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Hace muchos años, en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, vivía una

familia feliz compuesta por los padres, una niña llamada Emilee y su hermano mayor.
Cada noche, Emilee tenía pesadillas, pesadillas donde veía a una figura misteriosa
que parecía perseguirla. Al principio, sus padres pensaron que eran simplemente
pesadillas, pero pronto se dieron cuenta de que algo extraño estaba sucediendo.

Una noche, la familia estaba cenando cuando de repente, las luces comenzaron a
parpadear. Emilee miró hacia la ventana y vio una figura oscura en la oscuridad
afuera. De repente, sin explicación aparente, la figura desapareció y la
electricidad volvió a encender. Todos se rieron nerviosamente, intentando quitarse
de la cabeza lo que acababa de pasar, pero Emilee sabía que algo más grave estaba
sucediendo.

Esa noche, Emilee decidió llevar un diario de todo lo que había visto y
experimentado. Con cada página, parecía que el misterio se profundizaba. La figura
oscura aparecía en todas partes, incluso en sus sueños, y Emilee sentía que estaba
siendo perseguida. Nadie más parecía notarlo, pero Emilee sabía que algo terrible
estaba sucediendo.

Un día, Emilee se despertó y se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo.
Sus padres habían desaparecido y su hermano estaba luchando contra una enfermedad
misteriosa. Cuando Emilee intentó encontrar ayuda, se dio cuenta de que ella y su
hermano eran los únicos sobrevivientes en el pueblo.

Mientras exploraba el pueblo abandonado, Emilee vio a la figura oscura. Se acercó


sigilosamente, sin saber lo que iba a encontrar, y se dio cuenta de que la figura
era el fantasma de una niña pequeña, como ella. La niña fantasma le dijo que había
sido asesinada por sus padres, y que ahora estaba atrapada en este mundo,
persiguiendo a todos aquellos que se le cruzasen en el camino.

Emilee sabía que tenía que ayudar a la niña fantasma a encontrar la paz, pero no
sabía cómo. Decidió buscar ayuda en su diario y encontró una página donde había
dibujado un antiguo amuleto de protección. Con la ayuda de su hermano, Emilee pudo
crear un nuevo amuleto y lo puso en el lugar donde la niña fantasma había sido
asesinada.

Cuando la noche cayó, la figura oscura desapareció. Emilee y su hermano se


sintieron aliviados de que todo hubiera terminado. Pero, cuando Emilee despertó al
día siguiente, se dio cuenta de que su hermano había muerto en la noche. Emilee
sabía que su hermano había dado su vida para protegerla, y ella siempre lo
recordaría.

Desde entonces, Emilee vivió una vida solitaria, pero nunca olvidó a su hermano ni
a la niña fantasma. Decidió convertirse en una médium y ayudar a las almas perdidas
a encontrar la paz. La niña fantasma había sido ayudada y ahora podía descansar en
paz, pero Emilee nunca olvidaría la terrible noche en que todo cambió.

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