Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sin embargo, de lo que se da cuente el hombre del subsuelo al intentar librarse de esos
grilletes que sentía, es de que esa sujeción era mucho más radical de lo que había creído.
En tanto que no se ha salido del esquema de la mismidad, sigue existiendo la incapacidad
de cambiarme de ser yo que manifiesta el hombre del subsuelo. Cuando se siente ese
encadenamiento al yo, al ser en tanto que ser yo, en tanto que ser existencia, ser ya
hipostasiado, en tanto que sentimos ese encadenamiento necesario, brota de forma
inmediata el deseo y la necesidad de evadirse del ser en su sujeción última, evadirse de sí.
1
La edición que se usará como referencia será: DOSTOYEVSKI, F., Apuntes del subsuelo. España,
Madrid, Alianza Editorial, 2020.
1
Diez Urretavizcaya, Andrés Literatura Contemporánea Grado en Filosofía
Para Lévinas el ser tiene ese carácter dual, aprisiona al Yo en su presencia, pero al mismo
tiempo en ese mismo aprisionamiento aparece ya el movimiento de salida del ser, la
evasión, que no se manifiesta sino como malestar. El malestar es la manifestación del
deseo de salir. Sin embargo, el deseo del salir es un deseo destinado al fracaso. Es
imposible escaparse de sí mismo. Precisamente esa incapacidad de escapar de mí, la
impotencia ante el encadenamiento, es lo que según Lévinas se manifiesta como
vergüenza, la vergüenza de mi impotencia para ocultarme de mí mismo.
Ésta, y no otra, es la vergüenza que siente el hombre del subsuelo, siente vergüenza de
sí y sus impotencias. Las contradicciones continuas de la primera parte nos indican como
querría negarse a sí mismo cada vez que aparece. Si esto no fuera suficiente, el arraigo que
en él tiene el esquema de la mismidad y la importancia que no puede dejar de dar a la
voluntad provocan, sin él saberlo, un incremento enorme del malestar y el sufrimiento que
padece. La trampa en la que el hombre del subsuelo se ha metido es una trampa doble. La
primera parte de la trampa es esa necesidad de autoafirmación constante, del ejercicio de la
voluntad que convierta la realidad en mía sea cual sea el coste, que me tenga a mí presente
constantemente. Por qué esto es una trampa se hace evidente al tener en cuenta que, como
hemos dicho unas líneas más arriba, el malestar, la náusea, le hacen querer negarse cada
vez que se descubre siendo. La segunda parte tiene que ver con la mismidad. Para entender
la trampa que supone la mismidad para el hombre del subsuelo, hace falta explicar un poco
más del pensamiento levinasiano, al menos hasta donde resulte de interés para este
trabajo,.
Sobre la concepción del Otro en Lévinas, baste con decir aquello en lo que se
relaciona con la trascendencia, que no olvidemos que es el remedio a los males de nuestro
paciente. Ya hemos dicho que e Lévinas es imposible un yo que se trascienda así mismo.
Esto quiere decir que el sufrimiento es un sufrimiento necesario. El sufrimiento, en tanto
que por necesidad, no tiene una finalidad, es carente de sentido, lo cual resulta aún más
vergonzoso y doloroso. Aquí es donde entra el Otro. El Otro, en su Otredad, es
incognoscible e insondable para mí, e irreducible a mí. El Otro tiene un rostro en el que
me muestra su vulnerabilidad, su sufrimiento. Sin embargo, para que esto ocurra, tengo
que ser capaz de reconocer su Otredad sin intentar reducirla a un Alter -Ego, además de
haber conocido y reconocido mi propia vulnerabilidad. Es el rostro sufriente que me apela
éticamente el que me abre la posibilidad de trascendencia. Mi posibilidad de trascender
reside en ser capaz de ponerse a uno mismo al servicio del Otro. Dedicar la existencia al
2
Diez Urretavizcaya, Andrés Literatura Contemporánea Grado en Filosofía
cuidado del Otro no solo permite darle un sentido, una razón de ser, a ese dolor inevitable,
sino que me permite olvidarme de mí, vaciarme de mí, y ser para Otro.
Por esto es una trampa el esquema de la mismidad. En la obra vemos como el autor no
puede sentir nada por nadie cuando se encuentra con alguien porque tan sólo les vería, si
les viese, que no parece el caso, desde la mismidad. Esta incapacidad de ver rostros
conlleva una imposibilidad de, al menos, dar sentido a ese dolor inevitable que es el existir.
Pero hubo un momento en el que el hombre del subsuelo sí que percibió un rostro, fue
cuándo, al estar con Liza, de repente la lectura se vuelve sosegada y podemos leer dos
rostros donándose, en vez de imponiéndose, su propio mundo. Esta donación la vemos en
que no había un interés, ni se sabía lo que el Otro iba a hacer con eso que se donaba ni
interesaba. Durante un momento, tras algo que le ofendió a nuestro hombre del subsuelo,
precisamente porque fue una exposición de sí mismo por parte de Liza, éste volvió al
esquema de imposición de un ser al Otro según mi mismidad. Sin embargo, rápidamente,
volvió a realizar una donación, a poner algo a total disposición del Otro. Pero, esta vez, lo
que el hombre del subsuelo estaba donando era lo mayor que podía donar, se estaba
sometiendo a la mayor exposición posible, le donó su intimidad. En ese darle su dirección,
lo que el hombre del subsuelo está haciendo es poner la intimidad de su morada a
disposición de Liza fuera cual fuere el momento en que ésta lo necesitase.
Pero lo que supone esa dirección es algo que, por ese egocentrismo que se encuentra
tan profundo en su ser, se torna inaceptable para el hombre del subsuelo. Supondría una
renuncia a su libertad, a su intimidad, estaría sujeto a la voluntad de Liza en vez de a la
suya. Esa necesidad de mantener su voluntad y su libertad en sí le imposibilita la
trascendencia. Así queda, finalmente, el hombre del subsuelo, irremediablemente atrapado
en un malestar crónico sin sentido.
3
Diez Urretavizcaya, Andrés Literatura Contemporánea Grado en Filosofía
Bibliografía:
DOSTOYEVSKI, F., Apuntes del subsuelo, Trad. Juan López-Morillas, Madrid, España,
Alianza Editorial, 2020.