HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2023
Es el caso de Esaú. Ni tú ni yo
comprendemos ciertamente el
privilegio de las bendiciones que
recibía todo primogénito de la
descendencia de Abraham. Sin
embargo, la Biblia nos deja ver, en
lo sucedido con el mellizo mayor de
Isaac, que era la presencia de Dios
lo que se estaba debatiendo en esa
bendición, en contraste con el
hambre que un plato de lentejas
saciaría una sola vez.
Sucedió que: “…guisó Jacob un
potaje; y volviendo Esaú del campo,
cansado, dijo a Jacob: Te ruego que
me des a comer de ese guiso rojo,
pues estoy muy cansado. Por tanto
fue llamado su nombre Edom. Y
Jacob respondió: Véndeme en este
día tu primogenitura. Entonces dijo
Esaú: He aquí yo me voy a morir;
¿para qué, pues, me servirá la
primogenitura? Y dijo Jacob:
Júramelo en este día. Y él le juró, y
vendió a Jacob su primogenitura.
Entonces Jacob dio a Esaú pan y
del guisado de las lentejas; y él
comió y bebió, y se levantó y se fue.
Así menospreció Esaú la
primogenitura.” (Gn. 25:29-34).
Hasta aquí Esaú cree que su
elección ha sido buena y que no
tendrá falta de ningún bien de parte
de Dios. Nada más lejos de la
realidad. Años más tarde, Isaac,
entrado en años, decide que es el
momento de traspasar las
bendiciones al mayor: “Aconteció
que cuando Isaac envejeció, y sus
ojos se oscurecieron quedando sin
vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y
le dijo: Hijo mío. Y él respondió:
Heme aquí. Y él dijo: He aquí ya soy
viejo, no sé el día de mi muerte.
Toma, pues, ahora tus armas, tu
aljaba y tu arco, y sal al campo y
tráeme caza; y hazme un guisado
como a mí me gusta, y tráemelo, y
comeré, para que yo te bendiga
antes que muera.” (27:1-4).
La trama de la suplantación se
desarrolla justo después de estas
palabras, pero ya Esaú había dicho
NO a la bendición, sin pensar que,
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MENOSPRECIÓ A DIOS
realmente, a quién estaba diciendo
NO, era a Dios.
Es oportuno comentar que ambos
hijos habían recibido la misma
enseñanza espiritual, observado la
dependencia en Dios de su padre
Isaac y vivido en iguales
circunstancias. Las diferencias en
carácter y personalidad, “Y
crecieron los niños, y Esaú fue
diestro en la caza, hombre del
campo; pero Jacob era varón
quieto, que habitaba en tiendas.”
(Génesis 25:27), y también en
preferencia por parte de los
progenitores, “Y amó Isaac a Esaú,
porque comía de su caza; mas
Rebeca amaba a Jacob.” (v.28), no
eran ni son condicionantes para
creerle a Dios y desear reconocerle
como el Señor de sus vidas.
El menosprecio a la primogenitura
denota falta de anhelo, por parte de
Esaú, a la presencia, autoridad y
poder de Dios. Esa indiferencia le
hizo olvidar que, el hecho de que
Dios estuviera con él, traería
consigo herencia, victoria y
señorío. Esas fueron las promesas,
primero para con Abraham y
después para Isaac: “Habita como
forastero en esta tierra, y estaré
contigo, y te bendeciré; porque a ti y
a tu descendencia daré todas estas
tierras, y confirmaré el juramento
que hice a Abraham tu padre.
Multiplicaré tu descendencia como
las estrellas del cielo, y daré a tu
descendencia todas estas tierras; y
todas las naciones de la tierra serán
benditas en tu simiente, por cuanto
oyó Abraham mi voz, y guardó mi
precepto, mis mandamientos, mis
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estatutos y mis leyes.” (26:3-5).
Esaú descubre el inverosímil, pero
exitoso plan de Rebeca y Jacob, y
declara: “Bien llamaron su nombre
Jacob, pues ya me ha suplantado
dos veces: se apoderó de mi
primogenitura, y he aquí ahora ha
tomado mi bendición.” (27:36). La
actuación de madre e hijo dan para
otra meditación, pero de ninguna
manera Jacob arrebató la
primogenitura. Esaú la
menospreció. Lo que muchas
veces parece ser un acto contra
una persona, termina siendo contra
Dios y eso fue lo que ocurrió con el
e x p e r t o c a z a d o r, “ Vu e s t r a s
murmuraciones no son contra
nosotros, sino contra Jehová.”
(Éxodo 16:8). De la misma manera,
creemos estar despreciando a
otros, pero el desechado es Dios,
“porque no te han desechado a ti,
sino a mí me han desechado, para
que no reine sobre ellos.” (1 Samuel
8:7). Estas fueron las bendiciones
para el primogénito: “el Dios
omnipotente te bendiga, y te haga
fructificar y te multiplique, hasta
llegar a ser multitud de pueblos; y te
dé la bendición de Abraham, y a tu
descendencia contigo, para que
heredes la tierra en que moras, que
Dios dio a Abraham.” (Génesis
28:3,4) y otros detalles que
encontramos en el capítulo anterior,
versos 28 y 29.
Si eso fue con Abraham, no es
menos para con nosotros. El Señor
ha prometido estar en nuestras
vidas todos los días sobre la tierra
(Mateo 28:20) y cualquier
desatención, desinterés,
desobediencia, desprecio hacia
sus mandatos, voluntad y plan
divino, es menosprecio para con Él.
Por tanto, una vida terrenal y
eternal sin la presencia del Señor,
sin herencia y sin galardones.
Creer en el evangelio es reconocer
a Dios, desearle y estimar sus
promesas como ciertas, aceptando
el sacrificio de su Hijo en la cruz
como único medio de salvación.
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Marzo 2023
A partir de entonces, su Santo
Espíritu habita en nosotros de
forma activa, guiándonos,
consolándonos, haciéndonos
crecer. Promesa de Dios cumplida,
pues él ha dicho que no nos dejará,
que somos coherederos
juntamente con su Hijo y que
seremos recompensados con
coronas incorruptibles en el pronto
regreso de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. ANA RUIZ
NO EDIFICA, NO CONVIENE
“Todas las cosas me son lícitas,
mas no todas convienen; todas las
cosas me son lícitas, más yo no me
dejaré dominar de ninguna.”
(1 Corintios 6:12).
Vivimos en el mundo bajo la
influencia de Satanás. Él ha
diseñado toda clase de artimañas
descaradas y muy sutiles para
mantener entretenidos, ocupados,
enceguecidos a todos aquellos que
se han amoldado a este mundo.
Muchos creyentes hoy en día son
arrastrados por la corriente de este
mundo y esto se debe a que somos
demasiado permisivos, tolerantes y
sin dominio propio, lo que nos hace
insensibles al pecado.
“No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la
renovación de vuestro
entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y
perfecta.” (Romanos 12:2).
Satanás intenta, por todos los
medios, atraer y seducir con la
brillantez y las mentiras que ofrece.
Continuamente somos
bombardeados con toda clase de
entretenimiento, publicidad, redes
sociales, plataformas que ofrecen
una gran variedad de series y
películas, todo a nuestra
disposición, inmoralidad,
hipocresía, sexo, mentiras es lo que
encontramos detrás de todo esto;
oportunidades que vienen
disfrazadas con tal de mantenernos
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entretenidos y encandilados.
De forma muy sabia el apóstol
Pablo nos enseña y nos exhorta a
tener dominio propio sobre todas
estas cosas, pues debemos ser
selectivos en todo lo que
permitimos que entre por nuestros
oídos y nuestros ojos. Debemos
cuidar nuestra mente y nuestro
corazón, no dejarnos dominar por
los placeres de la carne, de los ojos
y la vana gloria de la vida. Esto es
solo un ejemplo de las muchas
prácticas y hábitos que vamos
adoptando, las cuales deberíamos
e r r a d i c a r. A p a r e n t e m e n t e
inofensivas, pero tóxicas para
nuestra vida en Cristo, no edifican,
ni convienen y en nada honran el
nombre de Dios. “Examinadlo todo;
retened lo bueno. Absteneos de
toda especie de mal. Y el mismo
Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor
Jesucristo.” (1Ts. 5:21-23).
Un mundo cada vez más
corrompido y cada vez más
perverso, donde la inmoralidad y la
falta de principios corroe esta
¡Extremadamente desfavorable!
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sociedad. El pecado y sus
consecuencias está dejando una
huella terrible. Así pues, como
creyentes debemos mantenernos
firmes y vigilantes, teniendo bien
claro que parecemos a Cristo y no
al mundo, es nuestro deber. Ser luz
en medio de este mundo que anda
en tinieblas, “Mirad, pues, con
diligencia cómo andéis, no como
necios sino como sabios” (Efesios
5:15), entendidos y diligentes,
manteniéndonos limpios en toda
nuestra manera de vivir, porque
pertenecemos a un Dios que es
Santo, el cual demanda santidad
para sus hijos.
“Como hijos obedientes, no os
conforméis a los deseos que antes
teníais estando en vuestra
ignorancia; sino, como aquel que os
llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir; porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy
santo. Y si invocáis por Padre a
aquel que sin acepción de personas
juzga según la obra de cada uno,
conducíos en temor todo el tiempo
de vuestra peregrinación;”
(1 Pedro 1:14-17).
ALEXA CASTRO
“Pues tengo
por cierto que
las aflicciones
del tiempo presente
no son comparables
con la gloria
venidera
que en nosotros
ha de manifestarse.”
Romanos 8:18
ANA RUIZ
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“Y a vosotros también, que erais en
otro tiempo extraños y enemigos en
vuestra mente, haciendo malas
obras, ahora os ha reconciliado en
su cuerpo de carne, por medio de la
muerte, para presentaros santos y
sin mancha e irreprensibles delante
de él; si en verdad permanecéis
fundados y firmes en la fe, y sin
moveros de la esperanza del
evangelio que habéis oído, el cual
se predica en toda la creación que
está debajo del cielo” (Col. 1:21-23)
Permanecer es mantenerse en un
estado o condición sin cambios; es
sinónimo de perseverar, persistir o
continuar. Al leer el versículo que
encabeza nuestro texto puede
parecer que la salvación depende
de nuestra permanencia y firmeza
en la fe, pero al respecto dice un
comentarista “La lengua griega
tenía dos palabras para el «si»
condicional (ei y ean) y varias
estructuras gramaticales para
denotar el tipo de condición que el
escritor u orador contempla. Aquí,
el ei con el indicativo epimenete es
una condición de primera clase (en
la que Pablo da por descontado que
ellos permanecerán)”.
La perseverancia es una muestra
de la fe que reside en el creyente
genuino. Notemos bien que el
apóstol dice “permanecer en la fe” y
no en alguna actividad, por poner
un ejemplo: la asistencia a las
reuniones, entre otras, ciertamente
son necesarias como medios que
Dios usa para bendición de
nuestras almas. ¿Quién podría
decir lo contrario? Sin embargo,
estas no son el objeto de nuestra fe,
sino Cristo, el autor y consumador
de ella (Hebreos 12:2).
Los colosenses recibieron el
mensaje del evangelio, en
consecuencia, la fe, el amor y la
esperanza ahora forman parte de
sus vidas. Mas, acechados por
corrientes de enseñanza falsa, el
apóstol, inspirado por el Espíritu,
expone la supremacía de Cristo,
declarando que: “Él es la imagen
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PERMANECIENDO EN LA FE
del Dios invisible, el primogénito de
toda creación. Porque en él fueron
creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la
tierra, visibles e invisibles; sean
tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo
fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en él subsisten; y él
es la cabeza del cuerpo que es la
iglesia, él que es el principio, el
primogénito de entre los muertos,
para que en todo tenga la
preeminencia; por cuanto agradó al
Padre que en él habitase toda
plenitud” (1: 15-19). Un argumento
poderoso que, en primer lugar,
derriba la falsa doctrina y, en
segundo lugar, confirma y consuela
a los hermanos. Por ende, son
exhortados a permanecer en la fe o,
dicho de otra manera, a
mantenerse firmes en la sana
enseñanza ya recibida, porque de
la manera que creyeron a
Jesucristo así deben andar,
“arraigados y sobreedificados en él,
y confirmados en la fe, así como
habéis sido enseñados, abundando
en acciones de gracias.” (2:6).
Ejemplo y enseñanza también para
nosotros que aplica a cualquier
circunstancia que requiera que
estemos firmes en el Señor.
Confirmando nuestra fe en él,
estamos completos “Porque en él
habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad, y vosotros
estáis completos en él, que es la
cabeza de todo principado y
potestad.” (2:10). Así mismo, es
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importante mantener un equilibrio
entre lo que significa la suficiencia
de la obra redentora de Cristo a
nuestro favor y nuestra
responsabilidad en ser activos en la
fe, pues las dos ideas están
presentes en todo el Nuevo
Testamento. De hecho, las
palabras de Cristo a los suyos son:
“Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en
mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer.” (Juan 15:5). Hay una
relación íntima entre la vid y el
pámpano, están conectados entre
sí porque las ramas no pueden
producir fruto separadas de la vid.
Si bien es cierto que el creyente
puede debilitarse, tropezar o caer,
con todo, volverá a levantarse con
la ayuda del Señor. De modo, que
aferrarnos, guardar sus
mandamientos, dejarnos en Sus
manos para ser llevados por él;
clamar y buscar Su rostro conforme
a la circunstancia que estemos
experimentando para recibir
palabra, consuelo, confirmación,
exhortación, son evidencias de
permanecer en la fe. Y razones por
las cuales reconocemos, como el
salmista, que nuestro bienestar
solamente está en Dios:
“Guárdame, oh Dios, porque en ti
he confiado. Oh alma mía, dijiste a
Jehová: Tú eres mi Señor; No hay
para mí bien fuera de ti.” (Salmos
16:1-3). DIANA ZAMBRANO
Termino con la siguiente estrofa de
un himno :
Desde el nacer hasta el morir,
sea el poder de Cristo en mí.
No temeré, seguro estoy,
mi vida yo a Él le doy.
Ningún poder, ningún afán
de Él me arrebatará.
Hasta que Él venga otra vez,
en Su poder me sostendrá.
(Sólo en Jesús, autor y compositor:
Keith Getty y Stuart Townend)
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“Pues tus palabras son mis delicias”
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Hay una expresión cotidiana en
nuestro vocabulario, que se
presenta a manera de pregunta o
de afirmación, en cuanto a Dios, y
es: Creo en Dios o ¿crees en Dios?
Quisiera, con la guía del Espíritu,
explicar de manera sencilla que
existe una diferencia entre la
expresión que se ha mencionado
antes y la expresión que encabeza
este escrito: ¡Cree a Dios!
Como punto de partida debemos
recurrir a la gramática de nuestra
lengua, ya que existe una
preposición en ambas expresiones
que unen “cree y Dios”, y que
además cambian totalmente el
sentido y las implicaciones de
nuestra relación con Él. Estas
preposiciones son: “en” y “a”.
Cuando hablamos de la expresión
“creer en Dios”, indica que Dios
existe, que está por encima de todo,
pero en realidad no hay una
relación con Él; mientras que “creer
a Dios”, va más allá del hecho de su
existencia, nos lleva a dar un paso
más que nos permite una relación
íntima con Él. Creer a Dios es estar
dispuestos y aceptar lo que él nos
dice como cierto, con un propósito y
para su gloria.
Así que, en base a lo antes
expuesto, me gustaría pensar en
algunas personas en la Biblia, la
Palabra de Dios, que no solamente
creían en un Dios Todopoderoso,
sino que además escucharon su
voz y obedecieron a su mandato. El
resultado tiene dos direcciones:
primero, la gloria de Dios y
segundo, la bendición para aquel
que obedece.
Dios había escogido un pueblo para
sí, que le honrará y obedeciera,
esto lo vemos desde el mismo
momento que llamó a Abram de Ur
de los Caldeos para que habitará la
tierra que Él le había dado por
herencia y que se hacía extensivo a
toda su descendencia. Dios se le
aparece a Isaac para ratificar una
vez más su promesa, “Y se le
apareció Jehová aquella noche, y le
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CREE A DIOS
DI
CRE
OS
dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu
padre; no temas, porque yo estoy
contigo, y yo bendeciré, y
multiplicaré tu descendencia por
amor de Abraham mi siervo.”
(Génesis 26:24). Lo mismo sucedió
con Jacob, el hijo de Isaac: “He
aquí, yo estoy contigo, y te
guardaré por dondequiera que
fueres, y volveré a traerte a esta
tierra; porque no te dejaré hasta
que haya hecho lo que te he dicho.”
(Génesis 28:15).
Al pueblo que Dios escogió y donde
puso su nombre, les dice lo
siguiente, a través del profeta
Isaías: “No temas, porque yo estoy
contigo; no desmayes, porque yo
soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi
justicia.” (Isaías 41:10)
Por último, quiero mencionar la
promesa de Dios para aquellos que
sirven en su obra y a quienes
encomienda un ministerio,
proveyendo todos los recursos
necesarios para tal fin, seguridad,
confianza, consuelo, etc.
Jeremías, uno de mis profetas
favoritos, escuchó esta promesa.
En medio de tanta hostilidad y
oposición, habiéndole dicho Dios
de antemano, que el pueblo no
escucharía ni aceptaría el mensaje,
él se mantuvo confiado, a pesar de
su propia debilidad, gracias a la
provisión segura del
Todopoderoso: “Porque he aquí
que yo te he puesto en este día
como ciudad fortificada, como
columna de hierro, y como muro de
bronce contra toda esta tierra,
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contra los reyes de Judá, sus
príncipes, sus sacerdotes, y el
pueblo de la tierra. Y pelearán
contra ti, pero no te vencerán;
porque yo estoy contigo, dice
Jehová, para librarte.” (Jeremías
1:18,19).
Me quedo con las palabras del
Señor a sus discípulos en esa gran
comisión cuando les dijo: “…y he
aquí yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo.
Amén.” (Mateo 28:20).
En cada caso mencionado se repite
una frase que nos alienta: “Yo estoy
contigo” y seguidamente, el
resultado de la presencia del Señor
con los suyos. A Isaac se le dice: “te
bendeciré y multiplicaré”, a Jacob le
dice: “te guardaré y no te dejaré”, a
su pueblo Israel le dice: “no
desmayes, te esfuerzo, te ayudaré,
te sustentaré”, a Jeremías también
le dice: “te libraré”.
Por tanto, te animamos a que, no
solo creas que hay un Dios en los
cielos, sino que aceptes hoy lo que
Él te está diciendo, para que
disfrutes de la bendición de su
presencia, reconociéndole como
Salvador y Señor.
“Mas buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas.” (Mateo
6:33). JOAB CERVINI
Quiero al Salvador conmigo,
sin Jesús no puedo andar;
necesito su presencia,
en su brazo confiar.
Coro:
Confiando en el Señor,
consolado por su amor,
seguiré por mi camino
sin tristeza, sin temor.
Quiero al Salvador conmigo
como Guía y Buen Pastor,
hasta que estén pasadas
muerte, pena y aflicción.
Autor: T. Ward - Música: John R. Sweney