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Con mi hermano teníamos la costumbre de hacernos bromas pesadas, nos

econdíamos los zapatos, nos dañabamos la ropa con algún letrero con tinta de
lapicero en la espalda, si estábamos comiendo nos levantábamos de la mesa
peleando porque el uno le había robado la presa al otro, mi mamá solo nos
regañaba y nos mandaba a dormir, pero como compartíamos el cuarto, allá adentro
seguíamos la pelotera, más de una vez nos cogió la media noche embojotados en el
piso, el uno con la boca rota y el otro con tres chibolos en la cabeza, ese era nuestro
día a día, no era que nos tuvieramos rabia, ni nada, sino que no sé, esa era nuestra
manera de divertirnos, estábamos mal si no hacíamos que el otro cogiera rabia.

Pero pasó una vez que en uno de esos corrinchos, tuvimos una de las peores
experiencias de nuestra infancia y ni más nos quedó ganas de andar con la
peleadera.

Todo empezó cuando salimos de vacaciones por semana santa, preciso ese día él
me había hecho pasar pena delante una amiga, que él sabía que me gustaba,
entonces por hacerme la maldad, como estábamos ese viernes con uniforme de
educación física, se nos acercó y me dio un montón de libretas que tenía en la
mano, me dijo, tenme ahí para amarrarme los cordones, yo que agarro los
cuadernos confiado que no venía con alguna maldad y éll que se agacha y me baja
la sudadera de un tirón, preciso yo tenía puesto el boxer desgastado y maluco con
tremendo roto en la nalga izquierda, vea eso fue en toda la salida del colegio, todo
el mundo se echó a reir de mí, incluida mi amiga que no sabía disimular la pena y lo
que hizo fue soltar la carcajada.

Con los mismos cuadernos fui encendiendo a golpes a mi hermano y él que sale
corriendo para la casa y más atrás yo con una rama de trupillo con ganas de
ponersela en las costillas, pero cuando llegamos el muy liso se metió en el cuarto de
mi abuela y se le sentó al lado en la cama, como para nosotros no había cosa más
sagrada que mi abuela, no podía hacerle nada, así que yo nada más que lo miraba,
como diciendole, hijuemadre, esta me las pagas. Pero más atras mi abuela con sus
ojos acusadores nos miraba a ambos diciendonos, ombe, miren que esta semana
que viene es de respeto, no vaya a ser que les pase algo por andar con la maldad
entre este ustedes, miren que la maldad es la risa del que sabemos.
Bueno, pasó él día, yo estaba esperando que mi mamá y mi abuela salieran, para
que no me fueran a regañar, mi hermano había pasado toda la tarde arisco,
pendiente de que yo no le fuera a hacer nada, pero como bien dice el dicho, el que
pega se le olvida, me lo cogí literal con los pantalones abajo.

A él le gustaba bañarse en el patio, ese era su son todas las noches, tipo ocho, lo
veía uno atravesar del cuarto al patio con una barra de jabón negrito en la mano,
descamisado y la toalla en el hombro, él toda la vida ha sido un man flaquito jopito
chupao de piernas raquiticas, palido como rana platanera y de espalda encorvada,
pero malo como él solo. .

Ahí por la casa vivía una pelaita que gustaba de él, ve yo no sé que le veía, mi
hermano era más maluco y esa pelaita, no podía verlo porque se quedaba tiesa,
pero él no le paraba bolas, es más, hasta se le escondía, le daba rabia que lo
molestaran con ella, ese día yo le dije a la muchachita que ajá, que mi hermano
quería hablar con ella, por ahí tipo ocho, pero que no le dijera nadie, que la
esperaba en el callejón, al lado de un quiosco pequeñito que nosotros teníamos ahí
en la casa.

Preciso, la pelada llegó, se metió por el portón que estaba en un extremo del frente
de la casa, ahí teníamos nosotros como tres patios, el patio propio de la casa en la
parte de atrás que estaba encerrado por una pared de ladrillos, un lote al lado que
estaba abierto a a la calle donde mi mamá donde él sembraba papaya y otro
pedazo al frente, separado de la terraza por unas matas de coral, por donde se
entraba a través de un portón que también daba a la calle, este otro patio tenía una
entradita en una cerca que daba al quiosco donde antes nos reuniamos varios con
varios amigos de ahí de la cuadra a echar cuentos o a jugar, cosa que dejamos,
regañados una noche, porque un día uno de los mellos, que entre otras cosas
siempre estaba enfermo, se cayó de la paredilla por escaparse de una supuesta
bruja que nos había salido, yo no vi nada, el caso fue el que el pelao quedó privado
ahí en el patio y botando baba por la boca, cuando lo llevamos a su casa, al rato se
lo llevaron en un carro para el hospital y dicen que allá se la pasaba hablando
dormido e insultaba a las enfermeras con groserías de alto calibre que salían de su
boca como si fuese otra persona que las dijera, dicen que estaba poseído, ese
cuento sí no supe como terminó porque ellos se mudaron.

Bueno, esa noche llegó la muchachita, yo la vi desde la ventana cuando abrió el


portón toda arregladita ella como quien no quiere la cosa y mi hermano tirándose
totuma de agua en el patio.

Ahí empezaba mi plan, yo cogí salí desde la cocina al patio, como él dejaba siempre
todas las cosas en una silla al lado de la alberca, cogí la toalla, la ropa y hasta las
sabanas que estaban guindadas para no tuviera con qué taparse, me las enrollé en
el brazo, me metí a la casa y cerré la puerta del patio con candado, cuando él sintió
el golpe de la puerta enseguida se alarmó, oye yo estoy afuera, fue lo que gritó,
pensando que de pronto había sido mi mamá, pero mi mamá con mi abuela estaban
en la casa de una tía jugando siglo, allá se demoraban siempre hasta media noche.

La unica forma que tenía de entrar a la casa era saltarse la pared del lado del
quiosco y entrar por la terraza, porque el otro lote daba con la calle, yo me acuerdo
que me asomé por un hueco que tenía la puerta y lo vi mirando para la pared, yo le
dije, te tocó volarte, a lo que él simplemente se encogió los hombros, te va a coger
el diablo, le decía, pero él no me paraba bolas, él nunca fue asustadizo ni nada de
eso, ¡Que venga para encenderlo a puño también, pero primero te parto la boca! era
lo que me decía, yo bueno, acá te espero, vuelate.

Cuando vi que el man estaba decidido a brincarse la pared, me fui hasta la sala para
ver cuando se encontrara la muchacha, pero cuando me asomé por la ventana, la
veo donde va corriendo embalada saliendo por el portón, a los pocos segundos
pasó mi hermano también corriendo en frente de la ventana, completamente
desnudo, el man ni me dijo nada, se metió a la casa, pasó de largo y se encerró en
el cuarto.

Yo me quedé pensando en la vaina, así que fui al cuarto a ver que me decía, pero él
estaba en su cama, debajo de una sábana temblando, ¿Qué le pasó a Mafe? le
preguntaba, pero él estaba fuera de sí, incluso metí el rostro debajo de la sabana
para verlo a la cara, pero él ni me miraba, tenía los ojos apretados, las manos
empuñadas en la boca, respiraba fuerte como un animal, ahí sí me asusté, porque
algo grave tenía que haber sido para que él estuviera así, en ese momento, tocaron
la puerta de la calle, era el vecino, el papá de la muchachita, yo salí a ver que quería
y él me quedó viendo raro, ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? me preguntaba, pero yo
seguía con la confusión, no sé, fue lo que le dije, mafé me dijo que había visto a un
hombre ahorcado en el quiosco. Yo giré el cuerpo hacia la ventana de la sala por
donde se veía el quiosco y le señalé que ahí no había nada. ¡Ustedes tienen juegos
muy pesados, mañana voy a hablar con la señora Claudia, allá está la niña llorando!
me dijo y se fue molesto.

Yo todavía sin entender nada, me metí al cuarto de nuevo, mi hermano estaba


sentado, con el cuerpo enrollado en la sábana y la cabeza descubierta, estaba
recostado en la cabecera de la cama con la mirada clavada en la pared. ¿Niño qué
pasó? le pregunté, creo que esa ha sido una de las pocas veces que le hablé con
cariño, él me miró y se echó a reír, pero una risa de esas nerviosas que se les
escapan a uno.

Ey, me salió el diablo, fue lo que me dijo. Estas loco, fue lo que le respondí, pero
claramente él no estaba bien, tenía los ojos perdidos, cada cierto tiempo soltaba
una sonrisa rara, como queriendo convencerse de algo que no entendía, sin
embargo no me dijo más nada, al rato llegó mi mamá con mi abuela y simplemente
nos quedamos dormidos.

El día siguiente fue un sábado, me levantó la voz de un señor hablando en la sala


con mi mamá, se escuchaba enojado, era el vecino, el papá de mafe, decía que
nosotros la habíamos asustado, que la habiamos invitado a jugar y que yo me había
hecho pasar por muerto colgandome en el quiosco, ese día me regañaron y me
prohibieron salir a la calle por tres días.

Recuerdo que pasó domingo y lunes y mi hermano casi ni me dirigía la palabra,


nada más comía y se metía en la cama, o a veces se quedaban el andén de en
frente en la noche mirando lejos, no peleaba conmigo ni nada, pero lo más raro es
que por la noches siempre lo veía que se levantaba y se quedaba mirando por la
ventana del cuarto que daba a la calle, más de una madrugada que me despertaba
por las ganas de orinar, lo veía ahí de pie estático, le preguntaba que qué hacía ahí,
pero no me respondía.

Pero un día sí me dijo, algo me está molestando, yo me lo quedé mirando


extrañado, tratando de comprender lo que decía ¿quién? le pregunté, no sé, me
dijo, algo, yo me acuesto a dormir y siento me llaman, desde ese día que vi al diablo
siento que me llaman, es como un susurro, una voz suavecita, me decía, yo lo
miraba con cara de escepticismo, pero por dentro sentía el miedo, sabía que aquella
noche había pasado algo, además la cara de él, más que de miedo, era de
desesperación, de angustia.

Siempre que estoy a punto de coger el sueño escucho que me llaman desde la
ventana, me asomo para ver quien o que es pero no veo a nadie, tiene que ser el
diablo manito, me decía, el diablo me está buscando. Pero como así que él diablo
Fernando, le decía yo, ¿que fue lo que tú viste?

Tú te acuerdas que me encerraste en el patio? bueno, yo me iba a volar la pared,


cuando escucho claritico que alguien se ríe, pero fue una risa rara, como de maldad,
cuando alguien te hace algo muy malo y se burla, bueno así, yo estaba ya
encaramado en la pared, cuando vi al tipo de pie al lado de la alberca, era un
hombre alto vestido de negro, sus ojos eran totalmente rojos y le brillaban como si
fueran candela, estaba ahí con su sonrisa malvada mirándome, mi reacción fue
tirarme y salir corriendo, desde ahí lo escucho todas las noches, es él, a veces estoy
sentado y veo la sombra donde pasa al lado mío, me está buscando, yo no quiero
me lleve, me decía ya casi llorando.

No sé cual de los dos estaba más asustado, pero aún así intentaba calmarlo,
le decía que eso era su imaginación, que no estaba pasando nada, pero yo
que estoy diciendole eso y que nos sacuden la cama, fue un estrujón, como
si alguien la hubiese sujetado de los pieceros y la hubiese estremecido con
fuerza, eso fue una noche de jueves santo. Nosotros nos quedamos mirando
las caras y salimos corriendo para el cuarto de mi abuela, que estaba en ese
momento rezando el rosario, no pasaron ni cinco minutos cuando también se
metió mi mamá, diciendo que la habían asustado en el cuarto, que estaba
estirando la sabana cuando vio una mano agarrar el larguero, vea ahí
pasamos la noche los cuatro, echando el credo, el padre nuestro y agarrados
de la pijama de mi abuela como hasta las cuatro de la mañana que nos
quedamos dormidos.

El viernes santo lo primero que hizo mi abuela, apenas nos despertamos fue
llevarnos a todos a misa, allí fue donde supimos lo que pasaba, esa mañana
mi hermano se vomitó en la banca mientras el padre daba el sermón, el cura
al ver la situación, comenzó a orar con más fuerza, hasta que mi hermano
cayó desmayado, todo el mundo nos miraba raro, al punto que los que
estaban cerca de nosotros se cambiaron de puesto, la cosa no fue tan
dramatica como pensabamos pero sí nos asustamos.

Resulta que el padre se nos acercó y habló en privado con nosotros, aquí es
donde viene la peor parte, él nos dice, que cuando nosotros llegamos a la
iglesia él vio a cinco personas, mi mamá, mi abuela, mi hermano, yo y un
hombre que él nunca había visto, pero que estaba ahí al lado de mi hermano,
que cuando empezó el momento de adoración el hombre puso cara de
molestia, se salió de la iglesia y se quedó afuera desde la puerta, viendo
para donde nosotros, dice que era un hombre vestido de negro, con el rostro
demacrado, que desde allá lo miraba y se reía cada que él alzaba la voz en
medio de la oración, pero ya despúes de un rato dejó de verlo, pero que por
alguna razón veía la mirada del tipo en los ojos de mi hermano.

Mi hermano duró varios meses fuera de sí, tanto que mi mamá dejó de
mandarlo al colegio y en las tardes llegaba el cura a hablar con él, yo solo me
quedaba en la sala esuchandolo gritar en el cuarto, ni siquiera parecía su
voz, era como una bestia enjaulada, su voz era tan estruendosa que a veces
se quedaba retumbando en las paredes por varios segundos, fueron días
horribles, un día se levantó en medio de la madrugada, me dijo que se sentía
mal, yo prendí las luces para ayudarlo y se me desmayó en los brazos, ahí
asimilé lo irreconocible que era su rostro, estaba demacrado, la piel más
palida que de costumbre, los ojos hundidos y el cabello reseco, lo que era se
lo estaba llevando. Comencé a gritarle a mi mamá para que nos ayudara,
pero ella parecía desconsolada, decía que había soñado que el niño se había
despedido de ella, cuando me vio con él en los brazos era como si ya lo
hubiese presentido, se le veía en el rostro la resignación, yo también lo
pensé, creí que mi hermano había muerto.

Duró varias semanas hospitalizado, nunca supieron decir que tenía, pasó una
noche de esas de crisis, en que estaba con mi mamá en la sala de espera,
casi dormidos, cuando vimos a un tipo pasar en frente de nosotros, el hombre
idéntico al que él describía, solo nos quedamos viendo su rumbo, saliendo
por un pasillo del hospital, al poco rato reaccionamos y salimos corriendo a
ver al flaco, estaba en su camilla sentado y con cara de desconcierto, nos dijo
que había soñado que mi abuela estaba peleando con él diablo, nosotros nos
quedamos extrañados, como buscando la forma adecuada de procesar su
ocurrencia, no sabíamos que esa noche, en su cuarto, la abuela acababa de
fallecer, curiosamente la misma noche en que mi hermano se recuperó
completamente.

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