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3.

Lo sublime en la Edad Media

3.1. Antecedentes medievales


Lo sublime no tiene un origen cristiano. Tanto es así que la teología lo ha mirado siempre
con desconfianza, considerándolo un producto de la elocuencia profana, incluso diabólica.
Para San Bernardo, el interés por lo sublime pertenece exclusivamente a los espíritus
fuertes que pretenden expresarse por sí solos, pero no tiene nada que ver con los verdaderos
creyentes que saben encontrar siempre apoyo en los textos sagrados.

· El texto de Longino fue dejado de lado.


· Lo sublime no tiene un origen cristiano.
· Considerado un producto de la elocuencia profana.
· Sublimis se usa en su registro estilístico de lo elevado.
· Para San Bernardo el espíritu de lo sublime pertenece a los espíritus fuertes.
· La idea se mantiene en la relación mística que lleva a la unión con Dios.

3.2. Sublimidad neoplató nica


3.2.1. Neoplatonismo

Según esta teoría, el principio de todo lo existente es lo Uno, la unidad absoluta, llamada
realidad suprema, de la que surgen todas las cosas por emanación. De uno lo primero que es
emanado es el Logos o Inteligencia, el cual engendra el Alma.
· Tiene como finalidad la elevación contemplativa.
· Su principio radica en una visión trascendente.
· Plotino crea la sublimidad del Uno y la Luz que emana.
· Recoge el ékstasis platónico.
· Establece una relación entre lo inconcebible y el silencio.
· Da a la Edad Media un sistema para la elevación mística.

3.2.2. Pseudo Dionisio Areopagita

· Dios es una luz tan deslumbradora, que no podemos verla, lo mismo que si fuese la más
completa tiniebla.
· Frente a la belleza infinita de Dios, el silencio es el más alto loor.
· ¿Cómo podríamos conocer a Dios, si no podemos captar de modo intuitivo la esencia de
nuestras almas?
· Lo mejor en relación al conocimiento de las realidades espirituales es el silencio.
3.3. Padres de la Iglesia
3.3.1. Teoría de los cinco sentidos espirituales

Son los instrumentos con los que el alma se distancia del mundo y se compromete, en una
ascesis decididamente catártica, a sentir y a experimentar la presencia del Señor.

• San Agustín:
· Relaciona la definición de los sentidos espirituales con la del amor.
¿Qué es lo que amo cuando te amo?
· «Y no obstante, amo una luz y una voz y una fragancia y un alimento y un abrazo cuando amo
a mi Dios.»
· La luz y voz y fragancia y abrazo de mi ser interior en donde brilla para mi alma una luz que
no ocupa lugar, en donde se oye un sonido que el tiempo no puede arrebatar, en donde se
siente una fragancia que el aire no puede disipar, en donde se saborea un manjar que el
apetito no puede disminuir, en donde se posee estrechamente un bien que la saciedad no
puede agotar.
· El gusto, el deseo, enlaza con la necesidad.

• San Bernardo:
Pone “los cinco sentido del alma” en relación con las cinco formas de amor.

• Guillermo de Saint-Thierry:
· «Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu
mente (mens)».
· La mens es como la potencia del alma que nos adhiere a Dios y que nos permite disfruta de
Él. Ese disfrute es, de alguna manera el sabor de Dios.

• San Buenaventura:
· ¿Puede el ser humano, por sí solo, elevarse a la «insensible sensibilidad»?
· San Buenaventura atribuye esta posibilidad al alma.
· Los sentidos espirituales no constituyen ni un nuevos habitus ni nuevas facultades.
· La vista y el oído espirituales emanan de la inteligencia y de la fe.
· El tacto, el gusto y el olfato proceden de la voluntad: el olfato espiritual proviene de la
esperanza, el gusto y el tacto espirituales de la caridad.

3.3.2. De la dialéctica del gusto a la dialéctica del deseo

· ¿Cómo se pasa desde el gusto por Dios al gusto estético y al gusto por las artes?
· ¿Qué es lo que, en la experiencia del arte, hace las veces de la fe?
· El ser humano está obligado a juzgar sin conocer lo que, al margen de él, justifica el juicio.
· Esto nos lleva a una exigencia más severa: la de comprendernos a nosotros mismos en
nuestras más vivas pasiones y para dirigirnos hacia aquello que nos hace pensar y nos hace
vivir más intensamente.
Examinemos por tanto nuestra alma estudiémosla en sus acciones y en sus pasiones,
busquémosla en sus placeres, porque es ahí donde principalmente se manifiesta. La poesía, la
pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la danza, los diferentes tipos de juego, en
definitiva, las obras de la naturaleza y del arte pueden proporcionarle placer. Veamos por
qué, cómo y cuándo esas obras lo proporcionan. Demos cuenta de nuestros sentimientos.
Montesquieu
· ¿Se trata verdaderamente de placer? ¿O, por el contrario, de ese gusto interior por las cosas
que sacian el deseo del alma?
· La reflexión del gusto: ¿por qué el placer se parece con tanta frecuencia a una aflicción?
· Las teorías acerca de lo sublime se fundamentan en esa cuestión: lo que nos atrapa o nos
captura, más que un placer positivo, es una experiencia compleja, en la que el dolor tiene un
lugar importante y en la que está en juego algo que puede aparecer más allá del placer y del
sufrimiento.

• Gusto por Dios y por lo sublime:


Los rasgos comunes entre el gusto por Dios y el gusto por lo sublime son los siguientes:
· Primacía de la experiencia y el nexo entre deseo, amor y conocimiento.
· Tanto en la sublimación oratoria de la oración como en la sublimación estética, el milagro
consiste, precisamente, en incrementar el sabor a través del gusto y el gusto a través del
sabor.
· El arte de lo sublime concebido por Longino fue renovado por la influencia de la teoría de la
experiencia de Dios.

3.3.3. Lo místico y lo sublime

• Maestro de Eckhart:
«Aprehender a Dios en todas las coas de la manera más sublime que sea posible» (Pláticas
instructivas)
«Más allá de esto no existe grado más sublime y allí hay tranquilidad y bienaventuranza
eternas, porque la meta final del hombre interior y del hombre nuevo es: la vida eterna.»
(Del hombre noble)

• Bernardino de Laredo:
Instrumentaliza el concepto de sublimidad, incluso como acción verbal.
«No se han de llamar hombres, sino dioses, los que contemplan en la inaccesible divinidad,
porque los quietos contemplativos, perfeccionados en la sublimidad del sosiego de pura
contemplación, no entienden en cosa criada»

3.3.4. Silencio interior

• Pseudo Dionisio Areopagita:


«Cuanto más alto volamos, menos palabras necesitamos, porque lo inteligible se presenta
cada vez más simplificado»

• Johannes Taller:
«Todo tiene lugar en la muy pura y noble porción del alma, en el fondo esencial, en lo más
recóndito. Allí está la sede del silencio en media noche»

• Francisco de Osuna:
«La tercera palabra dice que también seamos mudos en lo interior, no hablando palabra
alguna, ni aun muy sutil, (…), pues que el Señor es Dios de las ciencias, y quiere más que oren
a Él callando y en espíritu y verdad, que no con palabras.»

• Santa Teresa:
«Así en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo Él y el alma se gozan con grandísimo
silencio»

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