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“Estoy estancado, no puedo salir de casa, no puedo realizar mi ministerio, no puedo volver a casa, no
tengo dinero y…, no sé, si mi iglesia podrá sustentarme cuando termine esta crisis.”
Tiempos de incertidumbre
¿Pero cómo vive en este momento el/la misionero/a o la familia misionera que está en
Asia, África, Oriente Medio, India, Europa o las Américas y se siente obligado/a a obedecer
la norma del confinamiento? De qué manera le afecta ver que la comunicación con su
iglesia se ha interrumpido y que la incertidumbre del futuro lo embarga. ¿Cómo afecta
este duelo ante la pérdida de su libertad y control de su vida, viendo que las personas a
las que sirve se contagian y mueren? ¿Cómo afecta todo esto su espiritualidad y estado
emocional?
La respuesta más lógica es afirmar que la incertidumbre provoca en la persona o familia
misionera un estado de ansiedad que es difícil de tolerar. Este sentimiento surge por el
hecho de que no se tiene control sobre una serie de situaciones internas y externas en su
diario vivir. La pregunta existencial que surgirá es: ¿Señor por qué permites esto? ¡He
llegado al campo misionero, veo que hay mucha gente que aún no te conoce y ahora con
la crisis sanitaria no puedo salir, mi iglesia no ha enviado su ofrenda, tengo temor a
contagiarme y no sé qué hacer! Los sentimientos de enojo, tristeza, frustración y otros,
acompañan este periodo de duelo; también, en otros momentos diferentes de intimidad
con Dios, surgen nuevos conocimientos profundos del Emanuel y del Yo soy. Esto provoca
una resiliencia maravillosa en la vida misionera.
Duelo social
Cuando Dios creó a la humanidad, la hizo para que vivir en comunidad, en buena relación
con Dios, con nosotros mismos y con nuestros semejantes. En ese sentido el
distanciamiento social y el confinamiento viola este principio y causa niveles de estrés
altos cuando pasan los días y se ha perdido la capacidad de relacionarse con otras
personas.
Algunas personas sugieren que se asuma este momento de confinamiento para iniciar un
peregrinaje de los sentimientos de soledad a una disciplina de solitud, donde la intimidad
con Dios lleva a una conexión más significativa e intensa. Otra forma de aprovechar este
duelo social sería el emprender un viaje de autoexploración para conocer lo bueno, lo
malo y lo feo de uno. Por lo general se muestra el lado bueno a las personas, y como en
tiempos normales se vive más en relaciones sociales, se está más en contacto con la parte
buena de uno y se esconde la parte fea, que se pretende desconocer. Esta podría ser una
oportunidad para re-trabajar tu ser interior verdadero a la luz de lo que la Palabra
muestra, como pecador en proceso de santificación.
Emociones en el misionero
Si eres una persona o familia misionera es normal que estés sintiéndote frustrado,
apenado, enojado, desilusionado. Lo que estás sintiendo es lo que toda persona
experimenta frente a un duelo. Lo que sucede es que como no es un duelo material,
porque no has perdido a un familiar, entonces sientes quizás que no es normal lo que
estás sintiendo. Pero es todo lo contrario, el duelo subjetivo está encubierto, pero si
indagas profundamente encontrarás enojo, pena, vergüenza, lo cual es normal.
Lo importante en esta etapa es aceptar tus sentimientos como válidos, por ser parte
normal de un duelo que estás enfrentando. Acepta y nombra tus sentimientos, no los
reprimas o ignores pensando equivocadamente que no debes sentirte así al ver que la
población a la que sirves la está pasando mucho peor que tú. Date el permiso para sentir
tu enojo, pena y exprésalo a Dios. Él entiende lo que estás pasando porque Él también fue
humano y experimentó, como humano, enojo y pena. Es más, Él te creó con emociones,
las cuales no son malas. Malo sería el que las expreses en forma no saludable, con
violencia o agrediendo a otras personas.
A continuación, una lista resumida de acciones que son recomendables para acompañar a
la persona o familia misionera atrapada en esta crisis del COVID-19.
Escucha sus palabras y sus emociones, y valida lo que está pensando y sintiendo.
Ayuda a que el misionero exprese sus sentimientos y pueda explicar por qué razón
se siente de tal o cual manera. Menciónale que es normal que se sienta y piense así
en esta circunstancia temporal.
Anímale a ser más empático con sus sentimientos, a que no tiene que sancionarse o
sentirse culpable por estar enojado con Dios. Más bien anímale a que exprese su
lamento o queja a su Padre celestial.
Pregúntale qué recursos internos y externos tiene y anímale a compararlos con las
pérdidas que enfrenta. Quizás descubrirá que tiene más que lo que ha perdido.
Explícale, si es necesario, que necesita cambiar su forma de pensar, para no
generalizar ni ser muy pesimista, en vez de buscar una manera más balanceada de
pensar; siempre hay pérdidas, pero también ganancias.
Busca ayudarle a reconceptualizar su duelo subjetivo y no verlo como catastrófico.
Esa es una medida importante de autoayuda. Los Salmos nos dan un gran ejemplo,
pues generalmente inician alabando a Dios, para luego expresar una queja o dolor y
terminar declarando la importancia de confiar en la soberanía y gracia de Dios,
recordando los milagros que Él hizo en el pasado.
Pregunta si pueden orar juntos y cuáles son sus motivos de agradecimiento a Dios y
sus puntos de oración. Oren juntos.