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CAPÍTULO II: TIEMPOS TRÁGICOS.

Autor: Nouschi.

En 1905, les toca a Francia y Alemania enfrentarse a causa de Marruecos. En 1911, estalla
la segunda crisis marroquí, y en 1912 arden los Balcanes bajo el efecto de ambas guerras.

Éstas tensiones, crisis y conflictos regionales acostumbran progresivamente a los hombres


a convivir con el caos, reforzando así el papel de los estados mayores en el proceso de
toma de decisiones y anestesiando los flacos contrapoderes internacionalistas.

La crisis del verano del catorce arrastra a Europa hasta el abismo: todo comienza con el
asesinato del archiduque heredero Francisco Fernando el 28 de junio de 1914, pero no es la
primera vez que una cabeza coronada cae bajo las balas de un terrorista. Y luego, en diez
días, del 28 de julio al 4 de agosto, todas las grandes potencias europeas entran en guerra.
En sus orígenes, la Primera Guerra Mundial es la última conflagración del siglo XIX, ya que
es la expresión de los contenciosos acumulados en las décadas anteriores. Es decir, que en
la PGM estallan todos los conflictos mencionados con anterioridad.

Primera Guerra Mundial es claramente la cuna del siglo xx. ¿No da a luz el comunismo y el
fascismo, la inflación y las devaluaciones, la inestabilidad y la búsqueda desesperada de un
orden más o menos mitificado?

LA LÓGICA DE LA DESCONFIANZA

Del nacionalismo al imperialismo

Europa existe, pero no tiene identidad. Hay múltiples factores en el origen de esta paradoja:
una ausencia de límites geográficos claros en el Este, una gran diversidad en su población.
En segundo plano, la imposibilidad de concebirse como un conjunto solidario.

El siglo XIX marca incluso un retroceso con respecto a periodos a pues lleva a sus límites al
nacionalismo, ideología de legitimación de los Estados y de los pueblos en vías de
unificación. Durante la mayor parte del siglo XIX, la ola nacionalista queda circunscripta a
Europa, pero a partir de la Gran Depresión (1873-1896) se extiende al mundo. La carrera
por los territorios de ultramar y la constitución definitiva de los imperios coloniales abren la
era del imperialismo. puede considerar el imperialismo como el reflejo de la política nacional
en las relaciones internacionales. El imperialismo relea valores de tal o cual país y refuerza
las sociedades en su culto narcisista.
Además, el imperialismo refleja la interdependencia creciente entre las naciones europeas
que, proyectando en el mundo sus rivalidades, generan un nuevo tipo de crisis y de
conflictos periféricos.

ANATOMÍA DE UN CONCEPTO

De entrada, el concepto de imperialismo tiene una fuerte dimensión polémica.

Durante la década de 1880-1890, pierde en parte su connotación negativa para expresar la


adhesión de las masas a la expansión colonial.

Con la guerra de los Bóers (1898-1902) recupera su carga negativa ya que la violencia de
los combates lleva a John Hobson a escribir la obra “Imperialism, a Study” que se publica en
1902, donde expone un primer análisis teórico sobre imperialismo; el autor pone de
manifiesto que el mismo es producto de un capitalismo en busca de mercados y de una
rentabilidad máxima y que el mismo se apoya sobre los instintos chauvinistas y
nacionalistas de las masas para legitimar los enfrentamientos militares.

Partiendo de éste análisis los pensadores socialistas se apoderan de la noción para


convertirla en el rasgo dominante del capitalismo, por ejemplo: Lenin publica en 1916 “El
imperialismo, fase superior del capitalismo.

EL IMPERIALISMO CONTRA EUROPA

El imperialismo entendido como un combate, un arma y una cultura afecta al mundo entero,
pero a partir de 1880-1890 se focaliza en algunas zonas: África, Oriente Próximo y China. A
pesar de las reglas adoptadas en el congreso de Berlín en 1885 sobre las condiciones de la
ocupación de África, el reparto del continente negro se acelera poco después, alzando a las
naciones europeas unas contra otras.

A principios del siglo xx, sólo las costas de África están controladas por las grandes
potencias europeas. África sólo es una escala indispensable para la circulación marítima
transoceánica. Es una periferia para uso económico y militar integrada en los imperios. En
1914, África está totalmente dividida y sometida a los intereses europeos.

Para el autor, los motivos de esta carrera, que se realiza en menos de veinte años, no son
de orden económico, cultural, religioso, ni siquiera humano, aunque los constructores de
imperios hayan alegado todos estos factores. Lo que importa es la voluntad de poder
político. Se trata de poner un pie en el continente negro, de plantar la bandera, de imponer
un idioma, un comercio. Al hacerlo, la carrera por los territorios alimenta el orgullo y la
frustración: orgullo para los Estados que, como Francia o el Reino Unido, consiguen crear
bloques imperiales más o menos homogéneos en términos geoestratégicos. Para Alemania,
Bélgica e Italia sólo quedan jirones de colonias y están al acecho de un nuevo reparto que
calme sus frustraciones. (reparto desigual, por eso el congreso de Berlín)

EL PELIGRO ALEMÁN

El desfase entre la potencia económica y la debilidad exterior alcanza dimensiones


explosivas en Alemania, donde se agitan los partidarios de un flamante Gran Reich (nombre
oficial de la entidad política que la Alemania nacionalsocialista intentó establecer en Europa
durante la Segunda Guerra Mundial)

El despegue de Alemania implica un elemento nuevo en un mundo que ya está repartido: es


factor de desorden. El símbolo es el emperador Guillermo II, que asciende al trono en junio
de 1888. Guillermo II es un "representantes que abre nuevos mercados a sus industriales.
El Imperio alemán se ha convertido en un Imperio mundial. El peligro alemán es en un
principio comercial. A pesar mío soy cada vez menos inglés-escribe el cónsul del Reino
Unido en Alepo en 1898. Mi calzado es francés, mi ropa alemana, las sillas de mi despacho
son de fabricación alemana, lo mismo ocurre con mis plumas, mi papel y mi alfombra. De
esta manera, lo que admiran los contemporáneos de Alemania, es su capacidad para
conquistar mercados en todos los continentes.

De éste modo, Alemania pasa a ser una “potencia mundial”, es decir, un imperio capaz de
abarcar e influenciar políticamente al conjunto de las tierras reconocidas, pero ocupando
emplazamientos lo suficientemente estratégicos para evitar su dislocación. Así nace una
nueva burguesía que irrumpe con el deseo de la apertura al mercado mundial, mientras que
las antiguas clases dirigentes desean más bien la formación de un bloque en Europa
Central, cerrado a las influencias occidentales. A principios de siglo, la contradicción entre
éstos dos objetivos pone en peligro todo el equilibrio interno del Reich.

A pesar de algunos sucesos localizados, la opinión pública y los dirigentes del Reich
experimentan una sensación de fracaso, e incluso una impresión de inseguridad creciente:
el país podría verse ahogado por las otras potencias europeas, cada vez más hostiles.

ENFRENTAMIENTO DE DOS SISTEMAS DIPLOMÁTICOS EN VÍSPERAS DE LA PGM.

La Triple Entente envuelve a la Triple Alianza o Tríplice; aparentemente ésta última parece
más sólida: renovada con la seguridad desde 1882, es una de las herencias diplomáticas de
la era bismarckiana.
Lo que se buscaba era, aislando a Francia, mantener la paz en Europa.

Pero la Triple Alianza no resiste el antagonismo entre Austria-Hungría e Italia a propósito de


Trieste y de Trento, las “tierras irrendetas” tan queridas para Roma.

En 1902: Se da un intercambio con París donde Roma se compromete a la neutralidad,


tanto si Alemania es el agresor de Francia, como si Italia que Francia está obligada a
responder a una provocación alemana. Berlín solo cuenta con Viena como aliado.

La Triple Entente, que se encuentra en el eje París/San Petersburgo se ve más frágil ya que
entre 1904 y 1907 logra resolver conflictos existentes entre Londres y París; y entre Londres
y San Petersburgo. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, los británicos solo confirman
una alianza consolidada con Japón.

El choque del ritmo del “viejo continente” y el ritmo del mundo, la confusión entre los litigios
intraeuropeos y los que nacen del imperialismo, acentúan los riesgos de conflicto haciendo
reaparecer la idea de la guerra en la conciencia colectiva.

LA LÓGICA DE LA GUERRA

La carrera armamentista

Las primeras guerras del siglo XX son las de Secesión (1861-1865), la de los Boers (1898-
1902) y la ruso-japonesa (1904-1905). La guerra civil norteamericana demuestra el papel
determinante de las armas de fuego y de la artillería.

En 1890, la primera arma automática, la ametralladora Maxim, revoluciona las condiciones


del combate: ¡disparando 600 tiros por minuto, tiene una potencia de tiro equivalente a la de
una compañía de infantería de 200 hombres! El asalto contra posiciones defendidas por
este tipo de armas resulta imposible a menos que se acepten pérdidas enormes. La única
defensa posible es la disminución de la densidad de los combatientes en la línea del frente:
durante la guerra ruso-japonesa, el número de soldados por metro de frente es de tres a
cinco veces inferior al de los conflictos del pasado. Los comandantes deben formar líneas lo
más amplias posible y acostumbrarse a la idea de grandes batallas de quince días. Para
vencer, hay que ser paciente y previsor.

A pesar de estas mutaciones tecnológicas, los estados mayores siguen asignando a la


caballería acorazada la tarea de desmantelar el sistema adverso y de hundir las líneas
enemigas con un choque frontal.
EN ALEMANIA, LA PRESCIENCIA DE LA GUERRA DEL FUTURO

La guerra del futuro depende tanto de la capacidad para producir armas de fuego en
número suficiente como de la aptitud para disponer en los campos de batalla de los ejércitos
más numerosos posible. En el caso alemán, contaba con 820 000 hombres de ejército
activo en 1913.

En cada país, desde mediados del siglo XIX, los tácticos han percibido el papel de
terminante del ferrocarril, indispensable para el transporte de las tropas de un teatro de
operaciones a otro.

Consciente de esta latencia entre la declaración de guerra y el momento en que el ejército


ruso estará efectivamente disponible, el jefe de estado mayor del ejército alemán entre 1891
y 1905, el general Von Schlieffen, afina el famoso plan aplicado durante el mes de agosto
de 1914: la invasión de Francia y la neutralización de su sistema defensivo implican el paso
por Bélgica, es decir, la violación de su neutralidad garantizada por un convenio
internacional

La rivalidad naval

El padre de la estrategia naval contemporánea es innegablemente el almirante


norteamericano Alfred Thayer Mahan (1840-1914), que publica en 1890 La influencia de la
potencia marítima en la historia. Aprovechando las lecciones de la historia marítima, Mahan
considera que sólo la potencia marítima-Sea Power- garantiza el do minio terrestre. Los
océanos son el vínculo entre todas las partes del Imperio británico y la zona favorita de
operaciones de la Weltpolitik. Guillermo II, lector asiduo de Mahan, había asimilado muy
bien la relación entre comercio, aprovisionamiento y necesidad de disponer de una flota de
guerra.

Desde 1897, Guillermo II, el almirante Von Senden, jefe del gabinete imperial de marina, y
Alfred von Tirpitz, el nuevo secretario de Estado de Marina, pretenden dotar al Reich de una
flota de alta mar capaz de vencer a la Home Fleet. El Reichstag vota en marzo de 1898 la
primera ley naval que prevé la construcción de 16 navíos de línea en veinte años; la de
1900 lleva esta cifra a 60 unidades; las de 1906 y 1908 aceleran la realización de estos
programas y permiten a Alemania responder al lanza- miento de los dreadnoughts
fabricados por los británicos.

Este último tipo de nave supera por su rapidez, su blindaje y el calibre de sus cañones a
todos los tipos de barcos existentes. Construidos por iniciativa del primer lord del
Almirantazgo, sir John Fisher, reactivan la carrera armamentista con Alemania. Sin
embargo, por un efecto perverso, ponen en peligro el principio defendido por el
Almirantazgo en 1889, el Two-Power Standard, según el cual la flota británica debe igualar
al menos el tonelaje de las dos flotas más poderosas después de ella. También hay que
tener en cuenta que la carrera de los acorazados convierte al petróleo en un producto
estratégico: en 1913 se firma un acuerdo anglo Persia que garantiza un aprovisionamiento
seguro a precios estables.

Ya Churchill expresó que “nuestra marina para nosotros es una necesidad; la marina
alemana tiene para Alemania más bien el carácter de un lujo. Nuestra potencia naval
garantiza la existencia misma de Gran Bretaña. Es nuestra existencia; para Alemania es
una expansión”. En 1913 la flota alemana estaba en el segundo puesto, con 33 frente a los
59 de Gran Bretaña.

La opinión pública entre el militarismo y el pacifismo

En los Estados europeos, los desfiles militares alimentan el militarismo. En Alemania, los
valores de los halcones prusianos, el orden, la disciplina y la obediencia, se extienden por el
conjunto de la burguesía, e incluso a gran parte de la clase obrera.

En el Reino Unido, las paradas navales, por ejemplo la que se organizó con ocasión del
jubileo de diamante de la reina Victoria, en 1897, alimentan el orgullo y la confianza en la
Royal Navy. En Rusia, la «manía de desfilar», que data del reinado del zar Alejandro I
(1801-1825), sustituye a las fiestas públicas ofrecidas por los soberanos. Las paradas
militares demuestran el poder absoluto del ejército ruso.

A partir de 1905, la militarización de la opinión pública responde al nacionalismo belicoso de


los poderes públicos. En Francia, las ligas se hacen cada vez más ruidosas, el recuerdo de
las «provincias perdidas» más doloroso, se exalta el renacimiento del nacionalismo y
festejan la guerra anunciada, la que será «la venganza y el despertar de todas las fuerzas
viriles y sanas de la juventud francesa».

La idea del conflicto futuro se va haciendo habitual. La guerra y sus horrores ya no dan
miedo. Aparece, todo lo contrario, como la única salida, para romper con la decadencia.

En Alemania, en Serbia, en Rusia..., en todas partes el mismo nacionalismo. Para explicar


esta militarización de las conciencias quizá haya que apelar al cambio en la relación de
fuerzas entre los responsables internacionalistas, partidarios de la conciliación, y los
nacionalistas, obsesionados por la idea de potencia.
¿O será que los dirigentes de entonces cayeron en la trampa de la imagen que querían dar
de ellos mismos? ¿La amenaza de la guerra no era el mejor medio para resolver los
problemas internos e interrumpir el avance irresistible de los partidos socialistas?

El camino hacia la guerra

No se trata de describir con todo detalle las etapas que conducen a la primera «guerra
suicida» de Europa, sino comprender cómo cada una de las crisis diplomáticas es en primer
lugar una ocasión para las cancillerías de someter a prueba la solidez de las alianzas y de
los acuerdos firmados. Este es el sentido de la primera crisis marroqui. Delcassé,
responsable de Asuntos Exteriores, quiere poner a prueba la «entente cordiale». Toma
como pretexto unas declaraciones de intenciones de Guillermo II realizadas en Tánger:
Alemania pretende aplicar en Marruecos el régimen de «puertas abiertas», entonces en
vigor en China. El presidente del Consejo, que no desea envenenar la situación, fuerza la
dimisión de Delcassé, acusado de haber realizado una acción demasiado personal. Lo hace
el 6 de junio de 1905. Durante el resto del año, hasta la conferencia internacional de
Algeciras que se celebra del 14 de enero al 7 de abril de 1906, Francia consigue,
apoyándose en Londres y en San Petersburgo, hacer triunfar su punto de vista: Marruecos
sigue siendo independiente.

En cuanto a la Tríplice, la anexión de Bosnia decidida unilateralmente por el gobierno


austriaco en octubre de 1908 es también una prueba excelente para la solidez de sus
relaciones con Berlín. Viena pretende mostrar su hostilidad a Pedro I (1903-1918), de la
dinastía de los Karageorgevich, muy cercana a Rusia. Se trata también de salir al paso de
los Jóvenes Turcos, que quieren renovar el Imperio otomano y recuperar los territorios
tributarios, incluida Bosnia. Las protestas de San Petersburgo, las amenazas de Belgrado,
que ve en Bosnia su Alsacia-Lorena, chocan con el apoyo incondicional alemán a Austria.
Los Balcanes se convierten entonces en el terreno del enfrentamiento entre la Triplice y la
Triple Entente.

La segunda crisis marroquí de 1911 incorpora una nueva dimensión: permite analizar la
diferencia entre lo real y lo percibido, entre los hechos y las fantasías. Todo comienza en
abril con la entrada de las tropas francesas en Fez. Es la violación más evidente de los
acuerdos de Algeciras y de los de 1909. A finales de junio, el fondeo de la unidad más
pequeña de la marina alemana, la cañonera Panther, en Agadir, es como una llamada a la
compensación a favor de Alemania. Finalmente, a finales de septiembre, se conoce el
trueque decidido por Callaux y Kiderlen-Wächter, responsable de Asuntos Exteriores:
Francia abandona 265.000 km2 en el Congo a favor de Alemania, a cambio del
reconocimiento de sus derechos políticos sobre Marruecos.

Los dirigentes de ambos países han conseguido desactivar una crisis importante, pero el
espectro de la guerra está más cerca y los medios más extremistas caen en la histeria.

Los hechos están claros. Una reestructuración en África permite a Alemania acceder a los
ríos Congo y Ubangui a cambio de la tutela francesa sobre Marruecos. En estas fases de
tensión desaparece momentáneamente el foso entre las masas y las elites dirigentes y la
guerra se convierte en el mínimo común denominador del conjunto de las sociedades
europeas.

El polvorín de los Balcanes

En los Balcanes, la formación de los Estados nación comenzada en el siglo XIX y copiada
del modelo occidental no ha terminado, ni con mucho, a comienzos del siglo xx. Este
proceso recuerda en cierta forma la descolonización/emancipación de después de 1945: la
potencia dominante odiada por los pueblos en busca de independencia es el Imperio
Otomano, el medio de acción es la violencia practicada por sociedades secretas
ultranacionalistas, la ideología movilizadora es un nacionalismo de exclusión y de
segmentación. La no coincidencia entre las fronteras de los Estados y la localización de los
pueblos es una fuente de conflictos internos recurrentes en los Balcanes.

A causa de los vínculos muy fuertes entre estos jóvenes Estados y las grandes potencias,
toda crisis regional tiene forzosamente repercusiones a escala europea, es decir,
internacional: Serbia puede contar con el apoyo incondicional de los rusos; Bulgaria, que
estuvo durante mucho tiempo bajo tutela rusa, se refugia en un nacionalismo antigriego;
Grecia sigue teniendo como objetivo central la realización de la Megale Idea, es decir, la
reunión de todos los territorios griegos; en cuanto a los albaneses, buscan una Albania
independiente de los otomanos.

Con la revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 se pone en marcha la espiral del
nacionalismo exacerbado: los griegos, albaneses, eslavos de Macedonia, se alzan contra
las pretensiones jacobinas de los Jóvenes Turcos, que desean convertir los pueblos
balcánicos en ciudadanos otomanos. En el interior del Imperio Otomano, la «turquización»
intransigente acentúa el divorcio entre la minoría armenia y el gobierno. Y el 1 de abril de
1909, unos 20.000 armenios son masacrados en Adana. Es el comienzo del proceso que
conduce al genocidio de los armenios: 1,2 millón de víctimas, es decir, la mitad de la
población armenia otomana, muertas en condiciones espantosas. El primer genocidio,
definido como «un crimen cometido por un Estado con el fin de destruir parcial o
totalmente-- a un grupo como tal», comenzaba a la vista de todas las capitales occidentales.

En otoño de 1912, la Liga Balcánica -Serbia, Bulgaria, Montenegro, Grecia-, con el apoyo
de San Petersburgo, declara la guerra al «opresor» turco. En tres semanas de una
campaña relámpago, la Liga consigue hacer realidad sus objetivos. El «anciano enfermo»
pierde todos sus territorios en Europa. Mientras que las grandes potencias tratan de
resolver la crisis en Londres, la lucha comienza de nuevo en junio de 1913 entre Bulgaria y
sus antiguos aliados. La segunda guerra balcánica, muy breve (junio julio de 1913), es una
derrota para las tropas búlgaras de Femando I. A pesar de la firma de un tratado de paz en
Bucarest, el 10 de agosto, los pueblos de la península balcánica están separados por el
odio. La cuestión de Oriente, recurrente desde 1830, no deja de reactivarse, envenenando
las relaciones internacionales. Viena está preocupada por el prestigio obtenido por Belgrado
(Serbia) al término de las dos guerras.

Los austriacos deben tener en cuenta el rencor de los búlgaros hacia los serbios, acusados
de controlar Macedonia. Además de Serbia, San Petersburgo puede contar también con
Grecia y Rumania. Todos los ingredientes de una crisis internacional de envergadura están
servidos desde 1913. La continuidad es total entre los elementos de 1912-1913 y los de
junio de 1914.

LA CRISIS FINAL.

El 28 de junio de 1914, el archiduque heredero Francisco Fernando y su esposa caen en


Sarajevo bajo las balas de un estudiante serbio, miembro de una sociedad secreta llamada
“La unión o la muerte” o también “La mano negra”.

Francisco Fernando es víctima de negligencias de la política austriaca que, al corriente de


las amenazas de atentado, no adopta las disposiciones necesarias.

El funcionamiento automático de las alianzas, la voluntad de seguir adelante dando la


impresión de no ser responsables de lo irreparable, son algunos de los últimos factores que
originan la Primera Guerra Mundial.

Cada gobierno sucumbe a la tentación de sobreestimar sus propias fuerzas hasta el punto
de obviar la realidad: la guerra en gestión no se limitará a los Balcanes. Tampoco será
corta, fresca y alegre, sino larga y trágica. La guerra no era la solución para todas sus
dificultades internas y externas, sino todo lo contrario, un problema primordial en el origen
de una nueva jerarquía en Europa y en el mundo.

La Primera Guerra Mundial.

Las fases de la guerra.


Las grandes etapas de la guerra vienen determinadas por la relación de fuerzas entre
ambos campos: Alemania no puede luchar en dos frentes al mismo tiempo; ésta es la lógica
del plan Von Schlieffen.

Se denomina Plan Schlieffen al plan propuesto desde principios del siglo xx por el jefe del
Estado Mayor del II Reich alemán, Alfred Graf von Schlieffen, para la invasión y la derrota
de Francia, que fue el empleado en el momento del estallido de la Primera Guerra Mundial.
Consistía en que Alemania sacrificase en el este Prusia Oriental para retirarse al Bajo
Vístula, en beneficio de un poderoso frente ofensivo en la frontera francesa. El Ejército
alemán movilizaría entonces 1 500 000 hombres para el ataque en el oeste, mientras
mantendría 500 000 en el este para rechazar el ataque de los rusos, que sumaban 2 700
000 hombres. Los franceses y británicos movilizarían cerca de 3 901 000 hombres en las
primeras semanas para rechazar al enemigo. (Internet).

Se da al ejército alemán como prioridad la guerra contra Francia. Es el objetivo de la


campaña de 1914. El Estado mayor imperial impone un movimiento envolvente por Bélgica
y en menos de tres semanas 72 divisiones ocupan dicho territorio, además de Luxemburgo
y entran en Francia.

Sin embargo Joffre, consigue replegar sus tropas, se apoya en el espacio para ceder
terreno y reagrupar sus fuerzas en dos plazas: Verdún y París.

En sí, los dos ejércitos tratan de desbordarse lanzándose hacia la costa. En el otoño, la
guerra de movimiento deja paso a la guerra de trincheras. El plan Von Schlieffen fracasa,
pues las potencias centrales deben batiré simultáneamente en dos frentes.

El año de 1915 está dominado por las operaciones en los frentes orientales y balcánicos.
De Mayo a Octubre, los ejércitos de Hindemburg y de Ludendorff hunden las líneas rusas,
dejando fuera de combate a casi dos millones de soldados.

En la primavera, para dar un respiro a los aliados rusos, Joffre decide lanzar costosas
ofensivas en Artois, sin llegar a abrir brecha en las líneas alemanas. En 1915, cae el
principio napoleónico de la guerra de aniquilación, hasta entonces en vigor entonces los
ejércitos. Se abre paso así, en 1916, a una guerra de desgaste, cuyo objetivo estratégico es
menos la destrucción de los ejércitos enemigos que el agotamiento de sus recursos
económicos.

Falkenhayn, el general en jefe alemán, pretende provocar la batalla para forzar al enemigo a
gastar sus municiones y a debilitarse. El objetivo que persigue es claro: imponer en Francia
pérdidas dobles o triples de las suyas. Como consecuencia, la cobertura vegetal
desaparece totalmente por efecto de los bombardeos, los cráteres de obuses se convierten
en puntos de apoyo improvisados. La estrategia de desgaste es un fracaso, las pérdidas
quedan casi equiparadas, a uno y otro lado.

Se destacan las batallas de “hombres abandonados”, que revelan el fracaso del mando y la
energía de la desesperación de los soldados que viven un infierno.

En 1917, el centro de gravedad de la guerra cambia de dirección. Se desplaza hacia el


Atlántico donde los submarinos alemanes atacan a los mercantes aliados que transportan
avituallamiento desde EEUU. La opinión pública norteamericana se conmueve con los
ataques contra los barcos neutrales. El 2 de abril, el Congreso aprueba la intervención
militar propuesta por el presidente Wilson. La guerra europea se gana así el nombre de
Primera Guerra Mundial.

Mientras que la Entente conoce este éxito, Alemania acaricia la esperanza de una paz
separada con Rusia y una disociación de la alianza franco- rusa. Los fracasos militares
cuestionan el prestigio del zar, al mismo tiempo que alimentan la corriente pacifista. El
nuevo gobierno intenta cumplir con sus compromisos diplomáticos, pero el ejército se
desintegra cada vez más bajo el efecto de la propaganda pacifista y del cansancio. El
estado de ánimo general reinante de Europa: el año de1917 es el año terrible, el de las
rupturas en el frente y en la retaguardia.

En Rusia, la crisis de los civiles y de los soldados se combina para facilitar el golpe de
Estado organizado por los bolcheviques: la revolución de octubre de 1917.

El año de 1918 será decisivo: los generales Ludendorff y Hindemburg, quieren aprovechar
el armisticio firmado con la Rusia bolchevique de 1917: las mejores divisiones alemanas se
trasladan del Este hacia el Oeste ara salir de las trincheras e imponer al adversario una
guerra en movimiento. El tiempo apremia, la superioridad número de EEUU solo es
momentánea porque las fuerzas de EEUU comienzan a desembarcar en los puertos
franceses. De marzo a julio las fuerzas alemanas desatan ofensivas que abren al frente
franco- inglés. El 18 de julio, los alemanes sufren un contrataque y finalmente en agosto se
recupera la totalidad de los territorios ocupados por los alemanes. Las tropas alemanas se
repliegan en orden hacia el Norte y el Nordeste, de modo que el estado mayor aliado
considera que la guerra durará por lo menos un año más.

No obstante, en Bulgaria, Turquía y Autro- Hungría, los combates cesan. Durante el mes de
octubre, en Alemania, los militares y los políticos se endosan mutuamente la
responsabilidad de la firma del armisticio: los militares no quieren asumir la derrota, pero las
revueltas revolucionarias del 3 de noviembre obligan a Guillermo II a abdicar. El 11 de
noviembre los beligerantes firman el armisticio en Rethondes.

El cese de los combates no es tanto el resultado de victorias sobre el terreno como


un desmoronamiento económico y psicológico de la retaguardia. Así nació el mito de la
“puñalada por la espalda” desarrollado por los combatientes alemanes, que se
consideraban traicionados por los civiles.

General Anthoine: “la guerra presente parece haber mostrado que la destrucción de los
ejércitos no es indispensable para que se rindan los pueblos”.

La guerra ¿Para qué?

En cualquiera de los campo, los gobiernos plantean los mismos objetivos: la guerra
“defensiva” comenzada es la del “Derecho” y la “Justicia”. Se trata de defender sus valores y
su identidad contra el agresor que pisa el suelo patrio. En muchos países, el objetivo
prioritario está muy claro: los franceses deseaban recuperar Alsacia y Lorena, los belgas
tratan de restablecer su soberanía, los rusos quieren garantizar la libre circulación a través
de los estrechos, los alemanes luchan por sus derechos de participación en la
administración del planeta (Thomas Mann).

Las circunstancias de los combates, llevan a los dirigentes a precisar sus objetivos de
guerra, que para muchos son anteriores a 1914.

Alemania: en septiembre de 1914, el canciller Bethmann Hollweg desvela los objetivos de


su país: hacer pagar a Francia grandes indemnizaciones de guerra, arrebatarle la cuenta de
Briey, la cara occidental de los Vosgos, los altos del Meuse y la costa de Dunkerque a
Boulogne. Estos objetivos que permanecen prácticamente idénticos durante toda la guerra
son la manifestación de una voluntad de poder evidente: imponer a sus adversarios una paz
de derrota, que sea el testimonio de la absoluta superioridad germánica.

Rusia: en 1914, los rusos desean remodelar el mapa de Europa para garantizar su
seguridad y favorecer el paneslavismo.

Francia y Reino Unido: A sus objetivos tradicionales, lucha contra el militarismo prusiano,
reducción de la potencia naval alemana, destrucción del imperialismo germánico,
restablecimiento de la integridad belga, añaden en 1915- 1916, principios relativos a la
disgregación del Imperio Otomano: formación de un reino árabe, delimitación en Oriente
Próximo de zonas de influencia recíproca, pero el gran desafío era convencer a Italia a que
entre a la guerra.

Italia: finalmente, por el tratado secreto de Londres firmado en 1915, el país se alinea con la
Entende. Roma se lanza a la guerra para realizar sus objetivos nacionales, obtener las
tierras irredentas, controlar una parte de Dalmacia y participar en el reparto del Imperio
Otomano.

Estados Unidos: el presidente se apoya en la opinión pública para enunciar en un mensaje


al Congreso, el 8 de enero de 1918, el programa de la paz del mundo. Se trata de los
catorce puntos en la base de los trataos de paz.

La guerra total.

La Primera Guerra Mundial es la primera guerra total de la historia contemporánea.


Intervienen parámetros muy importantes, como lo son el psicológico y económico.

El liberalismo, deja paso a la economía de guerra cuyo modelo de referencia es la Alemania


imperial, ya que su posición continental y el temor a un bloqueo económico habían llevado a
los responsables alemanes a imaginar desde antes de 1914, una movilización económica.

En Francia, también los poderes públicos organizan el esfuerzo de guerra. En todas partes,
las necesidades crecientes de armamento llevan a los gobiernos a organizar el mercado de
trabajo: la movilización de caso 8,5 millones de hombres en Francia, de 13 millones de
soldados Alemanes, paraliza las empresas e hipoteca el futuro de los combates. La
feminización de la población activa en sectores hasta entonces reservados a los hombres,
permitió resolver las dificultades en lo que se refiere a la oferta de trabajo. En 1917 se
avanza una etapa más de las democracias: el Estado crea procedimientos de conciliación
entre los interlocutores sociales para evitar los efectos catastróficos de las huelgas.
Alemania, que recurre a los prisioneros de guerra, experimenta el sistema del trabajo
forzoso en la Polonia rusa ocupada y en Bélgica.

Todas estas evoluciones empíricas abren una nueva era en la historia del capitalismo, la de
la regulación monopolística estatal: la extensión de las funciones gubernamentales es
excepcional, ya que las grandes libertades que estructuran la economía de mercado se
interrumpen a causa de la guerra. Cuando vuelve la paz, organismos estatales
desaparecerán, pero durante más de cuatro años el Estado ser verterá en regulador de la
economía. Queda, pues, demostrado que el control y el impulso que emanan de los poderes
públicos no se confunden necesariamente como dirigismo execrado por los liberales. Entre
el estatalismo y el mercado, entre el socialismo y el liberalismo, una tercera vía que
combina los dos anticipa la evolución fu tura: ha llegado la hora del capitalismo organizado.

El dinero, nervio de la guerra.

Con la declaración de guerra, los Bancos Centrales de los países beligerantes suspenden
inmediatamente la convertibilidad de la moneda. La media no es nueva. La longitud de la
guerra desequilibra de forma duradera el circuito de la captación de ahorro y de las finanzas
públicas.

Las dificultades, ocultadas por la guerra y por el control de cambios, estallan una vez
firmados el armisticio y la paz. La inestabilidad monetaria se convierte en un problema
crítico del periodo entreguerras, con el que se enfrentan equipos gubernamentales poco
preparados.

Todos los países utilizan las mismas soluciones para financiar su esfuerzo de guerra.
Algunos, como el Reino Unido, aumentan en mayor medida la fiscalidad, que cubre así el
28% de los gastos totales; otros -las potencias centrales- instauran un verdadero monopolio
estatal sobre los cambios y los bancos.

La guerra es portadora de un cambio importante en el equilibrio planetario. Europa se


empobrece, mientras que Estados Unidos se beneficia de un enriquecimiento generalizado.

El derrotismo, el enemigo interior.

En 1914, la certidumbre de la brevedad de la guerra alimenta un entusiasmo de fachada.


Las fotos de la época nos presentan manifestaciones patrióticas fervientes, inscripciones
que proclaman la seguridad de entrar en unos días en Berlín o en París.

Desde finales del año 1914, la guerra de posiciones lleva a los poderes públicos a ejercer
su poder de cesura y a prohibir la publicación de cualquier información o artículo sobre las
operaciones militares o diplomáticas que pudiera favorecer el enemigo y ejercer una
influencia nefasta sobre el ánimo de la retaguardia y de la población. El derrotismo, creación
lingüística de la Primera Guerra Mundial, define al enemigo común.

Una prueba importante para los regímenes.

Ya antes del siglo XX, muchos regímenes políticos no consiguen pasar la prueba de la
guerra. De las tres grandes familias reinantes de la Europa Central y Oriental, ninguna
sobrevive a la guerra. Las democracias pasan con éxito por estos tiempos trágicos hasta la
victoria de 1918.

La victoria del 11 de noviembre de 1918 es tanto la de la Ente te como la de la democracia


que hierve por toda Europa. El proceso abierto por la Francia revolucionaria en 1792 parece
cerrarse ciento veintiséis años más tarde. No obstante, este triunfo de la democracia no
podría disimular las carencias y los peligros potenciales, La longitud de la conflagración y la
necesidad de movilizadas las energías modifican las reglas del juego democrático: a los
regímenes más o me nos liberales suceden sistemas más autoritarios marcados por la
concentración de los poderes en las manos de un jefe político.

Cuatro años de guerra alimentan la oposición entre los del frente y los de la retaguardia, los
de primera línea contra los atrincherados; las terribles pruebas sufridas en 1916 y 1917
modifican el sentido del combate y alimentan en los que han ido a la guerra un estado de
ánimo compuesto de extremismo y de pacifismo.

La muerte de una cierta idea de Europa.

Entre 1914 y 1918, la guerra suicida- entierra una cierta idea de Europa que se identificaba
con una garantía y una certidumbre: la violencia y la duración de las operaciones militares
interrumpen el proceso de acumulación material, inmaterial y demográfica que había
comenzado hacía más de un siglo en el viejo continente.

En este sentido, la guerra es una inmensa regresión que invierte la relación entre Europa y
el resto del mundo. Esta excepción consistía en haber escrito una histona en el registro de
lo universal. -Lo excepcional no es lo que la separa de las demás naciones, sino lo que
hace de ella un modelo Todos los valores europeos desaparecen en el salvajismo de los
combates. El europeo aparece con los rasgos de El hombre vencido que esculpe Wilhelm
Lehmbruck en 1915-1916. Ha sonado la hora del caos.

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