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Introducción
La naturaleza pluricelular del ser humano organizada a su vez en diversos tejidos, órganos y
sistemas, exige una buena comunicación entre ellos que permita no sólo la ejecución de
funciones sino la regulación de las mismas. Desde una perspectiva metabólica, las hormonas
son claves en la comunicación intertisular, y así también lo son otras sustancias como factores
de crecimiento, citokinas y eicosanoides.
Las transformaciones químicas que sufren los nutrientes en los tejidos permiten obtener la energía necesaria para
el funcionamiento celular.
El metabolismo de los nutrientes está muy regulado para poder hacer frente a situaciones fisiológicas y
patológicas diversas.
La actividad metabólica de las células en los distintos tejidos se regula de forma coordinada gracias
fundamentalmente a las hormonas.
1.1. Metabolismo
Se conoce con el nombre de metabolismo a las transformaciones químicas que sufren los
nutrientes en los tejidos, una vez superados los procesos de digestión y absorción
correspondientes. Este metabolismo incluye reacciones de tipo degradativo que se utilizan
fundamentalmente para obtener energía (catabolismo) y reacciones de tipo biosintético por la
que se forman diversas biomoléculas utilizando parte de esa energía (anabolismo).
El ATP es un nucleósido trifosfato. Los dos enlaces pirofosfato que contiene producen una
gran cantidad de energía cuando se hidrolizan (y la necesitan igualmente para formarse). Las
reacciones más características de esta molécula se especifican en la figura 1.1.
Figura 1.1: Estructura y reacciones principales del ATP (adenosín trifosfato).
Figura 1.2:
Obtención metabólica de ATP por vía anaerobia y por vía aerobia.
La obtención metabólica del ATP se muestra esquemáticamente en la figura 1.2. Como se
acaba de indicar, la energía que utiliza el organismo proviene de los macronutrientes de la
dieta y, también, del alcohol.
a) Los hidratos de carbono, que constituyen o deben constituir la mayor proporción de los
nutrientes ingeridos, son principalmente almidón y diversos disacáridos (sacarosa y lactosa)
que originan como producto de la digestión fundamentalmente glucosa. Este azúcar
representa, por tanto, el mayor aporte energético potencial del organismo.
b) La grasa, sea del tipo que sea, contribuye al suministro energético mayoritariamente a
través de los ácidos grasos que la componen, y que pueden considerarse prácticamente del
mismo valor energético.
c) Las proteínas contribuyen al aporte energético a través de los aminoácidos que las
componen.
En la figura 1.2 se indica que los macronutrientes se degradan por vías específicas a glucosa,
ácidos grasos y aminoácidos. A partir de estas moléculas sencillas se puede obtener el ATP
por dos vías diferentes.
Este proceso se muestra en la parte derecha de la figura 1.2, donde se muestra que en la vía
metabólica que lleva de glucosa a piruvato hay una liberación de energía que es aprovechada
para la síntesis de ATP. Se puede observar, asimismo, que este proceso está asociado al
fenómeno de la fermentación o formación de lactato a partir del piruvato.
Esta es la vía obligada cuando no hay oxígeno disponible. Si lo hubiera, el piruvato seguiría la
vía oxidativa que se muestra también en la figura y que se comentará posteriormente.
(Figura 1.3).
a) La rentabilidad energética del proceso se puede considerar muy baja, dado que por cada
glucosa se obtienen solo dos ATP, cantidad mucho menor que la que se consigue cuando la
glucosa es oxidada, como se verá posteriormente.
Otros tejidos dependen de este proceso anaerobio porque carecen de mitocondrias, que es el
orgánulo celular en el que residen los sistemas enzimáticos para la obtención de energía por la
vía oxidativa. Esto es lo que ocurre con los hematíes, la médula renal o el cristalino.
c) El sistema de fosforilación a nivel de sustrato que se está tratando es muy rápido, lo que
permite esfuerzos musculares intensos y rápidos, que son tan frecuentes en la actividad física y
el deporte
d) El producto final de la glucolisis anaerobia, el ácido láctico, puede ser todavía aprovechado
para obtener energía, no en el tejido que lo produce sino en otros tejidos. Esta utilización
puede ser directa, como ocurre en el músculo cardíaco, o a través de su conversión en glucosa
como ocurre en el hígado durante el proceso de la gluconeogénesis.
MIM: membrana interna mitocondrial.
NADH: nicotín-adenín-dinucleótido reducido.
Figura 1.5: Desacoplamiento de la cadena respiratoria y la fosforilación oxidativa por la proteína UCP (proteína
desacoplante).
Como se puede observar en la figura 1.5, existe la posibilidad de que los protones regresen al
espacio intramitocondrial por otra vía denominada UCP ("Uncoupler Protein": proteína
desacoplante). En este caso, la energía de la fuerza del movimiento de protones no se traduce
en la síntesis de ATP y se disipa en forma de calor. Este es el mecanismo de producción de
calor por el tejido adiposo marrón, muy rico en mitocondrias y proteínas desacoplantes (UCP1
o termogenina). Aunque este tejido está representado muy pobremente en el humano adulto, se
ha descubierto recientemente la existencia de otras proteínas desacoplantes en tejido adiposo
blanco y músculo esquelético (UCP2 y UCP3) que sugieren un importante papel de este
mecanismo en la regulación del gasto energético corporal.
c) Dado que un punto clave es la formación de coenzimas reducidos, cuanto más reducido sea
el macronutriente, más capacidad potencial energética tendrá. Este es el caso de las grasas
frente a los hidratos de carbono y las proteínas.
Como se ha indicado anteriormente, el ATP es directamente utilizable para las necesidades del
organismo: generación de impulsos nerviosos, trabajo muscular, transporte a través de
membrana, biosíntesis de macromoléculas, etc. Este compuesto energético no se almacena
sino que tiene que formarse al mismo tiempo que se utiliza. Sin embargo, en el tejido
muscular, donde los requerimientos energéticos pueden ser muy grandes en un momento
determinado, existe la posibilidad de almacenar una sustancia que se transforma muy
fácilmente en ATP y viceversa: el creatín fosfato. Con esta excepción, la imposibilidad de
almacenar ATP obliga a su obtención inmediata a partir de los nutrientes energéticos
circulantes (llamados comúnmente combustibles metabólicos) y de los depósitos de glucógeno
o grasa e, incluso, en determinados casos, debe obtenerse ATP a partir de la proteína muscular
y visceral. En cualquier caso, todas estas fuentes energéticas proceden de los macronutrientes
de la dieta: hidratos de carbono, grasa y proteínas.
Es muy útil considerar tres grandes fases en las rutas centrales del metabolismo intermediario,
en conexión con lo que ya se ha comentado anteriormente (figura 1.6).
Fase III. Está constituido por el metabolismo oxidativo del acetil CoA, es decir, el ciclo
tricarboxílico (ciclo de Krebs), cadena respiratoria y fosforilación oxidativa.
Figura 1.6: Las tres grandes fases del metabolismo.
En las fases I y II existen también vías anabólicas. Las vías anabólicas de la Fase I permiten la
síntesis de glucógeno, triglicéridos y proteínas. Las vías anabólicas de la Fase II permiten la
síntesis de ácidos grasos a partir del acetil-CoA, la síntesis de glucosa a partir de piruvato
(gluconeogénesis) y la síntesis de los aminoácidos no esenciales a partir de intermediarios
metabólicos de la glucolisis y del ciclo de Krebs.
Como se ha indicado, algunos componentes del ciclo tricarboxílico se utilizan en las etapas
iniciales de la biosíntesis de aminoácidos. Otros intermediarios del ciclo juegan también un
papel en la síntesis de glucosa o ácidos grasos. Por eso, las enzimas implicadas en estas
reacciones se consideran componentes de rutas anfibólicas.
Las grandes rutas metabólicas indicadas en la figura 1.6 están compuestas por múltiples
reacciones, estando la práctica totalidad de las mismas catalizadas por enzimas, muchas de las
cuales requieren el concurso de uno o varios coenzimas. La mayoría de estos coenzimas son
derivados de algunas vitaminas. Por ello, para un correcto funcionamiento del metabolismo
hacen falta niveles adecuados de dichas vitaminas. Las deficiencias en su aporte afectarán por
tanto a las etapas en las que intervienen, produciendo alteraciones bioquímicas que pueden
llegar a conducir en los casos más acusados a las alteraciones patológicas correspondientes.
Por ejemplo, el pirofosfato de tiamina es un coenzima derivado de la vitamina B1 que
interviene en la reacción catalizada por la piruvato deshidrogenasa. Esta reacción consiste en
el paso de piruvato a acetil-CoA y constituye, como ya se ha mencionado, una etapa decisiva
en la utilización oxidativa de la glucosa. Dada la importancia de la glucosa como sustrato
metabólico de las neuronas, la deficiencia de tiamina afecta la utilización de glucosa por el
sistema nervioso originando el cuadro clínico del Beri-Beri.
α-KG: α-cetoglutarato.
Los alimentos muy refinados carecen prácticamente de vitaminas y minerales por lo que sus
macronutrientes originan únicamente calorías ("calorías vacías"). Por tanto, se necesita el
aporte de otros alimentos que proporcionen los minerales y las vitaminas que permitan el
aprovechamiento de dichos macronutrientes. El abuso de este tipo de alimentos (grasas,
aceites, pan blanco, azúcar, alcohol, etc.) puede por tanto originar deficiencias vitamínicas y
minerales y repercutir de forma muy negativa en el metabolismo.
Las vías anabólicas del organismo humano no posibilitan la síntesis de toda la amplia gama de
nutrientes necesarios para el metabolismo celular normal, siendo preciso que una parte
importante de ellos sea aportado por la dieta. Esto ocurre no solamente con la mayoría de las
vitaminas y minerales sino con un número considerable de aminoácidos y con ciertos ácidos
grasos (tabla 1.2). Estos nutrientes se denominan esenciales, mientras que aquellos para los
que el organismo posee la correspondiente vía biosintética son los nutrientes no esenciales.
Fenilalanina
Histidina*
Triptófano
Valina
* Aunque la histidina no se sintetiza en los tejidos del organismo humano, puede ser aportada por la flora
intestinal.
** Estos ácidos grasos pueden ser sintetizados en el hígado humano, pero esta síntesis puede ser insuficiente en el
neonato.
- Carnitina
- Colina y derivados
- Glutamina y arginina
- Histidina
Ácidos grasos
Compartimentación celular
Compartimentación tisular
La mayor parte de las células del organismo son capaces de realizar las principales vías
metabólicas, pero existen generalmente diferencias cualitativas y cuantitativas en el
funcionamiento de las mismas. Así, por ejemplo, la síntesis de colesterol es mucho más
importante en hígado que en los demás tejidos. Además, hay células que carecen del
equipamiento enzimático necesario para llevar a cabo determinados procesos catabólicos o
biosintéticos. Así, en los eritrocitos no se da el ciclo tricarboxílico por carecer de
mitocondrias. La síntesis de ácidos grasos y triglicéridos es muy importante en hígado y tejido
adiposo y mucho menos en el músculo y el sistema nervioso. Por otra parte, la
gluconeogénesis, proceso de formación de glucosa a partir fundamentalmente de aminoácidos,
que resulta tan importante para mantener la glucemia durante el ayuno, se realiza casi
exclusivamente en el hígado y la corteza renal.
Algunos tejidos tienen la capacidad de utilizar diferentes nutrientes para obtener energía. Así,
el músculo esquelético puede degradar glucosa o ácidos grasos, mientras que otros, como el
sistema nervioso, dependen casi exclusivamente de la glucosa en condiciones normales. Esto
obliga a regular la actividad de distintas vías metabólicas en respuesta a diferentes estímulos
entre los que destacan especialmente las circunstancias nutricionales. Así, en los períodos
interdigestivos se facilita el aporte de combustibles no glucídicos al músculo esquelético para
reservar la glucosa como combustible neuronal.
Otro ejemplo de regulación metabólica ocurre en el ayuno. En esta situación se producen
grandes pérdidas proteicas musculares destinadas a formar glucosa con destino preferente al
sistema nervioso que pueden comprometer gravemente la subsistencia. Por eso, a los pocos
días de iniciado el ayuno se produce una adaptación metabólica. Las neuronas empiezan a
consumir compuestos cetónicos procedentes de la grasa, que sustituyen aunque parcialmente a
la glucosa, disminuyendo de forma importante la proteolisis muscular.
La gestación y lactación son dos condiciones fisiológicas en donde hay gran demanda de
nutrientes. Para satisfacer estas demandas, además de aumentar los mecanismos fisiológicos
que incrementan la ingesta de alimentos o reducen la actividad física, existe una adaptación
metabólica que implica el aumento de las capacidades absortivas, digestivas, de utilización
metabólica y de reabsorción renal. Se disminuyen así las exigencias nutricionales y se
minimiza el riesgo de un posible peligro por un aporte comprometido.
A veces, una enzima puede desarrollar funciones reguladoras sin estar sometida a variaciones
en su actividad, lo que resulta posible gracias a sus propiedades cinéticas y su localización
tisular. Es el caso, por ejemplo, de la glucokinasa (GK) hepática, en contraposición con la
hexokinasa (HK) de los tejidos periféricos en relación a su sustrato común, la glucosa, sobre la
que actúan formando glucosa 6-fosfato (figura 1.10).
G: glucosa.
Aparte de los casos concretos que se acaban de mencionar existen dos formas fundamentales
de regulación enzimática: la regulación de la actividad y la regulación de la cantidad.
Simplificando mucho, se puede establecer que las enzimas alostéricas tienen las siguientes
características:
a) Son oligómeros, es decir, están compuestas por varias subunidades o cadenas proteicas
(estructura cuaternaria).
b) Presentan una cinética "no michaeliana", con una representación gráfica sigmoide y un
"efecto umbral" (figura 1.11).
Esto permite que la enzima solo funcione de forma eficaz cuando se alcance una
concentración de sustrato determinada, "disparándose" la actividad en cuanto se supera esta
concentración "umbral". Se puede considerar que este mecanismo es una sofisticación del
efecto que se consigue con una KM elevada, como ocurría en el caso ya comentado de la
glucokinasa hepática de una forma mucho más elemental.
v: velocidad de reacción.
d) En todos los casos, el cambio de actividad (que puede afectar a la afinidad por el sustrato o
a la velocidad máxima) implica cambios en la conformación espacial de las cadenas proteicas.
Se suele denominar estado T (de "tenso") a la conformación menos activa y estado R (de
"relajado") a la forma de mayor actividad.
Las enzimas alostéricas son, por tanto, los candidatos ideales para regular una vía metabólica
porque:
Aunque existen muchas posibilidades, el caso más corriente de regulación por efectores
alostéricos es la inhibición de la primera enzima específica de la vía metabólica por acúmulo
del producto final (inhibición "feed-back" o retroalimentación). Se evita así la formación
excesiva, innecesaria o incluso nociva del mismo, e incluso de sus precursores inmediatos al
impedir el funcionamiento de la vía metabólica desde el principio (figura 1.12).
Es importante resaltar que el producto final de una vía metabólica no suele parecerse
estructuralmente al sustrato de la primera enzima, lo que descarta la inhibición competitiva
sobre el centro activo y exige, por tanto, un efecto alostérico sobre otro lugar de la proteína
enzimática. Un ejemplo característico es la inhibición de la aspartato transcarbamilasa por los
nucleótidos pirimidínicos. Esta enzima cataliza el primer paso en la síntesis de estos
nucleótidos, que consiste en la formación de carbamil aspartato a partir de carbamil fosfato y
aspartato, dos moléculas de bastante menor tamaño y muy diferentes de los productos finales
de la ruta biosintética (uridín-trifosfato y citidín-trifosfato) (figura 1.13). En este caso,
además, la enzima está constituido por dos tipos de subunidades. Uno de los tipos contiene el
centro activo mientras que el otro tipo contiene el sitio de inhibición.
Figura 1.13: Regulación alosférica de la aspartato transcarbamilasa (ATC) por el CTP (citidín trifosfato). Puede
observarse que no hay analogía estructural entre los sustratos de la enzima (ácido aspártico y carbamil fosfato) y
el producto final de la vía metabólica (CTP).
Aunque menos frecuentes, también existen casos de modulaciones positivas por metabolitos
anteriores o posteriores a la enzima alostérica, de acuerdo con la naturaleza de la vía
metabólica. Uno de estos casos es la activación por citrato (un metabolito del ciclo de Krebs)
de la acetil CoA carboxilasa, la enzima reguladora de la biosíntesis de los ácidos grasos. En
efecto, el citrato es un precursor del sustrato de la enzima, el acetil CoA citoplasmático
(figura 1.14) y funciona como "sensor" del funcionamiento del ciclo de Krebs en respuesta a
ingestas nutricionales altas en hidratos de carbono.
La actividad metabólica de una célula no puede regularse independientemente del conjunto del
organismo. Por eso, las señales de regulación exclusivamente celulares no son suficientes e
incluso pueden ser contraproducentes en una situación determinada. Por ejemplo, la
degradación del glucógeno hepático no debe estar regulada únicamente por señales celulares
tales como los niveles de ATP o AMP. En efecto, otros territorios del organismo pueden
necesitar glucosa hepática aunque los hepatocitos estén en perfecto estado energético. Por eso,
existen procedimientos peculiares en los organismos superiores que ajustan el metabolismo
celular a las necesidades del conjunto.
Las hormonas liposolubles pueden atravesar las membranas y son reconocidas por un receptor
nuclear, actuando finalmente sobre el DNA, modulando la síntesis de proteínas o enzimas
determinadas. En cambio, las hormonas hidrosolubles no pueden atravesar en principio la
membrana plasmática. Sus receptores se encuentran por tanto enclavados en la superficie
externa de dicha membrana. Para transmitir su mensaje necesitan un sistema de transducción
de señales y la producción de segundos mensajeros intracelulares (estos mecanismos se
estudiarán con más detalle en el capítulo 2).
De una manera general se puede decir que las hormonas hidrosolubles suelen
regular a través de la modificación de la actividad enzimática, lo que origina
cambios rápidos en el metabolismo. En cambio, las hormonas liposolubles
modifican la producción de enzimas, por lo que los cambios metabólicos tardan
cierto tiempo en efectuarse.
Figura 1.16: Regulación de la fosforilasa muscular por mecanismos alostéricos (a) y por modificación covalente
(b).
La fosforilasa "b" puede considerarse como la proteína enzimática sensible a los efectores
alostéricos (fundamentalmente AMP y glucosa 6-P), que influyen en su conformación
espacial, a través de las formas R (activas) y T (inactivas), modulando así su actividad. Por
otra parte, la fosforilación (por la fosforilasa "b" kinasa) origina la conformación activa (forma
R) que denominamos fosforilasa "a". Esta enzima es activa con independencia de las señales
alostéricas celulares siendo necesaria una nueva reacción química, catalizada por una fosfatasa
(fosforilasa fosfatasa), para volver a reproducir las condiciones de partida. La fosforilasa "a"
es, por tanto, una enzima activa que va a intervenir "diligentemente" en la degradación del
glucógeno, sin "hacer caso" de las señales celulares. Así, por ejemplo, en condiciones
postprandiales, con las células hepáticas en un buen estado energético (altos niveles de ATP y
bajos niveles de AMP), la fosforilasa "b" estaría inactiva, en su forma T. La liberación de
adrenalina o glucagón, sin embargo, daría la señal de degradación de glucógeno al pasar la
fosforilasa "b" a fosforilasa "a", independientemente del estado energético celular,
proporcionando inmediatamente glucosa a la circulación.
En el caso concreto del metabolismo degradativo del glucógeno, la fosforilasa "b" kinasa se
puede activar a su vez por varios mecanismos según el tejido implicado y la hormona que
desencadene el proceso. Por ejemplo, cuando se trata del hígado y del glucagón, la fosforilasa
"b" kinasa posee también dos formas conectadas por mecanismos de fosforilación-
defosforilación. En último extremo, la fosforilación es desencadadenada por la proteína kinasa
dependiente de AMP cíclico. A su vez, este nucleótido aumenta su concentración intracelular
cuando se activa la adenilato ciclasa, enzima responsable de su formación a partir de ATP. En
la figura 1.17 se esquematiza el proceso de regulación de la degradación de glucógeno
hepático en respuesta al glucagón.
Figura 1.17: Secuencia amplificadora del proceso de activación para la degradación del glucógeno.
Conviene resaltar que las cantidades de ATP que se utilizan en este tipo de regulación (tanto
en la formación de AMP cíclico como en las reacciones catalizadas por las kinasas) son muy
pequeñas, muy inferiores a las que podrían tener efectos de tipo alostérico. Los procesos de
modificación covalente reversible se disponen frecuentemente en forma de "cascada", lo que
lleva anejo el fenómeno de amplificación, desde la señal hormonal hasta el efecto enzimático
final.
En general, las hormonas que utilizan esta forma de actuación son los corticoides y la insulina,
aunque también puede actuar así el glucagón. El mecanismo implica la interacción de la
hormona con el material genético en el núcleo de la célula diana, una vez unida a su receptor,
lo que estimula la producción de la proteína enzimática correspondiente (figura 1.18). En los
capítulos siguientes se abordará con más detalle este tipo de regulación.
Con el nombre de isoenzimas se designan a las enzimas que catalizan el mismo tipo de
reacción pero cuya constitución química proteica es diferente, lo que repercute en sus
propiedades reguladoras. Las distintas formas isoenzimáticas se suelen localizar en tejidos
diferentes, contribuyendo a sus peculiaridades de regulación metabólica. El ejemplo más
característico de isoenzimas lo constituye la lactato deshidrogenasa (figura 1.19). Se trata de
una enzima de naturaleza tetramérica que posee dos tipos de subunidades, llamadas H (de
"heart", corazón) y M (de "muscle", músculo). La isoenzima más abundante en el músculo
cardíaco es la constituida por cuatro subunidades H, mientras que en el músculo esquelético
predomina la formada por cuatro subunidades M, existiendo formas intermedias en otros
tejidos. Aunque catalizan la misma reacción, la isoenzima muscular favorece la formación de
lactato mientras que la isoenzima cardíaca favorece la producción de piruvato, que es utilizado
luego por vía oxidativa en este tejido.
H: heart (corazón).
M: muscle (músculo).
Están muy bien estudiadas las influencias de los distintos tipos de dieta sobre la concentración
de enzimas en animales de experimentación. Así, como ya se ha comentado, el mantenimiento
por un período suficientemente largo de una dieta rica en hidratos de carbono induce algunas
de las enzimas clave en la utilización de la glucosa y la lipogénesis (glucokinasa, glucosa-6-
fosfato deshidrogenasa, acetil-CoA carboxilasa, etc.) fundamentalmente a través de la acción
de la insulina. Por otra parte, una dieta muy rica en proteínas conduce a largo plazo al aumento
en las concentraciones de las enzimas degradativas de aminoácidos y a las enzimas de la
ureogénesis. Algo parecido sucede en los períodos de ayuno, donde también aumentan las
enzimas gluconeogénicas y disminuyen las lipogénicas. Este último efecto parece mediado por
el descenso en la insulina y el aumento de los glucocorticoides.
Algunos efectos de la dieta se explican por mecanismos diferentes. Así, las vitaminas pueden
influir sobre la actividad de una enzima cuando son precursores del coenzima correspondiente.
Es bien conocido que la transcetolasa puede tener una actividad disminuida en los alcohólicos.
Se trata de una enzima que utiliza como coenzima el TPP (tiamina pirofosfato), derivado de la
vitamina B1, que puede ser deficiente en estos individuos. Mecanismos semejantes pueden
aplicarse a las deficiencias en algunos elementos minerales.
En ciertos casos, las relaciones entre nutrientes y enzimas son muy complejas. Así, se sabe que
el colesterol de la dieta reduce la actividad de la HMGCoA (hidroxi-metil-glutaril-coenzima
A) reductasa hepática, enzima clave en la biosíntesis del colesterol, siguiendo el esquema
clásico de inhibición "feed-back". De acuerdo con datos recientes, la síntesis de esta enzima se
intensifica cuando una proteína específica (SREBP, "Sterol Regulatory Element Binding
Protein": proteína que se une al elemento de respuesta a los esteroles) se une a una región
reguladora del DNA (SRE, "Sterol Regulatory Element": elemento de respuesta a esteroles).
Cuando hay suficiente colesterol en la célula, como consecuencia de una ingesta adecuada, la
proteína SREBP está unida al retículo endoplásmico, de modo que en estas condiciones no se
sintetiza la enzima HMGCoA reductasa y no se sintetiza colesterol. En cambio, si el aporte
nutricional de colesterol es insuficiente, su concentración celular disminuye y la SREBP se
desprende del retículo endoplásmico, se une al SRE en el DNA y se intensifica la síntesis de la
HMGCoA reductasa y, por consiguiente, la síntesis de colesterol (figura 1.20). En el capítulo
3 se detallan los mecanismos de este proceso regulador.
El funcionamiento del organismo necesita de la "armonía" entre sus órganos y tejidos. Para ello existe una buena
comunicación intercelular que regula el metabolismo, el crecimiento y otras funciones fisiológicas.
Las hormonas son las señales intercelulares mejor conocidas y funcionan de forma endocrina, es decir, actuando
en células lejanas a las que las producen. Los factores de crecimiento, citokinas y eicosanoides comunican a las
células vecinas, de forma paracrina (células distintas) o autocrina (actuando sobre la misma célula que los
produce).
Las células responden a las señales intercelulares por medio de receptores. Las señales intercelulares
hidrosolubles actúan sobre receptores de membrana y segundos mensajeros intracelulares, modulando
generalmente actividades enzimáticas. Las liposolubles actúan preferentemente sobre receptores intracelulares,
casi siempre nucleares, que funcionan como factores de transcripción, modulando la expresión génica.
2.1. Integración metabólica
El funcionamiento del organismo es posible gracias a una serie compleja de reacciones
químicas que suceden a nivel de las células. Estas células son de muy diversos tipos y tienen
funciones específicas diferentes. Estas funciones se llevan a cabo por medio de reacciones
químicas diversas y características de cada grupo celular, aunque existen obviamente algunas
reacciones comunes para todas ellas.
Las células a su vez se organizan en tejidos y órganos diversos, de tal modo que la suma de las
funciones específicas de las células que configuran un órgano confiere una funcionalidad
específica al mismo.
El funcionamiento del organismo necesita de la "armonía" entre sus órganos y tejidos. A esta
armonía se le llama en fisiología homeostasis o constancia del medio interno.
a) Las reacciones químicas que caracterizan la fisiología celular son posibles gracias a los
nutrientes, unas veces actuando como sustratos de las reacciones metabólicas, otras como
cofactores diversos y, en ciertas condiciones, como moléculas reguladoras o precursoras de las
mismas.
2.2.1. Hormonas
Las señales intercelulares de comunicación mejor conocidas son las hormonas. Bajo el punto
de vista de su mecanismo de señalización las podemos clasificar en liposolubles (esteroides,
calcitriol u hormona D3 y hormonas tiroideas) e hidrosolubles (proteínas, péptidos y derivados
de aminoácidos).
R: Receptor.
Figura 2.1: Señalización celular mediada por receptores de membrana y receptores intracelulares.
Aunque no se trata de una hormona, conviene señalar que el retinol actúa de forma semejante
a las hormonas liposolubles en algunas células, como los keratinocitos. El retinol se almacena
en el hígado y se transporta a los tejidos unido a proteínas. En el interior celular se transforma
en ácido retinoico y éste actúa sobre un receptor nuclear, relacionado estructuralmente con el
de las hormonas ya citadas, modulando la síntesis de proteínas específicas.
Mientras que las señales hormonales funcionan de manera endocrina, actuando sobre células
lejanas a las que producen las hormonas, los factores de crecimiento, las citokinas, los
eicosanoides y los neurotransmisores actúan de manera paracrina (sobre células vecinas) o
autocrina (sobre la misma célula productora). Los factores de crecimiento y diferenciación
son de naturaleza proteica y actúan siempre sobre receptores de membrana. Lo mismo ocurre
con las citokinas, que son factores de crecimiento originados fundamentalmente en los
leucocitos y que están implicados en la respuesta inflamatoria, la inmunidad y la
hematopoyesis. Es interesante subrayar que existe un cierto solapamiento entre hormonas,
factores de crecimiento y citokinas. Así, la insulina, la hormona de crecimiento y la
eritropoyetina son hormonas pero tienen mecanismos de acción y efectos semejantes a los
factores de crecimiento. Existe, sin embargo una clara distinción entre ambos tipos de
moléculas. Al contrario que las hormonas, los factores de crecimiento y citokinas se elaboran
en muchos tipos distintos de tejidos y suelen actuar conjuntamente sobre una misma célula.
2.2.3. Eicosanoides
Los eicosanoides son derivados de ácidos grasos poliinsaturados de veinte átomos de carbono,
especialmente araquidónico y eicosapentenoico. Incluyen muchos tipos de moléculas como las
prostaglandinas, prostaciclina, tromboxano y leucotrienos.
Aunque derivan de ácidos grasos, no son muy liposolubles, por lo que actúan tanto sobre
factores de transcripción nucleares como sobre receptores de membrana, aunque siempre de
manera paracrina o autocrina.
a) Receptores que poseen restos de tirosina fosforilables (receptores con actividad tirosina-
kinasa).
b) Receptores que están relacionados con las proteínas G (proteínas conectadas con
nucléotidos de guanina).
Los primeros se comunican con el interior celular por proteínas adaptadoras diversas mientras
que los segundos se caracterizan por hacerlo a través de moléculas pequeñas (los clásicos
segundos mensajeros intracelulares).
También se puede hablar de un tercer tipo de receptores que está relacionado con la enzima
guanilato ciclasa y pueden ser también citoplasmáticos.
Estos receptores tienen un dominio extracelular para reconocer al ligando (hormona, factor de
crecimiento, etc.) y un dominio intracelular con actividad tirosina-kinasa. La unión del ligando
al receptor produce los siguientes efectos:
Esta vía es utilizada por factores de crecimiento y por la insulina (figura 2.2). Tras la
dimerización de los receptores, la autofosforilación de los residuos de tirosina y la activación
de las proteínas adaptadoras se produce la estimulación de las proteínas RAS (las siglas se
refieren al virus del sarcoma de rata, donde se descubrieron).
Las proteínas RAS son proteínas monoméricas relacionadas con los nucleótidos de guanina y
con actividad GTPasa. En su estado inactivo están unidas al GDP. Tras la unión del ligando al
receptor y el concurso de las proteínas adaptadoras, el GDP es sustituido por GTP, lo que
origina su activación (-GTP). A su vez, las proteínas activadas estimulan una serie de kinasas
que actúan en cascada y que reciben el nombre general de MAP kinasas (proteínas kinasas
activadas por mitógenos). Por último, una MAP kinasa denominada ERK (kinasa regulada por
señales extracelulares) es traslocada al núcleo y fosforila a unas proteínas específicas, que son
factores de transcripción, es decir, moléculas capaces de favorecer la expresión génica,
estimulando la síntesis de proteínas implicadas en la proliferación celular (figura 2.2).
El estímulo de la proliferación celular se produce mientras las proteínas RAS están unidas al
GTP, pero esta unión es transitoria ya que las propias proteínas RAS tienen una acción
GTPásica que hace que el GTP pase rápidamente a GDP y se inactiven (figura 2.3). Es
precisamente la alteración genética que provoca la pérdida de la actividad GTPásica en las
proteínas RAS las que dan a estas proteínas su carácter oncogénico al provocar un estímulo
proliferativo indefinido en las células afectadas.
Estas siglas corresponden a la enzima fosfatidil inositol 3 kinasa, que cataliza la fosforilación
del fosfatidil inositol 4,5 bisfosfato en fosfatidil inositol 3,4,5 trifosfato (figura 2.4). Esta
enzima está ligada fundamentalmente a la transducción de señales celulares promovida por la
insulina. El mecanismo de acción es el siguiente (figura 2.5).
El receptor de la insulina es ya un dímero antes de su unión con la hormona. La unión
hormona-receptor origina la autofosforilación del receptor en restos de tirosina. Pero, además,
se fosforilan también restos de tirosina de unas proteínas específicas denominadas IRS
(sustratos de receptores de insulina). Una vez fosforiladas, las IRS estimulan a la PI3K,
originando derivados tales como el fosfatidil inositol 3,4,5 trifosfato. Finalmente, a través de
otras kinasas se produce la fosforilación de la PKB (proteína kinasa B). Esta enzima provoca
múltiples respuestas celulares, tanto proliferativas como metabólicas, destacando la
traslocación a la membrana de los transportadores GLUT4 (transportador de membrana para la
glucosa) y la activación de la síntesis de glucógeno mediante la inactivación de la glucógeno
sintasa kinasa.
Los IRS también activan la vía del RAS, lo que explica en parte el efecto proliferativo de la
insulina. Recientemente se ha descubierto una tercera vía en la transducción de señales de la
insulina que implica a proteínas diferentes implicadas también en la traslocación de los
transportadores GLUT4.
2.3.2.2. Receptores acoplados a proteínas G
Estos receptores no se dimerizan ni se fosforilan. La unión a los ligandos (entre los que
podemos destacar la adrenalina, el glucagón y diversos eicosanoides) provoca un cambio
conformacional en los dominios intracelulares del receptor que se traduce en la estimulación
de unas proteínas triméricas denominadas proteínas G. Una de las subunidades de estas
proteínas (la subunidad alfa) se comporta como la proteína RAS, ya mencionada, es decir, se
activa por el intercambio GDP-GTP y se inactiva por la actividad GTPasa. Una vez activada,
la subunidad alfa se separa de las otras dos y activa a su vez a otros sistemas enzimáticos
productores de segundos mensajeros: la adenilato ciclasa o la fosfolipasa C (figura 2.7).
El AMP cíclico (AMPc) se forma a partir del ATP por la actividad de la adenilato ciclasa, una
vez activada por el sistema de las proteínas G (figura 2.6). A su vez, el AMPc estimula a una
proteína kinasa A (PKA) que puede fosforilar a proteínas y enzimas diversas, modulando así
el metabolismo celular. La cascada de señales promovida por el AMPc se puede detener
gracias a una enzima, la fosfodiesterasa, que hidroliza el AMPc a AMP, sin actividad de
segundo mensajero (figura 2.6).
Figura 2.6: Formación e hidrólisis del AMP cíclico.
Inositol trifosfato y diacilglicerol como segundos mensajeros
El inositol trifosfato (IP3) provoca la liberación de iones calcio desde el retículo endoplásmico
al citoplasma. Entre otros efectos, estos iones se unen a una proteína específica denominada
calmodulina y estimulan la actividad de determinadas proteína kinasas, como por ejemplo, las
implicadas en la activación de la fosforilasa kinasa muscular, enzima clave en la degradación
de glucógeno por el músculo para obtener energía.
PIP2: fosfatidil inositol bifosfato.
DAG: Diacilglicerol.
IP3: inositol trifosfato.
PKC: proteínkinasa C.
Figura 2.10: Formación de GMP cíclico a través de la activación de las dos formas de guanilato ciclasa.
Capítulo 3 .- Regulación de la expresión
génica
La utilización de los nutrientes exige el funcionamiento de una gran diversidad de proteínas (proteínas de
transporte, enzimas, etc.).
La síntesis de estas proteínas se realiza de acuerdo con las "instrucciones" contenidas en el DNA. Cada una de
ellas está codificada por un gen y se sintetiza tras la transcripción del mensaje genético a un RNA mensajero y la
lectura ribosómica del mismo. A este proceso se le denomina "expresión génica".
Aunque la regulación de la expresión génica se realiza fundamentalmente por las hormonas, está ya bien
establecido que muchos nutrientes pueden modular directamente estos procesos, de tal manera que se puede decir
que "los nutrientes son estímulos para los genes que controlan su utilización".
Para poder interpretar este tipo de intervenciones es preciso realizar una descripción algo más
detallada del proceso de la expresión génica, tal como se muestra en la figura 3.2. Se pueden
hacer varias consideraciones.
2. Una vez estimulada la transcripción, una enzima denominada RNA polimerasa realiza la
síntesis de un RNA complementario al DNA correspondiente. Los transcritos primarios de
RNA (llamados asimismo RNA inmaduros) contienen, como ya se ha mencionado, regiones
no traducibles (intrones). Estos RNA deben abandonar el núcleo celular y acceder al citosol,
que es donde se va a realizar la síntesis proteica. Para ello sufren una serie de modificaciones
químicas a las que se denomina procesamiento y que consisten en la eliminación de intrones
y la adición de determinados nucleótidos en los extremos para conferirle mayor estabilidad
(poliadenilación, poliA). De esta manera se forma el mRNA maduro o estable.
3. El mRNA procesado (mRNA maduro) se une en el citosol a los ribosomas. Tiene lugar
entonces la traducción del mensaje genético para sintetizar una proteína determinada. Sin
embargo, estos mRNA todavía contienen regiones no traducibles (RNT) en sus extremos
(RNT5´ y RNT3´) que tienen funciones reguladoras (véanse las secciones 3.3.2 y 3.3.3).
La regulación de la expresión génica en las células del organismo humano es muy compleja.
El primer problema lo constituye el empaquetamiento del DNA en los cromosomas. Las
cadenas de DNA son muy largas por lo que deben enrollarse sobre proteínas específicas
llamadas histonas. La unión del DNA a estas proteínas se facilita por la atracción entre las
cargas negativas del DNA y las cargas positivas de las histonas. En estas condiciones, el DNA
es inaccesible a la RNA polimerasa. Por eso, el primer punto de regulación es el
desempaquetamiento programado de la región del DNA que debe ser transcrita.
Posteriormente, debe regularse la transcripción de ese trozo de DNA. Esta suele ser la fase
más importante a efectos de control de la expresión génica, pero también puede haber
regulación postranscripcional, tanto en el procesamiento como en la estabilidad del RNA así
como en la traducción ribosómica.
Los factores de transcripción son proteínas necesarias para que pueda actuar la RNA
polimerasa. Para ello se unen a zonas específicas del DNA (promotores o elementos de
respuesta), desencadenando entonces la transcripción de los genes correspondientes. Existen
factores de transcripción, llamados "generales", que son imprescindibles en todos los casos
para la actuación de la RNA polimerasa. Además, en muchas ocasiones se necesitan factores
de transcripción "específicos" de un determinado gen. A veces, la iniciación de la
transcripción puede necesitar un gran número de estos factores de transcripción, además de
diversos activadores y coactivadores.
Los factores de transcripción son proteínas expresadas generalmente a partir de genes situados
en otros cromosomas, por lo que se denominan elementos de regulación "trans". Existen
otros elementos reguladores a los que se denominan potenciadores, que facilitan también la
iniciación de la transcripción. Se trata de regiones del mismo DNA que se va a transcribir (por
eso se denominan elementos "cis") pero que están alejados de los promotores. Los
potenciadores facilitan el contacto de la RNA polimerasa con el promotor directamente o a
través de factores de transcripción adicionales.
Los factores de transcripción tienen, lógicamente, un dominio de unión al DNA que les
permite el reconocimiento de las regiones concretas (elementos de respuesta) implicadas en la
regulación de la expresión génica. Muchos de ellos tienen también otro dominio de unión a
proteínas u otro tipo de moléculas que permiten su activación cuando corresponda.
Los factores de transcripción pueden clasificarse de acuerdo con sus funciones celulares en
dos grandes grupos: los constitutivos y los reguladores. Los primeros facilitan la expresión
de genes que codifican proteínas que deben ser sintetizadas continuamente. Este es el caso, por
ejemplo, de algunas enzimas glucolíticas como la gliceraldehido deshidrogenasa, ya que se
trata de una enzima no regulada. Los segundos facilitan la expresión de proteínas que deben
sintetizarse de acuerdo con las situaciones fisiológicas. Un ejemplo característico sería el de la
glucokinasa hepática, enzima que debe funcionar especialmente en condiciones de aporte
suficiente de glucosa. En estos casos, los factores de transcripción se mantienen inactivos
hasta que reciben señales intracelulares o extracelulares.
A este grupo pertenece el SREBP ("Sterol Response Element Binding Protein", proteína que
se une al elemento de respuesta a esteroles), que es regulado por el nivel de colesterol y ácidos
grasos en el retículo endoplásmico.
c. Receptores "huérfanos"
Existen otros receptores nucleares que fueron caracterizados en tiempos como "huérfanos"
porque no se conocían sus ligandos naturales. En la actualidad se cree que estos receptores
funcionan como "sensores" que favorecen la homeostasis lipídica. Entre ellos merecen
destacarse por su interés nutricional los PPAR ("receptores que activan la proliferación de
peroxisomas", en roedores), que son ligandos de ácidos grasos poliinsaturados y eicosanoides
(figura 3.4). A diferencia de los casos anteriores, la afinidad de los ligandos a los receptores
es débil.
PPAR: receptores que activan la proliferación de peroxisomas.
Figura 3.4: Mecanismo de acción de los factores de transcripción "huérfanos" estimulados por ácidos grasos
poliinsaturados y eicosanoides.
Los ácidos grasos poliinsaturados y los eicosanoides que de ellos derivan pueden
controlar la expresión génica a través de la interacción con factores de
transcripción nucleares.
El PPAR gamma se encuentra sobre todo en tejido adiposo. Es estimulado también por ácidos
grasos poliinsaturados y eicosanoides, actúa sobre la región PPRE del DNA y facilita la
expresión de enzimas lipogénicas. Además, estimula la diferenciación de los preadipocitos en
adipocitos maduros.
1) Colesterol de la dieta. Es captado por el hígado con los remanentes de los quilomicrones
por receptores no regulables.
2) Colesterol circulante. Es captado por el hígado a partir de las LDL (lipoproteínas de baja
densidad) por receptores regulables.
Tanto el SREBP1c como el SREBP2 se unen entonces a regiones del DNA denominadas SRE
(elemento de respuesta a esteroles). El SREBP1c "activo" se une a un SRE que regula la
expresión de genes que codifican enzimas lipogénicas. El SREBP2 "activo" se une a un SRE
que regula la expresión de enzimas implicadas en la síntesis de colesterol y receptores de las
LDL (figura 3.5).
Los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, tanto los de la serie omega tres como los de
la serie omega seis, ejercen también un efecto adicional sobre esta regulación. Concretamente,
inhiben la síntesis de SREBP1c y, por tanto, la lipogénesis hepática. Este efecto es
contrarrestado por la insulina.
El caso más sobresaliente es el denominado factor CREB (proteína que se une al elemento de
respuesta al AMP cíclico), por su interés metabólico y nutricional.
El AMP cíclico es una molécula que se forma en las células como respuesta a diversos
estímulos extracelulares, como por ejemplo, el glucagón, la adrenalina y diversos
eicosanoides. El AMP cíclico activa a una proteína kinasa (PKA) que cataliza la fosforilación
de numerosas proteínas reguladoras.
La mayoría de estas proteínas son citosólicas, como la fosforilasa kinasa, enzima implicada en
la degradación del glucógeno (véanse capítulos 1 y 2). Pero la PKA también puede fosforilar
al factor de transcripción CREB localizado en el núcleo celular. Una vez fosforilado y
dimerizado, este factor de transcripción se une al DNA en la región CRE (elemento de
respuesta al AMP cíclico), estimulando la síntesis de proteínas como, por ejemplo, la
fosfoenolpiruvato carboxikinasa (PEPCK), enzima clave de la gluconeogénesis.
Probablemente, el factor más estudiado de este grupo es el NFkB, porque está presente en
muchos tipos de células y desempeña un papel decisivo en diversos procesos celulares, como
la respuesta inmunitaria, la inflamación, la apoptosis y la proliferación celular.
Las siglas NFkB aluden a su descubrimiento como factor nuclear responsable de la formación
de las cadenas kappa de las inmunoglobulinas en los linfocitos B. Su mecanismo de actuación
se esquematiza en la figura 3.6.
En su forma más usual, se trata de un heterodímero constituido por dos subunidades proteicas,
p50 y p65. Mientras este heterodímero está unido a otra proteína llamada IkB, el complejo es
inactivo. Sin embargo, la fosforilación de esta última proteína por las kinasas correspondientes
(IkB kinasas) lleva a su separación del heterodímero NFkB. Éste puede entonces experimentar
translocación al núcleo, donde se une a secuencias específicas del DNA y estimula la síntesis
de una gran cantidad de proteínas relacionadas con las funciones ya comentadas: proteínas de
adhesión, citokinas, quimiokinas, proteínas de fase aguda, etc.
A partir de una misma molécula inicial de RNA mensajero se pueden formar proteínas
diferentes dependiendo de la manera en que se produce el procesamiento, por ejemplo, por la
eliminación diferencial de intrones.
Otro tipo de control relacionado con el procesamiento del RNA lo constituye la denominada
edición, que afecta, por ejemplo, a la síntesis de las apoproteínas B, que forman parte de las
lipoproteínas sanguíneas.
Un ejemplo bien conocido de este tipo de control es el ejercido sobre el mRNA del receptor de
la transferrina. Esta proteína debe ser abundante cuando la concentración intracelular de hierro
es baja para facilitar su captación. Esto es posible porque en la región 3´ no traducida de este
RNA existe una secuencia denominada IRE ("Iron Response Element": elemento de respuesta
al hierro) que tiene cinco estructuras características en horquilla. Este IRE es reconocido por
una proteína (IRP: proteína reguladora del hierro) cuando la concentración intracelular de
hierro es baja, porque en estas condiciones la proteína IRP tiene varios grupos tiólicos que
facilitan la unión al elemento IRE. La interacción del IRP con la región IRE protege a esta
última de la acción de las endonucleasas. En consecuencia, el mRNA es estable y el receptor
de la transferrina se sintetiza sin problemas. Al aumentar la concentración de hierro
intracelular, se oxidan los grupos tiólicos y disminuye la afinidad de la IRP por la región IRE.
Por consiguiente, el mRNA se degrada y termina la síntesis del receptor de la transferrina
(figura 3.7.A).
Figura 3.7: Regulación de la expresión génica del receptor de transferrina y ferritina según los niveles de hierro
alimentario.
3.4. Nutrientes y expresión génica
Está bien establecido que los nutrientes pueden regular la expresión génica de las enzimas que
intervienen en su utilización a través de la liberación de las hormonas correspondientes. Así,
por ejemplo, como ya se ha comentado en el capítulo 1, la elevación de la glucemia
postprandial conduce a una liberación de insulina y esta hormona induce la síntesis de la
glucokinasa y de las enzimas reguladoras de la lipogénesis hepática. Sin embargo, en la
actualidad se dispone de datos que indican que los nutrientes regulan también la expresión
génica de las enzimas que intervienen en su metabolismo de forma directa o a través de
metabolitos, pero sin necesidad de intermediación hormonal. En las secciones anteriores se
han descrito casos concretos de estas actuaciones. En la tabla 3.1 se muestra a modo de
ejemplo la actuación de determinados nutrientes sobre la transcripción. Lo que destaca de la
relación que existe entre los distintos nutrientes y los genes es que esa relación está al servicio
de la utilización de aquéllos. Todo ello se enmarca perfectamente en la lógica fisiológica de
que los nutrientes son "estímulos para los genes que controlan su utilización".
Glucosa Glucoquinasa
Fosfofructoquinasa hepática
Piruvatoquinasa hepática
Glucosa-6-fosfato deshidrogenasa
Fosfoenolpiruvato carboxiquinasa
Insulina
GLUT2 hepática
GLUT4 muscular
GLUT4 adiposa
Receptor LDL
Xantina oxidasa
Fosfoenolpiruvato carboxiquinasa
Serina deshidratasa
Albúmina
IGF-1 renal
IGFBP-1 hepático
Hierro Ferritina
Cinc Metalotioneína
Vitaminas
Calcitonina
1,25 (OH)2 calciferol
Procolágeno
Ácido ascórbico
Receptor esteroides
Vitamina B6
El hígado es el órgano clave en la utilización de la glucosa procedente de la digestión de los hidratos de carbono.
Otros monosacáridos, especialmente fructosa y galactosa, se incorporan a la vía glucolítica, pudiendo ser
convertidos en glucógeno o ser utilizados energéticamente.
Todos los tejidos periféricos utilizan glucosa, aunque algunos de forma exclusiva o casi exclusiva.
OBJETIVOS
- Dar una visión global del destino metabólico de los hidratos de carbono proporcionados por la dieta.
- Esquematizar las vías metabólicas más importantes de la glucosa en los distintos tejidos.
- Distinguir los aspectos metabólicos diferenciales entre las distintas etapas tras la ingestión de los alimentos.
4.1. Introducción
Los hidratos de carbono de la dieta proporcionan fundamentalmente glucosa, además de
pequeñas cantidades de fructosa y galactosa. El organismo puede realizar la síntesis de todos
los derivados glucídicos a partir de glucosa, incluyendo la ribosa para los nucleótidos y los
ácidos nucleicos. Por tanto, monosacáridos tan importantes como la galactosa y la fructosa no
son nutrientes esenciales. Es más, todos los azúcares de la dieta se transforman en el hígado en
intermediarios del metabolismo de la glucosa, que es el único azúcar circulante en condiciones
fisiológicas. Cuando la dieta carece de glucosa -lo que no suele suceder de ordinario- el
organismo puede sintetizarla a partir de los otros azúcares o de los aminoácidos. Por tanto, se
podría considerar que la glucosa tampoco es un nutriente esencial. Sin embargo, las dietas sin
hidratos de carbono, cuando se realizan de manera habitual, producen alteraciones patológicas.
4.2. Metabolismo hepático
El hígado es capaz de realizar prácticamente todas las vías metabólicas que afectan a los
hidratos de carbono:
- Almacenar el exceso de glucosa como glucógeno para poder proporcionar glucosa al resto de
los tejidos en los períodos interdigestivos.
- Convertir parte de la glucosa en triglicéridos para enviarlos a los demás tejidos en forma de
lipoproteínas circulantes.
- Sintetizar derivados glucídicos (como el ácido glucurónico, por ejemplo) para funciones
específicas.
a. Metabolismo de la glucosa
3) Vía de las pentosas fosfato. Esta vía metabólica permite la obtención de coenzimas
reducidos en forma de NADPH (nicotín adenín dinucleótido fosfato reducido). Estos
equivalentes de reducción se utilizan fundamentalmente, como se acaba de mencionar, para la
biosíntesis de ácidos grasos a partir del acetil CoA (lipogénesis), aunque tienen también otras
funciones metabólicas (reducción del glutatión, hidroxilación de esteroides y xenobióticos,
etc.). En la vía de las pentosas se puede obtener también ribosa-fosfato, que se utiliza en la
formación de nucleótidos, los sillares estructurales de los ácidos nucleicos. Se trata de un
proceso de gran importancia puesto que la sede principal de la síntesis de nucleótidos es
precisamente el hígado desde donde se exportan al resto de los tejidos como nucleósidos. Por
otra parte, es lógico que el ciclo de las pentosas funcione también de manera importante en
tejidos de elevado nivel de proliferación, que requieren una síntesis grande de ácidos
nucleicos. Este es el caso típico de las células de la mucosa intestinal y de las células
formadoras de hematíes.
La vía de las pentosas fosfato debe funcionar de forma importante en los tejidos
con intensa lipogénesis (hígado y tejido adiposo) así como en aquellos que tienen
un elevado nivel de proliferación, como la mucosa intestinal.
Los tejidos periféricos utilizan la glucosa que les llega, generalmente de forma abundante, tras
la absorción de los hidratos de carbono. Algunos, como el sistema nervioso, el cristalino o los
eritrocitos, lo hacen de forma exclusiva o casi exclusiva. Otros, como el tejido adiposo o el
músculo, sin exclusividad. El consumo de glucosa por los tejidos periféricos hace que se
produzca una disminución gradual de la glucemia tras el período postprandial. Por
consiguiente, el metabolismo hepático se adapta para enviar glucosa a la circulación sistémica.
En este contexto es especialmente relevante la situación del sistema nervioso, dada su
excepcional importancia para el funcionamiento del organismo y su dependencia exclusiva de
la glucosa (salvo en casos de ayuno prolongado) como fuente energética celular.
La provisión de glucosa por el hígado se consigue en primer lugar por la degradación del
glucógeno (glucogenolisis). Se produce así glucosa 6-fosfato. Los azúcares fosforilados no
pueden atravesar la membrana plasmática y, por consiguiente, no pueden salir ni entrar en los
tejidos. Pero el hígado posee una enzima, la glucosa 6-fosfatasa, que cataliza la formación de
glucosa libre, lo que permite su liberación a la circulación sistémica. La capacidad de reserva
de glucógeno es limitada, sin embargo, como ya se ha mencionado, por lo que en condiciones
interdigestivas prolongadas debe formarse glucosa a partir de otras sustancias no glucídicas
(gluconeogénesis). El hígado puede sintetizar glucosa a partir de glicerol (que procede del
tejido adiposo, por la hidrólisis de los triglicéridos almacenados), del lactato (que procede del
metabolismo muscular y de las células sanguíneas) y de algunos aminoácidos, especialmente
la alanina (que proceden de la masa muscular) (figura 4.4).
Gl 6P asa: Glucosa 6 fosfatasa.
5) Riñón. Por lo que se refiere al riñón, la médula renal es glucolítica (se trata de un tejido con
muy poca irrigación sanguínea y, por tanto, de poca oxigenación) mientras que la corteza
realiza la gluconeogénesis.
Los eritrocitos utilizan también la vía de las pentosas. De este modo obtienen NADPH que
utilizan para mantener reducido al glutation y protegerse de los oxidantes (figura 4.7).
7) Otras células y tejidos.
Sería prolija la relación detallada de las vías metabólicas de la glucosa en todo tipo de células.
Ya se ha mencionado anteriormente que el cristalino utiliza la glucosa como combustible
exclusivo. La utilización es anaerobia porque no existen mitocondrias debido a las necesidades
fisiológicas de transparencia. A título indicativo se puede señalar ahora que el tejido
conjuntivo utiliza ampliamente las vías metabólicas de síntesis de derivados de azúcares para
generar el ácido hialurónico y demás componentes de la sustancia fundamental; la glándula
mamaria sintetiza lactosa durante la lactogénesis; etc.
La regulación de la glucemia es absolutamente fundamental. La hipoglucemia
afecta, muchas veces de forma muy grave, al sistema nervioso. La hiperglucemia
conduce a una deshidratación aguda con graves repercusiones orgánicas.
En la regulación de todos estos procesos intervienen fundamentalmente cuatro hormonas: una
de ellas con efecto hipolgucemiante, la insulina, y tres con efecto hiperglucemiante, glucagón,
adrenalina y glucocorticoides (figura 4.8).
a) Hormonas hiperglucemiantes
La adrenalina ejerce sobre el hígado acciones semejantes a las del glucagón, aunque por
mecanismos diferentes. Por otra parte, y a diferencia del glucagón, también actúa sobre el
músculo, favoreciendo la glucogenolisis. Esta acción no repercute directamente sobre la
glucemia, ya que la glucosa 6-fosfato producida no puede liberarse a la sangre sino que se
consume en el músculo por la vía glucolítica. Sin embargo, el lactato producido eventualmente
por esta ruta metabólica (cuando la glucolisis se realiza de forma anaerobia) puede ser
utilizado por el hígado como sustrato gluconeogénico. Además de estas acciones, la adrenalina
estimula fuertemente la lipolisis en el tejido adiposo, proporcionando glicerol, un sustrato
gluconeogénico, y ácidos grasos, un soporte energético para la síntesis de glucosa.
- Estímulo de la captación de glucosa por las células musculares y los adipocitos a través de la
traslocación a la membrana de los transportadores GLUT4.
- Inhibición de la gluconeogénesis.
También existen otras hormonas que influyen en la glucemia aunque no parecen jugar un
papel habitual en su regulación. Entre ellas está la hormona de crecimiento, que actúa a nivel
muscular favoreciendo la síntesis proteica, como la insulina. Por otra parte también actúa
sobre las células beta pancreáticas, estimulando la liberación de insulina hasta llegar incluso a
agotarlas prematuramente. La somatostatina intestinal actúa asimismo sobre el páncreas
endocrino, inhibiendo tanto las células beta (productoras de insulina) como sobre las alfa
(productoras de glucagón).
Vale la pena subrayar que la regulación de la glucemia no puede separarse del contexto de la
regulación general del metabolismo. De hecho, acaban de citarse las relaciones de la lipolisis
en el tejido adiposo y del metabolismo proteico muscular con la gluconeogénesis. Esta
interrelación global del metabolismo justifica la consideración de hormonas catabólicas para
los glucocorticoides, la adrenalina o el glucagón y de hormona anabólica para la insulina.
4.5. Visión global del metabolismo de la
glucosa
En la figura 4.9 se muestran de una manera global los aspectos más sobresalientes del destino
metabólico de la glucosa, previamente comentados. Desde una perspectiva nutricional, se
pueden considerar dos situaciones claramente diferenciadas: la postprandial y la interdigestiva.
A. Situación postprandial
- Músculo. En el caso del músculo esquelético, la glucosa puede almacenarse como glucógeno
o metabolizarse para proporcionar energía. En el caso del músculo cardíaco se utiliza
fundamentalmente con fines energéticos.
La glucolisis se puede llevar a cabo en condiciones aerobias en todos los tejidos del organismo
excepto en el músculo esquelético en condiciones de bajo aporte de oxígeno, los eritrocitos, la
médula renal y el cristalino.
B) Situación interdigestiva
La caída de los niveles de glucosa en sangre exige una respuesta metabólica para mantener la
glucemia, especialmente por las exigencias nutricionales del sistema nervioso. La solución a
este problema se puede contemplar desde una doble perspectiva: el aporte de glucosa al
sistema nervioso, que depende exclusivamente de la misma, y el aporte de otros nutrientes
(ácidos grasos, sobre todo) que aporten energía a la mayoría de los demás tejidos del
organismo.
Suministro de energía a los demás tejidos. La mayoría de los tejidos, como músculo
esquelético, músculo cardíaco, hígado, riñón, etc. necesitan cubrir sus demandas energéticas.
Ello es posible por la movilización de la grasa adiposa (lipolisis), que genera glicerol y ácidos
grasos. Los ácidos grasos a su vez tienen dos vías para suministrar energía:
- Hígado. Las células hepáticas pueden utilizar los ácidos grasos para obtener energía,
degradándolos a través del ciclo de Krebs, como el resto de los tejidos ya citados. Esto es lo
que ocurre en los períodos postprandiales, en los que el aporte glucídico es importante y hay
concentraciones plasmáticas suficientes de insulina (estos aspectos se tratarán con más detalle
en el capítulo siguiente). Sin embargo, en los períodos interdigestivos, en los que ya no se dan
estas circunstancias metabólicas, los ácidos grasos originan compuestos cetónicos, que son
liberados por el hígado y pueden ser consumidos por el resto de tejidos con fines energéticos.
Los compuestos cetónicos pueden ser también utilizados por el tejidos nervioso pero solo en
circunstancias de ayuno prolongado como complemento a la glucosa.
Otra de las posibilidades metabólicas de los ácidos grasos en el hígado es su reconversión en
triglicéridos y su exportación a los demás tejidos como VLDL.
En cuanto al glicerol originado tras la lipolisis en el tejido adiposo, las células
hepáticas pueden utilizarlo para sintetizar glucosa, junto a los aminoácidos musculares.
Como los hidratos de carbono no son esenciales, es difícil realizar recomendaciones dietéticas
exactas. Hay, sin embargo, un amplio consenso en cifrar estas recomendaciones para la
población adulta en más del 50% del total de la ingesta calórica (incluso del 55 al 60%), con
preferencia por los hidratos de carbono complejos (que suelen ir acompañados de fibra) sobre
los azúcares simples, que no deben superar el diez por ciento de la energía total. El consumo
elevado de hidratos de carbono exige un gasto paralelo de vitaminas hidrosolubles,
especialmente de tiamina, que debe ser tenido también en cuenta al realizar las
recomendaciones. Este aspecto es particularmente importante cuando se trata de personas que
van a realizar una actividad física importante. En efecto, los hidratos de carbono son ideales
para suministrar las calorías suplementarias y aumentan por tanto también los requerimientos
vitamínicos.
4.6.2. Metabolismo
La exigencia de glucosa como fuente energética exclusiva o casi exclusiva para varios tipos de
células, especialmente las células nerviosas, obliga al suministro diario de alimentos ricos en
hidratos de carbono. En caso de aporte pobre o nulo de estos nutrientes, al igual que en el
ayuno, se tiene que sintetizar glucosa a partir fundamentalmente de proteínas. El consumo de
aminoácidos para la vía gluconeogénica impide lógicamente su utilización para el recambio
proteico. Además, se pueden perder por esta vía aminoácidos esenciales.
Los ácidos grasos y el colesterol de la dieta acceden al hígado y a los tejidos periféricos en forma de
lipoproteínas.
Los ácidos grasos pueden utilizarse de forma energética directamente o tras su almacenamiento como
triglicéridos. También forman parte de las membranas celulares. Algunos ácidos grasos son esenciales y dan
origen a los eicosanoides.
En determinadas circunstancias, el catabolismo hepático de los ácidos grasos produce los llamados cuerpos
cetónicos. Estos compuestos pueden ser utilizados por otros tejidos pero su acumulación en sangre tiene carácter
patológico.
El colesterol se puede incorporar a las membranas o dar origen a hormonas esteroides y ácidos biliares. El
colesterol de la dieta inhibe su síntesis endógena.
5.1. Introducción
Una vez absorbidos, el metabolismo de los lípidos está condicionado por el transporte de
colesterol y de triglicéridos entre los distintos tejidos a través de la circulación sanguínea.
Dada la escasa solubilidad en agua de estos compuestos, su transporte se tiene que realizar en
forma de agregados moleculares a los que se denominan lipoproteínas.
Las partículas lipoproteicas son agregados de moléculas unidas simplemente por interacciones
débiles. Por ello, pueden intercambiar sus componentes superficiales (colesterol, fosfolípidos
y determinadas apoproteínas) entre sí y con las membranas celulares. Estos intercambios son
fundamentales para comprender el metabolismo de las lipoproteínas.
a) Quilomicrones.
Quilomicrón VLDL IDL LDL HDL2 HDL1
Movilidad β o
Origen Pre-β β α1 α2
electroforética Pre-β
2,02-
Peso molecular 5 x 3,9 x 1,9 x
109-1010 4,5-106 2,5 x
(daltons) 10 -10
5 7
10 5
105
106
CARACTERÍSTICAS
Triglicéridos 85 55-50 30 7 5 3
COMPOSICIÓN
QUÍMICA % Col. éster 4 13 22 35 15 12
APROXIMADA Fracción
Fosfolípidos 8 15-18 22 20 35 25
Las transformaciones metabólicas de las lipoproteínas y su captación por los tejidos son el
resultado de una interacción muy compleja entre apoproteínas, receptores celulares de
lipoproteínas y enzimas celulares y plasmáticas.
5.2.1. Apoproteínas
Las apoproteínas son los componentes más característicos de las lipoproteínas. Algunas, como
la apoB-100 y la apoB-48, son de gran peso molecular y forman parte de su estructura de
manera constante. Las demás son de peso molecular menor y pueden ser intercambiadas entre
los distintos tipos de lipoproteínas.
La LPL se sintetiza en muchos tejidos periféricos, sobre todo en el tejido adiposo, músculo y
glándula mamaria. Durante su síntesis, la proteína se glicosila con heparán sulfato, lo que le
permite ser exportada a los capilares vecinos, quedando unida por estos restos glucídicos a las
células endoteliales. Su actividad consiste en hidrolizar a los triglicéridos de las lipoproteínas
(especialmente quilomicrones y VLDL) siempre que estas partículas contengan la apoC-II,
que funciona como activador enzimático. Los ácidos grasos resultantes de la hidrólisis entran
en el tejido vecino (aunque algunos quedan en el plasma unidos a la albúmina y pueden ser
captados por otros tejidos) mientras que el glicerol permanece en plasma y es utilizado
finalmente por el hígado (figura 5.3). La pérdida de triglicéridos en quilomicrones y VLDL
hace que estas lipoproteínas se conviertan en remanentes de los quilomicrones y lipoproteínas
de densidad intermedia (IDL) respectivamente.
La actividad de la LPL en los diversos tejidos depende de las circunstancias fisiológicas. Así,
la lipoproteín lipasa del tejido adiposo es inducible por la insulina, por lo que aumenta en el
período postabsortivo (postprandial) y es la que actúa fundamentalmente sobre los
quilomicrones. En cambio, en los períodos interdigestivos y durante el ayuno, cuando
desciende la insulina circulante, las VLDL pueden ser catabolizadas también de forma
importante por la LPL del tejido muscular. La estimulación de la LPL de la glándula mamaria
por la prolactina permite la utilización prioritaria de los triglicéridos circulantes por esta
glándula durante la lactogénesis.
b) Lipasa hepática
Esta enzima se encuentra en las células endoteliales hepáticas y puede actuar como la
lipoproteín lipasa sobre las partículas ricas en triglicéridos, especialmente las IDL. Además,
no actúa solamente sobre los triglicéridos sino que tiene también actividad fosfolipasa, que
interviene en la metabolización hepática de las HDL. De la misma forma que la LPL, la lipasa
hepática contribuye al reconocimiento de los remanentes de los quilomicrones e IDL por sus
receptores específicos. De hecho, la LPL y la lipasa hepática son miembros de una familia
multigénica en la que se encuentra incluida también la lipasa pancreática.
a) Receptores E/B-100
Se conocen tradicionalmente como receptores de LDL y son los que se conocen mejor. Se
encuentran tanto en el hígado como en muchos tejidos periféricos, especialmente en ovarios y
corteza adrenal. De esta forma, estos tejidos pueden utilizar el colesterol procedente de las
LDL para sintetizar ácidos biliares (hígado) y hormonas esteroídicas (ovarios y corteza
adrenal). Estos receptores son capaces de reconocer a la apoE y a la apoB-100. Están situados
en microcavidades de la membrana recubiertas por clatrina. Una vez reconocida la partícula
lipoproteica, se produce la invaginación de la membrana plasmática, que luego se fusiona
formando una vesícula endocelular. Muchas de estas vesículas se fusionan posteriormente
entre si para formar lo que se llaman "endosomas". En estos endosomas se origina un pH ácido
que produce la disociación de los receptores y de las partículas lipoproteicas, lo que permite la
reincorporación a la superficie celular de los receptores. Posteriormente se produce la unión
del endosoma con un lisosoma y la destrucción de la lipoproteína. Los productos de la
degradación se liberan al citoplasma, entre ellos el colesterol. El aumento de colesterol en el
citoplasma produce tres importantes efectos:
- Inhibe la actividad de la hidroxi-metil-glutaril-coenzimaA reductasa (HMGCoA reductasa),
enzima clave en la biosíntesis del colesterol, reduciendo, por tanto, la síntesis del mismo en la
célula (véase la sección 5.5.2.).
- Aumenta la actividad de la ACAT (acil colesterol acil transferasa). Esta enzima cataliza la
esterificación del colesterol con un ácido graso, lo que se traduce en el depósito intracelular de
colesterol esterificado.
- Suprime la síntesis de nuevos receptores. De esta forma se limita la entrada de más partículas
cargadas de colesterol.
b) Receptores E
Las lipoproteínas ricas en apoE pueden ser captadas por los receptores que se acaban de
describir, pero también pueden ser reconocidas por unos receptores que se encuentran
fundamentalmente en el hígado y que se conocen como LRP ("LDL- receptor-related
protein": proteína relacionada con los receptores de las LDL). El reconocimiento de estas
lipoproteínas se realiza mediante el concurso de proteoglicanos de membrana vecinos a los
receptores. Además, la unión se facilita por la presencia residual en las partículas lipoproteicas
de la LPL o de la lipasa hepática.
Estos receptores no son regulables, lo que supone que las partículas ricas en apoE
(especialmente IDL y remanentes de los quilomicrones) pueden ser captadas por el hígado con
gran eficacia. Los LRP se encuentran también en macrófagos y células de músculo liso de la
pared arterial, lo que puede explicar la aterogenia de estas lipoproteínas en la hiperlipemia
postprandial.
c) Receptores de VLDL
Están relacionados estructuralmente con los receptores que acabamos de describir (E/B100 y
E). Se han encontrado sobre todo en tejido adiposo y músculo pero su función fisiológica no
está establecida todavía. Es posible que puedan estar implicados en la captación de los
triglicéridos endógenos (o de los ácidos grasos resultantes de su hidrólisis) por los tejidos que
los utilizan para su consumo energético (músculo) o su almacenamiento (tejido adiposo)
mientras que los receptores de las LDL, que son especialmente abundantes en los tejidos
esteroidogénicos, utilizarían preferentemente el colesterol para la síntesis de ácidos biliares
(hígado) y hormonas esteroides (ovarios, corteza adrenal).
e) Receptores de HDL
a) Quilomicrones
Los quilomicrones circulantes interaccionan con otras lipoproteínas, sobre todo con las HDL,
produciéndose intercambio de elementos superficiales, especialmente apoproteínas. Las HDL
reciben apoA y los quilomicrones adquieren apoC y apoE. Se trata de un proceso que puede
ser considerado como una verdadera maduración. En efecto, la apoC-II adquirida (efector
positivo de la lipoproteín lipasa) va a facilitar la utilización tisular de los triglicéridos,
mientras que la apoE permitirá el reconocimiento y captación de las partículas resultantes de la
lipolisis adiposa por el tejido hepático.
Los quilomicrones enriquecidos con apoC y apoE (maduros) sufren ahora la acción de la
lipoproteín lipasa, fundamentalmente en los capilares vecinos al tejido adiposo, de manera que
los ácidos grasos resultantes son utilizados por los adipocitos para sintetizar triglicéridos. El
proceso lipolítico continúa mientras los quilomicrones conservan apoC-II. Al avanzar la
lipolisis y disminuir el tamaño de las partículas, los componentes superficiales, entre los que
se encuentra esta apoproteína, son transferidos a las HDL. Las partículas residuales reciben el
nombre de remanentes de los quilomicrones o, simplemente, remanentes. Conservan la apoB-
48 y son ricas en apoE. Además, la pérdida de la apoC-II facilita el reconocimiento de la apoE
por los receptores hepáticos LRP. La captación hepática de los remanentes es prácticamente
total, ya que los receptores de las apoE no son regulables por el colesterol. En cambio, si el
aporte de éste es grande, sí que se suprime la síntesis hepática de colesterol a través de la
inhibición de la HMGCoA reductasa.
Los acontecimientos que acabamos de describir (figura 5.7) transcurren en pocos minutos, por
lo que los quilomicrones sólo se encuentran en el plasma inmediatamente después de comer y
nunca en ayunas, a no ser en circunstancias patológicas.
b) VLDL
Las VLDL se forman en el hígado en dos períodos distintos.
Las VLDL van provistas de apoB-100 (una molécula por partícula) y contienen también apoC
y apoE, aunque en pequeña cantidad. Una vez en el plasma, las VLDL se enriquecen en apoC
y apoE al interaccionar con las HDL, lo que supone su maduración, tal como ocurría con los
quilomicrones. La hidrólisis de los triglicéridos transportados por las VLDL transcurre
también de manera análoga a lo descrito para los quilomicrones (figura 5.8). Durante el
período postprandial, el proceso lipolítico se realiza sobre todo en los capilares vecinos al
tejido adiposo, gracias a la actividad aumentada de la lipoproteín lipasa procedente de este
tejido debido a los niveles elevados de insulina. En los períodos interdigestivos y durante el
ayuno, cuando las concentraciones plasmáticas de insulina disminuyen, la actividad de la
lipoproteín lipasa desciende en el tejido adiposo y la actuación sobre las VLDL se realiza en
mayor proporción en los capilares vecinos al tejido muscular.
Figura 5.8: Metabolismo de las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y de las lipoproteínas de baja
densidad (LDL).
La vida media de una partícula de VLDL es de hasta una hora. Como se liberan por el hígado
de forma continua, se deben encontrar habitualmente en el plasma en ayunas. En cambio, las
IDL no se encuentran en estas condiciones porque su vida media es extraordinariamente corta:
o se consumen rápidamente por el hígado o se convierten en LDL.
Las VLDL transportan triglicéridos desde el hígado a los tejidos periféricos. Este
transporte es muy importante porque el hígado no puede almacenar triglicéridos.
Cuando los triglicéridos se almacenan en el hígado se origina una situación
patológica: hígado graso o esteatosis hepática.
c) LDL
Las LDL resultantes del metabolismo de las IDL son partículas con pocos triglicéridos y
mucho colesterol. El enriquecimiento en colesterol no es sólo relativo. Como se ha
mencionado anteriormente, existe transferencia de ésteres de colesterol desde las HDL2 hasta
las LDL. Las LDL carecen ya de apoE y sólo conservan la apoB-100. La mayor parte de estas
partículas son recapturadas por el hígado (probablemente más del 70%) a través de los
receptores E/B-100. Las LDL restantes son captadas por los tejidos periféricos,
fundamentalmente tras su reconocimiento por el mismo tipo de receptores. En todos estos
casos, la captación de LDL se realiza de acuerdo con las necesidades tisulares de colesterol,
dado el carácter regulable de dichos receptores.
El reconocimiento de la apoB-100 por sus receptores es un proceso lento, por lo que las LDL
permanecen mucho tiempo circulando (varios días). Por eso pueden alterarse químicamente,
especialmente por oxidación, originando las denominadas LDL oxidadas. Las LDL
modificadas son captadas por los macrófagos a través de receptores no regulables. Por tanto,
estas células pueden cargarse de colesterol, originando las ya citadas células espumosas (véase
sección 5.2.3.d.).
d) HDL
Figura 5.9: Metabolismo de las lipoproteínas de densidad elevada (HDL).
La mayoría de los tejidos contienen la maquinaria enzimática para sintetizar colesterol, pero
esta síntesis se realiza preferentemente en la mucosa intestinal y el hígado. El resto de los
tejidos utilizan el colesterol hepático que se exporta en las VLDL y llega como LDL. Aunque
gran parte de las IDL y de las propias LDL son captadas de nuevo por este órgano, se puede
hablar, de hecho, de un transporte neto de colesterol desde el hígado a los tejidos periféricos.
Existe también un transporte de colesterol por medio de las HDL desde los tejidos periféricos
al hígado, que incluye su excreción por vía biliar. Este transporte "inverso" puede explicar, al
menos en parte, el carácter antiaterogénico de las HDL. Como se ha considerado
anteriormente, estas partículas pueden captar colesterol de otras lipoproteínas pero también de
las membranas celulares y transformarlo en colesterol esterificado. Las partículas más
eficientes en la captación del colesterol tisular son las HDL nacientes, formadas casi
exclusivamente por apoA-I. El colesterol tisular es cedido a las HDL con la colaboración de
unas proteínas que se encuentran en las invaginaciones de la membrana celular llamadas
caveolinas.
Una vez en las HDL, este colesterol puede acceder al hígado por varios mecanismos:
c) Es posible que los ésteres de colesterol puedan ser captados por el hígado a través de los
receptores SR-BI. Este mecanismo serviría igualmente para llevar el colesterol de las HDL a
los demás tejidos esteroidogénicos, donde también existen estos receptores.
Es interesante destacar que los ácidos grasos de cadena corta y media pueden entrar sin
dificultad en la mitocondria para ser utilizados directamente. Sin embargo, los ácidos grasos
de longitudes superiores necesitan el concurso de la carnitina para penetrar en la mitocondria.
Como se acaba de mencionar, los ácidos grasos de cadena corta y media no necesitan carnitina
para penetrar en la mitocondria. Los triglicéridos que contienen estos ácidos (MCT:
triglicéridos de cadena media) constituyen un grupo especial de lípidos por cuanto se pueden
digerir sin el concurso de la lipasa y de las sales biliares. Se trata fundamentalmente de
productos artificiales de utilización terapéutica en casos de insuficiencia intestinal, biliar o
pancreática. En estas condiciones, los MCT se absorben sin problemas y se hidrolizan en los
enterocitos por una lipasa celular. Posteriormente llegan al hígado por la vena porta y se
metabolizan rápidamente, sin necesidad del concurso de la carnitina.
Cuando los ácidos grasos llegan en gran cantidad al hígado en determinadas circunstancias
(ayuno, diabetes, dieta pobre en hidratos de carbono), el acetil CoA que se origina no puede
ser consumido enteramente por el ciclo de Krebs, por falta de cantidades suficientes de
oxalacetato. Se produce así una especie de "rebosamiento o reflujo" de manera que las
moléculas de acetil CoA reaccionan entre sí para originar los llamados "cuerpos cetónicos":
acetoacetato, beta-hidroxibutirato y acetona (figura 5.11).
A) Biosíntesis hepática
a: 3-hidroximetil glutaril CoA sintetasa
b: 3-hidroximetil glutaril CoA liasa
c: D-3-hidroxibutirato deshidrogenasa
B) Utilización en tejidos periféricos
c: D-3-hidroxibutirato deshidrogenasa
d: Succinil CoA acetoacetil transferasa
Aunque los cuerpos cetónicos cumplen funciones fisiológicas, su exceso conduce a
problemas patológicos. Esto es lo que ocurre en condiciones tales como el ayuno y
la diabetes. Por ello, es desaconsejable el empleo de dietas pobres en hidratos de
carbono, que promueven su producción excesiva.
Por lo que se refiere al colesterol, este compuesto tiende a hacer a las membranas más rígidas,
disminuyendo las posibilidades de movimiento de las proteínas que se encuentran situadas en
ellas, pero el grado de fluidez depende sobre todo de la naturaleza de los ácidos grasos que
entran a forma parte de los fosfolípidos, especialmente de su grado de insaturación. Cuanto
mayor es la insaturación, mayor es también la fluidez, más se pueden mover las proteínas y
mayor es la permeabilidad de la membrana. No se conoce bien todavía el grado de fluidez
óptimo para el buen funcionamiento de la membrana ni los mecanismos de regulación ni la
intervención en ellos de los distintos tipos de fosfolípidos. No cabe duda, sin embargo, de que
se trata de un tema de extraordinario interés fisiológico y nutricional.
El grado de insaturación de los ácidos grasos no influye únicamente en la fluidez de la
membrana sino que está relacionado también con su facilidad de oxidación. Los ácidos grasos
poliinsaturados son muy oxidables de tal manera que pueden llegar a destruirse, afectando
gravemente la integridad de la membrana y las funciones correspondientes.
A partir de determinados ácidos grasos de los fosfolípidos de membrana se forman una serie
de compuestos de gran actividad biológica llamados eicosanoides. Se denominan así porque
derivan de tres ácidos grasos poliinsaturados de veinte átomos de carbono: eicosatrienoico
(20:3 ω6), eicosatetraenoico o araquidónico (20:4 ω6) y eicosapentaenoico (20:5 ω3),
constituyendo respectivamente las series 1, 2 y 3. A su vez, estos ácidos grasos derivan de los
ácidos grasos esenciales por un proceso de desaturación y alargamiento de cadena (figura
5.14).
Figura 5.14: Formación de ácidos grasos poliinsaturados de larga cadena a partir de los ácidos insaturados de 18
carbonos.
Los sistemas enzimáticos que catalizan los procesos de desaturación y elongación son
fundamentalmente hepáticos, aunque también existen en intestino, glándula mamaria de
madres lactantes y placenta. Vale la pena realizar dos consideraciones.
b) Síntesis de eicosanoides
Figura 5.16: Relaciones estructurales entre prostaglandinas con el mismo núcleo pero de distinta serie.
Es interesante destacar que la síntesis de eicosanoides se realiza a partir de los ácidos grasos
precursores una vez liberados de los fosfolípidos de membrana que los contienen por la acción
de las correspondientes fosfolipasas, que suelen estar sometidas a regulación. Una vez
realizada la hidrólisis, los ácidos grasos son transformados en eicosanoides por la actuación de
la ciclooxigenasa o de las lipooxigenasas, sin que tengan que pasar a acil-CoA, como es
habitual en otras reacciones. Las oxigenasas mencionadas carecen de especificidad, por lo que
puede existir competencia entre sustratos distintos para formar eicosanoides.
- Lugar de actuación. Actúan en la vecindad de las células que los producen (mecanismo
paracrino) o en las mismas células productoras (mecanismo autocrino).
- Vida media. Su vida media es muy corta, degradándose muy rápidamente una vez llevada a
cabo su misión.
- Funciones. Las funciones de los eicosanoides son muy diversas. En la tabla 5.2 se incluyen
algunas de estas funciones. De una manera general se puede señalar que los derivados del
araquidónico, los más abundantes dado el tipo de alimentación habitual en el mundo
occidental, son compuestos muy activos. En cambio, los eicosanoides de las otras series suelen
tener menos actividad.
Agregación TXA2
Plaquetas
Antiagregación PGI2, PGI3, PGE1
Dolor PGE2
Tejidos en general
Citoprotección PGI3
LTB4, HETE
Adhesión
Neutrófilos Quimiotaxis LTB4, HETE
Secreción lisosómica
LTB4, HETE
a) De tipo metabólico.
La baja actividad de la delta 6 desaturasa en prematuros o recién nacidos de bajo peso para su
edad gestacional puede comprometer la formación de ácidos grasos poliinsaturados de larga
cadena, tan importantes para el desarrollo de su sistema nervioso. Esto se soluciona
alimentándolos con leche materna, que contiene estos ácidos grasos. Cuando este tipo de
alimentación no resulta posible pueden plantearse problemas cuando las fórmulas lácteas
carezcan de dichos ácidos grasos, siendo en cambio ricas en sus precursores (oleico, linoleico
y alfa-linolénico).
Simplificando excesivamente el tema, una dieta rica en aceite de semillas, con abundancia en
ácido linoleico (18:2 ω6), hará que predominen en las membranas los ácidos grasos
poliinsaturados de la serie ω6 y se formen sobre todo los eicosanoides de la serie 2, derivados
del ácido araquidónico. Por el contrario, las dietas ricas en pescado harán que predominen en
las membranas los ácidos grasos poliinsaturados de la serie ω3 y se formen especialmente los
eicosanoides de la serie 3 derivados del ácido eicosapentenoico.
En la generalidad de las ocasiones las cosas no son tan sencillas. Recordemos que desaturasas
y elongasas tienen mayor preferencia por los ácidos más insaturados, es decir, los de la serie
ω3. Sin embargo, las dietas occidentales, especialmente las de los países no mediterráneos, son
muy ricas en ácido linoleico. En estos casos, siempre habrá un buen funcionamiento de la vía
de formación de ácido araquidónico y de sus eicosanoides derivados ya que la mayor
preferencia de las desaturasas por la serie ω3 se contrarresta con el importante suministro del
ácido linoleico, precursor de la serie ω6. Para que funcione mucho la síntesis de ácido
eicosapentaenoico y se formen cantidades relativamente importantes de eicosanoides de la
serie 3 debe sustituirse prácticamente toda la grasa procedente de semillas y de animales
terrestres por grasa de pescado. Alternativamente, como ocurre con la dieta mediterránea, la
sustitución de la grasa de semillas por el aceite de oliva permite un mayor funcionamiento de
la síntesis de ácido eicosapentaenoico con un consumo moderado de pescado.
b) Insaturación y oxidabilidad.
Las dietas ricas en ácidos grasos poliinsaturados conducen a la formación de membranas muy
susceptibles a la oxidación. Esta oxidación se lleva a cabo sobre los dobles enlaces de los
ácidos grasos de los fosfolípidos de membrana por medio de los radicales libres derivados del
oxígeno molecular. El proceso oxidativo se lleva a cabo por reacciones en cadena que van
destruyendo los ácidos grasos, alterando profundamente la estructura y la función de las
membranas correspondientes.
Entre estas membranas deben considerarse no solamente la celular sino también las de los
orgánulos celulares tales como las mitocondrias o los lisosomas. Además, los fosfolípidos
intervienen también en otras estructuras relacionadas como la cubierta de las lipoproteínas
plasmáticas. Por todo ello, la susceptibilidad a la oxidación de los ácidos grasos adquiere un
protagonismo especial en la patogenia de numerosas enfermedades crónicas como la
aterosclerosis e incluso en el proceso de envejecimiento.
Es evidente, por tanto, que las dietas con ácidos grasos de menor grado de insaturación y la
presencia en la misma de nutrientes con carácter antioxidante deben ser objeto de atención
especial de cara a la prevención del daño oxidativo.
a) Biosíntesis.
La biosíntesis de los triglicéridos se realiza especialmente en la mucosa intestinal, hígado y
tejido adiposo.
Figura 5.18: Biosíntesis de triglicéridos y fosfolípidos.
No se pueden almacenar triglicéridos en el tejido adiposo aunque abunden en la
dieta si ésta no contiene suficientes hidratos de carbono, ya que se necesita el
funcionamiento de la vía glucolítica para la esterificación de los ácidos grasos.
b) Degradación (lipolisis).
Figura 5.19: Lipolisis en el tejido adiposo.
a) Mecánica. El tejido adiposo ejerce una protección mecánica del esqueleto y, sobre todo, de
los órganos vitales.
En la especie humana no existe esta capacidad de regulación del contenido en dobles enlaces.
El mantenimiento de la adecuada fluidez de la membrana puede lograrse probablemente
mediante la mayor o menor incorporación de moléculas de colesterol a la misma. Cuanto más
colesterol tiene una membrana, mayor es su rigidez. Este mecanismo ofrece importantes
perspectivas para la comprensión de las funciones del colesterol y de sus repercusiones
fisiológicas y patológicas, aunque todavía no existen conclusiones definitivas a este respecto.
Otras funciones del colesterol están relacionadas con su papel precursor de moléculas de tanta
trascendencia biológica como los ácidos biliares, las hormonas esteroides y la vitamina D
(figura 5.20).
Figura 5.20: Formación de vitamina D3, ácido cólico (ácido biliar) y hormonas esteroides.
Figura 5.21: Biosíntesis del colesterol HMGCoA: hidroximetil glutaril coenzima A.
Pocos nutrientes han merecido tanta atención en los últimos tiempos como el colesterol. Como
acabamos de ver, se trata de una molécula muy importante para el organismo ya que forma
parte de nuestras membranas y es el precursor de hormonas, ácidos biliares y vitamina D. Sin
embargo, su aporte dietético no es imprescindible ya que puede sintetizarse sin ningún
problema a partir de moléculas muy diversas.
El problema, por supuesto, es su exceso. Desde que se relacionaron los altos niveles de
colesterol plasmático con la patología coronaria se ha insistido mucho en la conveniencia de
mantener la colesterolemia lo más baja posible. Y como primera medida se han hecho
recomendaciones generalizadas en el sentido de limitar extraordinariamente su ingesta,
principalmente reduciendo el consumo de huevos.
1. La relación de los niveles de colesterol plasmático con las enfermedades coronarias es cierta
pero el problema no es simple ya que el colesterol se transporta en el plasma en lipoproteínas
diversas. Por tanto, cuando las cifras no son demasiado elevadas, la colesterolemia total puede
reflejar un exceso de lipoproteínas aterogénicas (LDL), lo que es malo, o antiaterogénicas
(HDL), lo que es bueno. Incluso puede ocurrir que los niveles de HDL sean demasiado bajos
con una colesterolemia total normal, lo que representa un riesgo aterogénico. Por supuesto, las
concentraciones de colesterol muy elevadas constituyen siempre un problema a resolver.
- El exceso de colesterol en los alimentos conduce a una mayor producción de ácidos biliares.
Por todo ello, el colesterol de la dieta debe repercutir muy poco en el colesterol plasmático a
no ser que se tomen cantidades muy grandes y el individuo sea susceptible, es decir, que tenga
alterados algunos de los mecanismos de control.
3. Los niveles altos de colesterol plasmático se deben generalmente a que las lipoproteínas que
lo contienen en mayor proporción, las LDL, no son captadas con normalidad por los tejidos
debido a un problema de receptores. Una de las principales causas de la disminución de estos
receptores es el consumo de grasa saturada. Este tipo de grasa procede sobre todo de los
animales terrestres y, por tanto, está acompañada por colesterol. Por eso, en la práctica resulta
difícil disociar el efecto que producen el colesterol y la grasa saturada de la dieta sobre los
niveles de colesterol en plasma. Vale la pena resaltar, por último, que determinados aceites
vegetales son también ricos en grasa saturada, especialmente los aceites de coco y palma.
El colesterol exógeno llega al hígado a través de los remanentes de los quilomicrones (aunque
estas partículas pueden llevar también colesterol sintetizado en las células de la mucosa
intestinal). Al hígado llega también colesterol procedente de IDL, LDL y HDL.
Sea cual sea su origen, el colesterol que llega al hígado ejerce una acción supresora sobre su
propia síntesis a través de la inhibición de la HMGCoA reductasa (sección 5.5.2.). El hígado
sintetiza colesterol a partir de distintos precursores, principalmente los ácidos grasos de los
remanentes y los que proceden del tejido adiposo. Todos estos ácidos grasos producen acetil
CoA, lo mismo que los azúcares y algunos aminoácidos, pudiendo formar, por tanto,
colesterol.
Las concentraciones hepáticas del colesterol regulan también el número de receptores E/B-100
(que reconocen a las LDL) mientras que no se modifica el número de receptores E (LRP) (que
reconocen a remanentes e IDL).
El hígado exporta colesterol en forma de VLDL y, menos, de HDL. El colesterol de las VLDL
llega a los tejidos periféricos con las LDL (que derivan de las VLDL). De esta forma, las
células extrahepáticas utilizan el colesterol que les llega por el plasma y mantienen al mínimo
su propia síntesis, a través de la inhibición de la HMGCoA reductasa.
Recordemos, sin embargo, que no todas las VLDL se transforman en LDL. Gran parte de las
IDL intermedias son recapturadas por el hígado. El resto se convierte en LDL, pero la mayor
parte de estas últimas lipoproteínas vuelven a ser captadas por el hígado. Por tanto, si bien es
verdad que existe un transporte de colesterol desde el hígado a los tejidos periféricos
(transporte "centrífugo"), no se trata en absoluto de un proceso simple, ya que la mayor parte
del colesterol exportado vuelve al hígado.
Por lo que se refiere a las HDL, la exportación hepática de colesterol es mínima, ya que las
HDL3 sintetizadas en el hígado carecen prácticamente de colesterol esterificado. Es mucho
más importante en este caso el transporte "centrípeto": las HDL 3 recogen colesterol de los
tejidos y lo llevan al hígado.
Este tipo de transporte tampoco es "limpio". Recordemos que el colesterol esterificado de las
HDL puede ser transferido a otras lipoproteínas por la acción de la proteína transferidora
(CETP). Se produce así una cesión de colesterol desde las HDL a las LDL, invirtiéndose el
sentido del transporte.
Por último, el colesterol hepático puede ser excretado por la bilis, como tal colesterol o en
forma de ácidos biliares. Este proceso está regulado por la propia concentración de ácidos
biliares en el hígado a través de la inhibición de la 7 hidroxilasa, enzima que cataliza una de
las primeras reacciones de la vía biosintética de estos compuestos. Así, cuando descienda la
concentración intrahepática de los ácidos biliares disminuirá la inhibición sobre esta enzima y
habrá una mayor utilización del colesterol para su biosíntesis.
Figura 5.22: Esquema general simplificado del metabolismo y transporte del colesterol.
Las condiciones nutricionales pueden influir en estos procesos de varias formas: modulando su
síntesis, modificando el número de receptores o alterando el ciclo enterohepático de los ácidos
biliares. Estos mecanismos están relacionados entre sí. Por ejemplo, la fibra puede actuar
sobre el nivel de las LDL a través de las siguientes etapas:
El efecto final es un descenso de las LDL plasmáticas pero no demasiado acusado. Para lograr
un efecto importante habría que inhibir la biosíntesis del colesterol, cosa que sólo es posible
por medios farmacológicos.
a) Situación postprandial.
Figura 5.23: Esquema simplificado del metabolismo de los triglicéridos.
b) Situación interdigestiva.
Cuando se está en el período interdigestivo o en ayuno se produce una movilización del tejido
adiposo, liberándose ácidos grasos, los cuales a su vez pueden seguir distintas vías
metabólicas.
Todas las sustancias nitrogenadas del organismo derivan de los aminoácidos, excepto los compuestos vitamínicos.
Además, algunos aminoácidos son esenciales. Por eso se necesita un aporte importante de proteínas en la dieta.
Además de sus funciones metabólicas como integrantes de péptidos, proteínas y otros compuestos nitrogenados,
los aminoácidos pueden ser utilizados como fuentes energéticas o para sintetizar glucosa.
El hígado es el principal órgano implicado en la regulación del metabolismo de los aminoácidos. Además, es el
responsable de la desintoxicación del amoniaco procedente de dicho metabolismo mediante la síntesis de urea.
Otro destino de los grupos nitrogenados procedentes del catabolismo de los aminoácidos es la formación de iones
amonio en la corteza renal para combatir la acidosis metabólica.
OBJETIVOS
- Proporcionar una visión global del destino metabólico de los aminoácidos de la dieta.
- Describir los aspectos peculiares del metabolismo de los aminoácidos en los distintos tejidos.
Existen muchas sustancias nitrogenadas en el organismo, todas las cuales, con la excepción de
los compuestos vitamínicos, derivan metabólicamente de los aminoácidos. Algunas de estas
sustancias, como, por ejemplo, las purinas o la colina, pueden ser aportadas por la
alimentación, pero existe la capacidad de su síntesis endógena, fundamentalmente en el
hígado. Por lo que se refiere a los aminoácidos, deben ser aportados globalmente por la dieta
en cantidad suficiente. Aunque la mayoría de ellos pueden sintetizarse en el organismo a partir
de algunos metabolitos de los azúcares que suministran el esqueleto carbonado, necesitan un
aporte de nitrógeno que solo puede provenir de los otros aminoácidos que ingresan en la
alimentación.
La mayor parte de las proteínas plasmáticas se producen en el hígado y cumplen una gran
diversidad de funciones (equilibrio osmótico, transporte, etc.). Otro grupo importante de
proteínas circulantes está constituido por las inmunoglobulinas, que se forman en las células
plasmáticas.
Los aminoácidos liberados por el hígado son captados por los tejidos periféricos, pero, a su
vez, algunos de estos tejidos envían aminoácidos a la circulación, de acuerdo con las
circunstancias fisiológicas o patológicas (ayuno, estrés, diabetes, etc.). La insulina estimula la
captación de aminoácidos y la síntesis de proteínas en el tejido muscular mientras que los
glucocorticoides favorecen la proteolisis y la salida de los aminoácidos al plasma. En
cualquier caso, el aminograma plasmático es bastante constante, a no ser que existan
alteraciones patológicas muy graves, como la malnutrición, la insuficiencia hepática o alguna
aminoácidopatía.
Los tejidos periféricos utilizan los aminoácidos sobre todo para la síntesis de proteínas, pero
también pueden realizar otras vías metabólicas (síntesis de péptidos hormonales,
neurotransmisores, aminas biógenas, etc.), de acuerdo con sus características fisiológicas.
6.2. Reacciones generales del metabolismo
de los aminoácidos
La descarboxilación tiene otro significado, ya que los productos que se originan suelen tener
una gran actividad biológica como ocurre con las aminas biógenas.
6.2.1. Transaminación
Es importante destacar que las reacciones de transaminación tienen carácter reversible, y por
tanto sirven tanto para la degradación como para la biosíntesis.
En la figura 6.1 se incluyen dos reacciones de transaminación de gran interés fisiológico, pero
no hay que olvidar que son reacciones que pueden presentar todos los aminoácidos.
PLP: Piridoxal-fosfato
GPT: Glutamato-piruvato transaminasa
6.2.2. Aminación
La transaminación posterior del glutamato con un cetoácido (por ejemplo, piruvato) lleva a la
formación del aminoácido correspondiente (alanina) (figura 6.3). Esta doble reacción
combinada es fundamental en la síntesis de aminoácidos no esenciales.
PLP: Piridoxal-fosfato.
6.2.3. Desaminación
Por lo anteriormente indicado y como se mencionó al principio del apartado, se puede decir
que la aminación del alfa-cetoglutarato dando glutamato, hace disponible a éste, para la
síntesis de aminoácidos no esenciales, a partir de los cetoácidos correspondientes.
Existen otros sistemas de desaminación con menos trascendencia fisiológica. Las aminoácido
oxidasas son flavoproteínas que funcionan en los peroxisomas y generan peróxido de
hidrógeno. Este es posteriormente metabolizado por la catalasa (figura 6.5). Por otra parte, los
aminoácidos con grupos alcohólicos o tiólicos pueden sufrir una desaminación deshidratante o
desulfhidrante, con el concurso del piridoxal fosfato. En la figura 6.6 se esquematiza la
desaminación deshidratante de la serina.
FMN: Flavín-mononucleótido.
Figura 6.5: Desaminación oxidativa de aminoácidos por aminoácido oxidasas (1) y catalasas (2).
6.2.4. Descarboxilación
En las dos últimas situaciones descritas en donde hay una utilización "degradativa", la vía
utilizada es la descrita previamente y representada en la figura 6.4 para el aspartato. Es decir,
los aminoácidos transaminan con alfa-cetoglutarato dando un cetoácido (que puede utilizarse
como sustrato energético o gluconeogénico), y glutamato el cual sufre una desaminación como
la reacción reversible representada en la figura 6.2, catalizada por la glutamato
deshidrogenasa. De esta manera se forma de nuevo alfa-cetoglutarato y NH3 el cual se
transforma en urea que es finalmente excretada.
El proceso degradativo que permite la obtención de energía ocurre en cualquier tejido, aunque
es el hígado el órgano más destacado en el citado proceso. No obstante, el hígado será capaz
de utilizar todos los aminoácidos menos los ramificados, que se degradan a nivel del músculo
esquelético.
Los aminoácidos solo se utilizan como fuente de energía si llegan al hígado en cantidad
excesiva como consecuencia de una dieta muy rica en proteínas. Cuando la ingesta proteica es
normal, los aminoácidos resultantes se incorporan únicamente a las vías biosintéticas
(formación de proteínas, purinas, etc.). Esto se debe a las características cinéticas de las
enzimas que inician las rutas correspondientes. Mientras que las enzimas que catalizan la
incorporación de los aminoácidos a las proteínas (aminoacil-tRNA sintetasas) tienen una KM
muy baja, las enzimas que inician la degradación de los aminoácidos la tienen muy alta. Se
podría decir, por tanto, que las vías catabólicas solo utilizan los aminoácidos "cuando sobran".
Los aminoácidos pueden utilizarse con fines energéticos pero solo cuando su
aporte dietético es suficientemente grande.
Los aminoácidos se utilizan como sustratos gluconeogénicos cuando se consumen dietas sin
hidratos de carbono, en el ayuno, en el estrés metabólico, en la diabetes y, en general, en todas
aquellas situaciones en las que las hormonas catabólicas predominen sobre la insulina.
Durante el ayuno y en las situaciones de estrés metabólico, los aminoácidos proceden de las
proteínas musculares, mientras que en las dietas sin hidratos de carbono proceden de las
proteínas alimentarias y asimismo de las musculares. En la diabetes pueden tener igualmente
ambos orígenes dependiendo del curso de la enfermedad.
Aunque la mayoría de los aminoácidos son potencialmente gluconeogénicos, la
realidad celular es que la alanina y la glutamina son los mayoritarios o
preferenciales en este sentido.
En la figura 6.9 se muestran de una manera integrada y global las vías más destacables de la
degradación de aminoácidos, que se pueden considerar en dos situaciones distintas.
α-KG:α-cetoglutarato.
Figura 6.9: Aspectos degradativos generales de los aminoácidos en situación de normalidad fisiológica (a) y en
diversas situaciones que cursan con gluconeogénesis (b).
a. Situación de mantenimiento
a) Salida de la célula y reutilización por células de otros tejidos (e incluso por la propia célula
de donde procede) para nueva síntesis proteica y otras funciones propias de aminoácidos.
Obviamente los tejidos con mayor nivel de captación son los que presentan una mayor
necesidad de síntesis proteica.
b) Catabolismo de aminoácidos. Aunque en pequeña cantidad, los aminoácidos pueden
degradarse, produciendo cetoácidos que se utilizan rindiendo energía y NH3. Este último para
salir de la célula no lo hace como tal, sino incorporado en la molécula de glutamina que lo
transporta fundamentalmente al hígado para cederlo, formándose urea como se ha comentado
previamente.
b. Situaciones gluconeogénicas
Pero además, en casi todas las condiciones citadas, se produce una apreciable movilización
lipídica, con formación de cuerpos cetónicos, cuya acidez debe neutralizarse a nivel renal, lo
que va acompañado de gluconeogénesis renal.
La gluconeogénesis tanto a nivel hepático como renal, es posible gracias a los aminoácidos
liberados por proteolisis muscular, y en especial a los de tipo ramificado, isoleucina y valina.
Estos sufren una transaminación con piruvato y alfa-cetoglutarato (este por dos veces),
originando alanina y glutamina, las cuales saliendo del músculo alcanzan el hígado para
formar glucosa, aspecto que se verá con algo más de detalle posteriormente. A su vez, los
cetoácidos ramificados se catabolizan, generando energía en el propio músculo, hecho que
caracteriza a estos aminoácidos como sustratos energéticos para la célula muscular, fenómeno
que, como se ha comentado, no ocurre a nivel hepático.
Por otra parte, la glutamina puede dirigirse también al riñón, donde cede dos NH3 para
neutralizar los H+ (acidez) generando ión amonio, y convirtiéndose en alfa-cetoglutarato que
por gluconeogénesis se convierte en glucosa.
El succinil-CoA es un metabolito del ciclo de Krebs (figura 6.8) que puede convertirse en
glucosa. Por tanto, los aminoácidos citados y los ácidos grasos de número impar de átomos de
carbono son potencialmente gluconeogénicos.
6.3.5. Aminoacidopatías
La utilización catabólica de los aminoácidos puede estar alterada en ciertos individuos por la
falta de actividad de algunas de las enzimas implicadas. Esto produce el acúmulo en sangre del
aminoácido afectado o de uno de sus metabolitos, lo que puede repercutir gravemente en la
salud. Las aminoacidopatías se producen como consecuencia de errores genéticos que se
suelen heredar de forma recesiva, ya que los heterozigóticos pueden metabolizar
adecuadamente el aminoácido con la fracción enzimática no afectada. En cambio, los
homozigóticos exhiben la enfermedad desde el nacimiento, lo que produce frecuentemente un
daño cerebral irreversible. Como el proceso de mielinización no está concluido, el cerebro es
muy vulnerable en la época neonatal.
g) tetrahidrobiopterina sintetasa
Intestino. Algunas proteínas presentes a nivel intestinal (sobre todo del intestino
grueso), son degradadas por la microbiota allí localizada, produciendo determinadas
cantidades de amoniaco. Este llega al hígado vía porta, pudiendo ser utilizado para la
formación de aminoácidos NO resenciales a través de la glutamato deshidrogenasa, o ser
convertido en urea que es un compuesto atóxico que se elimina vía renal. De esta manera se
impide la toxicidad del amoniaco que actúa sobre cualquier célula y sobre todo de las
cerebrales.
Figura 6.12: Ciclo de la urea (uno de los grupos amino procede del NH3 y el otro de aspartato).
A largo plazo se produce una inducción generalizada de las enzimas de la ureogénesis cuando
las dietas son muy ricas en proteínas o durante el ayuno, donde ocurre una acusada
movilización proteica.
El papel regulador positivo de la arginina en la ureogénesis constituye unos de los
aspectos metabólicos que justifican el carácter condicionalmente esencial de este
aminoácido.
En otros tejidos predomina la hidrólisis de la glutamina que llega por la circulación. En las
células de la mucosa intestinal, la glutamina se utiliza en gran parte para la síntesis de purinas,
que es muy activa en este tejido.
En la corteza renal, cuando existen condiciones de acidosis metabólica (ayuno, por ejemplo),
la glutamina cede sucesivamente sus dos grupos nitrogenados en forma de amoniaco, que se
elimina por la orina para regular el equilibrio ácido-básico del organismo. En estas
condiciones, el alfa-cetoglutarato resultante se transforma en glucosa gracias a la actividad
aumentada de la fosfoenolpiruvato carboxikinasa (véase el capítulo 4).
En el hígado se llevan a cabo los dos procesos. En los hepatocitos periportales (situados cerca
de los espacios porta, donde desembocan la vena porta y la arteria hepática) se realiza la
extracción de la glutamina sanguínea y su hidrólisis posterior, utilizándose el amoniaco en la
síntesis de urea. En los hepatocitos perivenosos (situados en la vecindad de la vena hepática),
en cambio, se sintetiza glutamina para captar el amoniaco que se hubiera podido escapar a la
ureogénesis (figura 6.14).
a) Glutaminasa
b) Glutaminasa sintetasa
Existen ocho aminoácidos claramente esenciales: valina, leucina, isoleucina, treonina, lisina,
metionina, fenilalanina y triptófano. A esta relación se pueden añadir algunos aminoácidos que
deben incluirse en la dieta en determinados casos que se van a considerar a continuación:
histidina, arginina, cisteína y tirosina.
- La histidina no se sintetiza en nuestros tejidos sino que es aportada por la flora bacteriana
intestinal. Este aporte puede ser insuficiente cuando los requerimientos sean importantes y la
flora sea escasa, como ocurre con los recién nacidos.
Otro aminoácido que puede aparecer en los líquidos biológicos, especialmente en la orina, es
la cistina. La cistina está constituida por dos moléculas de cisteína unidas por un puente
disulfuro (figura 6.16). Puede provenir de péptidos o proteínas que la contengan, pero también
puede originarse por oxidación de la cisteína de forma inespecífica no enzimática.
Como se ha indicado anteriormente, estos compuestos poseen una gran actividad biológica y
se producen a partir de diversos aminoácidos mediante descarboxilaciones. Así, de la histidina
se forma la histamina; de la tirosina, la tiramina; etc. En algunos casos, la descarboxilación
va acompañada de otras modificaciones metabólicas simples, como la hidroxilación y la
metilación. De esta forma se producen la serotonina (por hidroxilación y descarboxilación del
triptófano), la dopamina (por hidroxilación y descarboxilación de la tirosina) y la adrenalina
(por hidroxilación y metilación de la dopamina). En la figura 6.17 se describe la formación de
algunas aminas biógenas.
SAM: S-adenosil-metionina
PLP: Piridoxal-fosfato
El ácido tetrahidrofólico es la forma coenzimática activa derivada del ácido fólico. La forma
circulante, sin embargo, es su derivado metilado, que es inactivo. La transformación de este
compuesto en la forma activa desmetilada se realiza con el concurso de la vitamina B 12.
Posteriormente, como se ha indicado, se realiza la síntesis del ácido metilén-tetrahidrofólico
acoplada a la conversión de serina en glicina.
Figura 6.19: Metabolismo de fragmentos monocarbonados transportados por el ácido tetrahidrofólico (FH4) y su
relación con la síntesis de ácidos nucleicos (RNA y DNA).
La metionina es el principal donador del grupo metilo. Para ello tiene que convertirse
previamente en S-adenosil metionina, en reacción con el ATP. El grupo metilo de la S-
adenosil metionina es muy lábil y puede transferirse por tanto a otros compuestos. Una vez
realizada la metilación, la S-adenosil metionina queda como S-adenosil homocisteína,
compuesto este último que se hidroliza originando homocisteína.
ATP: Adenosín-trifosfato
PLP: Piridoxal-fosfato
Son muchos los compuestos nitrogenados que se forman a partir de aminoácidos, tal como se
indica a continuación.
- Carnitina. Es una molécula necesaria para que los ácidos grasos de cadena larga puedan
entrar en la mitocondria para ser utilizados energéticamente (capítulo 5). Se sintetiza a partir
de lisina con el concurso del ácido ascórbico.
- Conjugados de ácidos biliares. Los ácidos biliares se conjugan con glicina y taurina. Esta
última se forma por descarboxilación de un derivado de la cisteína (ácido cisteico) (figura
6.22).
- Porfirinas. Las porfirinas constituyen el grupo hemo cuando se unen al hierro. El hemo se
encuentra en la hemoglobina, mioglobina, citocromos y enzimas diversas. El anillo porfirínico
se origina a partir de glicina y succinil-CoA.
Los aminoácidos son los precursores de todas las sustancias nitrogenadas del
organismo con la excepción de los derivados vitamínicos.
Otro aminoácido que puede aparecer en los líquidos biológicos, especialmente en la orina, es
la cistina. La cistina está constituida por dos moléculas de cisteína unidas por un puente
disulfuro (figura 6.16). Puede provenir de péptidos o proteínas que la contengan, pero también
puede originarse por oxidación de la cisteína de forma inespecífica no enzimática.
Figura 6.16: Formación de cistina a partir de cisteína.
Como se ha indicado anteriormente, estos compuestos poseen una gran actividad biológica y
se producen a partir de diversos aminoácidos mediante descarboxilaciones. Así, de la histidina
se forma la histamina; de la tirosina, la tiramina; etc. En algunos casos, la descarboxilación
va acompañada de otras modificaciones metabólicas simples, como la hidroxilación y la
metilación. De esta forma se producen la serotonina (por hidroxilación y descarboxilación del
triptófano), la dopamina (por hidroxilación y descarboxilación de la tirosina) y la adrenalina
(por hidroxilación y metilación de la dopamina). En la figura 6.17 se describe la formación de
algunas aminas biógenas.
SAM: S-adenosil-metionina
PLP: Piridoxal-fosfato
El ácido tetrahidrofólico es la forma coenzimática activa derivada del ácido fólico. La forma
circulante, sin embargo, es su derivado metilado, que es inactivo. La transformación de este
compuesto en la forma activa desmetilada se realiza con el concurso de la vitamina B 12.
Posteriormente, como se ha indicado, se realiza la síntesis del ácido metilén-tetrahidrofólico
acoplada a la conversión de serina en glicina.
Figura 6.19: Metabolismo de fragmentos monocarbonados transportados por el ácido tetrahidrofólico (FH4) y su
relación con la síntesis de ácidos nucleicos (RNA y DNA).
ATP: Adenosín-trifosfato
PLP: Piridoxal-fosfato
Son muchos los compuestos nitrogenados que se forman a partir de aminoácidos, tal como se
indica a continuación.
- Conjugados de ácidos biliares. Los ácidos biliares se conjugan con glicina y taurina. Esta
última se forma por descarboxilación de un derivado de la cisteína (ácido cisteico) (figura
6.22).
NADP: Nicotín adenosín dinucleótido fosfato
Figura 6.24: Formación de óxido nítrico (NO) a partir de arginina por la acción de la enzima óxido nítrico sintasa.
- Porfirinas. Las porfirinas constituyen el grupo hemo cuando se unen al hierro. El hemo se
encuentra en la hemoglobina, mioglobina, citocromos y enzimas diversas. El anillo porfirínico
se origina a partir de glicina y succinil-CoA.
Los aminoácidos son los precursores de todas las sustancias nitrogenadas del
organismo con la excepción de los derivados vitamínicos.