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EL TOTALITARISMO: STALIN, HITLER, MUSSOLINI… Y CASTRO

Fundación Hispano-Cubana, Madrid, reducción del 16 de octubre de 2009

Revista de la Fundación H-C.: Leopoldo Fornés-Bonavía Dolz

El totalitarismo y otras atrocidades

Quisiera señalar que sólo tocaré tres o cuatro ejemplos  más bien clásicos del
totalitarismo. Hay algunos más y no debemos confundir entre un régimen totalitario, lo
peor, de uno dictatorial o autoritario. No son iguales aunque estén emparentados. El
término totalitario, sacado de la lengua italiana, fue utilizado y aplicado en este sentido
por primera vez en un discurso por el líder fascista italiano Benito Mussolini en 1928.

Sus componentes, para que un estado, régimen o país sea considerado totalitario, ha de
contar con muy poca o ninguna libertad; el estado será omnipotente; gobernado por un
solo partido e ideología y por un caudillo cívico-militar, líder o grupo reducido apoyado
en un movimiento de masas que sobre la sociedad ejercerá control económico, de
sociedades profesionales y obreras, apoyado en la represión policial pública, privada y
secreta, que acabará con el estado de derecho, pisoteará los derechos humanos como
decadencias liberales y burguesas; que acabará con la división de Montesquieu en tres
poderes: ejecutivo,  legislativo y judicial; que organizará cárceles o campos de trabajo
para opositores y “desviados” de su “fe”; una total opacidad informativa, la sociedad
militarizada, jerárquica y vertical donde el estado sea el fin en sí mismo, que ignore las
libertades individuales de movimiento, de filiación ideológica, religiosa, comercial y,
como colofón, liberará la agresividad de las nuevas clases dirigentes, como sucedió en
la URSS-Rusia hasta 1985, en Italia de 1923 a1944,  en Alemania desde 1933 hasta
1945, en España de 1936 hasta 1952, la Francia de Vichy 1941-1944, China hasta los
noventa, Corea del Norte hasta hoy, Vietnam hasta los noventa o Cuba desde 1960 hasta
el día de hoy. Eso sería el totalitarismo que no es exactamente igual a una dictadura o a
un gobierno autoritario..

No obstante, sería pertinente diferenciarlo: dictadura, del latin dictator,  magistratura


extraordinaria creada por la res pública romana para un breve período de tiempo, seis
meses o un año, investida de poderes extraordinarios e ilimitados para resolver alguna
situación crítica. Tampoco hemos de despreciar la existencia del término tiranía, antiguo
y heleno, donde alguien ejerce el poder contra derecho, pueblo y arbitrariamente; o el
despotismo, término también de origen helénico aplicado a las monarquías europeas del
siglo XVIII, el despotismo “ilustrado” –todo para el pueblo pero sin el pueblo- para
diferenciarse de las monarquías absolutas europeas de los siglos XVI y XVII creadas
para terminar con la diseminación medieval y sus guerras locales.

Orígenes y sus motivos

Los regímenes totalitarios que nos interesa destacar en esta conferencia, breve por
necesidad, surgen todos de la Primera Guerra Mundial, verdadera hecatombe que
modificó para mal el destino de Europa primero y de toda la humanidad después en los
siglos XX y XXI. No debemos confundir los regímenes que voy a citar y exponer con,
por ejemplo, la monarquía alemana de los dos Kaiseres en 1870-1918 que, aunque
autoritarias, nunca fueron totales. Para entender por qué algunos pueblos optaron –
equivocadamente- en un momento determinado por la forma totalitaria hemos de
conocer la historia del controvertido siglo XX. La hecatombe de la Gran Guerra, como
la llamaron primero, se produjo un siglo después de las guerras napoleónicas. Ya no
quedaba nadie vivo de las guerras ni del Congreso de Viena de 1815. No muchos en
Europa rechazarían una “guerrita”.

Europa no había tenido desde 1815 guerras continentales, sólo localizadas desde el fin
del Congreso de Viena y de las Guerras Napoleónicas. Pero en cuatro años, desde 1914,
tras las declaraciones de guerra en cascada de ese año y el armisticio de 1918,
desaparecían cuatro enormes imperios multinacionales. El primero fue el imperio
zarista ruso el cual, en el pacto de Brest-Litovsk, marzo de 1918, pierde Estonia,
Letonia, Lituania, la Polonia oriental, Finlandia y Ucrania a manos de los Imperios
Centrales. El objetivo de los austro-alemanes era debilitarlos. Lo consiguieron y hasta
qué punto. Una victoria pírrica. Y de paso empeñaron su futuro y el nuestro. El imperio
zarista multinacional, opresivo, vertical y vetusto, se desmoronó en meses tras
trescientos años de autocracia. El gobierno ruso del Zar había ensayado cierta
democracia parlamentaria en los últimos años desde la industrialización en 1890 y
específicamente con la primera Duma, en mayo de 1906, primer parlamento ruso
democrático, con la reunión de los zemstvos (especie de asamblea de municipios
agrarios con representación democrática local) en noviembre de 1904, exigiendo
representación democrática en el parlamento y libertades civiles como en Occidente; del
represivo  “domingo rojo” de enero de 1905, pero manteniendo una estructura
conservadora y aristocrática. Era un estado autoritario y paternalista que ya al iniciarse
el siglo XX hacía agua como lo demostró la derrota marítima ante el Japón en 1905,
poder emergente. El mando zarista desaparecía en marzo de 1917.

El segundo “desfondamiento”, no menos estrepitoso, fue el de la Monarquía


Multinacional Austro-Húngara gobernada por la familia Habsburgo que, tras el
tratado de Saint Germain firmado el 10 de septiembre de 1919, pierde  los territorios
checos y eslovacos con la Rutenia, hoy parte de Ucrania.  Checoslovaquia resurge como
país con dos naciones y es gobernada democráticamente por Tomas Masaryk; la Polonia
sudoriental con capital en Cracovia, y Hungría, que se separa de Austria bajo el mando
del Almirante Miklos Horthy, antiguo almirante de la marina austrohúngara pero
reducido a la condición de marino sin barcos. Permanece en el poder como regente sin
rey, difícil simulación de una dictadura autoritaria, aunque no totalitaria, como más
tarde veremos.

El imperio germano de la familia Hohenzollern desaparece  con el exilio del Kaiser


Guillermo II hacia Holanda en noviembre de 1918. Él y el estado mayor de la
Reichswehr fueron los responsables de la guerra. Los social-demócratas alemanes, los
socialistas moderados, son los únicos que se atreven a firmar, a regañadientes,  la
onerosa paz de Versalles el 28 de junio de 1919 para evitar la ocupación. Nadie se
atreve a responsabilizarle. No los culpables. Esto somete el país a compensaciones
terribles como perdedor y responsable de la guerra –que lo fue su clase dirigente- si bien
no pierde ni la Prusia Oriental, capital en Koenigsberg  (hoy Kaliningrad, territorio parte
de Rusia fuera de sus fronteras) y obtiene un corredor geográfico de tierra que parte a la
nueva Polonia resurgida por en medio, el corredor del Dantzig, si bien administrada por
los Aliados. Las colonias africanas alemanas, Kamerún, Tanganika, Namibia y otras son
repartidas entre Francia y Gran Bretaña. Logra conservar el vapuleado ejército de hasta
100.000 hombres con sus armas ligeras si bien deberá renunciar a los submarinos y
entregar toda su flota mercante de más de 1600 T, la mitad de 800 a 1600 T  y la cuarta
parte de su flota pesquera, aparte de  las  casi 70 naves militares, la Reichsmarine. Las
compensaciones de guerra y las ocupaciones de territorios establecidas en Versalles
serán motivo de hambre, penalidades, terribles devaluaciones del marco, humillaciones
y causa directa en gran parte del fracaso de la república democrática de Weimar surgida
en 1919.

Por último, no menos terrible, desaparece un vetusto y opresivo imperio de siglos, el


cual, a diferencia de los “cristianos”, era de práctica musulmana. El sultanato de
Turquía, llamada hasta entonces pomposamente “La Sublime Puerta del Oriente”,
pierde a manos de Gran Bretaña, Francia, Grecia, e Italia nada menos que Siria, Líbano,
Mesopotamia (Irak y Kuwait), Palestina (hoy Israel y la Autoridad Palestina), Esmirna
(que después recuperó), las islas del Dodecaneso y Tracia en Europa.  Desestabilizada
por la dureza del tratado de Sèvres de 10 de junio de 1920, acabaron firmándolo el 10 de
agosto de ese año tras enfrascarse en una cruenta guerra “local” con los griegos, sufrir la
invasión de los británicos en Çanakkale en el Bósforo y la consiguiente pérdida de
enormes territorios del Cercano Oriente. Esta débacle dio origen al golpe de estado del
Gral. Mustafá Kemal Pashá, que llamaron después de 1924 el Atatürk,  el padre de los
turcos.

Seducción de los regímenes totalitarios

Los sociólogos y polítólogos franceses del siglo XX, tan penetrantes como sus
predecesores de los siglos XVIII y XIX, Pierre Rigoulot, François Furet, Mme.  Verdes-
Leroux, Alain Besançon  y Alain de Benoist en sus obras y escritos señalan que estamos
ante el atractivo del peligro, pero peligro al fin y al cabo para la democracia y la
libertad, que lleva a los adoptantes a anular o a minimizar las objeciones a las dictaduras
totalitarias que sugiere la realidad escandalosa y aplastante. Es una seducción, un
encanto, como un licor fuerte el que impedía ver durante la construcción del socialismo
en Rusia, los horripilantes campos de trabajo soviéticos a muchos intelectuales de
izquierda. El más notorio de estos casos es quizá el del filósofo y dramaturgo marxista
Jean-Paul Sartre que, si bien brillante en su prosa, sus diálogos y sus obras, se adscribió,
en tanto que francés y de izquierdas al marxismo-leninismo y que, al llegarle informes
acerca de las flagrantes violaciones de los derechos humanos realizadas por Stalin
durante las purgas de los treinta en la URSS , prefirió acallarlos ya que denunciarlo
“apoyaba” a la “dictadura de la burguesía” que, por perversa y explotadora, debía
desaparecer de cualquier forma. No obstante, he visto a Sartre en Praga en 1965
reivindicar a Franz Kafka, bestia negra de marxistas antiguos en literatura. El
comunismo en el poder lleva a la “heroización” de la vida ya que ésta es una lucha en
pos de un futuro radiante para el conjunto de la humanidad en que no habrá diferencias
de “clases” y todos tendrán las mismas oportunidades. El comunismo da la ilusión de
saber lo que otros no saben, conducidos por marxistas-leninistas que conocen el camino
y aceleran la evolución y el motor de la historia. En realidad, es el viaje a ninguna parte
o, dicho cínica y jocosamente, el camino más largo del capitalismo al capitalismo como
dice un chiste, claro, ruso.

Pero la seducción del comunismo  dejó de funcionar cuando se comenzaron a denunciar


por la propia URSS las atrocidades masivas a partir del informe secreto de1956,
presentado en el XX Congreso del Partido Comunista por Nikita S. Jruschov, su
secretario general. El país totalitario creado por Lenin primero y “mejorado” por Stalin
después, comenzaba a derretirse, como dijera acertadamente el escritor Ilya Ehrenburg.
Consecuencia directa fue el levantamiento y posterior represión en Hungría de octubre-
noviembre de 1956  contra el reformismo de Imre Nagy y del Gral. Pal Maleter  así
como los disturbios que en la misma época llevaron de la cárcel al gobierno a W.
Gomulka en Polonia.    Para dudar menos aún, la intervención militar del Pacto de
Varsovia en Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968 para acabar con el “comunismo de
rostro humano” encabezado por Alexander Dúbchek y el sector reformista del Partido
Comunista Checoslovaco y como colofón, la invasión de  Afganistán en diciembre de
1979, como contrapeso a la “revolución” integrista iraní del Ayatolá Jomeini .  Esto
acabó de abrir los ojos a las izquierdas reformistas, léase a la social-democracia.

PCs acríticos

Sorprende de todos modos que los movimientos y partidos marxistas, de obediencia al


Komintern y a Moscú,  no hayan tomado nota y se hayan hecho una autocrítica, al
menos desde 1956, acerca del sistema que propugnaban. No importaba. La URSS y el
marxismo-leninismo luchaban contra el “imperialismo”, el “capitalismo” y en pro del
“tercer mundo”.  A pesar de las críticas en la propia URSS contra el comunismo los
viejos marxistas cubanos y de otros partidos siguieron apoyando el antiguo sistema de
valores aunque con arreglos más o menos cosméticos, aupando y apoyando al que los
utilizó para eternizarse en el poder. Era el cultivo de la muerte por un ideal. Un ejemplo
clásico es el de Ernesto “Che” Guevara quien afirmaba:” ¡Qué importa dónde nos
sorprenda la muerte¡”. Tampoco le importaron las muertes de los más de  doscientos
que se le atribuyen directamente.” La felicidad simple de existir y amar escapa a los
revolucionarios; es una nueva fantasmagoría religiosa que nos parece uno de los
fundamentos del totalitarismo; el marxismo, embelleciendo los peores impulsos de
matar y dejar matar, tiene gran futuro ante sí”, afirma la Sra. Verdès-Leroux.

Los fascismos históricos: Italia y Alemania

El primer país donde el fascismo prende, ideología bastante más endeble que la del
comunismo, no es en un país derrotado en la Gran Guerra sino, curiosamente, en uno de
sus ganadores.  Italia, a pesar de ser nación  vencedora,  con un capitalismo a medio
desarrollar,  no había participado excesivamente del reparto de tierras coloniales de los
vencidos ni le habían tocado jugosas compensaciones a costa del pueblo alemán como a
Francia o a Bélgica. Si a esto agregamos problemas financieros y un temor cerval de las
clases media y alta al bolchevismo desatado en la Rusia zarista desde fines de 1917,
obtenemos un caldo de cultivo excelente. Esto  dio lugar a la creación del Fascio di
Combatimento en marzo de 1919 bajo la dirección de Benito Mussolini, su líder (el
padre le había bautizado así por Benito Juárez, liberal mexicano al que admiraba) que
abandonaba el viejo socialismo. Los choques entre probolcheviques y fascistas italianos
comienzan a producirse primero en Florencia a partir de 1921. Hay nubarrones de
posible guerra civil como en Rusia, mitad roja y mitad blanca. Ese año se convocan las
primeras elecciones democráticas en mayo donde liberales y demócratas obtienen 275
escaños mientras que socialistas y comunistas obtienen 122 y 16 respetivamente. Los
noveles fascistas sólo 22 escaños. Ni comunistas ni fascistas eran un peligro para la
sociedad pero estaba la inquina que se tenían, que hacía recordar las guerras civiles en
Rusia. Sin embargo, el año 1922 será crucial pues el ejército italiano ocupa la levantisca
ciudad de Fiume en el norte del Mar Adriático y los fascistas llegan a controlar tanto
Fiume como al gobierno comunista local de Bolonia.  En agosto de 1922 acaban
controlando Milán, la primera ciudad industrial del país. El nuevo líder, venido de las
filas del socialismo, forma un quadrumvirato con sus camaradas hasta que, tras el
Congreso Fascista de 1924 en Nápoles, deciden a los cuatro días “La Marcha sobre
Roma”, ciudad que ocupan y desalojan al gobierno de liberales y demócratas de Luigi
Facta. Ante la cruda realidad del golpe de mano, son llamados por el Rey para formar
gobierno. El monarca y el parlamento, a la usanza romana, hacen de Mussolini dictador
por un año para resolver “problemas” el 28 de noviembre de 1922 si bien el país siguió
siendo en teoría constitucional. Poco antes de que expire el año de dictadura el gobierno
del Fascio a fines de 1923 se saca una nueva ley electoral de la manga.  En las
elecciones del 6 de abril de 1924 pasan de controlar 22 diputados en 1921 a 375
escaños, un 65% de los votos a su favor. Entre 1924 y 1926 los escaños de otros
partidos que no apoyaran al Fascio fueron declarados vacantes; se  introdujo la censura
de prensa, se obtuvo de un parlamento totalmente proclive en 1926 y el permiso para
gobernar por decreto. El totalitarismo se había entronizado en Italia en pocos años
pero siguiendo algunas de las lecciones de la revolución rusa. En uno de sus
discursos memorables Mussolini declaró, haciendo gala de su adoración por el estado
totalitario: “Todo en el estado; todo para el estado; nada fuera del estado; nada contra el
estado”.  Véase la similitud de la frase pronunciada en ese año con la que el líder
comunista cubano pronunció a los intelectuales en 1961: “Con la revolución todo; fuera
de la revolución, nada”. Nada tan parecido como lo que adujo Mussolini.

El caso de la Alemania nacional-socialista resulta bastante diferente. Es la que llega


más tarde al fascismo y se marcha más temprano pero eso sí, en medio de una inmensa
y trágica traca mundial. La endeble pero respetable  República de Weimar, surgida con
su constitución el 31 de julio de 1919 –una de las bases jurídicas de la constitución
democrática cubana de 1940- había atravesado en la década de los años 20 las Horcas
Caudinas. Las compensaciones onerosas de guerra a los vencedores, el desfondamiento
del marco alemán en 1923, los golpes bolcheviques de espartaquistas en 1919 en Berlín
y en 1920 en Baviera, los golpes derechistas de Kapp en 1920 y de Hitler y el Gen.
Ludendorff en una cervecería de Munich, Baviera, en 1923, las ocupaciones de
territorios alemanes por Francia cada vez que Alemania  no podía pagar las
compensaciones. Los planes económicos estabilizadores de los EE.UU. como el Plan
Dawes en 1924 y Young en 1929 que no habían logrado reflotar a la Alemania de
Weimar de las crisis del marco primero o del crack de 1929, a pesar de los buenos
auspicios del Pacto Kellogg-Briand  firmado en Paris en agosto de 1928, que Alemania
aceptó en febrero de 1929, para prohibir “definitivamente” la guerra como instrumento
de la política nacional. Hay que decir en su honor que el pacto del americano Frank B.
Kellogg y del francés Aristide Briand, ambos premios Nobel de la Paz, no fue inútil.
Sirvió de base  jurídica para llevar a los nazis al tribunal de Nüremberg en 1945-1946.

La débacle democrática de la república de Weimar: aparición del totalitarismo

El drama de la destrucción democrática comienza en septiembre de 1930. En las


elecciones al Reichstag, el parlamento alemán, el Partido Nacional-Socialista y Obrero
Alemán pasa de 12 escaños a obtener 107. Los comunistas obtienen 77 y los socialistas
143 pero en las elecciones presidenciales de marzo de 1932 el presidente de la
república, el viejo general von Hindenburg obtiene 18 millones de votos. Hitler, que se
presenta, ya obtiene 11 millones y los comunistas de Ernst Thälmann casi cinco
millones. Hubieran bastado los votos del KPD (comunista) para que Hindenburg ganara
de calle. Pero el VI Congreso del Komintern en 1928  consideraba a los social-
demócratas el enemigo de clase. La segunda vuelta en abril es bastante más
catastrófica.  En mayo el presidente otorga la cancillería a Franz von Papen y a los
demás barones pero la situación se deteriora por meses.  El 31 de julio del 1932 los
Nazis obtienen 230 escaños, los socialistas 133, el centro 97 y los comunistas 89. El
partido nazi es el más votado. Había prometido retirarse de la paz de Versalles. 
Hindenburg propone a Hitler ser vice-canciller con von Papen. El cabo austríaco se
niega. Lo quiere todo o nada. De nuevo se niega con el presidente a ser vice-canciller en
noviembre. El precario gobierno cae en manos del Gen. Kurt von Schleicher, uno de los
barones, en diciembre de 1932, pero al renunciar en enero de 1933, convoca a
elecciones y Hitler gana el 30 de enero de 1933. El presidente von Hindenburg, cansado
y viejo, le nombra canciller y a von Papen vice-canciller, al revés de lo que quería.
Desconfiaba del “cabo”, como le llamaba. Con razón. El destino de Europa se sella.

Apenas un mes después, a fines de febrero, se produce el incendio del edificio del
Reichstag. Los comunistas son acusados en lo que parece que fue una quema realizada
por elementos nazis. Ya en mayo comienza el acoso contra todo lo que no sea nacional-
socialista. Se inician campañas contra los judíos, los intelectuales, los eslavos, los
socialistas, los comunistas, los demócratas, los liberales. Es en el mes de mayo en que la
dictadura totalitaria se entroniza con la Ley de Plenos Poderes que producirá cambios
constitucionales, un estado unificado, no federal: judiciales con tribunales “populares” y
campos de concentración para desafectos; políticos, todos los partidos de oposición
liquidados y prohibidos: nacionalistas, socialistas, católicos, monárquicos y por último;
raciales, la primacía de la raza “aria”, y los untermenschen, subhombres como los
judíos, gitanos y ciertos eslavos, etc. En lo religioso firman un Concordato con la Santa
Sede si bien desacreditan tanto a católicos como a protestantes. Económicos: disuelven
los partidos obreros, prohíben las huelgas y cierres terminando con los pagos por
compensaciones de la Gran Guerra y  dedicando el dinero a trabajos públicos y a la
fabricación de armamento pesado. En lo militar se centran en el rearme y el servicio
militar universal y obligatorio.  En octubre Alemania se sale de la Conferencia de
Desarme y de la Liga de Naciones (la ONU de entonces). En menos de un año
Alemania en 1934 ya se ha convertido en una dictadura totalitaria. No queda un
solo resquicio de democracia como la entendemos los liberales. Ese año Hindenburg
tiene a bien morir en agosto a los 87 años y con él el último vestigio de la democrática
república de Weimar.  El Partido único, el NSDAP (Nazi) vuelve a integrar territorios
como el Sarre mediante plebiscito organizado por la Liga de Naciones pero continúa en
su plan expansivo, incorporando Renania; firma el Eje Berlín-Roma en octubre de 1935
y en noviembre con Japón para limitar la expansión de la URSS stalinista; reconoce a
los insurgentes nacionales de Franco en España en 1936 y tras la visita de Mussolini a
Berlín en septiembre de 1937 que no interviene, invade e incorpora al Gran Reich
alemán a Austria, que desaparece en él en marzo de 1938. Sigue en su expansionismo y
en septiembre de 1938 incorpora los Sudetes checos, de mayoría alemana, empleando el
Acuerdo de Munich de 29 de septiembre de 1938. Al considerar Checoslovaquia un país
artificial y territorio del antiguo imperio de los Habsburgo, invade Bohemia y Moravia
el 15 de marzo de 1938 ante el estupor estático de Occidente. Ya no incorpora sólo
territorios alemanes. Eslovaquia se convierte en protectorado semiindependiente
separado de Chequia con el gobierno de Tiso, un exsacerdote proclive a los nazis.  El 21
de marzo de 1939 se anexa Memel (actual Klaipeda en Lituania en el Mar Báltico) y
tras firmar un sorprendente pacto de no agresión con la URSS el 21 de agosto de 1939
invade el territorio polaco. Es la gota que rebasa el vaso. El 3 de septiembre Gran
Bretaña y Francia, en virtud de los pactos con Polonia le declaran la guerra al III Gran
Reich alemán. La URSS invade Polonia oriental el 17 de septiembre, la ocupa  y
permanece neutral. Los EE.UU. seguirán neutrales hasta  el ataque japonés de Pearl
Harbor en diciembre de 1941.

El totalitarismo bolchevique

Las oportunidades democráticas de la  Rusia republicana fueron mucho más breves y,


al final, imposibles. Desde el 15 de marzo de 1917 en que el zar renuncia con su hijo al
trono hasta que se produce el golpe de estado bolchevique de Lenin el 7 de noviembre,
unos 8 meses,  todo parece indicar que la tímida democracia que se iniciara tras el
acceso a la corona de Nicolás II Romanov en 1894 se va rápido al traste. Un gobierno
provisional les sustituye pero entra en conflicto con el soviet, es decir, el consejo
(bolchevique) de Petrogrado. Y comete un error que costará caro a Rusia y a la
humanidad ya que, en vez de las fuerzas democráticas,  sean los bolcheviques los que se
consoliden en ese país: deciden continuar la guerra según los pactos zaristas, a
sabiendas de lo desvencijado, desorganizado y díscolo que estaba el ejército. Los
soldados todo lo que querían era irse a casa, como todo soldado en una guerra que no le
atañe, incluso en aquélla que le atañe. Para minar la autoridad del nuevo gobierno el
soviet publica la orden número uno donde se privaba a los oficiales del ejército de toda
autoridad. Como si todo fuera poco el alto mando germano de la Reichswehr envía a
Petrogrado desde Suiza por tren un “regalito envenenado” para quebrantar la moral del
desvencijado imperio ruso. En un tren sellado  va la dirección del partido bolchevique
en el exilio: Lenin, Zinoviev, Radek, Lunacharsky y  otros que llegan a la capital el 16
de abril. Trotsky regresa de los EE.UU. y Gran Bretaña en mayo. A principios de julio
el ejército ruso intenta una ofensiva contra los Imperios Centrales que fracasa. Los
bolcheviques, ante el fracaso militar, ensayan un primer golpe de estado que fracasa el
18 de julio. Trotsky va a prisión y Lenin escapa a Finlandia. El príncipe Lvov, que
sustituía al zar en el gobierno provisional renuncia. Es sustituido por el abogado social-
revolucionario Aleksandr F. Kerensky, líder social-demócrata y diputado desde la IV
duma en 1912. Pero sin un partido fuerte como los del SPD alemán, no recibe el apoyo
de los conservadores a pesar de ser el único representante viable de una democracia
republicana para todos y así evitar la guerra civil, fuente de dictaduras de derechas o de
izquierdas. Otro lamentable error es que en la segunda semana de septiembre el Gral.
Kornilov, conservador,  se subleva contra el gobierno de Kerensky y ataca Petrogrado
para destituir su gobierno. Este es apoyado por los bolcheviques a los que entregará
fusiles contra la violencia conservadora. Más tarde le pasarán la cuenta. Esto deja
abierto el camino a los extremistas bolcheviques que el 7 de noviembre tras un golpe de
mano  con Lenin a la cabeza, retornado de Finlandia, toman el poder. Apresan al
gobierno provisional aunque Kerensky logra huir. Terminará sus días en 1970 a caballo
entre Nueva York, donde vivía, y California, donde impartía cursos de historia en la
Universidad de Stanford, Cal. Ese mismo día, sirviendo a los intereses del alto mando
alemán, decreta la paz el soviet de Petrogrado, que un mes más tarde proclama un
armisticio con los imperios centrales. No obstante, el alto mando,  para forzar a Rusia,
ataca Petrogrado el 18 de febrero hasta obligar al gobierno provisional a firmar la paz de
Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918 donde la Rusia revolucionaria, léase Trotsky, cede
a los Imperios Centrales la Polonia rusa, Ucrania y muchos territorios más. Territorios a
cambio de paz. Para reponerse y reiniciar la lucha, no contra el enemigo nacional sino
contra los “enemigos” interiores.

Guerra civil
Previsoramente, trasladan la capital el 9 de marzo de Petrogrado a Moscú, para alejarla
de cualquier enemigo ya que la guerra civil, de la mano de los cosacos del Don, al sur,
han roto hostilidades contra el ejército del soviet de Petrogrado. Lev Trostky organiza a
la carrera un ejército para hacer frente a los numerosos enemigos y crea el Ejército Rojo
para hacer frente a los “blancos” , los oficiales y soldados del antiguo ejército zarista.
La lucha se centra con los cosacos del Don para recuperar Kiev, capital de Ucrania
desde el 18 de febrero, que había firmando un armisticio con los imperios centrales. La
guerra civil se extiende a Bielorrusia, capital Minsk, en el Occidente, y a los territorios
del Mar Báltico.

Los Aliados, terminada la Gran Guerra, deciden invadir Rusia por el norte. Los
británicos Murmansk el 23 de junio de 1918 y el 2 de agosto los británicos y los
franceses toman Arjangelsk. Hasta los norteamericanos desembarcan en el Mar Blanco
en enero de 1919 pero ante la inutilidad de la acción lo abandonan. El Caucaso y el sur
de Rusia es reconquistado por el ejército rojo  para fines de marzo de 1920 hasta tomar
Bakú, capital del petróleo en el Mar Caspio el 28 de agosto de 1920. Siberia y el oriente
de Rusia es invadido por tropas japonesas aliadas, que desembarcan en Vladivostok a
principios de 1918. Esto hace que la Legión Checa, cuerpo de unos 60.000 soldados
formados por checos y eslovacos, bajo el mando teórico de los aliados franceses, pero
nutrido por residentes en Rusia y prisioneros austrohúngaros liberados por el ejército
zarista de esas dos nacionalidades. Eran también eslavos. El vacío de poder dejado en la
guerra civil 1918-1920 hizo que la llamada Legón Checa campeara por sus respetos por
toda Siberia intentando por el Pacífico, en un inmenso periplo, integrarse al ejército
francés, del cual en teoría dependían. Tardíamente lo consiguieron unos 37.000 que
lograron incorporarse a Europa Occidental a través de San Francisco de California vía
Vladivostok y gracias a la Cruz Roja americana. Fue la base del ejército de la primera
república checa, la de los presidente Tomas Masaryk  y tras su muerte en 1935, de
Eduard Benes. La Legión, en julio de 1918 intentan acercase al occidente de Siberia
para incorporarse a Francia por el Mar Negro. Como en el pacto de Brest-LItovsk
Trotsky, el jefe bolchevique, había prometido a alemanes y austríacos desarmarla y
repatriarla a Austro-Hungría –muerte segura por traición para todos los oficiales-  los
legionarios se hicieron autónomos, camparon por sus respetos a veces como señores de
la guerra sin incorporarse ni a los rojos –muerte segura- ni a los “blancos”, de dudoso
futuro. Así, en mayo de 1918 tomaron Cheliabinsk en Siberia Occidental pero al
acercarse con la tropa a la ciudad de Yekaterinburg, hoy Sverdlovsk, lugar donde el
soviet de Petrogrado había enviado retenidos al zar Nicolás II y a la familia imperial,
recibieron la orden, parece que del propio Lenin, de “eliminarlos” para evitar que
cayeran en manos de los “blancos” y que pudieran restaurar el imperio zarista.

Los inicios del totalitarismo en Rusia

Comienza en el mismo momento en que se hacen con el poder el 25 de octubre de 1917


(7 de noviembre en el calendario ruso). Tras la firma del pacto de Brest Litovsk en
marzo de 1918 en que la Rusia de los Soviets cambiaba territorios (ya los recuperaría)
por salirse de la guerra los bolcheviques había mostrado cómo se las gastaban al haber
asesinado a la familia imperial completa en julio de 1918 por orden del dirigente
bolchevique Vladimir Lenin. Este sufrió un atentado a manos de Fanny Kaplan, una
social-revolucionaria rusa anteriormente condenada por atentado contra una figura
zarista. Circunstancia que aprovecharon por los servicios secretos de los soviets ya
dirigidos por Feliks Yeryinsky para desatar el terror y la represión contra intelectuales,
burgueses y opositores. Sólo fue mitigada por la necesidad de defender sus “logros” en
los diversos frentes de la guerra civil desatada hasta 1921. La señal para cambiar la dio
el motín de los marineros de la base naval de Kronstadt en febrero y marzo de 1921.
Esto hizo que el régimen soviético, ahora con capital en Moscú, declarara la Nueva
Política Económica, la NEP, que permitía libertad de mercado, un nuevo estatuto de
propiedad, devolvían las pequeñas fábricas a sus antiguos dueños, permitían el comercio
privado y emitían nuevos billetes en circulación si bien la gran industria pesada siguió
nacionalizada. Al año siguiente sobrevino una gran hambre  causada en parte por la
guerra civil y en parte por la sequía, pero se relajó la censura y disminuyó el terror rojo,
al menos por razones tácticas. La Rusia soviética fue reconocida por vez primera en el
tratado de Rapallo por la Alemania social-demócrata de Weimar en 1922. Pero en el
mismo período se entabla la lucha por el poder pues Lenin, debilitado por el atentado de
1918, fallece el 21 de enero de 1924. Pergeñada desde antes estalla finalmente la
querella en el seno del partido a finales de 1926. De un manotazo político Stalin
margina a Trotsky y sus seguidores. A partir del 27 de diciembre de 1927 Stalin vence
en el XV Congreso del Partido y de la URSS, creada en 1924, acaba con el alivio que
significó la NEP, expulsa y destierra a Trotsky  y comienza a aplicar planes económicos
quinquenales de industrialización pesada. Sobre todo, el período más terrible para los
habitantes del agro, comienza la colectivización impuesta en 1929 nacionalizando
forzosamente a los pequeños y medianos propietarios, estos últimos llamados kulaks
despectivamente,  creando cooperativas (koljoses) y granjas estatales (sovjoses) en lugar
de las propiedades pequeñas,  medianas y los grandes latifundios. La propiedad de
cualquier medio de producción es un robo según Marx, Engels, Plejanov y Lenin. Esta
nueva organización impuesta por la fuerza genera en 1932-1933 un hambre severa en el
campo en el país, que se ceba sobre todo en Ucrania y en el norte del Cáucaso.

En los años treinta, comienzan con pactos de no agresión en 1932 con sus vecinos del
Oeste (Polonia, Estonia, Letonia y Finlandia). Los EE.UU. de Roosevelt reconocen a la
URSS a fines de 1933 y firma pactos con Checoslovaquia y Rumanía en 1934. Tan
aceptada es en pos de cualquier concesión para la paz que es admitida en la Liga de
Naciones en septiembre de 1934, un año y medio después de la llegada de los nazis al
poder en Alemania. Este proceso corona  con el Pacto Franco-Soviético de 2 de mayo
de 1935 que los nazis consideraron –con razón-contra ellos.

Las purgas de Moscú en los años treinta

Pero es en estos mismos años de éxitos exteriores que  comienzan a intensificarse la


represión que hace del país una sentina totalitaria. Las purgas políticas comienzan en
1933. En ese año  un tercio de los militantes comunistas son expulsados del partido
continuado por juzgar a un grupo de ingenieros británicos por “sabotaje” salvados
gracias a las amenazas de embargo por Gran Bretaña. El terror se inicia plenamente en
diciembre de 1934 con el asesinato del popular Sergei Kirov, secretario general del
soviet de Leningrado, nueva denominación de la antigua Petrogrado. Las malas lenguas
dicen que fue cosa del propio Stalin celoso de su popularidad o como pretexto para
reprimir. En 1935 toca a Zinoviev y a Kameniev ser condenados a años de prisión y son
juzgados por segunda vez y condenados por “trotskistas” y agentes del enemigo. Como
“confesaron” sus culpas fueron ejecutados 16 reos. Los compañeros de Lenin y muchos
de los que iban en el tren sellado desde Suiza en 1917 cayeron en estas purgas. En el
año 1937 otras purgas letales condenan a Piatakov y Radek ejecutando a 13 destacados
miembros del partido.
Ese mismo año de 1937, en junio, una jugada maestra de desinformación concebida por
el gauleiter nazi y segundo jefe de las SS, Reinhardt Heydrich, hace llegar información
falsa de colaboracionismo del Mariscal Mijail Tujachevsky al agregado militar
checoslovaco en Berlin. Este, en virtud del pacto con la URSS desde mayo de 1935, se
lo comunica a su gobierno  el cual lo pasa a la seguridad soviética. De esta forma las SS
consiguen descabezar a la mayor parte de los altos oficiales del Ejército Rojo. Cientos
de ellos, los más aptos, son fusilados. En el verano de 1938 el grupo de Bujarin, Rykov
y Yagoda son también juzgados y ejecutados. La sociedad, la administración, el partido
en el poder y el Ejército Rojo sienten el terror rojo desatado por Stalin. Nadie se atreve a
protestar, ni siquiera a sus familiares más allegados. He ahí un ejemplo de totalitarismo.
Asesinaban rusos y comunistas principalmente.

Reacción de los partidos comunistas, de la Internacional y de los intelectuales

Sorprende el hecho de que tanto la III Internacional, controlada entonces desde Moscú,
y los partidos comunistas de países alejados  de la URSS–el nuestro en particular- no
hayan lanzado una sola queja, crítica, una llamada al orden, una petición de clemencia o
de rechazo. Los movimientos comunistas aceptaron en esos años dócilmente todo lo que
se hacía en la URSS ya que se les suponía “buena voluntad” a los ejecutores y que la
razón radicaba en que “estarían rodeados de enemigos burgueses disfrazados o
simulados”. Sorprende también el hecho de que muchos intelectuales, quienes habían
adoptado la ideología por cierto sentido erróneo de la justicia social ante un capitalismo
“explotador” y las diferencias “de clases” no sólo no dijeran nada y aplaudieran sino
que cuando algo supieron o intuyeron los excesos, decidieron callar.  La frase más usada
por ellos entonces era: “si, puede ser que se pasen, pero no les critiquemos, porque eso
sería apoyar a la burguesía y al fascismo”. Fue la falacia fundamental para permitir
atrocidades.  Intelectuales de izquierdas en los años treinta como Jean-Paul Sartre, fue el
primero que  negó que hubiera purgas. Empezaba el negacionismo. Walter Duranty,
premio Pulitzer del New York Times también lo negó.  Apoyó el comunismo el
dramaturgo André Gide, aunque después se retractó. El propio George Bernard Shaw,
brillante escritor irlandés, cantó loas a Stalin, aunque más tarde también se retractó.
Louis Aragón encomió el comunismo, veneró a Stalin y a la G.P.U. Habría que recordar
la responsabilidad que tienen ante los pueblos y la historia escritores de la talla de José
Saramago, Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Mario Benedetti,  fallecido, y
algunos más que hacen gala de una falta de sagacidad, de penetración y de ética. Estos y
otros apoyan hoy el comunismo  en virtud de una imagen-mito Castro-Che Guevara y
una teoría “liberadora” que no libera sino que encadena. Al final apoyan a una satrapía
familiar totalitaria –como la de Corea del Norte- la más larga del continente americano.

Las purgas se apagaron en la URSS cuando la agresividad nazi se hizo más evidente al
ocupar Austria en 1938, Checoslovaquia en marzo de 1939 y el ataque a Polonia el
primero de septiembre de 1939. Se cumplen ahora 70 años del ataque inicial. En una
jugada de las más sucias de la historia de la diplomacia una semana antes el ministro
nazi de exteriores, Von Ribbentrop, firmó un pacto de no agresión con Vyacheslav
Molotov, comisario de exteriores soviético y hombre de Stalin en Berlín.  La
Wehrmacht nazi ocupó Polonia incluida Varsovia y el Ejército Rojo la parte oriental que
antes perteneció al imperio zarista dos semanas después. El imperio ruso había
recuperado parte del territorio perdido 20 años después de Brest-Litovsk. Esto propició
el asesinato de miles de oficiales del ejército polaco apresados y después ejecutados en
el bosque de Katyn en 1942 cuyas tumbas el ejército nazi, en su avance por la URSS al
invadirla, encontró y descubrió.

Cárceles, campos de concentración y de exterminio

Dos países de los totalitarios destacan por la inmensa represión que realizaron sobre
opositores primero y sobre personas de otras razas o credos que vivían dentro de sus
imperios después. Ha de señalarse que aunque hubo represión de país totalitario en la
Italia de los años 20 y 30, su ferocidad no alcanzó allí las cotas que en la Rusia
bolchevique o en la Alemania de los nazis.

Vuela sobre nuestras cabezas una injusticia histórica. Casi todo el mundo conoce los
nombres de algunos campos de concentración alemanes. Su represión, de una ferocidad
sin límites contra judíos y alemanes principalmente, ha sido muy publicitada después de
la victoria aliada y aún hoy lo sigue siendo tanto en el cine como en la televisión y la
prensa. Son cientos las películas e incluso las series de TV sobre el tema. Todos hemos
oído hablar, los conocemos casi de memoria algunos nombres de campos: Aushcwitz-
Birkenau, Buchenwald, Mauthausen, Dachau, Ravensbrück; Treblinka y Majdanek en
Polonia; Terezin en la República Checa; Babi Yar en Ucrania. Resuenan en los oídos de
las gentes de buena voluntad las matanzas de judíos, de prisioneros rusos, polacos, de
gitanos,  de opositores, de subnormales. Tanto mal en sólo 12 años.

La Unión Soviética, régimen surgido en noviembre de 1917 y desaparecido a finales de


1991, unos 73 años,  creada con el fin de emancipar al proletariado de la explotación del
hombre por el hombre, experimentó una guerra civil, persecuciones de opositores –
todos los que no fueran bolcheviques, en decir, casi todo el mundo político- incluso los
propios bolcheviques, haciendo purgas políticas contra comunistas y nacionalidades no
rusas que fueron desplazadas, trasplantadas o desterradas. La gente bienpensante suele
no estar enterada de estas otras atrocidades más que con cuentagotas. Funcionó la idea
de que hablar mal de los bolcheviques y de la URSS apoyaba a la burguesía, al fascismo
y después, no era de buen ver ni elegante ser anticomunista. Después de todo habían
luchado contra los malvados nazis y habían ganado con los Aliados. A muy poca gente
le suenan nombres como las Islas Solovky o Solovietsky, primer campo de
internamiento creado por el propio Lenin. Pude ver en TV un documental en 1997
comentado por Ives Montand, antes comunista. No es elegante criticar al fundador del
comunismo. Un brillante intelectual radical. En realidad no fundó muchos campos más
porque murió pronto a consecuencias del atentado que perpetró contra él  Fanny Kaplan
en el verano de 1918, el mismo en que mandó asesinar a la familia imperial. Tampoco
les suena, ni saben donde están los campos de Magadán, Vorkuta, Kolima, Norilsk,
Magnitogorsk, Sverdlovsk (antes Yekaterinburg), donde asesinaran al zar y a su familia,
Murmansk, Arjangelsk, Yakutsk, Frunze. Todo esto se unifica en la palabra GULAG,
contracción y siglas de Glavnoie Upravlenie Lagerei dadas a conocer en los sesenta por
Aleksandr Solyenitsin y otros, pero creada en época tan temprana como 1919.
Desarrollaron 476 tipos de campos, cada uno con decenas de campos tipo entre ellos los
“sharashka”, para científicos, “psijushka”, de carácter psiquiátrico, para niños y madres.
Por algún motivo en el cine no vende. Series de TV que denuncien campos soviéticos
hay pocas o ninguna. Documentales pocos. Vi uno francés hace años sobre las islas
Solovky, comentado por Ives Montand. Quizá no asesinaran judíos. Preferían a su
propia gente. Se sacrificaron en la Gran Guerra Patria de 1941-1945 que, al final
ganaron a sangre y fuego, como los aliados de Occidente. En Cuba el pueblo se enteró
poco de esta dictadura en los cincuenta pues apenas 15 años después de la derrota de
Hitler y de la victoria de los Aliados el país, en general, apoyó o al menos,  no se opuso
masivamente, a la entronización de un régimen parecido al soviético y amamantado por
ellos. El síndrome antiamericano era demasiado grueso en el cubano de a pie. Es difícil
y toma tiempo leer, estudiar y entender un proceso histórico, sopesar pros y contras. Se
calcula que al morir Stalin los prisioneros que habían fallecido ya en los campos eran
unos dieciocho millones. Nunca sabremos ni la cifra aproximada.  Pero  en Occidente el
tema o era tabú, o estaba mal visto o vetado por los partidos comunistas legales. No era,
al menos, “rentable”.

¿Por qué entonces la propaganda contra el comunismo equivale a un 10% de la


antinazi? Muy simple: era una doctrina “liberadora” de los obreros,  no racial y
exclusivista; recibió el espaldarazo, a regañadientes, de tres líderes democráticos
occidentales, Roosevelt, Churchill  y de Gaulle a cambio de millones de muertos en el
frente oriental contra Hitler; Alemania fue derrotada con tropas y a bombazos en 1945;
la URSS se desmoronó en 1991. Pero nunca dejaron entrar fotógrafos ni cineastas en
sus campos de concentración. Mientras que Eisenhower sí mandó fotografíar las
atrocidades de los campos nazis vistas por el público una y mil veces. Imagen que no se
ve, circunstancia que no existe.

El zarismo de 1825 a 1917 produjo unas 6.321 condenas a muerte. En 92 años. Lenin y
el soviet de Petrogrado habían producido 18.000 fusilamientos en 1918. En un año.
¿Que diremos los cubanos que vivimos hace décadas en el exilio si les preguntamos a
los ciudadanos del país que nos acoge, EE.UU., España, México o cualquier otro si
sabe?:  qué es la cárcel modelo de Isla de Pinos; los fusilamientos dirigidos por el “Che”
Guevara en la fortaleza de La Cabaña, o del castillo de El Príncipe en 1959; si sabe algo
del uso policial del Hospital Psiquiátrico de Mazorra; de la prisión de Boniato en
Santiago de Cuba; de las UMAP de Camagüey en los años 1966-1968, de la prisión de
Taco-Taco en San Cristóbal, Pinar del Río; de Kilo 7, Kilo 8, Kilo 5 y medio, la prisión
militar de El Pitirre, Agüica, Canaleta, Ariza y tantas otras prisiones y campos. De los
fallecidos intentando cruzar el estrecho de la Florida, de los ametrallamientos del río
Canímar en 1980 y del hundimiento, como medida de terror para evitar más salidas
ilegales, de la lancha “13 de marzo” el aciago 13 de julio de 1994 contra personas que
se iban con el resultado de 30 ahogados, veinte de ellos niños o las dos avionetas de
Hermanos al Rescate abatidas por Mig 29 en febrero de 1996, de la prisión de los 75
disidentes en la primavera del 2003. Si ese régimen no es una dictadura totalitaria no se
qué lo puede ser. En estos casos, al igual que con el Holocausto judío funciona un cierto
negacionismo que más bien llamaríamos ocultación.  Los nazis tenían virus o bacilos;
los bolcheviques, kulaks; los castristas, gusanos.

El nazismo y el comunismo: similitudes o diferencias

Tras la lectura del libro de Alain de Benoist “Comunismo y nazismo” editorial Altera,
no me queda sino constatar que, en general,  la gente cree que los alemanes, más
publicitados en su vesania, mataron más y mejor que los comunistas, los cuales lo
hicieron cuando no quedaba más remedio y sólo para hacer el “bien” eliminando a “la
burguesía”,  es decir, a todos los que no fueran bolcheviques. Incluso algunos que lo
simulaban. Que el nazismo es doctrina racista y de odio a todo lo no alemán o ario lo
sabemos; es verdad. Mientras, el comunismo es doctrina de liberación y se entroniza por
amor a la humanidad. Debería ser verdad pero me temo que no lo es. Los crímenes de
Stalin son –dicen- el producto de una perversión temporal o una deformación, como
decía Ken Livingstone, alcalde de Londres. Es decir, los millones de muertos atribuidos
bajo el comunismo  soviético es producto de un amor fraternal “deformado” debido al
zarismo, la explotación, la gran guerra, la lucha de clases y las penurias. ¿Por qué
crímenes con  “buenos propósitos” tienen más atenuantes que los de los nazis? Para los
asesinados de un lado y del otro, sean judíos o rusos,  el tiro en la nuca es el mismo: la
desaparición. Al parecer, comunismo y nazismo producen sistemas que se basan ambos
en ideas falsas pero de resultados similares. Lo siento, son muy similares.

Deberíamos empezar por refutar, en el caso de Rusia, la fábula bienpensante de un


Lenin bueno y un Stalin malo como me han contado aquí algunos comunistas ingenuos.
Todo parece indicar, de ahí la importancia de la cronología,  que  el terror comienza con
Lenin, no con Stalin. Las checas se fundan en diciembre de 1917; la GPU por Feliks
Yeryinski;  Trotsky crea el Ejército Rojo, tres aparatos represivos implacables que en
marzo de 1918, tras seis meses en el  poder, habían producido ya 18.000 fusilados. Los
primeros campos de concentración se crean, según el periódico  Izvestia, por orden del
10 de septiembre de 1918. El primero, por orden de Lenin, en un antiguo monasterio
ortodoxo ubicado en las islas Solovky o Solovietsky, muy al norte, en el centro del Mar
Blanco,  para encarcelar enemigos políticos, es decir, todos los que no fueran
bolcheviques y se les opusieran en los soviets de Petrogrado y Moscú. O fuera. En 1921
ya hay siete campos construidos y funcionando. En 1923 son ya 65 con un millón
ochocientos mil fusilados. Se les justifica por tener que defenderse del enemigo. La
guerra civil no hubiera existido si no hubiera tomado el poder una exigua minoría
política ideologizada y decidida del país. Claro, el “enemigo” eran todas las
formaciones políticas, de derecha a  izquierda. Todos los que no fueran bolcheviques.
En enero de 1919, Lenin, vivo y consciente a pesar del atentado cometido por la social-
revolucionaria Fanny Kaplan en agosto de 1918, ordena ya, a través del partido, la
exterminación de los cosacos del Don sublevados. Son los inicios de la guerra civil.
Recordemos las atrocidades de La Vendée en Francia en 1793 por los revolucionarios.

Mientras el nazismo es considerado como el régimen más criminal  del siglo, el


comunismo, con más víctimas aún –no olvidemos el genocidio camboyano de Pol Pot
en 1976- es régimen, aunque criticable, defendible en lo político, intelectual y moral. Es
así, al parecer, porque los Aliados le dieron el espaldarazo en Teherán, Yalta y Berlín,
porque sus atrocidades no están tan fotografiadas como las nazis. Recordemos la orden
que dio Eisenhower y lo que dijo. Así, intelectuales comunistas como Neruda, Brecht o
Eisenstein, indudables talentos artísticos, se equivocaron pues ignoraban la realidad.
Mientras, Ferdinand Céline, Leni Riefenstahl, Pierre  Drieu La Rochelle, Paul Morand o
Henri de Montherland son unos malditos condenados a desaparecer del ambiente
intelectual por haber apoyado a Hitler o a Pétain. No existe nadie celebrado que haya
compuesto la letra del himno a la brutal GESTAPO nazi. Sin embargo,  Luis Aragón,
brillante poeta y prosista francés, militante del PCF muerto en 1982, compuso un
Himno a la GPU, antecesora de la NKVD y del KGB. Nadie le molestó jamás tras el
informe secreto de Jruschov en 1956 sobre los crímenes de Stalin cometidos por la
GPU,  por componer un himno a una policía secreta que asesinó a más gente que la
propia Gestapo. Vaya, se equivocó. Vivir para ver. Nadie duda de los crímenes del
nazismo ordenados por Hitler y sus secuaces. Sus obras nefastas brillan en la TV, el
cine y medios del mundo entero. Claro, salvo algunos radicales musulmanes que niegan
que existiera el Holocausto por razones de conveniencia política contemporánea y
regional. Sin embargo, mientras Hitler brilla en la programación, Stalin y sus obras
permanecen ocultos. La matanza de los oficiales polacos en Katyn en 1942 ni siquiera
fue sacada a la palestra por Occidente hasta que la Rusia de Gorbachov y de Yeltsin
reconocieron  el crimen a principios de los noventa. Así nos preguntamos, ¿por qué el
negacionismo se considera un crimen respecto del Holocausto cuando se refiere al
nazismo y no lo es cuando se trata de crímenes comunistas de los años 20, 30 y 40? La
diferencia radica en que  los crímenes del comunismo no se han visto sometidos a una
evaluación legítima y normal tanto histórica como moralmente. Alemania fue derrotada
militarmente; la URSS y el campo socialista se desmoronaron solos. Además, nunca
dejaron fotografiar ni filmar los campos. Es responsabilidad de muchos intelectuales de
los países occidentales, que cedieron masivamente ante la ilusión comunista. Cierto que
la URSS participó desde el verano de 1941 con los Aliados en la derrota del fascismo,
cosa que nunca dejó de explotar desde 1945 y también que eso le dio una bocanada de
aire al régimen para sobrevivir otros 45 años.

Decían que el fascismo es una emanación del capitalismo. Error craso de los comunistas
de entonces. Eso favoreció el triunfo nazi en 1933. En el VI Congreso del Komintern en
1928 se denunció -óiganlo bien- a la social-democracia como alter ego del fascismo y
no apoyaron en elecciones a los partidos democráticos “burgueses”. Conclusión: el
fascismo se hizo con el poder en Alemania en 1933. El monstruo ya no se podía parar.
Sin embargo, hoy en día quienquiera que subraye la similitud comunismo-fascismo es
considerado muy de derechas. Un fascista que resurge. Se teme al resurgimiento del
fascismo. Pero no al del comunismo, que para nada ha desaparecido. Está presente en
todos los parlamentos de los países democráticos. Y en algunos países de América y
Asia SON el único partido en el parlamento. Hoy el anticomunismo casi ha
desaparecido en Occidente mientras que el antifascismo sigue de actualidad. Curioso
habida cuenta de lo que pasa en América Latina.  No hay ningún país en el mundo en
peligro de caer en el fascismo. Pero si algunos en algo viscoso y parecido a un régimen
comunista.  Hemos de recordar que George Orwell, autor inglés de “1984” decía: “¡la
izquierda es antifascista, pero no antitotalitaria!”. Es de señalar que en América Latina
se pretende entrar en el futuro, en el siglo XXI, dando tres pasos atrás hacia el pasado.

Para despedirme de Vds. con algo positivo les contaré un chiste que corre por Rusia en
estos tiempos. Putin está  de vacaciones en Siberia y muy cansado. Al dormir tiene un
sueño. Se le aparece Stalin y le dice al oído: “Vladimir Vladimirovich, fusila a todos tus
opositores… ah  y pinta el Kremlin de azul”. Alterado por el sueño y recordando el
edificio de su oficina le dice a la aparición: “Josef Vissarionovich, ¿y por qué pintar el
Kremlin de azul?”.

Muchas gracias por su atención.

(Conferencia enviada por su autor, a quien agradezco profundamente).

https://zoevaldes.net/2010/05/24/el-totalitarismo-stalin-hitler-mussolini-y-castro-por-
leopoldo-fornes-bonavia-dolz/

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