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Blanca Bazzano y
Prof. Ricardo Gandolfo.
Complejo de castración y falo son nociones propuestas por Freud en el contexto de sus
explicaciones sobre la sexuación1 de los sujetos. Este trabajo tiene el objetivo de aportar
precisiones acerca del alcance teórico de estas nociones porque suelen dar lugar a
confusiones, contrasentidos y malentendidos.
Una primera cuestión a tener en cuenta es que tanto el complejo de castración como el
falo pueden ser abordados desde una perspectiva imaginaria o simbólica, y que ambas
se recubren parcialmente.
En este punto convendría aclarar que lo simbólico es para J. Lacan todo lo concerniente
al orden del lenguaje, a su capacidad de evocar lo ausente y de trascender las
limitaciones temporales (por ejemplo podemos hablar de sucesos y de personas que ya
no existen en la realidad). Lo simbólico se encuentra constituido por un orden de
significantes, que en su combinación engendran los efectos de significado que el
lenguaje puede proveer al sujeto. Lo imaginario tiene que ver con la imagen, con el
poder cautivante que tiene la imagen para la constitución del yo. El yo se estructura , en
un primer momento lógico, por identificación narcisista con la imagen del otro. Entre
ambos se establece una correlación imaginaria.
La primacía fálica.
Pero esta función simbólica no siempre se aprecia con claridad en los textos freudianos
al no haber diferenciado lo imaginario de lo simbólico.
Cuando Freud se refiere a la percepción de los órganos genitales por parte del varón o
de la niña, nos está remitiendo a una captación imaginaria que no es suficiente para
explicar la primacía fálica en la primera expresión psicológica de la diferencia entre los
sexos. Es decir que la percepción de la diferencia sexual anatómica no basta para que el
niño y la niña ingresen a la fase fálica. Para que el órgano masculino tenga un papel
importante en esta fase se requiere que se lo haya simbolizado como falo y sólo así el
niño teme su pérdida y la niña quiere tenerlo. Es en el orden simbólico donde se
inauguran todas las significaciones del tener o no tener que recaen sobre el cuerpo
imaginario.
La falta simbólica está ejemplificada por Lacan con el libro que consideramos que no
está en una biblioteca cuya ausencia sólo puede determinarse simbólicamente, porque
en lo real de esa biblioteca no falta nada. Si decimos por ejemplo que falta el tomo II de
las Obras Completas de Freud, es porque hemos simbolizado su ausencia.
En 1958, en su texto La significación del falo5, Jacques Lacan avanza un paso más en
el esclarecimiento de esta noción al afirmar que el falo no es una fantasía, ni es tampoco
un objeto y menos aún es el órgano, pene o clítoris.
Que tampoco sea un objeto, destaca también su carácter simbólico por excelencia. En
otras palabras, el falo no tiene ninguna consideración “realista”. No es un objeto real,
sino un significante simbólico.
Finalmente, que no sea ni el pene ni el clítoris despeja con mayor claridad cualquier
equívoco que pudiera surgir al leer los textos freudianos. Sólo es posible encarnar
imaginariamente en el cuerpo el significante fálico si previamente se lo ha simbolizado.
Por último es preciso indicar que si el falo es un significante, el sujeto no podrá tener
acceso a él sino a través del Otro. Aquí es importante tener en cuenta que el significante
fálico -significante de la falta y del deseo- al provenir del Otro, marca a ese Otro como
sujeto a la falta y al deseo. El significante fálico es la marca del deseo. Que el Otro
desee (cualquier cosa, no importa aquí más que la función de desear) supone su
incompletud, su limitación, la pérdida de su omnipotencia, en definitiva su castración.
Esto es lo que afirma Freud cuando sostiene la castración materna como fundamental
para la estructuración subjetiva del hijo, al final de su texto de 1923, La organización
genital infantil.
En conclusión, Lacan distingue el falo imaginario del falo simbólico. El primero es la
desigación en la teoría de la imagen por la cual el sujeto se representa a sí mismo como
no faltándole nada, es lo que completa la falta. Podemos ejemplificar esto con el sujeto
que imaginariza que se completa teniendo un auto, un título... algo que expanda su
narcisismo.
Por su parte, el falo simbólico no es una imagen sino el significante de la falta, por ello
puede ser sustituido por otra cosa que lo represente. Se lo puede tener, perder, dar,
recibir... es sustituible. Esta idea de que el falo pueda desplazarse de un significante a
otro, ya fue introducida por Freud en las equivalencias simbólicas entre pene-hijo-
regalo-dinero (en Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo
anal de 1917).
A pesar de que afirma que sería un infantilismo, una asombrosa teoría sexual infantil,
considerar que la mujer tuvo originariamente un pene que perdió por castración7, es lo
que se desliza en algunas de sus propias consideraciones.
De todos modos nos dio las pistas necesarias para aprehender que “...sólo puede
apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma
en cuenta su génesis en la fase del primado del falo”8
Lacan al introducir el uso lógico del significante falo permite precisar qué es lo que se
pone en juego en el complejo de castración. Este complejo adquiere significatividad en
la medida en que el falo “nunca está verdaderamente donde está, nunca está del todo
ausente de donde no está”9.
La fase fálica tiene importancia por la aceptación subjetiva de que no se es el falo sino
que se lo puede tener o perder. El dilema principal de la castración y su solución no está
en tenerlo o no tenerlo sino en que el sujeto reconozca primero que no lo es.
Lo mismo cuando afirma que el niño trata de salvar su miembro sexual o que la niña
tiene un juicio de inferioridad por su mutilado pene, Freud sólo establece algunos de los
procesos imaginarios de la castración sin llegar a establecer su alcance simbólico.
Hoy podemos afirmar que si bien hay consecuencias psíquicas por la diferencia sexual
anatómica, lo determinante no es la anatomía sino los complejos representacionales que
inciden en cómo cada uno se posicione con relación a la falta.
Joël Dor sintetiza muy bien los aportes lacanianos cuando afirma que “la castración sólo
podría intervenir en el complejo de Edipo bajo el aspecto de una castración simbólica,
sin lo cual se nos muestra radicalmente ininteligible. De hecho, teniendo por objeto el
falo, no puede traducir otra cosa que la pérdida simbólica de un objeto imaginario”12.
Con lo cual hace referencia a cómo la falta puede manifestarse en tres operaciones: la
frustración, que es la falta imaginaria de un objeto real; la privación, que es la falta real
de un objeto simbólico; la castración, que es la falta simbólica de un objeto imaginario.
Conviene agregar unos párrafos más para aclarar el sentido de estos términos: la
frustración se produce porque imaginamos que nos falta un objeto real. Así, la niña o el
niño podrían sentirse frustrados al imaginar que podría faltarles el pene (temor
imaginario de castración).
Lacan habla de privación cuando nos falta un objeto que hemos simbolizado. La
privación, en tanto dimensión real de algo que falta, establece la diferencia sexual
anatómica. La mujer se encuentra privada de pene si comparamos su anatomía con la
del varón, pero no es esto lo que determina su castración. Sólo si ha simbolizado que
algo le falta se siente privada de ello porque en lo real nada le falta. La privación se
define como una operación en lo real cuyo objeto es simbólico.
Entonces no es sencillo decir por qué se es femenino o masculino, sobre todo porque no
vasta aludir al órgano genital ni a los otros elementos secundarios de la fisiología, como
confirmación. Somos incapaces de dar cuenta (porque no nos damos cuenta) de las
determinaciones que han entrado en juego para llevarnos a nuestra identidad sexual.