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Entonces, el juego no solo es una estrategia didáctica útil para que el niño
aprenda de una manera más divertida, sino que también permite prepararlo para
ejercer su papel como ciudadano en la sociedad; un ciudadano consciente de sus
derechos y deberes, y de la importancia de formarse académica y humanamente.
A propósito de la construcción de ciudadanía, el juego favorece y estimula las
cualidades morales en los niños, necesarias para vivir en sociedad de manera
armónica y pacífica; cualidades morales, como: el dominio de sí mismo, la
honradez, la seguridad y otros valores (Minerva, 2002).
Por otro lado, el juego permite una cercanía social y afectiva entre sus
participantes, por lo que “…posee una importante función socializadora e
integradora que permite en la esfera social conocer a otros y experimentar
conductas en esta interacción” (Posada, 2014, p. 24). De esta manera, el juego es
medio de aprendizaje, de construcción de conocimiento, de socialización y
bienestar físico y mental.
Entre tanto, cualquiera que sea el área del conocimiento, el juego permite el
aprendizaje activo. Por ejemplo, para trabajar las competencias de lectoescritura,
el juego se presenta como una estrategia didáctica que motiva la lectura en los
estudiantes, la representación de los personajes de una obra literaria y la
realización de actividades como clubes de lectura, que incluya a otros miembros
de las comunidades educativas (Bernardo y Zayas-Quesada, 2016).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS