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Diez Urretavizcaya, Andrés Literatura Contemporánea Grado en Filosofía

El Hombre del subsuelo desde la ética levinasiana:


En el presente trabajo se ofrece, o al menos así se pretende, una posible explicación y
cura a la enfermedad que el Hombre del Subsuelo dice padecer en Apuntes del Subsuelo1,
obra de Fiódor Dostoyevski (1821 1881), desde la ética levinasiana. De este modo, y por la
reducida dimensión que condiciona de ante mano este escrito, no nos extenderemos en una
explicación pormenorizada ni de la novela en cuestión, ni del sistema filosófico-ético del
Otro de Emmanuel Lévinas; se llevará a cabo una aplicación directa de éste sobre aquél,
intentando demostrar la potencia explicativa que, a mi modo de entender, tendría.

Desde la perspectiva levinasiana el hombre del subsuelo podría representar una


primera rebelión contra el ser. En la obra el hombre del subsuelo manifiesta estar en contra
de la concepción que podríamos relacionar con el racionalismo, que postulaba como ideal
un mundo absolutamente regido por la razón en el que todo es susceptible de ser mesurado,
calculado y, por lo tanto, predicho. Si en este mundo ideal mi voluntad es también acorde a
la razón ¿Qué clase de voluntad es esa? se pregunta el hombre del subsuelo. El hombre del
subsuelo, por lo tanto, protagoniza una rebelión respecto al intentar salir de ese calculismo,
de esa necesidad, de la inmanencia a la que se veía abocado en definitiva. El modo de salir
de esa necesidad, de ese sometimiento, se podría decir análogo al agustiniano. Con esto
nos referimos a que pretende escapar de las cadenas de la necesidad autoafirmándose, al
yo, al ego, como autónomo y libre, precisamente a través del ejercicio de la libertad de no
someterse a ley alguna. Por lo tanto, en ese primer intento de liberarse de las cadenas del
ser, diría Lévinas, siempre en mi opinión, el hombre del subsuelo busca librarse de las
cadenas desde el esquema de la mismidad, desde el ego.

Sin embargo, de lo que se da cuente el hombre del subsuelo al intentar librarse de esos
grilletes que sentía, es de que esa sujeción era mucho más radical de lo que había creído.
En tanto que no se ha salido del esquema de la mismidad, sigue existiendo la incapacidad
de cambiarme de ser yo que manifiesta el hombre del subsuelo. Cuando se siente ese
encadenamiento al yo, al ser en tanto que ser yo, en tanto que ser existencia, ser ya
hipostasiado, en tanto que sentimos ese encadenamiento necesario, brota de forma
inmediata el deseo y la necesidad de evadirse del ser en su sujeción última, evadirse de sí.

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La edición que se usará como referencia será: DOSTOYEVSKI, F., Apuntes del subsuelo. España,
Madrid, Alianza Editorial, 2020.

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Para Lévinas el ser tiene ese carácter dual, aprisiona al Yo en su presencia, pero al mismo
tiempo en ese mismo aprisionamiento aparece ya el movimiento de salida del ser, la
evasión, que no se manifiesta sino como malestar. El malestar es la manifestación del
deseo de salir. Sin embargo, el deseo del salir es un deseo destinado al fracaso. Es
imposible escaparse de sí mismo. Precisamente esa incapacidad de escapar de mí, la
impotencia ante el encadenamiento, es lo que según Lévinas se manifiesta como
vergüenza, la vergüenza de mi impotencia para ocultarme de mí mismo.

Ésta, y no otra, es la vergüenza que siente el hombre del subsuelo, siente vergüenza de
sí y sus impotencias. Las contradicciones continuas de la primera parte nos indican como
querría negarse a sí mismo cada vez que aparece. Si esto no fuera suficiente, el arraigo que
en él tiene el esquema de la mismidad y la importancia que no puede dejar de dar a la
voluntad provocan, sin él saberlo, un incremento enorme del malestar y el sufrimiento que
padece. La trampa en la que el hombre del subsuelo se ha metido es una trampa doble. La
primera parte de la trampa es esa necesidad de autoafirmación constante, del ejercicio de la
voluntad que convierta la realidad en mía sea cual sea el coste, que me tenga a mí presente
constantemente. Por qué esto es una trampa se hace evidente al tener en cuenta que, como
hemos dicho unas líneas más arriba, el malestar, la náusea, le hacen querer negarse cada
vez que se descubre siendo. La segunda parte tiene que ver con la mismidad. Para entender
la trampa que supone la mismidad para el hombre del subsuelo, hace falta explicar un poco
más del pensamiento levinasiano, al menos hasta donde resulte de interés para este
trabajo,.

Sobre la concepción del Otro en Lévinas, baste con decir aquello en lo que se
relaciona con la trascendencia, que no olvidemos que es el remedio a los males de nuestro
paciente. Ya hemos dicho que e Lévinas es imposible un yo que se trascienda así mismo.
Esto quiere decir que el sufrimiento es un sufrimiento necesario. El sufrimiento, en tanto
que por necesidad, no tiene una finalidad, es carente de sentido, lo cual resulta aún más
vergonzoso y doloroso. Aquí es donde entra el Otro. El Otro, en su Otredad, es
incognoscible e insondable para mí, e irreducible a mí. El Otro tiene un rostro en el que
me muestra su vulnerabilidad, su sufrimiento. Sin embargo, para que esto ocurra, tengo
que ser capaz de reconocer su Otredad sin intentar reducirla a un Alter -Ego, además de
haber conocido y reconocido mi propia vulnerabilidad. Es el rostro sufriente que me apela
éticamente el que me abre la posibilidad de trascendencia. Mi posibilidad de trascender
reside en ser capaz de ponerse a uno mismo al servicio del Otro. Dedicar la existencia al
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cuidado del Otro no solo permite darle un sentido, una razón de ser, a ese dolor inevitable,
sino que me permite olvidarme de mí, vaciarme de mí, y ser para Otro.

Por esto es una trampa el esquema de la mismidad. En la obra vemos como el autor no
puede sentir nada por nadie cuando se encuentra con alguien porque tan sólo les vería, si
les viese, que no parece el caso, desde la mismidad. Esta incapacidad de ver rostros
conlleva una imposibilidad de, al menos, dar sentido a ese dolor inevitable que es el existir.
Pero hubo un momento en el que el hombre del subsuelo sí que percibió un rostro, fue
cuándo, al estar con Liza, de repente la lectura se vuelve sosegada y podemos leer dos
rostros donándose, en vez de imponiéndose, su propio mundo. Esta donación la vemos en
que no había un interés, ni se sabía lo que el Otro iba a hacer con eso que se donaba ni
interesaba. Durante un momento, tras algo que le ofendió a nuestro hombre del subsuelo,
precisamente porque fue una exposición de sí mismo por parte de Liza, éste volvió al
esquema de imposición de un ser al Otro según mi mismidad. Sin embargo, rápidamente,
volvió a realizar una donación, a poner algo a total disposición del Otro. Pero, esta vez, lo
que el hombre del subsuelo estaba donando era lo mayor que podía donar, se estaba
sometiendo a la mayor exposición posible, le donó su intimidad. En ese darle su dirección,
lo que el hombre del subsuelo está haciendo es poner la intimidad de su morada a
disposición de Liza fuera cual fuere el momento en que ésta lo necesitase.

Pero lo que supone esa dirección es algo que, por ese egocentrismo que se encuentra
tan profundo en su ser, se torna inaceptable para el hombre del subsuelo. Supondría una
renuncia a su libertad, a su intimidad, estaría sujeto a la voluntad de Liza en vez de a la
suya. Esa necesidad de mantener su voluntad y su libertad en sí le imposibilita la
trascendencia. Así queda, finalmente, el hombre del subsuelo, irremediablemente atrapado
en un malestar crónico sin sentido.

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Bibliografía:

DOSTOYEVSKI, F., Apuntes del subsuelo, Trad. Juan López-Morillas, Madrid, España,
Alianza Editorial, 2020.

URABAYEN, J, La posición en la Existencia y la Evasión del Ser: Las Primeras


Reflexiones Filosóficas de Emmanuel Levinas. Anuario Filosófico, nº 36, 2003, pp.
743-774.
LATISNERE JUÁREZ, L. X., La vergüenza como afecto preliminar a una ética del
sufrimiento. Dr. Luis Guerrero Martínez, Ciudad de México, Universidad
Iberoamericana, 2019.
CASTRILLO BECERRA, P., La fenomenología del segundo Lévinas. México,
Universidad de Guanajuato, 2017.

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