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López Hernández Diego 2 A.

“LA FAMILIA LO ES TODO”


En un pequeño pueblo llamado Nocupétaro, vivía la familia López. El señor Osiel y
la señora Itzia que eran los padres más amorosos de dos hijos llamados Diego y
Alexander.

La familia López era muy conocida en todo el pueblo debido por su gran unión y
respeto. Un día, una terrible sequía golpeó el pueblo de Nocupétaro, donde los
campos se secaron, los animales sufrían de sed y las cosechas se marchitaban
poco a poco.

La gente del pueblo estaba preocupada por el futuro. Sin embargo, la familia
López decidió unirse para enfrentar este mal momento juntos.

Diego, el hijo mayor, trabajaba como agricultor, el cual se dedicó a buscar formas
de obtener el agua y cuidar las plantas. Mientras tanto, Alexander, el hijo menor,
organizaba bolsas de alimentos y cubetas de agua para repartir a las familias más
necesitadas.

Itzia la mamá que se dedicaba mucho al campo fue en búsqueda de nuevos


animales que tenía en su granja con el motivo de poder ayudar a los ciudadanos
que tuvieron perdidas de vacas y chivos.

Osiel el papá es un ingeniero que le apasiona mucho el arte de poder construir y


debido a la gran sequía que ocurrió en el pueblo se dedicó en construir canales de
agua y una presa para que pudiera llegar el agua a cada vivienda del pueblo.

Mientras la familia López se esforzaba por ayudar al pueblo de Nocupétaro a


sobrellevar la sequía, enfrentaron desafíos que pusieron a prueba su resistencia y
determinación. Diego luchaba contra el agotamiento mientras trabajaba bajo el sol,
buscando soluciones para mantener los cultivos con vida. Alexander, por su parte,
sentía el peso de la responsabilidad al ver las miradas de agradecimiento y
esperanza de las familias a las que ayudaba.

Itzia se enfrentaba a la angustia de ver su granja sufrir por la falta de agua, pero
su espíritu luchador la impulsaba a seguir adelante, buscando nuevas formas de
López Hernández Diego 2 A.

mantener a sus animales con vida y compartiendo generosamente lo poco que


tenía con aquellos que lo necesitaban.

Osiel trabajaba incansablemente en la construcción de los canales de agua y la


presa, enfrentándose a obstáculos y contratiempos en el camino. Sin embargo, su
determinación no lo daba por vencido, y con cada piedra colocada, cada canal
excavado, se acercaban un paso más hacia el objetivo de llevar el agua a cada
hogar del pueblo.

A medida que el tiempo pasaba, la sequía parecía interminable, y la


desesperación empezaba a nublar la esperanza de muchos habitantes del pueblo.
Pero la familia López no se dejaba vencer y unidos por el amor y la solidaridad,
continuaban trabajando juntos, encontrando fuerzas en su unión y en la fe para un
futuro mejor de su pueblo.

A medida que pasaban los días, la unión de la familia López inspiró a otros en el
pueblo a unirse y trabajar juntos para superar este mal momento, donde vecinos
se unieron para compartir alimentos y apoyarse uno con otro y que poco a poco un
rayo de esperanza se veía a lo lejos.

Finalmente, después de semanas de trabajo duro y cooperación, la sequía terminó


y las lluvias finalmente volvieron al pueblo. Los campos volvían a florecer y la vida
en Nocupétaro, poco a poco, recuperaba su normalidad.

La familia López y los habitantes del pueblo aprendieron una valiosa lección: que
cuando la familia y la comunidad se unen, pueden superar cualquier desafío,
convirtiendo todo esto en el mayor tesoro de una familia, recordando a todos que
juntos son más fuertes.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha terminado!

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