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MI DISTRITO Y SU NATURALEZA

En aquellos tiempos, tiempos donde se empezaba a vivir libre del látigo del
hacendado, como si fueran todos pongos, ponguitos que deambulaban sin
alma y sudorosos de cansancio, tiempo de trabajar la tierra pal’ patrón, esos
tiempos habían terminado, y había empezado el inicio de uno nuevo,
Independencia empezaba a convertirse en un pueblito triste y sequísimo, como
si el río de Pisco ya no llorará por sus lágrimas turbias que bajaban de la
montaña. Ya libres del grito ardiente del patrón, y todos dueños de un puñadito
de tierra empezaron a dedicarse a la crianza de su ganadito yendo de arriba
pa’ bajo iban de tras un cholo o una cholita linda cuidando sus vaquitas o
cabritas; otros, trabajaban en el campo, solo se dedicaban a la chacra y a su
casa, y de su casa a la chacra.

Toda esa época fue como si Independencia empezara a buscar nuevos


rumbos, pero habían dejado de lado algo importante, pues, iban directo a ya no
ver nada de árboles y aves; toda la vida se había paralizado, y solo quedaba
una que otra huella de la gloria de las haciendas que fueron forjadas con sudor
y lágrimas de los peones, parecía que todo iba directo a vivir sin naturaleza.

Hasta que cierto día normal y además de caluroso, llegaron unas personas a
conocer el distrito; las voces habían corrido por todo el país, que aquí en
Independencia hubo un tiempo de historia de haciendas y de batallas, llegaron
porque les había interesado conocer esa historia de esos hacendados que por
más de cien años se aferraron a progresar a costas del campesino del distrito y
de aquellas batallas que muy poco se habla en los libros de historia.

Al pasar las horas de haber llegado al distrito, las personas extrañas se


empezaron a dar cuenta que en él había quedado en la soledad y casi, casi sin
vida, como si fuera una palomita cuculí que agoniza sin esperanza.

Entre aquellas personas, se encontraba Rogelio, y bajo su voz y en la primera


noche en un pueblo distinto al suyo, los visitantes tuvieron la idea de empezar a
rescatar la historia y la naturaleza de esta tierra, y fue así que se decidieron
hacer algo.

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— ¡Causachun!, Independencia tiene que volver a ser como antes — les habló
Rogelio.

— ¡Nada, con eso! — contestaban los campesinos que se habían reunido


alrededor de los visitantes — estamos bien así.

Los pobladores se negaron tajantemente y no aceptaron hacer ningún cambio


a su distrito, porque ya se habían acostumbrado a vivir así, solo para ellos, vivir
quemándose bajo el sol y sin sombra, solo ellos y su chacra o sus ganados, no
les interesaba otra cosa.

— ¡Podemos ser como antes!, la pachamama era verde — empezó a decir un


vecino venido desde Huancavelica.

Rogelio, sentía amor por esta tierra, nadie lo reconocía, pero su familia había
vivido aquí y luego se había trasladado a otro lugar. Algunos campesinos
empezaron a ser convencidos por los visitantes, en fin, era por el bien del
distrito. Después de discusiones, la gente se dividió, algunos querían el
cambio, los otros no; eso sería regresar a la sombra del yugo del patrón, y no
veían que se necesitaba reconstruir la historia y su naturaleza, se
acostumbraron a vivir en soledad, y a ser su mismo patrón, su mismo Tayta, ya
ellos eran quienes gritaban y ordenaban.

De pronto, Rogelio, se paró entre la multitud y tocando el hombro de un


campesino que le apoyaba, infló su cuerpo y enmudeció por un momento.

— ¡Necesitan un líder!, vamos búsquenlo, ¿qué les pasa?, ¡voten por alguien
quien los guíe! Que les guíe un hermano gritó, mientras el pueblo se asombró
de ver a Rogelio envalentonado.

— ¡Queremos unión!, también — gritó el pueblo.

— ¿Cómo si no supiéramos? — respondió uno de los más jóvenes del pueblo.

— Nosotros les ayudaremos — habló uno de los acompañantes de Rogelio.

Luego de un largo tiempo la discusión se pareció a las que hay en mi aula, pero
entonces llegaron los acuerdos… Rogelio los ayudaría a lograr recuperar a su
naturaleza y su historia. Los campesinos se habían dedicado a cortar los
árboles para ganar terreno y usarlos como chacras. Los pobladores trataron de

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entender que su distrito podría superarse y verse más verde y alegre para los
visitantes, y se comprometieron a apoyar las ideas de los misteriosos
visitantes.

Al entender que querían mejorar aceptaron que Rogelio fuera su líder, veían
en él una persona desinteresada, humilde y que conocía del tema; en sus
corazones pensaron que este no era como otros. Sintieron que el muchacho
era la persona indicada para que les encaminara en el trabajo a realizar el
proyecto los sembríos de las plantas, árboles y frutales para darle vida a
una tierra que debía volver a ser alegre. Los pobladores entonces
empezaron a sembrar, programaron las fechas que lo harían y quienes iban
a liderar los grupos más pequeños, quedaron en ser dirigidos por personas
ilustres en años de pueblo; ahí estaba don Paucar, Don Saravia y don Boza.
Las mujeres también quedaron en cumplir un rol importante; pues ellas
estaban acostumbradas a agarrar lampa y siempre a ayudar que las
chacras produjeran doña Agustina, doña Lucinda y doña Melda sabían muy
bien de esto.

Los distritos de Manrique, José Olaya, Mencía, Zarate, Cabeza de Toro, lo


que hoy es Santa María, Santa Beatriz y Dos Palmas empezaron a
recuperar su alma verde, todos los centros poblados unidos lo estaban
logrando y en algunos años verían mejor los resultados, ahora dependía de
los pobladores que estarían al servicio del cuidado de su trabajo. Una
señora, que había venido de la sierra, porque mi distrito se forjó con todas
las sangres, pronunció a viva voz “achachilla” (milagro), y todos sonrieron
de alegría. Todo era en bien común.

Con el pasar del tiempo todos los caminos se volvían hermosos, los
pobladores eran testigos que las aves que ya no veían empezaron a volver,
ellos y sus ganados tenían sombra donde descansar, todo crecía hermoso.
Las nuevas plantas y las aves hicieron que se viera un paisaje alegre y
colorido. A las aves se les escuchaba un cantar alegre. Independencia
quedó bello, nunca había tenido ese esplendor; hoy por hoy Independencia
es un distrito saludable¸ aunque hay gente que tiene la mala costumbre de
ensuciar las calles, pero la mayoría no lo hace, y cuando alguien lo comete,
un poblador de mayor edad lo reprende, pues recuerda como fue el
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sacrificio que hizo de este distrito para volver a ser un lugar verde, se logró
con el esfuerzo de hombres y mujeres, el escritor Arguedas hubiese estado
orgulloso de lo que se logró, claro si hubiese conocido este lugar, quién
sabe si lo haría.

¡Ah!, me olvidaba, de todos los visitantes que ayudaron, Rogelio y dos más
se quedaron a vivir en el distrito, y su segundo esfuerzo sería recuperar la
historia de este lugar, con él los pobladores no se equivocaron, años más
tarde de los hechos fue elegido alcalde por los pobladores y fue un gran
líder. Los pobladores de más edad recuerdan hasta hoy su nombre. Es una
historia que nos enseña a comprometernos a cambiar lo malo de nuestros
distritos, la naturaleza si puede convivir con el progreso, la unión de los
pobladores y dirigidos por buenos líderes puede hacer milagros. Ya no hay
Tayta patrones, ya no hay látigos por delante.

Autor: Pacay

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