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38 ANTHROFOS 166/167 ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ARGUMENTO 166/167 ANTHROPOS 39

10. Ver R.L. Kugtuí, Umvtrsutady xucitiltul en I" E.\t>üil¡t Mu- 19. Las aicltttí plantean sanos problemas' du control bibliográfi- . . Ya iiiíi/niíin tnew attjnbibefoyse en
tierna, Mudn'd, Tecnos, !9S[, y M.C. Giuvíu tí¡ Bníerrfu, «Lcctuní co: ILW mis antiguas no suelen hacer constar lu fecha ni ningún La canción tradicional, e(n) non mnuia'e
y rasgos de un público», &l<nl de Oni, XII (1993), pp. 120-130. olro dato sobre la Imprenta dii emisión. Esto ocuiru con buena
11. Ver F. Uzuro Cuiretgr, Estilo httmtca y iierstinulidad mu- parte de las producidas u lo largo del XVII, En el siglo siguiente autobiografía poética Xttr kefareyti ya tnntntntt
t (n)im beyjellti Idttde.
dará, Sulumuncu, Anuya, 1966, p. 32. tienden u apuntar el nombre de lü ciudad y del impresor rvsporesi'
12. Tules piezas establecen contnisles con los untos principales, ble. Por contra, lu consignación del mío no suele encontrarse haMa del pueblo Madre, mi amado se fue
cuyu nuiunilcia aún debe seguir siendo eMuditida. Hoy por Iioy bien avanzada la centuria, sin ser nuncu una practica gencrallzau'u, y no ha lomado.
conocemos muy poco sobre los engarces scmúnllcos entre comedia ni fiable, Tambiín en tonto ul cambio de centuria empieza u ser
¿Qué hurí, mndre?
y pleziw menores. Son islas las que u v=c« deciden sobre el íxlto frecuentó que eMus ediciones lleven un número de. orden, que 1»
o frucoso de! espectáculo. Implica en series, algunas de las cuales —Herederos du Gabriel tía
José Manuel Pedresa N¡ un beso ha dejado.3
13. Ver FJ. D(« de Revengo, Trutro tlt U'¡'c de Vega y ¡frica León, Leefdael, Orga— superan las trescientas unldudcs. Existe un
trailícianul, Murcia, Universidad, 198Í¡ C. Hcmdild« VulcOrcel, progresivo inienís lacla las mismas por paite dü los bibliógrafos y Muy poco después de que lo hagan las jarchas,
Un cuentia en el teatro de L,t¡ie dt \'fgu. Murcia, Universidad de críticos del teatro clásico espufiol, que lia generado mayores exi- Uno de los primeros y ITIÍÍS hermosos Indicios docu- empiezan a documentarse la épica castellana —tam-
Murcia / Kussel, Refchenberscr, 1992. gencias u lu lioru do controlarlas con ülstenias descriptivos específi-
mentales de bailes y canlos vivos en la Península bién cantada pero muy diferente formal y funclonal-
14. Ver F. Swruliu, La renegada de ValladofíJ. Tnmctttrlu cos y lia estimulado la localUacIón y cotisígnación en catulogoi
dramática Je un Irma popular, Toulotise, UnIvetsKí, 1970; M.C. especial i zudas dü diversos fondos. ibérica se halla en la cueva de Cogull (Lérida), don- mente de la canción lírica—, y la canción «de ami-
García de Enlerrfa, «¿u Baliasurai pliego, comedia y canción», en 20. SÍ nos centramos en el siglo XVIII, donde el conirol ue de manos paleolíticas representaron la danza de fer- go» galaico-portuguesii, puesta en boca de mujer por
D. Ptrinán y P. OutHzella (eds.), Smilxiliie riwnur. Símil In muiré lid.seripeíotjes croiioldgícas y geogníficas es (ictiblí!, cnconinirenios lilidad de nueve mujeres en lomo a un hombre, trovadores cuyo ufan se centraba —daba igual que
,11 ávida MunrM, Pisa, Quimil n!,'l9U9, pp. 219-238; de la mlsnuí cifras uui evidentes que alionan cualquier cumcnlario: do las 2.28|
Oirás pínlums rupcslres, el vnso ibérico del Cerro de fueran reyes como don Dionfs de Portugal o simples
uuloru, *HuBlograJTu popular y comedias, de sanios», un La cimie- cntriKliW du los I,ii¡wsm se\'lltanaí ilcl *f«/« XVHI d« Agulhir l*i-
tila ilf magia y tic funttu (ed. du FJ. lilusco a <//.), Oljrtn, íúctir, fluí, 667 corresponden a Impresos teatrales («129,2 %). San Miguel du Liria, o los vnsos griegos de Ampu- músicos ambulantes— en Imitar la es I remecida sen-
l992,pp.7l-S2. 2!, «lil 'Jardín Anwiw'. Primeros pasos Iwcla la rccoiLsinjeelán téis., Oiilcra, Metida o Ihiza, muestran imíígcnes de cillez de las voces, temas y estilo populares:
15. Ver J.A. Maruvall, La rullitru..,, cll-, pp. 181 y si. ¿.CúilW de una roleccMn de comedias du íinules di;| siglo XVII liastu co- tambres y mujeres que danzan, tocnn Instrumentos
no se vun u producir descuidos cuando huy que escribir un texto mleinos del siglo XVIII», en Pítllugot í/[(/»(ÍHfow ¡k1 Anaienlam. Ondas do mor da Vlgo,
musicales y —con toda seguridad— cnnlan. El geó-
•en liona veinlícuutro*? De luí es exigencias se piKde salir ul paso El leutrii eiimilt'l ajines del Sigla XVII. lILunríii, ciilt'ini y ¡tati\>
en ¡a Espolia tle Curíus II (ed. de J. Huenu Calvo, H- den üoer y grafo griego Estrnbón describió a los indígenas celtf : se vislos meu amigo?
buscando coluboruciún. A partir de los míos velnie se pone da
motju esta mutieru de afrontar lii eltiboniclún de las comedias, Lo F. Sierra Martínez), Amsterdam, Rodopl, 1989,1.11, p. 291. boros danzando en loor de la luna hasla c! amanecer, E al Deus, se verra ceda!
normal es quu se junten lew —uno por Jomuclu—, pero pueden 22. El Iicrmaitamiento físico y cspirituul de comedias y pliegos y a los lurdctanos cantando sus leyes para memori- Ondas do mor levado,
llegar u ser hasta nueve. Los drumalureos hacen frenls asi a los suchos es palonte, sobre lodo, en las llamadas rttaeiwes ili' comt-
zurlas. Las preciosas descripciones de Marcial y Ju- se vislcs meu amado?
compromisos, y lambían les sirve do palestra en la que medir sus illuí. Estas surgen U fines del XVI! y triunfan en los dos o Ires
habilidades con oíros colegas: es el cierno juego de la tensan, de Ul primeros decenios del XVHI. Es un Ctnóincno andaluz, sobre lodo vcnal dii las danzas gaditanas, o de Silio Itálico de S ai Deán, se verra cedo!
disputa profesional tan líplcu de círculos de escritores. Pero, en sevillano, de muy Interesantes sugerencias tipogrúfkus y socio!úgi- las danzas de taconeo galaicas y de cantos femeni- So vistes meu amigo,
cualquier caso, solos o asociados, a los dramaturgos no ocasiona- cus, y que ha ublerto un apasionante debate sobre su origen y fun- nos para acompañar las faenas agrícolas, son otros o por que eu sospiro? .
les, u los que quieren ser ülgo en la escena espútala, se les wlgen dan. Ver J.E Gillet, «A ncelccted chaplcr !n ihe hirfory of tln
tantos jalones primitivos de la que se puede conside- E al Dett.1, se verra cedal
gruesos repertorios. En lu Imposición del modelo drumSilco de Spunlrfi Romane»., Rmie III\iHin!i¡iif, LV! (1922), pp. «•W57 J
Uopo contó, sin duda alguna, lu fueren iiicon I estable de los núme- LX (192-1), pp. 37-40; M.C. García du Enlerríu, Ji«-íc</(ní >• iwttfa rar una consirmte de la cultura y de la vida hispáni-
Se visles meu amado,
ros: comedias y mis comedias alimentaron los circuitos do la nue-- de curtid en el Durrwu^MiMil, Taurus, 1973, pp. 336-374, y cas: el reflejo y In identificación del pueblo en sus por que ei gram coidado?
va maquinaria. Es muy posible que SU amigo Montulbün cargue la «Literatura de cordel en tiempos de Carlos II: Oíneros parulealru- manifestaciones artísticas orales y musicales. Lo que £ al Deus,,« verra ceda!3
muño cuundo, en el liomennju que a su muerte le rinde en Liiftimu les», DíWtijíiit lih'i/dnkns de Aniste-nlam*., cil., U !, pp. 137-154; J.
explica, entre otras cosas, el milenario tópico —que
iníilitwi, lu atribuye 1,800 piezas largas y 400 nulos sucrumcnlales Molí, «Un tomo Cacticio de pliegos sueltos y d orlgun de las nila-
—el propio aulorsc ulribuye 1.500 «Cibuius» en lu Entoga u Clau- ciiwes du comedias», Stgísmtinttu, n.* 23-24 (I97CJ), pp. 1-13-167; hicieron y hacen suyo desde los cronistas romanos Desde que en el siglo XIV se agotan los ecos cié
dio—, poro es i|UC ücgutiía siendo un ivportorio Irmlciinzable pivni M.G. Profcll, «CwMrtftw o retudiMf?. lu riceiloiiu devinta*, Cul- de las danzas giiclitanas hasta los turistas Japoneses csla Úrica «de nmigo» hasta que, a fines del XV y
cualquier olro reprc-scnirailu du la dramaturgia universal, nuuquu I'HIUÍIII» Calílfni/ilaniiiii Inlentuliiintile. Allí, L'AquIla, 1983, pp. seducidos por el ftnmcnco— de los españoles como comienzos del XVI, se inicia la ntilGiilícu edad de
sólo lisltivlcm compuesto por Ira alrededor de 430 comedias qmi 91-114. Sus primeros leslimoníos parecen explicarse de-«)c lu pn> pueblo vocacjonnlmcnlc músico, cantor y bailador. oro —al menos desde el punto de vista de la docu-
hoy dfu podemos leer, de liwquu 316 son indiscuilblemcrteuutín' pln dinámica del pliego suelto, como ulliiadauwnte Im upunludo
ticos, según Morluy-Bruerton (Craitulogta <!e las comedías dt M.C. Oaretu de Enterría («Llleraturj de'cordel...., cil.). Paru J. Tras un milenio más —el primero de nuestra menlacjón escrita— de nuestro cancionero, los es-
U>i>f df VeKti, Intl. esp, de M,lí. Curtes, Madrid, Greda;, 1968). Gillet, el teatro pagurfu as( al acervo romunccril lu deudu conlrjídj cr.i— de documentación Indirecta, 1 y como traídas a casos textos de lírica popular conservados suelen
El sí (jan I baño tambiiíii su du en lu nómina de dramaturgos, Lu por autores como Cucvu o Lope al apoderarse de romances y en- propósito para confirmar el tópico, las primeras can- estar Integrados, como ilustraciones anecdóticas o
utcncióVi u laíi voraz muqulnuria requiere muchu mano de obra gastarlos como relaciones en sus comedias. Todo esto lo que maí-
ciones populares que se documentan —ya en el si- como elementos poéticos secundarios, dentro de
uritstlcu. Según Pírez de Montalbdn, en 1632 son mils de clncuen- cu es la pcrtcnaicia u un m'ismo universo cultural de las manlfwa*
tu tos escritores de comedias quu hay sólo en Madrid. Para nsonv clones impücudas. A medídu que el fenómeno M mueve, upAtís- do XI— en las nacientes lenguas románicas son obras mayores del tipo de crónicas o poemas de
brurNe con «1 volumen lotul coiislulodo a lo largo y ancho de lu mos olro paraleli.ímo con e! romance: lu aparición du relaclon« hispanas, Preciosos frutos do In convivencia de las clerecía.4 Pero igual que, siglos antes, modas im-
cronologtu y lu geografía del fenómeno, puede coiwullune el Cuta- -lluevas». Tanto islas coma las viejas parece que tuvieron, cutre ircs grandes culluras peninsulares de la Edad Media, puestas por los creadores de moaxajas árabes y he-
lugafcí/ií/fisnl/Tw)• Magnifica de U Bunvru (Madrid, RIvadeney- otras, una función escénica: reflejar, o upoynr, et recluido de mo- las jarchas romances eran cancioncillas populares breas y por trovadores galalco-portugucscs nos ha-
m, 1860; «I facsímil, Mudriil, Credos, 1969), nólogos dramáticos en diHerniInudoü manemos de la ucilvldad so-
16. Ilutarla tlt lu Literatura E.\¡Hii\«la, I, Madrid, Cdlcdra, cial, las llamadas tertulios. Sobre su relación con esto contalo que se engastaban como precioso colofón de elabo- bían preservado las esencias líricas de los siglos XI
1990, p. 631. ' Miste un testimonio «plfcllo, aunque tardío, de BUUKQ SVIJie, r.ii!;is moaxajns en árabe o hebreo. La importancia al XIV, dos fenómenos más o menos covirnturales
17. Lope, que Cuc el principal responsable en lu consecución dü uparte di; las Idras uliaincjilc expresivas de algunas de estas1 relj- liiLT.iria de las menos de setcnia jarchas romances trocaron en abundancia, a partir de finales del XV,
una fórmula dramfitlcu paru los escenarios, marcó lambién Invo- clones (ver G. Vega García-Luengos, «Lcciores y espectadores J(
conservadas es trascendental, entre muchas otras co- la escasez documental que anles había mantenido
lunlañamcnte una paula para su rendimiento en las Imprentas. Las lu comedia barroca: los Impresos tcatnilis sevillanos del si£lo
primeras ediciones de sus comedias, U partir da 1603, sentarán los XVIII», en Estad» actual de lia estudias sulire d Sigla de Ora. s;is porque inauguran toda una época —en la que casi en silencio la canción tradicional: el desarrollo
criterios que luibfan du perdurar durante más de dos siglos, liastu Afín.'! dfl II Ciingresu liiieritaKÍuiuil de llhpmlnhn drl Siglo & csiamos aún inmersos— y una forma de transcribir, de la música polifónica cortesana hace que los me-
superar el primer tercio del siglo XIX. Ota, ed. de M. García Martín, Salamanca, Universidad, 1993, UII, transmitir y recibir la poesía en la lengua del pueblo. jores músicos •—los de la corte de los Reyes Cató-
18. Salvando las distancias, esta doblu oferta parece reflejar lu pp. 1.007-1.016). licos, y luego los Hecha, Milán, Narvácz, Fucnlla-
Por añadidura, su calidad poética y concentrada
diCerencuiclón de públicos en la dimensión escénica: pañi los pu- 23. Ver M.A. Morfnlgo. *!•! teatro como sustimto de lu novtli
en el Siglo de Oro-, firvíiln df lu Universidad de Duenm A!re¡, emotividad siguen conmoviendo un milenio después na, Vásqucz, Salinas...— armonicen y editen cien-
dlenics y para los consumidores de libros están las partei, pura
lodo el público se discurren las mielitis. S.' ípoca, atlu2 (1957), pp. -i 1-6!. ilüsu puesta por escrito: tos de cancioncillas populares; paralelamente, el
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desarrollo tiel leatro llevó a que los mejores dra- quísimo repertorio lírico que parccín tener reservadas Hacia 1580 empieza a adquirir renovado auge cionales, esos bailes tan llenos de fuego y de volup-
maturgos —Vicente, Rueda, Cervantes, Lope, Tir- canciones para cada motílenlo de la vida y de las —renovado porque era un metro con raíces v¡e- tuosidad [...] ¿Y que quiere introducirse en su lugar?
so, Calderón...— pusiesen en bocti de sus persona- relaciones comunitarias. De las colonias africanas y j;is— la seguidilla, que marca el inicio de la deca- I El rigodón!, esc baile de autómatas [...] jLa Mnzur-
jes el repertorio de canciones mus rico y variado nmerieanns llegan sones que- se funden con los his- dencia de oíros mclros antiguos —cnlrc ellos el ka! [...] el galop...».14
que imaginnrse pueda. A eslos dos fenómenos de- panos en una palpitante mezcla que pone de moda el mismo villancico— y la irrupción de nuevas mo- Con el Romanticismo se impone una valoración
cisivos se sumaron otros como la moda entre los guineo, ¡n zarabanda, el zarambeque, la chacona...' das y estilos de nuestro cancionero. Modas y cs- mucho más positiva —incluso idealizada— de la
poetas cultos de glosar —es decir, de desarrollar Cantos y bailes que. a menudo continuaban su cami- lilos que se han mantenido, en lo mis básico, has- poesía y música populares. Después de que Juan Ni-
poéticamente— cancíoncillas populares, y la proli- no hacía imn Europa —Francia c Italia sobre lodo— ta lioy mísmo, como üuslra el hecho de que una colás Bb'hl do Fobcr publique entre 1821 y 1825 los
feración cíe pliegos sueltos con canciones y roman- que acogía y adaptaba con entusiasmo los bailes es- seguidilla lan lamosa en el siglo XVII como fue tres volúmenes de su floresta da rimas o/iíí¿'imí
ces que se vendían por plazas y calles, o de her- pañoles y mestizos. De tal modo que el camino la de... castellanas, que reivindica los pasados esplendores
mosos volúmenes —las Fiaras, Jardines, Ramille- abierto por las muchachas gaditanas que «difundían del cancionero óureo, su hija Cecilia —que firmaba
tes.,.— que acogían en formato de libro cíenlos de muy lejos, en la Roma tic Tilo y de Trujano, las QuedcMnnznnnrcs
Fernán Caballero— emprende (a partir de 1859) los
composiciones. Innumerables refraneros, reperto- graciosas coplas gaditanas, canuca Gaditana, que era la niña,
y el galíiii que la lleba, primeros intentos serios de recogida y edición de
rios lexicográficos, novelas, silvas y misceláneas los jóvenes romanos a la moda no se cansaban tic canciones y de otros materiales folclóricos con crite-
déla Mcnbriliti,"
de costumbres, enciclopedias, crónicas, etc., se repetir»,* siguió abierto, por ejemplo, para la can- rios muy parecidos a los actuales. Desde entonces y
contagiaron igualmente— incluyéndolas, glosándo- cioncilln de origen medieval: se siga cantando hoy en día —bien que con las va- hasta hoy, miles de recopilaciones de canciones lo-
las, mencionándolas o comentándolas— del apre- Tunen a la queda, riantes propias de la tradición oral— en pueblos cié madas de boca del pueblo han ido recuperando una
cio de los autores y públicos del Renacimiento y rni amor no viene: la provincia de León: parte eje la riqueza casi infinita de formas y lemas,
del Barroco por las cancioncülas populares. Resul- nljjo lieuc cu el campo de funciones y ritos, de experiencias y emociones
De Gordalizn del Pino
tado: los miles de bellísimos textos que, siglos des- que le delienc.y del pueblo, que crislalizan en la canción popular.
ero la chica,
pués, la profesora Margít Frenk se ha.ocupado de que ha sobrevivido así en la moderna iradición ita- . y el mozo que la ronda Hoy, en pleno tránsito de una cultura oral y oral-
urracímar en su monumental Corrías de la antigua liana: de Calzad! I la.11 escrita hacia otra que cada día se ve dominada
lírica popular hispánica (Siglos-XV a XVII)? que por potentes y unlformizadorcs medios de masas au-
Vespttra XIIIIH, e ruinar ntln ntnt vltiiei Entre el Barroco que mucre a fines del XVII y el
reúne la práctica totalidad de las canciones popula- diovisuales, la canción resiste en boca del pueblo.
ti che l'¿ innriii, ti tjiitilflicttitu !n tiene, Romanticismo que triunfa n mediados del XIX hay
res documentadas en nuestros Siglos tic Oro. Y con una riqueza de registros que sigue asom-
ii rita l'é moría, o dic i'¿ salera, un interregno dominado por idearios y modas ilus-
El tipo de canción mas representativo de aquella brando. Así, en el pueblo burgalés de Hacinas si-
a initi ladra tl'tuntirme l'n ttiWl."1 tradas y xenófilas muy poco sensibles a la cultura
época era el villancico —de «villano» o pueblo rus- guen cantándose incomparables villancicos «a la an-
del pueblo, En el terreno poéllco-nuistcnl, baste po-
tico que los cantaba—, compuesto por una simple tigua», ecos indudables de la más arcaica lírica pe-
ner como ejemplo la prohibición de Carlos 111 de
estrofíla inicial a h que siguen una o varias estrofas ni nsulan
glosadoras, que repiten siempre alguna fórmula de In cantar y bailar en fiestas como las de mayo y San
inicial: jftJ^jfe*Sffip£jjbt;.fe'--"^t: '-g &?-•&. - • •.•; '-¿j¡ *si5# «vis» ^ Juan, y las facilidades que casi todos los reyes Bor-
Recuerde Iti reina ainareí,
boncs dieron, en cambio, a la penetración de cantos <¡\te vita' sus embajadores,
Y In mí rinta ¡lunilla y danzas foráneos, especialmente franceses c italia-
nos. Sin embargo, la riqueza de la marginada tradi- Recuerdo la reina amores
¿¡>t>niu¿ »¡f In fu/mi
dos horas anlcs del día,
(¡iiit'ii un mif h¡ din'/ ción popular seguía llamando la atención ti persona-
(juei'iV/r sus cmbnjiKlorcs
jes como el viajero ¡milano Giuscppe Baretlí, quien ncn7.nrln y n vcstirhi.
L¡| mi (.'«Un ile oro fino
ilitimdn mi limin nmigo, se asombraba —y transcribía preciosos ejemplos en
su diario de 1760— cíe las inusitadas habilidad y Actuarla y avestirln,
lómemela mt mnriilo.
recuerde In retan nmorcs
ifar <¡uf tac Itt lamtl celeridad de los campesinos analfabetos para impro-
dos horas nnlcs del iilha,
quien i\ti me In din'/ visar seguidillas." En 1835, la contradicción entre la que vteit' sus cmhnjndores
cultura poí tico-música I «oficial» y la popular queda u veslirln y a cnznrln. •
LÍI mí cinla de oro claro
iliómcla mi lindo ainado, perfectamente reflejada en la crónica tic un baile en
A vestirlo y neniarla,.
lómamela mi velado. el madrileño cafe-salón de Sania Catalina: «Digna
reátenle In reina timares
iPtirqueme In lamií de todo elogio nos parece la idea de procurar diver-
¡¡lie víeti' sus etttbajtulures.1*
(¡ttkn limítela día?6 siones ni pueblo; pero al mismo tiempo no podemos
menos de criticar la elección de los bailes que toca- En el extremo opuesto, los olivareros cordobeses
Pero no sólo el villancico —fundamental mente ron, pues ninguna afición tiene ni puede tener a la
o los chistosos críticos de las nuevas costumbres cu-
amoroso— llena aquella edad de oro de nuestra líri- e.xóü'ca mazurka la gente a quien estaba destinada narías vierten en sus canciones conceptos c ideas
ca. Canciones en tocios los metros y Cormas, de lodos qiam mw pKfloquírra »<n»JN esta función. Así es que en entinto llegó el tumo de
to4aéflQUíliüíqutremanrfw chocantemente modernos:
las temáticas —también la satírica, báquica, política, la jota aragonesa, empezaron el movimiento y la ale-
$s fcftJl»5jon las hutittmflite ífiadn*»;- Vi
fúnebre, pornográfica, etc.— y funciones —para los ma, los codazos y los pisotones, para lograr puesto A la scilorn ensera
bautizos y las bodas, las fiestas de Navidad, mayo o c¡i alguno de los muchos círculos que en un instante le pedimos un favor:
San Juan, las faenas agrícolas o los entretenimientos se formaron [...] Y en verdad, que vemos con sumo que so venga n los olivos
infantiles— «floran por doquier, conformando un ri- dolor que se vayun desterrando nuestros bailes na- y se Inilga el iransislor."'
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A Morrojable yo fui 3. Cunilga del trovador gallego Martín Codox (siglo XII!), edi- ciadas hasta constituirse rápidamente en uno de los
con ganos de comer pescado: tada en A lírica salegu-iiortuguesa (etl. E. Gom;ulve¡ y M.A. Ro- La poesía de cordel best-seller de la cultura literaria española (Cruick-
y, ¿saben b que paso? mos), Lisboa, Comunlcucjio, 1983, p. 261.
4. En cualquier coso, E. Aseaslo, en Pivilca y teatlJml en ti sliank, 1976 y 1978, y Whinnom).
Que lo tenían congelado.17 canclimeni peninsular t!r la Edad A/rJfu, Madrid, Credos, 1957, Dos cuestiones generales deben considerarse en
teca. 1970, ofrece pruebas de la existencia y la lulenciu folclófica Víctor Infantes torno a la poesía de cordel. Por un lado, la propia
Ni siquiera la televisión, fatal primera responsable de un rico cancionero peninsular medieval. terminología para definirla, puesto que la voz «plie-
de que sobre los restos de nuestra riquísima cultura 5. MiKlrií!, Cuslulla, 1987. Un Suplemento apareció1 en I99L
Otni obcu fundamenta] para el acercamiento al cancionero áureo go» y/o «suelto» no es ningún término habitual da
tradicional se esté construyendo otra cultura estanda- Análisis de las características editoriales de los pliegos
es, da la mlsnw autora, Estudia] sabré ¡(rica antigua, Mudrid, Cas- los siglos XVI al XVIII, que utilizan habitual mente
rizada y amenazante de todo lo que sean rasgos cul- suelfos poéticos desdo los ordenas, a finales tíoí síph
lolia, 197S, «coplas», «oraciones», «papeles», «hojas» en inven-
6. Sigo la edición do M. Frcnk (Corjin.t 237) de lu canción que XV, ftasfa finales del siglo XVII!, y de sus contenidos
turales y tradicionales dístinlivos, lia quedado fuera Inrios y citas literarias.5 La convención moderna de
upurece en LM sey¡ lílims del Del¡>li!n tle música de Luis de Nar- literarios generales.
del potente objetivo retratador de la sociedad que «pliegos sueltos» parte de una manera sistemática
vúcz (1538) y en el manuscrito M 454 (do fines del siglo XV o
anima a la canción. Lo prueba la copla que, en per- comienzos del XVI) de la Biblioteca de Cataluña (Buree Ion a). del Diccionario de Rodríguez-Moruno (1970) y así
Los dos términos de esle epígrafe relacionan entre sí
didos pueblos segovianos, refleja alguna de las preo- 7. Sobro canias y danzas folclórlcos del Siglo da Ora, con In- se lia normalizado en estudios posteriores (Romero
flujos americanos y en geneni], véase JJ. Rey, Dunzut cunimhu ea dos conceptos: un género literario específico y un
cupaciones —la concepción y la anticoncepción— y de Leccn, entre otras muchos) y en la multitud de
el liciHtclmkntti esparta!, Madrid, Sociedad Espaflota du Musicolo- modelo de constitución tipográfica concreto. Se
de los clichés pseudocul tu rales impuestos por la tele- gía, 1978; sotxu mutuas InfliwnctiK üu la ctuición española c hispa- ediciones facsímiles de los mismos, aunque compar-
unen nsf, lu literatura (el contenido) y In imprenta (la
visión —el familiar anuncio del «quitapolvos Jolin- noun tenelína, dt-sde entonces liuMa hoy, víanse utleinis' M. 1)3' ta también la de «poesía de cordel» desdo el famoso
Corma) para estructurar un producto editorial que
sonv— que tienen muchos jóvenes de hoy en día; rrlos, MiHlItmia y tupias tle ¡Ja y vueliu, Madrid, Culturu Hispáni- ensayo de Caro Enroja (1969a) y la divulgada inves-
ca, 1981 tipcnas sufrió modificaciones y que alcanzaría ti tra-
Las chicas de este pueblo tigación de García de Enterrfa (1973).ú La utilización
8. R. Menéndez Pidul, Puesfti druhe y ¡'iieifa euniprtí, Madrid, vés tic los siglos una enorme difusión y un extraor-
ya no pueden tener hijos, Espasu-Culpc, 1941, p. 14. de «coplas» o «romances de ciego» (Caro Baraja,
dinario conocimiento.
porque el polvo de Johnson 9. Sobre esta ciineldn, conocida en numerosos versiones hispí- 1966; Díaz o Serrano Poncela, 35-58), parece querer
nicas uniiEuas y modernos, véase Frcníc, CW/Jiw 568; y udcniAi, Esla vigencia, no logrnda por casi ningún olro
«cambio el polvo por brillo».111 especificar una poesía escrita o transmitida por estos
S.O. Armklcad, T/ic Spanlsh TratIHItm tn LuMuno, Y, hleitti íVl- proditcio editorial si exceptuamos algún género na-
«ruiseñores privados de la vista corporal», así como
El círculo de la canción popular como vehículo de Utenture, Nework, Juan de la Cuestu, 1992, pp. 95-98; y M.' D, imlivo con el que comparte en ocasiones un espa-
Bunio Alonso, «Aleunus nojas sobre "Aquwl püstoreillo, madre"», la de «romancero» (Agullnr Piñal), tanto sí es un
expresión que funde lo artístico y lo cotidiano, !o cio editorial común,' viene avalada por una poesía
en De l'ulaila y Urna: III Culix/itlu Interniu'íoriul del Romancero, modelo métrico como genérico, usado sobre tocio a
ideal, emocional y soñado con lo experimentado, per- 2 veis, (ed. D. Cuidan, J.A. Cid, B. Mariscal, F, Salwar y A. que, aunque codifica lemas, motivos y métrica, se
partir del siglo XV11I; en ambos casos, siempre den-
cibido o parodiado por el pueblo, se cierra. Entre la . Vulenciuno), Mudrid, Fundación Mcníndez Pídal - Universidad manileño apegada a unos modelos más o menos tro del marco editorial y IKerario'de los pliegos suel-
danza de fecundidad —con sus cantos sólo intui- Complutense, 1994, II, pp. 43-52. invariables, junto a una extensión editorial que fa-
ÍO. Sobre esta versión, ediluda en los Cuntí ¡itijitiliirl ventean!, tos. Estas convenciones mezclan en su intento de de-
dos— representada en la cueva do Cogull y la can- Véncela, 1872, de D.M, Bemoni, véase la reseriu de O. Puris en cilita su rápida lectura. Tenemos de esta forma finición criterios editoriales (pliego y/o pliego suel-
ción segovlana de «infecundidad» que se entona hoy Kwiunta, I! (1873), pp. 366-368, csp. p. 367; y m! resefiu a Ar- hermanadas la creación literaria con la difusión to), comerciales (cordel, por su colocación pura su
mismo, han transcurrido miles de años de andadura mlsteud, «Tlie Spanlih Trudillon», en la Revista tle Dlulectulugtti y editorial, el ingenio con el comercio, a lo largo de
TratlMoaeí Pautares, XLVII! (1993), pp. 256-259, esp. p. 238.
venta, o ciego, por ser autores y habituales vendedo-
común de la canción y el pueblo. Nuestra biografía más de cuatro siglos. Esto fue posible debido a la res) y literarios (romancero, poesía, coplas); hoy po-
11. La seguidilla dio título o la comedia d« Lorw El gaMii tle la
social y sentimental, nuestra identidad como entrama- Mdnbrlllu, y aparece ciluda en otras obras del Siglo de Ora. Cfr. conjunción de varios factores. Una extensa nómina demos englobarlas en una denominada «poética edi-
do complejo de pueblos, tradiciones, grupos e indivi- Frcnk, Ct>r¡>uí, 12B. de autores abonados casi con exclusividad a produ- torial» (Infantes (1991]) que relaciona íntimamente
duos con culturas e historias, caracteres y aspiracio- 12. Venlón recogida por mf de Lucilina IMelo, de 72 uflos, oí cir obras para ser editadas en pliegos, una buena
Vülamufifo (León) «1 6 de mano du 1993. el contenido con su manifestación impresa.
nes en parte comunes y en parte singulares, llenen en porción de textos anónimos destinados a los mis- Por olro lado, las caracterizaciones generales de
13. A. Sdnchez Romerelo, «Sobre la trudlclon oral en el sie^
la canción —ella misma herencia cultural común y XVIII: romances, coplas y seguidillas. Algunos testimonias», en mos fines o de textos específicos para los pliegos «literatura popular» (Marco, por ejemplo), «margina-
cada una de ellas expresión poética singular— uno de Einulugh f Futklore (» Castilla y Lean, Valladolld, Junlu du Cas- de autores que ademas escribían otros modelos li- da» (Saraiva; García de Enterrfa, 1983), entre otras,
sus más profundos, variados y naturales reflejos. Es (Illa y León, 1986. terarios, junto a una serie de impresores y editores
14. C. Alonso, «Los salones: un espucio mus leal paru la España como ««subliteratura»» (Serrano Poncela), «¡nfraüte-
decir, que no incurrían en ningún tópico gratuito los del X\X*. Anuario títukat, 48 (1993), pp. 165-205, esp. p. 179. dedicados a producir y editar esta poesía para unos ratura» (L'lttfra-Mératitre, aunque sea para siglos
viajeros griegos y romanos de antaño ni !os turistas 15. Versión recogídu pof mi en Hacinas el 7 du agosto de 1993, lectores fieles en el paso de! tiempo a su compra y posteriores), etc., hoy parece unificarse, desde sus
japoneses y americanos de hoy que, con alguna ra- durante unu rcprescnloción de su excepcional fiesta de El Reinad"', su consumo. manifestaciones editoriales, en el concepto de «im-
zón, nos consideran un pueblo naturalmente dotado e dalos completos sobre esta fvstn y M)bre tos quince vlllunclcos u Quizás el primer pliego suelto conservado como
la nnligua* que se Integran en él se encontmrin cu A. de Juan, f / presos de larga circulación» (Imprimes) y desde sus
inclinado al canto, al baile y a la música. Ftilkhre lie Hacinas, Burgos, Ed. del autor, 1935, pp. 45-121, tal sea el Rejúntenlo de príncipes de Gómez Manri- contenidos literarios, en el abigarrado liSrniíno du
16", A. Mulloz Culero, Canduntru tle Sierra Murena, Erttt que publicado en Zamora en 1482, y puede que esta «populan*. Sea como sea, con paulas editoriales o
i'Üvurei. Estompas putixilbeiues, Córdoba, Ed. del uuior, 19SO, impresión fuese una casualidad editorial,1 pues la poéticas, pretenden reflejar una literatura de abruma-
NOTAS p.I2.
17. F, Navarro Añiles y oíros. Ceñíate* tiiinwristlruf en la obrilla no daba para más extensión tipográfica y qui- dora producción y extenso conocimiento lector (Día?.
¡'¡'esta iratlIfliHWt tle FueneveMura, I*uci1o del Uosarío, I.N.D, S. za" por el tema, como présenle regio, quería editarse Borque, 114-118).
\ Unu visión general du los feí 16 menos músico- fu leí uncus du- Diego de Álcali, 1974, p. 51, exenta, como más tardes ocurrirá por otras razones Las características malcrinles de los pliegos suel-
cumentudos cu España, desde In pfulilstorist hasta los primeras- tcx- 18. C. de Sanios, LD. Delgado c 1. Sajiz, FMiire senuvlaw,
los romances, se pude encontraren J. Crivilld i Burgullo, El ful- con el primer pliego que contiene un texto en prosa;3 tos se pueden establecer bajo los siguientes aspee- .
!, La nirtltt del aña, Segovla, Cu]u de Ahorros y Monte de PiedüJ.
More nuiílí-ti! (llhlvría tle ¡u músh-ii «fWhtfcr 7), Miidrid, AlUuizo, 1932, p. 17. pero en e! espacio de muy pocos años, de 1482 a tos:7
1983, pp. 47-77, y en la amplia bibliografía u la que remite. comienzos del siglo XVI, este modelo editorial aco-
2. Jarelia romance Incorporada al Imal de dos tixwwipc arubcü giendo ya textos de muy diversos temperamentos • Formato prioritariamente en 4." desde finales
(Je Itxi Ubtxiii y líe AI-Hubta ul-Muisl, La «lito a partir de su
poéticos, pero en general breves* empezó a producir- del siglo XV, con algunas excepciones en 8.", n fina-
tn«lltcractóii u/übtuii, y ba.sdiiiionw pwciulrrwnte en lecturas óu
I.M.' SoU-Sotó, A. Jones y F. Corriente. se en cantidades sufidcnlcmente notables y diferen- les del siglo XVI y ocasionalmente en el siglo XVI!,
ANTH ROPOS
REVISTA DE DOCUMENTACIÓN CIENTÍFICA DE U CULTURA

PROGRAMA DEL ANO 1995 REVISTA DE DOCUMENTACIÓN CIENTÍFICA DE LA CULTURA

N.° 166-167, mayo-agoslo 1995, ISSN 0211-5611

N.° 164 (e ñero-febrero)


INVENCIÓN INFORMÁTICA Y SOCIEDAD Con la luz, con el aire, con los seres
La cultura occidental y las máquinas pensantes Vivir es convivir en compañía.
Placer, dolor: yo soy porgue tú eres.
I número ofrece un conjunto de propuestas para repensar determinados tópicos y conflictos
J. GUILLEN
: la sociedad de la información. La Inteligencia Artificial, instrumento y virtualidad de la
Aire nuestro III, Homenaje
Hodetcrminación social de la inteligencia.

N." 165 (marzo-nbnl)


JEAN-PAULSARTRE
Filosofía y Lileralura. Un compromiso crítico e intelectual
EI obra de Sartre constituye uno de los quicios del pensamiento y la acción crítica del siglo
X. La complejidad de sus propuestas comprende múltiples intereses y compromisos sociales, S U M A R I O
olíticos, estéticos y creativos. Pero sobre todo, el análisis y formulación de ese construirse el
sr humano en la historia, su tránsito y navegación por la existencia y su problematlcidad.
3 Editorial (siglo XVII), Q. Ledda [77]. Caraclarfetlcas del «perio-
N.Q 166/167 (mayo-agoslo) LITERATURA POPULAR. EL PUEBLO, SUJETO dismo popular- en el Siglo dg Oro, A. Redondo [80].
LITERATURA POPULAR DE CREACIÓN IMAGINATIVA Y DE CULTURA. Poláica y prensa 'popular1 en la España del siglo XVII,
Conceptos, argumentos y temas HISTORIA, MEMORIA Y EXPRESIÓN. UNA H. Ettinghausen [86]. Relación entre texto y rnelodk
CULTURA Y UNA REALIDAD MARGINADA en la música popular da tradición oral, M. Manzano
ie ha pretendido dar una visión general y global de la literatura popular y ofrecer análisis de 8 Proceso de análisis e Investigación
Alonso [91]. La copla española, F. Gutiérrez Csibajo
leterminados sectores que el término encierra: las historias caballerescas breves, las relacío- [99]. El cante (lamanco, F. Gutiéirez Carbajo [101], El
LITERATURA POPULAR bolaro: el canto del deseo, iM, Zavala [104], Las can-
les de sucesos en prosa, el entremés, el teatro de títeres, la comedia lacrimógena, el romance- • donas de guaira, M. O/arto Marthez [109]. La lileralu-
8 Percepción Intelectual dol lema
o'migar, la poesía burlesca, la literatura religiosa popular, el periodismo popular, la copla De literatura popular, M.' C. Ganpfc cíe EníerrÉJ [8], ra religiosa popular, C,A. Vega [111]. Iconografía po-
•spañola, el cante flamenco, el bolero, las canciones de guerra, ios pliegos de aleluyas, etc. Bibltograffe, M.'J. Rodrguez Sánchez do León [\4\. pular en la estampa religiosa de tos siglos XVI y XVII,
P. Gví/[113]. Los pliegos da aleluyas, A BImer[\\7].
17 Argumento Épica y subSteratura: 0 Guerrero del Antifaz, LA. de
N." 168 (septiembre-oclubre) Concepto da literatura popular y conceptos conexos, Cuenca [120]. Novela rosa, A Amwós [123]. Literatu-
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA I, Dhz \M\. La lileralura marginal, A Sararí [21]. Lg ra oral Infantil, A Pefegrfi [124]. El coraíón Inmune,
Pensar la democracia y la sociedad. Una visión crítica desde Lalinoanidiica narrativa popular, L Romero Tobar [25J. El cuento M. Gutíémz EsfeVoz[I30]. La telanovela como lilera-
popular, J. Camarería [30]. La comedia nacional, G, tura popular, 0. de Lfeawf [133]. Evolución da la lolo-
JLIS análisis sobre la democracia y la historia de las luchas por la liberación cobran especial Vega Garcá-l-uerfoos [34], La canción tradicional, au- novela, M.1 M. Mañas Marttiez [135]. Poesfe catalana
(dualidad ante los recientes acontecimientos de México y América Latina en general. Su obra loblogralía poética del pueblo, JM Pedtosa [39]. U y pliegos de cordel, J. Escobedo 1139]. La tradición
poesía do cordel, V. Infantes [43L
oda abre el camino de una espera utópica; la autoorganización de las mayorías conscientes y da| romancero en América, A González [145]. Litera-
úcidas. Pensar verdaderamente la democracia en concreto. 47 .Análisis temático tura de cordel viva no Brasa. A resistencia heroica dos
Las historias caballerescas breves, fV. Baranda [47]. poetas, F.M FecrVrm So/gas [148].
?ablo Gonzalo?. Casanova, un intelectual comprometido con una cultura revolucionaria ancla-
Las rotaciones de sucesos en prosa {siglos XVI y 153 Documentación cultural e Información bibliográfica
ía en las bases populares. XVII), A Redondo [51]. El eniremés: ¿teatro popular?,
LITERATURA POPULAR
J. Huerta Cato [59], El teatro de títeres, J. Alvsrez
Recensiones [153].
N.° 169 (noviembre-diciembre) Same/líos [61]. U comedia lacrimógena, M.' J. Rodrí-
guez Sánchez de í-edn 163). Una canción recóndita y 167
JOSÉ MARTÍ heredada: el romancero vulgar, F. Sattzar [67]. Poe- Setecd£jfiyresefia[172],
Poesía y revolución. «Cuba quiere ser Ubre» sb burlesca (siglos XVI y XVII), e. Penñan 171]. U Noticias de edtíón [179].
poesía popular en las relaciones de fiestas religiosas Comunicación dentiica y cultura! [1 83].
Nunca —<lice José Martí— el problema de la independencia será sólo un cambio de formas,
«sino e! cambio de espíritu [...] El poema está en el hombre», «La libertad es la religión
definitiva. Y la poesía de !:i libertad el culto nuevo». Realidad y sueño como polos de la Coordinadora: MARlA CRUZ GARCÍA DE EfJTERRlA
poética.

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