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Gaby, mi hija 4

—Cariño, esto que ha ocurrido hoy, es lo que yo intentaba que comprendieras.


Que puedes disfrutar tanto con las mujeres, como con los hombres. A ti te veía
muy reacia a tener contactos con hombres y no sé por qué. ¿Te ha pasado algo?

Gira la cabeza y me mira a los ojos, los suyos se llenan de lágrimas.

—¡Gaby! ¿Qué te han hecho?

—Llevo casi un año sin salir con nadie.

—¿Y tu novio, Oscar?

—Lo dejamos después de…

—¿De qué, cariño? ¿Qué te hizo?

Rompe a llorar. Se incorpora y me abraza. Se ahoga en sollozos, las lágrimas se


deslizan por sus mejillas. La estrecho entre mis brazos. Trato de consolarla. Me
temo que ha tenido una mala experiencia. Cuando por fin puede hablar.

—Mamá. La fiesta de fin de curso, del año pasado. ¿La recuerdas?

—Sí, recuerdo que estabas muy ilusionada, te llevaste una semana buscando
ropa y zapatos, por las tiendas.
—Pues fue un desastre. Después de la fiesta, Oscar me llevó a una disco de
moda. Bebí, a base de chupitos, no sé cuántos. Bailaba, me besaba, me
manoseaba el culo en la pista y desapareció. Me quede sola un rato y me acerqué
a la barra.

A lo lejos lo vi hablando con unos prendas que no me gustaban. Le hice señas


para que volviera. Me llevo de nuevo a bailar. Uno de los besos fue especial. Me
metió la lengua y con ella, una pastilla, en la boca. Me la tragué.

Seguimos bailando. Bebiendo. Y no recuerdo nada más.

Desperté en un piso desconocido. Desnuda. En un jergón mugriento entre dos de


los amigotes de Oscar, también desnudos.

Estaban dormidos, creo que vi a Oscar sentado en un sillón mirándome. La


cabeza me dolía una barbaridad y me daba vueltas, me dolían las tetas. El coño
me escocía, lo tenía hinchado y rojo. El culo también. Me toque con la mano y
tenía sangre. Y otra vez perdí el conocimiento.

Al despertar, por segunda vez estaba en casa de Oscar. Con el vestido puesto,
pero sin bragas ni sostén. Me daba a beber un café. Le di un manotazo y se lo
derramé encima. Se cabreó y me dio una torta. Yo no coordinaba, mis
movimientos eran torpes, casi no podía articular palabra. Sobre la mesa vi una
cámara de video.

Como pude me puse en pie y me fui de allí. Era ya media mañana, papá estaba
trabajando y tú en la cama, con dolor de cabeza como casi siempre. Me metí a
ducharme y mientras el agua caía sobre mi cuerpo, lloré, lloré mucho.

No quería ver a Oscar. Cuando fui por las notas, a la facultad, estuve con Silvia,
mi amiga y confidente. Me preguntó, que me había pasado la noche fatídica, no
quería contarle nada, pero ella me dijo que le habían llegado rumores. Oscar les
debía dinero por drogas a los hijos de puta que me violaron…
Como no me fiaba, tres meses después fui a Triana, a una clínica, para hacerme
la prueba del SIDA. Estaba limpia.

Rompió a llorar de nuevo. No podía continuar. Sabía lo que seguía. Los muy
cabrones habían cobrado la deuda con el cuerpo de mi hija. La rabia me cegaba.
Si los tuviera delante los mataría con mis propias manos. Pero el peor es Oscar.
Ese hijoputa me las pagará.

La dejé acostada en el sofá y fui al aseo a llenar la bañera. Cuando estuvo lista
llevé a Gaby y nos metimos las dos juntas. Ella entre mis piernas, con su
cabecita en mi regazo. Mis manos en sus tetitas. Se giraba y nos besábamos,
acariciaba mis muslos.

El agua se enfriaba, terminamos de lavarnos y secarnos. Desnudas en la cocina


preparamos la cena. Después nos acostamos y nos quedamos dormidas
enseguida.

Me despierta una agradable sensación en mi teta izquierda. Gaby mamaba con la


cabeza apoyada en mi brazo. Creo que estaba dormida. Tendría un sueño de
retorno a la primera infancia.

Es mi niña, la quiero con toda mi alma y le han destrozado el corazón y su culo.

Le dije a Pablo que era virgen anal sin saber lo que le habían hecho. De nuevo la
ira. Besándole la frente se despierta, un hilillo de saliva cae por la comisura del
labio. Paso la lengua y chupo hasta la última gota. Me regala una sonrisa
angelical.

Está muy cambiada, de estar peleándonos continuamente a no dejar de hacernos


arrumacos y carantoñas. Ahora me gusta más. Tengo que ayudarle a superar el
trauma, ha sido una violación y aunque estuviera inconsciente sé, por
experiencia, que le pasará factura.

—Vamos a desayunar, cariño, tengo un hambre canina.


—Déjame que siga con mi tetita. Con esto tengo bastante.

—Venga mamoncilla, levántate.

Refunfuñando, de broma, se levanta y me acompaña hasta la cocina. Preparamos


el desayuno y nos sentamos.

—Gaby. ¿Has pensado que ver una cámara de video en casa de Oscar quizá no
sea una casualidad?

—No me asustes mamá. ¿Qué quieres decir?

—Veo tres opciones. Una, era casualidad. Dos, te grabaron mientras te violaban
y guardan el video para chantajearte en caso que los quisieras denunciar. Y tres,
es parte del pago y la cuelgan en internet.

—¡Hosti! Puede que ya estén viendo como me follan un montón de gente,


Mamá, qué horror.

—¿Por qué, mi vida? No te preocupes. Hay tres videos míos rulando por la nube
desde hace veinte años. No pasa nada. Pero el imbécil de Oscar lo va a pagar.
Aún no sé cómo, pero nos las pagará.… Se me ocurre algo. Lo llamas y lo citas
aquí, en casa. Estás sola, papá está en Barcelona, yo en casa de unas amigas;
quieres hablar con él. Necesitas una explicación de lo que pasó y lo llamas ahora
que ha cicatrizado la herida.

—Y ¿Qué hago aquí con él? ¿Dejar que me folle?

—No. Harás lo que yo te diga. De lo demás me preocupo yo. Y no te follará.


Tenlo por seguro.
Tenemos que resolver esto antes de marcharnos a Barcelona. Después será más
complicado. Llamaré a Nati. Ella sigue con contactos que me serán útiles.
Necesito una cámara de video. La nuestra se la ha llevado Carlos, seguramente,
para grabar sus polvos con la querida. Llamo a Nati.

—¿Nati? Mira princesa, te llamo para………….

—Gaby, tengo que salir, vuelvo enseguida.

Voy a al centro comercial para comprar la cámara. Y a otra tienda para otras
cosas. He quedado con Nati para tomar café. Nos vemos, charlamos. Me entrega
un sobre.

—¿Para qué quieres esto? Eva, que te conozco. ¿Qué vas a liar?

—Nada princesa. No te preocupes. Te lo diré más adelante. Te llamaré para que


nos reunamos otra vez antes de irnos a Barcelona. Te quiero. Chau.

Vuelvo a casa. Gaby ha llamado a Oscar.

—Me ha dicho, que hasta mañana por la tarde no puede venir. Le he dicho, que
de acuerdo. Mañana nos vemos.

—Perfecto.

Gaby se va a su habitación. Llamo a Nati.

—¿Princesa? Mañana por la tarde. ¿Puedes?..............Llama a Carmen.............las


dos. Por el mediodía……… comeremos juntas las cuatro. Un beso. Chau.

El plan estaba en marcha. Esperaba que todo fuera como estaba previsto. Gaby
me miraba, estaba intrigada.

—Mañana vendrán Nati y Carmen. Comeremos aquí. Le prepararemos una


sorpresa a Oscar.

—¿Y qué le vais a hacer?

—¿Tú qué le harías?

—Retorcerle el cuello.

—No, cariño. Eso sería muy suave para él. Te recordará el resto de su vida, no te
preocupes. Eso sí, tienes que hacerle creer que sigues enamorada.

————-

Le preparo su plato favorito, pollo frito churrasquito, patatas fritas y salsa de


kétchup. Después me dedico a probar la cámara para familiarizarme con ella.
Gaby está en su cuarto.

Llaman a la puerta.

—¡Yo abro!

—¡Silvia, qué alegría! ¡Cuánto tiempo sin verte! Dame un beso. ¡Qué guapísima
estás! ¡¡Gaby!! ¡Ha venido Silvia a verte! Entra, Gaby está en su habitación.

Entra en la habitación de Gaby, oigo los gritos que dan las dos al encontrarse.
Cierran la puerta, tendrán cosas que contarse.
Dejo en carga la batería de la cámara de video, es de esas baratas que usan
memorias SD. He comprado varias de 16GB. Creo que será suficiente.

No oigo a las niñas. Siento curiosidad, acerco el oído a la puerta y oigo susurros.
Algún gemido apagado. Esta hija mía, es capaz de estar comiéndoselo a Silvia.

—¡Mamá!

Joder, que susto. Me alejo de la puerta para contestar.

—¡Dime Gaby!

—¡Ven! ¡Entra!

—Silvia me estaba diciendo que el día fatídico vio como me llevaban Oscar y
los otros dos.

—Cuéntanos que viste Silvia. Pero vamos a mi cama, estaremos más cómodas.

Ya en la habitación nos sentamos en la cama las tres. Silvia en el centro.

—Pues lo que vi fue a Oscar sujetando a Gaby, a punto de caerse, me acerqué a


ver qué le pasaba. Al preguntarle se revolvió de malos modos muy enfadado y
me empujo, casi me caí. Insistí para ayudar y me dijo con los ojos inyectados en
sangre, “que me fuera a la mierda”

—Me aparté. Se la llevó a la calle y salí tras ellos, en la acera había un coche
aparcado con dos tíos que yo conocía de vista. Se dedican al tráfico. Son
camellos, creo. Abrió una puerta de atrás, la empujó dentro subió y se
marcharon.
—El portero me miró y me dijo:

—Pobre chica, lo que le espera…

—Por ti. Le pregunté por qué y me dijo que aquellos tipos habían estado
hablando en la puerta. Esta noche le iban a cobrar en carne al hijoputa lo que les
debía.

—Me marche a casa. Estuve llorando sin saber qué hacer. A mi madre no podía
decirle nada. La verdad, qué le podía haber dicho.

—Lo pasé muy mal hasta que te vi en la facultad, te pregunté y no me dijiste


nada. Así que me tranquilice. Hasta hoy.

—He visto a Oscar y me ha dicho que va a volver contigo. Que le has llamado
para reconciliaros. ¿Qué te pasa Gaby? ¿Otra vez te vas a liar con ese? ¡No te
quiere! ¡Y no quiero que te haga daño!

Cubre la cara con sus manos y llora. Esta chiquilla quiere a Gaby. Rodeo sus
hombros con mis brazos y la atraigo hacia mí, con su cabeza en mi hombro se va
tranquilizando.

—¿No le has dicho qué te pasó, Gaby?

—No mamá. Aun no lo sabe.

—Pero ¿Qué ocurrió?

Gaby le resume la agresión que sufrió. Silvia lloraba desconsolada. Logramos


calmarla. Abrazadas las dos amigas se besaron, me miraban y seguían
besándose. Yo asentí con la cabeza. Me levante y las dejé solas. Estaba en la
cocina preparando la cena.
—¡Mamá! ¡Ven!

Gaby está en la cama, con las piernas recogidas en posición de loto. Silvia,
frente a ella en la misma postura, las manos cogidas, mirándose.

—¿Estás segura Silvia?

—Sí Gaby. Lo estoy deseando, pero me da algo de miedo.

—Mamá, hemos estado hablando de sexo. Silvia no sabe lo que es un orgasmo,


yo le he dicho que le ayudaremos.

—¿Tú quieres Silvia?

—Me da mucha vergüenza, pero sí. Quiero. Quiero saber qué se siente. Oigo
hablar a las amigas y me da apuro decir que yo no sé lo que es. ¿Eva, me
ayudaras? Con mi madre no puedo hablar de esto. Lo he intentado, pero para
ella todo eso de los orgasmos son guarradas de putas.

Está afectada, se le saltan las lágrimas. Me da pena. Me siento a su lado para


abrazarla.

—Vaya, lo siento. No te apures, no debe darte vergüenza. Es tu cuerpo y tienes


derecho a explorarlo y aprovechar las oportunidades de sentir placer cuando tú
desees.

Nos tumbamos en la cama, Silvia en medio boca arriba, yo a su izquierda de


lado. Me mira.

—¿Y ahora qué?


Sonrío y acaricio su mejilla. Cierra los ojos. Pongo mi mano sobre su pecho.

—Ahora relájate, tranquilízate, porque tu corazón late como una locomotora. Y


no te va a pasar nada malo.

Beso su frente.

—¿Te masturbas?

—No, bueno no sé. Algunas noches en la cama me toco ahí y me gusta, pero me
da miedo mi madre me vigila. Entra de pronto en mi habitación para ver que
hago. ¡Me llevo cada susto!

—Pues aquí nadie te va a asustar, al contrario. Te vamos a enseñar como


relajarte, ya lo veras.

Gaby se acerca a su cuello y lo besa. Está mirándome y su nuca es acariciada y


besada por mi hija. Abre mucho los ojos, las sensaciones nuevas le sorprenden.
Poso mis labios sobre los suyos. Un beso suave, como el aleteo de una mariposa.
Cierra los ojos.

Apretaba mi mano con la suya, como con vértigo, aferrándose a algo para no
caer. Sigo con mis besos y noto que afloja la mano, se relaja. Gaby acaricia sus
pechos sobre la ropa, el vientre. Coge su cara y la gira hacia ella para besarla,
acaricia sus mejillas, su pelo. Prefiero mirar.

Creo que Silvia está enamorada de Gaby. Se le entrega totalmente. Sin palabras,
se incorporan y se desnudan una a la otra, caricias, besos, pómulos encendidos
por la excitación. Están ya desnudas y no dejan de besarse, acariciarse.

Mi mente me traslada en el tiempo y el espacio. Recuerdo. ¡Lara!. ¡Lara!. Tengo


un nudo en la garganta, se me saltan las lágrimas. ¡Amor mío! ¡¡LARA!!
Me miran las dos. He dicho el nombre en voz alta, se han sorprendido. Me
desnudo y las abrazo. La mirada de Silvia no se aparta de Gaby. Se deja llevar
totalmente. Las dos enfrentadas, sentadas. Gaby muerde los labios de Silvia.

Yo, arrodillada en la espalda de Silvia, acaricio los hombros, la cintura de


avispa. Tiene un cuerpo precioso, delgada, el culito es perfecto, redondo, duro.
Las marcas del biquini resaltan la piel tostada por el sol, el pelo negro.

Le hablo en la nuca mientras acaricio sus muslos, se le eriza la piel, desaparece


la suavidad para convertirse en una lija. Las caderas, los hombros todo su cuerpo
responde a las caricias. Mis manos bajo sus brazos atrapan las tetitas, pequeñas,
duras, de minúsculos pezones que se ponen como piedras al tocarlos.

Empujada por Gaby se deja caer de espalda. Mi hija se tiende sobre ella, con las
manos rodea su cara y se funden en un beso que hace que mi coño se convierta
en rio. Acaricio mis labios, meto dos, tres dedos en mi sexo, mientras veo como
se comen la boca, baja hasta las tetas y las chupa, la lengua por el vientre…

Masajeo los pies de Silvia, besándolos, la lengua entre los deditos.

¡Dioss! Sus pies me recuerdan los de Lara.

En cuclillas, acaricio mi empapado coño con su pie derecho, me meto su dedo


pulgar dentro, muevo y acoplo los labios al pie y voy penetrándome con él.
Acaricio el bultito del placer. Con medio pie dentro me muevo. Lara.

¡Deseé tanto hacer esto con sus pies! Pero no pude. Tenía que mantenerme
virgen. Imbécil de mí. ¿Para qué? ¿Para entregarle mí virginidad al cabrón de mí
marido? ¿Para que tuviera la satisfacción, de ser el primero en follarme?

El pie dentro de mi coño causaba estragos, oleadas de calor invadían mi vientre,


subía hasta la garganta. Con la mano derecha, sujetaba y movía el pie dentro y
con la izquierda, apretaba mis pezones, dolor, placer, Lara, te quiero.
¡¡¡Aahhhg!!!

Me desplomé con espasmódicos movimientos de piernas, torso, el cuerpo


entero….

Silvia estaba confusa, no sabía que ocurría, Gaby seguía acariciándola y no


dejaba de besarla.

—Silvia, amor mío, no te asustes. Mi madre acaba de tener un orgasmo. Mira su


cara de felicidad. Bésame.

Y se besaban, sus manos no paraban de tocar, con las yemas de los dedos
acariciaban todo su cuerpo. Gaby abrió sus rodillas y cabalgó a su amiga. Sus
sexos en contacto, moviéndose, frotando las pelvis, las manos en los pechos,
sintonizando los pezones.

Repuesta del brutal orgasmo que había experimentado me acerque, situándome


detrás de Gaby. Mi mano en el coñito de Silvia, en el de mi hija. Empapados.
Con el pulgar de mi mano derecha acaricio el bultito de Silvia. Da un respingo.
Separo sus piernas para meter un dedo en su cuevita. Gime. No entra. Aún es
virgen. No sigo por ese camino y me dedico a frotar los labios, desde el ano
hasta la pelvis. Acaricio el perineo y sigo hasta arriba, dedeo el guisantito, en
horizontal y vertical, arriba, abajo, izquierda, derecha, despacio, con delicadeza,
con cariño.

Gaby se gira y me besa los labios.

—Voy a comérselo.

Me aparto, ella baja hasta colocarse entre las piernas de Silvia que mira curiosa
lo que le hace. Me sitúo a su lado para besarla y acariciar su pecho, el estómago.
Gaby bebe del sexo de su amiga. Lame, lengüetea. Oigo los chupeteos sorbiendo
sus jugos. La chica se estremece, gime. Se agarra a mis manos con fuerza, clava
sus uñas en mis muñecas. Tiembla, sus piernas se mueven sin control, los ojos
cerrados, la boca abierta, respirando con dificultad de forma entrecortada. Abre
sus rodillas hasta dejarlas planas sobre la cama. Totalmente abierta. Entregada al
placer que le proporciona mi hija. Abre los preciosos ojos, encoje las piernas,
atrapa la cabeza su amiga con los muslos. Grita.

—¡¡¡AAyyy!!! ¡¡Para, para!! ¡¡No puedo, no puedo, maassss!! ¡¡Aaaggg!!

Gaby sube, para abrazar a la muchacha que se había encogido, hecha un ovillo,
temblando. A Gaby se le saltan las lágrimas. Besa a su amiga ¿Amiga? Es algo
más. Esta experiencia establecerá lazos muy duraderos. Se rodean con los
brazos, apartan los cabellos de sus caras. Se miran a los ojos y se besan, un beso
largo, dulce, tierno.

—Te quiero Gaby. Te quiero. Desde que íbamos juntas al colegio, desde
siempre. No sabía por qué me atraías tanto. Ahora lo sé. Ahora sé lo que es el
amor. Eres tú Gaby.

Se funden en un abrazo las dos. Acaricio sus cabellos. Lara… Mi Lara. ¿Dónde
estarás ahora? ¿Con quién? ¿Amaras a otra?

Me ducho. Ellas se bañan. Dentro del agua siguen acariciándose amorosamente.


Me visto y voy a la cocina a preparar algo para cenar. Silvia tiene que
marcharse. Su madre no le permite quedarse a dormir con su amiga. Ejerce un
control férreo sobre ella. Nosotras nos acostamos.

—Mamá. ¿Qué piensas de Silvia? ¿Puede estar enamorada de mí?

—Es casi seguro. Si ya sentía algo por ti antes, después de esta experiencia
estará enganchada a ti quizás de por vida. ¿Tú sientes algo por ella?

—No lo sé. Ahora estoy muy confusa. Creí estar enamorada de ti. Pero ahora
siento algo muy fuerte también por ella.
—No te preocupes mi vida. El tiempo hará que se aclaren las cosas. Ya ves. Han
tenido que pasar veinte años para darme cuenta que he estado, siempre,
enamorada de Lara.

—Has gritado su nombre antes. Me has asustado. Y estoy un poco celosa.

—Ha sido un momento de lucidez. De revelación. Veros a las dos abrazadas me


ha transportado a mi primera vez con Lara. Y entiendo que sientas un poco de
pelusilla. Pero lo nuestro es otra cosa. Mi amor por ti va más allá de un
enamoramiento. Eres mi vida y la daría gustosa por ti, si fuera necesario.

—Mamá abrázame. Dame con tu dedito, me he puesto muy caliente antes y no


he llegado.

Nos damos un beso caliente, húmedo. Mi mano en su coñito. Acaricio hasta que
llega al clímax. Le ocurre lo que a mí. Nos corremos con facilidad en cuanto nos
dan en el botoncito. Nos quedamos dormidas con su muslo entre los míos y mi
muslo entre los suyos

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