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Título: La conducta adaptativa en el diagnóstico de discapacidad intelectual:

desarrollo de un nuevo instrumento para su evaluación.

Autores: Sabeh, E.N., Verdugo, M.A. y Navas, P.

En los últimos años la investigación ha avanzado sustancialmente en el


entendimiento de la discapacidad intelectual, y en la comprensión de la conducta
adaptativa en este colectivo, pero los instrumentos de evaluación y los estándares
profesionales para el diagnóstico no se han sumado todavía a ese proceso de
cambio conceptual.

Los criterios que en la actualidad se emplean para establecer el diagnóstico de


discapacidad intelectual son tres (Schalock et al., 2007; Wehmeyer et al., 2008;
AAIDD, 2011): 1) limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual, 2)
limitaciones significativas en conducta adaptativa, y 3) una edad de aparición
anterior a los 18 años. Esos criterios son los propuestos por la Asociación
Americana de Discapacidades Intelectuales y del Desarrollo (AAIDD; anteriormente
denominada AAMR) desde hace varias décadas (Grossman, 1983; Luckasson et al.,
1992, 2002) en sus propuestas de Definición, Clasificación y Sistemas de Apoyo (9ª
10ª edición). Y son seguidos por los manuales de diagnóstico y clasificación
internacional más conocidos: Clasificación Estadística Internacional de
Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud, CIE-10 (World Health
Organization, 1993), y Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales,
DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994). Asimismo, esos tres criterios se
mantienen en la publicación de la 11ª edición de la AAIDD, que ha estado trabajando
desde 2005 hasta 2009 en la revisión conceptual de la discapacidad intelectual, en
las funciones y procedimientos de evaluación y en el desarrollo de los apoyos
(Schalock et al., 2007; Wehmeyer et al., 2008; AAIDD, 2011).

Las puntuaciones de cociente intelectual (CI) han sido el criterio tradicional


para clasificar a las personas con discapacidad intelectual en diferentes categorías,
como las ya conocidas: ligera, moderada, severa y profunda. Se cuenta con
instrumentos actualizados y tipificados sobre amplias muestras que permiten evaluar
y diagnosticar con precisión esta dimensión intelectual, destacando las escalas de
inteligencia de Wechsler (WISC-IV y WAIS-III). No obstante, desde el año 1992, con
el desarrollo de un modelo teórico multidimensional de la discapacidad intelectual, el

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peso asignado en el diagnóstico a las puntuaciones de CI se ha visto reducido,
teniendo ahora también gran importancia dimensiones que reflejan la interacción de
la persona con su entorno, como son la conducta adaptativa, la interacción y roles
sociales, la participación y el contexto.

Con los cambios conceptuales sobre discapacidad intelectual de las dos


últimas décadas y la importancia creciente atribuida al criterio diagnóstico de
conducta adaptativa en la misma definición (Heber, 1959; Grossman, 1973;
Grossman, 1983; Luckasson et al., 1992/1997; Luckasson et al., 2002/2004;
Schalock et al., 2007) se ha producido un incremento en la necesidad de contar con
instrumentos apropiados, acordes con su actual definición (Luckasson et
al.1992/1997; Luckasson et al., 2002/2004; Schalock et al., 2007).

A través de las distintas definiciones propuestas por la AAIDD, la conducta


adaptativa ha venido siendo definida como: deficiencias de adaptación social,
madurez o aprendizaje (Heber, 1959); la capacidad del individuo para hacer frente a
las demandas naturales y sociales de su ambiente (Grossman, 1973); habilidades o
competencias que reflejan tanto la habilidad para estar incluido en un lugar dado
como para responder y adaptarse a las demandas del entorno (Luckasson et al.,
1992/1997); o como el conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas
aprendidas por las personas para funcionar en su vida diaria (Luckasson et al.,
2002/2004; Schalock et al., 2007; Wehmeyer et al., 2008).

Durante las décadas de los años 70 y 80 los esfuerzos de la investigación en


este campo se centraron en conocer la naturaleza del constructo de conducta
adaptativa y en el desarrollo de instrumentos para su evaluación. Sin embargo, la
falta de consenso a la hora de conceptualizar el comportamiento adaptativo dio lugar
al desarrollo de un gran número de escalas para su medición, no existiendo criterios
uniformes para la evaluación de la misma. Es a partir de la década de los 90 cuando
los diferentes estudios factoriales comienzan a arrojar resultados con características
comunes en relación con el comportamiento adaptativo y su estructura (Greenspan,
1997):

- la mayor parte de las definiciones coincidían en señalar que la


conducta adaptativa se desarrolla e incrementa en complejidad a medida que
la gente crece;

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- la mayor parte de las definiciones enfatizaban los dominios de:
habilidades comunicativas, vocacionales, domésticas, interpersonales y de
cuidado personal;

- la conducta adaptativa depende de las expectativas del grupo cultural


así como de las demandas de situaciones particulares y significativas para
aquellos con los que la persona interactúa;

- generalmente, la conducta adaptativa es definida como el


funcionamiento diario en aquellas actividades que requieren autosuficiencia
tanto personal como social más que como la habilidad para llevar a cabo
actividades.

La inclusión del criterio de conducta adaptativa pretendía responder a la


necesidad de basar el proceso de evaluación y diagnóstico en contextos de la vida
real, más que en un test psicológico alejado del comportamiento cotidiano. Por este
motivo, el Sistema de 1992 de la AAMR (Luckasson et al., 1992) incluyó ya esa
atención preferente a la conducta adaptativa, lo que supuso un cambio de
paradigma a la hora de conceptualizar la discapacidad intelectual, al considerar que
ésta no constituye un rasgo absoluto manifestado exclusivamente por la persona,
sino una expresión del impacto funcional de la interacción entre la persona con
limitaciones intelectuales y adaptativas con su entorno.

La conducta adaptativa ya en la 10ª edición de la AAIDD (Luckasson y cols.,


2002) es entendida con un enfoque tripartito influenciado por la investigación sobre
inteligencia, desglosándola en habilidades prácticas, sociales y conceptuales.

La evaluación de la conducta adaptativa puede tener diversos propósitos:


diagnóstico, clasificación y planificación de apoyos. En los dos primeros casos, al
igual que se hace con el constructo inteligencia, se subraya la importancia de utilizar
instrumentos estandarizados en base a los cuales los profesionales puedan
considerar que existen limitaciones significativas en conducta adaptativa, tomando
como criterio el resultado en pruebas estandarizadas de una puntuación que se aleje
dos desviaciones típicas por debajo de la media. Los instrumentos han de cumplir
tres requisitos: a) ser psicométricamente válidos b) centrarse en las tres áreas o
dominios propuestos, y c) estar estandarizados sobre grupos de personas con y sin
discapacidad intelectual (Luckasson y cols., 2002; AAIDD, 2011).

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Uno de los motivos para el desarrollo de una escala de diagnóstico de
conducta adaptativa es la ausencia de instrumentos de evaluación que midan todos
los dominios que componen este constructo (Thompson y cols., 1999). Instrumentos
muy útiles como las Escalas Vineland de Conducta Adaptativa (Sparrow y cols.,
1984) y el Inventario para la planificación de servicios y la programación individual
(ICAP) (1993, 1999), es que no se orientan al diagnóstico sino a la planificación de
apoyos. Ninguno de ellos mide todos los dominios que componen el constructo de
conducta adaptativa y no se dirigen exclusivamente al diagnóstico de discapacidad
intelectual, entendida esta última en base a los criterios establecidos por la AAIDD
(2011).

Por las razones expuestas desde el Instituto Universitario de Integración en la


Comunidad (Universidad de Salamanca) desde el año 2010 se ha venido elaborando
un instrumento de evaluación y diagnóstico de la conducta adaptativa (DABS), con
edades comprendidas entre los 4 y los 21 años, entendida aquella como el conjunto
de habilidades conceptuales, sociales y prácticas que han sido aprendidas por las
personas para funcionar en su vida diaria (Luckasson et al., 2002, 2011; Schalock et
al., 2007, en prensa; Wehmeyer et al., 2008; AAIDD, 2011).

Partiendo de un banco inicial de ítems, y mediante modelos de Teoría de


Respuesta a los ítems (Rating Scale Model, RSM; Partial Credit Model, PCM)
aquéllos fueron calibrados conforme a las distintas etapas del desarrollo evolutivo,
dando lugar así a 3 versiones del instrumento de evaluación: 4-8 años; 9-15 años;
16-21 años. Cada una de estas versiones fue analizada conforme a modelos TRI
con el objetivo de conocer el ajuste de los datos al modelo y la precisión de medida
en torno al punto de corte para establecer la presencia de limitaciones significativas
en conducta adaptativa.

Los participantes en el estudio que se llevó a cabo en estos años fueron


personas con y sin discapacidad intelectual. Se evaluó un total de 525 personas sin
discapacidad intelectual y 522 con discapacidad intelectual.

Cada versión del instrumento está constituida por 75 ítems (25 por subescala).
Presenta un formato tipo likert con 4 opciones de respuesta (0 = nunca o casi nunca
lo hace; 1 = lo hace cuando se lo recuerdan o le facilitan ayuda; 2 = algunas veces lo
hace de manera independiente; 3 = siempre o casi siempre lo hace de manera

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independiente). Se aplica mediante una entrevista semi-estructurada a un familiar,
amigo o profesional que conoce en profundidad a la persona con DI.

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