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Poesía y narrativa orales en Alcalá la Real: tradición local y

paralelos universales

José Manuel Pedrosa

Universidad de Alcalá de Henares (Madrid)

La tradición oral de Alcalá la Real atesora multitud de

pequeñas joyas, intangibles e inmateriales ─por ser orales─

pero resistentes como las rocas, que han acompañado las vidas

de muchas generaciones de alcalaínos y que han llegado hasta el

presente después de intrincados viajes, transmitidas de boca a

boca, de memoria en memoria, de padres a hijos y de abuelos a

nietos, desde un pasado muy remoto. La constancia y el calor

con que los habitantes de Alcalá la Real han preservado todas


estas cancioncillas y narraciones, de apariencia breve y

modesta pero de valor cultural extraordinario, justificarían la

creencia, seguro que muy generalizada en el pueblo, de que

muchos de estos cantos y narraciones forman parte de las señas

de identidad más profundas y entrañables del pueblo. Pero, sin

desmentir este hecho, la verdad obliga a declarar que muchas de

estas rimas y anécdotas que todavía hoy corren por el pueblo no

son ni típica ni exclusivamente alcalaínas. La mayoría de ellos

forman, en efecto, parte de un acervo tradicional mucho más

amplio, casi universal, cuyo conocimiento puede ayudar a sus

conocedores y cultivadores de Alcalá a entender la cultura de


su comunidad como un engarce entre lo local y lo universal,

como un punto de encuentro entre las creencias y saberes que

nutren la vida de un pueblo y las que se comparten con los

pueblos del entorno cercano y de las latitudes más remotas.

El primer ejemplo que vamos a analizar es muy conocido

pero también muy revelador: el del juego de La gallinita ciega,

que sigue siendo, hasta hoy, uno de los más populares del

pueblo. El juego de La gallina ciega es ya muy viejo en la

tradición hispánica y en otras. Maxime Chevalier, el gran

maestro de los estudiosos sobre el cuento tradicional

hispánico, ha resumido así dos entremeses del siglo XVII, Éste

lo paga, de Jerónimo de Cáncer y Velasco, y El bodegón, de Juan

Vélez de Guevara, que escenificaban el popularísimo juego:

Ambos entremeses escenifican con escasas variantes el

mismo cuento. Dos valientes (o dos soldados) se meten en

un bodegón donde comen copiosamente. Pedida la cuenta,

fingen reñir por pagar el gasto. Para aquietarlos el mozo


les propone que lo echen al juego de la gallina ciega. Los

pícaros le vendan los ojos al inocentón y se escabullen

prestamente. Entra por otra puerta el dueño del bodegón,

con quien se abraza el mozo, gritando alborozado: "¡Éste

lo paga!"1.

Pero el de la venerable antigüedad no es el único valor

1
    ? Maxime Chevalier, Cuentos folklóricos españoles del Siglo
de Oro (Barcelona: Crítica, 1983) núm. 168. Véase también,
sobre este cuento, Antti Aarne y Stith Thompson, The Types of
the Folktale: a Classification and Bibliography [FF
Communications 184] 2ª revisión (Helsinki, Suomalainen
Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica: 1981) núm. 1526.
notable de este juego que aún sigue vivo en Alcalá la Real. Lo

amplio de su dispersión geográfica es un hecho digno también de

comentario. Compruébese, por ejemplo, a partir de esta versión

argentina:

─Gallito viejo, ¿qué se te ha perdido?

─Una aguja y un dedal.

─Mira para arriba (El gallo levantaba la cabeza).

─Mira para abajo (El gallo bajaba la cabeza).

─Yo te los tengo y no te los voy a entregar2.

Véase también este testimonio portugués, que ha sustituido

a la gallina o al gallo de la mayoría de las versiones

españolas por una cabra ciega:

Uma criança, designada pela sorte ou escolhida, tapa os

olhos com um lenço. As outras dizem, redeando-a, e ela

responde:

─Cabra cega,

d'onde vem?

─De Castela.

─O que traz?

─Farinha e canela.

─Fugimos d'ela que tem piolhos.

Entao a cabra cega busca as outras às apalpadelas; estas

2
    ? Ochoa de Masramón, Dora, Folklore del Valle de Concarán
(Buenos Aires: Luis Lasserre & Cía, 1966) p. 92.
evitam-na; a primeira em que ela toca toma o seu lugar; e

repete-se o jogo até as crianças estarem aborrecidas3.

El de La gallina ciega no es la única pieza de la

tradición oral al mismo tiempo alcalaína y universal. Si

espigamos entre el tesoro de historias, anécdotas y

chascarrillos que se han seguido contando en Alcalá hasta hoy,

las conclusiones a las que llegaremos sobre la antigüedad y la

difusión geográfica de algunos resultarán todavía más

sorprendentes. Fijémonos, por ejemplo, en el relato que lleva

el título de El recadero:

Había una vez un vecino de Alcalá, el cual se dedicaba a

ir a Granada y traer los recados que sus vecinos le

encargaban, eso sí, en burro. porque era el único medio de

transporte que había entonces. Un día un amigo le dice:

─Oye, cuando vayas a Granada, me vas a traer unas tinajas,

porque quiero hacer una Santa Bárbara (hacer vino con las
uvas del majuelo), y necesito un par de tinajas.

─De acuerdo, vecino, creo que el lunes que viene podré ir;

sí, sí, el lunes iré.

El miércoles de dicha semana se encuentran ambos:

─Eh, ¿ya estás aquí?

─Sí, sí, ya estoy aquí.

─Bueno, ¿y las tinajas, las has traído?

─Mira, lo que pasó es gracioso. Resulta que cuando

veníamos por la cuesta Velillos, el burro que traía las


3
    ? Adolfo Coelho, Cultura Popular e Educação [Obra
Etnográfica II], ed. J. Leal (Lisboa: Publicações Dom Quixote,
1993) p. 99.
tinajas se cayó y se rompieron las tinajas.

─¡Uf! ¡Anda que si te doy los dineros!

─¡Cuchi! ¡Mira si te las compro yo, y las pago yo! ¡Anda,

espabilao!

Tan curioso como interesante resulta comprobar que esta

historia, supuestamente protagonizada por "un vecino de Alcalá"

y transmitida en el pueblo como si de un suceso real e

histórico se tratara, es, en realidad, una versión más ─eso sí,

de muy buena factura y llena de gracia─, de un cuento

tradicional que se ha recogido en muchos otros lugares, y desde

tiempos muy remotos. En efecto, Maxime Chevalier 4 ha señalado

que la versión más vieja que se conoce es la que aparece así en

el Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627) de

Gonzalo Correas:

Tú que pitas, pitarás.

Un padre iva a la feria, i dixo a sus mucha[cho]s ké


kerían ke les traxese; dixo kada uno su antoxo, i uno dile

un kuarto para un pito; a éste dixo el padre: "Tú ke

pitas, pitarás". "Pitar" se dize por: dar dinero i

kontribuir para aver parte5.

El propio Chevalier, y también Montserrat Amores6, han

4
    ? En Chevalier, "El niño listo", Cuentos folklóricos
españoles del Siglo de Oro (Barcelona: Crítica, 1983) núm. 81.
5
    ? Gonzalo Correas,, Vocabulario de refranes y frases
proverbiales, ed. L. Combet (Burdeos: Université, 1967) p.
508a.

    ? En Amores, Catálogo de cuentos folclóricos reelaborados


6
señalado también otra versión de esta anécdota inserta dentro

de la novela La Gaviota (1849), de Fernán Caballero:

─Es que me acordaba de aquél que iba a la feria, y a quien

daban encargos todos sus vecinos. Tráeme un sombrero;

tráeme un peine; una tía, chocolate, y a todo esto, nadie

le daba un cuarto. Cuando estaba ya montando en la mula,

llegó un chiqui9llo y le dijo: "Aquí tengo dos cuartos

para un pito, ¿me lo quiere usted traer?". Y diciendo y

haciendo, le puso las monedas en la mano. El hombre se

inclinó, tomó el dinero y respondió: "¡Tú pitarás!". Y, en

efecto: volvió de la feria, y de todos los encargos no

trajo más que el pito7.

La misma Montserrat Amores ha señalado también que el

mismo cuentecillo es aludido dentro de Mendizábal, uno de los

Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós:

─No, señor... Mis tíos (y llamo tíos al hermano y

parientes del cura de Vera, en cuya casa me he criado),

enviáronme a Madrid, sin decirme más que lo que va usted a

oír: "Anda, hijo, que aquí no saldrás nunca de la pobreza

obscura, y allá..., allá puedes encontrar protecciones

donde y cuando menos lo pienses". Me hicieron el equipaje

con la poca ropa que tenía, me costearon el viaje,

diérnome algo para los primeros días, y aquí me tiene

por escritores del siglo XX (Madrid: CSIC, 1997) núm. 126.


7
    ? Fernán Caballero, La Gaviota, en Obras Completas, 5 vols.
(reed. Madrid: Atlas, 1961) [BAE 136-140] I, p. 10b.
usted...

─Esperándolo todo de la suerte, de lo desconocido... ¡Ah,

señor de Calpena, usted pitará! No le faltarán

contratiempos, afanes; pero no es usted, me parece, de los

que se ahogan en un piélago8.

Obviamente, si autores de épocas y lugares diversos, como

Correas, Fernán Caballero y Pérez Galdós, introdujeron o

aludieron en sus obras respectivas a nuestro cuentecillo, es

porque ha debido de estar muy vivo y arraigado en la tradición

oral, que todos ellos tan bien conocieron. Ahí están, en prueba

de ello, la versión navarra9, y las dos aragonesas10 sobre las

que llamó la atención Amores, o bien la indicada por Chevalier,

recogida entre nativos de cultura árabe-bereber del norte de

Marruecos11. Yo mismo he recogido la siguiente versión en el

pueblo de Azuaga:

Uno que era un jatero y en el cortijo había mucha gente, y


venía al pueblo a jatear, y le dice uno al jatero:

─Oye, Fulano, ¿vas a jatear?

Dice:

─Sí.
8
    ? Pérez Galdós, Mendizábal, en Obras Completas, 8 vols.
(Madrid: Aguilar, 1973) II, cap. III, pp. 437-438.
9
    ? Publicada en José Mª Iribarren, "Tú pitarás", El porqué
de los dichos (reed. Madrid: Aguilar, 1974) p. 202.

    ? Referenciadas en José Mª Beltrán Martínez, Introducción


10

al folklore aragonés, 2 vols. (Zaragoza: Guara, 1979) pp. 153 y


231.

    ? Publicada en Tomás García Figueras, Cuentos de Yehá (2ª


11

ed., Tetuán: Editora Marroquí, 1950) núm. 317.


─Tráeme una cajilla.

Una cajilla era una cajilla de tabaco que entonces valía

veinticinco céntimos.

─Tráeme una cajilla.

Y dice el jatero:

─Encargá está.

Llega otro y le dice:

─Toma, Fulano, toma un real y tráeme una cajilla de

tabaco.

─Encargá está.

Y llega otro que estaban dos o tres de familia, el padre y

dos o tres hijos, y dice:

─Oye, tráeme un barril.

El barril aquí es lo que en Madrid es el botijo. Na más

que los hay de dos maneras, uno pa llevarlos en los

carros, en la bodega del carro, y otros un barril, lo que

es en Madrid un botijo.

─Tráeme un barril.
─Vale.

Bueno, pues se fue el jatero, hizo las compras, llegó al

estanco, compró la cajilla del que le había dado el real,

y llega el hombre al cortijo. Y le dice:

─¡Fulano!

Dice:

─¿Qué?

Dice:

─Toma, la cajilla. Que me distes un real.

Dice el otro:

─Chacho, ¿y la mía no la has traído?


Dice:

─¿Tú me has dao el dinero?

Dice:

─No.

Dice:

─Pues por eso no la he traído.

Y llega el del barril y dice:

─¡Fulano!, ¿me has traído el barril?

Y dice el jatero, dice el jatero, dice:

─Oye, pos traía el barril, pero la até aquí y la traje en

el burro y el burro se ha caído y se ha roto.

Y dice el Fulano:

─Ahora sí te lo pago.

Y dice el otro:

─Ahora sí te lo traigo12.

Otro hermosísimo testimonio del mismo relato es el que,

procedente de la tradición de la provincia de Cáceres, fue


publicado en 1975 por Valeriano Gutiérrez Macías:

En ocasión de ir de Ibahernando a Trujillo a sus asuntos

el tío Pérez, una vecina, muy ocasionada a dar encargos,

le pidió que le trajese un cántaro para el agua. El tío

Pérez hace el viaje a la ciudad de Pizarro, pero al

regreso, a causa de una gran tormenta que se desencadenó,

y la carga, se le cae el burro...

Llega al pueblo y la citada vecina le preguntó


    ? El informante José Cerrata Romero, nacido en Azuaga en
12

1926, fue entrevistado por mí en su pueblo el 31 de agosto de


1990.
inmediatamente "si le traía el cántaro".

A lo cual el tío Pérez contestó contándole las peripecias

que había sufrido en el accidentado viaje. Entonces la

pícara vecina le dice:

─Anda, que si te doy las perras...

Y el tío Pérez le contestó tajante:

─Pues anda, que si te compro el cántaro...

Así la quedó malparada13.

A todas estas versiones que prueban el arraigo

multicultural y multisecular de nuestro cuentecillo, vamos

ahora a sumar una hermosa e interesantísima versión recogida

entre los judíos sefardíes de Oriente que termina de refrendar

su gran tradicionalidad en toda la geografía folclórica

panhispánica. Su protagonista es Djohá, famosísimo personaje

folclórico (conocido en otras tradiciones como Yohá, Yehá,

Yufá, etc.) que asoma en innumerables chistes y chascarrillos

que se han podido documentar en todo el norte de África y el


oeste de Asia, desde Marruecos hasta Turquía:

Djohá desidó un día de ir al charshí a emplear. Salió una

vizina, le disho: "Así biva Djohá, ya stas indo al

charshí, tráeme un par de kalsas!".

Salió otra vizina i disho: "Addio! I yo kero un par de

charukas!" Kada vizina ke supo ke Djohá se iva ir al

charshí, le demandó ke le trayga una koza.

Al kavo salió un ijiko, le disho: "Tengo un metalik.


    ? Gutiérrez Macías, Valeriano, "Con licencia picaresca:
13

manifestaciones populares extremeñas" Revista de Estudios


Extremeños XXXII (1976) pp. 557-574, pp. 573-574.
Tómalo i mérkame un chuflete!".

Djohá partió. Kuando tornó a las oras de tadre, kada uno

demandó por las kozas ke enkomendó.

Él kitó l'aldikera el chuflete, se lo dio al ijiko i les

disho a las vizinas: "Parayí verén düduyú chalar! El ke da

las parás chufla en el chuflete! Si vozotros davash las

parás, ivash a resivir vuestra komanda!"14.

Si el juego de La gallinita ciega o el cuento de El mejor

sueño prueban lo rico e interesante de la tradición oral

alcalaína, no menos sugestiva resulta también la anécdota de El

conejo, que sigue contándose de este modo en este pueblo

andaluz:

Estaban haciendo unas maniobras militares y un catalán, un

gallego y andaluz, que llevaban toda la noche andando y

sin comer, se encontraron con un conejo en una trampa, y

acordaron en comérselo. Pero el catalán dijo:


─Ese conejo para los tres no es nada. Lo que vamos a hacer

es que como estamos faltos de sueño, nos tumbamos y

dormimos. El que sueñe que haya ido más lejos, ése se lo

come.

─De acuerdo.

Dice el gallego al día siguiente, cuando despierta:

─Yo he estado más allá de Japón.

    ? Matilda Koen-Sarano, Djoha ke dize? Kuentos populares


14

djudeo-espanyoles (Jerusalén: Kana, 1991) p. 209. Los términos


que precisan aclaración son charshí del turco "mercado";
charukas del griego "babuchas"; metalic "cuarto", "moneda de
escaso valor"; chuflete "silbato"; aldikera "bolsillo"; y parás
del turco "moneda".
─¿Y tú? ─le dice el catalán.

─Yo he ido más allá de la Conchinchina, pero más, más y

más lejos.

Y el andaluz respondió:

─Yo, como había visto que os habíais ido tan lejos, pues

dije: "Me lo comeré, porque se va a echar por alto"...

Nos encontramos aquí ante una versión hermosísima de un

tipo de cuento de viejísimos antecedentes orientales (budistas,

persas, árabes...) que se documenta por primera vez en España

(en latín) en la Disciplina clericalis (comienzos del siglo

XIII) de Pedro Alfonso de Huesca, y cuyas versiones francesas,

italianas, holandesas, alemanas, islandesas, escandinavas,

húngaras, checas, griegas, rusas, ucranianas, indias,

japonesas, etc. se hallan referenciadas, bajo el número de tipo

1626, en el monumental catálogo de los cuentos universales de

Antti Aarne y Stith Thompson15. Todas ellas suelen presentar a

tres viajeros partícipes de una apuesta que consiste en que el


que tenga el sueño más maravilloso, comerá determinado manjar.

Los dos primeros sueñan que se han trasladado a lugares lejanos

y preciosos, mientras que el último asegura que, como vio

alejarse tanto los sueños de sus compañeros, creyó que nunca

volverían allí, y que por eso se había comido él el manjar.

Conozcamos la venerabilísima versión de Pedro Alfonso de

Huesca, traducida al castellano desde su latín original:

    ? Véase Aarne y Thompson, The Types of the Folktale: a


15

Classification and Bibliography [FF Communications 184] 2ª


revisión (Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia-Academia
Scientiarum Fennica: 1981) núm. 1626.
Se cuenta que dos burgueses y un aldeano iban a la Meca

para orar y pensaron que la comida fuera común hasta que

llegaran. Pero llegó un momento en que se acabó la comida

hasta el punto de que no les quedaba sino la harina

suficiente para hacer un solo pan y aún pequeño. Y los

burgueses, viendo eso, se dijeron:

─Poco pan tenemos y mucho come nuestro compañero. Por lo

cual, tenemos que discurrir a ver cómo podemos quitarle su

parte de pan y comerlo todo nosotros solos.

Y así decidieron que harían el pan y lo pondrían a cocer,

y mientras se cocía, dormirían, y que aquel de los tres

que viera los sueños más prodigiosos que se comería solo

el pan. Decían esto con intención de engañar al rústico,

al que consideraban simple y apropiado para tal tipo de

engaños. De acuerdo con eso, hicieron el pan y lo pusieron

al fuego y después se echaron a dormir. Pero el aldeano,

habiéndose dado cuenta de la trampa que los otros le

preparaban, se tumbó de nuevo. En esto uno de los


burgueses se despertó, como si estuviese muy asustado por

un sueño y llamó a su compañero, que le dice:

─¿Qué te pasa?

Y él:

─Que vi un sueño admirable, pues me pareció que dos

ángeles abrían las puertas del cielo y cogiéndome me

llevaban ante Dios.

Al cual, el socio:

─Admirable es en verdad el sueño que viste ─le dijo─. Pero

yo soñé que, cogiéndome dos ángeles y abriendo la tierra,

me llevaban al Infierno.
Mientras tanto, el aldeano lo oía todo y fingía dormir;

pero los burgueses, que queriendo engañar habían sido

engañados, lo llamaron para que se despertara. El rústico,

astutamente y como si se hubiera asustado, respondió:

─¿Quién me llama?

Y ellos:

─Somos nosotros, tus compañeros.

Y el aldeano dice:

─¿Ya habéis vuelto?

Y ellos, a su vez:

─Pues, ¿adónde nos fuimos? ¿De dónde teníamos que volver?

A esto respondió el rústico:

─Acababa de parecerme que dos ángeles cogían a uno de

vosotros, abrían las puertas del cielo y lo llevaban ante

Dios; después, cogían al otro dos ángeles y, abierta la

tierra, lo llevaban al Infierno. Y visto esto pensé que

ninguno de vosotros volvería más, y me levanté y me comí

el pan.
El padre:

─Oh, hijo, de este modo pasó a los que quieron engañar a

su compañero, que fueron engañados por él...16.

Muchos más ejemplos, muchos más comentarios y muchas más

    ? Véase la edición del cuento núm. XIX de la Disciplina


16

Clericalis, en Mª Jesús Lacarra, Pedro Alfonso (Zaragoza:


Diputación General de Aragón, 1991) pp. 93-95. Versiones de los
Siglos de Oro y posteriores son referenciadas en Chevalier,
Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro núm. 189; y en
Chevalier, "De los cuentos populares cubanos a los cuentos
folklóricos del Siglo de Oro", Hommage des Hispanistes Français
a Noel Salomon (Barcelona: Laia, 1979) pp. 155-168, p. 161,
núm. 9.
reflexiones podríamos seguir entresacando y construyendo a

partir de los riquísimos materiales literarios y etnográficos

que se editan en estas páginas. Pero quizá sea lo mejor que

estas cancioncillas y estos relatos hablen ahora por sí mismos.

Tiempo habrá, una vez que hayan sido editados y quedado al

alcance de todos, para que los interesados en la cultura de

Alcalá la Real, o de Andalucía en general, o de la tradición

oral en sentido más amplio, puedan volver sobre ellos para

seguir descubriendo ─como estudiosos o como lectores─ de qué

modo el hilo de una cultura que parece nacer en las preciosas

calles de este pueblo, es, en realidad, el cabo de un ovillo

que trasciende con mucho sus límites geográficos y que, al

extenderse por épocas y lugares tan remotos, prueba que la

tradición alcalaína tiene tanto de autóctona y de local como de

universal.

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