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Jornada Institucional

Semana de la Literatura infantil y juvenil en homenaje a Laura Devetach

Proyecto Educativo
Formación Ética y Ciudadana
Escuela Fiscal María Saa Pereyra N° 74
6° grado
Año 2022
Docentes: Zúccolo, Mauricio; Marinelli, Malvina; Mozzi, Silvina

Fundamentos.

En estos años de educación, los niños y niñas aprenden a sumar, restar, leer y
escribir; esos son los temas que figuran en el currículo, pero más allá de los mismos,
existe una enseñanza, más bien implícita del docente, son los valores.

Estos valores el docente los transmite en su accionar diario y en el trato que tiene con
los mismos.

En las “palabras” propuestas para esta jornada, “leer y jugar con coplas, trabalenguas,
adivinanzas” seleccionadas con el fin de demostrar por medio de historias la forma en
que los niños ponen en práctica estos valores, que los acompañaran el resto de su
vida y a los cuales recurrirán cientos de veces al día. “Con variables a través de los
años pero siempre presente: la literatura oral popular, las historias de la familia y los
cuentos inventados por quien está a cargo del rol de “ guardar" a los chicos. ¿Quién de
nosotros no oyó mil veces contar el mito del propio nacimiento? ¿Y el viaje del padre o
abuelo inmigrante? ¿Y los familiares innombrables? “Sueños de un secreto mundo
familiar que se encuentra en todas partes y en ninguna”, decía Novalis. (Devetach,
2007)

Objetivos.
El proyecto de esta jornada asimila los objetivos y propósitos del Plan Nacional de
Lectura, y asume como objetivos institucionales:
 Promover la lectura placentera y recreativa en los niños y niñas de 6to grado.
 Concientizar a toda la comunidad educativa (directivos, docentes, no docentes,
padres, alumnos) del protagonismo del libro en los procesos de adquisición de
conocimientos y de desarrollo intelectual, así como de cada “palabra” escrita en
torno a la literatura.

Implementación
Primera parte:

Presentación, por parte de el y las docentes, de Laura Devetach, proyectando y


acompañando la lectura de las siguientes palabras:

Empezamos la Jornada con una poesía de la escritora Laura Devetach, Las palabras.
¿Qué pasa con las palabras? ¿Dónde están? Aquí las descubrimos en forma de poesía.

Alguna vez Julio Cortázar se refirió a las palabras como flechas de comunicación,
pájaros del pensamiento. Y Juan Gelman en una carta al poeta Paco Urondo, le decía:
“Algunos creen que la palabra es buey (es un buey) y la buscan con encendidos oros.
Otros piensan que llega por milagro (es un milagro). Y están todos los demás, que
sienten la palabra como pájaro, viga, desastre, pies, albura, dios violeta, caballo de
esperar. De todas estas formas es la palabra que uno lleva, que nos necesitó para
decirnos”.
Laura Devetach, juega con las palabras, las convierte en poesía, mientras las busca,
las pesca, las calla, las escribe.

Las palabras

A veces las palabras se empacan.


No salen por la boca.
Gritan alborotadas
se esconden
en distintos lugares del cuerpo.
¡Zumbrrrrr!
¡Crujjjjjj!
¡Gluich!
F i u chsssss

Cómo cuesta pescar


a estas cabras locas
rebaños de canguros
picaflores que rugen.
Lleva tiempo
tiempo de callar
hasta que regresan.

Las cabras
los canguros
los pájaros
se posan en los dedos

ronronean
se dejan ir cayendo
así
aquí
en esta página.

María Laura Devetach nació en Reconquista, provincia de Santa Fe, Argentina,


5 de octubre de 1936 (el miércoles pasado fue su cumple) es una escritora,
poeta, narradora y docente argentina. Se dedica especialmente al público
infantil. También ha escrito obras teatrales y libretos para radio y televisión.
Es Licenciada en Letras Modernas, ha ejercido la docencia a nivel primario,
medio, terciario y universitario. Ha sido, junto a escritores argentinos como
María Elena Walsh, Graciela Montes, Ema Wolf, Ricardo Mariño o Elsa
Bornemann, precursora de la literatura infantil como literatura en sí misma,
más allá de ser material educativo.
Sus libros estuvieron prohibidos durante la dictadura militar que gobernó el
país entre 1976 y 1983, porque “hacían que los chicos tuvieran mucha
imaginación”.
Publicó numerosos títulos para niños y adultos en los géneros poesía,
narrativa, teatro y reflexiones teóricas. Parte de esta obra fue publicada en
otros países. Creó y dirigió colecciones de libros para niños y coordinó durante
más de diez años un taller laboratorio sobre procesos creativos en relación a la
lectura y a la escritura.
Segunda parte.
A grupos de tres o cuatro integrantes se les entragará, de forma impresa,
distintos poemas de la autora, elegirán una de ellas y desde allí se les invitará
a plasmar “palabras” que les surjan de tales lecturas. Estas deberán escribirlas
en hojas de carpeta cortadas en cuatro partes iguales.

Algunas de las poesías serán las siguientes:

Dos gusanos
Un gusano
ay, qué cosa.
Dos gusanos
ay, qué cosa.
Iban muy
muy apurados.
Se chocaron con la rosa
ay, qué cosa
y quedaron arrugados.

Vapor
Casi humo
firulete
de la taza
de café.
Da tres vueltas
y se
es-
ti-
ra
has-
ta
don-
de
no
se
ve.

Otoño
El león ruge.
Rodando llega el otoño
sobre ruedas de tres O
las uvas y las manzanas
dejan pálido al melón.
La vaca muge.
Rodando pasa el otoño
con muy pocas golondrinas.
Chisporrotean fueguitos
madurando mandarinas.
El león ruge
la vaca muge
el secreto del otoño
se descubre porque cruje.

El vaso de agua
Un mar
con todos
los peces
y barcos
que quieran
pasar.

Adivinanza para Usted


Tiene a veces
una flor en el ojal
una sonrisa en el lápiz
algún reto
y alborotos
de porotos
a la hora de contar.
Señorita:
¿quién será?

Palabras para consolar a un cuaderno


Hola cuaderno.
Ya sé que se marchitan tus hojas en verano
que te arrinconan cuando estás escrito
y te prefieren
con hojas en blanco.
Aquí voy flotando en un día largo
viento a favor
cabeza con pájaros.
Y escribo en vos como en la arena
cuaderno
silenciosa alcancía
de todo lo que canto.

Aviones de papel
Aviones de papel
sobre la arena.
Palabras de papel
las olas mezclan.
Baten sus lenguas
sus caracolas
y las salpican
en otras tierras.

Avioncito
Me lo trajo el aire
blanco y con renglones
en el ala un verso
que lleva mi nombre.
Ay volador
volador
¿de dónde viene este amor?

La palabra
La palabra es como llave
puede abrir puede cerrar
habrá que darle una vuelta
que me sirva para entrar.

1979: Algo para ganar


Si viviera en Holanda
yo sería de esa gente
que le va ganado tierra al mar.
Si estuviera en el Sahara
ganaría lluvias
cultivando rosas
sobre pausados camellos
que conocen la vivienda de las aguas.
Pero soy de aquí
y soy millones
vibrando en el cansancio elemental
de ganarles nuestra vida
a un puñado de crápulas.

Rezo de mujer
Señor
no quiero ser la señora
que murió
por falta de ayuda
doméstica
no quiero ser la doméstica
que murió
por falta de ayuda
de persona
no quiero ser la persona
que murió
simplemente
por falta de ayuda.

Pretensión
Quisiera entrar
por el ojo de una aguja
al reino de la gente
donde ninguna edad fuera pecado
ningún sexo demasiado pequeño
ningún ser
un poco menos.
Tercera parte.

A modo de cierre se leerá “La planta de Bartolo” y desde allí se invitará a niños
y niñas a que peguen sus “papelitos” en papeles glasé de colores, a modo de
“cuadernos” que se pegarán en un árbol dibujado sobre un afiche para luego
compartir con la Institución.

La planta de Bartolo
por Laura Devetach

El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó,


lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una
planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos,


como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy
blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.

Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:

—Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!

¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las
mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando,
se enojaban y les decían:

—¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!

Y los pobres chicos no sabían qué hacer.

Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra
gritó:

—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera
cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!

Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del


buen Bartolo y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo
debajo del brazo.

Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos
escribían y aprendían con muchísimo gusto.

Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los
chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué.

Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa


de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc!
¡Toco toc!
—Bartolo —le dijo con falsa sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta
de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de
pelotitas de colores.

—No —dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.

—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.

—No.

—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.

—No.

—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.

—No.

—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?

—Nada. No la vendo.

—¿Por qué sos así conmigo?

—Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen
tranquilos.

—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.

—No.

—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la
planta de cuadernos! —y se fue echando humo como la locomotora.

Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.

—¡Sáquenle la planta de cuadernos! —ordenó.

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos
silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.

Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron "arroz


con leche", mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y
le sacaban los pantalones.

Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos
colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.

—¡Buen negocio en otra parte! —gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el
Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar
solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.

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