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—Sí, recuerdo que estabas muy ilusionada, te llevaste una semana buscando
ropa y zapatos, por las tiendas.
—Pues fue un desastre. Después de la fiesta, Oscar me llevó a una disco de
moda. Bebí, a base de chupitos, no sé cuántos. Bailaba, me besaba, me
manoseaba el culo en la pista y desapareció. Me quede sola un rato y me acerqué
a la barra.
Al despertar, por segunda vez estaba en casa de Oscar. Con el vestido puesto,
pero sin bragas ni sostén. Me daba a beber un café. Le di un manotazo y se lo
derramé encima. Se cabreó y me dio una torta. Yo no coordinaba, mis
movimientos eran torpes, casi no podía articular palabra. Sobre la mesa vi una
cámara de video.
Como pude me puse en pie y me fui de allí. Era ya media mañana, papá estaba
trabajando y tú en la cama, con dolor de cabeza como casi siempre. Me metí a
ducharme y mientras el agua caía sobre mi cuerpo, lloré, lloré mucho.
No quería ver a Oscar. Cuando fui por las notas, a la facultad, estuve con Silvia,
mi amiga y confidente. Me preguntó, que me había pasado la noche fatídica, no
quería contarle nada, pero ella me dijo que le habían llegado rumores. Oscar les
debía dinero por drogas a los hijos de puta que me violaron…
Como no me fiaba, tres meses después fui a Triana, a una clínica, para hacerme
la prueba del SIDA. Estaba limpia.
Rompió a llorar de nuevo. No podía continuar. Sabía lo que seguía. Los muy
cabrones habían cobrado la deuda con el cuerpo de mi hija. La rabia me cegaba.
Si los tuviera delante los mataría con mis propias manos. Pero el peor es Oscar.
Ese hijoputa me las pagará.
La dejé acostada en el sofá y fui al aseo a llenar la bañera. Cuando estuvo lista
llevé a Gaby y nos metimos las dos juntas. Ella entre mis piernas, con su
cabecita en mi regazo. Mis manos en sus tetitas. Se giraba y nos besábamos,
acariciaba mis muslos.
Le dije a Pablo que era virgen anal sin saber lo que le habían hecho. De nuevo la
ira. Besándole la frente se despierta, un hilillo de saliva cae por la comisura del
labio. Paso la lengua y chupo hasta la última gota. Me regala una sonrisa
angelical.
—Gaby. ¿Has pensado que ver una cámara de video en casa de Oscar quizá no
sea una casualidad?
—Veo tres opciones. Una, era casualidad. Dos, te grabaron mientras te violaban
y guardan el video para chantajearte en caso que los quisieras denunciar. Y tres,
es parte del pago y la cuelgan en internet.
—¿Por qué, mi vida? No te preocupes. Hay tres videos míos rulando por la nube
desde hace veinte años. No pasa nada. Pero el imbécil de Oscar lo va a pagar.
Aún no sé cómo, pero nos las pagará.… Se me ocurre algo. Lo llamas y lo citas
aquí, en casa. Estás sola, papá está en Barcelona, yo en casa de unas amigas;
quieres hablar con él. Necesitas una explicación de lo que pasó y lo llamas ahora
que ha cicatrizado la herida.
Voy a al centro comercial para comprar la cámara. Y a otra tienda para otras
cosas. He quedado con Nati para tomar café. Nos vemos, charlamos. Me entrega
un sobre.
—¿Para qué quieres esto? Eva, que te conozco. ¿Qué vas a liar?
—Me ha dicho, que hasta mañana por la tarde no puede venir. Le he dicho, que
de acuerdo. Mañana nos vemos.
—Perfecto.
El plan estaba en marcha. Esperaba que todo fuera como estaba previsto. Gaby
me miraba, estaba intrigada.
—Retorcerle el cuello.
—No, cariño. Eso sería muy suave para él. Te recordará el resto de su vida, no te
preocupes. Eso sí, tienes que hacerle creer que sigues enamorada.
————-
Llaman a la puerta.
—¡Yo abro!
—¡Silvia, qué alegría! ¡Cuánto tiempo sin verte! Dame un beso. ¡Qué guapísima
estás! ¡¡Gaby!! ¡Ha venido Silvia a verte! Entra, Gaby está en su habitación.
Entra en la habitación de Gaby, oigo los gritos que dan las dos al encontrarse.
Cierran la puerta, tendrán cosas que contarse.
Dejo en carga la batería de la cámara de video, es de esas baratas que usan
memorias SD. He comprado varias de 16GB. Creo que será suficiente.
No oigo a las niñas. Siento curiosidad, acerco el oído a la puerta y oigo susurros.
Algún gemido apagado. Esta hija mía, es capaz de estar comiéndoselo a Silvia.
—¡Mamá!
—¡Dime Gaby!
—¡Ven! ¡Entra!
—Silvia me estaba diciendo que el día fatídico vio como me llevaban Oscar y
los otros dos.
—Cuéntanos que viste Silvia. Pero vamos a mi cama, estaremos más cómodas.
—Me aparté. Se la llevó a la calle y salí tras ellos, en la acera había un coche
aparcado con dos tíos que yo conocía de vista. Se dedican al tráfico. Son
camellos, creo. Abrió una puerta de atrás, la empujó dentro subió y se
marcharon.
—El portero me miró y me dijo:
—Por ti. Le pregunté por qué y me dijo que aquellos tipos habían estado
hablando en la puerta. Esta noche le iban a cobrar en carne al hijoputa lo que les
debía.
—Me marche a casa. Estuve llorando sin saber qué hacer. A mi madre no podía
decirle nada. La verdad, qué le podía haber dicho.
—He visto a Oscar y me ha dicho que va a volver contigo. Que le has llamado
para reconciliaros. ¿Qué te pasa Gaby? ¿Otra vez te vas a liar con ese? ¡No te
quiere! ¡Y no quiero que te haga daño!
Cubre la cara con sus manos y llora. Esta chiquilla quiere a Gaby. Rodeo sus
hombros con mis brazos y la atraigo hacia mí, con su cabeza en mi hombro se va
tranquilizando.
Gaby está en la cama, con las piernas recogidas en posición de loto. Silvia,
frente a ella en la misma postura, las manos cogidas, mirándose.
—Me da mucha vergüenza, pero sí. Quiero. Quiero saber qué se siente. Oigo
hablar a las amigas y me da apuro decir que yo no sé lo que es. ¿Eva, me
ayudaras? Con mi madre no puedo hablar de esto. Lo he intentado, pero para
ella todo eso de los orgasmos son guarradas de putas.
Beso su frente.
—¿Te masturbas?
—No, bueno no sé. Algunas noches en la cama me toco ahí y me gusta, pero me
da miedo mi madre me vigila. Entra de pronto en mi habitación para ver que
hago. ¡Me llevo cada susto!
Apretaba mi mano con la suya, como con vértigo, aferrándose a algo para no
caer. Sigo con mis besos y noto que afloja la mano, se relaja. Gaby acaricia sus
pechos sobre la ropa, el vientre. Coge su cara y la gira hacia ella para besarla,
acaricia sus mejillas, su pelo. Prefiero mirar.
Creo que Silvia está enamorada de Gaby. Se le entrega totalmente. Sin palabras,
se incorporan y se desnudan una a la otra, caricias, besos, pómulos encendidos
por la excitación. Están ya desnudas y no dejan de besarse, acariciarse.
Empujada por Gaby se deja caer de espalda. Mi hija se tiende sobre ella, con las
manos rodea su cara y se funden en un beso que hace que mi coño se convierta
en rio. Acaricio mis labios, meto dos, tres dedos en mi sexo, mientras veo como
se comen la boca, baja hasta las tetas y las chupa, la lengua por el vientre…
¡Deseé tanto hacer esto con sus pies! Pero no pude. Tenía que mantenerme
virgen. Imbécil de mí. ¿Para qué? ¿Para entregarle mí virginidad al cabrón de mí
marido? ¿Para que tuviera la satisfacción, de ser el primero en follarme?
Y se besaban, sus manos no paraban de tocar, con las yemas de los dedos
acariciaban todo su cuerpo. Gaby abrió sus rodillas y cabalgó a su amiga. Sus
sexos en contacto, moviéndose, frotando las pelvis, las manos en los pechos,
sintonizando los pezones.
—Voy a comérselo.
Me aparto, ella baja hasta colocarse entre las piernas de Silvia que mira curiosa
lo que le hace. Me sitúo a su lado para besarla y acariciar su pecho, el estómago.
Gaby bebe del sexo de su amiga. Lame, lengüetea. Oigo los chupeteos sorbiendo
sus jugos. La chica se estremece, gime. Se agarra a mis manos con fuerza, clava
sus uñas en mis muñecas. Tiembla, sus piernas se mueven sin control, los ojos
cerrados, la boca abierta, respirando con dificultad de forma entrecortada. Abre
sus rodillas hasta dejarlas planas sobre la cama. Totalmente abierta. Entregada al
placer que le proporciona mi hija. Abre los preciosos ojos, encoje las piernas,
atrapa la cabeza su amiga con los muslos. Grita.
Gaby sube, para abrazar a la muchacha que se había encogido, hecha un ovillo,
temblando. A Gaby se le saltan las lágrimas. Besa a su amiga ¿Amiga? Es algo
más. Esta experiencia establecerá lazos muy duraderos. Se rodean con los
brazos, apartan los cabellos de sus caras. Se miran a los ojos y se besan, un beso
largo, dulce, tierno.
—Te quiero Gaby. Te quiero. Desde que íbamos juntas al colegio, desde
siempre. No sabía por qué me atraías tanto. Ahora lo sé. Ahora sé lo que es el
amor. Eres tú Gaby.
Se funden en un abrazo las dos. Acaricio sus cabellos. Lara… Mi Lara. ¿Dónde
estarás ahora? ¿Con quién? ¿Amaras a otra?
—Es casi seguro. Si ya sentía algo por ti antes, después de esta experiencia
estará enganchada a ti quizás de por vida. ¿Tú sientes algo por ella?
—No lo sé. Ahora estoy muy confusa. Creí estar enamorada de ti. Pero ahora
siento algo muy fuerte también por ella.
—No te preocupes mi vida. El tiempo hará que se aclaren las cosas. Ya ves. Han
tenido que pasar veinte años para darme cuenta que he estado, siempre,
enamorada de Lara.
Nos damos un beso caliente, húmedo. Mi mano en su coñito. Acaricio hasta que
llega al clímax. Le ocurre lo que a mí. Nos corremos con facilidad en cuanto nos
dan en el botoncito. Nos quedamos dormidas con su muslo entre los míos y mi
muslo entre los suyos