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La Bella y la Bestia, la

“revolucionaria” película de
Disney que tienen vetada en
algunos países y puso de mal
genio a un concejal de Bogotá, sí
es una propuesta ofensiva, pero
para las personas LGBTI. 
El fin de semana festivo mi mamá y yo buscamos, como muchos de quienes no
viajaron, algo para ver en cine. Cuando nos encontramos con el cartel de La
Bella y la Bestia dije, apenas enterándome de que Disney la había producido, que
me gustaría verla para recordar mi niñez.

Claro, no le dije a mi mamá que también quería verla porque Emma Watson es
una guapura y uno de mis amores platónicos Hollywoodenses (como el de
miles de jóvenes lesbianas). Pero de mis gustos por las mujeres no se habla con
mamá. (Ver: 8 miradas al discurso de Emma Watson).

Ella me respondió: “Ah, sí, la película de la que tanto han hablado porque tiene a
un gay”. No quise indagar en esa polémica para no dañarme el almuerzo y tal vez
desencadenar una pelea familiar.

Sin embargo, me quedé pensando ¿un gay en La Bella y la Bestia? Me pareció
loco y fugazmente repasé posibles personajes de mi película de infancia que
fueran candidatos para tal rol. Esto me huele mal, pensé, pero terminamos viendo
la película.

Es cierto que durante años hemos estado viendo una “inclusión” (pongámoslo


así) de las razas y los géneros no normativos en los productos culturales masivos
gringos.
Un ejemplo es la primera princesa negra protagonista de Disney, Tiana,
en La princesa y el Sapo (2009) o el flojísimo papel de villano gay de Javier
Bardem en las mundialmente reconocidas machistas películas de James Bond
(Skyfall, 2012).

Entonces, uno podría pensar “wow, qué avanzados estamos en la apertura a la


diversidad” para que en una película de un targetinfantil y tan taquillera como La
Bella y la Bestia metan a un gay e, incluso, que personas afro, mujeres y
hombres, bailen a la par con sus pelucas aristócratas en el salón del príncipe.

Por supuesto es toda una transformación de nuestra sensibilidad ver a una


persona afro adornada con tan lujosos vestidos, joyas y demás alhajas de época
que nuestra sociedad racista jamás le permitió usar a una persona que no fuera
blanca.

Salí llorando… Pero de la rabia


Con mi corazón de niña de 1991 (tenía entonces cinco años cuando salió La
Bella y la Bestia animada de Disney) comencé a ver la película con los ojos
llorosos de nostalgia y a tararear las canciones que todavía me sé.

Nunca pensé que saldría llorando, pero de la rabia, cuando comenzaban los
créditos. Entonces, mi niña de 5 años dejó de existir y mi adulto
activista absolutamente enfureció y, más que todo, recordó.

Hay por lo menos una razón de peso para que los productos culturales actuales
sean tan “incluyentes” y “diversos”.  Debemos ser políticamente correctos
porque las personas afro y las homosexuales (más adelante vendrán las trans, ya
verán) ahora tienen mayor poder adquisitivo y los “nobles corazones” de las
productoras no piensan perder esos dolaritos.

Pero ¿por qué esa tan “revolucionaria” inclusión de Disney que tiene vetada la
película en Malasia y altera al señor concejal bogotano, es en realidad ofensiva
para las personas LGBTIQ? Por lo de siempre, porque meter a un gay es ¡tan
gracioso!

“Ser gay sí que es chistoso ¿no?


Qué divertido es que un hombre
se enamore de otro (las lesbianas
ni se asoman). Ay no, qué risa”.
El hermoso príncipe no iba a ser
negro. no. jamás. Pero claro, somos
tan “incluyentes” que ahí está tu
negra cantante y tu negra criada.
El personaje gay, Lefou (nombre que traduce “el loco”, mira nada más),
compañero de Gastón, está escrito para burlarse de él. En la película original es el
loco que desespera a Gastón y que termina lleno de barro con los marranos. Por
supuesto, el personaje gay no podía ser cualquiera otro, qué se yo, el reloj o un
aldeano cualquiera.

¿Cómo vamos a mostrar que es gay si no lo ridiculizamos, si no hacemos de su


orientación sexual algo de qué reírnos? Ese es todo el punto.

Cuando hacemos inclusión forzada y falsa no podemos hacer que el personaje


esté en el mismo nivel narrativo de los demás, porque de los otros personajes no
cuestionamos su orientación sexual. Por eso resulta fracasado el intento si no
estamos haciendo Moonlight o Fences (de las cuales habrá mucho que decir
también).

Y pasa exactamente lo mismo con las personas afro. El príncipe que se esconde
tras la Bestia es más blanco que un adonis sueco. Es blanco de pies a cabeza,
“mono ojiclaro”.

Lo más ridículo es que somos tan patéticos que los padres, los curas, los políticos
y los países enteros están terriblemente escandalizados porque si los niños ven
esta película de pronto se contagian, les dan ideas locas, perversas, en contra de
la moral y de lo correcto y van y “se vuelven gais” (dios nos ampare).
(Ver: Nace o se hace, ¿importa?).

Los bufones o los malos


Pasa exactamente lo mismo con el personaje de Javier Bardem en James Bond. Si
los gais no son los bufones de la película entonces son los villanos despreciables
vomitivos. En Skyfall, el personaje de Raoul Silva está construido para que nos
repudien sus escandalosos coqueteos homosexuales.

Y no nos digamos mentiras, no puede ser de otra forma. En la industria cultural


las apariciones de la gente afro y las personas de sexualidad diversa no pueden
ser otras que las que traen burla o muestran desprecio y maldad.

De lo contrario, tendríamos que meterlas en una historia profunda donde estos


personajes no solo sean negros o gais, sino pluridimensionales, no gritando
escandalosamente su orientación sexual o su color de piel porque supuestamente
es chistoso, sino seres humanos complejos. Pero eso sí que no, por favor, eso
sería demasiado, eso sí sería verdadera diversidad. (Ver: 3 películas que
“vuelven” homosexuales a los niños).

Y ni hablar del asomo trans en la dichosa película que obviamente es uno de los


cúlmenes hilarantes de la trama. El “clóset-persona” toma a los corsarios que
atacan el palacio y los trasviste para detenerlos. Muy gracioso que a uno de ellos
le queda gustando y sonríe a la cámara con su maquillaje y su vestido para que
padres y chicos estallen en carcajadas.

Gracias Disney. No solo arruinaste las cabezas de millones de niñas que


aprendieron que tenían que enamorarse de una bestia maltratadora que las
encierra en la casa para que esperen que algún día se vuelva príncipe, sino que
ahora nos muestras cómo es de gracioso ser gay y tener la piel de otro color.

Enlaces relacionados:
Educar a nuestros hijos en respeto y equidad
3 películas que “vuelven” homosexuales a los niños
Historia de una princesa que no era virgen
La Cenicienta no es ninguna boluda
La Blancanieves de la vida real
El día en que la televisión colombiana salga del clóset  
Lo que le falta al periodismo para ser más “LGBT friendly”

https://sentiido.com/gracias-disney-por-tanta-inclusion/
Cómo las películas de Disney influyen en nuestra manera
de entender el mundo (para bien y para mal)
 Richard Gray

 BBC

29 septiembre 2019

¿Cómo retratan los clásicos de Disney los géneros y los estereotipos raciales y culturales?
¿Silbas mientras trabajas? ¿O quizá prefieres simplemente seguir nadando?
O, a lo mejor, intentas encerrar tus fenomenales poderes cósmicos dentro de
una lamparita.
Si alguna de estas frases resuena ahora en tu mente, entonces es probable que
seas un niño de Disney, criado con una dieta regular de cuentos alegres para
mantenerte ocupado mientras tus padres se tomaban una hora para encargarse
de sus ocupaciones.
La generación que ahora llena el mercado laboral fue alimentada como ninguna
otra con un festín de películas de animación durante sus años de crecimiento.

 Piden boicotear "Mulan", la película de Disney, por el apoyo de su


protagonista a la policía de Hong Kong
 Qué es el "Mata Netflix", la plataforma con la que Disney quiere competir
con el popular servicio de streaming 

"La Sirenita" apareció por primera vez hace 30 años y menos de seis meses más
tarde fue lanzada en formato de video. Ese fue un cambio significativo para
Disney, que usualmente esperaba varios años antes de permitir que las películas
estuvieran disponibles en VHS.

De La Sirenita a Zootopia, la caracterización que Disney hace del mundo laboral ha


cambiado.
Las producciones siguientes, hechas en la década de 1990, -incluyendo "La Bella
y la Bestia", "Aladino", "El Rey León", "Pocahontas" y las dos primeras películas
de "Toy Story"- también estuvieron disponibles en video aproximadamente un año
después de haber llegado al cine.
Y luego llegaron los DVD. El primer DVD animado de Disney fue una edición de La
Sirenita en 1999. Los DVD no necesitaban ser retrocedidos y eran menos
susceptibles de dañarse después de haber sido vistos una y otra vez. Eran la
perfecta "niñera electrónica".
Pero, ¿tuvo ese coctel de moralidad, estereotipos y chispas de magia de
Disney algún impacto duradero en esta generación de adultos que, hace un
tiempo atrás, devoró estas películas siendo niños?
¿Y podría tener influencia en cómo tus colegas se comportan en el trabajo o
incluso en tu futuro profesional?
"Disney es bastante ubicuo en nuestra cultura moderna. Los videos caseros
expusieron a los niños una y otra vez a las ideas de las películas de Disney. Si
ellos estuvieron viéndolos desde una edad muy temprana esto podría tener un
impacto", señala Martyn Griffin, un experto en percepciones culturales de la
Universidad de Durham en Reino Unido.
A primera vista, estos dibujos animados son un entretenimiento inocuo, pero
algunos investigadores han expresado su preocupación por las enseñanzas
subliminales que las películas de Disney pueden contener.
Quizá la crítica más común tiene que ver con cómo retrataban en el pasado los
géneros y los estereotipos raciales y culturales.

Cuando fue divulgada por primera vez en 1993, la canción inicial de "Aladino", por
ejemplo, contenía en inglés una frase que decía "te van a cortar la oreja si no les
gusta tu cara". Disney luego cambió la letra.
Estereotipos duraderos
Algunos investigadores dividen en varias etapas la forma en la que la corporación
retrata a las mujeres.
Primero vino la era doméstica, cuando los personajes femeninos
como"Blancanieves", "La Bella Durmiente" o "Cenicienta" eran vistas como amas
de casaque con frecuencia estaban haciendo labores de limpieza y que
necesitaban ser rescatadas por un hombre. 
Luego vino la fase rebelde de Ariel en "La Sirenita", de la princesa Jazmín en
"Aladino", "Pocahontas" y "Mulan". Durante esta etapa, las mujeres de Disney
parecían haber ganado mayor independencia y luchaban para librarse de las
ataduras sociales. Pero Ariel sacrifica su voz para poder estar con el hombre al
que ama.
"Aquí el simbolismo es poderoso", escribieron en una investigación Mia Adessa
Towbin y sus colegas del departamento de estudios familiares de la Universidad
del Estado de Colorado (EE.UU.). "Para ganar el amor de su príncipe, ella debe
renunciar a sus pensamiento e intelecto, a su independencia e identidad".
Aunque el cuento fue originalmente escrito por Hans Christian Andersen, los
investigadores afirman que ofrece una buena metáfora de lo que ocurre con
muchas de las heroínas de Disney: "nadie escucha sus palabras".
"La Sirenita" y las cinco películas que le siguieron también mostraron otra
tendencia: los personajes femeninos empiezan a hablar menos. Pese a tener
los roles protagónicos, las mujeres hablan apenas un 32% del tiempo en "La
Sirenita"; 24% en "Pocahontas" y 23% en "Mulan". En "Aladino", esta cifra alcanza
apenas 10% de los diálogos.
Carmen Fought y Karen Eisenhauer, lingüistas de la Universidad del Estado de
Carolina del Norte (EE.UU.) cuyos análisis hallaron estas cifras, también
descubrieron que los personajes masculinos en estas películas tienden a dar
muchas más órdenes a los femeninos, muchos más que ellas a ellos. Y, cuando
eran las mujeres las que usaban la autoridad, ellas eran más corteses que los
hombres.
Otros estudios indican que los niveles de incertidumbre en los diálogos de los
personajes femeninos también aumentaron.
Para los críticos, esto envía un fuerte mensaje a los niños que refuerza muchos
de los viejos estereotipos de género. Y existe alguna evidencia de que eso podría
dejar una marca duradera.
Un estudio realizado por Sarah Coyne, investigadora sobre vida familiar de la
Brigham Young University, -inspirado por su preocupación por el consumo que
hacía su propia hija de las películas de Disney- encontró que en niñas de dos años
de edad la exposición a las princesas de Disney se asocia con un comportamiento
femenino mucho más próximo a los estereotipos y con una menor autoestima
corporal un año más tarde. 
Demonizar a los enfermos mentales
Disney también ha sido muy criticado por la manera cómo trata a los enfermos
mentales. 85% de las 34 películas hechas por esa compañía antes de 2004
contenían referencias a este tipo de dolencias que, con frecuencia, estaban
destinadas a denigrar o apartar a este tipo de personajes, de acuerdo con
investigadores en sicología de la Universidad de Calgary (Canadá).
Los expertos advertían que esto podría tener "implicaciones para los espectadores
niños en términos de que potencialmente podían aprender actitudes prejuiciosas"
en contra de las personas vistas como enfermos mentales.
El mismo equipo de investigación advirtió que la alta prevalencia de referencias al
mal en las películas de Disney podía llevar a los niños a aprender a "demonizar a
la gente que tiene comportamientos percibidos como 'malos'", en caso de
que vean los filmes de forma repetida.
Esto es algo que Fred Zimmerman, un economista especialista en temas de
comportamiento de la Universidad de California en Los Ángeles, coincide en que
podría contribuir a mayores problemas sociales en la actualidad.
"Casi siempre, las películas de Disney presentan una batalla entre el Bien y el
Mal", señala. "Uno no puede evitar preguntarse si esta forma 'disneyficada' de
entender el mundo como una batalla entre las personas buenas y las malas forma
parte de los problemas políticos actuales de polarización y exclusión".
El oculto lado positivo
Pero también hay muchos efectos positivos potenciales en las películas de Disney.
Un estudio mostró que ver a los personajes de Disney ayudarse entre sí -algo que
ocurre con frecuencia- inspiraba a los niños a ayudar a sus propios amigos.
Otro estudio realizado por Coyne reveló que las películas de Disney son ricas
en los llamados comportamiento "prosociales", como compartir, ayudar a
otros, darles reconocimiento o apoyo. 
Ella y sus colegas hallaron que los filmes de Disney contienen en promedio un
acto de comportamiento "prosocial" por minuto, lo que septuplica la tasa registrada
en el resto de la programación infantil en Estados Unidos.

Griffin cree que los mensajes que los niños a tempranas edades aprenden de las
películas pueden ser trasladados hasta el lugar de trabajo y que hay buenas
posibilidades de que algunas de las creencias de alguien que se sienta cerca de ti
en la oficina hayan sido delineadas por Disney.
Él ha estudiado cómo el trabajo es retratado en las películas de Disney y afirma
que esto puede haber contribuido a la resistencia que existe entre los más jóvenes
a integrarse en sitios de trabajo tradicionales.
Los millennials exigen mucha más flexibilidad de sus empleadores que las
generaciones anteriores, están más dispuestos a cambiar de trabajo y de
empresa; y con frecuencia prefieren el autoempleo a las limitaciones impuestas
por los contratos a tiempo completo.
"En las primeras películas, el trabajo era retratado siempre como esta cosa
mala y horrible", señala Griffin. "Tenías personajes que con frecuencia eran
separados de sus padres y castigados en este mundo laboral, como
"Blancanieves" que tenían que llenar su cubo de agua para limpiar la casa y
"Cenicienta" que tenía que asumir todas las labores de la casa".
"La respuesta de Disney era decir 'silba mientras trabajas' y todo estará bien pues
el príncipe vendrá para rescatarte", señala. "Eso siguió así en las películas durante
años".
"Si piensas sobre esa situación en un lugar de trabajo moderno, se trata de una
visión peligrosa: si simplemente vas a seguir adelante siendo explotado porque
piensas que todo al final va a estar bien".
Los gerentes -piensa en las feas hermanastras de Cenicienta, por ejemplo-
también son típicamente caracterizados como manipuladores y horribles
Griffin agrega que eso también puede explicar parte de la insatisfacción que tienen
los millenials -que eran niños a finales de la década de 1990- tienen con el trabajo.
Disney no respondió directamente a las repetidas solicitudes de la BBC para una
entrevista o un comentario para este artículo.
Pero en películas recientes de esa compañía, muchos investigadores han notado
un cambio notable.
Griffin, por ejemplo, dice que las carreras son mostradas de una forma más
positiva y como algo a lo que se puede aspirar.
"'Zootopia' es un gran ejemplo del trabajo en las películas de Disney", dice Griffin.
"Hay una conejita que quiere ser agente policial, de la cual se burlan, pero ella
decide ponerse a prueba. Las producciones más nuevas también tienen esa idea
de acercarte a tus amigos para ayudarte a cambiar tu identidad y tu lugar de
trabajo. Ese es un mensaje realmente positivo".

Los personajes femeninos en "Frozen", "Valiente" y "Moana" también


representan una nueva era de espíritu independiente de Disney. Ellas son
fuertes y están en control de sus propias vidas y ya no necesitan de personajes
masculinos para que las salven.
Pero mientras "Valiente" y "Moana" son vistas como personajes que realmente
rompen el molde de las princesas Disney, las opiniones están más divididas sobre
las heroínas de "Frozen".
"La compañía intenta mantenerse al día con los tiempos en relación con los temas
de igualdad de género y representación", señala Ingvild Kvale Sørenssen, quien
estudia las relaciones de los niños con Disney en la Universidad Noruega de
Ciencia y Tecnología.
"¿Cómo influencia esto (a los niños en el largo plazo)? No lo podemos saber,
perola representación y la diversidad importan. Y ser capaz de soñar e
imaginarse que eres un personaje simplemente para entretenerse, no es malo",
agrega.
Quizá lo mejor recibido son las nuevas versiones de los viejos clásicos de
animación de Disney como "Aladino" y la próxima "Mulan".
A inicios de agosto, Disney anunció que estaba probando a la cantante y actriz
Halle Bailey para el papel de Ariel en la versión en directo de "La Sirenita", una
decisión que generó una respuesta negativa de algunos fans pero que fue
ampliamente aplaudida.
"El cambio de actores en obras de la era anterior de Disney tiene
un fuerte impacto en los niños de color y en la diversidad global", dice Shearon
Roberts, quien estudio la cambiante cara de la conciencia social de Disney en la
Universidad Xavier de Luisiana en Nueva Orleans.
"La actual década de Disney le ha ofrecido a las niñas todo un espectro para
soñar más allá de los castillos y para imaginar el pleno alcance de sus habilidades.
Eso es también un mensaje para los niños. Las mujeres y las niñas no son
solamente objetos de su afecto, sino aliadas para librar sus mundos del mal y
construir un mundo mejor para todos", concluye.
https://www.bbc.com/mundo/vert-cul-49457085

Animación, inclusión y el
color verde: los grandes
dilemas del cine de
Disney
Las películas animadas suelen ser un vehículo para la discusión
de grandes temas desde una perspectiva, en apariencia
inofensiva. No obstante, también han resultado un escenario
complicado al momento de expresar ideas complejas como
diversidad, exclusión y el racismo. ¿Cuál es el panorama de
Disney sobre el particular? Por extraño que parezca, lo
podríamos definir con una sola palabra: verde. rn
por Aglaia Berlutti

Hace ya unos cuantos meses, la película animada Soul de


Disney Pixar (Pete Docter, Kemp Powers — 2020) mostró su
primer trailer, y todo parecía indicar que la casa de animación
tendría otro de su éxitos en los que la inclusión y la
representatividad podían debatirse de manera segura. Pero en
lugar de eso, lo que mostró en pantalla fue el primer avance de
una historia con un protagonista afroamericano con
pocos rasgos antropomórficos y verde. 

De nuevo, se trata de una tendencia que se repite con más


frecuencia de la deseable, y que con el paso del tiempo se ha
convertido en un incómodo patrón en la forma en que los grandes
estudios analizan el tema de la inclusión y el racismo en sus
películas de contenido más ligero o infantil.

Grandes, pero pequeños, intentos en el pasado

Se trata de un viraje que, de una forma u otra, desmerece


los primeros grandes intentos de producciones de
envergadura por mostrar algo más que los típicos héroes
mostrando historias conocidas. En los años ’90, Disney
tomó el inteligente, y en ese momento audaz, paso de
incorporar a sus clásicos animados historias en las
cuales el contenido sobre nuevas culturas y el aspecto
físico por completo distintos a los héroes al uso creaban
una ventana hacia personajes mucho más
representativos de las minorías.
Aladdin (1992), de Ron Clements y John
Musker, Pocahontas (1995), dirigida por Eric Goldberg y Mike
Gabriel, y por supuesto Mulán (1998), de Tony Bancroft y Barry
Cook mostraron un nuevo tipo de personajes con aspectos físicos
por completos distintos. Reflexionando, además, sobre el
ámbito de su historia de una manera inteligente y
sensible.

Aunque los films fueron criticados en su momento por diversos


motivos — sobre todo la poca exactitud histórica de Pocahontas —, 
el hecho es que Disney logró abrir un espacio para historias frescas
con un alto contenido de inclusión y reflexión sobre la diversidad
cultural, que dotó a la década de una brillante y renovada mirada
sobre escenarios y formas de comprender a sus personajes.

Disney continuó incluyendo a hombres y mujeres


afroamericanos y de otros grupos étnicos en sus películas,
aunque sin jamás atreverse a dar el paso que la mayoría de los fans
esperaban: una película en la que los personajes principales no
fueran una pareja blanca.

Verde que te quiero verde

Finalmente, en el 2009, el estudio anunció lo que décadas atrás


había parecido impensable: Tiana (Tiana y el sapo) sería la
primera princesa Disney de raza negra en un ámbito netamente
afroamericano que engrosaría la colección de películas animadas
de la compañía.

Hubo una considerable expectativa y, de pronto, el estreno


de Tiana y el sapo, de John Musker y Ron Clements, se convirtió
en el centro de los comentarios de quienes esperaban
que Disney — siempre a la vanguardia en cambios significativos en
la industria del cine — fuera esta vez el abanderado en un tipo de
evolución necesaria en el lenguaje cinematográfico.
Pero Tiana y, en general, una buena parte de los elementos de la película de la que era
protagonista, decepcionaron, desagradaron y al final, se convirtieron en una pequeña
controversia que incluso afectó el rendimiento en taquilla de la película, que sigue
siendo una de las menor recaudación en medio de los grandes éxitos taquilleros de
Disney.

Tiana era una hermosa mujer de raza negra, pero también una que sufre los dolores de un
racismo sutil en una película cargada de clichés y estereotipos sobre las comunidades
afroamericanas del sur estadounidense.

Como si esto no fuera suficiente, apenas treinta minutos de comenzar la película un hechizo
la transforma en una rana, que por supuesto, se unirá a un engañoso príncipe — también con
ancas — para encontrar su destino, el amor y la felicidad.

¿Parece un juicio en exceso fuerte hacia una película animada? Podría decirse que lo es, si
Tiana no tuviera que haber atravesado la desconfianza de ejecutivos, los temores de
productores y, al final, una cierta resistencia cultural para llegar a la pantalla grande. 

Disney y sus princesas se han convertido en símbolos de un tipo de visibilidad social de


considerable importancia. De modo que el color y el origen de las heroínas en sus
principales películas no suele ser casual. ¿Lo fue la historia de Tiana o se trató del décimo
intento de ser más inclusivos pero sin arriesgar demasiado? No todo es tan sencillo.

Por supuesto, no se podría acusar a Disney y al mundo de la animación en general de no


intentar que sus personajes sean más inclusivos, abiertos a cambios y modernos.

No obstante, las perspectivas no siempre son las correctas y parece haber un considerable
hincapié en que la mirada a nuevas culturas, o a personajes fuera de la norma, deben por
necesidad atravesar alguna transformación que enmascare de una manera u otra su origen
étnico.

Algo parecido sucedió con Miguel en la aclamadísima Coco (2017) de Pixar, dirigida por


Adrián Molina y Lee Unkrich, que aunque es el ejemplo esencial para resumir los cambios
y evoluciones del lenguaje animado sobre la inclusión y la representatividad —su
perfecta visión sobre la cultura mexicana resulta emocionante y conmovedora—, también
parece dejar llevar por la ley no escrita sobre el hecho de las sutiles transformaciones que
debe sufrir un personaje de marcado contenido étnico.
La familia de Miguel en la Tierra de los Muertos pasa la mayor parte de su tiempo en
pantalla como el aspecto de esqueletos, en contraposición al relativamente muy corto
período durante cual vemos al resto de los miembros, de apariencia corriente.

¿Es muy duro juzgar la equivalencia de notoriedad e importancia entre ambos grupos de
personajes? Podría serlo de no ser que se trata de un patrón evidente: no es la primera vez
que el aspecto de personajes étnicos se enmascara con transformaciones parecidas.

En la película de 2000 El emperador y sus locuras, de Mark Dindal, Saul Andrew Blinkoff
y Elliot M. Bour, el principe Kuzco se transforma en una llama y permanece de ese modo
por más de 54 minutos. Lo mismo ocurre con Kenai en el film de 2003 Hermano Oso, en la
que el niño Inuit Kenai se transforma en oso durante 53 minutos y, de hecho, termina
por preferir la forma del animal a la humana.

Al final, la percepción es que los personajes étnicos o representativos suelen necesitan un


contexto distinto, para expresar sus mundos y dilemas particulares.

En contraposición, Mérida en Brave (2012), de Brenda Chapman y Mark Andrews,


conserva su forma mientras que su madre se transforma en un Oso. Pero hay la oportunidad
de explorar las costumbres de la corte y de la familia del personaje desde una mirada
acuciosa. De hecho, la transformación física de la madre de Merida es un contraste muy
evidente entre ambas y se metaforiza como una forma de hilar y profundización en la
relación entre ambas.

En el caso de Kuzco y Kenai, el recurso tiene por directa intención caricaturizar o


sublimar el comportamiento animal en contraposición a la identidad del personaje que
toma la forma del animal, lo cual es por supuesto una forma torpe de analizar la inclusión.

El ejemplo más reciente, es la película de 2019 de Blue Sky


Studios, Espías con Disfraz, de Nick Bruno y Troy Quane. La
premisa de la película es la de presentar a un personaje con el
aspecto y la voz de Will Smith, que termina convertido a los pocos
minutos en una paloma y se queda bajo esa apariencia durante los
siguientes 45 minutos.

Aunque por supuesto se trata de un recurso comprensiblemente


cómico, también es otra forma de supeditar la representativo a
una transformación física concreta.
Disney: con tu rostro en el espejo

No obstante, también la industria de la animación ha tomado riesgos considerables en


contraste con lo anterior que resultan de inestimable valor: la película Moana dio una
mirada inteligente y profunda a la cultura polinesia, en la forma de una princesa audaz con
la voz de Auli’i Cravalho, que sin necesidad de sufrir una transformación muestra el
folclore y peculiaridades de la región en todo su esplendor.

Aunque el Dios Guerrero Maui (con la voz de The Rock) sí las sufre de la misma manera
que en Brave, es sólo una contraposición que permite comprender mejor el mundo que
habita los personajes y que el argumento analiza con peculiar eficacia.

Quizás la película animada que tocó de manera más profunda y brillante el tema de la
inclusión y la representatividad es la ganadora del Oscar a mejor película animada del
2018, Spider-Man: Into the Spider-Verse, de Peter Ramsey, Rodney Rothman yRobert
Persichetti Jr.

El argumento incluye al popular Miles Morales del Universo en cómic de Marvel y lo lleva


a un escenario en el cual deberá enfrentar a las diversas encarnaciones de Spider-Man en
otras tantas dimensiones. Se trata de un tradicional camino del héroe en el que Miles
deberá entender el origen de sus poderes y cómo usarlos, además de encontrarse a sí
mismo.

Y lo hace sin cambiar un solo cabello de su pelo afro o que su apariencia física sufra la
menor transformación. Miles se convierte en un entrañable símbolo de lo que el cine puede
hacer por la representatividad. Desde los padres del personaje —un afroamericano y una
mujer latina—, hasta el contexto del personaje. Toda la película está construida para
celebrar su diferencia y de hecho, de la misma manera del cómic, de reflexionar sobre el
peso de su origen étnico como parte de algo más grande e interesante.

El extraño futuro color, ¿verde?

¿Se convertirá el Joe de la esperadísima Soul en una mancha azul genérica la mayor


parte de la película? Nadie duda que es necesario para el guion, pero también es inevitable
preguntarse si esa transformación es por completo necesaria para un personaje que necesita
de su historia para funcionar.

Quizás Pixar lleve adelante el concepto extraordinario que comenzó con Coco: brindar a
sus personajes la absoluta libertad para representar a su raza, su vida y su contexto étnico
sin necesidad de recurrir a subterfugios para suavizar y hacer más consumibles la historia
que le rodea.

https://hipertextual.com/2020/07/peliculas-animadas-y-inclusion-ese-extrano-dilema

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