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Prólogo de
Samuel G. Armistead
Estudio de
José Manuel Pedrosa
Edición de
José J. Labrador Herraiz
Ralph A. DiFranco
ÍNDICE GENERAL
. . . .de
Prólogo . . Samuel
. . . . . . . .G.
. . Armistead
osé Manuel. .Pedrosa,
. . . . . . . “Los
. . . . estados
. . . . . . de
. . .la. mujer
. 11amada,
o la doncella, la casa da, la viuda y la m
Estudio de José Manuel Pedrosa, Los estados de la mujer amada,
o la
al amordoncella,
(entrelaelcasada,
folcl. . la
. viuda y la monja frente
. al amor (entre el folclore y Boccaccio)”. . . . . . . . . . . . . 21
Samuel G Armistead, “Romances nuevos tradicionalizos” 22
I. Estudio preliminar
.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
. 59
.
II. Textos
. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 93
V. Índices. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 485
12 SAMUEL G. ARMISTEAD
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sangre / que Iesu Christo dexaua,xxviii sobrevive hasta hoy día en la tradición
peninsular e hispanoamericana.xxix Otro romance nuevo que ha seguido
vivo hasta la época actual es el 51. En la çiudad de Antequera / Jarifa cautiua esta-
ba, que se documenta en la tradición de los judíos de Marruecos.xxx
En suma: Toda esta densa red de nexos intertextuales —y otros muchos
que, sin duda, toda compulsa detenida de los cancioneros áureos podrá des-
cubrir— denuncia muy a las claras la necesidad de tener en cuenta todas las
ramas y todas los avatares del Romancero para cualquier estudio comparati-
vo cabal. Y en este sentido, todos nos hemos de congratular por la publica-
ción del ms. 1587, el más reciente de una serie de cancioneros, con los que los
profesores José Labrador y Rafael DiFranco han enriquecido, de manera nota-
ble, los instrumentos de trabajo indispensables para el descubrimiento pro-
gresivo de los más intrincados vericuetos del Romancero, en todas sus épo-
cas y en todas sus modalidades.
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Notas
Véase Therese Meléndez Hayes, “Juan Rodríguez del Padrón and the Romancero”, El
Romancero hoy: Historia, comparatismo, bibliografía crítica, ed. S. G. Armistead et al. (Madrid:
Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1979), pp. 15-36.
i Nótense las numerosas glosas y adaptaciones, amén de muchos romances indiscuti-
blemente cortesanos y eruditos —una mayoría— que constan en la masiva antología de
Hernando del Castillo (ed. Antonio Rodríguez-Moñino [Madrid: Real Academia Española,
1958], fols. cxxxj ro.-cxxxx ro.).
ii Kathleen V. Kish, “Los romances trovadorescos del Cancionero sin año”, Actas del
Sexto Congreso Internacional de Hispanistas, ed. Alan M. Gordon y Evelyn Rugg (Toronto: A.I.H.,
1980), pp. 427-430.
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iii Judith H. Mauleón, “Oral Theory and the Romancero nuevo”, El Romancero hoy, ed.
S. G. Armistead et al. (Madrid: Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1979), pp. 47-62.
iv Madeline C. Sutherland, The Eighteenth-Century “Romance de ciego”, tesis doctoral,
University of California, San Diego, 1983; Id., “The Persistence of the Baroque in Eighteenth
Century Popular Culture: The Case of the Romance de ciego”, La Chispa ’85: The Sixth Louisiana
Conference on Hispanic Languages and Literatures, ed. Gilbert Paolini (New Orleans: Tulane
University, 1985), pp. 339-347.
v Véase Kathleen V. Kish, “The Spanish Ballad in the Eighteenth Century: A
Reconsideration”, Hispanic Review, 49 (1981): 271-284.
vi Ramón Menéndez Pidal, “El romancero nuevo”, De primitiva lírica española y anti-
gua épica (Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1951), pp. 71-96: 92 (pero véase el artículo de J. A. Cid
en la n. siguiente). Para más perspectivas sobre el romancero nuevo, véase el indispensable
estudio de José F. Montesinos, “Algunos problemas del romancero nuevo”, Ensayos y estudios
de literatura española, ed. Joseph H. Silverman (México: De Andrea, 1959), pp. 75-98, así como
la introducción al muy útil florilegio de Julian F. Randolph, Anthology of the “Romancero nuevo”
(1580-1600) (New York: Peter Lang, 1988), pp. 1-23.
vii Véase el notable estudio de Jesús Antonio Cid, “Notas sobre la transmisión de la
lírica culta en el Siglo de Oro: I, El romance ‘Oíd, pastores de Henares’ y su autor; II, Para un
catálogo de la obra poética de Montalbán”, Cuadernos Bibliográficos, 40 (1980): 1-20 (del sobre-
tiro; ver, sobre todo, las pp. 4-5). Para más ejemplos de variación tradicionalizante en el roman-
cero nuevo, nótense los textos moriscos de Túnez que estudio en mi artículo, “¿Existió un
romancero de tradición oral entre los moriscos?”, Actas del coloquio internacional sobre literatura
aljamiada y morisca, ed. Álvaro Galmés de Fuentes (Madrid: Gredos, 1978), pp. 211-236: 229-231.
Para un notable ejemplo de variación, en una composición incluída en el ms. 1587, véase la
acertada nota de Labrador y DiFranco al romance zamorano, no. 49. Pártese don Diego Hordóñez.
viii Como botones de muestra, véanse, por ejemplo, el romance judeo-oriental de La
tormenta calmada, supervivencia de un romance pastoril de “Riselo”, Tornando (o Tronando) las
nuues negras, impreso en la Flor de varios romances nuevos y canciones, de Pedro de Moncayo
(Huesca, 1589), y luego en la Tercera parte de flor de varios romances (Madrid, 1593) y en el
Romancero general de 1600 (S. G. Armistead y Joseph H. Silverman, The Judeo-Spanish Ballad
Chapbooks of Yacob A. Yoná [Berkeley-Los Angeles: University of California Press, 1971], pp.
134-144); o bien los romances de Lope sobre Zaide y Zaida, recogidos modernamente, como
muy populares, entre los judíos de Marruecos (Manuel Alvar, “Romances de Lope de Vega
vivos en la tradición oral marroquí”, Romanische Forschungen, 63 [1951]: 282-305).
ix Véase Menéndez Pidal, “El romancero nuevo”, p. 75.
x Sobre el romancero morisco, véanse, sobre todo, María Soledad Carrasco Urgoiti, El
moro de Granada en la literatura (Del siglo XV al XX) (Madrid: Revista de Occidente, 1956), pp. 47-55
et alibi; Id., The Moorish Novel: “El Abencerraje” and Pérez de Hita (New York: Twayne, 1976); Id.,
“Notas sobre el romance morisco y la comedia de Lope de Vega”, Revista de Filología Española, 62
(1982): 51-76; compárese también su libro, El moro retador y el moro amigo: Estudios sobre fiestas y come-
dias de moros y cristianos (Granada: Universidad de Granada, 1996); Ulrich Knoke, Die Spanische
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“Maurenromanze”: Der Wandel ihrer Inhalte, Gehalte und Ausdrucksformen zwischen dem Spätmittelalter
und dem Beginn des Barock, tesis doctoral (impresa), Georg-August-Universität zu Göttingen, 1966.
Nótese el predominio, en el ms. 1587, de los romances de Abindarráez y Jarifa. Véase Francisco
López de Estrada, El Abencerraje (Novela y Romancero) (Madrid: Cátedra, 1982). Para más datos
sobre los romances moriscos —y, en general, sobre el romancero nuevo— es indispensable el lumi-
noso libro de Antonio Carreño, El romancero lírico de Lope de Vega (Madrid: Gredos, 1979).
xi Sobre los romances de Bernardo del Carpio, véase Ramón Menéndez Pidal y María
Goyri de Menéndez Pidal, Romancero tradicional de las lenguas hispánicas (Español-portugués-cata-
lán-sefardí), ed. Diego Catalán et al., 12 tomos (Madrid: Seminario Menéndez Pidal, 1957-1985),
I, 141-270. En lo que se refiere al tema del rey Rodrigo y la pérdida de España, nótese también
el no. 12. Coplas de la Cava (Más hago en escribir mi graue daño). Huelga decir que el nombre (o
bien, el apodo), la Caba, es un grave y lamentable denuesto anti-feminista: A la hija de Julián,
forzada por el rey Rodrigo, la califican de ‘prostituta’: qaba. Quizás tenga esto su origen entre
mozárabes cristianos bilingües, resentidos al querer culparla por la invasión musulmana de
España. En la Cronica sarracina de Pedro de Corral, la hija también se llama Caba (Menéndez
Pidal, Floresta de leyendas heroicas españolas, 3 tomos [Madrid: Espasa-Calpe, 1942-1956], I, pp.
72-73). En Luis Filipe Lindley Cintra (ed.), Crónica Geral de Espanha de 1344, 4 tomos (Lisboa:
Academia Portuguesa da História, 1951-1990), se llama Allataba, Alataba o Lataba; pero, en el
ms. M (único), de la primera traducción castellana de esta Crónica de 1344 (de origen portu-
gués), en efecto, ya se llama Lacaba (II, p. 306, renglón 20, variantes). Y tal lectura parece que
incluso remonta a algunos códices de la Primera Crónica General alfonsí —y además, a “buenos”
mss. como de la Versión regia— pues el texto había de leer: “tomol el rey Rodrigo [a Caba] la
fija por fuerça” (PCG, I, p. 307, renglón 46, variantes: mss. BU; B = Bibl. del Pal. Nac., II-18 =
ant. 2-B-7 y U = Bibl. Univ. de Mad., no. 158). Ver PCG, I, pp. lvii y lxi; sobre el ms. B, véase
también R. Menéndez Pidal, Crónicas Generales de España, 3a ed. (Madrid: Catálogo de la Real Bi-
blioteca, 1918), pp. 22-31. Así que el arabismo insultante de la hija don Julián había de tener una
respetable antigüedad. En otros relatos de la invasión musulmana de España, queda anónima
la hija (o, en algunos textos, la mujer) de Julián. Véase Reliquias de la poesía épica española, acom-
pañadas de Epopeya y Romancero, 2a ed. (Madrid: Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1980), pp.
8-20. Como sustantivo, no trae el apodo (o bien el insulto) el excelente Diccionario de arabismos
y voces afines en iberorromance, de Federico Corriente (Madrid: Gredos, 1999). En cambio, sí lo
recogen los antiquísimos Vestígios de Língoa Arabica em Portugal, de Fr. João de Sousa (Lisboa:
Academia Real das Sciensias, 1830), p. 102: “Cava, ou Caba ‘Mulher má, adúltera’, pero al pare-
cer sólo aplicada a la hija del “Conde Julião”, con interesantes referencias antiguas.
xii Véase Maxime Chevalier, Los temas ariostescos en el Romancero y la poesía española del
Siglo de Oro (Madrid: Castalia, 1968).
xiii Sobre el romancero histórico, véase el indispensable artículo de Diego Catalán,
“Don Álvaro de Luna y su paje Moralicos (1453) en el romancero sefardí”, Hispanic Studies in
Honor of Joseph H. Silverman, ed. Joseph V. Ricapito (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1988),
pp. 109-135 (sobre todo las pp. 110-113), así como su innovadora obra colaborativa, El Romancero
pan-hispánico: Catálogo general descriptivo, 4 tomos (Madrid: Seminario Menéndez Pidal, 1982-
1988). Sobre Diego Catalán y sus magnas contribuciones a nuestro oficio, véase mi amplio obi-
tuario, “Remembering Diego Catalán”, La corónica 37.2 (Spring 2009): 231-243.
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(Madrid: Seminario Menéndez Pidal, 1987), nos. 2.1.25-34, 2.2.18-33, 2.3.26-32, 2.4.10-15, 2.5.15-23,
2.6.22-31; también Catalán et al., Catálogo general, II, no. 20 (pp. 111-120). Y Quevedo, con su inimi-
table humor picaresco y sarcástico, se preguntó que ¿por qué todas las chicas de Madrid tienen
que confundir su bonete con un turbante?
xxiv Véase nuestro “Antiguo romancero sefardí”, no. 41; Margit Frenk, Estudios sobre
lírica antigua (Madrid: Castalia, 1978), pp. 167-168 y nn. 28-30. Son de agradecer los muchísimos
testimonios que los editores aducen en la anotación correspondiente al poema 236.
xxv Véase el detenido estudio del romance en nuestro Judeo-Spanish Ballads from Oral
Tradition: Carolingian Ballads (4): Montesinos, cap. 15 (en preparación).
xxvi Véanse mi Catálogo-Índice, no. L8; para los textos: Antonio Sánchez Romeralo (ed.),
Romancero tradicional, IX, 272-353; para el villancico proverbial: Margit Frenk, Corpus de la antigua
lírica popular hispánica (Siglos XV a XVII) (Madrid: Castalia, 1987), no. 1720; Id., Estudios sobre lírica
antigua, pp. 71-72; para refranes cantados: pp. 154-171; Id., Nuevo Corpus, 2 tomos (México: Fondo
de Cultura Económica, 2003), II, p. 1233. Igual que el romancero tradicional —y tantos otros géne-
ros literarios españoles— estos poemas nuevos sienten cierta afinidad con el refranero tradicional.
Nótense estos versos: “Y a grandes boces diziendo: Quien mal anda mal acaba” (no. 44.17-18); “—
¡Dexa, ija, esas razones! / —Bien se lame suelto el toro” (no. 50); “ansí le cantó al desgayre: / Quien
se muda, Dios le ayuda. / Dios le ayuda a quien se muda” (no. 247.28-30). Compárense los refra-
nes: Quien con mal anda, con mal acaba; Buey suelto bien se lame; Quien se muda, Dios le ayuda (Eleanor
S. O’Kane, Refranes y frases proverbiales españoles de la Edad Media [Madrid: Real Academia Espa-
ñola, 1959], pp. 150a, 66b, 165a). Véase también Romancero tradicional, XI, 179 (El buey suelto bien se
lame, citado en el villancico del Villano Vil).
xxvii Véanse Antonio Rodríguez-Moñino, Manual bibliográfico de cancioneros y roman-
ceros, ed. Arthur L.-F. Askins, 4 tomos (Madrid: Castalia, 1973-1978), II, 664; Justo de Sancha,
Romancero y cancionero sagrados (Madrid: M. Rivadeneyra, 1855), no. 250.
xxviii Véanse, por ejemplo, José María de Cossío y Tomás Maza Solano, Romancero
popular de la Montaña, 2 tomos (Santander: Sociedad de Menéndez y Pelayo, 1933-1934), II, nos.
441, 444; Gisela Beutler, Estudios sobre el romancero español en Colombia (Bogotá: Instituto Caro y
Cuervo, 1977), pp. 324-325 (nos. 66-67); Aurelio M. Espinosa, Romancero de Nuevo México
(Madrid: C.S.I.C., 1953), nos. 153-163, 169; y sobre todo, Carolina Poncet y de Cárdenas, “Ro-
mances de Pasión”, Archivos del Folklore Cubano, 5 (1930): 5-29: 20-22. Las versiones peninsula-
res suelen integrar unos versos en á-o, mientras las hispanoamericanas, más conservadoras,
siguen documentando la asonancia en á-a.
xxix Véanse mi Catálogo-Índice, no. D1; Arcadio de Larrea Palacín, Romances de Tetuán,
2 tomos (Madrid: C.S.I.C., 1952), no. 20.33-56; Agustín Durán, Romancero general, 2 tomos (Ma-
drid: Rivadeneyra, 1849-1851), no. 117.
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1 Este artículo ha sido redactado en el marco del proyecto Gran Enciclopedia Cervantina-Versión
Digital, concedido por el Ministerio de Educación con referencia: HUM2006-06393, y dentro de las acti-
vidades del grupo de Investigación de la Universidad de Alcalá-Comunidad de Madrid “Seminario
de Filología Medieval y Renacentista” con referencia: CCG06-UAH/HUM-0680. Agradezco su ayu-
da a José Manuel de Prada-Samper.
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guido a finales del siglo XVI en que fue anotado) 2 de villancico (aa) con glosas
en trísticos cejelescos (bbb, ccc, etc.) siempre con verso de vuelta (a) que rima con
la cabeza del villancico (aa):
El amor de la donçella,
mientras más discreta y uella,
paraquel que goça della
será gusto, avnque tardo:
¡ay, Dios, [quién hincase un dardo
en aquel benadico pardo!]
El amor de la casada
me satisfaze y agrada,
porque como está guardada
no la çelo ni la guardo:
¡ay, Dios, [quién hincase un dardo
en aquel benadico pardo].
El amor de biuda
por mi casa y puerta acuda,
que no ay peligro ni dubda
si la pica solo vn cardo:
¡ay, Dios, [quién hincase un dardo
en aquel benadico pardo].
El amor de la ueata
es agradable y no mata,
no pide seda ni plata,
sí secreto y paño pardo:
¡ay, Dios, [quién hincase un dardo
en aquel benadico pardo].
2 Véase al respecto Margit Frenk, “El céjel, ¿forma popular castellana?”, en Poesía popular his-
pánica: 44 estudios (México, Fondo de Cultura Económica, 2006), pp. 448-461.
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El amor de la casada
me satisfaze y agrada
porque como esta guardada
ni la zelo ni la guardo.
¡Ay Dios etta!
El amor de la biuda
por mi casa y puerta y acuda,
pues no hay peligro ni duda
si la pico mas que un cardo,
¡Ay Dios...!
El amor de la donzella
quando es muy hermosa y bella
para el que gozare de ella
3 Frenk, Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos XV a XVII) (México, Fondo de
Cultura Económica, 2003), núm. 253.
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El amor de la beata
es agradable y no mata
que ni quiere oro ni plata
mas secreto y paño pardo.
¡Ay Dios...!
El amor de la donzella
que fuere discreta y vella,
para el que gozare della
será gustosso, aunque tardo.
[¡Ay, Dios...]
El amor de la casada
me satisfaze y agrada,
porque como está ençerrada
ni la çelo ni la guardo.
[¡Ay, Dios...]
El amor de la viuda
por mi cassa y puerta acuda,
que no ay peligro ni duda
si la pica solo un cardo.
[¡Ay, Dios...]
4Sigo la edición de Rosalind J. Gabin, Cancionero del Bachiller Jhoan López (Manuscrito 3168 de
la Biblioteca Nacional de Madrid), 2 vols. (Madrid: José Porrúa Turanzas, 1980), núm. CCXLVIII.
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El amor de la beata
es apaçible y no mata,
que no pide oro ni plata
mas secreto y paño pardo.
[¡Ay, Dios...]
El amor de la soltera
os trocaré por qualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narçiso gallardo.
[¡Ay, Dios...]. 5
5 Cancionero de Pedro de Rojas, ed. José J. Labrador Herraiz, Ralph A. DiFranco y María T.
Cacho (Cleveland: Cleveland State University, 1988), núm. 179.
6 Un solo ejemplo, entre muchos posibles, tomado del Manuscrito 263 de la Biblioteca Classense
de Rávena, f. 167: “¡Válgate la maldiçión, / por gorrión! Un gorrión, madre mía, chiquitico y çernedor
/ se viene a mi corredor / a picarme cada día. / Yo no sé cómo tendría / para coxerle ocasión: /
¡válgate la maldiçión! / Ya no ay día que no venga / y no me quiera picar, / mas yo le tengo de armar
/ lo mejor que me conbenga. / Y por amigos que tenga / llorará en mi prisión: / ¡válgate la maldi-
çión! / Aunque me pareçe chico / es tan grande que me espanta / cuando sus alas leuanta. / De
plumas está muy rico, / tiene tan agudo el pico / que pica como aguixón: / ¡válgate la maldiçión!”.
Cfr. Frenk, Nuevo corpus, núm. 1973AB. Véase el artículo de Labrador y DiFranco, “Zoología erótica
en la lírica del Siglo de Oro” en el próximo núm. de eHumanista (en proceso).
7 Recuérdense los versos del Cancionero del Bachiller Jhoan Lopez, núm. CCLXV: “Trébole, oledero
amigo, / trébole, oledero amor. / Ýbase la niña / al salir del sol / a cojer el trébol / de su dulce amor:
/ trébol de tres hojas / que apunta la flor / [y la questa en medio / mayor] que las dos; / [tré]bole,
oledero amigo / [trébole, oledero amor]. / Estabase un cardo, / cardo corredor, / cubierto del trébol /
(falso engañador); / al pasar la niña / sus dedos picó / y corrió la sangre, / ¡Ay Dios! ¡Qué dolor!
/ [Trébole, oledero amigo… !”. Cfr. Frenk, Nuevo corpus, núm. 1250; Góngora, Romances, III, núm. 198,
anterior a 1604, según A. Carreira, quien da otras fuentes del romance.
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8 El poema aparece, bajo el título de Los gustos y disgustos, atribuido a Pedro Méndez de Lo-
yola en el Manuscrito 4051 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Véase al respecto Kenneth
Brown, “El cancionero erótico de Pedro Méndez de Loyola: parte segunda del “Gabriel de
Corral: sus contertulios y un Ms. poético de academia inédito”, Castilla 11 (1986), pp. 57-80, pp.
76-80. Los gustos y disgustos, se recogen, además, en los manuscritos EP CXIX/1-3, II. 20; MP 973,
129; RCor 970, 120; MN 22.028, 259v (Poesías de fray Melchor de la Serna, núm. 275); AAH II: 393;
MN 3773, 185v; MN 3168, 109v (Cancionero del bachiller, núm. 213); MP 531, 8 (Cartapacio de
Francisco Morán, núm. 41); MN 3913, 54. Bibliografía de la Poesía Áurea, TEXID 20720.
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Aunque, claro,
Trébole de la casada,
que a su esposo quiere bien;
de la doncella también,
entre paredes guardada,
que fácilmente engañada,
sigue su primero amor.
Trébole de la soltera,
que tantos amores muda;
trébole de la vïuda,
que otra vez casarse espera,
tocas blancas por defuera
y el faldellín de color.
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Trébole de la doncella
cuando casarse desea,
que es cogollo de azucena
y flor del primer amor.
Trébole de la casada
que ajenos amores trata
que parece hermosa garza
que está temiendo el azor.
Trébole, ¡ay Jesús, cómo huele!
Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!
Trébole de la soltera
cuando de común se precia,
que parece, en lo que pela,
tijera de tundidor.
9 Lope de Vega, Peribáñez y el Comendador de Ocaña, ed. Felipe B. Pedraza Jiménez (Madrid:
Castalia, reed. 1989), II, vs. 1460-1477.
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La canción del Trébole, ¡ay Jesús, cómo huele! llegó a ser tan representativa
de la tradición lírica áurea que, siglos después, su estribillo, sus solteras, sus
casadas y sus doncellas aparecían entrelazados dentro de un feliz centón de
versos de inspiración popular que Blas de Otero tituló Pero los ramos son ale-
gres, dentro de su libro Que trata de España (1964):
10 Lope de Vega, El capellán de la Virgen, III, apud José Mª Alín y María Begoña Barrio Alonso, El
cancionero teatral de Lope de Vega (Londres: Tamesis, 1997), núm. 97B.
11 Sigo la edición de Frenk, Nuevo corpus, núms. 1252B, C y D. Los versos “Trébole, ¡ay Jesús,
cómo huele! / Trébole, ¡ay Jesús, qué olor!” se incluyen en la ensalada “Quien madruga, Dios le
ayuda”, que se documenta en MP 996, 120, con la copla “Trébole de mis cuidados” (Romancero
de Palacio, núm. 73); MN 3913, 50, “Trébole de la blanca niña”; Flor de varios romances. Novena
parte, 1597, 43, “Trébole de la niña dalgo” y Romancero general, 1600, 327v, “Trébole de la niña
dalgo”. Bibliografía de la Poesía Áurea, TEXID 20916.
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Jamás pensé que nos veríamos en Jaén, ¡ay Jesús, cómo huele
orillas del Guadalaviar! Cristiana, dije al verte,
tus pechos tan garridos rememóranme de mora.
Trébole de la soltera que al llorar se descolora.
Allí oí fino desplante: el día que nací yo
mi madre cortó una rosa y me la puso delante.
Trébole de la casada y faldellín de color
para la niña que luego llorará su sola flor.
¡Ay qué fugazmente pasan los años bellos,
y cómo pierde la color la rosa que encienden ellos!
Pero no quiero que llores, olvídate de tu casa
y tu ventana, donde cuidabas la albahaca
y escogías peregil. Mira esa estrella verde
tras el olivo, trébole de la leve doncella
que se perdió por contemplarse desnuda en ella.
No llores, cristiana, que tu llanto me da pena
y se entristecen los tréboles,
jamás pensé que tu pasado fuese tan frágil
y tan blanco por defuera.
Trébole, ¡ay amor! Cómo tiemblan
tus muslos en la yerba. 12
La tradición catalana
L La tradición oral moderna del siglo XX ha preservado un cierto número de
composiciones que insisten en la repetición seriada de series paralelísticas (o
casi) ajustadas a esquemas poéticos del tipo de Los estados de la mujer amada.
La muy singular dispersión geográfica de las versiones que tenemos hasta
ahora atestiguadas (Cataluña, Portugal, Nicaragua, Chile, Oriente sefardí) re-
sulta absolutamente atípica, pero sugiere unos lazos de parentesco obvios, un
arraigo muy viejo, y una fidelidad muy intensa de la tradición oral moderna
a un tipo de arquitectura formulaica de cuño perfectamente definido. Y no por-
que todos estos poemas sean reflejos literales los unos de los otros, ni tengan
lazos genéticos estrechos y directos entre sí, sino porque se integran, más
bien, dentro de una tradición que les ofrece el molde estructural, poético e
ideológico, para que en cada tiempo y lugar pueda ser llenado con los frutos
diversos de inventivas poéticas específicas. La dúctil apertura de su arquitec-
tura poética queda corroborada por el hecho de que en la serie paralelística se
cuelen a veces amores masculinos, y no solo femeninos.
12 Sigo la edición del poema de Blas de Otero que fue publicado originalmente en Que trata de
España (poemario que conoció dos ediciones, en París y en La Habana, en 1964), a partir de la anto-
logía Expresión y reunión (Madrid: Alfaguara, 1969), p. 186.
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La tradición portuguesa
aUn ejemplo más conciso (pues contrasta solo el amor de las solteras con el
de las casadas): este precioso villancico glosado del pueblo de Marmelete
(Portugal):
Se fora lo perequito
pela robêra
s’era d’amores
com uma soltêra;
se fora lo perequito
pela alevada
se fora uma falla d’amores,
com uma casada;
13 Joan Serra y Vilaró, El Cançoner del Calic (Barcelona: Tipografia de L’Avenç, 1913), p. 109.
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y no sabe de costura
ni entiende de cocinar,
es una casa nuevita
que nadie quiere alquilar,
pues por el lado de adentro
no acabaron de atechar.
El amor de la viudita
es como la lechuguita:
que, regándola un poquito,
ligero resucita.
El amor de la soltera
es igual al pan caliente,
porque en caunto llega a enfriarse
ni el diablo le mete el diente.
Una preciosa versión del romance de El infante don García, “anotada por
Manuel Manrique de Lara en Salónica en 1910, de la colección manuscrita del
gran rabino Isaac Bohor Amaradji, formada en 1860”, muestra la contamina-
ción, al final del romance (que abreviamos), de versos de la misma familia, con
el desglose de opiniones acerca de los amores de viudas, mozas, mancebos,
bien casadas, mal casadas y viejas:
... Un chufleto de oro en boca
iba diziendo un bel cantar:
Que la esfuegra con la nuera
siempre ya se quijieron mal,
que la madre con la hija
como la carne y la uña,
y el buen padre con el hijo
como la piedra en el anillo.
¡Ah!, ansí es el amor de la viuda
como la pera podrida
y ansí es el amor de la moça
como la hermosa mançana roja,
y ansí es el amor del mancebo
como el membrillo fresco
y que todas las señoras
lo toman por el huesno (‘olor’);
y ansí es el amor de la biencasada
como la carne bien asada,
¡ah!, ansí es el amor de la malcasada
como la carne mal asada,
y ansí es el amor de la vieja
como la zamarra vieja
que tiene pelos
y no calienta.
-Tú sox la mía hermosa esposa
la mía esposa reale! 19
18 Moshe Attias, Cancionero judeo-español (Jerusalén: Centro de Estudios sobre el Judaísmo de Sa-
lónica, 1972), núm. 138.
19 La versión completa del romance, con su estudio introductorio, ha sido publicada por Diego
Catalán, en su Romancero de la Cuesta del Zarzal.
http://cuestadelzarzal.blogia.com/2006/122901-el-infante-don-garcia.php.
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Canciones líricas
Además de en estructuras seriadas que en ocasiones alcanzan ciertas exten-
sión y complejidad, el tópico poético de los amores de doncellas, casadas, viu-
das, etc. se organiza a veces en forma de breves y concisas canciones líricas que
ponen en contraste muy elemental amores, atributos, metáforas asociados a
los diversos Estados de la mujer amada. Se aprecia en estos ejemplos:
No quiero amor con doncellas;
que las casadas me dan
todo lo que necesito;
me dicen si quiero más.20
20 Francisco Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, 5 vols. (Sevilla: Francisco Álvarez, 1882-
1883), núm. 6066. Véase también José Calvo González, Colección Belmonte de cantes populares y fla-
mencos (Huelva: Diputación Provincial, 1998), p. 393: “No quiero amor con doncellas,/que las casa-
das me dan /todo lo que necesito: /me dicen si quiero más”.
21 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6067.
22 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6068.
23 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6071.
24José E. Machado, Cancionero popular venezolano (Caracas: Ministerio de Educación-Acade-
mia Nacional de Historia, 1988), p. 122.
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En casada no pongas
mucho cariño;
que si olvida a su esposo,
¿qué hará contigo?
Y al fin, te expones
por mujer que disfruta
dos diversiones.26
25 Narciso Alonso Cortés, “Cantares populares de Castilla”, Revue Hispanique XXXII (1914), pp. 87-
427; reed. Cantares populares de Castilla (Valladolid: Diputación Provincial, 1982) núm. 2907. Véase
también Francisco Rodríguez Marín, núm. 6073: “Las mocitas son de oro / y las casadas, de plata; /
las viudas son de cobre / y las viejas, de hojalata”; José Pedro López Sánchez, Las coplas de bamba.
Fiesta y canción (Bollullos de la Mitación: Sociedad de Desarrollo Local, 2003), núm. 375: “Las moci-
tas son el oro, / las casadas son de plata, / las viudas son de cobre / y las viejas son de lata”; Fran-
cisco Rodríguez Pascual y Nicolás Rodríguez Peláez, “La boda tradicional de Carbajales”, en Juan
Manuel Rodríguez Iglesias, coord., Edades del hombre (el ciclo vital en Zamora y León), II Noviazgo y boda.
Familia y vecindad (Zamora: Editorial Semuret-Diputación de Zamora, 2005), pp. 23-54, p. 48: “Las sol-
teras son de oro, / las viuditas son de plata, / las casadas son de cobre / y las viejas de hojalata”; y
Jesús Suárez López, Cancionero secreto de Asturias (Gijón: Fundación Municipal de Cultura,
Educación y Universidad Popular, 2005), núm. 84: “Les solteres son de oro, / les casaes son de plata,
/ les viudes / son de cobre / y les vieyes de hojalata”.
26 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6069.
27 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6072.
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Amores viudos
ccCapítulo aparte merecen los amores de las viudas y de los viudos, que
parece que son los que han dado más que hablar y que cantar tradicionalmen-
te. Sin entrar en el denso y complejo panorama de las cencerradas de viudos
(canciones burlescas que se cantaban las noches vísperas de bodas entre viu-
dos), auténtico género poético-musical al que dedicaré atención en alguna
monografía futura, unos cuantos ejemplos líricos pueden ser muy significati-
vos ahora:
No te cases con vïudo,
que luego suelen decir
donde quiera que se ponen:
¡Mujer, la que yo perdí! 30
30 Rodríguez Marín, Cantos populares españoles, núm. 6061. Véase también Enrique Alcalá Ortiz,
Cancionero popular de Priego: poesía cordobesa de cante y baile (Córdoba: Excma. Diputación Provincial-
Excmo. Ayuntamiento de Priego de Córdoba-Asociación Cultural “La Pandueca”, 1986), vol. I, núm.
322: “No te cases con viudo,/que luego suelen decir/en algunas ocasiones:/“Mujer, la que yo perdi”.
31 César Morán Bardón, “Poesía popular salmantina. Folklore”, Obra etnográfica y otros escritos, 2
vols. (Salamanca: Centro de Cultura Tradicional-Diputación de Salamanca, 1990), vol. I, pp. 39-
100, p. 81.
32 Miguel Manzano, Cancionero de folklore musical zamorano (Madrid: Alpuerto, 1982), núm. 1076.
33 Mántica y Ramírez F., Cantares nicaragüenses, p. 272.
34 Mántica y Ramírez F., Cantares nicaragüenses, p. 269.
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Manuel, difunto,
de bayeta encarnada
pusiera el luto.47
Mi marido se murió
el diablo se lo llevó;
allá debe estar pagando
las mondas que aquí me dio.
55Roxana Recio, “Boccaccio y la difusión del humanismo italiano en Castilla: la traducción lla-
mada Laberinto de Amor”, Cuadernos de Filología Italiana 2001, núm. extraordinario, pp. 275-294, p. 276.
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dos mil ultrajes por ello, de los quales de buena voluntad se vengarían si pudies-
sen y no les queda otro camino sino dar su amor a quien las requiere por hazer-
les despecho. E conviene que la vengança sea muy secreta y aunque duren poco
se contentan. Que suélese dezir quel manjar muy continuado da hastío y a vezes
se dexan los manjares delicados por los gruessos, tornando a ellos quando el ape-
tito está contento de los otros. Y porque, como avemos dicho, no es lícito dessear
lo ageno, con justa ocasión dexaremos las casadas para sus maridos y tomemos
de las otras, de las quales vemos harta cantidad delante de nuestros ojos
/[dvijv.]/ en nuestra ciudad, y antes seguiremos y amaremos las biudas que las
donzellas, porque las donzellas no usadas del tal efecto con mucho trabajo y difi-
cultad, se fallan ábiles para los desseos de los hombres, lo qual no acaece en las
biudas. Allende desto, si las donzellas aman no saben qué dessear y por esto no
siguen con ánimo entero las pisadas del amante como las biudas, las quales el
fuego antiguo que las prendió las haze maestras y que desseen aquello de que
avían carecido, que por no averlo usado por largo tiempo lo tenían olvidado, llo-
rando el timpo perdido y las noches que han passado en sus biudos lechos. Por
esto, a mí me parezca que quien tiene libertad de darse a quien quiere, que deve
antes amar a la biuda que a la casada ni a la donzella.
Capítulo treynta y cinco. Cómo Ferramonte contradize a la reyna.
Señora, lo dicho de la casada me parescía a mí assí y, después que a vuestra
alteza he oydo, se me ha confirmado, mas de las donzellas y de las biudas
tengo opinión contraria. Y dexando las cosas por las razones dichas, so yo de
opinión que agrada más el amor de la donzella quel de biuda porque la biuda
ya una vez ha amado y visto y sentido muchas cosas de amor y sabe quánta
vergüença y honrra se sigue de amar, y conociendo estas cosas mejor que la
donzella, ama tibiamente y dudando, y no amando firmemente con firmeza
dessea aquello. E no sabiendo con quién se junte para su deleyte y para su
honrra, unas vezes quiere uno y otras vezes otro. Y desta manera en su pen-
samiento bacila la deliberación y no puede la amorosa passión tomar firme-
za en ella. Estas tales cosas son ignotas a la donzella porque, como ella tiene
aviso que parece bien a uno de muchos mancebos que la siguen sin más esa-
minar, aquél tal elige por amigo, sin saber mostrar auto contrario a su des-
seo. E para más obligar a su amante, no cura de otra deliberación. E desecha-
do todo temor, se dispone a /[dviijr.]/ aplazer a quien le agradó simplemen-
te, guardándolo todo en su coraçón. E aquesto, como he dicho, no lo haze la
biuda por lo qual, más razón es de seguir tras las cosas que no se han visto,
oydo ni provado, que éstas tales con más eficacia se esperan alcançar. E la
donzella más las dessea ver, oyr y provar que quien muchas vezes las ha visto,
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oydo, provado. Esto es manifiesto porque entre las otras razones porque el
bivir mucho nos aplaze y lo desseamos es por poder ver cosas nuevas nunca
vistas, y algunas vezes dessear de verlas nos acarrea pesar, mayormente
quando corremos con diligencia a lo que desseamos huyr, que es la muerte
último fin de nuestros cuerpos. La donzella jamás conoció el fin del deleyto-
so ayuntamiento, por el qual nacemos en este mundo. Que natural cosa es a
todas las criaturas inclinarse a ello con el desseo. Allende desto, muchas
vezes la donzella sabe de las que por este desseo han passado quánto deley-
te sea provarlo, y de oyr tales palabras han ayuntado fuego a su desseo y por
esto, forçada de su natural del desseo de provar lo que no ha provado, por
causa de la relación de palabras que tiene, dessea este ayuntamiento por pro-
var el deleyte que tanto le ha sido alabado. Y es de presumir que no con otro
sino con aquel que ella ha hecho ya señor absoluto de su voluntad. E aques-
te tal fuego y ardor no lo tiene ni se hallará en la biuda. Porque después que
la biuda una vez gozó del sobredicho ayuntamiento, por donde supo el amo-
roso deleyte que del tal ayuntamiento se sigue y lo conosció, luego se hartó
y se empalagó. Síguese después de aquesto que la donzella amará con más
firmeza y será mucho más diligente y solícita en amar, por lo que ya sobre
este caso tengo dicho y allegado.
Capítulo.xxxvj. Cómo la reyna determinó por muchas razones que séame antes la
biuda que las otras dos.
/[dviijv.]/ Vos pensáys que vuestro arguyr es bueno y trabajáys de defenderos
lo mejor que podéys. Mas yos mostraré cómo devéys seguir lo que yo digo e no
lo que vos parece, si con ojos derechos medís la condición del amor assí en la
donzella como en la biuda. ¿Cómo podemos ver que amor esté firme e constan-
te y fuerte en la donzella?, que esto que dezimos, las obras de Dido y de Ariadna
nos muestran ser verdad, si adonde este amor no está, ni en la una ni en la otra
se hallará ninguna de las dichas operaciones. Luego convernía, tomándolas a
bulto, que cada uno ame a la que se le antojare para cumplir con lo que yo e
vos porfiamos sin andar buscando quál más discretamente amará, la biuda o la
donzella. Pero soy cierto que os mostraré que la biuda es más diligente para
aplazer a su amante que no la donzella, que no ay duda que lo que la muger
tiene que más estima es su virginidad y no sin causa, porque en ella consta todo
el amor de la vida que ha de tener, y no será tan perseguida de amor que sea
liberal de dallo sino a aquel con quien ella se casare y no es esto lo que busca-
mos, que no ay duda que quien se quisiere casar, antes tomará la donzella que
a la biuda, luego por demás trabajará de amar a quien para tal efecto no le que-
rrá si es discreta. Allende desto, las donzellas generalmente son temerosas, y
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pues sabias, poco hallar caminos y modos por los quales los venideros deleytes
se puedan tomar, y la biuda de nada desto duda porque ella ya dio honradamen-
te lo que la donzella espera de dar, y estando sin ello claro está que menos duda-
rá, y no teme que, caso que el amante o otro la halle sin ello, la acuse, y por esto
se puede arriscar a darse a quien quiere, porque la mayor occasión del dudar es
ya quitada, que ella es sabidora y conosce mejor las vías secretas y por esso las
pone más presto en efecto. Dezís vos que la donzella lo que jamás ha provado lo
buscará y amará con más diligencia que la biuda, la qual ya lo conoce. Al contra-
rio es de lo que dezís, que la primera vez no las mueve a las /er./ donzellas el
deleyte, que entonces más enojo resciben que plazer, aunque acaece que lo que
deleyta, quantas más vezes se prueva, oye o vee, más deleyta y se pone más dili-
gencia para provallo. Y esta materia de que hablamos no sigue la orden de otras
muchas cosas, las quales vistas una vez o dos no se procurarán más de ver. Pero
ésta de que tratamos, quantas más vezes se pone por obra, con más afición tor-
namos a ella, y más agrada lo que se dessea que lo que se ha provado, que la
biuda cierto es que da menos, e por esso lo dará más liberalmente y más presto
que la donzella, la qual ha de dar la cosa que más estima y en más precio tiene.
Y pues que la buida será más cobdiciosa que la donzella, deste tal efecto que
tenemos dicho, por esso se ame antes que la donzella ni casada. E assí lo deter-
minamos 56.
56 Sigo la edición de Diego Romero Lucas, Laberinto de amor (1546) de Juan Boccaccio, que se halla en
la sección de Textos de la revista Lemir 3 (1999). http://parnaseo.uv.es/Lemir/Textos/Diego/INDEX.HTM
Acorde a “la edición de 1546 impresa por Andrés de Burgos en Sevilla, en concreto el ejemplar de
la Biblioteca Nacional, signatura Ms. 5376”.
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57
Joanot Martorell y Martí Joan de Galba, Tirante el Blanco: traducción castellana de 1511, ed.
Martín de Riquer, 3 vols. (Madrid: Espasa-Calpe, 1974), vol. I, p. 145.
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58 Romance publicado en el Romancero general editado por Agustín Durán (Madrid: Riva-
deneira, 1851), núm. 1580.
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59 Francisco de Quevedo, Poesía original completa, ed. José Manuel Blecua (Barcelona: Planeta,
reed. 1981), núm. 704.
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El mismo Quevedo insistió sobre la cuestión en alguna obra más. Por ejem-
plo, en la muy conceptista y enrevesada Premática que se ha de guardar para las
dádivas a las mujeres de cualquier estado o tamaño que sean o Tasa de las hermanitas del
pecar, hecha por el fiel de las putas o Tasa de la herramienta del gusto. Se entretenía, en
los recovecos de esta prosa, en pasar revista a la mujer alta y fea, a la blanca o
aguileña, a la gorda, la chiquita y roma, la blanca y rubia, la ojinegra y peline-
gra, la hermosa y boba, la fea y discreta, la flaca, la fregona... A continuación
dejaba espacio también para doncellas, casadas y viudas:
Las doncellas valen otro tanto como costaren las herramientas [para pare-
cerlo]; y si fuesen de las finas y probadas por el contraste de Burgos, valen lo
que costare el descubrir y hallar una de las sobredichas.
Todo lo cual mandamos se cumpla y ejecute, pena de incurrir en nuestra
ira e indinación.
Mujer casada y con hijos y rica, ha de pasar a música y comedia y dijes de
plomo para los niños; y ella está obligada a costear y hacer ropa blanca para
el galán; y si es casada y no tiene hijos y el marido es cofrade del gusto, pide
amancebamiento de a cuatro reales cada día; mas si es celoso y no sufre, no
se le ha de dar nada, porque no lo entienda y la maltrate.
Mujer viuda que se fue a lo del siglo, con talle de bayeta, espíritu carmesí,
cuerpo de “requiem” y alma de “aleluya”, manto transparente, monjil mali-
cioso, tocas con cuidado y guantes de olor, vale ocho reales; y si es suspiro-
na y quiso bien al que pudre, vale siete reales, porque ella cansa y el amigo
la acompaña. Y si es de las viudas dueñas, gualdrapa por monjil, sobrepelliz
por toca, vale diez reales de hivierno por lo que abriga haciendo pecados
entapizados.60
No queda agotado aquí, ni mucho menos, el prolijo elenco de féminas que
tomó en consideración Quevedo en su Premática: faltan aún por asomar la
mujer hermosa y que canta bien, la fea y que canta bien, la de más de cuarenta
años, la puta, la rubia, las bizcas y las tuertas, las de cabellos “cuartenarios”,
las de ojos azules y verdes, las de nariz grande, entrelarga y puntiaguda, las
de boca grande y delgada y húmeda, las de boca pequeña y gorda... Un catá-
logo, como se puede apreciar, profusísimo, que da cuenta del modo en que el
Barroco más radicalmente verboso fue dilatando y estirando el viejísimo tópi-
co literario de Los estados de la mujer amada, que en su núcleo se ceñía básica-
mente a la soltera, la casada, la viuda y la monja.
60 Francisco de Quevedo, Premática que se ha de guardar para las dádivas a las mujeres de cualquier
estado o tamaño que sean, en Prosa festiva completa, ed. Celsa Carmen García Valdés (Madrid: Cátedra,
1993), pp. 305-306. Sobre estas y otras obras de Quevedo relativas a la mujer, a sus estados, atribu-
tos y connotaciones amorosas, véase el estudio imprescindible de Luciano López Gutiérrez, “Los
gustos de amores en la poesía de Quevedo”, La Perinola 5 (2001), pp. 147-164.
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61
La Santa Biblia (Madrid: Ediciones Paulinas, reed. 1988), p. 1339.
62
José Julio Martín Romero, “El ornamento de princesas: un diálogo sobre educación feme-
nina de Feliciano de Silva”, Tirant 10 (2007),
http://parnaseo.uv.es/Tirant/Butlleti.10/Art.Romero_Feliciano.htm#_ftn1
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I. ESTUDIO PRELIMINAR
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1 Hemos añadido en 2008 un par de títulos más a las ediciones de la producción del lina-
rense Pedro de Padilla: el Thesoro de varias poesías, impreso en 1580, edición que como el
Cancionero autógrafo de Pedro de Padilla y demás obras del carmelita están siendo patrocinadas
por la Fundación Frente de Afirmación Hispanista, de México.
2
Antonio Carreira halla posible procedencia y semejanza en unas piezas del cordobés: Luis
de Góngora. Antología poética, Barcelona, Crítica, 2009, págs. 90, 100, 111, 153, 213.
3 La Barreda opina que los ingenios elogiados por Cervantes en el Canto de Calíope “forma-
sen por aquellas fechas en Madrid alguna academia o reunión literaria”, en Nueva biografía de Lope
de Vega, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.
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Espinel (188, 212, 266, 279, 288, 289),4 y en especial de Pedro de Padilla copia una
larga lista de poemas de los cuales, en su gran mayoría, no queda constancia más
que en este códice. De ahí que pensemos que esta nueva publicación del manus-
crito (la primera edición está agotada) servirá para contribuir al estudio de la
poesía del carmelita Padilla tan alabado por las grandes plumas de su tiempo.
Un manuscrito de 1588
La ficha de la biblioteca da la siguiente información del manuscrito, a la
vez que lo relaciona con unos y lo distingue de otros:
‛‛Poesías varias” II-1586-87, II-2805 tres tomos en 4° pta. cada uno está
por separado y sin formar colección. Dos de ellos contienen poesías
del siglo XVI [II-1587 y 2805] que deben examinarse de espacio. El otro
es un borrador de poesías italianas y comentarios.
Además, se ha anotado en lápiz que “los dos [tomos] del siglo XVI son el 1587
y el 2805 y que el otro [borrador] es el manuscrito II—1586”. A continuación se
ha escrito: “2805 = 2-D-10”, “1586 = S2 estB P10”, “1587 = 2-B-9”. Al otro lado de
la ficha alguien se pregunta a lápiz: “¿En qué Catálogos cita M. Pidal el II-1586
y el II―2805?” Este manuscrito no forma parte del grupo que Menéndez Pidal
denominó “cartapacios literarios salmantinos”,5 pero guarda estrecha relación
con algunos de ellos tanto en atribuciones como en contenido.
Aunque en nuestra anterior edición manteníamos el título de “Poesías varias”
porque de este modo se lo denomina en la ficha, después de haber investigado
la obra de Padilla para preparar la edición de dos de sus obras, así como multi-
tud de poemas sueltos que fueron copiados en un buen número de fuentes, le
damos ahora el título más específico de Cancionero de Pedro de Padilla, con algu-
nas obras de sus amigos.
Este códice, que fechamos como de 1588, ha sido consultado por varios estu-
diosos en fechas relativamente recientes. Sin poder contarlas todas, daremos una
breve relación del uso del códice para subrayar así el interés que su contenido ha
suscitado. En 1914, mientras preparaba su estudio sobre los “cartapacios litera-
rios salmantinos”, Ramón Menéndez Pidal se fijó en él para extraer algunas
composiciones que luego pasaron a los Romanceros del Rey Rodrigo y Bernardo del
4 George Haley ha comentado que el compilador de este ms. “conocía bien la obra de Espi-
nel” y además sugiere que los poemas acaso “provinieran de alguna otra fuente manuscrita” y
no del impreso; véase “Hacia el canon poético de Vicente Espinel: Atribuciones nuevas, poemas
inéditos, textos recuperados”, en Indagaciones. Nueve estudios sobre textos e intertextos áureos,
Thema, núm. 46, Málaga, Universidad, 2006, págs. 37-105, en especial págs. 59-60.
5 Ramón Menéndez Pidal, “Cartapacios literarios salmantinos del siglo XVI”, BRAE, 1 (1914),
págs. 43-55, 151-170, 298-320.
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Carpio (1957) lo citó por su signatura antigua 2-B-9 y pensó que databa del año
1578.6 Maxime Chevalier se sirvió del códice para estudiar los romances de tema
ariostesco, obra que apareció en 1968. Chevalier indicó que el códice es de “fines
del siglo XVI”. Arthur Lee-Francis Askins lo usó también para preparar la edi-
ción del Cancioneiro de Cristóvão Borges (1979) y compulsar la glosa al soneto de
Garcilaso “Pasando el mar Leandro el animoso” (nuestros núms. 80, glosado en
81);7 y en 1965 Romeu Figueras para su edición de CMP. Por compartir una
buena cantidad de composiciones con otros cancioneros coetáneos y de prin-
cipios del siglo XVII, lo han consultado en fechas más próximas otros editores:
en 1980, Rosalind Gabin cotejó los 29 poemas que comparte con el MN 3168 y
anotó las variantes; 8 en 1984, Rita Goldberg lo manejó para comparar los nueve
poemas que se reparte con el MN 17.556; Margit Frenk lo usó para la recopila-
ción del Corpus en 1987; Antonio Carreira lo tuvo en cuenta para su artículo
“Nuevos textos y viejas atribuciones en la lírica áurea”; 9 en 1991 publicamos
“Pedro de Padilla y los manuscritos 1579 y 1587 de la Biblioteca Real de Madrid,
Cuadernos de ALDEEU 7, 2, págs. 163-174; en 1992 “Inventario de los manuscri-
tos inéditos MP 1579 y MP 1587, el primero con poesías autógrafas de Pedro de
Padilla”, Crítica Hispánica 14, 1-2, págs. 135-171. En 1993 vaciamos en nuestra
Tabla el contenido de varias obras del linarense. A. Valladares publicó en 1995
su estudio fundamental sobre la vida de Pedro de Padilla y su obra (ver nota 35
abajo) y P. Fanconi ese mismo año su artículo “La narratividad en la Églogas pas-
toriles de Pedro de Padilla”, Dicenda: Cuadernos de filología hispánica 13, págs. 131-
142, y después su tesis doctoral (ver nota 48 abajo). V. de la Concha, con la cola-
boración de A. Madroñal y M. Sánchez, incluyó dos romances de Padilla (saca-
dos de su Romancero) en Armas y letras en el Siglo de Oro español. (Antología poéti-
ca), Madrid, Ministerio de Defensa y de Educación y Cultura, 1998, págs. 131-
142. F. Arias de la Canal ha prologado y reunido 84 poemas en Décimas reales,
coplas y octavas de Pedro de Padilla, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2003
6 Son los números 91, 195, 198, 209, 241, 256 de la presente edición, en las pags. 119, 259, 264,
262, 241, 243, respectivamente, del libro de Menéndez Pidal.
7Este poema 81 hay que relacionarlo con la “Glosa propia” (210) del Thesoro. El ms no da au-
toría, pero nosotros pensamos que es de Padilla, un poema inacabado con el que quiso glosar el
soneto de Garcilaso usando otro metro distinto del endecasílabo y el octosílabo del impreso (la
glosa del Thesoro, 210, está en octavas). Remitimos a José María de Cossío, capítulo VI, “Poesía tra-
dicionalista en metros italianos” en Fábulas mitológicas en España, Madrid, Istmo, 1998 (reimpresión
de la ed. de 1952, Madrid, Espasa Calpe), I, págs. 166-195, en concreto, las págs. 174-175.
8 Comparte con MN 3168 los números 1, 52, 67, 93, 94, 155, 165, 178, 186, 193, 198, 203, 206,
210, 214, 215, 219, 220, 221, 222, 236, 242, 251, 255, 268, 284, 285, 286, 319.
9 Apareció en Voz y letra, I, 1990, págs. 15-142.
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y una Antología del Romancero de Padilla, México, FAH, 2006. V. López Lemus ha
preparado una versión y prólogo del Thesoro, 2 vols. México, FAH, 2006. George
Haley, José Lara Garrido y Gaspar Garrote lo han examinado por contener poe-
mas de Espinel; nosotros lo manejamos para la preparación de distintas ediciones,
entre ellas destacamos MN 22.028 (comparte 26 poemas), RAV Patetta 840 (con
16), RAV Reg. Lat. 1635 (con 13) y, finalmente, hemos vaciado su contenido en la
base de datos Bibliografía de la Poesía Áurea. Hay una entrada para Pedro de Padilla
en el Diccionario Filológico de Literatura Española. I: siglo XVI, ed. preparada por Pablo
Jauralde Pou [Dirección], Delia Gavela García y Pedro C. Rojo [Coordinación],
Madrid, Castalia, 2009.
10 El Catálogo ha sido publicado por el Patrimonio Nacional el año 1995. Agradecemos a Ma-
ría Luisa López Vidriero, directora de la Biblioteca, el buen trato que ella y el personal subalterno
nos dispensan.
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El códice tiene dos numeraciones, una antigua en tinta y otra moderna a lá-
piz. La moderna comienza con el número uno en el folio 14, puesto que los trece
primeros folios han desaparecido. En nuestra edición seguimos la numeración
antigua que reflejamos en cursiva al margen izquierdo de las páginas, señalando
con “v” si el folio es vuelto. Entre el fol. 23v y el 24 se notan los restos de otro que
ha sido arrancado antes de que se copiaran los textos. El folio 33 tiene su “bis”,
33r bis/33v bis, numeración que fue añadida modernamente. La numeración
antigua salta del número 176 al 178 por distracción del copista, percance que no
afecta al texto. También hay un salto de números: 188 al 190 (el número 189 no
existe y como en el caso anterior no afecta al texto). Los folios 121v y 122 están en
blanco, al parecer por descuido del copista que pasó dos páginas de una vez. El
folio 191v está en blanco, excepto por el renglón “Jesus Maria Amen” que se
copió después. El contenido del códice debería terminar con el folio 191, pero
aprovecharon el folio de guarda 192r/v para añadir unos poemas. Hay una
breve lista de primeros versos en el folio de guarda 193, de esos primeros ver-
sos unos poemas se copiaron completos en el interior, pero otros quedaron allí
sin llegar a copiarse, dando testimonio de su existencia; son ahora los números
311-323 de esta edición. En el vuelto del folio se ha copiado un poema más y
alguien ha dibujado el perfil de una cara en el escaso espacio en blanco restan-
te. Sin lugar a dudas, el códice no ha perdido ninguno de sus folios finales.
La letra es clara y pareja, redondilla, con rasgos virtuosos, y cursiva; sin
embargo, los errores y despistes del copista que con frecuencia comete torpe-
zas monumentales indican que el trabajo de copia es obra de un calígrafo a suel-
do, de rápida pluma y menguada paciencia. Es evidente que tenía gran dificul-
tad para leer los documentos originales que le entregó, a nuestro entender,
Pedro de Padilla. En el folio 42 se percibe la pluma virtuosa del copista que cam-
bia de estilo por antojo; se nota allí una tendencia a inclinar la letra a la italiana
para ganar velocidad, y en ciertos folios se aprecia el cansancio. Para ganar rapi-
dez recurre a abreviaturas que dificultan la lectura del texto. A excepción de las
coplas en el folio 39v, “Si el marido ha de mandarme / más vale no casarme”
(52), y de los poemas copiados en los folios traseros de la guarda (incluyendo la
listita de primeros versos muy al final), todo el códice sale de la misma pluma,
aunque el cuidado inicial, el gusto por la composición de la página, a una o dos
columnas según conveniencia o capricho, va desapareciendo, de tal forma que
a partir del folio 43 y con la entrada de los endecasílabos, el copista decide con-
tinuar a una columna el resto de su tarea, ya sean los versos cortos o largos. Los
tonos de la tinta indican que los poemas se fueron copiando en diferentes
momentos, aunque pensamos que fue labor de corto tiempo.
El copista se esmeró en la colocación de los poemas durante los primeros
cuarenta y tres folios. Introduce cada poema con su epígrafe pertinente o con
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11 Este hecho se repite con frecuencia en el códice y puede observarse en los folios 48, 51v,
52, 67, 67v, 68, 69v, 70v, 72, 73, 75, 77v, 78, 78v, 80, 8lv y muchos más. Véase, como ejemplo, la
lámina 3ª donde se aprecia que no se separan las piezas, f. 52.
12 Son los siguientes: “Miraba Tisbe el cuerpo traspasado” (2-55); “En mi alma el desenga-
ño” (16-148); “Estoy tal que ya no oso” (17-149); “Llévame tras sí un deseo” (34-119); “No quiso
bien quien olvida” (82-129); “El postrer godo de España” (92-143); “De ti, buen Cid Campeador”
(94-144); “Cuando el triste corazón” (120-162); “Un corazón lastimado” (121-163); “¿Dónde vais,
suspiros?” (164-197).
13 No descartamos que muchos papeles contuvieran letras utilizadas por músicos. Tres ma-
nuscritos poético-musicales comparten los mismos poemas con nuestro cartapacio; son los reper-
torios italianos MoE Alfa Q.8.21 (15, 196, 234), MoE Alfa R.6.4 (15, 196, 234) y FL, Asburham, 791
(15, 41, 196). Ver María Teresa Cacho, Manuscritos hispánicos de la Biblioteca Estense Universitaria de
Módena, Kassel, Edition Reichenberger, 2006, págs. 16-23, 26-33 para los dos manuscritos de
Módena, y Manuscritos hispánicos en las bibliotecas de Florencia (descripción e inventario), dos vols.
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El códice, como tantos otros de la época, y por haber perdido los primeros
folios en que tal vez se encontrara la fecha del comienzo, o acaso dando testimo-
nio de la fecha de terminación de la antología, viene sin año. Su caligrafía y con-
tenido indican a primera vista que es de finales del siglo XVI. Parco en epígrafes,
nos ofrece sin embargo varios detalles que nos ayudan a datar algunas composi-
ciones. Varios poemas nos remiten a hechos históricos y a personajes conocidos:
el romance nuevo “De la sangrienta batalla” (240) recuerda el ataque a Rodas en
1522; “Yo he llegado muy perdido” (166) se inspira en acontecimientos anterio-
res a 1539, fecha del fallecimiento de la reina Isabel de Portugal a quien se men-
ciona en el verso 14; el soneto de Gutierre de Cetina “Excelsos montes, do el ro-
mano estrago” (5) es posterior al fracaso de Túnez en 1541.
Antonio de Villegas publica en Medina del Campo, el año 1565, la novela sen-
timental y pastoril titulada Inventario,14 en cuyo capítulo “Ausencia y soledad de
Amor” incorpora el cantar “Sobre las aguas de amor” que, con variantes, apare-
ce en nuestra edición (36). Esta canción de autor anónimo circulaba en distintas
versiones un cuarto de siglo antes, y una más vino a copiarse en este códice tar-
dío.15 Las coplas de Peña, “Un castellano gracioso” (146), que se inspiran en la
visita del rey Sebastián a Guadalupe, pueden fecharse el año 1577;16 las octavas
de Cervantes “Oh, Blanca, a quien rendida está la nieve” (267) provienen de La
Galatea, novela que vio la luz el año 1585. Los versos “Va y viene el pensamien-
to” (32) son coplas que se hallan en el Cancionero de López Maldonado, impreso
de 1586. Seguimos a Ignacio Díez Fernández, quien cree que son de Diego
Hurtado de Mendoza y que representan una apropriación indebida, “un descui-
do” por parte de López Maldonado.17
Florencia, Alinea, 2001, II, pág. 382-384 para el manuscrito de Florencia. Sugiere que los dos
volúmenes musicales de canciones españoles en Módena citados aquí (junto con otros dos: Alfa
R.6.4 y Gamma X.5.45, que también comparten poemas con MP 1587, añadimos nosotros) tal vez
sean de Isabel de Savoya, nieta de Felipe II, cuando estaba la Corte en Módena, pág. XII. El músi-
co Juan Blas, gentilhombre en la corte del duque en Alba de Tormes, ponía música, tocaba y can-
taba versos de Lope de Vega, con quien le uniría una larga amistad.
14 Véase Eduardo Torres Corominas, Literatura y facciones cortesanas en la España del siglo XVI.
Estudio y edición del ‘Inventario’ de Antonio de Villegas, Madrid, Ediciones Polifemo, 2008.
15
Seguimos la opinión de José Manuel Blecua sobre la anonimia de este poema, ver su artí-
culo en Homenaje a Eugenio Asensio, Madrid, Gredos, 1988, pág. 119.
16
Véase también Viaje a España del rey don Sebastián de Portugal, por Antonio Rodríguez-
Moñino, Valencia, Castalia, 1959. Agradecemos las lecturas que Arthur L.-F. Askins y Manuel da
Costa Fontes hicieron de esta pieza.
17
Diego Hurtado de Mendoza, Poesía completa, Málaga, Fundación José Manuel Lara (clási-
cos andaluces), 2007, pág. 337. En su nota a pie de página analiza diversas opiniones sobre la
autoría de esta canción. En los textos el poema entra en el apartado de los seguros de DHM.
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18 Pedro de Médicis (1554-1604) era hijo de Cosme I y de Leonor de Toledo. Llevó una vida
desordenada, en 1576 apuñaló por celos a su primera mujer, y dejó un gran número de hijos ile-
gítimos, a quienes su hermano metió en un monasterio. Agradecemos el interés que el historia-
dor José A. Ahijado, de la Biblioteca de Palacio, se ha tomado en verificar estos datos.
19 El manuscrito Patetta 840 da un reflejo de las fiestas cortesanas que se celebraban en
Turín; puede verse nuestra edición Dos cancioneros hispano-italianos. Patetta 840 y Chigi L.VI.200,
prólogos de Giovanni Caravaggi, Anejo LXVIII, Analecta Malacitana, Málaga, 2008.
20 En MN 3168, fol. 127v, se halla un poema de once elaboradísimas estancias festejando el
nacimiento del mismo príncipe. Contrasta el exagerado tono clásico de las estancias, cuajada de
metáforas australes y su “cathólico César” (Felipe II), con la letra dialógica entre un aldeano y su
amigo Gil, quien finge se le ha olvidado el nombre de la “hija del mayoral” (Catalina de Austria,
hija de Felipe II).
21 Las Fuentes del Romancero general. (Madrid, 1600) I, ed. de Antonio Rodríguez-Moñino, Ma-
drid, RAE, 1957.
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y son: “Quien alegre no se vido” (115);22 “Nunca mucho costó poco” (117);23
“Ven, muerte, tan escondida” (153);24 “En mi grave sentimiento” (246);25 y “Ni
penado, ni perdido” (264); 26 y uno: “Pastorcillo, míos son” (134), del Cancionero
musical de Palacio.27
Considerando el carácter de la colección y el tono de los poemas que la in-
tegran, más el hecho de que una buena parte de sus composiciones son con
toda seguridad de Pedro de Padilla, poeta famoso y de gran éxito editorial
que por estos años estaba “mostrando fuerzas más que naturales”, conclui-
mos que el códice bien pudiera ser de mediados de 1588, año que dijimos más
arriba y refrenda el Catálogo de la Biblioteca.
Su contenido
En nuestra edición del manuscrito 1587 contamos 323 poemas frente a 243
que marca el Catálogo, discrepancia que se explica por el criterio distinto que
aplicamos al numerar los textos (véase en el apartado Criterio editorial nues-
tros razonamientos para la numeración). Como era de esperar en un reperto-
rio de esta época, encontramos en él diferentes metros: romances, octavas,
tercetos, sonetos, coplas y glosas.
22 Es el poemas 380 de la ed. del CG de Joaquín González Cuenca, quien en nota explica que
“podría tratarse del licenciado Francisco de Vargas”. A su vez Óscar Perea Rodríguez propone,
sin resolver, la autoría a tres “sospechosos”: Juan, Diego o Francisco, Estudio biográfico sobre los
poetas del ‘Cancionero general’, Madrid, CSIC, 2007, nota 167, pág. 267.
23Es el poema 566/1 de la ed. del CG de González Cuenca, pág. 629 del tomo II. En la no-
ta 2 dice que “la autora del mote parece ser la hija de don Gómez Manrique”. El mote del CG es
en el ms una redondilla. Óscar Perea cuenta que la dama es “hija del marqués de Aguilar, Garci
Fernández Manrique”; sin comprometerse, remite al estudio de Víctor de Lama“ “Nunca mucho
costó poco: Catalina Manrique en el Cancionero general (1511)”, en Convivio.Estudios sobre la poesía de can-
cioneros, Vicenç Beltrán y Juan Paredes (eds), Granada, EUG, 2006, págs. 431-446. Su investigación
es inconclusa a la hora de identificar a la verdadera autora entre las dos damas candidatas.
24 Es el poema 381 de la ed. del CG de González Cuenca, quien en la nota 2, pág. 472 con-
firma que es “un personaje de identificación problemática”. Óscar Perea, en su estudio citado en
la nota anterior, concluye que “el enigma del Comendador Escribá parece resistirse todavía a una
solución”, pág. 205.
25 Es la “Canción de San Pedro”, número 287 de la ed. del CG de González Cuenca. Se trata
de Diego de San Pedro.
26 Castillo, Cancionero general, II, núm. 548 de la ed. citada.
27
Nuestro villancico es una contrahechura del “Míos fueron, mi corazón, /los vuestros ojos
morenos, /¿quién los hizo ser ajenos?” (MP 1335, 111 y 207; véase nuestra nota al poema. El villan-
cico ha inspirado aquí una glosa que no hallamos en otras fuentes).
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28 Antonio Rey Hazas, “Cervantes, Lope, Góngora, el Entremés de los Romances y los primeros
capítulos del Quijote”, Edad de Oro, 25 (2006), págs. 473-501, estudia la “locura” de Lope: “para to-
dos los conocedores del romancero nuevo Lope de Vega estaba loco por sus numerosos y diferen-
tes heterónimos moriscos, loco por los romances moriscos, loco por celos, loco, en fin, porque llegó
a identificarse con sus idealizados y caballerescos héroes moriscos.”, pág. 501.
29 De obligada lectura son los trabajos de Antonio Carreira, Luis de Góngora, Romances, 4 vols.
Barcelona, Quaderns Crema, 1998; Antonio Carreño, El romancero lírico de Lope de Vega, Madrid,
Gredos, 1979, Luis de Góngora, Romances, Madrid, Cátedra, 1982; Lope de Vega, Poesía selecta, Ma-
drid, Cátedra, 1984 y sus numerosos artículos sobre el tema.
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Liras y cuartetos. Abren el códice las liras de fray Melchor de la Serna (1),
también en liras se compusieron unas graciosas coplas anónimas, aunque
difundidas (199), la canción de Espinel (212) y el “Sueño” del que se convier-
te en mariposa, anónimo (239). El romance 211 termina en liras.
Coplas y glosas. Hay coplas y glosas en abundancia, como es de esperar en
una obra de estas fechas. Un elevado número de ellas sólo se encuentra en este
códice (ver más abajo Metros Castellanos), lo cual indica que dado el carácter
del códice pudieran ser poesías originales de Padilla. La experiencia nos hace
descartar que provengan de unas fuentes impresas anteriores y que éstas se
hayan esfumado. En el códice encontramos glosas a pies, letras, motes y cancio-
nes, algunos de ellos llegaban ya a estos folios con merecida popularidad. Por ejem-
plo, Padilla —como Cristóbal de Castillejo, Barahona de Soto, Fadrique Enríquez,
Gaspar Gil Polo, Diego Hurtado de Mendoza, Lope de Vega, Jorge de Monte-
mayor, Gregorio Silvestre, Juan Vázquez, Cristóbal Vázquez de Mondragón, Fran-
cisco de Ocaña, Juan Sánchez Burguillos, etc— sucumbió a la tentación de glosar
“La bella malmaridada” (ver nuestra nota al poema 236).
Lo pedía el momento y nada sorprende, conociendo los gustos de Padilla,
comprobar que la poesía lírica popular encuentra acogida en este cartapacio.
Eran los años de la “dignificación”. A este manuscrito acudió nuestra amiga
Margit Frenk para espigar dieciséis poemitas que incorporó a su estupendo
Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica.30
Recoge también el códice una treintena de piezas que alcanzaron gran di-
fusión y popularidad. Salen unas de la pluma de famosos vates, otras de auto-
res todavía desconocidos, otras de la tradición popular. Algunas —como cier-
tos romances— circulaban impresas por lo menos desde 1550, cuando salió de
la imprenta el Cancionero de romances.
30 Entre paréntesis ponemos la numeración que les da Frenk: 30 (620B), 42 (739), 52 (220),
134 (649), 157 (1762B), 181(740), 193 (253), 215 (243), 226 (302B), 253 (1757), 262 (1643), 273
(1474), 286 (1098), 300 (1526), 302 (1720, 1853), 306 (1607).
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124. “Quien dice que pobreza no es vileza”, mal atribuido al duque de Sessa,
se halla en el Thesoro, fol. 307v y en MP 1587 (295).33
126. “En esa Torre de Sesto”, se encuentra en el Thesoro, fol. 267v.
192. “Junto a una clara fuente”, se incluye en el Thesoro, fol. 470v, bajo el
siguiente epígrafe: “Romances pastoriles que hurtaron al autor y andan muy
mal impresos”.
193. “Cuando el natural amor”, mal atribuido a fray S. de la Fuente, está en
el Thesoro, fol. 328v.
460. “A Galatea buscando”, figura en el Thesoro, fol. 66v, con una estrofa más.
500. “No fuera infierno para mí la dulce gloria”, en el Thesoro, fol. 323v.
598. “Diosa de la hermosura”, mal atribuido a Figueroa en MP 531, es “glosa
propia” de Padilla en el Thesoro, fol. 78r.
793. “De vuestros ojos, centellas”, en el Thesoro, fol. 15r, con una estrofa más.
801. “De este dolor inhumano”, en el Thesoro, fol. 69v, con tres estrofas más.
815. “El gallardo Abindarráez”, mal atribuido a Lope de Vega en MP 531,
figura en el Thesoro, fol. 419v, con ligeras variantes.
La compulsa de ambas versiones ha dado como resultado comprobar que
hay una mayor afinidad entre las versiones del Morán de la Estrella y del MP
1587 que entre ambas y las mismas versiones impresas en el Thesoro y en el
Romancero.
Con MN 3168 tiene en común 29 poemas, de los cuales diez son romances
(93, 198, 220-222, 242, 251, 255, 284, 285) algunos de ellos con notables varian-
tes. Del resto, casi todos ellos fueron piezas muy difundidas. Hay, sin embar-
go, cuatro composiciones (206, 219, 268, 284) que únicamente las hemos halla-
do en los códices MP 1587 y MN 3168.
En MN 3924, anterior por unos años, se encuentran diecinueve poemas que
fueron también copiados en MP 1587. Aparte de varios que alcanzaron buena
difusión y que pudieron haberse transmitido desde diversas fuentes (122, 164,
186, 193, 214, 236, 242, 305), hay unos que sabemos ahora con toda seguridad
que son de Padilla (51, 295) y cinco que por su tema y técnica también pudieran
ser de él (64, 192, 199, 303). Sin duda se copiaron antes en el códice toledano de
don Pedro de Rojas que en esta colección. Además hay que añadir que no nos
cabe duda de que los versos dedicados a María en esta compilación (como ya se
ha dicho) son de Padilla.
El manuscrito RC 263, del año 1589, comparte dieciséis poemas con el MP 1587:
“Miraba Tisbe el cuerpo traspasado”(2, 55); “Tan alto es el favor y bien que sien-
33
Veáse Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, I, págs. 66 y 67, donde establece que el
soneto es de Padilla.
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to” (25); “Huyendo va el cruel Eneas” (27), que figura solo en estas dos fuentes;
“En un monte junto a Burgos”(46), solo en estas dos fuentes, pero la versión de
RC 263 es diferente a partir del verso 10); “Piedad, dulce enemiga, ya no espero”
(56), solo en estas dos fuentes; “De las batallas cansado” (91); “Aprovecheme de
olvido” (108), de Padilla y además recogido en su Cancionero autógrafo; “Afuera,
consejos vanos” (109, pero con glosa distinta); “Hincado está de rodillas” (195,
romance con dos liras); “Si vo a decir verdad, hermana Olalla” (199); “Muéreseme
una picaña” (262, con glosa distinta); “Nuevos efectos de milagro extraño” (266);
“Holgando está con Jarifa” (310); “Con armas limpias y dobles” (312), solo en estas
dos fuentes; “De los sucesos de amor” (315), solo en estas dos fuentes.
Finalmente, damos a continuación los poemas que MP 1587 comparte con
una sola fuente. El hecho es demasiado interesante como para no anotarlo, sin
embargo no queremos todavía sacar conclusión alguna hasta que hayamos
recopilado más datos que permitan verificar si hay más versiones, y tal vez
atribuciones, en otros manuscritos o impresos.
“A tan rendido pastor”. MP 531, núm. 198.
“A unos ojos bellos”. MN 3168, núm. 51.
“Al hombre que fuere pobre”. RV Reg. Lat. 1635, núm. 67.
“Amor me prometió perpetua gloria”. MP 531, núm. 614.
“Aunque ves que muerto vengo”. RAV Chigi L.VI.200, núm. 18.
“Ausente de vos, bien mío”. PN Esp. 373, 233v.
“Cómo diré lo que sé”. FR 3095, 39v.
“Cuando de puro cansada”. RAV Ottob. 2882, 22v.
“Cuando el valeroso Orlando”. MP 531, núm. 493.
“Cuidoso va Montesinos”. NH B-2486, núm. 532.
“De la batalla sangrienta / sale el valiente Bernardo. MN 4072, 15v.
“De ti, buen Cid Campeador”. MP 531, núm. 499, Sólo 1a primera estrofa.
“Del mal de no os ver, mi vida”. MP 531, núm. 148.
“Después que de amor cautivo”. MP 1580, 242.
“El cielo a voces hiriendo”. RH, pág. 163.
“El parto le tomó a Antona García”. MN 3924, núm. 81.
“El sol en medio del cielo”. Flor tercera, fol. 176v.
“El valiente Abindarráez”. MP 996, núm. 7.
“Es amor un vivo fuego”. RAV Ottob. 2882, 8.
“Estábame yo mezquina”. FN VII-353, 241.
“La espada sois de Aquiles el valiente”. PhUP Codex 193, 100v.
“La rota de los franceses”. FN VII, 353, foi. 129v.
“Menga me tiene agraviado”. LBL 18.706, 33.
“No es posible mal tan grande”. BC 2051, 113v.
“Oh, Blanca, a quien rendida está la nieve”. La Galatea, 1585.
“Penas tiene mi corazón”. MN 3168, núm. 113.
“Pensamientos atrevidos”. MP 531, núm. 465.
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No se sabe con seguridad si antes de 1581 hubo una edición del Romancero
historiado, compilación de Lucas Rodríguez. Don Antonio Rodríguez-Moñino
preparó la edición moderna que salió de la casa de Querino Gerardo en Alcalá
el año 1582 (ver Bibl.). Hubo tres ediciones más en 1584, 1585 y 1586. Una obra
de tales fechas no podía por menos que compartir algunos romances con MP
1587. Son los poemas “Por el rastro de la sangre” (11), “El cielo a voces hirien-
do” (12): las versiones en ambas fuentes son tan idénticas que las diferencias
pueden considerarse más torpezas del copista que variantes. Los romances “El
valiente don Manuel” (20) y “El bravo alcaide de Ronda” (21) son los números
X y XIJ del Romancero Historiado, con la particularidad que ambos números son
un mismo romance en el Thesoro.34 Las tres versiones tienen muchas variantes y
distinta longitud. El largo romance de Padilla se imprimió en el Thesoro, luego
en el Romancero historiado y vuelve a copiarse, dividido en dos, en MP 1587.
“Muerto yace el rey don Sancho” (48) tuvo una gran difusión en sus distintas
versiones; “Pártese don Diego Ordóñez” (49) debió de llegar al RH desde el Can-
cionero de Romances (1550) y fue transformándose al pasar de un manuscrito a
otro. En Tres Cancioneros [jesuitas] y en RH son idénticos, sin embargo MP 1587
recoge una versión distinta. Este romance y el siguiente se difundieron juntos y
se encuentran en el mismo orden topográfico en nuestro códice y en RH. El
romance “Aún no es bien amanecido” (50) gozó de mucha popularidad y una
de sus versiones vino a parar al RH. Las versiones de la glosa del romance “Ca-
ballero, si a Francia ides”, (78) “Estando en prisión cautiva” (79) en el impreso y
en nuestro códice son muy semejantes, por lo que podríamos concluir que, como
excepción, se copió del RH. También comparten “De las batallas cansado” (91),
pero no la glosa.
cisco Sánchez, con un soneto introductorio de Cervantes, que en esos días tra-
bajaba en su primera novela. Firma la licencia Antonio [Gómez] de Eraso y la
aprobación Juan López de Hoyos.37 En 1585, ya carmelita calzado, publicó el
Jardín espiritual, impreso en Madrid en casa de Querino Gerardo y con licen-
cia del 5 de junio de 1584. Firma el privilegio Antonio de Eraso y la aproba-
ción Pedro Laínez. Debemos recordar que en ese mismo año se imprimió en
Alcalá de Henares La Galatea, con el privilegio firmado también por Antonio
de Eraso el 22 de febrero de 1584. Además de las composiciones de Padilla
como es lógico, el Jardín contiene otras de Cervantes, Laínez, López Maldona-
do, Lope de Vega y otros vates de la época.38 Conviene notar que Lope tendría
23 años cuando Padilla publicó su soneto “Francisco cuyo santo, humilde celo”
y que con toda probabilidad fue la primera composición que Lope vio en letra
impresa. El ahora carmelita entrega a Pedro Madrigal, impresor madrileño, su
poemario mariano Grandezas y excelencias de la Virgen señora nuestra que ve la luz
el año 1587.
Pensamos que sería por esas fechas cuando Padilla llevó al amanuense los
papeles que tenía guardados. La buena cantidad de poemas únicos a este ma-
nuscrito —79, bastante normal cuando toda la producción es de un poeta—
nos hizo pensar que tal vez MP 1587 fuera de un autor que entregó sus pape-
les a un copista para que pasara a limpio los poemas propios, los de otros
poetas anteriores y además los que sus amigos le habían ido regalando en el
transcurso de unos años. Nos detuvimos a pensar que de los poemas ajenos
casi todos parecían pertenecer a un grupo de poetas amigos entre sí, cuyas
obras eran conocidas de todos ellos y que, por lo tanto, no existía la necesidad
de poner su paternidad de manifiesto. La idea, al parecer, era que cada vate es-
tuviera representado con uno o dos poemas, aunque de algunos se copiaran
tres, cuatro y alguna más, si estaban a la mano. Tuvimos la suerte de poder do-
cumentar los que de ellos se copiaron en el cartapacio, y así a Pedro de Padilla
hemos podido asignarle 27 poemas que con toda seguridad son suyos, puesto
que los hemos encontrado en otras fuentes en las que claramente figura él como
autor.39 A la hora de atribuirle otras composiciones cuya paternidad no pode-
37 Publicado en 1880 por la Sociedad de Bibliófilos, con introducción a cargo del Marqués de
la Fuensanta.
38 Véase la curiosa nota de Antonio Pérez Gómez, “El Jardín espiritual de Pedro de Padilla.
Peculiaridades bibliográficas”, en Homage to ]ohn M. Gil. In memoriam, Indiana University, 1968,
págs. 59-63.
39 Solo damos como seguros de Padilla los que hemos encontrado atribuidos a él en otras
fuentes de fiar; son los números siguientes: 20-22, 24, 26, 30, 51, 67, 96-99, 108, 110, 112, 120,
121, 139, 141, 159, 171, 180, 250, 269, 270, 280, 295, 301. Le atribuimos, sin embargo (y hasta que
no prosperen otras investigaciones) todos los demás, siendo conscientes de la cantidad de poe-
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mos refrendar todavía con otras fuentes, no hemos olvidado que por mimetis-
mo bien pudieran ser de cualquier otro poeta del grupo (aquello de Rodríguez-
Moñino de “edificar sobre arena”). Veamos, por ejemplo, el caso de tres com-
posiciones de Padilla: “Diosa de la hermosura”, “El gallardo Abindarráez” y
“Quando el natural amor” que Morán de la Estrella pensó le pertenecían a
Figueroa, a Lope de Vega y a fray S. de la Fuente respectivamente.
Se nota que hay una división muy clara entre unos pocos sonetos con pa-
ternidad conocida y, por el contrario, la abundancia de romances nuevos poli-
métricos, ensaladas y canciones glosadas casi todas ellas enlazadas entre sí
por temas, motivos, personajes, lenguaje, técnica e inspiración comunes. Hay,
además, algún que otro poema con concepto y hechura prebarrocos, caracte-
rísticas que se hallan en los versos de Padilla. El linarense con frecuencia se
ajusta a la moda de intercalar octavas y otras formas métricas generalmente
entre los romances.40 Hay otras piezas que exhiben métrica variada a las que
Padilla da el nombre de “ensaladas”.41 No es que sea el único en usarlas, pero
mas que de una hora para otra cambiaban de padre, cosa a la que estamos acostumbrados, y
de la que se quejaron tanto Padilla, como fray Luis, como Lasso de la Vega, este último con su
característico gracejo:
Sé decir de mis Romances, a otros les sobran doce…
en punto bueno se nombre, El músico los cercena,
que quando a mis manos vuelven, el que traslada compone
no hay diablo que los soporte: el que recopila enmienda,
unos vienen patituertos el impresor antepone
otros tirando mil coces, el censor les da un mordisco
a unos faltan seis conceptos cuando referir los oye. (En Manojuelo)
40 Padilla comparte esta característica con Gabriel Lasso de la Vega, Primera Parte del Roman-
cero y Tragedias (1587) en el que una tercera parte de los poemas tienen interpolaciones; sin em-
bargo, en su obra posterior de 1601 Manojuelo de Romances apenas seis de los 127 tienen polime-
tría. Juan de la Cueva, en su Coro Febeo de Romances Historiales (1588) usa la misma técnica poéti-
ca. Liñán se sirve de interpolaciones en cinco de los 37 romances suyos contenidos en las Flores.
Lope y Góngora también la usaron: era la moda.
41 Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, Luis Sanchez, 1611 (ed.
de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Pamplona, Universidad de Navarra, 2006, pág. 789), recoge
el término literario: “Llamaron ensaladas un género de canciones que tienen diversos metros, y
son como centones, recogi dos de diversos autores. Estas componen los maestros de capilla, para
celebrar las fiestas de la Natividad; y tenemos de los autores antiguos muchas y muy buenas,
como el molinillo, la bomba, el fuego, la justa, el chilindrón, etc. Este modo de misceláneas com-
pararon los antiguos al plato de ensalada al qual llamaron saturam” [satira]”. Ramírez de Arella-
no, en su ed. del Romancero de Padilla, anota que en orfebrería ensaladilla significa el conjunto de
varias piedras preciosas puestas en una joya. En cuanto a su uso para un fin específico, Margit
Frenk sospecha “que este género de ensaladas que describen bodas aldeanas es creación de
Pedro de Padilla” en Estudios sobre lírica antigua, pag. 72. En este cartapacio hay dos “bodas” (185,
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no cabe duda que fue quien mejor supo aprovecharse de esta nueva fórmula.
Maxime Chevalier, tan buen conocedor del contenido de los códices de esta
época, refiriéndose a los romances, observó con acierto que “Padilla tenía inten-
ciones concretas y deseaba crear un género relativamente nuevo”.42 Como es el
caso de MP 1587, hay en MP 1579 un alto número de composiciones exclusivas,
poemas que no hemos sido capaces de hallar hasta ahora en ninguna otra fuente.
En MP 1587 hay diesiete composiciones polimétricas o con estribillo (moda-
lidades que Padilla usa con frecuencia43 desde el primer testimonio suyo autógra-
fo que conocemos): “Huyendo va el cruel Eneas” (27), con unas octavas puestas
en boca de la reina Dido; “Siempre lo tuviste, moro” (38), con la interpolación de
otro romance “Moro alcaide, moro alcaide”; “Amor me guía y rige, Amor orde-
na” (63); “Ya desposan a Veleta” (185); “Áspero llanto hacía” (209), con unas
endechas del valeroso Bernardo; “El sol en medio del cielo” (211), romance y
unas liras con el lamento de un rústico zagalejo; “Contra Zamora lidiando” (222),
con el romance a modo de estribillo “Afuera, afuera, Rodrigo”; “Celestina cuya
fama” (236), con la canción “Cómo me dejáis, señora”; “Después del suceso tris-
te” (242), con estribillo; “Después de muerto y vencido” (245), con la octava de
Isabela llorando la muerte de Cerbino; “El desdichado Lidano” (248), con dos
octavas quejándose de su ingrata amante; “De la vistosa Granada” (251), con la
tornada “y olvidado de su amiga”, además de la desafiante carta de Audalla en
cuatro octavas; “Lisardo sale del soto” (257), con el refrán “Quien se muda, Dios
le ayuda”; “Puesto en silencio y olvido” (272), con unas doloridas endechas;
“Poderoso es el amor” (273), con la canción popular por estribillo “Taño en vos
el mi pandero,/taño en vos y pienso en al”; “Por el profundo mar de amor nave-
go” (280) son octavas desprendidas del largo romance “En la abundosa ribera”,
número 26 de su Romancero; y “Puestos en la mar los ojos” (284), que termina con
unas redondillas.44
302), que nos inclinamos a pensar que son de Padilla. Espinel parece que se inspiró en las bodas
de Padilla para componer otra. José Lara Garrido: “Entonces me detuve a comentar la Boda, resal-
tando la polimetría y el recurso a estribillos y canciones tradicionales”, estas son precisamente las
características de las bodas de Padilla. Recomendamos su estudio “Vicente Espinel, un poeta entre
dos siglos” en El canon de Vicente Espinel (coord. José Lara Garrido), Málaga, Anejo 74 de Analecta
Malacitana, 2009, págs. 77-155.
42
Maxime Chevalier, Los temas ariostescos en el romancero y la poesía española del Siglo de Oro,
Madrid, Castalia, 1968, pág. 23.
43
Véase el estudio preliminar pág. 27 y los núms. 31 y 237 del Autógrafo, dos ensaladas que
la primera pasó al Romancero y la segunda al Thesoro.
44 “Al pie de un álamo solo” (220), romance de Lope con las endechas de Belardo a la divi-
na Elisa.
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Junto a la polimetría, son características de Padilla (solo hay que echar una
ojeada al Thesoro) algunos motivos y temas que encontramos repetidos en sus
versos, por ejemplo, el uso de los nombres de sus personajes poéticos: Liranio
(también Lidano) es su disfraz pastoril, el nombre aparece en varias de sus
obras y las unifica. En claro contraste con los cultos latinizados de Celia, Fenisa,
Filena, Lúcida, Silena, Silvano o Sireno encontramos los propios de la poesía de
aldea. Entran de lleno en la poesía de esta época, pensamos que impulsados
por Padilla, una legión de nombres que nos ponen en tierras de pan llevar,
nombres y apodos reales, nombres de mozos y mozas con la piel curtida por el
sol castellano: Antón el vaquero, Bastián Sánchez el herrero, Gil Manzano, Juan
Pastor, Pero Crespo, Pedro Díaz, Pingarrón, Domingo Gil, Juan Miguel, Sancho
Redondo y Antona, Gila, la Catalineta y la Catalinorra, Teresa la hija de Andrés,
Pascuala, Minguilla, Inés, Marina y Costanza, Menga, Veleta y Pelaya, que para
hacerlos más reales todavía, Padilla les da el habla del villano: Pabro, Cremen-
te, Bras, joro a Dios, con un juerte virote gapatudo, tornisconaço, etc, con lo que
Padilla añade un tono humorístico a estos protagonistas que anteceden al per-
sonaje Sancho Panza, elevados todos desde el plano de lo cotidiano, de lo invisi-
ble y prosaico a actores en una realidad lejana al mundo idealizado de los caballe-
ros armados moros o cristianos y de los pastores amorosos deshaciéndose en lá-
grimas por sus huidizas pastoras. Como otros amigos suyos —Cervantes,45 por
ejemplo— Padilla elabora y amplía el romancero morisco tanto en las obras im-
presas como en las manuscritas, y parece ser que en ese género tuvo imitadores
de tan buena pluma como Lope.46
Otra característica de la poesía lírica de Padilla es su fascinación por los ojos
de la amada, por el poder de la mirada, por el gesto de la cara. En el Thesoro y
en este MP 1587, hay muchos ejemplos para ilustrar este motivo lírico: demos
aquí dos muy representativos. Uno es la canción “Ojos que tal muerte dais”
(141), exclusiva de MP 1587, autógrafa de Padilla en MP 1579 y acompañada en
este último de unos apuntes teatrales puestos allí por el poeta. El segundo lo
hallamos en el Thesoro, fol. 140v (núm. 100):
45 “…también Cervantes era un consumado autor de romances, a juzgar por los “romances
infinitos” que dice haber compuesto en el Viaje del Parnaso, ya que formaba parte del grupo
madrileño del Romancero nuevo, junto con Liñán de Riaza, Lope de Vega, Juan Bautista de Vivar
y el ilustre caballero de la ciudad imperial don Luis de Vargas Manrique”, Antonio Rey Hazas,
“Cervantes, Lope, Góngora, el Entremés de los romances y los primeros capítulos del Quijote, en
Edad de Oro, XXV, Universidad Autónoma de Madrid (2006), págs. 473-501.
46 Soledad Carrasco Urgoiti, “Nota sobre un motivo áulico en Pedro de Padilla y Ginés Pérez
de Hita”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 6 (1987), págs. 373-382.
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Teniéndote en ausencia
es cansancio el regalo,
y el que vive sin verte
ni te supo mirar ni conocerte,
pues viéndote, jamás ay rato malo,
y sin esto la vida
es buena para solo aborrecida.
Además de Celia, la hermosa amada en su Autógrafo, hay otra mujer que ins-
pira a Padilla, una ninfa llamada María a quien Cupido confunde con Venus en
varias ocasiones. En el Thesoro, f. 231 (182), hay también una epístola dedicada a
la hermosísima María, la misma que recibe cinco composiciones en MP 1587 (59,
63, 65, 71, 73), tres de ellas exclusivas de este códice (63, 65, 73). La mis-ma mujer
inspira a Padilla tres poemas más, también exclusivos de MN 3924 (núms. 6, 91,
107) en cuyas páginas se copiaron otras composiciones del poeta. Y, finalmente,
en MP 531, fol. 27 (154) entre unos poemas de Padilla (aunque sin atribución ex-
presa) aparece un soneto a la misma bella.
Pedro de Padilla fue uno de los contados autores del siglo XVI que tuvo la
habilidad de publicar sus voluminosas obras poco tiempo después de prepa-
rarlas para la imprenta. Sorprende, en efecto, ver que tantos versos de Padilla
salieron de la imprenta en tan poco tiempo.47 Como su musa era más rápida
que las prensas, una buena parte de su producción nos ha llegado en forma
manuscrita. Se da el caso que de hoy disponemos de sus Églogas en un manus-
crito apócrifo y en un libro impreso.48 A buen seguro que entre los cientos de
códices no estudiados todavía quedarán más composiciones del poeta.49
El año 1588 se terminaban de copiar, con otros, los poemas sueltos de Padilla,
algunos de ellos ya impresos pero la mayoría todavía inéditos. A continuación
damos por orden alfabético los primeros versos de los poemas copiados en MP
1587 y cuya autoría hemos podido comprobar mediante compulsa con otras
fuentes:
47 Recordemos a modo de ejemplo como Laínez, rico e influyente, no vio su Cancionero en letra
de molde, y que su viuda, a pesar del interés de Cervantes, no fue capaz de sacarlo de la imprenta.
48 Nuestra edición aparecerá en 2010. El ms lleva por título Segunda parte de las obras de Pedro
de Padilla en Eglogas pastoriles. Con algunos sonetos al cauo. Otra mano en fecha posterior agrega la
siguiente noticia: “Natural de Linares, Cauº del Orden de Santiago - entró después en la religión
del Carmen”. El impreso sevillano “coincide totalmente” (según Valladares, pág. 98) con el impre-
so Eglogas pastoriles de Pedro de Padilla y ivntamente con ellas algunos Sonetos del mismo Auctor. Sevilla,
Andrea Pescioni, 1582. A costa de Antonio Vivas. Véase también Paloma Fanconi, Las Églogas
Pastoriles de Pedro de Padilla, estudio y edición. Tesis doctoral inédita, diciembre 2003.
49 Preparamos la ed. del manuscrito de la Biblioteca de Bartolomé 23/4/1.
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A esta paternidad creemos que debería añadirse los que por ahora solamen-
te hallamos en este cartapacio:
A la hermosa dama declarando El que se ha de enamorar
Ablanda ya el diamante su dureza En toda la noche y día
Al ruido de una fuente sonorosa Estaré al amor rendido
Alivio del padecer Hermoso y florido prado
Alterada está Zamora Hízoos Dios de tal manera
Amor me guía y rige, Amor ordena Injusta ley es la tuya
Aquí el valor, la gracia y gentileza Isabel, no seas loca
Ay, matadora y enemiga mía Junto a una clara fuente
Carillo, dame un consejo La hermosa, por cara que sea
Carillo, qué causa ha habido La llaga con que me muero
Carillo, si has de querer La que es necia y lerda
Celosa andaba Jarifa La que tuvo suerte
Cómo das tan presto vuelta Las fuerzas mira de Troya
Cuando el lúcido rayo de la luna Lisardo sale del soto
Cuando el fuego de amor crece Magnánimo señor, Marte fiero
Cuando en vos contemplo y miro Mis bienes son como el viento
Cuantas gracias la natura No quiso bien quien olvida
Cuitado del que padece Para deshacer mis daños
De grave dolor cercado Pasaba Amor un día por la calle
De la sangrienta batalla Perpetua cárcel, dura, tenebrosa
que en Rodas ha sucedido Pícaro, mi camisa
Después de muerto y vencido Por dama que ha sido hermosa
De tal suerte me maltrata Por mirar tu cristalino
Dios sabe, pelota mía Por quererte ha merecido
Dulce zagaleja Por un camino escabroso
El amor que es verdadero Pues amor lo hace
El castillo rodeado Pues que me aparta mi suerte
El desdichado Lidano
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50 Las octavas son los núms. 2, 22, 24, 25, 27, 47, 55-60, 64, 67-70, 88, 147, 192, 200, 201, 214, 218,
245 (en un romance), 248 (en un romance), 251 (en un romance), 258, 266, 267, 280, 281. De ellas,
son anónimas veinte: 2 (55), 56, 58-60, 69, 70, 88, 147, 192, 200, 201, 214, 218, 245, 248, 251, 258, 281.
Forman parte de romances: 27, 245, 248, 251. Sonetos anónimo son los núms. 10, 65, 66, 71, 72, 73,
76; tercetos anónimos: 13, 62, 63, 75 ¿Diego de Zúñiga?, 77 (compuesto por “D”), 189.
51 Lorenzo de Sepúlveda, Romances nuevamente sacados de historias antiguas de la Crónica de
España, 1551, 14 ediciones hasta 1584, ed. de Antonio Rodríguez-Moñino, Madrid, Castalia, 1967.
52 “...ha sido el mayor elemento bibliográfico en la transmisión del romancero durante los si-
glos de Oro...”, Antonio Rodríguez-Moñino, La “Silva de romances” de Barcelona, 1561. Contribución
al estudio bibliográfico del Romancero español en el siglo XVI, en Acta Salmanticensia 56, Universidad de
Salamanca, 1969.
53 Se imprimió por primera vez en Alcalá, en casa de Hernán Ramírez 1579 ó 1581; se reimpri-
mió de nuevo en Alcalá el año 1582; se volvió a imprimir en Lisboa el año 1584 y una vez más en
1585 en Alcalá, ed. de Antonio Rodríguez-Moñino, Madrid, Castalia, 1967.
54 Juan Timoneda, Rosas de romances (Valencia, 1573) (ed. de Antonio Rodríguez-Moñino y Da-
niel Devoto), Valencia, 1963.
55 Pedro de Moncayo, Flor de varios romances nuevos y canciones (Huesca, 1589); Flor de varios ro-
mances nuevos (Barcelona, 1591); Tercera parte de Flor de varios romances (Madrid, 1593). Es de suponer
que Padilla leyera las tres partes de la recopilación. Hay edición facsímil, Las fuentes del Romancero
general (ed. de Antonio Rodríguez-Moñino), Madrid, Real Academia Española, 1957, vols. I, II, y III.
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pudiera indicar que salió de una copia tomada del libro de Alcalá, el cual, como
algunos de Padilla, fue costeado por Blas de Robles.
Hay de Gutierre de Cetina (1514-1557) al principio del códice en su estado
actual el soneto que escribió el año 1541 inspirado en el fracaso de Túnez: “Ex-
celsos montes, do el romano estrago” (6). El soneto, aunque de fecha bastante
anterior a este cancionero, tuvo gran éxito y se copió en muchas colecciones.
Como en el caso de Acuña también ha sido atribuido a varios autores.
De Vicente Espinel (1550-1624) hay cinco composiciones, tres: “Rompe las
venas del ardiente pecho” (212), “Nuevos efectos de milagro extraño” (266) y
“Pues mi mal terrible y fiero” (279) se imprimieron después en Diversas rimas
(1591), de la canción “Por un desengaño” (288) encontramos una atribución a
Espinel en PN Esp. 307 pero del cantar “La llaga con que me muero” (188), no
encontramos rastro de él por ninguna parte.58 En los tres casos los poemas circu-
laron manuscritos antes de que aparecieran en el libro preparado por su viuda.
Después de unos años fuera de España, desembarcó Espinel en Barcelona y luego
pasó por Madrid, donde se encontraba en 1584. Por ese entonces se enteraría de
las buenas noticias literarias: López Maldonado, después de una década de tra-
bajo, había solicitado y obtenido el privilegio para estampar su Cancionero el 19
de abril de 1584 por término de diez años. El grupo de amigos se reuniría para
festejarlo, y Cervantes, Juan de Vergara, Lope de Vega, Liñán y Pedro de Padilla
(con otros menos famosos) decidieron obsequiar a Maldonado con unos poe-
mas para la edición que con regocijo de todos vio la luz el 5 de febrero de 1586.
Espinel ya se había ausentado de Madrid en esas fechas, pero a buen seguro que
López Maldonado le enviaría algún ejemplar de los doscientos que de una tira-
da de 1500 imprimió Guillermo Droy.59
El “divino” Figueroa (nace antes de 1538, muere en 1588-89) inicia el ramille-
te de sonetos (5), cuyo poema se halla también en muchas fuentes manuscritas.
La coincidencia del año de su muerte con la fecha en que pensamos se recogían
los poemas en este códice no deja de ser significativa. Por otra parte, es de sobra
conocida la amistad que se profesaban Padilla y Figueroa.
No podía faltar a la cita Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), buen poe-
ta, influyente y adinerado. Al manojo de sonetos se unieron dos que gozaron
de gran difusión en las misceláneas manuscritas. Pocos poetas de esta época
vieron sus obras tan difundidas como las suyas. Su fama de poeta fue tan gran-
58 Gaspar Garrote Bernal en la ed. Diversas rimas (2008) remite al trabajo de Antonio Carreira
(1990), quien indica como única fuente nuestro manuscrito.
59 Antonio Prieto en La poesía española del siglo XVI, II, Madrid, Cátedra, 1987, pág. 703, comen-
ta de la buena relación que unía a Espinel con Lope de Vega, la amistad de ambos con López
Maldonado a la vez que mantenía “comunes amigos como Pedro Laynez o Pedro de Padilla”.
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de que no hubiera hecho falta recurrir a la amistad para que Padilla mandara
copiar un par de poemas de tan señado renombre.
Pedro Laínez (1538-1584) se halla en el códice en compañía de Cetina, Figue-
roa y Hurtado de Mendoza. Está representado con un soneto del más puro corte
italiano (7). Aunque ha sido atribuido a Figueroa, se sabe que hubo error de
paternidad. Perteneció Laínez al grupo de Barahona de Soto, Cervantes, Espinel,
Lope, López de Hoyos, López Maldonado, Silvestre y Pedro de Padilla, con
quien le unió una amistad muy especial. Laínez escribió poemas laudatorios para
prefaciar las obras de su maestro y sonetos de encargo para incluir en el Jardín
espiritual. Escribió también la elogiosa aprobación para el libro Églogas pastori-
les. Ayuda de Cámara del príncipe don Carlos (con quien estuvo cuando éste
se cayó por la escalera en Alcalá) se disfrazó de Damón en el mundo ideal de la
poesía, como Padilla lo hiciera de Liranio, Lope de Belardo y Figueroa de Tirsi.
Fue Padilla su mentor literario seguramente, y parece que a través de éste ganó
la amistad de Cervantes y de Lope de Vega.60
Gabriel Lasso de la Vega (1559-1615) está representado con dos romances, sin
atribución. Del primero (195) existe en el códice de Rávena una versión polimé-
trica que termina con dos liras. Menéndez Pidal (que confiesa no haberla visto)
se lo atribuye a este autor. Si damos por buena la fecha que aparece en el cancio-
nero classense de 1589, nuestra versión y la italiana son curiosamente contempo-
ráneas. El segundo romance (209) también polimétrico, aparece en este manus-
crito antes de que viera la luz en la versión impresa del Manojuelo de romances de
1601. Tenemos que añadir que Padilla redactó la aprobación para el Romancero y
tragedias de Gabriel Lasso de la Vega, que fue publicado en Alcalá el año 1587.
Pedro Liñán de Riaza (1555?-1607), otro de los integrantes del grupo, buen
amigo de Padilla y de Lope, compone uno de los dos sonetos preliminares (el
otro es de Cervantes) para el libro del carmelita Grandezas y excelencias de la
Virgen Señora nuestra, de 1587. En nuestro Cancionero se copiaron tres romances
de Liñán (que con los otros cinco poemas de Espinel y los cuatro de Lope pue-
den indicar una relación más estrecha entre los cuatro poetas).61 Aunque nunca
perfectamente delimitadas las partes del códice, el primer romance de Liñán
parece abrir una sección en que se agruparon los siguientes: “Azarque vive en
Ocaña” (202) poema muy difundido en manuscritos e impresos; “Bravonel de
Zaragoza” (221), impreso en la Flor, Huesca, 1589 y en la de Barcelona, 1591. La
60 Pedro Laínez, Obras (ed. de Joaquín de Entrambasaguas), vol. I, Madrid, CSIC, 1951, págs.
195, 202.
61 Consultó Julian F. Randolph este códice para preparar su edición de Liñán: Poesías, Barce-
lona, Puvill, 1982.
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versión de este códice se acerca mucho más a la del impreso catalán que a la del
aragonés. Asímismo se copió “Los pámpanos en sarmientos” (255), versión que
se aparta de la Flor de Barcelona y se parece muchísimo a la del MN 17.556, de
los años 1594-1595.
De la biografía de Gabriel López Maldonado poco sabemos, excepto que de-
bió ser íntimo de Padilla en cuyo loor escribió dos sonetos introductorios para
el Thesoro (1580) y para el Romancero (1583), y que además éste le encargó uno
para san Francisco que incluyó en el Jardín (1585). En MP 1587 se copiaron unas
coplas que ya estaban impresas en su Cancionero publicado en Madrid por Gui-
llermo Droy en 1586. En la introducción figuran obras de Cervantes, Espinel,
Lope, Liñán y Padilla. Fenómeno curioso es observar cómo la primera estrofa de
una glosa de Padilla a una canción ajena de su Thesoro, es la cabeza ajena de otra
glosa de Maldonado en su Cancionero.62
Lope de Vega (1562-1635), como decíamos más arriba, tenía 23 años cuando
Padilla imprimió uno de sus poemas en el Jardín el año 1585. En esa misma fecha
lo elogia Cervantes en el Canto de Calíope. Un año más tarde, López Maldonado
publicó otro poema del ya por esos días conocido dramaturgo. En MP 1587 se
copió, antes que en ningún otro códice de los que conocemos, y sin atribución, el
romance “Al pie de un álamo solo” (220) que no dudamos en asignárselo a Lope.
Aparte de estas poesías sueltas, hay que llegar a 1589 y a la Flor de varios romances,
publicada ese año por Pedro de Moncayo, para encontrar más ejemplos impresos
de la lírica lopesca. Añadamos que este librito contiene los núms. 208 y 285 de MP
1587 y en él se imprimieron además “El tronco de ovas vestido” y “Amada pas-
tora mía”. Anotamos también que ese mismo año, en el códice 263 de la Biblioteca
Classense de Rávena se copió el romance “Hortelano era Belardo”, datos todos de
interés para establecer la cronología lírica de Lope de Vega.
El códice, en el estado en que se encuentra actualmente, comienza con un
poema acéfalo, por pérdida de los primeros folios,63 titulado en otras fuentes “Los
gustos de amor” de fray Melchor de la Serna, benedictino de Valladolid, políglo-
ta y profesor de latín en Salamanca, traductor de algunas obras de Ovidio y buen
predicador, aunque mejor conocido por sus poemas desenfadados. Sus composi-
ciones, poco afines a los gustos del resto de los otros poetas aquí representados,
circularon por Madrid como bien indica su inclusión en este cartapacio.
62 “Cuando un triste corazón” es una canción, o letra, que glosa Maldonado de una manera y Padi-
lla de otra. “Un corazón lastimado” es la glosa de Padilla que figura en su Romancero de 1583 y en su
Autógrafo (MP 1579), de 1578, y “Un amoroso accidente” es la glosa de Maldonado que figura en su can-
cionero de 1586. “Quando un triste corazón” se halla por primera vez en el Cancionero llamado Guisadillo de
amor de Timoneda, 1573. En el Romancero de Padilla se prefación con “Otro segundo propio”.
63 ¿Habrán sido arrancados por encontrarse en ellos poemas eróticos del fraile “benito”? No
sería la primera vez que se cortan folios de un códice con sus atrevidos versos.
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Gregorio Silvestre (1520-1569). La glosa 105 sale de sus Obras de 1582. MP 1587
comparte siete poemas con el impreso: 9 (soneto de Diego Hurtado de Mendoza),
104 (letra), 105 (glosa copiada aquí), 106 (una canción a Silvia), 122 (un villancico
que acaso tomara de la lírica tradicional), 124 (un villancico) y 298 (una letra); las
glosas de Silvestre a estas cuatro letras no se recogen en MP 1587.
Hay tres poetas de los que se sabe poco, o nada. Melchor de Horta sabemos
fue correo de la ciudad de Valencia, leyó algunas poesías en las sesiones de la
Academia de los Nocturnos los días 1 y 8 de diciembre de 1593 y 2 de febrero de
1594. Entregó unos poemas para una justa poética celebrada el 6 de abril de 1600,
dos de ellos en valenciano. Es autor del romance y de las octavas que figuran en
Dechado de colores. Cancionero de amadores y dechado de colores en el qual se contienen
muchos villancicos y un romance nuevo con unas octavas, (sin año).64 Del que dice lla-
marse Peña nada sabemos. Diego de Zúñiga es poeta que aparece en el Cancio-
nero sevillano de Toledo (manuscrito 506 del fondo Borbón-Lorenzana) y del que
nada más podemos decir.65
El códice 1587, del año 1588, reúne las poesías de un grupo de amigos que en
la década de los ochenta originaron un cambio en la lírica castellana. Y este códi-
ce es ejemplar para ilustrar con sus textos, unos ya famosos en la época y otros
inéditos, cómo fue aquella revolución poética de finales de siglo. Pedro de Pa-
dilla, el poeta mejor representado en este códice, fue uno de los componentes de
esa generación responsable del cambio. Si no figura entre los mejores en cuanto
a mantener un constante grado de alta inspiración, sí puede considerarse, el
poeta más prolífico de todos ellos. Vendría a ser en poesía, en cuanto a cantidad,
lo que su amigo Lope fue al teatro. Esperamos que nuestra edición sirva para
continuar los estudios de este interesante poeta que supo preparar el terreno a
Lope y a Góngora para que éstos cantaran también, además de a las ninfas cor-
tesanas, a la niña que baja a los verdes prados, al villano que come pan con cebo-
lla, a los carreteros del buen Getafe, a los viñadores que van a la viña, a Antona
la bella labradora, a los gitanos de Valladolid, a la Menga que perdió los corales
una tarde en el ejido y al ambiente aldeano de Marica rodeada de su abuela la
Pascua, de su prima la tuerta y de Andrehuela memoriosa de cantares viejos.
de un poema era ajena al autor de la glosa, la hemos separado. Así hacemos jus-
ticia al autor de la glosa. Ponemos entre corchetes el poema y lo reconstruimos,
de manera, cuando se da —por ejemplo— la clara intención de glosar un frag-
mento de un romance ambos estarán numerados. Cuando la letra y las estrofas
que le siguen son de la misma pluma, al ser un solo poema van bajo el mismo
número. Contamos los repetidos que están en el códice, pero imprimimos sólo
una versión. Respetamos las grafías, desdoblamos las abreviaturas, corregimos
los muchos errores y algunas omisiones del copista valiéndonos de otras lectu-
ras, sin embargo en caso de fácil entendimiento de un texto respetamos el origi-
nal (por ejemplo, “Benisa” cuando en otros testimonios más conocidos es
“Belisa”). Transcribimos los epígrafes y añadimos en ellos, entre corchetes, infor-
mación de utilidad para el lector. Numeramos los versos y damos la foliación a
la izquierda de la página, indicando también si los textos van a dos columnas.
En las Notas hacemos acopio de toda la información que hemos sido capa-
ces de encontrar en las fuentes que hemos tenido a nuestro alcance con la
ayuda de nuestra base digital de primeros versos Bibliografía de la Poesía Áurea
y otras lecturas. Ofrecemos comentarios y observaciones de otros investiga-
dores, y, con frecuencia, remitimos a otras ediciones y a la Bibliografía para
ampliar la información. Reunimos la bibliografía que nos ha parecido opor-
tuna para acercarse a este códice y damos clara referencia de las fuentes que
hemos consultado. Al igual que en otras ediciones, añadimos un índice de
compulsa con otros códices: nos parece de gran utilidad para los estudiosos
de la literatura de esos años en que los poemas pasaban veloces de mano en
mano sin reconocer fronteras. Incluimos también un índice de autores, de
nombres propios, de primeros versos y, finalmente, damos al lector unas lá-
minas para que se vea la caligrafía del amanuense a quien Padilla le confió
sus papeles.
Los poemas autógrafos —como los vimos en la edición de 2007— son un cla-
ro anticipo de la producción de Pedro de Padilla, algunos de los cuales se distri-
buyeron entre sus obras impresas, otros se quedaron manuscritos en el cartapa-
cio y seguirían pasando de mano en mano. A su Thesoro pasaron bastantes com-
posiciones que aparecen asimismo en este códice, como son —por ejemplo— los
núms. 20, 96, 101 138, 139, 159; reaparecen manuscritas algunas que no fueron
al impreso (sirva de muestra: 108, 120, 12, 141, 270). Del primer manuscrito, MP
1579, hay bastantes poemas en el Romancero y en MP 1587, de las Églogas hay dos
testimonios en nuestro códice, una canción en redondilla glosada (250) y un gra-
cioso romancillo cuyas estrofas cierran con estribillo (269). Será preciso editar el
resto de las obras de Padilla para poder dibujar con mayor precisión el mapa
completo de sus poesías.
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