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Histeria y obsesión
¿'cyivS
cretta-
Lutereau, Luciano
ISBN 978-950-649-548-0
1. Psicoánalisis. 1. Título
CDD 150.195
L e a n d r o Sa l g a d o
¿Qué es la neurosis?
2. Ibid., p. 128.
3. En este caso, por ejemplo, podría considerarse la "desconfianza"
habitual con que el obsesivo se presenta al tratamiento y que
se manifiesta en variaciones del escepticismo que encubren el
momento de consulta, esto es, por qué requiere de un analista en
esta situación. De este modo, la desconfianza implica un modo de
relación con el Otro que atribuye a este último un rasgo que, en su
propia posición, el desconfiado desconoce: la reticencia.
hay modos concretos de reconocer esta puesta en forma
de un interrogante analítico, para no afirmar solamen
te una posición estructural (que suele enunciarse al de
cir que el neurótico se pregunta por el deseo del Otro)?;4
por último, ¿cuál es la incidencia de la regla fundamen
tal para establecer el tipo clínico? Porque, esta será la úl
tima cuestión a presentar: la neurosis se reconoce como
un modo singular de respuesta a la asociación libre -al
igual que las psicosis y las perversiones-.
Eí síntoma neurótico
"D e otra m anera, los requisitos que suelo exigir a una ex
plicación de síntom a estarían lejos de satisfacerse. Según
una regla que yo había podido corroborar u n a y otra vez,
pero no m e había atrevido a form ular con validez uni
versal, un síntom a significa la figuración -realizació n -
de u n a fantasía de contenido sexu al..."8
a- S2
(a) O A
-cp
6. Ibid., p. 280.
7. No es este el lugar para hacer un esclarecimiento de las diferentes
definiciones de síntoma en la enseñanza de Lacan: como símbolo
(en "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”),
metáfora (en el seminario 5) o goce (a partir del seminario 10),
etc. Lo que importa aquí es dejar a un lado las definiciones
metapsicológicas y apuntar a sus manifestaciones clínicas, esto es,
a su modo de aparición en la experiencia analítica.
lectura de los diferentes momentos del tratamiento del
caso Dora, con el objetivo de delimitar el valor clínico
de sus síntomas respecto del esclarecimiento de su posi
ción subjetiva. De este modo, el asco, la afonía y la tos
serán el hilo conductor para elucidar el nudo íntimo de
la histeria en función de su posición respecto del goce,
el amor y el deseo. Este relevamiento, a su vez, permitirá
comprender por aué Lacan sostenía -en uno de sus últi
mos seminarios- que lo propio de la histeria radicaba en
la "armadura” del amor al padre.
La histeria en análisis
15. "El compartido interés por los niños había sido desde el comienzo un
medio de unión en el trato entre el señor K y Dora. Evidentemente,
el ocuparse de los niños era para Dora la cobertura destinada a
ocultar, ante ella misma y ante los extraños, alguna otra cosa”.
Freud, S. (1905) “Fragmento de análisis de un caso de histeria
( ‘Caso Dora')”, op. cit, p. 34.
16. La prosecución de esta forma de poner en forma el discurso
analizante se encuentra en el prolegómeno al análisis del segundo
sueño del caso; "Desde hacía algún tiempo, la propia Dora se
planteaba preguntas acerca de la conexión de sus acciones con
cia que organiza esta intervención, que, a través del cum
plimiento de la regla fundamental, conduce al esclareci
miento del síntoma de la afonía, dado que Dora comenta
la situación de una de sus primas que, enterada de la for-
malización del noviazgo de su hermana, acusó un dolor
de estómago que la excusó de presenciar la dicha ajena:
"H abía olvidado co n tar que todas las veces, tras desper
tar, había sentido olor a hum o. El hum o arm onizaba
m u y bien co n el fuego, pero además señalaba que el sue
ño ten ía'un a particular relación conm igo, pues cuando
ella aseveraba que tras esto o aquello no había nada es
condido, solía oponerle: ‘donde hay hum o, hay fuego*.
Pero Dora hizo una objeción a esta interpretación exclu
sivamente personal: el señor K y su papá eran fumadores
apasionados, com o tam bién yo lo era, por lo dem ás.”25
31. “En efecto, Freud no vio que el deseo está situado para el histérico en
tal posición, que decirle Desea usted a éste o a ésta es siempre una
interpretación forzada, inexacta, errada. [...] no hay ningún ejemplo
en el que Freud no haya cometido un erroT y no haya obtenido al
menos, sin ninguna clase de excepción, la negativa de la paciente
a acceder al sentido del deseo de sus síntomas y de sus actos, cada
vez que así ha procedido. En efecto, el deseo de la histérica no es
deseo de un objeto sino deseo de un deseo...". Lacan, J. (1957-58)
£! seminario 5: Las formaciones del inconsciente, op. cit, p. 415.
sición en la cura, demasiado orientada a buscar la con
fesión del deseo,32 cuando la histeria se ubica en la sal
vaguarda de que ese objeto sea nombrado... porque se
ría inútil, porque si algo enseña la histeria al psicoaná
lisis es que el obieto del deseo no es su causa, y esto úl
timo es lo que a este tipo clínico le interesa. “¿Cómo es
que una mujer causa un deseo?”,33 he aquí la pregunta
que la histérica formula con su síntoma cuando rechaza
condescender a la satisfacción,34 porque en su núcleo se
encuentra el presupuesto de que la satisfacción anula el
deseo; esto es, a pesar de separar la causa del deseo y el
32. “Ella confesó que no podía guardar hacia el señor K. la inquina que
este merecía. Contó que un día lo había encontrado por la calle,
estando ella en compañía de una prima que no lo conocía. La prima
exclamó de pronto: '¡Dora, ¿qué te pasa? Te has puesto mortalmente
pálida !\ En su interior no había sentido nada de ese cambio, pero le
expliqué que ios gestos y la expresión de los afectos obedecía más a lo
inconsciente que a lo consciente Otra vez, tras varios días en
que había mantenido un talante alegre, acudió a mí del peor humor
Mi arte interpretativo estaba embotado ese día; la dejé seguir
hablando y de pronto recordó que hoy era también el cumpleaños
del señor K., hecho que yo aproveché en su contra". Freud, S. (1905)
"Fragmento de análisis de un caso de histeria ('Caso Dora’)", op.
cit., p. 52-53.
33. Cf. André, S. (1995) ¿Qué quiere una mujer?, México, Siglo XXI,
2002.
34. Aquí podría responderse a la eventual pregunta por la "actualidad”
del caso Dora, cuando hoy en día vemos que las histéricas no
tienen tantos rodeos ni evitan poner el cuerpo. Sin embargo, una
sustracción más sofisticada no deja de ser una sustracción: la
histérica actual bien puede exponer su cuerpo... pero no se entrega.
A su vez, este aspecto demuestra que condescender al lugar de objeto
tiene como correlato la puerta de entrada al goce femenino, goce del
que la histérica muchas veces se defiende incluso con el orgasmo
(del que puede hacer un uso ‘‘frígido’’).
objeto que lo podría satisfacer, no deja de solaparlos sin
tomáticamente en su respuesta defensiva ante el Otro.35
Ahora bien, ¿de qué le serviría a un analista confir
mar que su interpretación es “verdadera" -en el sentido
de que se adecúa a los "hechos”- si esta no produce un
cambio de posición subjetiva? Luego de varias secuencias
de intervenciones con Dora, Freud escribe lo siguiente:
“¿Y por qué se equivocó Freud hasta ese punto, ten ien
do en cu enta que, de creer en m i análisis de hoy, n o te
nía m ás que tom ar lo que le daban así, en la m an o ?
¿Por qué sustituye el saber que recoge de todos esos pi
cos de oro, Anna, Emmie, Dora, por ese m ito, el co m
plejo de Edipo?40
"Para que haya hazaña, hace falta ser al m enos tres [...].
Lo que trata de obtener en la hazaña el obsesivo es pre
cisam ente esto, que llam ábam os hace un m o m en to el
perm iso del O tro [ ...] Hay en la hazaña del obsesivo algo
que perm anece siempre irremediablemente ficticio, por
que la m uerte, quiero decir aquello en lo que se encuen
tra el verdadero peligro, no reside en el adversario a quien
él parece desafiar sino ciertam ente en otra parte. Está
12. "Ahora bien, la correlación de esta omnipotencia con, por así decir,
la omnividencia, nos indica suficientemente de qué se trata. Se trata
de lo que se dibuja en el campo que está más allá del espejismo de
la potencia. Se trata de esa proyección del sujeto en el campo del
ideal, desdoblado entre, por un lado el alter ego especular -el yo
ideal- y, por otro lado, lo que está más allá -el Ideal del yo". Lacan,
J. (1962-63) El seminario 10: La angustia, op. cit., p. 331.
ciones de imposibilidad son las que fijan todo tipo de ro
deos para una realización mínima, que pase desapercibi
da, porque “él no se encuentra allí”.13
(
34. No puede pasar desapercibido, para la lectura del caso, que el campo
militar era una referencia paterna para el Hombre de las ratas y que,
en dicho contexto, se había propuesto "mostrar a los oficiales de
carrera que uno no sólo ha aprendido algo, sino que puede aguantar
bastante”. Freud, S. (1909) Freud, S. (1909) “A propósito de un caso
de neurosis obsesiva (el ‘Hombre de las Ratas’) ”, op. cit, p. 132.
3 5. En esta indicación no se trata de ninguna atribución de voluntad,
sino de destacar que el neurótico siempre encuentra al Otro que lo
trauma, esto es, que verifica su fantasma.
continuar. La respuesta de este último no se deja esperar:
“Lo mismo podría pedirme que le bajara dos cometas”,36
esto es, sanciona el carácter intransigente de la regla fun
damental, poniendo en cuestión cualquier atribución de
crueldad por parte del analista como función (aunque,
por cierto, a Freud crueldad no le faltaba según demues
tra su sugerencia del “empalamiento”). El efecto de esta
intervención, curiosamente, radica en ubicar a Freud en
la serie psíquica del Hombre de las ratas, ya que al despe
dirse lo saluda con el título de "señor capitán”. De este
modo, en la medida en que Freud se abstiene de hacer
consistir el lugar de goce del Otro a través del cumpli
miento de la regla analítica, esta última produce como
resultado una especificación de la transferencia: ahora
Freud ya no es sólo el Professor (u otro signo del Ideal)
sino también un nombre de la satisfacción que el Hom
bre de las ratas cede al campo del Otro.
Frente al delirio en que consiste el desarrollo del te
mor obsesivo, la respuesta de Freud no radica en relati-
vizar lo acontecido ni en testear el grado de realidad que
le corresponde, sino que su intervención tiene el valor de
una rectificación del sujeto en cuestión: a pesar de la in
formación comunicada por el capitán respecto del reem
bolso, el Hombre de las ratas -por lo que se desprendía de
42. “Una vez me trajo un sueño que contenía la figuración del mismo
conflicto en su transferencia al médico: Mi madre [la de Freud] ha
muerto. Quiere presentar sus condolencias, pero tiene miedo de
producir la risa impertinente que ya repetidas veces ha mostrado
a raíz de casos luctuosos. Por eso prefiere escribir una tarjeta con
‘p. c\ pero estas letras se le mudan, al escribirlas, en 'p. f Ibid. p.
152. De este modo, al intentar enviar sus condolencias, concluye
por felicitar a Freud por la muerte de su madre.
43. Aquí podría mencionarse un abanico que va desde aquella “risa
impertinente’’ del Hombre las ratas hasta los chistes y burlas que
al devaneo y la pérdida de tiempo (esas actitudes que a
veces se expresan con frases del estilo "me cuesta arran
car” o bien "soy hijo del rigor"), etc.-; sin embargo, en
términos generales, estas particularidades pueden ser re-
conducidas a los motivos estructurales ya esclarecidos: ese
sentido del humor no es más que otra forma del "con
trabando" comentado a propósito de la satisfacción, la
dilapidación del tiempo es otro modo de ilustrar la rela
ción con la demanda del Otro, etc. De esta manera, una
misma estructura se refracta eri diferentes fenómenos. Y
si bien la clínica psicoanalítica consiste en trazar distin
ciones, la orientación del tratamiento requiere recondu-
cir esta variedad a una forma única. A la dirección de la
cura, entonces, dedicaremos el último capítulo.
5. ibid, p. 571.
6. Cf. Lutereau, L, “Cita, enigma e interpretación” en La verdad del
amo. Una lectura clínica del seminario 17 de Jacques Lacan, Buenos
Aires, Letra Viva, 2013.
go en la transferencia: si algo particulariza a la posición
del neurótico es sostener el deseo a través de su irrealiza-
ción (sea que lo conserve como insatisfecho en la que
ja histérica o lo imposibilite a través del recurso a la de
manda prohibitiva del Otro en la obsesión). De acuerdo
con este escrito, el neurótico es fundamentalmente un
extraviado... respecto de la condición de su deseo -a par
tir de ceder su causa al Otro-. De ahí que lo opuesto de
la neurosis sea el acto; o, dicho de otro modo, que el sín
toma sea la expresión de una desgracia del ser deseante.
El neurótico, al perseverar en su ser fálico (en el sentido
de la identificación narcisista), deja a un lado-lo que po
dría ganar en la realización del deseo.
En este contexto, al desafiar el esquema post-freudia-
no del orden del-tratamiento que preveía la instalación
de la transferencia antes de interpretar, Lacan ubica la
operación de apertura del análisis a partir de una inter
vención capital: la “rectificación subjetiva’'. Esta última
nada tiene que ver con un “hacerse cargo” -lo que nue
vamente reconduciría a una versión yoica del análisis-,
sino con una localización de la división respecto de su
ser desesante que padece el neurótico:
8. Ibid., p. 583.
9. “Es la función privilegiada del significante falo en el modo de
extraviadas: por un lado, la adaptación a una supuesta
realidad pre-dada; por otro lado, y con mayores riesgos
cuando esa realidad no es sino la del analista, la identi
ficación con este último. Por esta vía se accede, enton
ces, luego de ubicar la función privilegiada del falo en la
transferencia, a la cuestión central del ser del analista.
Para dar cuenta de este motivo, en el capítulo siguien
te, Lacan realiza una precisa disquisición sobre el modo
en que un analista podría responder a la demanda:10
S O i(a )
S Ocp
26. “El asunto es, primero, para cada sujeto desde dónde se ubica para
dirigirse al sujeto al que se supone saber. Cada vez que esta función
pueda ser encarnada para el sujeto por quienquiera que fuese,
analista o no, de la definición que acabo de darles se desprende que
la transferencia queda desde entonces ya fundada". Ibid., p. 241.
transferencia, y, a la vez, saben que hace que el sujeto se
cierre al efecto de la in terp retació n /’27
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