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Numerosos expertos ―incluidos los que redactaron hace unos meses el capítulo educativo de la Estrategia
España 2050 para el Gobierno― abogan por aprovechar el descenso del alumnado —se calcula que de unos
800.000 hasta mitad de siglo— para mejorar la calidad de la enseñanza, manteniendo la inversión e
incrementando así el gasto por estudiante. El problema es que eso requiere, aparte de importantes esfuerzos de
previsión y reorganización, romper con algunas inercias administrativas a la hora de repartir los recursos
docentes cada año.
Álvaro Ferrer, especialista de educación en Save the Children, opina: “Es una oportunidad, pero tiene riesgos. Por un lado, tienes que decidir
dónde mantienes líneas [clases] y dónde las cierras, dónde mantienes ratios [número de alumnos por clase] y dónde los reduces, y eso se puede
traducir en favorecer una distribución más equilibrada del alumnado o más segregación escolar”. Y todo eso, añade, hay que equilibrarlo con la
eficiencia en el gasto: “Hay que pensar en qué punto hay que cerrar un colegio porque ya no es eficiente y quizá es mejor redistribuir esos recursos
para dotar de más especialistas al sistema: educadores sociales, trabajadores sociales, profesorado de apoyo…”.
La tarea no es sencilla, para empezar porque los descensos no se producen de la misma manera en todas las comunidades —en Canarias, la bajada
en primaria ha sido del 10% y en Extremadura, del 8,1%, mientras en Navarra ha sido menor del 1%— ni dentro de las mismas regiones. De
hecho, las zonas rurales se ven afectadas mucho antes por los problemas de escasez, pero en estos casos el criterio de eficiencia se debe compensar
con otros, como la importancia de fijar población, opina Ferrer. Marc Fuster, analista de la OCDE, concuerda: “El cierre de escuelas se percibe
generalmente como medida de último recurso, particularmente en aquellos contextos donde el impacto social y económico es mayor, como en los
municipios pequeños”.
Pero más allá de las diferencias geográficas, la otra gran dificultad para reordenar la situación está en el hecho de que las dos redes que deben
garantizar el acceso a la educación, la pública y la concertada (privada subvencionada), juegan con reglas distintas. La primera está sometida de
forma inmediata a las decisiones de la Administración, pero actuar sobre la segunda —por ejemplo, para reorganizar la oferta de plazas— es
mucho más complicado, pues durante el tiempo de vigencia de los conciertos —se renuevan cada seis años en primaria— no se pueden alterar las
condiciones en las que se firmó. Así, allí donde compiten las dos redes, la pública tiene normalmente las de perder a la hora de hacer el ajuste más
inmediato.
Catarroja, en Valencia, es un buen ejemplo de los temores. Vicent Mañes, presidente de la federación estatal de asociaciones de directores de
centros públicos de infantil y primaria (Fedeip), trabaja allí: “Es un municipio de 28.000 habitantes en el que convivimos cinco colegios públicos y
tres concertados. Este año han solicitado plaza en infantil de tres años 150 alumnos menos que el año anterior. Y ese es un diferencial muy
importante”, explica. Añade: “Nosotros lo que defendemos es que la concertada vuelva a ser lo que fue en un principio: una red subsidiaria de la
pública”.
En la estadística de infantil se nota claramente que la pública pierde alumnado a mayor velocidad que la privada : un 20,6% en la última década,
frente al 15,9% (la concertada está dentro de esta última cifra, pues la estadística del curso 2021-2022, todavía provisional, no la distingue de la
privada pura). En primaria, sin embargo, la diferencia es por el momento más pequeña: 5,2% de caída frente a 4,5% en los últimos cuatro años. Sin
embargo, en ese tiempo la pública ya ha perdido peso respecto a la privada, pasando de acoger el 67,8% de los estudiantes de primaria al 67,6%.
Es una bajada de apenas dos décimas, pero es llamativo que se produzca en años de crisis, pues de los contextos económicos desfavorables la
pública solía salir reforzada, ya que en los centros de titularidad estatal la gratuidad de la enseñanza está garantizada, algo que no ocurre en todos
los concertados.
En ese contexto, además de una planificación que equilibre la oferta entre las dos redes, la otra gran demanda del profesorado es la reducción de
las ratios máximas, una bajada de alumnos por aula que, entre otras cosas, permitiría mantener, al menos en parte, al profesorado de refuerzo por
las medidas anticovid que ha facilitado el trabajo durante los tres últimos tres cursos . Así lo reclama tanto la federación estatal de directores que
preside Mañes como los sindicatos CCOO, UGT y Ustea.
Sin embargo, algunos expertos advierten contra bajadas generales y lineales, pues sería ineficaz y muy caro. “Es la solución políticamente más
sencilla, porque te evitas cerrar ningún centro, con la polémica que eso conlleva, y además es muy bien recibida por el profesorado, pero no es
nada eficaz”, insiste Ferrer, que pone un ejemplo de la complejidad de un asunto que puede tener efectos indeseados: “En Cataluña han bajado las
ratios solo en la pública, pero no en la concertada, por lo tanto, el efecto huida de determinadas familias se puede acentuar”, ya que la privada
subvencionada tendrá espacios por los que seguir creciendo.
Ferrer entiende que es difícil romper algunas inercias y plantear algunos debates necesarios ―“Hay una oportunidad de avanzar hacia un modelo
más exigente de concertada; que quien esté dentro cumpla de verdad con el servicio público y reciba financiación suficiente”—, y recalca que
existe mucho margen para bajar ratios de forma selectiva, allí donde haga falta —por ejemplo, en centros con mucho alumnado con necesidades de
apoyo—, para jugar con la reserva de plazas (aquellas que se dejan para los alumnos que llegan durante el curso) y para repensar la forma de
plantear las dotaciones de profesorado para cada centro. “Tenemos que ir hacia una lógica de reparto de recursos por necesidad. Quizá no podemos
seguir pensando en el [esquema de un] aula con un docente, en una cifra determinada por cada tantos alumnos, porque es bastante más complejo
cuando hay muchos centros que están avanzando hacia modalidades de organización que rompen el aula; con agrupaciones heterogéneas, con
codocencia [dos profesores que comparten las clases]”.
Marc Fuster, analista de la OCDE, repasa numerosas alternativas al cierre de colegios, a la luz de otras experiencias europeas de pérdida acelerada
de alumnado, sobre todo, la que se produjo en Estonia hace algo más de una década: “[Se puede] reconsiderar la forma en que se prestan los
servicios dentro de los centros, como en los casos en que alumnos de distintas edades se mezclan en la misma clase, y entre centros, por ejemplo,
manteniendo la provisión de educación infantil y primaria de proximidad, y consolidando la oferta en niveles superiores para alumnos mayores y
más independientes. Se puede considerar también el fomento de la cooperación entre centros para compartir y optimizar recursos (humanos,
materiales y pedagógicos)”. Asimismo, habla de la posibilidad de liberar recursos para expandir la educación para menores de tres años o para
“dedicar mayores esfuerzos a garantizar el acceso a una oferta de educación no formal de calidad, a partir de extraescolares y/o programas de
verano”.
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Este encuentro, se dijo, deberá sentar las bases para la construcción de una propuesta en la dignificación de
creadores y ejecutantes que han decidido hacer de la cultura su principal trinchera y su forma de vida en temas
en los que se ha hecho énfasis desde los colectivos culturales, como las prestaciones laborales y la seguridad
social.
Esta serie de mesas se dividirá en cuatro bloques temáticos: sobre el análisis del contexto actual del sector
artístico y cultural en México; le sigue una evaluación del contexto de emprendimiento social de los artistas,
un análisis del contexto de seguridad social y, finalmente, sobre la profesionalización para los creadores.
En esta primera ronda los colectivos pusieron sobre la mesa una serie de propuestas legislativas en las que,
consideraron, el Ejecutivo debe incidir.
De entrada, mencionó la abogada Lendali Baez Aranza, asesora jurídica de los colectivos, es necesario el
reconocimiento textual de los trabajadores de arte y cultura en el Artículo 123 de la Constitución, de la misma
manera en la que en él se enuncia a los obreros, jornaleros, empleados domésticos y artesanos como sujetos
de derecho a la contratación laboral, jornadas laborales con un máximo de ocho horas, salarios mínimos,
participación de utilidades, remuneración excedente por horas extras y la seguridad social, entre otros.
“En nuestro marco jurídico nacional no hay ninguna enunciación como tal en nuestra Carta Magna ni en
ninguna ley secundaria sobre la condición de artista”, dijo la abogada. “Es importante mencionar que los
derechos humanos y laborales de las y los trabajadores de la cultura están tan precarizados que inclusive la
mayoría no cuenta con contratos de trabajo. Es muy amplia la gama de los trabajadores de arte y cultura en
nuestro país por reconocer”. Por lo anterior, mencionó, es preciso basar estos criterios en las recomendaciones
relativas a la condición de artista emitidas en 1980 por la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
A partir de ello, los representantes de los colectivos hicieron hincapié en que la Ley Federal del Trabajo en su
Capítulo XI, “Trabajadores actores y músicos”, acota el trabajo artístico a solamente a los trabajadores de la
actuación y de la música y deja fuera a gran parte de la cadena de valor humana de arte y cultura.
Por ello el intercolectivo anticipó una serie de 12 propuestas legislativas para la modificación de la Ley
Federal del Trabajo, como el contrato por obra determinada, la inclusión de los creadores en cuestión en la
tabla de salarios mínimos generales y profesionales de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, el
reconocimiento de enfermedades profesionales, una regulación fiscal, derechos a la representación sindical,
protección a los derechos de maternidad, entre otros, todos listados en los datos anexos a esta nota.
“Insistimos nuevamente en la necesidad de un censo nacional cuyo objetivo sea identificar esta diversidad
laboral de las y los trabajadores de arte y cultura en México. Que realmente se cree un instrumento
metodológico para el conocimiento y reconocimiento de la cadena de valor que aún no se visibiliza en el
gremio”, mencionó la asesora legal.
Lo mismo dijo para la Ley Federal del Trabajo, para que tanto creativos como ejecutantes de las artes y la
cultura se sientan incluidos. Opinó que para tales efectos será conveniente establecer un parlamento abierto
con la presencia de la secretaria del Trabajo, María Luisa Alcalde.
El senador José Narro Céspedes, del Grupo Parlamentario de Morena, anunció que el
movimiento unificador para la defensa de los derechos de los campesinos pretende
echar abajo la reforma legal promovida por Carlos Salinas de Gortari al artículo 27
Constitucional.
Por eso dijo, hoy se plantea una manera innovadora para resolver los problemas del
campo, donde la política social sea participativa y no sólo se trabaje para aplicar los
esquemas del Banco Mundial y de los organismos mundiales que plantean apoyos
directos para una solución.