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“Pues es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el sujeto la pregunta
por su existencia (…): “¿Qué soy ahí?”, referente a su sexo y su contingencia en el ser, a saber,
que es hombre o mujer por una parte, por otra parte que podría no ser, ambas conjugando su
misterio, y anudándolo en los símbolos de la procreación y de la muerte.” (Tratamiento
posible…, pag. 526.)
Con esta enunciación, Lacan explica la relación del sujeto con ese Otro, que fue el gran
descubrimiento de Freud y al cual presenta con el nombre de Inconsciente. El sujeto, dice
Lacan, dirige la pregunta por su existencia y la articula en ese lugar, como un discurso.
Pregunta que no se presenta como inefable, pero que sí está articulada en elementos
discretos; lo que el análisis lingüístico aísla en tanto significantes.
A esta altura de su enseñanza, Lacan da todo su peso al significante y por lo tanto a todas las
relaciones posibles entre los registros simbólico e imaginario. Dice que es el significante en
cuanto tal, el que debe articularse en el Otro. Se apoya en lo que considera toda la estructura
del edificio Freudiano, para explicar cómo el sujeto entra en el juego de los significantes; que si
bien, dice, lo hace en cuanto muerto, es en tanto vivo, identificado en su ser de vivo a la
imagen fálica, como va a jugar.
Mediante el Esquema R, Lacan explica todas las relaciones que se refieren a los estadios
pregenitales y que el Edipo viene a ordenar. Se apoya en funciones imaginarias que son
envueltas, ceñidas por lo simbólico.
El falo, en su función imaginaria, es develado por Freud como pivote del proceso simbólico,
que lleva al cuestionamiento del sexo por el complejo de castración.
La atribución de la procreación al padre como efecto de un significante, y que nada tiene que
ver con el padre real, Lacan la toma y dice que queda demostrada por lo que la religión nos ha
enseñado como el Nombre-del-Padre.
Entonces, tanto la madre en cuanto se trata de su deseo, como el padre sobre el que recae la
atribución de la procreación que va más allá del mero hecho de engendrar, no son otra cosa
que fruto del significante.
“Es en efecto en la economía subjetiva, tal como la vemos gobernada por el inconsciente, una
significación que no es evocada sino por lo que llamamos una metáfora, precisamente la
metáfora paterna.” (Cuestión Preliminar a todo Tratamiento, pag. 531) El Nombre-del-Padre,
como autor de la Ley, opera en esta metáfora sustituyendo el lugar del deseo de la madre,
dando como resultado una significación fálica.
Córdoba, 25 de Junio de 2020
Hasta aquí tenemos que como resultado de toda esta maquinaria (simbólica e imaginaria), el
animal humano como lo llama Lacan, nace como sujeto con una respuesta (cada vez) bajo el
brazo: a la pregunta por su existencia contrapone una significación que es fálica y que le
permite vivir.
Pero ¿qué ocurre cuando “al llamado del Nombre-del-Padre responde, no la ausencia del
padre real sino la carencia del significante mismo”?
Es la única manera, dice, en que se puede concebir aquello cuyo desenlace presenta Schreber.
Todo el trabajo llevado adelante por el Presidente Schreber durante sus años de enfermedad,
consistió en restablecer el desmoronamiento de su mundo imaginario, ubicando en el lugar de
ese agujero dejado por la preclusión del Nombre-del-Padre, una significación delirante.
¿En qué consistió esa significación? Y ¿Cómo fue el proceso de su elaboración? Puede
resumirse dicha elaboración en la frase siguiente: “sería hermoso ser una mujer que está
sufriendo el acoplamiento” ¿Es posible ver en ella la construcción de una respuesta a la
pregunta por su existencia en tanto hombre o mujer, en relación a la procreación y a la
muerte?
La homosexualidad presente en el delirio, exige una consideración más precisa, que implica
más bien ser leída bajo la lupa de lo simbólico. Al decir de Lacan, la determinación de lo
simbólico queda demostrada en la forma en que lo imaginario viene a restaurarse: la práctica
transexualista y la feminización del sujeto ligada a la copulación divina. En este sentido, Lacan
nos dice que lo que está en suspenso en la crisis de Schreber es el significante procreación, en
su forma más problemática: ser padre. Schreber, carece de ese significante fundamental, por
lo que “tuvo que imaginarse a sí mismo mujer, y efectuar a través de un embarazo la segunda
parte del camino necesaria para que, (…) la función ser padre quede realizada.” (Seminario 3,
pag. 419)