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El reino del bien.

El otro y su revelación.
El reino del bien se instaura a partir del otro.

La visitación del otro.

Levinas evita cuidadosamente permanecer en la simple negación o de diluir a


la alteridad en la abstracción. El otro será positivamente y concretamente otro.
Permanecer en la negación o en la abstracción acabaría haciendo sistema
con su contrario, la subjetividad pensante, y destruiría la alteridad. Levinas
describe su positividad y concreción con claro acento en las categorías
bíblicas.

El otro es el pobre, el huérfano, la viuda o el extranjero.

Para Levinas estos son los modelos concretos de alteridad. Y como alteridad,
el reconocimiento no consiste en verlos igual a mí, sino diferente a mí.
El pobre, el huérfano, la viuda que no soy yo: no tiene alimento- ni pan, ni
música, ni flores- no tiene vestuario –ni ropa, ni títulos, ni funciones sociales- no
tiene habitación ni puerta para separar su propia intimidad. Sin gozo en el
mundo y sin felicidad, con necesidades sin satisfacerlas, esta amenazada de
muerte en su propia corporeidad y propia intimidad. El cuerpo desnudo – de
desnudez real porque no bella, transida por necesidades no satisfechas- esta
arrojado al frió y al hambre de modo irrecuperable. La interioridad esta arrojada
a la vergüenza y a “estar jugado” sin proyecto y sin posibilidades. El huérfano,
sin el eros paterno, cortado de su pasado personal, sin elección y por eso sin
bendición y sin unicidad, jugado como un elemento indiferente del mundo. La
viuda sin poder ofrecer su intimidad a alguien, sin vientre fecundo y sin futuro –
los hijos- condenado por la falta de economía y pan: la viuda seria la imagen
más real del proletario. El extranjero sin lugar propio, sin una piedra donde
reposar su cabeza, sin una patria al cual integrarse, sin un paisaje familiar sin
la correlación yo-mundo, un errante en el mundo que no es suyo, hombre del
desierto.

El otro es huésped.
El otro de la cuatridad bíblica, estando en el mundo, no posee la espesura del
mundo: no tiene, no puede, no es. Le faltan los verbos auxiliares (tener, poder,
ser, permanecer). El mundo que esta relacionado esencialmente a la
subjetividad, que conviene a la subjetividad, que es esencialmente mío, el
OTRO ES UNICAMENTE HUESPED. La estructura de la hospitalidad , tiene
como característica fundamental la relación entre un Amo– un señor o
propietario que tiene pan, casa, y se relaciona con el mundo en torno como su
mundo – y un forastero, que viene de afuera , extraño y extranjero al mundo
del amo y que, no obstante golpea su puerta , a su dominio, a su tener, a su
poder, y a su ser, confiándose como huésped al amo en todas sus
necesidades, puesto que no tiene, no puede, no es. El huésped tiene apenas
un poder: volver al amo un hospedero.
Levinas habla de la alteridad en el mundo del yo como una “Visitación”.
Un rey no es nunca un huésped al recorrer su reino: el visita lo que es suyo Un
amo no es huésped en su propia casa. El ciudadano no puede ser huésped en
su propia ciudad. Solo el pobre, el huérfano, el extranjero están en situación
permanente de ser huésped y en poder permanentemente de tornar al amo en
un hospedero.
El huésped tiene dos características:
a) No puede pre-anunciarse: no tiene cualidades, ni funciones, ni
posiciones, ni relaciones, etc. Su entrada e como una irrupción,
imprevista e inmediata, fuera de todo calculo y preparación.
b) No puede presentarse: por los mismos motivos anteriores. Su entrada es
sin poder alguno, es tímido y sin reclamos, humilde y dispuesto a
agradecer todo, sin violencia.
El huésped goza, con el hecho de poder tornar al amo un hospedero y servidor,
de una extraña libertad en relación al hospedero porque no pertenece a su
mundo. Levinas constata la ambigüedad de miseria y libertad, suplica y pudor,
vergüenza y dignidad, impotencia y potencia en la visitación del otro. El poder
del otro se relaciona a la ética como bondad.

El otro es rostro

“La manera como se presenta el otro, sobrepasando la idea del otro en mi,
nosotros lo llamamos, de hecho, rostro “ TI.
“nosotros llamamos VISAGE la epifanía de lo que puede presentarse
directamente a un yo y por ello mismo exteriormente” DHH.
El otro es sin forma: El rostro brilla desde arriba i. “Sin forma” es decir sin una
caricatura por el cual tiene una imagen. También sin contexto, sin referencias
ulteriores, sin vestimentas y sin masa propia en este mundo. La imagen es
imposible. LACARA QUE ES ANIMADA POR EL ROSTRO NO ES UNA
FACHADA. Desde este modo el rostro no es ni aprensible, ni representable por
el pensamiento o concepto sino tampoco por el arte. Esta no va más allá de la
imagen.

La desnudez del rostro: La relación con la desnudez es una verdadera


experiencia de la alteridad del otro. La desnudez es como una experiencia
limite de irrupción y rompimiento de mi mundo, inauguración de una apertura a
la trascendencia.
En tanto que el rostro es desnudez sin forma, sin ornamentos económicos o
culturales o conceptuales, sin mediaciones posibles en esa misma medida el
rostro se constituye en frágil y humilde, como una nada mi mundo.

El rostro tiene luz propia: Mientras las cosas se dan a la luz de mi sentido. El
rostro irradia su propia luz y me mira. El rostro que me mira pone fin a mi
soledad. Inaugura un nuevo reino. La luz del rostro se puede contraponer a la
petrificación a la petrificación de los ojos del cadáver, de los cuales se retiro la
luz: son ojos sin rostro son solo elementos que se devuelve a la tierra.
Por la luz propia, el rostro no es del mundo en la que se da la luz de mis
intencionalidades, ni es elemento, no es nada. Viene de una dimensión de
trascendencia.

Los ojos que tú ves


No son ojos porque tú lo ves
Son ojos porque te ven

(A. Machado)

La epifanía del rostro:

La palabra epifanía significa de alguna forma una entrada en el mundo,


pero a partir de una dimensión de altura. En el rostro, de hecho, la humildad y
la pobreza están ligadas a la altura. El pobre me mira desde arriba. Así en la
i
Cuando Levitas dice “rostro” no piensa ni en una boca, ni una nariz, ni orejas, ni músculos faciales. A
todo esto lo llama la forma. Los datos empíricos concernientes a la expresión fisonómica son formas,
cara, vestimenta, imagen.
relación cara a cara yo no encuentro jamás un igual, sino que me vuelvo para
que me mire desde esta dimensión paradojal, mas abajo que mi mundo- en la
pobreza y la humildad- y mas alto de mi mundo, epifanía mediante la cual mi
mundo se descubre pobre.

El otro es palabra.

Al contrario de los fenómenos mudos y dados a interpretación, el rostro


comanda su epifanía llevando su palabra, se presenta como palabra. “El rostro
habla”. Esta es la novedad que rompe mi mundo solitario y silencioso: la
palabra irrumpe y crea lenguaje. La epifanía del rostro es íntegramente
lenguaje. Es una palabra primera que crea en mí la ob-audientia. El rostro que
habla no se dirige a la vista sino al oído. Exige respuesta, abre la dimensión de
la responsabilidad.

El otro es desigual: Asimetría e irreciprocidad

Introducimos ahora dos elementos claves del autor la asimetría entre


subjetividad y alteridad. El otro no siendo lo que yo soy en razón de su alteridad
que no es un alter ego, esta más abajo y más arriba de mí, es DESIGUAL. La
relación cara a cara será una relación entre desiguales, RELACION
IRRECIPROCA. No se trata de una asimetría en el sentido ontológico donde la
desigualdad es entendida como graduaciones o especificaciones en el ser
Levinas habla de la “curvatura del espacio intersubjetivo”. Una trascendencia
absoluta es inintegrable y la correlación no es una categoría suficiente para la
trascendencia.
Se trata de una asimetría metafísica y ética. La relación cara a cara es una
relación sin relación es decir una actitud moral impedida de totalización.
Levitas apela a una experiencia moral “lo que yo me permito exigir de mi
mismo, no se compara a lo que yo puedo exigir del otro “ TI. Es decir, el poder
que ejerzo sobre mí – y mi mundo- no puedo ejercerlo sobre el otro. Puedo
sacrificarme al otro, pero no puedo exigir el sacrificio del otro, no decido por el.
La asimetría metafísica y ética es una irreciprocidad personal.

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