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Luciano Lutereau

Fantasías fundamentales
Deseo, culpa y género
ÍNDICE
Lutereau, Luciano
Las fantasías fundamentales. Deseo, culpa y género.

- 1a. ed - Adrogué : Ediciones La Cebra, 2018.


168 p. ; 21,5x14 cm.

ISBN 978-987-3621-46-8

1. Ensayo Argentino. I. Título


CDD A864 Prefacio
El post y su relación con lo inconsciente 9
Todo orgasmo es político 13
Homo/Hétero17
La diferencia sexual 19
La “cuestión” de género 21
Estos son mis prejuicios,
si no le gustan tengo otros  27
¿Por qué el analista no es un perverso? 31
¿Quién teme a la filosofía? 35
© Luciano Lutereau Discípulos de Onán 39
© de esta edición: Ediciones La Cebra 2018.
Histeria masculina /Obsesión femenina 43
Editores Seducciones contemporáneas 45
Ana Asprea y Cristóbal Thayer
Los que aman, odian 49
primera edición 2018: 1000 ejemplares
Celos y envidia 53
edicioneslacebra@gmail.com Vigilar y castigar 57
www.edicioneslacebra.com.ar
Represión, regresión, renegación 61
Impreso en abril de 2018 por Mundo Gráfico Srl.
Encuadernado por Encuadernación Latinoamérica Srl.
Mis amigas filósofas 65
Zeballos 885, Avellaneda, Argentina, tel. 4222-8040; 4222-1743 El comienzo de una hermosa amistad 69
Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723
Fe & Minismo 71
Lo real de la fantasía 75
Men without women81
¿Qué quiere una mujer? 83
El matrimonio aún 85
Asuntos de pareja 87
En el principio, la pasividad 93
La equivocación del amor 97
Madres e hijas 99
Patriarcado103
Ser padre goy 107
La educación imposible 111
La lengua popular 113 a Tef Dubois
El amor, ese caníbal 117
El deseo, esa resistencia 121
Palabra de amor 125
El inicio de otro amor 129
Deleuze (tal como yo lo veo) 133
Dialéctica y psicoanálisis 135
Delirio paranoico 137
Clínica de la mirada 139
Teoría psicoanalítica 145
Consejos analíticos 147
El analista y sus éticas 149
El manejo de la transferencia 153
¿Qué significa analizar? 157
PREFACIO
EL POST Y SU RELACIÓN CON LO
INCONSCIENTE

Nunca pertenecería a un club que admitiera


como socio a alguien como yo.
Groucho Marx

Este libro es fruto de la contingencia. Su escritura surgió en


los márgenes de la redacción de otro libro. Incluso no es un
libro que haya concebido como tal, hasta que alguien me hizo
notar que ya estaba escrito.
Durante el año 2017, mientras editaba mi tesis de docto-
rado (publicada con el título El goce de la mirada por Nube
Negra) llevé adelante un diario clínico en una red social.
Durante ese año, escribí diariamente en Facebook acerca de
cuestiones que iban quedando a un costado de la tesis. Si El
goce de la mirada establece tres formas distintas de gozar de la
fantasía; mi diario retomaba esta noción de fantasía y explo-
raba su potencia en fenómenos cotidianos. Cuando en cierta
ocasión tuve que dar una clase sobre el tema, me encontré re-
visando los “posteos” de la red social. Así un amigo me instó
a compilarlos en un libro.
Al principio la idea me causó gracia. No me resultó atrac-
tiva. Por cierto, si bien había algo novedoso en la propues-
ta –porque ningún libro de psicoanálisis se había escrito de
esa forma; al menos, ninguno que yo conociese–, ya había
otros libros de un tenor semejante, como Estados (2014) de
Daniel Gigena y El tiempo de la convalecencia (2017) de Alberto
Giordano.
Entonces, ¿qué me decidió a dar este paso? En principio,
no tanto la idea de un libro que surgiera de una red social,

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sino que los textos ya hubieran retoñado como indiferentes sobre lo masculino y lo femenino, tal como se desprenden del
(¿retornos de lo inconsciente?) a esa misma red social que los psicoanálisis, son una crítica de la subjetividad patriarcal y la
recibía. Casi nunca presté atención a los comentarios ni me heteronormatividad.
importó a quienes les “gustaban” y a quienes no. No fue esa
Para concluir, quisiera agradecer a Luciano Sáliche, editor
la experiencia que me produjo algún efecto; sí advertir que al
de la revista Polvo, que publicó muchos de los textos que aquí
escribir sobre cuestiones clínicas en una red social había un
se reúnen en formato de artículo. Fue él quien me convenció
extraño tono en la posición de quien, como analista, buscaba
–al decirme que algunos de los textos fueron los más leídos en
dar cuenta de su práctica: un formato algo más íntimo, una
la historia de la revista (¡los editores mienten! ¡Seducen a sus
complicidad con la sorpresa de la vida cotidiana, cierta dis-
autores!)– de que mi ejercicio cotidiano de escribir en una red
tancia respecto de la disquisición teórica. Por esta vía, lo que
social podía llevar a un libro. Tal vez ese sea un síntoma (im)
se expresaba se pegoteaba un poco con la persona de quien
propio, que sólo pueda escribir libros. Lo mismo me ocurrió
escribía. Ese formato de escritura fue el que me interesó. Me
con los libros (como Ya no hay hombres o Edipo y violencia) que
hubiera gustado titular este libro: Nunca pertenecería a un club
surgieron de artículos publicados en revistas de divulgación
que acepte a un psicoanalista como yo porque, en última instan-
y medios gráficos. Me reconforta pensar, como saldo, que el
cia, lo que me empezó a interesar –mientras escribía el texto
estilo académico ya no es el soporte material de mi escritura.
de cada día– fue el modo en que el yo del analista resiste a
la transmisión. Quizá no haya manera de transmitir que no
incluya esa resistencia.
Otra forma de nombrar este libro, que también me hubiese
gustado, podría haber sido: El post y su relación con lo incons-
ciente (en alusión al libro de Freud sobre el chiste); sin embar-
go, creo que sólo a mí me divierte este título. Preferí, enton-
ces, el título más general y relacionado con el tema central
que recorre las páginas: Las fantasías fundamentales. Este título
tiene la particularidad de retomar la expresión lacaniana “el
uso fundamental de la fantasía” y desarrolla sus implicacio-
nes respecto de la constitución del sujeto.
¿Cuál es el sujeto de la fantasía? He aquí la pregunta que,
como hilo conductor, recorre esta compilación. Tres líneas de
fuerza orientan los diferentes fragmentos: el deseo, irreducti-
ble a un tipo clínico (ni histérico ni obsesivo), que cuestiona
cualquier binarismo (ni homo ni hétero), “indestructible”
(como lo llamaba Freud); la culpa, como afecto crucial de la
subjetivación, a partir de la fantasía de seducción que sitúa al
padre como operador de la estructura y sus variaciones (fan-
tasía de escena primaria, de abandono, etc.); por último, la
cuestión de género, en la medida en que las consideraciones

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Todo orgasmo es político

1. Sigmund Freud comparaba el orgasmo con la satisfacción del


bebé después de amamantar. Se nota que en el siglo XIX había
hambre en los escombros del Imperio Austro-Húngaro. Para
Jacques Lacan, en cambio, de acuerdo con la exageración france-
sa, el modelo del orgasmo fue la muerte. Se nota que el siglo XX
fue batailleano y sintió dos guerras. Hoy en día necesitamos una
teoría del orgasmo basada en el 70% de descuento en la segunda
unidad.

2. Buena parte de nuestra relación con la comida se basa en


fantasías. La más básica de todas: que al ingerir algo asumimos
propiedades atribuidas al objeto. La industria actual de la ali-
mentación aprovecha esta fantasía, por eso cuando quieren ven-
der tal producto dicen que tiene “L Casei Defensis” (que nadie
sabe qué es, pero...).
Es el mismo razonamiento infantil de Popeye con la espina-
ca, pero justificado con vocabulario científico. Necesitamos una
epistemología pulsional, que muestre cómo ciertas teorías cien-
tíficas se basan en fantasías sexuales.

3. Que al comer se adquieran las propiedades del objeto es algo


que se verifica en la práctica totémica: así trataban ciertas tribus
a sus animales de cabecera. Esta identificación con el objeto, a
su vez, trasciende lo alimenticio y expresa un modo de relación
oral con el mundo: puedo sentir el deseo de comer a una mujer
con los ojos, o al separarme digerir esos hábitos que me moles-
taban y hacerlos míos.

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El canibalismo es parte de la vida cotidiana, el modo más co- liosas”. “¿Vos comparás la política con el amor?”. “Claro, son
mún de deserotizar la relación con el otro sexo (ese otro que es el lo mismo, pero con una diferencia: en la política nadie es tan
sexo) para instituir una relación de consumo. ¡Muchos varones amigo como para no ser enemigo, y nadie tan enemigo como
no saben distinguir un orgasmo de la “panza llena”!, muchas para no ser amigo; en el amor las dos opciones conviven”. Y
mujeres temen más a los varones que a los vampiros. El mundo luego nos ponemos a hablar de algo más importante.
contemporáneo es el resultado de una regresión a fantasías ora-
les (que, como tales, son narcisistas y melancólicas).

4. En el supermercado chino de mi barrio el maní “sin sal” es


más caro que el maní “con sal”. El capitalismo consiste en pagar
de más por un objeto inexistente, por una falta, por ese plus de
goce que “tiene” el maní que “no tiene” sal; por esa sensibilidad
no sensible que, incluso, puede ser un síntoma.
El nuevo rostro de la histeria política ya no es el del inconfor-
mista o el escéptico, sino que lo “encarnan” los fundamentalis-
tas del naturismo. Si no ocurre que los inconformistas del siglo
pasado sean los adalides de la alimentación saludable del nuevo
milenio. Son una nueva fuerza política. Todavía necesitamos
pensar la política en términos sintomáticos. Y para eso nece-
sitamos menos consignas revolucionarias y más psicoanálisis.
Perdón por esta provocación tonta.

5. Ella conduce una organización política. Me dice que se enoja


cuando la contradicen. Sabe que eso no es bueno. Le digo que
es muy importante que nos contradigan. Que aquellos que nos
odian son los más nobles. La lealtad exige el odio. Y uso una de
esas imágenes que ella odia: “Si tenés un empleado que te roba
$10 todas las semanas, a ese nunca lo tenés que echar, sólo te-
nés que incluir su costo en el presupuesto”. “Sos un burgués de
mierda, pero se entiende”, me dice. “¿No es lo que decía Perón
de Cafiero?”, pregunto. Y le cuento de la vez que fui a ver a un
adversario para pedirle un favor. “¿Y qué te dijo?”, preguntó.
“Que no, por supuesto, pero yo no fui a verlo para que me diga
que sí, sino para permitirle que me diga que no. Y es importante
alojar la negativa del otro, eso genera confianza, saca la relación
del intercambio”.
Ella me dice que estoy chiflado. Le digo que es lo que pasa
también en el amor. “El enamoramiento no es confiable, en
cambio esas relaciones que incluyen el conflicto son las más va-

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Homo/Hétero

1. Le digo a un muchacho, que se declara “homosexual”, que la


belleza en el varón implica asumir una decadencia progresiva (la
panza, la falta de pelo, etc.) porque cualquier intento por retener
lo perdido lleva al grotesco. Es la diferencia entre el atractivo de
Boy Olmi y el chongo del abogado Burlando. “Luciano, ¿te gus-
ta Boy Olmi?”, me pregunta riendo. Le digo que sólo se puede
ser lindo hasta determinada edad, y después lo peor que puede
hacerse es tratar de recuperar el “ser” por la vía del “tener”. Me
dice: “Entiendo lo que decís y me parece bárbaro, yo sufro eso
desde los 25 años, pero te confieso que me cuesta seguirte desde
que confesaste tu amor por Boy Olmi”.
Me río porque me encanta su modo de hablar y reconocerme
objetándome. “Boy Olmi le puede gustar a una mujer (bueno,
y a vos), no a un varón homosexual”, agrega y me enseñó algo
importantísimo para que siga pensando.

2. La homosexualidad tiene una definición precisa: amar al otro


por lo que tiene. Por eso el sujeto histérico siempre lo es, como lo
es el varón que ama a una mujer por sus “cualidades”. Mientras
que hay hombres que salen con hombres desde una posición
heterosexual…
Porque la diferencia homo/hétero no se basa en la elección de
objeto sino en la posición sexuada. Es homosexual, por ejemplo,
el hombre que sale con una mujer para la mirada de los amigos.
Como lo es el seductor que colecciona sus conquistas. Mientras
que hay hombres que aman a las mujeres (y a otros hombres) por
lo que les falta. Esa falta a veces puede ser un defecto, otras ve-
ces incluso un rasgo masculino (como el que atrapa a ese amigo

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que le gustan las mujeres que comen “a lo macho”, con hambre, La diferencia sexual
y no las que picotean el plato). Así puede amarse a una mujer
por la feminidad que le falta, ¡amar esa falta es lo femenino!
Por eso la feminidad nunca se tiene, sino que se la ama (en
hombres y mujeres). Eso define la heterosexualidad, que nada
tiene que ver (al igual que la homosexualidad) con una combi-
nación anatómica de genitales. Esto es lo que dice Freud en “El
fetichismo” (1927) cuando afirma que el fetiche es una defensa
contra la homosexualidad.

3. El psicoanálisis no opone la homosexualidad a la heterose-


xualidad. Ambas se encuentran indisolublemente intrincadas, 1. La relación hombre-mujer estuvo siempre presente en la fi-
se suponen y, eventualmente, se disuelven. Más interesante es losofía moderna. La moral cartesiana es una serie de consejos
el camino que avanza hacia una clínica que supone que diversas para señoritas. La distinción kantiana entre lo bello y lo subli-
posiciones homosexuales son distantes entre sí, lo mismo que en me, una estética del varón enamorado. La primera parte de la
la heterosexualidad. Es el camino freudiano que lleva a repensar Fenomenología del espíritu de Hegel, la dialéctica del deseo celoso.
la bisexualidad constitutiva del sujeto. La filosofía moderna es la historia de los síntomas mascu-
linos. Incluso los del paranoico Rousseau y sus confesiones. La
4. Homo y hétero no son contrarios. Lo hétero es la represión de filosofía moderna es la filosofía heteronormativa por excelencia.
lo homo. Y así, por ejemplo, muchas fantasías hétero se basan en La antigua es homoerótica. La medieval es teológica. Y la con-
un goce homo: es el caso de los varones que salen con mujeres temporánea es zoofílica.
deseables (típico de la farándula: la mujer voluptuosa puede ser
una excusa para apuntar al deseo de otros hombres; por eso no 2. Cuando en su artículo “Sobre las teorías sexuales infantiles”
hay nada más hétero que salir con feas) o es el caso inverso en (1908) Freud dice que el varón interpreta la diferencia sexual
aquellos que desean a las mujeres de sus amigos (también típico con la “teoría de la cloaca” está diciendo mucho más que para
del mundo del espectáculo; por eso la fantasía popular suele el niño los nenes tienen pito y las nenas cola. Esta teoría tiene
juzgar que se trata de gays “encubiertos”). Esto sólo vale para la vigencia en el análisis de los adultos y justifica cierta misoginia
homosexualidad masculina. Porque en las mujeres la heterose- habitual entre varones.
xualidad no se realiza a través de la represión. Recuerdo a un muchacho que se quejaba de lo insoportable
que se ponía su pareja una vez por mes. Se refería a la menstrua-
ción con asco. Le pregunté por qué. Me dijo: “Debe ser como ca-
garse encima”. Le respondí que por eso creía que podía ponerse
expulsivo con ella y tratarla para la mierda. En ciertas culturas
directamente apartan a la mujer de la sociedad en esos días.
Incluso hasta hace poco existía un derecho laboral que podía
eximir a la mujer de trabajar cuando estaba indispuesta. Porque
a veces también la conquista de derechos puede estar basada
en razones segregativas. Ricardo Arjona hizo un tema para que
la discriminación sobre este punto le resultara rentable. Pero la

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única práctica que permite atravesar esta teoría infantil y su- La “cuestión” de género
perar esta forma de machismo que siente horror por el cuerpo
femenino es el psicoanálisis como dispositivo clínico.

3. La diferencia sexual no es anatómica, sino entre dos modos


de armar una familia. “Mujer” es el ser hablante que la arma
en el interior de su familia de origen. “Varón” es el que lo hace
por fuera. El ser hablante “mujer” padece el conflicto de que el
interior pueda ser endogámico (tiene que realizar esa diferen-
cia). El varón sufre el desgarramiento de un exterior ajeno que lo
confronta a la nostalgia del regreso. Las mujeres nunca terminan
de irse. Los varones se van pensando en volver. 1. Me entrevistaron por mi libro Edipo y violencia para una revis-
ta de Perú:
4. La diferencia sexual no es entre dos tipos de órganos, sino en- ­–¿Qué es el machismo para usted?
tre dos modos distintos de hacer un duelo. Los “varones” sufren –No distingo entre machismo y misoginia. Un ejemplo de
por lo que fue y quisieran recuperar. Las “mujeres” por lo que machismo es el caso del varón que luego de una fiesta le repro-
no fue y pudo haber sido. Por eso las mujeres, con o sin pito, cha a su pareja algún comentario que ella hizo (como dice el títu-
sufren más que los hombres en el amor. Porque de lo que no lo de un libro de Raymond Carver: Will you please be quiet please?)
sucedió, no hay olvido posible. o que ante una discusión toma partido por la parte contraria (al
estilo “Pero también, vos le dijiste o hiciste x o y”, con una ate-
5. La diferencia sexual no es entre dos anatomías diferentes, sino nuación), situaciones en las que ubica a la mujer como culpable.
entre dos modos diversos de anotarse a la comisión de prácticos ¿De qué es culpable? De la castración. Es una idea freudiana: la
de la UBA: varón es el que escribe con letra desprolija sobre una mujer está castrada porque algo malo hizo. Por eso el varón no
hoja rasgada, la mujer escribe con letra redonda sobre un rectán- puede ponerse de su lado, y así preserva en el inconsciente el
gulo perfecto. lazo incestuoso con la madre (o la hermana). Es un conflicto tí-
pico de la masculinidad: mi familia o una mujer, que lleva a que
6. Todas estas distinciones son triviales, pero muestran que la muchos varones puedan estar en pareja a condición de culpar
diferencia es irreductible. El “al menos dos” del sexo no supone a sus esposas o no tomar nada de ellas. Quizá confíen en ellas
términos positivos, no es una diferencia binaria, sino la discor- como madres, pero no como mujeres. Ese odio inconsciente, de
dancia absoluta en la relación sexual que, por lo tanto, no existe. raíz edípica, es para mí la misoginia básica del machismo.
Aunque que las hay, las hay.
–Y ¿qué piensa del acoso callejero? ¿No son violencia
machista?
–¿Se refiere a los piropos? [Sí] No lo sé. Sí creo que cuando no
se investiga con un método se plantean discusiones normativas
acerca de si conviene prohibir tal o cual conducta. Son solu-
ciones disciplinarias. El psicoanálisis descifra los fundamentos
psíquicos de esas conductas.

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2. Una de mis frases favoritas es el epígrafe que elegí para Ya división entre la mujer y la madre”. Suele leer psicoanálisis. No
no hay hombres, en la que Truffaut dice que las mujeres, por lo digo nada, pero recuerdo que una vez (más de una, en reali-
general, saben lo que quieren de un hombre. Me gusta el matiz, dad) me habló con fastidio de la familia de su esposa: la relación
por lo general: porque cuando una mujer no sabe qué quiere cómplice con sus hermanas, la comunicación “permanente” con
de un hombre es que lo ama. Son dos modos diferentes de rela- la madre (su suegra); además, ella es la “nena preferida del pa-
ción: querer algo y amar. Algunas mujeres aman para no querer dre”. Le digo entonces que no se trata de que lo deserotice que
nada, y sufren mucho, porque se enganchan con tipos que les su mujer sea madre, sino que sea hija. Lo deserotiza el aspecto
dan poco, que las hacen esperar, etc., no les dan eso que en de- infantil de una mujer. Eso lleva a una fantasía (escópica, basa-
finitiva ellas no quieren. Sufrir por amor es una defensa exitosa. da en espiar) que no contaré y que tiene que ver con una de
Diferente es esperar algo de un hombre, esta actitud tiene fecha sus condiciones eróticas más específicas. Recuerda luego que,
de vencimiento, no se puede esperar toda la vida. Pero la salida al casarse, le dijo a su mujer: “No te va a faltar nada”. Es una
es muy dolorosa: implica aceptar lo que no pudo ser, y si hay frase que también le decía su padre a su madre. Le pregunto:
suerte queda algo de ternura. Las mujeres que saben lo quieren “¿Quién se puede sentir atraído por una mujer a la que no le
de un hombre me recuerdan un poema de Silvina Ocampo, que falta nada?”. Interpreta mi pregunta como un chiste y vuelve
dice algo así: “No darte nunca la vulgar fidelidad de los que a situar su posición en la pareja: todo el tiempo da cosas... que
aman para no morir y, sin embargo, no mueren”. Son las muje- nadie le pidió. Ama profundamente a su mujer, es una mujer
res más interesantes, las que pueden soportar el deseo. hermosa, pero se divide respecto del deseo con ella. Le pasa a
muchos hombres, por motivos diversos, vinculados a veces con
3. Fui a tomar exámenes finales. Mientras evalúo a una alumna, la represión de alguna fantasía; esa represión, como en este caso,
se acerca una compañera y la saludo: “¿Cómo andás nena?”. La articula el matrimonio con la demanda y la renuncia a cierto
alumna me dice después: “Es machista decirle ‘nena’ a una mu- erotismo como consecuencia. Y su recuperación sintomática. En
jer, la infantiliza”. Le digo que tiene razón, que me hace pensar fin, la vida cotidiana de la neurosis. Al despedirse me dice: “Me
(y se lo agradezco): por lo general, yo le digo “nena” o “mamita” visto y te pago”.
a mis amigas. También les digo así a mis hermanas. Pero no veo
por qué sería machista. En realidad, “nena” es una palabra que 5. Coordino un grupo clínico compuesto por cinco mujeres y yo.
las mujeres más grandes usan para referirse a las más jóvenes. Tenemos un grupo de chat, en el que compartimos cosas. Me
Y todavía recuerdo cuando después de ganar las elecciones entero de que, además de este grupo, ellas tienen otro grupo de
CFK llamó a su hija Florencia: “Vení, mamita, vení”. Me queda chat (y sin mí). Sería como el chiste: “Nunca formaría parte de
la inquietud de pensar que ciertas quejas acerca del machismo un grupo que deje entrar tipos como yo”, pero de verdad. ¡Soy
encubren los reproches a la madre. Es más fácil denunciar al marginado en mi propio grupo! No obstante, ¿es mi grupo? En
padre que soportar la mirada materna. Bueno, para eso sirve el realidad esto demuestra que yo no coordino nada, que soy una
padre, para velar. simple excusa para que ellas se encuentren, un mal menor, la
parte maldita, apenas esa ausencia que las reúne como una línea
4. Un hombre dice “No sé por qué evito a mi mujer”. En la va- fugitiva que lleva de una escena a otra.
cilación para decir “evito” yo escuché “He visto”. Se lo señalo.
Me dice que el otro día se quedó mirándola: “Es una mujer muy 6. Hace un tiempo leí una estadística que desmiente un prejuicio
hermosa”, dice y cuenta que suele distraerse muchas veces en habitual: que el HIV es cosa de varones homosexuales. La esta-
otras relaciones para recuperar un deseo que ha quedado por dística muestra que son principalmente las mujeres adolescentes
fuera de la pareja. “Ya sé lo que vas a decir”, se anticipa: “La las que más se infectan hoy en día. La población de jóvenes entre

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16 y 25 años va en ascenso. De estadísticas yo no sé nada, pero si ñarte. Ahora pienso mejor: “La puta que lo parió” no es un mal
el dato es confiable no me parece extraño. Y podría explicarse a insulto para expresar contrariedad. En 1923, Freud dijo que el
partir de la lógica de la fantasía. Vivimos en un mundo de fan- varón cree en la diferencia sexual a partir de suponer que, si la
tasías, cada uno atiende a lo que su fantasía le permite. Para una mujer no tiene pene, es por algún castigo... salvo la madre. En
muchacha adolescente, la reactivación juvenil de la sexualidad el inconsciente, la madre conserva pene y, curiosamente, este
confronta con una fantasía típica: la de embarazo. Así como el pene la desexualiza. Por lo tanto, “la puta que lo parió” no es
muchacho se defiende de la impotencia, y de la castración que una forma de decir que la madre es puta (entendida como mujer
la mujer encarna para él, la jovencita teme quedar embaraza- degradada), sino que a través de esa afirmación que podría pa-
da. Esto explica por qué suelen fracasar las campañas de toma recer sexista se expresa el levantamiento más fuerte del velo de
de conciencia sobre enfermedades de transmisión sexual entre la castración. Por eso la frase suele decirse en situaciones que im-
adolescentes, porque no apuntan a la fantasía: en tiempos de la plican una destitución narcisista, o incluso se dice “la puta que
pastilla del día después, si puede evitarse el embarazo no hace me parió”. Esto indica que es más fácil fingir la propia herida
falta usar preservativo. En efecto, ¡muchos jóvenes creen que el (porque el castrado nunca es el sujeto) que admitir la castración
preservativo es para evitar el embarazo! La fantasía es el fracaso del Otro. Hoy aprendí mucho de mis compañeras, yo les hablé
de la conciencia. con un síntoma (siempre nos sintomatizamos ante quienes nos
importan) y ellas me respondieron con el corazón.
7. Esta mañana fui a dar una clase al seminario del Hospital
Ramos Mejía. Si pudiera resumir el argumento que expuse sería
algo así: el complejo de castración diferencia entre varón y mujer
a partir de la desmentida; los varones no creen en lo que ven,
las mujeres (todo esto independiente de la anatomía) ven, pero
necesitan que el padre autorice su creencia, la esperan como a
un hijo; por eso los varones no pueden engañar a las mujeres,
pueden negar el engaño, mientras que los celos femeninos están
siempre justificados, tienen razón, pero requieren de la confe-
sión. Asimismo, no hay hombre que no engañe a la mujer, la
realización material del engaño es lo de menos, como no hay
mujer que no interprete el engaño como infidelidad (al menos,
en un primer momento). Con el tiempo y un poco de análisis las
cosas se acomodan. Freud pensó el fin de análisis para el varón
y la mujer (nunca en términos de estructuras y tipos clínicos). La
diferencia entre masculino y femenino supone la perversión. En
efecto, es la distinción perversa por excelencia.

8. En la mesa de “Género y Psicoanálisis” de unas Jornadas


dije “La puta que lo parió” como parte de un exabrupto y fui
justamente reprendido por mis compañeras de mesa. Acepté la
sanción, porque demuestra que estaba implicado ahí con ellas.
No se puede querer a nadie a quien no se le da el poder de da-

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Estos son mis prejuicios,
si no le gustan tengo otros

1. Hoy es el día internacional de lucha contra la homofobia. De


una revista de psicoanálisis me avisan que aceptan un artículo
mío. Con una condición: que matice la afirmación “La homose-
xualidad rechaza la castración”.
En el artículo planteo que una posición homosexual no se
define a partir de una elección de objeto. Aun así el evaluador
me pide baje el tono de la frase, para que no parezca un “prejui-
cio”. Pero, ¿de quién es el prejuicio? En el artículo desarrollo que
hablar de salir con una persona del “mismo sexo” es una idea
contraria al psicoanálisis, en la medida en que supone “identi-
dad” en lo sexual y reduce el género a la anatomía. No obstante
me piden... ¿que sea políticamente correcto? ¿Que no diga algo
que pueda generar debate? Entonces, ¿qué hago? ¿Repito el sen-
tido común? Y ¿qué hago con la idea de que la heterosexualidad
es una modificación de la homosexualidad? ¿Qué hago con el
planteo de que el hecho de que un hombre salga con un hom-
bre (o una mujer con una mujer) no es suficiente para hablar de
homosexualidad? Porque no es una revista de divulgación, sino
una revista especializada, de psicoanalistas para psicoanalistas,
en la que un evaluador me pide que no sea prejuicioso. Aunque
con su pedido no hace más que exponer sus propios prejuicios.
No debe haber nada más opresivo y que atente contra el pensa-
miento que el imperativo actual de decir cosas que estén bien. El
psicoanálisis al servicio de una moral.

2. Mientras hago tiempo en el aeropuerto miro el video de


“Vente pa’cá”. Me gusta el inicio: Ricky Martin le hace un chiste

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a Maluma frente a la mirada cómplice de la empleada del ho- a la “víctima”, en fin, construyen una escena que ambos ven de
tel. Mejor dicho: le dice a ella que tenga cuidado con él, o algo afuera, y que hace que M. pierda cualquier posible intimidad
así. Es un típico chiste masculino: la mujer como testigo de la para conocer a ese hombre, porque se objetiva todo el tiempo
complicidad de los varones (que se manosean un poco). No creo para la mirada de C. Eventualmente C. puede intervenir, y ha-
que sea algo forzado o un gesto comercial. Sería un prejuicio cerle un comentario al chico que le gusta a M., “hacerle gancho”
creer que un homosexual no es masculino. Es un prejuicio en si lo conoce, pero es obvio que eso no va a llegar a nada, porque
psicoanálisis: cuando se superpone homosexualidad y posición ¿qué hombre se animaría a avanzar con una mujer con la mi-
pasiva. Es cierto que muchos homosexuales se la pasan man- rada pendiente de otro hombre? Solo un adolescente o, si tiene
dándose fotos de la pija, y después consultan por impotencia más de 21 años, un idiota. Por eso M. apenas tiene encuentros
(como si sólo tuvieran la pija para la foto), pero justamente el que nunca llegan a nada. La mirada del amigo gay ahorra a la
síntoma es lo que hace que muchos homosexuales puedan jugar mujer el erotismo y la intimidad de la seducción; quizá la haga
a la mariquita sin serlo. Se identifican eróticamente a ese sem- sentir más segura de sí misma, divertida, lúcida e inteligente,
blante, juegan y seducen, pero su posición sexuada es masculi- porque hasta pueden juntos (ella y su amigo gay) burlarse de la
na. Todavía los psicoanalistas tenemos muchos prejuicios para torpeza de los hombres, pero esa objetivación escópica es una
pensar la homosexualidad masculina. Me incluyo. En principio falsa sutura de la división subjetiva que impone el encuentro
es preciso deshacer la ecuación posición homosexual = posición con el deseo torpe del varón a una mujer. “Mala fe” diría un
pasiva. No alcanza con cuestionar la vía de la elección de objeto. sartreano. Porque la amistad entre el hombre y la mujer existe,
por supuesto, pero si rechaza la diferencia sexual no es más que
3. “Si el perro es el mejor amigo del hombre, el gay es el peor una sociedad de socorro mutuo.
amigo de la mujer”, le digo a mi amiga M. y a C. (su amigo gay).
Estamos tomando algo, decimos pavadas para divertirnos. En
nuestras conversaciones los llamo “Patti y Robert”, porque son
hermosos y malditos, y la maldición de M. es que casi ninguna
de sus relaciones dura más que un par de semanas. Le digo que
es porque enseguida se lo cuenta a C. Ambos me dicen que soy
su “amigo facho” y a mí me encanta que eso no sea un obstácu-
lo para nuestra amistad. Somos la auténtica comunidad de lo
diverso. Y yo les agradezco que me quieran a pesar de lo que
soy y pienso. Igual les hago una aclaración: un amigo gay no
tiene nada que ver con la homosexualidad. Por cierto, C. no es
homosexual (o no lo es más que cualquier hombre). Pero es un
amigo gay, de la misma manera que el marido de mi amiga J. es
nuestra amiga K. Ambas tienen parejas, pero si yo tuviera que
hablar del marido de J. no dudaría en hablar de K. Las cosas no
son tan lineales ni evidentes. Entonces retomo: el amigo gay es
el varón con el que una mujer puede hablar sin sentir vergüen-
za, es decir, aquel que le hace olvidar que ella es una mujer y él...
un hombre. Por ejemplo, a M. le gusta un chico y se lo cuenta a
C. Entonces C. le da consejos, ambos hablan de cómo acercarse

28 29
¿Por qué el analista no es
un perverso?

1. Las posiciones subjetivas (neurosis, psicosis, perversión) son


modos discrecionales de responder al método de asociación
libre. El neurótico se divide (entre el decir y lo dicho); en el psi-
cótico el decir es lo dicho (paranoia) o lo dicho es el decir (ironía
esquizo); el perverso no dice, sino que muestra.
Si la invitación analítica se enuncia: “Diga aquello que pre-
feriría no decir”, aquello que por vergüenza, prurito o resque-
mor preferiría callar (y en la preferencia está la aptitud electiva
del ser hablante, el llamado al acto que impone el análisis), el
perverso sitúa el límite a lo que puede ser dicho (el decir) más
allá de los diques morales: no es un sujeto ético sino un sujeto
estético.
En el analista esto se verifica en las formaciones de la mirada
que lo invaden (y que a veces se traducen en la pregunta: ¿qué
hago escuchando esto?). El perverso es wittgensteniano: prefiere
callar, para mostrar (en la intimidad del análisis) un secreto si-
lencioso, que el analista sólo advierte cuando el relato concluyó.
El que se divide, entonces, es el analista.

2. ¿Por qué el analista no es un perverso? ¿Para recuperar qué


goce escucharía a su paciente? Podría serlo perfectamente (y
que los hay, los hay) como lo expone la parte superior del dis-
curso del analista (en el que como objeto apunta a la división
subjetiva).
Es fácil decir que el deseo del analista no está “contaminado”
con el fantasma del practicante, demasiado fácil ser moralista

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(la nueva perversión analítica, la de separar lo “correcto” y lo incluso en el sadismo y el masoquismo, la voz debe “aparecer”,
“incorrecto” en y para “el psicoanálisis”), como si existiera un volverse “fenómeno”. La fe del perverso, su creencia más ínti-
deseo puro. Para verificar esta distancia hay dos dispositivos: la ma, es que lo invisible es en-lo-visible. Por eso el síntoma funda-
supervisión y el pase. El perverso sabe de la impureza del deseo, mental del perverso es el fenómeno inaparente por excelencia:
sabe que el analista no es un santo, y apunta a restituir el goce el amor.
de la persona. Cuando el analista se pregunta “¿Por qué escucho
esto?” obtiene de la perversión un recordatorio de que la suya
no es sólo una función anónima.
El síntoma perverso es el que pone a prueba y muestra la ver-
dad (y necesidad) de una noción como la de deseo del analista.

3. Las posiciones subjetivas (neurosis, psicosis, perversión) son


modos diferentes de responder a la interpretación. El neurótico
objeta el decir que atribuye al analista, y así no sólo confirma
y descompleta la sugestión, sino que también cumple con la
asociación libre. El psicótico hace un uso diferente de la inter-
pretación: muchas veces es quien rectifica los dichos del analista
y, por lo tanto, la interpretación queda de su lado; otras veces,
el decir del analista le sirve para situar una oscura voluntad de
goce en esa palabra que se le dirige y eso lo enloquece un poco.
Tanto el neurótico como el psicótico necesitan la interpreta-
ción para resistir. Mientras que el perverso tiene una relación
de interés con la interpretación: la pide, la espera, le supone un
saber del que gozar. Gozar de un saber no reprimido, no sabido
para el analista, para atribuirle alguna forma de la división sub-
jetiva, es el modo en que el perverso se relaciona con el decir.
Ese lazo íntimo entre decir-saber-sujeto es la manera en que el
perverso gana de mano en la interpretación. Y plantea la necesi-
dad de pensar el uso perverso de la interpretación incluso para
el analista.

4. No hay catálogo de las perversiones, sino modos fantasmá-


ticos (fetichismo, voyeurismo, exhibicionismo, sadismo, maso-
quismo) de sostener la perversión del deseo. No hay perversión
“verdadera”, sino que la verdad de la perversión es la ficción de
una “máscara sin rostro”. No hay acto perverso, sino pura po-
tencia, escena proteiforme y modos de aparecer. No hay estruc-
tura perversa, sino diversas maneras de gozar de la mirada. La
mirada es la unidad en lo múltiple de las perversiones. Porque

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¿Quién teme a la filosofía?

1. A veces una clase es como una sesión de análisis. Lo mejor


ocurre en una digresión, en el pasillo, en la charla posterior.
Hace poco un alumno me preguntó por las psicosis, por aque-
llos que “no tienen” el nombre del padre. Se me ocurrió decirle
que nadie lo tiene, y que pensar una distinción entre “los que sí”
y “los que no” es una clasificación segregativa, más propia de la
neurociencia que del psicoanálisis. Se puede ser un neurocientí-
fico que habla en lacaniano.
Entonces este alumno me preguntó cómo pienso la estruc-
tura, y se me ocurrió decirle (estaba tentado) que la estructura
es un acto. Están aquellos que sólo pueden actuar filiándose en
una genealogía, que sólo pueden simbolizar su acto en la serie
de un precedente, mientras que hay otros que no creen en eso,
que son un poco más libres, que no necesitan de esa referencia
paterna para actuar. Lo interesante es que eso no los hace psi-
cóticos. Asimismo el paranoico es un enamorado del padre y
de la herencia (preferentemente de raza). Es todo un poco más
complejo que padre “sí o no” (esa pasión por lo binario).
En este punto, el alumno me hizo notar qué tonta es la me-
táfora lacaniana de la carretera principal, qué grave prejuicio
implica, porque no sólo están los que van por tierra, sino los que
“no van en tren, sino en avión”.
La conversación analítica, incluso la que ocurre en una clase,
que necesita trascender la lógica del pensamiento clasificatorio
propio de la (pseudo)ciencia, hunde sus raíces en la filosofía, en
esa célula elemental que es el diálogo socrático.

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2. El psicoanálisis parece algo abstracto, pero se corrobora coti- “Yo no creo que con ese comentario vos hayas querido decir que
dianamente. Genera suspicacia entre los filósofos, y es esperable existe una justificación de su muerte”. Es obvio que no, pero
este temor, ya que es una práctica que no se basa en conceptos entonces ¿por qué lo dice? ¿Por qué dice algo que no sabe que
sino en mitos. dice (justo él que, como filósofo, es especialista en saber)?
El psicoanálisis es un método de interpretación de ritos. Por En 1923, Freud decía que el varón desmiente la diferencia
ejemplo: dos hermanos tuvieron desde siempre una relación sexual, y sólo la acepta con la condición de suponer la falta de
distante; un día muere el padre, y los hermanos comienzan a pene como un castigo. El “desprecio por las mujeres” (sic), en-
verse regularmente. Surge el hábito de cenar juntos cada tanto. tonces, tiene un fundamento psíquico. Eso explica por qué cada
Es evidente que la muerte del padre los unió. Sin embargo, esta ser despreciado es “feminizado” en la lógica fálica. No es una
unión no se basa en el amor, sino en el deseo de muerte. Son cuestión cultural, sino que tiene un fundamento pulsional. Por
hermanos porque comparten el deseo de matar al padre. Y es eso el saber no alcanza para combatir la misoginia. Mi amigo no
lo que hicieron. Por eso se juntan a cenar. Para no llorar. Porque es un misógino: es un tipo muy culto, que como funcionario ha
sólo puede llorarse la muerte de alguien a quien se le deseó la hecho mucho por minorías oprimidas, pero lo no sabido del in-
muerte. Cuando nuestra fantasía se cumple. Para advertir luego consciente no se modifica estudiando ni con buenas intenciones.
que sólo le deseamos la muerte a las personas que más amamos. En el inconsciente, la mujer es culpable de su diferencia, y la
Y cuando no podemos asumir que amamos con odio es que sen- fuerza pulsional con que los varones culpabilizan a las mujeres,
timos culpa. Y cuando sentimos culpa nos juntamos con otro en mi experiencia, sólo pude corroborar que el análisis la alcan-
para negar ese deseo que, sin embargo, realizamos por el solo za. Porque el reverso de esa culpabilización es otra figura igual-
acto de elegir un cómplice. mente renegatoria (y fálica): la victimización. Por eso mi apuesta
El asesinato del padre no es un crimen perfecto, sino que contra la misoginia es a través de la práctica del psicoanálisis.
tiene siempre un testigo. Este es el lugar de los hermanos. Sólo
ellos pueden juzgarnos. Por eso a algunos les resulta más fá-
cil contar algo íntimo a un extraño, como un psicoanalista (o
el mozo de un bar), que a un familiar o amigo. Aunque hable-
mos de la temperatura o de lo que pasó el fin de semana, en
un análisis siempre hablamos de un deseo homicida. Hablar es
matar, por eso cuesta tanto. Nunca está tan presente la muerte
como cuando alguien dice: “No sé de qué hablar hoy”. Salvo
Nietzsche, mis amigos filósofos no entienden esto. Por suerte
algunos se analizan.

3. Hace un tiempo conversaba con un amigo filósofo. No sólo es


un escritor conocido, sino que también fue un alto funcionario
de un gobierno anterior. Hablábamos de los últimos casos de
femicidios. Entonces él dijo: “Aparentemente la piba era medio
bardera”. Me quedé duro. No me iba a indignar, porque la in-
dignación es una pasión facilista (y neurótica). Su comentario
no tenía que ver con una (pseudo)complicidad masculina, en
la reunión estaba una amiga de ambos. Con sinceridad le dije:

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Discípulos de Onán

1. En 1926, Freud cambia de punto de vista respecto de la mas-


turbación: si inicialmente creyó que el erotismo onanista era una
actividad masculina, y sólo secundariamente practicada por las
mujeres, sus pacientes le muestran que es una actividad emi-
nentemente femenina. El varón que se masturba no realiza un
acto viril, sino que se feminiza. Ya en 1918, en “Pegan a un niño”,
Freud había descubierto una fantasía masturbatoria prevalente
en mujeres: que el padre les pegue. En la masturbación, el varón
se hace coger por el padre. Por eso es común que entre jóvenes
varones exista la “paja colectiva”; por eso también el insulto
“pajero” no tiene equivalente entre las mujeres.

2. Ninguna teoría de la sexualidad que no explique por qué es


imposible acariciarse ni hacerse cosquillas a uno mismo puede
ser interesante. Estas dos experiencias eróticas fundamentales
(e irresistibles) muestran que la sexualidad se expulsa del cuer-
po propio y se busca en otro cuerpo. Y que el erotismo de otro
cuerpo es la causa del propio. Así están aquellos que gozan de
que otro goce, los que gozan para que otro goce, etc. Desde este
punto de vista, síntomas tan frecuentes como la impotencia o la
frigidez se vuelven mucho más claros: no son una disfunción, o
un déficit, sino una resistencia a que el cuerpo sea autoerótico, a
que el goce expulsado vuelva al cuerpo propio, y a que el cuerpo
del otro sea un mero objeto.

3. El trabajo psíquico que tiene que hacer un varón entre los 8


y los 13 años consiste en la inscripción imaginaria del “riesgo”,
riesgo que en la adolescencia se pondrá a prueba. Sin embar-

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go, la pre-pubertad inicia una serie que va de las historias de 5. Una de las formas de salir de la actualización del Edipo en la
aventuras a las películas de terror. Es lo que ocurre en La Odisea, adolescencia es a través de la culpa. Un modo en que se expresa
que narra los riesgos de ese pre-púber que fue Ulises. Desde es a través de la relación con el dinero: el joven quiere “pagar”
las sirenas hasta el cíclope se trata de evitar caer en las garras sus cosas, ganar su propia plata, ya no ser un “gasto” para los
del monstruo (sustituto del goce materno que se reactiva a esta padres. A través del dinero se manifiesta la dependencia psí-
edad). El código del terror lo muestra a la perfección: ¿por qué quica. Ser “improductivo” es equivalente a permanecer en una
los varones miran estas películas? posición infantil. Sin embargo, hay una falsa salida: no poder
La respuesta es evidente: para no masturbarse. Por eso des- aceptar la ayuda de los padres; querer demostrar que ya no se
pués de cierta edad, el fanatismo con el terror es un placer ona- es un niño es la posición más infantil de todas (como cuando
nista. Lo mismo ocurre con la ciencia ficción. Y con la lectura, los niños de menos de 5 años dicen “Ya soy grande” o “Quiero
otro destino de la masturbación infantil. Cuando alguien cuenta hacerlo solo”). De este modo, para evitar la posición pasiva de la
ser un lector compulsivo desde niño, nos habla de su erotismo filiación, se refuerza activamente la pasividad. Es una ley de la
incestuoso. No es lo mismo haber erotizado la lectura antes o vida: cuando queremos evitar algo, más lo realizamos. Cuando
después de la pubertad. Muchas veces con el análisis lectores de lo que se trata es de ser pasivamente activo, recibir lo dado,
compulsivos se quejan de que ya no pueden leer tanto, o bien el don de lo impropio. En Chile conversaba con un amigo pe-
de que ya no les interesa. Leer no es lo mismo que actuar o, riodista, me contaba que su madre siempre elogió su voz: “Me
simplemente, vivir. “El placer del texto” es un título onanista y tomó 30 años [ahora tiene más de 50] poder hablar en una ra-
pre-puberal. dio”. Todo lo que tenemos es heredado. Lo que no tenemos es
lo que buscamos y dejamos para otros. El trabajo de la culpa en
4. La adolescencia del varón tiene como fin distinguir entre los la adolescencia implica distinguir entre lo mismo y lo igual. A
deseos vacíos y un deseo pleno. La demostración de la potencia, veces les ocurre a jóvenes que no quieren dedicarse a lo mismo
práctica constante del joven, lleva a que realice lo posible. ¿Por que sus padres, pero también a aquellos que sienten que si lo ha-
qué sale con más de una chica? Porque puede. Y así transcurre cen son iguales (y, por ejemplo, odian el negocio familiar). Para
en las más diversas torpezas. Los deseos vacíos son el encanto reducir la culpa, el joven necesita pagar. Se paga para subjetivar
de ejercer posibilidades. una deuda. Si no se paga, la deuda es infinita y puede ser aplas-
tante. Nunca se paga para cancelar la deuda. Así el joven inicia
Sin embargo, estas se vuelven innecesarias, mientras que lo
su pasaje a la adultez, pero falta un paso más: la diferenciación
necesario impone la restricción, la fantasía de pérdida, el falso
respecto de la generación precedente implica asimilación y dis-
dilema del joven que cree que para madurar debe agachar la ca-
tancia, “tenerla adentro”, la deuda. No debe haber nada más
beza, asumir responsabilidades imaginadas como una armadu-
triste que creer que no se le debe nada a nadie.
ra. Esa falsa adultez, que Winnicott llamaba también “falso self”,
es una salida muy común a los deseos vacíos de la adolescencia,
6. Una de las formas de erotismo menos investigadas en psicoa-
que lleva a que muchos hombres cada tanto se den un permiso
nálisis es la del heterosexual que, eventualmente, se acuesta con
para volver a sentirse jóvenes. La idiotez de volver a sentirse
hombres. Desde el sentido común se dice que son homosexuales
jóvenes. Mientras que el deseo pleno implica otro pasaje, la re-
encubiertos, pero no es así; eso sería reintroducir un binarismo
cuperación de un deseo que con cada pérdida se fortalece, por-
de la verdad y la apariencia que la sexualidad no conoce, super-
que la pérdida no es (como alguna vez me dijo un muchacho)
puesto a la oposición binaria entre homo y hétero. En algunos
perder “algo” sino descubrir que se tienen las manos libres. O
textos se los llama “perversos”, pero tampoco creo que sea el
como dice la canción de Calamaro: “La vida es una cárcel con las
caso. Cuando la noción de perversión se amplía mucho, ya no
puertas abiertas”.

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sirve para nada. Investigar esta forma de erotismo lleva a dos Histeria masculina /Obsesión femenina
vías: por un lado, especificar que en el erotismo del varón con
una mujer está presente el homoerotismo de un varón con otro
varón (por ejemplo, algunos no pueden tener una erección con
una mujer si ella no los sodomiza); por otro lado, en las relacio-
nes de un heterosexual con un homosexual no es más frecuente
la búsqueda de pasividad, sino una reafirmación de virilidad:
varones que enamoran a otros varones, a los que luego despre-
cian. En este último punto, no es una cuestión de deseo sino
de paciencia amorosa. Por eso se confunde con la perversión
(porque el amor sin deseo es perverso), pero está más cerca de
la pregunta de la histeria masculina: cómo ama un varón a otro 1. La fantasía de seducción es constitutiva del sujeto. Y hay un
varón. Cuando hoy en día se generaliza que los varones están tipo clínico (la histeria) que hace de la defensa contra esta fanta-
histéricos, no se piensa lo propio de la histeria masculina, sino sía lo fundamental de su mecanismo de formación de síntoma.
que se proyecta en los varones la histeria femenina. Y como las Pero siempre hay un riesgo en psicoanálisis, el de confundir que
mujeres de nuestro tiempo ya no quieren saber nada con la his- toda mujer que se queja de un seductor es una histérica; y así
teria, se la endosan a los varones, pero no tiene nada que ver con ocultar el desvalimiento de la mujer ante la perversión de ciertos
la histeria masculina. Un histérico varón: el protagonista de El hombres. Es una diferencia clínica fundamental. Y que requiere
juguete rabioso. El mejor libro sobre la histeria masculina: Sexo y como criterio restituir el conflicto en la relación amorosa.
traición en Roberto Arlt de Oscar Masotta. Lamentablemente, la moral sexual contemporánea (perio-
dística) busca un amor puro y dice “Si te X, no te ama”. ¡Qué
error! Tanto mejor sería decir “Te amo porque te odio” (como
la canción de Madonna) ya que el hombre ideal existe, y es el
perverso: los tipos con doble vida, los maridos ejemplares que
por la noche son vampiros, etc.
El “varón disociado” de nuestro tiempo, demasiado visible
para ser visto; el soltero, cuya violencia hoy pasa desapercibida,
porque no se sostiene en la agresión... pero sí en la estafa.

2. Ella me cuenta que tiene que dar una clase. Cada vez que tiene
que poner el cuerpo se llena de nervios. Se pone a estudiar a dos
manos, aunque sabe que el saber es impotente. Pero no puede
dejar de estudiar. No le ocurre que el acto de la clase represente
el sustituto de una escena de seducción, como en la histeria, sino
que se trata de un conflicto con la potencia para quien la simbo-
lización del falo no es una opción. Por eso la neurosis obsesiva
femenina no tiene como síntoma fundamental la duda, como la
masculina, sino la compulsión. “Saber que el saber es impotente,
pero aun así...” es la fórmula de la obsesión femenina. 

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3. El punto más complejo para interrogar la histeria en el va- Seducciones contemporáneas
rón es la pregunta respecto de la incidencia que la especificidad
masculina presta al tipo clínico, en la medida en que la vía fálica
requiere una puesta a prueba de la potencia y la posibilidad de
su sintomatización. Dicho de otra manera, ¿qué fin presta la his-
teria al varón para sintomatizar su potencia? Así es que puede
advertirse la importancia de distinguir entre histeria masculina,
posición seductora y homosexualidad, para que se plantee la
verdadera diferencia clínica significativa: aquella por la cual hoy
en día muchos casos de histeria masculina se confunden con la
neurosis obsesiva (tan solo porque se trata de una sintomatiza-
ción de la potencia), o con cuadros como la fobia o borderlines 1. Una de las formas del galán de nuestro tiempo es el varón
(por la presencia masiva de angustia). separado con hijos. Es irresistible para muchas mujeres. Es el
4. Uno de los problemas del psicoanálisis actual es que aban- hombre tierno que lleva a sus hijos al jardín ante la mirada en-
donó la metapsicología. Se conforma con descripciones empíri- cantada de otras madres y señoritas. Sí, otras madres, porque
cas en jerga lacaniana (la relación con el Otro, la posición fantas- el varón separado con hijos es un hombre maternal, tiernizado,
mática, este u otro goce, etc.) sin profundidad clínica. La histeria maternizado. Y eso parece seducir a ciertas mujeres, a pesar de
masculina como tipo clínico implica trazar distinciones con: la que el varón separado deba ser bastante narcisista para poder
histerización del varón, la homosexualidad (que no depende ocuparse de la vida con hijos y, en buena medida, renunciar al
de una elección homoerótica) y la pasividad constitutiva de la amor idealizado (propio de la masculinidad).
masculinidad (que no es una feminización). Estas distinciones La seducción de este varón narcisista no es un rasgo propio,
imponen repensar el Edipo negativo y los modos de amor mas- sino que se basa en un síntoma habitual en las mujeres: seguro
culino al padre. Sin estas distinciones, en que consiste la clínica, ella (su ex) hizo algo mal y por eso este ángel no se la bancó más.
nos conformamos con perfiles psicológicos. Lo veo en el desprecio que sufren las madres separadas en el jar-
dín. Algo malo habrán hecho. Si yo me olvido algo se debe a que
soy un hombre muy ocupado, que además es padre, pero ellas
son malas madres. Hablo de algo que trasciende mi experiencia
personal y que pude escuchar en la vida de pacientes y amigas.
La violencia machista no es sólo la de hombres hacia mujeres,
sino la que también nace de los síntomas que la maternidad im-
pone a las mujeres. Muchas de ellas, por falta de análisis, caen en
la seducción del varón narcisista (que las lleva a una regresión
a un lazo materno) y se satisfacen histéricamente en la crueldad
contra otras mujeres. No se trata de una cuestión de educación
de género, sino de acostarse en un diván y psicoanalizarse.

2. Una amiga me cuenta una anécdota preciosa. Hace unos me-


ses se mudó a un nuevo departamento. En la mudanza se cruzó

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con un vecino. Ella estaba con su madre, y ésta dijo: “Este chico al tipo le gusta, no deja pasar la ocasión de resaltar su belleza.
es gay”. “Con esta humedad tengo el pelo horrible y la pollera arruga-
En otras ocasiones que lo cruzó se saludaron y, en una re- da”, dice ella en el subte. Y el pibe de al lado le responde: “Esa
unión de consorcio, intercambiaron teléfonos. Comenzaron a pollera roja te queda bárbara”. Ella no sólo tiene el pelo atado,
escribirse. Una vez él usó su lavarropas. Otra vez ella le pidió sino que la pollera es fucsia.
que la despertara temprano porque debía viajar y temía quedar-
se dormida. El edificio tiene un SUM con mesas de ping-pong. 5. Cuando hoy en día se habla del “varón contemporáneo”,
Un día él le mandó un wasap en el que le contaba que le había aquel que seduce y no concreta, se supone una actitud homogé-
conseguido una paleta. Comenzaron a jugar regularmente. Se nea, mientras que hay diferentes posiciones subjetivas. Es cierto
mandaron videos de chinos jugando al ping-pong por youtube. que, por un lado, está el que goza de la conquista, a quien le
Hicieron el chiste de armar juntos un equipo. alcanza el deseo por el deseo mismo. Se lo llama histérico, pero
no tiene nada que ver esto con la histeria, aunque muestra algo
Hoy mi amiga me cuenta que ayer mientras cocinaban él la
que esta última también muestra bien: que el objeto del deseo es
besó. Ella se dejó besar. Y luego preguntó: “¿Vos no sos gay?”.
otro deseo. Sin embargo, no se puede llamar a un varón histérico
Él la miró extrañado y se río como si fuera un chiste. Por suerte
por eso. Por otro lado, y esta posición es más interesante, hay
él no la escucha como ella escucha a su madre.
un tipo de varón que avanza por la vía del amor antes que por
el deseo. No como amante, sino como quien siente una deuda
3. Las mujeres y la serie. Siempre que un varón me cuenta que
con el amor de las mujeres. Son tipos que generan algo y luego
conoció a una mujer presto atención al modo en que la nombra.
no pueden decir que no, aunque no lo quieran. Tampoco se tra-
Algunos dicen “la vecina del piso de arriba” o “la amiga de mi
ta de histeria. Hay un título de un cuento de Bioy Casares que
primo”. Establecen series. De este modo incluyen a las mujeres
describe a la perfección esta posición subjetiva: “El héroe de las
en conjuntos, como objetos predicables.
mujeres”. Por un lado está el galán, por el otro el héroe. Aquel
El deseo del varón, entonces, es sustitutivo, reemplaza, “cor- es un hombre de deseo, éste padece el narcisismo de ser amado.
ta y pega”. Pero también hay otros varones que se quedan sin El primero huye porque le alcanza con la conquista, el segundo
palabras, que no saben decir qué le vieron a una chica, o que para sobrevivir para una próxima batalla. Pero sí, ambos huyen.
no pueden clasificarla. Pasan del fetiche al tótem, y el aura que
envuelve a esa mujer fuera de serie les produce respeto y temor. 6. Una mujer comenta que un amigo se le declaró, pero “sería
Por eso Julia Kristeva vincula lo femenino con lo sagrado, no como acostarse con un hermano”. Inmediatamente después
porque haya una esencia femenina, sino por la destitución que cuenta que tuvo un episodio de frigidez con un hombre. La in-
implica para el utilitarismo del deseo fálico. terpretación va de suyo: en el inconsciente esa relación tenía un
significado incestuoso. Así se resignifica su síntoma: no es que
4. Proliferan las “Academias de seducción” para varones. Y sin no pudo gozar (impotencia), sino que puede coger a condición
embargo la seducción es una práctica femenina. Un varón que de que el sexo no implique un goce (imposibilidad). Luego de
seduce siempre puede ser más o menos ridículo. Lo mismo ocu- un silencio objetor dice: “Pero yo era muy puta en la adolescen-
rre cuando un varón quiere producir celos. Causa vergüenza cia”. Su objeción es confirmatoria. La fantasía de prostitución
ajena. Muchas mujeres creen que seducir es avanzar a un hom- tiene dos elementos básicos: la defensa contra la seducción del
bre. Es una identificación histérica, y los tipos huyen. Se identi- hombre, que queda reducido a mero instrumento. Asimismo,
fican a lo más ridículo de un varón. Las mujeres más seductoras la prostituta es la que siempre puede encontrarse con el padre
no precisan escuelas, saben jugar con la propia imagen. Hay una entre los clientes. Dicho de otro modo, hace del padre un cliente.
táctica particular y encantadora: la mujer se baja el precio y, si

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Mil películas muestran esto. Por lo general, las autodenomina- Los que aman, odian
das “trabajadoras sexuales” (me refiero a aquellas que defien-
den ejercer esta práctica) no tienen fantasías de prostitución. A
veces sí las tienen las mujeres que cuestionan a las trabajadoras
sexuales. Este debate es inútil si no pensamos el sexo como algo
unido a la fantasía. Y el psicoanálisis es un método clínico para
investigar estos temas. La fantasía de prostitución puede estar
no sólo en las mujeres que cuestionan a las trabajadoras sexua-
les, sino también en actos mínimos: por ejemplo, la relación
que investigadores argentinos establecen con autores interna-
cionales (cuya “representación” encarnan en el Tercermundo,
y así decirse “lacaniano” puede tener un sentido inconsciente 1. Es difícil leer Los que aman, odian y no pensar en que se trata
equivalente a “soy la puta de Lacan”, lo mismo con Derrida, de un chiste interno de la pareja Bioy-Silvina. Una mujer llama-
Deleuze, etc.) o bien el modo en que los psicoanalistas manejan da Mary, traductora, aparece muerta y se culpa a su hermana
los honorarios, al estilo Escort. Emilia y su novio A. “No es la primera vez que un hombre está
enamorado de una mujer y dominado por otra”, concluye la no-
vela. De algún modo era preciso matar a Victoria, aunque más
no sea en la ficción, para poder escribir.

2. Una vez Bioy dijo acerca de Silvina Ocampo, su mujer: “A


veces tengo la impresión de haber vivido un poco distraído a
su lado”. ¿Qué hombre no ama de manera distraída? Ya Barthes
decía que el amor consiste en estar con alguien mientras se hace
otra cosa. O bien Winnicott dio una definición masculina de la
capacidad de estar solo en presencia de otro. El amor del varón
es olvidadizo. A veces es un síntoma, como le ocurre al obsesivo
que nunca ama tanto como cuando pierde al otro. Aquí la au-
sencia se vuelve una condición. Pero es algo que excede al tipo
clínico: cuando el varón ama de forma distraída, es porque ama
el amor materno. Hacer de la mujer un sustituto de la madre es
una pieza central del Edipo masculino. ¿Se trata, entonces, de
que el varón no se distraiga? ¡Eso quisiera la histérica! Quizás
alcance con un ideal menos severo, con que la distracción inclu-
ya al otro.

3. Escribo un artículo sobre la masculinidad contemporánea. No


creo en la idea de “nuevas masculinidades”, como no creo en lo
nuevo. Pienso mucho en Paul McCartney para escribir. Toda la
música pop desde la segunda mitad del XX es una nota al pie de

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sus melodías. Él inventó las silly love songs, y también reinven- cama para dos”. Sólo por amor uno se deja hacer la cama a veces
tó lo masculino. En las fotos con los Beatles siempre elegía una (con ese amor inconfesable que se puede tener por los traidores),
posición diferente a la viril. Un animal, un vestido de mujer, de o deja que la haga otro para los dos. ¡Y uno no se anda dejando
espaldas, con pies descalzos, etc. Incluso cuando se vestía de amar por cualquiera! “Cualquiera” que no es anónimo si pen-
hombre lo hacía de forma paródica, exageraba un bigote o la samos en que, por lo general, es una mujer que “podría ser mi
montura de los anteojos, sin perder nunca su baby face. Cuando madre”. Siempre me pareció todo muy incestuoso en los hote-
Lennon hizo su único acto masculino, envejeció 10 años en 1, les... Pero el amor también puede ampliar sus condiciones con el
hizo un disco de madurez absoluta y murió. Paul nunca muere, tiempo, y hoy en día puedo hacer la cama al levantarme y, antes
por eso se fantasea con que haya muerto cada dos por tres. “Sólo de salir, deshacerla. Y así vivir y dejar vivir. Que cuando mamá
los hombres pueden morir” escribió una vez M. Yourcenar. Paul llegue uno ya no esté. Me voy al cine, tanto para Puig como para
fue el último hombre, el que hizo de la masculinidad un sem- mí, un nombre del Padre.
blante y un concepto. Después de él, podemos pensar lo mascu-
lino, pero lo cierto es que ya no hay hombres.

4. Este fin de semana le dije “Te quiero” a tres mujeres. Una me


preguntó: “¿Qué me querés decir con eso?”. Otra me dijo (con
estilo socrático): “No es a mí a quien querés, sino a X”. La tercera
me propuso: “¿Podrías ser un poco más específico y desarrollar
el campo semántico de la expresión?”. Luego le dije “Te quiero”
a un amigo, y él me respondió: “Yo también”. La diferencia se-
xual no es anatómica, sino entre dos modos distintos de situarse
respecto de la palabra de amor. El ser femenino interroga la
declaración amorosa, y pide que el acto tenga consecuencias en
lo real. Para el ser hablante masculino, el franeleo imaginario es
suficiente.

5. En los hoteles suelo pasar por loco. Antes pedía que no entra-
ra nadie a la habitación en mi ausencia. Es que no me gusta que
ordenen la habitación por mí. Una vez vino la persona a limpiar
y me preguntó si había dormido en el hotel esa noche. Porque
no puedo evitar estirar las sábanas al levantarme. Es algo que
hacía mi abuelo, y por lo que yo lo amaba mucho. Un hombre
tiene que mantener su “casa en orden”. No me parece que otra
persona haga ese trabajo en lugar de uno, como no puedo dejar
tirada una toalla en el baño. No es una cuestión moral, sino que
se relaciona con los límites de lo masculino para mí. Y algo más.
Recuerdo haber hablado mucho de esto en otro tiempo, de la
plenitud de sentido que tiene la expresión “que te hagan una
cama”, pero también de la canción que dice “y prepararás la

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Celos y envidia

1. En 1925, Freud dice que las mujeres son más celosas que los
varones. El motivo: los celos femeninos tienen un refuerzo in-
consciente por la envidia del pene. Sería fácil decir que Freud es
un patriarca falocentrista, pero ¿qué está diciendo?
En principio, para Freud la diferencia sexual no depende de
la anatomía, sino de modos de creencia: varón es el que des-
miente la diferencia, mientras que femenino es el ser que “en
acto” admite la castración. Dicho de otro modo, ¡la castración es
femenina! (que no es lo mismo que decir que la mujer está cas-
trada). Por eso mujeres son los seres que no se engañan respecto
de lo que ven (de ahí que en mitos se les atribuya la adivinación,
o incluso el ciego Tiresias haya sido mujer), se dice de ellas que
son perceptivas, tienen una intuición particular, etc.
La envidia, entonces, que se relaciona con el ver, no quiere
decir que quieran tener un pene, sino que denota que no des-
mienten la diferencia sexuada, es decir, no se engañan con los
semblantes fálicos como los varones. Dicho de otra manera, un
varón cree idiotamente en el elogio y en cualquier cosa que le
haga sentir que la tiene grande (“Me gustó tu trabajo”, “Qué
bueno lo que dijiste”, etc.), mientras que una mujer, después
de preguntar qué tal le queda un vestido, difícilmente le crea al
varón que diga: “Te queda bárbaro”. Puede aceptar el piropo,
pero no le cree. Las mujeres son más celosas, cuidadosas de la
creencia, por eso las mujeres pueden fingir un orgasmo (porque
los varones no dudan); mientras que las mujeres no le creen al
goce de un varón, e incluso cuando estos acaben pueden pensar
que él fantaseó con otra.

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2. La “envidia del pene” es un concepto rimbombante, pero que vuelven a enojar cuando les digo que lo que los hombres aman
nombra un fenómeno clínico concreto: alguien cree que es suyo en las mujeres es a otro hombre, por eso el amor masculino no
algo que no tiene. Por ejemplo, una mujer habla de la hija de existe o es homoerótico, por eso muchos varones se defienden
su pareja. Le molesta la relación cómplice de ella con su padre. del amor o lo sintomatizan. Pareciera que a mis colegas les mo-
“La pendeja se pone en un lugar que no le corresponde”, dice. lesta que a las mujeres no las amen nada más que los hijos, pero
Independientemente de la realidad de los hechos, lo importante entonces eso las convierte en madres. Sin embargo, ¡no es una
es que esta mujer dice que la hija ocupa un lugar que le corres- idea mía! Es lo que dice Lacan cuando sostiene que “La mujer no
pondería a ella. No dice “ocupa mi lugar”, sino que nombra un existe”. Sólo hay que sacar las consecuencias.
lugar por la negativa. Ella cree que es suyo un lugar que no ocu-
pa. Quizá si lo ocupara no le molestaría la rivalidad de una niña, 5. Los celosos siempre somos sujetos más o menos vulgares, en
pero con su envidia no hace más que degradarse como mujer. la medida en que buscamos apresar un deseo a través de la con-
De este modo, sus celos conscientes tienen un reforzamiento firmación material de un hecho.
inconsciente por la envidia del pene. Es una idea freudiana bá-
sica. Por eso Freud decía que las mujeres son más celosas que
los varones. No es una afirmación universal, esencialista, sino la
descripción de una habitualidad clínica.

3. Es común en algunas mujeres la queja de que sus parejas va-


rones no quieren hacer tal o cual cosa que ellas proponen. Ellas
quieren, y ellos responden “No”. Pero no es mala voluntad, ni
una cuestión psicopatológica. Es más básico e infantil. Los varo-
nes sólo dicen “sí” a sus madres. Y cuando empezaron a decir
que “no” a sus madres fue porque dejaron de ser niños. Esta es
la prohibición del incesto: no me pongo un abrigo, no te aviso
a qué hora llego, etc. Es algo sencillo, y problemático: porque a
partir del día en que el varón le dijo que “no” a la madre, le em-
pezó a decir que “no” a todas. Y así se reconoce el deseo, como
negatividad, por la resistencia. Cuando ellos dicen que “no”, es
porque si dijeran que “sí” harían de esa mujer una madre; pero
dicen que “no”, con lo cual el deseo es rechazado. Es una trampa
habitual y cotidiana, que se vuelve mortal si una mujer no aban-
dona la expectativa de que el varón quiera. Ella quiere que él
quiera. Él dice que no. Interpretar estas formas del deseo como
neuróticas (histeria y obsesión) es un error, son constitutivas de
los sufrimientos con que compromete el complejo de Edipo.

4. La vez pasada las mujeres del grupo de estudio se enojaron


cuando les expliqué que los hombres no desean a todas las mu-
jeres, sino a una sola, y que pueden amar a cualquiera. Hoy se

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Vigilar y castigar

1. Cuando en 1925 Freud habla del complejo de castración en


el niño no se refiere a que alguien lo amenaza con la idea de
que le van a cortar el pito. Que la castración sea un “comple-
jo” quiere decir que diversas vivencias ocasionales revelan una
misma estructura: el entendimiento de haber hecho algo que “al
adulto no le gusta” y la representación de un castigo. Por eso el
complejo de castración tiene como referente la “masturbación”;
a través del castigo se castra la culpa. En última instancia se trata
de la estructura que hace que un niño pueda entender que hay
una relación entre un acto y su consecuencia. A un niño de dos
años no tiene sentido decirle: “Si no te bañás, no comés” o “Si
no comés la cena, no tenés postre”. A los cuatro años estas ex-
presiones cobran sentido. ¡Es el complejo de castración! Y que el
varoncito lo desmiente implica que, incluso sin cenar, al irse a
dormir pedirá el postre. Y seguramente diga: “No lo voy a hacer
nunca más”. ¿Puede haber algo más renegatorio que creer que
una promesa (a futuro) cancela el pasado? En fin, hay adultos
que nunca atraviesan esta etapa, que demuestra que la constitu-
ción del sujeto, para el psicoanálisis, es en términos éticos.

2. El mito freudiano de Tótem y tabú es mi preferido: sólo después


de la muerte del padre, los hermanos se reconocen como tales.
El asesinato funda la comunidad, no la identificación. No hay
comunidad en la histeria, sí puede haber una “causa común”,
que siempre es hipócrita, ya que se basa en desconocer el goce
que se pone en juego (como lo demuestra la práctica de “sacar
el cuero” a quien no está presente). La “causa común” histérica
siempre es vulgar. En la comunidad, en cambio, se comparte

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lo impropio de cada uno, se trata de una relación basada en la omnipotente de que “así no me va a pasar”. Desmiente que el
no-relación (de acuerdo con una línea de pensamiento que va próximo de la lista es él o ella. Y si se faja a los jóvenes mejor,
desde Blanchot hasta Derrida, junto con Bataille). Los hermanos por eso no hay mejor manera de desacreditar a un movimiento
nos reconocemos en la complicidad de un deseo homicida, por (de trabajadores, militantes, etc.) que decir que son “pendejos”.
eso nadie puede tirar la primera piedra ni contarle las costillas En este país no hay “grieta”, hay un rechazo originario de la
al otro. idea de herencia y deuda. La clase media no es “reaccionaria”,
sino miedosa. No nos juzguemos entre nosotros, ayúdemonos
3. Hay un refrán que me gusta mucho: “Dime de qué te jactas a dejar de tener miedo. Porque con el miedo los argumentos no
y te diré de qué careces”. Muestra cómo todo alarde encubre la sirven, y mucho menos el revanchismo de decir “votaste esto,
impotencia. Explica bien por qué la destreza, en los varones, es así que jodete”. Hoy hay tanto miedo que estamos a años luz
una forma de compensar la falta. Los varones no tienen el falo, de un sujeto ético que pueda pensar el conflicto entre dos ideas.
sino que fingen tenerlo. La dominación masculina es una insti-
tución de cobardes. El patriarcado, si existe, es la identificación 5. Cuando alguien te dice “Contá conmigo para lo que necesi-
conformista con el padre, para sentirse protector, proveedor, tes” es porque te desea lo peor, porque te desea la desgracia en
superior en el gesto de dar. El varón se identifica con el padre la que te va a poder acompañar y de la que va a obtener una
potente para no angustiarse, para dar algo a cambio del reco- satisfacción narcisista (la de ayudarte). No hace falta estudiar
nocimiento de una autoridad impostada. Y eso no es dar, sino psicoanálisis para entender esto, alcanza con recordar el modo
recibir (por eso la posición respecto del padre siempre es pasiva; en que se presenta Judas en La Biblia. Los traidores son siempre
más te querés parecer al padre, más te coge). Nadie tiene el falo, los que se presentan como los mejores dispuestos.
sino que varones y mujeres compensan su falta: los varones a
través de una ficción cobarde, las mujeres a través de la denun- 6. En el comienzo de Vigilar y castigar, Foucault expone el supli-
cia de la impostura patriarcal. Ambos sufren de lo mismo: la cio de un cuerpo ante la mirada de la sociedad atenta. El castigo
relación con un padre que no existe. como algo para ser mirado. Asimismo, este acto social permitía
depositar en el culpable las proyecciones que hacían del acto
4. Me asusta ver cómo “la grieta” muestra cada vez más un pro- aberrante de uno, ese delincuente, una posibilidad de cualquie-
blema generacional de nuestro país: el odio a los jóvenes. No ra. Sin duda un espectáculo trágico. La sociedad disciplinaria
es que la mayoría de las personas entre 50 y 80 (como leí en internaliza la sanción, la retira del mundo visible y la generaliza,
una estadística) sea “reaccionaria”; las oposiciones entre dere- ya que la escuela tiene la misma estructura que una cárcel. Hoy
cha-izquierda, conservadores-progresistas, etc., no existen más. en día, se filman linchamientos con celulares, se difunden fotos
Lo que me asusta es el retorno de una fantasía arcaica: la iden- de matanzas, y la imagen supera el interés documental, se tele-
tificación con el agresor; esa fantasía que dice que si a una piba visa la violencia porque “rinde”. Es la pasión del ojo la que hay
la violan es por la pollerita, que si a alguien lo desaparecen es que volver a interrogar. El debate político ya no necesita ideas,
porque algo hizo, que si a un trabajador lo reprimen es porque sino pulsiones. La teoría de la ideología necesita psicoanalizarse
es comunista, que si en este país no se pone orden los negros y descubrir las condiciones libidinales del sujeto político.
hacen lo que quieren, y así. Ya no es un tema de partidos, es una
cuestión de fantasías llevadas a la realidad, y hacer política hoy 7. ¿Por qué reprime el gobierno? Lamentablemente no es porque
es saber qué fantasías tocar para hacer publicidad. Es el “ser na- sea facho, sino porque hay un público que consume la violencia
cional”: al argentino le metés miedo y le nace el “sálvese quien de un gobierno represor. Por lo tanto, no me parece hacer nin-
pueda”, y se identifica con el agresor para conservar la ilusión gún análisis ideológico e indignado, sino hablar con los cercanos

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que pueden (por los más diversos motivos) avalar este tipo de Represión, regresión, renegación
acción estatal y tratar de convencerlos de que esa no es la vía.
No sólo se trata de repudiar la violencia, sino de intervenir sobre
el espectáculo fascinante de la violencia. Así como “sin clientes
no hay trata”; sin espectadores gozosos que puedan proyectar
sus deseos frustrados en cómo se caga a palos a otro, no hay
violencia. Ya no hay ideas políticas, sino gestión de contenidos.

1. Frente a un conflicto ético, la represión no es la única opción.


También es posible hacer una regresión narcisista. La más co-
mún: la regresión sádico-anal. Es la de aquellos varones que,
después de una decepción amorosa, se convierten en seduc-
tores que tratan a las mujeres como la mierda. También la de
quien piensa: “Si no lo hago yo, lo hace otro” y si, por ejemplo,
se encuentra una billetera en la calle, se queda con el dinero.
Esta regresión narcisista le permite robar sin sentirse un ladrón,
porque el ladrón sería el otro. Es una forma sádica de confrontar
con la ley, pero también un pedido de castigo.
Quedarse con algo que es de otro, suele llevar a alguna trage-
dia. Entre las generaciones produce consecuencias: la muerte de
los jóvenes. Nuestra época es cada vez más arcaica y regresiva.
Nunca hubo otros primitivos, salvo nosotros.

2. El modo en que el neurótico se defiende de la contingencia (“Lo


que pudo haber no sido”) es a través de pensar lo posible (“Que
podría haber sido de otro modo”).

3. Los neuróticos reprimen. Esto quiere decir que se dan cuenta de


lo que desean cuando ya no pueden realizar ese deseo. Este efecto
diferido se llama “culpa”.
Que los neuróticos reprimen quiere decir que sienten culpa, no
de lo que hicieron, sino de lo que podrían haber hecho y no hicie-
ron. Por eso Lacan decía que sólo se puede ser culpable de ceder
en el deseo. Esa frase es una traducción de lo que Freud llamaba
“represión”.

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4. “Si no hubiera hecho tal cosa”, “Si hubiera actuado de otro 6. El sujeto es un efecto. El individuo cree que se emociona, pero
modo”, “Por qué no fue diferente”, son preguntas habituales que su afecto es un efecto. Ejemplo: “X corre para no llegar tarde a un
demuestran nuestra alienación a elecciones forzadas. El cine jue- lugar, y llega tarde. Del otro lado de la puerta ve una sombra y
ga con este esquema desde Manhattan, de Woody Allen, hasta La no se anima a golpear”. De regreso a casa piensa en cómo nuestra
la land. Es quizá lo que explica el efecto conmovedor y eterno de manera de vivir el amor depende de que existan las puertas. Y
Casablanca. Es el mismo efecto que sentí ayer cuando en chiste le los balcones y las ventanas. Desde Romeo y Julieta, o después del
conté a una amiga que es el aniversario de El amor después del amor poema de García Lorca que dice “Deja el balcón abierto” y que Joe
y ella, también en chiste, mencionó la canción “Brillante sobre el Strummer incluyó en una canción de The clash con este verso: “Oh,
mic”. Entonces me quedé pensando el resto del día en el final de la please, leave the ventana open”. Como la canción de Jovanotti Serenata
letra: “La noche que dejaste de actuar/ solo para darme amor”. Me rap, que canta en el estribillo: “Affacciati alla finestra amore mio” y
gusta pensar en la equivocidad que podría tener la palabra “solo” luego dice “amor ch’ a nullo amato amar perdona” (que es el verso
en la frase; pero ahora me interesa más la elección forzada: “La 103 del canto V de la Divina Comedia) y que muestra que el amor
bolsa o la vida”, “El amor o el acto”. es una pasión forzada. “Uno” quiere amar, X quisiera creer que
¿Qué sería un amor que no sea un acto? ¿Qué acto no es amo- el amor es algo personal y propio, pero el amor se impone como
roso? Igual la canción habla de otra cosa, cada uno sabe de qué. Lo una estructura; y sólo por haber corrido para no llegar tarde, X se
importante es “otra cosa”. La elección forzada suele reconocerse enamora, como Woody Allen en la última escena de Manhattan,
a través de la culpa retroactiva. Por eso Lacan decía que sólo se cuando llega y ve a Mariel Hemingway, del otro lado de la puerta,
puede ser culpable de ceder en el deseo, porque la culpa es alien- lista para irse. Todas la puertas, ventanas y balcones, en la lite-
ante y hace pensar en mundos posibles. Así el sujeto se indeter- ratura, la música y el arte para reproducir la forma de ese avatar
mina en posibilidades abstractas. Restituir el deseo en un análisis fisiológico que, una vez, alguien llamó “amor”. Hace no mucho.
no es ubicar un amo deseante, un agente que encima tenga que Canciones que dicen: “Flores en tu ventana”, “Acércate a la reja”,
hacerse responsable de lo que (no) pasó, sino situar el punto en o la de Richard Hawley que dice: “Oh, open up your door/ Cos we’ve
que la contingencia se hizo necesaria (y viceversa): el carácter no time to give”. El amor es un efecto de la arquitectura moderna. No
determinado de la elección. Forzada, pero no determinada. En esa amaríamos si no existiera esa topología mínima del espacio cerra-
recuperación no culpable de una posición en el deseo consiste la do en el que entrar. Adentro/afuera: dame “la llave de tu corazón”,
separación. estás “en mi mente”, etc. ¡Ni siquiera hablaríamos del coito como
una “penetración”! Todo Occidente amó con esta distribución
5. La “renegación” es no querer escuchar nada diferente de lo que espacial de lo interior y lo exterior, hasta que Fito Páez cantó “El
uno piensa. Sólo prestar atención a lo que confirma lo que sabemos. amor después/ del amor, tal vez/ se parezca a este rayo del sol”.
Es la posición infantil por excelencia; según Freud, es la actitud
del varoncito que desmiente la diferencia sexuada. Desmentir la 7. En su artículo sobre las teorías sexuales infantiles (1908) Freud
diferencia, creer que hay sólo un sexo, y que el otro está castrado, dice que lo primero que llamaría la atención de unos extraterres-
es la fuente del terrorismo fálico. Se puede tener una postura fálica tres es el modo en que los humanos separamos formas de vida en
incluso con ideas progres. Es parte del falicismo (y del facilismo) función de la diferencia sexual. Al igual que un ser de otro planeta,
creer que hay obviedades, evidencias, que “los hechos hablan por el niño no se interesa por esta cuestión sino por el origen de los
sí mismos” (como decía Stalin). El fa(li)cismo no es sostener tal niños. “¿De dónde vienen los hijos?” es la pregunta que despierta
idea u otra, sino la apelación a los hechos. La diferencia sexual no la curiosidad infantil (Freud dice “esfuerzo de saber”) cuyo primer
es anatómica, sino entre “varoncitos renegadores” (con o sin pito) correlato es la incredulidad en la palabra del adulto. Dicho de otra
y los que pueden destituirse del uso defensivo del saber. forma, a partir de la herida narcisista que implica esta inquietud,

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algo en el lazo entre el niño y el adulto se rompe. El niño ama al Mis amigas filósofas
adulto, pero no le cree. Freud llama a esto “complejo nuclear de
la neurosis”. Que el neurótico no cree en la palabra de quien ama
lo demuestran los celos histéricos y la duda del obsesivo. Toda
la clínica de la neurosis se ordena a partir de esta división entre
creencia y amor: “¿Me querés?”, “¿Estás seguro/a?”. En el niño se
verifica a nivel de la pregunta por el “por qué” de las cosas, en las
que no se busca un saber sino interrogar el estatuto de la palabra
de quien se espera... una decepción. Este es el fundamento de la
noción de demanda en Lacan, pero más importante es que la in-
credulidad respecto de la palabra se desplaza a la primera teoría
sexual infantil: que no es la creencia de que todos los seres tienen 1. Mi amiga L. siempre fue muy vergonzosa con los hombres. Por
pito, sino que aquellos que no tienen... ya les crecerá, porque les eso se esconde en Tinder, aunque sin mucha suerte. Hace poco
falta. Es la asignación universal de la falta, basada en la renega- hablamos y se reprochaba su vergüenza otra vez. Le dije que peor
ción, el primer saber inconsciente en la infancia (y en la neurosis: es no tenerla, que incluso puede ser una pasión muy seductora. En
la interpretación fálica del deseo). la semana me contó que se anotó en un curso, dispuesta a cono-
cer a alguien poniendo el cuerpo. Es un seminario sobre Mao y la
8. Toda elección implica condiciones, es en cierta medida una revolución cultural. Hoy me escribe para contarme que son todas
“elección forzada”. El neurótico suele quejarse de eso, del modo mujeres y un tipo que no se sabe qué es. Pobre chinita, otra vez
en que la elección se le impuso; el idiota suele decir que él no eligió caerá en la red del Imperio.
ni quiere elegir. En este punto, el neurótico es un ser ético y el
idiota es un idiota. A un obsesivo le pasó una vez que, después 2. Mi amiga M. lee a Judith Butler y me pide que le recomiende un
de un fallido, con el que terminó seduciendo a una mujer (¡así de libro sobre psicoanálisis y género. Le sugiero La diferencia sexual.
peligroso y romántico es el inconsciente!) se encontró con la pre- Fue a la librería y lo pidió como “La pequeña diferencia”. Me lo
gunta de si ahora no tenía que separarse. La duda es la forma en cuenta riéndose. Le digo que son unos pocos centímetros, pero
que el obsesivo interpreta una elección de manera forzada: una diferencia al fin, ¿no? Me animo a contarle un secreto: tengo un
oposición excluyente. La vía del análisis no espera el heroísmo diente de más. Donde la gente “normal” tiene la serie paleta-dien-
ni el acto resuelto por el que se toma partido por uno de los dos te-colmillo, yo tengo paleta-diente-diente-colmillo. Mi dentista
términos, sino que interroga la división. Si hay separación en un dice que soy un caso famoso en congresos. Una especie de muta-
análisis, es de la elección que se impone, del modo neurótico de ción. M. se ríe y dice: “Te sobra un diente”. Me quedo pensativo
pensar una elección y, en el caso del obsesivo, hacerla imposible. y respondo: “Tengo un diente de más, no me sobra un diente”.
Es lo que le pasó a otro varón que, ¡con otro fallido!, equivoca el M. agrega: “Es cierto, y que yo no tenga, no quiere decir que me
nombre de su mujer y dice el de otra. En el análisis se da cuenta falte”. ¿Puede haber mejor definición de la envidia del pene que
de que este nombre es anagrama del primero y, por lo tanto, en creer que no tener es que falte? ¿Puede haber mejor definición
lugar de pensar que “quizá” (esa forma de indeterminarse) desea del “feminismo espontáneo de la histeria” (como lo llamaba Dio
a otra mujer, pueda amar a la suya como otra, de otra manera. El Bleichmar) que creer que lo que está de más, sobra?
análisis no apunta a la determinación del sujeto, sino que va de la
indeterminación a lo no determinado. 3. Converso con mi amiga L. acerca del perspectivismo en
Nietzsche. Me da un ejemplo que no me convence, pero que

64 65
inconscientes. Y las fantasías no son simbólicas, sino piezas de lo
propone una imagen incuestionable: la voz de Dread Mar I es
real, respuestas fijas a la roca dura de la castración.
insoportable en sus baladas de pathetic reggae, mientras que es
terriblemente seductora cuando canta de invitado con Dancing
5. ¿Puede haber algo más atractivo que una mujer con sentido del
Mood. “La única voz propia es la extranjera”, concluye.
humor? Mi amiga V. me cuenta que salió con el muchacho que le
gusta y, al despedirse, él le dijo: “Te dejo en la B”. Se refería a la lí-
4. Converso con mi amiga D. respecto de algo que conversamos
nea de subte, pero como ella es muy inteligente, bromeó: “Siempre
ayer. Ella dice que los hombres nunca tienen paciencia, no sólo en
me dejás en la B”. A partir de ese equívoco, empezó entre ellos un
los reclamos sexuales. Le pregunto por qué dice eso. Le pregun-
idioma común para gastarse como equipos en busca del ascenso.
to también por qué piensa que los hombres hacen de lo sexual
Qué suerte que V. no se identificó a la más básica de las fantasías
un termómetro de la relación (en el sentido de que una pareja
histéricas: declararse seducida y abandonada. No creo que su sa-
que coge parece que está bien). Le digo que hay una respuesta
ber-hacer con el humor se deba a que trabaja de analista, quizá sí a
en Freud para eso. D. se pone impaciente. Me dice que no sólo
que hizo su análisis para encontrar una posición femenina.
los hombres hacen eso, y me cuenta la situación de una pareja
en la que la chica le recrimina al chico que tengan poco sexo y
6. Mi amiga S. me recuerda que la semana pasada dije que “ma-
que, encima, él mire pornografía. Es una idea interesante: supone
rido ideal” es el que escucha. Y me confronta con que ayer haya
creer que el placer de coger puede sustituir al goce autoerótico de
planteado que a un tipo, cuando habla, se le para. Su pregunta
mirar. Es una fantasía histérica. Se suma el hecho de que muchas
es: entonces, ¿el buen marido es impotente? Respondo, porque se
parejas se separan en el summum de la relación sexual. El sexo
trata de una cuestión muy importante: 1. Que un hombre escuche
es lo que menos une a dos personas. La pregunta que se vuelve
no excluye que hable; por lo tanto, al “marido ideal” se le para; 2.
importante, entonces, es por qué muchas personas dicen que se
Un “marido ideal”, como todo ideal, no es real; 3. No es lo mismo
quedan en una relación por el sexo. Mi amiga dice que se trata
un “marido ideal” que un “buen” marido; 4. Un “buen marido”
de cuestiones “culturales”. Yo le digo que más que algo cultural,
siempre es impotente; por eso el mejor marido para una mujer...
es estructural a la diferencia de los sexos. Nadie puede gozar sin
es otra mujer; 5. La heterosexualidad es un invento de la medici-
suponerle un goce a otro. Y la deserotización hace pensar en la
na del siglo XIX; 6. Sólo se puede ser heterosexual por fastidio u
infidelidad o en alguna otra forma de frustración. No importa
obstinación; 7. “Fastidio” y “obstinación” son dos palabras más
que el otro no quiera coger, sino que es vivido como algo que el
sencillas para hablar de deseo; 8. “Fastidio” y “obstinación” es
otro no da. Eso engancha mucho y erotiza el reclamo mismo. Mi
equivalente a la distinción “masculino” y “femenino”.
amiga insiste en que hay “algo preestablecido” acerca de cómo
debe funcionar una pareja. “Una vez por semana, al menos, hay
que coger”. Le propongo que eso que llama “cultura” lo piense 7. Mi amiga J. dijo algo que me dejó pensando: “Nosotras pode-
en términos pulsionales. Es por alguna satisfacción pulsional mos hacernos las tontas y hacer que una pregunta no parezca más
(en una fantasía u otra) que alguna gente cree que “tiene que” que una pregunta, mientras que al varón se le nota el deseo más
coger una vez por semana. Lo normativo siempre tiene un fun- fácilmente, habla y ya se le ve la intención”. La diferencia sexual
damento erótico. Ella me pregunta si hay algo que no lo tenga. no es anatómica, sino entre modos discrecionales de mostrar el
Tiene razón, por eso el culturalismo (y las ideas de socialización, deseo. Lo voy a escribir en mi diario íntimo.
educación, etc.) no me convence, lleva al relativismo, mientras
que como analista prefiero el “pulsionalismo”, que lleva a unas
pocas fantasías. Todo lo cultural se sostiene en algunas fantasías

67
El comienzo de una hermosa
amistad

1. A muchas mujeres les pasa que se empiezan a fijar en un hombre


después de que alguien les dijo que él las miró. La existencia previa
de ese deseo es la clave: gustarle a un hombre causa el interés. Se
trata del modo habitual en que muchas mujeres se relacionan con
el deseo, desde la pasividad. Pero también hay mujeres que miran,
y que sufren esa actividad: son las que todo el tiempo sienten que
su deseo se nota, el hombre se va a dar cuenta; bajan la mirada y
se inhiben. No se trata de mujeres “masculinas”, sino de mujeres
en las que la actividad de la pulsión es más patente. Tampoco es
algo propio de un tipo clínico, porque no se trata de un resultado
de la represión. Suelen ser mujeres frontales, curiosas, exitosas
en el trabajo. Porque su síntoma está en el amor, no en el trabajo.
Son mujeres que admiro, cuya amistad me interesa, porque son
mujeres resueltas. A las primeras se las podría llamar “minitas” (o
“tilingas”), a las segundas “mujeres bellas y fuertes” (como dice la
canción) porque tienen la belleza de la fuerza. Nunca tiene sentido
hablar de “la mujer”, como esencia, o “las mujeres” como conjun-
to, sin hacer distinciones de posición subjetiva y pulsional.

2. Regreso de México a Buenos Aires. Siempre es una incógnita al


lado de quien se viajará. Esta vez mi compañero es un muchacho
que, a primera vista, me resulta molesto. Me parece presuntuoso,
pero pienso que la misma impresión tuve en los últimos años con
quienes se convirtieron en mis mejores amigos. Es claro, entonces,
que lo que reconozco en ellos es mi propia soberbia proyectada en
alguien que me interpela. Comenzamos a charlar, pegamos onda
y ante el “pollo o pasta” de los aviones tomamos una decisión co-

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lectiva y cada uno elige una opción y compartimos la mitad. Ante Fe & Minismo
la oferta de bebida, elegimos con la misma madurez: cerveza y
whisky. Entonces yo recuerdo que en la mochila tengo las cartas
con que suelo jugar con mi hijo Joaquín. Hacemos unos partidos
de truco mientras hablamos de la vida: él es contador, yo le hago
consultas del monotributo y recibo unos valiosos consejos. El viaje
es largo, faltan 6 horas. Hablamos también de mujeres: le muestro
que en la opción de películas está El gran Gatsby, le cuento por
qué la novela es de mis preferidas. La vemos juntos. Pedimos más
cerveza y whisky. Luego la comentamos: no es fácil amar a una
mujer. Le digo que El gran Gatsby tiene la misma estructura afec-
tiva que Casablanca. Él no vio Casablanca. Le cuento que una vez, 1. Ayer en un grupo de estudio, una colega preguntó: “¿Por qué
hace muchos años invité a una compañera de Facultad a mi casa a los hombres les gustan todas las mujeres?”. ¡Pero eso no es
a verla. Al terminar la película, ella me preguntó: “¿De verdad me cierto!
invitaste un viernes a la noche a tu casa a ver una película sobre Para el sentido común los hombres podrían estar con cual-
una historia de amor en la ocupación nazi? No lo puedo creer”, quier mujer, por lo general en función de una demostración de
dijo y se fue ofendida. Pero Casablanca es mucho más que una potencia (dedicada a otro hombre). La escena callejera de grotes-
historia de amor. Pasa lo mismo que en El gran Gatsby, porque es co halago no tiene como fin la seducción. En realidad, la torpeza
cierto que Richard es un pesimista y Gatsby un optimista, pero del piropo habla menos de la relación de un hombre con una
ambos tienen el mismo rasgo en común, es decir, ambos están fija- mujer que de la formación reactiva con que un varón se defiende
dos en el pasado y sufren por no poder aceptar que la mujer (¡que la posición pasiva ante otro varón. Por eso las principales vícti-
los ama!) antes amó a otro hombre. Porque Daisy e Ilsa aman a mas de la violencia del piropo son las travestis, con quienes la
Gatsby y Richard, pero ellos padecen el deseo celoso del hombre crueldad suele ser extrema.
que no soporta que su mujer haya tenido un pasado.
Este aspecto del machismo no suele ser pensado. Sólo para
Le digo a Dani, mi compañero, que ese deseo celoso es lo pro- una visión exterior un hombre puede desear a cualquier mujer.
pio del complejo de Edipo en varón (en eso consiste el mito de Incluso es una idea habitual: creer que los hombres desean más
querer casarse con la mamá y ver al papá como un rival), y que de lo que aman. ¡Pero no es cierto! Al contrario, los hombres
para Freud lo esperable de un análisis es poder atravesarlo y llegar pueden amar a cualquier mujer, mientras que desear, desean
a la convicción de que toda mujer está perdida, siempre somos cor- sólo a una. E incluso cuando se acuestan con muchas mujeres,
nudos, pero eso no es un obstáculo para amarla. Dani me pide que siempre es con la misma. En el varón, el amor es una forma de
le recomiende un analista. Y como nunca vio Casablanca se pone a defensa respecto del deseo. Los varones pueden amar a diferen-
verla mientras yo juego al Tetris. Y en la parte en que Bogart dice: tes mujeres para no desear sólo a una. Por eso el síntoma obsesi-
“He’s looking at you, kid”, me parece que Dani llora. Después dice vo suele estar a nivel del amor (como una manera de dividir a la
que Bogart se parece a Serrat y que quizá eso explique el éxito del mujer, en “al menos dos” con la duda), mientras que la histeria
cantautor español. Llegamos a Buenos Aires. Nos agendamos los masculina hace del amor una condición. Es como dice la canción
teléfonos. Seguramente nunca nos volveremos a ver. No por falta de Sabina: “Y sin embargo, cuando duermo sin ti/ contigo sue-
de ganas, sino porque los varones no nos llamamos para vernos. ño./ Y con todas si duermes a mi lado”.
Quizá lo llame si necesito hacer otra consulta impositiva. Fue el
comienzo de una hermosa amistad.

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2. Los hombres no escuchan a las mujeres. Sólo obedecen lo lugar de impedir la boda, acordaron casarse y que esa noche él
que dicen otros hombres. A lo sumo escuchan lo que dicen sus fuera con la otra. Con todo organizado, no iban a estropear la
madres, pero porque no las consideran mujeres. Un hombre le fiesta ni, mucho menos, la ilusión de la familia de ella (a la que
cuenta a su mujer la intervención fabulosa de su analista esa Guillermo quería mucho). En otra entrevista, esa mujer se refie-
semana y ella responde: “¿Vos pagás para que te digan eso? ¡Te re al llamado “Guillote” con ternura. Nunca lo odió por amar a
lo digo desde el día en que nos conocimos!”. Habría que escribir otra mujer. Es lo que ocurre con el Don Juan, que puede amar
alguna vez un Tratado acerca de los modos en que la diferencia a todas porque no desea a ninguna. Donde un hombre desea a
sexual incide en la posibilidad de escuchar la palabra del ana- una mujer, puede tener dos destinos: el odio o la indiferencia.
lista, pero éste es otro tema. La dominación masculina es, en
última instancia, un modo de relación con la palabra. Los hom- 4. En estos días pienso en dos fenómenos clínicos relacionados,
bres no escuchan. La misoginia consiste en el desprecio que los sobre los que espero escribir: por un lado, la situación de muje-
hombres expresan a hacia la palabra femenina. “No podés que- res que no pueden odiar a un hombre; y esto incluye un espectro
darte callada”, “Querés hablar todo el tiempo”, “De cualquier muy amplio, desde casos en que todo puede ser perdonado has-
cosa hacés un problema”, son frases habituales. En 1958, Lacan ta episodios de violencia. En la teoría se habló de “masoquismo
contaba el caso de un fin de análisis en un hombre, lo resume a femenino”, pero no es claro ni suficiente. Hoy en día se hablaría
partir de la relación con su esposa: “Ella le habla tan bien como de patriarcado, sometimiento, etc., pero (como diría Freud, ci-
lo haría un analista”. tando a uno de sus maestros) ça n’empêche pas d’exister. Incluso
Hoy en día, la última mascarada del machismo es la del hom- cuando no nos gusten, estas situaciones existen. Cualquier
bre que se llama “feminista” a sí mismo. Esta impostura revela clínico lo sabe y lo verifica cotidianamente. Es una cuestión de
la posición de quien no quiere escuchar nada, sino identificarse gradación, no hay una estructura diferente entre una punta y
a una masa. Y toda identificación masificada es masculina. El la otra. Por otro lado, la situación de desvalimiento amoroso en
varón misógino de nuestro tiempo es feminista, y es tan polí- que varias mujeres quedan frente a ciertos hombres. En la tra-
ticamente correcto que hasta juega al fútbol con las chicas. Se dición se habló de “posición materna” de la mujer respecto del
fascina con lo que dicen las mujeres, pero no las escucha; porque hombre, y quizá no estaría mal, en la medida en que se trata de
dice lo mismo y, por lo tanto, no responde. un amor basado en la entrega sin condiciones. Un amor incondi-
cional, el amor puro, podría ser la forma que toma la perversión
3. A mi libro Edipo y violencia le puse el subtítulo “Por qué los en la mujer. Tal vez por eso Lacan decía que la maternidad (no
hombres odian a las mujeres”. De México me traje el best-seller sólo respecto de los hijos) es la perversión femenina. No hace
Por qué los hombres aman a las cabronas. En una versión vernácula falta hablar de casos del consultorio, todos los días escuchamos
yo titularía “a las barderas” (o “pícaras”). En cualquiera de los situaciones de mujeres que “sin saberlo” se casaron con estafa-
dos casos, la respuesta es obvia, no necesita desarrollo. Sin em- dores, tipos con doble vida, violentos, etc. Ese punto es crucial:
bargo, la pregunta importante es “Por qué las mujeres odian a el modo en que una mujer puede creer en la palabra de un hom-
los hombres”; y la respuesta es: por su deseo. bre puede no implicar el saber, sino todo lo contrario. La otra
cara de la cuestión es, entonces: o bien la mujer odia el deseo
La mujer odia el deseo del hombre. Claro que odiarlo pue-
del hombre (y hace rato desarrollo que ese es el único modo en
de ser una forma de amarlo también. Lo cierto es que no les
que se lo puede amar), o lo ama perdidamente, es decir, para
resulta indiferente. Una vez, en una vieja entrevista, Guillermo
perderse. Amar a un hombre más allá de su deseo es arrasador.
Coppola contaba que su primer matrimonio fue con una mujer
a la que amaba mucho. Pero en ese entonces él también amaba
a Yuyito González. Por lo tanto, se lo explicó a la primera y, en

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Lo real de la fantasía

1. La fantasía del “príncipe azul” consiste en la expectativa de


que un hombre podría amar espontáneamente. Muchas mujeres
esperan a un hombre que las ame, pero los hombres no aman.
A veces, aprenden a amar a la mujer que los ama, pero para eso
necesitan tiempo. Es como dice la canción de Serrat: “Si algún
día, después de amar amé, fue por tu amor”. El varón siempre
ama con un amor prestado. Amor y masculinidad son incompa-
tibles, aunque no nos guste esta idea. Y esta incompatibilidad es
la que sintomatiza la histeria masculina (que no es la histeria de
una mujer, pero en un varón, sino algo muy distinto). Es lo que
nos enseñó Fito Páez con su “amor después del amor”. No es
común que después de una relación una mujer tenga miedo de
no volver a amar nunca más. Los varones sí.

2. La fantasía del “príncipe azul”: consiste en la expectativa de


(muchas mujeres de) que un hombre las “saque” del ámbito
familiar. Como tal, es una variante del rapto como fantasía de
seducción. Se verifica en mujeres a las que les cuesta no estar en
pareja o que no pueden salir con un tipo sin pensar una relación
posible. Esperan demasiado de hombres que apenas conocen,
incluso a veces los sostienen. Porque bajo ese lazo está la culpa
por haber dejado la familia de origen. Si no están de novias, van
los fines de semana a la casa familiar (o hablan por teléfono se-
guido). A esto se refería Freud cuando decía que la mujer no sale
del Edipo. Estas mujeres hacen de un pelo una soga: conocen a
un hombre y esperan de él... lo que esperan del padre. Esperar
del padre un hijo quiere decir que sólo conciben salir de una
familia... con otra familia. Si una mujer no disfruta primero de

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estar sola un poquito, como para gustarse a sí misma y tener una de adherente es el goce del falo. Por eso se entiende que en una
vida social exogámica, sólo se va a encontrar con esos boludos versión en vivo de la canción, Sabina reemplace “oficina” por
ocasionales que son los príncipes azules. “embajada”. Un lugar en el que la vida es diplomática, una fic-
ción, puro semblante sin cuerpo. Para tener un cuerpo hay que
3. Anoche en el grupo de estudio sobre histeria nos dimos cuen- estar con otro.
ta de algo muy importante. Hay una diferencia crucial entre el
sketch de Francella sobre “la nena” y el de Olmedo sobre “la 8. Muchos pacientes tienen fantasías en las que roban algo.
bebota”. ¿Por qué uno produjo tanto rechazo, y el otro no, si son Muchos jóvenes roban de manera inmotivada en la adolescen-
tan parecidos? En este último, el padre era quien acompañaba a cia. Cotidianamente se roban besos, miradas, claves de mail de
la joven, lo que demuestra que el Manosanta no era un sustituto la persona que se ama. Con el robo ocurre lo mismo que con la
del padre; es decir, no podía ser el padre quien “descargara” a violación: algunas mujeres tienen la fantasía (y eso no quiere de-
la joven. En el sketch de Francella, esta posibilidad se confirma cir que lo quieran, sino todo lo contrario) de ser violadas (o, para
(porque en el inconsciente, lo posible es efectivo). Por eso este no usar un término tan fuerte, usemos uno más “neutro” de la
sketch causó una indignación tan grande. Porque ponía en es- historia del erotismo occidental: “de ser raptadas”) y siempre
cena la fantasía fundamental de la que se defiende la histeria: la este acto violento y antisocial es aquel en que se manifiesta el de-
seducción por parte del padre. seo. El robo sitúa una relación por fuera de la simetría especular,
y esa ruptura es el deseo. Ya lo decía Deleuze: “El deseo ignora
4. La idea del sujeto como negatividad, “falta en ser” o “afanisis” el intercambio, no conoce más que el robo y la donación”. Quizá
es una fantasía de histérico: la suposición de un sujeto “puro”; podría decirse que se roba a quien no suele dar. ¡Qué importan-
así como la idea de un acto de cuyas consecuencias es preci- te sería pensar esta cuestión en el marco de un debate sobre la
so hacerse cargo, o “algo” de lo que responsabilizarse, es una delincuencia juvenil y la baja de imputabilidad! Los paranoicos
fantasía de obsesivo: la reducción de lo impuro por lo propio. siempre tienen miedo de que los demás les roben. Por lo general
Habría que llamar a estas posibilidades de neurotizar la teoría: los paranoicos tienen poco para dar. Los paranoicos odian el
neurot(eor)ización. deseo. En el diván los pacientes roban palabras, roban tiempo
cuando piden ir al baño después de la sesión o demoran en salir
7. “Porque una casa sin ti es una oficina”, dice Sabina en una mientras otra persona espera (a la que entonces hacen esperar;
canción. Algo parecido dice Fito Páez en otra: “Y cuando tardas siempre me gustó notar el contrapunto entre quien se viste rá-
en venir, mi cama es una cama de hospital”. Es la misma idea pido y sale casi sin saludar, y quien puede tomarse 10 minutos
que transmiten Benjamin Biolay y su esposa Chiara Mastroianni lánguidos), roban todo el tiempo, y está muy bien. Que el psi-
en A house is not a home. Como si el hombre sin una compañía coanálisis pueda ser una paranoia invertida, quiere decir que a
estuviera arrojado al autismo del goce fálico: el trabajo y la en- los analistas nos encanta que nos roben. Y al paciente que quiere
fermedad, dos maneras impersonales de vida. Quizá por eso irse rápido le decimos: “Robame tranquilo, no te vayas corrien-
nos enfermamos en momentos de duelo, o hacemos del trabajo do que no hiciste nada malo”. Este aspecto es muy importante
una manera de escapar. Los enamorados no se resfrían, ya lo para pensar la culpa en los tratamientos. Esos son, a veces, los
decía Freud. Me recuerda a un muchacho que cuando tuvo que momentos más importantes de los análisis. Como la vez que
vivir solo después de una separación, compró cada objeto según una paciente se olvidó una bufanda y cuando volvió a buscarla
el gusto de alguna ex. Una forma de seguir viviendo entre ellas. yo me la había puesto: “¿Querés que te regale mi bufanda?”, le
Y a veces ocurre que la mujer se va, y el tipo queda viviendo pregunté. En fin, bajo la apariencia civilizada de una sociedad
en la casa sin mover siquiera una lámpara. Así por años. Así moderna (o incluso posmoderna) laten nuestros deseos profun-

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dos y salvajes. Quizá nunca dejemos de seres primitivos, o como con su novio antes de ir a visitar a su padre. Su novio le había
canta el Pity Álvarez: “Indios latinos con guitarra eléctrica y contado que iría a una despedida de soltero. Ella le reprochó la
comunicados a través de Internet”. práctica de los hombres de divertirse vulgarmente con mujeres
en dichos eventos. “Pero nosotros vamos a ir a comer pizza, no
9. Hay una fantasía típica en muchos varones: se erotizan al po- vamos a alquilar minas”, dijo él. La interpretación, entonces, es
ner celosas a sus mujeres. No se trata de que las mujeres “sean” que el reproche era para el padre. Ella recuerda que siempre (y
celosas, sino que actúan una fantasía edípica del varón. El ero- todo lo que se narra con “siempre” lleva a la fantasía) le mo-
tismo de esta fantasía es una variación de la fantasía que Freud lestó la vida amorosa de su padre. En una época, éste salía con
llamó “Pegan a un niño”. Se trata de varones que no pueden muchas mujeres. A ella la indignaban (y la indignación siempre
estar en presencia de su mujer sin seducir a otra. Podría ser la lleva a la fantasía) las infidelidades. ¿Por qué dice que el padre
situación de que, en una fiesta o cualquier lugar, miren a otra era “infiel” si no tenía una pareja estable? ¿A quién le era infiel?
mujer; o incluso que en una conversación le den la razón. No Por un lado, ella se identificaba con las mujeres que no sabían de
hay nada más seductor que darle la razón a alguien (por eso otras mujeres, y con el silencio con que cubría al padre. Dividida
el dicho popular es que se la da a los locos). “¿Qué te hacés el entre las mujeres seducidas (y abandonadas) y la complicidad
copado con fulana?”, pregunta la mujer herida. No es que ella paterna. Hasta que un día eligió no callar, y el padre le dijo
sea una controladora, sino que es un gesto dedicado: él se hace “Estás loca”. “Loca”, el mismo término que el padre había usado
retar, y así se defiende de su deseo (el de ella) con otro deseo (el para referirse a su madre antes de que la pareja se separara. La
de él) y por eso el deseo es el deseo del otro. La hipótesis de los fantasía queda formulada: el reproche de infidelidad reprime el
celos histéricos o femeninos (que son diferentes) sería restricti- deseo con que el padre la sedujo y la convirtió en mujer. A partir
va para entender esta situación. Es una típica fantasía edípica de ese episodio, ella dejó la casa paterna. El incesto era posible.
en varones: si me reta, soy un niño travieso y transgresor, así
me cuida, me protejo de su deseo con su amor, como lo hace
un niño con su mamá. El fundamento último de esta fantasía,
que reduce la mujer a la madre, es evitar que la mujer sea el
padre. Una mujer, para un hombre, es la madre o el padre: si es
la madre, él es niño; si es el padre, está castrado. Si está castra-
do, desea (esto lo desarrollé ayer) y si desea tiene miedo de la
pasividad que implica el deseo (en el varón), porque un deseo
se padece: lo muestran las canciones que hablan de como una
mujer “roba el corazón” u otra parte del cuerpo (que simboliza
el falo). Freud no tenía razón (prefiero dársela a una mujer): el
varón nunca sale del Edipo, y queda atrapado en la seducción
paterna; mientras que las mujeres sí pueden salir a través del
encuentro con un hombre (si alguna vez logran la decepción del
padre). Los varones siempre son endogámicos, la exogamia sólo
es femenina.

10. El análisis es análisis de la fantasía. Lo trabajamos en un gru-


po de supervisión hace unos días. Una mujer relata que se peleó

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Men without women

1. Respondí algunas preguntas para una colaboración en un dia-


rio de Chile. Una nota sobre por qué los varones hoy se muestran
más reticentes a la hora de tener hijos. Es cierto que los varones
postergan la paternidad, como difieren todo lo que pueden. Sin
embargo, lo que habría que precisar es que en el varón no existe
algo así como un “deseo de ser padre”. Puede ser que un tipo
quiera tener un hijo, por diferentes motivos: edad, herencia,
narcisismo, posesión de una mujer, etc. Pero los motivos para
tener un hijo no tienen nada que ver con la paternidad. En el
varón, la paternidad llega a través del deseo de una mujer. En el
doble sentido del “deseo de”, e incluso en el pasaje de desearla a
asumir su deseo (el de ella). Un varón es padre para una mujer.
Y eso a veces inhibe su deseo, porque sólo le da un hijo (lo que
no tiene) por amor. Por eso para muchas parejas la maternidad
de la mujer trastoca el erotismo, no sólo por las “hormonas” sino
por ese pasaje del deseo al amor. Si un varón ama a una mujer,
le quiere hacer hijos. Lo que ahora quiere ponerle, son bebés
en la panza. La paternidad de un varón depende del deseo de
una mujer, si no el varón ve el advenimiento de un hijo como
una pérdida: de tiempo, de dinero, etc. Por eso para interrogar
lo que le pasa a los varones hoy con la paternidad, que no es lo
mismo que querer tener un hijo (insisto), es preciso considerar
qué pasa hoy con el deseo de las mujeres que, a algunas, les
cuesta tanto autorizarse el acceso a lo materno.
Un varón no desea un hijo porque, en última instancia, no
puede angustiarse con una fantasía de embarazo. La aparición
de esta fantasía, como defensa contra el deseo, marca a veces el
inicio del amor en una relación. En todo esto pienso mientras

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ceno con mi hijo. Le digo: “Tenés unos ojos hermosos, como los ¿Qué quiere una mujer?
de tu mamá”. Responde: “Mamá tiene ojos azules, yo tengo ne-
gros como vos”. Algún día va a entender lo que le dije.

2. Otra forma de pensar la división masculina (entre amor y


deseo) sería decir que el varón se divide respecto de la palabra.
No hay peor insulto para un varón que le digan “mentiroso” o
“chamuyero”. Eso quiere decir que su palabra no se sostiene:
a un animal se le para el pito, pero a un varón se le tiene que
parar la palabra. Y esto no es de obsesivo, sino de varón; en todo
caso un obsesivo puede sintomatizar este conflicto. Síntomas
típicos, a partir del síntoma fundamental de la duda: decir lo 1. “¿Qué quiere una mujer?” es la pregunta freudiana. Podría
mismo 40 veces, con pesada insistencia, no porque no confía responderse “Gozar”, como hizo Lacan, pero el goce como res-
en su mujer (esta sería una interpretación psicológica, pero no puesta a todo no es una respuesta. Asimismo, la pregunta no es
analítica) sino porque no confía en su palabra; por eso muchos por el deseo de una mujer, porque el deseo como tal no admite
obsesivos no pueden dejar de decir, al final de una frase, “No sé género. No hay deseo masculino o femenino, sino deseo fálico
si soy claro”, “¿Me explico?”, “Se entiende, ¿no?”, en busca de (o no), pero estas nociones no se superponen. Por eso es intere-
un Otro que asegure su decir. Un uso obsesivo del síntoma es el sante que la pregunta sea por el querer de una mujer, es decir,
aseguramiento del decir en lo dicho. Esto no pasa en la obsesión por su voluntad. Desarrollar esta cuestión llevaría a pensar en
femenina. expresiones como “Querida” o en esas canciones que hablan de
“Tu querer”, como algo que un varón pueden pedirle a una mu-
jer. Es la diferencia, también, entre “Te amo” y “Te quiero”. Pero
lo que me importa ahora es otra cosa, es la relación entre querer
y deseo. En un varón son casi indistinguibles, mientras que la
feminidad quizá no sea más que esa división. Que la mujer que-
da dividida entre lo que quiere y lo que desea, lo demuestra la
histeria, cuyo ser íntimo consiste en no querer lo que se desea.
La histeria muestra cómo la voluntad puede oponerse al deseo,
rechazarlo, reprimirlo.
Lo anterior demuestra que responder a una mujer por la vía
del deseo siempre es poco. Es insuficiente, y esto ya no es una
cuestión de histeria femenina. ¿Qué quiere una mujer de un
hombre? Algo más que una fantasía. Otra cosa. Es lo que ocurre
en un síntoma típico de pareja: ella se queja de que él no puede
tomar nada de ella; en particular, que no puede contarle algo
sin que él se desespere. Él consiente y lo explicita: cuando ella
está mal, yo me altero. Y ella agrega: pero así un día a mí me va
a agarrar un cáncer y te voy a tener que atender a vos. El chiste
es fantástico, elocuente y de los que revelan la estructura íntima

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de muchas relaciones. Aquí no hay nada psicopatológico, sino El matrimonio aún
un síntoma de pareja, el modo sintomático en que una pareja se
constituye. Lo que ella quiere de un hombre es algo más que su
potencia; o no sólo eso, sino su capacidad receptiva, que pueda
escuchar sus conflictos sin entrar en crisis de pánico, retarla o
sufrir por ella más que ella. En fin, quiere su virilidad; virilidad
que no tiene nada que ver con la potencia del deseo, sino con el
punto de mayor pasividad de un varón, ese punto en que pudo
subjetivar la impotencia.

2. Todos los varones son fetichistas. Alguna prenda, adorno


1. El matrimonio es una institución civil, a veces religiosa, sin
o incluso una mirada son indispensables para su deseo. Sin
duda política, etc., pero también psíquica. La atención sobre la
embargo, es preciso distinguir entre el fetichismo como per-
novia tiene un propósito: velar el llanto del padre. ¿Por qué llora
versión y la generalización del fetiche en la masculinidad. En
el padre? Porque pierde a la hija, pero ¿qué quiere decir esto?
la perversión, este objeto sustituye el falo que la madre tiene,
es decir, el que le falta. En el varón, no. En este caso, el fetiche Lo explica la fantasía de seducción: no le dará el hijo que
encarna el deseo de la mujer, el objeto en que ella depositó su ella esperaba y ya no. Puede ser que hoy en día la gente se case
seducción; por lo tanto, a través del fetiche el varón se identifi- menos, pero los padres siguen llorando. Es decir, donde llora
ca con la mujer como deseante (es decir, como objeto de deseo, un padre, una hija se casó. El sentido del acto es este duelo. Por
como el objeto más activo: el que tienta). Esta feminización del eso en los casamientos se hacen tantos regalos: son sustitutos
varón, indispensable para el erotismo masculino, expone un del hijo que no fue. Con los regalos se celebra la fertilidad de la
rasgo fundamental del deseo: la pasividad. El deseo no es ac- novia. Y novio de verdad es el que se destituye de su potencia
tivo, sino que pasiviza o, mejor dicho, todo deseo surge desde en homenaje al padre herido. ¿Qué problema puede haber en
una posición pasiva. Por eso en el fetichismo del varón no se festejarle el asado y aplaudirlo, si aquél después se come a la
trata de la madre fálica, sino de la mujer que el varón pudo ser hija? Sin embargo, todo cambia y no hay matrimonio posible
para el padre. En cada acto sexual, el varón recupera su deseo cuando la mujer no esperó nunca un hijo del padre, sino que
a partir de una fantasía de seducción en la que él se identifica todavía quiere dárselo a la madre. Aquí la hija no podrá sustituir
con la mujer seducida por el padre. En última instancia, todo la deuda y, en el inconsciente, será culpable de abandonar el
varón es un seductor seducido. La masculinidad es la historia lazo materno. Esto explica la situación de aquellas mujeres que
del cazador cazado. incluso pudieron ser muy rebeldes en su juventud pero que, al
casarse, reviven un sometimiento extremo con sus madres. Esto
a veces ocurre en esas relaciones de mucho amor que, después
del matrimonio, explotan y si hay hijos estos quedan como rehe-
nes con los que se tiran para dañarse el uno al otro.

2. Creemos que el matrimonio es una institución del pasado, que


ya no nos restringe, ni ante Dios ni el Estado, nos creemos libres,
hasta que advertimos que lo cancelado permanece, superado en

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el temor a decidir las vacaciones con otro y, tres meses antes del Asuntos de pareja
verano, tener que sacar los pasajes.

3. La virginidad parece una condición perimida en las relaciones


de pareja. Yo también lo pensaba así, pero el otro día conversaba
con una amiga que me hizo cambiar de opinión. Ella se va a
vivir con el novio y está preocupada porque quisiera ganar más
para que el aporte a la casa sea equitativo. Como insiste mucho
con esa idea, le pregunto por qué. Primero da argumentos so-
ciales, acerca de la igualdad de los sexos, lo justo, etc., pero lo
cierto es que no sabe. Hasta que dice que le da miedo pensar que
si se separa tendría que volver a la casa de los viejos, sería un 1. Hay síntomas “de” pareja y también síntomas “en” la pareja.
bajón. “¿Por qué decís que tendrías que volver a lo de tus viejos, En el primer caso se trata de una formación conjunta, con circui-
si vos ya no vivís con ellos?”, le pregunto sorprendido. No se tos propios; en el segundo, se trata de la pareja como superficie
entiende, aunque también ya se entendió todo: ella quiere tener de impacto de un síntoma previo. Es el síntoma-parásito de una
algo para dar, a cambio de lo que podría perder en el encuentro relación. Incluso podría decirse que la salud mental es la capaci-
con un hombre. ¿De qué habla la fantasía de regresar a la casa dad de sintomatizar con el otro, a veces de sintomatizarlo a él (o
familiar (paterna) sino de volver a una relación incestuosa, al ella). Es el síntoma-huésped.
incesto de confirmar que irse a vivir con ese hombre sería un El síntoma-parásito es otra cosa. Es un síntoma que polariza
fracaso? ¿No es la fantasía de perder cierta virginidad la que la relación hacia una fantasía recurrente. Por ejemplo, la fantasía
también facilita que no sea el padre el primer seductor? Y más histérica de poner a prueba el amor del otro, de la pelea como
allá de las fantasías, no son pocas las personas que después de causa del erotismo en la reconciliación.
una separación vuelven a vivir con sus padres, sin que abun-
Una pareja puede funcionar una vida con este circuito. O
den motivos económicos. Me parece que, con nuevos ropajes,
la fantasía obsesiva del miedo a perder al otro como forma de
el “tabú” de la virginidad sigue vigente. “Vinos nuevos, odre
recuperar el deseo. Son esas parejas que van y vienen, cíclica-
viejo”, diría Freud.
mente, sin línea de fuga. El síntoma-huésped trabaja, produce
fantasías y las atraviesa, es el de las parejas que se reinventan en
4. Las instituciones religiosas y civiles pasan, pero la fantasía los conflictos.
histérica de pérdida de libertad permanece.
2. ¿Por qué los varones les mienten a sus esposas? Muchas veces
escuché a mujeres quejarse de eso. No se trata de grandes en-
gaños, sino que a veces no cuentan nimiedades. Es que se trata
de eso: no es tanto la mentira como voluntad de engañar, sino
la reserva de algún detalle, la preferencia de callar. Entonces, la
pregunta se vuelve más interesante: ¿por qué a los varones no
les gusta contarle todo a sus esposas?
Al menos, no les gusta responder a todas sus preguntas. Se
trata del modo en que el varón frustra el deseo de saber de la
mujer. Es una especie de protesta masculina. Si le respondie-

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ra, ella sería su madre y él sería su falo. “No soy tu falo”, es la tal; por ejemplo, en los tipos que pueden tener amantes y, por
posición del varón que prefiere no hablar. Si no es falo, es para cierto, nunca van a dejar a sus mujeres.
tenerlo. Es en este caso, “tengo un secreto”. Y algunas mujeres Por eso los varones tienen mayor predisposición a la “pira-
se enojan mucho con eso: “¿Cómo no me contaste que...?”. A tería”. Porque son unos pajeros. Y en la masturbación la culpa
veces este ocultamiento puede motivar celos y sospechas. Es in- por haber traicionado, se resuelve con otro hombre. Por eso
evitable: ser la mujer (y no la madre) de un hombre, sintomatiza. los varones disfrutan de contarse sus aventuras con amantes.
Aunque también es cierto que el varón que prefiere callar es el Es pura pantalla para el homoerotismo. Es otra idea freudiana:
que más complicidades tiene con su madre, es el más edípico de en la fantasía masturbatoria se recibe el golpe del padre como
todos. castigo (“Pegan a un niño”). “Soy un pajero” es una frase que
expone el castigo paterno. El padre erotiza con su golpe. De este
3. Una de las preguntas clínicas más interesantes (y de sentido modo, el varón se masturba para ser seducido por el padre. Por
común) en el análisis de varones es: ¿por qué no se masturban eso los varones ven pornografía para masturbarse y no lo hacen
pensando en sus esposas, en lugar de fantasear con otras muje- pensando en sus esposas: porque al ver pornografía se identifi-
res o ver pornografía? La respuesta salvaje sería que la mayoría can con la mujer seducida.
no desea a sus esposas, pero no es cierta.
Muchos de ellos desean bastante a sus mujeres, entonces la 4. La fantasía de separación es típica en muchas parejas. No
pregunta se vuelve más interesante. Es un aspecto fundamental quiere decir que quieran separarse, sino que pensarlo les per-
de la sexualidad masculina. Por un lado, la respuesta se relacio- mite estar juntos. Cuando ésta es la principal fantasía que une
na con la fantasía como forma de recuperar la posibilidad. El a dos personas, la pareja puede prolongarse una vida... con un
deseo desprecia la efectividad y es línea de fuga. costo grande para el erotismo. La fantasía de separación es una
Por otro lado, la cuestión tiene que ver con un punto espe- fantasía histérica que, como tal, une a muchas parejas insatisfe-
cífico de la masturbación masculina: el varón se masturba para chas. Así vuelve a introducirse el deseo en la relación, sólo que
tener el falo, y eso implica dejar de serlo. Dejar de ser el falo es el histérico nunca quiere lo que desea, y si desea separarse... más
una especie de traición (en la infancia, a la madre; en la adultez, se une, para que no pase nada.
a la pareja) y produce culpa, por eso la masturbación no tiene
que ver con un acto “manual” sino que puede estar en diferentes 5. Si la fantasía de separación es histérica, ¿qué ocurre en el ob-
actividades cotidianas (como perder el tiempo, usar mucho las sesivo? Respuesta: el obsesivo bien puede tener fantasías histé-
redes sociales, etc.). ricas, de hecho eso es lo que hace posible su análisis. Quizá no
exista la fantasía obsesiva, por el modo de relación de este tipo
En la niñez es bastante claro: en determinado momento, el
clínico con el deseo. En todo caso, al obsesivo (y respondo por el
varón dice que “extraña” a su mamá. Eso quiere decir se mas-
varón ya que la pregunta fue por éste) se le impone la separación
turba, porque ya no es su falo. Y eso produce culpa, por eso el
a partir del deseo (que se divide entre términos excluyentes). Me
niño no quiere quedarse solo a partir de ese momento. En el
explico: ante la situación de mirar a otra mujer (o acostarse, da
adulto ocurre lo mismo, por ejemplo, cuando dice: “¡Que pajero!
igual) por su tipo de síntoma fundamental (la duda) el obsesivo
Pasó todo el domingo y no hice nada”. Quizá hizo un montón de
piensa que tiene que separarse de su mujer porque ama a otra.
cosas, pero la culpa masturbatoria no entiende de meritocracia
El obsesivo es infiel por definición, es decir, por su deseo. Es
ni de justificaciones. Entonces: el niño traiciona a la madre, el va-
algo típico: es el obsesivo varón quien ante la duda del deseo
rón adulto no tiene más remedio que traicionar a su esposa para
deja claves para ser descubierto y, por lo tanto, hace decidir al
masturbarse. A veces es masturbatoria una relación extra-mari-

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otro. El obsesivo infiel siempre deja pistas, o al revés: el varón también de la casa: en el supermercado ella compra cosas que
que deja pistas innecesarias es un obsesivo. él no se permite. Ella compra un pan rico, él el más barato. No
se trata de que él sea un obsesivo (puede serlo o no) sino que es
6. Hace un tiempo leí una nota que titulaba “Los varones son un síntoma de pareja: él ahorra, ella gasta. Y podría ser al revés
más torpes que las mujeres en la infidelidad”. Es una generali- también, porque lo que importa es que en esa estructura uno
zación inadecuada: son torpes los que se hacen descubrir, y eso hace pagar al otro: en este ejemplo, él paga gracias a ella, y al
tiene un fundamento psíquico propio en la neurosis obsesiva. reprochárselo puede proyectar en ella la culpa (por su goce mi-
serable, muchas veces incestuoso y relativo a privar a la familia
7. En la relación entre un varón y una mujer, después de cierto que armó con esa mujer, quien tiene a su vez la culpa de haberlo
tiempo, llega un momento en que el erotismo se detiene. De ma- arrancado del seno materno).
nera consciente suele decirse que ella se transformó en su ma- En el caso inverso, las mujeres que se quejan de los gastos
dre, pero en el inconsciente se trata de lo contrario: se relaciona de sus maridos, se juega otra cosa, no es simétrico: a veces el
con el momento en que él comienza a ver los aspectos infantiles desamor, otras la herencia para los hijos, etc. El común denomi-
de ella (puede ser la relación tierna con su padre, que no pueda nador es que no se refiere esta queja a una culpa proyectada. Por
sustraerse a la demanda materna, la complicidad incestuosa con eso las mujeres son más exogámicas que los hombres, aunque se
los hermanos, etc.). Es la historia de Cenicienta, que espera al diga lo contrario.
Príncipe a pesar de la mirada envidiosa de las hermanas; o la
de Blacanieves, exiliada por la competencia con la madrastra. Y 9. Me entrevistaron para una revista de actualidad. Cuando es-
así, porque los cuentos de hadas (desde los clásicos hasta Frozen) cribo en circunstancias como ésta, me divierte dar respuestas
hablan de la endogamia femenina. Esta endogamia es deseroti- burdas, torpemente taxativas y retrógradas. Si la verdad no se
zante para un varón, porque conduce a una fantasía pedófila. dice ridículamente, no es verdad. Porque la verdad es algo ri-
Es lo que muestra la novela Lolita, de Nabokov, que desdobla lo dículo. Me preguntaron por el “poliamor”. Respondí que no sé
femenino en esos dos términos: la mujer y la niña. La caída del qué es, pero que me interesa decir algo sobre la poligamia y la
erotismo es una defensa contra la posibilidad de convertirse en monogamia.
un pederasta. Por eso los varones suelen quejarse, y mucho, de
Esta última no es una restricción social. En nuestras socieda-
las familias de sus mujeres. Atravesar esta fantasía es parte del
des es una condición psíquica. Es algo propio de las sociedades
erotismo de muchas parejas después de cierto momento. La idea
cuya filiación depende de la paternidad. Una mujer necesita
difundida de que una mujer se puede convertir en la madre para
apenas un marido (que puede ser otra mujer) para destituir el
un varón vela este otro aspecto. La mujer-madre es el retorno
apellido de su padre. Por eso las mujeres son más fácilmente
consciente de la represión de la fantasía de la mujer-niña.
monógamas, y más fácilmente infieles: una mujer puede tener
un marido para ponerle los cuernos, no es algo raro; mientras
8. Una de las cosas más importantes para pensar el lazo de una que entre las solteras no es corriente que salgan con varios sin
pareja es cómo administran el dinero: lo comparten, forman un fastidiarse después de cierto tiempo. Las excepciones confirman
fondo común, cada uno tiene el suyo y distribuyen gastos, etc. la regla: la identificación con el deseo del varón en la fantasía de
Hay diversas opciones, que se podrían pensar desde variantes seducción; la fantasía de prostituirse (que muchas veces es un
antropológicas, sociológicas, etc., pero también de la fantasía. modo de degradar al padre), etc. Por eso suele decirse (y quizá
La economía también es libidinal. Pienso en un caso típico (de sea cierto) que las chicas de colegios católicos no son ningunas
la clínica y está en mil novelas y películas): el varón que se queja santas.
de los gastos de su mujer. No sólo en gastos personales, sino

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En el caso de los varones, en cambio, la monogamia tiene otra En el principio, la pasividad
fuente: el amor materno. Mientras un varón le diga “mamá” en
la infancia a una sola mujer, no tendremos verdaderos poliga-
mos. Porque un varón no soporta más que el amor de una mujer.
Y puede ser que para huir de ese amor insoportable se convierta
en seductor, para competir con su padre, pero sobre todo con
el de ellas (porque Don Juan es, ante todo, un ladrón de hijas;
por eso se llama “robacunas” al tipo que sale con mujeres más
jóvenes).
La poligamia, en nuestras sociedades, es una fantasía para
escapar de la monogamia constitutiva. Todo esto es tan inexac-
to, pero tan verdadero al mismo tiempo. 1. Vivimos en un mundo de fantasías. Las actuamos, nos defen-
demos de ellas. Una de las más importantes: la de seducción.
Todo el tiempo seducimos. Al hablar se seduce. Contar una des-
gracia puede ser un modo de seducir, también hacerse el tonto.
Y el secreto de la seducción es que se seduce activamente para
evitar ser seducido. Es decir: más seductor es alguien, más pasi-
vo es en el inconsciente. Lo demuestran los varones que se hacen
los galanes, y luego de la conquista pierden el deseo; tanto como
las mujeres que “van al frente”, pero en la intimidad son muy
inseguras. Porque respecto de la seducción sólo se puede tener
una posición pasiva (eso quiere decir que el seductor por exce-
lencia sea el padre, pero este es otro tema).
Los que soportan la posición pasiva y, eventualmente, la
sintomatizan, se llaman “histéricos”. Quienes la compensan son
narcisistas. El narcisismo del histérico es el primer obstáculo
para el análisis de su neurosis.

2. La fantasía de seducción se manifiesta en diversos actos coti-


dianos. El más habitual: esperar. Por eso cuesta tanto. Los varo-
nes son especialmente ansiosos con la espera. Las mujeres, aun-
que tampoco les guste, la llevan mejor. A nadie le gusta esperar,
porque a nadie le gusta la posición pasiva en la seducción. Para
eso es posible hacerse esperar, llegar con demora, llegar cuan-
do el otro ya está ahí. Los hombres esperan con mejor ánimo a
una mujer, porque no los pasiviza, pero no soportan esperar un
turno en un Banco o en el dentista. Por eso los varones no tienen
que hacer esperar a las mujeres, porque es una maldad. Es algo
innecesario. Y las mujeres esperan, muchas veces, incluso acti-

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vamente; logran algo que un hombre jamás podría lograr: hacer Hoy en día esta fantasía está en crisis. Algunos lo celebran.
de la espera algo activo. De eso habla el refrán: “El que se va sin No es algo bueno ni malo. Sí ocurre que mujeres que no recha-
que lo echen, vuelve sin que lo llamen”. zan la seducción, para ser mejor seducidas (como le ocurre a
No es que las mujeres tengan más paciencia que los hom- Caperucita con el Lobo: en definitiva, ese cuento infantil habla
bres, sino que pueden vivir la espera de una forma más lúcida, de la seducción) se encuentran con que los tipos retroceden. Si
salvo cuando sienten que se las hace esperar. Siempre el que ellas son frontales, ellos no desean. Lo curioso es que se diga que
hace esperar es un hombre, porque pasiviza. Eso quiere decir ir al frente no es de histérica. ¡Al contrario! Es la forma más ac-
que es el padre. Siempre se espera al padre. Esta distinción es tual de la histeria, que no castra al hombre para causar su deseo
muy importante para pensar el uso de “sala de espera” en psi- seductor, sino que lo impotentiza.
coanálisis. También por qué la palabra amorosa por excelencia
es “Te espero”.

3. Tengo una vecina que tiene un perro caniche con problemas


motrices (y mentales) que responde al nombre Puppy. Mientras
cocino empanadas escucho sus gritos en el pasillo: “Dale Papi,
muy bien, más rápido, no pares”. Cada cual se las arregla como
puede para vivir una fantasía de seducción, pienso mientras
sigo con el repulgue.

4. En el colectivo escucho la conversación de una pareja de jó-


venes. Él elogia la pizza que hace su papá, trata de que ella en-
tienda que no hay mejor sabor en el mundo. Él habla con entu-
siasmo, ella escucha pacientemente. Después dicen que el Edipo
no existe: este pibe cree que la va a poner mientras le acaricia la
pizza al padre.

5. No es la belleza la que une los cuerpos, sino la fantasía. Es


lo que ocurre en las oficinas, donde se terminan acostando dos
que jamás se habrían dado bola en la calle. Ocurre también en la
vida. La más básica de todas es la fantasía de seducción, que en
el hombre y la mujer tiene dos elementos: por un lado, la mujer
no acepta la seducción, pero al rechazarla se declara seducida;
por otro lado, el varón se afirma como seductor cuando la mujer
se le niega, su deseo es proporcional al modo en que ella lo cas-
tra. La castración enciende el deseo en la seducción. Y no tiene
nada que ver con la histeria: una mujer puede negar la seduc-
ción, para incentivar al seductor, y no por eso “histeriquear”.
Son cosas distintas.

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La equivocación del amor

1. En una de mis películas favoritas, la protagonista dice: “Tengo


el talento para enamorarme del hombre equivocado, en el mo-
mento equivocado”. Me hace acordar a un poema que se llama
“Otra emoción equivocada”, de Belén Iannuzzi.
Es interesante esa queja sobre el hombre equivocado. ¿Quién
se equivocó? ¿Él o ella? Este equívoco sobre la equivocación de-
muestra que se trata de una fantasía. Me recuerda otra película,
en la que Marilyn Monroe se queja de los saxofonistas, no son los
hombres que le convienen, son aquellos de los que huye, pero (o
¿porque?) le resultan irresistibles. Es lo propio de la fantasía de
seducción. Es lo propio de la queja histérica femenina: el fastidio
como forma de defensa. “Nunca más me voy a enamorar”, se
dice después del desengaño. “Ahora aprendí a estar sola”, dicen
en las tapas de las revistas. Hasta que la fantasía vuelve a hacer
de las suyas.
Porque la queja sobre el hombre equivocado encubre el amor
al padre, el primer seductor, aquel que se busca reencontrar y
del que se huye al mismo tiempo. El hombre equivocado para
una mujer es el que entra en la serie paterna o, mejor dicho, el
que solo permanece en esa serie.

2. Muchos varones se quejan de que sus mujeres les “rompen


las pelotas”. Una vez una amiga me dijo “Estoy harta de que
me digan que rompo las pelotas, nunca más voy a salir con un
tipo que me diga eso”. Y cumplió un tiempo. Salió con hombres
encantadores, que la cuidaban y eran atentos, pero a ella no le
pasaba nada. No se enganchaba. Un día me dijo: “Soy una his-
térica, si no le rompo las pelotas no me doy cuenta de que me

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gusta”. Yo no creo que sea una histérica. Es algo propio de la Madres e hijas
fantasía de seducción en la mujer: es el reproche al padre por
su deseo. En todo caso, sería una histérica si lo reprochara para
luego sustraerse, si pidiera lo que no quiere, si quisiera lo que
no desea. Sin embargo, no es el caso. Es lo propio del deseo, que
incomoda, que no hace caso de la belleza, sino que erotiza el
conflicto. Porque la fantasía de seducción con una mujer lleva al
reproche, el reclamo, la pregunta insistente, etc., si el enganche
con esa mujer lleva la marca del padre. En la serie paterna, el
varón es un deseante al que se le puede cuestionar el deseo, se lo
pone a prueba en su dureza con cada reclamo. En esto consiste
la fantasía de seducción. 1. Hoy en día se habla mucho de la maternidad. No obstante,
creo que pocos llegan a decir lo arduo de ese pasaje para una
mujer.
En particular, de las fantasías que muchas veces aparecen,
una recurrente es la de morir (en el embarazo, en el parto, en los
primeros años del hijo, etc.) como si la maternidad inscribiera
algo de la propia muerte. Nunca leí un libro de los que ahora se
escriben sobre lo materno que toque este punto. Y lo comprobé
casi siempre en mi práctica con mujeres embarazadas.
En efecto, tener un hijo es morir un poco. Es abandonar la
omnipotencia de la vida juvenil. El joven no teme la muerte,
salvo la de los padres. Y ocurre que muchas mujeres, al quedar
embarazadas, ya no fantasean con que los padres mueran (lo
que no quiere decir que este temor desaparezca). Por lo tanto, al
quedar embarazadas, cometieron la fantasía parricida. El temor
a la propia muerte es, por un lado, cancelación de la omnipo-
tencia juvenil, pero también efecto de la culpa por el parricidio.
Con el tiempo, la fantasía de la propia muerte se transforma en
la fantasía de la muerte del hijo. Este movimiento expresa que
el ser-para-la-muerte sólo pudo ser una fantasía existencial-
mente machista, porque las fantasías de las mujeres que van a
ser madres demuestran que, después de cierto momento, vivir
se vuelve una obligación: se vive para los hijos. Como decía
Winnicott, esta transformación maternal también es el trasfondo
de la paternidad.

2. A veces las mujeres que son madres se angustian ante un


berrinche o capricho de sus hijos. Sin embargo, los berrinches

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4. El lazo incestuoso de un varón con su madre tira más que un
o caprichos son algo importante para el crecimiento del niño.
pelo de mujer. A esto se refería Freud cuando decía que este
La madre se angustia porque siente que no puede hacer nada
vínculo es el único que no contiene elementos agresivos. Esto
para calmarlo, y es importante que así sea: esa impotencia es
quiere decir que es un amor (el de una madre) que no se pue-
constitutiva de la maternidad, porque pone en cuestión la om-
de negar, es decir, del que no es fácil soltarse. A la madre se le
nipotencia de la mujer que cría al niño. Hasta ese momento,
puede echar la culpa, pero no se la puede odiar. Por lo tanto,
ella sentía que criarlo era saber qué darle y todo lo que una
un varón tiene pocas posibilidades de salir de este lazo. Una es
madre puede darle a su hijo es la teta. Dicho de otro modo, la
la paternidad, que no es lo mismo que embarazar a una mujer,
impotencia (y la angustia) rompe la identificación de la madre
porque bien se puede tener un hijo para dárselo a la madre. Sin
con la teta y permite que ella pueda ser mujer de otro modo
embargo, la paternidad (cuando es tal) es incompatible con la
con el niño. Esto demuestra que es el niño el que desteta a la
posición de hijo. Eso me decía una amiga, cuando me contaba
madre con su angustia (la de ella). Y si madre suficientemente
afligida que en el día del niño, en la casa de la suegra, hubo re-
buena es la que da la teta, subjetivar la angustia de la impoten-
galo para todos menos para el bebé que ella lleva en su vientre.
cia confronta con la fantasía de ser una “mala mamá”. Y sentir
No pudo evitar sentirse triste por su bebé, porque pensó que
que se es mala mamá produce culpa, por eso los niños no sólo
no tenía lugar en esa familia. Se fue a llorar a una habitación.
empiezan a hacer berrinches después de dejar la teta sino que
Entonces vino su marido y la consoló. Su marido, que se enoja
también les dicen a sus madres que tienen la culpa de todo.
por cualquier boludez y la caga a pedos por cualquier pavada
y ella no lo soporta, sí, ese tipo vino a consolarla. Entonces ella
3. Un amigo escritor me cuenta que escribe una nueva novela.
pensó que no estaba tan mal que su bebé no tenga lugar en la
No quiere un argumento original: es la historia de un hombre
familia de su esposo, que ella le estaba haciendo un lugar en esta
que, en determinado momento, logra matar. Sin desespera-
familia que armaron juntos, que su marido es un pelotudo con
ción, era una opción y la realizó. Un capítulo narra la historia
mil defectos (como todos los maridos) pero que en este aspecto
del personaje. Fue criado por la abuela. Le pregunto si materna
hay que ponerle una ficha, porque la eligió a ella para tener ese
o paterna. Responde lo segundo. Le digo que no es verosímil.
bebé que le permite, al menos, poner un pie fuera de esa relación
Le sugiero sea la abuela materna, porque si la madre entregó el
endogámica.
hijo a su madre el argumento es más sólido. La maternidad de
una mujer rompe de alguna manera el vínculo con su madre.
Puede ser que recurra a ella o acepte sus consejos, pero estas
son formas de la culpa. Una culpa necesaria, porque de otro
modo el hijo ocuparía un lugar de desmentida de la castración:
sería el falo que la hija da a la madre. Es lo que ocurre en esta
novela, cuyo protagonista no es un asesino, sino un tipo que no
quedó marcado por la deuda. Por eso puede matar a una mujer
sin resquemor. No es un hijo sano del patriarcado, sino un ben-
dito entre las mujeres. Con la crianza de una abuela paterna
esto no hubiera sido posible. En este último caso, podría haber
sido un gran hombre, un gran criminal, no un tipo que mata
sin mas. La novela de mi amigo es el reverso de El extranjero de
Camus, por eso le propuse el título Bendito tú eres.

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Patriarcado

1. La otra cara de la fantasía de seducción es la fantasía de aban-


dono. Sin duda hay abandonos efectivos, pero la diferencia está
en que, en la fantasía, el abandono se constituye como queja.
Y la queja respecto del abandono es proporcional a la fantasía
de haber sido seducido. En los ’90 había una banda de mujeres
que se llamaba Seducidas y abandonadas. Puede ser una posición
típica en la histeria femenina: los tipos después de satisfechos
se borran, por eso no hay que darles eso que quieren. Porque
pájaro que comió... dice un refrán histérico. Que no sólo es feme-
nino, cuando muchos varones desde Jacques Brel cantan Ne me
quitte pas. Por eso “Ya no hay hombres”, porque “todos fuimos
seducidos” (y, por ejemplo, recreamos una fantasía de abando-
no cuando nos quejamos de un político si nos mintió... como
si no nos gustara). Entonces, esto no sólo vale para la histeria.
Desde que Cristo en la cruz miró al cielo y preguntó: “¿Por qué
me has abandonado?”, varones y mujeres usamos el reproche de
abandono para velar la seducción del Padre.

2. Me cuesta entender las teorías filosóficas sobre el nombre pro-


pio si no se tiene en cuenta su fundamento libidinal. ¿Para qué
se quiere un nombre si no es para simbolizar la potencia sexual?
Es algo de varones. Son ellos quienes, en la juventud, se burlan
del apellido de otro, lo modifican o atribuyen un sentido obsce-
no. Entre mujeres eso importa menos. Y en el mundo público
a muchas mujeres se las conoce por su nombre completo: en
psicoanálisis, decimos “Melanie Klein”, “Maud Mannoni”, etc.,
como si el apellido no las representara bien. Es tan masculina la
búsqueda de un nombre que, por ejemplo, tengo amigos cuyo

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mail es apellido@. Nunca conocí a una mujer que hiciera algo rón, alcanza con que sea un nombre. ¿Qué quiere decir esto? Que
semejante. Así se actualiza una fantasía parricida: si el apellido el padre reprime la gratitud hacia la madre. Lo que disgusta a
es mío, maté a mi padre. Firmar es un acto homicida, por eso a esta mujer es descubrir este hecho fundamental: ella hizo de un
muchos varones les cuesta escribir, terminar un texto, presentar pelo (ese tipo) una soga (un padre) y nadie se lo va a reconocer.
una tesis. Pero no es difícil porque sea violento, sino porque esta No hay gratitud para la madre, sino culpa, porque a la madre no
violencia tiene un sentido erótico y la fantasía parricida encubre se le puede pagar la deuda por existir. Entonces para eso sirve
la seducción paterna. Sólo se compite para escapar de un deseo el padre. Y esta mujer desespera porque él se la lleva de arriba,
que pasiviza. como se la llevó de arriba cuando él se fue con una mujer más
joven. ¿Eso demuestra que sólo la necesitaba como madre? Sería
3. Es habitual que los hombres poderosos se rodeen de mujeres demasiado decir eso. Porque la relación entre ellos siempre fue
a las que exhiben. Se dice que es una forma de cosificar a la mu- tensa: ella en tensión con la familia de él. Ella jamás pudo decir
jer. Es cierto, pero incompleto. Porque resta entender el motivo: nada que contradijera a la familia del hombre. Pero lo decía, y
mostrar una mujer es una garantía de la potencia del varón, una peleaban por eso. Sin duda ella fue un síntoma para él. Y, a la
forma de asegurar el deseo fálico de éste. Ese aseguramiento distancia, después de separarse, ahora que él empezó a usar ex-
reforzado es una compensación, esconde el lado oscuro de esa presiones de ella, o bien le da la razón en una conversación, o
potencia. Es lo que ocurre en los Casinos, donde los varones se la cita ante otros, cabe preguntarse si acaso separarse no fue lo
rodean de mujeres para jugar; esto explica también por qué en que les permitió unirse mejor. Es cierto, él jamás logró dar un
las timbas se buscan prostitutas. Así, el placer erótico que une paso fuera de la endogamia de su familia de origen (todavía hoy
a un hombre con otros para competir, se vela con la presencia mantiene a varios parientes y está aferrado a objetos familiares
de mujeres. El falicismo, entonces, encubre el erotismo anal. El de los que no puede desprenderse) y todavía vive en la misma
Patriarcado podría no consistir solamente en la dominación de casa que habitó con ella (porque él se separó, pero ella se fue)
las mujeres, sino en la represión del homoerotismo. tal como estuvo siempre, pero puede así tener un amor por ella
que antes que no pudo. Y si bien pareciera que la disputa entre
4. No sé qué quiere decir el Patriarcado desde el punto de vista la mujer y la familia la ganó la familia, también es cierto que él
antropológico o sociológico, pero desde el punto de vista libidi- eligió a esa mujer con la que se peleó tanto porque, es gracias a
nal se me ocurre que podría ilustrarse con la situación de una ella, que él pudo tener hijos que no reprodujeran la endogamia
mujer que se queja de su ex marido, cuando él, ahora ya en edad de su familia de origen. Pobre mujer, no tiene la gratitud de sus
avanzada, disfruta de la relación con sus hijos (y sus nietos). “Se hijos, pero sí la del hombre que la eligió para encarnar su con-
hace el pater familias y jamás fue a un acto de los chicos, nunca flicto más íntimo, y que aún así la traicionó. “A él lo detesto por
buscó a sus hijas en un baile”. No es un caso puntual, es la voz de lo que me hizo, pero igual sé que es un hombre muy generoso y
diversas mujeres que se quejan de algo típico. Lo típico es parti- lo quiero. Somos la pareja perfecta. Separados con hijos. Somos
cular, puede ser expuesto de manera narrativa (en eso consiste como la película de Bergman Escenas de la vida conyugal, que no
la fantasía), mientras que lo singular es aquello que no puede ser me acuerdo de qué trata pero sí de que es una pareja que sufre
ejemplo de nada. Es típico que a esta mujer le moleste el modo un montón y un día se abraza”. También es cierto que con esa
en que sus hijos aman a su padre, ese ser-para-la-foto, que, en familia ella logró reparar una herida de su propia infancia, en la
última instancia, transmitió su nombre. Ocurre en la vida y en el relación con su madre y relativa a su propia familia de origen.
arte: el padre abandona al hijo y, al regresar (si es que el hijo no Nadie le va a dar gracias por tener hijos.
lo busca antes), el hijo lo ama igual, cuando no le pregunta a la
madre qué hizo para que se fuera. El padre podría no ser un va-

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5. Así como la frase del superyó materno es “Sólo quiero que Ser padre goy
seas feliz”, la crueldad paterna se resume en “Hacé lo que
quieras”, esa falsa autorización del deseo, que puede ir desde
“Estudiá lo que te guste” a “Ya sos grande para tomar tus de-
cisiones”. Padre cruel es el que no ofrece su cabeza, menos una
ley parcial, para la destitución; aquel que no admite la fantasía
parricida del hijo. Porque cruel es que sólo puede inhibir, y
significar como traición de su amor cualquier acto. 
“No me desilusiones”, dice el más malvado de los padres.
Lo sorprendente, aunque no tanto, es que esta posición sea la
que muchas mujeres pueden ocupar para un varón; por ejem- 1. La paternidad implica una destitución masculina. Cualquier
plo, cuando rechazan la mentira constitutiva del deseo mas- padre conoce la situación en que debe retar a su hijo, y el efec-
culino. ¿Cómo los varones no le van a mentir a sus mujeres si to es una profunda angustia sobre uno mismo. No hay padres
ellos primero se mienten a sí mismos? ¿Cómo un varón no va satisfechos, sino hombres que se dividen por esa función sig-
a traicionar a una mujer, si él es el primer traicionado por su nificante. Por eso es tan tonto ese discurso actual sobre “poner
deseo? Es que una mujer puede ser el padre cruel de un varón límites”. Tan vacío. Porque sólo vista de afuera la paternidad
y, por ejemplo, pedirle fidelidad (o cualquier cosa de esas que consiste en esa impostura.
se dan, pero no se piden), para no ser ella la verdad de su de-
Hace un rato se largó a llover. Caminaba por la calle con
seo. Si ella no quiere serlo, entonces le pide que no le mienta o
Joaquín, que demoraba los pasos, hasta que tuve que reconve-
traicione. Como si el traidor nunca se delatara. Y ella responde:
nirlo. En un bar un hombre me miró con cara de chusma. La
“Fijate” o “Hacé como te parezca”. ¡Cuánta crueldad! Lacan
escena es borgeana, porque advierto que sobre la mesa el tipo
decía que el masoquismo femenino era una fantasía masculina,
tiene un ejemplar de Cuando el otro es Otro, el libro sobre el próji-
el sadismo de las mujeres (que se identifican con el padre cruel)
mo que escribí con Esteban Dipaola. Como me sostiene la mira-
sin duda no lo es.
da, le digo: “En los libros todo es más fácil”.

2. Joaquín se ríe de una canción que dice “me robaste el corazón”.


Dice: “¿Cómo van a robarle el corazón?”. Y se ríe como loco. No
entiendo qué le causa tanta gracia. Me da miedo preguntarle.

3. Con Joaquín continuamos la charla respecto de la metáfora.


Él se ríe de que el amor pueda simbolizarse con la expresión
“robar el corazón”. Le digo que el corazón representa una parte
valiosa del cuerpo. Como el pito. Ahora entiende. Cuando un
nene gusta de una nena es como si ella le sacara el pito. Ahora el
pito de él es de ella y es ella quien lo maneja. Aquí no entiende.
Bueno, el pito no lo maneja nadie, pero el nene piensa que el pito
lo maneja la nena. Ese pensamiento se llama fantasía. Y algo de
verdad tiene, porque quizá la fantasía no es real pero sí es de

107
verdad, porque si bien la nena no lo maneja, el pito piensa en la 8. Hace días que ante una decepción Joaquín me dice “Sos malo”.
nena o, mejor dicho, la nena piensa en el pito (en el doble senti- Por lo general esa decepción tiene una estructura básica: tengo
do) y por eso el nene cree que el pito se lo sacaron. Y es verdad. la culpa de algo que no me di cuenta. Me corrige en pasado:
Tema solucionado. Aunque quedan dos preguntas: cuando un “Pero yo quería que vos...”, es decir, mis actos se le volvieron
nene se enamora de otro nene, ¿también siente que le sacan el incomprensibles. Ayer lloró porque moví una silla, le dije: “Pero
pito? ¿Qué pasa cuando la nena se enamora? hijo, si no me lo decís no puedo saber que querías que la silla
estuviera en otro lugar”. Después de un rato me dice: “Estoy
4. En el auto escuchamos “Dame una señal”, una de nuestras enojado con vos porque no sabés lo que yo no digo”. Si hubiera
canciones favoritas de Virus. Con Joaqui conversamos a veces una experiencia fundamental para explicar las relaciones del
del sentido de las letras. En este caso la interpretación no admite niño con el saber, debería ser ésta, el momento en que se descu-
duda: “Trata de un nene que lo retan porque se porta mal”. Mi bre que el Otro no sabe como antesala de la represión.
hijo ya sabe que detrás de las canciones de Virus hay fantasías
perversas. 9. Muchas veces los padres se quejan de que sus hijos pidan co-
sas que luego no usan; pero, ¿podría reducirse el querer a algo
5. La semana pasada Joaqui vio una foto mía en la que hablo con utilitario? ¡Qué mala fe, ya que incluso ni ellos cumplen con ese
un micrófono. Me preguntó qué era. Le dije: “A veces papá tiene criterio! Además los niños desean de una forma imperativa, qui-
que hablar con un micrófono para que lo escuchen”. Esta foto zá eso motiva la reacción defensiva de los padres: “Comprame
explica por qué surgió el chiste, entre mi hijo y yo, de tener que algo” (“¿Qué querés?”, y la respuesta es vacía: “Algo”). “Necesito
preguntarle (al retarlo): “¿Me escuchaste o te lo tengo que decir jugar un rato más”. Lo que más asusta de lo infantil es su deseo
con un micrófono?”; y la fantasía fálica en juego que hace que puro, al que sólo torpemente le suponemos un objeto. Atribuirle
me ponga colorado cada vez que alguien me dice: “Acercátelo un objeto al deseo es la fantasía del adulto.
más a la boca que atrás no se oye”.

6. Joaqui me propone jugar a la familia. Somos la mamá y el


papá de su hijo-muñeco el mono. Él es la mamá. Luego del parto
(nace de su panza, yo asisto como buen padre) llega el momento
de dormir. “El bebé duerme en su cuna y nosotros en la cama”,
dice. Ya cada uno en su lugar, cierro los ojos y empiezo a ha-
cerme el dormido. Hasta que siento una mano que me toca el
hombro. “¿Qué hacés Joaquín?”, le pregunto. “Somos la mamá y
el papá, y nos tenemos que dar la mano para dormir”, responde.
Y luego dice: “Ahora no soy la mamá porque quiero hacer pis y
tengo que usar un pito”.

7. Cada vez que le pregunto algo a Joaqui y no me quiere res-


ponder, hoy en día me dice: “Estoy pensando” o “Lo voy a
pensar”. El síntoma es una forma paradójica de separarse del
Otro, porque supone una alienación. Pobre hijo mío, cree que
el pensamiento es para salvarse y no sabe que es para perderse.

108 109
La educación imposible

1. Pasó una semana y, en el chino, Joaquín me pregunta: “¿Por


qué mamá me compra palitos, y vos no?”. Golpe bajo. Respuesta:
“Los palitos son una porquería”. Sigue la extorsión: “Pero
a mamá y a mí nos gustan”. No me rindo: “Voy a hablar con
mamá, porque no está bien comer palitos”. Vuelve el argumento
escéptico: “Si vos no querés no comas”. Aprieto el botón de la
impostura paterna al 100 % y digo: “Hijo, hay cosas que están
bien o mal más allá de nuestros gustos”. Fin de la conversación.
Kant estaría orgulloso de mí.

2. Una de las cosas más fascinantes de la educación es cómo


los niños empiezan a vivir conflictos éticos. En la fase anal, que
establece la diferencia yo/no-yo, y todo lo que no es yo es una
mierda, el niño cree que es dueño de todo lo que le gusta. Así,
por ejemplo, si viene al consultorio y le gusta un juguete se lo
quiere llevar. Es suyo. En la etapa fálica, en cambio, se consolida
la posiblidad de que haya algo deseado y no sea propio. De ahí
que el primer imperativo ético que vive el niño es el de no robar.
Antes, un niño puede llegar a su casa con la mochila llena de
cosas de otros; luego, aparece el cuidado de los objetos persona-
les. Es un síntoma muy grave que un niño de 8 o 9 años pierda
los útiles de la cartuchera. No tiene que ver con una cuestión
cognitiva, sino con una aptitud ética.

111
La lengua popular

1. De los rituales arcaicos que todavía practicamos, el que más me


gusta es el cumpleaños. Me interesa que haya gente que rechace
ese festejo. Y encima lo justifique, eso es lo más interesante; es lo
que demuestra que hay una razón inconsciente. Un cumpleaños
sin torta no es tal, y cobra estatuto de torta cualquier cosa en lo
que se pone una vela. Se piden deseos al soplar. La explicación
es evidente: el cumpleañero reparte pedazos (de sí) para que no
se lo coman. El deseo, que no se debe decir, consiste en pedir
no ser devorado. El ritual del cumpleaños encubre una fantasía
oral, cuyo correlato está en la práctica de la piñata: los salvajes
caen vorazmente sobre las entrañas crudas. En algunos países,
por ejemplo, la piñata es un animal. No querer festejar el propio
cumpleaños, a pesar de todos los argumentos, es una posición
anoréxica. A algunas personas les toma mucho tiempo empe-
zar a hacerlo, no darle consistencia de banquete totémico a una
reunión con amigos. Entender que en el propio cumpleaños se
agasaja a los otros. Nunca festejamos para pasarla bien nosotros.
Alcanza con haber vivido un año más.

2. La expresión “cansancio acumulado” demuestra que no hay


nada más cansador que acumular. Que la acumulación, de lo
que sea, es agotadora. Que el cansancio es el efecto subjetivo de
la pulsión cuando sólo incorpora y retiene.

3. De las frases populares, una de mis favoritas es “Que cada


uno haga de su culo un florero”. ¿Por qué no otro objeto? El
florero: un recipiente, en el que van las flores (símbolo de la
feminidad). Claramente la frase denota una feminización del

113
de oscuros poderes. Son maneras de hablar del deseo en el Otro,
varón o, mejor dicho, el modo en que la pasividad es condición
de la necesidad de que éste no se agote en el significante, que
del deseo masculino. Porque esta frase suele usarse cuando un
lleve alguna huella de la castración. Por eso las personas que no
varón decepciona un ideal, es decir, cuando no cumple con la
quieren erotizarse no se tutean, aunque el erotismo siempre se
impostura masculina. Permite distinguir así lo masculino (acti-
impone y, en la vida íntima, una pareja puede nombrarse por el
vo) y lo viril (pasivo) en el varón.
apellido. A partir de esta pregunta de mi hijo recordé también
que, cuando yo era chico y mis padres se enojaban conmigo, me
4. Me gusta la expresión común “comerse los ahorros”. Denota
llamaban por mi nombre completo: “Luciano”. Cuando yo me
una inhibición: porque el que no quiere comer, no puede ac-
enojo llamo a mi hijo por su nombre: “Joaquín”. Con el nombre
tuar. Dicho de otro modo, se trata de algo que no se quiere
tratamos de reprimir el deseo, porque el deseo es lo que no tiene
hacer, con una consecuencia paradójica: lo que se tiene no se
nombre.
puede usar; por lo tanto, no se tiene. De esta manera, no co-
merse los ahorros implica la represión de una pulsión voraz.
6. En la época de Freud se sufría de la exigencia de los lazos
Es una posición plenamente incorporativa. Es lo que le ocurre a
sociales. La única forma de zafar de la presión de los otros (y sus
muchas personas que reciben herencias y quedan paralizados.
ideales) era neurotizarse y así aflojar un poquito y buscar el des-
La incorporación es una forma oral de rechazar la castración.
canso en la enfermedad. Irse unos meses a unas termas, escapar
Porque estar castrado quiere decir que para tener algo hay que
al campo o bajar las persianas. Sin embargo, la neurosis hoy no
perderlo. O como dice la canción de Drexler: “Sólo se tiene lo
rinde. No tenemos tiempo para morir de amor. Aunque busca-
que no se amarra”. Hay mucha gente que tiene mucho y no
mos amar para no estar solos. La soledad es el mal de nuestro
tiene nada. Hay otros que son felices con poco. No se trata de
siglo. Si para Freud se amaba para no enfermar, hoy prima el
cantidades, sino de posiciones subjetivas. Del hambre y las ga-
temor a quedarse solo. 
nas de comer.

5. Mi hijo me preguntó por qué a un amigo lo llamé por otro


nombre. “Es un apodo”, le dije. Y después me quedé pensando
en por qué usamos apodos. No puede ser que sea sólo por una
cuestión de cariño o por economía de lenguaje. Algunos apo-
dos no son cariñosos, aunque los digamos con cariño; y otros
no son para nada breves. ¿Por qué, entonces, nombramos a al-
gunas personas de otro modo que con su nombre? A veces ese
segundo nombre, el apodo, nace de una fractura del apellido
(como nombre del padre), de un chiste o incluso se generali-
za en conversaciones cotidianas, como cuando al charlar por
primera vez con alguien se consulta el signo: “Ah, escorpiana,
sos brava vos, ¿eh?”. Esta idiotez tiene que tener algún tipo de
justificación libidinal. ¿De dónde surge esta vocación por otra
genealogía, por una filiación que no queda capturada en la no-
minación paterna? Sin duda implica algún tipo de parricidio:
se fractura el apellido, se da un nombre de goce (en el chiste), se
establece un devenir-animal en el horóscopo con la atribución

115
El amor, ese caníbal

1. Hoy charlaba con una mujer de la canción que dice “No qui-
siera yo morirme sin tener algo contigo”. Me encanta. Porque
no dice que quiere tener algo, sino que establece una condición
(para la muerte). Lo mismo ocurre con el principio de la letra:
“¿Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo?”.
No dice qué quiere, sino que interroga la necesidad de un decir
(“¿Hace falta?”). Lo real siempre es agobiante. Sólo podemos
soportarlo con lo posible. La posibilidad es el modo en que el
deseo taladra lo real. Es un punto de fuga. Por eso muchos varo-
nes buscan amantes: para salir del aburrimiento. Volver a casa
con la mujer de siempre es algo efectivo, y el deseo necesita lo
no realizado. En lo varones, el deseo se basa en lo que “todavía
no fue”. En las mujeres “en lo que pudo ser”. Son dos formas de
la potencia infinita del deseo. Es como dice la canción de Jaime
Roos: “Algún día veras que me voy a morir amándote”. Otra vez
la muerte como condición, que muestra que el deseo es inmortal.

2. El neurótico se divide entre amor y deseo. El amor es un des-


tino pulsional, por eso se empieza con un beso y se pasa luego a
querer comerse al otro, morderlo, mutilarlo. El amor siempre es
caníbal. Y no es suficiente. No alcanza con amar para erotizarse.
Además es necesaria la fantasía. El deseo proviene de la fanta-
sía. Sólo el deseo personaliza el amor y, por ejemplo, castra el
amor y detiene la devoración. El neurótico ama demasiado, por
eso se defiende de la fantasía, la reprime y sólo puede realizar
el deseo de manera disfrazada. Así, por ejemplo, una mujer re-
chazará la invitación de un varón a cenar, que él pague, porque
(sin saberlo) se considerará seducida, degradada como mujer,

117
en una típica fantasía histérica de prostitución. Así también ten- texto? Por eso Flaubert decía “Madame Bovary soy yo”. Porque
drá su síntoma anoréxico, no comerá y, por lo tanto, se quedará no se trata de la historia de alguien que ama, sino de quien narra
con hambre. Amará, entonces, de manera neurótica: como una desde la perspectiva del amante. Madame Bovary es una novela
hambrienta, con la expectativa de encontrar a un hombre para sobre cómo narrar el amor; un amor celoso, posesivo, que inclu-
toda la vida, es decir, uno que no se acabe, al que puede chupar so puede desear la muerte, como todo amor que sea tal.
si quiere, pero no hincarle el diente.
5. Anoche volví a ver La la land y me quedé pensando por qué
3. El amor es caníbal. Lo muestra el bebé cuando se abalanza so- es tan eficaz que ella tenga un hijo antes de volver a verlo a él.
bre el pecho. Al amar, siempre somos bebés que buscan un obje- En una interpretación superficial, el hijo implicaría a otro varón
to en el cuerpo del otro. No hay diferencia entre hambre y amor, y, entonces, eso funcionaría como obstáculo. Pero otro varón
porque el amor nace del hambre. Y gracias al amor tenemos un nunca es un obstáculo para una mujer. Por lo tanto, tiene que
cuerpo, el del otro, que creemos nuestro. Sin embargo, al amor haber algo más. Y es que el otro varón funciona como padre. En
le hace frente el narcisismo. El narcisismo es queja e incomodi- efecto, lo es, por lo tanto, así queda planteado el conflicto entre
dad. “No me comas como un objeto, quereme por lo que soy”. El tener un hijo del padre y el deseo de un varón. Lo que nos duele
narcisismo reclama el ser. Ser es querer ser amado por lo que se en esa escena es que ella realiza un deseo incestuoso. Eso nos
es, pero como defensa a la fantasía de devoración. Como dijo en produce tristeza. Hay mil películas con la misma escena. Es la
su momento el célebre hincha: “No me peguen, soy Giordano”; misma escena que se reproduce cuando alguien se encuentra en
en el amor se grita: “No me comas, soy el falo”. De acuerdo con la calle con un ex. Por lo general, ellas dicen que están bárbaras.
esta idea es que Lacan hablaba de la madre como la boca de Y lo están, porque la belleza es el más incestuoso de los rasgos
un cocodrilo que encuentra en la interpretación fálica el palo de una mujer.
que evita que se cierre. Esto es muy importante, porque implica
dos cuestiones: 1. que a partir del corte que impone el narcisis- 6. Al enamorado no se lo reconoce por un sentimiento, sino por
mo a la pulsión, surgen retroactivamente fantasías (la primera, sus actos. Si le preguntamos si quiere ir al cine o hacer otra cosa,
la de devoración, pero luego también la de ser pegado como responde: “Después te confirmo”. El que ama, entonces, vive en
equivalente amoroso y así sucesivamente); 2. que en un análisis, un mundo diferido, en otra escena que lo reclama y de la que de-
el analista no puede hacer valer la resistencia narcisista (y, por penden sus decisiones. Puede ser que alguien esté en pareja y no
ejemplo, pedir que se lo ame incluso como analista), por eso su tenga problema para estar disponible, o bien que otro no lo esté
lugar de objeto oral no es cancelable. Puede ser angustiante. La y no pueda decir que sí (o no) sin rodeos. El que ama no puede
aparición del “amor de transferencia” es una consecuencia de actuar sin vueltas. El que ama nunca tiene tiempo, aunque no
haber ocupado una posición narcisista. No es una consecuencia tenga nada agendado. Porque espera una llamada, piensa en ir
necesaria. Es una defensa del analista. hasta otro lugar antes o después, etc. A veces incluso el enamo-
rado no tiene tiempo para su amado/a. Porque amar es no tener.
4. Se le reprocha a Flaubert que Emma Bovary tenga, en cier- Es la pasión de y por no tener. En el análisis la aparición del
to pasaje, los ojos negros y, en otro, azules. Sin embargo, esto amor se vuelve tiránica, pero es correlativa de la aparición de
demuestra lo más propio del amor: que el amante desconoce esta falta. Una falta que se tiene, ¡qué paradoja! El analista puede
al amado, que no presta atención a detalles o, como es sabido, quedar dividido, como los amigos o familiares que dicen: “Está
que el amor es ciego. Asimismo, esto demuestra que es preciso hecho un pelotudo”. No obstante el análisis necesita esa pelo-
leer esta novela con la idea de un narrador que ama, ¿de qué tudez, como dice el chiste final de Woody Allen en Annie Hall.
otro modo entender ese “nosotros” impersonal con que inicia el Esa pelotudez con la que se objeta el tiempo para el análisis, o

118 119
se declara que ya fue suficiente, se llama “transferencia” y es la El deseo, esa resistencia
materia principal de un análisis, sin pena ni reproche.

1. El deseo supone resistencia. No hay deseo, al menos para el


psicoanálisis, que lleve intencionalmente a su objeto. El deseo es
una fuerza contrariada, implica el conflicto, el paso por lo nega-
tivo. Nada desespera más que la respuesta “sí” ante un asunto
de deseo. Después de un par de veces, lleva al “me decís ‘sí’
como a los locos”. La locura, entonces, es la pérdida del deseo.
Esta necesidad del paso negativo explica la posición paradójica
de ciertas personas que se quejan de ser dejadas cuando son
ellas las que dejan. Suele ocurrir que, en un análisis, después de
contar que fue dejado/a en una relación, con el tiempo alguien
advierta que fue muy activo en esa pérdida (como lo muestra la
película Alta Fidelidad), en la medida en que esa posición puede
servir para sostener el deseo. Borges decía: “Nadie deja si no
lo dejaron antes”. Me refiero a Graciela Borges, claro, que sabe
mucho de clínica psicoanalítica, porque sabe del deseo. Dicho
de otro modo: “A veces se deja para ser dejado”. Pero de regreso
a lo importante: el valor de la resistencia del deseo se comprue-
ba también en el interés de algunas mujeres en hombres que
son impotentes. No me refiero a la impotentización histérica
del varón, como una forma de defensa de respecto del deseo de
éste, sino al impotente (ese impotente que puede ser un cuñado
casado con la hermana, un jefe cuya esposa trabaja en la misma
oficina, el analista con quien el deseo no se va a realizar; es de-
cir, impotente puede ser un león en la jaula, como el pájaro que
canta hasta morir) que opone la resistencia necesaria para que el
deseo sea posible, pero no más que pura posibilidad.

121
2. A veces se piensa como algo histérico sostener un vínculo por su deseo se excite con el rechazo, eso demuestra que no es el
el deseo en juego. Se piensa como histérica a la mujer que se padre: porque el padre es seductor con su deseo, es intrusivo
pone celosa de un tipo que no le interesa mucho. Se histeriza y traumatizante. Si puede ser rechazado, no es intrusivo. Si no
demasiado el deseo, pero el deseo no es histérico (aunque sea es intrusivo, no es el padre. Por eso una mujer puede burlarse
deseo de deseo). Lo demuestran todas las separaciones. En fácilmente de la excitación de un varón (por ejemplo, sentir asco,
particular, las más tontas: quizá en una separación no se pierde llamarlo “baboso” o “pajero”), mientras que no podría burlarse
gran cosa, pero igual se está triste. La tristeza no es por el objeto de la seducción paterna. De esta manera, puede ser activamente
perdido, sino por la pérdida del deseo. Puede ser que ella no pasiva, y ya no meramente pasiva: es decir, puede seducir para
haya sido el amor de su vida, puede ser que él haya sido un tipo objetar la seducción, para establecer la posición de seducida
más, pero igual es triste. Nos entristece la muerte de personas abandonada. Y aquí el erotismo de él cambia de signo, porque
que no conocimos (hay un cuento muy lindo de Cortázar que de la excitación agresiva pasa a la identificación con la huérfa-
habla de esto: “Burla burlando van seis delante”), no entristece na (todas las telenovelas muestran el erotismo de la mujer sin
dejar atrás algo que no veíamos la hora de que termine, poner el padre) y esta identificación lo feminiza y entonces él busca ser
punto final de un texto. El deseo no es una pasión alegre. protector, es decir, una nueva versión del padre. Ella puede, en-
tonces, rechazarlo nuevamente y relanzar el circuito, o recibir su
3. La realización inmediata de un deseo es una ilusión. Porque destitución, para que él pueda ser pasivamente activo. El deseo
el deseo es una fuerza contrariada, necesita la negatividad, la se desarrolla en circuitos. Requiere posiciones que se destituyen,
mediación. Un varón puede desear mucho a una mujer, pero su negatividad y negaciones. Es lo que ocurre en muchas parejas:
deseo será proporcional a la cautela con que se lo muestre. Lo ella se queja, él se enoja, ella se ofende y lo humilla, él se calienta
mismo le ocurre a una mujer, que puede estar muy interesada en y la insulta, ella dice que se va, él queda impotente, ella no se va,
un varón, y por eso lo va a rechazar. En otro tiempo la mujer re- él se acerca, a veces se abrazan, a veces se acuestan, a veces se
chazaba alejándose, quedando a la espera (si él no llama, ella no vuelven a pelear, etc.
llama), hoy rechaza yendo al frente (y lo ahuyenta). Es un miste-
rio que la humanidad no haya desaparecido aún. ¿Cómo es que 4. Las formas de desear dependen de cómo se relacionen acti-
un varón y una mujer se encuentran, cuando el desencuentro se vidad y pasividad. Masculino es el deseo en el que la actividad
impone? Porque ese desencuentro lleva a fantasías típicas. Y la compensa la pasividad, y es activo para no ser pasivo, mientras
fantasía no es una ilusión, es algo real. Cuando ella lo rechaza, el la pasividad es su condición. Por eso los varones hacen chistes
deseo de él se excita. A esto se refería Lacan cuando decía que el homofóbicos o misóginos en los vestuarios. En la feminidad ac-
“masoquismo femenino” era una fantasía masculina, que lleva tividad y pasividad no se compensan, sino que se incluyen recí-
a que el varón manifieste su deseo agresivamente. Hoy en día procamente: femenino es el deseo activamente pasivo (de la que
esto se ve en el conflicto que se produce entre feministas y an- busca una seducción que rechaza) o pasivamente activo (de la
ti-feministas: rechazan al macho, y el macho se enoja (es decir, se seductora que se inhibe). El deseo femenino tiene más posibili-
calienta). Es un conflicto erótico también. Como él es agresivo, dades. Cada una de esas posibilidades es una fantasía específica.
ella puede aislarse, acusar su brutalidad. Con este movimiento,
cancela su posición edípica: el rechazo femenino pone a salvo
del padre, porque sólo se puede estar con un varón cuando se
confirma previamente que no es el padre. Hoy en día una con-
firmación habitual de que el varón no sea el padre consiste en
que sea otra mujer. Pero alcanza con que soporte el rechazo, que

122 123
Palabra de amor

1. El ser humano es el animal que todo el tiempo milita por la


libertad, pero que el día que se enamora justifica hasta el más
mínimo de sus actos en esa ficción de determinismo que es la
“casualidad”. El amor no es un sentimiento o una emoción, sino
que es la pasión temerosa (¡mala fe!) basada en establecer co-
rrespondencias en el universo para acercarse a otro ser humano.
Porque, a diferencia de otros animales, el ser humano no sopor-
ta la libertad que imputa el amor.

2. Es más fácil cruzar el Rubicón que dar un beso. Un poeta es-


pañol decía: “El primer beso es un robo”. Un amigo suele decir:
“Hay que besar sin avisar”. Del modo que sea, siempre es una
especie de tropiezo; y no debe haber nada más torpe que pre-
guntar: “¿Te puedo dar un beso?”. Porque un beso se da, ¡no
se pide! Hay varones que se la pasan pensando en el momento
oportuno, y la neurosis es la creencia en ese instante que facili-
taría el acto; así llegan hasta despedirse y el autorreproche por
todas las veces en que podrían haberlo hecho. Hay mujeres que
dan pie, que esperan, inducen, alzan las cejas, bajan los ojos, y
no mucho más. La diferencia sexual no es anatómica, sino entre
modos de ser-para-el-beso: el varón besa, la mujer se hace y deja
besar. Porque un beso también se recibe. Y más difícil es recibir-
lo que darlo. Pero nada garantiza el acto, hasta que acontece: por
lo general se piensa que se besa con los labios, pero es con la mi-
rada que se actúa el beso. Los labios simplemente acompañan.
Siempre es encantador ese momento en que casi por azar dos
personas quedan enfrentadas y no hay otra opción que besar.
Al beso se condesciende, más allá de la voluntad. El neurótico

125
padece la búsqueda del beso, el cálculo y la ocasión, y se olvida la interpretación del analista y el uso defensivo de la palabra en
de la mirada. El neurótico no ve la mirada. Pero la mirada se ve, un análisis, con el que se puede redoblar la división fundamen-
por ejemplo, para besar. Al menos en el primer beso. Los demás tal del neurótico, que es quien reprime el decir. Y por eso envía
obedecen a otras formas pulsionales: besos robados, besos bru- canciones de Youtube. ¿Habría que dejarlo de hacerlo? ¡Nunca!
jos, besos escatimados, besos negros, besos suspirantes, besos Al igual que en los otros casos, antes que enviar una canción
aspirados, besos risueños, besos ruidosos, etc. para no decir, mejor decir con una canción o, mucho más intere-
sante aún, que la palabra imponga letra y música.
3. “Besos por celular” es la imagen más desgarradora con que
una canción denuncia, no la ficción del amor, sino el amor a la 4. La palabra de amor es la que falta. Y la sustituimos con con-
ficción en una relación. Hace días que la imagen me da vueltas. versaciones ordinarias, con preguntas sobre la vida o la historia
Y pienso también en otro hábito común: enviar canciones de (signo, gustos, familia, lecturas, ideología política con especifi-
Youtube. Desde que el mundo es mundo, la música nos permite cación de intención de voto) de cada uno, pero falta la palabra
decir mejor lo que queremos decirle a alguien (habría que es- faltante. A veces aparece como halago (“Te queda muy lindo
cribir alguna vez una Historia de la palabra de amor cantada); pero ese pullover”), pero es demasiado ostensiva, es una palabra que
desde que existe Youtube se envían canciones no para acompa- busca el reconocimiento (“Gracias”). Otro modo de hacerla exis-
ñar a la palabra, sino para sustituirla. Ya no hablamos de amor, tir es a través del nombre, el surgimiento más o menos intem-
nadie se anima a decir cosas tan serias como “Tengo ganas de pestivo de una palabra que sólo sirve para denominar, porque
verte, ya pasaron muchos días” o “Hace mucho que no veía una no tiene sentido: “Lu”, “Luchito”. Se empieza por diminutivos,
mujer tan hermosa como vos con ese vestido”, sino que se envía pero luego adviene la destrucción del lenguaje y surgen nom-
alguna canción que diga “Miss you” o “Wonderful tonight”. bres como “Pipi” o “Pu”. Esa forma más o menos esquizoide de
Porque hay diferentes tonos y maneras de decir las cosas con llamar al prójimo es otro equivalente sustitutivo de la palabra
canciones: se puede enviar una canción de un estilo diferente al de amor.
que suele escuchar el destinatario, y así se consigue cierto efecto
de sorpresa o humor; se puede enviar algo conocido, que fun-
cione como referencia común y produzca intimidad; se puede
compartir el secreto de una canción lejana, a través de la cual se
genera la disposición afectiva para una conversación que nunca
se tendrá. Cómo hacer cosas con canciones. Y no decir, como
diría Freud, “eso que se debería decir”. Nos mandamos besos
por celular, nos enviamos canciones, para sustituir una palabra
faltante, para estar en contacto pero sin que nada nos toque.
“Youtube y el decir alusivo” podría ser el título de un artículo
que no voy a escribir. “Te lo muestro con una canción, que no es
lo mismo que decirlo” podría ser otro. Algo parecido ocurre con
el decir en la vida cotidiana, cuando citamos o hacemos chistes.
Esto no quiere decir que la palabra seria no tenga humor; ¡al
contrario! La diferencia está en el chiste que sustituye el decir, y
decir un chiste; lo mismo pasa con la cita: una cosa es citar para
no decir, y otra es decir con una cita. Lo mismo podría pasar con

126 127
El inicio de otro amor

1. Atravesar el complejo de Edipo, para una mujer, implica el


pasaje de “tener un novio” a “estar en pareja”.
“Tener un novio” es una de las formas que adquiere lo que
Freud llamaba “complejo de masculinidad”. “Tener un novio”
es una manera de resolver masculinamente la envidia del pene.
Me recuerda la conversación que hace un tiempo tuve con una
niña que contaba que tenía un novio. “Y ¿para qué querés un no-
vio?”, le pregunté. “Para tener algo que mis amigas no tienen”,
respondió.
Es el sufrimiento que expresa el tango “Nunca tuvo novio”,
en el que el malestar no radica en estar sola, sino en que esta vía
es defensiva respecto del encuentro sexual. “Tener un novio”
lleva a la sustitución (como dice el dicho “un clavo saca a otro
clavo”, o el título “No seré feliz pero tengo...”). Para ser feliz hay
que dejar de tener... “Solterona” no es la que nunca tuvo novio,
sino la que no puede estar sola y por esa impotencia no pudo pa-
sar a la pareja. Los novios se buscan, las parejas se encuentran.

2. Siempre toma tiempo hablar de la familia ante alguien. El mo-


tivo es que hablar erotiza el vínculo de manera inmediata. Ese
erotismo es incestuoso. Por eso la deserotiza corroborar que él
usa medias de hilo... como papá. Y prefiere callar. Esa deseroti-
zación es señal de la represión del erotismo, también inmediata.
La represión es necesaria porque con él sería posible el incesto.
Por eso ella prefiere quedar dividida entre lo sexual y lo tierno.
Con este síntoma, divide el erotismo: nunca va a coger con papá,
nunca la ternura implicará estar en posición pasiva con un hom-
bre. La deserotización reprime la fantasía de seducción y así es

129
que puede enamorarse de hombres que no desea y, por lo tanto, más que el amor. “Como odian los amantes”, dice la canción de
admira (las mujeres admiran a los hombres para no desearlos); Joaquín Sabina.
tanto como soportar el deseo de hombres que degrada. Sólo Pero él no la rechazó, solo le dijo que no. Y ella no puede
puede acostarse con uno en la medida en que piensa en el otro. escucharlo a él solo, sino que escucha su rechazo. Él le habla
con el corazón, incluso cuando le dice que no. Pero ella escucha
3. Los celos son un síntoma irreductible en el análisis. La expec- su propia fantasía (me rechaza) y responde con su síntoma (la
tativa del analista de que los celos desaparezcan es un ideal te- venganza). Así durante años de análisis.
rapéutico y vano. Ese desprecio por el síntoma también se refleja
Poder escuchar, alguna vez, esa negativa de un modo dife-
en el prejuicio (de algunos analistas) de que los celos mienten.
rente, que no sea una privación, puede ser un buen final. Y el
O, mejor dicho, que el celoso vive una ficción sin verdad. Así, el
inicio de otro amor.
analista extraviado trata al síntoma con menos respeto que a un
delirio, cuando no trata al delirio como una interpretación falsa.
Los celos son una interpretación del deseo, y revelan hasta qué
punto la fantasía no es personal (o individual) sino un lazo entre
dos. La mujer celosa conoce el carácter deseable de su pareja, el
modo en que el otro puede gozar de ser deseado. El problema
es que se desorienta con sus celos, reduce el deseo a engaño, la
fantasía a una moral.
Lo analizable de los celos es la posición excluyente con que se
vive la relación del otro con el deseo: si desea, yo estoy afuera.
Por esta vía se puede llegar a un uso virtuoso del síntoma, como
el que ciertas mujeres advierten cuando pescan que el varón que
da consistencia a los celos está a un paso de caer destituido, y
eso les permite soltarlo a tiempo. Los celos, cuando son feme-
ninos, no son un síntoma que deba desaparecer. Esa no es una
idea de Freud, quien nunca pensó fines de análisis para tipos
clínicos, sino para el hombre y para la mujer.

4. Él le dice que no, y ella entiende que la rechaza. Como res-


puesta a esta decepción ella se enoja y adopta la actitud orgu-
llosa de hacerle sentir su falta. Se hace buscar, le expone que
su amor es dispensable y puede ser de otros, le muestra que
puede perderla. Pero él no la rechazó, sí le dijo que no. Le pide
perdón, como en la canción de Andrés Calamaro: “Yo no qui-
se lastimarte, solamente te dije que no”. Pero ella entiende que
él la rechaza, y así justifica su pequeño resentimiento. Obtiene
el goce del despecho, y luego se arrepiente, se siente sola y va
a buscarlo. Porque su enojo no la separa, sino que la une a él,

130 131
Deleuze
(tal como yo lo veo)

1. Una idea de Deleuze que me gusta mucho es que diga que


no se hace el amor con una persona, sino con “cierto número
de procesos económicos, políticos y sociales”. Me causa gracia.
Me hace pensar en la sexualidad de Deleuze, pero ese es otro
tema. Desarrollemos su idea: el amor es un medio, por el cual
las máquinas deseantes invisten (a través de la persona ama-
da) máquinas sociales. El amor no es algo inmediato, sino que
actualiza coordenadas de poder. Esto es: el erotismo siempre
implica conflicto y la posibilidad de una codificación o una
desterritorialización. Para Deleuze, un ejemplo es Schreber que
se hace coger por un Dios fascista. En realidad, es la estructura
de toda fantasía: el hombre rico y la mujer pobre (¡qué tanto
usan las telenovelas!), la colegiala y el profesor, la dominatriz y
el masoquista, etc. Se me ocurre otra fantasía habitual: es común
en muchos varones que lo que más les guste de una mujer sea...
otro hombre. La matriz de esta fantasía política es: ella “es la
hija/sobrina/ex-mujer” de un hombre poderoso (y que, por lo
tanto, admiro, es decir, amo). De acuerdo con Deleuze, sería una
fantasía homoerótica similar a la de Schreber. Pero, ¿hay alguna
que no lo sea? ¡Esta estructura es el Edipo mismo! Por lo tanto,
la interpretación familiarista que Deleuze hace del edipismo es
muy vulgar. Y a su posición le falta lo más importante del descu-
brimiento freudiano: que el Edipo prescribe la heteronormativi-
dad y la inscripción binaria (opositiva) de la sexualidad a partir
de reprimir la libido homosexual. Freud fue más deleuziano que
Deleuze cuando propuso el Edipo negativo. Freud no fue tan

133
deleuziano cuando propuso que la libido siempre es masculina. Dialéctica y psicoanálisis
Hubiera sido mejor decir que toda libido es homosexual.

2. Deleuze dice que Lacan fue “el último cartesiano”. El ar-


gumento es precioso. Descartes propone el cogito a partir del
pensar (es decir: “pienso, existo) porque en otros actos no se
comprobaría: por ejemplo “camino, existo” no vale, porque
podría no estar caminando, pero no podría ser falso que, inclu-
so cuando no camine, pueda pensar que estoy caminando. De
este modo, “yo camino” es un sujeto del enunciado que supone
otro sujeto: “[yo pienso que] camino, existo”. El primer sujeto,
de la enunciación, implica una división respecto del segundo. 1. La dialéctica hegeliana del amo y el esclavo tiene su origen
Conclusión: Descartes descubrió el sujeto dividido. Por eso se en la ética kantiana. En particular, en un pasaje de la Crítica de
entiende que Lacan diga que el sujeto cartesiano es el sujeto del la razón práctica, en el que Kant habla de “la armonía espiritual
psicoanálisis. Por eso Lacan es el “último cartesiano”. Con ra- de dos cónyuges que se arruinan mutuamente”. ¿De qué otro
zón Lacan admiraba tanto a Deleuze y trató de tentarlo de mil modo leer esta clave de la filosofía hegeliana, si no como una fe-
maneras para llevarlo con él, para que se acercara al seminario. nomenología del deseo celoso? Como si los Pimpinela hubieran
Los mejores lectores de Lacan nunca son lacanianos. A Lacan lo estado en el motor de la Historia, como si el amo fuera hombre
abrumaba saber esto. y el esclavo mujer.

3. Me gusta la expresión “Donde se come, no se caga”. Me atrae 2. Un clásico: ella está angustiada y él quiere coger, ella se eno-
la referencia cruzada a lo oral y lo anal: la incorporación impide ja porque él quiere coger cuando ella está angustiada, lo que
la expulsión. O, dicho de otra manera, la voracidad es una de- demuestra que él quiere coger porque ella está angustiada, es
fensa respecto de la culpa. Es decir, defensa que no la reduce y, decir, quiere darle el único remedio que él conoce: el falo, lo
por lo tanto, se hace compulsiva. Así, la voracidad inscribe una único que él cree que un hombre puede dar (teoría basada en la
deuda imposible de pagar, y no hay mierda que alcance. Si no masturbación infantil), no es poco, pero a ella no le alcanza la in-
alcanza para una mierda, no hay poronga que venga bien. Por terpretación fálica de su deseo, el falo como respuesta a todo no
lo tanto, donde se come no se coge. Sin el pasaje por la analidad le sirve a una mujer, ni a Perlongher que decía: “Ponerla, la pone
y la transformación de la culpa en deuda interiorizada, no hay cualquiera, pero macho es el que entrega el culo”, entonces se
don. Sin don, no da para darse. Sólo que esta fase intermedia produce una inversión dialéctica y llegamos a otro clásico: ella
permanece velada. En conclusión: esta frase popular muestra le pide que entregue el culo, o que se deje coger, y él dice que no,
perfectamente que la represión del erotismo anal es una con- entonces ella quiere lo que él no quiere dar, no es que ella quiere
dición del falicismo. Por eso Deleuze tiene razón cuando dice que él quiera (esto es la histeria, y yo hablo de la feminidad),
“Edipo es anal de cabo a rabo”. sino que ella quiere su negatividad, lo que hace que sea muy
difícil que así él pueda darle algo, porque cuando él quiere ella
ya no lo quiere (aquí empieza la histeria) y él dice: a vos no hay
poronga que te venga bien (obsesión). Esta es la génesis del de-
seo a partir de la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, si los

134 135
protagonistas fueran un varón y una mujer. “Fenomenología Delirio paranoico
de la conciencia neurótica” podría ser un lindo título.

1. El delirio o la idea de persecución son algo secundario en la


paranoia. Lo más propio del paranoico es la creencia en el in-
dividuo. Es lo que se comprueba en el temor permanente, en
muchos paranoicos, de que les roben ideas o los plagien. Como
si fuera posible. Es lo que también se verifica en las fantasías pa-
ranoides de algunas instituciones u organizaciones que también
viven la misma idea de robo en alguno de sus participantes. Y
como suele ocurrir, el individualismo es sumamente empobre-
cedor: en el paranoico fuerza un trabajo de sospecha constante
que encubre una improductividad crónica; en las instituciones,
una lógica malsana de alianzas especulares y falsa amistad, la
“ficción” del trabajo. Porque el trabajo real destituye al indi-
viduo, produce las ideas como perteneciendo a un exterior, al
Otro, como ya perdidas, inapropiables. El que trabaja nunca tie-
ne miedo de que le saquen nada, porque sabe que la capacidad
de trabajo es inalienable, y porque la idea de robo ya supone una
noción de propiedad que es, en sí misma, la primera estafa. Los
paranoicos, solos o en banda, son los primeros ladrones, por eso
le tienen tanto miedo a lo que hacen los demás. El paranoico es
por excelencia el ser que no vive ni deja vivir.

137
Clínica de la mirada

1. Almuerzo y leo Historia del ojo de Bataille. Es un libro muy


lindo. En una parte dice algo muy interesante: el sexo femenino
mira. Es una idea atractiva. Me hace pensar que, en general, hay
dos clases de varones: están los que gustan de las tetas y los que
prefieren los culos. Sin duda es un erotismo compensatorio, sir-
ve para velar que no hay hombres fanáticos del sexo femenino.
Recuerdo que hace un tiempo leí un reportaje a un director de
películas porno que decía que la vagina no se puede represen-
tar tal cual, “sin maquillaje”; y que además los hombres no ven
las vaginas en las películas, sino que ven penes que penetran
vaginas, y tetas o culos. Es un dato convergente con la idea del
horror que produce la mujer desnuda. Aunque no es el desnudo,
es el sexo femenino. La ropa interior no existe para cubrir tetas
o culos. El erotismo en la visión de estas partes del cuerpo es
efecto de la represión de la vagina. Las erecciones que producen
las tetas o los culos dependen de que el sexo femenino no se vea.
A muchos varones les pasa que en el momento de desnudez de
una mujer pierden el falo. La mirada siempre destrona al falo. El
erotismo fálico siempre supone un punto ciego.

2. El ser sexuado busca representarse, y al hacerlo se divide en


la diferencia sexuada. Una mujer es lo que representa un varón
para otra mujer. Por eso las mujeres se visten para la mirada
de otra mujer cuando quieren erotizar a un varón. Y la defini-
ción del varón es: lo que representa una mujer para otra mujer.
Por eso el varón siempre está dividido entre dos mujeres. Por
ejemplo, entre su madre y su esposa, y así es que un tipo puede
casarse, pero nunca admitir que su mujer critique a su madre

139
(o un sustituto, como su hermana), o puede permanecer en la 4. Si la obsesión es eminentemente visual, todo en la fobia tiene
añoranza de los ravioles de su madre (que quizá fueron com- que ver con el tacto. Las distancias y rodeos del fóbico están
prados toda la vida) mientras cuestiona el pollo al horno de su basadas en el tocar; él sabe que las palabras están sobre el cuer-
esposa. Freud entrevió este aspecto cuando habló de la degra- po, encima suyo (eso es el goce de la madre), y eso justifica sus
dación de la vida amorosa: el varón necesita rebajar a la mujer fugas. Por eso el objeto de la fobia es una palabra a la que te-
para acostarse con ella, es decir, para que no sea su mamá. Pero merle, porque muerde, pica, pincha, etc. Eso hace del fóbico un
no es la única vía de padecer esta división. Lo mismo podría neurótico que no es como los otros, porque no está tan engañado
idealizarla, e igualmente estaría entre dos mujeres. Eso es ser (Lacan siempre definió al neurótico como “extraviado”) y eso lo
un varón. Por eso a los tipos los excita pensar en un trío con dos hace parecer un poquito loco y un poquito perverso a veces. No
mujeres, o incluso fantasean con las parejas de mujeres homo- debe haber nada más peligroso que un fóbico que se siente aco-
sexuales. Nunca conocí a una mujer que fantaseara con estar en rralado. Pero es justamente este sentir el núcleo de su síntoma.
el medio de dos varones homosexuales. Ayer una paciente me
hablaba de la canción “Felices los 4”: es claramente una fantasía 5. Hay una relación directa entre las pasiones y la mirada. El
homoerótica de Maluma, que desea a una mujer deseada por celoso es siempre el que quiere ver lo opaco del deseo del otro.
otro hombre, es decir, desea el deseo de ese hombre. Ahora lo Desde que el mundo es mundo, la envidia está vinculada con el
interesante es que diga que van a ser felices los 4. Eso supone “mal de ojo”. Los neuróticos no ven lo que miran, mientras que
que pueden ser dos parejas y, por lo tanto, que la mujer es doble. el paranoico está siempre en el lugar de la mirada, con la que se
Para representarse como varón, necesita desdoblar a la mujer. identifica en ese fenómeno que es la “intuición” (que viene de
Varón y mujer, masculino y femenino, no son identidades, sino intueri: tener la vista fija sobre algo). Quizá por eso los ciegos no
formas de la división subjetiva. Eso quiere decir que “La” mujer son celosos: no hay más que pensar lo que se decía de Borges y
no existe: que la diferencia sexuada no es binaria, y que no es Kodama, o bien en El túnel de Sábato, y el refrán: “Ojos que no
posible inscribir un segundo término sin escindirse como sujeto. ven, corazón que no siente”.
Por eso la causa del síntoma siempre es sexual. Sin embargo, el ciego no es el que no ve, sino (de acuerdo con
Diderot) quien puede ver sin la sensación: la visión pura del jui-
3. El obsesivo necesita ver. El complemento pulsional de su sín- cio. La idea es impactante, y por eso suele atribuirse a los ciegos
toma fundamental, la duda, es el goce de la mirada. Si no sabe la videncia, la verdad, porque no están marcados por aquello
si dejó la ventana abierta, vuelve a la casa y entra para ver. Si que singulariza: la afección. Nuevamente es Sábato y el Informe
cree que su mujer lo engaña, busca sorprenderla (y, entonces, la sobre ciegos otra forma de hablar del horror que producen los
sigue o contrata un detective, cuando no la espía, etc.). El obsesi- –mal llamados o malditos– “no videntes”. Porque la ceguera, si
vo es como el filósofo que necesita que las palabras encuentren no me equivoco, está relacionada con la sombra, con lo difuso,
un correlato en la intuición (palabra cuya etimología remite a la con la mancha. El neurótico no ve lo que mira (y ese “lo” no es
visión). “Ver para creer” es la paradoja sintomática del obsesivo, “él”, por eso la mirada se le impone, es compulsiva, no puede
porque sólo de lo que se ve es que se puede dudar. Ni el tacto ni dejar de ver, a veces es un curioso empedernido o un chismoso);
el oído admiten la vacilación. Menos el gusto. Por eso es tan im- el paranoico acierta a primera vista, pero no sabe lo que ve, y la
portante que, en un análisis, los recuerdos del obsesivo no sean paranoia es el ejercicio incesante de acercar el saber a la mirada;
sólo palabras, sino pedazos de sensaciones. Y lo mismo vale mientras que los ciegos saben, pero con una verdad sin sujeto.
para la palabra del analista, que muchas veces puede ser vista Por eso el dicho acerca del “tuerto en el reino de los ciegos”, que
como interesante, pero sin ninguna consecuencia en el cuerpo. es un gran refrán, porque el ciego es el que sabe sin creer lo que
sabe, es un ser despulsionalizado.

140 141
vocante: el orgasmo femenino es fundamentalmente algo oído.
6. Una de las primeras transformaciones de la fantasía de se-
Es algo que se comprueba en el uso masculino del porno, en el
ducción es la llamada “escena primaria”. Proyecta la seducción
espionaje de parejas vecinas, etc. El varón se identifica con esa
en otra pareja y permite que el sujeto se divida como especta-
voz a través de la escena primaria, como lo comprueba también
dor. La escena primaria es la fantasía constitutiva de los celos
que (para algunos) una pelea culmina con el llanto de una mu-
y, por ejemplo, se expresa en la situación de aquellas mujeres
jer. Hay varones que gozan de hacer llorar a las mujeres, ¿quién
que salen con tipos que desean a otras (o que al menos lo su-
lo puede dudar? También son ciertos varones los que bromean
ponen). No es algo histérico, sino una posición femenina. De la
imitando los gemidos femeninos. La escena primaria inscribe el
misma manera que hay varones que, cuando empiezan a salir
goce de la mirada y es condición de la erotización de la pulsión
con una mujer, seducen a otras: no es algo obsesivo, sino la
invocante (si no la voz permanecería como superyó materno en
división masculina entre amor y deseo. En este caso, ante la
el varón).
pasividad que implica amar a una mujer, el varón se sostiene
en una escena en la que puede ser seductor. Pero nada de esto
tiene que ver con la neurosis, hasta el día en que la fantasía
se conmueve y precipita el síntoma. Un caso de supervisión:
interesada en seductores, una mujer deja de suponerle otras
mujeres al deseo de su pareja cuando puede hablar con su
analista de estas cuestiones. Así su analista, mujer, queda en
la serie de aquellas con las que se puede mediar el deseo de un
varón. El día que su analista se va de viaje, ella no sólo olvida
que no está y va a sesión igual sino que empieza a tener una
fuerte picazón que le impide acostarse con un tipo. Cuando la
fantasía no se pudo sostener (en transferencia) apareció el sín-
toma, en este caso, histérico. Pero el síntoma y la fantasía son
cosas diferentes. En un análisis se trata de analizar el síntoma
sin interpretar la fantasía.

7. Después de la fantasía de seducción viene la de escena pri-


maria, que consituye al sujeto como mirada. Es una fantasía
eminentemente masculina y explica por qué los varones se
excitan con partes del cuerpo de la mujer (las tetas, el culo), o
el coito a tergo suele ser fundamental en su erotismo: porque
velan la castración femenina. En particular, esta fantasía per-
mite que el varón goce del goce femenino que necesita ver: por
eso a muchos les gusta dejar la luz prendida. Con esta fantasía,
la seducción se transforma en un asunto visual.

8. Otra particularidad de la fantasía de escena primaria es que


permite, a través de la visión, una identificación del varón con
la mujer. En este punto, la escena (mirada) se transforma en in-

143
Teoría psicoanalítica

1. Podrían llamarse “estereotipos”, yo prefiero llamarlas “ha-


bitualidades clínicas”. Seguramente dependen del imperativo
heteronormativo, pero eso no les impide existir y que, algunas
personas, sufran por eso. Por ejemplo: muchas mujeres odian a
los varones por su deseo; o, dicho de otro modo, la hostilidad de
una mujer es proporcional a la atribución de un deseo al varón;
es decir, la irritación de una mujer es lo que hace de un varón...
un varón. Porque los varones son irritantes (por el cancherismo
fálico).
Y ocurre muchas veces que una mujer le tire onda a un varón
y éste se aleje. ¿Es un histérico o un fóbico? Ninguna de las dos
cosas. No tiene que ver con la psicopatología. Si una mujer avan-
za a un canchero es porque se puede identificar con él; y si una
mujer se identifica con un hombre, lo feminiza. Si ella se rela-
ciona con la parte femenina del varón, él la empieza a querer (a
veces mucho) pero la deja de desear. Entonces empieza a desear
a otra. Sí, ya sé, es un garrón que estas cosas pasen, para algo la
gente se analiza. Lo importante, en todo caso, es quede claro que
esto no tiene que ver con una estructura o tipo clínico, sino con
el deseo que, como tal, no es histérico ni obsesivo ni fóbico. El
deseo es masculino o femenino.

2. Si decir que el deseo es masculino o femenino ofende alguna


moral sexual, también podría decirse en deleuziano: “El deseo
inviste dos polos, el polo esquizo o el paranoide fascista”. En el
medio de esos polos hay infinitas posibilidades y no es una opo-
sición excluyente. Ni siquiera es una oposición la de masculino
y femenino (ya que no son positividades) sino que lo sexual es
pura diferencia.

145
3. Cuando escribo alguna de mis pavadas en la red social, noto Consejos analíticos
una doble actitud: 1. Están los que dicen que me olvido del “caso
por caso” (y que yo no sé cómo hacen para distinguir un objeto
de otro sin una palabra común); 2. Están los que esperan nece-
sidad y universalidad de una proposición empírica. Hay mu-
chos psicoanalistas y kantianos en las redes sociales. Es como la
querella de los universales, pero por Internet. A mí me gustan
las generalizaciones, y cuanto más delirantes mejor (porque así
son verdaderas). Hace rato que pienso que una fundamentación
epistemológica del psicoanálisis es una fantasía de impotente.

4. Suelo decir “los varones” o “las mujeres” para no debatir con- 1. No debe haber extravío clínico mayor para un analista que el
ceptos, sino permanecer en la generalización que, por supuesto, de creer que puede tratar a un obsesivo a través de plantearle
admite excepciones. Cuando digo “los varones” nunca son “to- que tiene que renunciar a algo. Porque la neurosis obsesiva es la
dos”, lo mismo respecto de las mujeres. Yo no reflexiono desde interpretación misma de una pérdida como una renuncia. Y esa
conceptos, sino desde operaciones y movimientos, tendencias interpretación es sintomática, porque lleva a impotencia.
y hábitos, busco conductas en las que, para empezar a pensar,
“No se puede todo, algo hay que perder (o que elegir, o lo que
más o menos podemos estar de acuerdo. Eso lleva a que el ejem-
sea)”, dice el analista perdido. Porque así no hace más que redoblar
plo no sea una ilustración de una moción universal sino que sea
la neurosis de su paciente, instala la agresividad e impotentiza el
constitutivo.
análisis. En todo caso, la vía del análisis implica separar la pérdida
de la renuncia. Es imposible renunciar a algo que ya está perdido.
5. Elijo las generalizaciones y estereotipos para pensar, como
punto de partida, y a partir de ahí trato de llegar a conclusiones Es el caso de un muchacho que tiene que entregar su tesis y no
contra-intuitivas. Este es el modo en que trato de desarticular puede terminar los capítulos porque siempre podría corregir el
el sentido común hétero-normativo. No pretendo universalidad texto. Duda, pero también se le ocurren ideas todo el tiempo. Lo
para lo que planteo, sino producir divergencias. No parto de felicito por eso. Sin duda es inteligente, y mucho más: juega con
conceptos como lo masculino y lo femenino porque lo que pude el pensamiento, quizá sea demasiado curioso para la academia.
ver de esa vía en el último tiempo son planteos muy moralizan- El éxito académico es para los débiles mentales. Se ríe cuando le
tes y normativos. digo estas cosas. Pero a mí sobre todo me gusta rescatar cómo él
juega con las ideas, y así su pensamiento va por delante, lo exce-
de, mientras él corre detrás de las ideas en busca de su sentido.
Pobrecito, quiere tener ideas propias. Como si las ideas no se es-
caparan todo el tiempo. ¡Como si las ideas no estuvieran perdidas
desde siempre!
¿Quién tiene una idea de la que no tenga que apropiarse con
esfuerzo? Su síntoma no es que piense mucho, sino que quiera ser
el dueño de su pensamiento.

146 147
2. Nunca me pareció algo anti-analítico dar consejos. No es El analista y sus éticas
lo mismo que decirle a alguien lo que tiene que hacer. Es
también un modo de entender mejor la abstinencia que im-
pone el acto analítico.
Los consejos son frases hechas, el saber popular a la mano,
como las letras de las canciones. Y muchas veces no hay mejor
interpretación que un fragmento de una canción. Pero esta vez
ella me habló de una serie de tropiezos con diversos hombres, y
antes de hablar de su posición me permití decirle: “Ningún tipo
que pueda ponerte en una serie te va a tomar en serio”. “¿Cómo
en una serie?”. “Claro, si te acostás con un compañero de la
Facultad cuando va a estudiar a tu casa, vas a ser otra compañe- 1. La diferencia entre el psiquiatra y el psicoanalista: éste recibe
ra de la Facultad que se coge; o lo mismo si un compañero del regalos de su paciente, aquél de los laboratorios. El psicoanalista
trabajo te besa a escondidas en la oficina”. “¿Me tengo que hacer toma el don como símbolo de una deuda a analizar, el psiquia-
la difícil?”. “En absoluto, porque se puede ser fácil con condicio- tra está contento con su computadora nueva. Es una diferencia
nes”. Para sintomatizar la relación con un hombre, primero no ética.
tenés que dejar que te haga perder el tiempo.
2. Finalmente ganó la medicalización del cuerpo. Hoy en día, mu-
3. No es una interpretación, es un consejo. Si un tipo no deja que chos síntomas que antes se consideraban neuróticos son tratados
le cambies la vida, siquiera un poquito, no vale gran cosa. La como enfermedades orgánicas. La “intolerancia” de los celíacos
vas a pasar bien, puede que te guste mucho, te vas a enamorar, era un síntoma gástrico típico de neurosis en el siglo XIX. Lo
pero no vas a llegar muy lejos. Quizá vos no quieras llegar muy mismo respecto de lo que hoy se llama “síndrome vertiginoso”
lejos, pero ¿vos sabés lo que querés? Seguro no querés estar en o de las “migrañas” y “fibromialgias”. ¿Significa un “progreso”
esa posición de esperar al otro, ni tener que pedirle que cambie, de la ciencia que para la medicina actual ya no existan categorías
porque no solo eso no se puede pedir, sino porque los tipos no como las de histeria o neurastenia? ¿O más bien se trata de una
cambian. Los tipos se dejan cambiar, viven pasivamente el amor, progesiva reducción del sujeto a un organismo, a expensas de
por eso se defienden de esa pasión como del demonio. Y no es cualquier causalidad psíquica? Esta destitución subjetiva ofrece
algo que tenga que ver con la voluntad. Es más básico: si un tipo siempre el consuelo de que “es así”, asociada esta identificación
no se deja cambiar la vida de entrada, no lo hará nunca. Es un estática con un ser a la expectativa de un Estado que contemple
auto usado que sólo sirve para taxi, pero no para viajes largos. y salvaguarde mi diferencia. He aquí la definición lacaniana de
Quizá quieras un tipo para moverte por capital, que te lleve y te la locura. Por eso Lacan tenía razón cuando decía que el neuró-
traiga, es cómodo, pero ¿vos sabés lo que querés? No es lo que tico era un ser del pasado, y ahora estamos todos más o menos
pensás, es lo que se piensa en vos mientras vos crees que pensás. locos. Sin que esto implique una valoración.
No importa que sea bueno, lindo o lo que sea, ni siquiera importa
si cambia, sino si se deja cambiar la vida. Aunque te diga que le 3. Alguna vez me gustaría titular un seminario con esta afirma-
rompés las pelotas, o que a veces no te soporta, pero que sepa que ción de Lacan: “La neurosis de transferencia es la neurosis del
si no se deja está haciendo las cosas mal, que vaya a las puteadas analista”. Un analista no es un experto en psicoanálisis. Saber
pero no sienta el alivio de no ir, de zafar, ese es el indicador. Es sobre psicoanálisis no es garantía de una posición analítica,
un consejo, para que no sufras por algo que no vale gran cosa. mucho menos considerarse un especialista, porque no hay pro-

149
fesionales para casos específicos, sino ese analista puntual que 6. Después de cierto tiempo, un muchacho me dijo que un cua-
se dispone a sostener el sufrimiento a expensas de su propia dro en mi consultorio le recordaba los genitales femeninos. Lo
persona.  tomé como algo singular, hasta que otra persona dijo lo mismo
a partir de un sueño que lo asociaba con un útero (lo que llevó
4. La neurosis siempre actualiza su síntoma en el tratamiento. a una alusión a mi apellido). A través de asociaciones el títu-
Esto quiere decir que “el diagnóstico se hace en transferencia”. lo del cuadro (“Le lever”) llevó a “labio” (en francés “levre”).
La obsesión impotentiza al analista, y por eso éste tiene la in- Esta persona no sólo habla francés, sino que también contó
quietud de “cómo entrarle”. Así se construye una fantasía de alguna vez que Lacan tenía el cuadro “El origen del mundo”
“penetración” que confirma la neurosis obsesiva, porque es una de Courbet. Todo esto estaría bien para ubicar determinaciones
de sus piezas fundamentales. Lo mismo ocurre con la histeria, significantes, si no fuera por el adolescente que hoy me dijo:
que transfiere su dolor excepcional, y hace que el analista la “Che, alta concha esta”. Me gustaría escribir alguna vez acerca
tenga de partenaire privilegiada. “Es un caso muy interesante de los objetos del consultorio, y las fantasías que despiertan, así
de histeria” dice el clínico que, al supervisar, advierte que esta como sobre el modo en que el deslizamiento significante toca un
afirmación ya confirma el diagnóstico. Y si para algo sirve la su- poquito (bastante) lo real.
pervisión, es para localizar la complicidad del analista con estas
fantasías transferenciales, que pueden llevar a la detención del
análisis.

5. La neurosis sintomatiza todo lo que está a su alcance. Y en el


análisis una de las primeras cosas que pueden neurotizarse es
el tiempo. El tiempo de la sesión: que puede parecer poco, al
que se llega tarde, etc. Pero donde más importa esta cuestión
es en la frecuencia. Hay un modo obsesivo de sintomatizar la
relación con el analista y, por ejemplo, plantear venir cada 15
días. La contracara histérica radica en el olvido de las sesiones
a último momento. ¿Qué sentido tiene ir  cada 15 días si no el
de autorizarse faltar una vez por semana, cumplir a distancia,
irse con permiso? Estar y no estar o, como se dice hoy “estar
ausente”. ¡Toda una forma de presencia! Y lo mismo ocurre con
la histeria y sus ausencias de última hora que ponen del lado del
analista una prueba de bondad: ¿será cruel como para cobrar el
honorario sin mí y rebajarme a puro objeto de goce económico, o
me dará la oportunidad de “recuperar lo perdido”? Ahora bien,
ninguno de estos síntomas de transferencia existiría si no hubiera
un prejuicio neurótico (y pequeñoburgués) en el analista: la cita
semanal agendada. ¿Puede calcularse un encuentro? ¿Podemos
fijar de antemano cuando volveremos a ver a un paciente?

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El manejo de la transferencia

1. El modo en que es preciso intervenir sobre la deuda que ge-


nera la relación con el analista: en pacientes que no han sim-
bolizado el pago como una vía de reducir “lo que se debe” al
analista, el costo de la sesión puede ser un esfuerzo o un sacri-
ficio gozoso. Eso podría hacer que el análisis se vuelva eterno,
se pague de más e incluso en contra de la sintomatización. El
dinero ofrecido puede ser una manera de justificar el sufrimien-
to. Este es un punto para tener siempre presente en el manejo de
la transferencia. 

2. Ayer con unos alumnos aclarábamos algo muy importante:


no hay una transferencia positiva y otra negativa, sino que una
produce la otra. ¿Quién puede amar de un modo que no sea
tiránico y hostil? Por eso se va a análisis. El amor neurótico es
la defensa odiosa respecto del amor. Por eso cuanto más se ama
en análisis, más precipita el síntoma: olvidos, contratiempos que
no permiten llegar a sesión, fiebres y cefaleas, etc. Por eso es ne-
cesario pagar por el amor, para que el odio no sea un obstáculo.
Esto es algo que trabajó muy bien Ricardo Strafacce en su novela
La escuela neolacaniana de Buenos Aires. Delimita muy bien el fe-
nómeno, pero no lo interpreta como lo haría un analista: Ricardo
lo reconduce a una suerte de sadismo de la persona y un interés
económico. Una fantasía paranoide respecto del deseo del ana-
lista. Da un argumento excelente. Y vuelvo a lo mío: no puede
analizarse el amor si no se paga por el odio. Hay muchos modos
de pagar, no tantos en realidad, son dos: tiempo y dinero. Lacan
los encadenó en una proporción inversa: menos tiempo, más
dinero. Quizá era necesario que hiciera eso como una forma de

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atajar la fascinación que generaba. Era un tipo magnético, que si un entrenamiento, va a la casa de una chica; mientras miran la
te agarraba no te soltaba (dicen). Por eso (dicen) se hacía el malo. tele, aparece una propaganda del Rey León: tiene que levantarse
¿Quién podría analizarse sin la queja respecto del analista: que e ir al baño a encerrarse porque tiene ganas de llorar. El llanto
cobra caro, que no le alcanza el tiempo, etc.? Son formas (nece- lo lleva a hablar de las peleas con sus hermanos, cuando era
sarias) de que pase a la transferencia el síntoma y sea analizable. el protegido de su madre. Dice que para dejar la casa familiar
necesitó “otra” mujer. ¿Otra? Antes de la sesión pidió pasar al
3. Otro aspecto de la transferencia: impone un modo de hablar baño, según su costumbre. No queda más que decir. Entonces
diferente. Hablar con un analista produce afectos de división es importante decir algo más: ¿de qué trata el Rey León? Piensa
subjetiva (por ejemplo, vergüenza), mientras que con un médi- entonces que hubiera dicho que es la historia de un padre y un
co no se tiene pudor para contar que se tienen hemorroides del hijo, pero ahora piensa que es la historia de un cachorro que co-
tamaño de un maní. Porque el médico mira incluso cuando oye, noce a una mujer para dejar a su madre. Después de esta sesión
y el analista cancela la mirada para escuchar. Y, para el caso, no volvió a llorar en análisis: el duelo por su madre había termi-
preguntará: “¿Por qué un maní?”. La escucha analítica no es una nado. Tampoco volvió a pedir pasar al baño antes de la sesión.
operación positiva, algo que habría que hacer, sino la destitución Para mí esta secuencia es más lacaniana que una colección de
de la mirada que objetiva al sujeto para que advenga su irreme- citas de Lacan.
diable división. Es equivalente a hacer cumplir la asociación li-
bre. No hay nada que divida tanto como alguien que escucha. Si 6. Con el tiempo, un paciente empieza a conocer muchas cosas
soportamos la vida cotidiana es porque no prestamos atención a de su analista: ciertos gustos de lectura (su biblioteca está ahí
lo que otros dicen ni a lo que decimos. nomás), la preferencia de un color al vestirse (o que usa siempre
el mismo buzo gris), pero también la edad, si está casado, tiene
4. Hoy se discute mucho sobre la “ideología” del analista. Que si hijos, etc. La sensibilidad de la persona es rápidamente conoci-
tiene opiniones políticas, que si es una figura pública (¿quién no da. ¿Quién podría ocultar su cuerpo? ¿Y qué cuerpo no habla de
lo es?) o si en su perfil de red social tiene una foto de sus vacacio- sus huellas sensibles? El superyó analítico hace que, cada tanto,
nes. Toda una falsa moral que olvida que a los pacientes no les alguien (se) pregunte qué hacer si un paciente le pregunta por
interesa la vida de sus analistas, salvo para sintomatizarla y, por su estado civil o a quién voto. ¿Pensás que nunca te vas a en-
ejemplo, criticarla, objetarla, pero también sentirse respaldados contrar en un recital/supermercado/plaza con un paciente? Y es
(“Quiero un analista con perspectiva de género” escuché decir más ingenuo creer que repreguntar “¿Por qué me preguntás?”
una vez, como si no fuese un pedido delirante). Lo importante o “¿Qué se te ocurre con eso?” resuelve la cuestión. Son formas
es que el analista, en lugar de querer esconderse, no olvide que de rechazo de la transferencia. Es una fantasía (anoréxica) del
su persona divide. En un grupo de supervisión un colega relató analista, una reducción del deseo al temor, la de creer que su
una secuencia perfecta: una paciente se entera, a través de un paciente puede conocerlo. Puede conocer muchas cosas, incluso
amigo en común, que su analista tiene fama de burlón; se lo dice todo sobre él, pero nunca va a dejar de ser un extraño. Es una
preocupada y él interviene: “¿Qué podrías decir vos como para fantasía creer que la ajenidad del analista viene de que se oculte,
que te preocupe que pueda burlarme?”. de que algo no se sepa. Es una forma de no creer en el dispo-
sitivo analítico. El analista no es un extraño porque se oculte,
5. Me preguntan por qué privilegio el afecto en esta experiencia. sino porque la palabra misma lo convierte en tal. Y puede ser
Si eso no es poco lacaniano. Respuesta: porque el afecto lleva al que cuanto menos se tome en serio la palabra en ese encuentro,
saber. La transferencia implica una paradoja afectiva, como lo más los detalles de la vida del analista se puedan volver atracti-
demuestra el muchacho que se dedica al boxeo y, después de vos: saber sobre el analista puede ser una manera de reducir la

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división que produce el análisis. Este es el secreto de la transfe- ¿Qué significa analizar?
rencia: el paciente transfiere lo que no sabe de sí mismo, lo que
no dice en lo que dice, lo que dice entre líneas. La transferencia
de una alteridad en el decir, es lo que hace del analista un Otro
aunque se sepa todo sobre él.

7. Un analista que entiende la neutralidad de manera obsesiva


suele despertar en su paciente fantasías respecto de si va al baño,
si tiene relaciones sexuales, en fin: acerca de lo que esconde a la
mirada (de la que se defiende neuróticamente ese analista).

1. La confianza y la seguridad son dos posiciones subjetivas di-


ferentes. La búsqueda de seguridad implica querer saber lo que
todavía no ocurrió. La confianza implica poder vivir sin saber,
pero sin esperar lo peor. El inseguro quiere una garantía, que
nada ni nadie podría darle, pero en cambio sí puede aprenderse
a confiar, incluso cuando vengan desilusiones o las expectativas
no se cumplan. El análisis es un tratamiento de la inseguridad
para transformarla en confianza.

2. No hay nada más lejos de la asociación libre que una rela-


ción entre ideas. “¿Qué se te ocurre con eso?”, es una invitación
nefasta en un análisis. La regla fundamental del psicoanálisis
no impone un imperativo intelectualizante, sino una memoria
sensible. Cuando alguien empieza a analizarse se activan los
sentidos. La vida cotidiana supone una pobreza sensorial: prin-
cipalmente usa la visión. En el análisis, en cambio, retornan olo-
res, se oyen voces lejanas, se tocan los recuerdos, se recupera el
gusto. Para sentir el sabor de algo, es preciso que el aire salga de
la nariz. Por eso cuando algo no nos gusta, o estamos resfriados,
sentimos menos. Cuando alguien empieza un análisis, se resfría
menos y respira mejor. Es la asociación libre la que cura. Por
eso enfermarse en análisis es una resistencia. El psicoanálisis
es como el yoga, pero por otros medios. Y es tremendo cuando
alguien quiere entender en su análisis: no hay que entender,
sino sentir, escuchar, resonar. Entender es otra resistencia a la
experiencia. Cada vez pienso más que el análisis es una forma
transitoria de vivir (como toda vida) basada en un modo nove-
doso de hablar que descubrió Freud.

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3. Podemos tratar de formalizar al máximo las operaciones del
psicoanálisis, intentar relaciones con ciencias exactas, como las
matemáticas, la física, etc., pero en el centro de esta praxis nunca
va a dejar de haber un hecho misterioso, que llamamos trans-
ferencia, y que explica que un analista que no suele recordar
fechas ni nombres, nada después de un breve lapso, que padece
una memoria agujereada, como toda función psíquica, al escu-
char a un paciente se le venga a la cabeza un sueño que este
paciente tuvo, quizá hace ya muchos años. Esas “cosas mara-
villosas”, como las llamaba Bioy Casares, son el núcleo de una
experiencia que se ríe de los conceptos claros y distintos.

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La primera edición de 1000 ejemplares de Fantasías fundamentales
se terminó de imprimir en Mundo Gráfico Srl. y encuadernar
en Encuadernación Latinoamérica, en abril de 2018.

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