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Quisiera señalar que sólo tocaré tres o cuatro ejemplos más bien clásicos del
totalitarismo. Hay algunos más y no debemos confundir entre un régimen totalitario, lo
peor, de uno dictatorial o autoritario. No son iguales aunque estén emparentados. El
término totalitario, sacado de la lengua italiana, fue utilizado y aplicado en este sentido
por primera vez en un discurso por el líder fascista italiano Benito Mussolini en 1928.
Sus componentes, para que un estado, régimen o país sea considerado totalitario, ha de
contar con muy poca o ninguna libertad; el estado será omnipotente; gobernado por un
solo partido e ideología y por un caudillo cívico-militar, líder o grupo reducido apoyado
en un movimiento de masas que sobre la sociedad ejercerá control económico, de
sociedades profesionales y obreras, apoyado en la represión policial pública, privada y
secreta, que acabará con el estado de derecho, pisoteará los derechos humanos como
decadencias liberales y burguesas; que acabará con la división de Montesquieu en tres
poderes: ejecutivo, legislativo y judicial; que organizará cárceles o campos de trabajo
para opositores y “desviados” de su “fe”; una total opacidad informativa, la sociedad
militarizada, jerárquica y vertical donde el estado sea el fin en sí mismo, que ignore las
libertades individuales de movimiento, de filiación ideológica, religiosa, comercial y,
como colofón, liberará la agresividad de las nuevas clases dirigentes, como sucedió en
la URSS-Rusia hasta 1985, en Italia de 1923 a1944, en Alemania desde 1933 hasta
1945, en España de 1936 hasta 1952, la Francia de Vichy 1941-1944, China hasta los
noventa, Corea del Norte hasta hoy, Vietnam hasta los noventa o Cuba desde 1960 hasta
el día de hoy. Eso sería el totalitarismo que no es exactamente igual a una dictadura o a
un gobierno autoritario..
Los regímenes totalitarios que nos interesa destacar en esta conferencia, breve por
necesidad, surgen todos de la Primera Guerra Mundial, verdadera hecatombe que
modificó para mal el destino de Europa primero y de toda la humanidad después en los
siglos XX y XXI. No debemos confundir los regímenes que voy a citar y exponer con,
por ejemplo, la monarquía alemana de los dos Kaiseres en 1870-1918 que, aunque
autoritarias, nunca fueron totales. Para entender por qué algunos pueblos optaron –
equivocadamente- en un momento determinado por la forma totalitaria hemos de
conocer la historia del controvertido siglo XX. La hecatombe de la Gran Guerra, como
la llamaron primero, se produjo un siglo después de las guerras napoleónicas. Ya no
quedaba nadie vivo de las guerras ni del Congreso de Viena de 1815. No muchos en
Europa rechazarían una “guerrita”.
Europa no había tenido desde 1815 guerras continentales, sólo localizadas desde el fin
del Congreso de Viena y de las Guerras Napoleónicas. Pero en cuatro años, desde 1914,
tras las declaraciones de guerra en cascada de ese año y el armisticio de 1918,
desaparecían cuatro enormes imperios multinacionales. El primero fue el imperio
zarista ruso el cual, en el pacto de Brest-Litovsk, marzo de 1918, pierde Estonia,
Letonia, Lituania, la Polonia oriental, Finlandia y Ucrania a manos de los Imperios
Centrales. El objetivo de los austro-alemanes era debilitarlos. Lo consiguieron y hasta
qué punto. Una victoria pírrica. Y de paso empeñaron su futuro y el nuestro. El imperio
zarista multinacional, opresivo, vertical y vetusto, se desmoronó en meses tras
trescientos años de autocracia. El gobierno ruso del Zar había ensayado cierta
democracia parlamentaria en los últimos años desde la industrialización en 1890 y
específicamente con la primera Duma, en mayo de 1906, primer parlamento ruso
democrático, con la reunión de los zemstvos (especie de asamblea de municipios
agrarios con representación democrática local) en noviembre de 1904, exigiendo
representación democrática en el parlamento y libertades civiles como en Occidente; del
represivo “domingo rojo” de enero de 1905, pero manteniendo una estructura
conservadora y aristocrática. Era un estado autoritario y paternalista que ya al iniciarse
el siglo XX hacía agua como lo demostró la derrota marítima ante el Japón en 1905,
poder emergente. El mando zarista desaparecía en marzo de 1917.
Los sociólogos y polítólogos franceses del siglo XX, tan penetrantes como sus
predecesores de los siglos XVIII y XIX, Pierre Rigoulot, François Furet, Mme. Verdes-
Leroux, Alain Besançon y Alain de Benoist en sus obras y escritos señalan que estamos
ante el atractivo del peligro, pero peligro al fin y al cabo para la democracia y la
libertad, que lleva a los adoptantes a anular o a minimizar las objeciones a las dictaduras
totalitarias que sugiere la realidad escandalosa y aplastante. Es una seducción, un
encanto, como un licor fuerte el que impedía ver durante la construcción del socialismo
en Rusia, los horripilantes campos de trabajo soviéticos a muchos intelectuales de
izquierda. El más notorio de estos casos es quizá el del filósofo y dramaturgo marxista
Jean-Paul Sartre que, si bien brillante en su prosa, sus diálogos y sus obras, se adscribió,
en tanto que francés y de izquierdas al marxismo-leninismo y que, al llegarle informes
acerca de las flagrantes violaciones de los derechos humanos realizadas por Stalin
durante las purgas de los treinta en la URSS , prefirió acallarlos ya que denunciarlo
“apoyaba” a la “dictadura de la burguesía” que, por perversa y explotadora, debía
desaparecer de cualquier forma. No obstante, he visto a Sartre en Praga en 1965
reivindicar a Franz Kafka, bestia negra de marxistas antiguos en literatura. El
comunismo en el poder lleva a la “heroización” de la vida ya que ésta es una lucha en
pos de un futuro radiante para el conjunto de la humanidad en que no habrá diferencias
de “clases” y todos tendrán las mismas oportunidades. El comunismo da la ilusión de
saber lo que otros no saben, conducidos por marxistas-leninistas que conocen el camino
y aceleran la evolución y el motor de la historia. En realidad, es el viaje a ninguna parte
o, dicho cínica y jocosamente, el camino más largo del capitalismo al capitalismo como
dice un chiste, claro, ruso.
PCs acríticos
El primer país donde el fascismo prende, ideología bastante más endeble que la del
comunismo, no es en un país derrotado en la Gran Guerra sino, curiosamente, en uno de
sus ganadores. Italia, a pesar de ser nación vencedora, con un capitalismo a medio
desarrollar, no había participado excesivamente del reparto de tierras coloniales de los
vencidos ni le habían tocado jugosas compensaciones a costa del pueblo alemán como a
Francia o a Bélgica. Si a esto agregamos problemas financieros y un temor cerval de las
clases media y alta al bolchevismo desatado en la Rusia zarista desde fines de 1917,
obtenemos un caldo de cultivo excelente. Esto dio lugar a la creación del Fascio di
Combatimento en marzo de 1919 bajo la dirección de Benito Mussolini, su líder (el
padre le había bautizado así por Benito Juárez, liberal mexicano al que admiraba) que
abandonaba el viejo socialismo. Los choques entre probolcheviques y fascistas italianos
comienzan a producirse primero en Florencia a partir de 1921. Hay nubarrones de
posible guerra civil como en Rusia, mitad roja y mitad blanca. Ese año se convocan las
primeras elecciones democráticas en mayo donde liberales y demócratas obtienen 275
escaños mientras que socialistas y comunistas obtienen 122 y 16 respetivamente. Los
noveles fascistas sólo 22 escaños. Ni comunistas ni fascistas eran un peligro para la
sociedad pero estaba la inquina que se tenían, que hacía recordar las guerras civiles en
Rusia. Sin embargo, el año 1922 será crucial pues el ejército italiano ocupa la levantisca
ciudad de Fiume en el norte del Mar Adriático y los fascistas llegan a controlar tanto
Fiume como al gobierno comunista local de Bolonia. En agosto de 1922 acaban
controlando Milán, la primera ciudad industrial del país. El nuevo líder, venido de las
filas del socialismo, forma un quadrumvirato con sus camaradas hasta que, tras el
Congreso Fascista de 1924 en Nápoles, deciden a los cuatro días “La Marcha sobre
Roma”, ciudad que ocupan y desalojan al gobierno de liberales y demócratas de Luigi
Facta. Ante la cruda realidad del golpe de mano, son llamados por el Rey para formar
gobierno. El monarca y el parlamento, a la usanza romana, hacen de Mussolini dictador
por un año para resolver “problemas” el 28 de noviembre de 1922 si bien el país siguió
siendo en teoría constitucional. Poco antes de que expire el año de dictadura el gobierno
del Fascio a fines de 1923 se saca una nueva ley electoral de la manga. En las
elecciones del 6 de abril de 1924 pasan de controlar 22 diputados en 1921 a 375
escaños, un 65% de los votos a su favor. Entre 1924 y 1926 los escaños de otros
partidos que no apoyaran al Fascio fueron declarados vacantes; se introdujo la censura
de prensa, se obtuvo de un parlamento totalmente proclive en 1926 y el permiso para
gobernar por decreto. El totalitarismo se había entronizado en Italia en pocos años
pero siguiendo algunas de las lecciones de la revolución rusa. En uno de sus
discursos memorables Mussolini declaró, haciendo gala de su adoración por el estado
totalitario: “Todo en el estado; todo para el estado; nada fuera del estado; nada contra el
estado”. Véase la similitud de la frase pronunciada en ese año con la que el líder
comunista cubano pronunció a los intelectuales en 1961: “Con la revolución todo; fuera
de la revolución, nada”. Nada tan parecido como lo que adujo Mussolini.
Apenas un mes después, a fines de febrero, se produce el incendio del edificio del
Reichstag. Los comunistas son acusados en lo que parece que fue una quema realizada
por elementos nazis. Ya en mayo comienza el acoso contra todo lo que no sea nacional-
socialista. Se inician campañas contra los judíos, los intelectuales, los eslavos, los
socialistas, los comunistas, los demócratas, los liberales. Es en el mes de mayo en que la
dictadura totalitaria se entroniza con la Ley de Plenos Poderes que producirá cambios
constitucionales, un estado unificado, no federal: judiciales con tribunales “populares” y
campos de concentración para desafectos; políticos, todos los partidos de oposición
liquidados y prohibidos: nacionalistas, socialistas, católicos, monárquicos y por último;
raciales, la primacía de la raza “aria”, y los untermenschen, subhombres como los
judíos, gitanos y ciertos eslavos, etc. En lo religioso firman un Concordato con la Santa
Sede si bien desacreditan tanto a católicos como a protestantes. Económicos: disuelven
los partidos obreros, prohíben las huelgas y cierres terminando con los pagos por
compensaciones de la Gran Guerra y dedicando el dinero a trabajos públicos y a la
fabricación de armamento pesado. En lo militar se centran en el rearme y el servicio
militar universal y obligatorio. En octubre Alemania se sale de la Conferencia de
Desarme y de la Liga de Naciones (la ONU de entonces). En menos de un año
Alemania en 1934 ya se ha convertido en una dictadura totalitaria. No queda un
solo resquicio de democracia como la entendemos los liberales. Ese año Hindenburg
tiene a bien morir en agosto a los 87 años y con él el último vestigio de la democrática
república de Weimar. El Partido único, el NSDAP (Nazi) vuelve a integrar territorios
como el Sarre mediante plebiscito organizado por la Liga de Naciones pero continúa en
su plan expansivo, incorporando Renania; firma el Eje Berlín-Roma en octubre de 1935
y en noviembre con Japón para limitar la expansión de la URSS stalinista; reconoce a
los insurgentes nacionales de Franco en España en 1936 y tras la visita de Mussolini a
Berlín en septiembre de 1937 que no interviene, invade e incorpora al Gran Reich
alemán a Austria, que desaparece en él en marzo de 1938. Sigue en su expansionismo y
en septiembre de 1938 incorpora los Sudetes checos, de mayoría alemana, empleando el
Acuerdo de Munich de 29 de septiembre de 1938. Al considerar Checoslovaquia un país
artificial y territorio del antiguo imperio de los Habsburgo, invade Bohemia y Moravia
el 15 de marzo de 1938 ante el estupor estático de Occidente. Ya no incorpora sólo
territorios alemanes. Eslovaquia se convierte en protectorado semiindependiente
separado de Chequia con el gobierno de Tiso, un exsacerdote proclive a los nazis. El 21
de marzo de 1939 se anexa Memel (actual Klaipeda en Lituania en el Mar Báltico) y
tras firmar un sorprendente pacto de no agresión con la URSS el 21 de agosto de 1939
invade el territorio polaco. Es la gota que rebasa el vaso. El 3 de septiembre Gran
Bretaña y Francia, en virtud de los pactos con Polonia le declaran la guerra al III Gran
Reich alemán. La URSS invade Polonia oriental el 17 de septiembre, la ocupa y
permanece neutral. Los EE.UU. seguirán neutrales hasta el ataque japonés de Pearl
Harbor en diciembre de 1941.
El totalitarismo bolchevique
Guerra civil
Previsoramente, trasladan la capital el 9 de marzo de Petrogrado a Moscú, para alejarla
de cualquier enemigo ya que la guerra civil, de la mano de los cosacos del Don, al sur,
han roto hostilidades contra el ejército del soviet de Petrogrado. Lev Trostky organiza a
la carrera un ejército para hacer frente a los numerosos enemigos y crea el Ejército Rojo
para hacer frente a los “blancos” , los oficiales y soldados del antiguo ejército zarista.
La lucha se centra con los cosacos del Don para recuperar Kiev, capital de Ucrania
desde el 18 de febrero, que había firmando un armisticio con los imperios centrales. La
guerra civil se extiende a Bielorrusia, capital Minsk, en el Occidente, y a los territorios
del Mar Báltico.
Los Aliados, terminada la Gran Guerra, deciden invadir Rusia por el norte. Los
británicos Murmansk el 23 de junio de 1918 y el 2 de agosto los británicos y los
franceses toman Arjangelsk. Hasta los norteamericanos desembarcan en el Mar Blanco
en enero de 1919 pero ante la inutilidad de la acción lo abandonan. El Caucaso y el sur
de Rusia es reconquistado por el ejército rojo para fines de marzo de 1920 hasta tomar
Bakú, capital del petróleo en el Mar Caspio el 28 de agosto de 1920. Siberia y el oriente
de Rusia es invadido por tropas japonesas aliadas, que desembarcan en Vladivostok a
principios de 1918. Esto hace que la Legión Checa, cuerpo de unos 60.000 soldados
formados por checos y eslovacos, bajo el mando teórico de los aliados franceses, pero
nutrido por residentes en Rusia y prisioneros austrohúngaros liberados por el ejército
zarista de esas dos nacionalidades. Eran también eslavos. El vacío de poder dejado en la
guerra civil 1918-1920 hizo que la llamada Legón Checa campeara por sus respetos por
toda Siberia intentando por el Pacífico, en un inmenso periplo, integrarse al ejército
francés, del cual en teoría dependían. Tardíamente lo consiguieron unos 37.000 que
lograron incorporarse a Europa Occidental a través de San Francisco de California vía
Vladivostok y gracias a la Cruz Roja americana. Fue la base del ejército de la primera
república checa, la de los presidente Tomas Masaryk y tras su muerte en 1935, de
Eduard Benes. La Legión, en julio de 1918 intentan acercase al occidente de Siberia
para incorporarse a Francia por el Mar Negro. Como en el pacto de Brest-LItovsk
Trotsky, el jefe bolchevique, había prometido a alemanes y austríacos desarmarla y
repatriarla a Austro-Hungría –muerte segura por traición para todos los oficiales- los
legionarios se hicieron autónomos, camparon por sus respetos a veces como señores de
la guerra sin incorporarse ni a los rojos –muerte segura- ni a los “blancos”, de dudoso
futuro. Así, en mayo de 1918 tomaron Cheliabinsk en Siberia Occidental pero al
acercarse con la tropa a la ciudad de Yekaterinburg, hoy Sverdlovsk, lugar donde el
soviet de Petrogrado había enviado retenidos al zar Nicolás II y a la familia imperial,
recibieron la orden, parece que del propio Lenin, de “eliminarlos” para evitar que
cayeran en manos de los “blancos” y que pudieran restaurar el imperio zarista.
En los años treinta, comienzan con pactos de no agresión en 1932 con sus vecinos del
Oeste (Polonia, Estonia, Letonia y Finlandia). Los EE.UU. de Roosevelt reconocen a la
URSS a fines de 1933 y firma pactos con Checoslovaquia y Rumanía en 1934. Tan
aceptada es en pos de cualquier concesión para la paz que es admitida en la Liga de
Naciones en septiembre de 1934, un año y medio después de la llegada de los nazis al
poder en Alemania. Este proceso corona con el Pacto Franco-Soviético de 2 de mayo
de 1935 que los nazis consideraron –con razón-contra ellos.
Sorprende el hecho de que tanto la III Internacional, controlada entonces desde Moscú,
y los partidos comunistas de países alejados de la URSS–el nuestro en particular- no
hayan lanzado una sola queja, crítica, una llamada al orden, una petición de clemencia o
de rechazo. Los movimientos comunistas aceptaron en esos años dócilmente todo lo que
se hacía en la URSS ya que se les suponía “buena voluntad” a los ejecutores y que la
razón radicaba en que “estarían rodeados de enemigos burgueses disfrazados o
simulados”. Sorprende también el hecho de que muchos intelectuales, quienes habían
adoptado la ideología por cierto sentido erróneo de la justicia social ante un capitalismo
“explotador” y las diferencias “de clases” no sólo no dijeran nada y aplaudieran sino
que cuando algo supieron o intuyeron los excesos, decidieron callar. La frase más usada
por ellos entonces era: “si, puede ser que se pasen, pero no les critiquemos, porque eso
sería apoyar a la burguesía y al fascismo”. Fue la falacia fundamental para permitir
atrocidades. Intelectuales de izquierdas en los años treinta como Jean-Paul Sartre, fue el
primero que negó que hubiera purgas. Empezaba el negacionismo. Walter Duranty,
premio Pulitzer del New York Times también lo negó. Apoyó el comunismo el
dramaturgo André Gide, aunque después se retractó. El propio George Bernard Shaw,
brillante escritor irlandés, cantó loas a Stalin, aunque más tarde también se retractó.
Louis Aragón encomió el comunismo, veneró a Stalin y a la G.P.U. Habría que recordar
la responsabilidad que tienen ante los pueblos y la historia escritores de la talla de José
Saramago, Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, fallecido, y
algunos más que hacen gala de una falta de sagacidad, de penetración y de ética. Estos y
otros apoyan hoy el comunismo en virtud de una imagen-mito Castro-Che Guevara y
una teoría “liberadora” que no libera sino que encadena. Al final apoyan a una satrapía
familiar totalitaria –como la de Corea del Norte- la más larga del continente americano.
Las purgas se apagaron en la URSS cuando la agresividad nazi se hizo más evidente al
ocupar Austria en 1938, Checoslovaquia en marzo de 1939 y el ataque a Polonia el
primero de septiembre de 1939. Se cumplen ahora 70 años del ataque inicial. En una
jugada de las más sucias de la historia de la diplomacia una semana antes el ministro
nazi de exteriores, Von Ribbentrop, firmó un pacto de no agresión con Vyacheslav
Molotov, comisario de exteriores soviético y hombre de Stalin en Berlín. La
Wehrmacht nazi ocupó Polonia incluida Varsovia y el Ejército Rojo la parte oriental que
antes perteneció al imperio zarista dos semanas después. El imperio ruso había
recuperado parte del territorio perdido 20 años después de Brest-Litovsk. Esto propició
el asesinato de miles de oficiales del ejército polaco apresados y después ejecutados en
el bosque de Katyn en 1942 cuyas tumbas el ejército nazi, en su avance por la URSS al
invadirla, encontró y descubrió.
Dos países de los totalitarios destacan por la inmensa represión que realizaron sobre
opositores primero y sobre personas de otras razas o credos que vivían dentro de sus
imperios después. Ha de señalarse que aunque hubo represión de país totalitario en la
Italia de los años 20 y 30, su ferocidad no alcanzó allí las cotas que en la Rusia
bolchevique o en la Alemania de los nazis.
Vuela sobre nuestras cabezas una injusticia histórica. Casi todo el mundo conoce los
nombres de algunos campos de concentración alemanes. Su represión, de una ferocidad
sin límites contra judíos y alemanes principalmente, ha sido muy publicitada después de
la victoria aliada y aún hoy lo sigue siendo tanto en el cine como en la televisión y la
prensa. Son cientos las películas e incluso las series de TV sobre el tema. Todos hemos
oído hablar, los conocemos casi de memoria algunos nombres de campos: Aushcwitz-
Birkenau, Buchenwald, Mauthausen, Dachau, Ravensbrück; Treblinka y Majdanek en
Polonia; Terezin en la República Checa; Babi Yar en Ucrania. Resuenan en los oídos de
las gentes de buena voluntad las matanzas de judíos, de prisioneros rusos, polacos, de
gitanos, de opositores, de subnormales. Tanto mal en sólo 12 años.
El zarismo de 1825 a 1917 produjo unas 6.321 condenas a muerte. En 92 años. Lenin y
el soviet de Petrogrado habían producido 18.000 fusilamientos en 1918. En un año.
¿Que diremos los cubanos que vivimos hace décadas en el exilio si les preguntamos a
los ciudadanos del país que nos acoge, EE.UU., España, México o cualquier otro si
sabe?: qué es la cárcel modelo de Isla de Pinos; los fusilamientos dirigidos por el “Che”
Guevara en la fortaleza de La Cabaña, o del castillo de El Príncipe en 1959; si sabe algo
del uso policial del Hospital Psiquiátrico de Mazorra; de la prisión de Boniato en
Santiago de Cuba; de las UMAP de Camagüey en los años 1966-1968, de la prisión de
Taco-Taco en San Cristóbal, Pinar del Río; de Kilo 7, Kilo 8, Kilo 5 y medio, la prisión
militar de El Pitirre, Agüica, Canaleta, Ariza y tantas otras prisiones y campos. De los
fallecidos intentando cruzar el estrecho de la Florida, de los ametrallamientos del río
Canímar en 1980 y del hundimiento, como medida de terror para evitar más salidas
ilegales, de la lancha “13 de marzo” el aciago 13 de julio de 1994 contra personas que
se iban con el resultado de 30 ahogados, veinte de ellos niños o las dos avionetas de
Hermanos al Rescate abatidas por Mig 29 en febrero de 1996, de la prisión de los 75
disidentes en la primavera del 2003. Si ese régimen no es una dictadura totalitaria no se
qué lo puede ser. En estos casos, al igual que con el Holocausto judío funciona un cierto
negacionismo que más bien llamaríamos ocultación. Los nazis tenían virus o bacilos;
los bolcheviques, kulaks; los castristas, gusanos.
Tras la lectura del libro de Alain de Benoist “Comunismo y nazismo” editorial Altera,
no me queda sino constatar que, en general, la gente cree que los alemanes, más
publicitados en su vesania, mataron más y mejor que los comunistas, los cuales lo
hicieron cuando no quedaba más remedio y sólo para hacer el “bien” eliminando a “la
burguesía”, es decir, a todos los que no fueran bolcheviques. Incluso algunos que lo
simulaban. Que el nazismo es doctrina racista y de odio a todo lo no alemán o ario lo
sabemos; es verdad. Mientras, el comunismo es doctrina de liberación y se entroniza por
amor a la humanidad. Debería ser verdad pero me temo que no lo es. Los crímenes de
Stalin son –dicen- el producto de una perversión temporal o una deformación, como
decía Ken Livingstone, alcalde de Londres. Es decir, los millones de muertos atribuidos
bajo el comunismo soviético es producto de un amor fraternal “deformado” debido al
zarismo, la explotación, la gran guerra, la lucha de clases y las penurias. ¿Por qué
crímenes con “buenos propósitos” tienen más atenuantes que los de los nazis? Para los
asesinados de un lado y del otro, sean judíos o rusos, el tiro en la nuca es el mismo: la
desaparición. Al parecer, comunismo y nazismo producen sistemas que se basan ambos
en ideas falsas pero de resultados similares. Lo siento, son muy similares.
Decían que el fascismo es una emanación del capitalismo. Error craso de los comunistas
de entonces. Eso favoreció el triunfo nazi en 1933. En el VI Congreso del Komintern en
1928 se denunció -óiganlo bien- a la social-democracia como alter ego del fascismo y
no apoyaron en elecciones a los partidos democráticos “burgueses”. Conclusión: el
fascismo se hizo con el poder en Alemania en 1933. El monstruo ya no se podía parar.
Sin embargo, hoy en día quienquiera que subraye la similitud comunismo-fascismo es
considerado muy de derechas. Un fascista que resurge. Se teme al resurgimiento del
fascismo. Pero no al del comunismo, que para nada ha desaparecido. Está presente en
todos los parlamentos de los países democráticos. Y en algunos países de América y
Asia SON el único partido en el parlamento. Hoy el anticomunismo casi ha
desaparecido en Occidente mientras que el antifascismo sigue de actualidad. Curioso
habida cuenta de lo que pasa en América Latina. No hay ningún país en el mundo en
peligro de caer en el fascismo. Pero si algunos en algo viscoso y parecido a un régimen
comunista. Hemos de recordar que George Orwell, autor inglés de “1984” decía: “¡la
izquierda es antifascista, pero no antitotalitaria!”. Es de señalar que en América Latina
se pretende entrar en el futuro, en el siglo XXI, dando tres pasos atrás hacia el pasado.
Para despedirme de Vds. con algo positivo les contaré un chiste que corre por Rusia en
estos tiempos. Putin está de vacaciones en Siberia y muy cansado. Al dormir tiene un
sueño. Se le aparece Stalin y le dice al oído: “Vladimir Vladimirovich, fusila a todos tus
opositores… ah y pinta el Kremlin de azul”. Alterado por el sueño y recordando el
edificio de su oficina le dice a la aparición: “Josef Vissarionovich, ¿y por qué pintar el
Kremlin de azul?”.
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