estas dos
iglesias tiene que ver con la celebración de la pascua. Se refería
al día de la semana en el cual debía conmemorarse la muerte del

114
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Señor. El debate tenía que ver con la costumbre de la mayor parte


de la iglesia guiada por Roma y la de las iglesias en Asia Menor
guiada por Efeso. Es evidente por el Evangelio de Juan que Jesús
fue crucificado el viernes de la semana de la pascua judía. Se cree
que este viernes fue el día catorce del mes de Nisán, el primer mes
del calendario judío. La iglesia en el Asia Menor, influida en parte
por la costumbre judía, conmemoraba la muerte de Cristo como la
del Cordero pascual sacrificado por los pecadores y por lo tanto
lo hacía en el día catorce del mes lunar, sin tener en cuenta el día
semanal. El resto de la iglesia celebraba la resurrección el primer
día de la semana, y por tanto conmemoraba la muerte de Cristo el
viernes que precedía al domingo.
Ambas secciones de la iglesia querían que la otra aceptara su
costumbre. Si se mantenían las dos modalidades, Asia Menor una
vez cada siete años celebraría la muerte de Cristo en el mismo
domingo en que las demás iglesias conmemoraban la resurrec-
ción. En Roma este era un problema serio pues muchos cristianos
de Asia vivían permanentemente en esta ciudad. Por esa razón, el
Viernes Santo y el Domingo de Resurrección a veces se celebraban
al mismo tiempo.
En el año 153 d.C., Policarpo, obispo de Esmirna, trató de
persuadir al obispo Aniceto de Roma a que aceptara la costumbre
asiática. Apeló a la tradición asiática como recibida del mismo
apóstol Juan, por su parte Aniceto hizo referencia a la tradición
romana como recibida de Pedro y Pablo. No pudieron llegar a nin-
gún acuerdo, pero se separaron en forma amistosa luego de que
Policarpo hubo administrado la santa comunión como huésped de
Aniceto en Roma.
Cuarenta años más tarde esto tomó un cariz más serio. Víctor,
obispo de Roma, pidió a Polícrates, obispo de Efeso que obtuviera
el consentimiento de todos los obispos asiáticos para seguir la cos-
tumbre romana. Estos, con Polícrates a la cabeza se negaron.
En consecuencia, Víctor amenazó con excomulgar a las igle-
sias asiáticas. Todas estas expresaron su desagrado por la acción
agresiva de Víctor. Ireneo le escribió una carta pidiéndole que

115
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

no provocara la ruptura de relaciones con las iglesias asiáticas.


Víctor no llevó adelante su amenaza pero dejó bien sentada la
autoridad y las pretensiones de Roma. En el curso de esta dispu-
ta, ganó el apoyo de los sínodos de las iglesias, con excepción de
Asia Menor.
En cuanto a la doctrina de la procedencia del Espíritu Santo,
los latinos repetían “el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo
(en latín filioque), pero los griegos decían que procedía “del Padre”
dejando fuera la palabra filioque. Sobre esa palabra se realizaron
muchos debates, se escribieron innumerables libros e inclusive
se derramó sangre por esa amarga contienda. Pero el factor más
poderoso que separó a ambas iglesias, fue los continuos reclamos
de Roma de ser la iglesia dominante y su Papa de ser el “obispo
universal”. En Roma, la iglesia dominaba gradualmente al estado
mientras que, en Constantinopla la iglesia estaba sumisa al mismo.
De manera que el cisma fue inevitable.

El progreso y la decadencia
del poder papal
La coronación de Carlomagno marcó un nuevo período en la
historia político-eclesiástica de Europa, ya que, los dos poderes
aparecen íntimamente ligados en busca del ideal común de pode-
río y dominio. Sin embargo, el desarrollo del poder papal aunque
siempre ascendente, no era constante, pues hubo fuertes príncipes
que lo resistieron, así como príncipes débiles que se sometían a
él. También algunos Papas fueron débiles y otros inmorales, espe-
cialmente entre 850 y 1050 d.C., éstos desacreditaban su puesto,
aun en el tiempo más elevado de su supremacía. De estos Papas
merecen destacarse, de acuerdo a Muirhead15 los siguientes:

15 Muirhead, H. H. Op. Cit., pp. 272-282.

116
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

HILDEBRANDO (1073 D.C.)

Ascendió al trono papal con el nombre de Gregorio VII, aun-


que él ya había sido por más de veinte años el poder tras el trono,
en los gobiernos de Nicolás II y Alejandro II. Este Papa reformó al
clero que se había corrompido y quebrantó la simonía (compra de
puestos en la iglesia), levantó las normas de moralidad e impuso el
celibato en el clero. Todo esto lo hizo mediante el concilio reunido
en Roma en el 1059 d.C.
Libertó a la iglesia de la dominación del estado, poniendo fin
al nombramiento de los Papas y los obispos por reyes y empera-
dores, además exigió que todas las cuestiones en contra de los
sacerdotes y la iglesia fuesen juzgadas en cortes eclesiásticas. La
costumbre, hasta entonces, había sido que el obispo recibiese un
cayado y anillo de su soberano y de prometerle fidelidad feudal
como su señor secular. Esto significaba que los obispos fuesen
nombrados por el gobernante, pero Hildebrando prohibió la pre-
sentación y la promesa.
El poder de Hildebrando fue tal que Ruy Barbosa citado por
Muirhead escribe lo siguiente:

. . . Al impulso de su genio, enérgico y al mismo tiempo flexible,


todas las soberanías temporales de Europa son conmovidas,
invalidadas y usurpadas. A los condes de España declara que
todo el territorio de ellos era “propiedad de San Pedro”, ame-
naza al rey de Francia con la desobediencia de los súbditos; al
rey de Hungría afirma que “aquel reino pertenece a la Iglesia
romana”; en poco tiempo reparte las coronas de Alemania,
Hungría y Polonia; depone a Nicéforo III, hace del rey de
Bohemia su tributario; apoya a todas las usurpaciones con el fin
de obtener un aliado en cada usurpador y traba contra Enrique
IV una porfiada guerra comenzada bajo el hábil pretexto de las
investiduras16.

16 Barboza en Muirhead, H. H. Op. Cit., pp. 274-275.

117
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

No obstante, después de la muerte de Hildebrando, la lucha


entre el emperador y el papado siguió mucho más, con resultados
variantes.

INOCENCIO III (1198 D.C.)

Este Papa declaró en su discurso inaugural que: “El sucesor de


San Pedro ocupa una posición intermedia entre Dios y el hombre.
Es inferior a Dios, mas superior al hombre. Es el juez de todos, mas
no es juzgado por nadie”. Inocencio logró aprovechar las condi-
ciones favorables para la unificación de todos los elementos de la
sociedad europea y así, el papado se hizo supremo.
Como vemos en su declaración, él fue el primer Papa que sos-
tuvo que no solamente era el representante de Dios en la tierra,
sino el vicario de Cristo: El que hace las veces de Dios en la tierra,
como tal él tenía el derecho de empuñar dos espadas: La temporal
y la espiritual. Instó a los reyes y príncipes a que se sometiesen a
su voluntad.
También fue él quien desarrolló la sentencia eclesiástica que
prohíbe al sacerdote el ejercicio de su ministerio o que prohíbe el
culto de la iglesia en un lugar determinado.
Inocencio sometió a la iglesia alemana al dominio papal y así
el imperio germánico fue despojado de su mejor apoyo. Promovió
reformas dentro de la iglesia contra la simonía y la vida de lujo del
clero. El cuarto sínodo de Letrán en 1215, reconoció su supremacía
universal y apoyó sus reformas.

GREGORIO IX (1227 D.C.)

La obra de Inocencio III tuvo una excelente continuación cuan-


do su sobrino, el Papa Gregorio IX subió al trono. Él fue quien
declaró el dominio papal en todo el mundo y sobre todas las cosas
y personas.
Asimismo, debemos anotar que a partir del siglo XIII en ade-
lante, comenzó la lenta decadencia del papado pues la corrupción

118
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

reinante en Roma, el favoritismo y el mercantilismo que influían


en las desiciones del Papa y el clero en general, estimularon esta
situación.

BONIFACIO VIII (1303 D.C.)

Este Papa tenía pretensiones tan elevadas como cualquiera de


sus predecesores pero eran ignoradas. Así, Bonifacio prohibió a
Eduardo I de Inglaterra que decretase impuestos a la propiedad
de la iglesia y a los tesoros sacerdotales, pero tuvo que ceder ante
el rey. Luego, Felipe el hermoso de Francia, le hizo la guerra a este
Papa y lo encarceló. Aunque fue libertado, murió de tristeza poco
después.

LA CAUTIVIDAD BABILÓNICA (1305 AL 1378 D.C.)

El período de 1305 a 1378 d.C. es conocido como la “Cautivi-


dad Babilónica”. Por mandato del rey de Francia, la sede del papa-
do fue trasladada de Roma a Avigñon. Los Papas se convirtieron
entonces en jefes nominales sin verdadera influencia o poder bajo
el gobierno francés. Otros aspirantes al papado surgieron en roma
y por muchas partes también, Papas y anti-Papas. Las órdenes
papales fueron desobedecidas libremente, las excomuniones eran
ignoradas.
El Papa Gregorio XI volvió a Roma y en 1414 d.C. se celebró un
concilio en Constanza para decidir entre las reclamaciones de cua-
tro Papas. Todos fueron depuestos y se escogió uno nuevo. Este es
en resumen, el estado de desmoralización en que se encontraba la
Iglesia Romana en vísperas de la Reforma.

Las cruzadas
Las cruzadas fueron expediciones más bien de carácter mili-
tar, llevadas a cabo por los cristianos de los siglos XI, XII y XIII,
con el objeto de liberar a Palestina del poder de los infieles. Esta

119
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

prolongada serie de guerras religiosas ocupó un lugar sobresa-


liente en la historia de la Iglesia Medieval, pues para los cristianos
de este tiempo fue fundamental la “liberación de la tierra santa”
y “los lugares santos” en poder de los paganos y enemigos de la
cruz de Cristo.
Para entender el por qué los cristianos de esta época actuaron
de esa manera debemos analizar las siguientes causas:

1. El espíritu de aventura y conquista que caracterizó a los


pueblos europeos.
2. La condición de miseria de las clases sociales de la época.
3. El inminente peligro de la invasión musulmana de oriente.
4. El catolicismo romano de la época medieval estaba reduci-
do a fórmulas y ceremonias en las cuales predominaba la
superstición y el fanatismo.
5. Se veneraban ciertos lugares conocidos como dispensado-
res de beneficios espirituales, así como se adoraba reliquias
pues se creía que podían proporcionar bendiciones a sus
adoradores.

A más de esto, debemos anotar la fanática locura del sultán


Haken, quien en el 1010 d.C., ordenó la destrucción de los prin-
cipales santuarios cristianos de Jerusalén, dejando a merced del
tiempo y la intemperie a los cristianos ocupados en la defensa de
los lugares santos. Igualmente, la conquista de Asia Menor por
parte de los turcos en el 1076 d.C. vino a agravar la situación de los
cristianos. Por otra parte, el Imperio oriental pidió ayuda al Papa
Urbano II para que trajese a los guerreros europeos para su defensa.
El Papa aceptó y pronunció un discurso en el concilio de Clermont
prometiendo a todos los que se alistasen a las campañas la remisión
de todas las multas y penitencias a que estaban obligados por los
pecados pasados, así como la protección a cada combatiente y sus
propiedades. De esta manera, muchos se alistaron para la guerra.
Sin embargo, debemos notar que este fanatismo impulsó a
gente que no estaba preparada para combatir, como fue el caso de

120
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

Pedro el Ermitaño, quien condujo a una gran multitud al oriente,


esperando ayuda milagrosa, pero todos ellos fueron masacrados
por los musulmanes.
Otra cruzada sin sentido y organización fue la de 1212 d.C.,
compuesta por niños. Esta fue dirigida por un muchacho llamado
Esteban y tomaron parte más de 20.000 pequeños, todos de Fran-
cia, sin la menor idea de los peligros que vendrían. El resultado fue
el total aniquilamiento de los pequeños, pues muchos murieron y
otros fueron presos por los árabes y vendidos como esclavos.
Podríamos resumir las cruzadas de la siguiente manera:

1. Primera Cruzada: Dirigida por Godofredo de Bouillón, de


1095 a 1099 d.C.
2. Segunda Cruzada: Dirigida por Luis VII y Conrado III, de
1147- 1149 d.C.
3. Tercera Cruzada: Dirigida por Federico Barbarroja de Ale-
mania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo “Corazón de
León” de Inglaterra, de 1189 a 1191 d.C.
4. Cuarta Cruzada: Fue un fracaso, esta en realidad fue dirigi-
da contra Constantinopla, de 1201 a 1204 d.C.
5. Quinta Cruzada: Dirigida por Juan de Brienne rey de Jeru-
salén y Andrés II rey de Hungría, de 1228 a 1229 d.C.
6. Sexta Cruzada: Dirigida por Federico II, de 1248 a 1254 d.C.
7. Séptima Cruzada: Dirigida por Luis IX, de Francia de 1270
a 1291 d.C.
8. Octava Cruzada: Dirigida por Luis IX de Francia y Eduar-
do Plantagenet de Inglaterra, de 1270 a 1272 d.C.

La influencia de los monasterios


en el arte y cultura medieval
En la Época Medieval los monasterios se desarrollaron grande-
mente. Las órdenes monásticas absorbieron casi toda la vida cris-
tiana de la época; el cultivo de las letras llevado a cabo con mayor

121
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

o menor esmero por los monjes, hizo que estos se constituyeran


en centros de cultura y saber. Asimismo casi toda la obra de pro-
paganda, filantropía, evangelización realizada durante la Edad
Media fue dirigida y ejecutada por los monjes. Ellos se convir-
tieron también en los más prominentes escritores, predicadores,
teólogos y filósofos de los tiempos feudales.
Las grandes universidades de la Edad Media se establecieron
por los eclesiásticos y estuvieron conectadas con los monasterios.
Así tenemos, la Universidad de París, que ya en el siglo XI tenía
casi 30.000 estudiantes; las universidades de Oxford y Cambridge
en Inglaterra, y la de Bolonia.
También debemos notar que los monjes tuvieron un papel
protagónico en la iniciativa, dirección y responsabilidad de las
Cruzadas, como en la represión de las herejías por medio de la
inquisición. Por la popularidad que ganaron los monasterios,
amontonaron grandes fortunas que motivaron el alejamiento de
esas órdenes ricas y acaudaladas de los elementos que deseaban
vivir en forma sencilla y ajena a los placeres del mundo.
Esos personajes alejados de los monasterios se reunían y forma-
ban nuevas órdenes, y los monasterios siguieron produciendo
hombres sobresalientes y eruditos como Erasmo, Tauler, Staupitz
y Lutero. Por otra parte, debemos anotar que la seguridad y efi-
ciencia de las órdenes monásticas descansaban proporcionalmente
en su fidelidad a la curia romana y el papado. Esto les concedía
cierta libertad en práctica y vida cristiana. Entre las órdenes que
surgen en este período tenemos:

LOS CISTERCIENSES (1098 D.C.)

Ellos procuraron restablecer la disciplina benedictina que esta-


ba corrompida. Su fundador fue Roberto, pero fue fortalecida y
reorganizada por Bernardo de Clairvaux. Esta orden prestó gran
atención al arte, la arquitectura y la literatura, copiando libros
antiguos y escribiendo muchos nuevos.

122
Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

LOS FRANCISCANOS (1209 D.C.)

Esta orden fue fundada en 1209 d.C. por San Francisco de Asís.
Se expandió desde Italia a todas partes de Europa, inclusive se
estableció una orden paralela femenina por Clara de Asís que se
llamó “Las Claras Pobres”.
Ellos se dedicaban al cuidado de los enfermos, de los pobres
y los sufrientes. Así, se dice que durante la peste negra, plaga que
casi acabó con Europa en el siglo XIV, más de 120.000 monjes y
monjas franciscanos murieron mientras prestaban ayuda a los
moribundos y enfermos.

LOS DOMINICOS (1215 D.C.)

Esta orden fue fundada por Santo Domingo en 1215, igual-


mente se extendió por toda Europa. Ésta se diferenciaba de las
demás órdenes porque eran predicadores que iban por doquier
fortaleciendo la fe de los creyentes. Desgraciadamente esta orden,
en su intento de cuidar la fe, comenzaron a perseguir a los “here-
jes”, constituyéndose en el brazo aliado de la Inquisición.
Todas estas órdenes eran ascetas y aunque empezaron con los
propósitos más nobles de hombres y mujeres que se sacrificaban
a sí mismos, fueron perdiendo su pureza y adoptando las cos-
tumbres sensuales de la época. De esta manera, en la época de la
Reforma muchos monasterios fueron suprimidos y sus habitantes
fueron desalojados y obligados a trabajar.

La caída de Constantinopla
La caída de Constantinopla ocurrió en 1453 d.C. Esta fecha ha
sido fijada por los historiadores como el punto de división entre
los tiempos medievales y modernos. El Imperio Griego nunca se
recobró de la conquista de los cruzados en 1204 d.C., pero aunque
las fuertes defensas naturales y artificiales protegieron por mucho
tiempo a la ciudad de los turcos, finalmente ésta fue tomada por
Mahoma el Segundo.

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Historia Eclesiástica I

En un día la iglesia de Santa Sofía fue transformada en una


mezquita y Constantinopla fue hasta 1920 d.C., la ciudad de los
sultanes y la capital del imperio Turco. Así, la iglesia griega fue
despojada de todo, menos de su autoridad eclesiástica, por lo que
el patriarca continúa hasta la fecha viviendo en Constantinopla.

El principio de la
reforma religiosa
El término “Reforma” se refiere a la convulsión religiosa que des-
truyó la unidad de la iglesia cristiana en Europa occidental durante
el siglo dieciséis, y que dio origen a principios religiosos que han
regido a las iglesias protestantes y evangélicas: “Sola fe, sola gracia,
sola Escritura” y el sacerdocio universal de los creyentes.
En general, la Reforma se produjo por las siguientes catego-
rías, según Amaya17:

1. El dogma de la iglesia.
2. Prácticas eclesiásticas.
3. Prácticas populares.
4. Abusos eclesiásticos.

En la primera categoría vemos que se había transformado la


posición doctrinal de la iglesia cristiana. Los cambios más radi-
cales se encuentran en el concepto de iglesia, ya que ésta no era
más el cuerpo de Cristo sino una institución con un absolutismo
total cuya cabeza era el Papa; en el concepto de salvación, la cual
no se obtenía en esta época mediante la fe en Cristo, sino a través
de la institución de la Iglesia; el perdón de pecados, éste ya no se
obtenía a través de la fe del penitente en los méritos de Cristo en
la cruz del calvario, sino a través del bautismo. Además, se hizo
divisiones del pecado: cardinales y mortales, lo que contradice las

17 Amaya, Isamael E. Los forjadores de nuestra fe. EE. UU.: Logoi, 1982., pp. 14-24.

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Escrituras. Y el concepto de los sacramentos pues se habían aña-


dido a la Santa Cena y al bautismo los siguientes: La confirmación,
el matrimonio, la penitencia, la extremaunción y la ordenación.
En cuanto a prácticas eclesiásticas surgieron la mariología, es
decir, la adoración a la Virgen María y, la intercesión de los santos,
lo cual condujo a la iglesia a la canonización de los mismos.
Las prácticas eclesiásticas inspiraban la protesta de muchos
cristianos sinceros, éstas fueron el absolutismo papal, la corrup-
ción del clero y el formalismo extremo del culto.
Con respecto a los abusos eclesiásticos, la lista es larga, pero
podemos incluir: Las anatas, las colaciones, las preservaciones
(reserva de puestos eclesiásticos), las dispensaciones (se podía
violar la ley canónica mediante el pago de una cantidad de dine-
ro), la simonía (venta de cargos eclesiásticos al mejor postor), el
nepotismo (un Papa nom bró a su sobrino de 14 años al cargo de
Cardenal) , las recomendaciones, el pluralismo, el absentismo y las
indulgencias.
Asimismo, en este período hubo fuerzas externas que se convir-
tieron en precursoras de la Reforma, estas fueron: El renacimiento,
que introdujo el espíritu individualista, el espíritu nacionalista y la
exploración geográfica; y la invención de la imprenta.

Personajes destacados
de este período
Entre los grandes personajes de este período podemos nom-
brar a los siguientes:

ANSELMO (1033-1109 D.C.)

Nació en Piamonte, Italia. Fue un erudito que se hizo monje


en Normandía. En 1078 d.C. lo nombraron “abad” y llegó a ser
arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia de Inglaterra en
el año 1093 d.C. Luchó por la libertad y autoridad de la iglesia
contra Enrique I. Escribió muchas obras teológicas y filosóficas,
por lo que se lo ha llamado el “segundo Agustín”.

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PEDRO ABELARDO (1079-1142 D.C.)

Filósofo y teólogo, fue el pensador más valeroso de la Edad


Media. Fundó la Universidad de París. Sus intrépidas especula-
ciones y opiniones independientes, le pusieron más de una vez
bajo la expulsión de la iglesia. Dejó el monasterio para casarse con
Eloísa, pero fueron obligados a separarse. Ambos entraron en
conventos, Abelardo murió siendo “abad” y Eloísa, “abadesa”.

BERNARDO DE CLAIRVAUX
(1091-1153 D.C.)

Era de una noble familia francesa. Se lo educó para que partici-


pase en la corte, pero renunció por el convento. En 1115 d.C. estable-
ció la orden cisterciense. Predicó y promovió la segunda cruzada.
Bernardo de Clairvaux fue un hombre de mente amplia y de
corazón bondadoso, se opuso y escribió en contra de la persecución
de los judíos.

TOMÁS DE AQUINO (1226-1274 D.C.)

Fue la mentalidad más destacada de la Edad Media, por lo que


se lo ha llamado “Doctor Universal” y “Príncipe de la Escolástica”.
Nació en una familia noble y contra la voluntad de sus padres,
entró a la orden de los monjes dominicos. Llegó a ser la autori-
dad más celebrada y elevada del período medieval en filosofía y
teología. Sus escritos aún se citan, especialmente por los eruditos
Católico Romanos.

JUAN WYCLIFFE (1324-1348 D.C.)

Empezó en Inglaterra el movimiento a favor de la libertad del


poder romano y de la reforma de la iglesia. Se educó en la Univer-
sidad de Oxford donde llegó a ser doctor en teología. Él atacó a los
frailes mendicantes y al sistema del monacato. Rechazaba la auto-

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ridad del Papa en Inglaterra, escribió en contra de la doctrina de la


transubstanciación, considerando al pan y al vino como símbolos
e instaba a que el servicio de la iglesia fuese más simplificado, de
acuerdo al modelo del Nuevo Testamento.
Su mayor obra fue la traducción de la Biblia al Inglés. Sus segui-
dores fueron llamados “lolardos” y llegaron a ser muy numerosos,
pero luego fueron perseguidos y exterminados bajo Enrique IV.

JUAN HUSS (1369-1415 D.C.)

Fue un lector de los escritos de Wycliffe y predicó sus doc-


trinas, especialmente la liberación de la autoridad papal. Como
rector de la Universidad de Praga tuvo una influencia notable en
Bohemia. El Papa lo excomulgó y puso a la ciudad bajo censura
eclesiástica. Él se retiró de la ciudad pero seguía escribiendo y
divulgaba sus ideas.
Fue citado al concilio de Constanza y él accedió a ir, para lo
que recibió un salvoconducto del emperador Segismundo. Pero
el pacto fue violado sobre la base de que “la fe no se guardaría
con herejes”. Así que lo condenaron y quemaron, pero este hecho
despertó la reforma en su tierra natal.

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Libro para el Estudiante
Historia Eclesiástica I

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